Disclaimer: ninguno de los personajes son míos, son de JK Rowling.

In the moonlight shadow

Capítulo 6: Septiembre

Era un precioso día de otoño, de esos en los que llueve suavemente y apetece quedarse en la ventana viendo llover, con un chocolate calentito en las manos y música tranquila. En los que a pesar de la lluvia apetecía tener la ventana abierta, tan sólo para oler el aire fresco. La frescura de los abetos de las lindes del bosque, la frescura del lago que rodeaba el paisaje. El olor a hierba fresca que daban ganas de tirarse en el césped mojado, el olor a lluvia simplemente. El olor de las hojas de otoño recién caídas... Ese era el olor de septiembre.

Y allí estaba ella, sentada junto a la ventana, con un libro en la mano, por supuesto, aunque aquella situación la relajaba tanto que ni le quedaban ganas de leer, ni de nada. Solo mirar el paisaje, escuchar el rumor de los pájaros cantando en mitad de la tarde, oler la brisa de septiembre y ver llover, hacía que incluso ella se distrajera de todo aquello que estaba haciendo y que consiguiera centrarse solo en el paisaje. Mirar hacia abajo desde una de las torres del castillo para ver a sus compañeros más temerarios mojarse alegremente bajo la lluvia, mientras otros andaban bajo paraguas.

La puerta de la sala común de Gryffindor se abrió para dejar paso a un chico pelirrojo y pecoso y otro moreno con gafas, ambos de unos 16 o 17 años, riéndose alegremente. Traían bufandas puestas, ya que hacía algo de frío, y las botas de ambos reflejaban el fango que habrían pisado antes de entrar en el castillo. Sus capas también estaban mojadas.

- Fue entonces cuando ese chico Hufflepuff estaba tan distraído que Ginny le dijo "¡bu!" por la espalda y metió tal salto que Luna se puso roja de vergüenza... – dijo Ron estallando en una risa.

- Sería graciosísimo ver como tu hermana le fastidiaba la cita a Luna... – dijo Harry limpiándose las lágrimas de la risa. – Pero también es cruel.

La chica que observaba la lluvia tras la ventana giró levemente la cabeza al escuchar la risa de los chicos. Le agradaba ver como ellos se lo pasaban bien, pero en esa posición consideraba que la lluvia de aquella tarde era muchísimo más fascinante. Los chicos pararon de reír por un instante. Ron le pegó un codazo a Harry y señaló hacia la chica. Se acercó al oído de su amigo, susurró unas palabras e hizo un gesto afirmativo con su cabeza para saber si él también estaba de acuerdo, el cuál respondió con una leve sonrisa. Se giraron ambos hacia ella y comenzaron a andar despacio.

- ¿Cómo es posible que una dama tan hermosa como dicha que encontramos delante nuestra, Ron, esté aquí encerrada en esta torre, embobada mirando por la ventana, cuando estaría mucho mejor riendo bajo la lluvia con caballeros como nosotros?- dijo Harry con una sonrisa. Este comentario la hizo sonreír. En momentos así se sentía feliz de tenerlos como amigos.

- Yo me pregunto exactamente lo mismo, amigo. Mas aunque esta dama se quede sentada observando por la ventana, a mi me parece igual de hermosa así de distraída que cuando me mira a los ojos, a pesar de que en esta situación no puedo admirar sus bellos luceros.- La chica se sonrojó ante dicho comentario de su amigo. Nunca llegó a pensar que Ron pudiera tener esa delicadeza que radiaba en ese momento.

- Se me ocurre la maravillosa idea de invitar a esta hermosa dama a dar una vuelta con nosotros, caballeros que no merecemos el brillo de sus ojos sobre nuestra mirada, ni la belleza de su rostro, ni la dulzura de su voz.- Cada vez se sonrojaba un poco más. Harry también tenía su punto romántico en ocasiones.

- Por supuesto.- dijo Ron, mientras se encorvaba, ponía una mano a su espalda y la otra se la tendía a la chica.- Hermosa damisela.- la llamó, y esta por fin giró la cabeza, mostrando su sonrisa y su sonrojo.- Un caballero como yo, sin honores ni dineros, no merece la gracia que vos me concedéis al mirarme tan delicadamente, ni al sonreírme de esta manera tan dulce, ni al ruborizarse por mis palabras, puesto que soy hombre de verdades, y sé admirar la belleza allá donde la haya. ¿Me concederíais, sin embargo, a mi y a mi amigo, el acompañarnos en nuestro paseo bajo la lluvia? Creedme que ni tan siquiera mojada por la lluvia vuestra belleza sería menos, por el contrarío, engrandecería. ¿Qué respondéis a mi propuesta, bella dama?- Nunca, pero nunca Ron le había hablado de esa manera. Le había llegado al corazón.

- Chicos, si la sala común no estuviera vacía, os habría tomado por locos, pero tenéis suerte.- se levantó, dejando la agradable vista a un lado, cogiendo con gracia la mano de Ron. – Venga, vamos al jardín a mojarnos locamente bajo la lluvia.- les dedicó una gran sonrisa.

- Hermione, todo lo que hemos dicho, aunque fuera en broma... tú sabes, ¿no?- dijo Harry, aunque por la cara confusa de Hermione, fue necesario una explicación.- Quiero decir, verdaderamente eres muy guapa.- le dijo retirándole un mechón caído de su cara, colocándolo dulcemente tras su oreja. Ella se volvió a sonrojar.

- No solo eso.- añadió Ron mientras se ponía a su lado y le tomaba una mano.- Eres hermosa, tus ojos, tu pelo, tus manos, tu mirada, tu sonrisa... y tu inteligencia. No se te olvide.- Esto la sonrojó más.- Eres nuestra más preciada amiga, nunca dejaremos que te hagan daño. Ningún hombre será digno nunca de hacerte sufrir, y si te sintieras mal, ten siempre en cuenta que nosotros estamos aquí, y que te consideramos hermosa. Te cuidaré como mi más preciado tesoro. – dijo Ron con una sonrisa, mirándola a los ojos. Aunque ella se dio perfecta cuenta del cambio del plural al singular.

