Disclaimer: ninguno de los personajes son míos, son de JK Rowling.

In the moonlight shadow

Capítulo 4: Nunca se tiene suficiente

Los días de guerra hacían cambiar a la gente. ¿Tanto? Tal vez sí... El cuartel general de la Orden a estas alturas de la guerra no se sentía seguro en Grimmauld Place. Por ello hace tres años se decidió cambiarlo a un barrio de los suburbios de Londres, donde la auror perteneciente a la Orden, Hermione Granger, había adquirido una pequeña unifamiliar, a la que la Orden se había encargado de hechizar para que los subterráneos se convirtiesen en un gran salón de reuniones.

Con la muerte de Dumbledore, él se llevó el secreto del cuartel de la casa de Sirius, ya ese lugar no era seguro para las reuniones. Harry, al ser el poseedor legal de la casa, y al ya estar en mayoría, hacía tres años decidió comandar la tarea a Hermione de encontrar un lugar secreto y él se deshizo literalmente del número 12 de Grimmauld Place. Lo único que conservó de la casa fue aquello que se encontraba en el dormitorio de Sirius, es decir, sus únicas pertenencias. Apenas el anillo que Sirius solía llevar a las grandes ocasiones, como cuando celebraron en aquella casa el nombramiento de prefectos de Hermione y Ron; el colgante de oro que se olvidó aquella noche que cruzó el velo; una foto que Sirius guardaba con aprecio, en la que aparecían el trío dorado junto a Sirius, cuando éstos iban a comenzar su quinto curso; y la otra mitad del espejo que también se había dejado al traspasar el velo.

Acudió hasta el tapiz del árbol genealógico Black y le prendió fuego, junto con el cuadro memorable de la madre de Sirius, aquella que había sido causante indirecta de la muerte del animago. Con lágrimas en los ojos, pero frío cual hielo insensible, Harry derrumbó la casa y quemó los restos de ella en mitad de la noche, donde nadie pudo verle.

Una vez destruidos todos sus recuerdos, Harry fue el primero de los tres en unirse a la Orden del Fénix. A él le siguió Ron, que se convirtió en funcionario del Ministerio, en el departamento de Accidentes Mágicos y Catástrofes, en el cuartel de Desmemorizadores. Mientras, Hermione, al ver el panorama desolado de la guerra, cómo Harry ascendió rápidamente sin necesidad de examen ninguno al Cuartel de Aurores, decidió hacerle caso al desalmado Bartemius Crouch hijo, y hacer el curso de auror, el cual dio su fruto.

Aún guardaba la esperanza de que, algún día gracias al trabajo de auror se encontraría a aquel que le robó el corazón cuando aún estaba en la escuela. Siempre esperaba cazarlo en alguna de las batallas, aguardando expectante el momento de desenmascarar a los mortífagos, anhelando que uno de ellos fuese Draco Malfoy. Sin embargo, tras la muerte de Dumbledore y la desaparición de Snape, Hermione sólo pudo escuchar de él su nombre en alguna de las reuniones, como comandante de un grupo de mortífagos en el que se encontraban los jóvenes recién unidos al círculo. Ninguno de los mortífagos desenmascarados por ella y su grupo, así como el resto de los encarcelados, era Draco Malfoy.

Dado el panorama, ninguno de los tres pudo trabajar o actuar como si nada ocurriese. Estaban a mitad de la segunda guerra tenebrosa, y aquellos del bando de los partidarios de la paz necesitaban actuar con todo el secretismo posible. Nadie sabía quiénes eran exactamente los pertenecientes a la Orden, y nadie en Inglaterra salvo los integrantes de la Orden sabía dónde se encontraba verdaderamente Harry Potter. Éste había hablado con el mismísimo ministro para trabajar por su cuenta. Al ser un renombrado auror, lo consiguió, y en ese momento se encontraba en paradero desconocido, buscando horcruxes.

En su ausencia, Hermione debía soportar la presión del cuerpo de aurores, ya que era sabido que ella era una gran amiga suya. Pero el jefe de departamento, al ver su eficacia, la ascendió rápidamente de puestos, siendo prontamente jefa de un sector. Ella intentaba llevar una vida normal, viviendo en un pequeño apartamento a las afueras de Londres, pero le era casi imposible.

Al acostarse para dormir, recordaba la última reyerta contra los mortífagos. Todas las noches, mientras se duchaba, observaba las cicatrices de combate y se preguntaba si no estaría mejor ser como Ron, que trabajaba cómodamente una vez la reyerta había finalizado. Y al observar todos esos golpes pensaba qué habría sido de Draco Malfoy. Todo lo que Hermione había logrado saber de ese apellido es que una vez él escapó, se capturó rápidamente a su madre, Narcisa Malfoy. Ella no había previsto que Harry descubriese la vinculación de Draco con el Lord oscuro, con lo cual el ministerio la envió a Azkaban para evitar más problemas. Hermione fue la última encargada en interrogarla, la cual era la única auror que había sacado algo de la señora. Tal vez por cómo conocía a Draco o por lo que fuese, consiguió desvelar algunos enigmas.

Apenas una semana hacía de aquella misión en la que debía averiguar el paradero de Draco. Para Hermione la misión era demasiado dolorosa: enfrentarse a su pasado, con la esperanza de encontrar a aquel que amó, pero con la desilusión de que si obtenía información, lo capturarían y ejecutarían seguramente, por la muerte de Dumbledore, ya que Harry se concienció en culpar a ambos, a Severus Snape y a Draco Malfoy, sus dos enemigos en la escuela, como autores del asesinato.

Hermione aún recuerda el olor de la celda en que estaba encerrada Narcisa. Todavía recuerda perfectamente cómo le extrajo la información. Ella, con su capacidad imaginativa, había mezclado sus conocimientos de Legeremancia con una poción que, al ingerirla ella, la hacía capaz de romper las barreras de la Oclumancia, sin que el interrogado lo sospechase. Sencillo, pero peligroso. Todo comenzaba siempre con una pequeña charla.

