Los que no tienen compasión

La página más triste, amén de indignante, que dejó escrita el Rey y su gobierno fue dictaminar una operación de reconquista de la Muralla María, obligando a los refugiados a sumarse al ejército, con la intención de retomarla. No estaba en una mente analítica y lógica como la mía, el aceptar que no hubiese otro medio para disminuir la escasez, que lanzarlos al exterminio. Erwin se arriesgó a ser visto de nuevo como la nota discordante y peligrosa, entre oficiales condicionados al "sí" ante la voz de los Altos Mandos. Había pretendido hacerles comprender lo funesto de su arbitraje, aludiendo las terribles consecuencias que podrían traer para ellos mismos… Cuando el generalísimo Zackly, de común acuerdo con Dot Pixis, lo acallaron a tiempo, evitando que cayese sobre su cabeza una orden de arresto por insubordinación.

Quisiéramos o no, debimos convertir a rústicos labradores, ciudadanos pacíficos, mercaderes y personas de edad rozando lo senil en soldados capaces…, al menos de defenderse. El hecho de sentirse cómplices de una matanza intencional provocó el disgusto de los líderes; jamás la Legión había forzado a nadie a engrosar sus filas, cada recluta era responsable de sus actos, luego de ofrecer el corazón a la humanidad. La muerte se abatía sobre los miembros de la Brigada, quienes pactaban con ella desde sus inicios como guerreros, por voluntad propia.

Una vez más, Erwin tuvo que soportar callado y recibió a la milicia, reorganizando el Cuerpo en cien grupos de dos mil quinientos integrantes, cada uno. La Legión había crecido a un total de doscientos cincuenta mil hombres, entre soldados y civiles. Su mayor desvelo pronto se me hizo notorio; temía no sólo a ser partícipe de un holocausto, sino que la carencia total de disciplina y habilidad para el uso del equipo de maniobras, ocasionara las bajas de miembros imprescindibles al Cuerpo. Debía proteger a Mike y Nana, sus compañeros incondicionales de corazón, a Klaus, Dirk y Marlene, veteranos supervivientes de cada gesta; a Levi y su grupo, menguado por las salidas previas, con solo cuatro subalternos… Y era imposible que descuidase a su principal motivo de zozobra: yo.

—Hanji, los oficiales siquiera dan abasto para una correcta supervisión de los ejercicios y el adiestramiento estratégico —me dejó caer aparte y usando un tono reservado—. Sabes tan bien como yo cual será el fin de tamaña locura. Confío en tu aptitud para superar obstáculos, pero te burlas del peligro, corriendo grandes riesgos —y advirtió, severo—. No hay cabida para furias emocionales ni experimentaciones.

—Estoy consciente de la situación. Demos por cerrado el tema, Erwin —quise aclararle mi postura; quizás fuera impetuosa, pero jamás desequilibrada—. Te aseguro que no seré quien cause más lío dentro del caos ¿Qué tiempo nos dieron los de Arriba?

—Dos meses —respondió, tajante.

—¡¿Ehhhhh?! ¡Por Sina, eso es de irracionales, de necios idiotas que nunca…! —me obligó a silenciar los gritos con una mirada. Suspiré—. Comprendo, mejor que ignoren el peso de lo que llevaremos arrastrando hasta el último de nuestros días.

—Si eso fuera todo… La Legión no posee las suficientes armas como para equiparlos, ¿y qué sugieren los Altos Mandos? ¡Picas! ¡Lanzas! Nada de un presupuesto que nos permita costear lo imprescindible.

—¡¿Lanzas?! ¿Quién va contra un titán portando solo una lanza?

—Cruzar la puerta del muro será un castigo, por primera vez en toda mi carrera —dijo, alzando los ojos al cielo.

—Erwin, vas a superarlo. Atravesaré contigo la bruma y te sacaré de allí, si es preciso —confiaba que mi seguridad apoyara su coraje—. "A Levi no le gustará esto" —preferí aguantarme de comentarlo, ya el comandante padecía lo indecible y no iba a incrementar su tormento; de modo que caminé hasta el sitio donde Moblit hacía serios esfuerzos por mostrarle a un viejo del grupo la forma correcta de sostener una pica. Mi subalterno, al igual que el resto de los veteranos, procuraba garantizarles a esos infelices las posibilidades mínimas de supervivencia.

—Déjalo, yo me ocupo —lo relevé provisionalmente, indicándole que fuera a comer algo. Pronto me vi rodeada por varios de aquellos civiles, y haciendo una presurosa cuenta, noté que la cantidad de ancianos sobrepasaba por mucho a los jóvenes—. Oigan, es esencial que aprendan el manejo del arma y la formación de su escuadra tan rápido como les sea posible. Puesto que no pudieron escoger otra vía, mejor les valdrá sacar partido a cada segundo de práctica ¡Enfrentarse al enemigo y morir por la humanidad los hará personas dignas y libres!

