Orden del Día
El hecho de permanecer en el cuartel por unos meses, dedicada al trabajo investigativo, no fue tan horrible como pensara. Sobre todo, porque los Altos Mandos autorizaron el presupuesto que me permitiría llevar a la fase técnica el arma de captura. Mientras había estado convaleciente de la interrupción, me dediqué a explicarle a Moblit cómo era físicamente aquella herramienta, con el fin de que la dibujara y tener una idea palpable. Por lo tanto, ya estaba todo su concepto llevado a los planos. Los siguientes pasos que consumieron mi tiempo fueron la revisión de estos antes de hacer la muestra y la prueba de la misma, una vez creada.
—Los materiales no son complejos de obtener y el caso es que necesitamos ganar confiabilidad. Si la muestra sale bien desde el primer golpe, será un logro —aparté la vista de los pergaminos y sonreí punzante—. A esos idiotas de los Altos Mandos no se les puede convencer dándoles una charla sobre cómo funciona el proceso de investigación. El paso a paso y el aprender de los equívocos es algo inconcebible para ellos, requieren que todo sea un golpe de efecto.
—¡Líder de escuadrón! ¡No diga esas cosas con la puerta del laboratorio abierta! —abrió los ojos aterrorizado, a la par que me arrugaba sin percatarse los planos que tenía en las manos, doblándolos bruscamente— Pueden escucharla y retirarle todo el dinero…
—Estoy tan cansada de sus amenazas a la Legión, que siquiera me inspira usarlo en esta belleza. La creé para capturar a titanes muy específicos, así que voy a encargarme de que vea la luz..., usando mis propios recursos —musité pensativa y fruncí el ceño, ideando un plan—. Ya lo había pensado, pero al rechazarse la idea por ese hato de viejos, ni llegué a implementarla. Moblit, ¿cuándo saldrá la próxima expedición?
—Todavía están esperando el permiso. Las cosas no cambian mucho, aunque el comandante haya limpiado un poco su imagen —dijo, encogiéndose de hombros—. Calculo una demora de otros dos meses.
—Hmph, alguien debe sacarle provecho a los que no arriesgan el pellejo —decidí, volviéndome hacia mi subordinado—. Moblit, dile a Erwin que preciso verlo aquí. Luego ve a reunirte con Dot Pixis y solicítale un encuentro en mi nombre… Cuando regreses, habla con Abel y Keiji, que te digan el mejor día para ir a visitar los centros industriales. Me refiero al momento en que sus amigos de la infancia estén trabajando.
—Hanji-san, esa mirada de científica demente no augura nada bueno.
—Exacto, ¡qué bien me conoces, Moblit! —lo alabé por su deducción— Ahora haz lo que te pedí. Y si a Erwin se le ocurre mandarte de vuelta indicando que sea yo quien vaya, le dices que te ordené no virar sin él.
—Hanji-san, ¿por qué me hace tal cosa? —me observó de soslayo. Adiviné que le molestaba la encomienda— Quiero evitar cualquier posibilidad de confrontación con el capitán.
—Por Sina, Erwin es un tipo civilizado —suspiré, mirando al techo e invocando paciencia—. En todo caso, al decirle que se trata de una orden que te di, reaccionará primero como militar y luego como un hombre. Operaríamos mejor si todos interpretaran el deber igual que lo hace él, por encima del orgullo machista o las relaciones personales.
—Comprendo, me retiro —supuse que ante mi argumento, no había nada más que declarar.
—Ah, Moblit. Busca la manera de hacernos con unas cajas lo suficientemente grandes, para montar dentro el resto de la parafernalia.
Hizo un gesto de asentimiento y se marchó. Pensé cuán difícil tendría que haberle resultado aquel diálogo referido por Erwin, donde según él, había dejado clara su posición respecto a mí. Quizás todo su celo pasara de incógnito para los ojos de los miembros del Cuerpo, sin embargo, ahí estaba dispuesto a saltar cuando fuera necesario y Levi podía dar crédito de ello.
