El sacrificio y los demonios

Aún debía caminar a paso lento y evitarme las escaleras, pero consideré necesario hacer el esfuerzo. De modo que cuando estuve frente al calabozo donde Levi padecía su castigo, le di orden al guardia de que abriera la reja y me dejara sola con él. Obviamente, el hombre titubeó, no quería correr el riesgo de que le culparan si éste llegaba a matarme. Lo convencí de que tal cosa jamás pasaría, aunque yo misma estaba insegura de eso y con toda la entereza que me caracterizaba, entré a la celda.

—¿Qué se te ha perdido aquí, Cuatro Ojos? —Levi me observó sombrío, analizándome como si fuera un espécimen diseccionado— Por lo visto, Erwin te considera más de lo reglamentario… No halló un sitio peor donde meterme. Apesta, las ratas pululan e incluso te orinan la cama.

—Escúchame, Levi. No estoy para bromas —le devolví una mirada grave—. Te sacaré de la celda, e irás directo a donde tu capitán a recibir sus órdenes. Voy a enviar a Mike para que te conduzca a su recámara… Y si de verdad te consideras un hombre, discúlpate con Nanaba.

—Tsk, ¿y qué te hace pensar que aceptaré tu misericordia? —preguntó, entornando los ojos— Puedo soportar mi encierro hasta que llegue la dichosa expedición. Vete al infierno.

—¡Maldito idiota! ¡¿Siquiera te das cuenta de que tanto Erwin como el Cuerpo necesitan de tu fuerza?! ¡De continuar así, regresarás a ese hueco subterráneo donde vivías! —Me cegué al punto de tomarlo de las solapas y gritarle en la cara— ¡Esta mujer a la que golpeaste, ofendiéndole su condición y pisoteando su voluntad, está privándose del orgullo por un bien mayor! ¡¿Y tú eres incapaz de sacrificar el tuyo?!

—Oye, oye, cegata… No me escupas el rostro —cerró las manos sobre mis dedos, apretándolos para liberarse y dio un paso atrás, arreglándose el atuendo. Lo supe de inmediato… Cuando un hombre retrocedía ante los sólidos reclamos de una mujer, indicaba que ésta le había ganado la pelea—. Iré, por dos motivos. Entendí los propósitos de la Legión, quizás más tarde que Farlan e incluso que Isabel…

—¿Y el segundo? —lo apremié a continuar, luego de verlo hacer una pausa demasiado larga. Entrecerró los ojos, contemplándome el abdomen.

—Por la esperanza de no tener que sacrificar más vidas… Nacidas o no.

Contuve las ganas de llorar…, más bien fue un condicionamiento de reflejo porque ya era incapaz de hacerlo. Todo el tiempo que me llevó asimilar mi pérdida, no tuve lágrimas para consolarme.

—Hange, te pido disculpas —masculló, cruzándose de brazos. Su aire podía ser arrogante, pero sentí que lo decía de corazón—. Manda al bigotazos a buscarme… Aguanta, ¿se lo consultaste a Erwin? ¿Sabes que amenazó con ahorcarme por tu causa?

—Por supuesto que lo hablé antes. Hago muy pocas cosas sin su consentimiento —tuve que cruzar los dedos a la espalda. La verdad es que muchísimas veces hacía mi voluntad y ni se lo comunicaba. Lógicamente, más tarde reñíamos por tal insubordinación... No obstante, ese no era el caso.

El camino de vuelta hacia el despacho del capitán fue tedioso, lo pasé tratando de alejar el pesimismo que exigía colarse en mi espíritu. Di unos toques formales a la hoja de madera, estremeciéndome al oír su voz accediendo a que pasara. No conseguí mirarlo a los ojos hasta que transcurrieron algunos segundos.

—Dicho y hecho, Erwin. Todo salió bien, como te dije, regresé de una pieza. Puedes enviar a Mike por el cuatro pulgadas —sacudí las manos, dándole a entender que le había puesto fin al asunto—. Ya sé que todavía te sientes indignado, aunque luzcas impasible. Por favor, no es el momento, debes olvidarte de su estúpido arrebato.

—Si consideras que hiciste lo correcto, entonces permíteme lidiar con el resto. Necesitas descansar o enfermarás —abandonó su puesto detrás del escritorio, hasta quedar de pie frente a mí— ¿Cómo pretendes incorporarte a la expedición si no te recuperas?

