La muerte en el alma

Habían transcurrido unos dos meses y medio desde aquel espantoso retorno. El enano y yo, dispuestos a no volver a la celda, llegamos a tener una relación semejante al juego de pasar la bola. Me soltaba las ironías o los apodos y yo le devolvía respuestas inteligentes, cuando no esquivaba sus alusiones ofensivas. Nos mantuvimos así la mayor parte del tiempo; aunque siempre consideré su habilidad como guerrero, y él favoreció mis dotes de líder. Viendo que la sangre no llegaba al río, Erwin resolvió darnos por incorregibles.

Apenas el comandante avisó de la nueva expedición, me dirigí al patio del cuartel a probar unas pistolas de bengalas que había logrado recuperar. Dejé la caja sobre la hierba y extraje la primera, concentrándome en lo recio que aún tenía el gatillo cuando sentí que alguien jalaba hacia atrás el cuello de mi camisa. Prácticamente me fui de espaldas, pero logré a toda costa mantener el equilibrio. Al volver a estar firme sobre mis pies, noté algo pegajoso y frío saltando por dentro de la prenda. No pude librarme de dar un brinco, estremeciéndome. Giré para toparme con Levi, que me observaba impasible, parado a corta distancia.

—¡¿Uh?! ¿Qué será? ¡Me hace cosquillas! —ignoré al cuatro pulgadas e intenté sacar aquello que se desesperaba por salir afuera. El animal dio un salto hasta mi nuca y al intentar capturarlo volvió a impulsarse, enredándose entre los cabellos del moño, ahí conseguí atraparlo— ¡Oh, genial! ¡Te agarré! ¡Es un lindo ejemplar de anfibio! —Hice como que lo analizaba, contándole las patas— ¡Qué lástima, no tengo ningún proyecto en el que pueda incluirte, mi especialidad son los titanes…!

—Cuatro ojos, estás demente si eres capaz de alternar así con una rana —me soltó, provocativo—. Está visto que no les temes…, el comandante Shadis no te conoce para nada. Sin embargo, Erwin parece saber mucho de ti.

—¿Qué te parece? ¡En realidad es un sapo! ¡Creo que me lo quedaré! —le eché un vistazo de soslayo al enano y sonreí de oreja a oreja, hablando con el ejemplar— ¡Apuesto a que si te alimento adecuadamente, pronto crecerás más que Levi! ¡Oye, tengo que ponerte nombre…! —miré al susodicho, dedicándole mi mejor sonrisa— ¡Levi! ¿Dejarás que lo llame como tú?

—Si lo haces, te lanzaré a la boca de un titán… y ni Erwin podrá sacarte de ahí —dio media vuelta y se retiró. Nuevamente lo había vencido.

Liberé al pobre animal para seguir con mi trabajo, luego de una hora, ya tenía dispuestas las pistolas defectuosas. Retorné al laboratorio con la caja y escuché la protesta de Moblit porque no le había llamado para cargarla. Ni bien la deposité en el suelo, me sorprendió un ligero vahído, que supe disimular bastante bien, excepto a los ojos de Nifa.

—¡Hange-san! ¿Qué le sucede?

Se precipitó a sostenerme y tuve que hacerle veladas señas para que no armara un escándalo. Ya lo había experimentado, sólo que nunca en público y entonces lo atribuí a la fatiga diaria. Me sequé de inmediato el sudor frío con la manga de la chaqueta. Los demás voltearon a observarme, pero supe reanudar el curso de los acontecimientos sin que advirtieran aquella debilidad.

—Vaya manera de tropezar con esos trastes que están junto a la caja —hice un amago de sonrisa—. Keiji, ¿eres tan amable de acomodarlos? Moblit, deja de mirarme como si me hubiera desmayado. Quedas a cargo de poner a punto las armas sónicas. Nifa, recordé que debemos ver a Nanaba… Y tú, Abel, encárgate de revisar los caballos. Eres de los pocos que logran acercarse a Tommy.

Le hice un gesto con la cabeza a mi subordinada, indicándole la puerta y salimos de inmediato a los corredores. Nifa tenía una pregunta en los ojos, pero le indiqué que guardara silencio hasta que llegáramos a la habitación de Nanaba. Justo sonó el llamado para el almuerzo y no tuve que andar mucho más, ella venía en dirección contraria…, pero con el rostro de quien iba a desfallecer si no le daba un mordisco a algo. Ciertamente, había estado de guardia la noche anterior y su responsabilidad como segunda de Mike le restringió las posibilidades de comer algo más que unas galletas.

