Siete veces No, tres veces Sí

El trabajo de laboratorio siempre me había dado satisfacción, pero cuando el amor está implícito, parece que vuelve las cosas más elementales en fascinantes. Las bengalas de colores antes definidos por Erwin Smith, ya eran realidad. Coloqué las armas de muestra en una caja de madera, como si se tratara del más precioso regalo y apretándola contra mi pecho, abandoné la habitación, dirigiéndome al estudio del capitán. Una vez frente a la puerta, esperé su orden luego de tocar, nerviosa por ver cómo recibiría mi pequeño aporte a su estrategia. Silencio total. Repetí el llamado, pero sólo respondió el eco de las galerías.

La estancia no parecía cerrada con llave, de modo que me aventuré a entrar sigilosamente; todo se hallaba en su justo sitio, a excepción del capitán, que sin dudas estaría cerca. Fui hacia el escritorio y deposité la caja sobre la superficie pulida, resultándome gracioso que yo detestara el orden, pero lo amara como parte de la naturaleza de Erwin. Mi afán por hacer bromas y aquel beso que signó el pacto de una relación más profunda, me brindaba la confianza para cometer una diablura. Terminé ocultándome bajo su escritorio, encogida en una esquina donde nadie podría verme, a menos que se inclinara. Resolví esperarlo allí y tomarle por sorpresa.

Luego de varios minutos, oí la puerta abrirse, reconociendo la voz furibunda del capitán y de su mano derecha, Mike Zacharius.

—No tiene razones para oponerse a lo que le mostramos, la estrategia garantiza menos bajas ¿por qué rehusó todo el procedimiento de señales?

—El comandante vuelve a poner su orgullo sobre un análisis lógico —musitó el segundo, apoyando al amigo.

—¿Sabes lo que significará eso, Mike? Que los miembros de la Legión serán masacrados por los titanes, gracias al capricho de un superior —intuí por el sonido de los pasos que iba camino a la ventana, para observar desde allí los entrenamientos— ¡Sólo imagina…, sacrificarlos innecesariamente; saber que tendremos que enterrar a más compañeros o dejarlos tirados a causa de los mismos titanes! —Creí percibir un temblor en su voz— No quiero sonar egoísta, pero ese destino pudieran correrlo incluso…

—Mejor que ni lo digas —interrumpió Mike, bastante hosco—. En mi opinión, ahora no servirá de nada que continúes ofuscándote.

—Roguemos porque la red funcione y podamos llevarnos a ese monstruo sin muchos contratiempos —las pisadas fueron aproximándose al escritorio, hasta que divisé los pantalones blancos a un costado del mismo—. Es una suerte que Shadis permitiera tu inclusión en el grupo de quienes van a entenderse con el arma. Igual, me pregunto si algún día podremos llevar a cabo el plan como es debido.

—Al menos, tienes a alguien optimista cerca, que te ayudará con estos momentos —oí el sonoro "tack" de la madera chocando contra la propia madera. Obviamente, ambos se habían percatado de la caja y descubierto el contenido, pues veía desde mi escondite cuatro largas extremidades—. Chifladuras aparte, vale su peso y algo más en oro.

—Mike, agradeceré que no te refieras a ella como si se tratara de una demente.

—Lo siento, Erwin. Para nada lo hago con mala intención y Hange lo sabe —por supuesto, se había dirigido a mí también, consciente de que me hallaba oculta bajo el secretaire. A su admirable olfato muy poco escapaba, pero decidió reservarse el descubrimiento—. Si me das permiso, voy a retirarme. Debo preparar mi grupo y avisarle a Nana el cambio de situación.

—¿Podrías decirle a Hanji que venga? —según el tono de su voz, aún estaba molesto.

—Estoy seguro de que la encontrarás primero que yo —lo escuché reír por lo bajo, muy divertido; y de inmediato, un par de piernas desapareció de mi campo de visión. Encaminó sus pasos hacia la puerta, cerrándola rápidamente, antes de que su amigo le soltase otra pregunta.

