Sospecho que…
Hay éxitos que no se pueden tomar como perdurables, y lo mejor en esos casos, es alistarse para el cambio. Petra me demostraba que ya era tiempo de pensar opciones de anticoncepción menos intrusivas, pero a la vez, más eficaces y seguras que los brebajes de hierbas.
Los comedidos gimoteos de la chica durante la extracción del aro y lo irritado que se hallaba el sitio no me dieron buena espina.
—Siento mucho que te haya dolido el procedimiento —me disculpé, aun sabiendo que su estado actual no era mi culpa—. Ninguna joven de la Brigada presentó inconvenientes ni molestias con el dispositivo, hasta el día de hoy.
—Hange-san, de seguro ya todo se normalizará —dijo ella, incorporándose rápidamente, para quedar sentada en la camilla—. Solo deben pasar unos días para que se restañen las heridas que provocó el aro, ¿no?
—Presuntamente, sí. Es imprescindible repetir el examen físico dentro de una semana —diagnosticar su malestar era complejo, porque me despertaba dudas ¿Estaría…?—. Voy a ser muy sincera contigo, si advierto que continúan los dolores abdominales y el sangramiento, deberé informar a Levi de tu condición.
—¡No tienen por qué seguir! —Petra se rebeló ante la idea— ¡Mi organismo siempre ha sido fuerte! ¡La culpa de que se dañara es de su invento!
—Cierto, lo que te vuelve la excepción de la regla e indica que algo va mal en la matriz —precisé, contemplándola grave—. Tu cuerpo, a diferencia de resto de las jóvenes, rechazó el dispositivo. La razón de tal incidente requiere de un estudio.
—¿Eh? ¿Pretende asustarme para hacer de mí su ejemplar de laboratorio? —que abriese los ojos y bajara de la camilla fue todo uno, enfrentándome— ¡Ninguna razón impedirá que cumpla mi deber!
—Petra, entiende nuestra inquietud. Si esta repentina causa de intolerancia y sangrado se agravara, digámoslo hipotéticamente —quise hacerle comprender—… ¿No preferirías que te salváramos la vida, en lugar de permitir que vayas a suicidarte?
—Ya lo dijo; nada indica que por ahora se vuelva un problema —insistió, muy tozuda—. Los hincones aún son tolerables, y si curó los daños, bien pronto me hallaré como nueva.
—Ojalá y tu palabra venza cualquier padecimiento. Aunque ser bióloga no me hace una especialista en el tema ginecológico y obstétrico, he tenido que aprenderlo —aclaré, por si me creía una practicante inexperta—. Y luego de ingresar al Cuerpo de Exploración, me vi aplicando los conocimientos adquiridos cuando algunas miembros lo requirieron… Tu caso es inusual.
—¿Qué le hice? ¿Por qué se obstina en darme tan malos augurios? —me lanzó, llorosa e irreflexiva— ¡Cielos! ¡Ya logró sacar el aro sin complicaciones! ¿Acaso quiere dejarme aquí, sabiendo que mi capitán me necesita?¡Tengo edad suficiente para decidir…!
—Puede que tal hemorragia no provenga solo de un cuello uterino lastimado —respondí paciente; no lograría sacarle información de los síntomas percibidos, si me incomodaba. Conociéndola, se retraería—. Dime, ¿cómo fue tu último ciclo?
—No lo sé. La pérdida de sangre y mi etapa mensual coincidieron —contestó e hizo un gesto negativo con la cabeza— ¡Debo ir con él! ¡Ni piense que va a retenerme!
—Uh, voluntariosa y de maneras insensatas. Me recuerdas a cierta persona —sonreí triste—. De acuerdo, lo dejaremos así por un tiempo moderado. Igual debo visitar constantemente su nuevo cuartel para los experimentos relativos al titán; de modo que podré atenderte si la situación lo requiriera.
—Hange-san, mantenga este asunto bajo secreto profesional —demandó, enérgica—. Respete mi decisión, por favor. Odiaría ser un motivo de alarma para el capitán.
—"Solo que Levi no se tragará cualquier historia, menos de convertirse mi sospecha en realidad."
Meditaba sobre lo anterior y las posibles complicaciones futuras; de improviso, la puerta de mi laboratorio se abrió de par en par. El capitán le había propinado una de sus enérgicas patadas.
