Juega la Dama

Hay una primera vez para todo; ahora, de una depende cuán positiva sea o no la experiencia. Tal era mi caso al verme rodeada por la nueva escuadra de féminas, impacientes y vivaces. Debía bajo todos los conceptos llevar a buen término aquella incursión, de ser posible, sin bajas que mancharan el desenvolvimiento de la tropa. Miré a siniestra, Nanaba lucía inmutable, segura de sí misma y dispuesta a cumplir su rol de sublíder; a mi diestra, Lynne muy concentrada, con la vista al frente. Volviéndome, observé la disposición de Nifa, Marlene y la joven trigueña, a las que seguían las gemelas. El resto de las adolescentes que se habían enrolado bastante recién, no más de tres, quedaron expulsadas antes de salir fuera de los muros al exponer su incompetencia para dominar el miedo. Keith Shadis no estaba dispuesto a mostrarse flexible, después de la visita del Alto Mando que había recibido. Aunque esté mal decirlo, preferí que así fuese, lo último que deseaba era meterme en apuros sin necesidad.

Los hombres de la Legión, si bien se organizaron con la rectitud propia de un ejército disciplinado, no conseguían velar del todo su reconcomio ante la ocurrencia de Keith Shadis. Erwin simplemente confiaba en mis habilidades, juzgando que un cambio de subalternos jamás iba a frustrar mis planes ni su estrategia; pero Mike observaba de soslayo a Nana, inquieto al saberse lejos de ella y arriesgándose a que Shadis lo avergonzara públicamente. De igual manera, Moblit hacía vivos esfuerzos por lucir una resignación que no sentía, obligado a cumplir las órdenes del veterano Klaus. Levi quedó atrás, cubriendo la misma posición que ocupara cuando salió con Farlan e Isabel, a la custodia de los suministros y bajo la guía de Moisés, joven prometedor que había resistido tres incursiones.

—¡Yahooo! Estamos a punto de vivir una experiencia única —di un par de brinquitos en la montura, encantada por la idea de contemplar nuevamente a los titanes—. Probaremos una combinación que jamás el comandante hubiese considerado, si las circunstancias no lo obligasen a ello —y suspiré, acongojada— ¡Owww, me da tanta pena malgastar esta oportunidad sólo para descubrir nuevos territorios!

—Ya será de agradecer que terminemos de cuerpo entero —chistó Nana, observando de reojo a la única de mis subordinados que nos acompañaba—, con Nifa volviendo el rostro hacia Levi, tantas o más veces que Mike, totalmente desconcentrada ¡Tal parece que borró de su cerebro la reprimenda de Shadis!

—Cuando los titanes se acerquen, el pelo de tazón pasará a cuarto plano, te lo aseguro. Nifa sabe lo que arriesgamos en cada expedición, es buena combatiente y distingue cuáles son las prioridades —sonreí confiada, porque la conocía de sobra—, pero no deja de ser humana…, como tú o yo, Nana. Tampoco pretendamos que olvide su idilio de un día para otro, luego de lo que sucedió.

—…¡Quiero esos equipos bien dispuestos! —Vociferó Keith Shadis— ¡Zacharius, haga el favor de ponerse junto a mí! ¡¿No habrá traído un espejo conque mirar atrás, por Sina?!

—Preguntaste una vez qué me fastidiaba de Mike. Bien, ahí lo tienes —masculló Nana, frunciendo el ceño—. ¿Por qué hace perder los estribos al comandante? Tal parece que no me haya capaz de valerme sola.

—Él reconoce tu competencia como soldado y ni te cuestiona las decisiones que tomas respecto a los demás miembros de tu escuadrón —a veces me parecía que se quejaba excesivamente de su buena estrella—, sería mucho pedirle que además se aguante las ganas de protegerte.

—¡Basta de chismorreo, hice una escuadra de luchadoras, no de parleras! —Shadis nos ojeó de mal talante, luego extrajo la espada y alzándola, se dio a exhortar al Cuerpo— ¡Todos atentos a la puerta! ¡Comienza la incursión!

Después de pasar mi convalecencia dentro de los muros, percibí otra vez el contraste entre libertad y encierro, cuando al cruzar el pórtico todo a mi alrededor se tornó vívida naturaleza. Recibí fascinada el verdor de los campos, la humedad tempranera había quitado el polvo de las hojas y todo parecía resplandecer. Cada cierto intervalo de tiempo, encontrábamos unos extraños montículos de roca sobresaliendo en la llanura o arbustos de caprichoso aspecto. Me fue imposible dominar un grito de pura emoción y libre albedrío, mientras cabalgaba a la diestra de Erwin, marcando una prudencial distancia.

