Frisando el peligro

Mike tenía razón, apenas entré a la sala, todo lo que vi fue una especie de tribunal y los rostros agrios de algunos miembros de los Altos Mandos, alrededor de la mesa principal. Sin embargo, ni el Generalísimo Zackly, ni el comandante de la Guarnición Dot Pixis, hacían acto de presencia en aquel consejo. Intenté obviar a Keith Shadis y a Erwin, que aguardaban de pie a la izquierda del salón de oficiales; simplemente avancé decidida y haciendo el saludo, me coloqué frente al improvisado concilio, muy digna.

—Líder de Escuadrón Hange Zoë, ¿cierto?

—A su disposición, señor —respondí claro y sin perturbarme. Una sombra pesada comenzó a presionarme los hombros. De repente, sentí un vacío total en el corazón y tuve la certeza de que se preparaba un golpe… Y que ese golpe me iba a traspasar.

—Nuestro primer asunto con usted es algo sencillo —habló el del centro. Era uno de los tantos nobles que terminaban como miembros, debido a las subvenciones que otorgaban al Cuerpo—. Siendo líder de sección, debemos preguntarle si aprueba o no la iniciativa del actual comandante Keith Shadis, de que el soldado raso Levi sea promovido a capitán…, considerando su bravo desempeño. Hacemos ver que todavía es un procedimiento en camino y hasta que sea registrado, puede revocarse por cualquier mal proceder o indisciplina del soldado en cuestión.

—Como superior en la cadena de mando, no he visto nada que me haga objetar esa propuesta —hablé alto y preciso, demostrando un aplomo que de ninguna manera pudo agradarles—. Regresó con todos los hombres que le fueron asignados e incluso tuvo el buen tino de comprobar el funcionamiento de las armas cuando se dispusieron —Sentí la mirada del comandante Keith Shadis traspasarme como una saeta, pero no tuve más opción. Mi prioridad era demostrar que la tropa se había comportado según las normas y por tanto, limpiarla de cualquier posible cargo—. Hay que alabarle su buen juicio, porque demuestra que bajo su mando, la cuarta escuadra estuvo libre de responsabilidad con respecto a lo fallido de la captura.

—Perfectamente, acaba de tocar el segundo tema por el cual se le convocó a este consejo en cuestión —siguió el individuo de aspecto adiposo y repugnante—. Hasta este momento, concordamos que los cañones no son motivo de discusión, sino las piezas que realmente lo conformaron… Rara vez se ha podido sustraer acero súper endurecido de nuestras industrias, con otros fines que no sean los de la elaboración de armas. Sin embargo, nos dimos cuenta de que se pidió un encargo de ciertos "anillos", que supuestamente, formaban parte del arma en cuestión. Revisando los planos iniciales de ésta con los técnicos de la policía militar, hallamos que de ninguna manera encajaban con el resto de las piezas en cuestión. Uno de los fundidores asegura que la orden partió de usted, amparada por el capitán Erwin Smith, aquí presente —indicó a mi superior con su índice a la par que lo miraba torvo, luego de un instante, volvió a observarme pérfido mientras depositaba los codos sobre la mesa, superponiendo las manos—… Ahora, piense bien lo que responderá, mentir ante los Altos Mandos equivale a la expulsión del ejército en cuestión y dependiendo de su argumento, podemos incluso ejecutar un castigo público.

Mi primer impulso fue irle encima y de un buen puñetazo en el centro del rostro, hacerle saltar los dientes…, en cuestión de segundos. No obstante, cuando perteneces a la vida militar, hay cosas que por más detestables, te habitúas a ellas. La principal es que aprendes a obedecer a tus superiores, por más que los aborrezcas. Mente fría y pies de plomo son las mejores armas para defenderse primero y atacar después, posiblemente la única manera que posee un subordinado con agallas, si pretende cambiar las reglas a su favor.

