¿Qué tal si me querrá?
Contrario a lo que pensábamos, fue aprobada otra marcha que se llevaría a cabo tres meses más adelante. Tiempo suficiente para considerar los distintos cambios al arma de captura y que las nuevas piezas estuviesen listas, autorizadas por Darius Zackly. Acuerdo que se llevó a cabo a partir de aquella corte funesta; yo pediría el material, bien justificado, al generalísimo y bajo su venia, me serían entregadas las partes del cañón, así evitaríamos cualquier disgusto con los Altos Mandos.
El ser líder no me dispensó de hacer guardia y dos semanas después del juicio, me vi junto con Nana custodiando un almacén temporal junto al muro límite del cuartel, donde se guardaban varios depósitos de gas. Hecho de troncos y sin otro piso que la hierba, fácilmente accedían a él varias de las alimañas que por allí rondaban, sobresaltándonos con sus ruidos.
Nanaba ya me había dicho todo cuanto hubiese deseado saber acerca de su condición infértil, producto del anillo, e incluso más… Parecía feliz de poderse ofrecer a Mike sin reservas, y a la vez recibir de su compañero todo el amor que atesoraba para ella; porque Zacharius más que nada vivía y se desvivía por Nana, ocultando a duras penas que su idilio se iba por encima de la protección a la humanidad. Sin embargo, ni el propio Keith Shadis osaría reprochárselo.
Cuan distinto a lo que nos impuso el destino a Erwin y a mí. Posterior al castigo, lo habían enviado a Mitras y yo debí quedarme a trabajar con el arma. Opté porque mejor no hubiese despedida, ni tampoco acercamientos al volver. Se imponía el ser prudentes y andar a pie firme, aunque la distancia obligada estaba matándonos.
—Hace quince días que saliste de una celda húmeda y maloliente, desde entonces te has encerrado en tu laboratorio día y noche —comenzó a decir, intentando hallarle la lógica a mi persistencia de siquiera hablar con Erwin—. Comprendo que ahora más que nunca debes recoger la ropa luego de bañarte, pero… ¿No crees que al huir del capitán, estás sometiéndote a ti misma a un castigo?
—Si hubieras vivido lo que yo, cuando todos aquellos viejos hurgaron en la herida y casi forzaron a Erwin a exponer su relación conmigo, sabrías por qué trato de solapar mis emociones —rebatí, frunciendo el entrecejo—. Y con el comandante siendo vigilado por los Altos Mandos, quizás debiéramos habituarnos a la idea de que cada vez habrá menos ocasión para el afecto.
—Apenas se pierda ese amor que todos juzgan egoísta, no habrá nadie capaz de levantar una hoja —musitó, elevando los ojos al cielo nocturno y después me miró reprobatoria. Nana no aceptaba los amoríos cobardes, sosteniendo la creencia de que pasión y miedo no podían ni remotamente conjugar—. Basta la oscuridad que ha caído sobre la tropa, como para oírte a ti decir semejante blasfemia.
—¿Sabes que Erwin llegó al punto de confesarme que podía sentir celos de Moblit? —sonreí al recordarlo, tratando de suavizar el tenso diálogo— He pasado estas semanas en compañía de mi subalterno, poniendo los ojos de la Legión otra vez sobre nosotros. Quiero alejar cualquier posible rumor que llegue a gestarse acerca de Erwin.
—¿Y crees que al capitán le complazca más una habladuría sobre tu supuesto acercamiento a Moblit? —Inquirió suspicaz, alzando una ceja— No tienes idea… Es tu culpa que Mike la haya pasado negras debido a una repentina coriza, que le apareció desde el regreso del capitán esta mañana.
—¿Coriza? ¡Oh, de seguro le baja un río por esas fosas nasales! —estallé en carcajadas sin poder evitarlo, al imaginar a Zacharius con la nariz roja como un pimiento— Erwin podrá simular mucho estoicismo, pero sé cuan fuerte es la tormenta en su alma cuando siente la presencia de mi subalterno cerca…
—Hanji, entiendo que desees mitigar las sospechas respecto a tu relación con el capitán —me observó muy seria, como siempre que buscaba hacerme considerar algo a sus ojos importante—… Sin embargo, sugiero que le aclares bien los latines porque la duda empieza a ganarlo. Ustedes han tenido una secuencia de situaciones horribles que terminarán amargándoles la existencia, y ésta de por sí, pende siempre de un hilo —aquellas palabras, que debían ser cotidianas para quien acostumbraba a poner la vida en juego, me sacudieron de repente. Cavilé "¿qué haría sin los oportunos consejos de Nana, su buen juicio y esa recia ternura de amiga que siempre me ofrecía?" Perdí un segundo el hilo de la conversación, imaginando el vacío que se iba a alojar en mí si… No, por más que pudiese suceder, tal cosa nunca ocurriría—... Las grietas que no se recomponen a tiempo, acaban expandiéndose ¿Aseguras que todo es por el bien de una causa mayor? Pues ahora mismo está dependiendo de la unión de sus cabezas principales. Olvidemos a Shadis —bajó la voz hasta convertirla en un susurro cómplice—, sabemos bien que tú y él son los que liberarán a la humanidad de quedar encerrados entre las murallas.
