Emociones contra pasividad

Si después de vivir un holocausto, no me perdonan que haya buscado el mayor consuelo entre sus brazos, es mejor que se abstengan de leer. Sí, hay contenido erótico en este relato.

Desperté medio aturdida, en un lecho con impecable olor a limpio y un brazo rodeando la base de mis senos. Apenas tuve que inclinarme hacia atrás para sentir el amparo de su cuerpo, envolviéndome como una manta; su respiración suave junto a mi cuello hacía un fuerte contraste con la virilidad que le brotaba de cada poro del cuerpo, aún en reposo. Podía estar ofuscada por el malestar de la resaca, y con todo, iba a reconocer aquel sello único que era su firme complexión, los músculos tensos a pesar del sosiego, el aroma fresco amén de varonil que daba a su piel los austeros jabones del ejército.

—Uh —giré un poco, hasta conseguir mirarlo por encima del hombro—… No entiendo…

—¿Sorprendida? Le ordené a Levi que te trajera de regreso aquí, antes de que tus amigas y tú pusieran el cuartel patas arriba. Un chispazo basta para que arda este reducto —susurró, acercando su mejilla a la mía y el tibio roce me provocó un sobresalto de pura fascinación—. Comprendo que lo vivido acabó por golpear tu espíritu, yo me siento igual.

—Así que te aseguraste de tenerme quieta bajo tu cuerpo —le sonreí, acomodándome boca abajo. No demoró en cubrirme la espalda y reclinar su cabeza sobre mi omóplato—. La verdad es que no recuerdo mucho…

—Te di un baño rápido, vistiéndote de limpio después y…, fuiste directo hacia la cama, tiritando de frío. Hay una ventisca fuera —dijo calmo, haciéndome apreciar más el peso de su cuerpo—, y mi camisa era insuficiente para darte calor.

—¿No es obvio, si olvidaste ponerme ropa de la cintura hacia abajo?

—Mis más sinceras disculpas —expresó con un tono que nada tenía de honesto, sino de provocativo en toda la extensión de la palabra. Casi de inmediato, lo sentí apartar el rostro de mi paletilla, estremeciéndome con un beso donde antes reposara su cabeza—, pero la imagen que ofrece tu cuerpo, vistiendo tan sólo una prenda que me pertenece, me llevó a considerarlo un sacrilegio.

A la sazón, se acodó a mi siniestra, aguardando a que hiciera lo mismo y quedáramos de frente. Giré con lentitud, hasta terminar de costado, mirándolo entre dolorida y ansiosa.

—Un sacrilegio es que mis sienes estén ardiéndome justo ahora.

—Castigo divino por beber de más, saltándote mis órdenes a gusto —sonrió, extendiendo el brazo para acariciar con el dedo índice la punta de mi nariz. Cerré los ojos, disfrutando aquel efímero instante. La ternura no era una virtud que los hombres de la Legión tenían a bien exteriorizar, ni con las miembros del ejército; volviéndose una delicia y privilegio de la intimidad—. Te has quedado pensativa…. El clima parece favorecernos con una noche muy larga ¿Quieres conversar?

—No quiero, lo necesito —musité, rogando porque cedieran ambas molestias; la resaca y la pesadumbre—; para aliviar esta suma de reconcomios que llevo adentro. Escucha; me apena verte discutir con Levi, porque ambos poseen la razón y, sin embargo, no está en sus manos ni las tuyas, el cambiar las decisiones que los Altos Mandos toman frescamente. Lamento las pérdidas que esos no lloran y cómo eluden las consecuencias de sus disposiciones —hice una pausa, mordiéndome los labios. Él me observaba, muy atento a cuanto decía—. Me disgusta saber que mi subalterna aguanta su dolor y tampoco puedo hacer otra cosa que volverme una líder estricta, reprimiéndole la voluntad de luchar por el hombre que desea…

—Lo primero es fácil de comprender, a mí también me resulta violento y desagradable medir las armas con Levi por causa de una imposición de los superiores. Sin embargo, tengo la certeza de que, al final, comprendió mi punto de vista —no había dejado de contemplarme serio, pero sus dedos moldearon con gentil cuidado un mechón de mi cabello tras la oreja—. Respecto a lo segundo, él valora cada vez más el empeño de Petra de ser una guerrera élite. Tú lo viste desde el inicio, están hechos el uno para el otro: igual coraje, el mismo arrojo, los mismos ideales y ella se ha convertido en una excelente compañera de armas. No creo que debas culparte por no alentar lo que ya era batalla perdida —se dejó caer sobre la espalda, llevando las manos tras la cabeza y sonrió con malicia—, estoy seguro de que si estuvieras en la piel de tu subalterna sabrías retirarte, lanzándome tu dignidad a la cara… Y luego descubrirían mi cuerpo sin vida y castrado.