Al entrar Hermione, encontró a la madre de su enemigo sentada en el suelo, con los ojos rojos llorosos, seguramente marca de todas las noches encerradas en las que había gritado por su hijo. Si alguna vez había poseído algo de belleza, era darla por perdida. En dos años y medio se había convertido en una mujer demasiado delgada, con poco pelo y amarillo apagado, sin vida. Encadenada a la cama, no consentía sentarse en ella, estaba tirada en el suelo. Al verla, se levantó y se sentó en la cama, ya acostumbrada a interrogatorios, sólo conservó su pose triste, la cual Hermione sabía que no se había debilitado.

Tras esa fachada de tristeza que a más de un auror, especialmente hombre, había ablandado, Hermione sabía que se ocultaba una gran oposición a todo tipo de métodos. Estaba claro que tenía conocimientos de Oclumancia, aunque no era muy hábil en Legeremancia, según decían sus compañeras. Conjuró una silla y se sentó frente a ella. Le dio la ya habitual botella de poción de la verdad y se la bebió sin resistirse. Seguramente estaba hechizada por Voldemort para no revelar nada, o incluso puede que por su hijo.

- Empecemos con algo sencillo. ¿Sabe usted quién soy?- preguntó Hermione tranquila.

- No lo sé, señorita. Sólo sé de usted que es un auror.- respondió con sinceridad.

- Me llamo Hermione Granger, y usted es...

- Narcisa Malfoy.- respondió cansada.

- ¿Apellido de soltera?

- Black.

- Bien. ¿Cómo entró usted en contacto con los mortífagos y la orden oscura?

- A través de mi marido que se encuentra en esta prisión.

- ¿Podría usted contarme cómo exactamente?

- No lo recuerdo... sólo sé que no fue por voluntad propia.- aquí actuaba la sabia mente de Hermione. Pudo ver con claridad aquello que pensaba la señora Malfoy. Eran recuerdos de cuando Lucius Malfoy le decía que había sido llamado al círculo de mortífagos por el mismo Voldemort, y él había aceptado gustosamente. Seguramente ninguno de su cuartel había conseguido el recuerdo.

- Continuemos, hábleme de su hijo, Draco.

- Él siempre fue un niño muy bueno y respetuoso. A su padre y a mí nos tenía mucho aprecio. Pero no sabía cuidarse muy bien sólo. Cuando cumplió los quince años, recuerdo haberlo intentado comprometer con la pequeña Angeline Nott, una graciosa niña, hermosa, amiga de la familia. Pero cuando se fue Lucius no pude conseguir que mi hijo pensase correctamente. Sé que sufrió mucho, pero no debió irse de locas como hizo.

- ¿Participó su hijo del asesinato de Albus Dumbledore?

- No. -otro recuerdo pudo obtener. En este se veía a Snape confirmando que él había cumplido el cometido de Draco, matar a Dumbledore. Al menos algo ya había descartado.

- ¿Podría decirme dónde se encuentran su hijo o el mismo Severus Snape?

- No, sólo recuerdo su carta de despedida.- En ese momento la mujer se echó a llorar. Aquello era cierto, a su cabeza le vino el recuerdo de una carta de despedida escrita por el propio Draco.

Hermione dio por terminada la entrevista. Le dio las gracias y la dejó llorando, mientras salía de la celda con la información en mente y una lágrima rebelde que había escapado de sus ojos al recordar a Draco Malfoy.

Los recuerdos de esa entrevista eran muy dolorosos para Hemione, pero aquella noche, mientras se duchaba, no pudo evitar llorar desconsolada. Su vida era un asco. Se suponía que su vida sería perfecta, tanto como lo intentó ser en Hogwarts, pero no. Harry se había marchado a seguir su vida, aún renunciando al amor de Ginny, la cual seguía esperándolo, incansablemente, en su hogar trabajando para su familia cuando sus turnos de medimaga se lo permitían. Ron llevaba una tranquila vida, aunque a aquello se le debía descartar su vida amorosa. Al parecer al final descubrió cuanto quería a su mejor amiga.

Abandonando al tímido y confuso Ron de antaño, se había vuelto un seductor nato, que estimaba todos sus esfuerzos en conquistar lo que en teoría siempre fue suyo. Aunque no lo hubiese sido en la práctica. Hermione no se hacía aún a la idea de que estaba hecha para vivir junto a Ron. Todos los fines de semana éste la invitaba a algo, siempre que no hubiese batalla que se interpusiese en sus vidas privadas. Y ella no rechazaba sus peticiones a pesar de los muchos otros hombres que la invitaban.

Ya llevaba un año y medio así, rechazando a sus compañeros de trabajo y aceptando las invitaciones de su amigo, el cual todas las noches se le declaraba, cada una de una manera distinta, siempre a la hora de la despedida. O bien cenaban, o iban al cine, o lo que fuese. En principio era una diversión, hasta que Ron se cansó de lanzar solo indirectas y se decidió a besarla una noche. Aquella noche se declaró por primera vez, y Hermione sólo pudo responderle que aunque él le gustase mucho, ella no estaba dispuesta a mantener compromisos de tales tipos con nadie.

Aún así, Ron no desesperanzaba, y seguía invitándola, cada día ella haciéndose más hermosa. Y aunque todas las noches acabasen besándose, y desde hacía ya seis meses, compartiendo cama, la respuesta de Hermione a todas las declaraciones era la misma. Ya Ginny le había recomendado que se guiase por las manos de Ron, que podrían llegar a ser una gran familia, pero ella no terminaba de convencerse. Al final, en su tiempo de soledad, ella se daba cuenta de que parte de su corazón seguía perteneciendo a Draco Malfoy.

Una semana de verano Hermione había decidido trasladarse a un pequeño chalet propiedad de sus padres, algo parecido a una residencia de verano en mitad del bosque. Una especie de mini-vacaciones, aun a pesar de que siguiese yendo a trabajar. Hacía ya un mes que estaba allí alojada, y todos los fines de semana, Ron iba a visitarla.

