Más allá de los límites

Reñí contra la fiebre durante la noche, siempre asistida por Nana y Nifa. Erwin se mantuvo junto a mí el tiempo que le permitió su estatus de capitán y acabé durmiéndome, la cabeza apoyada sobre la palma de su mano. Sentí a pesar del sueño, que mi temperatura corporal bajaba lentamente, volviéndose más llevadera la molestia; de seguir así podría mantenerme sobre Tommy al regresar la mañana siguiente. No supe cuándo Erwin cambió de puesto con Nanaba, pero fue su mano la que hallé cuando Moblit abrió de un portazo y me hizo despertar, nerviosa al oír los gritos.

—¡Ustedes! ¡Manténganse lejos de la pared exterior, los titanes cercaron las ruinas y pueden hacerla caer! —me observó inquieto— ¡Líder de escuadrón, tiene la orden exclusiva de permanecer den…! ¡Hange-san!

—Ayúdame a ponerme las malditas correas, Nana —ni quise continuar escuchando a mi subordinado. Continuó gritándome, furioso e incapaz ante mi terquedad. Hice un esfuerzo para levantarme, ayudada por mis dos compañeras—. Por Sina, Moblit, tus alaridos me causan dolor de cabeza. Nifa, tráeme las cuchillas y demás.

La de cabello naranja obedeció inmediatamente, marchando en busca del equipo de maniobras.

—¡Entienda que la van a matar si pelea en esas condiciones! —vociferó mostrándome las palmas. Al percibir que mi caso era omiso y continuaba preparándome, tornando hacia mi fiel amiga, casi le imploró— ¡Nanaba, convéncela de que hará una locura! ¿Quieres perderla? ¡Al comandante, a Erwin y Mike les está costando trabajo deshacerse de los titanes y vas a permitir que…!

Sus palabras fueron un catalizador para las dos.

—¿Y de quién proviene la orden de retenerme? —la verdad es que nunca dejé al cuerpo someter mi voluntad. Acababa de colocar la última correa— Si es del capitán, ya nos arreglaremos personalmente.

—¿Trajiste la red? —Nana observó a Moblit, incisiva— Porque de otro modo no vas a poder contenerla —volviéndose hacia la otra, le alentó—… Por favor, Nifa, muévete poniendo esas hojas en su sitio.

Apenas vi que podía sostenerme y analizando que la compresa dentro de mí aguantaría cualquier hemorragia posible, sentí las fuerzas volver a pesar del dolor y el resto de la fiebre. Mi adrenalina siempre ganaría la pelea. Salimos en fila de la habitación, ante el resignado mirar de Moblit.

—"¿Ya ves por qué hubiese sido un error quedarme a tu lado como pareja? —le dije con el pensamiento— Sería un martirio para ti, más de lo que ya es."

—Por lo que oigo, los míos están del otro lado, en el techo de la izquierda ¿Qué harás, Hanji? —titubeó Nanaba— Tampoco quiero dejarte sola.

Ciertamente, las apacibles horas de la mañana habían sido quebradas por el griterío del Cuerpo, intentando aniquilar la mayor cantidad posible de titanes y así conseguir un retorno sin peligros extremos.

—Ve y ponte bajo las órdenes de Mike, dile que yo me les uniré. Si están peleando, no tendrán forma de cuestionar esta decisión hasta que derriben al último titán —ella ni se lo pensó dos veces para irse a primera línea; entonces, dirigiéndome a Nifa y Moblit, inquirí— ¿Cuál es la posición que ocupan Abel y Keiji?

—Luchaban junto a Levi sobre el tejado del salón que tenía esas viejas colgaduras púrpura —mi segundo no pudo hacer ya más que suspirar— ¿Órdenes?

—Te mantienes a mi lado por si uno de esos lindos ejemplares intenta propasarse —busqué aliviar los repentinos pinchazos del vientre con un poco de humor—. Es bueno saber que Shadis nos dejó al enano, su técnica viene muy bien cuando el grupo está reducido. Nifa, puedes unirte a Keiji y Abel…, o apoyar a Levi. Puedo hallarme desfallecida pero últimamente me doy cuenta de que lo miras de soslayo.

—¡Hange-san! ¿Qué dice? —mi subordinada enrojeció de pies a cabeza— ¡N-no tengo interés alguno…!

