En ti confío
Después que Levi dio a conocer lo de la dispensa, el chismorreo en el cuartel se incrementó. Aunque se desarrollara a sus espaldas, no era indiferente a las murmuraciones, si bien le daba lo mismo cualquier opinión a favor o en contra. Nada variaría el rumbo de los acontecimientos.
—¿Creen que consiga llevar ambas cosas? —musitó cierta joven al vernos ir hacia el carruaje que nos trasladaría a Mitras— La vida del ejército es muy sacrificada y apenas queda tiempo para que te mimen.
—A menos que desees un hombre pegado a ti como las sanguijuelas, eso no importa. Se puede ser cariñoso y atento, sin dejar las tareas militares —la contradijo una que pertenecía a la escuadra de Mike—. El primer teniente Zacharius es un buen ejemplo ¡Quisiera yo tener la misma suerte!
—Uy, pero… El capitán me parece tan ácido…
—Apuesto a que con ella no lo es. Y en todo caso, a Petra no le importa —la segunda volvió a la carga—. La he visto pararlo en seco, las veces que le dice algo fuera de lugar, y después continúan muy frescos…
—"Oe, oe, ¿qué significa eso? Tsk, ¿los soldados creen que Petra me domina? —por un instante, aquella idea hizo detener el andar inquieto de Levi, y adiviné su pensamiento con solo mirarlo— ¡Yo no soy el bigotón! Qué molestas, lamentarán haber abierto la bocaza."
Al observar cómo desviaba su ruta, buscando imponer disciplina y respeto a las dos chicas, me crucé de brazos. La impaciencia empezó a ganarme.
—¡Leeeeviiiiiii! —el grito resonó en toda la plaza, estremeciendo a los allí presentes, caballos incluidos. Aún separada por un par de metros, oí el seco "hmph" de Mike, que se hallaba en el interior del coche— ¡Si continúas dando vueltas, perderemos el juicio!
—Que yo sepa, tú nunca lo has tenido, Cegata —me soltó al volver. Las muchachas habían marchado rápidamente del sitio, apenas les dio la espalda—. Y agradece tu suerte, porque luego de todo el escándalo que armaste por ver a Eren antes, bien podían haberte prohibido ir.
—¡¿A mí?! ¡Nadie osaría dejarme fuera, soy la máxima entendida en materia de titanes! —alegué riendo excitada, y tomándolo de la solapa, no sé cómo pude alzarlo unos centímetros del suelo— ¡Debo conocer a ese chico y tú demoras la cita!
—¡Estúpida Cuatro Ojos, bájame! —el gesto lo había puesto aún más huraño, queriéndome patear y sus manos aferraron mis brazos como garfios. Únicamente cuando notó sus pies en las baldosas, pareció calmarse— Tsk, cruza los dedos para que los de Arriba quieran dejárselo al Cuerpo. Los bastardos de la Policía Militar ya están dando su escándalo —dijo, mientras sacudía frenético la parte delantera del traje de gala—. El mocoso pretende unirse a nosotros; eso cuenta a favor, supongo.
—Há, Erwin de seguro consideró todas las posibilidades, y a esta hora tendrá un plan que lo haga salirse con la suya.
—Calificar de "operación" a sacudirlo hasta el desmayo y después llevarlo a Trost, es un poco extremo —arrugó el ceño, instándome a seguir adelante con un movimiento de cabeza y chasqueó la lengua—. Da igual, no me importa mucho; detesto a los críos llorones.
—¿Huh, berrea y se transforma? ¡Nunca hemos capturado uno así! —mi entusiasmo hizo que perdiera el asidero al colocar la bota en el pequeño escalón de la puerta y casi quedo colgando fuera del carruaje— ¡Qué novedad! ¡No me aguantaré a la hora de investigarlo!
—Cuatro Ojos, a este paso llegaremos a medianoche. Tsk, ¿quién retrasa a quién? —lejos de ayudarme, Levi aguardó a que subiera y propinándome un empujón, me lanzó dentro del carruaje—. Lamento decepcionarte, pero tu enorme titán ahora es un mocoso vulgar, ñoño, que apesta a pañales. Ni tiene conciencia de su poder.
—Estudié su registro, si bien los datos puestos ahí son insignificantes. Altura y peso; aproximadamente el mismo que el de los adolescentes comunes, nada valioso —Mike me había tendido la mano, solícito e intenté acomodarme, una vez dentro— ¡Ah, pues quiero admirarlo transformado!
Zacharius masculló algo similar a "mujeres y proporciones", seguido de una queja cuando lo pisé al sentarme. El enano, de improviso, inclinaba la parte superior del cuerpo sobre mí, apretujándome al respaldar del asiento. Pestañeé asombrada por su actitud, hasta que descubrí a través de la ventana la figura de Petra, lejos del coche, hablando con Auruo.
