El Regreso a Trost
Mike Zacharius me observó con esa profundidad meditativa que solían expresar sus ojos verdes, cuando trataba de sacarte información. Puse los codos encima de la mesa y entrecruzando los dedos, hice descansar el mentón sobre los mismos, y le di cara.
—Ya te dije que solo pude ofrecerle a Erwin suposiciones —insistí, muy seria—. Ojalá supiera la causa real de tal despliegue alrededor de la muralla. Una cosa es verídica; lo que sucedió aquella vez, puede volver a ocurrir y no poseemos NADA excepto nuestro valor, para detenerlo. Ese titán se disolvió en el aire, nadie supo de él; sin garantías de que hubiese muerto, bien que consigue aparecerse de nuevo. Chiccachironi y Alberto no me dieron pistas relacionadas con semejante proceder —súbitamente, mi ánimo cayó— ¡Diablos, Mike, hiciste que recordara la muerte de mis niños! ¡Ustedes ni lo sienten, pero yo sí! ¡Ohhh, pobre Alberto, lo extraño…! ¡Se parecía tanto a Erwin!
—¿Qué, qué…? Hange…
—¡Sí, era más galante que muchos en el Cuerpo!
—Les cortaste la nuca, queriendo arrancarles la cabeza —rezongó él, haciendo un gesto negativo—. Van cuatro titanes, y no creo que los Altos Mandos aplaudan otro fallo. Te sugiero que controles tu ansia por lograr algo exitoso al momento; las prisas no conducen a un buen término.
—¡Eres un pésimo hermano mayor! ¡Qué insensible!¡Poniendo vinagre y sal en mis heridas! —gimoteé desconsolada, y di un puñetazo a la mesa — ¡Quisiera verte buscando respuestas a un misterio del que no hay referencias, y objetivos a la mano para su estudio, menos!
—Hmph, deja de llorar… Erwin pensará que te mortifiqué y Nana de seguro la emprende conmigo.
—¡Es justo lo que acabas de hacer!
—Mejor preparemos un té —conciliador, abandonó su asiento para ir hacia la estantería; si algo Zacharius no soportaba era un llanto de mujer, por tonto que pareciese— ¡Eh! ¿Dónde se metió la tetera?
—¡No lo sé! —respondí quejosa, limpiándome la nariz y las lágrimas con la manga de la chaqueta—. Últimamente desaparecen y aparecen las tazas de un día para otro. Es raro; los moradores del edificio tomamos aquí las bebidas.
—Siendo la casa de los oficiales, resulta muy extraño que un soldado se dedique a entrar sin permiso, llevárselos y luego devolverlos —dijo, mirándome por encima del hombro y se rascó la cabeza, perplejo—. Están las tazas, pero voló la tetera.
—Ni Erwin, ni Nana, suelen beber en las habitaciones —alegué, con un subir y bajar de hombros—. Yo prefiero tomar en compañía…
—¡Oye, Levi! ¿Sacaste a tu novia del estante por alguna razón, llevándola contigo?
—¿Eh…? —el enano, que entraba al refectorio, levantó amenazador una ceja y se cruzó de brazos— ¿Qué novia, bigotón?
—¿Nuestro capitán estuvo trasnochando y quizás la subió a su cuarto?
—¡¿Tú qué mierda estás diciendo, Cuatro Ojos?! ¡No he subido a nadie! —me lanzó, entre nervioso y furibundo; por alguna razón la palabra "novia" lo perturbaba— Vengo a informarles que pronto sumaremos reclutas a la Legión, ¡¿y salen con esa?!
—Pues me veré obligado a presionar a los guardias, ¡burlarse del acceso prohibido a este recinto es como reírse de mí! —observé a Mike fruncir el entrecejo, visiblemente incómodo por el hecho— ¡Apuesto a que lo hizo alguno con el ojo puesto en mi Nana!
—Tsk, relájate… Yo me ocuparé del asunto —Levi miró al suelo, huraño—. Erwin los quiere ahora en su recámara, se aprobó una salida inmediata. Los de Arriba demandaron un puesto de avanzada…
—Qué fácil resulta exigir desde la superioridad —suspiré, y me dio por bostezar—. Es la ocasión perfecta de lanzarnos directo a la boca de los titanes, nuestro último reporte les describía su repentino aumento de número y concentración.
—Ya no saben de qué forma deshacerse de la Brigada de Reconocimiento —intervino Mike, gruñendo—. Erwin es más duro que un yunque.
