Saludos a todos y todas, esperando iniciar el año con buen pie, he escrito este capitulo y los subsiguientes hasta el 22 para su entretenimiento y por el placer mismo de escribir... espero que este sea de su gusto, los siguientes serán publicados uno por semana, dado que tengo otros trabajillos pendientes que por respeto a los lectores no debo descuidar. Siempre es un placer saber de ustedes y sus opiniones son en extremo valiosas, espero me hagan saberlas. n.n

Danza Entre Lobos

Capítulo 20

Silencio I

El brillo celestino de la luna siempre mantiene una escondida magia que sabe hacer de los instantes más comunes algo sobrenatural. Así le parecía sentirlo cuando con su figura elevada sobre el techo podía mirarla en silencio, con sus ojos dorados la contemplaba dormida. Lentamente y sin ruido alguno descendió hasta levitar a escasos centímetros de la hermosa mujer que dormía apaciblemente en el lecho. La figura de la diosa había cambiado, siendo apenas iluminada por la luz del astro nocturno, delataba un contorno más alargado y atlético, sus antes pequeñas trenzas eran cosa ya del pasado, su larga melena estaba sujeta por una coleta envuelta en tejidos dorados y apoyada apacible en la fina línea de su espalda, la misma que estaba apenas cubierta por líneas cruzadas que sujetaban la prenda justa en su pecho ahora más desarrollado. Podía observarse las puntas erizadas de su cabello hacía atrás y la definida patilla en punta que caía sobre su mandíbula, la horma de un rostro más alargado y femenino a contra luz.

Mikoto estiró su mano gentilmente para acariciar la mejilla de la joven dormida, acarició la tibia piel con tal delicadeza que la mayor de las Fujino no se inmutó en sus sueños, mas una sutil sonrisa apareció contagiosa en sus labios. -¿Por qué una mortal como tú ha hechizado a mis ojos para que no pueda apartarlos de ti?- Susurró tan bajo que apenas fue escuchada por sí misma. Los párpados cansados de la diosa se cerraron, conteniendo en su interior una pena tan honda y un recuerdo vino a su mente.

-Mikoto...- Susurró una joven de larga melena rojiza con brillos naranja a la luz del sol, la doncella le miraba con sus brillantes ojos azules con matices violeta. Estaba simplemente sentada sobre la roca que daba una vista perfecta al santuario en honor del dios gato, la joven Miko ostentaba gloriosamente su Chihaya, compuesto por un Hakama de un rojo escarlata y una camisa blanca con hombros sueltos, lucía en verdad esplendorosa.

Hermosos brillos dorados se formaron en el centro del lago en que habitaba la diosa, hasta que la luz dio paso la forma de una jovencita con rostro infantil, la divinidad simplemente flotaba sobre el agua, sin que sus pies rozaran el cristalino liquido. -¿Si?-

-Quisiera preguntarle algo gentil Kami-sama, ¿Podrías responder?- La inocente joven miraba con curiosidad a la deidad, el Dios Gato era una niña, una criatura de luz que se mostraba juguetona en su presencia. Le había descubierto arrojando bolas de nieve en el invierno, aunque solo una persona con un gran poder espiritual podía hacerlo.

-¿Qué es el amor?- Cuestionó con una mueca curiosa y juguetona la de zafiros por ojos.

Los dorados se abrieron sorprendidos, pero tomando una postura de flor de loto en el aire Mikoto centró su atención en la joven Miko. –Amor se define de muchas maneras y cada ser te dirá algo diferente, pues no existe una explicación precisa... pero es el sentimiento que revoluciona al mundo, la fuerza más poderosa, incluso mayor al don de un dios- La diosa cerró sus ojos pero al abrirlos se encontró con la imagen de la tristeza de su querida sacerdotisa. -¿Por qué lo preguntas Misha?-

-He conocido a un joven guerrero, sus ojos son brillantes y sus cabellos hechos de cobalto, su piel tan blanca como la luna en el cielo nocturno, sus palabras son gentiles y su voz tan grave...- La jovencita se sonrojaba y ante esto la diosa fruncía el ceño.

-Eso no es amor...- Dijo casi gruñendo y desviando la mirada a otra parte. –Es pasión... la forma más primitiva del amor, no lo confundas Misha-

-Lo siento Kami-sama... no he pretendido ofenderle- La Miko se encontraba postrada sobre la piedra en el borde del lago, con la frente en el suelo.

Mikoto se rascó la cabeza, no le gustaba ver angustia en la hermosa faz de su querida Misha o hacerla sentir mal, tal vez desaprobar su conducta impropia de una de sus sacerdotisas significaría alejarla y no deseaba eso. -El amor que todo lo da sin esperar nada a cambio, es el único momento en que el egoísmo no existe... los seres a los que amas se vuelven parte de ti, la dicha nace del instante más pequeño, extrañas en su ausencia, te duele su dolor con más fuerza... su dicha es el mayor de tus triunfos, la corta vida de un mortal se hace infinita en la memoria de los momentos compartidos... esa es mi concepción del amor que puede existir entre dos mortales, una pareja que ha de consagrarse a su complemento- La diosa bufo con un mohín molesto. –Pero Misha no debe olvidar que hay muchas formas de amor, el que se profesa al cuidado de la vida misma en las plantas y seres vivientes, a la familia que lo es más allá de los lazos de sangre, a la vida que nace de una mujer o en las oraciones que suplican por el bienestar del otro- Pero la joven Miko no escuchaba ya su explicación sobre los otros tipos de amor.

-Entonces estoy enamorada... amo a mi querido Naraku- Decía para si misma la pelirroja estrechando la unión de sus manos muy cerca de su pecho, también un casto sonrojo llenaba sus mejillas y sus ojos estaban llenos de un brillo especial.