No logré contener la risa, ¿en serio me suponía capaz de mutilarlo, por un fin tan mezquino?

—Erwin Smith, no me hagas reír; sabes muy bien que yo hago las cosas de manera diferente —aproveché su postura, tumbándomele encima para después recostar mi semblante en su pecho. Dejé correr un dedo por las vigorosas costillas, acariciando el torso que de recluta me había provocado rubor, aún cubierto por la camisa—. Oye, dime algo ¿tu padre… hubiese visto con buenos ojos nuestra relación?

—Se hubiera preguntado cómo diablos conseguí atraer a una mujer tan segura, ingeniosa y espontánea, siendo yo pésimo en declarar mis intenciones —clavó la vista en el techo, alzando las cejas, pero esa vez no sonrió—. Conociéndolo, estuviera fustigándome para que te dignificara, haciendo la relación oficial —su voz adquirió un matiz amargo —… Si bien murió demasiado pronto como para verme de galán, supo hacer de mi un caballero. Hanji, ¿qué sucede?

—No soy una mujer segura, Erwin. Juro que nada va a detenerme, pero tengo miedo —finalmente lograba exponer mis recelos—. Esta matanza demostró que somos títeres y carne desechable para los Altos Mandos. Sé que buscarán la manera de llevarte a la horca, para más tarde lanzar tus despojos quién sabe dónde.

—Moriré en primera línea, bajo el sol. No les daré el gusto de humillarme, créeme —alzó un poco el rostro, hice lo mismo y nuestros ojos se hallaron. El beso de confabulación fue tenue, como si al vuelo selláramos una promesa—. Igualmente, de apresarme, no quisiera estar en el pellejo de los pobres tipos de la Policía Militar Interior… Te conozco, removerías cielo y tierra hasta dar conmigo, porque a este punto es absurdo que neguemos lo que uno haría por el otro… Hanji, no considero mi orgullo disminuido porque confío a ti mi vida. En el caso inverso, igual te sacaría de cualquier prisión, sin que me intimidara la distancia o lo infranqueable del recinto —sonrió tan confiado, que me sentí envuelta y resguardada por su entereza. El calor del cuerpo era uno con el fervor de nuestro espíritu; a eso se le llama "encontrarse" y ahora sé que muy pocos logran el milagro— ¿Aún precisas de afirmaciones o palabras?

—No. Démosle mejor uso a la lengua —Respondí, tomando su rostro entre mis manos y exploré despacio sus labios, lamiéndolos. Cuando en el sensual intercambio, sus manos descendieron ávidas por la curva de mi cintura y la cadera, hasta rodear los glúteos, la pasividad se desvaneció. Mis dedos volvieron un total desbarajuste sus cabellos minuciosamente peinados, a la vez que devoraba su boca; y él correspondió, satisfecho de que su espera y la conversación generaran tan buenos frutos—. Oh, pues ahora no puedo aguantarme las ganas…

—Amo tu desorden; lo que haces con mi pelo, mi paciencia y las mantas —lo acallé con otro beso rápido y me sumergí bajo las sábanas—. Hanji, te lo advierto… Mordidas, no.

—¡Holaaa, Titán! ¡Oh, se ha puesto contento y quiere jugar! ¡Tu Hanji va a darte muuuucho amor! —consciente de lo motivadoras que le resultaban mis picardías, armonizadas con la calidez de la mano comprimiendo el peligro entre sus muslos; el atinado ritmo de palma y dedos, labios y saliva, detuve por un segundo el incentivo preliminar y sonreí con traviesa perversión— Huh, acabo de olvidarlo… Mi comandante ordenó el descanso, no puedo retozar ni beber...

—¿Quién mandó nada? —objetó, alzando la cabeza y reí al observar su expresión de ansioso desespero, con las cejas levantadas ante el placer truncado— La disciplina frena el ardor, teniente ¿No quería embriagarse? Dese el gusto —me devolvió una sonrisa maliciosa y conforme aplicaba el trato ceremonial, me asió del moño, empujándome con gesto preciso la cabeza.