Sólo tuve que permanecer unos minutos caminando de extremo a extremo del laboratorio, con los gráficos en la mano. Erwin Smith se presentó de inmediato, demostrándome una vez más que sabía leer muy bien entre líneas. Aguardó a que mi subalterno desapareciera de los alrededores y haciendo correr el cerrojo de la puerta, se dispuso a escucharme.
—Supe que todavía no les han dado una fecha para salir de las murallas —comencé, alzándome las gafas y mirándolo fijamente—, puede que demore mucho tiempo y siquiera es algo seguro que lo autoricen.
—Deberíamos estar acostumbrados a ese molesto proceder —adoptó su pose formal con las manos a la espalda, si bien acabó por encogerse de hombros—, ya se ha vuelto casi un hábito.
—El presupuesto que requiere una expedición me sobrepasa —dije algo contrariada y le ofrecí—; pero a cambio acepta una buena parte del que me otorgaron para las armas. Compra más uniformes o cuchillas…
—Hanji, ¿puedo saber a qué responde semejante dádiva? —intentó descubrir mis intenciones, devolviéndome su mirar acentuado—. Conozco de sobra tu rencor hacia los Altos Mandos.
—Sé que puedo arreglármelas y conseguirlo todo sin gastar una moneda. Ese dinero será mejor invertirlo en algunas de las necesidades que tiene la Brigada —bien convencida estaba de mi proceder—. Ahora, te pido que manejes la situación como entiendas, bajo el más absoluto silencio.
—Voy a confiar en ti y cubrirte las espaldas. No obstante, si algo te fallara, ve inmediatamente a mi recámara —advertí bajo su habitual compostura, la estima y el mérito que me otorgaba—. Reserva una parte, insisto; quizás con la idea de otro proyecto.
—¿Eh, adivinaste? Sólo que ese traerá beneficios un tanto —sonreí como si preparara una travesura—…, ajenos a los fines bélicos.
—¿Contribuirán al bienestar de la Legión? —fue una pregunta más bien formal— De cualquier modo, el dinero es tuyo.
—Erwin…, ¿costaría mucho conseguir algo de oro en el mercado? —Recuerdo que le puse mi mejor expresión de ruego, parpadearle a veces daba buenos resultados— Puede que Levi sepa cómo negociarlo. Tampoco preciso de una cantidad enorme.
—Oro, Hanji… Lo creo improbable, por no decir imposible —suspiró al ver que se le dificultaría concederme la solicitud— ¿Te molestaría contarme tu objetivo?
—Yo —de repente me ruboricé, habían cosas que por más científica que fuera y dados los prejuicios, no conseguía declararlas sin tapujos—… es para un anillo.
—¿Un anillo? —Erwin me observó desconcertado, leí en sus ojos el estupor de quien recibe un ataque con la guardia baja. Ya éramos dos compartiendo el sonrojo, aunque los motivos distaban de ser los mismos— Perdóname, Hanji. Si pudiera hacer oficial nuestra unión, no dudes que ya te lo hubiera propuesto… Ahora mismo supone un peligro que otros fuera del Cuerpo nos relacionen —tragó en seco porque odiaba que sus sentimientos me generaran dudas—. Empero, si ese anillo te brinda cierto sosiego respecto a...
—Por Mitras, Erwin, ¿serías capaz de tanto? Me vas a hacer llorar —si bien soy de las que no cree en proposiciones de matrimonio, de verdad me sentí hasta cierto punto conmovida—. Pero no, no estaba refiriéndome a una joya.
—Explícame, porque cada vez entiendo menos —dijo, completamente desorientado.
—Se trata de crear algo que sirva de contraceptivo —expliqué muy seria, pero no conseguí aguantar la risa al percibir su mirar alarmado— ¡Vaya cara la que has puesto! Cálmate, únicamente lo usarían las mujeres de la tropa… Y evítame los detalles técnicos, por favor.
—De acuerdo. Si ayuda a que disminuyan los riesgos de concepción, estoy dispuesto a secundar tu propósito.