—¡Líder de escuadrón Hange! ¿Quiere atraer a los titanes con semejantes alaridos? —rugió Shadis, apresurando más la marcha, de por sí precipitada. Una estela de humo rojo ascendió para disiparse en el viento. Al girar el rostro, pudimos ver que se había repetido sucesivamente desde las unidades del flanco derecho hasta la primera línea. Espoleó su caballo, a la par que desenfundaba la pistola, y los que íbamos en la vanguardia disparábamos nuestras señales— ¡¿Qué les digo?! ¡Todo iba bien, hasta que la oyeron bramar! ¡Los guías de las escuadras, sigan la dirección de las bengalas verdes! ¡Lo evadiremos!

—¿Uh? ¿Qué culpa tengo yo de…? —Rebatí, encogiéndome de hombros. Acto seguido pude contemplar al espécimen, que llegaba corriendo torpemente y temblé de gusto— ¡Oh, oh, oooooh, es una preciosura de siete metros!

—¡Hanji!—el tono imperioso de Erwin ponía de manifiesto su intranquilidad ante lo que pudiese hacer— ¡Desvía el curso!

—¡Nanaba, haz que Hange se mentalice! —gritó Lynne, temiendo que fuera a observar el monstruo de cerca.

—Eres peor que Mike —gruñó Nana, inclinándose un poco al costado para halarme las riendas y hacer que Tommy variara el rumbo—, te caerás del caballo si mantienes esa postura.

—Aww, Nana ¿es que no lo viste? —sin disminuir la velocidad conque íbamos cabalgando, retomé la dirección indicada por el comandante— ¡Parecía inteligente! ¡¿Por qué nadie aprecia esos detalles?

—Te recuerdo que la captura no es el objetivo, Hanji —negó, molesta—. Intentamos avanzar hacia los terrenos del oeste y poner una base.

—¡Dos de cinco y siete! ¡Giro nuevamente a la izquierda, sigan la bengala! —el tono de Shadis indicaba confianza en la formación que antes implantara Erwin.

—A este paso, vamos a terminar vomitando —Saberme reducida a observar los ejemplares de lejos me mortificaba y resoplé. Tommy pareció entender que le daba una orden, aumentando aún más la celeridad de su galope— ¿Por qué vienen todos los titanes por la derecha?

—No tengo idea, y ni se te ocurra preguntarle al próximo que veamos.

—¡Oye, podría intentarlo si fuera un excéntrico! —reí divertida, imaginando la escena y la expresión del comandante si me viese inquiriendo al titán "¡Hola! ¿Serías tan amable de explicarme por qué salen del mismo sitio? ¿No? ¡Qué pena!"—. Era una broma, Nana. Deja de poner esa cara.

—Contigo nunca se sabe —musitó, espoleando su cabalgadura para conseguir alcanzarme—.

Las maniobras de rodeo surtieron efecto, cruzamos sin mayores novedades la planicie y de los escasos arbustos pasamos a una zona de bosquecillo. El comandante vociferó que nos mantuviésemos alerta, debido a la gran posibilidad de toparnos con algún que otro espécimen escondido.

—¡Alerta! —la voz fue de Mike, que a todas luces acababa de husmear uno.

Tanto Shadis como Erwin tuvieron un sobresalto. A duras penas les alcanzó el tiempo para disparar las señales. El ejemplar, de unos diez metros, había saltado a relativa distancia de la primera línea y nos atacaba de frente.

—¡Distracción del objetivo! ¡Equipos de ataque, listos para subir! —las órdenes de nuestro superior fueron inmediatas y precisas— ¡Indiquen con las bengalas al resto de las escuadras que se dividan, para encontrarnos adelante!

Consecutivamente, abandonamos los caballos para movernos usando los garfios. Tanto Erwin como Mike y los subalternos de la primera escuadra, hubieron de proceder cautelosos, esquivando los movimientos erráticos del titán, que igual a otros de su especie manoteaba sin parar, intentando capturarlos. Empeoró la situación el hecho de que se sumaran otros dos semejantes al primero.

—¡Yahoooo! ¡Déjanos el flanco derecho a nosotras, Erwin! —le pedí a gritos. Lo escuché aceptar de inmediato y ordenarle a Moisés que junto a su escuadra, se ocupase del espécimen a siniestra. Moviéndome de árbol en árbol y sin detenerme, fraccioné rápidamente a mi pequeña tropa— ¡Nifa y yo le mutilaremos las extremidades superiores! —apenas mencioné su nombre, ya estaba a mi lado, balanceándose con su equipo— ¡Háganlo como lo planeamos, chicas!

—¡Ustedes dos, conmigo! —Indicó Nanaba a las gemelas, que la siguieron prontamente— ¡Vamos a trozarle los músculos de las corvas! ¡Marlene, Lynne, muéstrenle a su compañera la técnica para esquivar los pies e ir directo a cortar sus pantorrillas!

—¡Entendido! —respondieron las dos jefas de grupo al unísono, disponiéndose a ejecutar la orden.

Nuestra mayor preocupación era que los tres ejemplares se hallaban demasiado cerca uno de otro y corríamos el riesgo de liarnos con los cables del equipo. Se requería de una pericia extraordinaria para evadir tanto los sacudidas del titán, como a los compañeros de la Legión.