/

Las antorchas desprendían más humo que luz a esas horas del alba, con sus llamas casi extintas; y daban al corredor un aspecto lúgubre. Me resultó difícil abandonar la cama del hombre que, desde la primera vez, supo desnudarme de todo; y la razón principal fue oírlo exponer una serie de justificaciones, para mantenerme bajo su manta. No obstante, apelé a la prudencia en lugar de rendir mi cordura y decidí volver a la pieza donde me alojaba. Dejé su camisa sobre una silla, embutiéndome la ropa que antes llevara, pese al olor a bebida. El frío era indecible y no iba a salir medio desnuda al corredor.

Cerré la puerta escrupulosamente, buscando escabullirme silenciosa, como tantas veces, hasta mi habitación. No era un gran problema cuando por conveniencia, el segundo piso de la casa de oficiales solo albergaba los dormitorios de los cuatro miembros de mayor jerarquía dentro de la Legión. A saber; el de mi comandante, su inmediato Mike Zacharius y el mío propio, un cuarto recién ocupado por Levi. Sin embargo, los murmullos de dos personas que compartían en el pequeño refectorio de la planta baja, me llamó poderosamente la atención.

Aquel espacio estaba reservado, como todo el edificio, para el uso exclusivo de quienes lo habitaban. Si alguien ajeno había puesto allí un pie, correspondía a Mike, administrador de las guardias del Cuerpo, escarmentar a los centinelas por negligentes, al incumplir una ley bien clara.

Descendí cautelosa, y rogué que mis manos fuesen lo bastante fuertes para someter a los intrusos, porque no llevaba conmigo ningún arma. Cuál no sería mi sorpresa cuando al pisar el último escalón, reconocí las voces. Avancé de puntillas hasta la columna más cercana y permanecí oculta entre las sombras. El pitido me indicó que hervía el agua en una tetera…. Levi estaba en su derecho de beber a la hora que se le antojara, máxime por las circunstancias que habíamos vivido, pero…, ¿hasta qué punto una mujer era capaz de violar normas, desafiando los rigores del clima nocturno, para ir donde su amante? Bien lo sabía yo; una perdidamente enamorada ¿Tendríamos otro escándalo semejante al de Nifa? ¡El maldito enano iba a comprometernos por segunda vez! ¡Y para colmo, dejaba la hoja semiabierta!

—Capitán… Solo vine a hacerle un té —al volverse, observé a una Petra de mejillas tan encendidas como su cabello—… Perdone mi atrevimiento. Creí que lo necesitaría.

—Está bien, Petra. Ya veré mañana cómo explico tu presencia aquí a horas avanzadas de la noche —dijo el enano, elevando las cejas y con una pregunta en los ojos que no se animaría a lanzarle—; para los soldados el acceso a la casa de los líderes está restringido. Requieren la autorización del oficial de guardia.

—¡L-lo siento! ¡Me olvidé por completo! ¡Y los vigilantes no me detuvieron, sonriéndose como un par de imbéciles cuando les dije que…! ¡Oh, no! —la muy tonta cayó en la cuenta de que había pecado de inocente— Lo último que deseo es causarle problemas ¡Castígueme según establece la normativa!

—¿Un castigo, uh? No está mal que reconozcas los errores —vi a Levi recostar su cuerpo a la meseta y cruzarse de brazos, sin dejar de contemplarla—, pero son los vigías quienes van a pagar su exceso de confianza —frunciendo el entrecejo, la siguió con la mirada, mientras la chica retiraba la tetera del fuego para servir dos tazas. El modo en que sus ojos le recorrieron la espalda, hasta quedar fijos en las juveniles curvas, me reveló un indiscutible deseo—. Yo me haré cargo de tu situación, después de todo, eres la única que tuvo un gesto amable conmigo.

—El capitán se interesa por su grupo de soldados —musitó ella, sonriendo algo turbada—. E-es lógico que también nos preocupemos…

—¿Los demás te mandaron a indagar y servirme un té? Cuánto desvelo.

—N-no. Es decir, fue idea mía —se contuvo de falsear su interés, a pesar de la mordacidad—. Nadie me envió.