El comandante Shadis estaba penosamente silencioso, miraba a un punto distante de la habitación, como si su alma estuviese a millas de la sala. Erwin Smith… Sólo yo podía conocer, debajo de tanta impavidez que lo hacía verse aún más recto, el calvario que estaba padeciendo y me gritaba el brillo de sus pupilas. Incapacitado para mover un dedo, ni yo tampoco lo deseaba o las cosas iban a resultar peores. Quizás en ese tiempo, la poderosa confianza que ya nos unía, terminó por atar nuestros lazos de tal forma, que aun sabiéndonos al borde del abismo, nos transmitíamos la fuerza requerida sin necesidad alguna de gestos.

—Théa Maurer, año 842. Dorothee Benz, año 842. Sophie Müller, año 842, Sigrid Klein, año 843, Ludovca Bayer, año 843. Son apenas unos nombres, pero todas fallecieron víctimas del aborto provocado. Agnes Geier, año 843: Víctima de una fiebre puerperal. Biela Stein, año 844, murió a causa de infección por muerte fetal. Otras dos jóvenes cometieron suicidio también en el año 843, debido a su avanzada gestación sin tener conocimiento ni medios para interrumpirla —comencé a recitar los casos que recordaba, por haberlos estudiado recién. Ellos se convertirían en el mejor escudo y posible ataque—. Mi único propósito al solicitar esos aros, que sólo pueden hacerse de acero súper endurecido, fue poner fin a tan penosa lista de fallecimientos. Quise crear un contraceptivo que permitiese a las miembros de la Legión no ser víctimas de situaciones como éstas… en cuestión.

—¡¿De modo que utilizó ese material para ir contra los principios morales de nuestro ejército?! —el militar del extremo derecho saltó, dando un palmetazo a la mesa con ambas manos— ¡Habrase visto semejante desfachatez!

—¿Principios morales? Como bióloga e investigadora entiendo que salvar vidas es prioritario, lo inmoral sería dejar que ellas continúen muriendo, cuando puede salvarlas un trozo mínimo de acero —declaré con firmeza, dando a mi voz el tono cortante de un filo metálico— ¡Quizás no lo entienden, pero esas chicas derraman su sangre fuera de las murallas! ¿Y ha sido motivo de preocupación su pérdida y la de otras tantas semejantes? ¿Cuál de ustedes movió un dedo sino fue para señalarlas, envilecerlas o indicar que ocultaran sus condiciones? ¡Principios morales!

—¿Nos está acusando de las muertes de unas irresponsables? —tornó a observar con indignado asombro a sus otros dos compañeros, y agitó vehemente la mano en dirección a mí— ¡No puedo creer que sea tan osada!

—¿Irresponsables? ¿Así las llama, eso es todo lo que merecen? Cada una de ellas sobrevivió a los titanes por años, y hoy serían veteranas de la Legión, si no les hubiese tocado en desgracia morir por una causa totalmente ajena…, que pudo evitarse.

—Razonemos, líder de escuadrón Hange Zoë —por lo visto, el militar de la izquierda tendía más a seguir las normas del libro y no a imponer su moralismo—. Hay reglas en el ejército, las mujeres que acceden a él lo saben muy bien. Incluso se les da la oportunidad de abandonarlo si desean llevar a cabo su embarazo.

—Existen reglas más fuertes, y son las que impone la Madre Naturaleza —mantuve la postura de quien conoce a fondo el tema, por constituir su labor diaria— ¿Pretende que las suyas opaquen otras que nos rigen desde que nacemos? ¿Y las que no desean volverse gestantes?

—¿Lo dice por experiencia propia, líder de escuadrón Hange Zoë? —el diabólico militar noble del centro, puso el dedo sobre la llaga cuando menos lo esperaba— Sabemos que su problema de salud actual, es resultado de un embarazo interrupto.

—…Pues vaya que tiene usted un ojo clínico ¿Puede saberlo, a esa distancia? —Me permití mostrarme irónica, encogiéndome de hombros y restándole importancia a la observación. Requerí entonces de una fuerte dosis de autocontrol—. Normalmente, se necesita un examen a conciencia para determinarlo.