—Prueba a estar en una cama todo el día, que acabarás poniendo a funcionar el cerebro y dando vueltas igual que yo —gimoteé, abatida—. Es algo insoportable… Viene a mi mente con más insistencia cuanto más trato de borrarlo de la memoria.

—Lo sé. No creas que soy ajeno al sentimiento —suspiró e inconscientemente dio un manotazo al escritorio— ¡Por Sina, iba a ser mi primogénito! —Al percibir que había vuelto a entristecer, me acarició la mejilla con el índice para después tomarme una mano entre las suyas—… Perdóname, Hanji ¿Mejor del dolor?

—Un poco, sí. Eso nunca ha sido un problema, y tengo mis remedios —aparté suave la mano, y él alzó una ceja, afligido por el sutil rechazo. Lo cierto era que posterior a la interrupción, todo lo relativo al contacto físico se me hizo incómodo—. H-hablemos de la captura de los titanes.

—¡Hanji, ya le sugerimos el plan a Keith Shadis! ¡Tu salud ahora es lo más importante! —Replicó iracundo, sacudiéndome levemente por los antebrazos— ¿Piensas que no sé que apenas duermes y comes? Vuelvo y repito, ¿así quieres apresar un titán? ¡Las posibilidades de tu retorno serían casi nulas! ¿O es que intentas suicidarte?

—¡Já, el caldero diciéndole al sartén "quítate que me tiznas"! —apunté, sarcástica—. Estás muy equivocado, Erwin Smith. Yo jamás pondré fin a mi existencia por una medida que tomé con el corazón oprimido pero la cabeza fría —llevé las manos a las sienes al sentir el pinchazo— ¡Ugh, aún me dan mareos!

—¿Te das cuenta? Debes tener anemia —jamás lo vi tan presto a sostenerme y de algún modo, acariciarme aunque fuera peinándome los cabellos. Nuevamente advirtió mi poca disposición para los mimos—… Está bien, si no lo deseas me voy a contener de tocarte.

—C-creo que será lo mejor —suspiré, a veces deseaba en verdad ser hombre. Así no me las vería pugnando con miedos a repetir la misma situación, con los trastornos hormonales o anímicos que me alejaban de su abrazo; matándome adentro cualquier interés por lo carnal—. Discúlpame…, s-siquiera tiene que ver contigo…

—Nos acostumbramos a poner delante las prioridades y al volvernos soldados, pensar que nuestra salud es consideración secundaria —me observó grave—. No obstante, si el ejército mengua por enfermedad o se desmoraliza, hay que valorarlo de inmediato —dejó su postura formal y me hizo un gesto para que lo acompañara a su diván. Obedecí como artilugio de cuerda que es dirigido a voluntad y una vez sentados, tornó a mirarme directo a los ojos—… Hanji, olvida por un instante mi posición y respeto hacia las normas —dijo acercando su rostro al mío, pero deteniéndose a escasos centímetros, y enmarcó mi semblante con sus manos—… ¿De verdad opinas que discutir sobre los titanes es más importante que sincerarnos? ¡Por Mitras, no se trata de que te quiero de vuelta sobre mi escritorio o dispuesta a prodigarme los mil y un placeres que me das!... Sé muy bien cómo te sientes, compartí ese instante horrendo contigo, ¿realmente vas a estar lista cuando se dé la orden para salir?

—Me siento vacía —respondí, mordiéndome los labios—. Necesito algo que dé alguna satisfacción a este capullo abandonado que soy ¡Lo único que me motivará es ponerme a investigar…, y siquiera podré hacerlo si no capturamos un titán!

—De acuerdo, pero entonces deberás fortalecer tu corazón y recuperar ese arrojo que te lleva a burlar el peligro. Aparta de tu cabeza la idea de inmolarte cazando titanes —quise decir algo, pero me interrumpió—… ¿Piensas que soy incapaz de ver por qué decidiste liberar a Levi? Hanji…, él no va a sustituirte ni me cuidará las espaldas, porque tú NO vas a morir.

Los toques a la puerta cortaron mi repentina fragilidad ante sus palabras, si alguna duda me quedaba de cuán bien podía leerme, se difuminó con aquella observación. Salí, dando paso a Mike y a Levi, este último me dirigió una mirada socarrona.