—Ya veo que nuestra líder del cuarto escuadrón no es la única excéntrica. Los nervios de todos parecen enloquecer antes de salir al campo —tuve que agazaparme aún más, porque terminó sentándose. A juzgar por los sonidos, estaba contemplando las pistolas de bengalas y manipulándolas. Casi muero de felicidad al oírlo decir para sí en un tono melancólico—. Hanji, gracias. Es bueno saber que cuento contigo.

—¡De nada, Erwin! —no conseguí evitarlo, revelé al instante mi presencia, levantando la cabeza, mientras apoyaba los brazos cruzados sobre sus muslos. Él dio un leve respingo, viéndome tan próxima— Oye, no te preocupes. Vamos a escapar juntos de ésta.

—… ¡Hanji! ¿Qué crees que haces? —a la ligera sorpresa le siguió una expresión grave. Al parecer, no sólo había roto las fronteras morales sino que además, conseguí pasar desapercibida, burlando su capacidad de percepción.

—Oye, ¿tú que piensas? —Busqué hacerle ver las cosas de manera un poco más sencilla— Intento levantarte el ánimo.

—Sal de ahí, Hanji. No estoy para bromas —trató de alzarme pero le fue imposible liberar mi cuerpo del angosto espacio—. Ya escuchaste la sabia decisión de nuestro superior. Temo que siquiera podré comprobar el alcance de tus bengalas.

—Oí todo; pero el capitán que yo conozco, se volverá un día el líder absoluto de la Legión de Reconocimiento e impondrá la estrategia que concibió —alimentar su ego apropiadamente era de las mejores tácticas para hacerlo abandonar por segundos la tentativa de apartarme— ¿Sacrificio? Es lo acostumbrado, mañana verás que todo irá bien —hice correr las palmas abiertas por el interior de sus muslos, acercando peligrosamente mi rostro a la entrepierna— ¿Puedo experimentar?

—¡Hanji! ¡La puerta no está cerrada! —Poniéndome las manos a ambos lados de la cabeza, detuvo el impulso mirándome con impaciencia— ¡Esto es altamente inapropiado!

—¿Uh, en verdad? —sonreí, airosa. Incluso a través de la gruesa tela de su pantalón, advertí el rebelde latido de la carne— Pues tu "comandante" no piensa igual.

—¡¿Cómo sabes que Shadis…?!

—Por Sina, Erwin. NO hablaba del viejo, sino de tu ehm… Olvídalo —suspiré, dándolo por incorregible. Aprovechando que había bajado la guardia y sus manos permanecieron quietas, resolví asir las mías a su cintura e impulsarme hacia delante. Conseguí estar donde ansiaba, dejando que mi aliento cálido y suave cubriera su entrepierna. Tuve la indescriptible satisfacción de hacerlo estremecer, y sin encomendarme a Dios o al diablo, mis labios coparon esa forma cautiva, presionándola tenuemente. Ahogó un gemido, a la par que sus manos temblorosas lucharon por recuperar el control. Me apartó de aquella ventura, privándome del contacto, sólo conseguí dejar una estela húmeda en el tejido como recuerdo. Alzando el rostro, me topé con su expresión ruborosa y de completo desconcierto.

—Hanji…, confirmo que eres un peligro —musitó, ceñudo; aunque sus pupilas continuaban dilatadas—. Retírate de ese lugar inmediatamente.

—A la orden, capitán —esperé a que se levantara, permitiéndome salir del escondite. Una vez frente a él, sentí repentina vergüenza por mi atrevimiento y quedamos observándonos, todavía con los colores a flor de piel. Obviamente, fui la primera en bajar los ojos y fingí componerme el moño, alborotándolo aún más. Busqué regresarlo al tema inicial, aunque ambos lucíamos totalmente desconcentrados—. Si consideras tan audaz esta maniobra, sugiero estudiarla mejor antes de partir.

—¿Cuál maniobra? Estás volviéndome loco, ya ni sé a qué te refieres —acabó por suspirar y se frotó las sienes con los dedos, nunca lograría omitir de su memoria la experiencia—…, pero agradezco que no uses un creyón labial.

—Lo siento, capitán, me disculpo sinceramente —a duras penas logré mantenerme seria y él notó mi dicha, volviéndose cómplice silencioso de ella. En el fondo lo había cautivado—. Será la última vez que lo haga...