—Tchhhh… ¿Oyes eso? —brinqué al escuchar un sonido en el interior de la caseta. Me asombró advertir a mi compañera demasiado tranquila, cuando siempre la había visto saltar, dispuesta a sorprender lo que tratara de sorprenderla a ella— ¡Nana, hay alguien adentro!
—Le dije a Nifa que pusiera en orden los depósitos de gas… Y resulta que fue apilándolos como si estuviera haciendo unas torres —bufó molesta, para después encogerse de hombros—. No sería extraño que cualquier alimaña los tumbara, con ésta serían cinco las veces que miro. Antes de que tú estuvieses aquí, coloqué una trampa; lo que se mueva quedará atrapado, así corra, se arrastre o vuele.
—Igual no podemos bajar la guardia. Iré a ver, permanece atenta por si te necesito —giré sobre mis talones y fui en dirección al pequeño local, a un metro escaso del sitio donde nos hallábamos.
El cuadro que se me reveló delante cuando accedí al improvisado almacén, era inaudito. La trampa de Nanaba consistía en una red de tejido compacto, de manera que cualquier animal pequeño quedaría encerrado sin posibilidades de salir, debido al ínfimo tamaño de los agujeros. Y dentro, sabrían los cielos por qué, se hallaba Erwin Smith con expresión de pocos amigos. La caseta poseía una puerta más, que abría en dirección al muro y de noche, se camuflaba en las sombras del mismo; permaneciendo cerrada por tal razón. Supuse que para el capitán era fácil hacerse de la llave y una vez adentro, aproximarse al puesto de guardia.
Tal desgracia para él, se convirtió en motivo de risa por más que tratara de aguantarme.
—¿Hanji? ¿Qué sucede? —Gritó Nanaba, impaciente por mi demora— ¡Vas a soltar el hígado por la boca!
—¡N-nada, nada! —Contuve a duras penas las carcajadas, observando a Erwin fruncir el ceño— ¡En la próxima salida le diré a Mike que te ponga al mando de quienes lancen la red, Nana!
—¿Cayó alguna sabandija?
—¡Diría que cogiste un titán! —Aún lloraba de la risa, cuando me dispuse a liberarlo— ¡Calma, yo me ocupo!
—¿U-un qué…? —Nana pareció no haber oído bien, pero luego reaccionó al vislumbrar el significado de mis palabras— ¡Oh, diablos! ¡Lo siento, no era mi propósito capturarlo…! ¡Ni tampoco llamarle sabandija!
Me apresuré a calmarla y ella oportunamente determinó apartarse aún más del área, permitiéndonos alguna intimidad ¿Por qué cuando más buscaba verme recta y formal, la providencia torcía mis planes, colocándome delante la única tentación capaz de hacerme quebrar las reglas? Mitigando la risa con un suspiro, deshice poco a poco aquel embrollo de cuerdas y nudos, hasta que la red abandonó la forma de gota que adquiriera por estar atada a un soporte del techo, deslizándose al piso.
Erwin mantuvo su postura digna y el semblante rígido hasta que consiguió poner los pies fuera del artilugio hecho por Nana.
—¿Debería sugerirle a Keith Shadis que pasara a Nanaba para tu escuadrón de investigaciones? —propuso algo más relajado. Empero, se notaba exhausto y no había tenido siquiera tiempo de afeitarse desde que llegara en la mañana. Sin dudas resolvió que su prioridad era verme, ya que la última vez que hablamos, estábamos los dos en las celdas— ¿O fue un escarmiento por haberle dicho al comandante que permanecería soltero hasta morir? Si pudiera hacer lo que Mike…
—Bueno, yo declaré hace años que no iba a estar pendiente del hombre con quien me involucrase. Tú sin compromiso y yo despreocupada… Parece que somos buen par de mentirosos —le sacudí el polvo de la camisa, provocando que tosiera— ¿Llegó a Mitras el asunto?
—Estando Zackly y Pixis al mando, claramente, queda enterrado. A pesar de todo, soportaste bien el miedo —admitió complacido—. Eres increíble, Hanji, posees una entereza capaz de inutilizar cualquier plan macabro de los Altos Mandos.
—Acabas de perder la oportunidad de convertirte en el comandante de la Legión. Manifestándote como lo hiciste, dudo que los mismos depositen el cargo en alguien tan peligrosamente contrario a sus intereses.
—Por supuesto, amenacé su omnipotencia lanzándoles a Zackly y a Pixis —dijo solemne y advertí lo mucho que había disfrutado ganarles el juego—. Es algo de lo que no me arrepiento. Ya sé que te desagrada la perspectiva de continuar errando las estrategias, ni yo lo apruebo…, te aseguro que el resto de veteranos tampoco —suspiró, conociendo su momentánea invalidez para cambiar el rumbo de las cosas—. Pero Keith Shadis aún vive, Hanji. No ambiciono un rango que fue ganado por mérito propio.
—Conseguirás engañar incluso a Mike, pero siquiera lo intentes conmigo… Sí que lo ambicionas.
