Danza Entre Lobos
Capítulo 33
In Solitudinem - I
Arribaron a la capital después de un largo e incómodo viaje, principalmente para Arika debido a la imposibilidad de usar sus manos que cubiertas bajo un sin fin de vendajes, estaban literalmente inmovilizadas. No se negó a los cuidados de Nina, ya que la pelinegra delataba un sentimiento de culpa tan grande, que la Sayers procuraba aliviar con su característico humor. Cabalgando por las calles se miraban un tanto extrañas, dos jovenzuelos a caballo cuando los modos dictaban un carruaje, además habían ocupado más de una confusión por los atuendos que usaban, casi parecían forajidos después de una contienda, solo un par de capas les guarecían de la nieve que se deslizaba como una blanca lluvia desde los cielos.
-No te sientes ¿Diferente?- Preguntó Nina al ver en la distancia la punta de la torre más alta del castillo Kruger.
-No demasiado... salvo porque nuestro aspecto no es el más halagüeño- No lucía sus delicados vestidos, pero tras pasar días enteros como un muchacho en la filas de la escuadra de Takeru Kruger no sentía tan extrañas las ropas ajustadas o los pantalones, bastante cómodos a decir verdad, con el cabello en una coleta debido a las inclemencias climáticas, distaba por completo de la persona que salió de Windbloom hace meses.
-¿Quieres ponerte presentable para acudir con la princesa?-
-No... No pretendo deslumbrar, la verdad Nina, no lo hice a lo largo de los años luciendo los vestidos de la corte, no creo que ahora yendo a casa por otro más de la colección cambie algo respecto a eso- Arika elevó la mirada al cielo, como si cavilara profundamente. -Entiendo que la empresa que nos trajo aquí es vital para la supervivencia de la gente Fukka, no perdamos más tiempo entonces-
Con admiración por la castaña, Nina instó a los caballos a acelerar el paso, de forma que en poco menos de media hora estaban las dos frente al portón del castillo plateado, referido de ese modo por sus recubrimientos exteriores de mármol gris plata y vitrales con estructura de colmena, cúpulas de estilo gótico y amplios jardines en la vastedad de un camino empedrado que daba paso a la puerta principal.
Nina se acercó a la puerta donde dos guardias cuidaban la entrada. -Señores, tenemos un mensaje urgente para su majestad, el Rey Taeki... por favor informe del arribo de Nina Kuga y Arika Sayers-
-¿Ustedes? ¿Dos doncellas tan prestantes? Si más parecen mendigos- Rio a carcajadas el primero.
-Lo que me faltaba... luchar a muerte para llegar hasta aquí y dos idiotas con muchos cascos, no comprenden la gravedad de la situación- La pelinegra estaba a punto de romper un par de dientes para ser tomada en serio.
-No te preocupes Nina- Arika sonrió con amabilidad. -Extrae el collar de mi camisa y muéstraselos a este par de incrédulos-
Con algo de pudor, la pelinegra buscó en el cuello de la castaña y un poco más abajo, hasta encontrar la cadena de la que hablaba Arika, en cuanto la extrajo la reconoció instantáneamente, era "El zafiro del cielo azul", una de las 7 grandes gemas de la casa Kruger, hechas por el mejor orfebre de Fukka, Christoph Ho. Era un collar de oro blanco, con trazos a mano sobre la superficie de cada uno de los aros que conformaba la cadena, una oración antigua, casi un rito de protección para el portador. En el dije, colgaba la gloriosa gema azul, con diamantes en las cuatro puntas del zafiro, estaban escritas palabras en latín "No hay puertas cerradas para el que porte este sello" y la firma de la próxima reina, Mashiro Blan. Era una prenda tan exclusiva, que el anciano Ho tuvo que viajar hasta Windbloom para poder dejar la marca estampada en el momento de su creación.
-Así que era para ti- No evitó mencionar la pelinegra, recordando cuando Natsuki trajo el impresionante Zafiro en sus manos, recién sacado de la mina "Mashiro va a estar feliz, le prometí una de estas hace años." Recordó. -"Esa persona la quería para un regalo... vaya"- Pensó sorprendida.
-Me la dio la princesa, como regalo de cumpleaños, fue en el décimo quinto- Informó Arika mientras los guardias palidecían, claro que conocían la joya, fue expuesta durante días en el salón principal del palacio. -Ahora... ¿Suponen que una joya tan espléndida puede ser la propiedad de dos mendigos?-
-Discúlpenos, comprenderá que sus atuendos...- Intervino el segundo guardia intentando salir del impasse en el que se habían puesto a sí mismos por ignorancia.
-Lo sabemos, abran ya las puertas e informen de nuestro arribo, en ese caso daré buenas recomendaciones de ustedes a sus majestades- Aprovechó la oportunidad Nina y en menos de nada las preciosas rejas del palacio le fueron abiertas.
-Por favor síganos señorita Kuga, Sayers...-
-Yo esperaré...-
-¿Qué?- Nina se dio la vuelta, para mirar a su compinche de batallas.
-Si ven a su Alteza, digan que la espero en el Templete, ella sabrá a dónde ir- De ese modo la castaña se adentró en el jardín y sus pisadas la llevaron más y más lejos hasta que la Kuga no pudo verla. Pese a todo entendió que un reencuentro de ese tipo no sería adecuado dentro de los gloriosos salones de un castillo o frente a los indiscretos ojos de la corte. Ya sin pensar más en ello acudió con el rey Taeki esperando entregar la urgente misiva con las palabras de Lord Takeru y ver de algún modo por su propio futuro, en verdad necesitaba esa carta para brindarle todo de sí a Erstin y aunque tuviera que suplicar por ella al Rey, estaba dispuesta a todo por la posibilidad de casarse con la señorita Ho.
Atravesó en compañía de los dos hombres la entrada principal, los pasillos, las escaleras y aunque su atuendo no fuese nada halagüeño, no se preocupó demasiado de su aspecto, curiosamente había bastante movimiento al interior, sirvientes yendo y viniendo de un lugar a otro con adornos, cortinas perla y un sin fin más de objetos, incluso alimentos, copas y vajillas. Nina decidió hacer caso omiso del hecho y seguir adelante, aún si tenía el honor de ver al rey de su país, estaba segura de que él comprendería los apuros por los que pasó, sobre todo si tenían en cuenta haber hecho una cabalgata durante tres días, ver derruida su armadura, rasgada su ropa y delatar en sus vendas las heridas recibidas en la batalla que tuvo lugar sólo para poder abandonar Fukka, y todo esperando llegar con él.
Pensaba también que el enemigo, ya fueran los Orphan o alguien más, intuía la importancia de su misión, la supervivencia de aquel poblado yacía en sus manos, de otro modo porque enviar a tantos para matarla. Esto sin mencionar el renuente interés por mantener la realidad oculta a los ojos de la monarquía, tenía la sensación de estar luchando contra una hidra, si por cada cabeza que cortaba, a ella le reemplazaban dos, de modo que rogaba a la diosa esperando que advertir al Rey sobre la situación que pasaba les permitiera tomar cartas sobre el asunto e impedir una tragedia.
Así llegaron al despacho del monarca y le fue concedido el paso, Nina casi olvidaba lo difícil que era ver a un hombre que sería una versión de su tío sin la máscara, era terriblemente hermoso, tanto como el detestado Naraku. Su pálida piel, cejas pobladas de un tono cobalto, barbilla firme y definida, él era alto y atlético, una melena azulada pero menos larga que la de su tío. Al levantar su rostro el mayor en años y jerarquía, notó los ojos azules que son propios de ambos hermanos y el halo de grandeza que los envolvía a los dos, el rey con el beneficio de su apariencia engalanada apariencia.
-Srta. Kuga ¿Que le ha pasado?- Preguntó más que preocupado nada más verla. La pelinegra observó a los dos hombres que estaban a sus espaldas, era claro que de afirmar algo sería solo ante el rey. -Pueden retirarse e informen a la servidumbre de nuestra invitada... que preparen un festín y unos aposentos dignos, también encuentren al médico de cabecera-
-Como ordene majestad- Dijeron a coro los dos guardianes y salieron presurosos cerrando la puerta tras de sí.
Una vez segura de que estaban a solas y nadie espiaba, extrajo el sobre de su chaleco. -No se preocupe mi Lord, las vendas suelen ser más escandalosas que la gravedad de las heridas reales, por ahora es imperioso que le haga entrega de esta carta, la envía Lord Takeru y solo puede ser vista por usted- La joven se acercó y con una pronunciada inclinación tendió el documento al mayor.
Tomó la carta en sus manos e invitando con un gesto a Nina para erguirse nuevamente. -¿Te ha enviado solo a ti?- Taeki juzgaba aquello una verdadera inconsciencia de su hermano, si bien la chica frente a él tenía prácticamente la misma edad de su hija y esto le traía la sensación de cierta indefensión, comprendía que ella podría ser tan letal como los Okuzaki a su servicio.
-Debía ser una empresa de absoluta discreción. Además, ante las vicisitudes que me encontré, tengo la certeza de que al enviarme con una escuadra hubiese sido una masacre, era más fácil que una sombra sigilosa pudiera evadir a los Orphan que sitian Fukka- Explicó dando la respuesta a su anterior inquietud y a la presente.