—¡Líder de escuadrón, Hange! ¿Puedo saber por qué la están reprendiendo? —el vozarrón de Keith Shadis inundó la habitación, siquiera se había molestado en tocar a la puerta— ¡¿Qué hizo ahora?!

—¡Comandante Shadis! —nos pusimos firmes al unísono, haciéndole el saludo. Respondió con un ademán para que dejáramos a un lado la formalidad.

—¿Y bien? —se me acercó, amenazador.

—Es mi culpa, le hablé a Hange sobre las bengalas y no pudo contenerse de materializar la idea —intervino Erwin, mostrándole mi estuche abierto—. LE ACLARABA QUE LA INICIATIVA ME CAUSÓ UN ENORME PLACER, AUNQUE DEBE ABSTENERSE DE HACER LAS COSAS A SU MODO —enfatizó y comprendí perfectamente lo que Shadis jamás entendería—. PESE A TODO, ESO PARA NADA SIGNIFICA QUE RENUNCIE A SUS EXPERIMENTOS.

—¡Entendido, capitán! —me cuadré e hice un gran esfuerzo por no reír a carcajadas. Él parecía tan serio como lo era habitualmente.

—Ya veo que mataré dos pájaros de un tiro, puesto que los encuentro juntos aquí —no sabía cuán juntos en verdad—. Erwin, reúnete con la tropa, sólo tenemos un día para dejar todo listo. Líder de escuadrón —clavó su mirada profunda en mí—, vaya a revisar el arma otra vez. No podemos darnos el lujo de llevarnos esa red con problemas de última hora.

—¡Permiso, me retiro, señor! —hice un saludo más bien precipitado, y les di la espalda. Salí pitando del estudio, antes de que toda yo estallara de tanto aguantar la risa.

—¿Qué le sucede a esa chica? —preguntó, volviéndose hacia el capitán— Siquiera puede mirarme con atención, ¡enrojece apenas me ve! Quién diría que a mis años, aún… —tosió, interrumpiéndose, para luego ir al grano— Ya sé que no apruebas mi táctica, Erwin; sin embargo debes recordar que a diferencia de otras veces, la idea es llevarse al titán vivo. Nadie mejor que Hange y su escuadrón para dejarlos a cargo del arma, y que Mike vaya con ellos.

—"Quizás pido un milagro demasiado grande, pero sólo quiero verlos regresar con vida" —tal fue la rogativa del capitán.

Tenía pendiente una cuestión, penosa en demasía. Los miembros de la Brigada de Reconocimiento, conocedores del posible destino que aguardaba más allá de la muralla, solían dejar sus asuntos claros, previo a cada marcha. Sin embargo, temiendo bajar la moral de mi subordinado si le confiaba la exigencia del capitán, quise posponer el encuentro hasta que regresáramos de la partida. Moblit no pensó lo mismo y luego de aquella reunión, donde el sake desató mis verdaderos sentimientos, estuvo persiguiéndome con vivo afán. Evadí su insistencia todo lo que pude, refiriéndole como esa noche había caído en la cama igual que un titán desprovisto de su nuca, y por tanto, Erwin sólo me acompañó hasta dejarme sobre la misma, retirándose al momento. Comencé a sentirme obligada por ambas partes, le debía una justa explicación a Moblit y mi lealtad a Erwin.

—Hanji-san —ambos estábamos revisando la red, y noté que fruncía el entrecejo—, comprenderá que no puedo irme a esa marcha suicida con la idea de un engaño atormentándome la mente.

—¿Un engaño? —Parpadeando azorada, llevé mis gafas a la cabeza y me di a observarlo fijo a los ojos— ¿De qué me hablas?

—Seguramente, ha ocurrido algún cambio de planes en su vida —soltó el arma, devolviéndome una mirada pesarosa— ¿Y se rehúsa a contármelo? Hanji-san es directa, nunca se había comportado así.