—Sí, sí. Hablaremos cuando esto acabe. Primero vamos a ocuparnos de los titanes —le dije, poniéndome seria y empezando a caminar hacia el sitio que me señalara Moblit—. Veamos cuán dura es la realidad.

El panorama que contemplamos desde el tejado no era muy alentador. Varios titanes rodeaban las ruinas y atacaban por varios puntos. Solo bajo nuestros pies, contábamos ocho titanes apiñados intentando escalar los viejos muros de roca. Nifa marchó de inmediato donde Abel y Keiji, que se batían con un espécimen de diez metros. Recibieron agradecidos el refuerzo y por supuesto, apenas me vieron situarme en el borde del techo, abrieron los ojos exageradamente.

—Moblit, vamos a librarnos del que se movió hacia el extremo —señalé uno, que se apartaba del resto para tratar de subir por los escombros de las ruinas—. Es un precioso ejemplar de siete…, me lo llevaría con gusto, lástima.

—¿E-está bien como para hacer los giros, o cortarle la nuca? —vi una gota correr por la frente de mi pobre subordinado— Líder de escuadrón, considere que los movimientos bruscos pueden causar hemorragias.

—Por esta vez, te permitiré dar el toque de gracia. Voy a encargarme de sus extremidades —tuve preparado el equipo en un santiamén y cuando vi a Moblit dispuesto, conté— ¡A la una, a las dos… a las tres! ¡Yahoooo! —y me arrojé a desmembrar el espécimen.

No lo vi, pero imaginaba claramente a mi subalterno moviendo la cabeza, dándome por irremediable. Di par de vueltas al titán, logrando propinarle un tajo profundo al brazo derecho. Esquivé a duras penas la mano contraria, pudiendo acabar de cortarlo.

—¡Uch, eso debió ser doloroso! —le dije a esos enormes ojos que me observaban con expresión desvariada— ¡Prometo que seré más rápida!

Dicho y hecho, prontamente conseguí situarme a su izquierda, lanzándome de lleno a cercenar la extremidad superior. Moblit había estado pendiente de mí y su habitual precisión se vio afectada cuando tuvo que repetir dos veces el corte a la nuca.

—¡Uno menos! —le sonreí, cuando lo vi desvanecerse. Analicé las perspectivas de limpiar lo más velozmente posible aquel sitio donde nos hallábamos, y ponernos a disposición de los otros grupos— Creo que podemos ayudar con ese de quince…

—¡Líder de escuadrón! ¡Es demasiado grande para el estado en que…! —Moblit extendió la mano intentando frenar mi arrebato. Yo me había proyectado ya contra el tobillo, escindiéndolo…, entonces, me cegó la punzada. Tan fuerte que tuve que cerrar los ojos. Mi última percepción fue la mole del espécimen de quince metros viniéndoseme arriba.

—¡Dime, cuatro ojos! ¡¿Por qué infiernos tengo siempre que sacarte de un maldito apuro, en vez de permitirle al titán convertirte en galleta?! —de repente me hallaba entre los brazos del enano y él observando mi languidez terriblemente disgustado. Puede que fuera interesante la sensación, aunque no llegó al punto erótico, por ninguna de las dos partes. Más bien parecía un hijo teniendo que lidiar con su madre suicida— ¡¿Tengo pinta de rescatador de idiotas?!

—Ah… ¡Hola, Levi! Ehm, ¿gracias? —le dije, intentando encogerme de hombros a pesar de su firme agarre. Volví a sentir el calor de la fiebre— ¡Och, le rebanaste la nuca! ¡Genial!

—Cállate, gafotas inútil. Vine a destruir a los titanes, no a llevarme un excéntrico.

—¿Capturaste a un excéntrico? —el entusiasmo no me permitió reparar en la ironía, ni tampoco los retortijones que nublaban mi lógica— ¡¿Dónde lo pusiste?!

—Lo dejaré sobre el techo, antes de que a Erwin o su perro guardián se les ocurra imaginarse cosas raras —chistó el muy insoportable, soltándome allí donde apuntara—. Tch, estás loca de atar. Si vuelvo a encontrarte lascando monstruos, seré yo quien te mate y acabarás dentro de uno.