Los rústicos se miraron, poniéndose a cuchichear entre sí, luciendo un poco más animados. Aproveché su relativo entusiasmo para exhibir algunos movimientos de ataque y defensa con la pica que Moblit me cediera. Esa demostración pareció darles confianza, enfrascándose después en repetir la maniobra a cabalidad. Logré apreciar un avance, quizás no el ideal, pero estaba bien… Ya iríamos apretándoles las clavijas, según pasaran los días.

—Bueno, si en el pasado cuestionaron a la Legión de Reconocimiento y el por qué derrama sangre, aquí va la respuesta ¡buscando recuperar la libertad arrebatada por los titanes! —Clamé, al unísono que alzaba el arma— Ahora ellos les quitaron su territorio, ¿no estamos algo hermanados gracias a tal situación?

Nuevamente conseguí que debatieran mis palabras, escuchando incluso expresiones positivas de los hombres en edad madura. Unos cuantos viejos me contemplaron embobecidos, rascándose la cabeza.

Moblit abandonaba la casa-comedor; a juzgar por su cabello y las solapas de la camisa visiblemente húmedos, no sólo había dado cuenta del pan y el té, sino que también había decidido refrescarse los sesos. Apenas llegó junto a mí, le devolví la pica, lanzándosela a las manos y le di orden de proseguir el entrenamiento.

A cierta distancia se hallaba el enano, quien luego de componerse el equipo, al percibir que iba rumbo al refectorio, se las arregló para atravesarse en el trayecto y detener mi andar.

—Bonito discurso el que le diste a esos patanes —musitó Levi, ceñudo—, pero los débiles mueren rápido; ni tu esmero ni mis exigencias van a provocar el milagro de regresarlos enteros —y cruzándose de brazos, me hizo el primer ofrecimiento amable desde que ingresara a la Legión—. Cuatro Ojos… ¿quieres un té?

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¿Tienen idea de a qué huele un campo deshecho, pleno de cadáveres mutilados y armas rotas? El cuerpo humano responde por instinto al vaho acre de las entrañas desparramadas, cohibiéndose de respirar. Labios, saliva, lengua, todo adquiere el gusto metálico de la sangre y los reclutas que aún no se acostumbran, añaden a esa fetidez el contenido de sus estómagos. El panorama visual que acompaña a tan repugnante sensación es no menos repulsivo. Y al entorno lúgubre sumábamos entonces, también, el peso de la conciencia; una quinta parte de la población de refugiados murió en vano, y sólo un centenar de los doscientos cincuenta mil había conseguido sobrevivir.

Mis pensamientos, sin embargo, vagaban con rumbo distinto al de aquellos que se lamentaban… El número de titanes merodeadores se había incrementado al triple, a pesar de su incapacidad para reproducirse, sexual o asexualmente ¿De dónde provenían tantos ejemplares? Levi, como siempre, se las arregló para sacarme de la momentánea cavilación al proferir una sonora palabrota.

—Erwin… ¿Qué mierda ha sido esto? —el capitán, jadeante y cubierto de sangre, se volvió hacia él, con brillo de matar en los ojos— ¿Por qué tuviste que aceptarlo? ¡De todos los hombres que hay puertas adentro de los muros, eres el único al que le sobraban las bolas para oponerse a la masacre!

—Baja el tono al dirigirte a un superior —lo afrontó mi comandante, irguiéndose tras recoger una de sus hojas, desprendida por causa del ímpetu de su corte— ¿Pretendes generar una revuelta, encima del caos? Entiendo, pero no había más opción ¿El exterminio del Cuerpo y sus miembros colgando de la horca te resultaría un mejor escenario? —le hizo ver, adusto— ¿Piensas que los civiles se habrían librado de tan mísera suerte, amenazando al gobierno con una insurrección irreflexiva?

—Tsk. Liberar a la humanidad poniendo mi fuerza… ¿Al servicio de quién y para qué? —Levi había lanzado un escupitajo despectivo a la tierra, extendiendo su brazo después y la mano palma arriba le señaló el horrendo espectáculo— Mira tu bendita humanidad, ofrecida a los monstruos en bandeja de plata, sólo porque los de Arriba quieren conservar llenas las panzas.

—Llegará el momento. No podemos volvernos imprudentes, cuando somos los únicos capaces de darle un giro a esta situación —el comandante hizo un gesto desaprobatorio, al comprobar que la hoja se negaba a quedar ajustada al mango del equipo. Devolviéndola a su caja, debió cambiarla por otra—. Los Altos Mandos lo saben y usarán cualquier excusa que les demos, presentándola como desafío al gobierno y al rey.

