Confianza y Habilidades
Contemplar a Nana con aquella palidez verdosa cadavérica me hizo retroceder un paso. De pronto fui consciente de que el morir estaba siempre al alcance de la mano, por una causa u otra. Ver a mi amiga de años en tan mala condición provocó un sentimiento de completo desamparo si alguna vez…
—¡Hange-san! —Nifa me sacudió, volviéndome a la realidad— ¡Por favor, prepare algo que la salve!
—Lo primero es tomar los signos vitales, a partir de ellos es que podemos decidir cuál es el remedio mejor; frecuencia cardíaca, respiratoria, la tensión arterial y la temperatura del cuerpo —expliqué, sacando del bolsillo de la bata el cono de madera que usaba para escuchar respiración y latidos. Inclinándome sobre el pecho de Nana, me di a oír tonos y soplos; procedí luego a medir el pulso, auxiliándome de mi viejo reloj—. Debe haberse intoxicado, lo peor es que pasó mucho tiempo después de ingerirlo. El procedimiento quizás no resulte tan bien como lo hubiese sido de aplicarlo varias horas antes.
—¿P-pero vivirá?
—¡Claro que vivirá o dejaré de llamarme Hange Zoë! —mi subordinada me sacó de paso. La idea de perder a Nana volvió a punzarme en algún sitio muy dentro de mi ser— ¡Y bien puede cansarse de rogarme, que no le voy a preparar nunca más algo parecido! Respiración y pulso agitado, la temperatura es preocupantemente baja con sudoraciones frías… Nifa, corre al laboratorio y ve al estante de la izquierda, donde se hallan los frascos de color ámbar. Encontrarás esto que voy a escribirte —busqué la pluma que siempre aguardaba dentro del bolsillo de mi bata, junto al cono de madera y las pequeñas hojas de notas, apuntando los nombres de las sustancias que necesitaría—. Tráelas de inmediato, carga también con una bandeja, el estuche que guarda la jeringa más grande, tres vasos de precipitado, los guantes y el tubo envuelto en gasa que hay dentro del estante. Necesito una jarra llena de agua al tiempo y también pide algo de aceite cuando pases junto a la cocina. Dile a Keiji o Abel que te ayude.
—¡Permiso! Enseguida vuelvo —salió disparada a cumplir el pedido.
—Nana —le susurré, buscando sentarme junto a ella en la cama—… Nana, ¿puedes oírme?
Ella volvió el rostro por toda respuesta e intentó enfocar la vista; era una buena señal que me comprendiera. Colocando ambos pulgares sobre las mejillas, presioné ligeramente hacia abajo y descubrí la parte inferior de los ojos. El color amarillo pálido mezclado al rosa que presentaba la zona indicó algo de anemia. Revisé las pupilas, notándolas demasiado pequeñas; claro indicio de sobredosis de narcóticos. Sentí repulsión hacia mí misma, como bióloga investigadora; los científicos responsables no pueden ceder ante las presiones de las circunstancias y tienen que decir NO cuando les toca ¿Por qué diablos accedí a prepararle aquello, confiada en mis conocimientos de botánica?
—M-mike —balbuceó.
—Debes hallarte muy mal para confundirme ¿acaso me ves un bigote? —le sonreí, era preciso que se hallara lo más relajada posible cuando tuviera que hacerle aquel molesto procedimiento gástrico.
—N-no fas-tidies, Han-ji —reclamó haciendo par de arqueadas.
—Tranquila, Nana. Me aseguraré de que te vea rozagante cuando vuelva —creí prudente ir acomodándola de cúbito lateral izquierdo. Una vez tendida como se requería, busqué con la mirada por la habitación algo que pareciese un librero— ¿Es que no tienes libros gruesos aquí? Necesito levantar la cama.
—D-dos ej-emplar-es del re-glam-eento —pareció que iba a soltar el contenido del estómago al decirlo—. Pr-immera ga-veta.
—Por Mitras, quizás debiera leerte la parte en que se alude a las relaciones de índole romántica dentro de la tropa —sonriendo irónica, fui hasta el armario—. Me ahorrarías trabajo si consigues devolver los restos de lo que tomaste.