—"Concéntrate, Hange. Bien puedes cortar a Erwin o a Mike, si te zarandeas con torpeza —analicé, mientras determinaba a ojo el punto ideal para trozarle un brazo al espécimen, sin que me arrojase antes al suelo o terminase proyectándome contra ellos—. Ambos se mueven ahora en un ángulo bastante cerrado y Nifa, buscando amputarle la extremidad, lo ha entretenido… ¡Es mi turno!"

Conseguí asir los garfios en la zona de la paleta y al saltar a su espalda, vi caer sobre mí la enorme palma; sin dudas el titán buscaba zafarse los cables pero su mano quedó corta y le fue imposible llegar al sitio. Aproveché para balancearme, privándolo de cuatro dedos con un solo tajazo y ulteriormente, del puño completo. Noté que a Nifa le había costado más trabajo su parte, viéndose obligada a moverse como un péndulo y logrando sortear así la otra mano. Creí por un instante que sus cables quedarían embrollados en la muñeca del espécimen, pero dando un giro pudo escapar a tiempo y luego de ofrecerle tres incisiones, la extremidad cayó inerte sobre la tierra.

—¡Magnífico! —exclamé complacida. Observé de soslayo que Levi, hecho un torbellino con sus hojas, daba el toque final a su titán y Mike se adelantaba a Erwin para cortar limpiamente la nuca del que se hallaba próximo a nosotras. Justo entonces, Marlene, Lynne y la joven trigueña culminaban su obra en las pantorrillas, escindiendo los músculos que le permitían al monstruo su andar errático; maniobra conjunta a la de Nana y las gemelas, que se habían encargado de tasajearle las corvas. Se derrumbó y al quedar de rodillas, me fue más fácil privarlo de su nuca.

—¿Todo bien? —preguntó Mike, su capitán sólo nos inquiría con la mirada y suspiró al percibir que nada lamentable había sucedido.

—¡Somos la élite de la élite, no cabe duda! —le respondí, alegre y me acerqué a Nifa, para susurrarle— Alguien está aprendiendo unos giros muy interesantes, ¿eh?… Pero ten más cuidado, quiero volver sin bajas.

Hizo un gesto afirmativo y después de cerciorarme que todo estaba en regla, chiflamos a los caballos, que no tardaron en regresar.

Los escuadrones laterales habían podido apartarse y dividirse, gracias a la estratagema de la vanguardia. Teníamos que darles alcance, uniéndonos otra vez a la partida y organizando la formación bajo el mando del comandante, que había seguido, conduciendo a los demás. Erwin dictó los puestos a ocupar hasta que llegásemos donde los otros y partimos al instante.

—Bendita suerte la nuestra, que no aparecieron más cuando luchábamos contra estos —musitó Nana, observando alrededor con desconfianza a la par que galopaba—. Lo cual es un poco extraño.

—En materia de titanes debemos esperar lo inesperado —aseguró Erwin, dando la consiguiente orden—. Cabalguemos a desboque, pero abran bien los ojos. El procedimiento continúa siendo el mismo que si fuéramos con la unidad completa ¿Mantienen las pistolas consigo?

—Perdí la mía cuando el monstruo me propinó un manotazo —dijo Moisés avergonzado—. Cayó bastante lejos y no pude recuperarla, nadie en su sano juicio iría a buscarla si está a punto de segarle una pierna al energúmeno.

—¡Levi! Entrégale la tuya —le indicó Erwin, observándolo por encima del hombro durante un segundo e inmediatamente volvió su atención adelante—. Vamos en la trayectoria correcta, pero no veo ni vestigio de humo. Significa que, o se adelantaron demasiado hasta salir del bosque o…

—Pensemos que se trata de eso, no vamos a conjurar la mala fortuna —la mayoría de nosotros sabíamos cuán supersticiosa era Marlene, al punto de que a veces la molestábamos conque debía pertenecer al Culto de las Murallas.

—¡Mierda! ¡La espesura termina, pero echa un vistazo más adelante! —Gruñó Mike, señalando con el brazo a Erwin algo más allá de la línea de árboles—. Parece que no se quitaron la pelea de encima.

Al abandonar la floresta, se abría un pequeño valle rodeado por colinas. El capitán hizo detener su caballo por unos segundos, los demás le seguimos, intentando conservar la formación. Varios cadáveres yacían desparramados por el terreno. Hicimos silencio e inconscientemente busqué a los míos entre aquellos trozos humanos. Pedí a los cielos que se hallaran bien, por lo pronto casi todos los restos correspondían a soldados de otros escuadrones, menos conocidos. Igual, era de lamentarse la pérdida.

—¡Huelo la pólvora! —Mike olisqueó el aire, seguro de lo que había percibido— ¡Tras esa elevación!