—Estuvo atendiéndola un médico de Mitras, ¿no es cierto? —el maldito contraatacó, revelando la carta que ni Erwin ni yo pensábamos ver sobre la mesa— Tenemos derecho sobrado para llevar a cabo la disposición que se aplicó a esas jóvenes que antes mencionara y comprobarlo. Sólo que a diferencia de las fallecidas en cuestión, usted recibiría un castigo más… drástico, porque robar el acero en cuestión es…

—No robé nada. Hice la solicitud personalmente —insistí molesta—, fui a darles la cara y si no hubiesen falsos moralistas como ustedes, pensando que algo tan simple como la contracepción es pactar con el diablo, incluso les hubiera dicho mis propósitos.

—¡¿Se atreve a insultarnos?! —Volvió a saltar el de la derecha— Considere que su posición ahora no es muy firme que digamos, líder de escuadrón Hange Zoë.

—Pues yo no me siento caer, señor. Contrariamente, me hallo firme sobre mis pies —dije llevando las manos tras la espalda; alcé un poco uno, apoyándolo en el talón mientras lo miraba con fingida curiosidad, luego el otro—. El único insulto que veo es hacia mi género, al cual se le impone sufrir las consecuencias de una ley dictada por hombres.

—Mujeres… Deberíamos sacarlas a todas del ejército —musitó el de la izquierda, llegando a su propia conclusión del problema— ¡O impedirles entrar! Dan más conflictos que ventajas.

—Inténtelo y le aseguro que lo único tambaleante serán los Altos Mandos ¡Y no estoy de broma! —la expresión mordaz abandonó mis facciones, tornándose la imagen del peligro. Había fruncido el ceño y un resplandor asesino debió lucir en mis pupilas, ya que los vi echarse atrás en sus asientos y advertí que Erwin alzaba una ceja, no supe si por advertirme o porque conocía muy bien mi furia— ¡Antes que limitarnos, bien podían evolucionar como personas! Y si pretenden castigarme según la normativa, dejen de hablar, ¡procedan! ¡A diferencia de ustedes, tengo mucho que hacer!

—Su lengua insolente la conducirá directo a la horca ¡No hemos terminado! —me percaté que aquel individuo preparaba su golpe magistral, que guardara para usarlo cuando el asunto se le fuera de las manos—… Tiene usted la agravante de que hizo al capitán Erwin Smith cómplice de su plan y él accedió, sabiendo que debía negarse.

Como supuse, al verse acusado no movió ni un músculo; su mente debía ser todo cálculo y análisis. Ya respondería a lo que fuese, con la serenidad que lo caracterizaba. Paciencia que iba perdiendo yo, porque se me hacía difícil contener el hervor de la sangre.

—¡Es lógico que el capitán aceptara bajo presión! ¡Si le pusiera a usted una hoja en el cuello, haría lo mismo!

—Líder Hange Zoë… Permítame, con alterarse no va a solucionarlo —por fin, Erwin decidió hablar, primero volviéndose hacia mí para que le cediera el derecho a la defensa y luego afrontando al consejo directamente—. Señores, pido que reconsideren su actitud en cuanto a la líder del cuarto escuadrón. Hablando de principios, uno de los más fuertes que caracteriza a la Brigada de Reconocimiento, es el hecho de que no permitimos ninguna clase de vejación hacia los miembros femeninos que son parte de él. Por tanto, en presencia del comandante Shadis y la mía propiamente, absténganse de humillar a una veterana del Cuerpo, tenga o no pruebas de las causas que motivaron su actual estado de salud —mantuve la mirada al frente, pero sentí el calor y la complicidad de la suya cuando se refirió a mi convalecencia. Él, que debía tomar decisiones que involucraban a la muerte, siempre guardó un respeto al hecho de interrumpir la vida cuando empezara a germinar—. Bajo mi responsabilidad hice la petición del acero limitado, por tanto, lo invito a discutir conmigo cuanto desee.

—¿Lo hizo conociendo el futuro destino del metal en cuestión, supongo? —noté que un brillo siniestro iluminaba las pupilas de aquel noble repulsivo.