—Moblit, existe una cosa llamada ética —suspiré, comenzando a sentir enojo—. No se deben mezclar los asuntos personales con el trabajo; pero ya que insistes en presionarme —fui yo quien arrugó el ceño, entonces—… Voy a ser muy directa contigo. Esa noche dejé bien claro que te daba la mejor parte de mí, pero eso no significaba un enlace de por vida. Nunca te dije que lo había olvidado, SÍ que mi corazón le pertenecía. Quise acostarme contigo motivada por el hecho de que me gustabas, eras virgen como yo, y cuando fui a ti, lo hice pensando en vivir la pasión del momento; amén de ofrecerle a una persona muy querida, la belleza de la inocencia. NO atarme a un compromiso. Disculpa si tú lo hiciste por tu cuenta, pero yo jamás alenté semejante motivación.

—¿Entonces? —lo vi enrojecer de furor, y apretar los puños— ¿Siquiera merezco respeto? Aquel día hizo lo imposible por llevar al capitán a su cuarto y apenas habían pasado tres noches desde que dormimos juntos ¿Quería salir de las dudas, probándonos a los dos?

La bofetada hizo que me doliera la mano, tanto como sus palabras. Él retrocedió un paso, a la vez que se frotaba la mejilla enrojecida. Inmediatamente me arrepentí del gesto, mordiéndome el dedo índice para calmar la ira. Después de todo, era su orgullo herido el que se rebelaba, consciente de que jamás podría rivalizar con Erwin.

—NO vuelvas a sugerir que soy una cualquiera —enfaticé grave, colocando nuevamente las gafas sobre los ojos, para seguir ocupándome del arma—. Comparar es algo que jamás haría. Primeramente, ambos son grandes hombres, con sus virtudes y defectos; segundo, porque si bien es difícil de creer, NO conozco a Erwin en la cama. SÍ hubo un beso, y fue suficiente para darme cuenta de que NO responderé a los reclamos de otro —volví a suspirar, teniendo la pronta necesidad de sujetarme al borde de la mesa. Odiaba sentirme indispuesta—. Lo siento, Moblit, iba a decírtelo cuando regresáramos de la expedición. Prefería que fueras a la captura con la mente bien focalizada.

—Ya veo. Conociéndola, debí suponer que todo iba a terminar así —suspiró afligido—. Pero entienda…, por mucho que lo intente, NO puedo resignarme a perderla.

—Sería muy duro para mí solicitar que te pasen a otro escuadrón, pero tampoco puedo exigirte que continúes a mi lado si eso te hace daño —intenté sonar categórica, pero lo cierto fue que algo se me quebró adentro—. Elige lo que consideres mejor, voy a respetar tu decisión.

—¿Habla en serio? Nadie ni nada me va a separar de usted, yo juré protegerla —ratificó vehemente— ¿Acaso no tiene corazón?

—Bien, me alegro de buena fe. Ahora, si vas a continuar siendo el sublíder, debes alistarte por si acaso llega el momento en que me debas sustituir —afirmé severa, haciéndole ver su responsabilidad—. Detestaría legarle al Cuarto Escuadrón una sombra triste como líder.

—No tendrá queja de mí —aseguró—, aunque puedo garantizar que usted continuará en el cargo, hasta que la Brigada de Reconocimiento sea deshecha.

Seguimos entregados al trabajo, dando los últimos toques a las armas y todo quedó listo para la mañana siguiente. Le pedí que me dejara sola, ya que necesitaba organizar mis ideas. Obedeció sin miramientos.

Apenas cerró la puerta, evoqué la conversación que sostuve con Nanaba. Estaba en lo cierto; los labios de Moblit eran la promesa del reposo, en cambio, Erwin y yo nos habíamos besado como si libráramos una guerra. Estábamos hechos para el fuego, NO para la calma.

Esa mañana, el sol tenía la pereza de quien detesta salir de la cama. La usual cabalgata de la Legión siquiera nos calentó las manos o las mejillas. Aunque protegidos con las capas, el rocío buscaba la forma de penetrar dentro del uniforme, dándonos una horrible sensación de fría humedad. No era preciso que Mike lo dijese, igual era obvio aquel olor a derrota.

Pasamos los arbustos de los contornos, adentrándonos en el bosque. La formación se mantuvo como siempre desde que Shadis era el comandante. Iba a la cabeza, con Erwin, Mike y Flagon siguiéndole, mi escuadrón ocupaba la tercera línea. Para nuestra suerte, no hubo señal de titanes hasta que llegamos al sitio y una vez allí, Keith Shadis ordenó detenerse.