—Demoraste más de lo permisible, Cuatro Ojos ¿Qué le pasa a mi subordinada? —inquirió, ceñudo—. Responde cuando te hablo, ¿estás sorda o qué?
—A Erwin le complacerá quitarte de la paga mensual el valor de la cerradura, ¿sabes? —alegué con suave ironía—. Y por si fuera poco ese castigo, añado el de una TOTAL ABSTINENCIA hasta que regresen de la expedición. Petra debe sanarse del rechazo que hizo al aro, es todo.
—Bien, eso no es gracioso —aseveró, frunciendo aún más el ceño—; tú lo jodes y pagamos nosotros… Espera, ¿dijiste hasta la vuelta de… la próxima salida?
—Exacto. Sé que es muy difícil, pero así están las cosas —dije, mostrándole ambas palmas en señal de impotencia—. Me ocuparé de seguir el restablecimiento de Petra, una vez que se instalen.
—Oe, ¿habrá problema si le asigno tareas de limpieza o cocina? Supongo que no le afectará.
—Evita que cargue peso y las posiciones como doblarse sobre la cintura o ponerse de cuclillas —le sugerí, mientras recogía el instrumental, evitándole otra mueca de repugnancia—… También sugiero moderación al cabalgar, los brincos producto del galope la dañarían.
—¿Qué dices, Petra? ¿Crees que puedas ir sola o te llevo conmigo? —Levi la observó de soslayo y advertí su preocupación, amén de una velada ternura.
—Por favor, capitán —la chica se había ruborizado ante la inusual muestra de apego—, mejor evitemos los comentarios de la tropa…
—Tsk, que hablen. Acabarán mordiéndose la lengua —una oscura satisfacción matizó el tono de Levi—, como tu amigo Auruo. Ese reventará con solo vernos.
—Cielos, a usted en el fondo le gusta provocarlo —Petra suspiró, conforme—. Estoy bien, capitán, basta con que me ayude a subir al caballo.
—Vayan sin tanta prisa, Eren parece inteligente y si lo es, no huirá ¡Espero visitarlos pronto! —los acompañé hasta la galería, y conforme agitaba una mano despidiéndolos, recordé— ¡Ah, es hora de lavarle los dientes a Sawney! ¡Pobre, le ha cogido el gusto a morder tu cepillo de limpiar pisos, atado a un palo!
—No lo dirás en serio —Levi se volvió a medio camino para lanzarme una de sus amenazas—… Maldita Cuatro Ojos, apenas termine la misión, voy a cortar tu horrible moño.
/
Llegué al viejo castillo al caer la noche. Mi exaltación provocó que hiciera el viaje en menos tiempo, dando rienda suelta al caballo y sin ocuparme de los peligros que acechan bajo la luz de la luna. De modo que allí estaba, dispuesta a platicar con Eren.
Mis golpetazos anhelantes debieron sobresaltarlos. Escuché que alguien quitaba una tranca y luego vi el rostro afable de Petra, que sostenía el madero.
—"Condenado enano, te dije que no podía hacer fuerza ¿Piensas que tu chica es tan resistente como tú? …Ya te regañaré más tarde" —fruncí el ceño, pero me recompuse de inmediato—¡Buenas noches, unidad de Levi! —saludé, jubilosa, contemplando a todos los miembros, sentados alrededor de una mesa— ¿Ya se han establecido?
—Llegas temprano —mi escándalo siquiera inmutó a Levi, que saboreaba su té, muy calmo.
—¡No logré aguantarme las ganas!
—Teniente Hange —el chico titán me contempló, turbado.
—Siento la demora, Eren —dije sonriendo, a manera de disculpa—. Estoy a cargo de las investigaciones que se realizan a los titanes vivos, capturados en la ciudad. Requiero de tu ayuda para los experimentos de mañana y vine a pedir el permiso.
—¿Experimentos? ¿Qué se supone que debo —una gota de sudor frío corrió por la sien del chico—...?
—¡¿Harías lo que yo quisiera?! —su disposición me había provocado euforia, imaginando la perspectiva de un estudio a profundidad.
—Uh… Yo no puedo aceptar por mi cuenta —vi que se echaba hacia atrás, inquieto—. Ni tengo autoridad sobre mí persona, ¿sabe?
