Bueno bueno, saludos a todos y todas, deseando que hubiesen tenido una bellísima navidad, me presento ante ustedes para postear el siguiente capitulo, esperando no haber demorado tanto jejeje, pero como todos queríamos saber que pasaba con Natsuki en este tiempo, pues aquí lo tienen, ya verán que el trabajo de protección de Fukka no es ni por asomo uno divertido. Ansío conocer sus opiniones, sin embargo y ante una oportuna pregunta realizada por una de nuestras apreciadas lectoras hace tiempo que espero sepa disculpar la tardanza de mi parte, veo pertinente responder. La duda gira en torno a la máscara de Natsuki, se preguntaran como le hace para comer o en sus sentidos más prácticos besar a Shizuru. Es por esto que debo entrar en un detalle, resulta que a lo largo de esta historia, Natsuki ha usado 4 variedades de objetos en la cara.
Cuando nuestra querida protagonista estaba en la casa de los Fujino allá en la lejana Tsu, usaba unas vendas marcadas con símbolos de encantamiento para que su rostro no tomara la forma del lobo, ósea que en esa época de viñedos y cosecha, ella nada tenía que envidiarle a la momia.
El segundo objeto es una mascara muy similar a la que usa su padre Takeru, empezó a usarla a partir de la fiesta de mascaras del cumpleaños de Shizuru, esta máscara es plateada y es prácticamente un antifaz con la forma del hocico de un lobo, pero imaginen que el metal solo cubre su frente donde reposa un zafiro en el centro, también le tapa la nariz y tiene dos placas que cubren sus mejillas bajando hasta su mandíbula, la máscara tiene una abertura amplía a partir de la nariz hacia abajo, es decir, tiene las fosas nasales descubiertas, la boca y la barbilla. Esta mascara se sujeta a su cabeza a través de una especie de diadema (tipo corona) y cabe resaltar que la mascara tiene aberturas en los ojos.
La tercera mascara, fue un obsequio de Mikoto para su noche de bodas, es una mascara que le cubre completamente la cara y esta hecha de porcelana mágica, no tiene ningún tipo de abertura ni en los ojos, ni la boca, se sujeta con un lazo a su cabeza al mejor estilo del Monstruo de la Opera. La porcelana mágica posee una habilidad peculiar y es adherirse completamente a la piel de Natsuki emulando cada movimiento como si fuera liquida, lo que hace esta máscara en especifico ante quien observa sería como tener la cara de Natsuki gesticulando pero sin color, como si tuviera pintada la cara como un Mimo, incluso en los ojos (Esto hago notar que molestó mucho a Shizuru, porque a ella le disgusta no ver los ojos Esmeralda de Natsuki, ya que en teoría es lo más bonito que tiene a la vista) Desde el punto de vista de Natsuki, la mascara es como no tener nada puesto, de hecho ella puede sentir perfectamente el viento, el calor o el frío y comer o tocar cualquier cosa con su boca como si realmente no llevara puesta ninguna mascara.
La cuarta y ultima máscara, fue expuesta en el capitulo anterior, como esta diseñada para la guerra, es un Yelmo que cubre completamente su cabeza, frente e incluso su boca, tan solo hay aberturas a la altura de los ojos. Una forma rectangular que deja ver, parte de sus cejas, ojos y el puente de la nariz al mejor estilo medieval. Esta máscara o mejor dicho casco, emula completamente la cabeza de un lobo y esta hecha en un metal plateado. Ahora entenderán porque no hubo beso de despedida, ¿Cómo le iba a dar beso bajo semejante artefacto? Además Shizuru también estaba un tantito enojada con Natsuki. ¿Cómo le hace para comer? Pues se quita el casco, Natsuki va con Nina al un lugar apartado y ella conoce la maldición así que no le molesta tener al lado a Natsuki comiendo sin la mascara puesta. Cualquier otra posible inquietud sobre algún detalle que no hubieren comprendido o que yo no fui muy clara a lo largo del texto, no duden en preguntar n.n Sin más preámbulo el capiiii.
Danza Entre Lobos
Capítulo 19
Mimetismo
El mayor adversario en una búsqueda sin final es el irremediable paso del tiempo, días tremendamente largos han acudido a su reloj de arena y con él, la fatiga de una tarea inconclusa. Los párpados pálidos se cierran ocultando la mirada esmeralda, mientras el viento agita la larga melena que emerge libre bajo la mascara del lobo, hondea su capa manchada de barro negro y desgastada por el cruce con las ramas. Con el pie en la rama más alta, una figura cubierta por brillos de plata en la cima de un alargado y antiguo árbol, recibe los rayos del sol que despuntan el alba, con su tibieza para calentar el frío de su cuerpo. La lobuna divisa a su alrededor el gigantesco bosque de Fukka, largos y extensos kilómetros de la zona más despoblada tan solo cubierta por la madre naturaleza, era ese el lugar perfecto para que aquellos seres mórbidos habitasen, por ello había acudido allí en su búsqueda. Es este su único momento de descanso, de paz, mientras los glaucos ojos vuelven a mirar las montañas en el horizonte y los infinitos picos de los pinos que han reverdecido con la llegada del deshielo, pronto las flores darán nuevos capullos y botones de lo más variados colores, los frutos brotaran de las ramas y la tierra. La Duquesa suspira hondamente añorando el hogar que abandonara en la tarea de proteger, pero a veces, solo a veces siente que su labor carece de valor y solo da tumbos en el bosque. –Uno a uno, eliminados están mis enemigos... pero no así la criatura que atacó a mi padre- Susurra al viento, tan quedo y para sí, aunque escuchada por alguien más.
-Solo nos alejamos de casa y los días pasan... seguimos el rastro interminable de uno tras otro, sin hallar la madriguera- Nina esta de pie en la rama inferior, con su enguantada mano se sujeta al tronco y eleva la mirada para encontrarse con su querida prima. –Tal vez, perdemos el tiempo... uno precioso que no debe ocuparse en estas cosas- La menor de las Kuga, estaba preocupada, el tiempo para librar a Natsuki de la maldición pasaba sin que ella estuviese junto a la hermosa Shizuru, si volvían, ya estaría repuesta por completo la salud de su tío y así, una nueva cruzada tendría lugar. –Debemos volver por su bien alteza-
-Prometí volver a casa con la cabeza de ese monstruo entre mis manos, ahora por lo menos hemos logrado internarlos en este bosque, lejos de mi gente- Natsuki entrecerró los ojos. –Pero... hay algo siniestro en este lugar, algo... "que solo en mis pesadillas vi"- Pensó finalmente, sintiendo la alerta en cada uno de sus músculos.
