Saludos queridos lectores y lectoras, como actualicé el otro y este deseo que sea semanal, ayer me la pase escribiendo hasta la madrugada, espero que mis desvaríos por la falta de sueño no haya afectado la calidad de este capitulo, también espero que sea de su agrado y me regalen sus valiosísimos comentarios. Por otra parte me solicita mi madre en la cocina así que los comentarios los tengo pendientes para el capitulo que sigue. Les mando besos y ojalá disfruten leyendo. Por otro lado este es mas largo de lo habitual, tiene aproximadamente 18 paginas, espero no aburriles jeje.

Danza Entre lobos

Capitulo 15

Tibio Invierno II

La noche, oh maldita noche que le atormentaba, oh lamentable licor que no sabe hacer bien su labor y aun cuando muchas copas hubo apurado, no olvidaba, no perdía la conciencia. Un castaño, con el corbatín desfajado y la turbia mirada oculta en la sombra de su melena, cuyo rostro se perdía entre la multitud en el deambular que como alma en pena le impedía detener sus pasos por todo el salón, más lo prefirió así, yació alejado de todo cuanto le era amado incapaz de mirarles a los ojos. La zozobra le era cruel como pocas veces, la incertidumbre una daga lacerando sus entrañas, ¿Pero que hacer? Tres guardias estuvieron apostados en cada uno de los pasillos que conducían al cuarto de Natsuki, donde su hija... era mancillada, ultrajada y cuan vil era aquella mujer que no contenta con haberla comprado, ahora se llevaría consigo la virtud de su Shizuru.

-La aborrezco como a nada en el mundo... cada pena que me ha causado, yo he de multiplicarla mil veces- Musitaba con tono rencoroso, apostado en una solitaria columna de los jardines del Castillo Kruger. Solitario estaba, solo porque nadie en su sano juicio aguardaría fuera de la morada con el invernal frío que asolaba aquella tierras de Fukka, era de lo menos cuerdo.

Allí abandonado a su pena, Satoru elevaba la vista hacia la alcoba nupcial, estaba completamente a oscuras y es que intimar con la luz de los candelabros sería demasiado osado, atrevido y vulgar, una completa ignominia, pero con aquellas sombras ¿Qué terror estaría viviendo su pequeña? Estrechaba entre sus dedos una botella de vino, cerraba los parpados, tensaba la mandíbula y se mordía sin delicadeza los labios. –Si le hiciera daño... le mataré- Musitaba para si mismo, a la par que volvía a mirar el camino iluminado por antorchas ornadas en blancos y azules, carrosas llegaban sin cesar, la fiesta de la familia Kruger atraía a los aprovechados y a los esnobistas, eso era seguro. Satoru había contemplado el talante y el aspecto de muchos de los invitados, hasta los 'campesinos' tenían permiso para entrar, claro después de que el Rey debiera marcharse con su hija y su yerno unas horas atrás. –Esos imitadores de la aristocracia, viles mercaderes en la boda de mi hija... esto es inaudito- Se quejaba dando otro sorbo a su bebida, sin percatarse que en ese momento estaba más cerca de parecer un mendigo, en comparación con los burgueses invitados a la fiesta.

-¡Suélteme! ¡Animal!- La voz fémina de una doncella que era sacada a empujones de la fiesta, no tardó en llamar la atención del castaño. Envalentonado por las copas y extrañado por la circunstancia, pues sujetos de peores calaña había visto en la fiesta, se acercó a los guardias ¿Cómo osaban tratar con tal bajeza a una jovencita de la misma edad que su hija?

-¿Es que no saben tratar a una dama? ¡Parad el ultraje bellacos!- Se interpuso entre los hombres y la jovencita, que bajo tal protección se aferró a la espalda del Fujino.

-Mi lord... debemos escoltar a la dama a su carroza pero ella se ha resistido, ha querido volver sin invitación a la fiesta- Afirmó uno de los guardias cuyo rostro estaba lleno de arañazos y este delataba su enfado hacia la mujer pelirroja que el señor de Tsu protegía.

-¿Es acaso una broma?- Satoru levantó una ceja. -¿Cuál invitación señores? He visto ingresar a mastines más peligrosos que la señorita- Aquello era en verdad el colmo.

-Ha sido una orden expresa de la Duquesa- Se sirvió informar el segundo escolta, cuyo rostro delataba la marca roja de una mano en su mejilla y un labio aparentemente roto. –La 'señorita' no debe yacer más en la fiesta, solo importunaría a su alteza con su presencia... una mujer de tan baja ralea no debe juntarse con la Duquesa- Dijo con desdén.

-Aquí todos conocemos el precio de sus favores- Sonrió con sorna el rasguñado.

-Es una prostituta señor... permítanos llevarla lejos para que la fiesta de su hija no sea mancillada- Afirmó el abofeteado.

-Hasta las prostitutas merecen respeto señores, yo me encargaré de atenderla esta noche y si alguno de ustedes osará desobedecer mis deseos, el señor Kruger sabrá de estas majaderías- Dijo con total convicción un Satoru que no pareciera ya afectado por el licor, un brillo oscuro titilaba en sus ojos sangría y solo por mención del señor del castillo, los guardias obedecieron para volver a la entrada principal. No dejarían que esa traicionera chica volviese a ingresar, eso era seguro y ello no era ya un problema pues el señor Fujino se alejaba con la joven para adentrarse en los jardines menos iluminados.

Tras una breve caminata hasta la zona exterior del jardín y antes de llegar a las grandes murallas del castillo, Satoru le indicó a la mujer de ojos limón, el tomar asiento en una de las mesas al interior de una pérgola de madera y piedra, con grandes cortinas traseras. Al interior también habían sido dispuestas viandas, bebidas y gracias a la ventilación del quiosco, fogatas exteriores para calentar el gélido lugar.

La mujer no pudo preservar su silencio, pese a que si lo hizo cuando fue objeto de aquellas falsos insultos. -¿Es usted... el padre de la joven desposada este día?-

-Muy a mi pesar señorita- Musitó roncamente Satoru. –Si me dijera su nombre me sentiría honrado, yo soy Satoru Fujino-

-Nao Yuuki, pero ese es un nombre que aquí nadie podrá referir de alguna manera... he sido borrada de Fukka como si hubiesen olvidado que nací aquí... ahora todos me conocen como Julieth- Pero la de ojos verdes no parecía molesta por el hecho, tal vez le aliviaba saber que nadie podía recordar su nombre y solo su nombre artístico era una mejor opción.

Satoru escuchó las palabras de la joven, aquello pareciera imposible, como podría un lugar con las mismas personas olvidar un nacimiento, un nombre, una historia. Sirvió un par de copas, tendió un plato con fruta y carne a la joven. –Coma por favor, seguramente esos vándalos no le han permitido probar bocado-

Nao no lo había pensado, pero no probaba alimento desde el desayuno en casa con la compañía de la tía Midori. Sin decir demasiado comió de su plato por algunos momentos y sorbió de su copa un par de tragos que le ayudaron a calentarse, pues el frío había hecho un poco de mella en ella.

-¿Cómo ha podido dar semejante orden la duquesa?- Inquirió el castaño con fingido desinterés, era aquella una pregunta lanzada al aire que solo buscaba obtener algo de información.

-Un pasado desagradable mi Lord, es el tipo de cosa que no se apreciaría el día en que se contraen nupcias- La pelirroja no dijo mucho, pero si lo suficiente para atraer la curiosidad del castaño.