No respondió, cerrando los ojos. Hallé lo que buscaba y justo entonces, Nifa volvía con Keiji y Abel.
—Ustedes, alcen el lecho cuidadosamente para colocar estos libros bajo las patas. Los pies de Nana deben quedar a más altura que su torso —indiqué a mis subordinados, para luego dirigirme a ella—. Nanaba, inclina un poco la cabeza fuera de la cama. Voy a comenzar el procedimiento, relájate.
Obedeció, mientras le ordenaba a Keiji juntar un par de mesas. Debía tener las cosas a mano, si deseaba conseguir buenos resultados y no demorar mucho aquella técnica molesta. Ni bien mis subordinados colocaron todo sobre las superficies de madera, Nifa preparó la utilería en segundos, acostumbrada ya a esas labores.
—Keiji, tú y Abel manténganse frente a la puerta. No permitan que nadie grite o corra por la galería hasta que yo salga de aquí —asintieron gravemente—. Sobre todo, busquen el modo de aguantar a quien pretenda ver a Nana. Excepto, por supuesto, nuestros dos superiores.
—¿Algo más que necesite? —preguntó Abel, siempre tan presto a ser útil. Pensé que le vendría bien tornarse igual de rápido para otras cuestiones, tales como declarársele de una vez a Nifa.
—Creo que a partir de ahora puedo apañármelas con mi ayudante, gracias —me di a lavarme las manos en la jofaina e insté a Nifa para que hiciera lo mismo. Colocándome los guantes, procedí a tomar el tubo flexible y me aproximé a Nana.
—S-ssannto cie-lo —abrió los ojos desmesuradamente, a pesar de sus molestias. No la culpé, hasta el más bravo sudaría contemplando la extensión y grosor— ¿Qq-ué har-áas con e-so?
—Vamos, Nana —traté de liberar su tirantez—. Eres quien menos debiera temerle a las proporciones. Y por ahora sólo voy a usarla para medir —le sonreí, marcando con el extremo desde la garganta hasta su estómago y calculé la parte que utilizaría—. No puedo creer que te asuste más que Mike.
—Aun-que se le pa-sara por la ca-abeza, nun-ca po-odría lleg-arme al est-óma-go —musitó, elevando los ojos al techo como si estuviese pidiendo misericordia—. Ter-mina de u-na vez.
—¿Eh? Qué ansiosa estás —prolongué la chanza, mientras despojaba el tubo de la gasa esterilizada—, no te preocupes, lo haré más fácil para ti. Nifa, por favor, alcánzame el aceite.
—Pensé que se lo daría a tomar —mi subordinada observó confusa el modo en que yo untaba el extremo y una porción del tubo flexible.
—Ya ves que no. Colócate bien esos guantes, los llevas torcidos —señalé las numerosas arrugas entre sus dedos—. Necesito que me ayudes con la otra punta, cuando te diga —resolví tomarle de nuevo el pulso a Nana y comprobar sus funciones vitales antes de proceder—. Nanaba, ya sé que te parecerá tonto, pero es importante saber cómo está tu conciencia…
—L-lim-pia —intentó sonreír de vuelta. Que hiciera una broma en aquella situación, mejoraba las perspectivas.
—¿Huh? ¡Excelente señal! —apremié su ocurrencia, preparando el tubo para la introducción— Me refería a si tu mente recuerda cosas…, por ejemplo, la primera vez que Mike se acercó a ti.
—L-lue-go de se-r re-clu-tada —me observó inquisitiva.
—Sí, y curiosamente al pasar a la Legión, Erwin dispuso que fueras la segunda de Zacharius. Me dijo que al principio se negó, pero Mike lo volvió tan loco insistiéndole, que —por encima del color enfermizo de su tez, noté que afloraba un lívido enrojecimiento en sus mejillas. Iba a replicar, pero vi el momento justo para sostenerla de la nuca y con la otra mano, introducir lentamente aquel tubo por su garganta—… terminaste donde ahora estás. Y mejor no pudo suceder, créeme. Ambos se complementan muy bien. Una relación así merece algo más seguro… Nifa, ¿qué haces mirando hacia las paredes?
—¡Es la primera vez que veo a alguien comiéndose un…!
