Ciencias y Letras
El alcahuete del instructor, luego de aquella charla en contra de una relación primer alumno – genio descocada, se las arregló para colocarnos juntos durante los entrenamientos. Parecía gustar de nuestras pugnas cuerpo a cuerpo, y llegué a temer que fuese un depravado. Mientras él disfrutaba el vernos rivalizar, tanto Erwin como yo terminamos considerándolo una prueba de madurez. Ninguno de los dos estaba dispuesto a mostrar otras reacciones que no fueran las propias del combate. Si algo nos sobraba era el orgullo, e intentamos responder a la chanza de la soldadesca con actitud indiferente; pero el aura intensa que proyectábamos al encontrarnos debió expresar la realidad…, y el instructor no fue ajeno a ella.
—¡Colóquese a la espalda de Hange sin tanto miramiento, Smith! ¡Estamos en una práctica, nadie lo tachará de acosador! ¡Concéntrese y refuerce su abrazo alrededor del pecho del oponente! —le dio un revés a Erwin en el hombro que nos estremeció a los dos, tenía fuerza el maldito y no dudaba en mostrarla— ¡Woah Hange, aquí es donde aprovechará el ímpetu del contrario! ¡Apenas caiga sobre usted, sostenga el antebrazo derecho con su mano izquierda! ¡Nooo! ¡Deje quieto su brazo derecho! ¡Solamente inclínese adelante y proyéctelo! —vacilé por segundos, consciente del peso de Erwin y la falta de impulso para lograrlo. Esa pequeña indecisión me costó una tormenta de lenguaje harto censurable— ¡¿Y ahora, cuál es el problema?!
—No sé si es un problema o una hipérbole sentir que cargo el mundo sobre mi espalda, señor —le respondí, permitiéndole a mi compañero volver a pisar tierra, sin que termináramos el ejercicio. Emití un suspiro exagerado, buscando aminorar la irritación del oficial.
—Jamás alguien se quejó de mi peso de una forma tan ingeniosa —Erwin me obsequió su bella sonrisa, halagándome por la inventiva.
—¿Huh? No sé cuántas mujeres se habrán quejado de otra manera —puse hincapié en el doble sentido, a ver cómo se lo tomaba—, pero definitivamente a mí sólo me cogió por sorpresa. La próxima vez lo arrojaré a mis pies, así pese lo mismo que un titán.
—¿Mujeres? ¿Por qué supone que yo…? —abrió los ojos, atónito, quedándose sin habla. Su reacción avivó mi libido a un grado que me obligué a canalizar mis energías en la próxima ejecución.
—¡Woah Hange, usted sin dudas…! —intervino de inmediato nuestro superior, cambiando la tónica del asunto de vuelta a los ejercicios— En fin, presumo que su desvarío por los titanes le hace verlos hasta en la sopa. Ya la escuchó, Smith, usted para ella es una especie de titán vigoroso e inteligente, créase uno y ataque como tal.
—De repente me siento más confortada ¡Estoy lista, señor! —le solté, firme y haciendo el saludo.
—¡Ese es el espíritu! ¡Muéstrenme algo que valga la pena! ¡Ofensiva con brazo derecho, puño bien cerrado! —Retorné a posición de combate, para después golpear con ímpetu— ¡Bien hecho, Smith, bloqueo con mano derecha e izquierda con palma abierta! ¡Sostenga fuertemente la muñeca de Woah Hange y gírele el brazo hacia dentro! ¡Por las Tres Murallas, Smith, no la considere tanto, NO va a romperle el hueso! —cierto que Erwin se cuidaba de provocarme cualquier tipo de contusión o dolor— ¡Ahí está, ambas manos tomando la muñeca y paso adelante con pierna izquierda! ¡Cruce el brazo de Hange por encima de sus hombros, agárrela de la chaqueta y proyéctela por encima de la espalda! ¡¿Qué tiene miedo a tocar, Smith?! ¡Olvídese de lo que haya debajo de la cazadora, aférrese al cuero como si le fuera la vida en ello! ¡Proyéctela y que muerda la tierra! —de sopetón me vi lanzada con inaudita facilidad, sin que pudiera evitarlo. Caí levantando una colosal nube de polvo— ¿Ve qué fácil? Algún día me lo agradecerá si decide saltarse las reglas y aplicarlo en otro terreno.