—Qué bien, por lo visto hoy compartiremos el rancho —dijo al vernos. A la pobre se le había ido todo el sentido de percepción con el hambre, porque siquiera distinguió el malestar en mis facciones—. Ni hables, no voy a interiorizar nada hasta que vacíe la bandeja. Silencio, Nifa —aseveró, colocándose el índice sobre los labios, y tomándonos de la muñeca a cada una, prácticamente nos llevó a rastras hacia el comedor. Si bien ya éramos parte de la élite y teníamos mesas asignadas, la cola era una sola…, pero Nana hizo que novatos y oficiales se apartaran, cediéndole sitio—. Aquí los que hacemos guardia tenemos prioridad, es ley establecida por mí. Hanji, Nifa, tomen sus raciones y adelante.

—Ugh, empiezo a cogerte miedo, Nana —balbuceó mi subordinada, mientras la acompañábamos a tomar asiento. Casualmente, allí estaba el enano en la mesa contigua, solo y con cara de pocos amigos—. Imagino que todos conocen de tu mal humor cuando tienes el estómago crujiendo.

—Y a los que no transan, de seguro los amenazas con Mike —sonreí, molestándola. De repente, sentí un hambre abismal, como si no hubiese comido en semanas—. Hum, después de todo, ha sido buena idea venir contigo.

—Sí, sí, aprovéchense de esta amiga tan generosa —respondió Nana burlona, ya más tranquila al verse acomodada y con el rancho dispuesto—. Buen apetito.

Nifa quiso decir algo, pero la interrumpí alegando que termináramos de almorzar en paz. Tiempo habría para confesiones y pláticas. Antes de acabar la bandeja primero que las dos, Nana ya estaba ojeándome alarmada.

—¿Qué? —la miré con cierto reproche— ¿No puedo tener hambre?

—TÚ no comes así de rápido, ni cuando te suenan las tripas —frunció el ceño, depositando la mirada en mi abdomen y mis pechos—. Cielos, Hanji… Déjame asimilar estas últimas cucharadas o corro el riesgo de atragantarme.

A todas estas, Nifa observaba ora a una, ora a la otra, sin conseguir atar cabos de nuestra conversación. Esperé que ambas terminaran y las tres nos dirigimos a entregar las bandejas, no era algo que debiéramos hacer por obligación los de la élite, pero la mayoría dábamos el ejemplo. Apenas me levanté, seguí los pasos de mi subalterna y de Nana, cuando sentí la fulminante arqueada. Sin poderme contener, me doblé como una hoja, vaciando el contenido de mi estómago…, justo a la espalda de Levi.

El enano saltó como si lo hubiese alcanzado un rayo. Su cara de horror y visible asco era indescriptible. Si bien había restos de comida en su camisa y pantalones, no lo había "bañado", para mi suerte. Recuerdo que me tomó por las solapas con un odio bien manifiesto. Los presentes en el comedor, se alejaron tanto como pudieron, sin dejar de contemplar la escena.

—Maldita cerda repugnante. Lo hiciste a propósito, ¿cierto? —dijo, alzándome un poco del suelo.

—¡Lo siento, de verdad! ¡No fue mala intención! —Repliqué, mareada— ¡Suéltame, Levi!

—Dame una razón para no estrangularte aquí mismo, cuatro ojos —vi sus pupilas brillar con la ira contenida—. Te pareció gracioso dejarme hecho un asco, para luego divertirte a mi costa.

—¡Levi! —Nanaba puso su mano sobre la de él y sus miradas rivalizaron— Puedo asegurarte que no es lo que piensas. Ahora, déjala ir.

—¿Quién eres tú para darme órdenes, lagartija? —ripostó él, entornando los ojos.

—Cuidado, enano. Te recuerdo que por encima de ti hay una cadena de mando —le sonrió Nana, sarcástica—. Quizás crees que puedes aplastarme, pero no te sugiero jugar con tus superiores.