-¿Quiere usted decir que la Duquesa ha... ha contratado sus servicios?- Se atrevió a referir, no sabiendo que ello era una total indiscreción.

-No soy una prostituta... que mi danza vuelva locos a los hombres o que ellos puedan ver mi piel, no significa que hubiera dispuesto en bandeja de plata mis favores- Nao frunció el ceño e hizo el ademán de marcharse del sitio.

Una rauda mano evitó a la doncella una partida presurosa, Satoru le indicó tomar asiento nuevamente e inclinó la cabeza. –Le imploro me disculpe... usted realmente no parece ese tipo de mujeres, pero tampoco ha defendido su honra en presencia de aquellos forajidos, que además han resultado ser unos mentirosos-

Complacida por la actitud de tan distinguido señor, la Yuuki hizo caso a sus deseos, esperaba tal reacción pero un poco de teatro había ido perfectamente en ese momento. -¿Qué desea de mí señor? Me parece que esta muy inquieto, no me ha echado como todos los que me cruce en la fiesta solo por la mención de mi reputación- Nao miró con más detenimiento al padre de la sacrificada mujer cuya suerte había reemplazado, se adivinaban muchas canas en un rostro no lo suficientemente anciano. –El precio de su hija lo agobia severamente, un año ha pasado y usted parece haber envejecido diez-

Los ojos rubíes miraron estupefactos a la mujer -¿Es acaso adivina?- Existía la posibilidad, no creía mucho en esas cosas pero estaba claro que esa jovencita sabía demasiado para ser de preocupación. -¿Cómo sabe eso?-

-Porque mi madre padeció lo mismo que usted, vi en sus cabellos cernirse la blanca nieve de la edad... aunque muy pronto para ella.- Nao sonrió ladinamente, la expresión de ignorancia en su interlocutor le divertía en sobremanera, pero encontrar un aliado contra las bestias de Fukka, merecía cualquier sacrificio, después de todo, ella no tenía más que perder. –Yo fui la mujer seleccionada para desposar a la Duquesa antes que su hija tuviera tan infortunado destino, fui comprada de la misma manera, el mismo plazo de un año fue estipulado para la boda... "incluso fingió quererme y protegerme, todas esas mentiras, todos esos sueños que fueron arrebatados con una estocada mortuoria y sus falsos besos, esos que todavía me corroen las venas"- Los labios rosáceos se apretaron entre los dientes hasta hacerlos sangrar, con una mueca de rencor, el fino rostro que se descomponía colérico, incluso... demente.

-¿Cómo es eso posible?- Satoru comprendió que antes que él, otros habían vendido su alma a los demonios que ahora se miraban victoriosos a costa de su inocente hija. Veía la mujer frente a él, hermosa como pocas, humillada y rebajada a ser la comidilla del pueblo, deshonrada y marchita pese a su juventud. Temeroso miró el balcón de la habitación de la lobuna ¿Acaso sería el mismo destino para su hija?

Nao sonrió –Me parece que usted lo ignora todo de su consuegro, no sabe con quien ha desposado a su hija y es una pena que nadie tenga el valor para advertirle de ello-

-Si usted lo hiciera estaría eternamente agradecido-

-Señor Fujino, el agradecimiento es algo que no tiene valor en estos días... solo el oro y las joyas pueden comprarlo todo ¿No es así?- Nao no era tonta, no tenía porque revelar algo que tanto sudor y lágrimas de sangre le había costado. En su vida solo dos cosas tenían valor, la venganza y el dulce metal del dinero.

-Siendo así, creo que podemos negociar un acuerdo beneficioso para usted y para mí... obtendrá tanto dinero que no podrá gastarlo en toda su vida, por ahora me ofrezco a ser su benefactor... no me gustaría ver a mi aliada danzando ante los voraces animales de Fukka y sus alrededores- Satoru comprendió que una alianza con Julieth sería más provechosa, ya que ella contaba con algo de lo que él carecía y era... información.

-Solo un agudo negociador podría ver la trampa en sus palabras, mi Lord... empero yo me he visto rodeada de las personas de la más terrible calaña, así que solo podré acordar algo con usted, si antes me habla de cómo obtendrá tan jugoso botín- La pelirroja miró con interés al hombre frente a ella, sorbió de su copa. –Solo entonces le revelaré todo cuanto sé-

-Milady... ahora es bastante conveniente que mi hija haya desposado a esa criatura... enviudar resultaría grandemente jugoso para la ocasión- Musitó Satoru sopesando ahora ese detalle que antes paso por alto.

-No me tome por una tonta o peor aun, una ilusa, cuando enviude su hija, sin descendientes en su haber, es claro que la fortuna retornará a las manos de Lord Kruger y para dos mujeres es imposible procrear... empero sin hijos no hay fortuna esa es la ley de Fukka- nao extrajo una lima de su pequeño bolso y comenzó a cuidar de sus uñas, realmente se había topado con un idiota, por otra parte estaría lo suficientemente arruinado para haber vendido a su hija, hablaba con un donnadie.

-Una ley tan absurda no pudo haber sido aprobada por el Rey- Satoru miró abrumado a la joven ¿Le tomaba el pelo? No conocía ninguna ley semejante en el país.

-Fukka es un enclave, una tierra con un reinado propio, solo que dentro de otro reino, ¿Acaso no se ha preguntado por qué tienen una guardia, un ejercito completo? Realmente es usted muy inocente- Negó con la cabeza soplando un poco sus dedos.

-Tal parece que si me serás de utilidad- El Fujino comprendió que las reglas allí no eran las mismas y necesitaba saber como manejarse en ese lugar, a fin de cuentas no volvería a Tsu sin haber completado sus planes. –"Ese matrimonio caerá por su propio peso, de no serlo... yo ayudaré un poco"-

-La mitad del botín... eso me dará por lo que he de decirle, además de mi colaboración en todo esto- Apuntó la de ojos verdes antes de decir nada más.

-¿Qué?- Pedía demasiado, aquello era una suma de lo más extravagante.

-Eso o nada...- Concluyó su copa. –Tal parece que usted quiere vivir el resto de su vida a expensas de las migajas de la mesa del Kruger- La mujer guardó la lima dando por concluida la conversación, ese hombre no había valido ni su tiempo, ya sabía porque la joven Fujino había terminado en brazos de Natsuki –"El solo pensamiento es horrendo"-

-¡Esta bien! Tendrá la mitad- Se apresuró a decir Satoru, notando que no le quedaban más opciones.

-Tenga presente que estoy rodeada de gente peligrosa y si usted osa engañarme... tengo varios pretendientes dispuestos a cebarse en usted- Volvió a sonreír antes de ser ella quien volviese a servir las copas de los dos.

El castaño tragó saliva y luego asintió, sabía bien que meterse con ese tipo de mujeres era muy riesgoso, Satoru ya lo había hecho y mucho le costó librarse del peligro, fue entonces que conoció los servicios de Smith. –Ahora dígame todo cuanto debo saber-

-Antes que nada... para que la viuda sin descendencia obtenga la fortuna de su espos...a, no debe haber vivo ningún otro heredero, así que debe esperar a que Lord Takeru fallezca y eso será pronto-

-¿Pronto?- Satoru miró con interés a la dama.

-Las bestias de Fukka nunca han supervivido mucho tiempo... de hecho, es curioso que el Duque siga con vida- Nao decía aquello cual tip histórico, sin darle demasiada importancia.

-¿Acaso sufren alguna enfermedad?- Preguntó más que contento, sería como quitarse una piedra del zapato. -¿Acaso dijo bestias?- El ojirubí levantó una ceja tremendamente confundido.