—¡Líder de escuadrón! ¡Sabía que no era buena idea…! —Nifa corrió en mi auxilio, pues no conseguí levantarme debido a un nuevo tirón abdominal que me plegó— ¡La llevaré de regreso a la habitación!

—Regresa junto a tus compañeros —la miré grave—. Todavía quedan cuatro por eliminar. Puedo quitarles del medio el otro de siete metros.

—Pero… —mi subalterna se mordió el labio inferior. Le vi las ansias de impedirme seguir adelante cuando apretó los puños contra el mango del equipo.

—Será el último, Nifa, lo prometo —la verdad era que rechazaba la idea de ser un estorbo y el tener que darle la razón a Erwin al aprobar la demora de la captura—. Ven conmigo, no quiero a Moblit sermoneándome por embestirlo sola.

—Está bien, pero sólo éste —parecía una niña consintiendo ante la palabra dada por un mayor—. Después irá a reponerse.

A pesar de la intimidación de Levi, salté hacia la espalda del titán. Esa vez dejé a mi subordinada rodearlo y dar los tajos correspondientes para suprimir los brazos. Erré un primer corte, logrando esquivar el mordisco con que me amenazó el espécimen al girar la cabeza. Nifa la emprendió contra los tobillos. Mi último esfuerzo lo dediqué a cercenar su nuca y recoger los asideros, consiguiendo subir nuevamente al punto de partida.

El cuarto escuadrón iba por los dos ejemplares restantes de diez metros. Le di la orden a Nifa de prestarles ayuda y decidí que no me iría hasta que presenciara el final de la batalla. Estaba próximo, a juzgar por el número mínimo de ejemplares que permanecían en pie, chocando contra las paredes.

—¡LEVI! —oí la potente y conocida voz imponerse al fragor de la pelea— ¡Haz que Hanji vaya adentro del salón! ¡Es una orden!

Bastó esa palabra dicha por Erwin y el cuatro pulgadas abandonó el cuerpo moribundo del titán que recién exterminara, cayendo junto a mí.

—Parece que hablé con la pared —había un brillo obscuro en sus ojos, que aprendí a reconocer. Significaba peligro— ¿Qué parte del "seré yo el que te mate" NO entendiste?

—¿Huh, a quién destriparte y luego mordiste? —fingí un intento de leer sus labios— Casi ni puedo escucharte, hay demasiado ruido —al verlo enfurecerse aún más, decidí aplacar un poco su ira—… ¿Me llevarías a la pieza de abajo? No sé cuánto pueda resistir parada…

—Sostente de mi hombro y camina… Estoy contando hasta diez para no desmembrarte aquí mismo —noté que hablaba seriamente y lo creía bien capaz de hacerlo, de más está decir que obedecí sin chistar. Tuvo que acoplarse a mi paso, ya bajo el nivel de adrenalina, el dolor se incrementó y la fiebre continuó intensificándose. Conforme avanzábamos, iba menguando su cólera, de vez en vez sorprendía una mirada de reojo, evaluando mi condición—. Tsk, no pienso tener amantes pero si alguna vez me vuelvo loco, buscaré una mujer que sepa obedecer las órdenes y respete lo que digo.

—Agradezco que a Erwin le gusten los retos, cuanto más arduos, mejor —declaré sinceramente, pues era una de las razones por las que Marie no tuvo mayores posibilidades. El aguijonazo retornó apenas colocamos los pies en el salón, y experimenté algo semejante a la pérdida.

El cuatro pulgadas dio un salto, apartándose como si yo hubiese adquirido una enfermedad infecciosa.

—Cuatro ojos —el enano me observó de soslayo, poniendo cara de asco y disminuyó la voz casi a un susurro. Era la primera vez que lo veía ruborizarse—… Bájate la pieza de las caderas.

—¡Levi! ¡Puedes sonrojarte! —clamé a pesar de la indisposición, entrecruzando los dedos, entusiasmada. Se veía realmente adorable— ¡Eres un encanto!

—Cállate, idiota —frunció el ceño, irritado, pero no logró menguar su vergüenza—. Tápate con la faja…, estás manchada.