—Sí —aceptó, grave y sin dejar de mirarme a los ojos—, pero no seré quien provoque la caída del comandante.
—Bien, después de todo, las decisiones te corresponden a ti —concedí, encogiéndome de hombros—. Yo sólo analizo, discuto y apoyo.
—Fui sincero al admitir mi ambición, igual voy a serlo respecto al motivo por el que me hallo aquí, escondiéndome como si fuera un criminal. No vine a discutir sobre política ni de cambios en el ejército —permaneció serio—, quería saber de ti. Siquiera te he podido preguntar cómo te sientes, aunque por ese médico hablador conocí de tu recuperación satisfactoria —quedó a medio camino de acariciarme la mejilla, prefiriendo llevar la mano bajo el mentón y observarme caviloso— ¿Nifa te dio el mensaje, supongo? ¿Conseguiste beneficiar a otras chicas?
—Eso te lo agradezco —le correspondí sonriendo—, llegó a tiempo de hacer un par de inserciones más… Sí, la mía incluida —lo miré de reojo y me sentí ruborizar; encubriéndonos o no, el anhelo producto de la separación era innegable—. Al principio sentí un dolor mínimo, luego me olvidé incluso que lo llevaba. No dio problemas estando en la celda. Me alegro de poder comprobar lo dicho por Nana.
—El médico de Mitras asegura que aún eres fértil. Si decides investigar lo positivo de tu invención, haré de titán voluntario —dada su habitual seriedad, lo atrevido de la propuesta me hizo abrir los ojos y alzarme los lentes, para observarlo incrédula. Sonrió ante mi expresión, dejando correr el dedo índice flexionado por mi mejilla—. Entenderás que no pienso gastar mis influencias con Zackly si el resultado es nulo.
—¿De qué hablas? Los titanes carecen de aparato reproductor —chisté siguiendo el juego, a la par que desviaba la mirada hacia la zona en cuestión, y luego volvía a enfrentarme al profundo azul de aquellos iris. Su presencia bastaba para que me sintiese feliz— ¿Uh, será que acabo de tropezarme un espécimen bien dotado?
—Pues ya que lo descubriste, investígalo —bajó la mirada, y fue su turno de ruborizarse; como si se hubiese percatado entonces de lo que implicaba todo cuanto había dicho…—. Hanji, desde que abandonamos la celda, estás obsesiva cuidando las apariencias, tanto o más, que con el tema de capturar titanes. Piensas erróneamente que disfruto invitando al peligro, cuando en verdad busco la manera de hacer convivir mi objetivo y mi vínculo contigo —al igual que yo, sentía la urgente necesidad de cerrar la brecha, recuperando los momentos perdidos y la confianza en el porvenir—. No debo, puedo, ni quiero tratarte de otra forma que no sea la que mereces, aunque los corruptos de los Altos Mandos nos impongan epítetos deshonrosos.
—Erwin Smith, voy a decir algo terrible…, pero es tiempo de seguir adelante —frunció el entrecejo, posiblemente esperando que le hablase de Moblit o a pesar de todo, insistiera en la ruptura—. Hallé un modo para que ambos logremos enfocarnos y darle paz a ese pequeño espíritu que nos aunó. Si esto me vuelve una egoísta, empero sana, que así sea —clavé la vista en el suelo, emitiendo un suspiro—. Cuando arribaron al cuartel, y enviaste a Nana para que me contase los pormenores… Ocurrió una cosa, por un comentario inocente de ella sobre Levi…
—¿Qué sucede con él? —aquel giro inesperado lo sorprendió.
—No con él, conmigo, Erwin —consideraba que aquello nos haría salir del hueco y en consecuencia, era primordial discutirlo—. Creo que mi mente perturbada trata de canalizar las emociones maternales —dije, rascándome nerviosa bajo el moño, al comienzo de la nuca—. No quiero malentendidos porque sabes lo mucho que gusta la tropa de hablar sobre lo que siquiera conoce —acentué mis palabras, indicándole que también lo referente a Moblit no era más que una estrategia, como tantas otras y seguí el punto—. Lo acogiste, y yo continué tus pasos. Debo estar loca…, pero ahora es todo cuanto nos queda para imaginarnos cómo hubiese sido…
—Hanji, si eso hace más llevadero el golpe, dejémoslo estar —suspiró abrumado, poniéndole fin a la situación—. Aunque conociendo a Levi, le resultará chocante vernos ocupándonos de él. Por otro lado, saber que tiene dos personas en quien confiar le será de ayuda cuando lo asciendan —hizo una pausa y sonrió malicioso, dispuesto a responderme con alguna repentina picardía—. Y no, nunca se me ha ocurrido poner en tela de juicio tu actitud hacia él, ¡cómo te gusta pensarme celoso! Mientras no se te ocurra cambiarle los calzones o darle el pecho, todo estará bien.
—¡¿Eh, cómo te pasa tal cosa por la…?! —apenas me vio cerrar el puño, atrapó ágil mi muñeca e intenté darle un manotazo, únicamente para instigarlo más— ¡Suéltame, barbudo pervertido!
