Pensándolo bien, teniendo el capi aquí escrito, no tengo corazón para retenerlo en lo oculto por mucho tiempo, así que con una voladita del trabajo, lo dejo en su poder y espero sea de su agrado, así como me obsequien sus apreciadas opiniones n.n.
Danza Entre Lobos
Capítulo 21
Silencio II
En medio de sonrisas sintieron la agitación de los caballos y el cesar del movimiento de la carroza, tan abrupto que Mai y Satoru chocaron cabezas. Shizuru como siempre se las arreglaba para no golpearse con nada, con tal parsimonia que los otros dos se cuestionaban si ser tan refinada en un extremo tal, pudiera ser asunto de la magia. Satoru, abrió la puerta indignado y sobándose la herida, pues no intuía que su hija tuviera la cabeza tan dura. Al salir encontróse con Takumi desenvainando la espada, así también Akira y el cochero, sin comprender los que pasaba, su hijo se le acercó y le instó a sacar a las chicas del carruaje, se volvió para extenderles la mano cuando sus ojos contemplaron lo que había espantado hasta el estupor a los animales, al punto de que no pudiesen coordinar un sentido concreto, todos jalaban en sentidos opuestos y por eso la carroza no se movía, al momento simplemente relinchaban espantados en sus posiciones con los tapa ojos habituales. Un oso era lo que espantaba el iris granate, no uno cualquiera, resultaba ser uno del tamaño de dos pisos de altura, con unas garras tan largas como espadas, una coraza en la cabeza y un pelaje erizado, tanto como dagas, uno que se dirigía hacia ellos con largas zancadas descendiendo vertiginosamente sobre la colina.
Satoru reaccionó para sujetar de los brazos a sus hijas y sacarlas fuera, mientras Akira y Takumi, desataban a los caballos y los arrestaban a fuerzas junto con el cochero. -¡Suban!- Gritó Akira sin dilación alguna. En semejante estado y con una mano incapacitada, poco o nada podía hacer para defenderlas, lo sensato era huir al galope, una vez tras las rejas del castillo, el escudo de la Diosa evitaría al monstruo el paso y claro que los soldados podrían eliminar al monstruo con la fuerza de sus cañones encantados. Lo preocupante resultaba ser ¿Cómo un Orphan de semejantes dimensiones había llegado tan cerca del poblado? Acaso le había pasado algo malo a Natsuki y Nina, ella iban a contenerlos, no podía haber escapado a su vista uno de semejante tamaño.
-Pero... es inapropiado para una dama cabalgar- Decía Mai sin entender ya que estaba dando la espalda a la horrenda criatura.
-No sé hermana, pero ahora la vida vale más que los modales- Decía Takumi, ayudándola a subir en uno de los caballos, aunque quería con todas las fuerzas de su corazón llevar a sus dos hermanas en su caballo, el peso lo ralentizaría y serían presa fácil.
Por suerte o muy mala suerte, los caballos las llevarían a paso de 'alma que lleva el diablo' de lo espantados que estaban. –Procura llevar las riendas con firmeza, agítalas y sostente a como dé lugar- Instruía raudo una clase de equitación fugaz. –Pon toda la fuerza para sujetarte en tus piernas... ¿sí?- Mai seguía mirando sin entender al mayor de los tres hermanos, pero al verlo tan angustiado se atrevió a decir algo para calmarlo. –Reito me enseño hermano... he cabalgado con él en Tsu-
-¿Qué?- Ahora Satoru miraba con reproche a la chica, pero no había tiempo para reclamar. Tampoco dio crédito a lo que veía sus ojos, cuando Shizuru montó en el caballo como si llevará toda la vida sobre esos animales sudorosos, tenía que hablar seriamente con sus hijas al respecto, la equitación le quita cierta virtud a las mujeres y...
-¡Ya!- Una palmada de Takumi en las traseras de los caballos y Satoru tuvo que pensar en sujetarse bien para no terminar adornando la carretera.
No tardaron mucho cuando Akira, el cochero y Takumi les alcanzaron, el castaño miraba atrás queriendo pensar que el monstruo se había distraído con alguna otra cosa, y vaya que lo hizo, de la carroza ya no quedaba ni el recuerdo y los perseguía corriendo en cuatro patas que por su tamaño era una buena velocidad. Solo entonces y tras mirar, tanto Mai como Shizuru comprendieron el peligro que corrían, la castaña que galopaba sin problemas no se sorprendía del hecho, ya que recordaba vagamente un ave de rapiña y lo que parecía un licántropo sosteniendo una lucha sin cuartel y al parecer por ella... aunque por días supuso que había vivido una pesadilla al despertarse en su cama, tenía una seria laguna mental de su viaje a Fukka... pero Mai, que no se había enterado tanto de que los hubo atacado ese funesto día, sí que estaba espantada a más no poder y no gritaba porque la voz no le acudía en medio del estupor.
Los corceles galopaban como si el alma se les fuera en ello, pero los del chochero, Satoru, Mai y Shizuru eran más lentos, Takumi y Akira maldecían no haberlas provisto de los suyos, esos caballos eran para carrozas no de combate y carrera como Simarron y Gennai, no tenían tiempo de hacer el cambio deseado, así que ralentizaban un poco el galope de los suyos en caso de que tuvieran que dar pelea. El Orphan ya les pisaba los talones y faltaba un buen trecho del camino para llegar al castillo, entonces Akira decidió hacer su trabajo de guardiana a pesar de todo, miró a Takumi con una sonrisa durante unos segundos, el chico pareció sentir un piquete en el corazón, la miró instantáneamente con una aprensión más fuerte en el pecho. La morena ya se había desechó del cabestrillo, eso no era una buena señal, el castaño miró los ojos cristalinos a pesar del viento agitando sus negros y largos cabellos, la mano de la dama se extendió para tocar su mejilla ¿O era su cuello? En cuanto los dedos le alcanzaron en la base del cuello, todo se hizo negro y no supo más de sí mismo.