Los comentarios sexistas me indignaron tanto como a Erwin, a juzgar por el cambio de su expresión a una más grave, si tal cosa era posible. Había cerrado los puños, conteniéndose de hacer o decir algo; respetuoso ante el superior, pero a la vez deseando replicarle por su menosprecio. Preferí que no interviniera, la ofendida era yo y puesto que había acabado de espaldas en el piso, decidí valerme de la proximidad del instructor. Busqué rápidamente apresar su tobillo con mi pie derecho, y le propiné un golpe suave pero imprevisto en la rodilla con el pie izquierdo. Cayó sin remedio hacia atrás, para verse amenazado con un golpe de talón directo a la entrepierna. Detuve el pie a unos milímetros del objetivo, y noté que sus ojos querían escaparse de las cuencas, amén de un sudor frío corriéndole por las sienes.
Fui el centro de todas las miradas, que una recluta se atreviera a tanto bien podía significar la expulsión. Obviamente, ningún oficial iba a permitir que lo dejaran en ridículo. Apartando a su compañera Nanaba, Mike Zacharius me observó cruzado de brazos, luego miró a Erwin e hizo su típico gesto de olfatear el aire. Ví a Moblit cubrirse el rostro con la mano, a la par que movía negativamente la cabeza; de seguro estaba dispuesto a sacarle brillo a las botas del superior, con tal de que no me lanzara a los vertederos. Flagon Turret, un cadete que desde la presentación envidiaba a Erwin con toda su alma, sonrió irónico, mientras fingidamente dividía su cuello con el índice.
Debía obrar con sutileza y hacerle ver a los demás que aquello había sido parte del adiestramiento, antes que los rumores empezaran a extenderse. Al instructor le había costado un poco de trabajo incorporar su ruda complexión, de manera que decidí esperar a que se levantara y librarlo de la ofensa. Luego de verlo en pie, tuve a bien abandonar la postura supina, irguiéndome con dignidad y me cuadré, encarando muy solemne al oficial.
—Lo siento, me disculpo, señor. Bajo ningún concepto deseaba que supusiera carencia de fuerza o técnica de mi parte, a la hora de rendir a un hombre ¿Qué le pareció? —endurecí la mirada, puntualizando— Y decirle con todo respeto, que aunque no se insinúe a la vista, SÍ tengo un atributo muy valioso bajo esta cazadora.
—¡¿Sabe lo que acaba de hacer, Woah Hange?!
—¿Aclararle que tengo un corazón, señor? —lo miré a los ojos con una inocencia que hubiera doblegado al titán más salvaje.
—No se pase de astuta, o terminará en una situación más desventajosa que la mía —eran meras palabras, el muy sátiro no pudo contener su debilidad por las inteligentes mañas femeninas—. ¡¿Y ustedes qué miran?! —se volvió hacia el resto de los cadetes, que al momento fingieron estar concentrados en sus prácticas—. Smith, ahora ya vio de lo que es capaz, haga el favor de tratarla sin prejuicios.
—Le aseguro que no soy yo quien los tiene, pero del mismo modo quisiera disculparme con ella por —si bien se dirigió al oficial muy serio, intervine antes de que aquel asunto continuara trascendiendo—…
—¡Olvídalo, todo está bien! ¡No le des importancia! —bastó un manotazo en el hombro, y sonreírle de forma que comprendiera la necesidad de hacer borrón y cuenta nueva. Erwin me observó indeciso, luego hizo un gesto afirmativo con la cabeza. Era sorprendente lo bien que nos comunicábamos— ¡Oye, me debes la revancha!
—Elija la postura que guste —me devolvió la sonrisa, indicándome con la palma que las damas van primero.
—Nunca creí que oiría tales palabras dichas por Erwin Smith —bromeé irónica, en verdad que disfrutaba ponerlo nervioso. Conociendo lo impasible de su carácter, era un privilegio saber que podía, al menos, bajar su guardia cuando hacía uso del lenguaje ambiguo. Quizás malinterpreté la intensa mirada que siguió a mi indirecta, pero hubiera garantizado su disposición a vencerme, de una forma distinta a la que empleábamos—. En fin, bríndame lo mejor de tu técnica.
—¡Dirijan esas hormonas al combate! —Interrumpió el oficial, ojeándonos malévolo— ¡Woah Hange, a la espalda de Smith! ¡Abrácelo con fuerza, que vea esos músculos tensos! ¡Oh, por María, Rose y Sina, le aseguro que él no se aturdirá porque se le estampe detrás como un sello! ¡Bien hecho, Smith, libérese del aprieto flexionando las rodillas y lanzando los brazos hacia arriba de un tirón! ¡Ya se deshizo del abrazo, ahora…! ¡Eso es, tomándola por los tobillos consigue hacerla caer hacia atrás!—me las vi otra vez en el suelo, un poco adolorida; sin embargo, Erwin me tendió la mano para ayudarme a incorporar.