La diosa sintió un agudo dolor que supo ocultar en una sonrisa. -¿Has venido a mí para decir que deseas liberarte de tus votos?- Mikoto se refería a la promesa que hacen sus sacerdotisas sobre dedicar toda su vida a la oración, a la protección espiritual de sus semejantes, a la purificación, el cuidado del templo y preservarse castas hasta el final de sus días, ello no era algo nuevo para la Diosa cuya vida era infinitamente más larga, pero por primera vez una nota de angustia se escapaba en su voz.

-Yo... yo realmente deseo estar junto a él... si Kami-sama lo consintiera... entonces- Se la notaba tan esperanzada.

-Podrías desposarte con él y vivir una vida a su lado- Mikoto contuvo una mueca de dolor, forzando su sonrisa. La joven simplemente asintió con la cabeza en un gesto suplicante.

-Entonces, si ese es el verdadero deseo de Misha...- Una deidad no puede ni debe decidir por sus protegidos, aun ante los actos malvados no podría interferir, tanto como no puede obrar en los actos bondadosos que nacen del corazón. A menos que se violaran las leyes del mundo espiritual, solo si los demonios lograsen atravesar la dimensión, solo entonces podría mostrar su verdadero poder. –Yo la libero de su promesa y le brindo mis bendiciones a su unión con ese mortal- Mikoto elevó la vista al cielo, extendió los brazos y un intenso brillo comenzó a inundar el lugar.

-Espere un momento Kami-sama... ¿Podré verla de nuevo?- Le detuvo por un momento la joven ligeramente preocupada.

-Me temo que no, en cuanto seas una con el hombre que has elegido... ya no podrás verme más- La expresión de Mikoto se hizo comprensiva para ocultar su propia tristeza. Misha amenazó con llorar, no quería perder el vinculo con la diosa. –Pero no temas... aunque no me puedas ver, yo siempre estaré a tu lado... mi querida Misha- Susurró, la Miko asintió con la cabeza y así la Diosa dejó caer sus bendiciones sobre ella, a la par que le liberaba de su pacto.

En cuanto el encantamiento se apagó, dejando a la vista el solitario lago sin que Misha pudiera ver a la diosa en los alrededores, con una mano se despidió y se alejó hacia el camino empedrado que la llevaba hacía el poblado de Fukka, donde se reuniría con su amado Naraku. Lejos de la vista de Misha, una triste Mikoto apoyaba un brazo en la corteza de un hermoso cerezo. –Amor... también significa dejar ir a la persona más importante para ti, cuando su felicidad es lo más importante- Musitó antes de evaporarse en medio de brillos dorados.

Una lágrima se deslizó hasta su barbilla, la gota cayó sobre la mejilla de la durmiente Mai, entonces los orbes lila se abrieron somnolientos bajo sus tupidas pestañas. –No llores...- Susurró elevando su mano para secar el rastro dejado por la lágrima en la mejilla.

Los ojos dorados se abrieron espantados y Mikoto no tardó en evaporarse, más que asustada por haber sido sorprendida en un estado tan vulnerable para una deidad. Escondida en un rincón oscuro contempló a Mai, pero esta bajó su mano con una sonrisa apacible y se dio la vuelta en su cama... La pelinegra ya no estaba segura de ser otro sueño para la señorita Fujino, se recriminó mentalmente el haber sido tan descuidada antes de abandonar por completo la habitación. Los ojos lila por otra parte permanecían abiertos del otro lado de la cama. –Una expresión tan triste en un rostro tan hermoso- Se encogía bajo sus sabanas, pero al moverse otra vez algo pinchó en su lecho. Extrañada la de cabellos rojizos buscó muy cerca de su almohada, entre sus dedos estrechó un cristal translucido con la forma de una gota, Mai no sabía mucho de gemas preciosas, pero aquel objeto tenía quizás demasiado parecido a un diamante. -¿Quién eres? ¿Por qué te mirabas tan triste?- Musitó para sí antes de sentir el peso del sueño en sus párpados.

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Shizuru se levantó aquella mañana un poco apresurada, peinaba sus cabellos con una sonrisa en los labios dejando quizás olvidado el jarrón vacío en la mesa. Había dormido muy poco a causa de sus prolongadas charlas con Tomoe, no imaginaba que la chica fuera tan divertida pese a haber contado con su compañía durante toda la vida. Ante sus ojos y en el secreto de escondite de su alcoba había bebido bastantes tasas de té no precisamente a la hora adecuada, pero si entre bromas y conversaciones triviales, que le habían hecho más soportable la ausencia de su esposa. Tras un mes y medio de ausencia de Natsuki, había dispuesto un sofá para la comodidad de su servil, tal determinación la había tomado en cuanto despertó con la chica durmiendo en la alfombra aquella primera noche de charlas.

Bajó presurosa por las escaleras, en el salón yacía su padre leyendo un libro, su madre estaba junto a él con una tasa de té en las manos, estaba claro de quien devenía aquella costumbre. Allí también estaba Tomoe lustrando las botas de su padre, en cuanto cruzaron miradas una sonrisa cómplice se formó en los labios de las dos, pero nadie lo notó. Shizuru se apresuró a saludar a su padre con un beso en la frente y abrazar a su madre, los dos le miraron sorprendidos, no se notaba tan animada a la menor de sus hijas desde que la bestia había salido del castillo, en una supuesta misión de protección de las fronteras donde el padre había resultado seriamente lastimado. Satoru sonrió y Mizue también lo hizo contenta, mientras ambos veían a su hija apresurarse a la cocina donde encontraría a las abuelas de las dos familias.

-¿Qué vamos a preparar esta mañana?- Musitó la castaña tomando un mandil del perchero, para acercarse al horno de leña donde Mai preparaba un delicioso pan para el desayuno.

-Tal parece que mi hermana sabe cuan bien se enamora a un hom... a una mujer por el estomago- Corrigió raudamente la pelirroja con un sonrojo en sus mejillas. Los rubíes contemplaron un curioso dije en el cuello de su hermana, en el centro de una sencilla cadena de plata colgaba una joya única con la forma de una gota muy bien definida, era la obra exquisita de un hábil artista.

