Otros puntos de vista

Elevé los ojos al firmamento y a cuanto estaba por venir, al tiempo que la puerta de la muralla subía. "Por favor, permíteme regresar con vida", fue mi único pensamiento y la luz me cegó. Los nuevos reclutas callaron sus fanfarronadas, expectantes por el amplio universo que se veía del otro lado. Un verde insólito se ofreció tentador, incitándonos a cabalgar hacia lo desconocido.

Mi posición quedaba prácticamente en el centro, algunos pasos detrás de Erwin, y a la izquierda de Moblit. El caballo resopló, molesto y nervioso, al sentir que le presionaba el bocado con las riendas. Revisé frenética el equipo, asegurándome de no excluir nada.

—¡Mis gafas, olvidé mis gafas!

—Las tiene puestas, Hanji-san —suspiró Moblit, apegando su cabalgadura—. Y es la quinta vez que repasa el módulo.

—¡Falta una cuchilla! Juraría que las coloqué todas…

—No sé cómo logró introducir dos en el espacio de una, pero lo hizo —arriesgándose a ser amonestado por Erwin o el comandante, se atrevió a librar una batalla contra mi depósito, consiguiendo sacar la hoja—. Por favor, líder de escuadrón, contrólese.

—Gracias, Moblit —devolví la cuchilla al sitio que le correspondía, justo a tiempo de oír la voz temblorosa de Keith Shadis oficializando la expedición. Instigamos las bestias, pero en mi ansiedad, hinqué demasiado las espuelas y el animal salió desprendido, rompiendo la formación. Terminamos delante de Erwin, luego de golpear su caballo…, y pisándole los talones al propio comandante.

—¡Hanji! —no pudo evitar gritarme, luego aquello iba a sentar un precedente. Muchas veces me adelantaría sin que pudiese impedirlo— ¡Regresa a tu puesto!

Habiéndonos adentrado en el bosque, se me hacía cada vez más difícil volver atrás. Quedé a la ofensiva, junto a Mike y Erwin; Moblit finalmente me alcanzó, ganándose una mirada furiosa del segundo. Era obvio que de cierto modo podía escurrir el bulto respecto a mí, pero no se mostraría tolerante con él. Pese a todo, siquiera pudo amonestarlo…

—¡Dos a la vista! —rugió Erwin, adelantándose hasta llegar junto al comandante.

Shadis asintió y al momento hizo el gesto para dividir el grupo, creando una maniobra de distracción. Antes de apartarme del resto, logré divisar las formidables moles de diez metros. Un escalofrío me recorrió el espinazo, ni bien el comandante dio la orden para usar el equipo de maniobras, temí enredar los cables y dudé al oprimir el dispositivo.

—¡Líder de escuadrón! ¡Estamos rodeando a uno de los especímenes! —gritó Moblit, alertándome— ¡No puede vacilar ahora!

Su voz fue cuanto necesitaba para volver a la realidad. Todavía con las manos temblorosas, aferré las empuñaduras, mientras lanzaba los garfios contra el árbol más próximo. Acto seguido, monté las cuchillas.

—¡Al titán de la izquierda! —dije, balanceándome en dirección al monstruo. Los primeros en seguirme fueron Moblit y Nifa.

Keiji y Abel se mecieron delante del coloso para buscar su atención, mientras, Nifa arrojaba los garfios contra el cuello y le ponía el pie sobre el hombro, con tan mal tino, que resbaló. Vimos la mano pronta del titán sostener a mi subordinada y llevarla a su boca. El solo espectáculo de ver como ensalivaba su cabello, fue suficiente para hacernos imaginar lo que vendría después. Menospreciando el riesgo, Moblit se lanzó a cortar el brazo, haciéndolo con increíble precisión. Sin pensarlo dos veces me proyecté a darle al monstruo el tajo en la nuca, mientras él rescataba a una Nifa llorosa, llevándola hacia la copa del árbol cercano.

—¡¿Qué diablos…?! —al parecer, la incisión fue tan profunda que las cuchillas toparon con algo duro, presumiblemente la columna vertebral. Terminé derribando mi primer titán, pero a cambio llevaba dos hojas menos.

—¡Líder de escuadrón! ¿Está bien? —oí vocear a Moblit desde su puesto en el árbol. Contesté afirmativamente, disponiéndome a ir con la tropa.

—¡Hanji, cuidado! —otra voz, más gruesa e indiscutiblemente alarmada, hizo que me volviera, y el terror congeló mis huesos. Otro par de titanes, aparecidos de no se sabe dónde, venían hacia mí. Antes de que la maniobra llevada a cabo por mi escuadra pudiera tener efecto, y Moblit sacarme del campo, la mano del espécimen fue más rápida. Una sensación de asfixia comenzó a invadirme, al sentir la opresión de aquellos dedos imponentes.

—¡Erwin, ocúpate del que va a besar a tu novia! —le soltó Flagon, en el peor momento para digerir un chiste— ¡Vamos por el otro, Mike!

—¡Hanji-san, resista, por favor! ¡Acabaré con él! —la desesperación de mi compañero provocó que al rebanar la nuca de la mole, sus hojas cruzaran con las del capitán. Observé los pedazos metálicos salir despedidos por el aire, cuando me vi cayendo precipitosamente al suelo. Cerré los ojos por instinto, exhalando todo el aire tras la caída y sufriendo una repentina punzada en el bajo de la espalda. La palma del titán sirvió de amortiguador para evitar golpes mayores en mi organismo.