—Sí, son apenas hilos verdes perdiéndose en el viento —Erwin detuvo a Zacharius con un gesto, al vislumbrar que amartillaba la pistola— No gastemos bengalas señalizando, no creo que la noten ¡Cabalgaremos a galope tendido hasta el pie de las colinas! ¡Sin descuidarnos o vamos a terminar acompañando a los que cayeron! ¡En marcha! —y amé aquel ímpetu, así como su majestuosa figura sobre el alazán, que tras el espoleo se alzó en dos patas, mientras él alzaba su espada a los cielos— ¡Que la humanidad avance!

Fustigamos a una los corceles, buscando atravesar el valle. No tardaron en aparecer los posibles causantes de aquellas muertes horrorosas, aproximándose con su característico andar. Pronto distinguí, de sólo echarles un vistazo, que los ejemplares de tres y cinco metros no eran el problema; sino uno de siete que se nos encimó saltando a manera de cuadrúpedo y parecía interesado en mí.

—¡Somos pocos, mas no alertaremos al comandante! —Decidió Erwin de inmediato— ¡Confíen, soldados en que llegaremos a esas colinas sin necesidad de ayuda! ¡Olviden las bengalas rojas, usen únicamente las verdes para orientarse! —acto seguido, lanzó una en dirección oeste. Comenzaba la maniobra evasiva.

Logramos conservar la unidad hasta el centro de la llanura, cambiando de rumbo cada vez que los teníamos cerca. No obstante, un espécimen de cinco metros se adelantó a zancadas, extendiendo su mano hacia Nifa. Ésta pudo esquivarlo a tiempo, aunque vi difícil que pudiera quitárselo de encima.

—¡Nifa! ¡Usa el equipo, no te molestes en huir porque será imposible! —le ordené, dirigiéndome posteriormente al capitán y demás subalternas— ¡Sigue con la tropa, Erwin! ¡Deja que nos encarguemos! ¡Lynne, ocupa mi lugar y continúa con las novatas! ¡Nana y Marlene, conmigo!

Dimos un giro brusco, enfrentándonos al peligro. Ya mi subalterna se ocupaba de ascender por la espalda del titán, a riesgo de que uno de tres que venía detrás la tirara de un manotazo.

—¡Encárgate de los de tres, Nana! —le señalé los que pretendían tumbar a Nifa— ¡Marlene, ocúpate del de cinco! Y yo —el resplandor del astro rey me dio de lleno en las gafas—… Voy a jugar un poco.

El rostro del espécimen poseía ciertos rasgos femeninos que me resultaron vagamente familiares, pero no alcancé a relacionarlo con algo específico. Solo percibí el reflejo de antipatía en sus ojos.

—¡Oye, lo que sea, podemos conversarlo! —le dije irónica, preparando las hojas— ¿Por qué me persigues?

Emitió un gruñido bastante desagradable y abriendo la mano, barrió el suelo con ella, tratando de atraparme. Al no tener dónde asirme, tuve que disparar los garfios hacia el sitio donde se hallarían sus riñones, de poseerlos. Allí me las ingenié para mantener el equilibrio lo más posible, mientras la excéntrica se volvía intentando atraparme.

—Ya veo, debo ser tan molesta como un mosquito —estaba disfrutando su enfado, al verse impotente de echarme abajo— ¿Por qué me odias? ¿Acaso te gusta Erwin? ¡Calma, te entiendo!

No esperaba que de improviso, comenzara a dar vueltas como un perro que trata de morder su cola. Me vi girando a una velocidad que provocaba náuseas y antes de que cerebro y estómago se resintieran, solté los ganchos, para salir disparada contra un frondoso arbusto. Las ramas arañaron mi rostro y dejaron maltrecha la capa, obligándome a abandonarla; pero a la vez amortiguaron el golpe. Tuve los segundos exactos para escabullirme de aquella mole que saltaba con intención de aplastarme.

—Pues qué mal, acabas de hundir ese pobre árbol —le dije, y simultáneamente encajé los garfios en medio del espinazo—. Hablando, las mujeres arreglamos las cosas. Ojalá pudiera llevarte a la ciudad para echarte un vistazo con más calma ¡Oye! ¿Qué haces?

Tornó a dar brincos y entonces me vi rebotando a su espalda. Sirviéndome de uno de sus saltos, retiré y prendí nuevamente los garfios, consiguiendo estar cerca de su nuca. Era lo más parecido a montar un caballo salvaje, estarse allí, en lucha incesante por conservar una estabilidad que me permitiera dar el golpe final. Irritada, la excéntrica me llevó adelante consigo un buen trecho, para luego de un rodeo, volver junto a los otros.

—¡Hanji, acaba de cortarle la nuca! —me gritó Nana, que recién había ultimado sus titanes— ¡No estás en una carrera de apuestas!