—Por Sina, es un lavado gástrico normal, común y corriente —la interrumpí, encogiéndome de hombros ante sus escrúpulos—. El extremo ya está dentro del órgano, creo. Tú sostendrás esta punta, y comprobaremos si es cierto —abriendo el estuche de la enorme jeringa, instroduje su émbolo dejándolo correr y lo deslicé hacia atrás. Se la ofrecí a Nifa—. Colócala donde termina el tubo y cuando te dé la orden, inyecta el aire al interior.
Volví a inclinarme sobre el torso de Nana y saqué de nuevo el cono, poniéndolo sobre la zona del epigastrio.
—Ahora, puedes hacerlo —la exhorté, sin apartar el oído del instrumento de madera—. Perfecto, se halla en el sitio adecuado… Hala nuevamente el émbolo y recoge el contenido gástrico para después analizarlo. Viértelo dentro del único frasco vacío, pero no sueltes el tubo.
Nifa hizo cuando dije, aunque su expresión de asco era como para que Moblit la hubiese dibujado.
—Ahora lavarás esa jeringa con esta solución —vertí el contenido de los pomos en los vasos de precipitado y los licué usando el agua—, usa la misma bandeja donde Nana drenará el contenido de su estómago. Dame el extremo y cuando termines, mide con la jeringa tres porciones del mismo compuesto.
—Hange-san, aquí tiene —me devolvió el instrumento, corriendo a poner la bandeja en el suelo, bajo la cabeza de Nana.
—Observa cómo vierto lentamente la solución salina, es desaconsejado hacerlo de golpe —me gustaba enseñarle a mis subalternos el porqué de las cosas, por si alguna vez se veían necesitados de usar aquellos conocimientos sin mi presencia—. La cantidad que requieran según lo injerido. Nifa, según vaya introduciendo este líquido, masajea suavemente el sitio del estómago. Por favor, Nana —ella parecía fuera de este mundo, sufriendo la angustia del momento—, no vayas a golpear a mi ayudante aunque te sea un poco fastidioso.
Agradecí que ni pudiese responderme. Varios minutos más tarde, consideré que ya era tiempo de permitirle drenar. Colocando la extremidad del tubo flexible dentro de la bandeja, lo dejé allí, sentándome próxima a la cama. Era cuestión de esperar hasta que la cantidad de líquido drenado fuera más o menos la misma que había introducido. Repetí par de veces más la operación, consiguiendo que a la tercera la sustancia evacuada cambiara de tono.
—¿Cómo sabremos si el resultado es positivo? —inquirió Nifa, observando la bandeja con la misma expresión de asco que luciera desde el inicio.
—Pues acaba de ponerse claro el líquido —sonreí aliviada—, si en los dos próximos intentos continúa igual o más claro, podemos decir que fue un éxito.
Tal como predije, solo restaba ya administrarle carbón activo y el jugo de bayas para facilitar otro tipo de eliminación. Satisfecha al percibir que había vuelto a Nana el rosa tenue de su piel, torné hacia mi subalterna con la dicha esbozada en el rostro.
—¡Yahoo! No debo gritar, pero esto lo merece. Chilla si vas a hacerlo, Nifa, porque después necesitaré silencio —reí, jubilosa—. Ve limpiando de cacharros las mesas, que voy a retirar poco a poco el tubo, esto es una labor muy paciente o corro el riesgo de dañar su interior.
—¿Qué es ese ruido? —mi ayudante se sobresaltó. Cierto que del otro lado de la puerta se oía como si hubiera un forcejeo.
—No lo sé, pero tampoco me incumbe —mascullé, poniendo toda mi concentración en el dichoso tubo—. Keiji y Abel están ahí para detener a los escandalosos.
—Es que…
Vi el cierre de la puerta salir volando hacia el escaparate y la hoja abrirse, golpeando sonoramente la pared. Un Gelgar ebrio de sake, arrastraba consigo a mis subordinados, quienes veían difícil el retenerlo a pesar de inmovilizarle los brazos.
—¡Nana! ¡¿Qué te han hecho?! —vociferó al notar la extraña escena que ofrecíamos— ¡¿Por qué la desquiciada de Hange se da gusto experimentando contigo?!