—¿Piensas contener tu sentir hacia ella, sólo porque los demás hablen? —gruñó Mike, al verlo husmear oculto tras las cortinas— Acostúmbrate, chiquito... Y la flor que atrae a los abejorros, mejor tenerla bien atendida.
—Esa flor acabó asiéndose a una planta carnívora —bromeé divertida—, que se tragará cualquier insecto aventurero…
—¡Oe, Cegata! —Levi dio un pequeño salto, producto de mi comparación o el zarandeo del carruaje— Tsk, primero un bicho con forma de pantufla y lleno de pelos, ahora una mata come alimañas… No hay duda que me adoras.
/
Aquellas galerías con bifurcaciones, de ventilación nulas y sin la higiene debida, inspiraban a dar media vuelta y escapar corriendo a todo lo que dieran los pies. Tal era el efecto que me producían según íbamos adentrándonos en las mazmorras, acompañada por Mike. Las antorchas ennegrecían las paredes, así como nuestros pulmones. El humo podía llegar a ser tóxico y si lo sumaba al paisaje repetitivo de las celdas, quizás abandonaría el sitio presa de las alucinaciones. Lo cierto es que iba caminando llevada únicamente por el entusiasmo de percibir una vía nueva de investigación, a través de aquel insólito recluta.
—Sigan hasta el final, a la izquierda —los guardias que nos escoltaban se detuvieron en el entronque de corredores. Precisamente donde señalaron, había otra pareja de militares atenta a lo que sucedía en uno de los calabozos.
—Hanji, no corras —advirtió Mike, reteniéndome de la muñeca y me vi obligada a ir a su paso—. Actúa normal, o te perderán el respeto.
—¿Quién? ¿A mí? No lo creo —chisté, apresurándolo al tirar de su brazo. Él refunfuñó de puro fastidio, y pronto nos vimos ante la celda en cuestión.
Era tanta mi ansiedad por admirar el nuevo ejemplar de chico titán, que obviando la presencia de los guardas, me lancé de lleno contra los barrotes…, hasta casi quedar incrustada contra ellos.
—Eres Eren, ¿no? —Sonreí, toda ruborosa al verlo delante y quise darle confianza— ¿Te encuentras bien?
Parecía muy anonadado con mi actitud, observándome incrédulo desde aquel inmundo lecho, al que se hallaba sujeto con cadenas.
—Lo siento por el retraso —después de todo, el viaje demoró más de lo previsto y Erwin se encargó de regañarnos, considerándolo nuestra falta—, parece que por fin puedes salir de aquí.
Eren seguía mirándome con expresión incrédula; preguntándose, de seguro, quién era la desquiciada que lo iba a liberar. Sin embargo, pareció contento al oír la noticia.
—Pero… tendrás que utilizar esto —le mostré las esposas por entre los barrotes. Mike acababa de unírseme, husmeando el entorno. Eren aceptó y yo misma le aprisioné las muñecas.
Nada más interesante había pasado, así que procedimos a escoltarlo a lo largo del corredor. Los guardias de la Policía Militar se mantuvieron unos pasos detrás.
—Mi nombre es Hange Zoe, teniente segunda de la Legión de Reconocimiento —le dije al chico, presentándome afable. Mike se inclinó a olisquearlo, como acostumbraba hacer con los nuevos conocidos. Eren frunció el ceño, sin poderse contener un gesto de desagrado—. Él es el primer teniente, Mike Zacharius.
—Hey… –había replicado Eren, ante un examen tan raro de su persona.
—Oh, Mike tiene hábito de oler a la gente —sonreí, acordándome de la primera ocasión en que recibí su amistosa olfateada…, por un tris no lo golpeé—, y luego se ríe.
Como reafirmando mis palabras, Mike asintió risueño con la cabeza. Eren lo miraba, seguramente preguntándose qué pasaría si después de oler a alguien, ponía expresión desagradable o furiosa.
—No creo que vislumbre algo especial —preferí guardarme cuán acertado era su olfato detectando problemas, y resaltar más el hecho de que su rango fue bien adquirido, a diferencia de los oficiales de la Policía Militar—, después de todo, lo que pretenda esclarecer termina por saberlo…, como teniente es muy capaz.
Al verlo sudar, comprendí que había entendido la indirecta. Zacharius era la combinación perfecta de fuerza y lealtad.
—¡Ah, lo siento, hemos conversado mucho! —clamé al llegar a las puertas que conducían a la sala del juicio— ¡Ya llegamos!
De inmediato, los guardias de la Policía se adelantaron, tomándolo por los brazos y una vez abierta las hojas, le hicieron caminar hacia el interior del salón.