—¡Yahoooooo! ¡Esto es genial! —reí divertida, poniendo los pies firmes contra la espalda del espécimen y le hablé— Ahora…, tengo que ir con los míos. Esos que probablemente tú ibas a engullir —la sola mención del hecho me hizo recordar los cuerpos desmembrados y sin dudarlo, mutilé su nuca—. Gracias, fue una buena cabalgata.

La titán cayó exánime y esperé a que estuviese en posición horizontal para liberar los ganchos, saltando a tierra. Justo a tiempo para ver cómo se deshacía Marlene de su oponente con un corte magistral e ir en ayuda de Nifa, que todavía no lograba privar del cogote al suyo, carente de brazos.

—¡No, Marlene! ¡Lo haré sola, puedo vencerlo! —demandó mi subordinada, y reconocí en su acción esa necesidad de saberse capaz de lidiar con sus propios demonios.

Hice un gesto a la líder de grupo para que se apartara y le dejase proceder. Tuve una sorpresa… Nifa rodeó los pies del titán con el cable, provocando que se fuera de bruces contra el piso, la nube de polvo nos cubrió y al disiparse, observamos que le había rebanado limpiamente la nuca. Percibí su expresión satisfecha y no intercambiamos palabras; había que unirse a los demás lo antes posible. Al oír el silbido, los caballos pronto estuvieron de vuelta.

—La brigada ya ganó el pie de las colinas, deben bordearlas para llegar donde el comandante —subí a la montura de un brinco y piqué espuelas—. Si nos apresuramos, la distancia entre nosotros será mínima cuando rodeemos las elevaciones ¡Nifa, te quiero a siniestra, avanzando a mi paso!

—¿Habrán más titanes sueltos por el valle? —Inquirió Marlene, que iba tras de mí, atenta a los flancos— Ojalá se hayan agotado, como el té en la tienda de la Legión.

—Igual, no vamos a descuidarnos —advertí, tornando el rostro hacia Nifa—. Ya me di cuenta de que supiste fijar otros movimientos del enano... Bien hecho.

—Lástima que alguien se perdiera tu inusual cabalgata, Hanji —me lanzó Nanaba, que seguía a mi subalterna—. Debo reconocer que fue increíble.

—No creo que le hubiese gustado, Nana. Lo noto muy tenso —había aprendido a leer su ánimo de solo mirarlo, a la sazón creí prudente advertirles—. Y ustedes tres, nada de comentarios o tendré a Moblit pegado a mí como las babosas a las murallas.

Alcanzamos las colinas prácticamente con la caída de la tarde, y demoramos un poco más de lo previsto al circundarlas. El corcel de Nana había perdido algunos clavos de una herradura. Cuando bordeamos los montículos, no muy lejos podía observarse el espectáculo de los enormes cuerpos desintegrándose. Al acercarnos, los trozos humanos próximos a estos era impresionante, como lo fue contemplar el último giro de Levi, dando la estocada final a una mole de diez metros. La tropa había conseguido aunarse otra vez bajo el mando de Keith Shadis.

—¿Moblit? ¿Abel? ¿Keiji? ¡¿Dónde están?! —vociferé mirando alrededor y detuve mi cabalgadura junto a la de Mike. A éste no le hizo ninguna gracia que clamase junto a su oído, refunfuñando molesto… pero calló al ver que le traía sana y salva a su Nana.

—Todos sobrevivieron, Hanji —gruñó Mike, y emití un suspiro al verlos acercarse— ¿No confías en ellos?

—¡Líder de escuadrón! ¿Está herida? —por supuesto, el primero en correr a mi encuentro fue mi sublíder— ¿Necesita de algún auxilio?

—Sólo perdió sus neuronas, Moblit —chistó Nana, colocándose al otro lado de Mike

—Tsk, ¿acaso las tenía? —el cuatro pulgadas no se cortó de meter la cuchareta, sonriendo torvamente—.

El propio Keith Shadis me recibió haciendo gala de su oscuro sentido del humor. Lo seguía el capitán, inmutable y serio, quien sólo después de mirarme y cerciorarse de mi buena condición, se dio a suavizar el ceño.

—¿Lo ves, Erwin? ¡Crear una escuadra exclusiva de mujeres ha sido la idea del año! —el comandante se felicitó a sí mismo por su agudeza— ¡Así como se unen para despotricar contra nosotros, igual se apoyan en el combate! —el aludido quiso responder algo, pero lo cortó— No lo digas, ya sé que soy un genio ¿Qué diablos está murmurando por lo bajo, Zacharius?

Éste únicamente le devolvió un "humph" malhumorado.

—Haremos la base en aquel castillo ruinoso, es viejo pero resistente. Si rellenamos la juntura entre las piedras, soportará mejor las variaciones del clima —el comandante señaló una fortaleza, a poca distancia de nuestra ubicación—. Deberíamos construir una empalizada…

—Supongo que eso no detendrá como tal a los titanes —dijo Klaus, el líder bajo el mando del cual había terminado Moblit—, pero al menos garantizaría que la construcción se mantuviese en pie.