—Atrás, Gelgar —rezongaba Keiji, visiblemente malhumorado—. Si das un paso más, nos veremos obligados a amarrarte. Y apuesto a que la Líder de Escuadrón te usará como animal de laboratorio.
—Hombre, tranquilízate. Resolvamos afuera el asunto —Abel trató de hacerlo razonar—. Imagina si pasa un superior y observa tus maneras descompuestas.
—¡Maldita sea! ¡Dejen de sostenerme! —Batallando atormentado, logró deshacerse momentáneamente del agarre a que lo sometía Keiji— ¡Quiero verla! ¡Nana!
Quiso el infortunio que en el forcejeo, Gelgar me golpeara un hombro, provocando que parte del tubo regresase a la garganta de Nana. La vi abrir los ojos y apretar la manta con los puños, haciendo por tragar para no ahogarse.
—Gelgar…, si le provocaste algún daño a Nana, o fallo en esta operación tan delicada —me alcé las gafas y lo miré de soslayo, dirigiéndome a él con una voz cruda y sentenciosa que reservaba sólo para momentos claves—... Juro por mi existencia que voy a matarte aquí, usando estas manos que le salvan la vida.
Quedó momentáneamente paralizado, contemplándome absorto, la boca abierta en señal de impotencia. Mis subalternos aprovecharon para asirlo mejor e intentaron conducirlo de vuelta al pasillo. Él se afirmó al suelo, imperturbable.
—Puff, qué vergüenza —Nifa se cruzó de brazos, apartándose para no llevarse un golpe, si es que volvían a reñir—. Se atreve porque Zacharius no está presente; de lo contrario, hubiese tenido que apostarse en la galería y esperar las noticias.
—¡Yo velo por ella, cuando él es incapaz de hacerlo! —aquello me irritó aún más si cabe decirlo, pero debía contenerme. La situación de Nana estaba por encima de cualquier insolencia y volví a mi tarea, ignorándolo.
—Si tanto "aprecias" a Nanaba, cállate y déjame proseguir —mascullé furiosa. No era que gustara de comadrear, pero juzgué necesario hablarle seriamente del caso a Mike. Antes de que llegase a sus oídos por otras vías y siguiera hundiéndose la Legión.
—¡Oh, Nana! ¡Quiero cuidarte y estar a tu lado hasta que te recuperes! —continuó gimoteando su amigo. Entonces vi que Nana fruncía el ceño, declarando con la mirada su total desaprobación.
A punto estaba de volverme y arrastrarlo yo misma puerta afuera, cuando escuché la voz de Moblit a mis espaldas.
—Gelgar, en verdad tu actitud es patética —le hizo notar, calmo y serio. Había llegado justo a tiempo de poder situarlo—. Ten dignidad.
—¿Vas a decirme que no harías igual —desafió el otro, mirándolo a los ojos—… si la persona que significa el mundo para ti, corre peligro de morir? ¡Te conozco, Moblit!
—No, no me conoces —de repente, se había puesto grave—. Yo sigo la voluntad de Hange-san. Ella determina cuándo y dónde soy necesario. Si mi preocupación la molesta, simplemente me retiro —la diferencia entre los dos era notable; aunque compartieran la circunstancia de amar a una mujer emparejada con otro—. Decide si lo haces de buena gana, o mis subalternos te sueltan y me ocupo yo del asunto.
Gelgar dejó de resistirse. Convencido de que Moblit, a pesar de toda su cordura y paciencia, sabía cuándo situar a un compañero equivocado; dejó que Abel y Keiji lo escoltaran de vuelta a la galería. Reconocí a mi sublíder la oportuna intervención.
—Bien hecho, Moblit. Te lo agradezco en verdad porque no me faltó nada para soltarle un puñetazo —referí muy seria y extraje la última porción del tubo flexible. Nana carraspeó, terminando por vomitar par de veces más. Nifa le acercó el vaso con agua—. He terminado —suspiré, analizando con un vistazo a Nanaba. Sin dudas parecía tranquila y solicité a mi ayudante que le aseara el rostro—. Mantente durmiendo así, Nana, siquiera pienses en acostarte bocarriba.