—¿Uh, eh, qué? —sólo entonces vi la humedad entre mis piernas. Aquella simple observación, regresó las agujetas que me retorcían el vientre. La compresa había terminado cediendo. Tiré de la pieza de cuero hacia abajo, buscando cubrirme.

Oí los gritos que anunciaban la pequeña victoria de la humanidad, penetrar en el salón. No tardarían los soldados en descender hacia donde nos encontrábamos. El desconcierto me ganó, por mucho que intentara llegar a la estancia donde me había quedado antes, alguien me vería.

—Gafotas inútil, ¿nunca te ha pasado… eso? —me miró de través, para luego suspirar— Quítate la chaqueta y anúdatela a la cintura.

Cuando pretendí hacerlo, a la par de salir caminando, me detuvo la voz de mi capitán.

—¡Hanji! —para más desgracia, vi a Erwin dirigirse hacia mí con andar presuroso y expresión agravada— ¡Ni un paso más!

Aquel tono me auguró una confrontación por incumplir su orden previa, justo en el momento que precisaba de otro lavatorio y cambio de torunda. Enfrenté su mirar gélido sin replicar nada, manteniendo las manos a la espalda.

—Parece que deberé licenciarte de las próximas expediciones —arrugó el entrecejo aún más, al verme impaciente por salir de su presencia—. Voy a exponérselo a Shadis, tan sólo procuraremos de tus servicios como investigadora.

—¡¿Qué?! ¡No puedes hacerme tal cosa! ¡Hablemos primero! —lo miré implorante. Si demoraba más, todo el Cuerpo distinguiría el sangrado— ¡Por favor, Erwin!

—¿Acaso me dejas opción? Ya que te gusta ir en contra de las órdenes —sabía leerlo muy bien, y sus ojos no me reprochaban la indisciplina sino el hecho de poner en riesgo mi existencia—, debo tomar alguna medida que te haga reconsiderarlo.

—Uhm, Erwin… La cuatro ojos… —el enano quiso explicarle mi apuro, indicándole con un gesto de cabeza y su mirada se desvió hacia el cinturón. Sin embargo, para algunas cosas de índole femenina, Erwin Smith era escasamente perceptivo.

—No intercedas, Levi. Hanji sabe cómo funciona la normativa del ejército —estableció cortante, de gesto y palabra.

—Lo siento, de verdad. Te aseguro que no volverá a suceder —puse un semblante de miseria total que le hizo levantar las cejas—. Ahora, sé buen capitán y déjame ir… ¡Nana! —le grité, agitando desmedidamente una mano, al verla regresar junto a Mike— ¡Nana, sálvame!

Ella me observó, sobresaltada. Luego notó mi angustia y la reacia postura de Erwin. Sólo tuvo que mirar a su compañero para que éste comprendiera.

—¡Nanaba, Hanji! —nuestro común superior jamás se había topado con semejante desacato. Nana, metiéndose entre ambos, me había llevado aparte consigo mascullando un simple "capitán, permiso". Vi que Mike y Levi procedían a explicarle aquello que no dedujera.

—Óyeme un instante y aplica la ley después… Por todos los cielos, el grado a veces te ciega, hombre—le dijo Mike con tono grave y bajo, dándole una buena palmada en el hombro— ¿De qué te sirvieron esas clases de biología que recibiste? —y sonrió irónico—¿O siquiera las interiorizaste por estar pendiente de Hanji? Semejante mancha nunca podrás hacerla pasar como sangre de titán. De hecho, sugeriría que le busques unos pantalones nuevos o la tropa completa empezará a murmurar.

—Y ninguna mujer te perdonaría que no la libres de pasar ese tipo de vergüenza —el cuatro pulgadas habló como todo un entendido—. Incluso las prostitutas odian cuando les ocurre…

—Vaya, vaya. Eres una caja de sorpresas —Mike sonrió divertido— ¿Así que mujeres de bajo mundo?

—Tsk, cállate, bigotón —dijo el otro, cruzándose de brazos, molesto—. De mirarte sé que tienes historia.

—¡¿Qué dijiste?! —Mike le fue encima, a lo que Levi se puso en guardia; pero antes de que pudiera sacar el equipo, su compañero guardó la hoja, riendo por lo bajo— La verdad es que no puedo negarlo…, pero será mejor para los dos si no lo mencionas delante de Nanaba.