Pero lo que más le agradaba era la brisa del viento de la noche de verano en su piel, cubierta solo por su pequeño camisón de encaje. Ese viento de guerra que le traía recuerdo de las reyertas que había vivido en cada cual de las unas había esperado desenmascarar a Draco Malfoy, aunque solo fuese para saber que sigue vivo, o que seguía allí, al menos, pero nunca sucedía.

Un día más de trabajo, como otro cualquiera. Una reyerta más al caer la tarde, esta vez un altercado en una alcantarilla del centro de Londres, cercana al callejón Diagon. Hermione junto con su equipo de aurores, Luna Lovegood, Mike Stephens, Julian Roosie y Will Draimst, acudieron a la reyerta, en la que un grupo de ocho mortífagos intentaban penetrar en el banco Gringotts a través de aquellos conductos. Consiguieron pillarlos por sorpresa cuando iban a doblar una esquina, consiguiendo desenmascarar y atar a tres de los cuales tras una dura lucha, en la que al final cinco de ellos se desaparecieron, abandonando la misión que se les había encomendado. Habían conseguido capturar a Theodore Nott, uno de los jóvenes mortífagos, Rabastan Lestrange, hermano de Rodolphus que también abandonó Azkaban con él, y Charley Crompton.

Al llegar a su oficina con el informe, ya limpia después de ducharse en su hora libre en su piso en Londres, llegó con una túnica escotada a la oficina, siendo observada por todo el personal del cuerpo de aurores mientras desfilaba a la oficina de su jefe. Éste estaba revolviendo sus papeles del día, cuando Hermione entró en el cubículo y dejó el pergamino sobre la mesa. Al salir se encontró con Justin Finch-Flenchley, su antiguo compañero, el cual llevaba observándola desde lejos en los pasillos, ya que trabajaba en el departamento de Transportes Mágicos.

- Buenos días, Hermione Granger, me han dicho que te has convertido en una excelente auror.- dijo Justin extendiendo su mano. Hermione se la estrechó.

- Gracias Justin, ¿y qué es de ti?- contestó ella evasiva.

- Bien, como todo el mundo.- esto ofendió a Hermione.

- Siento decírtelo Justin, pero estamos en mitad de la guerra, no todo el mundo está bien.

- Lo siento, Hermione, olvidaba que tú trabajas para mantener la paz en el mundo mágico.- parecía realmente dolido por la realidad que acababa de plasmar Hermione en sus ojos.- Creo que necesitas un descanso, ¿querrías tomar una copa conmigo el sábado?

- No, lo siento, ya he quedado.- dijo intentando aparecer apenada. Él alzó una ceja.

- No sé... se rumorea por todo el Ministerio que la fabulosa Hemione Granger ha elegido como pareja a Ronald Weasley, un cualquiera del departamento de accidentes mágicos.

- No es cierto, Justin, Ron sólo es mi amigo, yo no tengo novio.

- Pero es al único que aceptas una invitación.- dijo confuso.

- No tiene nada que ver. Si me disculpas, he acabado mi horario laboral y quiero irme a mi casa a descansar. Hasta luego, Justin.

Se despidió de él con los dos besos correspondientes y se dirigió a la zona de desapariciones. En el camino se encontró a Ron. Iba por lo visto muy acelerado, como corriendo. Ella se extrañó al verlo así, cuando se suponía que aquel era el día libre de Ron. Iba sin peinar y muy desarreglado.

- Ron, ¿qué ocurre?- preguntó confusa mientras Ron se detenía frente a ella y la agarraba de los hombros, respirando para recuperar fuerzas.

- Hermione... estás muy guapa. Siento llegar tan repentinamente, pero tenemos reunión, urgente.

- ¿Tan urgente es que no puedo descansar una noche?

- Tan urgente. Harry ha encontrado información entre sus muchas investigaciones, y algunas de ellas deberías saberlas, como auror que eres, así que vamos rápido antes de que lleguen todos.

Al recibir esta noticia Hermione se alarmó. Harry nunca salía de su retiro si no era muy urgente. Y él consideraba urgente o bien un ataque en masa, o bien temas relacionados con secuestros, o bien algo de los horcruxes o Voldemort, o de los mortífagos en paradero desconocido... Tal vez hubiese encontrado a Draco Malfoy.


Las calles de Londres se encontraban especialmente solitarias aquella noche. El Primer Ministro muggle había alertado a todo su país con una especie de amenaza de bomba que Ron no llegaba a entender. Hermione sabía que los muggles, si por costumbre volvían a las diez como muy tarde a casa, con amenazas terroristas volvían incluso antes de las siete. Lo cual explicaba el porqué de la soledad de las calles. Torcieron una esquina y se encontraron frente a la unifamiliar que Hermione había comprado hacía ya tiempo. Llamaron a la puerta, y Ginny les recibió en el vestíbulo

- Menos mal que habéis llegado pronto.- dijo con una sonrisa a su hermano y su amiga. Cerró la puerta cuando ellos entraron. - McGonagall quiere verlos antes que nada. Ella ya está abajo, ahora después bajamos el resto a esperar al Elegido.

Desde que Harry se fue, se le empezó a tratar como una autoridad desconocida, llamándolo "El Elegido", tal como si pronunciar su nombre lo hiciese menos sagrado, especialmente en aquel lugar, dónde la mayoría de los miembros de la Orden, especialmente los jóvenes, lo trataban como un Dios. Sólo fuera de aquellas reuniones, los Weasley y ella se atrevían a llamarlo por su nombre.

Bajaron la escalera principal que se dirigía a un supuesto sótano y garaje para coches, pero en lugar de eso se encontraron en un gran salón, decorado con colores blancos y plateados, con una gran bandera bordada hacía ya un año por la misma chica Weasley, que representaba un enorme fénix surgiendo de las cenizas. Desde que Fawkes se fue, en aquella tarde del entierro, extrañaron su presencia enormemente. Nadie sabía dónde habría acabado el fénix. La sala estaba presidida por una enorme mesa rectangular, que en la mayoría de las reuniones había presidido la profesora McGonagall en uno de los dos extremos. En ese momento ella estaba sentada en ese extremo, esperándolos con unos papeles en las manos. Al llegar ellos, se sentaron juntos a su lado, esperando que la charla empezase.