—¡División en cinco grupos! —vociferó, girándose hacia la tropa— ¡Los primeros, quedan aquí con Flagon! ¡Deben apostarse para limpiar la retaguardia y luego esperarán hasta que nos reunamos! ¡Las escuadras de los flancos, se distribuirán alrededor del escuadrón de Hange y vendrán exterminando los monstruos que hallen desde los exteriores del bosque hasta el centro! ¡Luego tienen que situarse lo más cerca posible de la emboscada! ¡El escuadrón de logística, pondrá a buen recaudo las carretas y los caballos!¡Mi grupo y el de Erwin avanzarán juntos hacia el norte, donde vamos a encargarnos de atraer a los titanes hasta el arma! ¡Haremos el intento de no pelear contra ellos, el objetivo es hacerles de carnada para traer un par o mejor, uno solo, bajo estas copas donde la red estará tendida, esperándolos! —Dijo, señalando hacia las elevadas ramas de los árboles— ¡El cuarto escuadrón deberá colocar el arma y permanecer allí, dispuestos a someterlo una vez caiga! ¡Recuerden obrar con tino, la red tiene que lanzarse al mismo tiempo por ambos lados y recoger con fuerza los extremos! ¡La velocidad del titán hay que tenerla en cuenta o los derribarán, arrastrándolos consigo! ¡Erwin, llegó el momento de la verdad! –prosiguió nombrando a los miembros del Cuerpo que se llevaría y por un instante, me di cuenta de que Zacharius y Nanaba se deseaban suerte con la mirada. Era la primera vez que no estarían juntos en una maniobra.

—Gracias por quedarte, Mike —le dije sinceramente—. Descuida, si va con Erwin regresará sana y salva.

—Eso quiero pensar —lo miré, sorprendida. El tono de su voz era bajo y lúgubre—.

—¡Pero es tu amigo! —aquello me sonó inconcebible— ¿Qué sucede, Mike? ¿No confías en él?

—Como estratega puede garantizar su vida, hasta cierto punto —sonrió irónico y se dispuso junto con Moblit a cargar la red—, inmolarse por ella únicamente lo haría yo.

—Te comprendo, Zacharius —el sublíder le dio una palmada en el hombro, para luego mirarme de soslayo—. Veamos porque todo salga bien.

Me sentí de repente demasiado joven e ingenua, ¿estaba yo tan ciega que lo creía un portento, capaz de salvarnos a todos, cuando era sólo un hombre común?

—Hanji, es tiempo de colocar el arma —indicó Mike, alzando la vista hacia la copa del árbol, solo después masculló—. Y tiempo es justo lo que él necesita; Erwin todavía no concientiza lo que siente, pero lo hará.

—Confío en que SÍ —dejé a un lado todo pensamiento que tuviese que ver con el capitán y me dispuse a preparar la emboscada—. Lleven con ustedes las sogas para subir la red ¡Abel y Nifa, colóquense a la izquierda y desde sus puestos ayuden a Mike! ¡Keiji, conmigo a la derecha! ¡Le daremos una mano a Moblit! ¡Dejen ir a los caballos!

Elevar la red y estabilizarla, sujetando los extremos en cuatro árboles, fue toda una labor, así conseguiríamos la caída limpia de la misma. Nuestra mayor preocupación era lograr que el corte de las sogas fuera al unísono, tras mi voz de mando. El resto de los grupos había partido varios minutos antes, excepto el de logística, que hubo de aguardar a que termináramos para marcharse con la enorme carreta y los sementales. Dejé a Nifa la misión de contemplar la distancia usando el catalejo que siempre acompañaba a la Cuarta Escuadra.

Pensé cuan errado estuvo el comandante al desechar el sistema de señales expuesto por Erwin, la unión de los escuadrones sería dispar y a cálculo puro. Lejos, al cabo de varias horas, se oyeron los gritos de los hombres. Un estremecimiento hizo sacudir la tierra y los árboles.