—Me pareció justo que se brindara un mínimo de interés a ese problema, hasta entonces nadie se había pronunciado al respecto —amaba su tono sereno como íntegro, al que difícilmente alguien podía resistirse, fuera para detestarlo o quedar convencido de cuanto dijese—. No es apropiado para la Legión añadir a sus listas otras bajas que no sean producto de una batalla. Eso es todo.

—¿Y si ese pensamiento que ahora expone, lo generó una vivencia? —el detestable militar saboreó la pregunta, dignándose incluso a sonreír— ¿Era usted el padre de la criatura que se gestaba en el vientre de la líder de escuadrón?

JAMÁS durante mi vida, NUNCA, me vi rogando por una fuerza sobrehumana que me permitiese quedar de pie, impasible y sin mostrar otra cosa que un odio acérrimo hacia los malditos que nos observaban. Buscando atajar cualquier gesto de quebranto, habían puesto sus miras en el punto más frágil. Si les gritaba, lo dudoso del hecho iba a tomar visos reales a ojos de los presentes; pero morderme la lengua y tragarme la ira, era como digerir a voluntad su ponzoña.

—Le repito la pregunta, capitán —la voz del noble adquirió incluso un ligero matiz dulzón— ¿Era usted el padre de la criatura que…?

—No es necesario redundar, escuché perfectamente. Lo e… —fruncí aún más el ceño, mirándolo de soslayo, haciéndole notar que no debía cometer semejante imprudencia. Nuestro vástago siquiera llegó a formarse, yo misma lo había truncado en aras de nuestra lucha común, para que pretendiera echar por tierra mi sacrificio, declarándose orgullosamente culpable. Justo entonces, se vio interrumpido con la entrada del comandante Dot Pixis y el Generalísimo Zackly, quienes le hicieron gesto de que parase la revelación.

—Sentimos llegar un poco tarde, ya conocen la distancia y esto fue algo… precipitado ¿Verdad que es chocante cuando te requieren de dos sitios opuestos a la vez? —podía haber amado tanto a Zackly como a Erwin en ese momento, dada su oportuna maniobra… Un segundo, fue lo que me tomó darme cuenta de que mi capitán había dado sus pasos, con sólo escasas horas de antelación—. No se molesten, caballeros, ocupen sus asientos. Por cierto, ¿habrá sillas dispuestas para nosotros?

El propio comandante Shadis pidió la venia y puso a su alcance los dos sillones que se hallaban a los costados de la sala. Zackly le dio afablemente las gracias, al igual que Pixis; ambos ocuparon sus puestos con un aire pomposo, que me sugirió cierta ojeriza entre los miembros del tribunal y los dos oficiales.

—Nos alegra que hayan podido… arribar a tiempo de oír esta confesión —el militar noble pareció nervioso. Empero, aún con el viento en contra, quiso jugar su carta—. El capitán Erwin Smith estaba por declarar que la líder de escuadrón Hange…

—Primeramente —le cortó de plano el general Zackly—, debo expresar mi sorpresa de que los distinguidos miembros de este consejo, busquen su chivo expiatorio en esta señorita —musitando algo por lo bajo, colocó mejor sus gafas y se dio a observar a los tres miembros de los Altos Mandos por encima de los cristales—. Si la captura que llevó a cabo la Brigada de Reconocimiento no tuvo el final que deseábamos por causa de una mala… er, decisión; y visto el caso, ella siquiera estuvo presente, además de que se mostró el buen funcionamiento del arma creada… ¿Qué hacemos sometiéndola a este juicio?

—Recuerde lo que hablamos, todo parece indicar que hubo una extracción del acero súper endurecido para un proyecto de la señorita Hange Zoë, que no estaba previsto —Dot Pixis interrumpió lo que fuera que iba a decir el militar de la derecha, inclinándose un poco hacia Zackly, llevó el puño a los labios y tosió—. Sin embargo, como todo lo novedoso, causa gran polémica entre los nuestros. Hasta el día de hoy ninguno de los señores aquí presente ha considerado el bienestar de sus compañeras, por encima de las cualidades físicas.