—¡Justo cuando necesitamos consolidar Trost! Ahora se trata de volver más resistente nuestra muralla y las ciudades que protege, uniendo fuerzas con la Guarnición. Esa ordenanza es alevosa.
—Los cerdos nunca se convertirán en ángeles, Cegata. Obvio que los molestamos y siempre buscarán cómo eliminarnos —dijo Levi, encogiéndose de hombros—. Mírale tú la parte buena; quizás te consientan la captura de otro titán.
—¡Yahooooi, si! ¡Olvida la tetera, Mike! —me levanté de un brinco, haciendo caer la silla. Oí el consabido "tsk" del cuatro pulgadas— Erwin aguarda y sabes lo impaciente que se pone si el asunto a tratar es de mala saña.
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Era la quinta vez que me giraba en la cama, el hecho de que autorizaran la caza de otro par de especímenes había disparado mi entusiasmo y no conseguí pegar un ojo. Quizás Erwin me hubiese recibido en su lecho, aquietándome los bríos; pero no iba a lograr dormir tampoco, si debía lidiar con una mujer ansiosa de titanes. Mejor lo dejaba sosegarse y descansar, lo merecía.
Ya que no fui previsora de llenar la jarra del secretaire, abandoné mi lecho para ir por agua. Seguramente, iba a encontrar en el refectorio a un Levi insomne, repasando los papeles que debía entregarle a Erwin antes de partir a la expedición.
Bajando los escalones, vi a Petra salir a toda velocidad del sitio con el llanto retenido y las mejillas ardientes. Me pregunté qué diablos le había pasado, todo iba tan bien… Si el enano era la causa de su vergüenza y aflicción, iba a llevarse lo suyo… Apreté los puños, dispuesta a colocarle las neuronas en su lugar, acelerando el paso.
Me detuve al advertir la figura de Mike por la línea de la puerta entreabierta. Se hallaba muy firme, con el brazo extendido y la tetera colgando de su mano, balanceándose ante un Levi rojo de furia o de bochorno, ambas posiblemente. Su tono bajo e irónico sin dudas lo crispaba, porque le devolvía una mirada bastante incisiva.
—¿Y por eso querías encargarte de buscarla…?
—Tsk, para ti es fácil, bigotón ¿Qué pretendías que hiciera? —contrario a lo esperado, Levi suspiró de puro agobio, encogiéndose de hombros— No es fácil arreglárselas, si tu chica está viviendo en una barraca…
—Pues habla con tus mayores, chiquito y deja esos métodos infantiles —aunque sólo podía observar su espalda, Mike debió cambiar su ceño a una expresión divertida. Colocando la tetera en la mesa, fue después hacia el enano y le dio unas palmaditas en el hombro—. Está visto que lengua tienes… O la pelirrojita no andaría quebrando así las reglas.
—Maldito, cómo te gusta meter las narices cuando se trata de relaciones ajenas —ripostó el pelo de tazón, brazos en jarras y actitud obstinada— ¿Por qué rayos iba a contarle a ti o a Erwin, menos a la Cuatro Ojos, que yo también me veo precisado…?
—Uhm, porque somos capaces de apoyarte —dijo su compañero, esta ocasión apretándole suavemente con la mano el hombro—. No eres nada tonto, sabes que, si esta casa gritara, ninguno de los que vivimos aquí saldríamos limpios. Y algo más; le hubieses ahorrado a esa chica la vergüenza de toparse conmigo, al traerte la tetera ¡Vaya excusa!
—No me lo va a perdonar. Tsk, ya bastante cuesta que acceda a encerrarse aquí —el enano bajó el tono, como si hablara consigo mismo, para luego alzar el rostro, altanero y clavar sus ojos en los de Zacharius— ¿Qué no podías hacer la vista gorda y seguir de largo?
—Levi, existen las normas. Este sitio es mi responsabilidad —Quiso dejarle claro, a juzgar por el matiz de su voz. Ahora yo los contemplaba de lateral, y ambos quedaron uno frente al otro—. Ya erraste una vez y a duras penas logramos preservar nuestras cabezas… Dime sinceramente, ¿tu subordinada es otro caso de "alivio"?
—¡¿Eh?! ¡No me provoques, bigotón! —noté que Levi hacía el gesto de sacar las hojas, apartándose de súbito— ¡Puedo abrirte a la mitad! ¡Es mi… mi… Petra Ral es MÍA!
