Crecer sin delicadezas

Después de la planteada necesidad de una exploración junto a la escuadra de operaciones especiales, Mike pasó revista a Levi dos o tres veces, justo como lo hice yo antes, para darle una mano con su grupo. Mientras aguardábamos por el permiso de salida, los futuros soldados élite continuaron el adiestramiento intensivo bajo la recia mirada de su capitán, quien no reparó en propinar castigos a todo el que confundiera la maniobra. Erwin había establecido que la Brigada precisaba conseguir unidad total y confianza extrema entre sus miembros; el Cuerpo se había ido fortaleciendo con la llegada de los reclutas, de los cuales, muchos se tornaron excelentes soldados.

El acuartelamiento permitió que la Legión se recuperara, logrando abastecerse y organizar sus líneas. Aunque, para quienes acostumbrábamos a salir de las murallas y enfrentar el peligro, supuso un estado de ansiedad que no se mitigaría hasta que el comandante diera la noticia de la incursión a los terrenos.

Trost era un hervidero de trabajo; lo mismo se confeccionaban uniformes, que armas, o el tiempo se invertía ofreciendo clases a los noveles. Los oficiales asumíamos también las tareas burocráticas, pero sin dormirnos en los laureles respecto al entrenamiento. Yo tuve, además, la encomienda de buscar cuanta información pudiera sobre los titanes, para después analizarla a fondo.

La recopilación de textos que nos legaran los antiguos investigadores del comportamiento de esos especímenes y su anatomía, poco de nuevo me aportaba, por más que los estudiara buscando algo que hubiese pasado por alto. Nada que hacer, a menos que consiguiera un ejemplar vivo y pudiese dedicarme a examinarlo, ya me hartaba explicárselo a Erwin; que no todas las informaciones se obtenían a distancia. Tal era mi frustración cuando eché a un lado los pergaminos, y resolví que sería más útil revisar las clases que, tanto Nifa como Nanaba, impartían a los futuros sanitarios del Cuerpo. Así que abandoné la biblioteca rumbo al sitio donde se realizaban las prácticas.

Se había dedicado al efecto un viejo salón de reuniones, provisto con los medios necesarios para la enseñanza del arte de curar. Lejos del campo de entrenamiento y los almacenes, aquella era un área del cuartel más bien apacible, ideal si querías aislarte del bullicio. Abrí la puerta sin mucho protocolo, hallando un espectáculo de voluntarios tendidos, espalda contra el piso. Cada soldado tenía junto a su persona, de rodillas, otro asistiéndolo.

—Primero verifiquemos si el sitio donde se halla la víctima es seguro, de serlo y hallarse caída bocabajo o de costado, procederemos a mover el cuerpo. Los dos sanitarios lo moverán de forma lineal hasta ponerlo bocarriba. Evalúen la consciencia, si puede contestarnos, o únicamente lo hace después de reaccionar a un estímulo doloroso —la voz de Nifa se oía, viva y clara, por toda la estancia. Me sorprendió como esa chica silenciosa, tan modesta, se tornaba completamente distinta al enseñar sus conocimientos. Se veía madura, satisfecha con la tarea encomendada— ¡Nooo, eso no significa que lo cortemos o pinchemos! Basta un ligero pellizco en los hombros —hizo el gesto demostrativo en uno de los reclutas acostados—… Luego examinamos la respuesta motora, verificarán después respiración y pulso… Debemos realizar asimismo un examen físico, de cabeza a pies, que nos permita reconocer el problema. Si existen heridas, falta de aire, dolor torácico, fracturas… Esta comprobación tiene que ser bastante rápida, porque a más tiempo, más se compromete la supervivencia de la víctima.

—¿Qué hacemos si la persona muere o ya está muerta? —inquirió una joven del grupo de Klaus.

—Tu superior es quien determina si se recoge su cuerpo. Entiendo que se trata de algo muy duro escuchar que los cadáveres deben quedarse tirados; cuando estén batallando contra los titanes, comprenderán que no siempre logramos rescatarlos y traerlos de vuelta —suspiró Nanaba, siguiendo lo que Nifa empezara—. Silencio ahora, los quiero buscando el pulso de su compañero. Esta fila intentará sentirlo al presionar con los dedos índice y mayor en las arterias situadas a ambos lados de la nuez de Adán. Sí, justo ahí —dijo aprobatoria a un miembro de la escuadra de Dirk, e inmediatamente se giró hacia otro, atajándolo— ¡Tú! ¿Es que no sabes a qué dedos me refiero? ¡Estás usando el pulgar!