—Al menos garantizaría que las chicas no pasaran lo mismo que yo.
Nuestras miradas se hallaron de frente, la mía triste la de él, culpable. De pronto me sentí mal yo también y tuve la repentina urgencia de acariciarle el rostro, a lo que correspondió besándome. Pequeños momentos para liberar el alma y las tensiones, era cuanto poseíamos. Nadie, siquiera los vejestorios de los Altos Mandos iban a poder quitárnoslos.
—¿Y no hay una variante más barata? —preguntó al romper el beso, consciente de que podía incitarme a trasgredir la convalecencia, de seguir entusiasmándonos—. El oro es una tentación, ni quiero imaginarme que las mujeres sean acechadas para abrirlas en canal.
—Resulta difícil, porque la mayoría de los metales se corromperían.
—Analízalo y si logras hallar uno que pueda sustituir al oro, te prometo que haré cuanto esté a mi alcance por facilitártelo —entonces me observó malicioso, haciendo correr el índice por mi nariz con tierno ademán—. Debemos pensar que todo volverá pronto a la normalidad y —apreció mi abdomen, ya firme—…, sería razonable no exponer tu vientre a la misma experiencia.
—¿Has considerado el celibato, si falla mi tentativa?
—Estoy seguro de que vas a esmerarte porque los resultados sean indiscutiblemente positivos —me dedicó una sonrisa ladina, para luego besarme la mano y proponer— ¿Qué tal madera?
—No, es porosa. Uhm —contemplé meditativa el suelo, y por algún motivo fui subiendo la vista, dando con las correas en sus muslos—… ¡Oh, lo encontré! ¡Tan cerca que no lo veía! ¡El acero super endurecido del equipo! ¡Yahooooooo!
—Van a colgarme por esto, si llegara a oídos inoportunos —suspiró, mirando al techo— ¡Anillos en el vientre!
—Mira, la justificación perfecta es que debimos forjar más instrumental médico —estaba muy entusiasmada—. Conformaré una lista y de ahí obtendremos lo que voy a utilizar.
—Espero que dicha "versión de muralla" no se divulgue, o los moralistas del ejército querrán tomarla contigo —había cierta preocupación en su voz, si bien después la echó a un lado para divertirse a mi costa— ¿Vas a llamar a tu pequeño aro Sina, Rose o…?
—Dilo, di el nombre, sé que te mueres de ganas por verme saltar —y yo no quería darle el gusto—. Pues te equivocas; Marie, Marie, Marie, Marie, Marie, Marie, Marie, puedes repetirlo treinta veces y siquiera voy a inmutarme. Segura estoy que no se aparecerá aquí para discutirte. Y ahora discúlpame —había terminado volviéndome con altivez hacia la mesa experimental—, quiero establecer los posibles gruesos y tamaños para el "Retenedor de impulsos".
—¿Nadie te ha dicho que va contra el reglamento darle la espalda a tu superior, Hange Zoë? —me susurró al oído, colocándose tras de mí y halándome coquetamente por el moño. Emití un quejido, sabiendo que debía contener las ganas de vengarme hasta que terminara mi recuperación— Que no vuelva a repetirse.
—Capitán, si continúa interrumpiendo mi labor, difícilmente pueda garantizarle una vida libre de abstinencia —lo miré de soslayo, mordaz. Volvió a tirarme de la cola, un poco más fuerte y cerré los ojos al sentir el aguijonazo tanto en el cráneo como entre las piernas—… ¡Erwiiiin, sueltaaaa!
—Debo regresar —abandonó un beso en mi mejilla, a la par que me liberaba del agarre—, estamos presionando a los sacerdotes del Culto de la Muralla para que acepten el emplazamiento de los nuevos cañones. Pierde cuidado, buscaré manejar lo que me pediste.