—¿Tuya? ¿Cómo el uniforme, tu equipo de maniobras o el jabón que usas? —Mike soltó un bufido, conteniéndose las ganas de reír— Si te oyera…
—¡Es mi maldita novia, eso! ¡Y exijo que la respetes!
Me obligué a tragarme las carcajadas, y por Sina que fue difícil; pero qué bien me hizo escucharlo ¡El Pelo de Tazón finalmente había escupido su legítimo sentir hacia la bella subalterna, reconociéndola!
—Bien, vas en serio —Mike hizo un ademán aprobatorio con la cabeza, y sonrió torvo, sin perturbarse ante la irritación de su compañero—… Entonces guárdate los nervios para el momento en que vayas a convencer a los de Arriba. Le diré a Erwin que gestione una concesión a tu nombre.
—¿Ah? —Levi dio un paso atrás, observándolo entre incrédulo y aturdido.
—¿Qué pasa? ¿Dónde se metieron esas bolas? No hay modo posible, si desean quedarse formando parte del ejército —dijo, cruzándose de brazos—. La opción de que se mantengan reprimidos, no funcionará. Ambos son de la élite y posees un grado militar. Se le complicarían más las cosas a la Brigada y al propio Erwin, si los Altos Mandos huelen que les ocultamos otro vínculo.
—Yo…, eso me obligaría a decírselo a su padre, también —masculló Levi, desconfiado—. Pensaba ir y hablarle, pero ni sé cómo tratar el tema.
—¿Miedo al suegro? No será peor que el mío, puedo apostarlo —Mike hizo un intento de sonrisa, y acto seguido le mostró el cuello, donde una perfecta línea púrpura destacaba sobre la piel—. Guardo esta cicatriz de recuerdo. No le gustó que me formalizara con Nana.
—Bueno, lo primero es buscar a Petra y explicarle que no hay problemas —advertí un ligero titubeo, como si analizara su futura jugada—. Necesito… disculparme con ella por no haber hecho bien las cosas.
—Aflojará la cuerda en cuanto le digas que vas a oficializar la relación. Estoy metiéndome dentro del gaznate de un titán, pero… Confío en que Erwin me ayude —Zacharius miró al techo, invocando una especie de milagro—. De ahora en lo adelante, recibirás a la chica en tu dormitorio, con el respeto que se merece —carraspeó un poco, llevándose el puño a los labios. Era inevitable que no se le pegara algún que otro gesto del amigo e inmediato superior—. Uhm, solo pido que sean discretos; ya nos estamos arriesgando mucho.
—Bigotón… Gracias —distinguí un asomo de sonrisa en los labios del enano, aunque todavía se cuestionaba el parecer de su compañera— ¿De verdad… crees que… a Petra le guste la idea?
También me lo pregunté, pero el universo de Mike se reducía a Nana y ella no supo donde más besarlo, cuando le presentó aquel pergamino que los reconocía como pareja. Así que daba por sentado que tal sería la reacción de cualquier guerrera élite, al saberse libre de la cláusula que impedía las relaciones entre subalternos y oficiales.
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Los gritos aturdían al capitán del escuadrón de Operaciones Especiales. Percibí que, de haber tenido la influencia, le hubiese pedido al generalísimo Zackly una orden que prohibiera a las muchedumbres el vernos pasar. Esa vez me tocó ir a su lado en la formación y, por ende, aburrirme apreciando su rostro de gesto insociable.
—¡Allí vienen! ¡Son los más fuertes de la Legión de Reconocimiento!
—¡Comandante Erwin! ¡Patea los traseros de los titanes por nosotros!
—¡Mira, allí está el capitán Levi! ¡Dicen que él solo equivale a una unidad de combate!
Oírse mencionado por la turba, lejos de hacerlo sentir orgulloso, iba irritándolo más.
—Tch, qué ruidosos ¿Pueden callarse? —masculló, harto de lo que consideraba una demostración hipócrita.
—Solo imagina cuan desilusionados se pondrían tus admiradores si se enteraran de lo neurótico por la limpieza que eres —decidí usar el plural y no hacer énfasis en el género femenino, porque ahí estaba Petra escuchándome y en segundo lugar… Dudaba que las adoradoras del enano disminuyeran su entusiasmo al saberlo. Y sí las tenía, quisiéralo o no.
Musitó un "humph" desganado, esa mañana manifestaba un ánimo poco dispuesto a rivalizar en impertinencias conmigo. Así que lo dejé a su aire, juzgando que la situación con Petra no estaba del todo resuelta. Probablemente había decidido hablarle de la propuesta de Mike una vez que regresáramos al cuartel.