—¡Sí, el capitán y el comandante sabrán responder por ella, si usted le hace algo! —Nifa había perdido la compostura desde que me viera presa de sus manos— ¡Ya le dijimos que no fue premeditado!

—A callar las dos, me van a dejar sordo —masculló Levi, apretando el agarre al verme forcejear—. Podemos solucionarlo con un baño —dijo, mirándome punzante—, después de todo, quedaste peor que yo. No te desagradan las tinas, ¿verdad?

—¡Levi, estoy dispuesta a pedirte disculpas en público, si es necesario! ¡Pero no hagas semejante idiotez! —le grité, desesperada. El solo hecho de imaginar la confrontación entre él y Erwin por mi causa, me hizo estremecer— ¡Te lo pido, no, te lo ruego!

—No tienes que rogarle nada, Hanji —vi a Nana apretar los puños—. Es un maldito bastardo sin respeto a las mujeres.

—Lo que digas, lagartija, pero nadie me va a privar de meter a esta en una bañera —intenté por todos los medios de liberarme, pero su maldita fuerza me contuvo. Entonces conseguí patearlo donde suponía que iba a doblegarse…, lo único que conseguí fue que parpadeara de dolor, pero siguió inmutable y su furia se redobló—. ¿Te gusta jugar violento? Muy bien.

—¡Nifa, ve a decirle a Mike! —le ordenó Nanaba por mí, haciéndole una particular seña. Por supuesto, mi subordinada conocía muy bien a quien debía ir y no era precisamente Zacharius…

Sentí el golpe de canto en el cuello y me desplomé, Nifa gritó, a la par que Nana lo agarraba del pescuezo, pero él se la sacudió de encima como si se tratara de un mosquito. El resto lo supe cuando las dos me lo narraron. Desperté en mi lecho, como quien se levanta de un sueño muy largo, cubierta por la manta y llevando únicamente la camisa limpia y las bragas sobre mi cuerpo. Nana estaba sentada a mis pies, mientras que Nifa me ponía una gasa húmeda en la frente. Reconocí el olor del sándalo conque la impregnaran y lentamente me incorporé, pestañeando adolorida.

—¿Está mejor? —inquirió Nifa, preocupada. Solo atiné a decirle que sí con la cabeza. Retirando la tela, volvió a humedecerla dentro de una jofaina para después colocarla otra vez en el mismo sitio. Nanaba le pidió con un gesto que cambiara el contenido de la misma y esperó a que saliera.

—Me alegro de que hayas recuperado la conciencia. Olvídate ahora del enano y todo lo que sucedió, para mí es más importante lo que vamos a hablar —Nana fue muy concisa al expresarme su parecer, como siempre— ¿Te descuidaste la última vez?

—… —sentí el calor invadirme las mejillas. No iba a echarle en cara que por estar compartiendo las hierbas, me había quedado sin abastecimiento esa noche. Además, no podía culparla de mi falta de voluntad para detener a Erwin justo cuando la situación se me fue de las manos.

—Entiendo, ni respondas. Hanji, conoces de esto mejor que yo —preguntó, mostrando las palmas en un gesto de incredulidad— ¿Cómo no te diste cuenta?

—Supongo que confundí los síntomas —repuse, avergonzada—. P-pensé que las manchas de la implantación del cigoto, eran las propias de mi tiempo. Y mis primeras señales fueron tardías —me encogí de hombros—, atribuí los vértigos al cansancio excesivo y las molestias en los senos a las correas del equipo… Nana, siempre hablabas de una tradición familiar que te permitía "ver" si había o no hijos en tu camino. Quiero que la pruebes conmigo.

—Qué tontería ¿Por qué una científica necesita de cosas tan mundanas? —dijo, arrugando el entrecejo. Aunque percibí temor en sus palabras— Ya sabes que no hay remedio, ¿qué vas a ganar con supuestamente "asegurarte" del hecho?

—No lo sé. Pero si ahora tuviera cien formas distintas de consultarlo, probaría todas y cada una. Sé que es inútil, pero lo harás.