Parpadeé, la tierra levantada era tanta, que incluso llegó a colarse dentro del cristal de mis gafas. Todo lo que noté fue un brillo deslumbrante, a pesar de la molestia del polvo, y mi cuerpo se hallaba libre de la improvisada jaula de carne.

—Rápido —fue lo único que atinó Erwin a decirme, había seccionado los dedos con maestría de cirujano, usando tan sólo la mitad de las hojas que aún sostenían las empuñaduras. Bien pronto Moblit me ayudó a ponerme en pie y de inmediato, ambos silbaron a los caballos. Sin más retardo, accedimos a las ramas de un árbol milenario. El resto de los grupos se veía en la distancia, lidiando con el último ejemplar que divisaran. A nuestro alrededor, abajo, la hierba era de un vivo color escarlata y estaba regada por tramos de vísceras y cuerpos mutilados. Reconocí los restos de tres regulares de la quinta escuadra, menores que yo en edad. No pude ocultar una lágrima por ellos, quizás el único tributo sincero que recibirían, si como tantos, carecían de familia. Dicen que las lágrimas inocentes de una mujer pueden atemperar el corazón de los hombres…

—Líder de escuadrón, debe ser fuerte —susurró Moblit, colocando su mano afable sobre mi hombro.

—Hanji lo es —oírle decir aquello a Erwin, hizo que me mordiera el labio inferior. No dejaba de agradecerle por su ayuda, sin embargo, rehusé a que me despeinara el moño con una caricia, prefiriendo acercarme a Moblit. Bien sabía cuan férrea estaba siendo mi voluntad respecto a su conciencia y estúpido recelo.

Tan pocos minutos parecieron horas, desde que llamaron a las cabalgaduras hasta verlas aparecer al galope. Cayó el monstruo a lo lejos, fulminado por las hojas del comandante, quien de inmediato decretaba la retirada hacia el cuartel. Al unirnos de vuelta, Keith Shadis nos llamó a contar sin detener la marcha.

—¡Líder del Cuarto Escuadrón, Hange Zoë! ¡Sub-líder Moblit Berner! ¡Ni piensen que por haber eliminado a esos dos engendros se librarán del castigo! —vociferó— ¡Quebrar la formación va contra la normativa militar!

Apenas llegamos al recinto, el comandante hizo valer su palabra y terminó amarrándonos a un poste del área de entrenamiento. Allí tuvimos que pasar el día bajo el sol, teniendo la compañía del otro como único alivio.

Posteriormente al hecho, pasé meses discutiendo con los líderes de escuadrón porque ninguno, descontando a Erwin, quería marchar conmigo a las excursiones fuera de la muralla. Después de las primeras salidas, vencido el pánico y deplorando los sacrificios de muchos compañeros que cayeron, despertó mi adrenalina y el afán del exterminio de aquella raza maldita. Conquisté una reputación de chiflada que todavía me persigue, debido al atrevimiento de ir en primera línea; por esa causa los demás líderes decidieron que mis arrebatos y entusiasmo los conducirían a una muerte segura. Pese a todo, les di motivo para que no prescindieran de mis habilidades, cuando logré matar solita unos cuantos titanes. Aunque todavía no me permitían experimentar a mis anchas, logré mostrar a quienes me siguieron la importancia del estudio y la búsqueda del conocimiento. Nos fuimos diferenciando un poco al resto de los batallones, ganándonos el título de la "Escuadra Suicida"; pues lo que consiguiéramos averiguar sobre los titanes había que aprovecharlo al máximo.

Entonces llegó ese día…, yo misma lo nombré el "de la revelación". Una partida como tantas otras; no obstante, algo en mi fuero interno me habló del cambio, quizás por instinto. Consecutivamente, mientras esperaba el alza de la puerta, repensé en lo único que conservó y aún conserva, mi mente lejos de Erwin; la investigación. Esa necesidad de ir adelante sin mirar los riesgos que pueda traerte, y el consecuente placer de soltar el pellejo, buscando soluciones a los tropiezos. La dichosa red que inventara, se hallaba todavía en "fase de prueba" y sin utilizarse con un titán real. Deseando aplastar a base de lógica a los burócratas de los altos mandos, gasté saliva explicándole mis razones…, determinaron que si los continuaba aburriendo, se limitarían a tirarla en un rincón para que se oxidase. Acudí a quejarme con el comandante Shadis y lo único que conseguí fue, luego de presentarme repetidas veces, el rumor de intentar sonsacarlo.

—Eso es lo que obtengo por valerme del cerebro —farfullé, escuchándolo gritar la orden para salir al galope—. Apuesto que todo sería más fácil si realmente usara el "viejo método" para ganar las cosas.

—¿El viejo método, líder de escuadrón? —Moblit espoleó su caballo, manteniéndose a mi lado. Abel y Keiji venían detrás, Nifa en el centro del grupo— ¿Alguna táctica rudimentaria para someter a los titanes?

—Bueno, si éstos cayeran víctimas de la seducción, preferiría utilizarlo con ellos y no malgastarlo en viejos lujuriosos. Al menos, las investigaciones avanzarían —mascullé, bastante decepcionada. Comenzábamos a introducirnos en el tupido matorral que aún permanecía inexplorado y agudicé los sentidos. Pronto darían el aviso para separarnos del resto de la comitiva.