Akira le había aplicado su llave secreta, lo había acomodado sobre la silla para que no cayera en medio del galope y con una cinta, lo ató en un par de movimientos rápidos, _prácticamente ninjas_ dejándolo completamente sujeto a Simarron, una vez logrado el cometido, la guerrera pegó el brazo fracturado a su costado para entibiarlo y apagar el dolor que sentía, iba a necesitar las dos manos para luchar. –Te amo...- Le susurro al inconsciente chico, antes de tirar de su caballo hacía atrás con el ánimo de enfrentar al monstruo, todo ante la mirada incrédula de los Fujino. -Simarron ¡Cuida de él!- Dijo sin mirar atrás.
La Okuzaki extrajo un par de artefactos de su ropa, cabalgó contra el viento y de frente contra el Orphan, calculó cada segundo con precisión antes de tirar de Gennai a un lado con un saltó admirable sobre la garra delatara del oso, en un movimiento rápido arrojo un par de Kunai al monstruo para atraer su atención, sin lograrlo a pesar de clavarlas en su lomo, volvió atrás con su caballo en una extraña persecución del monstruo a todo galope, sacó otro par de esperas negras de su ropa y al lanzarlas una pantalla de humo se formó en derredor del Orphan, desorientándole completamente.
La pelinegra desenvainó su espada y acometió al galope contra el gran oso, Gennai dio un saltó entre la humareda y los otros jinetes solo pudieron escuchar el cruce de metales en medio de la oscuridad resultante por el humo, pero este comenzaba a disolverse con el paso de los segundos. Satoru no podía creer el valor de la chica, cualquier otra mujer hubiese huido, dejando a los demás a su suerte, pero ella enfrentaba a la muerte asegurándose de que Takumi y los demás estuvieran a salvo, pese a todo, no hizo nada, dejó a su caballo seguir la dirección del portón que se miraba lejos pero más cerca que al principio de aquella encrucijada, simplemente cerró los ojos avergonzado por su cobardía.
Shizuru, agitaba las riendas de su caballo queriendo alcanzar el portón lo más rápido posible, pero con unas razones muy diferentes, quería encontrar ayuda y volver con un regimiento para salvar a su cuñada, si tan solo contara con la Naginata que le regaló y enseñó a usar su abuelo, maldecía el haberla dejado en la apacible Tsu, se sentía frustrada y sola... terriblemente sola, porque si Natsuki yaciera a su lado, estaba segura que ella derrotaría al monstruo como lo hizo aquel día en sus borrosos recuerdos.
Mai por su parte vivía la misma sensación de impotencia, se aferraba al caballo como mejor podía, aunque no con la maestría de su hermana menor, ya que las clases de Reito no habían sido tan profundas ni frecuentes para que fuera tan hábil en ello, pero se mantenía sobre el caballo por lo que pareciese alguna gracia divina. Estaba asustada y temía por Akira, no podía dejar que la chica muriera, no había encontrado el amor su querido hermano para perderlo de una manera tan abrupta, pero ¿Que podía hacer ella? En medio del agitado galope y los tumbos sobre su montura, soltó una de las riendas y apretó con fuerza el dije en su cuello, no lo entendía pero todo lo que deseaba en ese momento, era encontrarse con el rostro de la persona que produjo aquella lágrima mágica. –Por favor... por favor... ayúdanos- Susurraba entre sollozos aferrándose a una extraña idea. –Quiero... quiero verte aunque sea una última vez-
Atrás, ya muy lejos se escuchó un lamento gutural y uno femenino. Era desgarrador, al volver la vista todos observaron a la criatura golpear la tierra, revolcarse tal vez con lo que se antojaba una daga clavada en un ojo, a bastantes metros se notaba una figura tirada en el piso, mientras el semental negro llamado Gennai relinchaba amenazando al Orphan, algo antinatural, pero cierto era que el instinto animal protege a sus queridos amos, aquellos que los tratan con ternura y les proveen del sustento, les hablan y miman como si fueran personas. El Orphan no tardó en golpear al caballo y lanzarlo lejos, sin embargo, tuerto como estaba no veía ya a la persona causante de sus heridas, pese a que Akira estaba inconsciente a unos escasos metros de él. El silencio fue lo que le salvó de acabar empalada, cuando el gigantesco y horripilante oso volvió a correr en cuatro patas con la dirección de los otros jinetes.
Al ver renovados sus deseos asesinos sobre ellos, Satoru apresuró a sus hijas. –¡Rápido!- Pero Shizuru se las apañaba mejor que bien, Takumi estaba amarrado a Simarron y el caballo conocía perfectamente el camino a casa, la rezagada era Mai que se sujetaba con los dos brazos a la montura. –¡Agita las riendas hija!- Le ordenaba el Satoru más que angustiado pero incapaz de ralentizar su caballo.
La obediencia puede ser una virtud muy atesorada por los padres cuando se trata de sus hijos, pero ese día Satoru lamentó haber dado tales instrucciones a su Mai, pues en cuanto levantó el torso del lomo de su jamelgo para sujetar la rienda, el exhausto animal relincho para librarse la carga que lo había estado 'estrangulando' todo el camino, el cuerpo de Mai fue lanzado hacia atrás y esta cayó de espaldas contra el pasto golpeando su cabeza, el caballo siguió su camino desorientado y se perdió en la arboleda más cercana.