—La hilera que me corresponde, va a buscarlo en la región inguinal. Hallarán las arterias femorales al comienzo del muslo —a pesar de su aplomo, Nifa se ruborizaba con los murmullos escabrosos, que iban incrementándose—. Por favor, nada de risitas, esto es muy serio. Concéntrense y perciban el pulso…

—¡Oh, veo que se trabaja muy bien aquí! Hoy me les uno por un rato —abandoné mi postura de observadora y decidí participar, ofreciendo a todos una lección ética— ¡Hey, el de la izquierda! ¿Por qué te aprovechas y le llevas la mano arriba? ¡Nifa! Este miembro del escuadrón de Klaus queda expulsado, yo misma hablaré con su líder. No podemos aceptar que ocurran semejantes cosas. Llévalo ante su inmediato superior y cuéntale, asegúrale que más tarde me daré una vuelta a revisar la sanción impuesta.

—Pues tendrías que haberlos oído cuando llegaron —musitó Nana, cruzándose de brazos—. Hacían preguntas como "las sanadoras no atienden a los hombres si los hieren en la entrepierna ¿verdad?", o bien "¿hay que ver algún modelo desnudo?"

—Por Mitras, debieron empezar con una explicación teórica profesional —decidí aclararles los puntos a todos los seleccionados para esa labor— ¡Escúchenme los aquí presentes! Quienes entraron al ejército, sabían de antemano que iban a recibir órdenes y de no cumplirlas, se les aplicaría un correctivo. Ahora se les pide volverse médicos, porque una sola vida que salven para la Brigada, es un logro extraordinario; y a veces la diferencia entre derrota y victoria la hace un solo hombre ¡Vean más allá de cualquier prejuicio impuesto, vean al soldado herido como un hermano, aprendan a querer el arte de remediar los males como a su propia vida! —exclamé, golpeándome el pecho para enfatizar mis palabras— ¡Que cuando salgan de aquí al campo de batalla, sean motivo de orgullo y no de vergüenza!¡Mujeres, dense su lugar! ¡Serán garantía de existencia para muchos, no objetos de morbo y eso, les compete a ustedes hacerlo ver con su profesionalismo y firmeza! ¡Hombres, nunca permitan que ninguno denigre a sus compañeras al ejercer tan noble ocupación!

—Bravo, Hanji. Espero que tus palabras acaben con escrúpulos de años —Nana los había soportado en carne propia, siendo hija de un orgulloso aristócrata venido a menos—. Ahora, lo más importante es que terminen de asimilar lo básico de los primeros auxilios o no podremos seguir…

—Estarán listos para la próxima salida, te lo aseguro —entonces me sumé de lleno a la clase—. El resto, prosiga conmigo y con Nanaba… Otro sitio donde se aprecian las palpitaciones, es en la cara externa de la muñeca. Sin embargo, cuando hay pérdida de conocimiento, la sangre fluye hacia los órganos vitales y no va a las extremidades, por lo que resulta poco fiable. Iniciaremos el masaje cardíaco, es decir, las compresiones torácicas, si no encontramos el pulso…

Me coloqué junto a la muchacha que había quedado sin compañero y mano sobre mano, hice varias presiones en la mitad inferior de su esternón.

—Luego de comprimir, se busca ventilar abriendo una vía aérea —cuidadosamente, le sostuve la mandíbula y provoqué la apertura de la boca—. Soplamos hacia dentro dos veces y de nuevo se hace presión. Vemos si eleva el tórax, señal de que comienza a respirar. Se comprueba el pulso…

Tras de mí, escuché la voz de Nanaba, que iba revisando el proceder de los demás.

—Ni oíste ni prestaste atención ¿verdad? —por encima del hombro miré a Nana, quien le apartaba las manos a un sanitario, antes de que le hundiese las costillas de tanto empuje al que tenía debajo— Invierte los papeles e imagina que un médico haga lo mismo contigo ¿Acaso te gustaría quedarte en el campo? —el muchacho negó con un gesto, apabullado— Justo lo que pensé, hazlo bien o voy a reportarle a tu superior.

Repetimos el ejercicio hasta que Nifa volvió a la clase, declarando que mi orden estaba cumplida. El recluta sufriría una amonestación pública en presencia de toda la Brigada y debido a su actitud, no iba a subir de rango. Le hice un gesto aprobatorio a mi subalterna y proseguí observando las filas de soldados, indicándoles una que otra corrección. Traté de liberarles de las tensiones, que afloraban al pugnar con un conocimiento nuevo.

—Lynne, ¿Dirk te mandó a prepararte como sanitaria? ¡Excelente idea! Tu escuadra estará bien atendida —le dije al acercarme y entonces me fijé que hacía pareja con la recluta de Levi—… Uh, Petra, ¿qué haces aquí? Creí que tu entrenamiento no te iba a permitir la inserción…

—Levi debía enviarnos dos subordinados, igual que todos los demás grupos —Nanaba me respondió por ella—. Diré a su favor que será muy buena ofreciendo los primeros auxilios.

—Gracias, Nanaba-san —Petra nos sonrió, empero, bajo su tierno aspecto descubrí firmeza de carácter—. Hange-san, estoy dispuesta a formarme también como sanitaria, y todo cuanto el capitán Levi necesite.