- Y ahora, vayamos al jardín. – propuso Harry con una alegre sonrisa.

Y los tres chicos bajaron al jardín, donde se encontraba Ginny, muerta de risa bajo un paraguas, mientras Luna examinaba minuciosamente el suelo porque decía haber visto un "Werssienrus enroscadoris" escondido entre el césped. Hermione, al ver tal espectáculo, negó con la cabeza, pensando "No se puede ser más inocente", mientras sus amigos reían por lo bajo, los tres sin paraguas que le cubrieran.

Hermione en la distancia pudo distinguir a cierto rubio mirándolos de reojo, y justo en el momento que ella lo miró, volvió la vista hacia el lago que tenía frente a él, apoyado en uno de los árboles enormes del jardín, sin saber qué hacer, o al menos aparentemente. Hermione cambió su semblante por uno más serio, preguntándose que podría hacer allí ese chico, con la mirada perdida en su dirección.

- Es lo que tienen las tardes de septiembre, la lluvia, y que puedes encontrar Werssienrus enroscadoris por la hierba.- dijo Harry con una sonrisa.

Es lo que tienen las tardes de septiembre, que ves a Draco Malfoy junto al lago y mirando de reojo.- pensó Hermione. Desde que volvió al colegio a cursar sexto, lo había visto pocas veces.

- Draco...


Los bonitos recuerdos de Hermione se esfumaron, despertándola del sueño profundo que había tenido, viéndose confusa, en un sitio en el que nunca había estado. Seguía siendo septiembre, pero no aquel septiembre feliz, sino septiembre... en guerra. No estaba en el colegio, volvía a ser la auror que era, en un lugar que no conocía. En medio de una extraña habitación de estilo neogótico, enorme, con muebles de madera y una gran moqueta color rojo sangre cubriendo el suelo. La cama era igualmente enorme, de madera oscura, y con dosel de seda roja. La suave luz de las pequeñas lámparas colgadas en la pared la iluminaban, a pesar de tener una gran lámpara colgada del techo justo en el centro de la habitación. Observó un gran armario junto a un balcón cerrado en ese momento, por el que pudo comprobar que ya era de noche. Y justo tras ella descubrió al volverse una gran estantería llena de libros y más libros, justo al lado de una puerta grande.

Intentó abrir la puerta, pero al parecer estaba cerrada con llave. Visto que no podría escapar de esa habitación, examinó los libros de la estantería. Al menos tendría con qué entretenerse. Muchos de aquellos libros ya los había leído, pero la gran mayoría era de aquellos que siempre le llamó la atención pero nunca pudo leer por falta de tiempo...

Pero ya que lo pensaba, lo último que recordaba era una voz diciéndole algo de un reencuentro, una mano que la agarraba por la cintura, un chasquido, y ya nada más, tal vez porque en ese momento entró en un sueño profundo del que le sería difícil despertar... La habían secuestrado, de eso no tenía duda. ¿Pero quién sería el secuestrador que alojaría a su victima en una habitación tan lujosa? Tendría que ser muy rico, o tener algún motivo. Era posible que le hicieran daño... pero eso no era lo que más miedo le daba.

Sí... Hermione tenía miedo. No por una tortura, ya que ha soportado dolores peores que los físicos. No por la muerte, pues no le supondría un gran dolor. No tenía miedo al daño. Sino a perder a sus amigos. A que su secuestro fuera decisivo para la guerra, a que la tropa de la Orden que iba a detener el ataque en Hogsmeade dejasen su puesto solo por rescatarla. Que por su culpa muriera Harry o Ron, o Ginny, Luna... cualquiera. E incluso a no verlos nunca más. Tenía miedo.

- Veo que estás despierta.- dijo una voz desde la puerta.

Hermione se giró, observando a quién se hallaba allí. Apoyado en el marco de la puerta, sin más, allí estaba él. Por quién había suspirado todas las noches desde hacía años. En quien pensaba cuando besaba a Ron. A quién esperaba ver tras cada máscara de mortífago. Aquel que desapareció del mundo mágico sin dejar rastro alguno. Draco Malfoy.

- ¿No te sorprendes de verme?- le dijo secamente.

- ¿Por qué estoy aquí?- y a pesar de que era todo lo que había buscado, no podía hacer caso a su corazón y besarle allí mismo. ¿Quién decía que no la había olvidado, o que había mentido, o que quería matarla?

- Simplemente, te llamé y viniste. Pero no vendrías aquí por las buenas, así que... se puede decir que te he secuestrado.

- ¿Me llamaste?

- Sí, Granger. Te crees una gran aurora, que descubre los mensajes cifrados y que realiza con éxito cada misión. Pero el "Jefe Reptil" no era otro sino yo, y la nota iba dirigida a ti, no a otro mortífago. Trajiste a todo tu equipo, por lo que me vi obligado a esperar a que te separases de ellos.

- ¿Y para qué me quieres? Yo no soy imprescindible en esta guerra, y el que se queda atrás, se deja atrás, así que nadie vendrá a buscarme...

- Hay cosas que nunca cambian.- Draco se movilizó, cerró la puerta mágicamente y se sentó en una de las sillas de la habitación. – A pesar de ser una sabelotodo no llegas a entender unas simples cosas. A mí solo me vale con que estás aquí. No pienso matarte, ni utilizarte. Sólo pretendo retenerte, ahora que te he encontrado. Interprétalo como quieras. Estás encerrada en un castillo inmarcable, que no sabes donde está, rodeado por bosques, en el que no aparece ni desaparece nadie, que nadie conoce ni conocerá, y del que solo podrías salir a través de mí, pero no te liberaré. No, y menos ahora. Hazte a la idea de que no volverás a ver a cararrajada, ni a tu novio pobretón, ni a la hermana del pobretón, ni a nadie más.

- No eres quién para hablar así de ellos.- a Hermione se le encendió la cara de ira. – Y no sé qué ganas con eso...

- Eso no te lo diré hoy... Aprenderás a convivir conmigo.