—Hanji… —me observó de soslayo— C-creo q-ue voy a probar e-sa nueva inven-sión tuya.
/
Una semana más tarde, recibimos las piezas que faltaban para confeccionar el arma de captura. Nunca me había proporcionado tanto regocijo el observar mi laboratorio repleto de trastos. Los tres hombres que conformaban mi escuadra se dieron a ordenar un poco las distintas cajas. Vi a Moblit acceder al recinto portando en cada mano una conejera, interrogándome con la mirada.
—Líder de escuadrón, ¿a qué se debe su repentino interés por los conejos? —me observó atónito, mientras los colocaba sobre la mesa— Por más que lo intento, no consigo asociarlos a ninguna experimentación…
—¿Huh? ¡Son criaturas extraordinarias, Moblit! —reí para mis adentros— Fértiles durante todo el año y los machos enfurecen cuando las hembras no se dejan cubrir ¿A quiénes te recuerda? ¡Una total similitud con el género humano!
—P-pero nosotros no somos los que necesitamos ser investigados. Y tampoco veo qué semejanza puede haber entre conejos y titanes…
—Bueno, es una pareja de animales —dijo Abel, encogiéndose de hombros—. Sea lo que sea, podemos inferir que se trata de apareamiento.
—Quizás la líder pretende criarlos y aumentar su número para que la escuadra tenga carne, aún en los momentos difíciles —analizó Keiji, siendo el más práctico de mis subordinados.
—¡No seas cruel! —rebatió de inmediato Nifa, mirándolo de mal talante— ¡Hange-san es incapaz de hacer algo tan horrible!
—Por desgracia, no hay nada peor que matar y me he visto obligada a ello —suspiré con resignación ante los recuerdos, obligándome de inmediato a levantar el ánimo—. Sin embargo, adivinando son pésimos. Esta es una investigación secreta del Alto Mando, es decir, MÍA.
—Lo que significa; debemos concentrarnos en las armas y no mirar los conejos —Abel observó a Moblit, esperando las consiguientes órdenes—. Ya que la líder estará centrada en otra investigación… ¿Distribuirás tú las tareas, Berner?
—Me toca, por lo visto —dijo, al mirar por encima del hombro y percatarse de mi súbita concentración en los encantadores mamíferos—. Abel, tú y Keiji comiencen a montar los toneles dentro de las cajas. Seis por cada una, que ajusten bien —mi subordinado tenía una extraordinaria capacidad organizativa, permitiéndome delegar en él y emprender disímiles proyectos a la vez—. Nifa, ve acoplando resortes y cables a las puntas de flecha. Yo voy a encargarme de las ruedas, aquí están las cajas de tornillos… y estos aros, ¿dónde van? —de improviso, entendí a qué se refería Moblit, y no conseguí esconder mi rubor al verlo contemplar uno con asombro— La líder me volverá loco, primero los animales y ahora piezas que no concuerdan. Juraría que las armas carecen de…
—Si te fijas, es un estuche diferente —le hice notar—. Por lo tanto, no forma parte del resto de los encargos, aunque los entregaran juntos. Espero sinceramente que así mismo hayan pasado inadvertidos a ojos indiscretos.
—Hange-san ¿esos aros de varias dimensiones... tienen que ver con los conejos? —preguntó mi subalterna, tímidamente.
—¡Muy bien, Nifa! —sonreí divertida— Estás más clara que los demás.
—¿Será que desea prender a los titanes y ponerles collar, igual que a las mascotas? —le susurró Keiji a Moblit, quien sólo pudo encogerse de hombros— ¿Es una prueba a escala?
—Santo cielo, vaya polémica suscité —reí por lo bajo, retirándome a una esquina para valorar que se hubiesen respetado los requerimientos de tamaño y forma de los aros—. Todo parece avenirse a mis…
—Hola, escuadra… ¡Hanji! —ví a Mike entrar con tanta premura, que tropezó con una caja, dándose buen golpe en la pierna. Todos se volvieron a mirarlo, pero al percatarse de que nada grave había sucedido, retornaron a su trabajo. Lanzando una maldición, me soltó— Erwin está claro al decir que eres un peligro ¿Vamos a llevar sake a la próxima expedición? Él no me comentó nada.