—Levi, ¿cuáles son los planes de mañana para Eren?
—Limpiar el jardín —respondió el capitán al acabar el té, acentuando su expresión de tedio.
—¡Entonces, ya está decidido! —sonreí ampliamente, y volviéndome, tomé las manos del jovencito entre las mías— ¡Cuento contigo para mañana, Eren!
—Sí ¿Pero de qué se tratan esas investigaciones con titanes?
—¿Hum?
—Eh… ¿de qué se tratan esos experimentos? —Eren parecía muy curioso.
—No lo hagas. Mejor ni le preguntes —Auruo no se cortó de manifestar su poco interés por mi trabajo.
—Ah, ya lo sabía —obvié aquel comentario y seguí adelante con Eren, plena de satisfacción—. Tenías cara de querer preguntar.
Conforme Levi se levantó, abandonando la mesa, los suyos se retiraron. Quizás el capitán aprovecharía el instante e iría tras Petra, buscando procurarle atenciones que jamás le daría en público.
—¿Tan interesado estás? —volví a concentrar mis reflexiones en Eren— Pues no veo más opción. Habrá que decirte lo que sé de los que capturamos. Primero, hicimos otra vez las experimentaciones realizadas anteriormente a los titanes con los que contábamos para jugar.
Así estuve narrándole hasta la medianoche sobre mis tentativas de comunicación y los estudios practicados en Sawney y Bean.
—Se las arreglan para sorprenderme. No requieren de agua ni comida. Poseen órganos respiratorios y, sin embargo, no precisan respirar. Todo lo que necesitan para estar vivos es la luz del sol —apoyando los codos en la mesa, entrecrucé los dedos e hice descansar el mentón sobre los mismos, y sonreí al contemplar su aspecto pasmado—. Siendo muy sincera, tengo curiosidad por saber qué ocurriría si elimináramos la luz solar completamente; pero son sujetos de investigación valiosos, no puedo arriesgarlos a morir.
Él me oía, bastante atento.
—Matamos a los que capturamos al inicio por accidente. Sin quererlo, corté la parte de atrás de sus nucas, tratando de arrancarles la cabeza —musité, nostálgica—. Los nombres de aquellos titanes eran Chiccachironi y Alberto. Poseían una hermosa sonrisa. Me siento mal por lo que les hice. No deseo que ocurra de nuevo… Lo siento.
—Hange-san… —murmuró Eren, sobrecogido.
—¡Y entonces…! ¡Fui a la etapa siguiente —mi grito había intimidado a Eren, quien semejaba una estatua de ojos enormes—, probando el sentido del dolor al tocarlos!
La emotividad se me disparaba siempre al hablar de los titanes, desatendiendo el correr del tiempo. Le conté al chico titán de mis estudios acerca del umbral de sufrimiento.
—Confirmamos la inexistencia de otro punto débil que no fuera el cuello. Fue un duro trabajo —le aseguré, y concluí hablándole de la incapacidad de Sawney para expresarse y su ansia por morderme.
—Uhm, Hange-san… ¿Cómo puede mantenerse tan despreocupada frente a los titanes? —Eren consideraba un desatino mi actitud respecto a ellos—. Son nuestros enemigos por naturaleza, quienes nos están conduciendo a la extinción. Estoy seguro de que ha tenido en múltiples ocasiones que afrontarlos.
—Cierto. Vi muchos camaradas morir ante mis ojos a manos de los titanes. Al unirme a la Legión de Reconocimiento, luché contra ellos, animada por el odio —asentí, cabizbaja—. Pero un día me di cuenta… Fue cuando le trocé la cabeza y después la pateé, a un ejemplar de tres metros. Extrañamente, la sentí liviana… Sus cuerpos también.
Advertí que mi narración lo impresionaba.
—Normalmente con esas grandes proporciones, no deberían ser capaces de pararse y moverse dos metros. Es lo mismo para cada titán; las partes seccionadas del organismo son más ligeras que lo normal para su tamaño. Escuché que, al convertirte, apareció de la nada tu cuerpo gigantesco. Así consideré que las cosas que vemos no son las que realmente son.
Aprovechando el servicio de té ya dispuesto, le serví una taza a Eren, y otra para mí.