—Sí, la sangre de los refugiados vale menos que una meada en la esquina de un callejón —musitó el enano, sacando el pañuelo y dándose a la tarea de pulir su arma—. Acabo de soltar el pellejo, arremetiendo contra los titanes para salvarle la vida a cuanto vejestorio pudiera liberar de sus fauces… Creo que mis motivaciones ahora van más allá de pelarles la nuca a esos monstruos.

—Mejor que sigan ocultas. No hay cambio sin sacrificios —concluía Erwin, con tono seco—. Y si permanezco impasible ante la visión de tantos cuerpos cercenados, es porque aspiro a que valga la pena su muerte.

—¡Vienen titanes! —Mike, quien junto a Nana se había mantenido aparte de los contendientes, vigilándolos por si era necesario intervenir, les gritó el aviso luego de otear el aire— ¡Ordenes!

—Siquiera vamos a darles un entierro digno —a juzgar por su aspecto sombrío, Levi debía estar rememorando el horrible final de Isabel y Farlan—. Tch, y nosotros de vuelta con el rabo entre las patas.

—¡Se impone la retirada! —Conforme retornaba Erwin a su cabalgadura, el resto de los soldados lo imitó, formándose nuevamente como un ejército—. Mike y Hange; supervisen la organización de los grupos, demorarnos equivale a perder los hombres que ganamos para fortificar el Cuerpo ¡Levi! Tu escuadra pasa a primera línea, quiero a la élite rodeándome. Déjale los flancos a esos dos, no existe barrera más efectiva que sus fuerzas combinadas.

—¡Erd, Petra! ¿Qué rayos les pasa? —El capitán, aun sujetando al corcel de las riendas, observó molesto a sus ayudantes— ¿Decidieron convertirse en comida para los monstruos?

—Al parecer, estos cuatro sí quieren servirles de postre —gruñó el aludido, señalándole a unos granjeros que se negaban a abandonar el campo—. Su división perdió al líder y están desperdigados, para colmo, no pretenden marcharse sin recuperar los cadáveres de sus parientes.

—¡Los titanes nos caerán encima y acabaremos dentro de sus fauces! —Petra lucía en verdad muy furiosa— ¡Por Mitras, si me tocara igual suerte, preferiría que los míos se salvaran y pudieran al menos recordarme!

Levi quedó estático por un segundo al escucharla, pero se rehízo de inmediato. Nos pasaba a todos, cuando la muerte de un ser querido solía golpearnos la razón. Por supuesto, aquello motivó aún más su ira por la desobediencia de los cuatro refugiados.

—¡OE, ya escucharon a Erwin! Compañeros, amigos, hermanos… Cargar con los cadáveres no les devolverá el aliento que una vez tuvieron —sí, él compadecía a los pobres infelices y odiaba la matanza a la que los habían expuesto; pero las insubordinaciones dentro de la Legión jamás las toleró, aunque muy adentro le doliese la causa— ¡Lo único que se llevarán es una buena patada en el trasero! ¡A montar, escorias, o seguiré limpiándome las botas en sus nalgas! —dicho y hecho, los movió del sitio a puntapiés.

—¡¿Qué clase de justicia es ésta?! —Vi protestar a uno de los rústicos, mientras subía al caballo que Petra le acercara, obedeciendo a regañadientes— ¡Son tan insensibles y egoístas como los del Gobierno Central que nos enviaron!

—¿Es que siquiera piensan recoger los cuerpos de…? —aventuró el segundo, ya sobre su cabalgadura. Los otros dos permanecieron callados.

—Estoy harto. No hagan que cambie de opinión y los deje a su suerte —Levi se contuvo de soltar una "lindeza" como punto final a su aviso, al percibir la cercanía de Zacharius.

—Irán conmigo —gruñó Mike, apresurando la cuestión. Su grave temperamento solía poner fin en un santiamén a cualquier indisciplina—. Ustedes, quedan bajo las órdenes de Nanaba… Procuren obedecerla sin chistar.

No pude aguantarme una sonrisa, por más triste que fueran las circunstancias. Zacharius intimidaba a todos con su mirar torvo, parcos diálogos y rudas maneras; difícilmente alguien se atreviera a llevarle la contraria. La mejor forma de ganárselo era irle de frente con la verdad y respetar a Nana.

Como lo previera Mike gracias a su increíble olfato, apenas dejamos atrás el árido terreno, la repentina aparición de varios ejemplares nos obligó a hincar espuelas y lanzarnos a campo abierto, rumbo a los prados del oeste. Comprobé que la unidad de Levi en primera línea, obrando de conjunto con Mike y conmigo protegiendo los flancos, había sido una decisión eficaz de mi comandante. La maniobra evasiva funcionó tal cual esperábamos y la utilización de las bengalas para informar del curso que iríamos tomando, permitía movernos en orden y sin bajas.