—La última vez que jugaste así conmigo, lo dejamos en una simple nalgada —sonrió entre maligno y travieso; liberándome las muñecas. Llevó las manos a mi talle, jalándome contra él para deshacer el múltiple atado del equipo de la cintura hacia abajo, y liberarme de su carga. Sin que pudiese reclamarle me dobló presto sobre su cintura, igual que lo hiciera la ocasión anterior, propinándome un dueto de azotes en el trasero. El grueso de la tela se pegó a mi carne y la sentí arder, conforme nacía la meliflua humedad en mi entrepierna. Me incorporé aturdida…, la repentina urgencia, a modo de hambre voraz, había despertado en mi vientre conforme avivara el suyo. Colocando sus manos a la altura del talle, me alzó bruscamente y por instinto, mis piernas se asieron a su cintura. Sofocamos el clamor de las gargantas con par de besos precipitados, irrefrenables, casi torpes. Sentí mi espalda golpear la pared de troncos, el pinchazo en una de las vértebras provocó que gimiera de dolor y a la vez arqueara la espalda, mis senos lo embistieron dispuestos a su provecho. No tuve más remedio que rodearle los hombros con los brazos, mientras él sostenía en sus manos la redondez de mis glúteos—. Ah, te gusta verme primitivo ¿no, Hanji?
—Que sepas que para nada te queda bien —intenté fingir desencanto, pero lo cierto es que me vi en la obligación de cerrar los ojos… El roce de la barba incipiente, primero contra la mejilla y luego bajando al mentón hizo que tragara en seco. Gemí sin poder contenerme, hincándole las uñas en la parte posterior de la cabeza, mientras con la mano libre afirmaba la tela de su camisa dentro del puño. El escozor del vello facial era un poco molesto, empero, lo novedoso añadía un atractivo innegable a la sensación. Los latidos retumbaron, doblando su viveza como sementales en estampida y sentí la familiar necesidad de hacerme una con su pecho. A duras penas logré ponerle voz a los jadeos que intentaban ser palabras— ¡Erwiiiiinnnnn… Nana está de guardia…, y-y yo también!
Abandonó de inmediato el cuello, a donde había deslizado sus caricias, para callarme otra vez, rudamente. Un beso pronto, ansioso, de meses en espera, que mi boca recibió presta a recompensar en igual medida. Nada que dijese por lo alto sería tan elocuente como su lengua, que irrumpía usurpándome todo aliento, como si tuviese derecho a él. Adormecida por la breve sensación de asfixia que iba incrementándose, y la picante y dulce humedad de la saliva, bajé la guardia.
—¡Por Sina, permíteme al menos respirar! —fue una súplica, dejándome caer sobre su hombro, desmadejada. Mi fuerte resistencia se declaró rendida y perdí cualquier gana que tuviese de vencerle.
—Has respirado mucho sin mí —aseguró con un leve susurro a mi oído—, ¿no es justo que tome de vuelta el aliento que llevas quitándome hace años?
—También te he quitado la ropa y jamás reclamaste por eso —Prendí mis manos a las solapas de su camisa y se dejó atraer, ladeando la cabeza para intentar zafarme los botones con los dientes— ¿Qué haces? Te será muy complejo si no sueltas primero la correa —emití un jadeo leve, al percibir el roce de sus labios y la humedad de la saliva penetrar el tejido, mojando apenas la piel. Sentí mi carne erizarse al instante, ofreciéndome sin reservas a su boca. El impulso natural provocó que asiera sus caderas con las piernas aún más fuerte, incrustando mi vientre contra el suyo.
—¿Apostamos? Llevo dos botones y cuando te alce un poco, lograré soltar el resto —sonrió levemente—. Si hubiese zafado la correa, tu blusa al boquear me complicaría las cosas.
—Rayos, Erwin —el maldito lograba excitarme sólo de oírlo hablar. Odié tanto como adoré saberme a merced de su lengua, en muchos sentidos. Aturdida, lo halé contra la prenda ligeramente abierta y una tenue punzada me reveló que la marca de su ansiedad adornaría mi seno izquierdo por varios días. Contuve a duras penas el grito, y nada la fuerza de mis manos al abrirle de un tirón la camisa—… Detesto escucharme vulgar…, pero contigo no puedo aguantarme las ganas. Así de simple… Vaya fastidio.
—Eso me gusta de ti, Hanji. Cuando todo parece ir de cabeza, tú sigues tan dispuesta a levantar mi ánimo —alzó una ceja, y me miró con cierta picardía— ¿O entiéndase algo más?
—¡Cielos, Erwin! —siquiera pude replicar, tal como había dicho, levantó sin mucho esfuerzo mi cuerpo, emprendiéndola contra los botones que restaban. Mis clamores a esas alturas debían insultar los oídos de Nana. Ruborizándome al imaginarlo, protesté, recordando lo que ambos habíamos olvidado— ¡La guardia…!