- No sé por qué, pero esto me recuerda demasiado a una de aquellas charlas de orientación de la escuela.- dijo nervioso Ron.- ¿De qué quería hablarnos, profesora?

- Ronald, ya te he dicho muchas veces que ya no soy tu profesora, puedes llamarme McGonagall simplemente, o si lo prefieres, Minerva.- contestó ella. Ambos resoplaron, impacientes. Minerva arqueó una ceja antes de seguir.- Los he llamado porque ustedes son en la actualidad los miembros más importantes de la Orden. ¿Recuerdan la primera Orden del Fénix?

- Nunca la llegamos a ver.- dijo Hermione con gesto serio.

- Entonces ya va siendo hora.- McGonagall sacó una foto de la antigua Orden, una de las más antiguas seguramente.

El grupo era bastante numeroso. Y no todos eran personas enteramente adultas, algunos de los integrantes se veían demasiado jóvenes como para afrontar el riesgo que suponía la Orden, pero ya se sabe, en mitad de una guerra un joven puede ser igual de importante que un adulto. Según la profesora McGonagall, aquellos que a Ron y Hermione les parecían desconocidos eran aquellos que murieron en la primera guerra. Estaban todos: Albus Dumbledore, Moody, Dedalus Diggle, una mujer que nunca conocieron, McKinnon, Marlene, según les había dicho McGonagall. Los padres de Neville... a Hermione se le encogió el corazón al verlos. Emmeline Vance, un Lupin bastante joven, dos que no conocían, Benjy Fenwick y Edgar Bones, Sturgis Podmore. Otro hombre que no conocían, Caradoc Dearborn. Hagrid, Elphias Doge. Más gente desconocida: Gideon Prewett del que habían oído hablar y su hermano Fabian, Aberforth Dumbledore y Dorcas Meadowes. Y los más jóvenes, Sirius, Pettigrew, James y Lily.

- Estos son todos los integrantes de la primera Orden, antes de la recomposición con la aparición de Sirius. Arabella Figg, vecina de los tíos de Harry también perteneció a la Orden, aunque nunca pudo actuar por su condición de squib. La segunda Orden estuvo compuesta por aquellos que no murieron de la primera, más la incorporación de los Weasley, Mundungus, Hestia Jones, Kingsley Shacklebolt, Madame Maxime y Nymphadora. Poco a poco os agregasteis vosotros, y he de admitir que tu idea, Hermione, de fundar el Ejército de Dumbledore aquel fue una excelente idea. Hicisteis un gran trabajo, especialmente con Longbottom.

Hermione se sonrojó, pero sabía que Minerva tenía razón. Si Neville en su época escolar era un negado para encantamientos, transformaciones y pociones, se había convertido en un gran guerrero desde quinto curso, digno de sus padres. Aparte de él, también Luna se había unido a la Orden. Los que se enfrentaron a aquellos mortífagos en el Departamento de Misterios.

- Y obviamente, el pilar desde que Dumbledore nos abandonó, es Harry Potter, pero debido a su ausencia, sabéis bien que toda la Orden confía en vosotros. Y creo que hablo en nombre de todos cuando digo que me encantaría ver nacer a un bebé Weasley más.- miró con profundidad a Hermione, haciendo que ambos se sonrojasen por el comentario.

- McGonagall, supongo que no será ese el motivo por el que nos ha llamado, ¿verdad?- preguntó Ron para salir del apuro.

- No, señor Weasley, a decir verdad, lo que quería decirles era otra cosa. Dumbledore me dijo por la mañana que si Harry no tiene descendencia, el mundo podría desequilibrarse, me dijo que les dijese que le aconsejaran que no pusiese tanto empeño a su "misión" y que se centrase más en sí mismo, y dedicarse a su vida personal.

- Pero Minerva, sabes que Harry nunca nos haría caso, y más en ese aspecto.- dijo Hermione.

- Por intentar no se pierde nada. Tendríais todos que pensar que sois jóvenes, y el peso de esta guerra no os corresponde a vosotros. Necesitáis vivir vuestra vida. No soportaríamos ver como perdéis vuestras vidas como ya lo hicieron los Potter, Sirius, Remus, Pettigrew, los McKinnon, los Longbottom o los hermanos Prewett.

- No se preocupe por nosotros, estaremos bien.- contestó Hermione con una sonrisa.- Y ahora, si nos disculpas, subiremos arriba un rato antes de la reunión. ¿Te queda algo por decirnos?

- Solo una cosa, Hermione Granger.- dijo cuando ambos estaban levantándose.- Estoy orgullosa de a mujer en la que te has convertido.- le sonrió antes de que ellos subiesen las escaleras.

Una vez arriba, ambos se dirigieron a la pequeña sala de estar, haciendo caso omiso del comentario de McGonagall respecto a un nuevo bebé Weasley. Se encontraron con que Ginny estaba sentada en la butaca, mientras Luna fregaba los platos en la cocina. Ginny leía una carta de Charley, que les comunicaba que a pesar de la importancia de la reunión, no había podido acudir. Ambos se sentaron en el sofá para hablar con Ginny, a pesar de la concentración de ella.

- Hola Ginny.- dijo Hermione.- ¿Nerviosa?

- ¿Por qué debía estarlo? No es mi primera reunión.- contestó ella con naturalidad.

- Hermana, se nota que estás deseando ver a Harry.- al escuchar esto, a Ginny se le ensombreció el rostro.

- Lo siento, Ron, pero Harry ya no es el que era. Ahora es una persona fría. No quiere nada de mí. No me quiere.

En ese momento sonó el timbre, y toda la Orden al completo apareció. Dio comienzo la reunión, aunque Harry no hubiese llegado todavía. Todos bajaron al sótano, sentándose todos alrededor de la mesa, presidiéndola McGonagall, y dejándose el otro extremo para Harry en cuanto llegase. Se dieron a todos las bienvenidas y McGonagall empezó a hablar del punto de la reunión.