El eco de un crujido llamó la atención en la distancia, volvió los ojos hasta allí, donde unas pocas aves se elevaban atemorizadas hacia lo alto del cielo, cierto era que otro monstruo destrozaba con su gran tamaño las ramas y árboles del bosque. –No hay tiempo que perder Nina... ya sabes que hacer- Natsuki sonrió bajo la mascara y comenzó a saltar de rama en rama, siendo seguida por una ágil y audaz Nina. –Ve por el oeste, yo iré de frente- Gritó antes de deslizarse por un tronco, detenerse en la base de una alargada y fuerte rama, corrió hasta la punta, así saltó con sus fuertes piernas, estiró los brazos y se sujetó a la madera de otra en un movimiento gimnástico, volviendo a depositar sus pies en la siguiente rama, de salto en salto logró llegar a la mitad de la altura, notando a unos 10 metros debajo de si, como su fiero corcel Iperion le seguía al troce, atravesando las piedras y las raíces desde el suelo, sin perder el ritmo. Natsuki continuo sorteando los obstáculos de las tupidas ramas a raudo paso y entre el follaje, llegó así a la altura de su fiel caballo y de un salto desde la rama inferior de un viejo roble, logró caer sentada sobre la montura.
Tomando las riendas con firmeza guió al corcel a través de los estrechos caminos del bosque, observó a una prudente distancia como Nina obedecía sus instrucciones y se alejaba hasta perderla de vista. Volvió la vista al frente, a cada lado las destrozadas ramas y las huellas evidentes del Orphan delataba su gran tamaño, seguramente se trataba de uno terrestre ya que no había elevado el vuelo, y se movilizaba con cierta lentitud, pues casi lograba darle alcance. En cuanto el rastro se hizo más fresco, Natsuki desmontó a Iperion y le dejo a una prudente distancia, no quería perder a su preciado caballo en medio de la confrontación que se avecinaba. Caminó sigilosamente, evitando pisar los restos de madera en el suelo, cuidadosa y con paciencia avanzó numerosos metros entre los árboles, sin embargo se encontró delante un prominente agujero en la tierra, ¿Un topo? Un error grave sería adentrarse en las profundidades, con un movimiento del monstruo sería sepultada por la tierra y estaría a merced de él. Natsuki debía buscar otro espacio libre de rocas y con abundante tierra por la que pudiera emerger la criatura, una posibilidad reducida ante la cercanía de las montañas.
Corrió entre los arboles y las nacientes rocosas, después de un par de minutos llegó a lo que parecía el pie de la montaña, alzó la vista contemplando en la cima, una especia de meseta y no los picos habitualmente puntiagudos de las fronteras con el país vecino. Natsuki continuó su camino escalando de salto en salto las intermitentes rocallosas, fue así como divisó un paraje extraño, con verdes y frondosos arbustos, numerosas enredaderas en la cuna de los picos rocosos más altos. De pie y frente a la montaña sopeso la idea de ascender por su propia mano, pero en cuanto sus enguantados dedos procuraron sujetarse de una de las mohosas rocas, los mismos atravesaron lo que parecía una cortina de hojas y lianas. Por error y sin siquiera proponérselo había encontrado una cueva, en el interior observó lo que parecían vetas de oro y algunas incrustaciones de piedras preciosas en la tierra.
Acostumbrada a la opulencia, Natsuki no intento tomar nada del botín atisbado al alcance de la mano, simplemente agudizó más sus sentidos a la espera de que algún monstruo atacara bajo el cobijo de la oscuridad, pero ello no aconteció aun cuando la luz externa dejó de brillar en su armadura llena de tierra. Estaba sola y el aroma de la tierra húmeda y moho, molestaba a su sensible olfato, pero no desistió en aquel camino tenebroso. La joven Bestia divisó una intensa luz al final de la cueva, más no apresuró su caminar, siempre atenta a cualquier imprevisto y cuidando no errar sus pasos, se acercó hasta yacer a unos cuantos de la intensa luz. El instinto le indicaba dar la media vuelta, sin embargo aquella podría ser la madriguera de los Orphan que tanto había perseguido, no sería en vano su esmero, tenía que eliminar al monstruo que tanto daño hizo a su padre.
Natsuki asomó la cabeza sigilosamente, pero allí fuera no había nada peligroso, era de hecho el lugar más hermoso que sus glaucos ojos hubiesen visto nunca, se asemejaba mucho a la cuna de la vida del mundo, un oasis lleno de plantas y flores coloridas, protegidas por grandes paredes de rocas mármolinas. Impresionantes cristales de esmeralda, zafiro y rubí sobresalían de entre las rocas brillando tenuemente ante los tiernos rayos del sol, la luz se colaban a través del follaje de los árboles, que cubría casi por entero el cielo despejado, pero no lo suficiente para esconder la luz que translucía en tonos verdes sobre un enorme flujo de agua cristalina, tan prístina el agua que a pesar de la distancia podía observar a los peces de colores nadar apaciblemente entre las algas y plantas marinas. Una pequeña pero imponente piedra hecha de una roca blanquecina sustentaba el peso de sus botas, la cuales lucían sucias y desgastadas en comparación.
La Kruger hinco la rodillera de metal sobre la roca, apoyó sus manos enguantadas en el bordé y asomó la cabeza para ver mejor, el agua resultaba como un espejo en el que podía reflejarse, sin embargo su reflejo no era lo que esperaba ver, una mascara rasguñada por las anteriores confrontaciones con los Orphan, era su delicado rostro el que veía, sus largos cabellos sujetos, sus mechones atraídos por la gravedad, su cuello portando el collar de zafiro hecho por Mikoto. Observó los ojos que nada tenían por envidiar a las gemas dispuestas naturalmente en el lugar.
La pelinegra alargó su figura, esperando descubrir los enigmas que revelaba de poco en poco aquel cristalino espejo hecho de agua. Así pudo contemplar su torso, cubierto por una fina seda blanca, era una tela vaporosa que no escondía del todo las formas de mujer en su cuerpo. Natsuki estaba embelesada con el objeto y deseo de su vanidad, verse como una persona normal, no tener el maldito pelaje en la piel, no soportar el cambio en sus facciones por cada ocasión que retirase el Yelmo encantado, sin embargo fue precisamente su vano intento por reconocer la piel de su rostro, lo que le llevo a recordar la pieza de metal sobre su cabeza. Era un engaño, un cruel engaño... La lobuna se puso de pie molesta, no podía olvidar su tarea, tenía que seguir adelante. Con sus ojos esmeraldas buscó una forma de pasar el que a todas luces era un bellísimo lago, pero no había un solo camino sin el que resbalar, las piedras eran lizas y los cristales puntiagudos.