—¡¿Eh?! —Nuestro superior nos olvidó por completo, volviéndose hacia Mike Zacharius— ¡Justo lo que tanto esperaba ver, un ataque de cien puntos, señores!
Nos distrajo por completo el hecho de que Nanaba le había propinado a Mike un pateo de barrido, arrojándolo a tierra sin remedio. Aunque la chica era bastante hábil para el combate, él siempre le llevó la delantera; por lo que supusimos algún descuido de su parte.
—Mike fue rechazado por ella nuevamente, no le hallo más explicación —susurró Erwin, analizando la escena—. Debió ser peor que dejarse aplastar por un titán.
—No sabía que Zacharius pretendiera a Nanaba —lo miré curiosa—. Se puede advertir algo cuando los observas de cerca, pero ambos son muy discretos ¿Por qué revelas un secreto que de seguro te confiaron?
—Porque no lo es, independientemente de su recato —dijo, encogiéndose de hombros—. Y Nanaba se ha empeñado en ponérselo difícil.
—Ahh, digan luego que los hombres no son parlanchines —reí al ver que fruncía el ceño—.
—¡Woah Hange! ¿Me está diciendo chismoso? —rugió el instructor, retomando el interés en nosotros— ¡¿Y en serio piensa quedarse ahí parloteando sandeces, como un titán capturado?!
—¿Un titán capturado? —por segundos olvidé hasta el intercambio con Erwin— ¡Si tan sólo piensan en tragarnos! ¡Únicamente alguien que no esté bien de la cabeza se propondría eso!
—Justo lo que pienso, ¿está de acuerdo conmigo? —había un brillo insólito en sus ojos cuando me observó irónico, luego desvió su atención hacia mi compañero— ¿Y usted, Smith? ¿Pretende usar invariablemente las ventajas que se le ofrecen para vencer?
Las preguntas del oficial me impresionaron tanto como a Erwin, si bien él procuró esconder sus reflexiones. Podía fingirse impasible, pero supe que deducía perturbado el doble sentido de aquel argumento.
—Espero ver lo que traerá el futuro —suspiró el instructor, cruzándose de brazos mientras nos detallaba con su mirar enigmático—, venga por el frente que venga. Tómense un descanso.
Fui hacia la cabaña más próxima al terreno de prácticas y me dejé caer junto a una columna. Erwin me había seguido, parándose junto a mí.
—¿Puedo? —indicó el sitio a mi diestra. Respondí afirmativamente y acabó haciéndome compañía. Tomó un sorbo de agua de su cantimplora, antes de cuestionarme respetuoso— ¿Le divierte provocar a los demás?
—¡Hahahahaha! —reí, desconcertándolo y bruscamente cambié a un modo serio— No, no es algo que suela hacer. La mayoría de las veces alguien me fustiga primero.
—Comprendo. Nuestro superior se comportó de manera vergonzosa y honrando la verdad, usted le dio una excelente lección. Quise disculparme en su lugar, por tamaño menosprecio hacia el género femenino —llevó la mano al pecho, inclinándose hacia delante, respetuoso. Entonces cambió el tono—. Pero ese no es mi caso…
—Oye, ¿podrías tutearme? Después de todo, no soy vieja ni tampoco hay motivos para tanto formalismo —le regalé una sonrisa que desarmaba, tendiéndole la mano, afectuosa. La tomó con varonil delicadeza y advertí su calidez natural—. Mis amigos me dicen Hanji, lo prefiero al Zoë conque me tratan las chicas. Puedes llamarme como gustes.
—Los dos son hermosos, Hanji —"hermoso", un adjetivo que conquista a la mujer; por desgracia los hombres saben muy bien cuándo usarlo. Y en labios de Erwin oírlo era una gloria—. Siento parecer impertinente, pero no creí que tuvieses muchos amigos. A pesar de que, por lo visto, acostumbras a ser muy sociable.
—Bueno, les parezco aburrida, eso es todo —suspiré, encogiéndome de hombros—. Me resulta imposible contener la emoción cuando hablo de mis proyectos y puedo estar horas explicando teorías. El único que lo aguanta sin quejarse es el bueno de Moblit, y debo reconocer que es de los pocos que me comprende, también.
—Ya veo —ambos dirigimos la mirada hacia él. No importaba lo mucho que pretendiera estar concentrado en sus evoluciones contra Flagon Turret, sabíamos que no había dejado de observarnos veladamente—. Él distingue lo que es importante. Yo también estaría dispuesto a escucharte ¿Compartirías tus estudios conmigo?
—¿Hm? ¡Por supuesto que lo haré! Sin embargo, ya estás dentro del grupo de las letras y no nos dejan mucho tiempo libre —medité, abrazándome las piernas y coloqué mi rostro sobre las rodillas, vuelto hacia él—…, tendrías que hacer un esfuerzo notable si también pretendes incursionar en las ciencias.