Mejoré de físico como para que Erwin considerase mi presencia en la expedición; del espíritu, apenas un poco. Y ese poco se debió a que, de conjunto con Moblit, empecé a graficar un arma novedosa para detener a los titanes. Los materiales eran simples y no costaría gran trabajo ni colosal esfuerzo. Transcurrió el mes y a finales de éste, nos llamaba el comandante para concluir los detalles de la marcha. Erwin y yo habíamos invertido tiempo buscando eliminar los errores de la vez anterior. Cuál no sería mi sorpresa cuando Keith Shadis me soltó que después de analizarlo tres veces, los altos mandos habían rechazado a última hora la idea de la captura. No obstante, aprobarían mi proyecto de fabricar las armas de contención.

—E-es inaudito —apreté los puños, acalorada por una súbita ira que fue quemándome por dentro— ¿Creen que resulta divertido burlarse de los desvelos ajenos? ¡Desde que se lo propuse, me volqué de lleno en investigar las mejores posibilidades de hacernos con uno!

—Líder de escuadrón Hange Zoë, ni piense que voy a discutir esa conclusión. Mucho que nos cuesta ya la supervivencia del Cuerpo…

—¡Pues le costará más todavía si no trae resultados positivos cuando salgamos otra vez! —Descargué un soberano pisotón sobre las losas— ¡Erwin! ¡Dile cuántas veces revisamos el plan!

Callaba, con las manos cruzadas a la espalda, como analizando la situación.

—¿Te quedarás en silencio? —De repente creí que él, alarmado por mi fragilidad emocional, se las había compuesto para que negaran la captura— ¿Erwin? —lo reté con una mirada fiera— ¡Me compadezco de ti si tienes algo que ver!

—Cálmate, Hanji. No lograrás otra cosa que alterarte vanamente —respondió usando un tono cuidadoso—. Y tu amenaza es inútil, esta vez siquiera poseo el modo de…

—¡Bien que conseguiste hacer tu santa voluntad cuando Lobov amenazó a la Legión! ¡Moviste cielo y tierra porque aprobaran otra salida! —si de por sí era intolerante a las negativas, mi nuevo estado irascible no aceptaba imposiciones— ¡Pero son ciegos ante lo evidente! ¡Sin sacrificios nunca obtendremos información y tarde o temprano el Cuerpo será desintegrado!

—¡Líder Hange Zoë! Si continúa insistiendo en mostrarse como una desequilibrada —Shadis zanjó pronto la cuestión—, no pondrá los pies más allá del muro. Y ciertamente, su actitud contravendría el reglamento al ausentarse, lo cual significa que será desposeída de su cargo.

—¡Eso es abusivo! ¡Si yo fuera hombre no tendría las bolas de amenazarme! —apenas sin reflexionar las consecuencias, aferré las solapas del comandante y lo miré con ansias de golpearlo. Por vez primera, noté que lo había impresionado.

—Sáquela de mi vista, Smith, antes de que la expulse del Cuerpo —le dijo a su inmediato; soltándose no sin trabajo del agarre—. Intente calmarla o juro que causará baja del ejército.

Erwin procuró tomarme del brazo y cumplir la orden, haciendo su mejor esfuerzo por lucir sereno. Rompí con brusquedad el acercamiento, lanzándome puerta afuera, dejando tras de mí a los dos hombres atónitos ante mi reacción y el dintel resquebrajado a causa del portazo. La ofuscación que me inundaba hizo que saliera corriendo y siquiera me diese cuenta de dónde había ido a parar. Simplemente, abrí una puerta y me colé dentro, jadeando por la cólera.

—Cuatro ojos, ¿qué mierda se te olvidó ahora? —el enano me observó, cruzándose de brazos; de todos los sitios posibles tenía que caer en su habitación— ¿Quieres que tu "capitán" piense algo de nosotros que JAMÁS me pasaría por la cabeza? Lárgate.

—P-perdona, Levi. Entré aquí sin proponérmelo —suspirando, cogí una silla y me senté a pesar de su expresión huraña— ¡Oh, cielos! Debo calmarme.

—Viendo que no estás nada bien del cerebro, aplazar la captura es lo mejor que pudo suceder —hizo un gesto negativo con la suya y posó la mirada en el techo, como si le cansara ofrecerme razones—. Tsk, moriríamos todos inútilmente, si la principal alentadora de la idea es todavía un manojo de nervios.

—¡¿Y soy un manojo de nervios acaso para ir a matarlos?! —Me rebelé ante lo que consideraba incomprensible— ¿Cuál es la maldita diferencia?