—Más te vale —dije por lo bajo, viéndolo partir. Conforme salía, mi subalterno llegaba y se toparon de frente. Advertí que aunque se imponía el respeto dado por la cadena de mando, el corazón de ambos era incapaz de contener la rivalidad. Aquella se desbordaba sin remedio cuando sus miradas solían cruzarse; aunque Moblit aceptara que le cediera el paso con mesura y el otro hiciera gala de su estoicismo, cuando le ganaban los celos. Inmediatamente, agité la mano para llamar la atención del sublíder y aliviar el entorno—. ¡Ah, Moblit! ¿Qué noticias me traes?
—Líder de escuadrón, excúseme por haber bebido —sólo cuando llegó junto a mí percibí el olor a sake—, sabe que no lo hago durante las misiones pero..., ¡el comandante Pixis se negó a cooperar sino lo acompañaba!
—Es una suerte que tengas esa gran tolerancia al alcohol —coloqué los brazos en jarras, haciéndole comprender que no me agradaban los excesos, sin derivaciones favorables—. Asegúrame que semejante francachela resultó propicia a nuestros intereses.
—Le dije que usted quería verlo personalmente y me soltó muy entusiasmado que para visitar a las mujeres bonitas siempre guarda tiempo —noté como sudaba frío al repetir sus palabras—. Disculpe, insistió en preguntarme si habrían otras chicas con usted, al parecer cree que lo invita para una tertulia.
—¿Qué le respondiste? —rogué porque aquello no hubiera echado a perder la oportunidad del encuentro, negándose Moblit a convenir un día para la cita.
—Sé que dependemos de su ayuda, le acepté la propuesta y vendrá mañana pasando el mediodía.
—Excelente, hay que prepararlo todo. Si quiere pasar la tarde rodeado por féminas, voy a complacerlo —medité sonriendo perversa—. No hay que temerle al viejo sabueso, le daremos alegría pero sin autorizarle a morder.
—Líder de escuadrón… Cuando mira de ese modo, asusta —mi subordinado prefirió retroceder—. Por favor, libéreme de sus planes macabros. Todavía debo encontrarme con Keiji y Abel, también hay que recoger las cajas que me pidió en la tienda del regimiento.
—De acuerdo, de acuerdo. Termina de cumplir tus deberes, pero antes dile a Nana y a Nifa que necesito verlas.
—Madre… —suspiró él, retirándose de inmediato.
Reí divertida, o me salía con la mía o dejaba de llamarme Hange Zoë. Únicamente quedaba por delante la espinosa tarea de persuadir a mis compañeras para que me auxiliaran con la maniobra.
Nifa se presentó en un santiamén, sin embargo, nos vimos precisadas a esperar por Nana, tomando asiento en el diván. Ésta llegó más tarde, algo nerviosa y ocupó su puesto entre mi subalterna y yo.
—Me alegro de que me llamaras, dime que has recogido las hierbas —fue casi una súplica, no obstante se mostrara igual de seria que siempre—. Keith Shadis envió a Mike a la capital y parte mañana al amanecer.
—Lo siento, Nana, carezco de provisión ahora mismo —suspiré, negando con la cabeza y de súbito me vino la idea del anillo contraceptivo— ¡Oh, pero tendré muy pronto algo que te vendrá de maravillas!
—Hanji, NO —me observó cáustica—. Bórrate de la cabeza que seré tu mascota de experimentaciones.
—¿Eh? ¿A qué te refieres? ¡Ya me lo agradecerás! —Protesté dolida, sin embargo, no era la ocasión para discutirlo— Hablaremos luego del asunto, quiero pedirles un favor en nombre de la Brigada de Reconocimiento —y les conté de la futura entrevista con Dot Pixis.
—¿U-una tertulia? P-pero —Nifa se había sonrojado violentamente—… Hange-san, ¿es necesario que lleguemos a ese extremo?
—Aunque Mike no esté presente, me niego a servirle bebidas a otro hombre y dejarme observar por sus ojos libidinosos —alegó, cruzándose de brazos—. Erwin podrá ser muy tolerante; Mike acabaría con la guarnición completa si esta locura llegara a sus oídos.
—¡Pero, Nana! ¡Lo harás por el Cuerpo! —insistí, chillándole alterada— ¡Sólo debes mostrarte agradable!