-Ara, tal parece que mi dulce hermana tiene un nuevo pretendiente- Dijo con tono juguetón.

-¿He?... no... verás- Mai no podía decir que había visto el rostro más hermoso y de él se había desprendido tan increíble joya. –Fue un obsequio de Kanzaki-san... lo ha traído el mensajero esta mañana- Mintió rápidamente, recordando que ella había recibido la correspondencia del mensajero muy temprano en el jardín.

-No me lo esperaba de Kanzaki-san...- Sonrió ampliamente Shizuru, con una expresión que se antojaba serena pero maliciosa.

-Se ve de lo más a animada a mi nieta ¿Alguna razón en particular?- Kaede miraba algo diferente en su querida Shizuru y pese a la alegría que destilaba, la anciana no era tonta y claro que podía ver las ojeras de la joven perfectamente disimuladas en un poco de maquillaje.

-Este día Margueritte-san ha prometido enseñarme a preparar un plato típico de Fukka, realmente desearía sorprender a Natsuki cuando retorne de la frontera- Respondió de lo más contenta Shizuru.

Las dos mujeres sonrieron, esa jovencita si que resultaba ser una esposa ejemplar, pese a la ausencia de la Duquesa, Shizuru había sabido recuperar sus ánimos y poner aun más empeño en atender a su esposa, como se esperaba de una dama como ella. -Pues muchacha, has debido solicitar la instrucción de tu nueva abuela- Intervino Sanae. –Yo nací en Fukka y créeme que conozco un guisado de codorniz por el que mi nieta se chuparía los dedos... además, te daré mi secreto para que Natsuki devore todo cuando prepares, es una receta que ha permanecido en la familia por muchas generaciones- La abuela Kuga sonrió al ver como el interés de Shizuru se incrementaba, quien hubiese dicho que ese matrimonio fue un error, dijo una absoluta falacia.

Se pusieron pronto en la tarea de preparar el desayuno, mientras Sanae le mostraba sus secretos culinarios a una atenta Shizuru, de entre ellos la preparación de un aderezo especial al cual llamaban mayo, en honor del mes en que fue descubierta la receta por uno de sus antepasados. A ellas se unió Tomoe, así pronto tuvieron listo el desayudo y gran parte del almuerzo, solo faltarían unos detalles más en la hora indicada. Entre charlas cotidianas, todos comieron y bebieron a gusto hasta ver saciado el apetito, entonces Akira se presentó ante todos por ordenes de Takeru, quien continuaba aun en cama, al parecer su cuerpo no sanaba ya con la velocidad de antaño cuando era un joven mozo.

-Estimada Familia Fujino- Akira aun con el brazo puesto en un cabestrillo hizo una venía esmerada, atrayendo consigo la mirada de todos, aunque la más insistente de todas venía de unos iris grisáceos muy conocidos. –Mi lord me ha ordenado darles a conocer la fuente de nuestra prosperidad, el señor Kruger lamenta no poder asistir el mismo, pero es de vital importancia de la Duquesa Shizuru Di'Kruger atienda los negocios de la familia en la ausencia de su honorable esposa-

Satoru gruñó ante el apelativo que usó la servil para referirse a su hija, pero olvidó pronto el detalle ante la mención de la fuente de la fortuna de la acaudalada familia Kruger ¿Cómo podían sostener tal opulencia? Sostener incluso un ejercito y tan numerosos sirvientes. Fue el primero en ponerse de pie y ofrecerse a hacerle compañía a su hija, a quien de ningún modo dejaría marchar sola por una tierra tan hostil como aquella. El segundo en ofrecerse resultó ser Takumi, por otras razones muy diferentes, así como una curiosa Mai encontró interesante la idea de salir al fin del castillo, que si bien era bellísimo y místico, llegaba a ser agobiante a veces. Mizue y las abuelas decidieron jugar un par de partidas de damas chinas, así como decidieron esperar en la comodidad del salón para atenderlos a su retorno.

Las doncellas fueron ayudadas a subir al carruaje junto con Satoru, Takumi se negó a subir en él y decidió usar un semental marrón de casta reconocida. –Este ejemplar se llama Simarron y es un obsequio de la Duquesa para usted, procede de Emperatriz e Iperion, el fiero corcel de su señoría, tiene 5 años de edad- Informó Akira entregándole las riendas del caballo a Takumi, sus manos rozaron por un momento y las mejillas de ambos enrojecieron, pero la pelinegra había desviado prudentemente la mirada a otra parte.

Takumi reaccionó y no tardó en asistir a la dama para que subiera en su caballo, ya que la mano incapacitada le dificultaba la tarea. Una vez montados en los corceles, el camino dio inicio para que salieran por el gran portón del castillo Kruger, el recorrido se hizo tranquilo ya que el sitio designado no quedaba muy lejos. Aprovechando la soledad del refinado trote de sus caballos, Takumi se puso a un lado de la joven Okuzaki.

Acumulando todo el valor posible intentó procurar alguna conversación. –Es este un hermoso día Akira-san- Con los ojos puesto en el cielo despejado, en el cual habían unos pocos algodones blancos que fueran nubes, intentó desviar su atención a otra parte que no fuera la dama.

-Procure señor, referirse a mi por mi apellido, que no es apropiado para un caballero de su categoría- Fue todo cuando respondió la chica de ojos marrones, pero en cuanto volvió la vista sobre él no pudo tolerar la expresión desdichada en su rostro. –Es hermoso si...- Añadió, con el pequeño gesto Takumi levantó la cabeza para mirarla, pero Akira miraba ya en otra dirección.

-¿Se ha recuperado ya de sus heridas?- Decía esperanzado el muchacho.