—Oye, oye, sé que te gusta chillarle a Erwin; pero yo no soy él, ni admito que venga nadie a gritar entre mis cuatro paredes —clarificó, apuntándome con el índice—. Aquí la del exceso de neuronas eres tú, moléstate al menos en deducir lo que pasaría si te dejaran al frente —musitó ceñudo—. Tienes mucha experiencia cortando nucas, lo vi cuando fuimos a la expedición…, así que lo harás casi por instinto. Llevarse un titán envuelto como regalo son palabras mayores, demanda juicio e ingenio.

—¿Es que ahora mis planes son insensatos? —exploté sin poderlo remediar.

—Siquiera los conozco, pero no hablo de la estrategia sino de quién la guía —dijo, mirándome grave—. Al comandante Shadis y a tu Erwin, les va a ser más fácil retirarse o recogerte si fallas el ataque a esos demonios…, que vernos morir a todos debido a cualquier mala decisión, impulsada por tus arrebatos delirantes.

—Él no es "mi" Erwin —fue una respuesta sonsa, para todo el significativo análisis que había hecho de mi estado y la captura—. Quizás sea hasta el principal causante del rechazo a la propuesta.

—Cuatro ojos, cállate. Si tanto querías empaquetar a un titán en tu red, mejor te hubieras controlado esos impulsos naturales. Ahora no te quejes —levantándome bruscamente del asiento y con brillo de matar en los ojos, lo así de las solapas. Él apenas se inmutó, comprendiendo que yo había entendido. A las malas, pero lo había hecho. Levantó uno por uno mis dedos, sin considerar el dolor que me provocaba al afianzarlos y luego tirar de ellos, buscando liberarse del agarre—. Tsk, ni creas que voy a golpearte la cabeza de vuelta, no pienso regresar a las mazmorras por tu causa. Y ya gasté demasiada saliva, lárgate.

Sonreí mordaz y tragué en seco.

—… Gracias, pelo de tazón. Espero que de nuevo te luzcas —dije, para después agitar la mano como despedida y salir de la estancia.

/

Si bien Levi consiguió hacerme ver las cosas desde otro punto, bastante me costó retornarle la palabra a Keith Shadis y sobre todo, a Erwin. Tuve que hablarles al final, por supuesto, y sólo mucho después me di cuenta de que actuaba como si los hiciera culpables indirectos de mi pérdida. La única persona capaz de regresarme al inicio y equilibrar mis emociones resultó ser Nanaba, pero entonces mi psiquis aún era un tormento. Aprovechó que me hallaba sola dentro del laboratorio, para visitarme con la excusa de llevarle a Mike una pistola sónica nueva.

—Hanji, estamos a tres días de salir fuera de los muros. Apenas quieres ver a Erwin, matas con tus exigencias a Moblit y llevas tenso al escuadrón de investigaciones —volvíamos a estar sentadas una junto a la otra en el viejo diván. Su mirada tan seria y digna como siempre—. Yo sé que te costará sentirte igual que antes, sin embargo, debes recuperar tu paz interna. Eres un soldado y la líder de la escuadra, por muy crudo que suene, tú misma lo dijiste…, que no tendrías el niño porque tus responsabilidades pesaban mucho. Haz que tamaña decisión sea por el beneficio de la humanidad, no lances tu sacrificio por el desagüe cediendo terreno al abatimiento.

—Nana, esto se me va de las manos y lo peor es que todos llevan razón. Quisiera dejar mi pena entre renglones, sólo que no sé por dónde comenzar…

—¿Qué tal pidiendo ayuda, Hanji? ¿O reconciliándote con Erwin? —Intentó acomodarme los tiesos mechones de cabello, sin dejar de observar mi expresión enajenada— Te acostumbraste a ser fuerte, ahora toca que los amigos den su apoyo. No obstante, deberás permitirnos llegar a ti; últimamente se hace imposible hablar contigo de un tema que se aleje de los titanes.

—¡Es que esto es un sinsentido, Nana! ¿Qué? ¿Esperas que te hable del niño? —Le solté, descargando cada palabra con saña— ¡Yo lo quería, sí, en el fondo lo quería! ¡Ojalá hubiera sido tan osada como para ir contra todas las banderas guardándolo en mi vientre! —nunca la había visto retroceder por más enérgicas que fueran mis afirmaciones, empero la observé retraerse, levemente sobrecogida— ¡Preferí que Erwin jamás supiera lo que significaba para mí ese hijo! ¡Ahora sólo me quedan los titanes, justo como debe ser!

Inesperadamente, creí escuchar un ruido más allá de la puerta. Nana me hizo señas de que olvidara cualquier asunto que no fuera la conversación.