-Nadie lo sabe, pero es así desde hace más de 400 años, cada Kruger que ha habitado este castillo, ha muerto a una edad temprana...- La pelirroja levantó los hombros con desinterés. –El Duque Kruger X es el que más tiempo ha vivido, según mi tía... cada uno ha muerto en desconocidas circunstancias y solo otro miembro de la realeza les ha reemplazado, ya que ningúno ha tenido descendencia hasta Lord Takeru, el único capaz de traer a semejante adefesio al mundo-

-¿Por qué?- No es que el castaño quisiera contrariar, era de lo más útil que el Duque falleciera joven, sin embargo se le notaba con una salud de hierro, de enfermedad no sería aquello.

-¿Los ha visto sin la mascara?- Ante la pregunta de Nao, Satoru no tuvo más opción que negar, ya quedaba en el olvido la ocasión en que la retiró la mascara de Natsuki aquel día de luna llena, en la mente del mayor, aquel rostro angelical no tenía cabida, solo podía ceñirse a la idea del monstruo que tocó su puerta un mes atrás. –Son monstruos, ninguna mujer en su sano juicio se acercaría o traería un vástago a esta tierra maldita... así que lo lamento por su hija, ahora mismo debe estar viviendo una pesadilla-

El corazón del padre se contrajo de nuevo, había olvidado a su Shizuru con la extraña conversación, pese a todo era una suerte, no podrían concebir nada siendo mujeres y ya vería el modo de compensar a su hija el resto de su vida por cada difícil momento que le hizo pasar. –¿Qué son esas cosas?-

-Criaturas... malditas- Esta vez el tono burlón se apagó. –Hay muchos relatos sobre ellos, figuras de lobo que atacan el poblado en la noche... esa horrenda máscara solo puede recordar a los temerosos habitantes de Fukka, el terror y el miedo que ha sembrado la familia Kruger, porque solo el pavor que causan es la fuente de su poder... quien les teme no se sublevará nunca y todos aquí somos esclavos de tiranos sin corazón- La voz de joven estaba plagada de rencor y sus ojos anhelaban venganza. -Algunos creen que beben la sangre de las personas para obtener gran fuerza y agilidad, otros afirman que pueden desmembrar a un caballo de un solo zarpazo- Mientras Nao musitaba las creencias en el poblado, Satoru recordaba cada momento, dando peso de verdad a lo dicho por la dama, las garfas que cortaron la cuerda de su horca, las habladurías sobre como Kuga había levantado el tornillo de la prensadora él solo. –Sus tonadas hacen que de la tierra nazcan los cardos y las enredaderas, marchitan todo si así lo desean... por eso nuestra tierra es árida e incapaz de producir fruto alguno, solo esta tierra es fértil ¿No le parece particularmente conveniente? Nos matan de hambre, nos hacen temer... Fukka ya pronto parecerá un pueblo fantasma-

El Fujino sopesó las circunstancias, ciertamente no había visto cultivos ni sembradíos, solo los horripilantes bosques en los que fueron atacados por aquella extraña ave ¿Cómo había podido salir victoriosa Natsuki? –Los monstruos... están... ¡Están a su servicio!- Aun con esas extrañas habilidades, era imposible que solo una tonta joven pudiera derrotar a un monstruo de tal magnitud ¿Qué mejor forma de mantener el terror? Enviar monstruos de vez en cuando para mantener a raya cualquier revuelta, en verdad le había vendido el alma a un demonio. –Ahora se hace más difícil eliminarlos-

-No es así, he logrado negociar con las gentes humildes de Fukka, aquellos alejados de la gracia de los Duques, todos los relegados al olvido de sus monarcas... muy pronto nos levantaremos en armas, pero es necesario que su hija nos sea de utilidad-

-¿Mi hija?- Tras la alegría de la posibilidad que suponía derrocar a la familia Kruger, labor que financiaría sin reparos, escuchar la mención de su Shizuru en los peligrosos planes le hizo temer.

La Yuuki asintió enérgicamente. –Ahora ella es muy valiosa, con los votos pronunciados se ha iniciado el correr de las arenas del tiempo para esos monstruos... intentarán todo por librarse de su aspecto y preservar los privilegios de su noble cuna, seguramente Natsuki usará la belleza de la hermosa Fujino para obtener la que le ha robado la oscuridad-

-¿A qué se refiere?- Algo de aquello le sonaba más a un ritual propio de los cuentos de terror leídos en su juventud, pero con las cosas sobrenaturales que había visto, ya nada sería descartado por Satoru.

-¿Por qué piensa usted que han pagado tal precio por su hija? Me temo que los placeres que pueda ofrecer la señorita en el lecho no valen tanto...- Sonrió divertida, antes de negar con la cabeza. –La señora Kuga, la madre de Natsuki enfermó misteriosamente, la vi languidecer durante mucho tiempo hasta que falleció hace tres años ¿Acaso desea el mismo destino sobre su hija?-

-¡De ningún modo!- Aun con todo Satoru desconfiaba, le aterraba la idea de ver a su hila palidecer bajo el influjo de alguna enfermedad maligna. –Pero ¿Cómo puede asegurarlo? Que la Duquesa desea a mi hija para tan terribles fines- No podía ser tan buena actriz aquella joven, fingir aquella adoración ante Shizuru, tal falsedad solo podía aumentar su cólera con aquella familia.

-Una familia tan antigua, como honorable... ha sabido revelar esta información, créame que mi aliado esta tan interesado como usted en ver la caída de la familia Kruger- Afirmó Nao, antes de ponerse de pie. –Nos veremos en otra ocasión... por ahora esta al tanto de nuestros planes, una revuelta será el medio perfecto para derrocar a esos monstruos-

El castaño contempló a la joven que se alejaba de la pérgola con paso tranquilo, miró su espalda y quiso preguntar algo en extremo importante. -¿Por qué? ¡¿Por qué la odias tanto?!-

Julieth se detuvo y miró de soslayo al castaño. –Eso no le incumbe... es suficiente con lo que le he revelado- La verde mirada se ocultó bajo el rojo de su melena. –"La familia Kruger se deshace de todo aquello no le es útil... por tu culpa Natsuki, yo perdí a mi madre... algún día sentirás el mismo dolor que yo, porque yo voy a arrebatarte lo más valioso"- Una lágrima tintada de negro bajó por la pálida mejilla, pero nadie pudo ser testigo del dolor hecho llanto en el rostro de Nao Yuuki.

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Ambas yacieron petrificadas ante las circunstancias. –Si mueve un músculo, yo no dudaré ni un instante clavar este puñal en usted- La voz temblorosa de Shizuru le llegaba como un golpe directo e incapaz de procesar lo que pasaba, entendió que todo por lo que había luchado estaba desecho entre sus manos. ¿Cómo suplicar perdón por su bajeza? No alcanzaría ninguna palabra o acto para borrar todo cuanto había hecho...

Shizuru contemplaba estupefacta la maldita máscara que inexpresiva escondía la faz de la otra, solo el cese de sus toscas caricias así como la inmovilidad de Natsuki, le daban una idea del despertar de la joven ante la toxica flor de fuego, una droga delirante que despertaba los más febriles sentidos en las personas y les sumergía en una idílica imaginación, en una turbia fantasía. Solo por ello no le había decapitado sin contemplación, aunque el instinto le gritara hacerlo y su rostro no ocultara el impulso que su mente mantenía a raya, oh... si su mente fuera débil una tragedia hubiese acontecido, eso lo tenía claro.