-¿Sitiar? Eso no ha pasado desde la muerte del anterior...-
-No tema, la duquesa y su hermano se encuentran bien, pero lo que ve de mí... es una pequeña muestra de lo mortíferos que se han vuelto nuestros enemigos- Retiró el chaleco de cuero y debajo de él la húmeda camisa traslucía vendas en la extensión completa de todo su torso. -Me atacó un enjambre de dragones voladores, nunca había visto tantos juntos- Volvió a cubrirse con la chaqueta.
-No habrá en el mundo una forma de pagar los riesgos que has corrido, así como tu lealtad- La ensalzó el rey.
La pelinegra no vio mejor oportunidad, así que postrándose a sus pies se atrevió a decir lo que con temor al rechazo estaba obligada a solicitar. -Le aseguro que no pediría nada por mi amor a la familia, de hecho no se lo pido por mi lealtad o mis esmeros, se lo suplico como la persona que no ve más esperanza que la que usted puede dar, ya que está en su mano el mayor anhelo que yo ansío- La morena levantó la mirada con vivo fuego en sus iris de magma y una férrea intención en su faz, lo que sorprendió bastante al rey, alguien tan acostumbrado a las venias no miraba una tan sincera desde hacía varios años, ni una expresión tan intensa y conmovedora. -... si fuera posible que me diera otro edicto como el que le dio a Natsuki para contraer nupcias con... con la Srta. Fujino, sería yo quien no podría agradecer lo suficiente-
-A este paso tendré que hacerlo una ley...- Mencionó el mayor con una sonrisa en los labios y un asentimiento de cabeza. -Alguien ha venido antes que tú, pero a ella no pude decirle que sí...- Negó con la cabeza, suspirando con pena.
Por la tristeza que mostraban los ojos del mayor, la Kuga supo que definitivamente no debía preguntar, solo aceptar la fortuna que le mostraba el destino. -Mis infinitos agradecimientos majestad- Volvió a realizar una venia y esta vez una mano sobre su hombro le detuvo.
Al levantar la vista, allí estaba el hombre mayor con una expresión amable. -Deja ya de inclinarte... con esas heridas es claro que debe doler-
-Pero el protocolo...- No olvidaba todavía que estaba en presencia del Rey.
-El protocolo es para los extraños, tú eres familia Nina, como una hija para mi hermano, una sobrina para mí... además, aquí no hay nadie mirando- Señaló Taeki lo evidente, el lugar estaba desierto con el motivo de su conversación. -Yo leeré esta carta en un momento, pero tú serás atendida por nuestro médico, se te darán las ropas que prefieras además del alimento necesario. Te ves ligeramente pálida...-
-Es... no es un quebrando de salud, ahora y con su ayuda, puedo hacer realidad mi promesa mi Lord, estoy tan feliz que no salgo de mi ensoñación- Realmente no lo creía, soñar cosa semejante cuando supuso que después de los Orphan lo más difícil sería convencer al rey de firmar otro acuerdo semejante, si bien Natsuki tuvo aquella posibilidad esta se debió fundamentalmente a la necesidad impuesta por la maldición, no así el libre deseo de amar a quien eligiese para sí. Pero la suerte pudo sonreírle, al parecer la negativa anterior le daba un sí a la suya...
-Esa carta que es tan importante para ti, la tendrás en tus manos cuando llegue el alba- Nina estuvo próxima a refutar sobre la necesidad de volver lo más pronto posible a Fukka, pero Taeki se anticipó a los hechos. -No admito una negativa pequeña, ya mañana a primera hora, dialogaremos sobre la situación de Fukka y las determinaciones que voy a tomar al respecto-
-Como usted diga...- Esta vez solo inclinó levemente la cabeza y caminó hacía la puerta. -Hasta entonces, Majestad-
-Me causa curiosidad algo...- Un breve interludio y Nina lo miró de soslayo, ya con una mano en el picaporte. -Si eran tantos ¿Cómo pudiste llegar aquí?- Sería una aventura de la que querría escuchar en cuanto cenaran llegada la noche, sin embargo esa duda era más poderosa.
-No todo el mérito me pertenece, Sayers Arika salvó mi vida cuando la pensé perdida, no necesitaba una escuadra completa, solo alguien cubriéndome la espalda- Sonrió.
-¿Ella? Es algo de lo que me gustaría oír más tarde ¿Te parece?- No daba crédito a lo que escuchaba, la inquieta castaña que recordaba siempre estaba junto a su hija y a su hermano, alguien tan vivaz de la que no esperaba fuese alguna guerrera, solo una bella jovencita cuya amistad siempre fue un regalo para la familia. Sin embargo y si Sayers había acompañado a Nina, entonces volvería a ver la sonrisa de Mashiro después de varios meses. -Tonto de mí... casi lo olvidaba yaciendo envuelto entre tantos documentos- Sonrió el mayor apenado por su descuido. -Esta noche, asiste por favor a la ceremonia del primer copo, es el inicio de nuestro festival de invierno y habrá un baile donde me gustaría verte divirtiéndote un poco después de tantas tensiones-
-Sería un honor...- Aún si estaba cansada no declinaría ni de broma la invitación de aquel cuyo puño y letra le brindaba una oportunidad de oro para honrar a Erstin como fuera en verdad merecido. -Con su permiso majestad-
-Adelante- Dijo el pelinegro observándola marcharse con una sonrisa en los labios. Luego comenzó a vagar por la estancia con el sobre en sus manos, miró por el amplio ventanal la nieve cayendo.
-Si tan solo Arika hubiese sido hombre... que distintas hubiesen sido las cosas- Dijo más para sí que para el mundo. -Supongo que no sería la misma persona... sería Ren- Negó con la cabeza antes de volver la vista sobre el retrato de su amada hija sobre la mesa de su despacho, sumiéndose en sus recuerdos.
-Soy la única que no es libre de elegir...- No olvidaría esa expresión dolida en su rostro ni aunque una vida pasara.
-Ser una bestia o dejar atrás las verdaderas emociones que guarda nuestro corazón... ese es el sacrificio que debe hacer un Kruger, puesto que su sino le obliga a poner por encima a su propio pueblo antes que a sí mismo- Dijo mortalmente frío.
-¿Es un heredero lo que te preocupa?- Cuestionó la menor con sus ojos celestes llenos de reproche. -¿O la razón de lo que todos juzgan antinatural?-
-La continuidad de nuestro legado es lo que me preocupa, no nos queda más familia hija, cada línea ha sido cortada debido a la maldición, como si los anhelos de aquella mujer se cumplieran después de 400 años y no por la mortalidad de la peste que sembró en el mundo, sino por la amargura de los hombres que jamás prosperaron a su costa...- Cerró el puño con malestar, también los ojos y bajó la cabeza. -Incluso Natsuki y Takeru, que son todo lo que nos queda... pero entiende, ella ya ha desposado a una mujer y no habrá su seno un infante que pertenezca a nuestro linaje, por mi parte no tuve la fortuna de darte más hermanos que pudiera tomar esta carga sobre sus hombros-
-Y no te obligaría jamás papá... no habrá otra como madre en este mundo- Musitó ella comprensiva acariciando el hombro del padre.
-¿Es acaso que Ren no te trata bien? De ser así...- La miró preocupado, era esa una posibilidad que no había contemplado, ellos eran esposos desde hace tiempo y todo parecía ir bien.
-Ren... él es maravilloso papá, siempre cuida de mí y está preocupado por mi bienestar, también por la gente a nuestro cargo, si no pudiste elegir a alguien mejor que él, pero conoces los sentimientos de mi corazón, yo misma guarde esperanzas sobre él, esperaba que el tiempo hiciera lo demás, pero no puedo hacer brotar mis emociones solo por desearlo con fuerza- Admitió la de cabellos plata ante la mirada sorprendida del mayor.
Fue como una abrumadora epifanía. -Entonces ha llegado esa persona, ¿Quién se acercó a ti mientras no miraba?- Querría darle una paliza por ocasionar semejante predicamento.
-Siempre ha estado ahí papá... y yo misma, no lo he notado hasta no tenerle por más tiempo junto a mí, solo tras su partida me di cuenta cuando me asfixia el vínculo que acepté, se hizo pesado el lustroso anillo en mi mano-
-¿No estarás afirmando que es... Sayers?- No pudo esconder en su faz un dejo de repudio, no estaba en su mente la comprensión inmediata que tanto necesitaba en momentos así, ser padre no era fácil en la ausencia de la reina, una que seguramente sabría que decir o hacer.
-Sé que te avergüenzo, padre...- El llanto siendo vertido por los ojos de cielo que compartían los dos, además de la palidez de sus pieles, era como una aguda hoja lastimando el corazón.
-No... No es así, pero ahora ser el Rey y ser tu padre, se convierte en un conflicto que te aleja más de la dicha que cualquiera querría para una hija- Tragó saliva y negó con la cabeza. -No es posible lo que anhelas, si Natsuki ha cargado con la pena de ser una bestia... no debes ser más débil-
Mashiro mordió sus labios y desvió la mirada a un lado. -Está bien... padre, pero en cuanto exista la persona que tanto se requiere... Ren y yo, no estaremos juntos por más tiempo-
-¿Pero cómo dices eso? No crees que has sufrido suficiente la ausencia de tu madre ¿Cómo negarle un padre a tu hijo?- Era una absoluta insensatez.