—¡Oh! ¿Ya de regreso, Mike? … Pues, los barriles están vacíos —le señalé uno arrinconado, con la parte superior abierta—. "Caíste" a tiempo de ver cómo el escuadrón monta el arma de captura.
—Muy graciosa —dijo, emitiendo un gruñido y se palpó bajo la rodilla—. Parece un bendito carromato de vender legumbres, pero al final, haces maravillas de cualquier armatroste ¿Cómo funciona?
—Seis barriles van dispuestos en el interior del cajón de madera. Estos tienen siete tubos de acero, los cuales a su vez poseen unos alambres enrollados con puntas de flecha —expliqué muy orgullosa— ¡puede llegar a detener titanes de quince metros, inmovilizándolos!
—Espero que sea más efectivo que la red —entonces sonrió ligeramente, como si oliera un buen plan. Mirando hacia mis subalternos, paseó la vista por la habitación—. Hanji, si no te importa ¿podemos debatir en privado?
—¡Todos, excepto Moblit, deténganse un instante! —la escuadra giró hacia mí, a la espera de órdenes— Nifa, puesto que vamos a estar aquí hasta la noche, asegúrate de traer unos panes y lo que sea para tomar. Abel, ¿puedes acompañarla? Keiji, corta varias de las hierbas finas que hay en el patio y échalas a los conejos, olvidé que no han comido.
Zacharius los vio partir dispuestos a cumplir las nuevas disposiciones, pero me hizo un gesto con la cabeza, indicándome a Moblit. Éste se hallaba muy concentrado, intentando ajustar los barriles dentro del enorme cajón.
—No te ocupes, ahora nos sentaremos en el diván y me contarás que traes de vuelta —dije, asiéndome de su brazo y lo guié hasta el mueble, sin darle un segundo para replicar—. Supongo que ya fuiste con ella… ¡es lo primero que debiste hacer!
—Está visto que me conoces. Antes que nada, quiero darte las gracias porque salvaste a Nana —comentó en voz baja, relativamente incómodo por la presencia de Moblit—. Le hice comprender que su inseguridad no tiene motivos, de modo que las experimentaciones con hierbas están de más.
—Fui descuidada, Mike. Debí oponerme desde el principio, sin embargo la vi tan… Abatida —quizás era bueno mostrarle lo mucho que afectaba a su pareja la idea de un posible desliz—. Es bueno que hayas vuelto y sobre todo, le hagas notar cuánto vale para ti. Perdona mi falta de profesionalidad, que pudo haberla conducido a la muerte.
—No creo que debas juzgarte tan recio —musitó, clavando la mirada en el suelo—. Escucha, Hanji. Puesto que íbamos a conversar lo de Nana, Erwin me pidió que además te hiciera saber todo lo concerniente a la misión.
—No es por demeritar… sin embargo, vi muy raro que fueras tú quien se ocupara del tema —desde el inicio, supe que las cosas iban a tornarse más oscuras—. Eso me hace deducir que ni Shadis ni él debían presentarse ante los Altos Mandos.
—Hanji, ¿recuerdas lo que hablamos aquella vez en las mazmorras? Después creímos que la última expedición alejaría un poco el mal criterio que pesaba sobre la figura del comandante —bajó tanto la voz que debí esmerarme para escucharlo—. Nos aprobaron otra salida, pero todo cuanto veo me dice que buscan una excusa para otorgarle su cargo a Erwin.
—¡Y tuve que prometerle quedarme de ociosa! —desgraciadamente, no pude contener mi frustración al saberme atada— ¡Mira por dónde vienen los truenos y yo no formaré parte de la marcha! ¿Qué pasará con mi escuadra?
—No lo sé—dijo, encogiéndose de hombros—. Supongo que el comandante dispondrá…
—Cuando sea de público dominio la noticia de la partida, voy a proclamar mi derecho como líder de escuadrón —garanticé, alzándome las gafas para mirarlo directo a los ojos—. Yo decido bajo qué mando queda la cuarta escuadra. Pienso hablarle a Erwin sobre mi parecer y respetar su autoridad, siendo él quien debe comunicárselo a Shadis.