—Por Mitras, eres tan cabecidura —me sonrió, incapaz de llevarme la contraria en esos momentos. Justo entonces apareció Nifa con la jofaina llena—… Lo aprendí en casa, parte de la tradición familiar… Tomas un hilo y enhebras la aguja, luego pones tu mano izquierda hacia arriba y permites deslizar el hilo entre el pulgar y el índice varias veces. Después colocas la hebra tensa, con la aguja apuntando al centro de la palma, y empezará a formar dos clases de figuras: un círculo si es mujer o una línea si es hombre. Si no vas a tener hijos, el hilo y la aguja no se mueven.

—¿Y lo has probado, Nana?

—Una vez, siendo todavía niña. Mi familia quedó muy decepcionada al saber que no concebiría, entendieron el por qué la aguja me señaló ese destino cuando quise ingresar en la Legión. Parece que Mike y yo no tendremos la oportunidad, como es lógico.

—¿A qué juegan? —Nifa, tan inocente, nos contempló risueña.

—Cosas de las antiguas brujas —le respondió Nanaba, observándola seria y acto seguido se volvió hacia mí—. Hanji, es mejor no probar. Quizás sea una tontería, pero quién sabe las consecuencias psicológicas que puede traerte…

—¡Por favor, Nana, tú misma lo has dicho! ¡Soy una científica! ¿Tienes algo parecido a mano, con lo que podamos experimentar?

—Nanaba-san… yo también quiero hacerlo —Nifa le tendió una pequeña bolsita—. Llevo esto siempre conmigo.

—Otra loca más, ¿qué pretendes, niña? ¿Salir corriendo de aquí a llorar si el hilo y la aguja te señalan que sí?

—No seas dura con ella, Nana. Estamos hablando de un juego y como tal lo trataremos. ¿Verdad, Nifa?

—Ustedes sabrán lo que hacen, ya les advertí —mi acompañante dispuso los objetos—… Empecemos conmigo y así lo haremos justo —sostuvo el hilo y la aguja sobre la palma— ¿Ven? No se movió en lo absoluto. Probemos ahora con la dueña de los enseres.

—Es muy difícil que siendo miembro del Cuerpo —una gota de sudor apareció en su sien cuando vio la aguja—… Nanaba-san…

—Ahí tienes. Nada, niña —sonrió ella, divertida con el suspiro de la otra—. Vamos a presumir que serás muy precavida luego de que Abel se te declare.

—¡¿Qué?! Oh…, no, no pienso en eso —ya lo había imaginado, era fácil advertirlo, pero evidentemente no tanto para él declararse. El rostro de Nifa semejaba un pimiento rojo— ¿Cómo pueden saber que le gusto?

—Es más que obvio —la molesté—. Y para que no te las veas negras, estarás tomándote mi contraceptivo hasta que los titanes desaparezcan.

—¡Hange-san!

—¿Sigues con la idea? —Nana volvió a cuestionarme.

—Ya te dije que soy una mujer de ciencia, y actuaré como tal —ratifiqué, tendiéndole la mano izquierda. Ella se encogió de hombros, procediendo igual que antes.

—… ¿Lo ves? —susurró mi amiga, ofuscada—… ¿Tendremos que duplicarte la dosis en lo adelante?

—¡¿Hange-san piensa tener hijos con un titán?! —las dos miramos al unísono a la jovencita, cuestionándonos su extrema ingenuidad.

—Bueno, creo que ya logré concebir uno —decidí bromear para no derrumbarme por completo.

—Hanji… Vamos a explicarle —dijo Nana por lo bajo—. Tarde o temprano, acabará enterándose. Aunque su falta de malicia es natural, tampoco vamos a pasarla por tonta.

—¡Nanaba-san! —protestó a la una y de inmediato abrió los ojos como platos, mirándome impresionada—¡¿Hange-san, usted tiene un amante?!

—Uy… qué mal sonó eso, Nifa. No creo que te agradaría tal definición, si se refirieran a ti como la "amante del tipo de los lentes".

—¡Nanaba-san! ¡Por favor, sea más discreta!

—El titán al que se refiere Hanji es un colosal de cabello dorado y ojos de cielo, al que has oído gritar bastante cada vez que salimos a las expediciones.

—¡¿U-usted y el capitán?! —creí que a Nifa le daba una apoplejía.