A todas esas, Erwin había quedado estático y mudo ante los razonamientos expuestos. Incluso para un hombre que gustara de los retos, mi actitud pasaba límites y de no manejarlo de una manera inteligente, acabaríamos quebrando la relación.

—¿Qué hago con ella? Siempre ha desafiado al peligro, ahora después de aquello… Nada la detiene —suspiró, volviendo de inmediato a su postura formal—. Hablaré personalmente con Shadis, no me gusta imponer mi criterio, pero voy a mantenerla por un tiempo dentro del cuartel. Ahora, creo que alegando la temeridad de Hanji, y la fiebre a consecuencia de ella, permitirá que la regresemos en carreta.

—Eso significaría que debemos extremar el cuidado si hallamos titanes excéntricos —dijo Levi y chasqueó la lengua—. Maldita cuatro ojos, todo lo complica.

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Volví a someterme a otro lavado usando cocimiento de plantas y a la jeringa que contenía la medicina contra bacterias. Ya fuera del ardor de la batalla, retornaron todas las molestias, la temperatura, los dolores y… Nifa.

—Hanji-san, le acabará con los nervios al capitán —susurró para no incomodarme, accediendo a la estancia—. Se pospuso la retirada para esta noche ¿Cómo está usted?

—Viva, que es lo más importante —respondí sincera, obviando el resto de los agobios propios de la manipulación—. Hice una locura, pero no iba a quedarme tranquila mientras los demás estaban arriesgándose.

—Deberías considerar tu recuperación cuando estemos de vuelta en el cuartel —Nanaba se mordió el labio, pensativa—. Lo siento, Hanji, te apoyé pero esta vez decido ponerme de parte de Erwin.

—Nana, qué traidora —sonreí, empezando a sudar la fiebre bajo la manta—. Ni te preocupes, lo pensé y voy a cumplir su orden. Yo sé hasta qué punto halar el cordel y…, lo estoy tensando demasiado.

—Qué bueno, ya me siento incómoda porque no tengo vocación de bióloga ni de médico —dijo, colocando su palma sobre mi frente. La verdad es que podía haberlo sido, o en su lugar, una buena enfermera. Retirando la mano, al instante Nifa puso la compresa húmeda de lavanda. Nana intentó bromear— ¿Qué tal si hacemos que Moblit atienda tus cuestiones? ¡Apuesto a que haría un trabajo excelente! Mejor que yo, en todo caso.

—¡Nanaba-san! ¡Perderíamos a un miembro de la escuadra y no por causa de los titanes! —Nifa se veía tan escandalizada, que las dos reímos. Estábamos claras de que incluso la paciencia de Erwin tenía límites.

—O perdería su miembro, por conocer las entrañas de Hanji un poco mejor que él —aseguró Nana, observando mi estuche médico—. Incluso Mike dudo que llegue donde tus instrumentos…, y espero que yo nunca precise usarlos. Apenas regresemos, tomaré cinco tarros llenos de brebaje antes de que alguien se apasione…

—Ni te imagines que los métodos naturales son cien por ciento efectivos, puedes llevarte una fea sorpresa cualquier día. Estoy meditando algo para nosotras —parpadeé al sentir la dolorosa respuesta de mi cerebro al obligarlo a generar ideas—, pero demandará el uso del instrumental.

—Hanji, desde ahora te informo que prefiero comer hierba —la mirada que me lanzó fue categórica—. Deberías aprovechar y dormir hasta que den la voz de partida.

Mi subalterna permanecía sentada en el sitio contrario a Nana, también junto a mi cabeza. Se limitaba a escucharnos y tenía las mejillas escarlata, la vista baja. Entonces recordé su nueva fascinación por Levi.

—Ah, Nifa…, entiendo que te interese de pronto el cuatro pulgadas —suspirando, me di a una tarea que consideraba indispensable; resolver las cuestiones personales que desmotivaban a los miembros de la escuadra—. Pues bien, voy a hablarte como si fuera la madre que no llegué a ser… Evita la rivalidad entre hombres, sobre todo si a uno de ellos siquiera le interesas. Harás que Abel vaya contra Levi y éste lo ridiculice o lo mate ¿Qué ganarás? El remordimiento, mientras dure tu vida; sólo eso, para el enano eres menos que nada —giré el rostro para distinguir su expresión, lucía tímida, vergonzosa y a punto de llorar— No, las lágrimas vendrán más tarde ¿Quisieras verte así, llorando la muerte de un compañero y mendigando el amor de otro?

