Pálidas esperanzas

El ambiente cargado de solemnidad, los chicos amontonándose junto a la plazoleta, decorada para la ceremonia; las antorchas emitiendo una luz que a veces menguaba…, justo como nuestras filas. Y la figura de mi comandante, impasible y regia, que atraía las miradas de aquellos retoños; quienes al igual que yo en mi tiempo adolescente, sucumbían al hechizo de su prestancia y magnificencia.

—Soy el comandante de la Legión de Reconocimiento, Erwin Smith. El que va a estar a cargo de su admisión —se presentó con su porte recio e imponente, que siempre me provocaba un cosquilleo placentero, impropio de tanta formalidad—. Lo que les voy a decir, será el objetivo de la Tropa. Con el último ataque de los titanes, señores, ustedes ya deben saber del miedo que provocan. Y, sobre todo, los límites de su propia fuerza.

Los cadetes, muy atentos, empezaban a sudar la gota gorda con sus palabras. Y aún era el comienzo…

—Pero, en esa batalla, la humanidad ganó una victoria que, hasta estos momentos, no había conocido. Gracias a la existencia de Eren Jaeger que, sin dudas, es nuestro aliado. Y ahora está apostando su vida para demostrarlo —Erwin observó atento a los reclutas, como si buscara un gesto o reacción particular en ellos—... Además, con él tenemos un arma poderosa contra los titanes ¡Hallamos algo capaz de revelar sus verdaderas formas!

Aquella declaración provocó el asombro y algunas exclamaciones veladas por parte de los jóvenes presentes. Entendí que, para ellos, aún sonaba irreal todo el escenario, a pesar de lo vivido.

—El sótano de su antigua casa, guarda secretos de los titanes que siquiera él conoce —dijo Erwin con tono rotundo—. Y si podemos ir; nosotros, después de cien años de lucha contra ellos, obtendremos una base muy útil para el contraataque.

Advertí que uno de los chicos más altos, un trigueño de flequillo irregular, empalideció al escucharlo. "Se ha cagado encima, Cuatro Ojos", creí oír la voz del enano en mi cerebro, mezclada con los disímiles murmullos nerviosos de la concurrencia.

—Necesitamos llegar al sótano de su casa en Shiganshina. Para ello, debemos recorrer un camino que nos llevará a cruzar la muralla María —sentenció el comandante, analizando todavía las expresiones de los futuros soldados—. En resumen, éste es el objetivo a cumplir.

Erwin se volvió por un segundo, indicándole a Mike y a Petra que extendieran el plano que la última llevaba sujeto contra el pecho. Me dio cierta gracia ver la diferencia de tamaño entre ambos y sonreí pensando que bien pudo escoger a otra persona; el plano estaba totalmente jorobado.

—Ya que la puerta de Trost no puede ser utilizada, no hay más remedio que ir desde la puerta del este, Karanese —les hizo saber—. Utilizando la unidad con años de supervivencia, lo apostaremos todo. En estos cuatro años, innumerables miembros de la Tropa murieron. Una cantidad nada pequeña, si la comparamos al tiempo que llevamos luchando. Eran grandes soldados los que perdieron la vida.

Noté que Petra de súbito había entristecido, posiblemente recordando que muchas veces ni ella ni el capitán lograron evitar las pérdidas humanas. Qué iban a hacerle, de nada servía culparse por lo inevitable.

—Para la próxima salida requeriremos el apoyo de los nuevos miembros, pero la probabilidad de sobrevivir a esta expedición es del 30%. Habrá más muertes que durante esos cuatro años —dijo sin rodeos; el comandante no acostumbraba a decorar la realidad con palabras gratas—. Sin embargo, aquellos que sobrevivan, se convertirán en soldados incomparables. Para este plan, deberán estar los que creen imprescindible apostar sus vidas, blandiendo las espadas.

Todo cuanto veía eran rostros jóvenes muy asustados, sudorosos y plenos de incertidumbre.