—No te preocupes, aunque mejor que yo ni te lo diga…
Eren se giró, dejando escapar un angustioso "¡Espera!"
—Pero no tenemos más remedio que confiar en ti ¡Buena suerte! —le solté, mirándolo entre categórica y solemne, cerrando de un tirón las hojas.
—Cuando tú o Nana miran así, le aflojan las piernas a cualquiera —farfulló Mike, observándome de soslayo—. Por supuesto, a cualquiera que no sea Erwin o yo.
—¿En serio? —aquello me resultaba curioso. Reí, mientras iba caminando junto a él por el corredor— Pues juraría que te he visto flexionar las rodillas cada vez que Nana te ojea furiosa. Tampoco lo hace mucho, pero…
—Bah, es fingido. A ella le gusta sentirse dominante; si lo cree y es feliz con eso, por mí está bien —soltó, encogiéndose de hombros y tuve que apresurar el paso, buscando alcanzarlo—. Ni me importa lo que otros comenten al respecto.
Estuve a punto de responder algo, pero a la diestra nos aguardaban las puertas de acceso al balcón. Mike las abrió sin tapujos y la veintena de guardias pertenecientes a la Policía Militar se volvió al unísono; al reconocernos, algunos terminaron por encogerse de hombros y devolver su interés a lo que sucedía en el piso de abajo.
Lugar extraordinario aquel, desde el que se podía vislumbrar cada rincón de la sala y, sobre todo, la tribuna correspondiente a la Brigada. Casi de inmediato, descubrí a Erwin, sereno e inmutable; Levi a su lado, le hacía un comentario en voz baja. Mikasa y Armin, los dos reclutas que durante la batalla estuvieron junto al chico titán, permanecían muy quietos en la banca de los testigos. Eren fue sujeto con sus esposas a una barra vertical, que se alzaba justo al centro del salón, y sus ojos recorrían el sitio con aire asustado. Darius Zackly, apenas entró a la sala, se dio a ocupar el asiento del juez, liberándose de su chaqueta y se arremangó.
—El viejo Zackly siempre acalorado. No sé cuál de los dos; el comandante Pixis o él, presume de tener la sangre más ardiente —le susurré a Mike, que sonrió irónico—. Habría que ponerlos a batallar.
—Apostaré por Dot Pixis.
—Shhhh… El Generalísimo va a dar inicio a la sesión —dejó caer un guardia de la Policía, callándose de inmediato ante la mirada incisiva de Zacharius.
El bonachón de Zackly empezó a hablar, mientras leía para sí el informe sobre Eren Jaeger. Recordándole que hizo juramento de proteger a los ciudadanos con su vida, le aclaró que lo juzgarían como un caso especial en tribunal militar; siendo el mismo Generalísimo quien tomaría las decisiones. No existió ninguna objeción de parte del acusado, de manera que Zackly expuso a conocimiento de todos, los dos de los cuerpos del ejército que se disputaban su destino final: La Policía Militar y la Legión de Reconocimiento; dándole la palabra al primero.
Nile Dok, comandante de la Policía Militar, ni perdió tiempo en poner de manifiesto su intención de examinar a fondo el cuerpo de Eren Jaeger, y eliminarlo tan pronto como fuera posible. Alegaba para ello que su existencia podía tornarse un arma política y, por tanto, ser usado para iniciar una guerra civil. Su propuesta recaía en obtener la información posible al respecto y luego matarlo, pero conservando su dignidad como héroe, al haberlos ayudado anteriormente.
Un pastor del culto saltó de pronto, defendiendo sus sacrosantas murallas. Advertí que Mike se cruzaba de brazos. Finalmente, Zackly permitió que hablara mi comandante. Firme e imponente como el militar que era, sin embargo, poseía un aura de rey capaz de fascinar a quienes lo rodeaban. Solo entonces presté una total atención a lo que se decía.
—Yo, Erwin Smith, décimo tercer comandante de la Legión de Reconocimiento hago uso de la palabra que me han conferido —Erwin primero contempló formal a Zackly, después al chico—. Tenemos la intención de recibir a Eren como miembro oficial de la tropa y usar su poder para retomar la muralla María. Eso es todo.
Zackly enfatizó esa última idea como la más importante, si bien, consideró indispensable preguntar a Dot Pixis qué postura asumiría.
—La puerta de Trost fue completamente bloqueada, ¿no?
—Sí, nunca se abrirá —repondió sereno el comandante de la Guarnición.
—Pedimos que autorice al Cuerpo a salir por Karanese, la puerta del este —claros y concisos, eran los planteamientos de Erwin—. Desde allí partiríamos hacia Shiganshina.