-Es para eso que lo escogiste, una semilla es todo cuanto se espera de él... y yo no soy menos a falta de uno de mis padres. Sé que si accediera a yacer con él, tengo la certeza que no podríamos vernos más, sería insoportable mirar su rostro anhelando otro en su lugar... ¿Y qué hay de él? ¿Sería justo ver mi desprecio cada vez?- La frustración que no escondía su voz. -No pidas más de mí, papá... Te lo suplico-
-Mashiro- ¿Era imposible hacerla entender? -¿Hay algo que pueda hacer para que cambies de opinión? ¿Imaginas cuanta tristeza me llena al verte así?-
-Elegiste a mi mejor amigo para ser mi esposo, y no solo me privaste a mí de ser libre... a él también y ahora no puedo correr tras esa persona sin saber si está bien o solo se fue porque no ha querido verme más ¿Imaginas esta situación?-
-No puedo hacerlo, pero es un peso que tendré que tolerar dentro de mí y ser lo que debo ser... El rey, igual que tú un día serás la reina y espero que sea junto a Ren- Palabras dichas con un sinsabor, sabía que su hija sería una sucesora digna, pero el mundo que no sabe discernir la fortaleza de la fuerza, poco entendería de cosas como una reina sin herederos o un esposo.
Eso ella también lo sabía, una vida es nada comparado con el hilo de sucesiones que sostienen la certidumbre de las gentes, era el bienestar de miles sobre sus deseos, pero la parte más rebelde, la que amaba, resistía a una vida resignada. Pese a todo acalló una réplica más. -Está bien padre, pero si no puedo hacer realidad mi propio anhelo... entonces, concede a todo el que como yo está limitado por la ley para desposar a quien verdaderamente ama y sabes a qué me refiero padre, porque si no lo haces tú, yo seré tan paciente para aguardar el momento en que la corona pese sobre mi cabeza- La efigie que se hizo su rostro no le abandonó desde entonces, con cada emoción escondida en su mirada, era como ver a una muñeca de porcelana. -Si no apartaré a Ren, no será más que solo una vez ¿Lo comprendes?-
-Si...- Sintió envejecer 5 años con esa respuesta.
Deslizó su mano sobre el vidrio, llegó a sus oídos el chispear de la chimenea, allí los maderos rompiéndose por la acción del fuego consumiéndoles poco a poco. Taeki se sentía como aquel, consumido por la amargura de forzar a su única hija a yacer con un hombre que siendo bueno, no era el escogido por su corazón.
Apoyó su frente y cerró sus ojos sintiendo la fría superficie del vidrio, así como llamada por sus pensamientos la vio correr por los jardines, a su hija, una joven enérgica que parecía olvidada desde hacía 3 meses. -Lo lamento... Mashiro... Arika- Se apartó así de la ventana, tomó asiento en su silla y se dispuso a romper el sello de la carta de su hermano.
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Corriendo, pasando de largo sobre la gente, haciendo caso omiso de las palabras que silbaban como ruidos muertos a su alrededor, así escapaba por un breve momento a los protocolos sin fin de su jaula de oro. Estaba reunida en el salón con Ren, hablaban acerca de la nueva ruta de comercio con Ealis, él acudiría allí a una importante reunión para concretar el acuerdo y ya tras culminar los últimos detalles de aquella importante empresa, entró presuroso un guardia suplicando mil disculpas por su interrupción. Justo en ese momento perdió la percepción del mundo y todo lo demás una vez dijeron el nombre que era motivo de angustia desde hacía tiempo y no lo pensó demasiado. "La espera en el templete, afirmó que usted sabe dónde es... no dijo nada más"
Cuando arribó al jardín, tenía la sensación de un intenso palpitar en el pecho, ya que ni siquiera se había preocupado de buscar el prudente abrigo que el naciente invierno exigía, simplemente deslizó sus pasos sobre la nieve blanca que ya comenzaba a esconder la tierra bajo sus pies. No pasó demasiado cuando lo vio, el templete de madera blanca donde jugaban cada día desde la más tierna infancia, allí se dijeron secretos, vieron pasar los años, era su lugar predilecto en todo el jardín, incluso fue un castillo imaginario alguna vez. Dentro de aquel cubierto de madera, una persona con ropas masculinas aguardaba, lucía pantalones de cuero claro, botas de montar negras, cinturones marrones donde un estuche de un arma aguardaba al lado derecho y una funda de sable en el izquierdo, contaba con un abrigo de piel de oso sobre sus hombros. Mashiro dudó por un momento, pero en cuanto la figura se dio la vuelta para mirar en su dirección, la ahora más larga cabellera castaña se movió para dar paso al fino rostro de aquella a la que con tanta tristeza añoraba. Vio los ojos hechos de zafiro, reconoció ese rostro ligeramente más largo, observó la camisa blanca un poco sucia para su gusto, pero seguramente era a causa del viaje, y sobre ella, un chaleco café con lo que parecía una funda adherida a su espalda. De ese modo y más pronto que tarde un nuevo aire de energía la embargó, corrió como alma arrastrada a los confines del inframundo, pero lejos de huir, se precipitaba sobre él, o dicho de otra forma, sobre ella.
Mashiro extendió sus brazos cuan largos eran y la abrazó sin dilaciones, con todo el impulso que llevaba supuso que se caerían, pero la persona a la que envolvía se sostuvo firmemente como si sus zapatos estuvieran adheridos a la superficie terráquea. No se preocupó de nada más, el aroma a caramelos y avena que manaba esa persona, era tan conocido como en sus más dulces recuerdos y con el pasar de los segundos se vio cubierta por el abrigo de la joven que pese a todo no le devolvía el abrazo. Extrañada la heredera de la casa Kruger se apartó un momento y aunque el rostro de Arika expresara su contento, notaba en sus ojos una languidez preocupante. Aquel momento de repentino razonamiento trajo consigo además un nuevo sentimiento, uno jamás experimentado hacia la otra muchacha, no era otro que la ira.
-¡Eres una tonta! ¿Te has imaginado siquiera cuan preocupados nos tenías a todos?- La Kruger se cruzó de brazos molesta, mirando de soslayo a la que por mucho tiempo fue su amiga y que ahora se convertía en... algo más, la portadora de un nombre mucho más complicado de definir. Tan enojada y tan contenta por verla, se hacía una paradoja en su interior. -Era una carta nada más ¿Cómo has podido desaparecer durante meses? Y si... ¿Y si te hubiera pasado algo?- La futura reina ya rememoraba aquellas nefastas ideas que la asecharon durante largas noches.
-No ha pasado nada... Mashiro- Musitó Arika sin preocuparse del frío del que ahora no estaba cubierta por haberle provisto su capa a la joven frente a ella. -No has cambiado nada- Sonrió amablemente. -También ha sido un descuido el no salir abrigada ¿No has pensado que pudiste enfermarte?-
-No... No intentes cambiarme el tema- Frunció el ceño la peli plateada y Sayers no pudo evitar pensar que dos primas eran bastante parecidas.
-No lo he intentado... solo, quería verte, extrañando cada gesto de tu cara y pensando que no hallaría el valor para estar junto a ti nuevamente- Ciertas palabras, disfraces sutiles de la mente para escapar a la amarga realidad, cuando por reflejo busco el anillo en la mano de su Alteza.
Con un mohín en su faz, Mashiro desvió la mirada abochornada. -Estás tan calmada, al punto en el que la niña parezco ser yo ¿Qué ha pasado contigo?- Llevó ambas manos al abrigo y lo estrechó más contra sí, llenándose de aquel aroma que echo en falta tantas veces, tal acción era excusable pues a fin de cuentas helaba. Pero al ver a su amiga, esta no parecía afectada por el frío, cuanto más tiempo la miraba más terriblemente atractiva le parecía, pues no se veía ya como la niña con la que jugaba años atrás, era tortuoso contemplar una figura tanto delicada como atlética bajo las ropas de un hombre. ¿Quién era entonces la extraña persona frente a ella?
-Tuve suficiente tiempo para pensar y es que me di cuenta que no podría vivir en paz, solo alejándome de ti- La castaña escondía sus manos cruzando los brazos sobre sus costados, procuraba naturalmente ocultarlas de la vista azul que curiosamente la escaneaba de pies a cabeza. Arika tampoco había pasado por alto los encantos de la dama, si es que ver a la princesa cada día hubiera mermado su encanto, lo cual era imposible, haberla echado tanto en falta había incrementado dolorosamente su belleza.
-¿Te fuiste... por mi causa?- Una mueca culposa se alojó por un instante en la faz blanca de la joven noble.
-Más que por ti... por él, por los dos- Frialdad repentina emergió en la mirada zafirina, Mashiro comprendió que miraba sobre su hombro y al seguir la misma trayectoria, observó el motivo de tan radical cambio de actitud. Ren caminaba sobre la nieve portando un abrigo en las manos, por el color blanco, la Kruger supo que era para ella. Con el malestar en alguna parte de su cuerpo quiso decirle a Ren Sayers que no viniese a su encuentro, que les diera una poco más de tiempo... pero era tarde para ello.