—Pregúntense qué van a hacer por la humanidad ¿Realmente pueden ofrecer sus corazones por el bien de los demás? Eso es todo —puso fin Erwin Smith a su discurso, genuino y conciso—. Los que no tengan intención de someterse, quedan excluidos.

—Comandante…, ¿quizás habló demasiado? No va a quedar nadie —Klaus caminó hacia él, mostrando gran preocupación.

Los reclutas, ya para ese momento, habían tenido el tiempo suficiente de sacar conclusiones y más de la mitad se giraron, dando la espalda. Era preferible la Guarnición, a su entender. Al final, conté solo veintiún soldados resueltos a integrar el Cuerpo de Reconocimiento.

—¿Si les pido que mueran, ustedes morirían?

—¡No vamos a morir! —uno de los que se quedaron, había gritado su disposición en nombre de todos.

—Comprendo —Erwin bajó la cabeza, sonriendo complacido—. Poseen una voluntad fuerte… ¡Así que admito a todos los que aquí se hallan como nuevos miembros de la Legión de Reconocimiento! ¡A partir de ahora, iremos a buscar la verdad!

Lo cierto era que, a diferencia de Shadis, Erwin conseguía la motivación de su tropa con sólo una frase.

—¡Ofrezcan sus corazones!

—¡SI! —la respuesta fue unánime.

—Ustedes soportaron bien el miedo, se han convertido en soldados ejemplares. Acepto sus corazones.

El comandante se retiró para ir donde Mike y los demás; indicándole a Ness que dejaría la entrega de los uniformes y el adiestramiento de los noveles a su cargo. Insistió sobre la importancia de que aprendiesen bien las formaciones, para la futura expedición. Mientras le daba órdenes a Levi y sabiendo que no me necesitaba de momento, aproveché para charlar con Petra sobre algunas cuestiones.

—Te marchas y aún me debes una respuesta —le dije por lo bajo— ¿Cuánto más vas a esperar? Pronto comenzarás a mostrar los síntomas propios de…

—La salida está preparándose; y la operación de nuestra Unidad es crucial, si pretendemos cumplir el objetivo propuesto —respondió sin mirarme, acomodándose un mechón de cabello tras la oreja; estaba nerviosa—. Cuando acabemos la misión, le daré mi respuesta.

—Es una locura, ¿sabes? Y no puedo alentarte para que lo lleves a cabo; está lejos de mis manos resolver que permanezcas en el Cuerpo si decides tenerlo —emití un suspiro, detestaba sentirme tan impotente—. Seguiré velando tu recuperación durante la próxima semana.

—Me siento bastante mejor, desde que pude quedarme aquí descansando —me devolvió una sonrisa tranquilizadora— ¿Cuándo empezará las pruebas con Eren?

—Si marchan hoy, mañana daremos inicio a los experimentos —contesté, fascinada— ¡Oh, no quiero demorarlo más!

—Cegata, últimamente mi subalterna y tú cuchichean más de lo normal —oí el tono áspero de Levi a mis espaldas, quien había llegado, sigiloso como un felino—. Espero que no estés intentando sonsacarla para que te ayude a examinar físicamente al mocoso.

—Huh, la verdad sea dicha, tengo más interés en su fisonomía de titán —le solté muy franca, encogiéndome de hombros—. No hay mucho que ver, siendo un adolescente común.

—De acuerdo, pero igual evítale a mi subordinada las malas experiencias visuales —dijo, entrecerrando apenas los ojos, una señal de que me investigaba a fondo—. No es bueno para su estado.

—"No es bueno para su estado" … Levi, ¿quieres explicarme cómo influiría tal cosa en el reposo de Petra? —apelé a mi ecuanimidad, para que no leyera ninguna manifestación de sorpresa; relativa a sus palabras con un oculto sentido. Y estas aludían claramente a que sospechaba del malestar de su compañera— ¿Crees que va a tener pesadillas o algo así?

Rogué porque la chica permaneciera en silencio y cerrara la boca, totalmente abierta luego de oírle declarar aquello. Si estallaba replicándole, como lo veía venir, se armaría un buen revuelo a nivel de distrito… Mejor que Levi no siguiera con su intento de sacarnos información.