—Yo no soy agradable, Hanji. Ni tampoco sacrificaré mi relación…
—¡Le diré a Erwin para que lo calme, si ocurriera! ¡No les pido a ti y a Nifa que compartan su taza con Pixis, o le bailen una danza voluptuosa!
—Faltaría más —gruñó, categórica—. Mi respuesta es la misma, búscate a cualquiera que no esté comprometida.
—Hange-san, eso es tan vergonzoso —Nifa continuaba en sus trece— ¡Pareceríamos taberneras!
—Nadie ha dicho que se vestirán como las mozas de un bar. Luciremos nuestros uniformes —expliqué impaciente—. ¡Por Mitras! ¿Qué tan difícil puede ser agradar con sonrisas y un sano coqueteo al viejo comandante?
—¡Tu "sano coqueteo" provocará que Mike lance a Pixis desde Rose, Hanji! —Nana había terminado levantándose del asiento con expresivo disgusto y elevó aún más la voz— ¡Jamás imaginé que me pidieras tamaña insensatez!
—Es por el bien de la Legión, te lo juro —si tenía que llorar para convencerla, estaba dispuesta— ¡Nadie más que yo desea que Zacharius y tú estén juntos de por vida!
—Líder de escuadrón, si de verdad es tan importante —consideró mi subalterna, renunciando a la comodidad del diván y parándose frente a mí—, lo haré, aunque muera de puro bochorno.
—Gracias, Nifa ¡Ojalá todos en el regimiento fueran tan conscientes! —dije, mirando a Nana de soslayo.
—Hanji, agradece que soy tu amiga porque de lo contrario —suspiró Nana, pelear conmigo le resultaba desgastante—…, estarías volando por los aires.
—Di que sí y limpiaré Trost de hierbas —implorándole comprensión, entrecrucé los dedos—. Te prometo un brebaje capaz de mantener las entrañas inmunes a cualquier ataque de índole reproductiva.
—Eso es chantaje —masculló, y apuntándome al pecho con el índice, dejaba claros sus términos—. Óyeme bien, vas a explicarle a Erwin lo que piensas hacer. Solo cuando yo escuche al capitán asegurarme su apoyo incondicional, podrás contar conmigo.
—¡Yahoooo! ¡Te adoro, Nana! —grité a todo pulmón y luego de arrojarme sobre ella, salí corriendo puerta afuera, dejándola atónita. Escuché la risa de Nifa, quien aseguró que yo era única, dada mi forma de proceder. Y ciertamente, ni quería esperar al regreso de Moblit para enterarme de la respuesta de Abel y Keiji. No tuve que andar mucho, regresaban juntos en una carreta, encaramados encima de la lona que ocultaba su contenido. Reconocí al vendedor de provisiones de la tienda del regimiento, guiando los caballos. Me hizo un saludo con la mano y le respondí agradecida.
—Líder de escuadrón, nos han suministrado unas veinte cajas —se adelantó Keiji, quien por lo visto había sido el mediador con los negociantes— ¿Suficientes para empezar?
—¡Muy bien, chicos! Busquen ayuda y llévenlas adentro —volviéndome hacia Abel, inquirí anhelante— ¿Podemos visitar de inmediato el centro industrial?
—Mis amigos facilitarán cualquier trabajo que les ordene, si está respaldado por el comandante Shadis o el capitán Smith —aseguró mi subalterno—. Siendo autorizada por ellos, ni siquiera lo cuestionarían.
—Perfecto, las cosas marchan a pedir de boca ¡Moblit! —Interrumpí un segundo el traslado de las cajas y él me observó, dispuesto— Ven conmigo, deja que tus compañeros sigan haciéndose cargo.
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Me gustaba observar el ambiente de la forja, con los grandes hornos y el constante ir y venir de quienes allí hacían sus labores. Si bien el calor era insoportable, me adentré resuelta en el centro industrial. Moblit se adelantó para volver de inmediato acompañado por dos jóvenes que lucían el tizne producto del trabajo.