-Supongo que es mal momento y que nunca lo dije por cobardía, pero no sabes cuánto he envidiado su suerte, no te imaginas cuanto te he amado... Mashiro- Esa voz tan cercana, en su oído y luego los pasos que las distanciaba. Al mirar atrás, la aludida notó que Arika había llegado hasta el otro extremo del quiosco que las resguardaba de los copos que caían y en su rostro una escurridiza lágrima delataba lo que tanto tiempo se obligó a negar en el fondo de sus propias percepciones ¿Cómo no saberlo? Si Arika la miraba como al sol que ilumina las mañanas, se mordió los labios y contuvo con sendos esmeros el no llorar también ¿Para qué saber una verdad tan desdichada? Si quería solo penar por su amargura y jamás verla a ella padecer la misma suerte. Giró el anillo en su dedo y guardó la compostura por muy poco. -Lo lamento, Arika... eres la mitad de mi alma, pero él también lo es- No mentía, los dos eran sin lugar a dudas su mayor tesoro, por amor, por amistad, por los lazos que formaron desde el primer día de conocerse.
-Si... lo escogiste a él, eso ya lo sé- La castaña bajó los brazos a cada lado y cerró sus puños aun contra la inmovilización impuesta por las vendas, aquel dolor en las heridas apaciguaba la ira que comenzaba a nublar su juicio, pues cuanto más se acercaba Ren, mayor agonía sentía dentro de sí.
La dama noble quiso explicarse un poco más. -Eso no es...-
-¡Arika! Qué bueno verte hermana- La voz de Ren las interrumpió, se miraba contento pero más rápido pasó de largo sobre la castaña hasta ver a Mashiro. -Qué frío hace, ese no es el abrigo de una princesa, ni puede cubrirte lo suficiente- Tan rápido como llegó, el noble caballero de la familia Sayers retiró el viejo abrigo de oso que a mala hora desentonaba con los blancos atuendos de su esposa, la prenda cayó al suelo y fue reemplazada por otra más blanca y mullida. -Deberíamos entrar en la casa... todos, o tú hermana ¿Quieres enfermarte?-
Arika miró al mayor, a él le interesaba en demasía Mashiro ¿Pero cómo culparlo? Lo que le hacía reverberar la sangre en las venas no era otra cosa que aquella marcada forma de exponerse mejor para todo, incluso para ofertar un regalo o un cuidado, si le daba una rosa a Mashiro, él llegaría con un ramo completo, si le ofrecía un collar de oro, él traería perlas para adornar, si le daba lo único que tenía encima para aplacar el frío invernal a costa de yacer sin nada para calentarse a sí misma, él le daría un abrigo de pieles y arrojaría el suyo al suelo sin siquiera preocuparse de nada más. -Basta... Hermano- Ya no más.
-¿He?- El muchacho se volvió a mirarla con desconcierto, jamás le refutó nada su hermanita. -¿Te pasa algo?-
-¿Qué compartimos tú y yo, Ren?-
-Somos hermanos, claramente todo es compartido...- Parecía obvio para el castaño, ligeramente más alto y finamente vestido.
Arika negó con la cabeza. -Nada, absolutamente nada me pertenece... todo es tuyo y te juro que jamás cuando fuimos niños eso llegó a importarme- La joven ladeó la cabeza y tensó la mandíbula. -Lo tienes todo y la única cosa que realmente he ansiado para mí, también te pertenece... pero por la Diosa ¿No puedes solo desaparecer por un momento nada más? ¿No has visto que esta era una ocasión solo suya y mía? No esperaba nada más Ren, solo eso... despedirme apropiadamente-
El Sayers guardó silencio, como intentando tejer las ideas en su mente. Sin embargó Mashiro no pudo callar ante aquella nueva información. -¿De qué hablas? ¿Te vas?- Cuestionó intentando suponer que se refiriera a otra cosa.
-La ocasión anterior me fui, usé la carta como excusa para no tener... no tener que verlos juntos por más tiempo- Una creciente vergüenza se alojó en la faz de la castaña, aunque no bajó la mirada ni escondió su rostro. -Fue una mala forma, eso lo sé...-
-Arika... ¿Acaso insinúas que sientes...?- El joven buscaba la palabra para describirlo, pero no la encontraba.
-¿Amor?- La de zafirino mirar miró con desdén a su hermano. -Tanto te cuesta la idea ¿Hermanito?-
-Eso no es posible... tendrías que ser una tríbada- El joven no evitó algún repudió al final de la expresión. -Para actuar en semejante forma-
-Vaya, Ren tiene una pizca de vocabulario ¿Siquiera sabe el insulto que es eso?- Arika ya deslizaba una de sus manos cerca de la empuñadura del sable, delatando así ante los ojos celestinos que iba a retar a Ren a un duelo, solo por la gravedad de un insulto que la golpeaba también colateralmente a ella.
-Basta... basta los dos- Se impuso Mashiro con voz firme, pero la flama de la discordia se había extendido dentro de los dos castaños como el voraz incendio de un bosque.
Ren no evitó sentirse amenazado ante aquella declaración, como si existiese la posibilidad de verse vencido en lo único que él sabía, era seguro perder. -Arika, sabes bien que ello no es conveniente para ti... si nuestro padre lo supiera-
-¿Y crees que me importa lo que él piense?- Aunque lo dijera de esa forma, sentía que una explosión nacía desde su interior, como si el cántaro de su paciencia se hubiera roto irremediablemente, aunque la portadora del "Zafiro del cielo azul" estaba segura de saber que la fisura desgarrando y desplazándose estaba en otra parte, muy dentro de su pecho. -No Ren, sería la primera vez de interesarse ¿Y que podría hacer? ¿Repudiarme un poco más? No sospeches ni por un momento que no sé la gravedad de su desliz, o que la mujer que con tanto desdén me mira no es mi madre... si me envía lejos ¿No te estaría haciendo un favor?-
-Yo... yo no tengo nada que ganar, si te vas... pues bien tú lo has dicho, todo es mío y tú prefieres irte a compartirlo-
Arika negó con la cabeza, mordiéndose el labio. -No me interesan las riquezas de nuestro padre, no gracias... creo que puedo vivir sin eso, pero dime hermano. ¿Compartirías a tu esposa?- Ante la pregunta dos rostros se miraron contrariados, Ren tomó la mano de Mashiro en la suya y se puso delante de ella.
-Eso... Jamás-
-¿Entonces la amas?- Levantó una de sus cejas, con evidente interés.
Ren tembló ante la pregunta, pero se apresuró a responder. -Claro que sí...-
-Demuéstramelo...- La menor quería tener la certeza, si ella lo había escogido a él de forma definitiva, por lo menos se aseguraría que fuera la mitad de bueno de lo que debería ser solo por aspirar a tenerla.
-¿Cómo sería eso posible? ¿No te basta nuestra unión ante la Diosa?- Elevó la mano con el anillo y de no ser por lo cerca que estaba Mashiro de esa mano, tal vez hubiera perdido un dedo o dos.
La de azul mirar y castaña melena supo que por la diplomacia no lograría nada, así que procuró atacarlo en el que sabía su punto débil, su orgullo. -Si estás tan ansioso por demostrar que la mereces más... mucho más que yo, entonces pruébame que puedes ser todo lo que necesita, que puedes protegerla. Enfréntame si te atreves- Desenvainó la espada conteniendo con esfuerzo una mueca de dolor, sin embargo era un alivio que la empuñadura metálica estuviese casi congelada, era como poner hielo a una quemadura. -Vete, si eres un cobarde-
-Arika, Ren... están hablando insensateces los dos- La princesa sostenía con fuerza la otra mano de Ren, intentando evitar que pudiera ocupar la zurda con la que usualmente blandía una espada.
-No querida Mashiro, si voy a procurar no importunar más en sus vidas, si es la ocasión de verte feliz... necesito ver que mi hermano es todo lo que yo no pude ser, que me demuestre por una vez en su vida, que toda su suerte está basada en el esfuerzo y no en la desgraciada casualidad de mi cuerpo-
-Si piensas que solo por ser quien soy, me encuentro en mi posición... Estás equivocada- El joven retiró con bravura su mano de la de su esposa. -Ser un caballero no supone solo el cuerpo o las vestiduras que pretendes imitar... pero si tanto esperas que te enseñe, así será- Ren tomó la espada en su cinto, la cual usaba normalmente como ornamentación pero que sabía blandir como es acostumbrado en los hombres de su categoría. -Talvez de ese modo, rectifiques el desviado camino de tu vida-
-Lo lamentarás Ren... yo ya he matado a un millar de monstruos más fieros que tú- Como una sombra se desplazó tan rápido que el mayor apenas pudo desviar la estocada y caer sentado en la mullida nieve.