Shizuru fue la primera en reaccionar, detuvo a su caballo con un movimiento firme, con fuerza le dio la vuelta y lo guio hacia atrás pese a la resistencia temerosa del animal, dado que el Orphan continuaba corriendo en su dirección y no resultaba un panorama halagüeño. El caballo volvió a correr aun contra su voluntad, la castaña tenía un dominio misterioso sobre las criaturas, tal vez eran sus ojos rubí o ese halo de poder que siempre la rodeaba, aquello que fuera fuente de todo, era lo que le permitía volver sobre sus pasos para ir en el auxilio de su hermana. Satoru renuente por el miedo no detuvo su galope alegando mentalmente que 'alguien' tenía que dar aviso a los guardias y también temía que el caballo de su hijo se hubiere desbocado, 'alguien' tenía que detener su trote. Pero en cuanto Simarron logró atravesar el portón del castillo, se detuvo frente a la entrada. Los guardias que atisbaron las circunstancias se apresuraron a desatarlo y llevarlo dentro, los otros subieron a sus caballos saliendo del portón una escuadra completa de soldados, luciendo sus brillantes armaduras. Al mismo tiempo se vio un brillo intenso manar de una ventana, un lobo de gran tamaño rompió los cristales de la habitación del Duque, dando un salto de bastantes metros, el ser con pelaje negro aterrizó en el camino empedrado y no tardó en alcanzar a los jinetes, pasarlos e incluso ganarles un buen palmo.
Sin embargo a varios metros de alcanzar su objetivo, Shizuru noto que el caballo se resistió a obedecerle más y comenzó a relinchar, algo a lo que el animal tenía tal vez mayor respeto estaba cerca. La Fujino supo que no podía contar con él por más tiempo, así que bajó de su montura y apresuró sus pasos corriendo sobre la hierba, en cuanto llegó junto a Mai, la envolvió en sus brazos, la puso a cubierto en su espalda y enfrentó con solo su humanidad al monstruo frente a ella. Los rubíes miraron sin temor al Orphan que se alzaba gigantesco en dos patas, tal vez estaba loca, pensaría el Oso al ver una sonrisa en los labios de la dama. –"Natsuki... ne... no pude darte mayo... como lo siento"- ¡No le temía! Una simple mujer no le temía, crispados los ánimos, la garfa bajó con toda su fuerza, mientras la castaña cerraba tranquilamente los ojos.
Takeru en su forma de lobo maldijo a todos y cada uno de sus ancestros, sin detenerse, los zafiros que eran sus ojos animalescos se cerraron frustrados, ¿Qué le diría a su hija? Los soldados enfadados e impotentes controlaron los temores de sus caballos, Satoru miró atrás horrorizado. –¡Shizuru! ¡Mai!- Dos hijas había perdido en aquellas inhóspitas tierras de nadie...
El sonido de estruendo hizo temblar la tierra y aunque todos buscaban contener al Orphan tan próximo a las murallas del castillo, aun si mataban al monstruo no habría ningún sabor de victoria, todo lo contrario. Los hombres cabalgaban enfadados, el lobo corría con un profundo dolor en sus heridas, pero más amargura sentía al haber fallado a su promesa de proteger a Shizuru.
Nadie quería mirar, nadie quería llegar para ver los cuerpos de las dos mujeres que con el tiempo se habían ganado el aprecio y la admiración de todos en el castillo. Nadie notó que el gran oso continuaba rasgando la tierra a golpes ¿No le bastaba haberlas matado? ¿Esperaba no dejar ni los despojos de las jovencitas? Entonces Takeru levantó la vista sobre las afiladas espadas que fueran las extremidades del Orphan, no había sangre...
-¡Están vivas! ¡Apurad el paso!- Una voz grave y misteriosa emergió de las fauces del lobo negro y aunque muchos no entendieron a qué se refería, agitaron y animaron a sus caballos para correr a todo lo que dieran sus cuatro patas, entonces pudieron comprenderlo después con sus propios ojos.
El polvo que se elevaba hacia el cielo se dispersaba con el viento, en el suelo lo que parecía una esfera translucida anclada en la tierra, soportaba los golpes de las garras gigantescas del oso. En el interior de aquel extraño escudo, de rodillas y con el sudor bajando por la delicada barbilla, se miraba una Shizuru con una expresión agotada y dolorida, cuyas finas manos se elevaban sosteniendo un objeto invisible, entendieron todos sin duda, que el faro que era la bella de Tsu, tenía una increíble aura espiritual capaz de materializarse.
Los segundos pasaban entre una y otra acometida del Orphan, la distancia se acortaba entre los combatientes, cuando la fuerza de Shizuru se agotaba y la esfera se tarjaba como un huevo fisurado. Entonces un rayo de luz partió el cielo en dos, los hombres se detuvieron, incluso el lobo se abstuvo de una zancada más.
Shizuru bajó las manos mientras un hilo de sangre bajaba por su nariz, lo veía todo borroso y respirar se antojaba un trabajo absolutamente agotador. Los orbes de rubí enfocaron para saber que pasaba, pues no le cubría ya el escudo que su ansia de vida produjo para ella en el último momento, la castaña de Tsu conocía los secretos de sus habilidades hacía mucho tiempo, curar animales heridos, crear o fabricar cosas con la imaginación, pero nada resultaban aquellos juegos infantiles comparados con lo que había hecho para salvaguardar a su querida hermana.
Cuando al fin pudo enfocar con sus cansados ojos rubí, notó frente a ella, a escasos pasos, a una alta y delgada mujer oponiendo fácil resistencia al monstruo, de hecho no parecía costarle ni un poco de esfuerzo ¿Quién era? Estaba segura que no su Natsuki. La joven vestía además muy extrañamente, no como toda la gente de Fukka que conocía, tal vez ¿Era originaría de Argos? La observo en silencio, en la cabeza mechones erizados, cuyos largos cabellos negros estaban envueltos por una tela hecha de hilos de oro y caía sobre una espalda apenas cubierta por líneas cruzadas de seda negra, tenía una delicada cintura, cadera proporcionada y cubierta por unos pantalones embobados a la altura de las rodillas, contaba con amarras hechas en oro y plata a lo largo del pantalón, notaba también en sus brazos, cintura y botas las mismas joyas encantadas que su Natsuki portaba habitualmente, pero lo más impresionante de todo, resultaba ser que la joven sostenía entre sus manos una espada mandoble de color negro, con inscripciones doradas en la hoja... la espada de enormes proporciones se miraba muy pesada, pero la chica la sostenía como si de una pluma se tratara mientras la oponía a las garras del enorme oso.