Sin embargo la solicitud venida de la voz de Natsuki, no la previno ni por un momento su lado más racional. –Hazlo, libérame de mis ataduras- La melena negra se deslizó ante la ligera inclinación que pretendiese esconder el rostro enmascarado, y sorprendida se vio la mejilla de la castaña, por el tibio roce de una gota, y otra, pronto una cascada nacería de las esmeraldas sollozantes que la Fujino no podía ver, más un aliento fue contenido y no precisamente por alguna de las dos absortas en el dilema. Las lágrimas de Natsuki atravesaban la porcelana como si no existiese y se posaban sobre la piel del rostro abrumado de Shizuru.

Los ojos de fuego y rubí se abrieron amenazando salir de sus cuencas y un tremendo nudo se formo en su garganta. -"Natsuki me pide que... que... ¡De ninguna manera! No ha sido su culpa... sé que no, ella no hubiese actuado de la misma manera en otras circunstancias"- Tras lo que parecieron eternos segundos, la voz de Shizuru se escuchó en el silencio del lugar. –Natsuki... Natsuki no puede pedirme algo como eso y si de alguna forma ha pretendido con sus acciones lograr el merito de una salida cobarde... ha elegido mal a su verdugo... yo solo quiero, que se levante y me permita cubrir mi desnudes-

Nunca le habían dicho cobarde, no a ella que enfrentara monstruos horripilantes desde la edad más tierna, pero eso era ¿No es así? A la par tampoco conocía una manera diferente para saldar la deuda que su locura había causado. Con el tormento de sus cavilaciones, obedeció mecánicamente los deseos de la mujer cuya arma ya no ponía en riesgo su existencia. Desvió la mirada para darle la privacidad que le había robado con sus rastreras manos y sus ojos impúdicos, abandonó el lecho cuidando como mejor le era posible controlar el temblor de sus rodillas y acudir por un par de artilugios médicos para limpiar el corte en la mano de la castaña. Al volver con una caja de madera sintió el temor de Shizuru a su cercana presencia, cuya daga aun reposaba sobre las sabanas, manchándolas del escarlata que había salidos de sus pieles.

-No... no conozco una manera diferente para la falta... la bajeza que he cometido esta noche... ¿Acaso suplicar tu perdón sería suficiente? ¿No es justo un castigo por mis acciones?- Temerosa de acercarse, la lobuna se postró de rodillas a los desnudos pies de la hermosa Shizuru, cuyo cuerpo estaba cubierto por el blanco de la sabana. –Entonces suplico tu perdón... por favor, perdóname- Con su suave voz, postrada ante ella hizo lo que nunca antes en su vida, pedir la redención a quien amaba y daño había causado. Pero bien sabían las dos que sus meras palabras eran insuficientes y el silencio de Shizuru supuso en la mente de Natsuki, un tácito rechazo.

La Kruger se mantuvo a una prudente distancia, aunque el inclemente efecto de la droga en su ser no hubiera menguado ni un poco, el estupor de perder el control era por mucho superior, no aceptaría ver nublado su juicio nuevamente. –Por favor... al menos, deja que limpie esa herida... solo para eso he de acercarme, por piedad, deja que la cure-

El arrepentimiento en la voz de Natsuki no era suficiente para Shizuru, pero algo en su interior, más allá de la dificultad que le suponía esa lejanía que impuso con el arma, le decía que esta vez sus palabras eran sinceras. La castaña abandonó la mano cerca de la empuñadura y se posó sobre las de la pelinegra, quien con suma devoción, limpió y vendo rápidamente, para apartarse tan pronto culminó su tarea. Notando la castaña que la pelinegra se arrastraba lejos de ella hasta un rincón del muro. -¿Acaso la terquedad de Natsuki le impedirá limpiar la suya?- Shizuru no dejaba de cuestionarse si todo lo que haría su acompañante esa noche sería autocastigarse de esa manera ¿Tanta era su tristeza? Suspiró resignada, a fin de cuentas estaba bien ignorar los ruegos de su cuerpo ansioso por la toxina, y procurar el sueño que todo lo cura, esperando olvidar, pues sabía que ella no osaría tocarla por puro temor a su propia debilidad.

Empero en los minutos siguientes de reposo en el lecho, el enfado de Shizuru se fue apagando y la idea del llanto de la bestia no cesaba de atormentar sus pensamientos, su silencio además era perturbador, ni su respiración podía ser escuchada en el recóndito rincón en el que se había apartado a si misma ¿Tendría frío? ¿Quién en su sano juicio deja los ventanales abiertos en pleno invierno? Pero de nuevo su mente vagaba sobre la última mirada que le dio, ciertamente en esa postura la chica no se antojaba amenazante. -"Si realmente dice amarme, ¿no es ya suficiente castigo el de su propia consciencia?"- Reflexionó un poco más. –"Ha sido todo a causa de esa bebida... o es tanta su urgencia por... ¿Yacer conmigo?"- Cuanto más pensaba al respecto, más confusa se sentía Shizuru y más preocupada por el constante silencio que era apenas disminuido por el silbido del viento entre las cortinas.

Así pasaron otros insoportables minutos de incertidumbre, hasta que escuchó el sonido de los ventanales ser cerrados por alguna mano oficiosa, uno a uno. Posteriormente e incapaz de soportar su curiosidad, la castaña volvió la vista hacia el sitio del que provenían los sonidos, encontróse con una silenciosa Natsuki ocupando la chimenea, en la cual iniciaba una fogata, la observó en silencio hasta que se encontró de lleno con la máscara blanca. Natsuki dio dos pasos atrás, enredándose con el atizador de metal y tropezó hasta caer de sentón en el suelo. Shizuru no pudo contener sus risas, y por un momento, todo pareció olvidado, se levantó de la cama cubriendo su desnudes, a sabiendas de cuanto tentaba a la suerte.

-Lo... lo siento... no quería despertarte- Natsuki se levantó rauda del suelo, abochornada a pesar de la porcelana en su cara. –Pero no quería que pasaras frío-

-Ara, entonces Kruger-san ¿No lo ha hecho por su propia conveniencia?- Inquirió la castaña levantando una ceja, hablar así, tomar el control de alguna manera, era indispensable para cumplir su cometido, aun pese a todo, bajo la tela preservaba la daga en su mano.

-No me preocupa el frío... no por mí. Yo nací en Fukka y mi piel tolera muy bien las inclemencias del clima propio de esta zona- Natsuki le hablaba, pero por cada paso que la ojirubí daba cerca de ella, la lobuna retrocedía dos. –Siempre están abiertas mis ventanas, aun en invierno- Explicaba aunque de alguna forma intentaba ocultar su rostro de ella ¿Cómo si la labor no la cumpliese ya el artefacto en su rostro?

Shizuru frunció levemente el ceño. –Retira esa cosa de tu rostro- Secretamente, detestaba el artilugio porque a diferencia de la anterior máscara, esta escondía los ojos de su... esposa. La Fujino volvió a memorar sobre la promesa hecha una horas atrás, sabía que como cualquier mujer tampoco había cumplido su palabra ¿Y si esa extraña manera de hacer el... el amor, era lo verdaderamente real y no esas fantasías idílicas de los libros? Entonces habría amenazado a la joven, que estaba en todo su derecho de poseerla. Pero esa no era la manera ¿Verdad? No le gustaba imaginar que si fuesen los matrimonios, porque de solo pensar en sus padres, la idea se antojaba aborrecible.