Mashiro los miraba en silencio, a la persona amada cuyas manos vendadas se aferraban con fiereza a un sable y miraba con odio al otro, que siendo su mejor amigo y esposo, estaba lleno de zozobra ante la aparición de la que sabía, su más grande rival. Verlos heridos, verlos luchando era la más horrenda de las pesadillas. ¿Qué hacer? -Arika... te lo suplico ¡Detente!-
-Perdóname, pero yo ya no tengo nada que perder... él sí, él tiene que poder ser mucho más que el alfeñique que he visto todo este tiempo, que sea por primera vez un verdadero hermano mayor- Aunque los brazos abiertos de Mashiro procurarán ser un impedimento, la Sayers corrió y con un engaño de zig zag logró filtrarse debajo de ellos hasta llegar a su hermano que apenas se ponía de pie. A falta de espada, Arika lo embistió con su hombro y el chico cayó de cara al suelo donde se removió por breves momento antes de mirar hacia atrás con genuino enojo.
Ren supo que tendría que tomárselo en serio o iba a acabar mal, ser vencido frente a su esposa por su hermana pequeña, era sin lugar a dudas un bochorno que no quería vivir. Pero seguía siendo su hermanita. -Arika... esta vez no será el juego de las espaditas con palos que teníamos cuando niños, y no vendrá mamá a separarnos cuando te haya dado un golpe accidentado-
El mayor intentó una estocada, no muy seria, ni muy fuerte, tan evidente su intención que la otra esgrimista se hizo a un lado y deslizó su espada superficialmente a la altura de las costillas de su hermano. -Procura que no la deje viuda a ella...- Musitó al final.
-Argg...- Ren se llevó la mano sobre la herida, cuya profundidad no tenía el nivel de gravedad que si escandalizaba su sangre. -¡Arika! ¿Quieres provocarme en serio hermana? No ha sido suficiente insinuar tus intenciones a mi esposa, humillarme... ¿Qué más quieres?-
-Que lo hagas en serio... o te mostraré lo que sí puede hacer un rival de verdad- Volvió a acercarse tan rápidamente, que el caballero de la familia Sayers no lo vio venir, una patada en la misma herida que le había hecho la menor y de nueva cuenta terminó con la nieve como lecho, casi sin poder respirar. Tosió abruptamente y sintió el sabor metálico en la boca, realmente estaba recibiendo una paliza. Ya no era una cuestión de orgullo, comenzaba a dudar que la otra no estuviera intentando matarlo, Ren miró el cielo un breve momento, con esfuerzo tomó asiento en la nieve y se sujetó las costillas, su espada tirada a un lado y los sentidos embotados, casi sentía náuseas por el golpe. Al recobrar el ángulo de visión vio como Arika le impedía el paso a Mashiro ¿Cuánto había pasado? ¿Segundos? ¿Minutos? Discutían pero no podía oírlas, no con el sonido rimbombante de sus latidos en el oído. Su esposa sufría, la persona que amaba, quizás no de la misma forma ni con la misma intensidad que Arika, pero vaya que era importante para él...
Así lo vio, la gota que rebosó el vaso, ella tomo la barbilla que se resistía orgullosa, con la fuerza de unas manos magulladas y vendas manchadas de carmín, entonces no hubo espacio, sus labios juntos, sus frentes, sus cabellos mezclados y la falta de resistencia de la que juró lealtad eterna a su lazo, aquello era verdaderamente horripilante, una ignominia, Ren se levantó como pudo, tomó la espada y con un grito de guerra se apresuró a realizar una estocada iracunda sobre Arika.
La castaña lo vio venir, no es como que el placer de los labios de Mashiro no fuera un sueño anhelado, ojalá hubiera tenido esa idea tiempo atrás, robarle un beso a la princesa de Windbloom y probar su suerte ante cualquiera que intentase importunar, pero no... Esta vez tal atrevimiento se había dado en la meta de enardecer aún más los ánimos de Ren, si no podía soñar el tener su afecto por propia voluntad, al menos una vez en su vida podría afirmar que la hubo besado. Que mala suerte, la gloria de su boca, un intento claro por silenciarla, un sueño hecho realidad y no tuvo más opción que empujarla a un lado para evitarle daño alguno, además de poner la espada en medio esperando no perecer en medio de la que juzgaba su más grande proeza. Pero Arika no contó con la fuerza incrementada por la ira de su hermano, él logró desviar su propia espada lo suficiente para rozarla con su filo sobre el hombro, la castaña no podría sostener la espada de continuar así, le abrazaban las heridas y la sangre resbalaría la empuñadura en poco.
-¿Cómo te atreves? ¡Infame! Vil rata... basura venida de menos... ¿Esperabas que ella te correspondiese?- Decía vociferante el mayor ya habiendo perdido los estribos y la prudencia. -Que inocente criatura puedes ser... ¡Ella no es como tú! Asquerosa tríbada-
-Je, al fin te lo tomas en serio- Arika aprovechó la ocasión, retiró del camino su propia figura, Ren resbaló por inercia y con algo de ayuda del hombro de la menor, dio una voltereta y terminó volviendo a adornar el suelo. -Esto delata un poco más de agallas...-
Ren desde el suelo se sentía impotente y avergonzado, volvió a levantarse con solo más que el orgullo lastimado, esta vez pensó un poco más antes de ir contra Arika, miró sus manos, cada vez más manchadas de sangre, una cosa seguramente dolorosa ¿Apenas podía sostener la espada? La observó un poco más, su postura no era perfecta como al inicio de la batalla, seguramente ocultaría más vendas bajo su ropa. -"Retarme estando lastimada ¿No ha sido lo más tonto?... no, lo más tonto ha sido pensar que un par de trucos podrán amedrentarme, ni siquiera tú, hermana, tienes el beneficio de humillarme y pretender salir ilesa de eso"- El castaño se acercó a la menor y ejecutó una estocada limpia, sin fuerza desmedida, simplemente un movimiento que implicara el choque de sus espadas. La primera no surtió efecto, ni las siguientes diez, quince, solo a partir de entonces danzaron entre ataques y defensas pulidas, que mermaron su eficacia en las manos magulladas de Arika, poco a poco, el temblor de su espada, la imprecisión de su hoja delató lo evidente, el simple hecho de sujetar una espada en semejante estado haría llorar al portador del puro dolor.
-Es admirable... tanta fortaleza ¿Esperas agradarla?- Cuestionó Ren notando que más voluntad que fuerza tenía la menor. Así, comenzó a emplear más peso en cada ataque, esperando que su hoja vibrara una y otra vez, eventualmente no podría sujetarla. Las gotas de sudor bajando ya sobre cada barbilla, la mancha roja en el costado de Ren incrementándose, al igual que la de Arika ascendía a la altura del cuello de su camisa.
-Solo dándote problemas... esto no son las espaditas- La zafirina lo sabía, que él deseaba hacerla soltar la espada y estaba segura que de hacerlo no podría sostenerla una vez más. Comenzó a mover las piernas más rápido, evadir con su cuerpo mucho más que con su espada, algo más funcional si el suelo no fuera peligrosamente resbaloso.
Cuidadosamente y con cada movimiento la menor procuró sostener su ritmo, evadir con el cuerpo, atacar con la espada y patadas, logró poner más parejo el combate, ahora Ren tenía que cuidarse del filo y de sus pesadas botas, sin embargo los minutos pasaron, ambos comenzaron a agotar sus fuerzas, sus orgullos y hasta sus enojos. Curiosamente el silencio delató por fin para los contendientes, que Mashiro la cual no gritaba desde un rato atrás al ser tan olímpicamente ignorada, se había marchado. Arika la buscó con la mirada incapaz de resistir el reflejo, una distracción que le costó un corte en el costado izquierdo
-Ahora estamos parejos...- Sonrió el Sayers como si de verdad estuviesen jugando las espaditas de cuando eran niños.
-Ya veo que si puedes hacer algo por su protección- Admitió la castaña, Ren no era del todo un alfeñique, aunque sí un idiota de los grandes.
-Más que algo, Arika...- La miró una vez más y sintió una honda culpa.
-Pero te falta... mucho más- La chica sabía que se alargar más el encuentro perdería no por técnica, no por fuerza, simplemente tenía las manos destrozadas para la lucha y había sido precipitado enfrentar a Ren en esas condiciones, pero pudo más cada emoción atrapada dentro de sí. -Este será mi mejor ataque Ren, así que resiste como puedas- Era de justos advertir, así no podría pasar por tramposa.
-¿Qué?- No había forma en la que pudiera vencerlo, si tenía toda la ventaja. -No vencerás...- Tomó una posición de defensa y se preparó para recibir su golpe más fuerte.
Arika negó con la cabeza y comenzó a correr en la dirección de su brazo izquierdo, una mala idea siendo este el punto más hábil de Ren, vio la hoja de la otra espada acercarse, sonrió y lanzó una estocada con cada recodo de fuerza con que contaba, lo que no sospechó es que su hermana había soltado su espada, se dejaría caer de rodillas, arrojaría su cuerpo hacia atrás formando un arco y se deslizaba sobre el suelo resbaloso por efecto de la nieve... el filo pasó tan cerca de su rostro, a escasos dos centímetros de su nariz, pero que una vez fue superado el envite tuvo toda su espalda descubierta, la joven apoyó las manos en el suelo y con un grito de guerra mezclado con su propia agonía, movió ambas piernas contra los costados del mayor, como si de la patada de un caballo se tratara. El golpe que le vino por la espalda a Ren Sayers fue tan potente que estuvo seguro de haber visto escurrir la sangre de su propia boca y manchar la nieve antes de caer al suelo incapaz de mover un músculo más y con la certeza de tener rota alguna de sus costillas.