—Perdona; dudo mucho que tu novia sueñe con la sacrosanta parte de Eren —decidí acabar de una vez; me alcé las gafas y lo miré intensa, mordiéndome el labio—… No después de haberte conocido a ti.

—¡Oe, Cuatro Ojos! —la expresión calculadora de Levi mudó a una de total repugnancia— ¡¿Qué me sabes tú?!

—¡Hange-san! —exclamó Petra, escandalizada, sin comprender aún la maniobra evasiva.

—Solo yo tengo acceso a los expedientes médicos de cada miembro del Cuerpo, si eso te dice algo ¡Es un conocimiento por el que incluso me pagarían muy bien! —reí sabiéndome victoriosa de aquella contienda, y al girarme para observar a la chica, supe que había descubierto mi juego—. Petra, me alegro de tu recuperación. Creo que ya puedes regresar junto a tu adorado capitán ¡Los veré mañana!

Me despedí agitando la mano y les di la espalda. Ninguno de los dos emitió palabra, limitándose ambos a verme ir de regreso junto a Erwin y Mike.

/

Al día siguiente, acudí al castillo, tal cual había prometido a Levi. No me recibió él, sino Petra, quien me hizo saber que los miembros del escuadrón recién terminaban su desayuno y el capitán los había puesto a fregar jarros y platos. Rápidamente me condujo a un establo de madera, convertido en aula, y que todavía conservaba íntegra su pizarra. Los únicos asientos disponibles eran las enormes cajas vacías de armamentos y sin pensármelo dos veces, de un brinco, acomodé mi trasero en una. La chica debió sentarse más abajo, donde estaba la plazoleta desde la que se llegaba a la pizarra.

—Hange-san, ¿de verdad sabe todo… sobre las medidas… er…? —alzó la mirada, curiosa. No parecía molesta, en el caso de que yo averiguara de más; como si poseyera la certeza de que Levi era bien suyo.

—Gracias por no haber dicho algo que hundiera mi jugada. Espero sepas disculparme, ¡fue lo único que se me ocurrió para sacarlo del paso! —le aclaré, rascándome tras el moño— Empero, te habrás dado cuenta de su astucia; vuelvo y repito… Él solo espera que le hables.

—¡Y lo haré! Apenas lleguemos de la salida, voy a confiarle mi suerte —parecía resuelta, sin embargo, percibí un leve temblor en su voz—. Oh, Hange-san, puede que sea mi última incursión fuera de las murallas. Quiero despedirme apropiadamente del ejército, de mi libertad… Incluso de tener junto a mí al capitán.

—¿Entonces, ya lo decidiste? —la vi asentir, mustia y no creí justo que un suceso tan feliz para otras, le acarreara ese abatimiento— Apenas termine la misión, hablaré con Erwin. Debe haber una manera de que puedas quedarte a vivir en el cuartel. Vamos, consiguieron la dispensa, ¿por qué no? Te protegeremos entre todos.

—Usted sabe que no es posible. Solo arriesgará el futuro de la Legión, y bastante malparada ya está —suspiró, devolviéndome una sonrisa conforme—. He pensado hasta el cansancio, pero mi capitán merece una luz en su vida. Yo se la daré.

—Es muy hermoso de tu parte, ofrecerle a Levi una razón para que retorne vivo de cada salida, y que sea de gozo para los dos —acepté su argumento, pero me urgía poseer la certeza de su decisión—. Ahora necesito que seas honesta contigo misma, Petra… ¿Si tuvieras la posibilidad de… revertir tu situación, lo harías? No se trata de un imposible, aunque tenga su riesgo.

—Confío en mi capitán, volverá de una pieza —dijo con aplomo de mujer que se dispone a ser madre—. Un hijo será motivo suficiente para que regrese victorioso. Incluso con todo este lío del titán humano.

—Ahora que lo mencionas, sé lo desconfiado que normalmente se muestra; pero en estos días lo noto muy áspero con Eren —dije, sintiéndome curiosa respecto al modo que Levi trataba al susodicho— ¿Qué ha sucedido, huh?