Cierto mercader gritó al público su angustia de que el titán colosal destruyera todas las puertas, por lo que debían cerrarlas para evitar la invasión. Entonces la opinión se dividió entre los que deseaban regresar a las tierras de la muralla María y los dueños de negocios, que temían otra incursión de los titanes. Justo en ese momento, la voz del enano se alzó, arremetiendo contra el mercante.
—Dime, cerdo ¿Hay garantía de que los titanes no conseguirán atravesar las puertas? ¿No se dan cuenta de la enorme cantidad de gente sufriendo necesidades, por la falta de tierra?
—Yo sólo planteaba una idea… Reforzarlas —tartamudeó el hombre, incapaz de rebatir lo expuesto por Levi.
—¡Basta, gusano blasfemo! —el pastor del culto brincaba otra vez— ¿Crees que simples humanos pueden colocar sus manos en la obra de Dios, que son las paredes? ¡Están más allá de la sabiduría humana!
—… ¿Qué hay con los dichosos muros? —gruñó por lo bajo mi compañero— Nana y yo hemos puesto las nalgas contra las paredes y todavía no nos ha caído un rayo encima.
—Un rayo no, pero Erwin sí te dará un buen escarmiento, si los sacerdotes van a soltarle sus quejas —le aseguré.
Ante la confrontación, Zackly se vio obligado a golpear su escritorio con la palma abierta y reclamar Silencio, así como que dejaran a un lado los insultos personales. La pregunta del Generalísimo a Eren fue interesante; si podía controlar el poder del titán y servir como soldado a la humanidad. No supe si fue por salvar el pellejo o por certeza, que el chico respondió afirmativamente.
Salió de pronto a relucir el informe que redactaran los oficiales de la Guarnición; donde se indicaba cómo después de convertido en titán, Eren atacó a Mikasa Ackerman, una recluta de su año. La chica, testigo del caso, parecía furiosa de oír cualquier alusión al hecho de que su amigo era una gran amenaza para la humanidad. Si bien se abstuvo de negar la embestida, puso a conocimiento de los presentes las dos ocasiones en que antes la salvara.
—¡Objeción! Pienso que dichos testimonios responden al vínculo personal que ambos mantienen. La soldado Mikasa Ackerman perdió a sus padres siendo niña y fue adoptada por los Jaeger —oí atenta lo que Nile planteaba, implícito en su informe—. Según la investigación de la Policía Militar, sorprende algo sucedido por entonces. Mickasa Ackerman y Eren Jaeger, a los nueve años de edad asesinaron a tres hombres adultos, presuntos ladrones y secuestradores. Incluso, de haber sido en defensa propia, nos hace dudar sobre un comportamiento humano sensato.
Abrí los ojos, atónita con semejante historia ¿Tan horrible fue la niñez de los críos, dejando a un lado el pasaje de su ciudad, vuelta ruinas?
—¿Confiaríamos nuestro destino, recursos y fondos a un ser como éste?
Las palabras de Nile provocaron más dudas, incitando a comerciantes y pueblerinos a condenar de igual modo a la joven recluta. No faltó quien propusiera exterminarla e investigar su condición humana.
Eren Jaeger intervino gritando a favor de su inocencia y poco faltó para que se armara un desmadre. La discusión entre los allí presentes y el chico titán fue subiendo de tono.
—¡Están ahí especulando, preocupados por su bienestar, cuando nunca han visto un monstruo! ¿Por qué andan con miedo? ¿Por qué los poderosos no van a las batallas? —Eren había empezado a exaltarse— ¡Si temen batirse por sus vidas, entonces apóyennos, cobardes! ¡Y si quieren seguir acobardados, cállense y déjenme actuar!
Pfff, apuesto a que jamás en toda su existencia, ni los sacerdotes del culto, ni los nobles, ni el propio Nile había oído esa verdad en plena cara. Un chiquillo ahora se las gritaba a boca jarro, sin tapujos y las piernas del comandante de la Policía Militar flaquearon.
—¡Apunta! —dio la orden a un soldado, provisto de rifle.
—Hmph, nuestro amigo Nile seguro mojó los pantalones —vi a Mike sonreír, mordaz.
—Una bofetada como esa le picará bastante…
Los miembros de la Policía Militar comenzaron a sentirse molestos con los chachareos, pero ninguno se atrevió a mandarnos a callar.
Aunque ya estuviera previsto, a Mike y a mí nos sorprendió advertir a Levi moviéndose tan rápido como un fucilazo en dirección a Eren Jaeger. Le tomó un segundo llegar donde lo habían maniatado, descargándole una patada en pleno rostro que le hizo saltar la sangre.
—Huh, me duele solo de verlo —gemí, compadecida—… ¿Es necesario seguir vapuleándolo?