—Un buen jeringuillazo de almíbar en sangre, eso es lo que necesita —Nana miró al techo, comunicándome su hastío ante la muestra de claro empeño por agradar al superior. Bien se veía que ella nunca tuvo que recurrir a tales métodos, para que Mike se percatara de su existencia—… O un milagro que lo vuelva tratable.

—No le hagas caso, Petra —reí, pensando cuán divertido me resultaría ver al cuatro pulgadas exponiendo los cuartos traseros, para que la chica lo "atacara" jeringa en mano—. Tú ocúpate de prepararle un té y limpiar todo a su paso, no es tan difícil.

…Entonces noté que muy sutilmente, Nifa nos observaba silenciosa e iracunda; no le había gustado en lo absoluto aquel diálogo. Resolví seguir con las lecciones y desviar hacia ellas su atención, regresando junto a la muchacha que había sido mi compañera.

—¡Bueno, veamos el procedimiento para el examen físico! Sean tan amables de acercarse y hacer un círculo —demandé, señalándoles el espacio a nuestro alrededor—. Primero y esto es muy importante, solicitamos el permiso a la víctima, dándole a conocer lo que haremos, aunque se halle inconsciente. Analizamos la cabeza, si existe sangrado en el rostro, las orejas, ojos, nariz y boca; se toca el cráneo con suavidad por si se siente alguna cisura o hundimiento. Los moretones tras las orejas pueden indicar fractura del mismo y tener asociado un traumatismo cerebral. Verifiquen después la dilatación y contracción de ambas pupilas, continúan con la boca, viendo si hay obstrucción, pérdida de dientes, lengua o garganta hinchada… Ahora les toca a ustedes obrar igual que yo ¡Retornen a sus puestos! Continúa, Nifa y tú, Nana, por favor sustitúyeme.

—¡Todos sosteniendo la cabeza de su compañero! ¡Vamos! —el tono de la primera sonó imperativo, a la par que recorría las filas— ¡Quiero esos dedos tanteando el cráneo! ¡Examinen orejas, nariz y ojos! ¡Abran los párpados suavemente con las yemas de los dedos y analicen las pupilas! —se detuvo cerca de Petra, contemplando las maniobras— Repasemos la contracción y ventilaciones ¡Manos presionando el tórax; el ciclo es de treinta por dos! ¡Tú, la subalterna del capitán Levi! ¡Equivocas la frecuencia!

Si bien hasta ese momento parecían ignorarse, me alerté al respecto. Mi subordinada ya no era la chiquilla inocente que sacaba de quicio a Nana con sus comentarios pueriles, sino la única mujer de la Legión que había osado acercarse a Levi y conocerlo íntimamente. Su sexto sentido le hizo adivinar bien pronto lo que Petra intentaba mantener oculto, así como de alguna forma descubrió que, lejos de repudiarla, el capitán parecía motivado por tal interés.

Antes de que Nifa continuara hostigándola, fui hasta ella y corregí sus errores.

—No te preocupes, sigue como vas —le dije, brindándole confianza— ¿Sabes qué? Pronto buscaré candidatas para que aprendan todo lo concerniente a la fisiología reproductiva… Y pienso incluirte.

—¿F-fisiología rep-productiva? N-no entiendo —su expresión de sorpresa me hizo reír.

—Ya les explicaré yo, cuando llegue el momento. Algo me dice que te será de provecho —sonreí maliciosa— ¡Hey, Nifa! Búscame una vez que termines, voy a estar en el laboratorio.

Asintió, siguiéndome con la mirada hasta que abandoné la habitación. Cerrando tras de mi la puerta, me di a considerar la postura de mi subalterna. Debía ponerle fin a sus expectativas, a todas luces nulas.

Recibí a Nifa luego de permitirle a Moblit la retirada, a quien había llamado antes, entre otras cosas, para que se llevara la caja de los instrumentos rotos. Al pasar junto a ella, la observó discretamente, de soslayo; mis últimas órdenes incluían que la ayudase a focalizarse otra vez en sus responsabilidades y así devolver a la escuadra la paz tronchada.

Una vez que nos hallamos solas, le indiqué se aproximara hasta el diván con un gesto categórico. Nifa se dirigió hacia el mueble, acurrucándose muy tensa en una de sus esquinas.

—No acostumbro a dar explicaciones, pero lo hago si veo la necesidad —aseguré, sentándome a su lado—. Cuando los Altos Mandos aprueben la salida de Levi y sus novatos, iremos con él solo Moblit y yo. Vas a quedarte acompañando al resto del cuarto escuadrón, sin replicar.

—¿Tiene alguna queja de mí, Hange-san? —me observó recelosa.

—No. Más bien preocupación —suspirando, quise acabar de una vez con sus celos manifiestos—. Escucha…, mi aprecio hacia ti no ha decrecido en lo más mínimo. Juro que eso jamás cambiará; pero debes comprender que no apoyaré una causa perdida.