—Eso no será un problema —declaró muy serio, empero algo decía a gritos que intentaba llegar a mí—, de cualquier forma, sólo recibiré la parte del curso que considero necesaria. El resto pienso dejarlo en manos de la futura científica.
—¿De quién? —me ruboricé al escuchar que reconocía mi aptitud. Debió percatarse del súbito incremento de temperatura, porque desvió la mirada hacia la madera del suelo y lo vi sonreír muy levemente.
—¡Woah Hange, Smith! ¡Un descanso de cinco minutos, fue lo que dije! ¡Arrumacos y tonterías después! —El instructor se detuvo frente a nosotros, con los brazos en jarras e imponente dada su estatura; cortando la bella sensación y cualquier posibilidad de seguir el intercambio, hasta poder tantear el terreno espinoso de los sentimientos de Erwin Smith.
Regresamos al campo en silencio. A pocos metros del lugar escogido para continuar las prácticas, Moblit dejaba a Flagon totalmente fuera de combate. Advertí en su ecuanimidad, una mirada tan grave como las del propio Erwin ¿Qué podía estar ocurriendo?, me pregunté con la inexperiencia de aquellos años adolescentes.
Días más tarde, el apasionado de las letras accedió al taller de ciencias, tal y como había dicho. Mi preocupación aumentó, porque si bien lo habíamos debatido, con la mente fría surgieron varias interrogantes ¿Era ir más allá de los límites de sus asignaturas, el verdadero motivo por el cual entraba al curso? ¿Qué si resultaba tan bueno en la materia como extraordinario en los entrenamientos? ¿Me vería obligada a rivalizar con él, incluso dentro de mi propio ámbito? ¿Acaso el severo y discreto Erwin Smith estaba persiguiendo una relación más cercana? Decidí que fuese lo que fuese, me prepararía psicológicamente, afrontándolo con madurez.
—"El recluta promisorio, también quiere aprender otras disciplinas —cavilé algo sombría. Para colmo, el oficial instructor lo hizo sentar justo delante de mí—… Pues bien, yo también me propondré investigarte. Voy a hacer de ti un material de estudio".
—Hanji-san, sus ojos brillan y parece tener fiebre… ¿Está sintiéndose bien? —Moblit, siempre atento a mis reacciones, estuvo a punto de colocarme la mano sobre la frente. Desde el primer día se lanzó a ocupar el puesto a mi lado y espantó a cualquier otro que hiciera el intento de acercarse. En verdad me hizo un favor, había muchos reclutas locos porque les apuntara las respuestas de los exámenes.
—Tranquilo, Moblit —Detuve su gesto, aguantándolo suave por la muñeca, y bajé su mano hasta la mesa. Él dio un respingo ante el repentino contacto, llegando a sudar frío cuando percibió mis dedos palmeando los suyos—. Me acaloré imaginando lo mucho que me gustaría hacerle una disección a cierto titán…
—¡¿Qué está diciendo?! —Incapaz de conjeturar por dónde iba mi pensamiento, abrió los ojos de veras asustado— ¡No hay ejemplares para trabajarlos en clase!
—Cuando logre matarlos a todos, me las arreglaré para dejar vivo al último —dije apretando tan fuertemente el lápiz, que lo fragmenté en tres pedazos—. Voy a capturarlo y ten por seguro que lo voy a examinar de pies a cabeza. Y tú me ayudarás con ese talento que posees para el dibujo, esbozando los detalles.
—Hanji-san, no se muestre así de violenta —suspiró, dándome por incorregible y me ofreció su propio lápiz, tomando la pluma en su lugar—. De acuerdo, será un placer ayudarla con lo que se proponga.
—¡Soldados Hange y Moblit! ¿A qué se debe tanto bisbiseo? ¡Cualquier tema diferente al de la clase, lo debaten cuando termine! —rugió el oficial instructor lanzándonos una tiza. Felizmente, dejó su marca sobre la mesa y no sobre nuestro frontis.
Odié que me llamase la atención teniendo a Erwin delante. Naturalmente, él ni se inmutó al escuchar la reprimenda. El resto del tiempo que duró la clase lo pasé observando en silencio el corte suave de aquel cabello rubio, y el poderoso cuello. El ancho de su espalda me hacía ruborizar, así que apenas conseguía lanzarle miradas furtivas, riendo por lo bajo como una idiota.
—"¡Ah, maldición Erwin, quiero atraparte! ¡Resultas más complicado! ¡Deja que te capture! —perdida en esos pensamientos, garabateé la hoja completa haciendo cálculos imaginarios y el boceto de algo parecido a una gruesa red con púas— ¡Y cuando te retenga, voy a satisfacer toda mi curiosidad!"