No completamente pero no quiso admitirlo. –Salvo por mi brazo estoy perfectamente, una fractura requiere un poco más de tiempo- Respondió como si nada la servil, pese a todo la dama seguía usando ropa que no delataba para nada su genero femenino.

-Yo... yo lamento mucho lo que pasó ese día... Okuzaki-san estaba lastimada y yo- Se le miraba con tanto arrepentimiento bajo la mirada triste y culposa.

-Y usted golpeaba a su alteza, tiene mucha suerte... otros morirían por menos, pero Natsuki-sama ha sido benévola solo porque usted es el hermano de la señorita Shizuru...- Ella no quiso darle importancia, por eso refirió el perdón de la Duquesa ausente.

-Aun debo disculparme con ella, implorar su perdón si es preciso... pero ahora, te estoy suplicando a ti perdón, yo jamás quise hacerte daño Ak... Okuzaki-san- Con esos ojos cristalinos mirándole, con esa voz suplicante... arggg si que le dificultaba la vida a la joven sirviente.

Akira se volvió a mirarle con el ceño fruncido mientras su caballo relinchaba un poco. –Yo le he perdonado en el instante que lo hizo Fujino-san... pero bien le recuerdo que los hombres no lloran y esta muy mal visto este estado lamentable en su cara- No le gustaba ver lágrimas en la grisácea mirada del chico que tanto hacia tambalear sus convicciones, pero no conocía otra forma de hablar.

-No me importa lo que piensan los demás de mí, aun si no soy lo que todos esperan... a todos puedo decepcionar con gusto, si ante tus ojos... eso no me restara valor- El chico estrechaba las riendas en sus manos enguantadas con bastante fuerza.

-No eres un hombre...- Akira desvió la mirada sobre él aun con esa expresión de malas pulgas. Le molestaba que fuera tan sumiso y tierno con todas las tontería que decía. –Primero debes convertirte en uno- Agitó sus riendas y aceleró el ritmo, no quería seguir viendo ese rostro afligido por más tiempo.

Takumi se apresuró también ganando los dos un buen trecho entre sus caballos y la carroza. –Seré un hombre para ti... ¡Solo dime que hacer!-

-No hay nada... ¡Nada que hacer!- Le respondió Akira enfadada, mirándole con los ojos rojos por el llanto que amenazara con salir. –Yo estoy prometida a otra persona... ¿Por qué no puede entenderlo Fujino-san?-

-Porque no he visto a ese hombre que se precia de llamarte su futura esposa- Dijo él castaño con dolor en la voz y los ojos. –Porque si lo viera, lo retaría en duelo a muerte para tenerte- El castaño estiró el brazo y logró sujetar entre sus dedos la mano de la joven.

-Eres un idiota... ¡Te mataría en un santiamén!- Retiró la mano con brusquedad, ciertamente el general había elegido al mejor guerrero del clan para ser su marido, Takumi no duraría ni 30 segundos en duelo y eso le resultaba aborrecible.

Takumi tensó la mandíbula, por primera vez delatando su enfado, adelantó e interpuso su caballo con un movimiento curiosamente varonil, Simarron levantó sus patas amenazando con tumbarlo, pero él se asió firmemente a su montura logrando calmarlo y a la par, evitar que el corcel de Akira siguiera su camino. El Fujino bajó raudo de la montura, se apresuró a llegar con el otro caballo que asustado daba brincos, Akira se sostenía con una mano difícilmente cuando Takumi sujetó las riendas del caballo, controlándolo por completo.

-¿Qué haces imbécil?- La carroza estaba a nada de alcanzarlos y ella no quería que escucharan la inapropiada conversación.

-¡Hago que me escuches!- Una fiera mirada grisácea unida a una rara determinación en su faz, hizo que Akira viera a Takumi con estupefacción. –Que me importa poco si todos lo saben... ¡Yo amo a Akira Okuzaki! ¡Que lo sepan! Tú eres el hombre, o la mujer o lo que sea que seas... eres la persona que se ha robado mi corazón- Dijo sinceramente el muchacho sin apartar la mirada de los otros que estaban entre contrariados y sorprendidos. Takumi sujetó la mano de la dama con delicadeza entre las suyas. –Por eso... me convertiré en un hombre de verdad para ti, retaré a ese hombre que es tu prometido, y no me importa el resultado... porque yo no sabré vivir sin Akira, si Akira no es mi mujer, la madre de mis hijos, la dama que acompañe el resto de mi vida... entonces no será ninguna otra- Sentenció sin temor alguno, repentinamente las mejillas del muchacho se sonrojaron violentamente. –Aun... si a ella le gusta hacer el amor de esa manera tan extraña, yo seré feliz solo a su lado- Musitó con voz suave y abochornada. –Yo te amaré toda mi vida-

-Eres... eres... insoportable Takumi Fujino- Las lágrimas brotaban ya sin recato de los ojos marrones de Akira cuyo rostro se comprimía angustiado y dolorido. ¿Por qué tenía que enamorarse del hombre que no era para ella? No era justo, la vía honorable solo acabaría con la vida del muchacho, Nakamura lo mataría sin reparos y cualquier otro modo, solo deshonraría a su familia con sus actos reprochables. No soportando la espina que se alojaba en su pecho, agitó las riendas empujando al castaño, este trastabilló cayendo de sentón al suelo.

Al ver que se alejaba Takumi gritó. -¡Cásate conmigo! ¡Cásate conmigo! ¡Cásate conmigo! Ca... cásate conmigo- Dijo al final bajando la mirada desolado. –Yo no quiero a otra para mí- Sintió una lágrima derramarse.