—¿Cómo sabe que está perdida?

—Los he observado, a ti y al capitán, desde que el comandante Shadis puso fin al capítulo de aquella noche. Luego de la sanción impuesta por él, Levi no movió un dedo buscando acercarse a ti. Siquiera fue a hurtadillas a proponerte un encuentro, jamás burló a los guardias arriesgándose a pasar una noche tras las rejas, solo por dormir contigo —le hice ver—… Y créeme, que un hombre interesado adquiere propiedades asombrosas; se vuelve incorpóreo, flexible, nada lo detiene ni mide consecuencias.

—No es del tipo que manifiesta sus intenciones abiertamente.

—Que yo sepa, Erwin tampoco y ha sido capaz de sorprenderme. Hasta Zacharius podría contarte de sus aventuras iniciales con Nana. Shadis amenazó con hacer un foso alrededor de las habitaciones femeninas, suprimir los árboles circundantes y clavar las ventanas, luego de verlo por casualidad, suspendido de una rama. Tuvimos que abogar por él y asegurarle al comandante que no estaba fisgoneando. Aun así, lo tuvo metido una semana en las mazmorras —tratándola de modo maternal, deseé que comprendiera—… No es el caso de Levi contigo, entiéndelo, por favor.

—…—calló, reflexiva. Noté que ocultaba sus puños cerrados tras la espalda, no era su deseo mostrarse rebelde ante mí.

—Quiero evitar conflictos y te recuerdo que ya tuvimos uno bastante desagradable. Puse mi mano en el fuego por ti, pero el ejército no admite segundas oportunidades. Si confrontas a esa muchacha, sólo estarás echándote la tierra encima —fui severa—. El capitán te perderá el respeto, cambiará su indiferencia por odio y si verdaderamente le interesa Petra, yendo tras él no te aguarda otra cosa que dolor y vergüenza.

—Hange-san, ¿cree que… irán en serio?

—No lo sé, igual prefiero que te mantengas al margen de cuanto decidan hacer —opté por guardarme las apreciaciones, todas apuntaban a una respuesta positiva—. Resignarse a verlos juntos atormenta, lo entiendo, pero es tiempo de que le des otro rumbo a tus afanes.

/

La primera batida que hicimos junto a los novatos demoró menos de lo que pensábamos en aceptarse; cuando Erwin recibió la anuencia de los Altos Mandos, que señalaba discreción y un límite de hombres a salir, ya estábamos básicamente preparados. Levi y yo iríamos a la cabeza, Gelgar, Lynne y Moblit serían los ejecutivos inmediatos, a quienes encargamos un pequeño número de subalternos. Se acordó eliminar las cargas de suministros, al tratarse de una moderada incursión, por lo que cada quien llevó a cuestas raciones mínimas y suplementos para los equipos. La supervivencia estaría incluida en la maniobra. Petra y el otro muchacho que se instruían como sanitarios, habían vuelto a incorporarse al grupo.

Salimos de madrugada, tomando las calles menos concurridas. Aunque fuese muy temprano, algunos comerciantes solían aprovechar esas horas para el transporte de mercancías, o bien, urdir negocios turbios. No pasaríamos completamente desapercibidos, aunque muy pocos se atrevieron a seguirnos con la mirada. El viaje de ida, una vez cruzamos el muro de Trost, se tornó una evasión constante de las rutas peligrosas y todo lo que oliera a titán. Levi y yo teníamos el reto de llegar a nuestro destino sin bajas, o al menos, una cantidad nimia. El sitio previsto era un viejo pueblo ruinoso al noreste de la de la ciudad, donde crecían los arbustos y del que la maleza se apropiara, casi por entero.

Avanzamos sin mayores percances que las ocasionales apariciones de unos especímenes de tres metros, de los que dimos fácil cuenta Levi, Gelgar y yo. Moblit y Lynne más tarde se ocuparían de otro que surgió por el flanco izquierdo, al atravesar un bosquecillo.

El arribo al caserío de aspecto embrujado me provocó un estremecimiento de puro frenesí. Los arbustos comprimidos y ciertos escombros que no lucían el polvo de años, hechos astillas, indicaban la presencia de seres gigantes merodeando por los alrededores.

—¡Abandonen los caballos! ¡Suban a los árboles más grandes! —tal como indicara, vi al flamante capitán hacer uno de sus rápidos giros y caer sobre la rama de una frondosa especie maderable. Los oficiales repetimos la orden y el resto de los soldados obró conforme se les mandaba. Busqué acercarme a él, brincando como chiche de un tronco a otro hasta quedar a su siniestra— Cegata, esos monstruos que van hacia los restos del pueblo… No parecen del tipo imbécil.

Efectivamente, su vista privilegiada estaba lejos de confundirse y pude vislumbrar en la distancia par de titanes con un comportamiento nada común.