—Tshhhhh —bufó Mike, con el índice en los labios—, no hables.
—De acuerdo, pero… se desangrará —insistí, llorosa—…
—Hange, silencio —entonces me ojeó, grave y acabé por obedecerlo.
Levi acabó el martirio, ya con la cabeza de Eren bajo la suela de su bota.
—En mi opinión personal, el dolor es la mejor forma de imponer la disciplina —el enano le dedicó una mirada siniestra— ¿No es lo que más necesita él aprender? Es muy fácil darle una lección práctica.
Levi siguió pateándolo. Ya para entonces, permanecí justo como Erwin, impasible. ¿Conseguiríamos el propósito que nos había llevado a tratarlo así? Fue cuando escuché a Nile pedirle al enano que se detuviera y considerara la peligrosidad del chico.
—¿Y si se convierte por la ira y quiere vengarse?
—¿De qué demonios hablas? ¿No ibas a examinarlo? —el capitán agarró a Eren del cabello para levantarle la cabeza y sostuvo la mirada de Nile— Parece que, al convertirse, mató a otros veinte monstruos. Es lógico deducir que puede ser un peligro como enemigo. Pero todavía no es rival para mí —dijo altanero, con la convicción de quien puede aplastar el mundo— ¿Qué dicen ustedes, los que estaban en su contra? ¿Piensan que lograrán matarlo?
—Generalísimo Zackly, tengo una sugerencia —Erwin levantó el brazo, pidiendo la palabra y una vez que le fue concedida, hizo la jugada prevista—. El poder titánico de Eren continúa siendo un misterio, y siempre lo veremos peligroso; por tanto, dejar la responsabilidad a Levi de tomarlo bajo su mando, es algo sensato. Así lo incluiremos en la próxima expedición.
—¿Buscando probar su valor y lealtad? —cuestionó el Generalísimo.
—Sí, señor. Pensamos que si Eren logra dominar el poder de su titán, sería una fuerza importante a favor de la humanidad —dijo Erwin, concretando su punto de vista—. Creo que se podrá concluir esta idea luego de la expedición, según el comportamiento que muestre.
—¿Propone supervisar a Eren Jaeger? —Zackly, pensativo, juntó las manos bajo su barbilla para luego dirigirse al capitán— ¿Lo harías, Levi?
—Sin dudas, lo mataré si falla o hace un gesto extraño —el capitán lucía cansado—. Aunque, más bien, el problema es que tenga la voluntad de ayudarnos.
—Parece que llegamos a la solución del caso —Zackly estaba a punto de ofrecer su veredicto e indicó al oficial que llevaba el acta del juicio—. Tome nota, escribano. "El recluta Eren Jaeger pasará a formar parte de la Brigada de Reconocimiento, bajo la tutela constante del capitán de la Unidad de Operaciones Especiales, Levi. No se le permite al futuro miembro de la Legión, solicitar cambio a otro de los cuerpos militares y, por ende, permanecerá vinculado al grupo antes dicho, sin que tampoco pueda trasladarse a otra escuadra."
Juro que no conseguí aguantarme las emociones y mi grito YAHOOOOIIIIIII, motivó el sobresalto de los allí presentes, así como varias ojeadas de aversión. Erwin siquiera se molestó en reprocharme con su mirar, seguía muy atento a Eren, y solo me gané un codazo de Mike.
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La Policía Militar estuvo de acuerdo en concedernos una habitación de la cancillería para tratar las heridas de Eren. Allí nos retiramos al finalizar el juicio, y si bien siempre llevaba conmigo la mochila de primeros auxilios, le solicité al propio Nile un abastecimiento completo de remedios, vendajes y útiles médicos.
Esperamos a que los soldados abandonaran la estancia y pedí a Eren que fuera a sentarse en el único diván que había. Me di a examinar sus heridas; la mayoría cortes leves; pero la cantidad de hematomas resultaba preocupante. Además, por un tris Levi no le fracturó las costillas. Acabando el reconocimiento, busqué algodón y el compuesto alcohólico que usaría. Mike y el enano fruncieron la nariz al unísono; un olor a hospital comenzaba a propagarse, al abrir el frasco. Ignoré la sensibilidad de ambos, impregnando la mota de algodón que sostenía con la pinza y de cuclillas, fui suprimiendo la sangre coagulada, para dejar limpias todas las cortaduras.
—Fue horrible ¿Te duele?
—Un poco —Eren me contempló con expresión de carnero degollado, a la par que se colocaba un pañuelo en la mejilla.
—Por lo tanto, ¿duelen esas heridas? —reiteré la pregunta, muy entusiasmada.