—¡Levi, hay una zona de arbustos delante! ¡Aprovechemos para eliminar a los seis que se nos están acercando! —oí la voz imperiosa de Erwin, aprestándome a obedecer su próxima orden— ¡Mike y Hange, continúen a la cabeza de la formación hasta que volvamos a incorporarnos!

Servir de guía no me impidió observarlos pasar al equipo de maniobras y desviarse en dirección a los titanes. Curiosamente, presté más interés a las evoluciones de la escuadra de Levi que a mi comandante. Hábiles giros, movimientos coordinados y exactos habían sustituido las inseguras tácticas del principio, dando paso a un verdadero grupo élite; capaz de ganar el tiempo justo para escabullirnos, resguardando a los refugiados sobrevivientes.

—¡Buen corte, Petra! ¡Yahooooiiiii! —Sonreí entusiasmada, al ver su progreso, que me garantizaría quizás una posible ayuda en el futuro…, si aprobaban una captura— ¡Erd es muy diestro, también! ¡Excelente unidad la del Pelo de Tazón!

—Apresúrate —Mike seguía con la vista al frente y su voz fue de mando—. No es el momento, Hange.

—¿Oh, adivinaste mi propósito? —sonreí, fingiendo sorpresa. Increíble lo bien que me intuía y siquiera precisaba usar su olfato.

—Hmph, te conozco. Nunca renuncias a una idea —reafirmó incómodo, haciendo un gesto negativo con la cabeza.

—Llevamos las carretas y a los refugiados, céntrate —lo secundó Nana, regañándome—. Hablemos de tus planes después…, si llegamos vivos a Trost.

Los gritos de regocijo nos indicaron el triunfo sobre los titanes, y pronto ambos escuadrones volvieron a sumarse a la partida, coordinándose de modo perfecto hasta que la Brigada recuperó su alineación original. Suspiré de alivio cuando Erwin pasó al galope cerca de mi puesto, sin otras heridas visibles que unas leves quemaduras en la mejilla. La consiguiente satisfacción que tuve, fue oír el dejo petulante del cuatro pulgadas a mi espalda.

—No habrá escuadra mejor que la Unidad de Levi, ahora puedo asegurarlo.

/

Luego de arribar al cuartel, bien pronto le solicitaron a Erwin desde Mitras la presencia de los oficiales en la ciudad, a la mañana siguiente, puesto que seríamos condecorados. Gustáramos o no de tal estímulo, el régimen militar exigía un cumplimiento estricto de cuanto dispusieran los Altos Mandos. El carruaje nos esperó todo lo que demoramos en vestir los trajes de gala nuevos, y subimos a él carentes de ánimo. Perdoné a Erwin el olvido de su habitual gentileza, debido a los sinsabores que lo embargaban y Levi, falto de cortesía, entró al carruaje tras los pasos del comandante, ocupando el puesto a su lado. Fue Zacharius quien me cedió el derecho a ocupar primero el otro asiento, pues la rudeza de carácter ni la ofuscación limitó nunca su caballerosidad.

Pisamos el suelo de la capital con vergüenza, y una humillante repugnancia quemándonos las entrañas. Bien podían haberse ahorrado las carrozas, los flamantes uniformes, y por supuesto, aquel homenaje. La Legión distaba mucho de apreciar las muestras hipócritas de complacencia que nos prodigaran los Altos Mandos, esas que tanto lloraba la Gendarmería. Preferíamos la sobriedad del cuartel, así como el simple intercambio entre camaradas, Trost se había convertido en nuestro reino.

Sentirse partícipe de un holocausto y a la par, ser considerados héroes, no sólo por el Rey y los nobles, sino por los mismos ciudadanos de la muralla Rose, era contradictorio para quienes poseíamos dignidad y una ética. Levi ya lo había dicho, la sangre de los refugiados valía menos que la orina, incluso a ojos de sus coterráneos; estos únicamente le daban importancia al hecho de ver minimizada la hambruna imperante. Una ceremonia o agasajo a nombre del rey no iba a sanearnos la impureza de habernos sometido a sus despóticas ordenanzas.

Mientras el suplicio transcurría, parados bajo el sol, escuchando nuestros cargos y nombres como si tuviéramos un estigma; ciertos ricachones de Mitras aún se atrevieron a comentar sobre la cantidad de sobrevivientes. A su entender, ésta debió reducirse mucho más y por tanto, el trabajo de Erwin Smith "no pasaba de un logro mediocre". Vi al enano moverse incómodo en su puesto y lo forcé a permanecer estático, halándole disimuladamente una manga del traje.

—Tsk, esto es una endemoniada tortura —rezongó Levi, ceñudo—, escucharlos hablar a la ligera y yo sin poderles caer a patadas a esos nobles de mierda. Siempre burlándose del Cuerpo…

—No todo se resuelve a golpes —lo contradije en voz muy baja—. Está bien, a veces sí, pero no de esa clase.