— "Un hijo de Erwin…" —pensé mirándome el vientre, y la sola idea de nuestras sangres mezcladas hizo que tragara en seco ¡Qué seductor imaginar un niño con las potencialidades de ambos! Pero lo más cruel de todo, era que el instinto materno había comenzado a despertarse y casi podía verlo…, un pequeño varón con su pelusa rubia y ojos diáfanos, tan intensos como los de su padre, alimentándose de mí.

Le presioné a Nanaba la muñeca, y la observé fijo, mordiéndome los labios. Sentí un par de lágrimas correr, tornándolos salados.

—Ahora mismo, Nana. Si lo demoro más, voy a morirme.

—Hanji, ¿qué rayos estás diciendo? —tanto ella como Nifa tornaron hacia mí como si estuviera en verdad enloquecida— ¿Qué piensas hacer?

—Es importante que primero sepa todo con respecto a lo que ocurrió —Nana hizo ademán de contestar, pero la silencié de una mirada—… NO me interesan los detalles del baño, estaba inconsciente por lo que me es irrelevante. Háblame de la reacción que tuvo Erwin al escuchar lo sucedido, necesito por sobre todas las cosas que confíe en mí ¿Qué pasó con Levi? ¿Cuál es el comentario de la tropa, qué piensa mi escuadra?

—Empezaré por el final, pero no me interrumpas —dijo muy grave, lo bueno de Nanaba era que sabía ponerle orden a mi caos—. Tu asunto con Levi pasó a verse como que tú y él aún tenían inquinas sin resolver. El cuarto escuadrón menos Nifa, aquí presente, quería linchar al enano; pero quiso el cielo que llegaran Shadis y Erwin a tiempo de evitarlo. Aunque a ojos de los testigos fuiste tú quien lo provocó, el hecho de que Levi decidiera golpearte el cuello y meterte a la bañera después, le sirvió al capitán para declarar que su actitud iba totalmente contra los principios y reglamento de la Legión. Máxime porque "al parecer" te hallabas "enferma" —sonrió irónica—. Levi tendrá mañana su pequeña corte marcial, en la que participarán Zackly, Shadis y Erwin, pero conociendo el tema, lo aislarán otra vez hasta que venga la expedición… Ahora, el encuentro personal entre el capitán y Levi…

—Suéltalo —le exigí, tajante.

—Mike lo escuchó del otro lado, pero dice que si el enano sospechaba lo tuyo antes, ahora debe hallarse muy seguro —suspiró Nanaba—…, y no porque Erwin le arrancara las muelas de un puñetazo. Creo que sus mensajes son más pesados que cualquier puño. Simplemente le dejó claro a Levi que podía ser el más fuerte de la humanidad, pero SU código moral tenía escrito en mayúsculas que si volvía a poner la mano encima de una mujer, cualquiera que fuese, o hacerle algo contra su voluntad, iba a ahorcarlo él mismo en la plaza pública como escarmiento. Incluso Mike dice que nunca había sentido que se le chamuscaba la nariz y tuvo que buscar el modo de mantener a Erwin dentro de su cuarto. Podía delatar tu condición viniendo personalmente a verte, y más en el estado que se encontraba. Cuando Mike le habló de que sólo te perjudicaría con su proceder, comprendió y allí está, consumiéndose. Aunque hizo el intento de convencerlo de que podías no hallarte encinta, parecía tan seguro como tú… ¿Y si él quisiera tener un descendiente? ¿No lo has pensado? —Creyendo que era sabio insistir, Nana me tomó de la mano—. Hanji, sé que tu decisión no deja lugar a dudas, pero…, ¿y si pierdes a Erwin por no consultarlo?

—Si lo pierdo, sabré que todo este tiempo estuve amando a un hombre insensato. Si no es capaz de comprenderme, prefiero dejarlo ir —ahogué un sollozo e hice un esfuerzo por mantenerme firme—. Respeto sus ideales, Nana. Y le prometí que nunca pediría nada que no pudiera ofrecerme. Conozco sus responsabilidades y las mías, podré usar lentes pero no soy ciega… Ahora es capitán, pero será comandante, Nana. Tú misma lo auguraste, y yo soy la mano derecha de Erwin, juré dar mi corazón a la humanidad. Se verá en una encrucijada, cuando más fríamente debe pensar.

—Hange-san, díganos que hacer —Nifa estaba más a punto del llanto que yo—. Vamos a apoyarla.