—¡Ah, sí, sí! ¡Aquí los tengo! —Zackly extrajo una buena cantidad de papeles del cartapacio que portaba consigo; luego se dio a leer ajustándose nuevamente las gafas— Vamos a cortar por lo sano… Morven Bauer ¿es usted, no? —miró al de la izquierda por encima de los cristales— "Amonestación por acoso a una recluta en el año 842" —continuó, pasando la hoja—, Erich Riedl "Demanda de los padres de la srta. Magda Waddell en el año 842, usted la sedujo —le tocó el turno al repulsivo noble del centro, que ya había saltado al escuchar lo previo— ¡vaya! y la dejó según se dice aquí… "en un estado lamentable"". Bueno, supongo que ya sabemos cómo traducir eso… Josef Kaplan, "Advertencia por seducir a una miembro de la Guarnición, año 843, que la condujo a la práctica de un aborto provocado" —giró para observar a Pixis, que cruzándose de brazos, asentía con expresión grave. Depositando nuevamente los papeles en su carpeta, enfrentó a los tres hombres, lívidos de rabia—… ¿Señores, continúo?

—¡Esto es imperdonable! ¡¿Quién escribió todas esas calumnias?! —gritó el de la derecha sin moderación, dando un puñetazo a la mesa. Los otros lo secundaron, murmurando su descontento.

—Mejor no cuestionar la veracidad de cuánto ha dicho el Generalísimo Zackly —Dot Pixis zanjó la cuestión bien pronto—. Lo cierto es que la prudencia impone que terminemos esto de una vez —dirigiéndose a mí con la recia ternura que siempre usara si debía comunicarse o discutir algo conmigo en público—. Líder de escuadrón Hange Zoë, no sé si estos caballeros deseen ofrecerle sus disculpas, pero lo que es mi caso, me avergüenzo de que haya tenido que pasar por una situación tan desagradable. Su proyecto lo analizaremos concienzudamente y le aseguro, que si evita las tempranas muertes de esas chicas, algún día su comandante le dirá que fue aprobado.

—Me temo que llevará un tiempo aún, Pixis… No es algo que se aceptará fácil, pero haremos el intento —Zackly lo frenó convenientemente—. Mi veredicto es que por ahora, la líder de escuadrón se abstenga de su idea y ceda el material restringido. A cambio, está libre de cualquier acusación que pueda hacérsele. Después de todo, los científicos siempre irán un paso adelante y nos cuesta verlo —dedicándome una leve sonrisa, por tercera vez ajustaba sus gafas, para inspeccionarme de pies a cabeza. Me vino a la mente la idea de que consideraba las cualidades que podían haber interesado a Erwin en mí… Y si Zacharius podía olfatear qué guardaba el alma de cada soldado, el general Zackly tenía vista de águila para ver por encima y hasta debajo de la ropa. Inconscientemente, me mordí el labio inferior. Él tan sólo pareció comprenderlo y se dirigió a Erwin, que continuaba impasible, con las manos tras la espalda en su posición formal—. Capitán, me disculpo con la señorita y usted, no se debe humillar a quienes arriesgan el pellejo fuera de estos muros, tengan o no resultados. Nadie volverá a molestarlos, pero absténganse de investigaciones ocultas. Comandante Keith Shadis, ha estado silencioso…

—Hmph, les aseguro que desconocía totalmente el proyecto de la líder Hange Zoë. Yo mismo incautaré su invención —gruñó éste, mirándome de reojo—. Por supuesto, me corresponde reprenderla por haberse atrevido a esconder su propósito. Y quince días tras las rejas no le vendrán mal.

—¡¿Huh, por qué?! ¿Por qué detener un proyecto que tendrá efectos positivos? —me rebelé ante la idea, sin pensar que ya de por sí era una suerte haber escapado del tribunal— ¡No quiero darles mi obra, sólo para que termine cogiendo polvo en un rincón, o refundida!