Ambos contemplamos la puerta elevarse, cuestionándonos el porvenir.
—Fuera de estas murallas los titanes esperan ¿Con qué tipos nos encontraremos? —entrecrucé los dedos, muy agitada. Casi podía sentir en mi espalda el mirar tajante de Mike y Nana— Espero ver un anormal ¡Sería estupendo!
—Si quieres un anormal, encontré uno —me soltó Levi, tan serio que pequé de inocente, buscando el ejemplar entre la multitud.
—¿Eh? ¿Dónde? —pregunté ansiosa, porque no veía nada parecido a un titán. Levi me giró de pronto la cabeza hacia él e hizo que lo mirara a los ojos.
—Justo aquí —dijo mordaz. El siguiente "humph" fue de Mike, para quien ese gesto simple de fastidiosa camaradería, era de una proximidad no permisible.
—¡Avancen! —la orden puso fin a cualquier distracción y nos centramos en seguir a Erwin, quien parecía observar sólo hacia el frente…, pero lo cierto es que nada de lo que acontecía tras él pasaba desapercibido a su intuición.
El camino hacia la primera ciudad ruinosa estaba despejado, logrando cruzar el valle hasta la misma entrada, sin percance alguno. Adentro de la villa se desataba el caos; numerosos titanes recorrían sus calles tan ufanos y libres como simples ciudadanos de a pie. Construcciones semiderruidas, cristales rotos, aleros quebrados mostraban un panorama inquietante.
Dejamos los caballos donde no corrieran peligro, una vez que dispuso Erwin el cambio al equipo de maniobras y el ataque desde los tejados.
—Objetivo primario: ¡Limpiar este sitio de titanes! —indicó, señalando a cada escuadrón una parte de la ciudad— ¡Solo entonces podremos establecer un puesto de avanzada!
Mi grupo debió combinar sus fuerzas con el de Levi; mientras ellos ocupaban los techos y caían sobre los hombros de los especímenes más descomunales, nosotros los tasajeábamos desde la calzada, quitándoles todo equilibrio al cercenarles los tobillos o las corvas de las piernas. Una vez eliminados los de mayor tamaño, por mutuo acuerdo resolvimos dividirnos para exterminar el resto.
Vislumbré un hermoso y bigotudo espécimen, al que seguí a lo largo de una callejuela. Mis subalternos quedaron batallando con unos pequeños de cinco metros.
—¡Yahooooiiii! —qué maravilla impulsarse, volar cual ave y sentir esa libertad que tanto defendíamos en el roce del viento contra el cuerpo... Acabé por aterrizar sobre un tejado y abrí los brazos, provocando al titán— Está bien. Prometo que no sentirás nada.
Escapé a duras penas al manotazo, y reí ante su expresión furiosa.
—¡Muy cerca! ¡Ahora es mi turno! —grité, lanzándome a darle un corte preciso en la nuca y retirarme, pronta— ¡Ahí!
Ya en tierra, contemplé la mole derrotada, que comenzaba a desaparecer.
—¿Ves? No te dolió, ¿verdad? —le sonreí, queriendo creerlo. De vuelta a los techos, advertí que otro gran espécimen, salido vaya a saber de dónde, había masticado a gusto a uno de los subalternos de Levi. Al parecer, luego de cortarle la nuca al titán y rescatar al hombre de sus fauces, el enano supo que no conseguirían regresarlo a Trost con vida.
Petra llegó justo en ese instante, seguida por Erd y Gunther.
—¡Traje refuerzos, Capitán!
—Petra, ve a relevar a los soldados de abajo y atiende al caído. El resto atacará a los de la derecha —pese a su irritación, dada la imposibilidad de salvar al hombre, tenía claro lo que debía ordenarles—. Me haré cargo de los de la izquierda.
—¿Eh? ¡Capitán! —oí que le gritaba la chica, visiblemente inquieta.
Alabé que fuese tan competente y sabia, como para decidir que su incomodidad personal no tenía cabida en el trato al superior estando de maniobras.
Debí entendérmelas con tres más y retornar al tejado de una buhardilla, cuando vi al enano liarse contra un dueto de ejemplares poco atractivos.