Eran cosas ya sabidas por Hermione, que estaba tan cansada que casi se dormía allí. Estaba bastante extrañada de cómo Luna seguía allí, con su ensoñador estado permanente, pero prestando atención a McGonagall, cuando ella se moría de cansancio, cosa que nunca le había ocurrido en Hogwarts. El sopor le estaba ya venciendo cuando se abrió la puerta del sótano. Harry apareció allí de repente, ante una extrañada Hermione que había olvidado que Harry tenía no solo la contraseña secreta, sino una copia de la llave del cuartel.

Allí estaba, el niño que vivió, o el Elegido. El gran Harry Potter, que todo el mundo creía incombustible, increíble, poderoso, sobrehumano... Pero ella mejor que nadie sabía que Harry Potter, a sus veintiún años recién cumplidos, era ante todo un joven, un adolescente crecido, un niño. Y era aquello lo que le hacía debilitarse por dentro, y sentir esa debilidad: porque el mundo que todos conocían estaba sostenido por un niño y una partida de adolescentes con poderes semejantes a los de cualquier mago adulto con un afán de heroísmo poco común. Una realidad dura de creer.

Y allí seguía ella, enfrentándose a una guerra con casi veintidós, una guerra entre magos poderosos, unos tenebrosos, y otros conocedores de magia antigua. Podía sentir cómo se sentía Lily Potter en su juventud. Tal vez por eso se casó tan joven, tal vez por eso tuvo tan pronto a Harry. ¿Quién no le decía que la legendaria Lily había amado realmente a James Potter? Tal vez fuese como ella, una víctima más de la guerra, que en su afán por vivir rápido ya que todos los días se enfrentaba al sentimiento de que estaba en peligro de muerte continua, había decidido precipitadamente casarse con un hombre equivocado por el que no sentía amor verdadero, sólo por vivir lo más normal posible y gozar de la felicidad de ser madre.

Por lo que sabía de Lily, era una mujer fuerte, e inteligente, como ella. Seguramente incapaz de hacer tal barbaridad. Tal vez como ella, sí. Pero lo probable sería que hubiese amado demasiado a James Potter. ¿Debía ella hacer caso a la lógica, y casarse con Ron lo antes posible o al menos tener un hijo, o hija? Sería una mentira, pero en este caso, estaría bien. Aunque el que sufriría más sería Ron. Sería una farsa tras otra, insoportable...

Hermione dejó de vagar por sus pensamientos para examinar a Harry. El chico había crecido desde la última vez que lo vio, hacía ya siete largos meses. Tenía hombros más anchos, rostro más duro, mirada más sabia. Era más apuesto, había dejado ya atrás los últimos vestigios de su niñez. Se notaba un aura extraña a su alrededor, como si hubiese abandonado en nivel humano de sabiduría, aquel que desprendía Dumbledore, pero más misterioso, como si además de esa aura blanca que solía acompañar a Dumbledore, lo recubriese también un aura oscura y tenebrosa, como si no solo se hubiese instruido en magia blanca y antigua, como si la magia oscura fuese otro de sus fuertes.

Todos se levantaron automáticamente a observarlo avanzar por el sótano hasta llegar a su silla, junto a Remus Lupin y Ginny Weasley, que seguro se habría sentado allí adrede. Al sentarse y ver todas las miradas extrañadas sobre él, sonrió, tranquilizando a todos en la sala, sentándose así todos.

- Bien, el Elegido ha llegado por fin, te cedo la palabra, Potter.- dijo McGonagall desde la otra punta de la mesa.

- Gracias Minerva. Por favor, aunque ya no sea un niño, puedes llamarme Harry.- miró directamente a Hermione, que no salía de su asombro al ver la madurez con que Harry manejaba el asunto, muy distinto de aquel Harry del ED.- Hermione, supongo que estarás sorprendida porque nunca he hablado así en una reunión, ¿cierto?- Hermione asintió.- Sabes tan bien como yo que las circunstancias nos han hecho madurar muy rápido, a todos.- Pasó su mirada por Ron, George, Fred, Neville, Luna y finalmente Ginny, que estaban todos sentados en línea a su izquierda.

Hermione sonrió. Por fin se podía decir que eran adultos. Lo que hacía la guerra... y el trabajo.

- He traído noticias desde mis investigaciones. Con respecto a los horcruxes, conseguí hallar uno, aunque no lo he llegado a destruir. Tardaré bastante, ya que mi mente no es tan ágil como la de Dumbledore, ya que yo nunca he conocido personalmente a Voldemort y he debido estudiar toda su vida, siguiendo sus pasadas huellas, cosa que es muy complicada. No diré nada más respecto a esto.

- Entonces, Haggy, ¿Qué noticias tgraes?- preguntó inquieta Fleur.

- Tranquila, todo a su tiempo. Traigo noticias de los mortífagos especialmente. Y del asesino de Dumbledore...

- ¿No decías que habían sido Severus y Malfoy?- preguntó Lupin.- ¿Por qué ahora cambias al singular?

- No sé si estaréis al tanto, pero yo sí. Aunque yo haya testimoniado contra ambos, la brillante auror Hermione Granger aquí presente consiguió liberar de tal culpa a Draco Malfoy, a la vez que consiguió que la señora Narcisa Malfoy, prima de Sirius y hermana de la mano derecha de Voldemort, Bellatrix, quedase libre de condena en Azkaban, pero custodiada por un departamento del Ministerio que no rebelaré. Excelente trabajo, Hermione.- le sonrió sinceramente. En realidad sabía que Harry no se alegraba por tal hecho, y con esa sonrisa aparente solo la estaba invitando a una charla tras la reunión.- Y ese es el motivo de que yo esté aquí presente hoy.

- ¿Sólo para decirnos que Malfoy fue liberada?- preguntó irónica Tonks.