—Lanzar a tus reclutas demasiado pronto contra los excéntricos equivaldría a una matanza —le respondí, asintiendo—. Y tú odias que se derrame sangre cuando es innecesario.

—Exacto, pero tampoco una escuadra élite se forma sacándole las espinas al pescado —terció, muy sombrío—. No es que tengamos la opción de ponernos selectivos.

—La parte siniestra del liderazgo; los dilemas. Te obligan a ser un as del razonamiento —sonreí con amargura, pasando a sugerirle—. Habrá tiempo, esta vez Moblit y yo nos ocuparemos, llévate a tus chicos a la zona boscosa del este. Las posibilidades de usar el equipo son mayores y es menos expuesta. Déjame a los que al menos tienen la experiencia de la incursión anterior. Cuando termines de cepillar el terreno, reúnete de nuevo conmigo aquí.

Levi se plegó a mi orden, que buscaba evitarle a sus inmediatos un encuentro con aquellos especímenes. Asimismo, renuncié al apoyo de Lynne y Gelgar, a quienes preferí enviar como subalternos del capitán. No pude siquiera verlos partir, concentrada por entero en mi objetivo. Moblit se quedó conmigo, además del reducido grupo de bisoños ya no tan bisoños, preparando el equipo, dispuestos a entrar en acción.

—¡Colóquense de manera dispersa y tan alto que sus manos queden tres palmos por debajo de la rama donde se hallen! ¡Es importante que los rodeemos! —indiqué a gritos, mientras contemplaba a los gigantes acercarse. Más serena al percibir que mis jóvenes subordinados cumplían a cabalidad las ordenanzas, esperé la llegada de los colosos—. Tin, tan, par de titanes van ¿cuál eliges para capturar? Me guardo el que sea más anormal —canturreé, sorteándolos con el dedo— ¡Oh! Pues el de la izquierda, entonces.

—Hange-san, ¿qué se le ha ocurrido ahora? —Cuestionó mi subalterno, turbado— Cuando se pone así, es porque algo trama.

—Observa sus actitudes, Moblit. A pesar de que la intención es la misma, cada uno posee su propio modo. Tal parece que conservaran la voluntad, mira ese de la izquierda. No sigue a su compañero, se mueve a donde quiere... Si pretendiera llevármelo, debería encontrar una forma de atraerlo hacia el árbol, pero su conducta es tan errática que usando el equipo únicamente, no conseguiríamos sino exponernos a sus manos y boca.

—Una perspectiva nada alentadora —hizo un gesto negativo con la cabeza—. Ni es prudente acorralarlo si puede tumbar el árbol.

—Ahora, obviamente que no... Es tan sólo una idea que puede ofrecernos buen resultado en tiempo futuro… Nuestras armas son de corto alcance, y lo imprescindible sería guardar la distancia —medité las probabilidades—… ¡Lanzas! ¡Eso es, lanzas! Como las que usan los miembros de la Guarnición… Creo que si los obligamos a ir hasta la muralla, una vez entre la espada y la pared, literalmente, lograríamos capturarlos dejándoles caer encima la red con un buen sobrepeso.

—¿Acaso pretende conducirlos a pinchazos y luego empaquetarlos? Madre —suspiró, analizando cuanto le había expuesto—… Sin embargo, no es tan descabellado. El mayor riesgo lo correrían quienes porten las lanzas, pero aun así, sería menor que aventurarnos sobre ellos.

—Bueno, en este momento es imposible comprobarlo y Erwin ni querrá oír del asunto, mientras la Legión esté preparando a los nuevos. Al regreso, podemos estudiar las posibilidades que tiene la red, lanzándola desde la muralla sobre las maquetas.

—De acuerdo, ¿hacemos con estos lo de siempre? Le ruego que no cambie de opinión.

—Qué remedio —me encogí de hombros—. Cualquier detalle interesante que adviertas en esos ejemplares, me lo comunicas.

—Hange-san... Me consta que es de naturaleza impetuosa, pero... ¿y si comenzáramos por analizar titanes corrientes? Se mueven de forma lineal y sería menos riesgoso capturarlos aplicando esa técnica —había en su voz un matiz de súplica—. No creo que los excéntricos vayan a desaparecer de súbito, por desgracia.

—¿Uh? Pues no está mal... Después de todo, empezaremos con la parte anatómica y para cuando pasemos a examinar la diferencia de sus actitudes —razoné, algo más calmado mi ánimo investigativo—… ¡tendremos ya una práctica a la hora de atraparlos! ¡Yahooooiii! Eres un genio, Moblit.

—Solo estaba siendo precavido —musitó, cerrando los ojos.

Antes de que la presencia de los gigantes yendo contra los árboles, intimidara a los soldados, apresuré las consecutivas órdenes.