Con un altivó movimiento la desconocida doncella mutiló las filosas garras de la criatura, estas habían cedido como la mantequilla ante un tibio cuchillo. El gruñido lastimero del monstruo y Shizuru se movió hacía atrás unos pasos, cubrió con su cuerpo el de Mai, esperaba que los filos cercenados lastimaran su piel, pero al mirar sobre su espalda, los filosos miembros del monstruo levitaban sin hacerle ningún daño. La mujer le miró de soslayo con una sonrisa en los labios y unos brillantes ojos dorados, que no parecían para nada naturales, de hecho le parecía percibir un brillo misterioso en la piel de esa mujer. El oso intentó embestirlas con su masa dada la ausencia de sus patas delanteras, pero la chica sin siquiera mirarlo levantó con una mano la enorme espada, interponiendo la hoja como una muralla y así el Orphan rebotó contra la pared invisible que despedía el artilugio mágico. –Si... me disculpa- Dijo con voz suave y neutra, la chica volvió su atención delante, uso la muralla para repeler al enorme Oso, empujándolo muchos metros delante.
Shizuru la contempló correr arrastrando la punta de su espada sobre la hierba, de este modo chispas mágicas encendían fuego en la tierra y al levantarla, agitando la hoja contra la nada, un mortal filo dorado se deslizó sobre la tierra y el aire, entonces el Orphan gruño y segundos después se partió en dos mitades... se hizo el silencio con los brillos verdes que comenzó a despedir hacía el cielo, evaporando cualquier rastro de haber existido, ya solo eran testigos de la batalla, las manchas, pisadas y destrozos.
-¿Quién eres?- Cuestionó Shizuru, olvidando por mucho sus modales. –Err... quiero decir, gracias por su ayuda... pero... deseo saber el nombre de la persona que me ha salvado a mí y a mi querida hermana-
La joven enfundó la enorme espada en la funda mágica que no se veía pero estaba en su espalda. Los ojos dorados se cruzaron con los de Shizuru, pero una sonrisa se alojó en los finos labios de la chica. –Yo me llamó Mikoto... y soy la diosa guardiana de Fukka-
Shizuru no daba crédito a lo que escuchaba. ¿Una diosa? Sin embargo al notar el silencio de los restantes guardianes del castillo, al mirar en derredor, notó que todos los soldados estaban postrados con la cabeza hasta el suelo, un enorme lobo hacía una venía como bien pudiera hacerlo un animal de ese tipo y porque no decir que hasta los caballo había alzado una pata, estirado la otra y bajado sus cabezas. ¡Incluso los animales le reverenciaban! Shizuru miró el suelo, se arrodilló y...
-No tienes que postrarte como ellos... Natsuki tampoco me rinde esa pleitesía y ya que eres su esposa, creo que te obsequiaré el mismo derecho- Mikoto la miraba comprensiva, pero se adelantó un poco más cerca de la pelirroja inconsciente. -¿Puedo?- Solicitaba permiso para mirar a Mai ¿Un dios solicitando permiso? –He visto como la defendías del Orphan, si pensarás que voy a herirla, seguramente no te importaría el que yo fuera una deidad, me enfrentarías nuevamente...- Se sirvió explicar la de cabellos erizados ante una sorprendida Shizuru ¿Acaso leía la mente también?
Mikoto puso una rodilla en la tierra, inclinándose para verificar el estado de Mai, allí donde tocara la diosa la vida comenzaba a florecer, flores muy hermosas se alzaban como una abollonada cama para que la dama dormida reposara. Todo pasaba ante la vista sorprendida de los guerreros y hasta del mismo Takeru cuyos ojos zafirinos dudaban de estar viendo un espejismo o una ilusión, en siglos de batallas contra esos horripilantes seres, muchos murieron, pero el dios gato nunca acudió en su auxilio, así habían perdido a la décima bestia en batalla, a su tío abuelo Keita Kruger, casi cuarenta años atrás. La diosa acarició la mejilla de Mai con una ternura solo contemplada por Shizuru, luego deslizó sus dedos, posando dos en la frente de la mayor de las hermanas, un brilló manó de la punta de sus dedos y se trasladó sobre el cuerpo de Mai, como si se tratara de una tierra fértil sedienta se agua, la joven absorbió la luz hasta volver a su estado normal. –Vivirá muchos años, tendrá hijos sanos, será prospera y muy dichosa... ese es mi regalo para ella- Musitó Mikoto con voz grave y ligeramente triste, antes de ponerse de pie. –Pero...- La diosa volvió la vista sobre Takeru. –La familia Fujino ya no puede quedarse por más tiempo en Fukka, aquí corren un grave peligro... "y son fuente de peligro"- Esto último solo pudo oírlo en su mente el lobuno, cuya negra cabeza de lobo asintió con sumisión. –¿Comprende lo imperioso de esta necesidad Fujino-san? Si ellos no se marchan... estarán expuestos a estos y muchos más peligros- La ojirubí asintió con pesar, no evitando mirar a su durmiente hermana.
-No quiero sentir esta angustia otra vez... no sé cuántas veces pueda protegerla-
-Yo he violado muchas reglas que nos rigen este día... no puedo hacerlo más veces sin causar un gran mal con ello- Añadió Mikoto con pesar. –Solo su ruego me trajo aquí, pero no puedo permitir que más desgracias se ocasionen por mis descuidos... "o egoísmos"- Pensó.