—¡¿S-seducir a los titanes?! ¿Adónde quiere llegar? —oí quejarse a Moblit. Por un segundo, Erwin, Mike y Nanaba me observaron por encima del hombro, pero volvieron a sus posiciones. Los dos últimos hicieron un gesto negativo con la cabeza en perfecta coordinación.

—¡Mensajeros, atentos! ¡Entrando a la zona desconocida! ¡Líderes de escuadrón, alisten sus grupos! —tronó el comandante e hizo la señal estipulada— ¡Titanes de tres y siete metros a la izquierda! ¡Titanes de siete y uno de diez a la derecha! ¡Separación en orden, prestos al ataque! ¡Usen el equipo tridimensional!

Cogiendo rumbo a la izquierda, nos alejamos de la partida, como se había establecido. Repentinamente, conté delante unos cinco monstruos de tres metros y uno de siete.

—¡Yaaaay, Moblit! ¡Observa qué belleza de titán viene directo a caernos encima! —le sonreí, indicándole al mayor de todos, para luego volverme hacia nuestros compañeros— ¡Nifa, Keiji y Abel! ¡Vayan por los de tres!

—¡Entendido! —pude ver la destreza con que se movieron entre los árboles y me sentí orgullosa de mi pequeña escuadra—.

Podría ser de siete metros y bastante gesticuloso, agitaba las manos a diestra y siniestra, pero mi sublíder se las arregló para rodear su cuello usando los cables del equipo. Aprovechó una ligera pausa y sin darme tiempo de cortar, él se adelantaba haciendo una muesca perfecta en la nuca del monstruo. La formidable mole cayó abatida, levantando una gran nube de polvo, mezclado con tierra seca.

—¡Moblit! ¡Siquiera me dejaste acercarme! —le reproché, aunque sin poder ocultarle mi admiración por la desenvoltura que adquiría su técnica, fruto de largo entrenamiento— ¡A este paso, creerán que su líder no es capaz de batallar sola contra uno!

Sin dejarlo replicar, fui en ayuda de los tres miembros de mi tropa. Nifa y Abel se habían sincronizado como un mecanismo de relojería, permitiendo con sus maniobras de distracción que Keiji diera en el blanco, rebanando el pedazo de cogote de otros dos de tres metros…, e iban para un tercero. Mi adrenalina se rebeló contra la posibilidad de quedarme sin usar las cuchillas. Indiqué a Moblit que se ocupara del cuarto, para ir contra el último.

Lanzándome hacia delante, no preví que un titán de cinco metros saliera casi de la nada, oculto por un árbol y se adelantara al de tres. Me vi casi en su boca, teniendo apenas el tiempo necesario para girar a un costado y evadirlo.

—¡Líder de escuadrón! ¡¿Qué hace?! —la voz de mi compañero retumbó en la maleza.

El maldito espécimen siguió mi desplazamiento, capturando uno de los cables, zarandeándome peligrosamente.

—¡Moblit, olvídate de mí! ¡Es una orden! —le grité lo más violenta que pude, al verlo desconcentrarse por un momento en su propio ataque. Buen soldado al fin, volvió de inmediato a su lucha y yo me di al empeño de restituir mi equilibrio. Desclavé el garfio libre, para volver a lanzarlo contra el hombro del titán. Fracciones de segundo, eso tenía para colocarme junto a su nuca y ponerle fin. La sangre me salpicó por entero el rostro, nublándome prácticamente la visión…, pero sentí el cable aflojarse. La bestia se derribó sobre la hierba y acabé retirándome hacia la copa de un arbusto.

—¡Oh, vaya, no me acordaba de ti! —al frotar los cristales de las gafas con el brazo, noté la presencia del pequeño de tres metros, que intentaba hacerme caer. Inesperadamente, descubrí algo en sus ojos que no podía explicar…, como si tratara de reconocer en mí a otra persona. Su boca produjo entonces algo parecido a un sollozo.

El grupo, ya libre del resto de los monstruos, se dispuso a reunirse conmigo. La orden fue rotunda.

—¡No se acerquen, déjenlo vivir! ¡Rodéenlo! —Keiji me observó dudoso, pero no cuestionaron más que con las miradas aquella nueva decisión. Moblit, por supuesto, buscó la manera de llegar a mi lado, y una respuesta a tan inusitado arbitraje— ¡Mira, este ejemplar tiene algo extraño!

—Hanji-san, ¿qué pretende que hagamos con él? —preguntó, encogiéndose de hombros—. Por más que luzca especial, no podemos llevárnoslo como si fuera un regalo.

—¡Oh, eso sería magnífico! —reí frenéticamente, imaginando que se lo presentaba a Shadis, como si de una mascota se tratara. Llegó entonces el momento de ponerse a cavilar— Incluso no parece tan agresivo…

—¡Pero está intentando arrojarlos del árbol! —repuso Nifa, contemplando la escena, todavía nerviosa.

—Y por lo visto, trata de morder aunque no los alcanza —indicó Abel, señalándolo con una de sus cuchillas.

—¡Líder de escuadrón, es imposible retenerlo! ¡Además, ya debemos enviar a Keiji de mensajero y unirnos a los demás! —protestó Moblit, intentando hacerme razonar— ¿Cómo reaccionará el comandante, al verlo?