Natsuki respingó ante la orden, porque aquello no era otra cosa que una orden. –Conoces lo que hay detrás y mi rostro... no te ha sido grato, por favor... no me pidas eso-

Los ojos rubí miraron con reto a la pelinegra, claramente no había añadido un por favor a su solicitud, pero ello no evitaba que la castaña sintiera magullado su orgullo. –Ara, Natsuki se niega a cumplir mi único deseo ¿No es un poco cruel de su parte?- Con un mohín de enfado en su clara faz, la hermosa castaña se acercó a paso sigiloso a su joven esposa. Natsuki no sabía lo que le subía pierna arriba e ignoraba que no cumplir la voluntad de Shizuru sería algo perjudicial para la salud.

-No... no es que no desee cumplir cada solicitud de Shizuru, es solo que... esta es perjudicial para ella- Un sudor frío le bajaba por la nuca y ya nada tenía que ver con el brebaje de la flor de fuego que se diluía lentamente en sus venas, el instinto le gritaba peligro por todas partes, pero no habían Orphans por ahí, de eso se estaba encargando su padre... solo estaba en su cuarto en su noche de bodas, con una Shizuru apenas cubierta por sabanas, que además le dedicaba una mirada atemorizante ¿Qué peligro podría ser ese?

Tan pronto como una mano estuvo muy cerca de sujetar la pieza de porcelana en su cara, se percató de que una batalla con dos Orphan furibundos, era un paseo por el jardín, en comparación con una Shizuru enojada. Sus ojos verdes solo pudieron ver la muñeca extendida a un lado, por la suerte de sus reflejos que le había evitado la victoria inmediata a la Fujino, también notó la sabana moviéndose por el abrupto movimiento y todo cuanto atinó a hacer, fue alejarse de la castaña a paso veloz. Shizuru no pensaba en otra cosa que obtener el artilugio blanco a como diera lugar, cegada por la idea de ver una vez más los ojos de jade, para volver a contemplar los transparentes secretos de Natsuki, ¿Por qué la privaba tan arbitrariamente de lo que más ansiaba ver de ella? ¿Acaso podría ese antifaz sin hocico esconder otra cosa que no fuera un rostro de mujer?

-Como Natsuki no cumpla pronto mi deseo, estará en serios problemas- Amenazó la Fujino señalando acusadoramente a la joven, quien supuso en su fuero interno, que aquel era el más extraño de los castigos que le hubieran proporcionado a sus faltas y sin embargo, ser perseguida por la castaña no se antojaba una mala idea, de no ser por lo inconveniente de perder la máscara que le regalara una Diosa vengativa.

Shizuru persiguió a Natsuki por toda la habitación, sin ver menguados sus esfuerzos, pero si atropellados por la larga sabana que se esmeraba por no dejar caer. Se vieron las caras desde los lados opuestos de la enorme cama matrimonial, la castaña pretendió rodear la cama, no sin intuir el movimiento de la pelinegra que se apresuraba a subir en el lecho para llegar al otro lado, con un brillo malicioso en sus ojos escarlata gritó el nombre de su esposa y fingiendo tropezar con la tela blanca inclinó su cuerpo hacia el suelo, en el que esperaba caer dramáticamente y solicitar la colaboración de la chica.

Lo que no imaginó es que a una velocidad vertiginosa, que rayaba en lo surreal, la joven enfundada todavía en su atuendo nupcial, yació bajo ella y la recibió con sus brazos para abrigarla en su pecho, hasta que ambos cuerpos cayeron al suelo, recibiendo la Natsuki el golpe en nombre de Shizuru. La originaria de Tsu aguardo petrificada en el blando y cómodo cuerpo de su mujer, temerosa de que otra escena como la anterior se repitiera. -¿Estás bien?- Fue todo cuanto pudo oír de la suave y preocupada voz de Natsuki, que no movía ya ni un musculo de su cuerpo para prodigarle la calma que tanto necesitaba.

Shizuru agradeció en su fuero interno el haber dejado olvidada la daga en medio de sus persecuciones, porque su mente temió por un segundo, la idea de que el aditamento afilado en sus manos se hubiese clavado irremediablemente en la morena bajo ella, terrorífica imaginación la suya de haber portado la daga, la ojirubí cerró sus ojos con fuerza comprendiendo al fin, que no soportaba la idea de herir a la joven Duquesa. Natsuki notó el temblor en el cuerpo de su amada y pensó rápidamente que su repentina proximidad solo podría causar pavor a la doncella, pero en cuanto pretendió retirar su cercanía, las manos de su bella amatista estrecharon la blanca camisa entre sus finos dedos, silenciosamente le vio negar con su cabeza. –No te apartes- La escuchó decir a la par que levantaba el rostro de su pecho para buscar en vano sus ojos. Shizuru tensó la mandíbula molesta con el endemoniado aditamento, olvidando muy pronto su malestar, aprovechó la oportunidad que sin duda le daba el destino, estiró las manos rauda, mucho antes de que las de Natsuki pudieran impedirlo estando en su cintura y estando en aquella posición sobre su cuerpo, con los dedos arraigados a la fría porcelana, se escucho en el silencio de la habitación, como el lazo de la mascara de rompía y esta caía al suelo antes de romperse.

Los ojos hechos de esmeralda se abrieron desmesuradamente ante la idea de saberse descubierta, mientras que una fugaz pero fuerte ventisca se arremolinaba en derredor de ellas contra el rostro de Shizuru, el viento le obligó a la castaña a cerrar a fuerzas los parpados, dando tiempo a Natsuki para cubrirse el rostro con las manos y ver entre las hendiduras de sus dedos. La intervención divina le había salvado el cuello en el ultimo instante y Mikoto, había violado su regla sobre no intervenir en las acciones de los mortales, la Kruger lo supo en cuanto y de forma sobrenatural, la fogata de la chimenea se apagó para negar su fulgor a los ojos rubí. Mirada que buscó encontrar la imagen ansiada, pero los lánguidos rayos de la luz de luna eran insuficientes en su labor, apenas iluminaban lo necesario para saber que otra barrera de piel había sido interpuesta entre la ojirubí y su objetivo.

-Natsuki Ikezu...- Aquel "egoísta" estaba realmente teñido de malestar, la castaña se puso de pie abandonando la cómoda posición sobre el cuerpo de la pelinegra y volvió al lecho a tientas en la oscuridad, molesta apretujó la almohada, no sabía porque un creciente nudo en la garganta quería robarle el llanto. -¿Por qué no puedo ver el rostro de Natsuki?- Preguntó a la aparente nada y la caricia que le fue prodigada a su hombro solo la irritó otro tanto, se negó a mirar entrujando un poco más su rostro contra la almohada.

-Si Shizuru me ve tal cual soy en la luna llena, entonces... todas mis esperanzas estarán muertas, si pudiera comprender mi sufrimiento por no poder hacer realidad su deseo, sabría que mi amor por ella no se extingue... pero me pide que renuncie a la posibilidad de brindarle algo más en el futuro, la verdad y una salida... renunciar a estar cerca de ella sin su temor a mi aspecto, porque ese sería el castigo de una eternidad si Shizuru me viera- Las palabras plagadas de sinceridad en la voz de Natsuki le hicieron mirar, si es que fuera posible con semejante grado de oscuridad.