- No solo para eso, Nymphadora.- dijo conscientemente para hacer aumentar la rabia de la metamorfomaga.- Tengo noticias de los mortífagos, como ya he dicho. Una de mis fuentes externas consiguió alertarme de un inminente ataque a un pueblo muggle cercano a Hogsmeade. Presupongo que su siguiente jugada habría sido matar a todos los inocentes y utilizar un ejército de Inferius para tomar Hogsmeade, y progresivamente Hogwarts. Ya sabéis vuestra misión. Minerva, te delego a ti la tarea.

Esto dejó boquiabierta a toda la Orden. Si eso era cierto, más de un grupito de jóvenes había ingresado al círculo mortífago, al que hacía apenas cuatro años tenían contados, identificados y bien vigilados. Tan despiadado era Voldemort...

- Y también traigo noticias de Snape.- miró a McGonagall dolorido. Aún guardaba rencor a aquellos que confiaron en él, por permitirle matar a Dumbledore. Si se hubiese hecho caso al juicio de los "resentidos por batallas escolares" como McGonagall los había llamado en otros tiempos, Dumbledore seguiría vivo... - Debido a su búsqueda intensiva, más intensiva que la de Black hará algunos años... - el dolor se reflejó momentáneamente en la cara de Harry.-... no ha podido salir a la luz en bastante tiempo, pero está escondido en una de las entrañas de Gran Bretaña, investigando escritos oscuros y pociones, rehabilitando al círculo con armamento. Estoy a varios pasos de localizarle, por lo que la Orden al completo debe tener la mirada atenta a cualquier señal.

- Harry... - susurró Ginny, demostrando que no reconocía al Harry que tenía frente a sus ojos.

- Doy por finalizada la reunión.- terminó Harry.

Todos se levantaron de sus asientos, pero Hermione, al ir a subir las escaleras junto a los demás, descubrió que un fuerte brazo la había agarrado y retenido. Harry le miraba con su expresión dolorida y misteriosa, rogándole con la mirada que no subiese. Al irse todos únicamente le susurró "Tenemos que hablar" y se sentó en una silla esperando su reacción. Hermione se olió que la aguardaba otra larga charla, y se sentó a su lado, preparada para lo peor.

- Hermione, por favor... - empezó Harry como si hablase con una jovencilla.

- Harry, no te preocupes, sé qué quieres.- se sentó junto a él, y pasaron tiempo observándose el uno al otro. - Dime, ¿qué tal este tiempo?

- A ti te puedo ser sincero, esto de enfrentarse solo a la profunda realidad es muy duro. Cada vez no me reconozco más a mí mismo... El Elegido... me llaman así, pero no sé por qué. ¿Y si caigo? Espero que haya alguien dispuesto a vencer a Voldemort...

- Harry nosotros siempre estaremos aquí para ayudarte.

- ¿Pero no ves, Hermione? Os observo ahora, y os veo distintos. ¡Vosotros estáis sufriendo sin necesidad! Por mi culpa Ron, Ginny, Neville, Luna y tú estáis sufriendo el peso de MI profecía... ¡Yo tendría que ser el único que sufriese esta responsabilidad! Y aunque no podéis ni compararos con mis obligaciones de "Elegido", os estoy robando vuestra juventud injustamente... - parecía muy afectado por esto.

- Harry, nosotros no pasaríamos esto que dices si no lo hubiésemos elegido. Tanto Ron como Luna, Neville, Ginny y yo sabemos perfectamente las consecuencias de ser tus amigos y de quererte... ¡Pero las aceptamos! Fíjate como Susan Bones, por ejemplo, ella también vive las penurias de la guerra, pero desde una perspectiva joven. Ella pudo elegir estar a tu lado, porque tu brindaste tu mano a todo el ED, pero ya nos ves, sólo nosotros estamos aquí luchando... También podríamos ser como ella, pero no queremos. Si estoy aquí es porque quiero. No te niego que preferiría otra vida, pero para ello debo antes cumplir mi misión dentro de la Orden.

- Hermione... - Harry quedó consternado con esas palabras de la chica. Tan inteligente era... La abrazó fuertemente, con las lágrimas en los rabillos de los ojos, a punto de echarse a llorar.

- Harry, ¿por qué no piensas un poco más en ti mismo?- dijo ella en mitad del abrazo. Harry se separó, nuevamente serio, como cuando entró en la sala.

- No intentes entrar ahí. No puedo estar con Ginny. La pondría en peligro, demasiado. Voldemort no dudaría en usarla, y no quiero ni pensarlo. Ya bastante en peligro está siendo una simple aliada, imagina qué peligro sería que estuviese a mi lado. Además, yo dentro de un día probablemente me vuelva a marchar, para no volver hasta el fin de la guerra o hasta que consiga más información. Ella no soportaría esperarme tanto tiempo, para tal vez no volverme a ver... Nadie sabe quién acabará con quién...

- ¡No digas eso! Tienes que pensar en ganar la guerra.

- Es muy difícil conseguirlo, no imposible, pero difícil. Si derrotase a Voldemort... - se le encendió un brillo en los ojos, de felicidad.-... podría volver a ser el de antes, volver junto a vosotros... Y junto a Ginny. Le regalaría un ramo de flores y le juraría amor eterno a las orillas del lago de Hogwarts... A no ser que ella no me quisiera.- se volvió a entristecer.

- Aún la amas...

- ¿Acaso lo dudas?

- ¿Y porqué no se lo dices?

- Porque la haría sufrir.

- Ya está sufriendo. Harry, piensa en ti... Piensa en esto que te digo. Ginny cada vez que se le habla de ti, o ella habla, se le viene un reflejo a los ojos, que más de una vez me ha traído curiosidad. Es hábil en Oclumancia, pero no lo suficiente. Conseguí adivinar que recuerda perfectamente vuestro primer beso, y que se estremece al pensar en ti... - Harry abrió mucho los ojos, y permaneció un rato callado.- Bueno, ¿has acabado de hablar?

- Me queda una cosa por decirte.

- Pues dime.

- Es sobre Ron.- el rostro de Hermione se oscureció.

- ¿Ron? ¿Qué pasa con él?