—Perderemos una oportunidad única, si hubiesen aprobado la red, esto podría significar el descubrimiento de algo nuevo —suspiré, frustrada. Aún me apegaba mucho a las reglas, y no podía exponerme tampoco a la corte marcial por lo que sería considerado un despropósito—. Sea, déjenme terminarlo yo.

La facilidad con que hundí ambas hojas, al punto que no sólo trocé su cerviz, sino también la cabeza, me propició una sensación de vacío que jamás había experimentado. Verla caer a mis pies, incitó mi furia y desencanto, al saberme atada a las órdenes superiores. Debí contener el llanto y como único desahogo, le propiné un soberano puntapié. Mi sorpresa no tuvo límites cuando la vi salir disparada igual que cualquier balón.

—"¡Es liviana! ¡Imposible…! ¿Ocurrirá solamente con este titán o será una característica general? Bueno, si lo analizamos usando la lógica, esos grandes cuerpos no debían ser capaces de pararse y moverse, siendo pesados" —una luz nueva, como regalo a mis esfuerzos, iluminó el camino que debía seguir en lo adelante. Aparté suave a Moblit, que intentaba calmarme, poniéndome las manos en los hombros y dispuse con la voz temblorosa por la emoción del hallazgo—. Keiji, adelántate e informa al comandante Shadis que todos los monstruos fueron exterminados y no hay bajas en el grupo.

Éste asintió y a mi orden, volvimos a las cabalgaduras. Por vez primera consentí a Moblit que me ayudara a subir a la montura y sonreí al gesto de retenerme tiernamente la mano. Siquiera me preocupó que Abel y Nifa intercambiaran una mirada conspirativa.

—"No es el odio acérrimo el sendero que nos conducirá a la victoria. Puede que todo sea una visión romántica de mi parte, sin embargo, quiero intentarlo" —esos pensamientos me inundaban la mente, según iba cabalgando a rienda suelta. No paré de analizar detalles y situaciones hasta que nos unimos a la tropa.

Incluso de regreso al claro donde establecimos el cuartel, todavía me hallaba enfrascada en los razonamientos, cuando sucedió algo muy gracioso. Luego de abandonar mi cabalgadura y dejarla con Moblit, vi a Erwin acercarse, comedido y grave. Antes de que intentara preguntarme la causa de tanta reflexión, abandoné mi anterior postura de ignorarlo, para sonreírle con el alma en la mano.

—¡Erwin! ¿Sabes qué? —teniéndolo de frente, me alcé las gafas para mirarlo a los ojos— Las cosas hay que verlas desde una perspectiva distinta —y añadí con el tono íntimo y sugerente de una mujer convencida—… No siempre lo que vemos, es lo que de verdad es…

Quedó estático, por un momento sostuvimos un duelo de miradas equivalente a la tensa acometida de dos personas que desean matarse o fundir sus cuerpos en el sitio. Él no dijo nada, permitiéndome ser la primera en romper aquel magnetismo, dado por el simple hecho de una frase, que podía llevar implícita el doble sentido.

—Hablo de los titanes, Erwin —aclaré, lanzando una carcajada—. Solo espera y verás lo que soy capaz de lograr.

—De acuerdo, apuesto que merecerá la pena —observó visiblemente intrigado cómo de buenas a primeras me alejaba, pero conseguí oírle comentar para sí—. Hanji…, continúas siendo un profundo misterio, y siempre serás un peligro.

Retornamos al interior de las murallas y se nos permitió un descanso. Por supuesto, esa palabra no existía para mí, menos aún si empezaba a tener ideas nuevas respecto a las investigaciones. Tampoco lo hubo para mi buen Moblit, que llegaba a preocuparme con sus visitas, cada vez más frecuentes, a los sitios donde se vendían bebidas alcohólicas.

Esa noche hallé la puerta del arsenal sin el seguro puesto. Alce mi guardia, e hice una entrada sigilosa al cuarto de armas, alguien podía estar allí robando algún equipo. Lo que vi me sorprendió al extremo; lejos de una conspiración para hurtar choqué con el quejumbroso escenario que presentaba Moblit, tendido sobre la escribanía y sosteniendo la cantimplora, presuntamente llena de alcohol. Al oír mis pasos, levantó sin ánimo la cabeza, para observarme resignado. Entre su pecho y la superficie de madera, se divisaban algunas hojas de papel en franco desorden; la pluma con que solía dibujar había sido partida a la mitad con fuerza y arrojada al piso. Sólo cuando estuve junto a él, terminó de incorporarse, lentamente, permitiendo ver el dibujo.

—Estás idealizándome —sonreí consternada. Verlo así me afligía, sufriendo por algo quimérico ajeno a su fuerte voluntad—. Dios, Moblit, estas gafas carecen de aumento ¿y me ves tales ojazos?

—TIENE esos ojazos, Hanji-san. Bellos, expresivos, únicos —alzó la mirada, observándome con los suyos, melancólicos y rojos de tanto beber—. Contrario a lo que piense, no pasan inadvertidos entre los reclutas; como tampoco sus labios, o ese carácter indomable.

—¿Qué intentas hacer? Es inútil que trates de embriagarte, cuando posees un alto grado de tolerancia a la bebida —resolví mostrarme severa, frunciendo el ceño y poniendo los brazos en jarras— ¿No deberías irte a la cama?