—Ustedes tienen una cara tan graciosa —Levi se apresuró a enlazar un titán por el cuello y sin titubeos, cercenaba su nuca hasta casi trozarle por entero el cuello. En cuestión de segundos, se volvió hacia el que venía detrás, arrojándole las hojas de acero a los ojos. El espécimen dio un alarido, al sentirse ciego y anduvo a tientas. El capitán chasqueó la lengua, molesto—. No te muevas, tengo que ser capaz de realizar un corte limpio.
Dicho y hecho, ejecutó su obra con un giro magistral.
—Tch, inmundo —Levi, asqueado, miraba el equipo sucio de sangre. Frotó con un paño el mango, y después, bajando a la calleja, fue hacia el compañero abatido. Petra reparó de inmediato en él, ansiosa.
—Capitán, ¡no puedo detener la hemorragia! —la chica se hallaba oprimiendo en vano un pañuelo contra la herida. Supe incluso desde mi ubicación algo distante, que no lograría evitar el catastrófico final.
—C-ca-pi-tán —intentó comunicarle aquel infeliz.
—¿Qué sucede? —Levi trataba de mostrarse impasible, pero bien sabía yo la opresión que ahogaba a su espíritu.
—¿He sido útil a la humanidad? ¿M-mori-ré como un hom-bre inú-til? —inquirió el otro, alzando el brazo.
—Has hecho más que suficiente —olvidándose de todo asco, el capitán hizo chocar su mano con la de él, cubierta de sangre— ¡Y continuarás haciendo! ¡La voluntad que dejas me dará fuerzas! —su entereza me hizo estremecer. Lo contemplaba muy serio, afianzando más el agarre— ¡Lo prometo! ¡Juro que destruiré a los titanes!
—C-capitán… Él ya está… —Petra no logró culminar la idea, pero era evidente.
—¿Crees que escuchó cuanto dije? —inquirió el superior, conmovido.
—Si. Estoy segura que sí, es que —ambos observaron respetuosos a su compañero—… Está durmiendo pacíficamente.
—Muy bien, entonces —Levi se incorporó, sus pensamientos lejos por un minuto de cuanto le rodeaba. Supuse, al notar su vista fija en un punto distante, que se debatía en fiera lucha con los sentimientos—. Petra…, no llores. Te ves… fea —percibí los labios fruncidos y su mirar de soslayo a la subordinada; reprimiendo las ganas de abrazarla y gritarle que dejara de lucir tan brava y hermosa—… Acabó su agonía, seca esas lágrimas.
—… —ella sollozó, e hizo el intento de contener su llanto.
—Oe, lo siento. Hablaremos al regreso —Levi había colocado la mano limpia sobre su hombro y ella levantó el rostro, indagando curiosa en su expresión—. La Cegata nos está ojeando y odio darle gusto a la muy chismosa.
Lo soltó en un tono mordaz, pretendiendo que lo escuchara y entendiera que mi labor de celestina había terminado ¿Qué diría Petra cuando le manifestara sus intenciones? ¿Tendríamos en verdad otra relación oficial dentro del Cuerpo?
Noté inesperadamente, desde mi elevada posición, que el resto de los titanes vivos se marchaba de las ruinas, saliendo al claro. Muchos corrían hacia Trost ¿Qué rayos…?
—¡Levi! —mi comandante llegó a caballo, seguido de los escuadrones al mando de Mike, Dirk y Klaus— Retirada.
—¿Eh? —Petra no era de cuestionar las órdenes, aquella debió tomarla por sorpresa.
—¿Retirada? Todavía podemos continuar —un Levi insatisfecho le hacía frente a su oficial superior— ¡¿O mis tropas han muerto en vano?!
—Los titanes se están acercando a la ciudad. Se dirigen al norte —Erwin confirmaba justo lo que yo veía.
—¡¿Qué?! —la chica no se abstuvo de manifestar su desconcierto. El capitán aún digería la información. Claro, desde la calle no podían observar lo que yo; pero era un escenario preocupante.
—Igual que hace cinco años atrás. Algo está pasando en Trost —dijo Erwin, meditativo— Probablemente la muralla fue destruida —y levantó la cabeza, haciéndome un gesto imperioso— ¡Hanji! ¡Baja para que te reúnas con los tuyos!
Asentí, sumándome de inmediato a la formación. Los subalternos que se hallaban a mi cargo nunca se mostraron recalcitrantes por nada, sin embargo, retornar con la misión a medio cumplir bajó los ánimos a varios de los miembros jóvenes. Tampoco a Erwin le gustaban las cosas inconclusas, no obstante, calculó que la prioridad de la Legión era Trost. Íbamos a todo galope, si los titanes devastaban el cuartel, nadie iba a darle apoyo a un Cuerpo que siquiera había intentado proteger su baluarte.