- Es... Hermione, lo sabes. Me lo ha dicho por cartas. Llevas saliendo con él todos los fines de semana desde hace un año casi, y no le das nada serio, solo esperanzas. ¿Crees que está bien?

- Harry, lo mío es distinto.

- ¿Distinto? No veo la diferencia.

- Tú amas a Ginny... - lo miró como si no se atreviese a continuar.

- Y tú a Ron, ¿no?...- se hizo silencio incómodo que Hermione tardó tiempo en romper.

- Yo quiero a Ron, pero no lo amo.- Harry se quedó en estado de shock.

- Hermione... llevas toda la vida detrás de Ron... ¿Cómo que no lo amas? Eso es imposible... sino.. ¿A quién amarás entonces? Hace años que no hablas con Krum... ¡Lo último que supiste de él es que se casó, y te enteraste por el periódico! Y nunca has estado con otro, ¿o sí?

- No, nunca he estado con otro, pero esos son temas míos.- Hermione se levantó para irse. Pero Harry la detuvo con palabras.

- Tal vez seas tú la que deba dedicar tiempo a sí misma y ver a quién ama de verdad, porque tal vez algún día encuentres a Ron casado o a Ron muerto, y sería algo que te perderías por mi culpa, y no por tu culpa propia... Eso es aún más inaguantable. Creo que deberías ser madre de un Weasley.

Hermione subió las escaleras, dejando a Harry meditar unos minutos, que después se levantó y la siguió. Subieron a la sala, dónde quedaban pocos miembros de la Orden, entre ellos Lupin y Tonks, que debían hacer guardia aquella noche. Quedaban McGonagall, que estaba cogiendo el abrigo, los gemelos, Ginny, Luna y Ron cuando subieron, pero todos parecían tener mucha prisa. Excepto Ginny, que estaba en su mundo de ensoñaciones, fregando los platos de la cena a la usanza muggle. Los gemelos y McGonagall no tardaron en irse.

Harry decidió irse a descansar después de tan duro viaje, y tras su partida, Ginny rompió a llorar desconsoladoramente. Luna, al ver tal panorama, se ofreció a llevarla a la Madriguera, acompañándola hasta allí, escuchando sus pesares. Hermione tenía ya todo en la mano y había salido del piso cuando la voz de Ron la detuvo.

- ¿Dónde irás esta noche?- le preguntó en mitad de la calle.

- Estoy muy cansada para salir. Aunque sea viernes, iré a casa a dormir.

- ¿Puedo acompañarte?

El ofrecimiento de Ron era una clara intención de pasar una velada de sexo junto a Hermione, sólo que el pelirrojo era más cuidadoso en aspectos como ése. Hermione lo miró evaluadoramente. Estaba allí, parado, esperando su respuesta, pero a la vez tan independiente, cómo si la formulación lanzada fuese una alternativa para no pasar la noche en casa leyendo. ¿Por qué iba a estar mal aceptar? Aunque necesitase meditar un poco las palabras de Harry, no pensaba cambiar de parecer respecto a sus sentimientos, por lo que, como diversión de viernes noche, estaba bastante bien. Sin mencionar que Ron era uno de los chicos más guapos que Hermione hubiese conocido.

- Claro, Ron.

Empezaron a caminar juntos, hasta que desaparecieron en mitad de la noche para aparecerse en las afueras del chalet de Hermione.


La habitación de Hermione era bastante grande teniendo en cuenta que la chica no era una reina ni nada parecido. Con una gran cama, de aquellas antiguas estilo princesa, seguramente sería la fantasía infantil de Hermione. Una moqueta rosa pastel cubría el suelo, y un balcón con enredaderas y rosales en las paredes hacía de su habitación una preciosidad. Aquello a Ron le encantaba, ponerse en situación y hacerse parecer a Romeo. Pero ella, siempre realista, lo sacaba de ensoñaciones cada mañana, vistiéndose rápidamente y desvaneciéndose para ir a trabajar.

Ron no tenía mucha paciencia aquella noche. La llegada de Harry lo había desconcentrado, y en especial, la cara de Hermione. Ella había tenido ese aire distraído que tanto lo preocupaba, ya que el normal estado de Hermione era el de atención. Se abalanzó sobre ella nada más cerrar la puerta, besándole el cuello lentamente.

Ella parecía fría al principio, cómo si no supiese qué hacer, y al poco tiempo susurró unas pequeñas palabras de confusión.

- ¿Por qué casi nunca hablamos?- preguntó dejándose llevar por la pasión de Ron y dándose la vuelta para acariciarle el torso.

- Hermione, sabes que te quiero... - le selló los labios con un apasionado beso el cual Hermione recibió confusa.

Lo único que decidió fue dejarse llevar. Tal vez la diversión de la noche le sentaría bien, y bien cierto era que muchas matarían por estar en su lugar. Acalorada por el sofoco, se había puesto roja, con cara de ensoñación, medio dormida, y sus labios húmedos, que todo en conjunto hacía que Ron viese su fantasía erótica frente a él. Dispuesta a dejarse llevar por los arrebatos de pasión de Ron, decidió que esa noche sería una Hermione sumisa que obedecería en todo a su amante. Cosa bastante rara, ya que Ron sabía perfectamente lo salvaje que ella era para esas cosas. Frenó su apasionado beso y sus caricias desesperadas para preguntar.

- ¿Te pasa algo, Hermione?

- Es sólo el cansancio, Ron. Hoy dejaré que me hagas lo que quieras.- eso para cualquier otro habría sonado bastante mal, pero ellos ya se conocían, sabían que entre ellos podían ser sinceros.

La respuesta no era lo que Ron hubiese esperado oír, pero aun así, aprovechó su oportunidad para ser el rey de la noche. Empezó a besarla de nuevo, recorriendo toda su boca y su cuello con la lengua, mientras con las manos desabrochaba su túnica para dejar más piel para sí. Al ver que Hermione sólo le correspondía, que se dejaba hacer, que devolvía besos pero que aparte no hacía gran cosa, se desvistió rápidamente, en señal de que anhelaba sus caricias. Ella lo entendió rápidamente y empezó a recorrer el cuerpo de Ron con las manos.