Y después de lo que pareció un eterno silenció, escuchó un gritó molesto. -¡Hey Fujino!- Era la voz de la chica que lo había dejado allí tirado, volvió la vista a ese lado, la vio girar su caballo y volver al galope, la vio intentar bajarse del corcel presurosa, él reaccionó poniéndose de pie para atraparla como si la vida se le fuera en ello, en cuanto la sostuvo en el aire de puro milagro, sintió los labios de la chica posarse sobre los suyos, el castaño respondió sin dudarlo, saboreando al fin el gusto de la dicha, la pasión y el amor. Vino entonces la maldita necesidad de respirar. Desde su oído escuchó la voz suave y femenina de Akira por primera vez. –Hasta un hombre puede llorar cuando alguien le rompe el corazón- Los brazos que le envolvían por el cuello le sujetaron más fuerte. -¿Aun quieres desposar a la mujer menos femenina que conoces? A la que te ha hecho sufrir...- La voz se ahogó en el cuello de su camisa.

-Nunca he estado más seguro de nada en mi vida... por Akira todo merece la pena- Se aferró más a ella, Takumi buscó en su bolsillo una cajita, se apartó un poco, se arrodilló y levantando la mirada, tomando la mano para retirar el guante y en él depositar un anillo de oro blanco con un rubí incrustado. –Como grité hace un rato...- Se sonrojó violentamente. -¿Te casarías conmigo? Prometo convertirme en el numero uno de Akira-chan- Sonrió tiernamente ladeando el rostro.

-"Rayos... cuando es tan mono resulta difícil pensarlo muy varonil... pero que... hay suficiente masculinidad en mí para los dos" Err... vale, ya veremos que hacer con el general... le haré entender aun si es a golpes- Desvió la mirada a un lado muy sonrojada.

-Eso es un ¿Si?- La miró confundido el pobre castaño todavía con la rodilla en el suelo. ¿Quién era ese tal general?

-Te cuesta entender... pero... es... es un si- Ahora si que sentía hasta las orejas arderle. El chico que no cabía en si mismo de la dicha, se levantó y la abrazó deseando no soltarla, para no dudar de que fuese un sueño, pues de ser el caso rogaba por no ser despertado.

Mai carraspeó la garganta para hacerse notar antes de que los dos jóvenes envueltos en su halo de amor se pusieran muy cariñosos para el gusta y la vista pública. Ellos claro que habían contemplado prácticamente todo el desenvolvimiento de los hechos, la carroza se detuvo abruptamente para no atropellar al joven Takumi que había cesado el galope de su caballo interponiéndose ante el corcel de Akira, desde entonces lo habían visto y oído casi todo, algunos susurros no fueron audibles desde esa distancia. Lo cierto era que ninguno se atrevió a importunar las declaraciones de la pareja, ni siquiera el impertinente Satoru. Shizuru sonreía pícaramente, porque ella lo sabía desde aquella época en la que Akira servía a su familia en Tsu, por otro lado, después de un poco de observación fue la primera en notar que el leal sirviente, era realmente una chica de proporciones muy delgadas y aunque le sorprendió, que su hermano se enamorara de ella pensando que era un hombre, ello no resultaría ser un impedimento, no le importaba si Akira lo fuera, el amor es amor sin importar que... tal vez... solo tal vez, su corazón admiraba lo que veía, porque a ella le faltaba valor para admitir un par de cosas ante sí misma. Por su parte Satoru no salía del Shock, él que nunca prestaba atención a ese tipo de detalles tenía los ojos a punto de salir de sus cuencas, su Takumi, su orgullo de padre le había propuesto matrimonio a otro hombre en sus narices.

-Papá... Akira-san es mujer- Shizuru se permitió evitarle un escandalo a su hermano, no quería que nada empañara la dicha que se escabullía de sus ojos grises al contemplar a la joven Okuzaki. –La señorita Akira Okuzaki pertenece a la prestante familia del General Okuzaki, honorable guerrero que ha sabido mantener la paz en la capital de Windbloom- Para la menor de los Fujino no era de importancia la procedencia de la joven, aun si fuera de la cuna más humilde o la más prestante disponible, sabía que su padre opondría resistencia al hecho de no ser ella de una noble casta. Shizuru supo que estaba logrando el cometido de evitar una discusión nada más contemplar la pequeña sonrisa que se iba formando en los labios del padre, malamente conocía algunos detalles del Fujino mayor que no le enorgullecían, pero que estaban resultando ser de lo más útiles en ese momento. Por lo que decidió rematar el asunto. –Y la señorita Okuzaki es la única hija del General, única heredera de su legado, títulos y fortuna-

-¿Cómo es posible que una mujer de tan prestante cuna sirva a los Kruger?- Se preguntaba el hombre contemplado el abrazo cálido que Mai le obsequiaba a la sonrojada pareja, más que alegre por la buena noticia.

Shizuru no pudo evitar una sonrisa en sus labios al recordarlo...

Fue un poco tonta al sentir celos momentáneos por la forma amigable y tremendamente confianzuda con la que se trataban ella y Natsuki. Las veía venir sobre el jardín desde el balcón de mármol cerca de la entrada al castillo, Akira tenía un brazo levantado sobre el hombro de su esposa, mientras la lobuna también tenía el suyo sobre el hombro amigo, venían riendo a carcajadas y en cuanto la vieron, realmente debía tener una expresión molesta, porque se separaron como si la piel de la otra quemara. Akira se retiró inventando una excusa barata y sin argumentos, pero ella fingió como que nada pasaba. En cuanto quiso irse a otro lugar con la molestia en alguna parte de su estomago, una mano le sujetó con delicadeza. –¿Shizuru? ¿Estás bien?-

-Perfectamente...- Musitó con tono neutral. –Tengo cosas que hacer, así que si me disculpas-

-Estas enojada- Dijo con un tono de voz tan tímido que no pudo evitar volverse a mirarla, en ese momento vio la expresión más tierna posible de su conyuge, se sujetaba las largas patillas de su melena o lo que se escabullía de las placas de su máscara, pronto soltó sus cabellos y junto la puntita de sus dedos índices con lo que se antojaba un bochorno enternecedor. –No sé porque estas enojada... pero... pero yo no quiero causar molestias a Shizuru, así que si yo puedo... puedo corregir aquello que la ha enfadado, entonces yo haría cualquier cosa-