-No hay más opciones- Natsuki negó con la cabeza suspirando, tendría que nadar si quería llegar al otro lado, si sus instrucciones no fallaban, antes del último pico de la montaña, encontraría un sitio adecuado para aguardar al Orphan topo, una aplanada hecha de arenas del país vecino. Sin embargo la pelinegra no se desharía de su armadura a pesar de la tranquilidad que ocupaba aquel sitio paradisiaco. Tomó impulsó, corrió a través del espacio y dio un largo salto antes de poner sus brazos en punta para sumergirse en las cristalinas aguas. El chapuzón le vino de perlas, pues la tierra que pesaba en su armadura se disolvió con el flujo del liquido entre sus diversas placas y aperturas. Pese al peso del metal en el agua, Natsuki emergió ágilmente, así se deslizó sobre las aguas como bien lo haría una sirena con escamas de plata y tras un buen rato de brazadas alcanzó la orilla opuesta.
La joven Duquesa volvió la vista atrás esperando que alguna vez sin el peligro de los Orphan cerca y con la maldición concluida, pudiese traer a Shizuru y mostrarle un sitio tan hermoso como aquel. Pero aquella mirada le bastó para notar movimientos y burbujas en el agua que había dejado atrás, reconoció rápidamente el emblema de su familia bajo el agua y el forcejeo de una persona con una armadura similar a la suya.
-¡Nina!- Gritó antes ir corriendo al agua, volvió a sumergirse y a nadar como si la vida se le fueran en ello ¿Cómo diablos no notó que ella venía detrás? ¿Cómo no pudo oírla? ¿Tan ensimismada estaba? Bajo el agua notó como las algas enredaban la armadura mientras su dueña batallaba por librarse, enredándose aun más, seguramente el peso del metal había hundido a su querida prima. Rauda extrajo una daga de su cinto y acercóse para cortar las enredaderas marinas, sin embargo estas se adherían cada vez más por el flujo del agua, así Natsuki se vio obligada a retirar los broches de la armadura, liberar pieza a pieza mientras el cuerpo asfixiado dejaba de moverse seguramente inconsciente. Tras un enorme esfuerzo, la Kruger logró desenredar la armadura y a su portadora, aun más fatigada logró llevar a la chica hasta la superficie en la orilla.
A sus espaldas, las algas con vida propia emergieron amenazantes de las cristalinas aguas y lo que parecía una serpiente hecha enteramente enredaderas verdes y purpuras, dejo a la vista el camuflaje antes perfecto. Natsuki miró a la inconsciente dama en el suelo, tenía que mantener al monstruo lejos de ella y era demasiado poco el tiempo pues no se movía ni un ápice, tal vez el agua había entrado en sus pulmones, pero no podía atenderla tranquilamente con el Orphan tan cerca. Con una fiera determinación en su glauco mirar, acudió corriendo y se precipitó a las aguas, no sin antes tomar una gran bocanada de aire para soportar el rigor de la pelea bajo el agua. La armadura le fue de extrema utilidad en aquel momento, su peso le llevó a poner los pies en el lecho del lago y poder empuñar su espada en sus manos, sin preocuparse de nadar. Las enredaderas le rodearon peligrosamente y con el filo de su espada pudo cortarlas sin vacilación, pese al esfuerzo del movimiento bajo el agua, la joven bestia se apuró a llegar más y más cerca del monstruo, antes de ver agotado el aire en su cuerpo.
Cual jardinera Natsuki podaba sin reparos a cualquier planta cerca de ella y ello logró enfurecer al ser hecho de moho y vegetación, este se lanzó serpenteando entre las rocas, moviéndose y arrastrando consigo los sedimentos del lecho del lago en derredor de la guerrera, pero la criatura permaneció así durante un tiempo sin atacar. Tan turbia se hizo el agua que la Kruger no pudo ya ver más allá de sus propias narices, apenas pudo sentir la fuerza de la corriente venir de su lado derecho, movió con fuerza su espada hacia ese lado pretendiendo cercenar algún pedazo del Orphan, pero nada había en ese espacio, solo agua verdosa. El esfuerzo y la escasez del aire represado en su boca, no le permitió notar las fauces a su izquierda que se abrieron para devorarla viva, sintió los dientes del monstruo hincarse en la placa de su pecho y lastimar su hombro del brazo izquierdo, los filos dentados intentaban abrirse paso hasta su carne sin lograrlo del todo gracias a su armadura, mientras la arrastraba bajo el agua.
La pelinegra sintió los golpes en su casco rozar contra algunas rocas del lecho, se estremeció entre los filosos dientes del monstruo mientras este se elevaba hacia la superficie. Con la sangrante herida de su brazo, un molesto ardor y el aire entrando a sus pulmones gracias a yacer fuera del agua a bastantes metros de altura entre los dientes del Orphan, la guerrera de Fukka yació de cabeza intentando por todo medio liberar su brazo útil de las algas que le apresaban. El monstruo comenzó a serpentear bajo el agua impulsándose rápidamente con su enorme cuerpo púrpura, así la lobuna notó que la criatura iba a estrellarla contra las puntiagudas gemas de los bordes rocosos y tirando de su brazo atorado en las enredaderas, logró empuñar su espada también adherida a las algas que componían al extraño ser. Natsuki clavo con fuerza la espada en lo que adivinó la cabeza del Orphan y el brillo azul del filo de su espada desgarró implacablemente las enredaderas, las fauces se deshicieron y la Kruger fue liberada. Por efecto de la gravedad su cuerpo se vio atraído hacia las aguas ahora verdosas y pestilentes, pero rauda insertó la espada en el restante cuerpo de la criatura, deslizando el filo desde lo que se antojaba su cuello hasta su vientre, destajando así al Orphan. La guerrera cayó al agua con algo más de suavidad y pronto asomó la cabeza sobre la superficie, nado hasta la orilla y se dejo caer de sentón sobre la tierra con la respiración agitada. –Mira como has dejado el paraíso que quería mostrarle a Shizuru- Musitó molesta mirando a las algas flotar inertes sobre el agua.
En cuanto quiso volverse para ver el estado de su prima, un sonido gutural le hizo volver la vista atrás con cansancio. –Por todos los cielos, ¿Acaso no sabes morir?- En efecto, las plantas, hojas y enredaderas de todo el lugar, se movían en dirección del desfigurado Orphan, rodeando lo que parecía una pequeña esfera purpura con un aura oscura. –Pero me has mostrado tu corazón amigo mío- Natsuki se puso de pie, enfundó su espada y llevó su mano sana debajo de la placa roída de su armadura, de su costado extrajo un arma arcana con hermosos símbolos en el metal y la cacha de marfil blanco. En sus dedos se condensó el frío de un glacial y con puntería certera disparó directamente en la esfera púrpura. El orbe maligno se congeló instantáneamente y después se rompió en mil fragmentos, allí donde cayeron los pedazos del Orphan, el agua comenzó a congelarse hasta que el lago se solidificó completamente. Ante los ojos hechos de jade se observó como todo lo que antes estuvo vivo en aquel lugar se desmoronaba, los cristales de zafiro y rubí se estrellaban contra el lago congelado delatando al fin que solo eran rocas comunes, rocas encantadas, el follaje de las ramas colgantes se marchitó, así como las piedras blanquecinas se oscurecieron hasta parecer carbones.