La Fujino se sorprendió al saber que no había ya manos entre ella y el secreto rostro de Natsuki, solo sombras crueles, ligeramente apartadas por la languidez de los reflejos de luz lunar en el suelo y sorprendida supuso que alucinaba la imagen de la mujer en sus sueños... esa cuyo rostro conocía y no conocía, la ninfa del bosque, la sirena del lago de hielo. Sombreados pero finos sus pómulos delineados en la difuminada oscuridad, cejas delicadas y negras como la noche, incluso más azabaches, apenas atisbaba la respingada nariz que por la forma de su sombra se antojaba hermosa y más maravillada estaba por el brillo esmeralda que había extrañado más de lo admisible a lo largo de aquel día. Shizuru se permitió a si misma soñar despierta, estaba cansada de la negación, de la expectativa que había puesto en esa noche y se atrevió a creer por un momento que su amor de fantasía y la persona a la que había desposado eran la misma mujer, el mismo objeto de sus más íntimos deseos.

Shizuru se puso de pie, alejándose de la comodidad del cuerpo de la otra que le sirvió como colchón. –Ve a la cama... reposa sobre ella- Ordenó con tono neutro y Natsuki caminó hasta el lecho sin comprender, pero más le valía obedecer, habiéndole negado a la castaña su único deseo.

Aun en la oscuridad, las esmeraldas que eran sus ojos le permitían ver todo con claridad, era una habilidad necesaria para enfrentar a los Orphan en el bosque, pero que para momentos como ese resultaba de lo más práctico. Su esposa se acercó a los despojos de sus atuendos de boda, tomó todas las prendas y las depositó con delicadeza sobre la mesa al lado de la copa, luego a tientas y en la oscuridad tomó el filo de la daga entre sus manos. La Kruger tragó saliva imaginando que todavía se atreviera a usarla, se llevó los dedos al cuello rozando con sus dedos la herida, contuvo una queja en su garganta aun considerando poco el daño recibido, si le castigara otro poco lo toleraría a cambio de su perdón. La vio volver con la cinta y la daga cada una en una mano, el arma filosa volvió a yacer bajo la almohada y la cinta... el lila de seda permaneció en las manos de Shizuru.

La dama dio la vuelta a la cama de doseles, con pasos lentos de sus pálidos pies sobre la alfombra, se puso en el borde del lecho muy cerca del espacio que Natsuki ocupaba, completamente rígida y asustada de tenerla cerca, la pelinegra odiaba que su autocontrol flaqueara de semejante manera, maldita sabana que pretende caerse para dar mejores vistas de los pechos de su esposa. Un respingo sobrevino en la pelinegra cuando los dedos de Shizuru exploraron su cuerpo en busca de sus manos. En cuanto la castaña las encontró, dirigió sus rubíes sobre la oculta faz de Natsuki y esta sintióse inmediatamente inmovilizada ante la penetrante mirada que le era dirigida. La Fujino elevó sus manos junto con las de Natsuki hasta el intrincado espaldar de la cama, compuesto por barandas y esculturas de la madera, sin saber a que se debía aquel extraño acontecimiento, las esmeraldas se perdieron en las hermosas facciones de Shizuru y sus labios dejaron escapar sus suspiros, y así el divino tacto de aquellos dedos, se detuvo algunos momentos después.

Muy tarde comprendió la lobuna, que su esposa le había inmovilizado más que solo con la vista, en cuanto quiso bajar sus manos sintió la suave pero firme atadura de la seda que componía la cinta lila. Sus ojos se abrieron desmesuradamente y rauda forcejeó como acto reflejo, hasta sentir la presión del amarre.

-Cuanto más jales, más apretado sentirás el nudo- Informó la castaña con una sonrisa, mientras se disponía a ocupar su lado de la cama.

-Shi... Shizuru, ¿Realmente lo crees necesario?- Cuestionó Natsuki, comprendiendo que a ese ritmo no sentiría sus manos, ya que tras jalar con fuerza un par de ocasiones, el nudo le estaba estrangulando las muñecas. Natsuki obvió por completo que Shizuru era una mujer del campo y conocía ataduras muy eficientes.

La ojirubí cubrió su cuerpo con las abundantes sabanas y mantas, le dio la espalda a su recientemente esposa y procuró conciliar el sueño. –Oi... ¡Oi! ¿Shizuru? ¡Desátameeee!- Pero la aludida hizo caso omiso de las repetidas ocasiones en las que su nombre fue musitado por la joven amarrada.

Después de varios minutos de incesante parloteo y otros tantos de silenciosa resignación, la pelinegra comprendió que su amada castaña se había dormido, pues su prolongado mutismo solo podía significar eso. –Lamento... lamento que tuvieses que tomar estas medidas, me odio por hacer de esta noche la más horrible de todas...- Susurró a la nada, intentando acercar un poco más su cabeza hasta el espaldar y así disminuir la tensión en sus doloridas muñecas. Natsuki cerró los ojos, esperaba que el dios de los sueños se compadeciese de ella, entre el sudor y el cosquilleo al parecer sempiterno en su vientre y la cinta lila cortándole la circulación, la tarea de dormir se antojaba imposible. La lobuna solo podía denominar como algún tipo de tortura, la situación que estaba viviendo y la frustración sentida solo aumentaba su creciente malestar. ¿Cómo pudo convertirse su noche de bodas en semejante infierno?

Lo cierto es que Shizuru tampoco podía conciliar el sueño, las sabanas la asfixiaban, su cuerpo esperaba ansioso el continuar lo detenido y las palabras de Natsuki le taladraban la mente, realmente las había escuchado. Después de una hora de tenso silencio y cuando pareciera que Morfeo le llevaría a su mundo, la castaña escuchó extraños sonidos, la respiración de la pelinegra se agitaba intempestivamente.

De soslayo y moviendo con extrema lentitud su cuerpo, para no delatar su estado insomne, Shizuru logró ver lo que acontecía en el lado de Natsuki. La pelinegra yacía quieta en la cama, pero la delineada sombra de su pecho se movía presurosamente de arriba abajo, en un precipitado estado es asfixia. Asustada por la idea de alguna intoxicación con el brebaje consumido, pues la flor de fuego tiene una consistencia aceitosa y por ende, gran parte de la dosis había sido bebida por Natsuki, se dio la vuelta para ver más de cerca de su esposa en medio de las sombras. Acarició el rostro notando una elevada temperatura en la piel blanca, pero también la tibia humedad de algo que antes inundó sus mejillas. –"¿Llanto? Ha llorado en silencio todo este tiempo"- Elevó la mano hasta su frente y en ella notó el sudor, aquello era realmente preocupante.

-¿Natsuki?- Se atrevió a preguntar cerca de su oído. Pero ninguna respuesta le fue dada... Shizuru se apresuro a salir de la cama, necesitaba agua para enfriar a la joven.

-No... no te vayas, por favor- Pero la voz grave al fin le dirigió la palabra. –No me moveré, no te haré daño de nuevo, lo... lo juro-

-Ara, Natsuki juega con mi preocupación por ella- La castaña bufó con un mohín que imaginó, no sería visto por la otra atada en semejante oscuridad.

-Entonces Shizuru tampoco debe preocuparse- Natsuki volvió la vista a otro lado, sobre las ventanas cerradas. –Vuelve a dormir... por favor-

La castaña no pudo obedecer, ahora sentía culpa, tenía que hacer algo o realmente no podría dormir en toda la noche. –Solo conozco un modo de apaciguar el efecto de la flor de fuego- Susurró esperando no ser escuchada, se debatía entre el deber y su... desagrado por la idea, que para el momento era escasa.