—Líder Hange Zoë, ya nos pusieron al corriente de sus requerimientos —sonrió el más alto, inclinándose respetuoso—. De acuerdo a lo dicho por su ayudante, parece que no tendremos problemas al suministrárselo.
—Agradezco a ustedes en nombre del Cuerpo de Exploración; es un alivio saber que comprenden por qué decidimos pagarles más equipos de maniobras —les hice notar, sin imponerles mi rango, tratándolos al mismo nivel—. Invertir dinero para estas minucias que pedimos es…
—Comprendemos. Descríbame las piezas —intervino el otro, acercándose al distinguir que sacaba los planos—. Bien, aquí veo unos tubos de acero. Siete por cada objeto, o sea, unos cuarenta y dos… Alambre de largo considerable, igual cantidad, resortes gruesos y… ¿puntas de flechas?
—Exacto. Si no es mucho pedir, multiplíquenlo por veinte. Añadan clavos para madera y las ruedas del tipo dentada, cuarenta en total —precisé, indicándoles el prototipo en el dibujo—. De funcionar, esperamos detener a un ejemplar de nueve metros o más.
—Va a requerir presión, trabajaremos los resortes de modo que no sean demasiado recios —analizó el joven alto, que parecía uno de los jefes.
—Les agradezco nuevamente, sólo me resta insistirles… A quien pregunte, les pagamos todas las piezas —dije, ofreciéndole los planos—; y la cantidad extra de los equipos más las cuchillas, deben mantenerlos sin declarar. Cuando estén listos, envíen un discreto mensaje al capitán Erwin y él se ocupará de retirarlos.
—Así se hará, pierda cuidado —respondió el segundo, muy atento—. Le rogamos nos excuse, debemos poner manos a la obra. Puede ver que casi no se descansa.
Me sonrieron, para después marcharse cada uno por su lado a dar órdenes.
—Todo listo, Moblit. Ya podemos retirarnos —le insté a dar media vuelta y regresar al cuartel—. Estoy agotada, creo que por hoy, rendí lo suficiente.
—Líder de escuadrón ¿se siente bien? —me observó de reojo, irónico, tratando de igualar sus pasos a los míos— Rara vez acepta la urgencia de irse a dormir.
Me sentí el cansancio al dejarme caer sobre el colchón. Esperaba no tener que interrumpir el sueño hasta la mañana siguiente, cuando me aguardaba la tarea de preparar el té para Dot Pixis. Apenas conseguí dar un pestañazo, los golpes en la puerta me indicaron que no habría descanso posible.
—¡Hoy no doy servicio, ven mañana! —le grité a quien fuera que tocaba de modo tan prepotente y me coloqué la almohada encima de la cabeza.
—O abres o me retiro del trato, Hange Zoë —dijo con voz firme Nanaba, del otro lado de la puerta— ¡Bonita manera de cumplir tus promesas!
Había olvidado por completo la recolección de hierbas y el brebaje. Me vi obligada a levantarme, para luego ir hacia la hoja de madera igual que lo haría un titán. Al abrirla, ella retrocedió, mirándome sobrecogida.
—Luces fatal —pero enseguida se cruzó de brazos, imperturbable—. Aseguraste que ibas a hacer magia y bien que la voy a requerir. Mike y yo estaremos separados una semana.
—Por todos los cielos… Se va a la capital, no fuera de las murallas —repliqué bostezando. Ella me tiró del brazo, arrastrándome consigo— ¡Nana, camina despacio! ¡Estoy sin gafas, voy a caerme! ¿Qué si recojo plantas venenosas?
—Tomarás el primer sorbo, entonces… Hanji —me observó aguda, sin dejar de halarme—, ¿qué harías si Erwin marchara a la ciudad donde sabes que vive Marie? ¿Y que hará estancia allí por una semana?
—No sé… Tú eras la confiada y quien decía que todas esas antiguas novias de Mike te daban lo mismo —referí, ojeándola confundida—. Incluso, hiciste que casi arrojara a un pozo mis celos por aquella mujer ¿Ahora ves la misión a la capital como una posible amenaza a tu idilio?