—Lograr que conservemos una base ya sería un resultado notable —Keith Shadis sonrió torvamente—, máxime si hay interés del gobierno por el territorio.

Concluimos la marcha sin mayores inconvenientes que dos jamelgos con las patas quebradas. Al llegar a la fortificación, nos dimos a la tarea de volverla habitable y por supuesto, fue Levi el primer voluntario para higienizar el recinto. Se construyó un muro alrededor, tal como había previsto el comandante, rememorando en cierta forma a las murallas. Contrario a lo que pensábamos, no sufrimos ataque alguno durante los escasos días que nos refugiamos allí. Si bien aquello no era una garantía de que hubiésemos limpiado completamente de titanes el área, por lo menos alzó un poco la moral de la soldadesca.

El viaje de retorno fue de igual modo inusualmente calmo y aunque permanecimos alerta, como de costumbre, no avistamos ningún espécimen mientras cruzábamos el valle. Daba la sensación de que hubiesen desaparecido por completo, lo cual era un imposible, pero no dejaba de sentirse raro. Podía considerarse que la humanidad había dado un paso adelante, a pesar de que llevábamos sobre nuestras almas el peso de las bajas, de las que siquiera conseguimos recuperar los cadáveres intactos.

Debido a las pérdidas, Keith Shadis reorganizó los grupos antes de partir y tuve junto a mi posición al enano, quedando Nana y Lynne detrás. Habíamos dejado a nuestras espaldas la llanura y comenzábamos a adentrarnos en el bosque, pero el hecho de no saliese a nuestro encuentro ejemplar alguno, hizo que me impacientara.

—¡Leviiii!—le grité, alzándome un poco, mientras llevaba la mano sobre las gafas, intentando aminorar el reflejo del sol— ¿No ves ninguna clase de titán asomando entre los árboles?

—Oe, oe, cerebro podrido, si continúas saltando así en la montura —dijo, mirándome de reojo— esa maraña que tienes por moño se enredará entre las ramas — volvió su atención adelante, chasqueando la lengua, molesto—…, y no vamos a recogerte si te quedas colgando de un tallo.

—¡Es que desde que salimos de la base, no hemos divisado ni un excéntrico que pueda observar! ¡Aunque sea de lejos! —me lamenté— ¿Dónde se han metido?

—Puede que ya te conozcan y prefieran esconderse. Yo haría lo mismo.

—¡Awww, me siento frustrada! ¡No puedo creer que regrese sin examinar a otra belleza de comportamiento anormal! ¡Si tan sólo hubieses visto la que nos topamos en el valle! ¡Tuve una conversación muy amena con ella! Bueno…, al menos de mi parte.

—Cuatro ojos, mira que te gusta la charla —masculló, elevando los ojos al cielo—. Deberías atender hacia adelante, si aparece uno quizás te coma la lengua.

—Es imposible, ¿sabes? —Aclaré, muy entendida— Ellos te meten por completo dentro de la boca y muerden; todavía no he hallado el que se moleste desmembrándote en muchas partes, como un rompecabezas.

—Tsk… Siempre tienes una respuesta a mano, ¿eh? —musitó, visiblemente molesto.

—¡Aaah! Se llama ingenio —le sonreí, ajustándome un poco las gafas—. Y sí, tengo respuesta para muchas cosas, menos para lo que realmente importa… La verdadera naturaleza de los titanes.

Así era, por desgracia, el sólo pensarlo me hacía sentir consternada.

—Si vas a ponerte a llorar, me adelanto —fingió espolear su caballo, pero se mantuvo a mi paso—. Respóndeme, sabelotodo ¿Qué rayos vio Erwin en ti?

—¿Eh, a qué te refieres? Soy muy competente, lo mismo puedo sobrevivir a una incursión, que hacer un arma o desentrañar los misterios de la ciencia —me encogí de hombros, sonriendo y le devolví mordaz—. Qué curioso, eso mismo le pregunté a Nifa, y sus motivos de por qué decidió concederte los honores aún no me convencen.

—"¿Concederme los honores?" Tch, fui yo quien le hizo un favor —repuso, chasqueando la lengua. Calló por un momento cuando el comandante ordenaba precipitar la marcha, pero no se contuvo la malicia—… Cuatro ojos, ¿estás cuestionando mis encantos?

—Debe ser que no los veo —me alcé por un segundo las gafas e incliné el rostro hacia él— Uhm, no… Por más que lo intento… A lo mejor es porque vamos al galope —volví a colocarlas e intenté hacerle comprender— ¿O será que tus modales para con las mujeres opacan todo lo demás?

—¡Tú! ¡Agradece que Erwin…! —Notando que el capitán volvía ligeramente la cabeza, se contuvo— Aguarda, lo has dicho… Hay un "todo lo demás" —chistó, sonriendo complacido—. Reconoces que tengo una personalidad fascinante.