Arika por su parte enterró las manos en la nieve intentando mitigar el dolor, usar esa técnica de tacleada invertida, si la aprendió jugando con los chicos del entrenamiento en Fukka, pero teniendo las manos así había sido un suicidio. Apenas podía disimular el llanto de dolor que escurría por su mejilla, cuando una escuadra completa de soldados arribaba y como siempre tarde, justo detrás de ellos venía Mashiro más que molesta con el que dignaba ser nombrado su esposo y con otra que siendo amiga nada más, tenía la misma responsabilidad a sus ojos. -Verdaderamente son un par de idiotas redomados-
-Hoy he recibido peores insultos... idiota es amable- Sonrió cansadamente.
-Levántate...- Ordenó con expresión fría. Mashiro miro a Ren que seguramente yacía inconsciente. -Y... a él, llévenlo a mis aposentos, que lo atienda el médico y que no salga de allí hasta que yo conceda su libertad- El aire que desprendía la peli plateada causaba terror hasta a los más valientes, nadie osó desobedecer a su futura soberana.
Arika suspiró fuertemente antes de apartar las manos de la nieve, las ocultó en la espalda pero ello no le sirvió demasiado, el muchacho que les había abierto la puerta extendía ante ella el sable que le pertenecía. -Gracias- Musitó con un gesto amable, no tuvo más remedio que intentar sujetar la espada, lo cual apenas pudo hacer el tiempo suficiente para envainarla en su funda.
-Se... señorita, sus manos- El muchacho observaba las vendas desgarradas, la nieve y la mancha roja sobre la tela. -Alteza...-
-Shh...- Intentó acallar al guardia pero fue demasiado tarde, la joven princesa había devuelto su vista sobre ella notando el daño en sus manos y un gritillo escandalizado emanó de sus labios, la princesa cubrió su boca con sus manos y se apresuró a llegar.
-Ren... ¿Te hizo esto?- No se atrevía a tocarla, retirar o no la venda ¿Sería muy doloroso? -Ya verá cuando despierte- No disimuló ni un poco su enojo, eran hermanos ¡Por la Diosa! ¿Cómo herirse en semejante forma?
-Mashiro, él no hizo esto... si tienes que enojarte con alguien, es conmigo, creo que le rompí algo- Admitió abochornada la castaña.
Habiendo purgado su ira, su propio sentir, al mirar a la Kruger lo veía todo con tal vez más claridad, comenzaron a moverse, pero Arika vio atrás el abrigo tirado y a su caballo más lejos como esperando sus órdenes, sonrió y ejecutó un silbido caballar para disgusto de Mashiro, la que tenía la sensación de ir andando con un chiquillo y no una dama del nivel de la familia Sayers. El Obediente Doba llegó presto y contento junto a la dama que lo solicitaba, pero Arika deseaba que fuera llevado al establo donde le brindaron alimentos y descanso adecuados, así que le solicitó tal favor al guarda del sable y la puerta, comenzaba a pensar que sería bueno preguntar su nombre.
Caminaron todos hasta la entrada, allí los soldados inclinaron sus cabezas ante la princesa, con una ademán agradecido les ordenó seguir con sus labores habituales a partir de ese momento. Entraron en el castillo y una silenciosa, por no decir enojada Mashiro guiaba a su amiga de la infancia para llegar al sitio donde pudieran ser tratadas sus heridas.
Arika intuyó del enojo de la chica, así que intentó por donde supuso que podría disculparse. -No hablaba en serio sobre dejarte viuda, eso... era para provocarlo a él...-
La Kruger se detuvo y la miró. -¿Entonces qué era lo que querías?-
-A ti... pero de eso no tengo esperanzas ¿Verdad?-
Negarlo una y otra vez, "por favor que no vuelva a preguntarlo" fue todo cuanto pensó la de cabellos plateados. -Lo siento... no-
-No... No te disculpes- En ese momento lamentaba no tener las manos útiles para acariciar su mejilla, suspiró y continuó caminando a su lado. -Él lo dijo claramente... tú no eres como yo, una asquerosa tríbada y aunque lo fueras jejeje... porque escogerme a mí entre tantas opciones, hay chicas muy lindas por ahí- La castaña negó con la cabeza, sonriendo de aquella y extraña forma tan nueva para los ojos de Mashiro, era una sonrisa dolida, incluso amarga... como cuando se añora el llanto y se esconde en un gesto alegre, resultaba insoportable verla así, justamente a ella. -Ahora resulta que mi forma de ser, mi forma de amar es un insulto...- Tensó la mandíbula y suspiró. -Mashiro, hace tiempo que no pertenezco aquí-
La dama de sangre azul casi trastabilló ante las palabras de la castaña, pero pronto repuso su elegante caminar, la miró y evidenció que esta era la versión más sincera de Arika que hubiera tenido la oportunidad de ver a lo largo de los años, ciertamente los vestidos le quedaban maravillosamente pero se mostraba incómoda e insegura, la miraba más cierta cuando usaba un una falda de fajín árgano, un top cruzado y un chaleco... la mujer a su lado era una hermosa ave marchitándose dentro de la misma jaula que ella, pero muy a su pesar, no podía ofrecerle nada para quedarse.
-Es cierto, eres demasiado sincera para yacer en estas paredes de engaño e hipocresía ¿A dónde irás?- Intentó no delatar la honda soledad que se quedaría allí con su partida.
-Gracias por no odiarme, a pesar de... de mi atrevimiento- La joven Sayers al fin pensaba con cabeza fría, era una suerte que su Alteza no hubiera ordenado la horca por haberla besado sin su consentimiento.
-Somos amigas... eso siempre- Si fuera posible confesar que nunca imaginó ni en sus más sublimes sueños, recibir un beso suyo, uno tan apasionado y suave, cuidadoso pero intenso.
La de zafirina mirada sonrió. -Jum... Iré a Fukka-
-¿He? Pero si es el peor lugar del reino- No es que quisiera ofender a Takeru y a Natsuki, pero los Orphan hacían de Fukka el lugar menos turístico.
-Justamente por eso iré- Musitó con convicción.
-No comprendo...- Sí, lo que pasaba por la mente de Arika seguiría siendo un misterio sin importar si fuera pequeña o adulta, necesitaba un traductor para entenderla.
-Me doy cuenta que soy fuerte, que puedo proteger a las personas, puedo cultivar la tierra, hacer cosas por mí y por los demás, eso necesitan en Fukka... cuando me entrené quería demostrártelo a ti, hacerte ver que era mejor que Ren, pero fue una mala forma de ver las cosas, yo no soy buena negociando, odio todo el protocolo, me asesinan los vestidos de la corte, me gusta correr sobre la hierba, comer con mis manos desnudas frente a una fogata, ser yo simplemente... y eso no es lo que se requiere en este lugar, no una espada, no una chica que ama la libertad de ser y amar a su manera... por otro lado tienes un ejército para cuidarte, a pesar de eso yo esperaba impresionarte -¿Es un poco tonto no?-
Quiso decir ¿Qué hay de mí? Te necesito, ¿De qué me sirve un ejército si no estás? Era una idea tan egoísta, sabía que de pedirlo ella accedería a su súplica, pero no era lo más justo. -No es tonto... de hecho venciste a Ren y él practica la esgrima desde niño-
-Jugábamos... yo los veía en sus clases, pero practicar sola no era suficiente, al fin recibí la instrucción adecuada y te aseguro que de no recibirla no estaría aquí... esta vez di todo y gane... por una vez, lo vencí en su mejor aspecto- Casi se olvidaba por momentos que el motivo de la discordia era Mashiro, Arika era simplemente ella misma y esta refrescante versión de ella cautivaba todavía más a la joven princesa de Windbloom.
-Si fuera otra persona, te diría que es lo más lindo que han hecho por mí- Escaparon los pensamientos de la prisión que suponía su mente, se mordió los labios y miró preocupada a su acompañante, tal vez la hería pero para su sorpresa la castaña sonreía amablemente como siempre.
-Si fueras otra persona, tal vez te pediría que vinieras conmigo a un lugar donde mi espada sea en verdad útil para cuidarte, un espacio en el que si vas conmigo de la mano a la gente le importará poco- Era un cruel juego decir aquellas cosas, pero si podía soñar no se cortaría la posibilidad. -Si fueras otra persona... vería en cada día de mi vida, que fueras feliz-
-Sería... perfecto- Susurró por lo bajo conteniendo un nudo en la garganta. -Fukka será un buen lugar... sé que Natsuki y mi tío harán lo mejor para que puedas vivir en paz- Mashiro no se permitió jugar más con la idea de una dulce suposición, sólo porque la realidad era tan distinta y apartada del camino que seguiría la vida de Arika.