—Bien, eso es. Ahí está el dilema. Comprendo que deseabas hacerle ver tu apoyo incondicional a la humanidad, pero lo cierto es que te odias por privarte del niño —suspiró, al reconocer la causa encubierta de mi padecimiento—. Díselo, Hanji, aunque tengas que gritárselo. No curarás hasta que lo hagas, y más tarde podrán sanar mutuamente. Aunque te niegues a verlo, estamos muy alarmados…, y Erwin sufre tanto como tú.

Una vez dicha la verdad que pretendía ocultar a toda costa, me sentí algo más desahogada. Quebrantarme llorando sobre su hombro, serenó mi espíritu. Me abstraje al punto de no distinguir la mano que gradualmente abrió la puerta del laboratorio. Fue su voz lo que provocó en mí un sobresalto.

—Me disculpo al entrar sin haber tocado primero. Y sobre todo, perdón Nanaba, no era mi propósito interrumpir —siquiera me atreví a mirar sino las botas, que se habían acercado hasta donde nos hallábamos—… Necesito hablar con Hanji.

Asintió, levantándose del sitio que ocupara y respiró más tranquila, sabiendo que confiaba el asunto a las debidas manos. Despidiéndose por el momento, ya que más tarde nos veríamos para cuestiones organizativas de la expedición, abandonó el laboratorio dejándonos a solas. Erwin ocupaba de inmediato su lugar a mi lado y no demoró un segundo para decir lo que había retenido dentro.

—Hanji, ya sucedió. No hay decisiones que tomar, sólo resignarnos a darle cara a la realidad. ¿Por qué nos unimos a la Brigada de Reconocimiento? Ninguno de nosotros veía como una opción quedarse a vivir dentro de los muros, asemejándonos a los prisioneros de las mazmorras —de algún modo advertí en sus ojos que percibía cabalmente mi dolor— ¿Te hubiese agradado legarle a ese niño un futuro de supuesta "comodidad", metido entre las murallas? Bienestar que es algo relativo, porque los titanes amenazan cada vez más con acceder al interior de las ciudades. Pedí que lo meditaras antes de interrumpir tu embarazo, pero ambos sabemos que las alternativas distaban mucho de ser halagüeñas.

—Supongo que oíste lo que le dije a Nana.

—Debiste asegurar la puerta y discutir más bajo, si no deseabas que fuera partícipe indirecto —replicó muy serio—.

—L-lo siento, para nada quise… —negué frenéticamente con la cabeza, estallando en sollozos y me crucé de brazos— ¡Oh, Erwin, jamás te oculté algo, excepto el hecho de que deseaba tu hijo por encima de todo!

—No te disculpes, Hanji ¿qué otra cosa has hecho sino darte completa por amor? Incluso renunciaste a lo que más deseabas —hizo el intento de apartarme las lágrimas con sus pulgares; cuando recordó mi aversión al tacto y se retrajo. Bajó la mirada, pesaroso—. A veces pienso que siquiera te merezco —entonces de pronto sonrió y alzando el rostro, me observó a los ojos y fue el Erwin que amaba—…, pero sé que no es lo que quieres oír, además, eso atraería a ciertos aspirantes que aún esperan callados —su atractiva sonrisa se tornó maliciosa y al verme recuperar la calma, finalmente se animó a reconocer—; necesitas que te lo diga con todo mi egoísmo; no dejaré acercarse a ninguno, y voy a reciprocar tu sacrificio amándote hasta que uno de los dos arroje al otro a la boca de un titán —si bien lo había declarado con gracia, buscando que me sintiera reconfortada, no restó seriedad a su actitud—. Sabré merecerte cada día y cuando esto haya terminado, como seguiremos en pie gracias a nuestras voluntades, haré de ti la madre de mis hijos.

—¿Huh, en plural? —dije, abriendo mucho los ojos. Realmente le creí, viviendo una momentánea fantasía que le dio calor a mi alma—. Ya dije que los cuidaría yo, pero ni pienses que voy a renunciar a las investigaciones. ¿A cuántos aspiras?

—¿Sin titanes merodeando? No lo sé… ¿cuatro? ¿Seis? —preguntó, irguiendo una ceja, muy travieso. Entendí lo difícil que le resultaba estar a mi lado y expresándose de manera tan íntima, sin poder siquiera tomarme de las manos. Aproximé mi cuerpo al suyo, permitiéndole abrazarme, lo que hizo de inmediato. Suspiró, hundiendo el rostro en mi cabello.