—Terminaba de contabilizar los tanques y escribir los reportes —dijo, inclinándose hacia atrás en la silla, a la vez que pasaba sus manos por el rostro, intentando recuperarse. Por un instante, creí que perdería el equilibrio con aquel asiento en dos patas y se caería de espaldas—. Luego pensé en cierta persona y no conseguí aguantar la tentación de darle mejor uso a esta hoja. Quizás sea lo único que me quede si continúa exponiéndose al peligro.

—Moblit, eres un encanto y verdaderamente me complace mucho ser tu fuente de inspiración —triste al sentirme incapaz de consolarlo, no de la forma que él necesitaba, me limité a pasar los dedos sutilmente por su cabello—. Lamento darte tantas preocupaciones.

—Dijo que hablaríamos luego de regresar vivos de la primera expedición. Llevamos varias salidas al exterior y respeté su silencio —hizo una pausa y preguntó, sondeándome con la mirada—. No lo ha olvidado, ¿verdad?

—Estaría mintiendo si te digo que sí, tan sólo por ganar más tiempo —colocándome a su lado, me recosté al escritorio y emití un suspiro—. Duele verte así, pero nada puedo hacer, excepto pedirte que sigas preservando mi espalda y considerándome tu amiga… Entregué mi corazón al avance de la humanidad, no a un hombre en específico. Y eso lo supe después de aquel…

—En tanto, Hanji-san está marchitándose aunque no lo note —quedó pensativo, luego volvió a mirarme desde su perspectiva inferior, sentado en la silla. Maldita ironía del porvenir, que siempre recordaba su postura con respecto a mí. Sin embargo, dejando la cadena de mando atrás, yo era incapaz de considerarlo así—. Quiero ayudarle a recobrar el ímpetu natural que la distingue y admiro, aunque termine matándome. No intentaré someter su libertad, ni dominar ese brío con una promesa de compromiso que, conociéndola, siquiera le aceptaría a él.

—¿Te das cuenta de lo que me pides, Moblit? No pretendas arrastrarme a semejante infierno ¡Sería una sombra en tu vida! —no sé qué me horrorizó más, si escucharlo tan dispuesto o saberme capaz de permitir su holocausto, de seguir confundida con mis sentimientos— ¡¿Cómo puedes suponer que aceptaré destruir tu dignidad?! El bien más preciado de un hombre es el orgullo, y lo respetaré, así me cueste perderte como amigo.

—Si mi orgullo vale tanto para Hanji-san, más razón para dejarlo en sus manos. La vida no es más que el arte de dar para recibir. Algunos carecen del don, por eso fracasan; pero mi corazón está dispuesto al sacrificio y triunfaré ¡Oh, no soy un espécimen raro para que me observe así!

—De repente creo que te has convertido en uno, déjame verte más de cerca —me incliné para tomar su rostro con ambas manos, era innegable que aquellas facciones varoniles me atraían tanto como el resto del cuerpo. Sobre todo, porque su aura de virilidad conservaba un aire infantil adorable. Curiosa, pasé mi dedo pulgar sobre sus labios húmedos de alcohol. Me pregunté cómo se sentiría besarlo y cuál sería la respuesta. Él se ruborizó, a la expectativa; y tragó en seco, esperando—…, pero voy a resistir la tentación de experimentar, hasta que me asegure de cuán positivo llegaría a ser el resultado.

—El tiempo es la mejor cura para las heridas; nadie se muere de amor y usted menos, casi puedo asegurarlo. No lo olvide nunca, si así lo quiere, pero entrégueme su amor a mí —retrocedí un poco, al verlo incorporarse de improviso, llegando casi a sentarme sobre la escribanía. No estaba familiarizada con la ofensiva de un hombre ocupando mi espacio personal y estuve a punto de golpearlo, cuando sentí que hacía lo mismo que yo minutos antes. Tomando mi rostro entre sus manos, me besó en la frente casi con veneración, para después apartarse, considerado.

—Santo cielo, Moblit, y-ya ni sabes lo que dices —aparté la mirada y llevando mi mano donde había puesto el beso, consideré que su mal no tenía remedio—. Evítame sacudirte, ve a dormir o mañana sabrás lo que es una líder fastidiosa.

Erwin comenzaba a "cocinar" su nueva estrategia a larga distancia y mientras, yo estuve dedicándome casi a tiempo completo a la investigación e ideando posibles armas. Por desgracia, no podía evitar el papeleo y me las vi de mensajera cada vez que el comandante necesitaba hacer llegar un informe al capitán. Aquel atardecer en específico, llevaba unos aburridos resúmenes a la oficina de Erwin, cuando me detuve ante la puerta semiabierta y sorprendí una conversación bastante inusual entre él y Mike.

—El comandante Shadis rechazó la propuesta —sonreí vengativa y pensé, "ahí tienes, ya sabes cómo se siente"—. Me ha dicho con todas sus letras que la use cuando alcance su rango.

—Humph, en mi opinión, no demorará mucho para que suceda. Los resultados han sido fatales y el Cuerpo seguirá menguando —Mike sonaba categórico, luego se tornó considerado—. Lamento mucho tu frustración, Erwin.

—Para nada, insistiré —volvió a oírse optimista—. En algún momento, la presión lo hará ceder.

—¿Insistirás también… con ella? —el tono de Mike se mudó a uno más bajo y grave— Tengo muy buen olfato para esas cosas y digo que huelo cortejo avanzado. Moblit sabe lo que busca, está resuelto a ganarla. Tú decidirás qué hacer, pero no es justo que siga tan confundida. Eso le hará mucho daño, a la larga.