—¡Algo sucedió! —el clamor de Nifa nos alertó de la tragedia— ¡Viene sólo una parte del escuadrón del capitán y los siguen más titanes de los que necesitamos!

—¿Cuántos, cuántos? —hubiese querido sentirme feliz de poder capturar varios ejemplares, pero era una pregunta generada por la impaciencia— ¿Tenemos posibilidad de hacernos con alguno de los últimos?

—¡Vienen tres juntos de cuatro metros, pudiéramos intentarlo, pero es muy riesgoso!

—¡Y delante hay siete, de tres, cinco y uno de diez metros! —añadió casi de inmediato Mike, olfateando el aire— ¡No los trae Shadis, le van detrás a Erwin! —y le vi mudar el rostro a uno de terror— ¡Oh, maldita sea! ¡Cabalga más rápido, Nana!

El panorama se revelaba sombrío; ya de por sí el hecho de que nuestro comandante siquiera estuviese al frente los escuadrones, sugería la muerte del mismo, quizás la necesidad de quedarse para combatir a otros muchos… Las escuadras de los flancos no aparecieron y únicamente restaba confiar en el grupo de Flagon, que había quedado a la retaguardia.

—¡Capitán acercándose!—me gritó Nifa— ¡Órdenes, líder de escuadrón!

Serenidad, no había otra palabra que definiera la actitud que me caracterizó durante los siguientes minutos. Y como tal, debía transmitirla a mis subordinados.

—¡Vamos a dejar que Erwin, sus hombres y los titanes pasen de largo, concentrándonos en esos tres últimos! ¡Abel y Keiji, rebanen las nucas de los dos especímenes más rezagados! —les grité— ¡Mike, Nifa y Moblit, listos para cortar las ataduras de la red apenas les diga!

Avizoré la nube de polvo que delataba la presencia de Erwin y sus compañeros, Nanaba incluida. Posteriormente, justo como había dicho Mike, siete preciosos ejemplares de titán…, seis, dos miembros de las escuadras flanqueadoras hicieron morder el polvo a uno de cinco metros antes de llegar al sitio donde estábamos.

—¡Monstruos al este y oeste! ¡Los grupos fueron destruidos! —les oímos vocear, cuando se unieron a la escuadra del capitán Erwin Smith.

—¡Hanji, cuidado! —fue todo lo que acertó a gritarme, cuando pasó bajo el arma extendida. Justo entonces vi a la cabalgadura de Nanaba tropezarse con la de otro miembro, que huía despavorido. Era imposible que la estampida se detuviera y oí a Mike vociferar su nombre, apretando los puños sin poder moverse de aquella rama, donde aguardaba mi orden.

¿Nana o la red? Cayó al suelo, y tuve medio segundo para sustituir la decisión que había tomado. Zacharius se debatía entre cumplir el deber o lanzarse al rescate de su compañera.

—¡Mike, cambia tu puesto con Abel! ¡Recoge a Nanaba y tráela conmigo! —por supuesto, no era el momento para estar agradeciendo, y apenas estuvo en el suelo, consiguió arrebatar a Nana de las manos de un titán, rebanándole los dedos. Cargarla y subir de vuelta a la rama no le demoró cuatro segundos— ¡Keiji y Abel, llegó el momento! ¡Ahora! —Lanzándose con éxito a la nuca de los especímenes rezagados, rebanaban después limpiamente la carne— ¡Moblit, Abel y Nifa, listos… CORTEN!

La malla cayó de modo irregular sobre el último titán y uno de los muertos, atrapándolos. El ejemplar había empezado a debatirse bajo la gruesa red y aquel reguero de huesos en que se convirtió el otro, nos estorbaba para tirar de los extremos y encerrarlos como si de una bolsa se tratara. Justo entonces vimos aparecer a parte de la escuadra logística, llevando consigo a todo galope los caballos del cuarto escuadrón… No vi mi precioso bayo entre los que venían y sentí el mismo dolor que me atosigaba cuando perdía un compañero.

—¡RETIRADA! —el jefe del grupo confirmó lo que antes dijeron los dos miembros flanqueadores— ¡Aparecieron de no se sabe dónde!