—Tch, entonces no hables en plural. Di simplemente que te preocupas —el enano le hizo un gesto para que ocupara un sitio junto a él, sentándose a la mesa. Tomó la rústica taza, olisqueando a placer el contenido—. Huele bien el té, ¿sabes cocinar, Petra?

—Desde pequeña, era quien atendía la casa. Mi padre y yo nos quedamos solos —Petra sonrió gentil. Su timidez era tan adorable que, lejos de sacar de quicio al pelo de tazón, parecía motivarlo a quedarse allí, ojeándola—. Pudo haberme casado temprano, según la costumbre; sin embargo, aceptó que mis aspiraciones iban más allá de cuidar un hogar.

—Me cae bien el tipo… Eh, tu padre —¡Nunca había oído a Levi rectificar la brusquedad en su lenguaje! Aquel respeto hacia un desconocido me sorprendió, haciéndome abrir los ojos y contener a duras penas el grito—. Al menos entendió la clase de mujer que eres. Debe sentirse orgulloso de tenerte por hija. Ser la clásica esposa no va contigo.

—¿…?

—Y por lo que he notado, ese Auruo se quedará con las ganas. Tampoco buscas un amante a tu antojo —pareció analizar profundamente la expresión de la chica, quien había fruncido el entrecejo—… No eres de las que se dejan llevar por los impulsos del momento.

—Capitán, le ruego que no demerite mis propósitos —Petra cruzó los brazos arriba de la mesa, inclinándose hacia él, ofendida en su amor propio—. Estoy lejos de motivar amoríos o romances de turno. Entré a la Legión porque deseo proteger a la humanidad de los titanes.

—Tsk, lo sé. Desde el principio me di cuenta, y no lo dudo; pero eso riñe con tu propia humanidad —soltó el enano, paladeando la infusión, para después encogerse de hombros—. Es normal que suceda en el ejército; e inútil escandalizarse.

—¿D-de qué me habla? —ella le observaba entre incómoda y aturdida—.

—Justo ahora…, es claro que te importo; no obstante, desconfías al compartir este pequeño espacio conmigo —Levi chasqueó la lengua, huraño—. Y tienes razón. Todos creen que soy un héroe, pero también un cerdo.

—Capitán, nadie se atrevería a considerarlo así —noté que contemplaba la pulida superficie de la mesa, arreglando el cabello por detrás de la oreja con gesto nervioso—. La verdad es que…

—Ya conoces lo sucedido entre esa chica y yo —continuó Levi sin rodeos, aunque molesto al recordar la experiencia—. Lo sé, me fastidia haber sido tan malditamente flojo. Las responsabilidades aturden, por eso las odio —gruñó, sin apartar la vista de su compañera, y acto seguido la enfrentó con sinceridad—…, no significa que ignore cómo asumirlas.

Ella se mordió el labio inferior, sobrecogida ante lo franco de su declaración. El cuatro pulgadas mostraba un obvio remordimiento.

—S-si me lo permite, cometió un desliz puramente humano.

—Tch, "un desliz puramente humano" —rezongó al escucharla, incapaz de aceptar que hablaba en serio—. Nada excusa lo que hice.

—Reconocer que se descaminó es un buen paso.

—Hace un tiempo, cuando vivía en la Ciudad Subterránea, tomé bajo mi cuidado a una chica —el semblante de Levi se tornó sombrío, Petra bebió su infusión, inquiriéndolo con los ojos—. No, nada sentimental. Se convirtió en mi hermana…, la protegí mientras pude. Cierto día unos imbéciles abusaron de ella, y les corté la garganta sin miramientos.

—Por lo que oí —susurró la otra, conciliadora—… Usted no forzó a Nifa, es diferente.

—Sé que le maté algo adentro, tal como le ocurrió a Isabel —parecía muy seguro de la culpa que le tocaba y lo comprendí de inmediato; su experiencia era nula en el tema de importarle sentimentalmente a una mujer, virgen por añadidura… Y por tanto, añadía otra inesperada responsabilidad a su fardo—. La única diferencia es que no me abrieron el cuello, mi castigo fue mínimo en comparación.

¡Levi estaba poniendo sus cartas boca arriba, en aras de ganarse la confianza de la subordinada!

—Capitán, ¿alguna vez se acercó a ella con el ánimo de hablar? —quien conociera el carácter apático del pelo de tazón, sabía lo absurdo que resultaba la pregunta—.