—Está receloso, no cree que logremos refrenar su voluntad en el futuro —Petra me contestó, arrugando el ceño—. Además, su inocencia lo enfurece. Dijo que iba a desollarlo si continuaba siendo tan falto de tacto —lanzó un suspiro, agobiada— ¡Cielos! Y no dudo que lo haga.

—¿Huh? Comprendo lo primero —tomé nota del parecer de Levi, considerándolo significativo—, pero no su motivación para despellejarlo.

—Primero desató el enojo del capitán, acercándose a mí cada tres minutos para conversar, en vez de ir junto a los chicos. Después fue a llevarle un té justo cuando habíamos conseguido algo de privacidad, y nos estábamos besando. Ayer interrumpió el único momento en que pudimos…, juguetear, ya entrada la noche ¡Luego de haber pasado el día completo pendientes de lo que hacía!

—¡Ha, ha, ha, ha! ¡Señal inequívoca de candor e inmadurez! —reí sin contención, imaginando la cara del enano al ser interrumpido.

—Temo que mi capitán lo haga madurar a pescozones —bufó Petra, cruzándose de brazos—. Hange-san, apresure los experimentos o le cortará su punto débil antes de que pueda sacarle provecho.

—Huh, eso no estaría nada bien. Levi debe comprender que mientras ignoremos todas las habilidades titánicas de Eren, se le prohíbe tocarle un pelo —necesitaba recordárselo al enano, antes de que hiciera un descalabro. También debía rememorarle a ella su estado—… Y Petra, no sugiero que se pongan tiernos mientras dure tu recuperación.

—Eh…, para nada. Mi capitán sabe respetarla, solo un poco de cariño y jugueteo sano —dijo rápidamente, defendiéndolo y añadió, notando que la ojeaba suspicaz—… ¡Por favor, deje de mirarme así! Le juro que ha sido todo.

Iba a responderle, pero ante la llegada del escuadrón de operaciones especiales, preferí callar. Levi se limitó a chasquear la lengua cuando supo de mi presencia, y fue directo hacia el pizarrón. Eren, Gunther, Auruo y Erd lo siguieron, colocándose alrededor de su líder.

—Se me ocurrió un plan que te matará a medias.

—¿Ah, sí? —Eren parecía muy intrigado con la idea del superior.

—Dije que, siendo un titán, únicamente podría detenerte al aniquilarte —precisó Levi, meditativo—; pero este método solo te va a herir de gravedad. Por supuesto, dependerá de cuan hábil sea mi escuadrón. La idea es arrancarte del cuello del monstruo —a la sazón, lo vi dibujar un muñeco de referencia con tiza en la pizarra—, terminaríamos amputándote brazos y piernas, los que volverían a crecer más tarde como los de una lagartija… En serio, aterrador.

—Espere…, no sé de qué modo sucede la regeneración —Eren movió negativamente la cabeza—. Si hubiera cualquier otra forma…

—¿No quieres que haya ningún peligro o sacrificio, estás diciendo? —mirándolo torvo, Levi analizó su respuesta.

—Uh, n-no.

—Entonces, resuélvelo tú solo —dijo el capitán, frunciendo el entrecejo—. También haremos lo que nos toca. Nuestro peligro es que consigas matarnos. Así que no te preocupes.

—Sí…, entendido. —advertí que Eren sudaba, intimidado.

—¿Y-ya puedo experimentar? —un rayo de luz me dio de lleno en el cristal de las gafas, acentuando la imagen y mi fama de científica desquiciada.

—Es mucho el riesgo. Aunque para nada significa que no lo usemos con propósito investigativo.

—¿Permitirás que esté a cargo de planear esto, cierto? —aun eufórica, me giré hacia el chico titán— Eren, si hay algo que no comprendas, aprende a entenderlo. Bien vale la pena exponer nuestras vidas.

Y lo siguiente fue buscar un paraje con pozo en las afueras del castillo; una vez allí, colocamos la escala de cuerda que habíamos llevado, para que Eren pudiera bajar a las profundidades.