—Lo siento, pero gracias a que fuimos capaces de mostrar que solo nosotros podemos asumir la responsabilidad sobre ti, es que te hallas donde querías —explicó a modo de sincera disculpa mi comandante—. A causa de tu dolor, conseguimos la oportunidad de jugar nuestras cartas a tiempo.
Erwin se acuclilló frente a un Eren aún boquiabierto, extendiéndole la mano.
—Te saludo —le dijo, con esa sonrisa que me perdía—. Eren, cuento mucho contigo.
—¡Sí, señor! —el chico le brindó la suya, impresionado por el gesto— ¡Será un placer!
Durante un segundo, los ojos de Levi se clavaron en los míos y leí claro su pensamiento. Me decía "el muy bastardo sigue usando el método con que me arrastró a mí a esta mierda… Pero conmigo tuvo que mancharse de fango los pantalones". Fue a sentarse al diván con aire altanero, y cruzó las piernas, ojeando de soslayo al pobre muchacho.
—Hey, Eren…
—¿Sí? —respondió el chico, medio temeroso.
—¿Estás molesto conmigo?
—No… Comprendí que se trataba de un acto necesario —Eren había cruzado los brazos, al sentir dolor en sus huesos…, o así me pareció.
—Eso es bueno —Levi pareció sentir calma, sabiéndose libre de rencores. Otra cosa que su naturaleza no soportaba.
—Pudiste mostrarte un poco menos violento, le rompiste un diente. Mira —sabiendo la reacción del enano, descubrí el molar que llevaba envuelto en mi pañuelo—…
—No tomes esas cosas, qué repugnante —Levi enfurruñó la nariz, asqueado.
—Es una muestra valiosa para mí —sonreí al conseguir mi propósito.
—Sin dudas, mejor ser golpeado que no dividido en trozos —respondió, sarcástico.
—No digas eso, yo nunca lo mataría —desmentí su venenosa malicia, tranquilizando al chico, que ya me ojeaba temeroso— ¡Hey, Eren! Muéstrame tu boca.
Quizás porque le había creído en parte a Levi o bien, porque acostumbraba a obedecer de inmediato, no demoró en abrirla y me lancé adelante a observar su cavidad bucal.
—¡¿Hmmm?! —una sorpresa me aguardaba— El diente… ¡Ha crecido!
Aunque no hubo sonido alguno que indicase conmoción en mis compañeros, una especie de murmullo inaudible llegó a mi ser. Ya era común que sucediera, las emociones de quienes consideraba más afines las recibía sin que mediaran las palabras.
—Cesa por ahora, Hange —percibí la mano de mi comandante presionando sutil mi hombro y capté rápido la señal de reunirnos para conferenciar—. Debemos permitirle a Eren que descanse y se adapte a las actividades del escuadrón especial. Queda a tu cargo, Levi.
—Empezará por bañarse, no lo voy a presentar a la tropa con ese aspecto —el capitán chasqueó la lengua—. Huele mal y está mugriento…, hasta la Cuatro Ojos luce más limpia que él.
—No le respondas, te he dicho —me silenció Erwin, y entreví su premura cuando acto seguido nos empujó suave por la espalda—. Ustedes dos vienen conmigo.
Ya en la galería, el comandante hizo que lo siguiéramos hasta un balcón apartado.
—Quita esa cara de frustración, Hanji —dijo Mike por lo bajo—. Pobre de la nueva mascota…
—Oh, no se trata de un conejillo de indias. Referirse a él como tal, es impropio —traté de sonar más ética que apasionada—. Soy una investigadora seria. Bueno, tampoco negaré que… ¡Muero de curiosidad por analizarlo de pies a cabeza! —emití un chillido y apreté los puños, enardecida. Mike me contempló de reojo, malicioso— ¡O-oye, sé por dónde vienes! ¡No pienso examinar ciertos detalles!
—Hablen aquí lo menos posible, estas paredes no son discretas —Erwin acalló pronto el intercambio—. Bromas aparte, debemos acelerar los experimentos. Hanji, prioriza lo relativo a esas capacidades inusuales que posea encontrándose bajo el poder titánico, y delega en Levi todas las consideraciones respecto a fuerza, energía y fiabilidad —volviéndose hacia el amigo, le presionó el hombro ligeramente—. Mike, hay que volverse más cautelosos al pisar Trost. Las murallas comienzan a estrecharse…
—Siento aire de lluvia, quizás haya tormenta luego de arribar —musitó, husmeando el aire y giró hacia mí— ¿Les gusta el agua a los titanes, Hanji? ¿Alguna vez les has lanzado un balde lleno por encima?
—¡Atcha, no! ¡Gracias, Mike! ¡Lo incluiré con Sawney y Bean! —pestañeé aturdida ¡No se me había ocurrido antes!— ¿Y adivina quién me ayudará a darles un baño?