- ¿Contigo? No eres más que un asesino...

- Viste perfectamente en el recuerdo de mi madre que no asesiné a Dumbledore. No soy quién creéis que soy. No soy un mortífago, solo soy un exiliado, que no puede aparecer en el mundo mágico porque el Señor Oscuro me mataría por no cumplir aquella misión, y el resto del mundo me mandaría a Azkabán, o incluso me dejarían sin alma. Estoy solo, desamparado. He buscado ayuda, compañía, pero nadie ha sido lo suficientemente dado como para ayudarme. He estado observando el mundo, soy como un ermitaño, y observándote... – hizo un silencio y la miró a los ojos.- Sé que no estás con Weasley, sé que no lo quieres... pero amas a alguien.

- ¿Cómo...?

- ¿No me reconociste? ¿Cómo crees que llegó mi nota hasta el callejón? He estado un año entero exponiéndome al peligro, buscando... sé camuflarme, y sé hacerme pasar por un vendedor viejo.- Hermione quedó impresionada. Realmente este no es el Draco Malfoy que recordaba.

- Eras el del callejón Knockturn...

- Sí, Granger... Llevo vigilando tus pasos desde hace mucho tiempo, y encontré la manera de hacerte llegar hasta mí. Ahora que estás aquí no te voy a dejar escapar. Todos te darán por muerta, así que nadie vendrá a buscarte. Estás aquí atrapada, hasta el fin de la guerra.- La rabia comenzó a fluir por las venas de Hermione.- Y eso que estás sintiendo, eso es impotencia... Me retiro de tu habitación si no tienes nada más que preguntarme.

- Sí lo tengo.- él, que se había levantado y dirigido hacia la puerta, se volvió hacia ella, que se encontraba de pie en la estantería. - ¿Por qué yo y no otra?

- Ya lo sabrás con el tiempo... Por cierto, ¿ te asomas un momento conmigo al balcón?

Malfoy fue hasta el balcón, lo abrió y salió a fuera, en mitad de la noche. Era una noche preciosa, miles de estrellas brillaban, al igual que la luna. Hermione no se pudo resistir, y a pesar de la brisa de final de verano y que ella solo llevaba un vestido de tirantas, poco adecuado para una noche así. Había una preciosa luna llena, que le recordaba a todas pero a ninguna de las que había visto. La luna era brillante, enorme... como si algo la hiciese más imponente.

- Es media noche... – eso le resultó familiar a Hermione, aunque era extraño que Draco dijera eso.- Media noche... Y estamos... Bajo la luna de media noche... luna llena.

Dicho esto Hermione se volvió bruscamente hacia él. Ella aún recordaba esa despedida, de aquel quien juraba amarla y protegerla, bajo la luna de media noche. Draco se marchó sin más, tal y como había llegado, pero esta vez dejando a Hermione en el balcón y sin cerrar mágicamente la puerta.

Hermione, demasiado llena de emociones por un día, cerró el balcón, corrió las cortinas y abrió su armario. Como esperaba, el armario estaba lleno de ropa elegante, y allí pudo encontrar un camisón precioso. Se lo puso y se acostó, porque aun después de haber dormido drogada toda la tarde, aún le quedaba bastante sueño. Y así se acostó, en esa cama gigante, sin pensar en nada más...

Tal vez sea esto lo que traigan las noches de septiembre, a Draco Malfoy secuestrándome para que le haga compañía... Y verlo bajo otra luz. Bajo la luz de la luna llena. "Bajo la luna de media noche".- pensó justo antes de caer en un sueño profundo.


Ron no podía creerlo. Allí, en ese oscuro suelo de baldosa. Allí se hallaban sus lágrimas de dolor. Allí mismo creía que moriría.

Aquel medio día había recibido una lechuza urgente, que no pudo atender porque se encontraba comiendo en el bar. Pero cuando pudo leerla, y subir a preguntarle a Luna por qué le había enviado aquel mensaje... No iba a ver a Hermione esa tarde. Ni esa noche. Y muy probablemente... nunca...

Era una mañana como otra cualquiera, en la que Hermione había acudido antes que él a trabajar. No había excesivo trabajo esperándole, así que fue una mañana como otras tantas. A medio día, fue a comer para reponer fuerzas. Y volvió a la oficina. Allí encontró un sobre que seguramente habría dejado alguna lechuza, con su nombre puesto como destinatario, y el nombre de Luna en el remite. Pensó que tendría que ser algo relacionado con la Orden, o algo por ese estilo. Así que rápidamente abrió el sobre.

"Estimado Ron:

Esto es un asunto de extrema urgencia. No es ninguna tontería. Ven lo antes posible a mi despacho en el cuartel de aurores y hablaremos, por que no soy capaz de decirte nada por carta. Te espero.

Fdo: Luna"

Sin perder tiempo tomó el ascensor del ministerio para dirigirse al cuartel de aurores. Corriendo acudió al cubículo del equipo de Hermione. Allí estaba es equipo: Luna, Will, Julian, Mike y... Y nadie más. Ron se extrañó, se supondría que Hermione debería estar allí, pero no estaba. Pensó que tal vez hubiese ido a tomar un descanso. Se acercó hasta Luna, que estaba de espaldas a él, con un papel en las manos, y el resto del equipo de pie al otro lado de la mesa de despacho. Le golpeó en el hombro para que se girase. Pero esa cara no era normal en Luna. No estaba su expresión soñadora, ni su aire risueño pero distante... Dos lágrimas silenciosas corrían por su cara.

- Luna, ¿qué ha...- pero Luna no le dejó continuar la pregunta.

- Ron, esta mañana nuestro equipo fuimos a una misión. Un tal "Jefe Reptil" había convocado a través de una nota a una serie de mortífagos en las cloacas del callejón Knockturn. Y allí estuvimos, merodeando las cloacas.

- ¿Encontrasteis algo?