—Es que me siento confundida —su cabello naranja le cayó sobre el rostro, ensombreciéndolo—, hasta que llegó a la Brigada, no tuve inclinación por un hombre que no fuera Abel.

—Puede que suene muy cruda, pero aun así te lo diré. Llevo tiempo estudiando la personalidad del cuatro pulgadas —hablé pausadamente, medio adormecida por los olores propios de los remedios—, la mujer que lo atrape, conseguirá su atención desde que ponga los ojos en ella ¿No es gracioso? Alguien como Levi, sucumbiendo al amor a primera vista. Quisiera estar viva si ocurre, para divertirme fastidiándolo —sonreí diabólicamente al imaginar la situación, mi subordinada pareció asustarse con tal actitud y me apresuré a consolarla—. Estoy segura de que tu problema, Nifa, se llama impaciencia. Decidiste acercarte al enano, porque Abel no acaba de soltar prenda y eso te desespera.

—¿U-usted cree? —la pobre chica siquiera tenía idea de cómo encausar sus sentimientos.

—¡Ah, bien sé yo cuán desesperante puede ser esa conducta masculina —le solté, recordando mis comienzos con Erwin— y las terribles consecuencias que genera!

—Eres la líder del escuadrón, Hanji. Quizás debieras ordenarle a tu subordinado que se declare y así nos ahorraríamos un problema —no supe descifrar si Nana hablaba en broma o seriamente, pero aquello me resultó gracioso. Mi temperatura iba en descenso, a la par que cedía la dolencia—. Amenázalo con echarlo del Cuerpo si se niega. Es preferible a que Nifa provoque un duelo y haya más caos dentro de la Legión.

—Lo que me faltaba, el abuso del poder —musité, sonriendo al contemplar el ademán temeroso de mi subalterna. Los párpados ya me pesaban—. Creo que voy a dormir un poco.

Eso quise, pero había olvidado momentáneamente lo que mi capitán no. Reconocí su presencia en la manera de tocar a la puerta. Nanaba se apresuró a ir hacia la hoja de madera y abrirla, permitiéndole la entrada. Supo de mirarlo que debía retirarse junto con Nifa, dejándonos solos.

Alcé la vista para vislumbrar su prestancia, de pie junto a la manta donde yo estaba tendida. Me observó grave y temí que realmente hubiese tensado la cuerda tanto que se hallaba a punto de quebrarse. La sola idea me hizo estremecer y el sueño escapó, despertándome.

—Hanji, te informo que el comandante Shadis aprobó mi sugerencia de limitar tus acciones a la parte investigativa —me odié porque veía el desvelo escondido tras la frialdad de su tono y el ceño arrugado por causa del disgusto—. Serás libre de trabajar con los técnicos y en el laboratorio. Hasta que un médico nos asegure tu convalecencia, no volverás a salir de los muros.

—De acuerdo, Erwin —suspiré, quería disculparme pero el "perdóname" se me atragantó en la garganta—. Te doy mi palabra de que haré cuanto digas.

—¿Oí bien? Hanji, te conozco lo suficiente como para saber que tratas de tomarme el pelo —abandonando su recia postura, bordeó la manta, resolviendo acuclillarse a mi lado y puso rodilla en tierra. Me observó exaltado y atónito, acariciándome la mejilla con el índice, su roce tan suave motivó un temblor—. El día que seas tan obediente, yo…

—¿Tú, qué? —ah, ni hablar. No estaba dispuesta a perder aquella mirada, capaz de volverme todo lo sumisa que no era— Dame el placer de oírlo, ya que otro tipo de satisfacción me es imposible.

—Por todos los cielos, Hanji, sólo tú puedes intentar engatusarme de esa forma cuando trato de castigar tus negligencias —volvió a imponer su rectitud, pero llevó la mano al cuello verificando la temperatura—. Que la fiebre vaya cediendo, es un respiro.