Moblit me dio un leve codazo.
—¡Señorita Hange! —la voz me hizo pegar el brinco, ante la risa de los demás reclutas. El oficial estaba junto a mí, punteando el manuscrito con su índice— ¿Puede explicarme qué hace aplicando matemáticas en una clase de anatomía? ¡El turno acaba de iniciar y usted —arrancó el papel de entre mis manos—…! ¿Qué la mantenía tan absorta?
—¡Lo siento, señor! ¡Estaba pensando en los músculos que poseen los titanes en el cuello y la espalda! —respondí con el mismo tono alto, levantándome de sopetón y sorprendiéndolo— ¡Me preguntaba si realmente son tan duros como aparentan! ¡Por eso, ayudaría mucho tener una red bien gruesa conque someterlos!
Para mi suerte, la clase no hacía de mí al cien por cien su objeto de burla. Les divertían las espontáneas ocurrencias y era de agradecer algo que rompiera con el hastío de algunas materias. La carcajada fue general, Erwin Smith únicamente sonrió, cubriéndose los labios con la mano. Sonrisa como el alba, cuando despunta el sol y te acaloran los primeros rayos. Al verlo, me sentí tan absurdamente dichosa que apenas consideré las reflexiones del instructor, de pie a mis espaldas.
—No obstante… los garabatos parecen… substanciales —meditó, sin apartar la vista del papel. Acto seguido, colocando la mano sobre mi hombro, me devolvió la hoja—. Soldado Hange Zoë, al terminar la clase, quiero que analice muy seriamente cuanto puso en ese manuscrito y se prepare con vistas a una discusión. Iremos a ver a los superiores… Ellos le dirán si hay un futuro para esta propuesta.
—¿E-eh, significa que puedo implementarlo? ¡Yaho-…! —salté, olvidando totalmente la disciplina militar y al segundo me contuve, por si acaso el oficial se arrepentía.
—No garantizo nada. Son los superiores e investigadores quienes determinan —interrumpió el frenesí con gravedad—. Aunque mi campo es la anatomía fisiológica y biología titán; puedo reconocer un buen proyecto. Usted está incursionando favorablemente en el terreno de las matemáticas, y es mi deber alentarla si eso supone un beneficio para la humanidad. No importa si se trata de una rama científica distinta, la mayoría están relacionadas.
Los cuchicheos llenaron el aula; comentando sobre un posible ascenso. Por supuesto, los ignoré. Observaba detenidamente los cálculos de velocidad, masa y otros, sorprendiéndome ¿Cómo pude fraguar todo aquello, de una simple fantasía? El caso era que me tocaba volverlo factible y hacer frente a un tribunal de anuencia, menuda responsabilidad. Estuve tentada de halarle a Erwin el pequeño mechón con que terminaba su cabello.
—Y ahora, retomemos la pregunta de la señorita Hange Zoë —el instructor a duras penas consiguió acallar a los reclutas— ¿Qué sabemos de los músculos que poseen los titanes en el cuello y la espalda?
Esa tarde fui, como solía hacerlo siempre, a la biblioteca. Pues bien, allí estaba sentado Erwin, analizando un mamotreto viejo y cualquiera que no tuviese intuición femenina hubiera creído que leía. Ninguna persona que se concentrara en una lectura, tenía por qué levantar el rostro y mirar hacia la puerta cada cierto intervalo de tiempo. Evidentemente, no esperaba por mí…, aunque deseé que así fuera.
Me dirigí hacia la mesa próxima a la suya, y cuando pasé de largo por su lado, dejó escapar un tímido "Buenas tardes, Hanji". Quedé parada en el sitio, mirándolo de soslayo con toda incredulidad. No importaba la de veces que tratamos durante los entrenamientos, seguía pareciéndome que había una muralla entre los dos, a pesar de su repentina vocación por derribar empalizadas.
—¿Huh? ¿P-puedo? —recelosa y sin responder al saludo indiqué el puesto a su lado. Él asintió, calmo. Dejé caer todos los libros de golpe sobre la mesa y no lo pensé dos veces para sentarme. Justo entonces recordé que posiblemente aguardara por alguien—. Disculpa, ¿no esperabas a otra persona? En ese caso, yo podría estorbar… —hice un ademán de levantarme.
Alzó la mirada y parpadeó confundido.
—Te esperaba a ti.
Volví a la silla, temerosa de lo que pudiese venir después. No concebía que fuese tan directo. Intenté permanecer tranquila, pero me costaba mirarlo sabiendo que mi rostro era una confesión escarlata.