- Absolutamente nada, no había nadie. Por eso decidimos separarnos para encontrar algo, y avisar al resto en el caso de encontrarlo. Quedamos a una hora en un determinado punto, y todos estuvimos de vuelta, sin haber encontrado nada. Todos, menos Hermione.- Ron se quedó paralizado.- Estuvimos un tiempo buscándola, pero no la encontramos. Sólo un mensaje.- Ron se temía lo peor.- Era de ese tal "Jefe Reptil", que aseguraba tener a Hermione secuestrada, y que no la volveríamos a ver... jamás.

Ron se derrumbó. Por primera vez en mucho tiempo, una lágrima corrió rápidamente desde el nacimiento de sus ojos por su mejilla, hasta morir en el borde de ella y caer al suelo. Todas las lágrimas se le agolparon, y cayó de rodillas al suelo. No pudo así siquiera, así que tuvo que apoyar sus manos, dejando caer todas sus lágrimas al suelo.

- Ron... – lo llamó Luna, también llorando.- Lo siento tanto como tú.

El hombre, que no había dicho nada aún, cambió su semblante paralizado, por una expresión que descargaba rabia, furia, ira, impotencia... y dolor. El mayor dolor que un ser humano puede sentir: la pérdida completa de la persona a la que se ama.

- ¡¿Por qué?! – el puño de Ron se estrelló contra el suelo violentamente.- ¿Por qué ha tenido que ser ella? ¿Por qué a estas alturas?

- Hermione es mi amiga, y lamento su pérdida tanto como tú. Pero no podemos hacer nada. Cuando la encontremos, estará muerta, si es que la encontramos. Ese mensaje asegura que estará muerta. Lo más seguro es que ya lo esté.

Para Ron era imposible aceptarlo. Era Hermione, su Hermione. El dulce ángel frágil que compartía su lecho, el maremoto ardiente de fuego que lo ahogaba en sus besos. Era su razón de ser, su motivo de existir. Era su vida, y ahora la había perdido. Para siempre. Siempre juró protegerla, y ahí estaba él, sin haber podido hacer nada.

Tendría que haberlo sabido. Es hija de muggles, odiada por Voldemort y sus seguidores. Es auror. Es miembro de la Orden del Fénix. Es la mejor amiga de "El Elegido". Tenía todas las papeletas. Era una de las más buscadas por los mortífagos seguramente, y aún así se exponía al peligro en todas las peleas, todas las reyertas, todas las investigaciones. No dejaba el trabajo más que para dormir.

Tuvo que haber sido cauto por ella, haberla puesto a salvo. Haberle pedido matrimonio, haber sido su esposo, e intentar que dejara su trabajo. Pero Hermione, su Hermione, era un espíritu libre, que nunca se había encadenado a nadie ni a nada, que hacía lo que quería, que nunca desobedecía a la vez las reglas impuestas, y que no habría dejado su trabajo a menos que estuviera lo bastante enferma e imposibilitada para no trabajar.

Y ahora ya no podría defenderla. No podría casarse con ella. No podría decirle que la quería. No podría volver a hacerle el amor. Nunca más. Ya no estaba allí. Lo había abandonado, o él la había abandonado frente al peligro y se la había ofrecido fácilmente a la muerte.

Y allí seguía Ron, llorando después de una hora pensando en ella, en su sonrisa, su voz, su dulzura, sus ojos, su cabello, su cuerpo... Pensando en todo lo que había descubierto en ella y todo lo que aún quería conocer. Sin tener en cuenta que todo el equipo de Hermione seguía allí, observándolo, pero a la vez comprendiendo su dolor y acompañándolo en él.

- Ron, lo mejor será decírselo a McGonagall y que convoque una reunión urgente con la Orden.- dijo Luna suavemente.

Tal vez fuera lo mejor, pero para Ron, nada de lo que dijera la Orden cambiaría la situación. A menos que pudieran hacer aparecer a Hermione frente a él, viva o muerta.


Esa noche, el semblante de Minerva McGonagall era mucho más serio que de costumbre. Y más apenado. Era increíble como la Orden se reorganizaba en menos de dos horas. Había sido aquella tarde en la que Luna Lovegood alertó de un nuevo golpe de los mortífagos, que requería una reunión inmediata. El secuestro de Hermione Granger. Sabía Dios cuanto estimaba Minerva a esa chica. La veía como el futuro de la Orden, la voz del bien en Harry Potter. Y ahora...

Echó un vistazo a la sala, o mejor dicho, al sótano donde tenían lugar las reuniones. Todos los miembros estaban allí: los Weasley, incluido Ronald, que ya sabía la noticia, pero no hablaba, estaba ausente, y los ojos rojos delataban que habría estado llorando; Remus Lupin, Nymphadora Tonks, Luna Lovegood, Neville Longbottom y un montón más de caras conocidas, que McGonagall no pudo observar ya que Harry, en la otra punta de la mesa, presidiéndola, dio comienzo a la reunión.

- Queridos compañeros.- habló el Elegido.- Estamos hoy aquí reunidos, a pesar de que tenía planeado marcharme hoy de nuevo, debido a un ataque realizado contra la Orden del Fénix. Ninguno de vosotros ha sido informado aún. Los mortífagos han secuestrado a Hermione Granger.

Un silencio espantoso se hizo en la sala. Nadie se lo esperaba. Todos se quedaron paralizados. Ginny Weasley, Molly Weasley, Nymphadora Tonks y Neville Longbottom comenzaron a llorar silenciosamente. Ron no tenía ya más lágrimas por soltar. Nadie fue capaz de articular palabra.

- Todos sabemos como Voldemort destroza las vidas de los que luchamos por el bien. A pesar de la posibilidad de actuación de la Orden, he retrasado mi viaje debido a que debo deciros una cosa muy importante. Hermione fue secuestrada en las cloacas del callejón Knockturn, mientras realizaba una misión. No sabemos qué querrán sus captores, pero han dado a entender una cosa. A través de una nota nos han comunicado que... la matarían. Me duele deciros a todos que seguramente Hermione... – tragó saliva por la dificultad de dar la noticia.- ... esté ya muerta.

El silencio permanecía en la sala. Tan solo Harry tenía el valor suficiente para seguir hablando, o la poca sangre de tomar tan a la ligera el asunto.