Natsuki corrió junto al cuerpo de la joven en la tierra, allí tan inmóvil como la había dejado. Temiendo lo peor retiró angustiada el casco, evidenció la pálida y desvalida faz de una mujer que no era su querida Nina. Los ojos esmeralda no daban crédito a lo que veían, apenas con un par de trapos húmedos encima yacía una chica de larga melena castaña, finas facciones y una figura portentosa. Eso no era relevante si contaba con el hecho de que la doncella no respiraba y su piel se tornaba fría con el paso de los segundos. Rápidamente y con el corazón en un puño, la pelinegra dio respiración boca a boca la chica, sin ver en sus esmeros el resultado deseado. –Señorita... ¡Señorita!- Gritaba sacudiéndola un poco mientras volvía a ejecutar una y otra vez el ejercicio de reanimación. En cuanto la desesperación comenzó a asolar el corazón de la bestia, una última presión en el pecho casi descubierto de la mujer, fue suficiente para escuchar por fin la tos y con ella sus reconfortantes respiros.
Natsuki sonrió al ver que la dama se reponía y un par de brillantes ojos azules se abrían paso bajo las tupidas pestañas. –¿Está bien?- Pregunto la lobuna mirándola con preocupación, sin embargo al notar la armadura y el desaliñado aspecto de Natsuki, la chica se aferró a su cuerpo casi desnudo y quiso apartarse de ella. –No tema por favor- Musitó con tristeza la pelinegra dando un par de pasos atrás, para dar tranquilidad a la chica.
-No... no me miré por favor- Decía la dama con un bochornoso mohín en el rostro, para ella fue muy evidente que le habían desprendido de sus ropas a cuchillazos y estaba casi desnuda delante de un extraño.
Natsuki volvió sobre la superficie de hielo tanteando encontrar algo en el desastre que ahora era el lugar. La mirada confusa de la mujer recientemente rescatada, se mostró atemorizada en cuanto retornó sobre la orilla, esta cerro los ojos angustiada y avergonzada, pero pronto sintió la tela húmeda posarse sobre su piel. Aun si estaba fría y un respingo acudió a su cuerpo, al abrir los ojos se topo con el caballero de armadura plateada dándole la espalda y una capa con el emblema del lobo blanco sobre ella. –Si no lo desea no he de mirarla, pero ya que no puedo proveerla de un atuendo más apropiado, debe esperar aquí, volveré por mi caballo y provisiones, solo entonces podré prestarle algo de mi ropa- La pelinegra quiso marcharse dispuesta a cumplir su palabra.
-Por favor... no me abandone aquí- La joven se puso de pie cubriéndose prolijamente con la capa. –Este lugar... es horripilante, por favor no me deje aquí- Suplicó la doncella de ojos azules, mirando prolongadamente al que comprendió su salvador, empero la lobuna no entendía a que se refería la joven, ese lugar era muy... bueno, había sido bello.
Natsuki sopeso las circunstancias, volvió la vista atrás sobre la mujer que tan desvalida se observaba, por lo que deshizo su pasos, acercándose lentamente a ella. –No tema, no he de hacerle ningún daño- Llevando los dedos a uno de sus dos cinturones, retiró uno, el acto inmediatamente asusto a la dama que dio un paso atrás, como si temiera los actos del hombre frente a ella. Pero nada pasó, la Duquesa había quitado el cinturón que sujetaba su espada, retiró la empuñadura y la introdujo en otra parte de las placas de su armadura, a la altura de la espalda. Con la cinta de cuero se acercó a la mujer, le acomodó como mejor pudo la capa envolviéndola con ella, paso la correa de cuero a través de la delicada cintura, introdujo el broche y lo ajustó a su fino talle. Natsuki contempló su obra, no era un traje de diseñador pero si por lo menos le tapaba las partes más importantes.
La castaña de ojos zafirinos le miraba con cierta incredulidad, pues el caballero frente a si no osó tocarla o aprovecharse de su estado en medio de aquel solitario paraje, pese a todo se abrazaba a sí misma a la altura del pecho, pues si soltara sus brazos seguramente la tela caería dejando a la vista cierto par de atributos. La lobuna evidenció la dificultad, así que retiró la placa de su pecho, dejando a la vista el chaleco de cuero negro, las numerosas amarras que sostenían un par de dagas cortas y sus queridas armas, así como sujetaran las restantes piezas de la armadura en su torso. Con rapidez Natsuki desabrochó las cintas de sus hombreras y se las extendió a la mujer. –Con esto puede amarrar la tela a la altura de su pecho, de ese modo puede estar segura que la capa no caerá, ahora acompáñeme...-
-¿Cómo debo llamarle mi Lord?- Preguntó la doncella con sus brillantes e inocentes ojos azules mirándole curiosa.
-No soy un Lord señorita, puede llamarme Natsuki... Soy Natsuki Kruger Duquesa de Fukka- Acorde a como se hace de forma protocolaria, la pelinegra se inclino caballerescamente ante una atónita castaña.
-¡Alteza!- La chica se postró por puro reflejo, casi soltando la tela aun sin amarras de su pecho, Natsuki pudo ver entonces en todo su esplendor los hermosos atributos de la joven e irguió su cuerpo para no mirar donde no debía, procurando darle la espalda a la chica.
-Señorita... ¿Cuál es su nombre?- La lobuna no había visto a otra mujer desnuda que no fuera su querida esposa y notar que la figura agraciada de otra doncella le perturbaba le hizo sentir incomoda, seguramente serían efectos secundarios de la cruda soledad que había soportado durante casi dos meses lejos de Shizuru, ciertamente la extrañaba en más de una forma.
-Arika Sayers...- Musitó la joven.
Repentinamente el ardor en su brazo le recordó a la Kruger la ardua batalla sostenida, Arika notó el respingo de dolor que ocupaba su salvadora, por lo que sin dilación alguna, rasgó un fragmento de la parte más larga de su improvisado vestido y acudió corriendo a vendar a la Duquesa. La castaña hizo un nudo de torniquete en el brazo lastimado y así logró apaciguar el sangrado, pero Natsuki no se quejó a pesar de lo doloroso que aquello resultó.
-Pues bien, no entiendo que hace una dama como usted en un sitio tan peligroso, pero si lo encuentra apropiado, yo la escoltaré hasta el poblado más cercano... siempre y cuando se cubra adecuadamente señorita Sayers- La lobuna tendió la mano a la chica aun dándole la espalda para que ocupara el tiempo propicio en cubrirse, una ves sintió el agarre de la joven ambas caminaron cuidadosamente sobre el suelo de hielo que antes fuera el lago y volvieron por donde había entrado la pelinegra.