Shizuru extrajo la daga bajo la almohada, se deslizó sobre el lecho y tomó asiento sobre la cadera de Natsuki, cuyos ojos amenazaron con salirse de sus cuencas. –Shi... shi... ¿Shi...zuru?- Preguntó temiendo otro arranque de cólera.

-Quédate muy quieta- Shizuru enfocó la vista lo mejor posible dadas las circunstancias, acercó lentamente el filo al pecho de la pelinegra cuyo aliento contenía y al parecer no solo ella lo hacía.

-Pe... pero- Natsuki intentó persuadirla, ¿Acaso quería torturarla antes de... matarla? La hoja afilada estaba tan cerca de la tela y de su pie, que de respirar nuevamente la cortaría.

-¡Quieta!- Ordenó otra vez la de ojos rubí, posando esa mirada hipnotizante sobre la lobuna.

Natsuki cerró los ojos y se quedó tan quieta como le fuera posible, ¿Imploraría por su vida cuando horas atrás le había solicitado a la castaña su libertad? No, no suplicaría por eso, ¡jamás! Sintió el frio del metal en la piel, el corte lento y metódico, el sonido que todo lo rasga y pensaba cuan imposibilitada estaba que ya ni dolor era capaz de sentir.

-Listo- Escuchó la voz de esposa, parecía complacida, que decir. Natsuki solo sentía el aire frío en su torso, incrementado por lo que seguramente era la humedad de su sangre. Una ironía en verdad, no moría con el honor de un batalla contra un Orphan, lo hacia bajo las gráciles manos de la bella de Tsu. -¿Natsuki?- Preguntó Shizuru. -¿Acaso te hice daño?-

El sonido del metal que es arrojado sobre el suelo y repentinamente, los tibios dedos sobre su piel, dedos crueles que recorren el frío de sus heridas, realmente Shizuru quería torturarla no evitaba pensar la Kruger... un momento ¿Por qué no le dolía si estaba herida y sangrando? Esos dedos no lastimaban, de hecho no sentía ardor, se sentía bien... muy bien... y la humedad ¿No era sangre? ¿Entonces que era?

¿Qué hacían esos dedos en sus... pechos? Gimió, con un gritillo tan agudo y femenino que a ambas sorprendió. –Ara, no sabía que Natsuki tuviera sonidos tan lindos- Estaba claro para Natsuki que era urgente abrir los ojos, porque eso se escuchaba muy cerca.

-¡Shizuru!- Que hondo sonrojo, una suerte ser oculta por la noche. Natsuki no pudo reclamar, no cuando la cadera de la castaña se movía contra la suya, aun con el pantalón le parecía que algo húmedo se fundía entre las dos. -¿Shi... que hace Shizuru?- Abrió los ojos pero solo podía ver la melena castaña sobre su rostro, era una cortina que todo lo cubría.

Otro movimiento, más largo y profundo sobre la sensibilidad de la pelinegra le vino como respuesta, y en su oído con un aliento que le estremeció, volvió a escucharla. -Castigar a Natsuki- El rubí, intenso y febril se encontró de nuevo con la esmeralda estupefacta. Natsuki pensó que una leona le observaba porque no cabía mejor comparación, las hondas de la melena castaña caían libremente en el marco de ese rostro perlado por el sudor, de esos labios de carmín que tan cerca, más cerca, acallaron en los suyos cualquier queja. La lobuna al fin lo supo, no era sangre en su piel, era sudor, no eran heridas, era la textura del metal en su sensibilidad demasiado frío para causar ardor, no era una tortura... solo alcanzaba el cielo con las manos, aunque esas las tenía muy bien atadas.

El deseado pero inesperado beso vino de sus labios, de las manos que cuidadosas le atrajeron sujetando sus mejillas, acariciando con su el pulgar su barbilla y mandíbula, más solo de los ojos que supo cerrados y entregados a ese momento. Natsuki no pudo más que ceder ante su mujer por cuyo deseo no se extinguía, pero que había jurado controlar de una mejor manera, solo por no verla apartada nuevamente. Sintió los dedos de Shizuru en su nuca, acariciándola y llevando a ella mensajes eléctricos, gentiles, mientras sus labios le buscaban con dulzura, presionando a los suyos para abrirse paso en un exploración que abriría sus sentidos a un sin fin de nuevas sensaciones.

-Hoy Natsuki... será mía- Hablo la voz melodiosa pero más sensual jamás escuchada, mientras su boca, bajaba a besos por su barbilla, por su cuello, por su clavícula.

-¿Shi...zuru es... estás bien?- Pregunto Natsuki, sin evitar un jadeo delator. Lo cierto es que la mujer que se balanceaba sobre su cadera en movimientos que solo incrementaban su ansiedad, ningún parecido tenía con la recatada chica que conoció en Tsu. La Duquesa no entendía a su amada esposa, ¿Por qué del rechazo pasaba a esa dulcísima pasión? ¿Acaso le enseñaba una mejor forma de amar? ¿Era amor lo que sentía en el tacto suave que la castaña le prodigaba? Porque en verdad lo parecía.

-Per... perfectamente- La bella respondía interrumpidamente entre besos, a la par que sus manos le acariciaban el pecho, cuya turgente corona se antojaba una manjar para gustar con su boca, y así lo hizo, dotada por la sabiduría del instinto natural, del deseo inconmensurable... la castaña no pudo más que estrechar los rosáceos pezones de la pelinegra, uno con sus labios y otro con sus dedos. Un roncó suspiró se escapó de la prisión de la garganta de Natsuki quien no pudo reprimir un temblor en su cuerpo y arrojó su cabeza hacia atrás sobre la almohada, realmente la castigaba y le regalaba la dicha plena, malditas ataduras que le impedían el poder tocarla. La pelinegra ya cruzaba las piernas a pesar de contar con el peso de las caderas y los hermosos muslos desnudos, que no cesaban ese movimiento capaz de enloquecerla.

Sin perder de vista las reacciones de Natsuki, Shizuru bajo su mano hacia el inoportuno pantalón que tanto le estorbaba a sus cometidos, más encontró una anónima resistencia en el cinturón de zafiro que sujetaba la prenda. Los dedos de la castaña buscaron diversos mecanismos sin que ningúno fuera efectivo, exasperada ante la circunstancia y lamentando abandonar los femeninos pechos que su boca recorría, se apartó para mirar más de cerca el objeto.

-¿Qué es esto? ¿Un cinturón de castidad?- Cuestionó de lo más molesta, la castaña sabía que un tesoro siempre yacería oculto por algún cofre, y una llave, eso era todo cuanto necesitaba. Infaustos sus esmeros le obligaron a volver la vista sobre su jadeante y excitada esposa. –¿Cómo puedo retirar esto?-

Natsuki intento recuperar la cordura, que tan perdida aparentaba estar. –Li...libérame y te lo... diré-

Shizuru no pudo evitar abrir la boca ante la condición expuesta. –Ara, Natsuki no esta en posición de negociar nada- Pese a su propia necesidad era una mujer orgullosa y quería que las cosas fueran de ese modo, de ningún otro sería. –Si se niega a darme tan conveniente información, entonces yo volveré a mi lugar, y dormiré tranquilamente... le aseguro a Natsuki que el efecto de la bebida, durará bastante más que unas horas-

Con semejante amenaza, la pelinegra no tuvo más opción que revelar el secreto, lo cierto es que no toleraba ni un segundo más aquella tortura, necesitaba su tacto, necesitaba que Shizuru le hiciera el amor sin reservas. –Pre...presiona el Zafiro y gíralo a tu derecha- Musitó desviando la mirada, con una expresión de vergüenza que Shizuru adivino en la oscuridad y sonrió.