—Confío en los que dejamos allá, y espero que Dot Pixis se ponga rápidamente al mando de la Guarnición —escuché al comandante dirigirse a Mike—. No confío mucho en su inmediato de la ciudad…
—Hombre, no te cohíbas. Los insultos son para estos momentos —gruñó su amigo y teniente primero—. Dilo, el tipo es un soberano imbécil y los que le siguen están perdidos ¡Mierda! ¡¿Qué demonios es eso?!
El acceso a Trost se hallaba obstaculizado; los titanes intentando franquear el estrecho paso todos a una, componían un espectáculo grotesco y alarmante.
—¡Giro a diestra! ¡Entraremos por Karanese! —la voz de Erwin retumbó, imperiosa— Ya están usando los cañones. Perderemos una cantidad enorme de tiempo al desviarnos.
—Bueno, la verdad es que no hay de otra —dijo Mike, aprobatorio—. Sería un suicidio pasar esa puerta.
Muy a tiempo, la Legión torció hacia la derecha sin romper su estructura. Los últimos ejemplares que se introdujeron por la brecha, consideraron más tentador perseguir a los habitantes de aquella urbe que ir tras nosotros.
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El desbarajuste que reinaba en Trost era inconcebible. Los titanes deambulando a gusto por las arterias de la ciudad, no dejaban una casa intacta a su paso. A la defensiva, los cadetes y la élite de la Guarnición habían unido fuerzas, obteniendo auténtica ventaja sobre los enemigos. Erwin debió respirar más tranquilo al saber que el comandante Pixis estaba conduciéndolos en la pelea.
Todavía remota, la colosal abertura de la puerta ya se veía cerrada por un formidable pedrusco y el cuerpo exánime de cierto espécimen.
—¡Levi! ¡Adelántate y despeja el camino hacia la muralla!
Mientras el enano hacía lo suyo, la Legión fragmentó sus grupos para darle apoyo a los que ya luchaban. Los guardianes de los muros, a diferencia de los gendarmes, eran más arrojados a la hora de afrontar el peligro y unos estupendos camaradas. La estrategia conjunta de ambos comandantes, llevó a que pudiésemos limpiar de titanes la mitad de Trost en un día; y acorralar a los restantes contra Rose, la Guarnición dispuso los cañones de manera tal que los disparos fueran más efectivos y el daño a las construcciones, menor.
Advertí que tanto Erwin como Levi se tomaban una pequeña tregua y después de consultar algo, terminaron por acercarse al campanario donde yo aterrizaba luego de cortarle la nuca a un espécimen de siete metros. Había pensado que, con el sitio a la ciudad, la captura sería pospuesta ¡Cuál no sería mi entusiasmo al escuchar la ordenanza del comandante, pidiéndome que actuara!
—¡¿Eh, vas a permitir que atrape a uno?! —vociferé, abriendo mucho los ojos de pura satisfacción— ¡Dime que no estoy soñando!
—Cegata, muévete y organiza a esos subordinados tuyos —Levi chasqueó la lengua, soltándome irónico—. Tsk, mira que armas drama.
Los nuevos acontecimientos, la historia del recluta que podía convertirse en titán y nos daba el primer triunfo sobre un enemigo superior, provocó el incremento de la moral y la confianza en los hombres. Mi escuadra no fue ajena a tales
Moblit no era de los que convencían hechizando con la palabra a quienes lo rodeaban, sin embargo, tenía el don de caerle simpático a los soldados de Pixis. "Camaradería de tragos" quizás, pero muchos acabaron proponiéndose como lanceros voluntarios y gracias a ellos también, logramos apartar a dos preciosos ejemplares de cuatro y nueve metros. Caía la noche y preferimos hacer tiempo, de modo que trasladarlos al cuartel no fuera tan complejo.
Surgió de tal captura, una especie de alianza con la Guarnición, que se animó según pasaban los años.
En tanto nos ocupábamos de trasladar a mis nuevos especímenes, los soldados de la artillería mantuvieron el fuego contra los titanes hasta prácticamente aniquilarlos a todos. La parte de la Legión que no intervino en la captura, puso fin a los restantes. Una vez que se contabilizaron las víctimas -207 personas desaparecidas y 897 fallecidas-, los Altos Mandos consideraron que las bajas no fueron demasiadas, respecto al triunfo conseguido por la humanidad… Conjuntamente, ya maquinaban eliminar al cadete que se volvía titán o convertirlo en material de estudio.