—¡Madre, varios de siete y diez metros por el oeste! —alertó Nifa, mirando con el catalejo— ¡Es un riego quedarnos!

—Hanji, no sabemos dónde quedó Shadis, los flancos están destruidos y sólo podemos tener esperanzas en la retaguardia y la escuadra de Erwin —sentí la pesada mano de Mike caer sobre mi hombro—. Di si vale la pena morir por tratar de llevarnos esa carga, que además, no sé dónde la transportaremos si, al parecer, ya no hay carretas.

—¡Órdenes, líder de escuadrón! —escuché la voz de Moblit— ¡Yo le cedo mi cabalgadura!

—¡Maldición! —qué poco valía el orgullo en esa clase de situaciones y el sufrimiento por la pérdida del caballo, se sumó a la humillación de no poder cumplir mi objetivo— ¡Retirada! ¡Te llevo, Moblit! ¡Carga a Nanaba en el tuyo, Mike!

Nos lanzamos a ocupar las cabalgaduras, y no pude librarme de volver la cabeza más de una vez, contemplando sobre mi hombro y el de Moblit, lo que perdí en menos de un segundo..., a cambio de preservar mi existencia y la del resto de aquellos que me seguían. Unidos a los hombres del escuadrón de logística, seguimos adelante, buscando llegar al extremo del bosque. Para más remate, Moblit se había visto forzado a rodear mi cintura, buscando no caer del animal. Avanzamos al galope hasta toparnos con la furiosa lucha que aún mantenía la retaguardia y el grupo del capitán. Los seis titanes que habíamos visto antes, yacían muertos, pero lidiaban con otros ejemplares.

—¡Abel, Nifa y Keiji! —ordené, señalándoles a tres monstruos de siete metros— ¡Nana y Mike, compártanse el de quince! ¿Moblit?

—Ya sé, voy al de diez y le dejo el otro. Por favor, tenga cuidado —aún se notaba un poco molesto, quizás por el disgusto de haberlo traído a mis espaldas, en lugar de cederle las riendas.

Moviéndome de árbol en árbol, conseguí estar cerca del titán. La ira por el ejemplar perdido me ayudó a focalizarme en destruirlo. Bajé rápidamente a propinarle un tajo en los músculos de los talones, haciéndolo perder el equilibrio. Cayó hacia delante y no lo pensé dos veces para cercenarle la nuca.

—"Deseaba tanto dar un paso más… ¡Si éste fuera el último que tuviera que aniquilar…! De ahora en lo adelante, juro solemnemente que voy a emplear todas mis fuerzas en la investigación, y menos en la matanza" —suspiré, disponiéndome a ir donde me necesitaran. Por lo visto, no sería necesario, la situación parecía estar ya bajo control y Nifa, parada sobre una rama a poca distancia de la mía, volvió a echar mano al catalejo.

—¡El comandante regresa! ¡Vienen titanes por el norte, siguiéndolo!

La intensa voz del capitán llamó entonces a la retirada. Sólo cuando partimos los escuadrones juntos, pude hacerme una idea de cuán maltrechos estábamos. Sería otro vergonzoso retorno a casa, recibiendo el desprecio de cuantos no entendían las motivaciones de la Legión; pleno de justificaciones para con los altos mandos…, y esa vez me incluiría puesto que atrapar un titán era el objetivo principal.

Hasta que alcanzamos a refugiarnos en uno de los cuarteles, no pudimos hablar con el comandante. Siguiéndonos a retaguardia; a duras penas conseguimos evadir los especímenes que iban tras él y su grupo. Siquiera pudimos recoger cuerpos esa vez… Fue un caos.

Desmontamos al pisar el campamento de la Brigada de Exploración y sin darnos medio segundo, Keith Shadis llamó a reunión a los pocos líderes supervivientes. Lo supe de antemano; se veía obligado a considerar la propuesta de Erwin…, pero a qué precio.

—Necesita hacerse de un caballo, líder Hange. No puedo consentir que lo comparta con su leal subordinado y dé la imagen de una pareja escapando de los padres —me soltó el comandante y le permití la observación porque estaba deshecho; necesitaba un aliviadero, si bien la conciencia nunca lo dejaría en paz.