- Os lo pido como compañero, os lo ruego como amigo, y os lo ordeno como responsable. Ninguno de vosotros debe buscarla, o intentar hacer algo, pues seguro ya es demasiado tarde, y no quiero ver más muertes o desapariciones en la Orden.- todos se quedaron helados. ¿Cómo Harry Potter, el mejor amigo de Hermione Granger, podía decir eso, darla por muerta tan fácilmente, y prohibir un rescate? - Tenemos que ganar esta guerra, así que no podemos gastar nuestros esfuerzos...

- ¡Y qué hay de Hermione!- saltó Ginny.- Ella es un miembro importante en la Orden. ¡¿Acaso su secuestro no nos afecta?!

- Ginebra Weasley, debes aceptar que Hermione debe estar ya muerta, y si vamos a buscarla es muy posible que muera aquel que lo intente.

- ¡Eres un insensible! – estaba roja de furia. - ¡Sólo te importa ganar esta guerra! Antes te preocupabas por las personas, apreciabas las compañías, valorabas la amistad. ¿Dónde quedó eso? Hermione ha entregado su vida, su tiempo y su juventud por la Orden, por ti. ¿Y así se lo pagas? ¿ Así lo pagamos? Dejándola tirada. No lo creo conveniente. Desde que te fuiste ya no te importamos más que como aliados contra tu enemigo. ¡Si es así, pienso ir yo sola!

- Ginny, Hermione no hubiera querido nunca que nos arriesgáramos solo por tener un cadáver con el que llenar su tumba. Créeme que a mí esto me duele tanto o más que a ti. – la honestidad de Harry estremeció el corazón de todos los presentes, incluida Ginny. – Si ninguno de los presentes, tiene que objetar algo en contra, quiero dar por terminada esta reunión, si todos estamos de acuerdo.- Todas las caras, tristes y llorosas, asintieron dándole la razón a Harry.- Entonces hemos acabado.

Automáticamente todos los presentes comenzaron a subir las escaleras, excepto Harry y Ron, que siguieron en sus sitios como si hubiese algo que los detuviera. Ambos sabían perfectamente que tenían que hablar. Pero tardaron varios minutos en mirarse a la cara, y varios más en que Harry se acercase hacia Ron para hablar frente a frente.

- Harry..

- Ron. – notaba perfectamente la tristeza que invadía al pelirrojo.- Sé como te sientes.- después de todo, una lágrima silenciosa cruzó rápida y limpiamente el rostro de el Elegido.

- Harry.- lo miró a los ojos.- No la veré nunca más. Ya no podré invitarla a salir, no podré observarla mientras ríe... Nunca me casaré con ella. Debí haberla protegido.

- Tú la amas.- era una afirmación.

- Más que a mi vida.

- ¿Y ella a ti? – se hizo un profundo silencio que Ron no fue capaz de romper. - ¿Te dijo alguna vez que te amaba?

- La verdad es que no.

- Yo hablé hace unos días con ella. Os conozco desde siempre, y siempre he visto lo que ocurría entre vosotros. Lo veía en el brillo de tus ojos, en tu forma de ser... La amabas. Sin embargo... ella también te quería, pero de otra forma. Sabes bien como yo que no estaba enamorada de ti.

- Lo sé.- agachó la cabeza.- Pero si pasaba el tiempo conmigo sería por algo.

- Yo no sé por qué era, pero sólo sé que no te amaba. No debes perder tu vida por un amor que no te corresponde... y más si ella está muerta. Debes salir adelante. No hagas tonterías como ir a buscarla, porque sabes que no volverás, y que ahora lo importante es ganar la guerra y traer la paz.

- Pero Harry...- las lágrimas volvieron a fluir.- No es tan fácil. De repente, te dicen que la mujer que amas ha muerto, que ya no estará contigo, que jamás la volverás a ver. Eso no se supera, el dolor es inhumano.

- Sé lo que es.- puso una mano en su hombro.- Todas las personas que amo las he perdido poco a poco. A algunas se las llevó Voldemort, y otras las he tenido que mantener lejos de mí para que vivan en paz. Sé lo que es. Créeme, Ron, yo quería muchísimo a Hermione, pero aun así, no podemos venirnos abajo de esta manera, y en especial tú. – lo observó durante un gran rato. – Quiero que vengas conmigo.

- ¿Yo?- Ron lo miró perplejo.

- Sí. Hasta ahora me he ido solo, porque siempre quise que fuera así, porque era muy peligroso que alguien me acompañase. Ahora no sé si es más seguro Londres que acompañarme. Tú necesitas olvidar lo ocurrido, dejar este lugar, la casa de Hermione, la rutina de Hermione... Adaptarte a una nueva vida que te haga olvidar. Yo necesito ayuda, porque a pesar de todo, no puedo solo. Siempre echo de menos a alguien que me haga compañía y me escuche. Ven conmigo a destruir los horcruxes. Volveremos a verlos a todos el día de la batalla final. ¿Qué me dices?

Era una decisión complicada, que dejó a Ron perplejo. Siempre había querido ir, pero eso ahora significaba dejar a su familia, su trabajo. Pero también los recuerdos de Hermione que sabía que tanto lo iba a atormentar. Se iba a enfrentar a peligros, pero era lo que siempre había querido. No tenía nada que perder, y prefería luchar ahora por cosas que realmente merecieran la pena, ser de ayuda.

- Harry.- dijo decididamente.- Iré contigo.

- Sé que aunque Hermione no esté con nosotros, nos acompañará a todos lados...- dijo mirando hacia el techo, soñadoramente. Sacudió la cabeza, como despertando de un sueño, mientras una lágrima le volvía a caer.- ¿Ves?- miró a Ron.- Yo también la echo mucho de menos.

Estrecharon las manos como símbolo del pacto. Una nueva vida comenzaba para Ron. Una vida sin Hermione. Un cielo sin estrellas, muy distinto del que la cubría a ella sobre el castillo.