—Empiezo a considerar lo de arrojarte a la boca de uno de quince metros —respondí burlona. Como insólito prodigio, el vórtice oscuro que parecía ennegrecer mi espíritu y mi mente fue menguando hasta percibir el albor—. Gracias por darme la idea y declarar tus propósitos a tiempo.

—Los dos tenemos la sangre caliente, lo sabes —volvió a sonreír, tomando mi rostro entre las manos— ¿Puedes verlo ahora, que estás serena? Un hijo nuestro precisaría de vigilancia constante, de atención y cariño, porque no quisiera imaginar desde tan temprano las travesuras que se le ocurrirían —levantó los ojos al techo, como indicando qué tan inquieto podría ser, observándome grave después—. Si hubiera nacido bajo esta hostilidad, viéndonos como sus héroes, acabaría por seguirnos los pasos y aventurándose muro afuera. Probablemente se convirtiera en causa de orgullo, pero ¿soportarías verlo caer dentro de la boca de un titán, luego de que semejante monstruo lo haya mutilado a gusto?

—Entiendo, no lo digas otra vez —tragué, cerrando los ojos. Al abrirlos, descubrí el ruego en los suyos.

—Vuelve a mí, Hanji —fue casi una súplica y me alzó el mentón suavemente con el índice, acercando su rostro al mío— ¿D-dejarás que te bese?

Primera vez que ambos titubeábamos para dar un paso que por lo común era natural e impetuoso. Hasta su primer beso había sido puro arrebato y delirio, así que subestimé lo cautivadora que podía volverse la caricia en su modo más apacible. Recién descubría entonces el misterio de humedecer los labios lentamente, quitarnos el alma y no el aliento, poseyendo la certeza de que nadie podría suplantarlo de mi vida.

—Nunca había conocido el miedo a perder una mujer —aseveró al culminar el beso, tan suave que me dolió. Luego dijo, mirándome intenso—. Y puesto que tocamos el asunto, espero que vayas a la exploración bien centrada. Piensa en el día que podamos vivir libres de los titanes —hizo una breve pausa, queriendo hacerme comprender su punto de vista—… Ninguno de los dos tiene permitido morir, ¿de acuerdo? Menos aún puedes irte antes que yo.

—¿Qué hacemos con los planes de la captura? —suspiré, consternada.

—El momento llegará, te pido un poco de paciencia. Mientras, ocúpate de que se construya el arma que has creado. Parece que tendrá buen futuro —dijo muy optimista y noté que hablaba sinceramente. Después sonrió, recordando algo—… Ah, y visita al único ejemplar masculino con el que pretendo compartirte. Si Tommy pudiera comunicarse, diría que te extraña. Intenta morderme siempre que voy al establo.

/

Volvíamos a enfrentarnos al peligro, llevando en los corazones la esperanza de ganar un terreno bastante lejano de la muralla María. El objetivo era ocupar las ruinas de cierta fortaleza y volverlas un cuartel para la Legión de Reconocimiento. Shadis ni había cuestionado el propósito de Erwin cuando resolvió que mi escuadra pasara al frente. Una posición riesgosa la de segunda línea; y también Levi quedaba, justo como nosotros, bajo su mando. No era el puesto más envidiable, pero las órdenes de Erwin siempre ofrecían cierta garantía de supervivencia. Aquello, por supuesto, generó sospechas respecto a la verdadera forma en que el capitán y yo nos relacionábamos. Sin embargo, jamás hubo un valiente que se atreviera a decirlo por lo claro.

El mayor peligro lo afrontamos cuando luego de cabalgar la zona boscosa, libre de presencia extraña, salimos al valle. La escasez de árboles nos limitaba el uso del equipo de maniobras y temí por los reclutas adquiridos. Cierto que la Brigada necesitó reponer su maltrecho ejército, pero aquello suponía más posibilidad de bajas. Llegó el horrible momento en que preferí verlos como una lista de nombres, para lograr seguir adelante.

Habíamos recorrido algunos kilómetros de llanura con arbustos y apareció el primer espécimen.

—¡Titán a la vista, izquierda! —clamó el comandante Shadis, haciendo el gesto indicativo de la evasión. Esa vez fue Erwin quien lanzara la bengala roja y recordé a Flagon— ¡Dividan las escuadras!

Seguimos al capitán sin mayores consecuencias, volviéndonos a reunir minutos después, aunque dos cadetes quedaron muertos en el campo. Sin dudas, presas de algún descuido. El terreno se volvía más a favor, puesto que comenzaron a sucederse hileras de árboles frondosos. Aparecieron de la nada otros seis ejemplares; dos de ellos anómalos, que como siempre, corrieron directo a las carretas.