—Acabo de dispensarte por unos minutos. Que me ahorquen si pasa el recorrido; como suponía, Mike y tu adorado tormento están a cargo de la ronda esta noche —recordar a Moblit y los rumores, pareció enardecerlo porque su rostro se perdió entre la blusa ya completamente desabotonada. Mis dedos se hundieron en los cabellos rubios, acercándolo más, si tal cosa era posible, consintiendo que mordiese posesivo la suave carne del seno—. Seré un buen chico para ti, no tu superior…, pero creo que tú lo prefieres, ¿no?
Entonces comprendí que si bien era un hombre riguroso e intransigente respecto a la normativa militar, también sería capaz de hacer añicos todas las reglas, al ver amenazados sus propósitos y estar bajo presión.
Nanaba seguía en su puesto, a unos escasos metros lejos de la caseta. Debía ser algo más allá de la medianoche cuando divisó en la oscuridad la silueta de un hombre. Se puso en guardia, rodeando con la mano el puño del equipo y se aprestó a presentar batalla. Estaba segura de que con Erwin visitándome a escondidas, la guardia nocturna sólo iba a poner fin a su ronda cuando él volviera para darles la señal.
A la escasa luz de los hachones, distribuidos a lo largo del muro, consiguió identificar de quién se trataba. No pudo evitar la sorpresa de verlo merodear a deshora y sin el consentimiento previo del capitán.
—¿No es demasiado temprano para el recorrido, Moblit? —le hizo notar ella, queriendo librarlo de una posible escena embarazosa— ¿Por qué dejaste a Mike, o más bien…, por qué Mike te permitió venir?
—Él mismo no supo qué hacer esta vez… Tenemos una situación… Es complicado —musitó, intentando no verse nervioso—. Debo hablar urgentemente con la líder de la escuadra.
—Sugiero que me lo digas a mí —Nanaba se puso a la defensiva, maldiciendo a Zacharius en su interior por tan desalmada treta. Sin dudas, provocar que Moblit escuchara o tuviera un atisbo de nuestro encuentro, podía calificarse de muy bajo—. A juzgar por tu cara no debe ser nada concerniente a las tareas del cuarto escuadrón.
—No… y sí. Es decir —carraspeó, intentando explicarse; cosa que le fue imposible—… Por Mitras, Nanaba-san ¡Es importante que vea a la líder ahora!
—Eres el sublíder, Moblit. Acostúmbrate a resolver los problemas cuando Hanji no esté disponible —respondió ella, categórica. La desesperación en el rostro del soldado motivó a que suavizara el tono, mostrándose un poco más afable—. Pero como tu nerviosismo dice que se te va de las manos el asunto, soy toda oídos. Si puedo ayudarte lo haré.
—Nanaba-san, es muy delicado… Encontré a —su zozobra pasó a exclamación, conforme oyera el repentino ajetreo y los subsiguientes gemidos—… ¡María, Rose y Sina! ¿Qué pasa en esa caseta?
—¡Maldita sea, Erwin! ¡Esta madera tiene astillas! —había chillado, al sentir que una se me clavaba en la espalda— ¡Aw, por Mitras! ¡OH, CIELOS! ¡CIELOS… Pensé que jamás volvería a sentirte…!
—No cierres los ojos, Hanji —el ímpetu de los embates provocó que resbalase un poco y sus manos cedieran algunos milímetros, lo que nos forzó a detener la cruzada—… Mírame y…, sostente bien.
Moblit quedó estático en el sitio, pálido como si una repentina enfermedad le hubiese atacado. El intento de ir hacia donde nos hallábamos, también lo abandonó al oír el intercambio, aunque Nanaba ya le había puesto el brazo delante, haciendo una barrera.
—No averigües lo que nunca quieras saber —le advirtió seria—. Déjalos que arreglen su mundo, esas dos mentes necesitan volver a encontrarse. Perturbadas, muy difícilmente nos conduzcan a la victoria.
—Comprendo —murmuró, clavando la mirada en la hierba a la par que tragaba en seco. Pronto se recompuso y alzó la cabeza—… ¡Nanaba-san! Usted es mujer…
—A estas alturas, nadie osa dudarlo —chistó mi compañera de guardia—. Por Mitras, acaba de soltar lo que sucede.
—Zacharius y yo encontramos a Nifa —le confió bajando más el tono—… bastante malparada.
—¿Qué significa "malparada"? —Nana se alarmó y observando a Moblit, esperaba que le revelara de una vez lo sucedido— ¿La ultrajaron, acaso...? ¡Oh, cielos!
—¡OH, CIELOS! —grité olvidando mis temores, ante la inefable sensación de perder el alma en vida— ¡SI! ¡Quiero morir!
—La hallamos sollozando, escondida en las duchas. Por el tono supe quién era; hizo una tontería imperdonable —como si estuviera hechizado, Moblit no podía quitar los ojos de la caseta—… Obramos cuidadosamente, aunque al principio se resistió a que la escoltáramos hasta su cuarto. Zacharius quedó fuera de los dormitorios femeninos, por si ocurría cualquier percance y vine a pedir ayuda.