El silencio era incómodo. Toda su familia estaba allí, como si no quisieran moverse nunca, como si su amiga estuviera aún despidiéndose de ellos. Le dolía, le dolía todo. Había perdido a Harry por su frialdad, había perdido ahora a Hermione para no verla nunca más. Su hermano había quedado destrozado. Y allí seguía Harry, sentado en el sillón de la pequeña sala, en la que todos estaban reunidos, como esperando algo. Algo que ella no esperaba. Harta de tanto dolor, sin más, se levantó del sofá, fue al recibidor, cogió su chaleco guardado en el ropero de la entrada y se fue, sin que nadie se percatara de su marcha. Lo que ella no había notado es que el hombre sentado en el sillón había girado su cabeza, preocupado.

Nada más salir de aquella casa, empezó a llorar amargamente por las calles. No podía, no podía... pero sabía que era cierto: Hermione se había marchado. Ya no existiría nadie que le dijera que al final de la guerra ella obtendría su felicidad, nadie que la animara a seguir, ningún motivo por el que vivir... Siguió llorando hasta llegar a un parque oscuro y solitario. Bajo el cobijo de los matorrales, se escondió, y se desapareció para aparecer justamente frente de la Madriguera. A pesar de tener la mayoría de edad no podía aún independizarse, especialmente porque se sentía sola. Pero sabía de más que mientras viviera en esa casa, se sentiría igualmente sola, conviviendo con sus padres, Ron, y en ocasiones Charley, ya que Bill ahora vivía con Fleur.

Subió rápidamente las escaleras, llorando ahora a lágrima viva, hasta llegar a su cuarto. Su cuarto... en el que aún guardaba cosas de Hermione... Hermione... Su mejor amiga, muerta. No podría soportarlo. Se sentó en la cama, mientras ojeaba el álbum de fotos que ella le había regalado la Navidad anterior. Allí estaba ella misma, en quinto curso, feliz en el jardín de Hogwarts, acompañada por Harry, su entonces novio. La foto se movía, y ellos sonreían, después se abrazaban, saludaban a la cámara... se besaban.

- ¿Aún no olvidas los tiempos de paz? – preguntó una voz conocida que acababa de entrar en su habitación.

Ginny levantó la cabeza y se giró hacia la puerta. El chico de la foto se encontraba allí, pero más alto, con los músculos mucho más desarrollados, afeitado de hacía tres días, pelo negro largo hasta por las orejas, despeinado como siempre... y como no, sus gafas y su cicatriz. Y su semblante serio, frío.

- Harry, ¿qué haces aquí? ¿Y mi familia?

- Tu familia ni siquiera se ha percatado de que saliste del cuartel. Yo me preocupé por ti, en especial por lo que dijiste en la reunión. – se sentó junto a Ginny, que había pasado la hoja del álbum, y que ahora mostraba a una sonriente Hermione junto a ella, ambas sonriendo de felicidad. – La echas de menos...

- Era lo único que me quedaba, aparte de mi familia, y la he perdido... ya no está...- lo miró a los ojos, esos ojos que siempre le habían atraído. Era en ese momento o nunca.- Pero no es a la única que echo de menos.

- Lo sé.- contestó este mientras miraba al frente con cara perdida. Eso la enfadó más.

- ¿Es que no lo ves, Harry? ¡Has cambiado! Ya no te importa nadie, sólo la guerra. Ya no piensas ni en lo que sientes por los demás. ¡Ni en lo que los demás sienten por ti! ¡Es a ti a quien echo de menos! ¡Te sigo queriendo! ¿O es que no te das cuenta?...

- Ginny, no sigas... – intentó interrumpirla, que ya se había levantado frente a él y le gritaba mirándolo desde arriba y a los ojos.

- ¿Es que no ves que muero por ti? ¡Qué me da igual el peligro! Ya no estoy a salvo en ningún lado, estoy sola... ¿Por qué no puedo al menos ser feliz? ¡¿No te importo, no?!

- Por favor, Ginny...

- Y es lo mismo una y otra vez, verte en una reunión, ver tu frialdad, como hablas, como te comportas, como te mueves... ¡Ya ni me miras! ¡Seguro que no te atraigo lo más mínimo! Haciéndote el héroe siempre... sin pensar que hay gente que sufre más por tu frialdad que por la propia guerra... ¡No puedo ya vivir! ¡No sin ti! Me da igual que te vayas ahora, que me abandones para siempre... ¡Pero no sin saber que te quiero...!

En ese momento, Harry se levantó y simplemente la besó, para callarla, y para demostrarle cuanto le costaba a él aguantarse. Para que no dudara más de él. Para que por fin entendiera que no estaba en su mano, que el destino los había separado. Que él moría tan sólo por uno de esos besos que tanto le gustaban. Que si por él fuera, Voldemort podía dejar de existir, que él ya tenía algo por lo que vivir. Cuando se separaron, quedaron uno frente a otro.

- Ginny, no te das cuenta... No puedo. Eres mi debilidad, no quiero que nada te ocurra. No quiero perderte, pero no puedo tenerte junto a mí. Me pides cosas que no te puedo dar. Pero nunca te he olvidado. Siempre he pensado en ti, y es una tortura ver como creces lejos de mí, te haces una mujer, te haces más hermosa... Seguro que has estado con más de un chico.

- Nunca después de ti... No puedo olvidarte.

- Pues déjame ser el primero.

Ella sabía bien a qué se refería. Volvió a besarla, con más pasión, diciéndole en un beso cuanto la quería. Acariciándola como si una muñeca fuera, tímidamente, pero decidido. Quería demostrarle que su amor era inamovible de su corazón... Que para él siempre ella sería su mujer. Que aunque el destino los separara, ese era su momento, y que le iba a regalar todo lo que tenía para ella. Cada beso, cada caricia... Su cuello dulce, sus pequeñas orejas... sus mejillas, sus labios.