—¿Listo, Eren? —inquirí, observándolo desde el brocal. El capitán se mantuvo junto a mí, por si debía interceder— Cuando todo esté preparado, usaré la señal de humo para notificarte. Después las decisiones te corresponden a ti.

—¡Comprendido! —alzó un brazo, haciéndome conocer su determinación.

—Este pozo seco bien podría contener a un titán estúpido ¡Probablemente! —sonreí maligna y retrocediendo, montamos los caballos, enlistándonos por lo que pudiera suceder. Un minuto después, lancé una bengala verde.

Nada ocurrió.

—¿No vio la señal? —indagué, recelosa.

—Parece que su habilidad está lejos de ser confiable —impaciente, Levi se acercó al pozo, descabalgando para vociferarle— ¡Oe, Eren! Nos quedamos sin tiempo.

—¿Qué sucedió? —abandoné mi cabalgadura y fui a contemplar el interior del hoyo, sorprendiéndome al ver a un Eren absolutamente normal.

—Hanji-san —balbuceó con la mano y los labios sangrantes—… No logro transformarme.

/

Debido a una solicitud de mi comandante, que requirió de ciertos informes a última hora, tuve que hacer el camino de vuelta desde el castillo a Trost y pausar los experimentos con Eren. No estaba permitido que rezongara, porque al fin y al cabo, era una orden superior; pese a todo, Erwin de inmediato percibió mi disgusto. Yo consideraba un sacrilegio la interrupción de las investigaciones, así durara un segundo.

—Lamento detener tu labor, Hanji, pero los Altos Mandos…, ya sabes —dijo mientras recogía su escritorio, dispuesto a salir hacia la recámara de los oficiales—. Gracias por tus resúmenes, tan exactos en cifras y demás.

—Te oyes cansado —inmediatamente cambié mi postura; el asunto del humano traidor capaz de transformarse, metido en las filas del ejército, le había robado el sueño a él y a Mike—. Lo siento; ¿quieres alguna otra cosa de mí?

—Tantas, que no tienes idea —se permitió un detalle de relajante coquetería—. Soy ambicioso.

—Espero vivir lo suficiente para complacer esas peticiones —concedí, regalándole una de esas sonrisas que, según él, "revivían su espíritu".

—Y yo ser merecedor de tanta complacencia —suspiró, dejando ver un asomo de sonrisa y bajó la inflexión de su voz, confiándome—. Lo que ahora necesito son cañones de captura… Muchos de ellos. La cantidad suficiente como para inmovilizar a un titán en marcha ¿Cuántos pedirías tú?

—No menos de quince cañones, Erwin —le aseguré, ilusionada por conocer qué tenía entre ceja y ceja—. Parece que hay un plan fraguándose, y suena bien ¿Me contarás?

—Serás la primera en saberlo, aunque Mike reclame —hizo correr su índice por mi nariz, observándome con tierna intensidad—. Bueno, ahora me las arreglaré para convertir una tediosa reunión llena de exigencias en batalla campal por el presupuesto.

—Suerte, comandante —dije, arreglándole la insignia, que se había empeñado en torcerse. Hice un saludo formal y le solicité— ¿Me permite retornar a mis experimentos?

—Por supuesto. Y ni una palabra sobre las armas, es un secreto —refirió con un tono de sugerente complicidad y dio tres pasos, deteniéndose para girarse después—. Qué imperdonable, olvidaba decirte algo.

—¿Huh? —me acerqué, buscando más intimidad. Lo aprovechó, ciertamente, porque siendo el caudillo que era, no dejaba escapar una oportunidad estratégica. E inclinándose, me susurró al oído.

—Espero que, al finalizar esta misión, también seas ambiciosa pidiendo —y se despidió, resuelto a enfrentar el mundo… Consciente de que había provocado el fragor de una batalla entre mis piernas.

Al salir de la recámara del comandante, Moblit literalmente me obligó a ir por el almuerzo, antes de regresar con Eren y los demás. Cierto que, si por mi fuera, no gastaba mi tiempo en degustar aquel rancho; no cuando tenía un chico titán para llevar a cabo las investigaciones. Añadiendo que, a diferencia de la Policía Militar, lo servido a los oficiales era tan malo, como lo que comía el resto de la soldadesca.