Enojarse con ella era una perdida de tiempo siempre que hiciera eso, pero necesitaba saber algo o no tendría del todo calma. –Okuzaki-san... ella porque sirve a Natsuki si por lo que he sabido pertenece a una familia importante en la corte de Windbloom-

Natsuki le miró sin entender, torciendo sus labios en una mueca confusa, levantó los hombros. –Bueno verás... Su padre tiene una deuda de honor con él mío, él salvó su vida en medio de una confrontación con unos forajidos cuando estaba de visita en la capital, entonces el prometió a mi padre su lealtad eterna y su servicio, sin embargo... el general ya es algo viejo y no podía por su propia mano cumplir la promesa... repentinamente un día Akira se presentó aquí en Fukka en nombre de su padre y juró proteger a nuestra familia con su vida... mi padre se negó, no deseaba verla lastimada y el agradecimiento del general le era suficiente, pero Akira insistió en que por su honor así lo haría- Natsuki sonrió de una forma tierna, Shizuru supo entonces que veía a Akira como a una hermana. –Teníamos 10 años y mi padre lo consintió solo para que nos hiciera compañía a Nina, a mí y aa Na...- Iba a mencionar a una tercera persona pero les interrumpieron para ocupar la hora del té y dado que a ella le encantaba el té, no podía como una dama rechazar el momento. La charla se suspendió y ella olvidó preguntar el otro nombre.

Una vez le explicó al padre como Akira había terminado formando parte de las filas del ejercito de los Kruger, el hombre gruñó por lo bajo, pero él mejor que nadie entendía la postura en la que pudo sentirse el general y a falta de un descendiente varón, se vio obligado a enviar a una que tenía todas las pintas de ser uno, aun siendo mujer. Después de aquello se acercaron a la pareja y ofrecieron sus mejores deseos.

-He muchacho... al fin has escogido, mira que me estaban preocupando mis nietos...- Nada más decir aquello los colores se elevaron en las dos caras con un intenso tono escarlata.

-¡Padre! No debe ser tan indiscreto- Refutó Mai también abochornada, con vergüenza ajena por el par de jóvenes cuyas manos se preservaban sujetas.

-Pero hija... sabes bien que ya solo me aguarda esa esperanza en ti y Takumi... me temo que...- Satoru acalló sus impertinentes palabras al contemplar como la faz de Shizuru se ensombrecía al escuchar aquello, claro que ella no podría jamás acunar en sus brazos a un bebe y no amamantaría a sus hijos nunca, debido a que estaba casada con otra mujer, infértil e incapaz de prodigarle en el futuro las risas esperanzadoras de los niños en el jardín. Satoru se mordió los labios mientras Takumi se apresuraba a abrazar a su hermana para darle consuelo, Akira volvía la vista sobre Mai, que en su pecho estrechaba con fuerza el puño.

-No temas querido hermano- Acarició Shizuru la mejilla de Takumi, cuyos ojos la contemplaban con curiosidad. –Siempre puedo tener unos sobrinos hermosos... espero que se parezcan mucho a los dos y que Mai también me preste a los suyos para malcriarlos- La risa límpida de la bella de Tsu no tardó en avergonzar a todo el grupo.

-"Oh... que dicha bendita tener una hija tan valiente"- Pensó Satoru observando a sus hijos con orgullo, el como se apoyaban los unos en los otros, siempre una razón era el luchar por la dicha de todos, ya que más daba si Akira no era la mujer más delicada del mundo, su hijo había escogido esposa y la pareja no se vía tan mal, de hecho realmente tendría nietos hermosos venidos de ese par. Por su parte, Mai tenía a Reito, un prometido maravilloso que no se olvidaba de ella con presentes como aquel exquisito collar, tenía mucha suerte... tan solo restaba poder alcanzar la dicha de su pequeño tesoro rubí, Shizuru estaría libre de ese monstruo a como diera lugar, o eso pensaba Satoru con renovada fe en su misión, ya hablaría con Tomoe para continuar la siguiente parte del plan con ayuda de la señorita Julieth.

El grupo continuó su camino, por la gracia y elocuencia de Akira supieron y visitaron los lugares que generaban riqueza a la familia Kruger, la primera parada ocupó los bastos campos de Olivo, donde los agricultores comenzaban a labrar la tierra para ofrecer los aceites naturales más exquisitos de la monarquía, tanto para el alimento como para encender las antorchas de los candelabros, así como otro tipo de hortalizas que la familia real entregaba a los pobladores para su sostenimiento, dado que en Fukka no había mucho trabajo debido a que siglos atrás había dejado de ser una parada turística para los grandes y ricos señores de Windbloom. Después visitaron una fabrica metalúrgica donde los herreros fabricaban armas para la capital y todas las fronteras del reino, ese era sin lugar a dudas uno de los mejores negocios de los poderosos Kruger. Siguieron su camino visitando zonas de confección donde las más finas telas eran producidas y finalmente fueron llevados a las minas, del interior de la montaña extraían metales preciosos, gemas de gran tamaño y metal, muy cerca había orfebres de gran habilidad... Satoru miró con avaricia el trabajo de aquellos campesinos, ahora entendía de donde había sacado tal cantidad de joyas y oro el lobuno, tan fácil le era ofrecer una migaja de sus riquezas para comprar a su hija, el odio volvía a llenar de encono al castaño que todo lo contemplaba monstruoso.