Le quitó el pequeño vestido que llevaba puesto, y después se quitó la túnica negra que él acostumbraba a llevar, ya que ella parecía demasiado tímida para dar ese paso y quitársela ella. Cada beso reflejaba el amor que le guardaba, la ternura con la que la acariciaba, como si fuese de cristal. Besarle el cuello para que nunca se marchara... Mientras sentía los labios de ella en sus mejillas, suavemente, cariñosamente. Sus manos en la espalda, recorriéndola desnuda, en la que solo quedaba ya el sujetador. Mientras las manos de ella recorrían su torso bien formado, deleitándose en sus músculos.

Sin poder soportarlo más, Harry se deshizo de esa "cárcel" que oprimía el pecho de la pelirroja, derribando la barrera, pudiendo al fin comprobar su tacto y su dulce sabor, mientras escuchaba gemir a la pelirroja y conseguía sentir más y más por momentos. Como si coordinados estuviesen, se tumbaron sobre la cama de ella, quedando Ginny bajo Harry, mientras seguían besándose. Al poco tiempo, se deshizo de la última prenda de ella, mientras Ginny, tímidamente, también se deshacía de la última prenda de él. Ya no existía ninguna barrera física entre ellos, sólo amor...

- Este es el último momento en el que puedes arrepentirte y decir que el destino te impide seguir.- dijo Ginny.

- Nunca. Esta es la única noche que puedo darte, y quiero regalarte mi amor de todas las maneras posibles... una única noche... Si no quieres que siga, dímelo y lo dejaré aquí. No puedo obligarte si luego sabemos que no podremos estar más juntos.

- Harry, este es mi momento. Te quiero, y no voy a arrepentirme de esto. Quiero ser tuya, ahora y siempre, aunque nos separen.

La volvió a besar como muestra de amor. Y delicadamente, comenzó la tarea. Muy despacio, muy despacio, observando como la cara de ella le transmitía toda la seguridad que podía, con una sola mirada, sus ojos conectados, y ahora también sus cuerpos. Comenzaron una danza que ninguno de los dos quería parar, yendo a más cada vez, viendo las estrellas en el techo de la habitación. Hasta que, por fin, llegó el último momento, el momento mágico, el que nunca se olvidarían en toda la vida.

Cayeron rendidos uno al lado del otro, mientras Harry le daba un último beso de despedida. Estaba muy linda así tumbada, con cara de sueño. Parecía una muñeca, una virgen de las que parecen en los cuadros clásicos, acurrucadas. Pero Harry sabía que aquello no duraría mucho.

- Harry, siempre recordaré esta noche.

- Ya no habrá más momentos felices como este.

- Pero el mundo será un poco más bonito si sé que he vivido esto contigo. Nunca en mi vida podré olvidarte.

Y así, sin más, cayó dormida junto a Harry. Esto suponía un problema, la chica estaba desnuda y sus padres volverían en poco tiempo. La señora Weasley había preparado un sofá cama para Harry en la planta baja, para que pusiera dormir en esa casa antes de partir hacia su escondite por la mañana, así que delicadamente le colocó a la pelirroja la ropa interior, y el camisón que estaba colgado detrás de la puerta, con mucho cuidado de no despertarla, porque seguro estaba muy cansada. Después se vistió él, lo más rápido posible, y bajó. Para cuando llegó a su cama temporal, aún los Weasley no habían llegado. Simplemente se quitó la túnica, dejándola doblada a un lado del sofá y se durmió entre las sábanas, con la suerte de que la puerta de la cocina se abrió justo cuando él acababa de acostarse, ahorrándole interrogatorios inútiles.


Esta vez se había asegurado bien de encontrarse en un lugar donde no la interrumpieran mientras observaba la lluvia. Aquella lluvia que tanto le gustaba, la lluvia de septiembre. Era el día de su cumpleaños, y tanto Harry como Ron le habían dado sus regalos. Pero en ese momento ellos estaban en el campo de quidditch, tragándose esa pequeña lluvia mientras practicaban aquel deporte que Hermione consideraba insulso.

Con lo bonita que era la lluvia, simplemente por el goteo, ver caer gotas y gotas de lluvia, contra el suelo y los árboles. Los árboles moviéndose de un lado a otro, salpicando agua, derramando un dulce aroma húmedo por el ambiente, olor que llegaba hasta la ventana de Hermione. Seguramente los caracoles estaban refugiándose en sus casitas para no mojarse. Ninguna criatura se apreciaba sobre el borde del lago, que estaba precioso al caerle millones de gotas de agua en su superficie.

Había elegido bien el sitio. Había acudido a la torre de Astronomía, que durante esas horas de la tarde era posible estar allí, donde nadie le molestaba lo más mínimo. No había alumnos que pasaran, ni personas que sin intenciones pasaban, distrayéndola de aquel bello paisaje. En esos momentos, creyó ver un unicornio plateado aparecer entre los árboles del bosque que estaban al lado del lago. Pegó la cara al cristal para poder ver mejor, pero en pocos segundos, el reflejo desapareció. Por unos momentos, deseó ser unicornio y ser libre, poder rondar por el bosque a su antojo.

Pero como todos y cada uno de los días, alguien estaba predestinado a molestarla. Aunque tan distraída estaba con el paisaje que se apreciaba desde la ventana que no escuchó las pisadas que se aproximaban por las escaleras, ni se giró para ver quién se acercaba. Tan sólo se percató cuando el chico ya se encontraba a su lado, mirando igual que ella por la ventana, tal vez en busca de aquello que ella estuviera observando. Hermione miró atrás suya. Allí, sin poder creerlo, estaba Draco Malfoy, el mismo que le había amargado la existencia. O aquel que se la alegraba con su presencia, depende de cómo se mire. Se miraron un segundo a los ojos, hasta que él rompió el hielo.

- ¿Qué haces, Granger? Si buscas a tus amigotes que están entrenando, el campo de quidditch se encuentra justamente hacia el otro lado del castillo.- Como siempre, haciendo falsas suposiciones e intentando dejarla en mal lugar. Pero en aquel momento a ella no la importaba.

- No, Malfoy, simplemente miro como llueve.

- ¿La lluvia? No hay nada más simple en este país que ver llover.

- Pero nadie aún no le ha encontrado el encanto. Yo sí se lo veo.