—Hanji-san, tiene que alimentarse —durante todo el trayecto del corredor al refectorio, mi subalterno me agobió con su letanía sobre la importancia de no "saltarse" los desayunos y almuerzos, cada vez que obtuviéramos un espécimen—. Está muy delgada, y va a perder su brío. Si llegara a enfermarse…

Mi alivio fue hallar a Mike y Nana en una de las mesas. El hecho de compartir aquella ración desabrida con ellos, elevó mi ánimo y me dirigí hacia el sitio, arrastrando a Moblit conmigo.

—Estoy a punto de meterme incluso debajo de las camas y quedarme allí escondido, si eso me hace descubrir quién es el desgraciado —atiné a escucharle decir a Zacharius, quien calló de inmediato al verme frente a él—... Hola, Hanji. Buenas tardes, Moblit.

—Ya basta de inventar cosas raras, Mike —lo cortó Nanaba y nos hizo seña de que ocupáramos el banco— ¿Hay novedades, Hanji? Cuéntanos.

—El progreso es lento, esperaba conocer más en menos tiempo —les confié, a grandes rasgos. No debíamos comentar algunos temas públicamente, pero mis compañeros no requerían de muchos detalles para comprender. Amén de que los más jóvenes, eran ojos y oídos para captar todo lo que hablábamos los veteranos—. ¡Oh, y Moblit asegura que he perdido varias libras! Dice que luzco muy desmejorada.

—¡Líder de escuadra! —vi a mi subalterno atragantarse y enrojecer al oír mi declaración— ¡Solo he pedido que se alimente!

—Delgada estás bien —soltó Zacharius, balbuceando con la boca llena—.

—Voto a favor de que no mueras de hambre, pero estoy de acuerdo con él —aprobó Nana—. A quien tienes que gustarle así, es a ti. Los demás que te acepten y se conformen.

—¿Qué significa eso de andar husmeando bajo las camas ajenas, Mike? —inquirí, guiñándole un ojo— ¿Algún chico que se metió con Nana?

—Hmph, si le pongo un dedo encima… El maldito ha sabido evadirme, pero ya caerá —entendí el mensaje de inmediato. Platicar en código era divertido—. Y tú, si te ves precisada a forzar las cosas, hazlo. No podemos estar jugando.

Asentí. Conocía la premura de la situación y Eren no colaboraba demasiado, pero tampoco iba a torturarlo; máxime porque ya estaba segura de que realmente desconocía su naturaleza y la empezaba a descubrir junto conmigo.

Se despidieron primero, lo que me llevó a pensar que mi comandante les había dado el tipo de orden que no admitía más dilación que la del tiempo de almuerzo. Moblit recogió mi bandeja y luego de llevarlas al fregadero, se me unió, buscando partir de inmediato hacia el castillo donde aguardaba la unidad de Levi.

El punto de encuentro convenido era el valle que se abría tras la edificación, donde aún quedaban las ruinas de una caballeriza y alrededor de aquella, se habían construido mesas y bancos de madera. Nos vimos obligados a descabalgar en la floresta que lo antecedía, pues mi corcel acabó cojeando al pisar un espino rastrero. Mi subalterno pudo quitar la infame púa y sugirió amarrar los animales en la franja limítrofe de los árboles, de forma que pudiéramos tenerlos vigilados. Así les permitiríamos descansar hasta la noche.

Moblit anudaba las riendas de su caballo; justo entonces, un estruendo nos sobresaltó.

—¿Qué? ¿Qué fue ese sonido? —me lancé a correr, seguida por él y dejamos atrás la pequeña arboleda. Ya en campo abierto, me sorprendió la visión de un brazo enorme adjunto a un costillar, del cual Eren estaba sujeto. Mi grito de euforia debió escucharlo hasta los pobres infelices de la Ciudad Subterránea. Rodeando al chico, los miembros del escuadrón de Levi prestos a matarlo, dando alaridos también, e incitándolo a mostrar sus verdaderas intenciones. Complicado lo tuvo el enano para controlarlos a todos y calmar a Petra que, olvidando su delicada condición, insistía en alejar al capitán del peligro.