—Erwin… Fui descuidada, imprudente y mil cosas que nuestro reglamento prohíbe —dije sin pausa, devolviéndole una mirada lúgubre—, quise demostrar que mis capacidades no estaban reducidas y lo único que conseguí fue la posibilidad de quedarme infértil —tragué en seco al declararlo—. Estabas en lo cierto, por eso aceptaré la disposición… Sin embargo, necesito que me perdones, como capitán… y el hombre al cual he dado todo.

—Que puedas verlo, reconocer tu irresponsabilidad y estar dispuesta a expiar la falta, es más que suficiente para mí —apartó la vista, sonrojándose. Adiviné un pensamiento indecoroso dada la súbita mansedumbre, algo infrecuente en mi carácter—. Hanji, por Sina, estás tentándome cuando sabes que no puedo tomarte como me gustaría —se contentó con besarme y recibí aliviada su ternura—… ¿Por qué piensas que tendrás la mala suerte de quedar estéril?

—Sería mejor que sucediera —dejé escapar un suspiro—, por el bien de los dos. Aunque te agradezco la sensibilidad de haberme dado esperanzas, ambos conocemos el escenario. Hoy no quise verme disminuida a tus ojos y fui más allá del límite permisible. Sé que jamás lo reconocerás, pero te cuestionaste si debíamos seguir juntos…

—Quizás si te respondiera que sí lo consideré, sería el único modo de que reaccionaras —frunció el entrecejo y lamenté mi penosa condición, estaba deseándolo a pesar de la dolencia. Pues ya tenía servido mi castigo—… Hanji, pasemos la página de una maldita vez. Yo también fui más allá de mis límites la mañana en que te besé, olvidando mis responsabilidades, la ética del reglamento, el respeto y consideración a un soldado que no por subalterno, deja de ser un hombre orgulloso —habló con fuerza, haciéndome notar su voluntad inalterable— ¿Crees que obré atendiendo a algo que no fuera la necesidad de compartir mi vida contigo? ¡Y tú siquiera lo entiendes, arriesgando la tuya!

—Lo comprendo, Erwin. Daré más valor a mi existencia —y abrí los ojos al darme cuenta de un detalle que sucumbió momentáneamente a la carga emocional. Había referido que por ganarme, debió rivalizar con cierto subordinado y ponerle las cartas sobre la mesa… Entonces, ¿cuánto sabía de aquella primera noche? Sin dudas, ya no quedaban secretos entre nosotros.

—Partimos después que se ponga el sol, te pido que descanses hasta que se dé la orden de regreso. Debe ser fácil adormilarse con ese aroma a lavanda —sonrió, inclinándose para olisquearme el cuello, de la manera en que Mike solía hacerlo—, estoy por suplicar que me des un espacio a tu diestra.

—La compañía de Zacharius te está volviendo más osado —llevé la mano a su cabello, mis dedos entre las blondas hebras en correspondencia a su tibia caricia. No supe cómo terminó acostándose a mi lado, estrechándome la cintura y su cabeza entre mis senos— ¡¿Qué estás haciendo?! ¿Imaginas la cara del enano o del comandante si abren esa puerta y te sorprenden?

—Me ocupé de asegurarla. Y suponiendo que ocurriera…, si Levi no sabe lo que significa este placer, yo soy pastor del Culto de las Murallas —era curioso y deliciosamente tierno verlo bostezar—. Keith Shadis…, creo que se desilusionará mucho al comprobar que lo "traicionas".

Estuvo unos minutos apegado a mí, provocando que lo amara sin remedio y maldijera el paso del tiempo. Ya no era el voraz deseo de la carne, sino aquello que había dicho; la necesidad de saberlo arraigado a mi alma. Cuando marchó, realmente logré dormir y mantener a raya la fiebre, así como los dolores. Al ocaso ya estábamos dispuestos para el regreso. Fue Mike quien me ayudó a subir a la carreta, junto a la que cabalgaba Nana y los miembros de mi escuadra.

Felizmente, los tropiezos en el camino fueron mínimos y los atascaderos, franqueables.

Quedó asentado en la memoria de los altos mandos, que aquella fue la única misión con relativo éxito. Las bajas, reducidas y la figura del comandante Keith Shadis se mantuvo sin magnos elogios pero calmó un poco las dudas respecto a su potencial como líder.