—Comandante Shadis, aplique igual medida al capitán. Es lo justo —el general Zackly me ignoró; a sus ojos yo montaba simplemente el espectáculo de una chiquilla malcriada—, de cualquier forma no habrán incursiones hasta dentro de unos meses…, quizás un año.

—Iré gustoso —Erwin aceptó conforme, seguramente complacido de que su ardid hubiese marchado viento en popa. Yo me debatía entre querer golpearlo por hacerme pasar tan mal rato con su intento de confesión o cobrármelas todas amarrándolo al lecho, y servirme a placer sin que pudiese colocarme un dedo encima.

—¡Esperen! ¡Deben oírme! —persistí gritando, resuelta a intentar que cambiaran su punto de vista; si bien yo misma lo creía improbable— ¡No me importa ir tras las rejas, pero déjenme continuar beneficiando a…!

—Querida niña, le recomiendo que cuide su garganta —intervino suavemente Pixis, dedicándome una sonrisa— y analice mejor su conveniencia.

—Comandante Shadis, puede llamar a los guardas y ejecutar el castigo —prosiguió Zackly, acabando por abandonar el asiento. El jefe de la Guarnición hizo lo mismo y ambos se colocaron junto a la mesa que ocupaba el resto de los Altos Mandos—. Nuestros asuntos con estos señores aún no han terminado… Llame también a la guardia de la corte.

No se hicieron esperar los soldados para rodear la sala y colocarnos las esposas tanto a Erwin como a mí.

—La líder de escuadrón tiene buenos pulmones —oí decir al general Zackly mientras me transportaban, esposada—… Con esa voz de soprano de coloratura, me pregunto qué tan buena sería cantando un aria.

—¡Oh, la señorita Hange Zoë es una mujer talentosa! —le respondió el comandante Pixis, riendo— ¿Accederá a entonarnos algo cuando salga del castigo?

Dándome un pequeño empujón, me hicieron entrar a la celda. Solo cuando estuve dentro me liberaron de las esposas y quedé a la buena del hado. Pasaría quince días tragándome la impotencia de no haber podido continuar mi trabajo, tanto la prueba de los anillos contraceptivos como los escasos cambios al arma de captura. No obstante, lo que más pesaba en mi alma era el hecho de saberme tan vulnerable por causa de un hombre.

—"Erwin Smith —suspiré, acostándome en el rústico lecho y me volví para quedar frente a la pared—… Casi me matas."

Pude oírlo caminar de un extremo a otro de la celda. El muro que nos separaba no conseguía reducir los sonidos al punto de hacerlos reservados a una pieza. Anduvo a todo lo largo del tabique. Mientras, yo intentaba dormir y canalizar el disgusto soñando que le vociferaba mis emociones. Fue cuando escuché un ligero toque en la piedra, que se repitió por dos veces más. Rezongué molesta, girándome hacia el sitio donde creí escucharlo… Cuál no sería mi sorpresa cuando vi deslizarse un minúsculo y alargado trozo de papel a través de un agujero casi a ras del piso.

Me incorporé de inmediato y en dos zancadas estuve allí, pronta a recogerlo.

Aguantaste un asedio que podía echar abajo cualquier muralla —había escrito, como si adivinara mi pensamiento—. Para morir aún hay tiempo. Mejor que sea por una causa generosa, no porque lo quieran esos tipos de los Altos Mandos. Y ya ves que pude conservar un arma, de la que pienso disponer hasta que se agote.

—Hmph —le hice notar con una simple onomatopeya mi enojo, reservándome las palabras—. "Renuncié a lo que más deseaba para que no hicieras precisamente lo que hiciste" —reduje la nota a un tirabuzón bien estrujado y se la envié de vuelta—. "Olvídalo, ya que no lo consigo yo. Si tampoco puedes —con un nudo en la garganta, me retiré hacia el camastro—…, ten la sensatez de ponerle fin a esto ahora…"

Nuevamente el dichoso toque. Me sorprendió verlo tan dispuesto a persistir en un intercambio contrario a su orgullosa parquedad, y que tenía visos de ser unilateral. Igual, sucumbí regresando sobre mis pasos y tomé la segunda esquela.