Seis meses les había dado el tiempo suficiente para conocer muchas facetas el uno del otro, y miles de placeres distintos. Pero uno que Ron nunca había experimentado era el de haber sometido a su Hermione. Al ver que el ambiente estaba ya caldeado, agarró su cintura y la tumbó en la cama, quedando él sobre ella, mientras seguía besándola. Insaciable como estaba él aquella noche, cogió la cabeza de ella, arrastrándose él hacia arriba, liberándose de los boxers negros que llevaba, y dejando la cabeza de ella a la altura de su miembro.

Ella sabía perfectamente qué deseaba Ron, pero no lo haría a menos que él la ayudase. Él, al ver que ella no reaccionaba, agarró su cabeza y la empujó hacia delante, ordenándole con la postura. Al ver que ya era el momento, empezó a besar su miembro lentamente, para luego empezar a chuparlo, introduciéndolo en su boca una y otra vez. Para Ron aquel momento era perfecto, y decidió que esta vez no la avisaría cuando se corriera.

Tras unos minutos, Ron no aguantaba más, eyaculando en su boca, y dejándola sorprendida. Rápidamente se deslizó hacia debajo de nuevo con las rodillas, viendo a Hermione reteniendo el líquido en la boca. Divertido, desabrochó su sostén y bajó sus braguitas, para ser libre para hacer con ella lo que deseara, ya que ella no pondría objeciones. Ella, no aguantando más, derramó el líquido seminal lentamente, quedando todo sobre su pecho. Ron, extasiado, lamió cada parte del busto de Hermione, lentamente, haciéndola disfrutar del espectáculo.

Dejado llevar por la situación, descendió hasta su intimidad, ya de por sí húmeda, lamiendo cada parte de ella. Aunque esta no era la forma en que Hermione acostumbraba a comportarse, sabía que en ese momento estaba en la gloria, disfrutando como la que más. Él introdujo su lengua todo lo que pudo, hasta que Hermione sintió el primer orgasmo de la noche. Abandonó aquel lugar para ponerse de nuevo a cuatro patas sobre ella, observándola.

Se encontraba hermosa, pero profanada. Demasiado rosada que de costumbre, húmeda toda ella, y semi-dormida de placer. Fue entonces cuando Ron despertó de nuevo su pasión, y decidió levantarse de la cama, levantándola a ella también, poniéndola de espaldas a él, sujeta con las manos al borde de la cama, e inclinada. Al verla en tal estado, la abrazó por la espalda, recorriendo con sus manos todo su torso, empezando en su vientre, deslizando su mano en breves momentos hacia su vagina, masajeándola ligeramente, y de nuevo subiéndola, esta vez hasta su busto. Acarició sus senos, lentamente, pero con mucho afán, haciendo que Hermione viese las nubes. Y cuando menos se lo esperaba ella, disfrutando del masaje de Ron, la embistió brutalmente, tal y como a ella le gustaba normalmente.

Ron mostró su lado más salvaje, embistiéndola frenéticamente, mientras acariciaba más y más, y gemía palabras sin sentido cuando Hermione susurraba su nombre. Continuó hasta llegar ambos al clímax, quedando demostrado que aún a pesar de la ausencia de Hermione salvaje aquella noche, había disfrutado tanto como de costumbre. Ambos cayeron exhaustos en la cama, con bastante sueño y agotados. Se metieron entre las sábanas para dormir. Hermione casi había cerrado los ojos cuando Ron empezó a hablarle.

- Hermione... - la llamó en la oscuridad.

- Dime, Ron.

- Eres una máquina.- dijo sonriendo.- Bueno, ahora en serio... He estado pensando las palabras de McGonagall...

- Ron, no voy a tener un hijo, si eso es lo que quieres preguntar.

- No, no es eso... - preguntó nervioso.- Es que... siempre nos pasa igual. Te digo que te quiero, pero nunca te comprometes conmigo, sin embargo me entregas todo tu cuerpo para mí sólo.

- El hecho de que mi cuerpo te pertenezca no quiere decir que todo mi corazón sea para ti. Lo siento, Ron, pero yo no siento lo mismo que tú. Te quiero, pero no de esa forma. No quiero hablar de esto, así que mejor nos dormimos.- dio la espalda al pelirrojo para dormir, pero le entró un escalofrío por el cuerpo.- Abrázame.

Ron se encontraba en un mar de confusiones. Al fin y al cabo Hermione le acababa de asegurar que era el dueño de su cuerpo. Era un paso más para llegar a su corazón. Feliz, pero triste, la abrazó cariñosamente, queriendo tenerla allí, así, para siempre.

- ¿Te conformas conmigo, pequeña? ¿No buscarás a nadie más?- le preguntó por último.

- Nunca he buscado a nadie más pero, aunque tú me quieras y estés a mi lado, no te correspondo, tal vez sea lo que dicen, que nunca se tiene suficiente...

Ambos cerraron los ojos, durmiéndose profundamente, aunque en mitad de su sueño y sin que Ron lo escuchase, Hermione susurró una palabra que podría haber desconcertado a cualquiera...

- Draco...

CONTINUARÁ

¿Y bien? Ya veis que he subido el rating del fic, y por que. Espero que les vaya gustando, y perdonen la tardanza. Espero que la espera haya valido la pena, ¿no creen? Voy a contestar por ultima vez a los rewiews desde aquí, ya que no dejan, así que para el próximo los contestaré personalmente, aun por muy pesado que sea hacerlo.

SraMalfoy: Muchas gracias!! Me alegro de que te guste. Espero que este capítulo no te decepcione, y que vaya lo bien encaminado que te esperas.

Victoria Malfoy: Mmmmm, no te gustan las parejas comunes... Pues ya has visto el chap, Ron y Hermione... bueno... "juntos"... pero no te preocupes, es un Romance, así que bien está lo que bien acaba, ¿no? Bueno, veremos que les pasará.

Istel-Evans: Gracias!! Espero que te esté gustando el fic.