—¿De qué hablas, Cuatro Ojos?

—Tchhhh, silencio —Mike, de pie a mi diestra, nos lanzó una mirada furibunda—. Imprudentes.

El hecho de retirarnos al culminar el acto, sin concurrir al festín, convenció a los del Gobierno de que no valía la pena despilfarrar monedas para ganarse a unos oficiales simplones, carentes de ambición. Durante el regreso a Trost, ocupamos el mismo carruaje que antes nos transportara a Mitras. El comandante parecía tan absorto en su malestar, que ninguno de los tres fue capaz de hablarle. Respetamos aquella grave introversión y me dije que después podía tocar el asunto, una vez quedáramos a solas…, así como otras cosas de ser necesario, con tal de redimir su espíritu.

Siendo un viaje largo, del que ya me sentía cansada y sumándole mi propio descontento, acabé por quedarme dormida sobre el hombro de Mike. Algo extraño se me presentó en sueños; vi a un hombre de cabello y barba rubia, las cejas tan pobladas como las de mi Erwin y ojos de pacífico azul, observándome tras unas gafas. "Cuídalo, te necesita. Sólo tú lo salvarás de una muerte infame —declaró con preocupación—. Lamento que se aferre a un sueño arriesgado por mi causa, del cual no piensa desistir. Acabará colgando de una horca."

—"Antes lo ahorcaré yo si su obstinación me sobrepasa —le aseguré a quien obviamente, no era otro que el padre de Erwin. Sin embargo, mi supuesta fiereza quedó ahogada en un suspiro—… No, no es cierto. Me hallo en desventaja, el hecho de amarlo solo provocará que respete su libertad para decidir. Siempre le voy a proteger de otros, pero de sí mismo… Difícilmente lo consiga."

—"Entonces ¿tu miedo a perderlo se limita sólo al plano sentimental, no físico? —inquirió, ajustando sus gafas— Si continúa empecinándose en demostrar mis conjeturas, su obsesión va a lanzarlo a un suicidio. Esa búsqueda únicamente le traerá dolor y cargo de conciencia."

—"Temo perderlo en todos los sentidos; cuando busca exponerse y su arrojo lo lleva a enfrentarse a titanes y a hombres por igual, cuando mi naturaleza impetuosa riñe con su estoicismo —respondí sincera, no obstante, me avergonzaba dejar expuestos mis pavores—… Sobrestima lo que su hijo siente por mí, a diferencia de otros, nunca lo frenará una cama… Ni yo sería capaz de contenerlo."

—"Minimizas su correspondencia, porque sólo una vez lo manifestó de palabra. Sabiendo las circunstancias, es probable que lo tomaras como una consideración hacia ti, quitándole peso al sentimiento —Sonreía noble a mi rubor, acrecentado al oírle tocar el tema de mi corto embarazo. Única oportunidad en que el comandante lo dijera por lo claro—. Erwin posee firmeza de alma y de cuerpo, sin embargo, su corazón es tímido a la par que arrogante. Juzga sus acciones, hallarás amor en todas ellas, incluso en las erradas. Nadie podría guiarle a un mejor fin que tú, Hange Zoe".

—"¿Mejor fin, dice usted? —chisté, irónica— Dudo que cualquiera de nosotros lo tenga; no obstante, si se refiere a librarlo de la humillación de la horca para que muera como héroe fuera de las murallas, delo por sentado —dije muy segura y fruncí el ceño—. Perdóneme la crudeza, pero estas son las consecuencias de involucrar a un niño en cuestiones de adultos".

Había bajado la mirada, visiblemente afligido, y su figura se difuminó al despertar yo por causa de un bandazo que diera el carruaje. Perdiendo el equilibrio, me hallé de sopetón despedida hacia adelante justo cuando arribábamos al cuartel. Erwin abandonó su meditativo letargo para sostenerme y evitar que callera de rodillas.

—Hanji, ¿estás bien? —Observándome de pies a cabeza, dedujo que mi expresión no era de dolor, entonces pareció más tranquilo— Ten cuidado al incorporarte, los coches son muy inestables.

—Cuatro Ojos, balbuceaste dormida "no lo haré" más de seis veces y el nombre de Erwin —me soltó mordaz el enano, cruzándose de brazos— Dime, ¿qué no le harías ni en sueños?

—Traicionarme —cortando toda posibilidad de sarcasmo y de contestación por mi parte, Erwin le había respondido. Al momento alcé el rostro y los ojos del comandante hallaron los míos. Sin dejar de mirarlo, tragué en seco mientras buscaba sentarme de nuevo. Me dedicó una triste y pequeña sonrisa—. ¿Cierto, Hanji?

Asentí con un gesto, mi comandante aguardaba su turno para bajar del carruaje, mirándome como si hubiese adivinado cuanto había visto en mi sopor. El cuatro pulgadas ya descendía y Mike le siguió.