—Admito que posees más virtudes que defectos. Sin embargo, vas a ser promovido en algún momento y reclutas de ambos sexos estarán bajo tu mando —según avanzábamos, los árboles iban disminuyendo su número; señal inequívoca de que terminaba la floresta—. Es mejor que comiences a pensar en que situaciones como la de Nifa pueden repetirse y no podrás librarte de todas con sólo imponer tu desagradable carácter —el sol, que hasta entonces nos acompañara, se veía cubierto por nubes oscuras y un aire de lluvia nos azotó apenas salimos al campo. La muralla se vislumbraba a lo lejos, imponente—... Y prefiero decírtelo yo a que sea Erwin quien te llame a contar.

—¡Desgraciada! ¡Mantén la distancia conmigo si no quieres que te mate! —un brillo peligroso relampagueó en sus pupilas y abandonando las riendas, cerró la mano diestra sobre la empuñadura del equipo. Conjuntamente a su acto, el cielo acabó por encapotarse del todo y los primeros goterones se hicieron sentir—.

—Oh, oh, oh —traté de mitigar su furia, indicándole el punto— ¡Justo a lo que me refería! ¡Cálmate, hombre!

Levi no pareció siquiera dedicarle una neurona a la reflexión, embistiéndome con el caballo. Gracias a sus admirables reflejos y la guía de mis manos, Tommy evadió semejante acometida, si bien la tierra comenzaba a mojarse con el repentino aguacero. Trastabillando, se dio a correr hacia adelante sin freno que lo aguantara y esparciendo barro.

—¡Ustedes dos! ¿Es que no pueden contener los impulsos cada vez que regresamos? —Vociferó el comandante, advirtiendo que la historia se repetía— ¡Ven la muralla y empiezan a pelearse! —Ambos corceles se le aproximaron, uno tras el otro, y siguieron de largo, embadurnándole su atuendo al pasar— ¡¿Eh?! ¡Me han cubierto de lodo! ¡Erwin!

—¡Hanji, Levi! —por más que éste llamara, nos fue imposible detener a las bestias. Devolviendo la mirada a su comandante, requirió— ¿Qué castigo dispongo para ellos esta vez?

—¡Bah! ¡Meterlos a la celda no los hizo escarmentar! Ya se me ocurrirá —observó irritado su aspecto y el del capitán—… Los pueblerinos tendrán razón al decir que estamos hundidos en el fango hasta el cuello, Erwin.

—Oh, cierto —podía estar lleno de lodo, pero su firme actitud nada la ensuciaría—. Es barro y no sangre, al menos.

A todas esas, la estampida no concluyó hasta llegar muy cerca de la muralla. El grupo nos alcanzó minutos después.

—¡Maldita cuatro ojos! —la ira por la suciedad que lo cubría se sumó a todo lo anterior— ¡No te metas en mi vida! ¡Quieres volverla un asco, igual que mi uniforme! Tch, apuesto a que nunca has lavado tu ropa…

—¡Lo siento, lo siento! —recogí las riendas e hice un gesto fingido, como si estuviese pidiéndole misericordia— Y adivinaste, ya tengo quien lo haga por mí. Estoy siempre ¡tan ocupada! —sonreí maliciosa— ¡Y nunca voy a tocar el detergente!

—¡Soldado Levi! ¿Repetirán esta escena cada vez que vayamos a cruzar el muro? ¡Le informo que no habrá prisión, sino una recogida de estiércol en las caballerizas! —al comandante pareció satisfacerle la expresión de repugnancia conque le respondiera el cuatro pulgadas— ¡Líder de escuadrón Hange! ¡Ya que su compañero lo menciona, lavará públicamente las prendas inferiores de los tres que sufrimos sus locuras! ¡Tornen a la formación!

—¿Lo hiciste a exprofeso para ganar tu apuesta? ¡Eres imposible! —me susurró Nana, mirándome de reojo— Podían haberte castigado de una forma peor, ¿cómo supiste…?

—Es lógico, aquello en lo que más insistas que te molesta, es lo que te pondrán a hacer —le respondí por lo bajo, encogiéndome de hombros—. Y el comandante sabe de buena tinta qué cosa odia cada soldado.

Presencié cómo se alzaba la puerta con la sensación de que había una seriedad en el rostro de Erwin, más allá de su habitual enojo por la desobediencia. Eludió cruzar la vista conmigo y acompañando a Shadis, avanzaron entre aquellos del pueblo que se dignaron a recibirnos bajo la lluvia. Bueno, "recibirnos" quizás no era la palabra más adecuada. Mi preocupación a causa de la tirantez del capitán, me volvió sorda y ciega a sus actitudes. Esperé sumida en mis pensamientos a que Shadis lidiara con algunos moradores, que lo acusaban de farsante, sin tener idea de por qué lo hacían. Sin embargo, comprendí algo de inmediato; lo poco avanzado no les importó. Quizás porque ya se había vuelto una costumbre injuriar a los sobrevivientes de la Legión.