¿De verdad vas a rendirte? —maldito bastardo, que me hacía escuchar su voz como si lo tuviese junto a mi oído. Contuve a duras penas los sollozos pero una lágrima silenciosa cayó sobre los trazos. Papel mojado; eso era yo por causa de apostar el corazón— Me temo que para los dos es demasiado tarde, ¿o es que no lo pensaste, Hange Zoë, que todo lo estudias y calculas, el día que me propusiste ser parte de mi obra y de mi vida?

—"¡Rendirme con las investigaciones o el propósito de hacer algo por la humanidad, jamás! ¡Nada me interesa y continúo adelante suceda lo que suceda —descargué un puñetazo contra la pared y me dejé caer por ella, estrujando el papel dentro del puño—, por lo mismo…! ¡Nos pusimos en evidencia, estuviste a punto de confesar que tuvimos una relación con sus secuelas!"

Acabé sentándome y apoyando la espalda al muro que se alzaba, tan alto como el que había levantado momentáneamente contra él. Recogí las piernas, inclinándome hacia delante y dejé caer la cabeza entre ellas emitiendo un suspiro quejumbroso.

—"Me importas tanto que prefiero escucharte decir que se terminó… Lograré soportarlo, con tal de no complicar más las cosas."

El toque fue más bajo esa vez, como si se hubiese arrodillado de la otra parte, buscando estar a mi nivel. Inconscientemente dirigí la mirada hacia mi siniestra. Viendo la tercera nota, doblé la anterior, colocándola dentro de la camisa, en mi pecho. De ningún modo la devolvería como testigo de mi lamento. Recogí el papel, cada vez más pequeño.

Hanji, ya detuve la vida de nuestro hijo, no me pidas que pare de vivir o te desangre con una ruptura propia de cobardes—¿Cómo diablos podía saberlo? ¿Era consciente de que le propondría ese camino, desgarrador pero seguro?—. Parece que después de todo, no soy capaz de negarlos a los dos.

—¡Sí que deberías serlo! —estallé sin control; por mucho que demostrara cuánto valía para él y eso me complaciera, no debíamos alejarnos del objetivo principal—… ¡Envías a tus soldados a la muerte siempre que salimos fuera de las murallas! ¿A qué viene semejante actitud, cuando es claro que no podemos hacer lo que otros?

—Haz silencio, por Sina —el eco de las mazmorras retornaba su voz, con un matiz de reproche. La pausa inmediatamente después me indicó que aguardara otro mensaje, que no tardaría en llegar—. Políticamente me he visto en situaciones muy oscuras, teniendo que disponer asuntos con frialdad, ¿en serio crees que unos imbéciles de los Altos Mandos conseguirán doblarme como acero endeble? —esa confianza lo llevaría muchas veces a tentar a la suerte— Gano fuerzas con el dolor de tus sacrificios, cada vez que me punzan, más razones tengo para irles de frente.

—Tu gusto por desafiar el peligro nos meterá de lleno en él —musité irritada, tornando el rostro hacia la pared y mirándola de reojo— ¡No nos uses como excusa!

—Hanji, no eres una excusa, eres mi motivo —que decidiese hablar, me llamó la atención. Entonces comprendí que había llegado el cambio de guardia y por tanto, los soldados se alejaban hacia las escaleras.

—Sí, la motivación para llegar donde tú quieres —objeté, comprimiendo el trozo de papel con el puño, para luego retornárselo—. Tienes razón, es tonto discutirlo. "Al final, te elegí sobre otro. Si hubiese querido algo normal, estaría junto a Moblit trabajando en mi laboratorio y no aquí."

—¿Piensas en él, ahora? —Chistó, apacible. Me conocía lo suficiente y de inmediato barruntó por donde iban mis reflexiones. Sabiéndome colérica, quiso halagar mi vanidad femenina—… Lograrás ponerme celoso.