—Hmph. Tú apenas dormitas —le dijo el segundo, pisando tierra—. Imagino que siquiera tienes pesadillas.

—Dormir es perder el tiempo —musitó Levi, chasqueando la lengua—. Una vez soñé con un tipo insoportable de chaleco rojo y estúpido sombrero. Tsk, el maldito no paraba de hablar, y desperté con dolor de cabeza por su culpa.

—Descansen —más que sugerencia, nos pareció una orden. Erwin, ya fuera del coche, me tendió la mano y agradecí el noble trato—. Esta clase de experiencias debilita el temple de los hombres, y no podemos consentir que nos vuelvan endebles. Algún día la humanidad comprenderá el tamaño de nuestro sacrificio.

/

Apenas dejé atrás el coche y a mis compañeros, decidí tomar un camino que desde hacía buen tiempo no andaba. Preguntándome si debía contarle a Erwin lo que antes viviera en mi estado onírico, tomé rumbo hacia la calleja que desde la izquierda del cuartel, iba a morir en un pasaje sin salida. Allí donde se levantaba la taberna favorita de los miembros de la Legión. Sonreí con amargura para mis adentros; mejor que callara, Erwin podía malinterpretarlo y creer que buscaba alejarle de su misión.

Crucé decidida el umbral, dirigiéndome a la barra. El tabernero se atrevió a guiñarme el ojo, al pedirle un sake. Alzándome las gafas, lo miré de soslayo y fue suficiente para hacerle callar lo que fuese a decir. Necesitaba sentarme por un rato y mantener quieto el cerebro, porque los pensamientos solo me provocaban dolor. Tomé la jarra llena de bebida con saña, encaminándome luego a una esquina del tugurio. Apenas la depositaba sobre la rústica mesa y una grácil figura que reconocía desde lejos, apareció imitando mi proceder.

—¿De verdad crees que podemos escaparnos, así de fácil? —vi a Nana aproximarse, recipiente en mano—. Claro que no, pero la pena compartida toca a menos y con tu permiso, me voy a sentar, Hanji.

—Uh, espacio hay de sobra, acomódate —le dije, encogiéndome de hombros y bajé la bebida a la mitad. Ocupó el banco frente al mío— ¿Pediste alcohol tú también?

—No seremos las únicas, te lo aseguro —Nana emitió un suspiro—. Cuando era niña pensaba, mirando a mi padre, que al volverme adulta el miedo y el dolor se desvanecerían como por milagro. Ahora me ha sucedido lo mismo; creí que ganar la condición de veterana me quitaría pesares y remordimientos, producto de la costumbre, pero es justo lo contrario, a más años mayores cavilaciones.

—¡Porque ningún soldado de la Legión, que respete su juramento, va a celebrar esta injuria de los Altos Mandos! —Solté, golpeando la mesa con mi vasija y el contenido brincó, mojándome los dedos y las mangas— ¡Oh, todavía me hierve la sangre! Si mi amor y lealtad a Erwin no fuera tan grande, te juro que mi asco hacia el Gobierno Central me llevaría a cometer un desatino ¡Y no iban a faltarme los aliados!

—Tu comandante se las vería negras, y ni hablar de la Brigada —Nana, a diferencia mía, no alzaba el tono, serena como siempre—. Debemos tener paciencia, salimos vivas ¿cierto? Iremos preparando el camino para modificar las cosas. Las peores tormentas comienzan con un soplo de aire.

—Agradece que no estuviste presente en el festejo de los sapos, o buscarías prenderle fuego a la Cancillería de los Altos Mandos.

—Ya me dijo Mike…, pero igual comprendo tu sentir y el de los demás —Nanaba me palmeó la mano, queriendo animarme, no obstante su desazón— ¿Qué miras? —se volvió al verme interesada en la puerta.

—Ahí está Nifa. Mi pobre subalterna sumando este infierno de masacre a su tomento personal ¡Qué castigo!

—Hanji, no puedes resolverle las penas a todo el Cuerpo —dijo, frunciendo el ceño y tornó a mirarme severa—. Cada quien es responsable de sus actos.

—Líder de escuadrón, Nanaba-san, ¿puedo? —inquirió Nifa. Sostenía su jarra con ambas manos, algo nerviosa; prueba de que beber no era un hábito para ella. Únicamente degustaba el alcohol cuando yo reunía a las chicas en mi laboratorio o mi escuadra brindaba en conjunto. Pocas veces, la verdad— No quisiera molestar…

—Deposita las sentaderas —le indiqué el sitio a mi lado— ¿No eres muy joven para tomar alcohol?

—Hange-san… Quizás no me recuerde mucho de recluta, porque había el triple de soldados que ahora y siempre buscaba estar junto a Keiji y Abel —me observó entre aturdida y vacilante—…, pero ingresé a la Brigada con ustedes.