—¿Por qué siempre me veo en el medio del triángulo? Antes fue Nile, ahora el sub líder del cuarto escuadrón.

—Me pregunto si renunciarás otra vez —hubo un ligero sonido, como si alguien husmeara dentro de la estancia—. No huelo tus propósitos, sin embargo, existe un lazo bastante sólido entre ambos. Eso es innegable.

—Hoy estás pródigo en palabras —escuché a Erwin suspirar— ¿Por qué te has vuelto mi consejero de repente?

—Hablo sólo cuando la ocasión lo requiere. Me considero tu mejor amigo, por encima de subordinado. Además, te llevo años de experiencia —respondió Mike, categórico—. Y qué te digo, le tomé cariño a la chica desde que tuvo aquel desagradable incidente… Hmph, ni debí mencionarlo.

—¿Qué incidente? —preguntó sereno. A juzgar por su tono de voz, trataba de no parecer demasiado indiscreto.

—Ahora seré conocido por chismoso. En fin, si ayuda en algo a que la entiendas mejor y dejes atrás el maldito pasado —fue Mike quien suspiró esta vez—, vale la pena contártelo.

Escuché con vergüenza el relato, vivido en carne propia, desde el punto de vista de Zacharius. Agradecí sinceramente que fuera tan respetuoso conmigo y apoyara mi condición de víctima. Quizás la simpatía viniera dada porque su querida Nanaba también soportó vejaciones de quienes la consideraban un chico.

No podía ver el rostro de Erwin, y él era de los que se cortaban de siquiera hacer un sonido para negar o asentir. Esperé un poco más, intentando luchar contra la mortificación que me producía saber aquella historia en sus manos; sólo por enterarme del resultado.

—Para mí, era mejor un titán que Marie. Al final, probablemente hubiera terminado hiriéndola sin remedio —dijo categórico, luego suavizó el tono—…, así ha sucedido con ella. Y como bien acabas de contarme, ya tuvo demasiado.

—Hange no es Marie, pertenece a la Legión y te seguiría hasta el mismísimo infierno si lo permites… O hasta la boca de un titán, si el destino se muestra desfavorable. Esa clase de mujeres son temerarias cuando se apasionan.

—Tanto peor, cargaría en mi conciencia el peso de una mala decisión, si cualquiera de los dos llegara a morir en la próxima salida… Habiendo perdido a tantos compañeros valiosos, y no concibo la idea de verla caer…

—Eso no es más que una excusa para continuar dando vueltas en círculo y escaparte de la responsabilidad que tendrías con ella. Siempre confío en tus decisiones, incluso te apoyé cuando resolviste apartarte de Marie, pero esta vez —gruñó su amigo, al parecer cansado de ofrecer argumentos—… Disculpa, estoy a punto de favorecer a Moblit. Ahora, voy a encontrarme con Nanaba, el cielo me libre de perder el tiempo.

—¡Espera, Mike! —Zacharius debió volverse, pues los pasos que iban hacia la puerta dejaron de oírse— ¿Y Hange? Lo más importante, ¿a quién corresponde?

—Hmph, creo que ahora mismo es un mar de dudas, si bien la inseguridad es producto de su buen juicio. Eres un hombre intuitivo, sabes la respuesta —imaginé la sonrisa irónica de Mike, luego escuché su voz calma pero tajante—. Con todo, siendo quien más se daña, no quiere lacerar a nadie. Moblit la colma de atenciones y ella le ignora, ¿cuánto más lo hará, si está sosteniéndose de un clavo hirviendo?

Los papeles cayeron de mis manos, desparramándose por completo en el suelo. Conteniendo el aliento los recogí precipitadamente y los sostuve contra el pecho. Ni de juego debían advertir mi presencia; incorporándome, retrocedí el camino andado tan sigilosa como pude. Caminé dando vueltas por los distintos corredores, buscando calmarme. Había temblado muy escasas ocasiones, por motivos ajenos al corazón. El rostro se me llenó de un sudor frío y el peso de la responsabilidad, como de las futuras decisiones a tomar, me hizo sucumbir en pie. Vi las tres murallas desplomarse una tras otra sobre mí, bastándome un segundo para entender que me había vuelto el objetivo de dos intereses opuestos.

Hasta entonces, y aunque las respetuosas declaraciones fueran siempre rechazadas por mí, Moblit no había escondido el fervor que lo motivaba. Era un libro abierto, dispuesto a morir por alcanzar una dicha efímera que no sabíamos cuánto duraría por causa de los titanes ¿Pero, Erwin Smith? ¿Creía siquiera en el amor? Las veces que conseguimos estar más cerca, únicamente se mostraba cordial; hasta podía sentirme dichosa por ganarle más sonrisas y rubores, de las que ninguna chica le pudo robar ¿Y en qué acabó todo? Un maldito delirio. Luego de la confesión sobre Marie, juzgué que si la había amado seriamente, no debió de haber consentido aquella entrega, por más que le insistiera. Ni tampoco hablarle de modo tan insensible a Mike; "era mejor un titán que Marie". Aunque comprendiera la meta de Erwin, todo me pareció demasiado cruel ¿Qué guardaría para mí, entonces, suponiendo que cambiara de opinión?