—Hmph, ya ves que "ociosa" es un término que no encaja contigo. Estás a cargo de un arma y sabrá el cielo de cuántos inventos —se inclinó hasta susurrarme al oído—… Alguien me contó acerca del solucionador de problemas…, con mucho entusiasmo.
—Entonces, deduzco que fue Erwin, porque Nana estaba lejos de considerarlo buena idea —sonreí mordaz—. Uhm, pues vas a tener que ayudarme con eso, Mike.
—¡¿Eh?! ¿Te refieres a… darte una mano colocándolo?
—"¡María, Rose y Sina!", como diría Moblit —suspiré, mirando al techo—… ¿Por qué no logran quitar esas ideas morbosas de sus cerebros? —y añadí, ecuánime— Sé que Nanaba reflexionó sobre lo que es mejor para ella, sin embargo… Temo que se arrepienta de usar el contraceptivo, debido precisamente a su colocación. De ser necesario, te pido…
—¿Arrepentirse? ¡Ni pensarlo! —abrió los ojos y parecía insultado conque Nana rechazara tal "bendición"— Déjalo en mis manos. Ehm… ¿lo tendrás listo antes de la marcha?
—Haré lo posible. Tengo que probarlos y garantizar su funcionalidad al menos un noventa y ocho porciento —de improviso, lo atrapé lanzando una mirada furtiva a Moblit y regresó a mí su interés—. Mike… Sé lo que acaba de pasarte por la mente. Ese anillo es un método que reducirá el peligro de embarazo, y por tanto, los riesgos de operaciones invasivas. No lo concebí como una incitación a la infidelidad.
—Lo siento… Tal vez te parezco demasiado malicioso, pero —tragó en seco, luego se dio a observarme más allá de los ojos, directo al corazón—… Nana lo es todo para mí. Jamás desconfiaría de ella, sin embargo, no soy ciego aunque a veces lo pretenda.
—Ser infiel o no depende únicamente de la persona, más que de cualquier posibilidad que tenga ésta para llevar a cabo el acto —le aseguré—. Preocúpate de qué sucederá con tu escuadra, que dicho sea de paso es la de Erwin, si Gelgar y tú crean una brecha —visiblemente incómoda al tratar un tema escabroso, añadí —. Mike, tu amigo necesita que le pongas los puntos sobre las íes a tiempo y no hablo de darle cuatro puñetazos. De continuar así, dejándolo correr, provocará un caos justo cuando la Legión esté más débil… Y ya lo está… Demasiado.
—Me di cuenta desde que Nanaba y él decidieron entrar al Cuerpo. Se la pasaban tan juntos, que al principio creí que tenían algo —masculló, recordando. Hizo una pausa y después sonrió—. La evité por no parecer un intruso, hasta que un día nos miramos a los ojos. Fue muy extraño, su alma le habló a la mía, o sabrá el cielo que fue lo que sucedió, pero comencé a vivir y a respirar por Nana. Y ella, tuvo a bien corresponderme. Gelgar quedó a un lado, si bien era obvio que sucediera.
—A veces no basta que nosotras les hagamos ver lo improductivo de tales aspiraciones o esperanzas. Me alegra que confíes en Nana —le sonreí, colocando mi mano sobre su hombro y dándole una palmadita cariñosa—. Eres bueno como pocos, Mike… Sean felices mientras puedan.
—Gracias por el halago, Hanji. Tú garantiza la parte que te atañe y déjame el resto —gruñó alegremente, incorporándose para ir hacia la puerta—. Los chicos están regresando, ¿algo que decirle a Erwin?
—Pídele que ordene un encuentro conmigo y con Levi.
Asintió, despidiéndose. Mis subalternos le cedieron el paso al salir, cerrando la puerta cuando lo vieron desaparecer a la vuelta de un corredor. Keiji me tendió el saco repleto de hierba que acarreaba consigo y ofrecí un puñado a los conejos.
—Tienen más apetito que los titanes —sonrió Abel, mirándolos comer—. Líder de escuadrón, le traje una tetera y Nifa, la cesta llena de pan.