—Pues ahora sí estamos arreglados —musitó Nana, alzando las palmas y dejándolas caer sobre los muslos en un gesto de impotencia—. No puedo moverme de aquí… ¡Tampoco voy a dejar que me sustituyas! —luego de una pausa, dio la orden al sublíder del cuarto escuadrón—. Escucha, Moblit Berner. Le dirás a Mike que no se mueva del lugar hasta que Hanji se presente. Ya se han quebrado muchas reglas esta noche, mejor que alguien haga lo correcto. Sigue tú con la jornada que corresponde, más fácil nos será justificar que terminaras la vuelta solo y reportar cualquier nimiedad como incidencia y motivo para que Mike se quedara dónde está, que exhibir ante la Legión lo que pasó con Nifa.
—Comprendido —haciendo el saludo formal, Moblit lanzó un último vistazo hacia la caseta, donde reinaba un inesperado silencio; retirándose después rumbo a la siguiente posta de guardia.
Nanaba esperó a que se perdiera de vista, para desahogar su enojo.
—¡Qué rayos! ¡¿En qué pensaba esa chiquilla?! —bufó, sacando las hojas del portador y tiró dos cortes al aire, para volverlas a guardar— ¡¿Es que no pudo escoger otro día…?! ¡Mike y yo jamás le dimos problemas a nadie! ¡Bien que le advertí a Hanji respecto a esa niña! ¡Por Sina!
—¿Uh, a qué se debe tanto jaleo, Nana? —me acerqué agitada e intentando malamente componerme el moño según andaba— ¿Oí mal o dijiste que yo metí la pata con hacer esto y te molestaste? ¡Pues hoy puede caerse el mundo y hasta un trozo de muralla, que nada conseguirá preocuparme!
—Bueno, quedaste viva, pero sorda como un tronco —farfulló, mirándome de pies a cabeza, y contuvo la sonrisa que deseaba escapársele—. Puedo aguantar que tú y Erwin echen abajo la caseta, si es por el bien de la humanidad… Ahora, los actos irresponsables de una chiquilla sobrepasan mi tolerancia. Si aún puedes caminar, te sugiero que sigas recto hasta el cuarto de tu subordinada.
—¿Qué le ocurrió a Nifa? —Pregunté, aún aturdida y algo fuera de mis cabales— Estoy comenzando a inquietarme.
—No sé los detalles, pero imagino cuál es la tontería a la que se refirió Moblit. Por Mitras, al menos arréglate el uniforme, porque —observándome de reojo, sonrió entre conspirativa y burlona— ese olor a sexo no te lo quitará ni la ducha, supongo… Aunque dudo que a tu subordinada le resulte indecoroso.
—¡¿Ehhhh, Moblit estuvo aquí?!—grité, llevando la mano a la frente. Me di a suspirar hondo y lamenté que fuese testigo, aunque de oídas, de aquel encuentro clandestino— ¡Atcha! ¡Cielos, Nana!
—Sí, me temo que oyó tus invocaciones al firmamento y no tiene remedio —volvió a mirarme seria, tratando de hacer que aterrizara— ¡Y al diablo tu sublíder, quien importa es Nifa! Te corresponde hablar con ella, Hanji —supe que muy en el fondo se preocupaba, sin embargo, mantenía esa imagen de madurez como un escudo perenne—. Igual es tu subalterna… y serás de más ayuda que yo. Por favor, cuando veas a Mike, dile que venga a la posta. Ese tipo de cosas lo alteran.
—De acuerdo —caminé dos pasos y me volví, deshaciendo lo andado para correr y darle un abrazo que casi la tumbó al suelo—… Nana… Te quiero. Eres mi mejor amiga.
—¿Todo eso por hacer de alcahueta? —sonrió, correspondiendo sin tocarme la espalda— Porque guardarte ésta…, creo que ahora debes tenerla muy estropeada, si escuché bien.
Me lo dijo en voz baja, provocando que riera y deshaciendo el abrazo, permití que continuara la guardia, mientras yo iba en dirección a las barracas. Ciertamente, la piel allí me ardía y comenzaba a escocer además, en las curvas de los senos, donde su escasa barba me dejara un rojo indicio de ferviente apetito. Supuse que también Erwin pasaba un mal rato debido al rastro que mis uñas imprimieron en sus hombros y el espinazo; por no contar el buen par de mordidas que le propinara y se vería obligado a esconder.
Absorta en mis pensamientos, siquiera me di cuenta de que había recorrido toda la vía que llevaba hasta el centro mismo del cuartel. Torcí a la derecha rumbo a los dormitorios de los soldados, concretamente hacia los femeninos. Conforme había dicho Nana, fuera de la pequeña construcción se hallaba Mike aguardando por mí. Saludó con un gruñido mi presencia; sin dudas, el asunto de Nifa era de aquellos que hubiese rehuido, de poder hacerlo.
—Ya sé, Mike. No tienes que detallarme nada —le sonreí, agitando la mano—. Lo que necesite saber, lo averiguaré sola. Vete con Nana, te espera junto al muro.
—Hanji… Que no te cieguen las apariencias —dijo en su tono profundo y bajo—. Cada uno de nosotros da buenos y malos pasos andando por la vida.