La Brigada retornó al cuartel, dedicándose a la compleja labor de reconstruir lo caído, así como limpiar sus áreas de escombros. Algunos miembros, los sanitarios principalmente, se aunaron a los soldados de la Guarnición buscando recuperar con la mayor celeridad posible los cadáveres dispersos e identificarlos. Temí que corriéramos el riesgo de enfermar; el número de cuerpos descomponiéndose acabaría desatando una epidemia, si demoraban el proceso un día más. Se fabricaron grandes piras funerarias, y la ceniza dispersa por el viento hizo que el ambiente se tornara enrarecido.
El único ser incapaz de quejarse ante la idea de higienizar nuestro reducto era Levi. Debo admitir que dejó reluciente hasta el patio donde alojamos a mis bellezas de cuatro y nueve metros. Así mismo, fue de las poquísimas veces que lo atrapé durmiendo sentado en una silla, víctima del cansancio, y lo escuché murmurar en sueños: —Mocosa, suéltale la cola al gato.
Tal cosa me hizo reír tanto, que despertó de mal genio, queriéndome derretir con la mirada. Cuando le pregunté el significado de aquello, enrojeció y me pidió que desapareciera, no de su vista, sino literalmente.
Durante el primer día, mi atención se centró en los especímenes cautivos. Los retuvieron de la misma forma que a los difuntos Chiccachironi y Alberto; ocultándolos al exterior en el patio del cuartel. Aún permanecían las grandes lonas que se habían colocado anteriormente, de modo que los espacios entre las rejas quedaran cubiertos. Y al igual que sus predecesores, fueron inmovilizados usando clavos y sogas de triple grosor; el de cuatro metros caído sobre sus posaderas y el de nueve, bocabajo.
Localicé a mi sublíder tan pronto ingresé al patio; Moblit siempre vigilaba el acarreo de las capturas y su posterior ubicación, al igual que lo concerniente al sometimiento de los titanes. Así que no resultaba extraño contemplarlo dando las órdenes a quienes nos ayudaban en el asunto, esa vez soldados de la Guarnición.
—¡Heyyyy. Moblit! —dije, agitando una mano y él contestó levantando tímidamente la suya, a manera de saludo— No estarás ensañándote con mis preciosas adquisiciones, ¿verdad? Son muchos clavos…
—¡Líder de escuadra, toda precaución es mínima si hablamos de tales monstruos! —contestó, escandalizado— ¡El rubio de cuatro metros amenazó con morderme la cabeza!
—Oh, es un chico inquieto. Quizás esté incómodo… ¿Tendrá el carácter de Alberto? —hice un estudio a ojo del espécimen.
—Ruego a Ymir que no —Moblit elevó el rostro al cielo junto a su plegaria—.
—Hola ¿Cómo te sientes? ¿Cuál es tu nombre? —pregunté al titán, inclinándome hacia delante— ¿No te duele el cuerpo?
—¡Líder de escuadrón, está muy cerca!
—Hola, hay buen tiempo ¿verdad? —haciendo una genuflexión, me dirigí al segundo, que se hallaba de bruces— ¿Tienes hambre?
Al parecer entendió lo último, porque alargando el cuello hizo por darme una buena dentellada. Escapé de sus dientes por milímetros.
—¡Eso fue peligroso! ¡Qué cerca!
—¡Líder de escuadrón, sea cuidadosa! —Moblit ya empezaba a sudar frío.
Paso a paso, quise acercarme, solo para brincar hacia atrás ante un nuevo intento de mordida.
—Hace mucho, mucho tiempo existió una tribu que comía gente —les conté, mientras andaba de un lado a otro—. No eran titanes como ustedes, sino humanos. Vivían escondidos en las montañas; atacaban a los viajeros que pasaran cerca, robándoles las cosas de valor, después los mataban y se los comían.
—Está comenzando una ceremonia de nombramiento —susurró uno de los miembros de la Guarnición a su compañero—, ya me habían contado de semejante locura.
—¿Sí? —inquirió su amigo con cara de incredulidad. Sinceramente, no sé qué le veían de raro… A las mascotas se les pone un nombre— ¿Cómo se llamaban los anteriores?
—Chiccachironi y Alberto. Dicen que el segundo era un titán pervertido.
—¡¿Eh?! ¿Acaso pueden…? ¡Es absurdo!