-Entonces así será, quizás... pueda encontrar a alguien que corresponda mis sentimientos, tal como lo hizo otra persona- La castaña pensaba en la valentía de Nina, cuyo sentir fue finalmente despertado por la joven Ho y con ello una nueva luz de esperanza llegó a su vida, se alegraba y envidiaba a su amiga, puesto que su historia con la princesa era tan imposible como la que ella vivió junto a Natsuki.
-¿En quién supondrías tal posibilidad?- Un hilo de celos se ocultó en la cortante pregunta, pero Arika no pudo notar este detalle, estaban llegando al lugar donde serían atendidas sus heridas, abrió la puerta de par en par de un solo movimiento y con su zapato a falta de manos usables.
-Nina...-
-¿Nina?- Los ojos celestes de Mashiro se abrían de par en par ¿Entonces ya y tan rápidamente había sido reemplazada por alguien de la familia? Más que molesta estuvo dispuesta a golpear la cabeza de Arika, pero saliendo de sus oscuras ideas notó que estaban frente a la enfermería y dentro de ella había ya una ocupante, muy conocida.
-¡Hey Nina!- Dijo Arika con su efusividad de siempre.
-Eh tú ¡Mira a otra parte!- La pelinegra se cubrió el pecho con las manos, estaba siendo atendida y para tratar las magulladuras de su espalda yacía en ese momento con el torso desnudo.
-Claro... claro- Arika desvió la mirada a otro lado en lo que Nina ocupaba el tiempo en tomar algo para cubrirse.
-Saludos Princesa...- Musitó la morena con una leve inclinación de cabeza, sonrojada por completo pero procurando guardar el respeto que la princesa de su país merecía.
-¿Tú también estás lastimada?- La ceja de perlado color se levantó más que extrañada.
La Kuga sonrió cansadamente. -Nada en comparación... ¿Qué rayos? ¡Te dije que no movieras las vendas!-
-Sí, debí contenerme un poco... pero me pudo el impulso- Refutó abochornada la castaña de azul mirar.
La Kruger miraba con nuevos ojos la familiaridad entre las dos jóvenes, que cual camaradas no disimulaban ni un poco el exponer sus verdaderos pensamientos frente a la otra, una aguja palpitante se formó en su pecho al instante, pero acostumbrada a esconder sus emociones bajo el velo de la diplomacia disimuló con una expresión serena. Silenciosamente siguió a la castaña, la cual aguardó su turno para ser atendida por una doncella y esperando la llegada del médico que seguramente estaría verificando las heridas de Ren. En cuanto la joven enfermera comenzó a retirar las vendas de Arika, esta pudo y por poco contener el llanto, Mashiro tuvo que mirar a otro lado incapaz de observar tal escena de tortura. ¿Por qué había actuado tan desconsideradamente con su propio bienestar? ¿Acaso en Fukka se convierten en kamikazes como parte del entrenamiento militar?
-Alteza... es un placer verle nuevamente, ha sido un largo tiempo desde la boda de Natsuki- Nina atrajo su atención muy consciente que sería más que vergonzoso para Arika delatar la agudeza de su malestar.
La aludida se acercó a quien buscaba el espacio de una conversación, tomó asiento frente a ella y evaluó con sus celestinos ojos el estado de la Kuga menor, las heridas al parecer en toda la extensión de su espalda le obligaban a usar vendas en la completitud del torso y claramente de no ser por la abultada forma a la altura del pecho, Nina no distaría mucho de ser un joven guerrero de aspecto hermoso, tenía su encanto y eso era innegable ¿Tal vez era cierto? Que las intenciones de Sayers para su olvido estarían puestas sobre la pelinegra. El monstruo de los celos comenzaba a atacar y la cara de su alteza no estaba siendo muy hábil en ocultarlo. -Ha pasado tiempo, demasiado diría yo... ya falta un mes y medio para que se cumpla su primer aniversario... ¿La señorita Fujino ya ha develado sus verdaderos sentimientos?- Una forma delicada de preguntar si la maldición seguía sobre los hombros de su prima.
Nina negó con la cabeza. -Tengo la esperanza que lo haga prontamente, me es imposible negar la vista de tanto amor y que las palabras se silencien en sus labios- La Kuga no comprendía porque, si era tan evidente el sentir de la castaña de Tsu, a causa de que se resistía a convertir ese amor en palabras.
Mashiro sonrió comprendiendo en más de una forma la causa del callado amor que Shizuru profesaba y sorprendiéndose de la aceptación tan natural que delataba Nina, cuando para nadie era un secreto que ella estuvo profundamente enamorada de Natsuki desde niñas. ¿Lo había superado ya? -Siempre existe más de una razón para que una dama no exprese su sentir a quien más quiere... tal vez, se calla por amor- Miró de soslayo a Arika, a quien ya le habían limpiado y vendado las manos, ahora la doncella le quitaba la ropa para revisar su espalda, costado y hombro, la más blanca desvió la mirada sonrojada, sería inadecuado ver su desnudez por motivo de la casualidad infortunada.
Nina no pasó desapercibido este hecho, pero no dijo nada, se puso de pie y tomó una camisa para cubrir las vendas y la poca piel desnuda que le quedaba, ante el inconveniente que podía ocasionar la inmovilidad de la tela, o la posibilidad de reabrirlas, resopló con impotencia.
-Permíteme ayudarte...- Ofreció la princesa con la idea de hacer algo más que solo mirar. Con sus manos apoyó el desliz de la tela blanca sobre el brazo de la pelinegra, luego el otro y cuando intento abrochar los botones de la parte alta de la camisa, una avergonzada Nina la detuvo.
-No hace falta alteza... ya ha hecho mucho por mí y mis manos no tienen ni un poco del daño que si recibieron las de Arika- La de ojos magma observaba a la castaña que hacía muecas para no quejarse cuando la enfermera desinfectaba con algo de alcohol o le aplicaba un ungüento sobre los cortes todavía abiertos, Nina no sabía si reírse o sentirse culpable en sus apuros. -... es en verdad terca, dos días sin poder sujetar nada entre los dedos, la dejo sola unos momentos y como el alma inquieta que siempre ha sido, echó a perder la curación en menos de nada- Negó con la cabeza.
-¿Qué les pasó?- Mashiro vio una oportunidad de oro para calmar las dudas que la asolaban desde hace algunos meses.
-Nos atacaron cientos de Orphan... dragones voladores para ser exactos, uno o dos no son problema, un disparo de un arma común puede acabar con ellos, pero en gran número, en un enjambre, pueden ser mortíferos... así que aquella cabezota que ves allí, me ha salvado la vida- Una sonrisa de agradecimiento y de pena se alojó en la mirada rojiza de Nina que no dejaba de observar los pesares de Arika mientras curaban sus heridas. -Esos monstruos perforaron nuestras armaduras, de allí los cortes en nuestras espaldas, una mole se atravesó en el camino cuando salíamos, ella usó un disparo concentrado, tan grande como una inmensa bola de cañón, el arma se destrozó en sus manos... de haber conocido los riesgos, yo la hubiera sostenido en su lugar, ya que sin ella yo estaría muerta, eso es seguro-
La Kruger intentó no ser dura con la pelinegra, pero una parte dentro de si quería culparla y depositar su enojo sobre ella, sin embargo sabía en lo más hondo de su consciencia que Arika se había marchado en primer lugar por su causa. ¿Cómo castigar a quien simplemente había sido títere de las casualidades?
-Ella me salvó alteza, pero también... ha venido a verla a usted, la extrañaba tanto y si no venía conmigo en este viaje es posible que no lograra salir de Fukka tal y como están las cosas- Sentenció Nina terminando de acomodar su ropa, ajustó el fajín de sus pantalones negros de modo que la camisa estuviera debidamente fajada, ató el cinturón a pesar de la ausencia de Neptuno, acomodó la funda de su arma y después una cazadora escarlata con bordados dorados para abrigarse del frío. La apariencia de la pelinegra podría en ese momento robar el corazón enamoradizo de más de un par de las cortesanas del palacio, pero notaba que la joven no estaría siquiera enterada de esa posibilidad, no le importaba en demasía.
-Me parece apreciar algo diferente en ti Nina...- ¿Era su cabello suelto? O la peculiar trenza que nacía en su patilla y se perdía en la restante melena cobaltina.
Por toda respuesta la morena sonrió incapaz de ocultar su contento. -Bueno... siempre ha sabido el motivo de mi tristeza a lo largo de los años, pero por primera vez puedo verla a los ojos y afirmar la alegría inconmensurable de haber encontrado a mi persona más importante, Natsuki nunca estuvo destinada para mí... pero la diosa no se olvidó de mí y hace unos pocos meses he vuelto los ojos sobre aquella dama por la que haría cualquier cosa, me siento un poco tonta ¿Sabe? La tuve tan cerca todo este tiempo y no había notado que siempre estuvo ahí-
-Je, eso explica tu buen humor a pesar del desastre que han hecho de sus cuerpos- Mashiro no reclamaba voluntariamente los descuidos de las dos jóvenes, simplemente fluía con toda naturalidad.
-Sí, un poco de luz en la oscuridad y la preocupación- Nina miró con interés a la princesa al parecer perdida en su mundo de cavilaciones.