—Gracias, Mike —asentí, confiando en su excelente percepción—. No juzgaré hasta que la vea con mis propios ojos.
Caminé hacia la puerta que correspondía a la pieza donde se hallaba Nifa, ligeramente más confortable que las del resto de la soldadesca. Las dos chicas conque solía compartirla habían fallecido, por desgracia, en la última batida. Di unos toques suaves a la madera, buscando ser discreta.
—¡Nifa! ¿Quieres abrir la puerta? —intenté oírme lo más agradable posible, aunque la verdad era que me angustiaba lo que pudiese hallar dentro.
Escuché unos pasos lentos y breves, segundos más tarde vi la hoja entreabrirse y en la pobre claridad que manó del interior, pude contemplar a duras penas el rostro lacrimoso de mi subalterna y su figura encorvada. Retrocedió permitiéndome el acceso, para después regresar a la cama, donde se tendió hecha un ovillo.
—¿Por qué te encoges así, Nifa? —inquirí, sentándome a su lado, casi al filo del colchón e intenté apartarle los cabellos del rostro. El gesto sólo pareció motivarla a estallar en llanto— ¡Por Sina! ¿Estás presionando tu vientre? —observé que todo el tiempo estaba doblada sobre el mismo. No vestía del modo informal, ni tampoco reglamentario, puesto que había salido de las duchas. Llevaba un amplio camisón de hilo, bastante cómodo. Recorrí con la mirada el cuarto, hasta que vi lo que temía. Junto a una esquina de la pared, estaba parte del uniforme convertido en un amasijo, como si lo hubiese lanzado contra ella. El blanco níveo del pantalón mostraba claramente la historia— ¡Nifa! —el impulso natural me llevó a incorporarla, conforme la envolvía dentro del abrazo, resguardándola. Mis lágrimas acompañaron a las suyas, irremediablemente.
—Hange-san… C-creo que fui una estúpida —sollozó entre mis brazos—. U-usted tenía razón.
—¡¿Quién te hizo eso?! ¡Me compadezco de él, porque cuando lo atrape…! —sentí la ira correr por mis venas, encendiendo la sangre. Alzándome las gafas, la miré a los ojos, intentando ver allí la imagen del causante— ¡Juro que padecerá bajo mis manos tanto o más que si estuviese en la boca de un titán!
—N-no es n-necesario. F-fue mi c-culpa. —gimoteó asustada; creo que nunca me había visto así de furiosa.
—¡Eso dicen todas las víctimas del maltrato! —le solté, harta de que se manifestara como tantas otras que callaban sus males— ¡Por Mitras, Nifa, deja de proteger al desalmado! ¡Llamaré a un consejo militar y colgaremos a ese tipo, sea quien sea!
—¡NO! ¡Yo insistí! ¡Insistí e-en q-que sucediera! —parecía una pobre demente, los cabellos desordenados, los ojos enrojecidos y aquel desespero por encubrir al ingrato amante— ¡Lo juro! ¡Por favor, Hange-san! ¡G-guarde mi secreto! ¡G-guárdelo como yo c-conservo el suyo!
—¿Estás mintiéndome? —volví a mirarla a los ojos, únicamente para encontrar la certeza de su afirmación. Entonces recordé las palabras de Mike— Oh, Mitras, no… No estás mintiendo... Te diste a voluntad —rodeé sus hombros con mis brazos, depositando un beso en su frente— ¿Qué tontería hiciste, Nifa? ¿Cuántas veces te advertí sobre Levi? ¡Siquiera pude beneficiarte con un anillo!
—T-tomé las plantas. U-un r-riesgo, lo sé… ¡Pero lo deseaba tanto! Aunque nunca me devuelva el amor que le profeso —balbuceó temblorosa, mordiéndose el labio inferior— ¿Usted me comprende, verdad?
—Maldita sea, niña tonta… ¿Quieres volverte una sombra, justo igual que Moblit? —de súbito, me sentí horriblemente culpable—… Lo que hiciste no tiene remedio, sé que reprocharte va a empeorar tu ánimo, pero si tan sólo te dieras cuenta —suspiré al conocer de antemano lo que sucedería—… Levi aceptó tu urgencia, amparándose en su propia tensión. Difícilmente vuelvas a compartir su espacio, porque no hay nada que lo lleve a ti de regreso. Una vez superada la tirantez que sufre por causa de la nueva responsabilidad, intentará olvidarlo y te sentirás miserable —afirmé, convencida de que tal sería su destino—. Callaré tu dolor, pero nada me detendrá de soltarle al enano un par de cosas. Voy a examinarte, buscaré los instrumentos y si veo cualquier indicio de violencia, lo lamentaré mucho por la humanidad…, no pienso mostrarme piadosa.
—¡Hange-san, entienda! Conozco al respecto y- y sé que todo es normal. Únicamente lloraba por vergüenza, nunca me supe capaz de ser tan atrevida. Él no quiso mantenerme dentro de la habitación, minutos después me dijo que tenía que desaparecer de allí —se pasó la mano por la nariz, y la verdad que aquel término le hubiese venido bien; una mocosa. Una mocosa…, que maduraría a base de tropezones. Nana tenía en parte razón—… Pero, ¿qué tal si luego me querrá, por haberle dado tanto? ¡Quizás pudo ver que lo hice porque lo amo!