-Entiendo Kami-sama- Shizuru comprendía que aquello había superado cualquier cosa vista antes, un dios manifestándose tan abiertamente no sería de lo más común, ni adecuado, si algo había aprendido de los espíritus que desde niña veía, es que las leyes del mundo, están allí por una razón...
-Pero antes de marcharme... hay algo que debo decirle...- Una mano le fue tendida a Shizuru, quien no dudó en aceptarla para ponerse de pie. –Fujino-san... yo veo dos destinos en su haber, inscritos están en sus ojos y sus manos, con una pulida letra como fuerte es su poder espiritual...- Mikoto tomaba la otra muñeca de la castaña y elevaba las dos palmas hacía la luz del sol. –Uno esta maldito y desgraciado, se teje peligrosamente a su alrededor, porque siempre los corazones puros son más susceptibles que otros, de la contaminación del mundo que los rodea... usted es una flor rodeada de muchas enredaderas y espinas, silenciosas y cercanas siempre la envuelven... pueden llegar a asfixiarla y marchitar la bondad que hay en su corazón, solo entonces no podrá ayudar a Natsuki... será desdichada en verdad, a pesar de que otra persona llegara a su vida solo para ocupar un espacio vacío, este se cubrirá apenas superficialmente- Los ojos dorados la miraban con preocupación y tristeza, soltó entonces la mano izquierda de la castaña. –Sin embargo, si usted puede diferenciar la luz de la oscuridad y alzarse tan poderosa como es ante esas hiedras venenosas que la rodean, entonces yo la llenaré de bendiciones, le daré aquello que es lo que más ansía... la obsequiaré de todo aquello que no alcanza a imaginar, podrá ver al fin el mundo con ojos diferentes, ver más allá de las apariencias... pero, uno u otro sino, será construido por sus decisiones...- Mikoto soltó la otra mano de Shizuru, elevó sus dedos a la altura de la mejilla de la castaña. –Aun un dios, no puede alterar las decisiones de los mortales... pero yo voy orar a mi madre, por su dicha, ya que una madre siempre escucha- Sonrió gentilmente antes de mirar como los ojos lila se abrían y le observaban sorprendidos. –Mi Amaterasu siempre escucha- Fue lo último que se escuchó mientras la figura se disolvía en una estela de brillos dorados.
Como una lluvia de haces luminosos, todos sintieron regenerarse de cualquier mal o agotamiento, a Shizuru ya no le dolía tan insoportablemente la cabeza, Takeru sentía sus heridas sanar, sus costillas volver a su lugar... bajo los pies de todos un claro mar de flores creció dejando atrás toda memoria de la batalla, todos admiraron maravillados los dones de la deidad e incrementaron sus rezos de agradecimiento. Los allí reunidos volvieron la vista en la lejanía, al escuchar el sonido de los cascos de un caballo, vieron entonces una Akira totalmente repuesta que venían a su encuentro.
-Volvamos a casa... nos espera un gran banquete, al que todos están invitados- La voz natural de Takeru vino desde sitio donde antes estuvo el lobo negro. Shizuru no pasó por alto ese detalle, algunos soldados prescindieron de sus caballos para ofrecerlos a sus majestades volviendo ellos a pie hasta el castillo, que no se encontraba tan lejos. Shizuru montó junto a Takeru, pero suegro y nuera no dijeron nada al respecto de los hechos acontecidos, ni él preguntó sobre el escudo espiritual, ni ella sobre su curiosa forma de lobo negro, ya nada de las cosas misteriosas y mágicas que pasaban en Fukka lograban sorprender a ninguno de los dos. Akira le ofreció transporte a Mai y así todos marcharon al castillo para devorar a buen gusto la deliciosa comida de las abuelas.
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Días de reflexión llevaron a la castaña a apartarse de sus seres queridos, la diosa le había regalado un mensaje, uno que no podía olvidar u obviar... estaba profundamente confundida, siempre había pensado que el futuro si bien estaba tejido por casualidades del destino, también se alteraba ante las decisiones que tomaran las personas a lo largo de su vida, afectando no solo su propio sino, si no también el de los demás. Pero ¿Qué erróneas decisiones podría tomar para causar su propia desgracia? No quería ni por asomo que el siniestro destino atisbado por la deidad, acaeciese sobre ella, pero no encontraba en sus memorias, ni en sus intuiciones algo que pudiera ocasionar tales fatalidades.
Sentada como estaba, escuchó los silenciosos pasos de un par de tacones de bota desde su espalda, que por lo singular del sonido, supo de quien se trataba. –¿Ojou-sama? ¿No tiene previsto despedirse de su familia?- Le vino sin sorpresa la voz aguda de su sirviente.
Shizuru bajó la mirada sobre sus zapatos, que colgaban a pocos metros de la tierra, estando ella sentada sobre el borde marmolino de una de las altas esculturas con la forma de un lobo, era curioso, pero la enorme figura hecha de un blanco brillante cual porcelana, le brindaba paz y comodidad. –No... alguien me dijo que es de mala suerte despedirse, uno solo se despide el día que no volverá a ver a alguien y yo pretendo ir de visita a Tsu junto a Natsuki para la boda de mis hermanos... así que no voy a despedirme de ellos- La Fujino pensaba, que si para un trabajo tan peligroso como el que desempeñaba Natsuki, aquel agüero había funcionado durante generaciones, entonces algo de verdad tendría aquel pequeño ritual.
-Alguien también me dijo, que el azar es incierto y no sabe uno cuando puede perder a una persona amada, por eso se debe vivir cada momento como si fuera el último y despedirse cada vez que sea posible- Musitó Tomoe mirando a su joven ama, ante los ojos turquesa se mostró un fino rostro plagado de los recuerdos recientes... Shizuru no lo admitiría ni diría en voz alta, pero el sentimiento de pérdida atisbado en cuanto Mai cayó del caballo, le había herido profundamente, temió como todos no llegar junto a ella en el momento preciso, y ¿Sí no lo hubiera hecho? ¿Si no hubiera llegado a tiempo para guardarla en su escudo? Entonces ella no estaría ya a su lado y jamás hubiese podido decirle cuanto la quiere, cuán importante es para ella.