—¡Formemos cuatro grupos! ¡Ustedes, conmigo al de la izquierda! —dije, seleccionando al azar algunos reclutas y los dividí en dos columnas, mi subalterno hizo tal cual yo— ¡El resto, siga a Moblit y derriben al de la derecha!

El hecho de vérmelas teniendo que acabar con aquel espécimen complejo, sin perderle atención a los chicos bajo mi mando, era una locura, casi un imposible…, pero que potenciaba de manera extraordinaria todas mis habilidades. Y asumir los riesgos, si estos promovían la destreza en el arte de matar y permanecer vivo, parte de mi personalidad…; empero arrastraba conmigo la insatisfacción de la investigadora reprimida.

—¡Mucho cuidado, no se amontonen! ¡Las extremidades son largas, quiero sólo a dos trozando hacia el interior de las corvas y dos por el exterior! —vociferé, a la vez que cambiaba de sitio— ¡Lo mismo para los tobillos! ¡Apártense, intercambiando con los otros pares! ¡Corten a fondo y parejo!

Observé satisfecha cómo los jóvenes soldados arremetían contra el titán, seguros al contemplar mis evoluciones para evadir las dentelladas y manotazos.

—¡No permanezcan inmóviles un segundo! ¡Así lo aturdirán! —lancé una carcajada, sorprendiendo al gigante cuando más confundido se veía, pues tantos humanos juntos y bien coordinados, lo hacían golpear sin tino a diestra y siniestra. El tajo cercenó limpiamente su mano— ¿Se dan cuenta? ¡Pónganlo bizco!

—¡Síii, Hange-san! —La confianza que depositaban en cada orden, su respeto hacia mi condición de veterana, fue quizás la garantía del triunfo.

El grito entusiasta de los chicos al ver la mole desplomarse provocó mi sonrisa. Una triste alegría para quien deseaba a toda costa un fin más provechoso a esos ejemplares, que salían de lo común ¿Qué pensarían ellos de una líder amargada por sus limitaciones, e incapaz de mostrar la euforia de anotarse otro éxito a su currículum? Jamás lo iban a entender…

—¡Yahooooiiii, muy pero que muy bien! —me sumé al jolgorio de los reclutas, que se unían a los del grupo de Moblit, igual de animosos y optimistas ante la carencia de bajas. Ya en tierra, noté de inmediato la manga de mi subalterno hecha jirones de tela, húmedas por la sangre. También habían rasgaduras a lo largo de la espalda— ¡Por Sina, eso debe arderte un mundo! ¿Caíste sobre los espinos?

—Bueno, era cubrir al muchachito pecoso y salvarlo de la boca del titán o dejarlo a merced de sus fauces —respondió con su habitual naturalidad—, así que obtuve una sacudida que me lanzó contra los setos. No se moleste, revise primero a esos dos reclutas —detuvo mi mano cuando aparté los trozos de género para contemplar las heridas, tres de ellas requerirían sutura—. Creo que se lastimaron las articulaciones del hombro.

—Vayamos a una de las chozas que aún están habitables, entonces. No podemos seguir adelante con los heridos sin el riesgo de perderlos en caso de múltiple ataque —oí que suspiraba, al notar mi empeño de recostarlo a un tronco y hacerle un torniquete, dándole prioridad. Ya después me ocuparía de coser la epidermis desgarrada—. Estate quieto, Moblit, siéntate un segundo y déjame terminar o te pondré una rodilla sobre sacrosanta sea la parte…, y apuesto a que no vas a moverte de nuevo…

—Madre —tragó, sobrecogido. Me conocía de sobra como para saber que mis amenazas iban más allá de la simple advertencia y sentándose, permitió que acabara el rústico vendaje.

La suerte nos deparó que solo aparecieran titanes comunes luego de atender a los jóvenes luxados, pasara el tiempo y volviese Levi. Su expresión me lo dijo todo; él siempre miraba de frente, pero al descabalgar, evitó verse reflejado en mis ojos. Traía unos corceles sin jinete.

—No es tu culpa —soltamos al unísono.

—Cuatro Ojos, la indicación fue correcta —musitó, agobiado, tendiéndole las riendas a Erd Gin—. Debo asumir de una vez que la experiencia lo es todo. Esos niñatos… Tsk, les advertí,… Y murieron estúpidamente ¿Tú, cuántos perdiste?

—Levi, reprocharte por las pésimas decisiones de algunos subalternos resulta improductivo; capitaneas reclutas, no son hombres templados en el combate —para quien había conseguido preparar a Isabel y Farlan, sin conocimiento militar previo, aquello equivalía a una derrota—. No significa que seas malo como líder. Si apareció un anormal, debiste usar la bengala negra.

—¡La única excéntrica en kilómetros a la redonda eras tú, Cuatro Ojos! —Masculló, apretando los puños— ¿Entiendes ahora? Semejante descalabro pasó con los titanes comunes. Incluso dos mocosos regresan meados y yo tendré que aguantar la humillación de ir hasta el cuartel oliendo una peste ajena —su descontento me hizo presentir quiénes—. Erwin querrá colgarme de las pelotas.