—¡Lo único que vio fue su propio egoísmo satisfecho! ¿Qué clase de bacteria te mordió el cerebro para no darte valor, Nifa? —tuve que inspirar y exhalar tres veces hasta restablecer mi paciencia. Me coloqué nuevamente las gafas, observándola con severidad a través de los cristales— Otra cosa, si hubo maltrato de su parte, lo daré a conocer y será imposible guardar tu secreto. Aunque Levi haya tenido consentimiento para el acto, eso no lo exime de cargos…, así Erwin trate de mostrarse a favor suyo.
—¿Qué pasa si aun usando el contraceptivo hay embarazo? —pareció acordarse de la enorme cantidad de riesgos que un concubinato acarreaba consigo.
—Ya investigaré las posibles consecuencias de tu precipitación…, y la vida se hará cargo de hacerte ver si fue un acierto o un error —intenté peinarle los cabellos con los dedos, apaciguándola—. Nadie escarmienta por cabeza ajena, eso lo sé muy bien… Preocúpate ahora por cómo reaccionará Abel si llega a enterarse. No todos poseen el buen tino de Moblit.
Abandoné la pieza con un sufrimiento parecido al de llevar pedazos de cristal incrustados en el corazón. El pecho me dolía, como si algo se hubiese roto dentro ¡Qué diferente la pérdida de su inocencia a lo que yo experimentara! Nifa, lejos de volverse una mujer florecida tras el acto de pasión, iba camino a tornarse una chica meditabunda y desconfiada para el amor, que dedicara su existencia completa a la humanidad.
—¡Uuch! —levanté la cabeza, sintiéndome topar con algo, pues anduve con la vista en el suelo todo el tiempo. Acababa de chocar con una columna y la mirada inquisitiva de Erwin, que se hallaba junto a ella— ¿Me pasé de la sala de investigaciones?
—¿Hanji? ¿No debías estar en la posta? —Frunció el ceño, al verme deambular errática— Por Mitras que no te comprendo ¿Quieres tentar a la suerte y echarlo todo por tierra —su expresión fue otra cuando notó mis ojos húmedos y suavizando el tono, cambió la pregunta—… o mejor, quieres decirme por qué buscas tu laboratorio?
—Necesito hablarte ¡Cielos, me va a estallar la cabeza! —mascullé, sacudiéndola, como si anhelara borrar los malos pensamientos y llevando la mano a la frente— ¿Puedes acompañarme?
Asintió, haciéndome retroceder y caminó muy formal a mi lado.
—Solo espero que tal cosa no genere más chismorreo —dijo, luego de pasar tres hojas de madera—. Mira, ¿ves la puerta de la sala de investigación? ¿Cómo pudiste seguir de largo y no darte cuenta? Pocas veces has estado tan aturdida, Hanji.
—Erwin Smith, no creo que te preocupen las murmuraciones, cuando te atreviste a rememorar esta noche tu fase de adolescente rebelde —le contesté molesta, cuando ambos entramos al laboratorio. Alzó una ceja, incapaz de contradecir lo dicho—. Y en cuanto al asunto del que deseaba comentarte —encendí las velas del escritorio y fui hacia la estantería de los objetos esterilizados, tomando lo que necesitaba—… Vine aquí precisamente a recoger unos instrumentos porque… Levi tomó la inocencia de Nifa.
—… —primero quedó sin habla, después su gesto se tornó sombrío— ¿Contra la voluntad de tu subalterna? ¿Justo cuando va a ser ascendido?
—Bueno, aquí tienes las piezas de tu ajedrez, Erwin —abandoné lo que estaba haciendo, para apoyarme con ambas manos en la mesa y dije, categórica—. Si hallo rastros de violencia, lo sacaré a la luz, así le quiten el grado antes de dárselo. De haber sido realmente un consenso y no descubro traumatismos, habrá que ocultarlo y ver si ocurrió la fertilización… Ahí se complicaría todo —suspiré y me mordí el labio, cavilando posibilidades—. Estoy dividida por causa de Nifa; quiero defender su integridad, porque no sería la primera ni la última que se culpara de algo que corresponde a dos, pero… A la larga o a la corta, reconozco que la Brigada sufriría bastante en el caso de que se castigara a Levi con la expulsión. El futuro cargo puede revocarse por indisciplina, también… Y ni hablemos de que los Altos Mandos quieren hervirnos a fuego lento y desaparecernos si les cae la oportunidad…
—Queda una porción bastante minúscula de veteranos y pronto deberemos ir por nuevos reclutas. Levi marcó una diferencia en la batalla, estarás de acuerdo. Cada vez somos menos y estamos más divididos, la Legión penderá de un hilo —arrugó el entrecejo y aunque no lo mostrara, supe que se hallaba muy alarmado—… Hanji, asegúrate de todas las formas posibles de que tu subalterna no fue víctima de un acto deshonroso. Una vez tengas la respuesta, tomaremos juntos una decisión.