—Tuviste una idea muy sugestiva, la de los músculos de los titanes, me refiero —tornó hacia mí, apoyando el codo sobre la superficie de madera y acomodó placenteramente la cabeza sobre la palma de la mano. Por lo visto, se disponía a conversar del tema largo y tendido—. Hay muchas cosas que todavía no sabemos, pero siendo un poco ambiciosos, pudiéramos convertirnos en los primeros…
—… que logremos algún avance —me mordí los labios y enrojecí más, si tal cosa era posible, recordando el verdadero motivo de la pregunta. Banal y tan distinto a lo que hablábamos—. Si fuera posible, llegaría a saber todo lo concerniente a los titanes, sin importar el tiempo que me lleve. Mi único problema es que los odio y terminaría matándolos.
—Destacas mucho, Hanji —aseguró. Creí ver un fulgor de real admiración en sus pupilas. Otra vez aquel estremecimiento involuntario, ¿por qué una simple observación provocaba la celeridad de mis latidos?—. Lo que vi hoy en la clase fue increíble ¿Cómo pudiste concebir esa idea sin apenas esfuerzo?
—Estaba inspirada, supongo —musité, frunciendo los labios. A decir verdad, esperaba que no tocara más la cuestión.
—Por lo visto, quedarás en uno de los diez primeros lugares cuando te gradúes —me observó, abandonando la seductora posición para cruzarse de brazos—, ¿ya decidiste a qué cuerpo vas a pertenecer?
—Cuando me presenté, venía con la idea de la Legión de Reconocimiento —dije, apretando los puños. Era un propósito fijo desde que accedí al ejército—, y si no aceptan, me haré científica por cuenta propia.
—¿Es que puedes ejercer a tu gusto, si el comandante rechaza la petición? —noté asombro ante mi temperamento rebelde, que no conocía barreras.
—No, pero que intenten dejarme atrás y sabrán quién es Hange Zoë. Si no me lo permiten, haré las cosas por mí misma —di un puñetazo resuelto a la superficie de madera, imaginando que hacía lo mismo a la cabeza del comandante—. Aunque la Legión necesita la mayor cantidad de reclutas posibles, así que es un noventa y nueve por ciento probable que forme parte de ella —concluí, pensativa.
—Se perderían a la mejor soldado que he conocido, aparte de Mike, si no te aceptaran —seguía cruzado de brazos, pero su expresión se tornó más suave.
—Oye, en todo caso, de seguir como vas obtendrás un grado alto ¡Puedes abogar por mí! —Lancé mi hombro contra el suyo, riendo y preguntándome si replicaría por la informalidad del trato.
—¿Yo? —Pese a turbarse un poco, me sostuvo cuidadosamente al rodearme con su brazo— Apenas soy un cadete. Si pudiera conseguir tan sólo una pequeña victoria y que la humanidad tenga mayores probabilidades de supervivencia, eso me daría más orgullo que cualquier distinción —nos miramos de frente, sus pupilas en las mías, y doy fe de que llegué a tocar su alma. Creo que me sintió estremecer, porque su brazo terminó estrechándome un poco más, como si estuviese amparando mi cuerpo del frío. Escuché su voz susurrándome al oído y no pude más que cerrar los ojos, tragando en seco—. Entonces, supongo que debería tener cerca a una brillante científica que pueda ofrecernos luz con sus investigaciones.
Conocía del miedo a los titanes, pero de pronto me aterró más la idea de que termináramos besándonos en plena biblioteca ¡Maldito Erwin y sus confortantes palabras! Necesité acopiar toda mi entereza para apartarme y romper con suavidad la cercanía de su rostro y el abrazo.
—…Lo cierto es que si bien los detesto, me apasiona conocer de los titanes. Sólo estaré quieta cuando descubra todo sobre ellos, hay mucha tela por donde cortar, viviré bastante ocupada —dije, recuperándome del susto anterior y me mostré orgullosa—. Ahora dime la verdad, ¿qué hace alguien tan aficionado a las letras metido en las materias de ciencias?
—¿Por qué no pueden convivir la historia y la bioquímica? Tengo la certeza de que llegará el momento donde las memorias necesitarán de la investigación —me tendió la mano y sonrió, intuyendo que aceptaría su punto de vista—. Hagamos un trato, nos apoyaremos pase lo que pase, concentrándonos en el propósito de ayudar a la humanidad.
—De acuerdo, si algún día te vuelves capitán, acuérdate de lo que acabas de soltarme —hice chocar la mía, cerrando el pacto. Sin embargo, la retuvo entre las suyas por unos instantes, justo el tiempo que le llevó a Moblit llegar hasta la mesa.