—Tsk, esa es buena ¿por qué demonios lo haría? —masculló sarcástico, volviendo a encogerse de hombros— Y el té cuesta bastante como para desperdiciarlo en charlas triviales.

—¿No es así como se conoce a las personas? —insistió ella y pensé que se arriesgaba a recibir del capitán una expresión ominosa— D-digo, si hay interés de relacionarse con el prójimo.

—Llevo una lista de compañeros de la Legión muertos en batalla, y otros tantos sacrificados a los titanes por acuerdo de unos aristócratas imbéciles —el enano le acercó la taza, indicándole que le sirviera— ¿Crees que me entusiasma crear lazos inútiles?

—Perdone, capitán —su compañera de mesa pareció llenarse de coraje y no demoró un segundo en decir lo que retenía—. Fue justo lo que hizo con Nifa.

—Esa mocosa me ha vuelto un infierno la existencia —él siquiera parpadeó, inmutable—. Solo espero que me olvide. Tsk, las mujeres vírgenes son un problema.

Vi a Petra ruborizarse de pies a cabeza, las mejillas encendidas revelaron tanto enojo como vergüenza ¿Era idiota el enano, o su gran percepción ineficaz cuando se trataba de esa chica en particular?

—Capitán, permítame retirarme —Petra Ral se levantó aparatosamente de su asiento; sin dudas considerándolo un imbécil—, que disfrute su té.

—Debí suponerlo —observé a Levi sonreír malévolo y hubo de pensar—… "Nada que no pueda cambiarse. Tiempo al tiempo".

Abandoné mi escondite con premura, tratando de que Petra no escuchara las zancadas, cuando salió pronta del refectorio. El enano alcanzó el peldaño inicial de las escaleras en el instante que yo había llegado al corredor del piso alto, y debí apresurarme. No saldría bien parada si me atrapaba espiándolo.

/

Apenas di crédito a mis oídos, cuando Erwin me confió que haríamos otra salida y esa vez a un terreno infecto de titanes, al este de Shiganshina. La expedición que iba a convertir definitivamente a los subalternos de Levi en soldados de primer nivel; darle crédito al nuevo comandante por su estrategia y a mí, la oportunidad de mi vida.

Confieso que la demora entre las marchas, había incrementado el ansia de ir a enfrentar el peligro y quizás hasta llevarme un titán, aunque fuera a rastras. A eso le sumaba el hecho de salir en pleno ciclo del mes, período de tiempo que impulsaba mis arrebatos a grado superlativo. Partíamos bajo la guía directa de Erwin, y verlo tan regio sobre su níveo alazán, mientras aguardaba a que se abriera la puerta de Trost, provocó que mi adrenalina se disparase aún más.

—¡Escuadrón, prepárense! —la voz del comandante nos llegó, poderosa y solemne— ¡Alisten sus equipos!

—Ah, maldición, ya quiero salir —gimoteé, inquieta—… Oye, Levi…

—De ninguna forma —cortó mi arranque con su habitual indiferencia—.

—¡Pero todavía no he dicho nada! —respondí cabizbaja a la negativa del enano. Conociéndolo, posiblemente adivinara hasta mi actual etapa de menstruo.

—Quieres que te ayude a capturar un titán, ¿verdad? —el idiota ni se molestó en mirarme— No tengo la intención de ayudar en algo así.

Bueno, debí suponerlo, desde que me informaran de la noticia, había estado sonsacando al pelo de tazón para que me secundara con la captura. La contesta no varió nunca a positiva.

—¿Qué hay de ti, Mike? —intenté pedirle a mi otro compañero de andanzas— ¿Quieres ayudarme?

—Hmph —Zacharius prefirió no complicarse la existencia; varios pasos detrás, percibí a Nana frunciendo el ceño.

—Huh —suspiré, dándolos por incorregibles. Jamás comprenderían lo importante que resultaba para la humanidad la captura de un ejemplar vivo. Qué remedio, me dije alzando los ojos y les solté, mordaz—... Como siempre, las respuestas aburridas de unos chicos aburridos.

Las campanas al vuelo anunciaron el alza de la puerta. Recordé los días en que, siendo niña, casi me sepultan bajo una por hallarme demasiado abstraída; recogiendo cierta especie de lombrices, que habitaban dentro de las grietas húmedas abiertas en la tierra. Un miembro de las tropas de la Guarnición me salvó, rodeándome con el brazo la cintura y tiró de mi hacia atrás. Perdí uno de los recipientes, pero conservé la vida y aquel hombre al que debía todo agradecimiento, supe después que pereció cuando el titán Colosal tomó la muralla.