-Una gran porción de los bienes obtenidos de la tierra, la confección, el aceite y todo cuanto la familia Kruger produce, se redistribuye entre los pobladores de Fukka... es una medida que mi Lord Takeru dispuso necesaria para mantener la paz y la seguridad de nuestra gente- Explicaba la pelinegra con una sonrisa en los labios, mientras observaban el trabajo de un anciano cuya hábil mano elaboraba una filigrana perfecta en un collar, al cual se disponía a incrustarle un zafiro de gran tamaño como dije. -Ya que durante la gran crisis de la pesca y la agricultura en la época de las terribles heladas, por allá en los años de juventud de Lord Takeru, muchas personas sufrieron una escasez tal de alimentos, vestuario y prácticamente la escasa economía del poblado colapso... la familia Kruger ofreció cobijo en el castillo, pero nadie aceptó... así que Takeru-sama envió a sus soldados a llevar provisiones y cuidar de la gente, todos ayudamos en lo que mejor sabíamos hacer- Akira sabía de antemano que la helada de aquella época no fue natural, recién había llegado al castillo y un Orphan asoló el poblado sin que nadie pudiera detenerlo, en ese entonces el mayor de los Kruger se marchó al bosque a enfrentarlo sin un solo soldado para apoyarle, les ordenó a todos surtir las alacenas de su gente, prodigarles abrigo, arreglar sus casas, hacer un toque de queda y protegerlos con la vida si era preciso, en caso de que él fallara en sus esmeros Natsuki le haría frente al monstruo contando con apenas once años de edad, nadie quería aquello... y por fortuna él logró acabar con el Orphan, llegó malherido pero con una sonrisa de satisfacción al encontrar el pueblo restablecido, a la gente a salvo, con el estomago lleno y bien abrigados, desde entonces eligió no retirar su ayuda a la gente, dispuso todos los recursos a su alcance para montar las fabricas, hicieron barcos más fuertes para pescar mar adentro en la única costa, en la punta sur-occidental de Fukka, básicamente hizo renacer de entre sus cenizas al poblado.

-Ara, no sabía que fueran tan magnánimos- Musitaba Shizuru de lo más encantada, ya que no conocía a ningún noble que ocupara tan compasivo proceder.

-Verá mi Lady... la gente de Fukka ha odiado a la familia real durante mucho tiempo, pese a todo sus señorías jamás han retirado su protección, ahora mismo la Duquesa lucha por mantenernos a salvo a todos... si me lo pregunta, Takeru-sama y Natsuki-sama aman a su gente aunque el sentimiento no sea reciproco y pronto olviden su gentileza, es así como debe ser el amor... incondicional- La Okuzaki hablaba con admiración de sus amos, esos a los que había elegido por propia voluntad pese a la imposición de su padre originalmente, ella había visto a Natsuki y Takeru cuidar de la gente sobre sus heridas y no podía evitar admirarles por ello.

-Así es joven Akira-sama- Intervino la voz del anciano que concluía ya el collar que tan hermosamente había esculpido. –Me temo que nuestros jóvenes no saben cuan mal esta morder la mano del amo que gentil los alimenta, usted es aun muy joven para saber cuantas más veces Lord Kruger ha arriesgado la vida por nuestro pueblo, pero tantas veces han sido como canas blancas se ven en mi cabellera... los ancianos no olvidamos y es por eso que no deseando importunarle, le diré que el odio que se da sobre la familia Kruger se debe a sus antepasados y a las leyendas malvadas que cuentan de sus antecesores... hombres viles que engañan a jóvenes e inocentes damas, ermitaños egoístas que solo se preocupaban por su propio bien y explotaban hasta el cansancio los gastados bolsillos de las personas, es por ello que nadie cree ya en la bondad de mi Lord y su joven alteza- El anciano negaba con la cabeza, delatando tristeza en su arrugada faz. –Recuerdo, a un hombre que no mira a otros por encima del hombro, un caballero que se presenta a la boda de un humilde servidor, lo llena de bendiciones y obsequios que nadie ha pedido... un señor que aparece cuando una niña pequeña esta enferma de forma incurable y con el toque de una flauta alivia sus males... yo no sé de cosas extrañas o de la magia que pudo usar aquel día a favor de un devoto sirviente que cada mañana le servía un poco de té... un hombre así no puede ser entonces el monstruo que dicen que es...-

-¿Quién le ha permitido hablar?- Satoru miró indignado al anciano que se notaba sucio por su trabajo, si bien era hermoso no le daba derecho a intervenir en la conversación de sus amos.

El más viejo sonrió mientras Akira estaba ya dispuesta a discutir con su futuro suegro por tal osadía, algo de modales le iba a enseñar, eso ni dudarlo. –Calma su señoría- Volvió a insistir el anciano, más para la Okuzaki que para Satoru. –Existen también hombres que desconocen su fortuna, la mayor riqueza de un hombre es su familia y existen... los que no saben el valor de esto, mucho menos de la cortesía- Los ojos azules y cansados del más mayor miraron sin reparo a Satoru, quien ya lo ignoraba tomándolo por un viejo loco y atrevido.

-Continuemos con el recorrido, debemos volver antes del almuerzo o madre se enfadará un poco- Intervino raudo Takumi, a quien tampoco le gustó el comportamiento de su padre. Se apresuró a guiar a Akira que todavía tenía las negras intensiones de golpearlo, por su parte Satoru siguió su camino con la altivez propia de un Lord de Tsu y Mai fue tras ellos.

-Disculpe por favor tan... tan descarada grosería...- Shizuru se inclinaba abochornada a modo de disculpas con el anciano.

-Oh... mi joven doncella, no sienta pesar por mí... yo ya he tenido la suerte de conocer a la bella esposa de su alteza, puedo morir feliz- El hombre se acariciaba los cabellos que en antaño fueron rubios y sonreía contento. –Creo que ahora el Duque es ciertamente el hombre más afortunado del mundo-

-Ara, ¿No es un poco coqueto de su parte?- Pero Shizuru no hablaba con indignación, estaba contenta porque el anciano la reconocía como la esposa de Natsuki y aunque equivocado estaba al referirse a ella como un hombre, no lo hacía con maldad. –En efecto mi espo... esposo tiene muchas riquezas- Ahora mismo veía la fuente de la misma, era razonable que un hombre de tan escasos recursos opinara que Natsuki fuera la persona más rica en todo el reino o del mundo mismo.