—¡Vete al cuerno, Erwin! —le solté, hablando entre dientes. Hice uso de mi recurso favorito al cambiar la inflexión a una casual; eso lo fastidiaría más que cualquier muestra de enojo— ¡Oh, parece que finalmente no podré comprobar si funciona mi experimento! ¿Cuánto tiempo demorarán Zackly y Pixis en autorizarme el uso de los anillos? —lancé un suspiro a todas luces ficticio— ¡Aaaahhhhhwwww, más de un mes, de seguro!

—Hanji, no seas tan fría —suspiró y su tono fue marchito—, me basta con la celda.

—¡Lo mereces! A ver si callas lo que no debes confesar.

—Siempre que pueda evitarlo, no voy a negarte aunque me lo pidas.

—¡Pues dile a toda la Legión, entonces! —me puse a cuatro patas y vociferé a través del pequeño agujero del muro— ¿A qué jugamos, ocultando nuestro maridaje?

—Es distinto. Mientras la conveniencia mueva a una parte de los Altos Mandos, habrá salida para esa clase de percances —sonó grave, a diferencia mía no alzaba la voz por encima de la media— y tanto Zackly como Pixis siempre desean mostrarles quiénes prevalecen a la hora de tomar decisiones. Porque si te das cuenta, son nobles que llegaron a ese puesto vaciando la bolsa —ante los remotos pasos de los guardias que regresaban, hizo silencio. Los oí detenerse junto al corredor que conducía hasta el fondo de las prisiones, tres celdas más allá de las nuestras. Incorporándome, decidí que lo habíamos dicho todo y me dispuse a ir nuevamente a la cama. Sin embargo, a él parecía quedarle algo por aclarar y recibí otra esquela. Mascullé para mis adentros "deja que me tumbe de una maldita vez, a ver si consigo perdonarte"—. Cierto que aposté porque el médico no hablara si lo presionaban. Un error de mi parte ¿Alternativas? En lugar de buscarlo, esperar que sanaras por alguna clase de milagro, o dejarte morir lentamente. Considera mi posición y medita si no es lo mismo que intentas hacer con las chicas de la Brigada de Reconocimiento. Acabó el papel, no puedo seguir escribiendo.

—¡Awww! ¡Parece que voy a estar mucho tiempo sin mover los labios! ¡Cuánto voy a extrañar a Nana! —dije, sin cuidarme de lo que oyeran los guardias. Nada importante a sus oídos, pero Erwin supo comprender mi necesidad de confidencias— ¡De seguro alguien también echará de menos quejarse a su mejor amigo!

Doblando el trozo de hoja, me di a guardarlo junto al otro, sobre mi pecho. "Jamás recibí tantos mensajes de índole sentimental, vale la pena conservarlos para mostrárselos a Erwin cuando presuma de insensible."

Transcurrieron quince días sin que volviéramos a intercambiar palabra. Viéndolo con mirada objetiva, nuestra reclusión sirvió para que mi disgusto fuera mitigándose al punto de convertirse en anhelo. Me descubrí pegándome a la pared, queriendo sorprender algún suave ronquido –cosa que jamás sucedió-, pero sí retuve los detalles más ínfimos, aquellos que no me permitía conocer la vida tormentosamente dinámica que ambos llevábamos; y acabé ruborizándome al escuchar que incluso haciendo aguas, su corriente era tan enérgica y autoritaria como su carácter… Debió imaginar la demanda de mi vientre, conocedor de su potencia e ímpetu, porque no menguó la intensidad por pudor a ser oído; acrecentando la íntima confianza que ya existía entre los dos.

Pero también ese tiempo, con ambos lejos del Cuerpo, sirvió para que contrario a cuanto pensábamos, los Altos Mandos confirmaran la permanencia del comandante Shadis dentro del ejército. Aquella decisión generó suspicacia y desconfianza tanto en los futuros miembros de la Legión, como dentro de sus filas. Ya para entonces, había determinado no repetir la historia de quedarme sin poner un pie fuera de las murallas, pasase lo que pasase conmigo.