El aviso de mi comandante hizo que volviera a centrarme y revisé por enésima vez el ajuste de las riendas de mi corcel.

—¡Escuadra 49, doy comienzo a la expedición! ¡Marchando! —Enfocado en el plan que trazara, sólo miraba hacia el frente y, claro, no advirtió mi entusiasmo al verme otra vez al aire libre.

La sola contemplación del amplio territorio, me animó tanto que di un grito y clavé las espuelas en los ijares de Tommy, lanzándome adelante como adolescente desbocada. Ni oí la voz de Erwin, quien presa del sobresalto al advertir mi frenesí, me llamó para que retornara a la formación.

—¡Hanji!

—¡Titanes! ¡Ya voy a darles mi amor! —olvidándome de todo, excepto de mi empeño, puse las hormonas por delante y fui sorda a lo demás.

Levi asumió el reto de ir tras de mí, alcanzándome a varias leguas de distancia del camino que recorrería el grupo. Sin detenerse, lanzó el cuerpo hacia mi flanco izquierdo, para tomar las riendas de Tommy, recogiéndolas en su puño. Al hacer fuerza, me fue imposible mantener el tironeo hacia mi lado.

—¡Oye, no me desvíes el curso! —repliqué al notar que descaminaba al caballo de la ruta que le había impuesto— ¡Regresa a lo tuyo, enano!

—Si no quieres que te devuelva a Erwin en trozos —amenazó muy serio—, mantén la boca cerrada.

—¿Huh, siquiera vas a insultarme? —llamó mi atención que no añadiera su injuria favorita; él tan solo me observó de reojo. Pestañeé a causa del incremento de las punzadas en el vientre, una vez disminuida la prisa y el fervor, los pinchazos recuperaron su intensidad.

—Tsk, no malgasto el tiempo discutiendo con una mujer cuando está en la etapa más repugnante del mes —dijo, frunciendo la nariz y condujo mi alazán hasta la salida del bosque—. Eso se lo dejo a Erwin… y ojalá sepa disciplinarte como lo mereces.

—¿Castigarías a Petra? —me atreví a desafiarlo. Ya podía verse la comitiva a cierta distancia.

—Ella no me complica la existencia…, y posee la sensatez de no ir exteriorizando sus… Momentos —gruñó con fastidio, devolviéndome las riendas. Entonces su expresión cambió a una furibunda— ¡¿Qué mierda, Cuatro Ojos?! ¡Te advertí que no abrieras la boca! ¡Espolea el caballo y procura no virar hacia el maldito bosque!

—Lo siento, lo siento —me disculpé, siguiéndole. Incrementamos el galope y nos fuimos acercando a la caravana de la Legión—. Es que me resulta curioso el cómo puedes entender algunas cuestiones femeninas y otras no…

—Si hubieses pasado tu niñez dentro de un burdel, Cegata —oí que musitaba, contrayendo el entrecejo—… Viendo morir a tu madre…

Me bastó aquello para que realmente cerrara la boca, y aparenté no haberlo escuchado. Alcanzamos en silencio a las tropas del ejército, percatándome de que, desde el primero al último de los guerreros, me seguían con la mirada.

—Eh, E-Erwin —dije, ocupando mi puesto junto a él—… N-necesito que capturemos un titán, quiero investigar, no puedo seguir así…

—A la retaguardia, Hanji —contestó, impasible; y sentí como si hubiera dado de bruces contra un bloque de hielo—. Estás relegada de la primera línea. Ve a custodiar los suministros. La cuarta escuadra pasará bajo las órdenes de Moblit Berner hasta el retorno al cuartel.

—¡N-no puedes hacerme esto! —mi oposición fue cortada de plano con un tajante ultimátum.

—¿Prefieres que te retire del Cuerpo? —su voz no dejaba lugar a dudas, otra vez había tensado el hilo— Como tu comandante, yo dispondré lo que es imprescindible para la Brigada, lo mismo en lo concerniente a las misiones de cada soldado ¿La separación de la vida militar, o la retaguardia, Hanji?

—De acuerdo, Erwin —acepté, aplacando la tirantez entre ambos—. La escuadra de los suministros.