—Ustedes me quieren dejar como Pixis —mi comandante suspiró, pedirnos rectitud era inútil. Después de todo, cumplíamos sus órdenes a cabalidad y no tenía quejas—. Les advierto que no me tomarán el pelo.
—Erwin, preferimos que continúes de tipo serio —dijo Zacharius, cruzándose de brazos—. Bromear te queda lamentable.
—Oh, creí que era bueno. Hanji solía reírse mucho al hacerle mis juegos de palabras —Erwin me observó de soslayo y acabé mordiéndome los labios ¿Nunca supo que aquello formaba parte del ritual de coqueteo?—… De acuerdo, es tiempo de que regresemos al cuartel.
Fui tras él un poco triste, quizás Mike debía contenerse la lengua y no ser tan franco.
/
Aun conociendo profunda e íntimamente al hombre con quien compartía mi existencia, me resultaba un enigma su introversión. Y diciéndolo con franqueza, se volvía tan hermético que ni yo misma lograba conjeturar sus pensamientos. Quizás por eso en un principio, consideré injusto su modo de actuar… Tratándose de las personas más queridas y allegadas a él, que terminara la reunión despachándonos para encerrarse en la recámara, no era a mi entender correcto. Si dábamos la vida juntos, bien podía confiarnos el motivo de su abstracción.
—Erwin —dije, mordiéndome el labio y permaneciendo allí, a pesar de todo—… No voy a discutir tus órdenes, de hecho, pienso que aislar a Levi en el viejo cuartel es una medida lógica, puesto que debe controlar a Eren. Mike y yo estamos claros de la parte que nos toca…, pero esta vez te hablaré como tu compañera; necesitas ver más allá de ti mismo. Comprendo que no confíes en algunos de los soldados, a pesar de eso, debes fiarte al menos de quienes te han demostrado ser leales. Zacharius es tu amigo…
—¿Desafías mi autoridad al no retirarte? Qué osada eres, Hanji.
—Parte de tu obra y de tu vida; eso significa que me tendrás contigo en los momentos de inseguridad, justo cuando sientas decaer tu confianza…, ya deberías saberlo —precisé observándolo de frente—. Y me aterra imaginar qué cosa horrible hay detrás de tu reserva, que no lo has querido compartir con Mike o Levi.
—Calcula tú el tiempo que llevamos siendo parte de la Legión. Estás consciente de lo que nos mueve, la familiaridad que se genera entre sus miembros —hablaba despacio, meditativo, a la par que iba hacia su escribanía y me daba la espalda—, ¿qué pasaría si hubiese un traidor escurridizo, aspirando a destruir cuanta evidencia de la verdad reunimos?
—¡¿Huh?! Minaría desde las filas el Cuerpo, sería desastroso —caminé tras él, colocándome frente a su escritorio y propiné un manotazo con ambas palmas a la superficie, mientras él ocupaba su asiento— ¿Qué advertiste? ¿Sospechas ya de alguien? Juro que si se trata del chico titán…, no me gusta la idea, pero lo diseccionaré…
—Calma, Hanji. Es un presentimiento, llámalo intuición —suspiró, apartando hacia los lados unas columnas de papeles—, de cualquier manera, no poseer la certeza de su existencia me desconcierta. Ni tampoco puedo aventurar si existe un vínculo entre mi corazonada y Eren Jaeger.
—Ahora me saldrán más ojos, descuida. Investigar al chico nos dará la oportunidad de aprender cosas nuevas relativas a su naturaleza humana-titán —dije, muy segura—. Quiero cerciorarme de que Eren Jaeger es un caso único…, de lo contrario, mejor ni pensarlo. Iré a despedir a Levi y pedirle que organice un plan de visita para las futuras experimentaciones.
—Sé muy reservada con la información, Hanji —Erwin me observó intensamente—. Y dale tiempo a Levi a instalarse, limpiar ese viejo castillo no es cosa de un día. Ocúpate por ahora de los especímenes que se capturaron en la ciudad. La Guarnición se queja de los gruñidos del ejemplar más grande, trató dos veces de soltarse y los puso a correr.
—"Bean", Erwin, se llama "Bean". Ya fue bautizado y no es un titán vagabundo cualquiera —me incliné hacia delante, aferrando su insignia para tirar de ella y acercarlo a mi rostro— ¿Te gustaría que te trataran como "el rubio alto que comanda la Legión de Reconocimiento"?
—Esa referencia no me es ajena —ripostó, cubriendo mi mano con la suya para obligarme a soltarlo. Me dejó a milímetros del beso, y el ambiente pasaba a ser el propio de un intercambio habitual—, ya la han usado y no me incomoda.
—Sí, claro —apunté mordaz, qué iba a molestarle si realzaba dos atributos de los tantos que poseía—.