—Hay cierta rival peligrosa —se detuvo cuando salimos al patio del cuartel y escrutó con la vista el suelo cubierto de hierba—… Quiero darle a Mike una noche que recuerde incluso si la tentación lo llama.
—Lo mismo vas a tener que confiar en él, Nana. Justo como yo debo fiarme de Erwin ¿Qué otra cosa podemos hacer? —Cansada, me encogí de hombros— Ahí tienes el huerto y las demás ya las conoces. Aguarda… ¿significa que deseas añadirle un efecto alentador? ¿Por eso me traes al patio?
—Bien, táchame de artificiosa, no importa —dijo, mordiéndose el labio—. Sí, es lo que te pido. Cuanto más fuerte, mejor.
—Nana, las hierbas a veces son peligrosas. Y no esperes hallarlas todas al alcance de la mano.
—Te acompañaré si hay que dejar el cuartel —parecía muy decidida incluso a ir más allá del muro, de ser necesario.
—Recojamos primero las que ya conoces —la natural sabiduría hizo que decidiéramos apropiarnos de una porción de tierra, justificando ante Keith Shadis el hecho de que nos era menester un huerto de plantas medicinales. Otras las dejamos crecer libres y aisladas, para evitar que cualquier idiota las confundiera, usándolas como condimento o tisana curativa—. "Y viendo esto, agilizaré mi nueva invención. Serás la primera en usarlo, aunque tenga que amarrarte a la mesa experimental, Nana".
Obviamente, debimos abandonar el cuartel y andar las calles, hasta las afueras de la ciudad. La noche había caído, por lo que nos dispusimos a usar las antorchas. Al divisar el pequeño bosque, me volví hacia Nana, divertida.
—¿Te imaginas si encontráramos un titán vagando por aquí?
—¡No bromees, Hanji! Sería más común que nos topemos varios acechadores dispuestos a satisfacerse a costa nuestra.
—Prefiero al titán —si algo detestaba eran los hombres con tendencia a obtener las cosas de manera fácil—. Cuidado, Nana, la vegetación aumenta. Sujeta bien tu antorcha, no sea que provoquemos un fuego. Alumbra este sitio.
—¿Descubriste la hierba? —preguntó ansiosa, iluminando entre dos árboles.
—Uhm, no… ¡Mira, qué precioso ejemplar de gorgojo tornasolado!
—¡Hanji! ¡Concéntrate y busca la planta! —me regañó, tumbándome de un manotazo el bello espécimen— Es peligroso andar por aquí solas.
—Lo siento, caminemos un poco más —no tuvimos otro remedio que adentrarnos en el bosque. Tras varios minutos andando, creí ver la enredadera ligada a un arbusto, pasos adelante—. Ahí la tienes, llévate las hojas y recoge las que puedas, guardaré las que sobren.
—Ya podemos volver —dijo, concluyendo la faena y sonrió—. No es prudente demorarse en estos lugares.
Asentí y tomamos el sendero de vuelta, mirando hacia atrás cada unos segundos. Jamás debía ofrecerse la espalda a los entornos peligrosos. Justo a la tercera vez que miré, advertí una tenue silueta de hombre.
—Nana… ¿es que nos siguen? — inferí, observándola inquieta.
—Pues…
No tuvimos oportunidad de apagar las antorchas y correr hacia las miserables luces de los suburbios. Aquello que habíamos visto se materializó frente a nosotras, cortándonos el paso. Vislumbramos el resplandor de dos cuchillas cruzadas.
—¡¿Pero qué…?! —gritamos ambas, deteniéndonos en seco.
—Quietas y no muevan un dedo —la figura bajó las hojas, descruzándolas y retornándolas a su estuche. Identifiqué la voz de inmediato antes que descubriera el rostro, prácticamente oculto por la capa— ¿Van a explicarme por qué, cuatro ojos de mierda y tú, lagartija, deciden escurrirse del cuartel justo cuando me siento a tomar el té?