—Instruir a la élite no es coser y cantar —podía yo asegurarlo—, él bien que lo sabe. En lugar de preocuparte por tus testículos, hazlo con el informe que vas a darle.

—Son una panda de flojos, eso le comunicaré. Tch, Cegata… ¿por qué nunca dices "bolas" o "pelotas"? —la pregunta indicaba que se había relajado un poco. Sonreí, y lo empujé hacia dentro de la casa medio en ruinas.

/

Erwin nos recibió ansioso, queriendo conocer los resultados de la incursión. Justo como le asegurara al enano, el sentido práctico del comandante no le permitía creer en milagros. Le preocupaba más que Levi bajase la moral, considerando su trabajo deplorable, luego de haber sido él mismo quien propusiera la salida.

—¿Pensaste que los harías excepcionales de la noche a la mañana? —sonrió, recostándose al escritorio, a la par que se cruzaba de brazos— Difícilmente consigas ese nivel de confianza y organización solo con una correría fuera de Trost. Necesitarás muchas otras escapadas.

—Los de Arriba exigirán que justifiquemos las bajas…

—Cada quien a su oficio, el mío es convencerlos de seguir aprobando esas partidas. Tú ocúpate de meter a los novatos en cintura —lo encaró, severo. Tampoco iba a pasarle la mano respecto a sus obligaciones—. Vendrás a pedirme otra incursión apenas los consideres listos para la siguiente maniobra.

—Tsk. Sí, señor —cuadrándose, aguardó el permiso de retirada y acto seguido, Erwin se lo concedía.

Di media vuelta, pronta a seguirlo, pero la voz del comandante me detuvo.

—Hange, quédate.

Solo cuando Levi había cerrado por entero la puerta, dijo:

—Aprenderá a ser paciente, y mientras adquiere tal virtud, no va a descuidar la exigencia —me sonrió, relajando su postura—. Ya posee una idea de lo que significa llevarse los bisoños al campo.

—Lo conseguirá, dale tiempo —le devolví el gesto— ¿Qué necesitas de mí?

—Que te sientas libre de contarme tus nuevas ideas, nunca regresas sin algo en mente —extendió la mano, palma arriba, como apremiándome—. Todavía es imposible aprobar una captura, empero, guardarte los planes avivará esa contrariedad que llevas adentro. La desesperanza no puede consumir tu ánimo, Hanji.

—Bien, ahí voy —me dispuse a soltarlo todo, incitada por su empeño de oírme—, y cuando termine iré directo a la cama a contar titanes.

—Mañana tienes guardia nocturna, quedas libre durante la tarde —acalló el reparo antes de que saliera de mi boca. Yo esperaba tomarme un día, cuando menos—. Quéjate a Mike, fue quien las dispuso.

—Y tú las firmaste, aprobándolas sin acordarte de mí. Así que olvidaré cierta fantasía pendiente desde la noche de tu nombramiento —reí al verlo alzar las cejas, abrir los ojos, y hacer el intento de reclamar en su defensa—. Nooo, Erwin, nada de quejas. Lo siento.

Al conformarse la nueva estructura del ejército, los turnos de guardia para los oficiales se habían espaciado; sin embargo, tuve la pésima suerte de que me tocara la noche siguiente a mi regreso de la expedición. Discutir con Mike al respecto fue lo mismo que lanzarme a golpear un muro.

Ya de madrugada, culminaba el recorrido por los cubículos de las reclutas, y llegando a la cabaña que albergara solo a Petra, escuché un llanto desolador. Creí que no me dejaría entrar, sin embargo, cuando supo de quién se trataba inmediatamente abrió la puerta.

—¡Hange-san, l-lamento incumplir con el horario de sueño! —desdichada criatura, bastó verla para entender que los comentarios burlones conque la humillaran durante aquellos días, mucho la habían afectado. Cierto que los reclutas no le dieron paz, recordándole cómo su incontinencia se manifestó al encontrarse con los titanes. Se lo repetían una y otra vez, si bien los superiores tratábamos de interceder poniéndoles correctivos.

Los enormes ojos ámbar, entonces desbordantes de lágrimas, fulguraban realzando su belleza y por un segundo pensé que, si Levi la hubiese visto así estando a solas, su deplorable humor quizás mejoraría... Me contuve; pero mi puro instinto maternal se manifestaba de nuevo.

—Shhhhh…., a nadie le interesa en qué malgastas tus horas de alivio —decidí que la mejor forma de ayudarla era no pasándole la mano— ¿Cómo piensas enfrentarte a los demás cuando salgamos otra vez? ¿Acaso vas a presentarle siempre tu rostro sucio y mocoso al capitán, para que lo alteres más? ¡Recomponte de inmediato como si fueras a bailar un vals con los titanes! ¡¿A qué esperas?!