El miedo a ser utilizada por causa de un amor platónico, que de la noche a la mañana supuestamente escondía una base real, hizo que reconsiderara mis opciones ¿No había expresado antes que una relación sería un error? Me volví aún más desconfiada respecto a su interés. No, no sería el juguete ni el trofeo de ninguno de los dos. Y en cuanto a Erwin, nunca le iba a dar el gusto de cambiarme por un titán, si acaso…, lo cambiaría a él por uno.

—¡Líder de Escuadrón, Hange Zoë! Ha pasado ya cinco veces por esta misma galería, con ese aspecto de genio frustrada —la voz del comandante Keith Shadis me sobresaltó— ¿Aún no le entrega los informes al capitán Smith? ¡¿Es que se recreó haciendo sus locos experimentos?!

—¡En lo absoluto, comandante! —Del todo ruborizada, pasé los escritos para el brazo izquierdo, cuadrándome ante él y haciendo el saludo.

—Pues acabe de cumplir lo que se le ordenó —dijo, suavizando el tono. Me había quedado contemplándolo abstraída, e intentaba descifrar la historia oculta en sus ojos ¿Sería que un hombre tan férreo de carácter y espíritu tampoco logró escapar al amor no correspondido? ¿Esa mujer, se habría burlado de él? Debió ser algo terrible, para haberlo dejado sin la capacidad de sonreír— ¡¿Y ahora qué pasa?! ¿Tengo algo en la cara?

—¿Eh? ¡Oh, no! ¡Me gusta su personalidad, señor! —Cualquier locura dicha, iba a ser mejor que confesarle por dónde iban mis pensamientos— ¡Disculpe la franqueza, comandante!

—Usted…, usted… ¡Preste más atención a lo que se le ordena y no al innegable atractivo de los superiores!

—¡Lo siento, señor! —volví a saludarlo y me apremió a desaparecer de su vista con un áspero "¡Continúe!"

Rehíce todo el camino, dándome ánimos y endureciendo el corazón ¿No llevaba conmigo las alas de la libertad? Sin faltar a las responsabilidades, ni obviar la cadena de mando, expandiría mis vuelos. Hange Zoë iba a establecer sus propias murallas y convertirse en una mujer a respetar. Con esos pensamientos, crucé el umbral de la habitación donde Erwin esperaba por los informes. Aunque vi la pregunta en sus ojos cuando avanzó hacia mí, le devolví una mirada impasible y abandoné los documentos en sus brazos. Hice el saludo correspondiente, para después retirarme solemne y sin darle tiempo a cuestionar nada. Cuando me hallaba a una distancia prudencial de su despacho, suspiré de puro alivio.

Sin otra cosa por hacer, me dirigí a la nueva estancia con biblioteca que me asignaran cuando ascendí a líder. Había empezado a confeccionarme una lista de nuevos objetivos. El ser independiente, segura de mí misma, sin temor a exponer las emociones y mostrarme femenina a pesar de la salvaje naturaleza que aún me caracteriza, serían parte de mi actitud e identidad. Capturar un titán, con o sin permiso, apenas viera la oportunidad; obtener logros con cada una de mis investigaciones o a la hora de eliminar a los titanes, vivir a plenitud el delirio y la pasión de mi primera entrega, y no limitarme de ser dichosa, obviando con quien o cuán breve fuera el momento.

Necesitaba de una ducha fría. La premura casi nunca me permitió disfrutar el agua caliente por el sol de la tarde; apenas me alcanzaba el tiempo dadas las obligaciones diarias, y al ser la jefa de un escuadrón, más complejas iban tornándose. Terminé por conformarme, aunque la detestara, con la gélida temperatura que adquiría el agua en las noches. Sin embargo, estaba dispuesta a recibir una ducha congelada, si así conseguía despejar la mente. Recogí lo necesario para el baño, incluyendo una esencia de sándalo que destilara en cierta ocasión. Fue gracioso toparme con Nanaba y Nifa, quienes advirtiendo el frasco, se detuvieron a observarme como si de repente yo hubiese transmutado en un titán.

—¿Hanji, sándalo?—Nanaba abrió los ojos exageradamente y su expresión cambió a maliciosa— ¿Tú, perfumándote? ¡No!¡ ¿Quién es él?!

—Un tipo bien alto, con personalidad, que se la pasa husmeando a la gente ¿de verdad quieres saberlo? —Puse cara de intriga y los brazos en jarras; al ver su rostro encenderse como brasa, reí a carcajadas— ¡Oh, ese acaloramiento lo dice todo! Se puede ver cuánto te gusta Mike, ¿y aun así le diste largas? Pero no, era una broma.

—Qué bueno saberlo, porque ya formalizamos las cosas. Incluso el comandante Shadis está al tanto —musitó ella, más relajada. Conmigo, Nanaba rara vez diferenciaba la broma de la seriedad—. Te veía siguiendo el mismo atajo con cierto sujeto, pero tus largas parecen superiores a las mías.

—¿Hange-san también está interesada en alguien? —preguntó Nifa con timidez. De pronto, recordé lo fiel que le era a Erwin.

—Sí, y apenas tome la ducha, correré a dormir sobre él ¡Siento un enorme interés en aceptar su calor! —la pobre chica no esperaba semejante declaración. Abrió la boca, dejando caer sus artículos de aseo. Reí de puro gusto. Nanaba hizo un gesto negativo con la cabeza, dándome por incorregible—. Ella tiene razón, Nifa, ni recuerdo cuánto tiempo llevo sin hacerle caso… a mi lecho.