—Tú conoces mejor que Nana las plantas, junto a los muros crece una hierba pequeña de color verde intenso, tallos rojizos y hojas alargadas pero de punta redonda. Si está florecida, tiene flores amarillas muy pequeñas ¿Sabes de cuál te hablo? —asintió con voz lastimera—. Trae la cantidad suficiente como para obtener un abortivo. Por favor, Nanaba, dispón tú el agua hervida y todo lo demás.

Yo misma no me conocía, jamás pensé dar órdenes tan crudas, pero nuestra vida tenía de bello muy poco. La compañera de Mike salió al corredor y escuché que discutía con alguien, por la voz no era otro que mi subordinado.

—Basta de hacer aspavientos, Moblit. Hanji está bien —oí que le decía, exasperada, con la mano aún en el pomo de la puerta—. No tienes que hacer guardia aquí ¿no te parece que ya es bastante conque su altercado sea la comidilla de la tropa?

—La conozco muy bien como para saber lo que tiene la líder de escuadrón —ripostó él, cierto que bastaba mi ligero desvanecimiento del mediodía para que hubiese atado cabos—. Por eso mismo quiero guardar su dormitorio, sabrá que puede contar conmigo incluso si esto me resulta extremadamente doloroso.

—Haz lo que te dé la gana, pero si tan dispuesto vas a estar, procura entonces ver cómo detienes al comandante y al capitán —asomándose por la hoja entreabierta, me observó alarmada—. Ya lo sabes, Hanji, ¿qué piensas hacer?

—Maldición, no debí subestimar la inteligencia de Erwin —apreté puños y dientes, viendo mis planes momentáneamente hechos polvo—. Trae consigo a Shadis para no levantar sospechas y de paso, que nadie le impida llegar hasta mí ¡Asombroso que haya pensado en eso! —mi amiga me observó irritada, con expresión de "¡no es momento de alabar su ingenio!"— Nana, reúnete con mi subalterna y preparen todo en el laboratorio. Ya buscaré un modo para llamarles.

—Si te mata cuando sepa lo que vas a hacer, bien que habrás resuelto el inconveniente —musitó ella y se retiró preocupada.

Había dejado la hoja sin cerrar y logré seguir el diálogo que se desenvolvió puertas afuera. Por supuesto, quería morirme, se me unieron cielo y tierra cuando oí el tono peligroso de Erwin Smith.

—Moblit, puedes retirarte.

—Quiero velar personalmente por la líder del cuarto escuadrón —Al parecer, mi segundo al mando pretendió hacer el intento de pararlos, si bien sabía lo inútil de su acto—. Permítame quedarme, comandante Shadis —já, dentro de mi opresión, aquello me resultó gracioso. Moblit pasaba por alto a Erwin y apelaba al superior, de manera que si éste lo aprobaba, el capitán debía tragarse su orgullo.

—Creo que la líder de escuadrón ya tiene a dos soldados atendiéndola directamente —para su desgracia, Keith Shadis empezaba a ceder ante Erwin—. Esta es una de las construcciones con mejor custodia de todo el cuartel, ¡debiera estar sustituyendo a Hange Zoë y así poner en práctica su capacidad como sucesor! ¿O da por sentado que nunca tendrá que ocupar el puesto? —el maldito habló como si fuera a morir de verdad.

—¡No, señor! —escuché que se cuadraba y aún dudoso, pedía la anuencia para marchar.

Si bien detesté mirarle la cara a Shadis en un instante como ese, peor fue resistir la mirada del capitán. Evité sus ojos desde que cruzó el umbral y preferí hacer de tripas corazón, dedicándole una sonrisa al comandante.

—¡Líder Hange Zoë! ¡Espero que su indisposición no sea ficticia y en realidad quiera evitarse ir fuera de los muros! —su vozarrón hizo eco en las paredes. Cruzándose de brazos me observó analítico— ¡Pero no se preocupe, supongo que de sólo verme recuperará todo su brío antes de la marcha y estará dispuesta a enamoriscar titanes de nuevo!