—Traté de luchar contra los titanes, motivada por el odio —le dije, franca y resueltamente—. Ahora quiero intentar verlos desde otro punto, como nadie lo hizo. Esta prueba quizás no sea útil, pero lo haré.
Lucía totalmente deslumbrado por mi convicción y empeño.
—Hange-san, ¿tendría la gentileza de hablarme un poco más de los experimentos?
—¿De verdad? —morí de gusto al verlo dispuesto a escucharme.
—Sí. Pienso que sería útil en las pruebas de mañana, si aprendo todo lo que pueda.
—Bueno… Excluí algunos detalles al redactar el informe —le revelé, con ánimo entusiasta—. Déjame contarte. Aunque terminará llevando un buen rato.
—Está bien —sonrió Eren, feliz de sentirse útil.
—Al capturar el primer titán, elaboré una hipótesis…
La charla se apagó hacia el amanecer; a duras penas Eren conseguía disimular las cabezadas.
—… Así que no aprendiste nada crucial o nuevo de lo que te dije, ¿no? Debías haberlo sabido, porque te lo enseñaron en la Academia para cadetes —aquello permitió no solo el placer de hablar un tema que me gustaba, sino también comprobar el comportamiento del Eren humano. Se agotaba igual que cualquier otro, no poseía una vitalidad de titán que le permitiera estar más horas despierto. Igual los titanes al caer la noche reducían su actividad…—. Ya conocías todo esto, ¿no?
—Sí —respondió Eren, quien para entonces luchaba fuertemente contra el sueño.
—¡Bien, aquí vamos de nuevo, pero esta vez agregaré mis opiniones personales y suposiciones!
—¡¿Eh?! Uhm, yo…
—Primero, los tita-
Noté que deseaba pedir clemencia, justo cuando Moblit abrió la puerta de par en par.
—¡¿La líder Hanji, está…?! —gritó, mirando hacia el interior de la sala, completamente descompuesto en sus modales— Los especímenes para investigación… ¡Ambos titanes fueron asesinados!
La sensación primaria que tuve al escuchar la noticia era comparable a un rayo calcinándome. Por supuesto, los gritos de Moblit habían alertado a Levi y sus compañeros; quienes al enterarse del suceso y verme correr desaforada rumbo al establo, intentaron alcanzarme.
—¡Gafas de mierda, vas a matarte antes de subir al caballo! —vociferó Levi, tras de mí— Tsk, al menos deja que te acompañemos.
—¡Hange-san, aguarde! ¡Iremos con usted! —le siguió el llamado ansioso de Petra— ¡Escuche al capitán!
—¡Ni se te ocurra! —le grité de vuelta— ¡Ya me voy a encargar sola de semejante descalabro!
—¡Mi unidad completa, Eren incluido, montando…! —había ordenado Levi, colérico— ¡Petra, quédate!
—¡Ni hablar, capitán! —replicó la chica que, olvidando su convalecencia, ya se hallaba encima de su corcel— ¡Mire, Hange-san picó espuelas!
—¡Líder de escuadrón, espere! —obviamente, a juzgar por lo cercano de la voz, Moblit había sido el primero en subir a su caballo de un salto— ¡No sea tan precipitada!
—¡Tsk, rayos! ¡Mataré al primer sospechoso que se me cruce delante…, y a la Cuatro Ojos más tarde! —la protesta del capitán repercutiendo en mis oídos, me puso al corriente de que llevaba la primacía, dejando rezagado a mi subalterno.
El cuartel de Trost se había convertido en un hervidero de soldados. La visión de las osamentas de mis queridos titanes, provocó que mis ojos se nublaran y un repentino vértigo me hizo tambalear. Los miembros de la Guarnición, la propia unidad de Levi, todos parecían cuestionarse la veracidad del suceso ¿Quién o quiénes y cómo, pudieron infiltrarse allí?
—¡Sawney! ¡Bean! —llorando a raudales, me tiraba del cabello— ¡Esto no puede ser verdad! ¡Alguien que me convenza de que es un sueño! ¡Una pesadilla! ¡Saaaawneeeyyyy!