En medio de la oscuridad la asustada joven, no pudo evitar abrazarse al cuerpo de su protectora con temblores de espanto que no sabía esconder, Natsuki sentía a la vez que le estaba estrangulando el brazo bueno, además de un par de asuntos rozarse demasiado contra su torso, le ardía el rostro y no sabía como separar a la chica de ella. Así que tomando la joya de zafiro en su cuello, estiró la mano, elevándola a la altura de su cabeza y pronto la gema comenzó a resplandecer con un brillo azulino. El conducto de la cueva se iluminó, dejando ver un sin fin de cristales, cientos de prismas brillaron y el pasaje se hizo insoportablemente romántico para la desconocida que tenía junto a ella, pero por fortuna Arika dejó circular nuevamente la sangre en su brazo.
A partir de allí el camino a través del túnel se hizo más tranquilo, la Lobuna se dejó envolver por la magia del lugar, era como tener una noche estrellada al alcance de la mano, resultaba tan tranquilo y de nuevo pensaba en mostrarle tan bello lugar a su dulce Shizuru... –"¿Qué harás esta mañana amor mío? ¿Me extrañarás como yo a ti? Ansío sentir el tibio roce de tus brazos en mi cuello, los tiernos besos que le prodigas a mis mejillas y el justo abrazo que nos acompaña cada noche antes de dormir. Tal vez solo debo regresar contigo, aun si no puedo mirar a los ojos a mi padre con mi fracaso a cuestas, te extraño insoportablemente."-
Atisbaron la luz al final del túnel, Natsuki depositó la gema en su cuello nuevamente y apresuraron el paso para salir de allí. Una vez la luz del radiante sol acarició sus cuerpos fríos y húmedos, suspiraron de alivio al mismo tiempo, ante este hecho Natsuki volvió la vista sobre la dama que sonreía como una niña. –Wooooo- La joven parecía maravillarse al notar el mar de pinos con las montañas de fondo, era como si olvidara por un momento que bajo sus pies se asomaba un grupo de rocas puntiagudas nada halagüeñas.
La Kruger concluyó que no podía perder más tiempo, así que volviéndose a mirarla. –Señorita Sayers, debo solicitar su confianza en un momento así, usted no puede bajar por este despeñadero en semejante indumentaria, podría lastimarse severamente, así que voy a confiarle un secreto que le suplico sepa guardar-
-Guardaré entonces su secreto alteza- Dijo Arika con una expresión totalmente confiada.
-Cierre los ojos y no se permita abrirlos hasta que se lo indique... no quiero asustarla- Era una extraña petición, de ello no cabía duda, pero por alguna razón esos ojos hechos de jade, le hacían confiar. Arika cerró los ojos y en cuanto esto aconteció, Natsuki la levantó en sus brazos. –Por favor sujete mi cuello señorita Sayers- Solicitó nuevamente.
Arika no previno lo que pasaba, pero la masa muscular de la Duquesa incrementó su tamaño, era como sujetar a un ser con bastantes más músculos y pectorales de roca. Pese a todo la chica guardó su promesa, aun cuando se sintió movida hacia el vacío no abrió los ojos, apenas escuchaba los pasos de las botas metálicas golpear contra las rocas. ¡Natsuki corría cuesta abajo saltando entre las rocas! Atemorizada por la segura caída, se aferró con más fuerza al cuello de su protectora durante un buen lapso de tiempo, hasta que al fin el agitado movimiento ceso, fue depositada cuidadosamente sobre la tierra y le fue indicado abrir los ojos.
Arika se vio a sí misma segura y salva al pie de la montaña, entre la arboleda, continuaron el camino hasta que volvieron a encontrarse con Iperion tranquilamente dispuesto al pie del árbol que su ama le había ordenado. Natsuki ayudó a la castaña a subir en el corcel y pretendió también subir, cuando a sus espaldas la tierra comenzó a removerse, las rocas a caer al pie de la montaña y resbalar muy cerca de donde estaban.
-Iperion... ¡Corre! Llévala a Fukka... ¡Ya!- La pelinegra le dio una prudente palmada a su caballo, que no tardó en salir al galope con una Arika que apenas se sostenía a la montura sujetando con dificultad las riendas.
La lobuna sonrió al saber a salvo a la chica, Iperion era el caballo más veloz de Fukka, por su mano que ningún monstruo le alcanzaría. Se volvió atrás, extrayendo su espada de la espalda donde la había guardado. –¿Me esperabas topito? ¡Aquí me tienes!- Natsuki corrió en dirección de los temblores, allí esperaba encontrar al Orphan causante de aquel destrozo.
Ante sus ojos se irguió la criatura, tan inmensa que los arboles se miraban como palillos a su lado, tenía la forma de un erizo con peligrosas garfas, así como una dura coraza en el lomo, pequeños ojos enrojecidos y un puntiagudo hocico. La pelinegra sostuvo la empuñadura de su arma con fuerza entre sus enguantadas manos, sin las hombreras de por medio tenía mayor flexibilidad, pero el brazo aun lastimado le importunaba restándole fuerza a su golpe. Natsuki acometió contra la criatura, dando un salto prodigioso que le llevó a la altura de su cabeza, pero en cuanto quiso dar la estocada mortal, el entendido ser interpuso su garfa repeliendo el filo del metal que iba a decapitarle. La lobuna usó la fuerza del golpe para arrojarse hacia atrás y evadir la envestida del monstruo, que agitaba su prominente extremidad como si retirara a un mosquito en las cercanías.
Las botas de metal se apoyaron en la rama de un fuerte roble mientras el Orphan gruñía molesto sin poder hallarla sobre lo alto de aquel perfecto camuflaje, a su suerte el árbol era frondoso y su follaje le escondía del horripilante 'topo'. El gutural sonido atrajo a otras dos criaturas, un ser que baboso que asemejaba a un pulpo con tentáculos cuyas puntas tenían puntiagudas ventosas y un león de fauces acidas, cuya baba desprendía el hocico del felino escamado con púas, el liquido derruía a su paso la roca que tocaba. Natsuki observó en silencio la situación que se le presentaba, notando el crudo estado de su brazo que manchaba la tela de un oscuro carmesí, otra persona seguramente hubiera muerto ante semejante infección. Tras aguzar la vista un poco evidenció en el monstruo baboso, al que mordió a su padre, esas ventosas tenían una mordida única e inolvidable. –Así que no todo esta perdido- Sonrió susurrando para sí, después de todo no se iría de ese bosque con las manos vacías.
La lobuna observó a los Orphan movilizarse en distintas direcciones, buscándole seguramente. Ello le daba una oportunidad única, pero una espada no era suficiente para enfrentarlos y su saco lleno de armas se había marchado junto a Arika e Iperion en su raudo galope, rogaba porque la chica estuviese a salvo, pero de ello se encargaría su fiero corcel, ese no era un caballo cualquiera, resultaba de lo más entendido. Enfundada su espada, la pelinegra se deslizó lenta y silenciosamente sobre las ramas hasta llegar sobre el robusto tronco del roble, allí pudo contemplar el punzante lomo del 'topo', con sus armas listas y cargadas con cartuchos de plata encantada apuntó a la cabeza de la criatura, necesitaba herir alguna fracción descubierta. En cuanto el primer disparo emergió de las 'gemelas' como llamaba a sus dos pistolas de mediano alcance, el agudo oído del monstruo del subsuelo le alertó inmediatamente, las púas se tensaron siendo disparadas en todas direcciones. Un gemido gutural emergió de las fauces del monstruo al ver congelada su puntiaguda nariz y herido uno de sus ojos.