Preferí no seguir el hilo de sus murmuraciones y continué hablando.
—Resistieron durante veinticinco años; en ese tiempo unas quinientas personas resultaron sus presas —la historia, tratándose de humanos, era a mis ojos peor que la de los ejemplares que tenía delante—. Fueron menos, de seguro, las engullidas por ustedes dos.
El de cuatro metros, que se encontraba sentado, me ojeó alegre. Lucía juguetón y muy vivaz.
—También experimentaron varias formas de preparar la carne humana, convirtiendo los traseros en bistecs, cortando los muslos a modo de cubos para hacer guisos con ellos. Picaron y frieron la dura carne; consumiendo la grasa y las vísceras, convertidas en salchichas.
Los guardianes amenazaban con arrojar al suelo todo lo que merendaron ¿Por qué unos hombres tan bravos para el combate, se volvían unos blandos al escuchar aquella descripción?
—Eso es, sabían el arte de "cocinar" —proseguí apasionada la explicación—. Es el por qué son diferentes a ustedes… Pero los caníbales tuvieron un error, fueron capturados y se les ejecutó.
Adopté una postura dominante, colocando los brazos en jarras, y sonreí. Las miradas de ambos titanes irradiaban interés.
— Es lo mismo para ustedes. Cometieron el fallo de atacar a la humanidad y ahora los hemos capturado —encarándolos, les di a entender que no me provocaban miedo—. Les pondré un nombre, como hace quien lidera un clan.
Señalé al de 4 metros con el índice.
—Tú eres Sawney —y me volví hacia el de nueve—. Tú eres Bean… Pero no se preocupen, no voy a ejecutarlos —segura de lo que hacía, me adelanté lo suficiente hasta llegar a tocarle un dedo al primero—. Encantada de conocerte, Sawney. A ti también, Bean. Tratemos de llevarnos bien.
—Llevarnos bien… —balbuceó Moblit, pica en mano, listo para intervenir si replicaban a mordidas.
—¡Los resguardaremos del sol! Debo comprobar si definitivamente son menos activos durante la noche y si ganan poder con la luz ¡Monten las tiendas! —dispuse, feliz de continuar el análisis que no alcancé a concluir debido a la muerte de Chiccachironi y Alberto— Dividiremos este experimento en dos; veremos qué sucede tapándolos por la tarde y a la noche, analizaremos la diferencia.
Mi subalterno me acompañó únicamente al recorrido del atardecer. Quedó establecido que cada titán poseía sus características muy particulares; despojarlos de la luz aquietó a Sawney tras dos horas de haberlo cubierto, mientras que a Bean le demoró cuatro.
—Ya lo ves, Moblit. Es vital ahora que comparemos si en la noche decrece su tiempo —dije, anotando los detalles y procedí a ordenar que retornaran a descubrirlos antes de que cayera el sol—. La energía les volverá cuando la luz toque sus cuerpos. Asegúrate, por favor, de que pongan las tiendas sobre ambos tan pronto anochezca —llevé las gafas a mi frente, sonriéndole—. Intenta dormir y que te den ración doble. Mañana probaremos el umbral de dolor…
—Algunos de la Guarnición dejaron el almuerzo —comentó, devolviéndome una sonrisa cansada y me cedió el paso, rumbo al comedor—, se nota que acaban de abandonar la Academia ¿Renunciarán a la comida?
No, esa ya no la declinaron. Luego de soltar mi bandeja, fui directo al patio, lista para quedarme lo necesario bajo las lonas. Visité primero al de cuatro metros, que resistía menos la falta de sol.
—Has trabajado duro, Sawney —mi farol iluminó la gran mole; y pude notar que sus ojos estaban cerrándose. Observé la hora en el reloj de bolsillo que siempre llevaba conmigo para las experimentaciones; sesenta minutos exactos—. Buenas noches. Nos vemos mañana.
Descubrí que Bean aún permanecía con los ojos bien abiertos, moviendo la lengua.
—Te gusta quedarte despierto hasta bien tarde, ¿eh, Bean? —emocionada por su resistencia, decidí sentarme frente a él y aguantándome las piernas busqué mayor comodidad— Me quedaré aquí contigo… Solo espero que mi otro titán se acueste a la medianoche —sonreí, echándole un vistazo al reloj—. Awwww, no quiero dormir sola y necesito un abrazo.
Tres horas después, Bean yacía quieto cuan largo era. Me despedí con un beso, para ir en busca de mi propio reposo junto al comandante.