En efecto, al pulsar y girar la gema, el mecanismo libero la prenda y cayo pesadamente a cada lado de la cama, viéndolo de ese modo era una aditamento con gran peso. La graciosa amatista no tardó en arrojar la prenda al suelo, volviéndose a escuchar el eco de los metales, más rápido aun retiró el pantalón, muy para su sorpresa, bajo sus dedos encontró la textura de una prenda completamente femenina completamente humedecida.

-No... no mires- Susurró más que abochornada Natsuki sintiendo sus mejillas arder, así como sus orejas, volvió a forcejear con la cinta que en ese estado de fragilidad humana suponía una amarra irrompible.

-Ara, ara... ¿Natsuki me ha devorado con la vista y pretende que yo no haga lo mismo?- Musitó con voz cantarina una Shizuru realmente divertida. Secretamente los ojos rubí bajaban sobre la obra de arte que se mostraba ante ella, la blanca camisa abierta en el torso y las vendar rotas en el lecho, las hermosas montañas que suponía aquellos pechos, las sombras a contra luz, que delineaban el tonificado abdomen de la joven y contrastaban con el brillo perlado de su piel. Las largas piernas cruzadas, que se esmeraban en ocultar la casta cuna de aquellos muslos portentosos, la cadera sensual con esa curva de guitarra... Shizuru se descubrió a si misma deseándola y de sus dedos nació la obra de la caricia más perfecta en el centro de la sensibilidad de Natsuki, un movimiento circular aun sobre la tela.

Shizuru se sintió atraída por el fruto expuesto en cuanto retiró la última prenda, ahora comprendía de muchas maneras el goce sentido por la pelinegra en cuanto la tuvo desnuda debajo de si, el deseo y la ansiedad se hacia insoportables. El aroma de la lobuna le atrajo poderosamente, sus sentidos inundados de ella bajaron los besos desde su pecho, por su vientre esculpido, hasta la montaña de la deidad venusina y finalmente, hasta el dulcísimo botón del éxtasis y la locura, de la pasión desenfrenada. La Fujino le acarició con su lengua, como lo hizo con su boca y sus labios con antelación. Natsuki atragantó en la mordida de los suyos, el sonido que la avergonzara aun más, tensó la mandíbula y jaló el amarre involuntariamente, arqueo su espalda y tenso sus músculos, sin embargo una hondonada eléctrica que amenazaba el subir por su espalda estaba próxima a llegar y solo en ese momento, Shizuru detuvo el ágil movimiento de sus labios y su lengua, sobre aquel hinchado botón para decir algo completamente inesperado. -Natsuki debe decirlo, debe pedirlo-

Argg... ¿Quería humillarla acaso? ¿Cómo se atrevía a detenerse en ese momento? Algo en su interior frustrado comenzaba a doler por la ausencia de las caricias que le envolvían, por la repentina soledad que sentía su cuerpo sin la tibieza de la hermosa Shizuru. Dadas las circunstancias y ante la expectante mirada rubí, la Duquesa a quien nada podía hacer flaquear, pronto se encontró llenando de gemidos y suspiros, de jadeos y suplicas su habitación, ante lo que era el interruptus que su amada le hacia en cada ocasión. –Por... piedad... detén mi suplicio, no lo soporto más- Se rindió. –Haz... hazme tuya- Susurró al final y eso fue suficiente al fin.

Shizuru escaló sobre el cuerpo de Natsuki, hasta encontrarse de nuevo la mirada esmeralda, le dio a probar su sabor con un beso, uno cuya pasión hacía palidecer a los anteriores, sus bocas se abrieron para hacerse más que amigas, sus lenguas se acariciaron y conocieron en una formidable batalla, con ligeros toques de fuego y hielo, un ósculo al fin, uno plagado de sentimientos e intensidad. –Yo también... lo... lo deseo Natsuki-

La sabana cayo del cuerpo broncíneo, resintiendo brevemente el frío en el ambiente, Shizuru se deslizó sobre la cama y tomó asiento sobre la cadera de Natsuki, cuyos ojos amenazaron con salirse de sus cuencas ¿Qué hacía? Solo aquello que le dictaba su libido encendido y su corazón mismo sin que lo supiera. Abrió las piernas todo cuanto le fue posible, depositando así su intimidad sobre la de una pelinegra cuyo asombro por la belleza contemplada , y las sensaciones atisbadas, tembló al sentirse al fin una con ella. El sublime contacto, se hizo éxtasis en cuanto la picara mirada rubí se poso sobre la esmeralda y un cadencioso movimiento de cadera hizo de las delicias para las dos amantes en el lecho nupcial. El movimiento creció en experticia en cuanto Natsuki pudo sincronizar el suyo al de la castaña, y esta pudo sentirla con una asombrosa profundidad. Los húmedos néctares manados del torrente interior de las dos, se fundieron, así como secretamente lo hacia algo más que sus cuerpos en medio de la danza del amor, se acariciaban el alma sin saberlo, despertaban sus corazones en el anonimato de sus pensamientos, se amaban... en secreto.

Así la pelinegra imprimió ligeras curvas circulares a sus envites, obligando a Shizuru a buscar con sus manos un soporte en sus atléticos muslos, la sutil variación en la posición dio la sensación a la rubí, de que surcaba los cielos cabalgando una suave nube y es que realmente llegaba al paraíso mismo de la mano de su Natsuki. Raudas las dos, agitadas y jadeantes, con gemidos inocultables y sus corazones latiendo al unísono, se permitieron sumergirse en una ola gloriosa de temblores, hondanadas de placer nunca antes imaginadas, de corrientes eléctricas surcando sus cuerpos y hondos gemidos que como un coro las llevaron a la cima del éxtasis, al clímax que tanto ansiaban.

Tras el brutal estremecimiento de su cuerpo, Shizuru se desplomó sobre el torso de Natsuki y sus brazos se aferraron a su cuello, la castaña se esmeraba por recuperar el aliento al igual que su amante. Así permanecieron por largos momentos, hasta que la tímida voz de la lobuna intervino, al notar un ligero estremecimiento en el cuerpo desnudo sobre el suyo. -Si tan solo pudieran cubrirte del frio mis manos... dicha como ninguna otra podría sentir mi corazón-

Tan enternecedoras palabras, sumadas al repentino frio que hacía en el ambiente, hizo que la de ojos sangría acercara sus manos al nudo y con un tirón aprendido, retiró la cinta lila de la magulladas muñecas. Pese a no sentir sus manos, a falta de la necesaria irrigación sanguínea, Natsuki se las arregló para tomar la sabana y cubrir la desnudes de su mujer, para luego envolverla con sus brazos, prodigándole a Shizuru un abrazo como ningún otro, tan apacible y protector, tan devoto como se le prometió en adivinaciones y lleno, de un sentimiento cálido que por primera vez comenzaba a creer.

Esa noche se amaron incansablemente muchas más ocasiones, se prodigaron caricias que rozaron al alma misma, se entregaron sin reservas, conocieron los confines secretos de las profundidades de sus cuerpos, marcando con tinta indeleble el nombre de la otra en cada fragmento de la piel, rasgando sin saberlo las murallas que tejieron durante los años de una vida entera, porque con el tiempo mismo, es de saber que la pasión y la emoción que las embargó, estaba relacionado con algo más que solo... la flor de fuego de Tsu, cuyo efecto había sucumbido tras el primer encuentro.