Resignarme a quedar atrás, teniendo los ojos de toda la Legión de Reconocimiento puestos en mí, nunca iría con mi carácter. La suerte deparó que nos topáramos a varios titanes justo a mitad de camino y mi cambio hacia el grupo de los suministros, muy oportuno. Máxime porque la mayoría de los jóvenes que los custodiaban, aún carecían del fogaje que lleva poner fuera de combate a uno de tipo excéntrico. La pérdida del líder me hizo la guía momentánea, demostrando lo importante que resultaba la unidad de los soldados. Empero, la victoria no me supo bien y aunque me negara a reconocerlo, había perdido mi alegría. Las hormonas me jugaron, además, la mala pasada de tornarme depresiva hasta que tuvimos establecido un puesto de avanzada, en un sitio donde antes hubo un pueblo.

Se levantó el campamento y no fui llamada por mi superior. Tal como dijera, iba a limitarme por desacato. Advertí que Moblit se me acercaba, resuelto a detenerme apenas advirtió mis intenciones de hacerme oír, quisiera o no el comandante.

—Líder de escuadrón, quizás no es el mejor de los momentos para…

—Quien teme al riesgo, jamás avanza. Estoy harta de permanecer quieta, necesito sentirme útil y ofrecerle a la humanidad aquello en lo que soy buena —pateé la tierra, dejando al descubierto una piedra—. La luz de la ciencia que disipe la ignorancia sobre la verdadera naturaleza de los titanes.

—¿No teme acaso que la saquen de la Legión? —a juzgar por su aspecto desolado, lo temía más que yo— ¡El comandante bien puede ordenarlo!

—Moblit, esto no se trata de mi propio interés —lo cierto era que yo había puesto mis esperanzas de continuar las investigaciones en las manos del nuevo comandante, y él no daba señal de aprobarme una captura. Me negué a creer que las cosas siguieran el mismo sendero que tuvieron con Keith Shadis…—. Veamos si apuesta por volver a los experimentos o ser una copia de su antecesor.

/

Fui hasta la tienda sin aguardar más por un aviso que no llegaría. Moblit, por mucho que quise impedirlo, siguió mis pasos y analicé que a lo mejor me vendría bien estar custodiada. El comandante, acompañado por dos líderes de escuadrón provisionales, veló su sorpresa, tratándome con formalidad. Supuse que había intuido el motivo de mi presencia y accedió a que me sumara al debate, junto con Moblit.

—No es prudente continuar aventurándonos y exponer a los hombres. Conseguimos el puesto de avanzada, todo lo distante que nos propusimos —dijo, analizando sus planos—. La próxima ocasión abarcaremos un territorio mayor. Díganle a Mike que permanezca de vigía y alerte de cualquier proximidad…

—¡Aguarda un momento, Erwin! —grité, dando un brutal palmetazo a la mesa— Entiendo cuál es la situación actual de la Brigada de Reconocimiento. Pero, ¿acaso no era descubrir la identidad de los Titanes el objetivo primario? ¡Y eso es algo que deberías de saber mejor que nadie!

—Este… Líder de escuadrón… No creo que sea la forma de hablarle al coman… —trató de interferir Moblit, conocedor de mi genio y frustraciones, agravados por mi situación hormonal—.

—¡Cállate! —lo miré irritada por encima del hombro y acto seguido, volví a la carga, dirigiéndome a Erwin Smith— ¡Es necesario que capturemos a un titán! —su inmutabilidad me impacientaba tanto como, en cierto modo, hacía que bajara las armas y el tono— Por supuesto, sé que es muy difícil. Ya sé que han pasado años desde la última vez que lo pretendimos. A pesar de haber sacrificado otros tantos intentándolo —él supo a lo que me refería y no era sólo al tiempo— ¡Pero si no hacemos sacrificios, jamás obtendremos la información!

—Entonces…, sigan con lo planeado —el comandante parecía ignorarme, dirigiéndose a sus dos subalternos y relegándome al segundo nivel. Uno de ellos asintió, dando media vuelta. Estaba visto que prefería no ser testigo de una confrontación entre los altos cargos del ejército— ¿Cuántas veces tengo que decirte para que lo entiendas? No tuvimos avance con el plan de captura; llegaremos hasta aquí esta vez. Hemos perdido a muchos hombres.

—Eso lo entiendo, pero…

—Hanji… Rechazado —el modo en que lo planteó fue categórico. Simplemente, no aprobaría la imposición de una subalterna, menos aún de su amante.