Recibí la orden y junto a los ya veteranos, fuimos a proteger los suministros. El que debíamos abatir era un hermoso ejemplar de cabello rubio… No sé qué me sucedió, pero al estar próxima, bajé las cuchillas. El titán agitaba los brazos desaforadamente, intentando liberarse del ataque conjunto de Mike, Nana y toda mi escuadra... Excepto yo, que permanecí hipnotizada mirándolo con extrañeza, y por alguna razón, mi forma pertinaz de observarlo atrajo su curiosidad…, si es que la poseen. Apartó a manotazos a sus agresores, lanzándolos como si fuesen moscas y quedamos frente a frente.

No pude saber a ciencia cierta qué me llevó a permanecer inmóvil. Quizás el cabello rubio…, análogo al que pudo lucir aquella vida que tronché.

—¡Líder de escuadrón! ¡Reaccione, la van a matar! —escuché a Moblit a través de mi pensamiento, más que del oído.

—Tch, ¡¿qué hace la idiota?! —fue Levi quien gritó, molesto.

—¡Hanji! ¡A un lado! ¡Mantén la cabeza fría! —oí a Erwin, quien habiendo acabado con el otro ejemplar, llegaba para caer sobre aquel y le propinó un corte profundo a la pierna derecha.

—¡Cielos, diría por el modo en que la mira, que puede leer su pensamiento!

—¡Déjate de tonterías románticas, Nifa! —la reprendió Nana— ¡Córtale los brazos y no alientes la cabeza atolondrada de Hanji!

Fueron quizás unos segundos, pero supe que aquel titán comprendía mi dolor ¡Si tan sólo hubiese podido capturarlo e impedir su muerte! Todas las voces se unieron y fueron una. Cuando volví en mis cabales, Erwin se hallaba sosteniéndome y Levi había culminado su parte con un tajo magistral a la nuca del excéntrico.

—Lo siento, no volverá a suceder —fue cuanto logré decir. Erwin siquiera me devolvió una palabra, leí en sus ojos la creciente preocupación ante lo ya obvio; tenía fiebre—. Voy a llegar sin problemas…

—Cuatro ojos, ¿qué diablos estabas pensando? —gruñó Levi, a la par que limpiaba su equipo de cualquier opacidad provocada por la sangre— ¡Repítelo y a la próxima, serás almuerzo de titán!

—Oh, gracias de todas maneras —le sonreí, buscando aminorar las tensiones.

De inmediato, usando el silbido llamamos de vuelta a los caballos. Me dolía ser una carga de inquietud para todos, pero aún con la repentina fiebre atormentándome, la voluntad fue más poderosa. Hice silencio mientras volvíamos a reagruparnos, el comandante Shadis, que se había ocupado de los titanes normales, siquiera percibió lo que ocurriera, para mi suerte. Los miembros de mi escuadrón aún ni se atrevían a cuestionar lo sucedido, Mike y Nanaba no dejaron de observarme según continuábamos adelante.

—Hanji, ¿será que de aquello… habrá quedado algún resto? —murmuró ella, frunciendo el ceño—. De ser así, tendremos que hacer algo cuando lleguemos al futuro campamento.

—No lo sé, Nana —intenté verme lo mejor posible, irguiéndome sobre Tommy—. Estoy confundida, porque las molestias son llevaderas y mis conocimientos médicos, generales. Por suerte, las hierbas abundan.

Las siguientes visualizaciones de titanes fueron eludidas gracias a la estrategia de Erwin, o no resultaron en exceso complicadas. La fiebre comenzaba a provocarme ardor en la vista, sin embargo, conseguí eliminar a otros cinco especímenes normales ayudada por el escuadrón. Las bajas continuaron siendo mínimas y luego de un día, llegamos al objetivo con la fortuna de nuestra parte. Naturalmente, de inmediato Erwin se las arregló para que me permitieran uno de los dos espacios cerrados que poseían las ruinas convertidas en cuartel y de nuevo caí bajo las atenciones de Nana y Nifa. Moblit se aseguró de permanecer custodiando aquel sitio de cualquier impertinente.

—Voy a pasar, quieras o no, son órdenes de Erwin —oí decir al cuatro pulgadas, del otro lado de la puerta—. Aunque la cegata bien podría dormir en un chiquero y sería feliz.