—Muy bien. Tomemos el té antes de que se enfríe y cada uno cogerá dos hogazas —indiqué a mis subalternos, que se habían apostado alrededor del diván—. Cinco minutos de respiro y no pararemos hasta que nuestro primer dispositivo se halle completamente listo para ser probado en el patio. Moblit, ¿quieres dejar ese barril y compartir con nosotros? —lo llamé, a la vez que metía la mano en la cesta y la retiraba por causa del súbito calor— ¡Oh, oh! El pan está calentito.
/
El cuatro pulgadas me aguardaba de pie frente al escritorio de Erwin, con su gesto huraño de siempre y los brazos cruzados. Apenas entré a la recámara, chasqueó la lengua, observándome de reojo. Hice mi saludo al capitán, que ocupaba el asiento tras la escribanía, provocando que Levi sonriera torvo y después, tornara hacia el mismo.
—Ya estamos cuántos debemos estar, supongo —condenado gruñón, siquiera intuía para qué lo citaban, y de antemano había puesto esa cara de náusea—. Erwin no suelta prenda, me lo imaginé…, fuiste tú quien ideó esto.
—Erwin Smith, dado que no participaré en la futura salida, quiero aplicar a mi derecho como líder del cuarto escuadrón —declaré formalmente, sin un ápice de afectividad—. Te corresponde tratar el asunto con el comandante Shadis. Hago entrega de una solicitud por escrito con dicha petición.
—De acuerdo, esperaba que hicieras este movimiento y me preparé de antemano —respondió, leyendo de corrido mis líneas—. Sólo que no quise precipitarme conjeturando bajo el mando de quién los pondrías. Era obvio que tu elección sería la misma que hubiera hecho yo. Puntualizaré los detalles con nuestro superior.
—¿De qué va esto? —el enano pareció incómodo, al saberse ignorante de cuánto se discutía— ¿A qué debo mi presencia en medio del capitán y la subordinada que tan bien se comprenden?
—Levi, ¿te sabes la historia del sapo que perdió la lengua por estirarla demasiado? —le sonreí, molestándolo— ¿Huh, no? Voy a contártela. Resulta…
—Déjala para otra ocasión, Hanji —Erwin me cortó suavemente, con un gesto de la mano y agregó muy serio, dirigiéndose a él—. La líder Hange Zoë pondrá su escuadra bajo tus órdenes ¿Comprendes lo que significa?
—… —Levi había quedado momentáneamente sin habla.
—Tienes una gran responsabilidad sobre tus hombros. El cuarto escuadrón es el único capaz de investigar, por lo tanto, si lo perdemos habremos acabado con gran parte de la esperanza que mantiene viva a la humanidad —le soltó a quemarropa, sin darle tiempo a reaccionar—. Hange pudo asignarlos a cualquier otro grupo, sin embargo, hará de ti un oficial transitorio.
—Moblit es mi segundo al mando, pero necesito absoluta garantía de su regreso y el de todos VIVOS —me incliné para mirarlo, poniendo las manos sobre las rodillas. Parpadeó y estuvo a punto de dar un paso atrás— ¿Entendiste, pelo de tazón?
—¡Cállate, maldita Cuatro Ojos! —Levi se debatía entre odiarme o aceptar esa muestra de confianza que de pronto le ofrecía— Si es una orden, la cumpliré. Lo hiciste porque sabes lo mucho que detesto las muertes ajenas, ¿no?
—Bueeeeno —disfrutaba sacarlo de paso— ¿Te digo lo mucho que me fío de ti?
—Estás loca —masculló, cortándose al saberse bajo la mirada del capitán. De repente, lo noté melancólico. Sabía que antes, Isabel y Farlan habían confiado igual que yo en su capacidad—. No soy una garantía de nada.
—Entonces, cuando vuelvas le dirás adiós… a lo que fuera el orgullo de tu madre —sonreí, haciendo un gesto rápido con el índice sobre mi vientre.
Al moverme hacia la puerta, después de que Erwin me permitiera marchar, lo escuché decir muy quedo— Tsk, ¿cómo supo lo de mi madre y su entusiasmo por el tamaño de mi…?
—Quizás porque sucede lo mismo con todas —vi a Erwin sonreír malicioso y me observó antes de que cerrara la hoja de madera—. La mía estaba particularmente orgullosa, decía mi padre.