—Ehm, lo siento por el retraso —Frunciendo el ceño al verme junto a Erwin, tal como yo, dejó caer sobre la mesa los materiales que traía consigo. Sentándose frente a mí, enfatizó—. Quedamos en repasar juntos esa nueva idea. Seguramente querrá presentarle un boceto mejor a los del tribunal, dispone de poco tiempo —tornó hacia mi acompañante con cierta reserva —. Espero que no le molestemos, Erwin.
—Para nada —hizo un gesto negativo con la cabeza y siguió muy atento los planos de Moblit—. Si me lo permiten, incluso tengo sugerencias.
—Tres cabezas piensan mejor que una ¡Volvamos al trabajo! —sonreí a los dos, esperando apaciguar el ánimo de Moblit. Jamás creí que viviría para experimentar el ambiente de los celos. Me sentí bastante mal siendo testigo de una batalla silente, donde solo intervenían las miradas. Valga que tanto él como Erwin prefirieran la discreción y no las manifestaciones abiertas de virilidad—. Ahora, debemos estudiar las posibilidades que tiene la bendita red, si no quiero morir en el intento.
Poco antes de la ceremonia de disolución, se dio un hecho completamente inusual para la tropa de cadetes. Erwin y Nile Dok –otro de los que iba encaminándose a quedar entre los primeros- terminaron discutiendo hasta que se fueron a las manos. Según los testigos, Dok había comenzado a provocar al primero y sin dudas, fue quien decidió que el motivo de la querella necesitaba más que razonamiento.
Ese día me dispensaron de las prácticas para trabajar en el laboratorio. No supe del escándalo hasta que abandoné el sitio y me dirigí a las habitaciones de las mujeres; sólo entonces vi a los dos esposados, recibiendo una soberana reprimenda del oficial a cargo. El instructor observó de soslayo cómo pasaba de largo y me hizo señas para que ocupara un puesto en la formación. Uniéndome de mala gana, terminé colocándome junto a Moblit. Detesté contemplar el rostro adusto pero avergonzado de Erwin y el aire petulante de Nile. Nunca, desde que se uniera a la tropa, el primero había cometido la más leve falta.
—¡Presten atención, caballeros! ¡Sea la última vez que veamos actitudes tan vergonzosas en soldados a punto de graduarse! ¡Y menos cuando se trata de reclutas prometedores! —el instructor daba miedo en verdad, supuse que tampoco esperaba verse obligado a penar un desliz del cadete favorito— Los oficiales nos hemos reunido para determinar el correctivo que debe aplicárseles, por incurrir en semejante acto de bajeza sin igual. De acuerdo a lo analizado, el recluta Erwin Smith recibirá calabozo por dos semanas; en cuanto al cadete Nile Dok será llevado a calabozo por un mes, al ser quien iniciara la pelea.
—¿Erwin y Nile siendo reprendidos públicamente? —Aquello me parecía inconcebible— ¿Qué sucedió, Moblit?
—Jamás pensé que tuvieran una confrontación en la que se fueran a las manos —susurró él, parado firme—. Ciertamente, Nile comenzó a provocarlo y llegó el punto en que las cosas subieron de tono. Erwin no pudo controlarse, ningún hombre que se respete hubiera podido.
—¿Tan grave era la causa? Qué extraño, no es precisamente de los que prefiera usar los puños a la razón.
—Y Hanji-san cree que lo sabe todo respecto a él, ¿verdad? —dijo, mirándome sombrío— El impecable recluta no pasa de ser un hombre común, que rivaliza con otro por una chica.
—¿Qué chica? —fue como si algo dentro de mi pecho se desmoronara por completo, hubiese muerto y nacido nuevamente al escucharlo. Furiosa, tomé a Moblit de las solapas. Los demás cadetes nos miraron impresionados, pero decidieron no intervenir— ¡Habla!
—No sé bien los detalles, creo que vive al este de la muralla Rose y su nombre es Marie —a diferencia de otros soldados menos fuertes, le fue sencillo sujetarme de las muñecas y hacerme distinguir que no tenía caso tomarla con él—. Ambos la querían y bueno…, parece que les llegó el momento de zanjar la cuestión.