Natsuki se resguardó en la cara oculta del árbol, allí no llegaron las púas que atravesaron solo la mitad del robusto tronco, pues el roble le sirvió de escudo. Con cautela volvió a mirar en la dirección del Orphan que arrasaba con todo a su paso, golpeaba las rocas y arbustos, comenzaba incluso a derribar algunos pinos a su alrededor en medio de gruñidos coléricos. La cabeza era el punto más frágil del monstruo, sin embargo era imposible acercarse por la espalda, cuando de su lomo arrojaba tal cantidad de estalactitas, al frente contaba con sus poderosas garras, si bien era ciego como cualquier ser que viviese bajo tierra, tenía un oído tremendamente agudo. La lobuna volvía a apuntar a la altura de la cabeza en lo que parecían sus oídos, siendo estos un par de agujeros a cada lado, la joven bestia agudizó la vista y aguardó pacientemente, inmóvil adherida a la corteza del árbol, esperando la oportunidad, necesitaba que se acercara un poco más... solo un poco.
Con el silencio de sus respiros y concentrada completamente en el adversario que se acercaba peligrosamente al roble entre horrorosos gruñidos, la pelinegra no sintió el tentáculo translucido y baboso que se deslizaba sobre las placas metálicas de su armadura, enrollándose imperceptiblemente por su bota. Con el dedo puesto en el gatillo y la mira en su objetivo, Natsuki sintió algo frío en su costado, algo que repentinamente le punzo causándole mucho dolor, calló su agonía mordiendo sus labios bajo la mascara hasta casi hacerlos sangrar, esperando no ser escuchada por el 'topo'. Sintió desde su pierna la fuerza de un jalón monstruoso, soltó una de sus queridas armas para aferrarse con su garra metálica al tronco y se negó a soltar la otra pendiendo de un hilo al vacío. Solo entonces los tentáculos antes invisibles se tornaron blancos y luego rojos, ¡Succionaba su sangre! Esa babosa chupasangre le jalaba desde la base del árbol con sus largos tentáculos y abría sus gigantescas fauces esperando que el bocadillo del día cayera como un fruto.
Un jalón más fuerte y Natsuki sintió que su garra de metal se abría lentamente paso en la madera de la corteza, caería inevitablemente. Volvió la vista arriba, notando al felino de escamas negras sobre las ramas a media altura en el árbol, le habían acorralado, esos tres Orphan estaban... estaban trabajando en equipo para cazarla a ella. Con el paso de los segundos se sentía cada vez más débil debido a la babosa chupasangre, no tenía mucho tiempo mientras el león descendía asechándola, seguro querría morder algo de ella. Por si fuera poco tenía al armadillo topo gigante observándola silenciosamente, esperando su ineludible fin.
-He... topo ciego... ¿Por qué no tomas un pedazo de mí?- Gritó tratando de no delatar el dolor que sentía, ¡Esa cosa iba a dislocarle el brazo! -¿No te duele ese ojo?- Estaba loca, ¿Le hablaba a un Orphan? –No puedes conmigo... así que te escondes ¡Cobarde!- Gritó nuevamente al notar que sus palabras si que habían afectado al extraño ser, que gruñía amenazante. –Créeme... he disfrutado mucho matando a otros como tú... esto no es nada- Musitó tratando de mantener su respiración normal y a suertes la máscara ocultaba la torturada expresión de su faz, en cambio el Orphan comenzaba a tensar sus púas, la babosa chupasangre la jalaba con más fuerza todavía y el leonino abría sus fauces para arrancarle la cabeza de un mordisco, la baba acida que soltaba el mismo derretía lentamente las ramas y la madera en derredor de su garfa, incluso el metal que cubría su mano. Era el momento... ese o ningún otro después. -¡Ven cobarde! ¡Acaba conmigo si es que puedeees!- Ejecutó un grito aun más sonoro, un grito de guerra y dolor.
El 'Topo' no resistió por más tiempo las injurias, desplegó un ataque de púas como infinitas flechas fueran visibles, Natsuki se soltó del árbol un instante antes de que el león de escamas logrará arrancarle la cabeza, el tentáculo le atrajo con más fuerza de la estimada, pero esta disparó rauda en el punto establecido y hacia abajo, aun más rápida con su garfa metálica cortó el tentáculo adherido a su cintura, antes de que llegara a congelarse y empalarle... el cruce de púas y estalactitas de hielo le salvo del ataque, aunque algunas rozaron su armadura, destruyendo algunos fragmentos mientras al otro lado cristales de hielo atravesaban las partes blandas del 'topo'. Una vez alcanzó el suelo, un estruendo estremeció el lugar en la base del roble, pues con sus botas destrozó a la babosa chupasangre que antes hubiera congelado, a cambio Natsuki notó como sus botas se tarjaban y rompían en algunos puntos bajo la planta de sus pies, allí los pedazos congelados del Orphan le lastimaron un instante antes de evaporarse en un sin fin de haces de luz verde.
La pelinegra posó su rodilla en el suelo de piedra con la respiración entrecortada, el lugar estaba demolido y ella estaba hecha una miseria. A su espalda cayó el león de escamas, severamente lastimado por las púas de su congénere y delante de ella estaba el inmenso ser del submundo con la nariz destrozada y algunas dagas de hielo en el vientre, pero ambos Orphan estaban vivos y se recomponían con la misma lentitud que ella. –Maldito... eres más duro de lo que pensé- Musitó la joven bestia jalando el pedazo de ventosa que colgaba de su costado, arrancarlo le costó un gemido de dolor y ponerse de pie otro poco, un repentino mareo le hizo trastabillar en el momento justo en que el leonino escamado se lanzaba sobre ella por la espalda y el topo arrojaba su garfa para destajarla.
Sin embargo una seguidilla de flechas tiró hacia atrás al enorme león, al tiempo que una brillante armadura aparecía ante sus ojos y la empujaba con fuerza lejos de la piedra. Otro estruendo resonó en el bosque y sus alrededores, pero Natsuki abrió sus ojos en la comodidad de unos brazos que la envolvían protectoramente. –Ni...Nina- Alcanzó a decir agotada al observar una melena negra como la suya justo antes de cerrar los ojos y dejarse llevar por la inconsciencia.