En cuanto Margueritte le dio la espalda para volver dentro, escuchó las botas de la castaña caminar tras ella y una sonrisa se escondió en sus cabellos verdosos. Recordaba sus largas conversaciones con la señorita Julieth, al principio no creyó mucho en la idea de recibir consejo de una vulgar bailarina exótica, pero todo cuanto había expresado la pelirroja, resultaba de lo más certero.
Nao limaba sus uñas tranquilamente, dispuesta en una silla de acojinado rojo escarlata, la madera estaba exquisitamente tallada al puro estilo barroco y a ratos sorbía de su copa sobre la mesita a su lado, todo mientras la observaba con esos felinos ojos verdes. –El corazón de la dulce Shizuru es taaan frágil, para alguien que no ha vivido ni la más mínima variedad del amor, el romance, o la pasión, muchas cosas son deslumbrantes... y créeme, Natsuki puede deslumbrar bastante a pesar de su fealdad... su técnica de seducción, es naturalmente refinada... ella le brindarácompañía, protección, riqueza, ternura, pasióny sobre todas las cosas,la hará sentir la persona más amada del mundo- Afirmaba con una mueca de molestia. –Puede llegar a ser incluso cursi- Negaba con la cabeza hastiada, casi como acabando de proferir un insulto. –Pero entiende pequeña Tomoe, todo eso es un engaño y debes dejárselo ver a Shizuru... que todo cuanto es Natsuki Kruger, es una mentira-
La de cabellos disparejos no había pensado en ello, ¿Qué hacía que su ama hablara con tanta devoción de esa horrenda mujer? ¿Cómo era posible que su encanto y belleza fuera burlada por una criatura que ocultara una horrenda faz bajo su máscara de plata? Estaba claro para Tomoe que solo la figura atlética de su rival resultaba un verdadero reto, sin embargo, ello era insignificante comparado con otras cosas, como las que exponía Nao en ese momento, de hecho toda mujer criada en Tsu, buscaría aquellas cosas en un esposo... cualquier mujer de Tsu obviaría el aspecto físico de la Duquesa solo por ostentar el beneficio de sus riquezas. Pero ella sabía que Shizuru no era esa clase de mujer, ella daba más importancia a las otras virtudes enunciadas por la bailarina. -¿Cómo puedo competir con eso Nao-sama?-
Nao sonrió, ¿Sama?, vaya que se había ganado el respeto de la chica. –Verás, a tu suerte cuentas con mucha ayuda... compañía, esa virtud propia del matrimonio y de la que tanto se vanaglorian los monjes de Argos para auspiciar una boda, pero resultan puras pamplinas. Natsuki es una mujer muy ocupada, alguien que tiene que salir frecuentemente del castillo a causa de nuestros Slaves, ella comete un grave error al poner por encima de su esposa, los deberes que tiene a cuestas desde su nacimiento... Natsuki solo existe para proteger y ello le será fuente de toda ruina... ya que ahora mismo su esposa siente una profunda soledad en su ausencia, una que nosotros prolongaremos lo máximo posible... así que tendrás dos meses para tu cometido. Lord Nagi ha dispuesto sus Maestros en la tarea, trampas y tretas, nuestros aliados alejan más y más a Kruger del castillo, esperamos dejar viuda a Fujino-san, pero se bien cuán difícil es Natsuki para estas cosas, así que solo podemos darte tiempo- Levantó los hombros con fingido desinterés, en el fondo Nao no quería matarla, porque la muerte tal vez sería demasiado piadosa, para las personas que asesinaron a su madre de aquella forma tan horripilante.
Nao volvió la vista sobre su copa, dejó la lima a un lado y bebió por completo el contenido etílico en el vaso de cristal, la verdad es que sintió sus ojos arder como preámbulo del llanto, pero solo por orgullo se negó a derramar más lágrimas... solo podría llorar tranquilamente la muerte de su madre, el día que vengara su muerte. –La soledad y la protección no van de la mano Margueritte-san, esto es como un juego de dominó, uno por uno caerán sin reparo en cuanto flaquee el primero... hemos previsto ya que Shizuru no se sienta segura, ni siquiera dentro del castillo, pero para ello aguardaremos pacientemente a que salga de él, aun si nos tardamos... ella se dará cuenta que Natsuki no está ahí para protegerla-
-¿A qué se refiere?- Algo de eso no le gustaba, ¿Acaso insinuaba algún tipo de peligro sobre su castaña amada?
-No le daré más detalles Margueritte, no quiero que sobreproteja a la dama y eche por tierra nuestros esmeros... solo le queda confiar en Nagi, como yo lo hago- Confianza, una extraña palabra venida de alguien que como Nao no confiaba ni en su propia sombra, pero claro... estas mentiras dichas en voz alta lograron convencer a Tomoe. –Nada lastimará a Shizuru, si es lo que teme... solo le vamos a dar un buen susto-
-¿Me da su palabra?- Insistió una temerosa Tomoe.