—"¿Por qué no pueden convivir la historia y la bioquímica?" —recordé aquella frase, que me había dado vanas esperanzas y más tarde, el provocativo abrazo que por un tris no culminó en beso. Cierto que una pasión imposible deja a la mujer trastornada, como si la fuerza más poderosa del universo la habitase o la poseyese; de rebato sentí un odio visceral como jamás había experimentado. Era obvio que para Erwin Smith una mujer de criterio, volcada por entero en las investigaciones y buena peleando, estaría bien junto a él de subalterna; favoreciendo sus propósitos de ayudar a la humanidad…, pero nunca entre sus brazos. La tal Marie de seguro desempeñaría esa labor de ama de casa y madre a cabalidad, ella jamás iba a poner su vida en peligro cabalgando junto a él, siguiéndolo más allá de las murallas… Por supuesto, ¿qué diablos estaba pensando cuando imaginé que podía interesarle alguien como yo? No era precisamente femenina en el actuar, golpeaba, exigía derechos a gritos, apenas me alcanzaba el tiempo para componer mi peinado…, y ningún hombre iba a gobernarme.
—¡Rompan las filas! —oí la voz atronadora del oficial, pero continué paralizada en el sitio. Por un instante, mis ojos y los de Erwin se hallaron. Creí ver en ellos una disculpa, sin embargo, no tuve más respuesta para él que la desilusión explícitamente reflejada en los míos.
Siquiera me dí cuenta de cuándo Moblit pasó su brazo a mi alrededor, conduciéndome a un extremo del campo donde quedaríamos solos. Temblé recordando el abrazo de Erwin en la biblioteca, tan afectuoso y suave. "Afectuoso", claro, no había otra cosa que un simple apego hacia la que necesitaba para llevar a cabo sus planes, altruistas pero llenos de egoísmo. En cambio, el gesto del amigo incondicional transmitía seguridad, calidez y una ternura nada ilusoria ¿Por qué no hacer lo que a todas luces era mejor para mí? Sencillamente, porque el amor no entiende de cálculos ni mente fría, todo es agitación y arrebato. Justo como yo.
Bajo los árboles y el tibio calor de aquella tarde, semi ocultos por los gruesos troncos, oí la primera declaración de labios de Moblit. Esa que según decían las chicas, nunca borras de la memoria, por ser la que más esperan. Yo no esperaba nada, excepto de Erwin, y me tomó de sorpresa. Fue agradable, sin embargo, escucharlo hablar sin que mediara la formalidad, no me sentí acosada ni molesta. Oh, realmente sí lo estaba y mucho, pero toda mi cólera se había centrado en Erwin Smith. Debí lucirle terrible porque lo miraba con el ceño fruncido, producto de mis pensamientos, y Moblit siempre había respetado mis ataques de furia…, pero esa vez no lo consideró para encerrarme entre sus brazos. Obligándome a descansar la cabeza en su pecho, colocó la suya sobre la mía, cerrando los ojos. Sabía que lloraba por dentro, arruinada la ilusión que alimenté durante meses.
—Hanji-san, merece alguien que la quiera tal cual es —dijo muy quedamente y sentí sus dedos perderse acariciantes y compasivos entre mis cabellos—. Aún a riesgo de que me juzgue por añadir mi sufrimiento al suyo, siento que no puedo ni debo esperar más para confesarlo. Nunca estará sola, porque siempre me tendrá, Hanji. Ni piense que me deshonra saberme loco perdido, que estar a los pies de una mujer tan soberbia, temeraria y libre es un privilegio. No me importará ofrecer mi vida por usted, si tuviera que hacerlo. Puedo ajustarme a lo que desee, la seguiré a dónde me pida que vaya, nunca me ofenderá volverme un subordinado...
—Y tú mereces que te correspondan sin exigirte sacrificios, mi querido Moblit —suspiré, llevando la mano a su mejilla y acariciándole. Al levantar el rostro percibí la humedad en sus encantadores ojos de lince y una lágrima furtiva escapó de los míos ¿por qué tan buen hombre, tenía la pésima suerte de amar a esta caprichosa?—. Es cierto, no estoy en condiciones de oír galanteos; pero agradezco que seas de los pocos capaces de mirarme a los ojos… bueno, a los lentes —intenté solapar mi desolación con una broma, pero sólo conseguí mostrarme irónica— y hablar con sinceridad.
—Esperaré a que me abra su corazón, Hanji. Sé que como hombre no le disgusto y en cierta forma, se ha cuestionado lo que siente por los dos. Quién sabe lo que descubra con el paso de los años —aunque sensible, Moblit era también muy práctico—. Erwin siempre dice que la vida es una apuesta, y tiene razón. Quiero apostar a nuestro favor.
—Eso, si llegamos a sobrevivir la primera salida fuera de las murallas —no obstante advertirle respecto a lo fugaz de nuestras existencias, estaba en lo cierto. Cerrar las puertas de antemano a una posible relación era poco sabio, más aún cuando su abrazo me absorbía, haciéndome sentir acompañada y segura—. Hablemos del futuro al regreso de la expedición.
—De acuerdo. Porque ambos volveremos de una pieza —sonrió, bastante convencido.