—¿A quién crees que engañas? Lo haces más para satisfacer tu vicio de limpieza que por su bienestar —farfulló Moblit, abriendo la puerta y empujándolo adentro. La expresión de berrinche que ponía el enano, al verse con la puerta cerrada en sus narices, nos hizo reír a las tres.

—¡Eh, Levi! —lo saludé, tratando de contenerme— ¡Gracias por el servicio doméstico!

—O se callan, o las dejo tragar polvo y telarañas —dijo, rezongando. Llevaba un paño cubriéndole la cabeza y una escoba hecha por él—. Sé que a ti eso te parece muy normal, ¿cierto, cuatro ojos? Ni te molestaría despertar con la araña en tu boca.

—Cierto, cierto —le respondí, siguiéndole la corriente. Levi siempre intuía más de lo que hablaba y lo supe de inmediato—. Pero esta vez reconozco que tengo necesidad de tus habilidades.

—Salgan de mi vista —masculló, disponiéndose a limpiar la habitación abandonada.

Nos vimos junto a Moblit y tras varios minutos, cuando regresamos al sitio, aquella pieza había quedado impecable. Levi realizó un trabajo de primera.

—Creo que de noche podemos bajar hasta el río cercano y buscar agua para hervir —propuso Nanaba, mirándome atenta—. Dinos qué tenemos que hacer.

—Esto es un riesgo de incrementar la infección, pero no queda de otra —suspiré y me di a explicarles cómo deberían de proceder—… Si conocen el árbol, de seguro encontrarán la planta incrustada al tronco. La propiedad curativa está en las hojas, usarán el cocimiento para limpiar, es incluso mejor que si utilizaran el alcohol.

—Tenderemos las mantas para que se acomode —Nifa procedió, muy diligente—. Acuéstese y espere a que traigamos las plantas.

—La caja de sanidad está entre mis cosas —dije, para después indicarles—. Necesitaré varias dosis de la medicina contra bacterias, cuando todo acabe. Si no han aprendido a clavar la aguja, entonces me ayudan y les muestro.

Bajo la luz de las antorchas, mis dos compañeras prepararon las condiciones para una intervención que bien podía matarme si los gérmenes persistían en el interior de mi cuerpo. Erwin acudió tan pronto se lo permitieron sus responsabilidades, a veces me resultaba increíble ver su impasibilidad ante la tropa, cuando el corazón le pendía de un hilo a causa de la pesadumbre. Cuidándose debido a la presencia de las chicas de cualquier muestra exhaustiva, prefirió sentarse a la cabeza y poner su mano bajo mi nuca para que me sintiera más cómoda.

—Supongo que después de todo esto, puedo graduarme al menos de sanitaria —murmuró Nana, disponiéndose a lavarse las manos—.

—La fiebre sigue, comprendo que sea lógico pero —Erwin me miró inseguro—…, ¿qué tiempo necesitaremos para saber si salió bien?

—Luego del pinchazo, la temperatura corporal debe ir cediendo —dije, señalando el estuche que contenía la jeringa y varios tubos de ensayo pequeños— ¿Quién se anima? Yo no tengo ganas de incorporarme.

—Dan escalofríos sólo de mirar esa púa tan afilada…

—La verdad, Nifa, eres un caso —Nanaba jamás contenía la lengua, pero tampoco se veía muy dispuesta—. Yo soy algo torpe, Hanji, puede que te lastime hincándote mal… ¿Quizás el capitán quiera hacerle los honores?

—¿Yo? ¿No dicen ustedes que los hombres y las agujas no se llevan bien? —Erwin abrió los ojos y con los míos entrecerrados, intenté reír a pesar del nuevo dolor y la fiebre.

—Erwin Smith, sinceramente… Alcáncenme la jeringa, legión de cobardes — sonreí, poniendo fin al traspaso del asunto de mano en mano—. Nana, desliza el émbolo y toma cuatro rayas del líquido. Dámela cuando la tengas a punto.

Urgía levantar mis defensas y encontrarme lista para el regreso, contando tan sólo con veinticuatro horas. Ni bien ella me devolvió el instrumento, lo clavé de un tirón en el muslo.

—¡Uuuch! —gemí, al sentir el líquido arderme dentro y al finalizar, extraje la aguja— ¿Huh, y esas caras?

Los bravos veteranos de la Brigada de Reconocimiento habían decidido girar el rostro hacia cualquier sitio que no fuera aquel donde había quedado un pequeño moretón.