—Ya, falsificación de edad. Aunque nos asegures lo contrario, se nota que te llevamos unas estaciones —sonreí, acordándome de cómo aceptaban a cualquiera que estuviese sano…, fuera medianamente astuto y consiguiera engañarlos, insistiendo sólo en limitar a los que lucían demasiado jóvenes—. Los controles entonces eran pésimos, suerte la nuestra.

—Hace pensar que no les importaba mucho, con tal de adquirir cebo para titanes —asintió Nanaba, reflexiva—; pero igual lo agradezco. Mike y yo tenemos una diferencia de algunos años.

—Bueno, el caso es que preciso darme un trago, dos…, hasta siete —la desesperación con que Nifa bajó el nivel del líquido, hizo que Nana y yo alzáramos las cejas—… Siquiera la ha besado; sólo tuve que verlos pelear juntos, y descubro una química tan explosiva o más que la usada para las balas de cañón... Ansío que me aplaste un titán.

—¿Celos? Mala cosa —de inmediato advertí que mi compañera se disponía a relajar su opresión. Mi subalterna quizás la sacara de quicio, empero Nana era consciente de lo aborrecible del sentimiento y los estragos que las rivalidades causaban en el ánimo de cualquier soldado. Me observó, sonriendo burlona—. Y ahora tocando el tema, no creas que no te vi llegar, Hanji… ¿estaba cómodo el hombro de Mike?

—¡Tieso y duro! HAHAHAHA, No sé cómo puedes recostarte ahí para dormir, Nana, ¡posee otras partes más blandas! Pero culpa al enano —reí, vaciando mi jarra y Nanaba secundó el gesto—. Si me hubiera permitido ir junto a Erwin, ahora no tendrías que lavarle la chaqueta a tu adorado.

—¡Y además lo llenaste de baba!

—Ehhh…, con todo respeto, siempre me parecieron ustedes dos parientes, más que compañeras de Legión —Nifa había dejado de beber para ojearnos atónita —. Seguro fueron amigas desde que ingresaron a la Academia.

—¡Para nada! —Soltamos al unísono y nos echamos a reír. Tosí al contestarle— ¿Cómo te explico que, a pesar de ser las únicas dos reclutas menospreciadas por todas las de nuestro año, no fuimos capaces de acercarnos hasta la graduación?

—Increíble —mi joven ayudante parecía sorprenderse cada vez más. Aproveché la pausa, ordenando la segunda tanda de sake— ¿Por qué no se unieron antes?

—Éramos conocidas, pero no amigas —Nana casi se atragantó intentando contener una hilaridad nada común en ella, producto del alcohol y los recuerdos—, ahora sí lo somos, ¿cierto?

—¡De las buenas! —lanzándome adelante, le propiné un manotazo afectuoso a su hombro izquierdo— Y no te culpo, tú creías que yo estaba interesada en Mike ¡HAHAHAHAHA! ¡Si parecíamos hermanos! —mis carcajadas pronto subieron de tono, sobresaltando a la concurrencia—… Pero verte celosa resultó muy divertido.

—Tú siempre andabas molestándolo, pidiéndole ayuda con un millón de cosas —musitó Nana, frunciendo el ceño— ¡Y él haciéndote caso! Nunca lo vi complaciendo a nadie ¡Lógico que tuviera mis dudas!

—Por eso le diste largas y al preguntarte la razón, solo fuiste medio sincera. Te dio vergüenza confesarme la verdad, porque ya me considerabas tu amiga —noté que sus mejillas enrojecían más, no por causa del sake—. Pobre Mike, al final provocó que nos acercáramos para quitarte la idea de la cabeza y hacerte ver QUIÉN era mi objetivo. Él queriendo comer fruta y tú poniéndole la rama cada vez más alta.

—Cállate, no deberías ni hablar —musitó, y llamando a gritos al posadero, solicitaba una tercera ronda—… Y Nifa, hazme caso. No montes potro, cámbialo por caballo grrrando y brioso, con muucho pelo. Deja el penco ir tras la yegua pelirroja y búscate un ssssemental que…

—¡Nana! ¡Bajaste dos vasijas completas! —de pronto me alarmé; tampoco ella poseía gran tolerancia al sake— ¡Otra no!

—Cállate, Hanji… Tú empezaste —dijo, cortándome los intentos de quitarle la jarra cuando la trajo el mozo. La agarró de súbito, para luego ignorarme y seguir hablando con mi subalterna—. Rrrequieres cura de caballo, Nifa. Que te dejen COJA, tal como le pasó a tu líderrrr cuando quiso montar a pelo y la pusieron a comerrrrse colchón…

—¡¿Quién, YO?! —Repliqué, muy escandalizada escupiendo parte del líquido.

—¡Nanaba-san!