Creí escuchar las voces de Auruo, Levi, e incluso la de Erwin. Mal que me pesara, me vi obligada a abandonar el sitio para dejarle paso a los militares de la Gendarmería. Ellos iban a encargarse de la investigación del hecho. Yo ni distinguía el camino de tanta lágrima, me sacudí de encima a Nana, a Moblit y otros que intentaron detenerme. Lejanamente recuerdo a Mike tratando de calmarme y mi respuesta en forma de codazo, así como las protestas de Nana. El no ver a Erwin dispuesto a reanimar mi espíritu, sabiendo lo que significaba para mí esa pérdida, me predispuso más. Por supuesto, que prefiriera encerrarse a deliberar con Levi no lo comprendí hasta que menguó la pesadumbre y logré pensar con la claridad que me caracterizaba. Entonces había enterrado mi sentido común y fui hasta el dormitorio en el edificio de los oficiales. Eché todos los cerrojos, lanzándome hacia la escribanía, sobre la cual me doblé a llorar, después de sentarme completamente despatarrada frente a ella.
Del otro lado, a juzgar por todo lo que se oía, Nana y Moblit habían traído consigo más compañeros de la Legión, buscando echar la puerta abajo si era necesario. Cada uno golpeaba la hoja impaciente y se armó tal bullicio arrítmico, que me hubiese obligado resignarme y abrir, si otras hubieran sido las circunstancias. Ya para la caída de la tarde, mi cabeza quería estallar.
—¡Salgan de mi puerta! ¡Cállense de una vez! —protesté, más que harta de sus toques— ¡Necesito estar sola!
—Haz algo, Mike —la voz de Nanaba sonó apremiante—. Llámala tú.
—¿Eh? ¡Ya me llevé un codazo! ¿Por qué me abriría a mí?
—¡No lo sé!
—Hange… —dijo Mike, cohibido.
—¡Silencio! ¡Dejen de preocuparse por esta loca desquiciada, que acaba de perder una oportunidad única de hacer descubrimientos! —exclamé, histérica— ¡Invertí días y noches completos buscando de avanzar en las investigaciones! ¿¡A quién le importa, si todo lo que me gano por eso es el sobrenombre de trastornada?!
—Bueno, aún puede gritar. Todavía no está desfallecida por el hambre —oí hablar a Petra— ¿Cuántos días lleva sin comer?
—Tres —musitó Nanaba, inquieta—. Ya le dije a Mike que rompiera la puerta. Es el único que puede sacarla a rastras.
—¡No se atrevan!
—Hange-san, se lo ruego. La escuadra completa me pregunta cuándo volverá a ocupar sus funciones —imploraba Moblit del otro lado—. Aquí le traigo varias notas que tomé del informe secreto de la Gendarmería. No quiero pensar que me arriesgué a copiarlo en vano.
A regañadientes, abrí un poco la hoja y tiré de él hacia el interior. El astuto de Zacharius quiso aprovechar para detener la puerta valiéndose de su fuerza.
—¡Paso atrás, Mike, o te pateo los testículos! —tal amenaza lo hizo retroceder y cerré de inmediato, apenas quitó la mano del borde.
—Umf, esto se lo dejo a Erwin. Vámonos, Nana… Petra, si el capitán sigue reunido, sugiero que lo esperes junto a tus compañeros.
Los escuché marcharse, discutiendo si Moblit conseguiría levantar mi ánimo y el posterior rezongueo de Mike; a sus ojos, cualquier situación depresiva era ideal para que mi subalterno ganase los afectos correspondientes a su amigo. Qué mal juzgaba él a quien yo siempre consideraría el mejor de los hombres.
—Me pregunto qué le está pesando más; ¿la frustración por haber perdido los titanes o el hecho de que su comandante no esté aquí, consolándola? —inquirió mi subordinado, entregándome la carpeta y luego me observó muy serio, cruzándose de brazos— Sea sincera.
—¿Crees que me lamentaría tanto por un hombre, como por toda esa labor investigativa que nos quedó a medias? —alcé la vista del cartapacio abierto, haciéndole frente. No obstante, mi supuesta indiferencia jamás engañaría la percepción de Moblit, así que le dije cuanto padecía—… Sí, tienes razón. Pesa un mundo saber que ya no dispone de un minuto para mí. Entiendo que se sienta presionado. Alguien mató a mis ejemplares, pero detrás hay una certeza que antes no teníamos; quien lo hizo es humano y pretende impedir que conozcamos más sobre los titanes.