—¡Levi! —le grité, sonriendo— ¡Me alegra verte, pensamos que se trataba de un cerdo pervertido!
—Sí… Alguien capaz de hacer cosas muy sucias oculto detrás de los árboles —soltó Nana, mirándolo de soslayo.
—Tsk, debería matarlas aquí mismo, desaparecer sus cuerpos y decirle a Erwin que no las hallé —podía torcerme los ojos todo lo que quisiera, ya estaba acostumbrándome a sus terribles amenazas— ¿Qué piensan? Por supuesto, ese comportamiento sospechoso llevó al capitán a que me ordenara seguirlas. Interrumpí mi descanso, la bebida… ¿Y todo para observar a dos locas deshojando una enredadera?
—Huh, lo siento mucho, Levi —dije, disculpándome con absoluta sinceridad—. Salimos para buscar los ingredientes que usaremos en la infusión medicinal de Nana.
—¡Hanji! —masculló por lo bajo, completamente ruborizada y propinándome un codazo.
—"Infusión medicinal", ¿eh? —el enano dio una vuelta alrededor de las dos y terminó frente a nosotras, cruzándose de brazos— A pedir de boca, diría yo. El té se agotó y me parece una excelente idea beber algo que vigorice mi organismo ¡Regresando!
—Levi, no creo que la precises —intenté remediarlo de la mejor forma posible—. Eres saludable… MUY saludable. Tomarla podría llevarte a un colapso.
—Sí, cuatro ojos, y yo soy idiota. La lagartija y tú se ven muy enfermas —chistó, irónico— ¿De qué va ese té?
—Cielos… —musitó Nanaba con la vista en la senda, plena de bochorno.
—Acabo de puntualizar que no lo requieres, pelo de tazón —comenzaba a molestarme y cada vez iba pesándome más el sueño— ¡Pero si tanto ansías compartirlo con nosotras, bienvenido seas! ¡Quizás tu pasado te dotó de ovarios y no te afectará beber un calmante periódico!
—Hanji…
—Cállate, Nana. Quería saber, pues ya lo sabe —sonreí cruel, observándolo maliciosa— ¿Y bien, enano? ¿Aceptarías un brebaje femenino?
—Estúpida cuatro ojos —se volvió, tomándome bruscamente de las solapas—. Da las gracias por ser su mujer, y además correspondida… O ya estarías bajo tierra.
—¿Uh, tratas de ofenderme? Aprende una cosa, Levi —puse mis manos sobre las suyas y acerqué el rostro al suyo, intimidante—. No soy la única bajo el amparo de Erwin Smith. La Legión completa encuentra un refugio en él, por encima incluso de la protección del comandante. Puede que ocupe ese lugar privilegiado junto a su pecho, sin embargo, cualquier miembro de la tropa consigue su buen juicio ¿Te queda claro?
—Muévanse —gruñó, liberándome y segundos más tarde, escupió despreciativo la hierba. Pensé que le resultaba difícil admitir que había personas dispuestas a no dejarse intimidar, aunque fueran más débiles en fuerza.
Todavía nos quedaba por ver los resultados de aquella pequeña incursión y rogar porque no acabaran siendo lamentables.
Llegó el momento de agradecer a quienes me acompañaron hasta aquí con su lectura; de corazón les digo que agradezco mucho cuánto se han involucrado en mi historia. A la sargento Audrey W. Watson, cabo DannyDragon y la teniente del sexto escuadrón Margarita Feliciano (que me admira y ha permanecido leal a mí desde que nos conocimos en la Legión) y los soldados que se han ido sumando a tan personal aventura: Averdia, SayriinaBlack, Rouusess13, Katrina Kaambl, Yxerh y uno desconocido a quien agradezco también su gentileza de leer estas páginas.
El año culmina, esperemos que el siguiente venga sin amenazas de guerra y con más oportunidades para la humanidad. Hasta el próximo capítulo. Les quiero, Hange Zoë.