—¡Sí, Hange-san! —se cuadró ante mí, para salir disparada hacia la cuba.

Me acomodé en la única silla que vi, esperando a que regresara. Puse el farol sobre la mesa, consiguiendo una mejor iluminación que la precaria existente. Volvió más compuesta, bien peinado su cabello de miel –como rara vez podía tener el mío—, limpia la faz y reconfortada.

—Vas a contarme de principio a fin qué ocurrió. Las burlas de tus compañeros me dieron cierta idea, pero quiero que me lo digas tú —aguardé a que tomara asiento en la esquina de su cama—. No serás la primera ni la última que se amedrente con las salidas. El miedo es una constante que siempre va a estar ahí, poco importa cuántas peleas hayas librado.

—…N-no pude aguantarme de gritar cuando vi el monstruo. Las cosas grotescas me disgustan y aquello —sollozó, evitando mirarme, avergonzada—… ¡Era lo más grotesco que he visto en mi vida! Casi me devora, no atinaba a mover un músculo, gracias a Erd que le cortó la nuca, sino me hubiese comido entera. Fue cuando —el tono carmín de sus mejillas se inflamó—…, involuntariamente, mojé los pantalones y me puse a llorar… Entonces, el capitán Levi, mirando el penoso estado en que me hallaba, me soltó que no iba a tolerar una mujer incontinente… ¡Oh, no quiero acordarme!

—Bueno, por más insultante que sea la observación, vas a superarlo —dije, encogiéndome de hombros—. Olvida sus comentarios, e incluso, responde los que consideres con respeto y frases ingeniosas. Hazle comprender que no te harán mella sus rudas aclaraciones.

—¡Pero me odia! Debió haber visto la forma en que me miró, con total repulsión hacia mí…

—¿Cómo puedes saberlo? Llevo mucho tiempo conociendo a Levi y es difícil percibir cuándo está enojado, incómodo o irónico —rebatí su argumento—, ¡siempre lleva esa mirada, incluso si tiene coriza! Lo más probable es que le dieras un poco de asco, dado su afán de limpieza.

—¡Hange-san! ¡Eso no ayuda, quedé mal ante sus ojos! —Me porfió, temerosa— ¡Quizás hasta decida echarme de la escuadra!

—No lo hará, ni Erwin va a consentirlo. Petra, conócete primero y luego pregúntate de qué eres capaz. Esto fue solo el resbalón del comienzo, nada que no puedas superar. Hay coraje dentro de ti, y un propósito —la observé fijamente, hablándole con tono grave—. El capitán Levi gusta del valor, nunca se arriesgaría a enamorarse de una chiquilla, pero sí de una mujer que valga la pena ese sacrificio.

—¿E-enamorarse? ¡Y-yo no he dicho —Levantó la mirada, clavándola en mí con ansiedad. Si hubiese tenido una tetera a mano, podía haberla puesto a hervir sobre su cabeza. Las mejillas de esa niña eran un espectáculo de rojo titilante—..., Hange-san! ¿Cómo puede saberlo?

—A estas alturas, ya tengo cierta experiencia en advertir cuando el amor te juega una mala pasada. Crécete y la próxima vez que salgas, hazlo con la frente bien alta. No quisiera decirlo, porque sabes lo mucho que me apasionan los titanes —suspiré, ya resignada a tal suerte—, cuando vuelvan a llevarte de operaciones, aniquila cuantos vayan sobre ti y asegúrate de hacerlo sin ayuda. Suena terrible, pero es la única forma en que atraerás su atención.

—Sí, creo que podré —me devolvió una sonrisa—. Gracias por ayudarme.

—Estamos obligadas a madurar, este mundo es complejo y la Legión todavía más… Sobre todo, porque la mayoría de sus hombres son muy inteligentes —concluí, levantándome del asiento y una vez de pie, coloqué los brazos en jarras— ¿Pretendes hacerte con uno de ellos? ¿Qué te digo? Trata de serle útil, o no llegarás lejos. Intenta convertirte en su mejor aliada... Aliada, no vasalla fiel. Crécete a sus ojos y estúdialo sin que lo perciba, así podrás adelantarte a cada uno de sus requerimientos antes de que lo pida. Hazte necesaria, vuélvete imprescindible para él. Consejo de Hange Zoë.

—¿Y usted…? ¿Ha estado en mi situación?

—¡Hahahaha! —lancé una carcajada, recordando a Erwin de recluta— Conseguir que un titán se enamore sin remedio es más engorroso.

—¡¿De verdad quiere lograr eso?!

—No sabes cuánto me gustaría. Lo más lejos que he llegado es a despertarle unas ganas horribles de morderme ¡Hahahaha! —tuve que alzarme las gafas para secarme las lágrimas. Petra me observaba como si fuera una desquiciada— Las investigaciones necesitan de algún resultado sin precedentes, no importa qué.