-Se equivoca mi lady... yo me refiero a que él posee la suerte de compartir su vida con una doncella que es tan hermosa por fuera como por dentro su corazón, no muchos caballeros tienen tanta suerte, así que mi alegría se debe a que nuestro joven Duque, quien se miraba tan triste y melancólico, ahora ya no pasara más momentos de soledad, porque usted esta a su lado- La sonrisa más sincera nunca antes vista por Shizuru mano de los labios del anciano, la castaña no evitó sonrojarse ante este hecho.

-¡Abuelo! Esta siendo inapropiado- De la parte trasera del pequeño almacén que componía el lugar de trabajo del anciano, apareció una joven rubia con las mejillas tiznadas, eran sin duda parientes, porque los mismos ojos hechos del azul del cielo estaban a la vista bajo las tupidas pestañas rubias. –Disculpe usted a mi insensato abuelo alteza, el olvida que es usted la esposa de nuestro benefactor, además de una doncella de noble cuna-

-Si pudiera solicitar algo en desagravio- Meditó la castaña, aunque de agravio ninguno, pues el hombre mayor le había alegrado un poco más el día. –¿Puedo saber sus nombres?-

-Ohh... disculpe nuestra falta de modales...- A la joven rubia en traje de overol desgastado por las labores de herrería, se le subieron los colores a las mejillas. –Yo me llamó Erstin Ho y este es mi abuelo Christoff Ho- Hizo una venía esmerada aunque no bien lograda debido a las pocas veces que debió hacerlo en su vida.

-Yo soy Shizuru fu... Shizuru Di'Kruger- Corrigió pronto, notando que le encantaba pronunciarlo de esa manera. –Y si me lo permitieran los dos, necesito un poco de ayuda en el castillo con algunas esculturas desgastadas, por lo que veo Ho-san es hábil en diversas artes y si pudiera prestarme su ayuda, estaría profundamente agradecida, así como retribuiría con creces su labor- La bella de Tsu sonrió amigablemente, logrando con tan poco que los dos rubios le observaran con aun más admiración. –Este será un regalo para mi esposo... que tiene alta estima a las esculturas de las que hablo-

-El honor sería todo mío, sin embargo... ¿Puedo pedir que mi nieta vaya en mi lugar? Estoy algo viejo para recorrer la distancia, pero ella es joven y tiene la misma habilidad que yo a pesar de su juventud- Christoff encontró en ello la oportunidad para que la niña que relataba en sus anteriores referencias, pudiera por su propia mano agradecer, el regalo de la salud que le fue devuelto. –Esto claro, si su alteza esta de acuerdo-

Shizuru miró a Erstin con calma. –Entonces ¿Me ayudará Ho-san?-

-¡Claro que si!- La rubia no pudo esconder su alegría, para luego apenarse por su comportamiento, lo cual amplió la cautivadora sonrisa de Shizuru, poniéndola en mayores dificultades y ausentando su elocuencia. –Es... estar... estaré allí cuando el sol baje sobre las montañas- Volvió a inclinarse la de ojos celestes.

-Siendo así... enviaré un caballo y no admito negativas Erstin-san- La voz autoritaria pero gentil de Shizuru le impidió el habla a la rubia, cuyo nombre había sido pronunciado con tanta gentileza. Así los dos rubios vieron alejarse a la castaña en un halo de gracia y delicadeza que contrastaba enormemente con el burdo y áspero lugar que era una orfebrería.

El grupo terminó el recorrido pasada la hora del almuerzo, Satoru rezongaba sobre lo enojada que estaría su mujer, mientras Shizuru y Mai reían discretamente, el temor de su padre por Mizue resultaba de lo más divertido y ahora que tenían edad para entenderlo, comprendían que todo quería su padre, menos dormir en el sofá del espacioso cuarto que los alojaba en el castillo. Todo era perfecto, el grupo compartía sus pequeños y triviales asuntos, desde la emotiva clase de cocina aprendida por Shizuru, los ánimos de Mai en la jardinería del castillo debido a las curiosas y bellas flores que había nacido antes de la primavera, hasta la intrincada lectura que había ocupado a Satoru durante la mañana, el como dar la noticia a las mujeres sobre el compromiso adquirido por Takumi con Akira y la imaginación de cómo sería la boda, que no definían todavía, el lugar que resultara más apropiada.

En medio de sonrisas sintieron la agitación de los caballos y el cesar del movimiento de la carroza, tan abrupto que Mai y Satoru chocaron cabezas. Shizuru como siempre se las arreglaba para no golpearse con nada, con tal parsimonia que los otros dos se cuestionaban si ser tan refinada en un extremo tal, pudiera ser asunto de la magia. Satoru, abrió la puerta indignado y sobándose la herida, pues no intuía que su hija tuviera la cabeza tan dura. Al salir encontróse con Takumi desenvainando la espada, así también Akira y el cochero, sin comprender los que pasaba, su hijo se le acercó y le instó a sacar a las chicas del carruaje, se volvió para extenderles la mano cuando sus ojos contemplaron lo que había espantado hasta el estupor a los animales, al punto de que no pudiesen coordinar un sentido concreto, todos jalaban en sentidos opuestos y por eso la carroza no se movía, al momento simplemente relinchaban espantados en sus posiciones con los tapa ojos habituales. Un oso era lo que espantaba los iris granate, no uno cualquiera, resultaba ser uno del tamaño de dos pisos de altura, con unas garras tan largas como espadas, una coraza en la cabeza y un pelaje erizado, tanto como dagas, uno que se dirigía hacía ellos con largas zancadas descendiendo vertiginosamente sobre la colina.