—Cuente con eso, no voy a perderme la expedición por nada —le aseguré y advertí que Erwin arrugaba el ceño—. Para entonces, ya seré toda suya…

—¡Eso quisiera usted! ¡Le he dicho mil veces que no va a quebrar mi estoicismo y ética profesional! —por lo visto, se le había olvidado que antes me propuso besarlo—. Es obvio que comienza a mejorar, así que la dejo en buenas manos. El capitán me habló de una posibilidad de prender titanes, atrayéndolos hacia las murallas. Una vez que ajusten sus ideas, podemos hacer el intento…

—Excelente —fue mi única respuesta. Las horas corrían y yo deseaba terminar de una vez con mi sufrimiento.

—Hmph, está mal en verdad —murmuró Shadis a su ayudante—. Siquiera lanzó uno de esos gritos infernales por la noticia —y fue rumbo a la puerta—. Los dejo para que se pongan de acuerdo.

La hoja de madera se cerró, quedando yo a merced de Erwin Smith y su mirada tajante. Observándome en absoluto silencio, acercó posteriormente una silla a la cama y apoyándose con ambos codos en el colchón, se inclinó para tenerme lo más cerca posible. Raras veces lo había visto frotarse las manos y ésta era una de ellas. Estaba irritado e inquieto, combinación que en él distaba mucho de ser agradable; dado que parecía transmutarse en alguien distinto. Su voz adquirió un tono pesaroso al hablar.

—¿Quieres decirme por qué siquiera tengo derecho a saber algo que nos concierne a los dos?

Ahogué un gemido, esa vez mis lágrimas también serían por causa de la muerte.

—¿Por qué no me hablaste de tus sospechas? Debiste haberte dado cuenta de algún cambio inusual en ti ¿o no?

—No, Erwin Smith, no tuve ninguna sospecha, no reconocí los cambios, no tienes la culpa porque aquella noche todo se precipitó y yo no pude ni quise alertarte, no voy a tenerlo, no quiero hijos, no…

—¡Hanji! —me sacudió, haciéndome volver en mí, yo estaba desvariando— Hanji, es la vida que se impone al descanso eterno. Si me dices que estás dispuesta a correr el riesgo y traerlo a este mundo, lo presentaré como mío suceda lo que suceda…

—No, ya te lo he dicho. Yo no soy Marie —entonces conseguí mirarlo de frente y hablarle como sólo Hange Zoë podía hacerlo—. Pertenezco a la Legión, soy parte de tu obra y la segunda en la cadena de mando. En realidad… —sollocé, ya sin poder contenerme—, no quiero traer hijos para dejarlos al cuidado de otros, ni perderlos comidos por un titán ¿Puedes entender?

—Lo estás haciendo por mí, que es lo peor —apoyó la frente en sus manos entrelazadas y cerró los ojos—, ¡me siento como un maldito egoísta!

—Es mi última palabra, Erwin. Por favor, dile a Nanaba y a Nifa que traigan las cosas del laboratorio —tragué mi dolor, hundiéndome en la almohada—.

—Todos hemos ofrecido nuestros corazones…, bajo mis órdenes, cientos marchan a inmolarse en nombre de la humanidad, millones de vidas… Ésta era un latido apenas, pero si lo pongo en una balanza, Hanji, tu sacrificio pesa más que cualquier otro —de súbito me rodeó con los brazos el vientre, ocultando su semblante de mi vista. Sé que la única lágrima que alguna vez ese hombre tan recto derramó fue por la pérdida de su hijo—. He matado una parte de ti, como una parte de mi ha muerto… Es justo que lo suframos juntos, no me iré de aquí.

Pegué un salto al reparar que alguien abría la puerta lentamente.

—¿H-hange-san? —vi la cabeza de Nifa mostrarse tímida y enrojeció ante la escena— ¡Y-o lo s-siento, n-no quuise interrumpir! ¡Cielos, es-s decir, capitán…!

—No te preocupes, ya estabas enterada. Trae a Nana, por favor, sean todo lo discretas que puedan. Antes de entrar, toca dos veces, fuerte y seco, así sabremos de quién se trata.

—De acuerdo —Nifa marchó de inmediato, completamente ruborizada.

Estaba en el proceso de resignarme y consumar una de las decisiones más complejas de toda mi vida.

—Hanji, desiste… Aún estás a tiempo —Erwin me observó, abatido. Negué con la cabeza—. Por Sina —sonrió entre cabizbajo y maravillado—, ¡jamás imaginé que desearía tanto gritar que te amo!