—Lo pensé, aunque se trata de una información muy sensible —dijo, meditativo, bajando la mirada hacia el suelo—. Imagino que mantendremos en secreto nuestro conocimiento de la causa.
—Eso provoca que mi rabia crezca a niveles alarmantes —golpeando con la carpeta la superficie del escritorio, le di momentáneamente la espalda—, no fui capaz de hallar algo en verdad novedoso mientras tuve a Bean y Sawney ¡Correspondía que me quedara sin dormir, empeñándome a fondo con los experimentos!
—Y morir exhausta —replicó él, muy crudo—, poniéndome a cargo de una investigación que por más que lo intentara, no iba a poder ocuparme. Aprendí muchas cosas a su lado, pero estoy lejos de ser un científico. Deje ya de culparse, probó cuanto pudo y debe rehacerse, volviendo a sus experimentos.
—¡Lo que requiero es disponer de otro espécimen y no lo tengo! —estallé de nuevo— ¡Ah, sí tan sólo descubro quién…!
—Cálmese, por favor. A la Legión le hace falta que usted esté bien centrada, el escuadrón precisa ver a su líder activa, enérgica ¡Yo mismo prefiero sus arrebatos imprudentes con los titanes a estos delirantes contra su persona!
—Moblit —le solté, girándome hacia él, afligida—… Si no es mucho pedir, abrázame.
—¿Debería…? —tanteó la propuesta, inseguro.
—Puedes negarte, y entenderé si lo haces —dije, a la par que me enjugaba una lágrima—… Realmente lo necesito.
Abrió los brazos, acogiéndome, y sentí la paz que su amor me transmitía. Su espíritu destilaba calma, el anhelado sosiego que a mi alma le urgía. Inconscientemente, busqué acomodo en su hombro y cerrando los ojos, maldije la convicción de Erwin respecto a mi fortaleza y aptitud para salir de aquel revés sola. Él, por lo visto, consideraba el tormento de un embarazo truncado mil veces peor que lidiar con el asesinato de mis titanes, aunque hubiesen sido muertos alevosamente y eso me dejara la investigación a medias. Sin dudas, apostó porque volvería a renacer de las cenizas.
Alcé la cabeza, y le dediqué una sonrisa a Moblit. Él emitió un suspiro, mi tranquilidad era la suya.
—Lo siento. No sucederá de nuevo —comprendí que debía reponer mi ánimo—, he sido muy frágil. Continuaré adelante usando lo que ya poseo, y quizás este ataque alerte de cuán importante resulta la tarea del escuadrón.
—Usted está lejos de ser débil —hizo un gesto negativo con la cabeza y me observó, recio—. Tampoco se perturbe, suprimir las emociones no ayuda… Me alegro de que ya vuelva a ser la misma.
—Gracias. Iré a ver a Erwin, le complacerá saber que no he muerto de pura frustración.
—Su ironía no augura nada bueno… —masculló, preocupado.
/
La recámara del comandante y el dormitorio estaban cerrados con llave. Maldije su habilidad para trasladarse de un lugar a otro en cuestión de minutos, cuando la premura de un asunto le obligaba a cambiar de habitación, según lo requiriese. Finalmente, lo encontré solo, en la Sala de Oficiales. Al parecer, había puesto fin a la reunión e intentaba concentrarse, mirando a través de la ventana hacia un punto fijo de la plaza. Hubiese conseguido pasar como una escultura, de tan quieto y distante. Solo pareció darse cuenta de mi presencia una vez que me detuve a su espalda.
—¿Estás bien? —preguntó al volverse hacia mí— ¿Crees que puedas enfocar tu mente? Disculpa que me viera obligado a encerrarme para organizar las ideas…
—No, por supuesto que me siento fatal. Pero nunca evadí mi deber a pesar de los malestares que alguna vez tuve. Ahórrate las razones, y hazme saber la estrategia que piensas usar a partir de esto —le contesté, punzante—. Y no me vengas con secretos, ni reclames tu derecho a reservarte las cosas hasta que lo consideres. Quiero enterarme si creaste un plan que permita confirmar tu suposición, además de protegernos… Después de todo, nos necesitas.