-Te doy mi palabra- Decía Nao mientras cruzaba las piernas coquetamente, lo suficiente para atraer la mirada de su interlocutora y que esta no viera como hacía cruces con los dedos de su mano... ¿Dar su palabra? La había dado una vez a la persona equivocada y todo cuanto recibió a cambio, fue la traición de la mujer que amaba. Nao desvió nuevamente la mirada, estaba molesta consigo misma ¿Por qué volvía a pensar tanto en ella? No se merecía ni el más ínfimo de sus pensamientos. Así que se apresuró a continuar sus instrucciones. –Tomoe debe escuchar atentamente todo cuanto dice, prestar mucha atención cuando se trate de su rival, porque todas y cada una de las cosas que su ama diga sobre esa mujer del demonio, debe romperlas en pedazos... sembrar una duda es ante todo, la mejor practica que puedo enseñarte a realizar... después, incrementaremos su soledad, allí donde no pueda aferrarse a nada más que a ti, tu sigue sirviendo su vaso del te quimérico de Artai y pronto, Shizuru Fujino estará servida en bandeja de plata para ti-
El tiempo para que llevaran a cabo la última parte del plan urdido por la peligrosa araña que fuera Julieth, estaba ya por cumplirse, por eso sonreía tan alegremente mientras Shizuru se adentraba en el castillo, esperando poder despedirse de su familia. Desde un agüero, una rosa ausente en un jarrón, todo cuanto le recordara a Natsuki, era vilmente desaparecido por la mujer de ojos turquesa, y aunque Tomoe se preguntaba cómo es que mágicamente cada mañana al despertar y hacerlo antes que su ama, siempre encontraba esas estúpidas violetas, rosas, y toda esa parafernalia de flores en aquel miserable jarrón, sin dudas, ni preguntas, arrojaba la planta por la ventana, justo antes de preparar la tina para su ama.
Claro que lo notaba, como se ensombrecían los ojos de Shizuru al ver el jarrón vacío, como sin encontrar el collar de rubí entre sus cosas, después de preguntar un par de veces si lo había visto, tras hacer que la servidumbre lo buscara en cada rincón del palacio, había desistido sin siquiera imaginar que guardaba la joya en su bolsillo. Incluso había dejado de asistir a la sección occidental del castillo, simplemente por la sensación de soledad que le prodigaba ir allí sin la compañía de nadie y teniendo en cuenta que nadie más podía acudir al lugar. Tantos insignificantes detalles, todos esmerados para hacer que la bella de Tsu llenase de amargura el recuerdo de su esposa y se sintiera olvidada por ella.
-Ya pronto mi amor, ya pronto seré yo quien ocupe todos tus pensamientos... seré yo quien ocupe el lugar vacío que ha dejado esa horrorosa criatura- Musitó en voz baja para sí misma, antes de alcanzar a su ama en el pasillo que daba al salón.
Allí se encontró con una castaña abrazando a sus familiares, sobre todo a Mai, a quien casi pierde aquel día la semana anterior. Satoru alegaba sobre su profundo pesar. –Dejar a mi niña en este sitio tan agreste... ¿Qué clase de padre sería? Observad nada más el peligro que corrimos ese funesto día, que no me hablen de estupideces y diosas, esa cosa ¡Casi asesina a mis hijas!- Tomoe admiró la buena actuación de Satoru, no era para tanto ¿Verdad? Julieth juro por lo más sagrado, que todo fue perfectamente calculado, una pantomima para asustar a las doncellas y obligar que se fueran de allí.
Mizue se miraba también descompuesto y Kaede preocupada, las dos habían contemplado la horripilante ave en su llegada a Fukka, pero vieron en acción a los soldados, Takeru y Natsuki, ello les dio tranquilidad, fueran forajidos, monstruos o ve tú a saber que más, ellos evitarían todo perjuicio a sus seres queridos... sin embargo, ver el estado en que llegó Takeru, la premura con la que se marchó Natsuki... de la que no sabían nada desde hacía casi dos meses y por si fuera poco, el ataque del oso gigante a las puertas del castillo, todo ello había mellado considerablemente esa sensación de seguridad, ahora les pesaba dejar sola a la menor.
-Hicieron una promesa, he de recordarles- Takeru bajaba por las escaleras, el haría cumplir la voluntad de la diosa, aun si tuviera que echar a patas a sus consuegros. –De hecho han tardado más de lo acordado, después de la boda, fue lo que prometieron... han pasado casi cuatro meses desde entonces, no puede prosperar un matrimonio con la presencia de los padres de la doncella, no podrá madurar y convertirse en la esposa que se espera de ella- El lobuno no pretendía herir, pero no conocía mejores palabras para expresar que él también estaba angustiado por la seguridad de todos, su estado les había dejado indefensos y no previno el ataque cuando quiso hacer entrega de sus títulos a Shizuru, para hacerla parte del legado de los Kruger.
-¿Acaso puedes tú jurar que nada va a pasarle a mi hija en cuanto abandonemos este lugar?- Se mostró altivo Satoru, aun si el lobuno le ganaba dos cabezas, estaba envalentonado en presencia de su familia.
-Es más fácil proteger a una doncella, que a toda una familia...- Afirmó lo práctico Takeru, pero ello fue un error, acababa de afirmar que su Shizuru en efecto estaba expuesta a algún peligro, con semejante noticia Mizue cayó sentada y pálida en un sillón. El duque maldijo su imprudencia, ese Satoru lo estaba haciendo hablar demás, pero ya que... si había sido imprudente, cualquier medio era razonable para al fin de verlos a todos en Tsu y a salvo. –Por otra parte, ahora Shizuru Di 'Kruger... es miembro de nuestra familia y por lo que falta del año debe ejercer como legitima esposa de mi hija, tal labor no puede hacerse si la enviamos a Tsu con ustedes, pero puedo prometerles que estará escoltada durante todo este tiempo, primero por mí, luego por mi hija cuando retorne-
-Si me permitiesen hablar...- Shizuru intervenía en la conversación. –Estaré bien dentro del castillo, acepto la escolta en cuanto tenga que salir a los jardines o fuera del castillo y solo por diligencias urgentes, yo cumpliré mi palabra y esperaré por Natsuki durante un año, si entonces ella no ha regresado, comprenderé que...- La castaña desvió la mirada sintiendo aprensión en su pecho ¿Aceptar que si es el caso ella habrá muerto? No, no podía pero... algo de eso tenía que justificar ante los demás. –Volveré a casa- Sin atreverse a decir esas palabras. –De lo contrario, yo seré esposa de Natsuki hasta que ella lo decida o cualquiera de las dos deje este mundo- Takeru admiró esperanzado a la dama, acaso ¿Eso significaba que el sentimiento por el que tanto esperaban, había nacido ya en el dulce corazón de Shizuru? Nadie la obligaba a ser la esposa de Natsuki más allá del año.