- Lamento decirte que yo no se lo veo. Es monótono, aburrido, carente de utilidad, yo prefiero usar mi tiempo en otras cosas, no como tú.

- ¿Entonces qué haces aquí?- en ese momento el se sonrojó. No tenía respuesta para esa pregunta, con lo cual le había venido muy mal.

- Únicamente paseo en mi hora libre, tras terminar la gran cantidad de deberes que tengo.

- Pues sigue con tu paseo.- intentó finalizar la conversación y miró hacia el frente.

- Ya me voy, si eso es lo que pretendes que haga. Feliz cumpleaños Granger.

Hermione reaccionó demasiado tarde. Para cuando giró la cabeza, Draco Malfoy ya se había perdido escaleras abajo, sin poderle contestar a la nueva pregunta que a ella le pasaba en ese momento por la mente. ¿Cómo sabía él que ese día era su cumpleaños? No lo sabía, pero de algún modo lo habría averiguado. De todos modos, Draco Malfoy seguía suponiendo un misterio para ella, y tenía la impresión de que así seguiría siendo siempre.

Sin ninguna distracción más, volvió a mirar hacia la ventana, observando la lluvia caer nuevamente. Miles y miles de gotas de agua que renovaban el aire, que le daban un olor a pureza incomparable con ningún otro. Aquel que tanto le agradaba a ella. Seguro que ella no era la única en esos terrenos que se alegraba de que lloviera. Sabía que en algún sitio del castillo debía haber otra alma solitaria como ella que observara la tierna lluvia de septiembre.

Pero lo que vio era algo que no esperaba. Una cabeza rubia se movía por los terrenos de Hogwarts, sin paraguas ninguno, exponiéndose a la lluvia. Cruzaba la orilla del lago, y se sentó justamente en la raíz del árbol gigante junto al lago, aquel sobre el que Draco Malfoy se apoyó unos días antes, sin importarle las manchas que dejase en su capa, o la incomodidad, a pesar de la protección que le otorgaba el árbol frente a la lluvia, de tener que aguantar caer una que otra gota.

Definitivamente, a Draco Malfoy también le gustaba mirar la lluvia, aunque no lo reconociera. Tal vez también le gustase septiembre. O tal vez sólo actuara así porque le gustaba verla en ese marco de lluvia que cubría el día.


Hermione despertó dulcemente sobre aquella cama gigante, por fin situándose correctamente, sabiendo que se encontraba en aquel castillo al que la había llevado Draco Malfoy, que tenía todo tipo de lujos en la habitación, y que no se aburriría en mucho tiempo ya que una pila de libros la aguardaban para ser leídos. Pero ella sabía perfectamente que antes de nada, debía vestirse, pues Malfoy tenía la mala costumbre de presentarse sin llamar.

Fue hasta el armario, y observó los vestidos uno a uno, sin decidirse a ponerse ninguno. No eran los típicos vestidos a los que estaba acostumbrada. Tal vez Draco Malfoy tuviese una extraña fijación por los vestidos de época, pues los que estaban allí desde luego no parecían vestidos normales. Acabó por ponerse uno, para su gusto el más simple, pues no quería ponerse el primer día el que pareciera el más caro.

Un vestido verde, con escote cuadrado, largo hasta los tobillos, como todos y cada uno de los vestidos que se encontraban en ese armario. Ajustado, de terciopelo, y los bordes del cuello y la cintura en rojo. En la cintura, el borde hacía como un triángulo en la parte central delantera. La espalda era medio descubierta, más bien descubierta hasta casi la cintura. Y las mangas largas, pero de seda, ya que no era tiempo aún de llevar ropa excesivamente abrigada.

Con él se sentía muy cómoda, por ello, alegre, se dirigió a la estantería y cogió un libro titulado: "El dragón dorado". Parecía ser interesante, y a ella siempre le habían fascinado los dragones. Pensaba tumbarse en la cama para leer, cuando a medio camino, la puerta se abrió, dejando pasar a Draco Malfoy.

- Buenos días, Granger. ¿Dormiste bien? – dijo con una sonrisa no del todo convincente.

CONTINUARÁ

Lo siento por la tardanza al actualizar, pero el verano no me da para más. Espero poder hacer el máximo número de capítulos en el menor tiempo posible. En cuanto tenga uno terminado, lo subo y así. Cada día releo lo que escribí el día anterior, así me ahorro tiempo en releer todo al final. Tal vez haya una pequeña confusión. Las partes que no encajan temporalmente con la historia son los sueños-recuerdos de Hermione. Aunque sean sueños, estos sueños son reflejos perfectos de los recuerdos ya olvidados de Hermione, y que tienen que ver ahora con septiembre (también elegí septiembre porque es mi mes favorito del año, y el otoño mi estación favorita). Cuando avance el fic, verán por qué necesito que Hermione en ocasiones sueñe con recuerdos.

¿Dónde quedan esos rewiew's? Sé que tardo en actualizar, pero apenas hay unos pocos... Plis!! Quiero más para el próximo chap, porfiiiii. Gracias a silviota, en respuesta a tu rewiew, si, Luna sabe sobre el amor de Hermione... y aquí tienes el reencuentro esperado. Los sentimientos no se pueden mostrar en el primer momento, pues eso nos deja sin protección frente a aquel que nos quiera dañar. Aún Hermione no ha mostrado lo que siente. Gracias también a PaddyPau. Siento mucho si no he contestado al rewiew, pero mi correo últimamente es una porquería que no funciona para nada (msn cada vez da más problemas). He intentado actualizar lo antes posible, y espero poder acabar pronto el siguiente chap. Por cierto, ya ves que no son chorradas lo que te da por pensar después de ver CSI ;) El chap responde a bastantes preguntas, y las que no, las contestará más tarde.

Espero poder actualizar pronto, para que no os perdais los encuentros HrDr ni el avance de la guerra a manos de Harry.

Besos!!

Akane Yukino

PD: Haciendo caso al último rewiew de silviota, me he quebrado la cabeza para los cambios de situación y por fin he hallado la manera.