—Hanji…, ¿es que la rabia siempre me hará un egoísta a tus ojos? —me observó, cruzando las manos tras la espalda. Su gesto, por más recto que fuese, pedía comprensión— Desafortunadamente, no puedo relegar las exigencias de mi cargo en Mike o en Levi, nuestra situación es precaria. Estamos a merced de los titanes, Hanji. Los mismos que tú lloras.
—¡¿Osas minimizar la causa de mis lamentos?! Sí, Erwin Smith, yo quizás me vuelva una chiflada por esos especímenes… Pero soy la única que te ha dado respuestas acerca de ellos, ¡aunque sean pocas! —dije, llevando mis gafas hacia la cabeza y fruncí el ceño, agresiva— ¡Y mis quejidos no reflejan sino la impotencia de continuar siendo la luz que ilumine para la humanidad esos misterios!
—No menosprecio nada que venga de ti, Hanji. Los motivos que te hacen irritable o sensible han propiciado que reflexione sobre mi actitud —su voz era profunda y de un matiz cordial, opuesta a la inflexión de la mía, que siempre iba dos tonos por encima—, y muchas veces me retracto del mal paso. Ahora solo tengo un "lo siento" que ofrecer…, pero es sincero.
—¡Estoy contigo en tus peores momentos! ¡Me las arreglo para darte apoyo, sin ponerme a ver la cantidad de trabajo que inunda mi escribanía o mi laboratorio! ¡Y tú, tú…! —su rapidez al tomar por asalto mi boca, me paralizó. Un sinfín de reacciones factibles que lo detuviesen pasaron por mi cabeza…, y se disolvieron bien pronto. Al final terminé por dejarlo besarme a su antojo, simulando que su intento de acallarme no provocaba nada en mí. Un engaño inútil, por supuesto; de cualquier forma, quise mantener la dignidad y me aparté con fingido resentimiento— ¡Erwin! ¿Qué rayos haces?
—Tsk, entreteniéndote mientras el bigotón y yo esperamos por una estrategia —de repente, advertimos la presencia del enano, que había entrado sin llamar y ojeaba irónico al comandante—. Viendo cómo te la devoras, el tipo infiltrado eres tú.
—¡Levi! Ehm —ruborosa cual si fuera una adolescente, no supe hacer otra cosa que rascarme la nuca y bajar la vista—… Jum, jum, jum…
—Te gustan los titanes, Cegata, y Erwin se transforma cuando está contigo —me contempló malicioso, y entreví una torva sonrisa—. Mira cómo bajó la guardia. Oe, los cerrojos existen para usarlos.
El enano JAMÁS había sido testigo de cualquier intercambio de índole romántica o sexual entre el comandante y yo.
—Eres el único que se adentra en un lugar sin dar los toques reglamentarios —balbuceé, aun ruborizada.
—No hables disparates —hizo un gesto iracundo y se cruzó de brazos— ¿Qué hubiese pasado si apareciera Eren de fisgón, por ejemplo?
—Un recluta nunca entraría sin esperar el consentimiento…
—¡Estos no son tiempos de andarnos confiando! —dijo irritado, alzando el tono. Uff, de inmediato entreví algún roce entre Levi y Eren— Y les recuerdo que más tarde regreso al castillo junto con mi escuadra. La espalda de la Legión quedará descubierta.
—La prioridad es revelar quién es el humano capaz de volverse titán y no se trata de Eren —ignorando los sarcasmos y advertencias del otro, Erwin masculló para sí—. Me pregunto, ¿habrá más de uno?
—No importa cuántos sean, estamos jodidos —enfatizó el capitán—. La confianza era un arma poderosa del Cuerpo y ahora nos comerá la duda.
—Tampoco sabemos a ciencia cierta si el sujeto con esa propiedad forma parte de la Legión —vi al comandante fruncir el entrecejo y caminar hacia la ventana, para contemplar las docenas de miembros de los tres cuerpos militares allí reunidos—. Yo extendería la sospecha al ejército completo.
—Más complicado aún, pero los quebraderos de cabeza y las decisiones les tocan a ustedes.
—La Ceremonia de Disolución está próxima. Espero que se nos unan algunos cadetes —mi comandante se acercó a Levi, colocándole ambas manos sobre los hombros—. Mientras, no te separes de Eren, obsérvalo y analiza todo cuanto haga.