-¡Ja! ¿Y quién dice que ha de volver con semejantes peligros allí fuera?- El castaño de ojos rubí no daba crédito a lo que escuchaba, ¿Tanta era la lealtad de su hija? Fuere lo que fuere, no iba alimentar vanas esperanzas, casi ni salvan el propio cuello de no ser por una supuesta diosa, ¿Que iba a hacer Natsuki en el bosque infestado de monstruos como ese?
-Mi hija ha aprendido a luchar durante toda su vida, me supera en muchas cosas... créame cuando les aseguro que de todos nosotros, ella tiene muchas más razones para volver- Takeru le dedicó una significativa mirada a la castaña, luego habló con aun más firmeza. –Acordado todo, pueden partir a su hogar... serán escoltados personalmente por Sergei y una cuadrilla completa de nuestros mejores hombres, de ese modo nada se interpondrá en su camino- Lo que no sabía el lobuno, es que a nadie interesaba impedir la partida de la familia Fujino.
Con todo dispuesto, los carruajes listos, regalos y viandas para el largo viaje de tres días de vuelta a Tsu, estaban allí todos los miembros de la familia despidiéndose entre abrazos y algunas escurridizas lágrimas, Takeru observaba distante las muestras de afecto. Akira y Takumi se miraban sonrojados prodigándose un beso, al parecer el inconveniente por los actos que realizó la muchacha para mantener a salvo a su amado, habían sido saldados en la privacidad de alguna parte del castillo. Mizue abrazaba a Shizuru y no tenía muchos ánimos de soltarla, luego Mai que miraba de forma diferente a la castaña, tal vez comprendiendo que si bien nunca fueron muy cercanas, su hermana la amaba lo suficiente para dar la vida por ella y aunque le dolía alejarse de las marmolinas estructuras del castillo, debía volver a Tsu para desposar a Kanzaki Reito.
-Nunca respondiste a la pregunta de mi hijo, Takeru-san- Una voz más sabía y perspicaz le vino de un lado al lobuno.
-Un hombre como su hijo no merece una promesa de mi parte... pero una dama tan formidable como usted, si la merece- El duque volvió la vista sobre la abuela Kaede. –Ahora Shizuru es también una hija para mí y todo cuanto estoy dispuesto a hacer por mi Natsuki, será igual para con ella... yo realmente no puedo prometer que nada le hará daño, porque hay fibras delicadas en una mujer que una espada y la fuerza de estos brazos no pueden proteger, pero si puedo empeñar mi vida en que ni uno solo de sus cabellos sean mancillados, ni su piel lastimada... mis ojos no se apartarán de ella hasta el último de mis hálitos de vida- Musitó antes de volver la vista al frente, ya algunos subían a los carruajes.
-Ara, ya veo de donde viene el carácter de Natsuki- Rio por lo bajo la mujer, mientras escondía el gesto elegantemente bajo su mano. –Usted y su hija son de lo más parecidos-
Takeru se sonrojó bajo la máscara, luego sonrió contento. –A mí me alegra pensar que Shizuru se parece mucho más a usted que a sus padres, se me hace más sabía que algunos a pesar de su juventud-
-Aun así, no olvide nunca que ella sigue siendo solo una jovencita y que a pesar de ser educada desde la más tierna edad, para ser una dama honorable, una buena esposa... sigue siendo una mujer a la cual se le negó muchas veces el derecho de elegir, mi hijo el primero, usted el segundo... aún no ha cometido errores, aun no aprende de ellos... así que usted es el único padre que le queda en este lugar, por favor cuide lo mejor posible de ella y también de Natsuki, ella tampoco es toda la muralla irrompible que le hace ver, ella también es una chica con sueños y esperanzas, todos aplastadas por más responsabilidades de las que fuera sano llevar a su edad- La anciana suspiró antes de bajar por la escalinata con dirección del carruaje.
El lobuno se le quedó mirando a lo largo de todo el trayecto sin entender del todo a que se refería la mujer, ciertamente el matrimonio había sido un arreglo, pero ello no impedía que estuviese yendo de maravilla, ¡Mejor que bien!... tal vez, demasiado bien para ser verdad. Frunció el ceño antes de adentrarse en el castillo meditabundo ¿A qué se refería sobre Natsuki? Esa muchacha resultaba ser una mejor bestia de Fukka que todos sus antecesores, él incluido... pero... también era mujer y una con un gran corazón al que ya habían destrozado tiempo atrás. –Saeko... oh Saeko... cuanta falta le haces a este terco hombre, que nada entiende del corazón de una mujer- Musitó para sí, sin saber que a lo lejos, desde la puerta occidental de la cámara secreta el castillo, alguien le escuchaba silenciosamente.
Los caballos iniciaron su viaje, llevando a cuestas a sus amos, saliendo por el portón del castillo de la Familia Kruger, nadie miró atrás con miedo a ver rota la fortaleza, pero aun así Shizuru yació de pie largo tiempo con la mano extendida en un ademán de despedida, miró a lo lejos hasta que no pudo ver ya los carruajes y a los soldados montados... aun después de aquello se quedó allí a mirar, mientras las cristalinas gotas cubrían su rostro lloroso y escondían su propio llanto. Pero aquella lluvia no era natural, no llovía en abril a principio de la primavera, la lluvia no era tibia tampoco... sin que nadie lo supiera, una figura sobre la torre más alta del castillo también observaba con ojos cristalinos y a muchos kilómetros de distancia, el carruaje que se llevaba consigo a la persona más querida...