Nina Kuga llegó justo a tiempo y por su alma que en cuanto escuchó el eco de una batalla en los alrededores, llegó corriendo para ver a una lastimada Natsuki a punto de morir bajo las garras de aquel Orphan. No lo pensó dos veces, se apresuró disparando un par de ballestas con flechas de contundente tamaño, lo suficientemente grandes para repeler al león escamado, las soltó y con toda su fuerza retiró a Natsuki del camino, asegurándose de girar su cuerpo en el aire y recibir ella el golpe contra el suelo. Rauda y aunque angustiada por el deplorable estado en que encontró a su querida prima, se apresuró a moverla con sendos esmeros de su cuerpo, retiró su capa y con ella cubrió el frío cuerpo de Natsuki antes de emprender otra carrera para llegar junto al topo y el león que se miraban amenazados por la inesperada intrusa.
Nina sonrió, extrayendo su espada del cinto, sin embargo aquella espada no era como cualquier otra, Mikoto la había encantado especialmente para ella, proveyéndola de un don espiritual. El filo azulino comenzó a resplandecer a voluntad de la menor y alcanzó un tamaño equivalente al suyo, pero con un peso manejable para ella.
Una nueva batalla dio comienzo, el iracundo y lastimero 'topo' comenzó a atacarle con sus inmensas garras, a la par que el felino de púas negras comenzaba a arrojar escupitajos hechos enteramente de ácido, el león se movía con suma dificultad debido a su incapacidad para correr a causa de sus heridas, de las cuales destilaba un liquido negro también corrosivo. Nina lejos de repeler a la criatura gigantesca con su fuerza, que era tan humana como la de cualquiera, ocupó su agilidad y el lugar en el que se encontraba para evadirlos a los dos. Daba saltos impecables de rama en rama sobre los arboles todavía en pie, blandía su espada interponiéndola entre el acido y ella cuando estos tenían la posible suerte de asestarle, sin embargo las salpicaduras comenzaban a derretir su lentamente su armadura. Pero para ella esto no era importante, solo porque con sus esfuerzos había logrado alejar a los dos monstruos de su querida Natsuki, alcanzada ya la prudente distancia se detuvo para encarar a los dos seres.
Nina sopesó la situación mientras los dos Orphan le daban alcance, su mayor fortaleza como guerrera no era otra que la de usar la fuerza de sus enemigos contra ellos mismos, tal y como lo había hecho Natsuki ante aquella superioridad numérica. Ello le brindó una interesante idea que no tardó en poner en marcha, trepó sobre un árbol, corrió sobre su rama yendo al encuentro de sus rivales de los cuales el Leonino estaba rezagado, así saltó para quedar sobre el enorme topo elevando su cuerpo y su voz con un grito de guerra, levantó sus brazos empuñando el arma encantada a la que llamaba 'Neptuno' y con todas sus fuerzas realizó una estocada a la altura de la cabeza del Orphan. El 'topo' reaccionó interponiendo su garfa ante el filo encantado, con el resultado de ver la extremidad cercenada, el gruñido gutural y doloroso resonó con un fuerte eco en el bosque, pero Nina no desaprovechó su oportunidad, una vez en el suelo se apresuró a cortar la pata más cercana del animal y con una velocidad pasmosa así lo hizo también con el otro brazo y la última pata.
La joven con ojos de fuego se apresuró a realizar la estocada final sobre el monstruo desvalido, pero un escupitajo le rozó la hombrera y esta comenzó a derretirse sobre ella, aun más rápido la Kuga desprendió el broche dejando caer la pieza de metal oxidada y carcomida al suelo, también notó la quemadura en su hombro donde un pequeño hilo de sangre se destilaba a través de su brazo. Nina volvió la vista atrás, el león de escamas negras todavía quería dar pelea, bufaba mostrando sus colmilludas fauces, pero esto no impresionó a la pelinegra, si lo hacía el hecho de que de sus flechas no quedaba ya ni el rastro, la sangre purulenta las había derretido junto a las púas del Orphan topo.
Con el ceño fruncido y el Orphan felino frente a ella, sujetó la monumental espada entre sus manos haciendo caso omiso del ardor sentido en su lacerante herida. Nina agitó la hoja encantada para repeler el acido que era lanzado en su contra una y otra vez sin que el monstruo viera agotado aquel icor ponzoñoso, pero cada paso, cada evasión le ganaba más terreno a la de ojos rojizos, ella solo necesitaba acercarse lo suficiente para decapitarlo y esto el Orphan lo sabía, por lo que sus cojeantes patas retrocedían. Apenas faltaban unos escasos metros y la hoja encantada chorreaba el acido hasta la punta, la pelinegra agitó con fuera a un lado limpiándola y el acido comenzó a corroer el suelo donde caía. Lo que se esperaba fuera el final de aquella batalla, tomó por sorpresa la pelinegra, una enorme roca le vino de la espalda y esta tuvo que arrojarse a un lado para evitar ser atropellada. Desde el suelo Nina levantó la vista para contemplar al Orphan topo, cuyas púas retraídas y completamente enrollado en su coraza como bien lo haría un armadillo, se movía entre los arboles como una aplanadora hecha enteramente de roca.
-¡Diablos!- Debió acabarlo en cuanto tuvo oportunidad, se levantó corriendo para ocupar cualquier obstáculo que le evitara un atropello de semejante magnitud o ralentizara la velocidad del Oprhan. Las rocosas y sus diversas entradas le salvaron en más de una ocasión, así también ofrecieron una pequeña resistencia los troncos destrozados en medio de la confrontación, el sitio tenía el aspecto de haber sido incendiado, la tierra envenenada y el paisaje horroroso. –¡Usa la fuerza de tu enemigo en su contra!- Se recordó a sí misma mientras corría, se escondía y evadía. La Kuga buscó con la vista al felino de escamas y corrió en su dirección siendo seguida por la bola de armadillo que fuera el 'topo', el leonino arrojó el icor acido sobre ella, pero esta lejos de usar su arma para repeler el liquido, saltó con todas sus fuerzas, giró su cuerpo en el aire evadiendo por muy poco el liquido mortal y al león escamado, se deslizó sobre la piedra hasta caer de sentón en un abertura entre las rocas.
A sus espaldas la menor de las Kuga escuchó el gemido del leonino, que frente su ojos fue arrojado varios metros más adelante, encorvó su cuerpo haciéndose más pequeña en el agujero mientras la mole pasaba a unos escasos centímetros sobre su cabeza. Nina asomó el yelmo sobre la hendidura que la había protegido, notando que un pronunciado agujero se abría paso en la resistente coraza del Orphan, allí donde el icor le había golpeado y la sangre purulenta del Leon lo habían tocado, se dejaba ver el pelaje lleno de púas de erizo y lo que parecía la cabeza oculta del monstruo. Tras una breve contemplación del filo de su espada aun bañado por la sustancia corrosiva, la pelinegra salió de su escondite, se apresuró a empuñarla y correr sobre la roca, evadió entre saltos y piruetas al león lastimado cuyos chorros venenosos continuaban atacándola desde el suelo, llegó a la punta de la roca y con un salto que aprovechara el beneficio de la diferencia de alturas cuesta abajo, se precipitó de frente contra el armadillo, sus botas golpearon sobre la roca sin dejar de correr sobre la esfera acorazada, como si el tiempo se detuviese, encontró la abertura atisbada y allí clavó con toda su fuerza la hoja encantada.