Había un vapor molesto en el sitio, que se hallaba totalmente vacío. Caía el ocaso pero el agua, lejos de estar gélida, debió calentarse bajo la influencia del tórrido sol, e hizo que mis neuronas se activaran en una ruta peligrosa. Era capaz de cambiar el punto de vista respecto a los titanes, ¿por qué no hacer lo mismo con mis prejuicios románticos? Si desarrollé una madurez científica, que lucharía por acrecentar día tras día, procurándole a la humanidad algún progreso dentro del caos…, también llegaba el momento de volverme lo que muchos no lograron ver. Inconscientemente, hice correr mis manos enjabonadas por el contorno del pecho, deslizándolas a lo largo del cuerpo hasta el vientre. No acompañaría a la parca sin antes hacerme de aquella sabiduría que me faltaba y mi feminidad exigía casi a gritos, pero negándome a conseguirla de un hombre que impusiera su experiencia.

—Medida por medida, recibiré lo mismo que voy a ofrecer —sonreí mordaz al pensar lo excitante de mi decisión, con su imagen ceñida al pensamiento—. Tú y yo lo merecemos, ¿verdad?

El físico nunca lo consideré un problema, conocía mi organismo y aquel eros incipiente que pronto iba a explorar, terminaría convirtiéndolo en arte. Sin embargo, al tratarse de la primera vez, necesitaba la seguridad de ser correspondida en carne y espíritu por alguien que me valorara sin barreras.

Cerré la ducha y luego de vestirme al modo informal, salí de los baños a la galería. Todo el calor quedó atrás, y a pesar de lo cubiertos que se hallaban los pasillos, el molesto aire de la noche siempre conseguía penetrar. Encaminándome al dormitorio, opté por soltar los bártulos sobre mi lecho y seguí adelante, cerrando tras de mí la puerta. Recorrí las galerías maquinalmente, dirigiéndome al recinto acondicionado para los experimentos menores. Una vez dentro, encendí las velas del candelabro que se hallaba en el escritorio y me dispuse a buscar lo que había guardado bajo llave, tras un compartimiento secreto del mueble. Saqué la pequeña caja metálica, poniéndola sobre el secretaire y al abrirla, me di a inspeccionar el contenido.

—Ahora solo resta hacer la infusión y pedir que sea efectiva —suspirando, comencé a separar las pequeñas hojas del tallo—. La ciencia nunca debe apartarse de los métodos tradicionales.

Concentrada en el hervor del té, calculé al vuelo. El proceso de ovulación estaba lejos aún y eso ayudaría al contraceptivo. No iba a descuidarme, corriendo ese riesgo bastante común…

—Si lo hubiese imaginado, te hubiera pedido antes la asistencia —la voz de Nanaba me sobresaltó. Al volverme, la miré como si se tratara de un maestro regañándome. Había descuidado mi percepción del entorno.

—Pudiste hacerlo, después de todo, es parte del conocimiento —musité, retirando el brebaje del fuego y poniéndolo a enfriar sobre la mesa— ¿Qué pasa, Nanaba?

—Estoy de guardia, junto con dos de los tuyos. Me llamó la atención que el laboratorio tuviese actividad nocturna —observándome cavilosa, su pregunta quedó reflejada en los ojos—. Por supuesto, los dejé afuera esperando. Usé la excusa de que te vuelves un diablo cuando interrumpen tu inspiración.

—Nada más cierto —sonreí ladina, mientras apuraba un sorbo del contraceptivo natural— ¿Pudiera contar con tu reserva? Necesito el camino libre, o más bien, el pasillo limpio.

—Hanji… ¿estás completamente segura? —la noté preocupada, con la vista fija en el té, que pronto desaparecería tras un par de sorbos más— ¿No lo harás por despecho, cierto? Escucha… la primera vez, puede ser molesta —titubeó sonrojándose—… Incluso con el que amas, la bendición esperada solo llega tras el dolor, si no sabes lo que haces.

—¿Te soy sincera? Voy a él porque lo deseo. Cuando esa dicha se manifieste, la recibiré de un hombre que si bien teme, no esconde su corazón. Y si teme, su causa únicamente soy yo —deposité el vaso de precipitado en una pequeña tina llena de agua y me di a la tarea de guardar las hierbas. Luego de ponerlo todo en orden, cosa desacostumbrada para mí, alcé la vista hacia Nanaba—. Gracias, de todas formas, por confiarme tu experiencia.

—Solo procuro que no vayas a sentirte mal o arrepentida, luego de dar el paso. Aunque me pareces bastante resuelta —suspiró e hizo algo insólito, dado su carácter severo… Nanaba se inclinó para besarme la frente—. Seguiré con la guardia. Nadie los molestará, descuida.

—Oye, Nana —la llamé antes de que cerrara la puerta y le sonreí, divertida— ¿No es así como él te dice?... Puedes venir cuando necesites de mis artes de bruja.

—Uso un método, pero no me vendrá mal añadir el tuyo —aseguró, devolviéndome su media sonrisa—. Cuando vamos o regresamos de exploración, parece que Mike se acuerda lo cerca que tenemos la muerte, y aprovecha para recordármelo.

—"¿Quién puede ordenarle a la lluvia que pare de caer?" —súbitamente vi un atisbo de esperanza en la relación de Nanaba y Mike. Todavía la parca no le ganaba la cruzada al amor.