Unos pasos detrás, estaba Moblit con aspecto resignado y por un momento, vislumbré lo que hubiese sido para él tenerme de mujer. Sin compromiso alguno le era imposible pugnar conmigo, no digamos en la confianza de un maridaje.

En tanto, Erwin, decidido a no tolerar más obstinación de mi parte, había dado la espalda y abandonaba la tienda, marchando prontamente. Lo seguí, poniendo a la humanidad sobre mi orgullo, conforme le gritaba.

—¡Es-espera! ¡Espera un momento, eh, Erwin!

—Después de todo, es inútil, Hange-san —Auruo metió la cuchareta, sin que nadie lo invitara. Se hallaba fuera de la tienda, cruzado de brazos con actitud arrogante, y tuvo a bien embutirse como sapo en una pelea que no le concernía—. Solo debemos seguir poniendo en riesgo nuestras vidas, matando titanes; sin que importe cuántas hagan falta, nunca serán bastantes.

Me llevó un segundo alzarlo en vilo, sosteniéndolo por las solapas. A su lado, Petra nos contemplaba tan impresionada, que rellenó en exceso el tanque de gas.

—Suponiendo, Auruo, que Levi tratara de matarte. Muy en serio. Entonces, ¿qué harías? ¿Crees que podrías enfrentarte a él?

—Obviamente, sería imposible —Auruo de milagro no se mordió la lengua, pero sí parecía estar al borde del ahogo—. Quiero decir…, me está lastimando…

—¿Cómo ganar? ¿Quieres que te lo diga? Lo he averiguado —dije, contemplándolo tal cual haría una lunática—. Dentro de lo que hace, siempre ha sido malo cocinando, o cuando era niño iba al baño de mujeres —aquello me resultaba particularmente llamativo y mis pupilas resplandecieron—. Todo eso, lo investigué. Si lo usas a tu favor, pudieras tener una oportunidad. Pero, aunque pelees, siempre vas a ser… asesinado.

—¡Hange-san! —gritó Petra, sobrecogida.

—¡Líder de escuadrón! —Moblit me devolvió a la realidad— ¡Está pasándose!

—Hmph —solté de súbito el agarre y Auruo cayó al suelo de nalgas, propinándose un buen golpe—. Lo siento, pero así son las cosas.

Partí enardecida, con Moblit reclamando atención. Desoí sus gritos, aunque me llegaron las palabras del subordinado de Levi.

—Maldición, en serio pensé que moriría —escuché decir al de pelo gris, y sinceramente, agradecí que Petra no tuviese ningún interés en él. Merecía un mejor prospecto—… Esa persona, no está bien de la cabeza…

Aurúo siguió hablando estupideces y ella respondiéndole indignada, en tanto, yo me dirigí al sitio donde se hallaba mi corcel. Un sonido lejano, que identifiqué como de árboles cayendo, hizo que todos los miembros de la Legión nos sobresaltáramos. El humo rojo de la bengala disparada por Mike, desde el techo en el que se hallaba, confirmó nuestro recelo.

—¡Hay uno en el bosque! —a juzgar por el tono urgente, Zacharius lo había vislumbrado cercano a la posición que ocupábamos.

—¡Todos los escuadrones, prepárense! —el mandato resultó alto y claro para el resto, que no para mí.

—¡Líder de escuadrón, es peligroso ir sola! —si Moblit esperaba frenar el ímpetu de mi carrera, debió plantárseme delante y cortarme el paso… Aunque igual hubiese acabado lanzándolo al piso.

El comandante quedó estático, mirándome sobrecogido, era la primera vez que demoraba más de un segundo en lanzar su orden.

—¡Erwin, deja que me lo quede! —trepé a la montura de un salto, hincando espuelas y siquiera le di tiempo a detenerme. Apostaría; sacrificio e insubordinación contra pasividad. Salí de estampida, rumbo al bosque.

—¡Aguarda, Hanji! —lo escuché gritar, su matiz alarmado expresaba una enorme preocupación y visto que no podía seguirme a caballo, dio la orden al enano— ¡Levi!

Ni escuché qué le respondió el capitán, pues ya cabalgaba a campo traviesa; si bien podía imaginar que no debió gustarle un ápice aquel mandato. Levi se veía obligado a corretearme por segunda ocasión.