El monstruo se detuvo abruptamente en su sempiterno girar una vez la estocada atravesó su cabeza y con la fuerza del impulso, Nina fue tacleada y arrojada contra las rocas más cercanas, el golpe casi la deja inconsciente, pero el instinto de supervivencia no se lo permitió completamente, porque al levantar la vista, el topo se evaporó por fin en una estela de brillos azules, sin embargo frente a ella yacía el Orphan felino que siseaba amenazante pero temeroso de acercarse a ella. Nina intentó levantarse, pero una de sus piernas se había atorado entre las piedras y ello le incapacitaba para moverse, además estaba desarmada, la espada encantada había caído al suelo perdiendo su tamaño tras la desaparición del topo y bastante lejos de su mano. Buscó entre sus ropas una pequeña daga que siempre ocultara en una de sus botas y se apresuró a calcular la distancia, además del punto certero, si usaba su única daga entonces no había nada más que se interpusiese entre ella y el felino.
Nina se irguió como pudo aun con el pie atorado, el Orphan no debía darse cuenta de su desventajoso estado o la atacaría inmediatamente, tenía que obligarle a yacer un poco más cerca, por lo que retiró su Yelmo y lo dejo caer a un lado con provocación. Sonrió encontrando sus ojos de fuego con los negros del ser, los dos estaban al limite de sus propias fuerzas, ella respirando agitadamente y él destilaba sangre oscura por sus numerosas heridas. El solido de cascos de caballo atrajo la atención del Leonino, ese fue instante definitivo, Nina lanzó su daga con precisión pasmosa, asestándola en el cuello del animal, empero el Orphan Gruñó dolorido volviéndose para realizar un último ataque con su acido... justo en ese momento la joven guerrera se cubrió con los brazos a la espera del terrible ataque. –"Lo siento Natsuki... te fallé"- Pensó en sus últimos instantes, sin embargo el icor nunca llegó a tocarla, al bajarlos temerosa se encontró con la cabeza del león escamado en el suelo y sus brillos comenzando a elevarse hacia el cielo, dejando de él apenas el rastro corrosivo de sus ataques.
-Ar... Arika- Musitó Nina con la mandíbula desencajada, detrás de donde estuvo la monstruosa criatura, se mostraba imponente una castaña envuelta en una prenda blanca de estilo griego con un lobo tejido en el centro, tenía dos hombreras con el emblema familiar, el cinto de una funda con su ausente espada, sus botas brillantes y el fiero Iperion con sus patas delanteras levantadas, en su mano portaba la espada que segó la vida del Orphan, cuyo filo se oxidaba y derruía por el acido. La vista era sin lugar a dudas portentosa, Arika le miraba con una sonrisa alegre, sus ojos brillaban intensamente al cruzarse con los suyos y sus cabellos se agitaban con el viento... que diferencia con la niña que recordaba del castillo de Wondbloom, ahora Nina tenía frente a sí una mujer muy hermosa.
La castaña soltó la espada antes de ver carcomido el mando y se asió a las riendas mientras Iperion relinchaba victoriozo, trotando en derredor del agujero que había dejado el monstruo, con un –Ohh... bonito... calma bonito- Palmeó el cuello del animal, descendió de la montura y fue corriendo junto a su querida amiga de la infancia.
-Nina... ¡Que alegría verte!- Musitó la castaña arrojándose a los brazos de la pelinegra.
-Ay... ayaayayayy- Se quejó por la dificultad de su pie atorado, pero sin soltar a la castaña.
-¿Estás bien?- Un par de zafiros le miraron con preocupación, mientras apartaba sus brazos de ella.
-No es nada...- Dijo Nina de lo más orgullosa mientras desviaba la mirada. Intentó a fuerzas sacar el pie pero ello fue imposible sin sentir dolor. –Espero no haber roto mi pierna- Suspiraba resignada, Arika corrió a buscar una rama para hacer las veces de una pequeña palanca y una vez liberada la pierna de las rocas, la castaña le ofreció su hombro para servir de apoyo a su amiga.
-Te dieron una paliza Nina- Susurró inocentemente, mientras le ayudaba a tomar asiento para verificar su estado, al retirarle la bota por fortuna no se había fracturado, pero si que lo tenía un tanto magullado.
-Tú apestas a Fango y vas vestida de forma muy inapropiada- Gruñó molesta la aludida, posteriormente retiró su guante de metal, sacó un pañuelo de seda de él y se vendó con fuerza el tobillo, volviendo a poner la bota en su lugar, así al menos podía ir cojeando por si sola. La morena se llevó dos dedos a la boca y ejecutó un silbido profundo, después de un par de minutos un corcel con negro pelaje apareció de entre los árboles. –Debemos volver por Natsuki-
-No hace falta...- Se escuchó una voz grave, las chicas se volvieron en dirección del sonido y allí de pie sobre la empedrada, vieron a la joven Duquesa, las botas destrozadas la tenían prácticamente descansa, en su pecho no aguardaba ya el peto de la armadura ni las hombreras, solo contaba con las rodilleras y tenía la ropa llena de tierra, así como desgarrada a la altura de sus costillas, el brazo izquierdo ya no contaba con el torniquete pero si que delataba la mancha carmín donde estuviera la herida. –Volvamos a casa señoritas, ya no tenemos nada pendiente en este lugar-
Nina sonrió y Arika se le quedó mirando con extrañeza, no es que su querida amiga de la infancia fuera la mar de sonrisas. El grupo montó los caballos, Nina llevándose consigo a Arika que se aferraba a su cintura y Natsuki sobre Iperion, no hubieron preguntas, no se dijo mucho, simplemente cabalgaron bajo la luz del sol de la tarde con la esperanza de retornar sobre Fukka llegado el amanecer, si querían alcanzar el castillo, tendrían que montar durante toda la tarde y la noche, con tan solo los indispensables descansos para alimentarse y brindar algún reposo a los caballos.
Silenciosamente y con el sol brillando sobre el cielo despejado Natsuki suspiró profundamente, aunque estaba entumida por la toxina del Orphan chupasangre, tenía los pies llenos de cortes, el brazo izquierdo le dolía mucho, al fin sentía paz en su corazón pues después de aquellos casi dos meses lejos de su esposa, llegado el siguiente día podría volver a verla. –"De nuevo iré junto a ti mi amada Shizuru, otra vez descansaré con el arrullo de tu hermosa voz y con la tibieza de tus brazos envolviendo mi cintura"-