—De acuerdo. Ah, Petra va a permanecer aquí hasta la ceremonia, por desacato —le hizo saber a Erwin, girándose luego hacia mí—. Cuatro Ojos, la dejaré a tu cuidado. Más vale que no la pierdas de vista. Será tu responsabilidad.
—¡Descuida, la protegeré tanto como a mis especímenes! —entonces me golpeó el recuerdo de los preciosos ejemplares perdidos— ¡Oh, Sawney! ¡Bean!
—Oe, ¿qué basura de comparación es esa? —Levi me ojeó adusto—. Recuerda que, si le sucede algo a mi subordinada, te cortaré el moño y parecerás un tipo feo.
—¿Eh? ¡Soy un precioso ejemplar de mujer! —repliqué, haciéndome la ofendida— ¡Hasta los titanes mueren por mí!
—Tsk, a diferencia de ciertas personas y monstruos, veo bien y tengo mejor gusto —el enano chasqueó la lengua—. Oe, no descuides…, el problema.
—¿Le sucede algo a Petra? —Erwin alzó una ceja, inquisitivo. Estaba lejos de ser un tonto y había temido lo mismo que yo.
—Digamos que un conflicto de naturaleza femenil. Por el momento, le ordené reposar —dije con gravedad profesional, tensándome—. Cosa que incumplió y el capitán, lógicamente, acaba de castigarla.
—Me recuerda a la líder del cuarto escuadrón…
—No, esa de la que hablas es mucho peor —contesté, sentenciosa, devolviendo mis gafas a su sitio habitual—. Bueno, iré a recoger un poco el laboratorio, puesto que no hay titanes para investigar. Será mejor oír tu plan después de la ceremonia, Erwin. Todavía pueden aparecer detalles interesantes.
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Mantuve bajo vigilancia médica a Petra. La chica parecía estarse recuperando sin problemas, no obstante, algunos signos físicos me llevaban a la sospecha. Intenté conversar del tema lo más afectuosamente posible, dándole a entender que no iba a entrometerme cualquiera que fuese su decisión. Sentada frente a mí, oía cuanto le hablaba; solo alzó la voz para convencerse a sí misma de que nadie le haría licenciarse de la vida militar.
—Soy bióloga, y conozco la diferencia —me acerqué a ella, colocando mis manos sobre sus hombros y mirándola serena—. Dentro de unas semanas, va a ser inútil que intentes engañarme. Lo primero es que abandones la idea de culpabilidad; según mis cálculos, debió suceder apenas el dispositivo se movió. No había manera de que te dieras cuenta en ese instante, sino después.
—¡Yo confié…! ¡Dijo que mi seguridad estaría en ese aro! —Petra se hallaba entre la ira y el llanto, pero contenía sus lágrimas casi tan bien como yo— ¿Qué haré? ¡Llegará el día en que no podré seguir luchando a su lado! ¡No deseo renunciar a mis ideales, ni al ejército!
—Es una situación desesperante, lo sé —convine, asintiendo—. Y aunque la calles, tarde o temprano el destino te obligará a elegir. No soy partidaria de tomar esa clase de determinaciones sola, tienes derecho sobre tu cuerpo; sin embargo, sería injusto que Levi desconociera tu condición.
—¡Si le digo, seré un estorbo para él! ¡Santa Ymir, me obligará a retirarme del Cuerpo!
—Lógicamente, querrá ponerte a buen recaudo en casa de tu padre —le aseguré, y volví a recostarme en la silla, emitiendo un suspiro—. Quizás requieres pensarlo, sopesar los pros y contras de tu futura elección. Te apoyaré porque soy consciente de tu angustia, no quiero que acabes haciendo locuras como sucedió años atrás con varias jóvenes del ejército.
—… Hange-san, le agradeceré que no le hable al capitán de mi… limitación —Petra bajó la mirada, e hizo correr las uñas a lo largo de sus muslos, arañando la tela con un ademán entre nervioso y delirante—. Yo… siento que inesperadamente un abismo sin fondo se abrió a mis pies. De solo considerar que mi temor es real y palpable, quisiera desvanecerme… Prométame usted que aguardará por la respuesta.
Le di mi palabra, cobijando un hondo pesar en el alma ¿Traicionaba este pacto de mujer los firmes lazos de amistad que me unían a Levi?