—Noto cierta suspicacia en ese tono —dijo, y me regaló una efímera sonrisa—… Te conozco, siempre me sacas de las tinieblas provocándome convenientemente y por Ymir que lo haces bien.
—Un placer ayudarlo, comandante —le devolví un guiño malicioso— ¿Permite que me retire?
—De acuerdo —Erwin alzó la mano para indicarme la puerta, deteniendo el gesto de improviso— ¡Hanji…! Aguarda un segundo…
No di otro paso y torné a mirarlo por encima del hombro, inquisitiva.
—Gracias por tu paciencia. Te quiero… No, quise decir que te amo.
Recuerdo que me alcé las gafas y lo único que se me ocurrió fue lanzar una carcajada nerviosa. Cuando intenté salir, la hoja de madera me pilló un dedo y aunque adolorida y gimiendo, abandoné gozosa la recámara de mi comandante; permitiéndome una felicidad que me llenó de pies a cabeza, pese a lo grave de la suposición antes confiada. Ese ímpetu hizo que redoblara los esfuerzos en descubrir algo provechoso, tanto de mis estudios como relativo a una posible traición.
El mejor aliado, sin lugar a dudas, iba a ser el enano. Lo confirmé al buscarlo para despedirme; nadie le había comentado nada y él ya estaba encargándose de preparar a su equipo de Operaciones Especiales. Preferí disminuir el paso, de manera que mi presencia no entorpeciera su charla. Sabiendo la parquedad que lo caracterizaba, no duraría mucho.
—Atiendan a lo que voy a decirles —musitó el capitán, adusto—. No sabemos aún qué traerá consigo ese mocoso, excepto su habilidad de convertirse en titán. Los quiero alertas a cualquier detalle y prontos a darle frente, si se transformara.
—¿Cree que intentará liquidarnos, una vez que nos confiemos? —inquirió Erd, cruzándose de brazos— Vamos a tener que montar guardia, para vigilarlo.
—Me informarán cuanto haga y diga en mi ausencia. Demuéstrenle que no los intimida, porque son la élite del Cuerpo —distinguí en sus ojos aquel brillo pavoroso que hacía parecer a Levi un verdadero demonio—. Solo hay un hombre al que deben temer por encima de los titanes: Yo. No tendré piedad si dudan o se ablandan con el bastardo llorón.
—¡Sí, capitán! —vocearon al unísono, rompiendo el círculo y dirigiéndose cada uno a sus funciones. Todos, excepto Petra, quien abrió los ojos al sentirse detenida por su agarre.
—Cuatro Ojos, no sé a qué mierda vienes, pero agradezco que lo hagas —me lanzó en cuanto estuve junto a él, aferrando más la muñeca de la subordinada; aunque ni tanto que le hiciera daño— Ayer me di cuenta de su palidez, temo que sea anemia y quiero que la examines.
—¡Por favor, capitán! —replicó ella, completamente sonrojada— ¡No exagere, me siento en perfectas condiciones! ¡Deberíamos irnos ya!
—Uhm, pues quizás él tenga razón —asentí, dándole mi apoyo al enano—. Y obviamente, comprende que no se arriesgará a llevarte si requieres algún cuidado médico.
—Oe, ningún QUIZÁS, estoy seguro —Levi entrecerró los ojos al mirarme—. Hay un detalle bastante anormal del que yo no hablaré.
—Capitán…, qué vergüenza —el intenso rubor de las mejillas pareció extenderse a la totalidad de su faz—. E-eso a veces ocurre y…
—Hey, me probaste que eres una mujer, basta de actuar como una mocosa —el reproche hizo que su compañera dejara de sacudir el brazo, intentando soltarse—… Hanji, confío en ti.
—Petra, créeme que Levi es muy perceptivo a la hora de advertir problemas femeninos —intenté convencerla de nuestra buena voluntad respecto a su condición—. Además, diagnosticar a tiempo una enfermedad permite que no se agrave y hasta salvarle la vida al enfermo. Ven conmigo.
—Me darás una respuesta pronto, demorar la marcha es peligroso —concluyó, aflojando la mano que aún rodeaba la muñeca de Petra, y entornó los ojos al observarme. Descubrí en el abismo de sus pupilas un tenue resplandor; de recelo e increíblemente, de miedo—… Y no permitas que te oculte nada.
—Entendido, me haré cargo.
El oír a la chica lamentarse provocó que atendiese a su expresión facial. Comprendí que aquel rostro macilento y ojeroso era fruto de alguna hemorragia. Levi se había preocupado con razón. Más tarde hallaría la causa de su malestar; el aro que hasta entonces consideré un logro, estaba completamente fuera de sitio.