Odiaba que la única muestra de reconocimiento nos la otorgaran los nobles, cuando Keith Shadis les presentó el informe y la solicitud para el ascenso de Levi. Al menos la supervivencia del Cuerpo se garantizó, "siempre y cuando fuera de utilidad para transportar algunos de los recursos existentes en esas tierras"; así como el enano fue nombrado sargento. La ceremonia fue breve, apresurada y carente de grandes lauros.

—¿Cómo aceptaron tan rápido su nombramiento esas babosas de los Altos Mandos? —inquirí asombrada al comandante Shadis, que luego del discurso presentando a Levi, permanecía hosco y aparte del grupo— Estaba segura de que iban a darle sus largas.

—Los nobles son así, procúrales un sitio para explotar las riquezas, alguien que se juegue la cabeza por ellos, y considerarán que un cargo militar es una remuneración barata y justa —respondió por lo bajo, sombrío. A diferencia de otras ocasiones, siquiera se molestó en mirarme—. Sólo tienen que redactar un papel dejando constancia de por qué y bajo cuales situaciones se autorizó.

Volví el rostro buscando a Erwin, y aunque me observara de soslayo, hizo como que su interés era únicamente para lo que sucedía en la plazoleta. El cuatro pulgadas siendo felicitado por los miembros del Cuerpo y él que correspondía refunfuñando, a la vez que intentaba marcharse de allí cuanto antes.

—"¿Erwin? ¿Por qué estás molesto conmigo? —pestañeé confundida, sin lograr entender aún mi falla— ¿Todo por esa tonta carrera?"

Esa misma noche, luego del pequeño ceremonial, se presentó en mi laboratorio, cuando las chicas y yo estábamos compartiendo. Pocas veces titubeaba, pero al ver a las mujeres no supo qué hacer excepto quedar extático, luego de cruzar el umbral y ruborizarse. Llevaba tres pantalones colgados del brazo. Antes de que pudiera sentirse peor, fui a su encuentro y los tomé de inmediato. Nanaba miró a las demás y les hizo un gesto para que abandonaran con urgencia el sitio. Las gemelas que apostaron conmigo, habían abierto los ojos y nos ojearon atónitas al pasar. Quedamos solos, rodeados únicamente de un mutismo sepulcral; de pronto sentí miedo.

Sus labios apenas se abrieron para susurrarme.

—Hanji… No vuelvas a hacerlo —por la forma en que me observó, deduje que iba muy en serio—. Estás dentro de la Legión para servir a la humanidad con tu extraordinario intelecto, no como doméstica ¿Y te rebajas por un juego? —frunció el ceño, visiblemente molesto—. Esas amigas tuyas hablan más de la cuenta; por supuesto, las escuché comentarlo. Hanji… Otro desacato parecido y todo se acabará —percibí el dolor en sus ojos al decirlo, pero su voz fue tajante—. Si hubiese deseado una mujer que lavara mi ropa, desde hace mucho tiempo…

—¡N-no lo digas, Erwin! —arrojé las prendas al diván junto a mi natural orgullo y rodeándole el torso con los brazos, contuve las lágrimas, mordiéndome los labios. Seguía mirándome rígido, impasible, como si cuestionara la veracidad de mi arrepentimiento. Finalmente, lo escuché suspirar; sus dedos tantearon vacilantes el moño, para después asirlo firme y levantarme el rostro sin violencia. Odiaba que esa imagen tan quebradiza de mí se reflejara en sus ojos.

—Puedo aceptar tus juegos, pero éste me resultó humillante —aseveró sin apartar la mirada. Supe que lo había herido seriamente y me creí morir—. Te repito, no vuelvas a hacerlo.

Busqué las palabras y se atoraron a media garganta, convirtiéndose a duras penas en un balbuceo inteligible que me condujo al llanto. Lo estrechaba con fuerza, como si temiera que al apartarme, todo lo que habíamos vivido se fuese a desvanecer para no retornar jamás. Oprimió un poco mi cabeza contra su pecho y me afligí al oír aquella respiración entrecortada… Le resultaba insoportable que llorase, incluso por arrepentimiento; verme dichosa era también su fortaleza.

—Lo dejaré atrás, empero, no significa que será olvidado —volvió a suspirar, rodeándome con los brazos y reclinando su cabeza sobre la mía—. Mañana cumplirás el castigo que te impuso Keith Shadis. Ahora intenta descansar, ya oíste las voces que corren. Este pequeño logro, tan significativo, escasamente cuenta para quienes perdieron a su familia. El hecho de ahorrarles el dolor de ver los despojos, se ha volcado en nuestra contra. Según los pueblerinos, el comandante busca engañarlos al no traer los cuerpos; haciéndolo parecer como que apenas tuvimos bajas, ya que varios soldados carecían de parientes ¿Comprendes? Ni avanzando un paso conseguiremos ser bien vistos.