—Seeeeppp. Acuéstate con otro y olvida, para eso Hanji te puso un arrro del taañamo de la muralla —fue la respuesta de Nana, y me señaló con el pulgar torpemente—. … Pregúntale si se acuerda de Moblittt ahorrra que lleva un historial de magullonnes, quemmaduras por fricción y astillas en la espaldaa.

—¡Nana! ¡Que te da por soltar la lengua! —Exclamé, lanzándome a quitarle de una vez la vasija— ¡Eres igualita que Mike!

—Mira, él sí que la sueeeelta después de beber —sonrió divertida, retirando su jarra y, a cambio, recibí un soberbio manotazo. Ella siguió muy tranquila, instruyendo a mi ayudante— ¡Nifa! El enanno de seguro le hace asssco a usssar la lengua, pero escuché que Erd…

—Hey, lagartija. Si no deseas ver la tuya cortada, muevan el trasero y vengan conmigo —debí estar muy distraída o medio ebria, porque no advertí la presencia de Levi, que nos contemplaba de brazos cruzados y con aire altanero—. Erwin ordenó descansar, no irse de tragos. Quiero a las tres en pie. AHORA.

—Pffffff… ¿Vas a carrrgarme? Porque me arrastrarán las pierrrnas —Nana le devolvió una mirada irónica e hizo ademán de incorporarse. Su estado hizo que al salir del banco, intentando mantenerse derecha, errara el cálculo y en lugar de usar como apoyo los hombros del enano, acabase plegada sobre su omóplato, cual si fuera una manta—. Uy, eres más bajo de lo que… Hanjii y yo necesitamos caballo, no poootro.

—Quítame esas manos asquerosas de encima y anda —Levi la observó de soslayo, apartándola de sí; por suerte, Nana consiguió guardar el equilibrio y conservar una postura erguida—. No tengo la intención de quedarme aquí un segundo más.

Recuerdo que comencé a sentir arqueadas. Los asistentes al tugurio contemplaban de lejos el penoso espectáculo que dábamos; conocían muy bien el genio del capitán y se limitaron a observar, curiosos.

—Adelántate si vas a vomitar, Cegata.

—No estoy preñada —le aseguré, confusa—. Mi aro no permite que los esp…

—Tch, nadie te lo preguntó —vi a Levi fruncir el entrecejo, aquel tema en particular le desagradaba—. Solo quiero proteger mi ropa de tu ácido gástrico.

A todas esas, Nifa siquiera se había movido de su puesto… Consideré que, si Nana se hallaba ebria, ¡cuanto más no lo estaría mi subalterna! El hecho de beber en silencio, no significaba tolerancia al alcohol.

—¡Oe…, tú! ¿Qué esperas? —el capitán se volvió hacia ella, quien lo había estado ignorando y permanecía sentada— ¡Párate de una vez!

—Las órdenes, únicamente de mi líder de escuadrón —por lo visto, la ebriedad había tornado rebelde su afable naturaleza—. Usted no es mi superior inmediato ¿Por qué obedecerlo?

—¡Porque de lo contrario voy a sacarte a la fuerza! —bajo la fiera expresión de Levi, advertí sorpresa; sin embargo, quiso dejar claro quién mandaba y pateó con la suela el banco— ¡Levántate!

—Déjeme tranquila, no va a impresionarme —Nifa parecía inmutable a las amenazas del enano—. Los muertos no tememos a la muerte.

—Tsk, vaya drama —el cuatro pulgadas emitió un gruñido, abandonando su actitud impositiva—. Ni pienses que voy a cargarte en brazos. Maldito Erwin, poniendo a prueba mi tolerancia…

—Dele órdenes a los suyos ¿Acaso Petra no disfruta obedeciéndolo? —De improviso, mi subordinada se alzó, enfrentándolo e imitando graciosamente a la joven— "Sí, capitán". "Lo que usted quiera, capitán Levi".

—Para ya de quejarte, mocosa —el pelo de tazón se irguió, muy digno—. Exijo de ti el mismo respeto.

—Nifa, haz lo que te manda —intervine antes de que dijera cosas peores—. El reclamo viene del comandante. Ugh, estoy mareada.

—Sí que sabes arreglarlo todo cuando se trata de él —masculló Levi, en el fondo agradecido por mi oportuna mediación —… Nos retiramos.

Asentí, dándole una mano con Nana, quien había terminado recostada a mi hombro derecho. El enano agarró a Nifa del brazo y se dispuso a conducirla, a rastras de ser preciso, hacia la puerta.

—¡HEY! ¿Quién pagará el sake? —nos gritó el tabernero, mirando torvo a Levi.

—Hágale llegar la cantidad al comandante Erwin Smith —dijo con toda mala intención—. Póngalo en su cuenta personal.

Sonreí para mis adentros; la embriaguez no me había ensombrecido la percepción. El capitán maduraba a pasos agigantados.