-Aún recuerdo la historia del ave gélida, el escorpión gigante, el calamar venenoso y otros tantos relatos sobre los Orphan que han enfrentado mis ancestros, pero jamás se mencionó que las criaturas acudieran en grupos numerosos- Cambió el tema esperando no toparse con una ingrata noticia, la coincidencia del arribo de Arika a Fukka y el tiempo citado por la Kuga, este detalle no se le había pasado por alto ¿Casualidad? Eso esperaba la peli plateada.
-Exactamente princesa, a mí tampoco me parece muy normal... antes podía vérmelas cara a cara con un Orphan y salir victoriosa, pero ahora están llegando en grupo, sonará falto de cordura pero los monstruos que atacaron el campo de trigo, los que nos cercaron el paso a Arika y a mí, trabajaban en equipo... si lo pienso, el enjambre nos arrinconó por todos los flancos hasta llevarnos muy cerca de la mole, la cual intentó embestirnos y que de no ser por la increíble idea de Arika, en verdad hubiésemos visto nuestro fin-
-Esto lo entiendo de ti, de Natsuki y de Akira, conozco sus razones a profundidad, pero Arika ¿Por qué?- Cerró su puño y frunció el ceño.
-Ella quiere demostrar su propia fortaleza... es todo lo que puedo entender de sus acciones. "Eso sin mencionar que busca tu aprobación alteza"- Pensó al final.
-Entiendo... Nina ¿Puedo solicitarte un favor?-
-Lo que usted diga majestad...-
-Es un poco injusto escuchar mis títulos en tus labios cuando yo te llamo por tu nombre ¿No te parece?-
-Cla... claro Mashiro- Un sonrojo de la extensión de toda la cara y una sonrisa después, Nina era por costumbre alguien muy formal.
Aun así delató la formalidad de alguna reunión importante. -Arika parece estar resuelta a volver a Fukka... quiere vivir allí-
-Pensé que... me alegro de escucharlo- Una vil mentira, Nina supuso que su castaña amiga se quedaría si las cosas salían bien, y aunque no guardara tantas esperanzas debido al compromiso entre Ren Sayers y Mashiro Kruger, nunca estaba demás soñar.
-Fukka no es un lugar seguro... promete que la protegerás a como dé lugar- Las enguantadas manos de la princesa sujetaron con fuerza el hombro de la pelinegra, se aferraba al único sustento de su calma.
-Ella no necesita...- Al ver más allá en la expresión atormentada de la princesa, simplemente aceptó tal compromiso. -Lo prometo, siempre velaré por ella...-
La joven princesa pareció encontrar algo de serenidad en el acto, en cuanto se volvieron a ver a Arika, los rituales sanatorios habían ya concluido y Sayers recibía ayuda para vestirse, igual que Nina decidió usar ropas cómodas, pantalón, camisa y un saco azul rey. Ocurrida aquella observación, Mashiro se percató de la trenza castaña naciendo de la patilla derecha, mismo estilo y tejido que la de Kuga.
Aquella joven ponía a prueba su autocontrol cada minuto desde que volvió ¿O se debía a que antes no estaba consciente de su interés por ella? Cuando estaba segura de ser el centro de su mundo todo estaba bien, pero ahora que su compromiso la ataba y le había negado la sinceridad de una frase más que cierta, ¿Qué derecho o reclamo podría hacer a la idea de verla libre y en medio de una jauría de mujeres sin escrúpulos? No es que no hubiesen "tríbadas" como las llamó Ren, en la corte o fuera de las rejas del palacio, simplemente estaban allí, escondidas de la mirada pública, pero no menos atrevidas o audaces. Se mordió los labios, Arika se veía más atractiva que su esposo luciendo los atuendos de un hombre, que tortura era aquella, no mirar, no ansiar y más importante aún, no sentir.
-Ve con mi hermano, Alteza...- La voz de Arika llegó como un sonido difuso y lejano, Mashiro no estaba atenta en ese momento, así que la miró contrariada. -Es con él con quien debes estar... sus heridas son más severas, yo estaré bien... Nina me hará compañía-
-"¿Y qué significa eso? Me confunde, una declaración hace minutos y ¿Ahora nada? Ni mi nombre, ¿Es así como acaba todo Arika?"- Era demasiado esperar que una mirada comunicase tantas emociones, sobre todo cuando el objeto de su mensaje evitaba mirarla a los ojos.
-Es una promesa que voy a cumplir desde este momento...- Apoyó Nina sin entender del todo las acciones de Arika. -"¿No que ibas a luchar por ella?"-
-Nos veremos en la fiesta de esta noche, hasta entonces... no le robaremos más tiempo- Cortó Arika con diplomacia de la que normalmente carecía. Mashiro se sorprendió. Sayers sonrió. -¿Creerías que olvidaba el baile del primer copo? Siempre admiré tu bella presencia cada año...-
-Si... la fiesta- Tragó saliva intentando desviar la mirada a un lado y no delatar un sonrojo en su nívea faz. -Debo ver a Ren, hasta pronto...- Su Alteza hizo una corta venía y se marchó presurosamente, no por la preocupación que pudiera causarle su esposo, sino por el motivo de sentirse frágil y expuesta, saber que en cualquier momento sería incapaz de sostener aquella fortaleza de sonrisas creadas para engañar, así y de camino a su alcoba sintió las lágrimas brotar silenciosamente por sus mejillas, se detuvo, necesitaba un momento más antes de intentar ser esa falsa persona otra vez.
Arika se quedó mirando la puerta un momento, luego sujetó de gancho a Nina y se apresuró a salir de la enfermería, llevándola consigo. Pasaron de largo por las estancias hasta llegar al cuarto dispuesto para la Kuga por el Rey Taeki, solo entonces con la privacidad suficiente se dejó caer abrumada en el asiento. -Me lo ha dicho ya Nina... sé que me quiere y soy importante para ella, pero no soy su elección, no es el tipo de amor que yo desearía...- De poder usar las manos hubiera cubierto su rostro con ellas, pero no podía, no había nada escondiendo el llanto que vertían sus ojos azules. Nina tomó asiento a su lado y acarició su hombro silenciosamente, si necesitaba desahogarse, allí estaría para ser la calma que le faltara. Arika le contó de principio a fin lo que pasó desde el momento en que logró ver nuevamente a Mashiro, la contienda con Ren y el viaje a la enfermería.
Finalmente expuso su sincero deseo, uno que al convertir en palabras se antojaba tonto incluso para ella. -Quería que viera cuánto mejor que él puedo ser, pero si lo venzo en fuerza, ¿De qué me sirve? Cómo deshacer un matrimonio si ya dijo sí... el sí que de verdad significa quererlo como su esposo-
-Cuando Fujino y Natsuki se casaron, sentí la pérdida por completo... tal vez renunciar por una vez en mi vida, fue lo que me permitió ver a otro lado, ignoré a Erstin tantas veces aunque estaba justo ahí, tan cerca... yo solo podía ver la espalda de Natsuki, entonces ¿En qué posición te encuentras ahora? Sientes que miras su espalda o aún te parece ver que sus ojos te miran a ti-
-Solo necesitaba eso, dejar morir mi esperanza... oír su negativa viniendo de sus labios- Tenia la voz rota, ya para que esconder su pena.
-No sé porque pensé que ella te correspondería, la forma de mirarte en la enfermería...- Susurró Nina, pero pensó un segundo después de haberlo dicho que había sido torpemente indiscreta.
-Ja... no confundas la lástima con el interés- Las gotas se deslizaban silenciosamente por las mejillas de la castaña, pues al fin y sin la presencia de Mashiro, podía dejar salir el dolor que tenía atenazado dentro de sí.
-¿Quieres descartarla por completo?-
-No tengo una sola duda de esto Nina, todo es igual que cuando me fui... la feliz pareja y yo, el mal tercio. Pero ahora que mi hermano Ren sabe la verdad, no dudo que se lo dirá a mi padre y él querrá enviarme al primer monasterio del que tenga noticia para corregir mis aberrantes conductas- Ver enojada a Arika, tan seguido que no sería bueno para la salud y ya resultaba preocupante para la pelinegra de carmines ojos.
-Si vienes a Fukka, yo estaré a tu lado... pero por favor, asegúrate de no tener un solo resquicio de duda, o ni siquiera huyendo tendrás un momento de paz-
-Yo no puedo ver más allá de este dolor y vergüenza... ¿Qué ves tú?- Secó el llanto con la blanca manga de la camisa.
-Mentira, celos, tensión... ninguna de las dos actúa medianamente normal, pero no se dan cuenta de eso, ustedes no se ven a sí mismas- Nina quiso decir un poco más arriesgando revivir las esperanzas de Arika, pero fue interrumpida cuando las puertas se abrieron abruptamente, casi con violencia, llevó la mano a su cintura por puro reflejo, justo allí donde aguardaba su revólver pero en cuanto vio al Rey desistió de la idea.
-¡¿Acaso enloqueciste?!- La voz de Taeki retumbó en todo el lugar, el pelinegro estaba más que molesto. -¿Es cierto todo cuanto se me dijo? ¿Atacaste a tu hermano de forma tan salvaje? Me ha informado el doctor que estará incapacitado durante al menos 3 días ¡¿Rompiste dos de sus costillas?!-