—¡Eren! —seguí corriendo, y a duras penas logré frenar ante el bello espectáculo que ofrecía, no sin propinarle un buen empujón a Gunther y a Moblit— ¡¿Puedo tocar ese brazo?! ¿Está bien, no? ¿O no? ¡Solo déjame tocarlo!

—Hanji-san… ¡Espera un segundo!

Obviando su advertencia, puse las manos sobre la gigante del titán incompleto…, y me llevé una buena quemadura.

—¡Está… caliente! —di un brinco, deslizándome de rodillas por la hierba y la tierra— ¡Sin la piel, está muy caliente! ¡Increíble!

—¡Líder de Escuadrón, eres tan descuidada! —Moblit no se contuvo de reprocharme tal impulso, que bien podía haberme provocado una herida seria.

—Hey, Eren ¿no experimentas el calor? ¿Cómo se siente el sitio donde se conecta la mano derecha? ¡En verdad quiero ver!

—¡Cosa estúpida! —el aludido gritó, molesto, halando el brazo a la par que intentaba soltarse de aquel trozo de titán.

—¡Oye, no hagas nada precipitado! —le soltó Auruo, pero él ya había conseguido zafar su extremidad y había caído al suelo pesadamente—.

—¡¿Qué!? —llevando las manos a la cabeza, pedí a voces que se detuviera— ¡Oye, fue muy rápido! Quería investigar un poco más…

Entonces me percaté de la cucharilla que la mano de titán sostenía.

—¿Cómo te sientes? —oí preguntar a Levi.

—N-nada bien —respondió Eren, sudoroso y agotado.

Esa tarde me apropié del objeto y lo llevé de vuelta a Trost para analizarlo, prometiendo a Levi una respuesta.

Decidí obviar aquí la descripción de mi encuentro con los Altos Mandos, de visita en Trost; porque nunca me han sido gratas las reuniones, en las que debo explicarles cada movimiento que hago respecto a mi trabajo.

A la noche, regresé a visitar al grupo de Operaciones Especiales.

—¿Fue demasiado molesto? —inquirió Levi, conocedor de la impertinencia de los de Arriba.

—En realidad, bastante simple —y era cierto, me había limitado a soltarles que recién iniciaba los experimentos, por lo cual no era bueno apresurarse a sacar conclusiones—. No estaba segura de qué decirle a los Altos Mandos. Bueno, por ahora… Mira esto.

Deposité la cucharilla envuelta en el paño sobre la mesa para cenas, alrededor de la que se hallaban sentados.

—Observa esto —le dije a Eren, abriendo el paño.

—¿Una cucharilla de té? —me ojeó, asombrado.

—Sí. La mano derecha de titán que creó Eren estaba sosteniendo esto. Así, entre el dedo índice y el pulgar —hablé para todos, mostrándoles el hallazgo. El chico, atónito, miró a Levi, que lucía una expresión bastante suspicaz en el rostro—. Es difícil imaginar que fuera un accidente. Y por algún motivo, el calor y la presión siquiera torcieron un poco la cuchara ¿No se te ocurre nada?

—Estaba intentando levantarla —respondió Eren—… Y enseguida me transformé.

—Ya veo… Podría explicar por qué no pudiste convertirte —sonreí—. "Mata a los titanes". "Bloquea la bala de cañón". "Levanta la roca". En cada uno de los casos, tenías un objetivo claro antes de transformarte —lo contemplé directo a los ojos, para que supiera cuan observadora podía ser—. Mi teoría es que probablemente, las heridas auto infligidas no son el único disparador. Quizás necesites también de un propósito.

—En otras palabras, ¿no cambiaste deliberadamente sin tener permiso? —le cuestionó Gunther, inquieto.

—No, señor.

Gunther suspiró, girándose hacia Erd y asintiendo, observé algo insólito; los miembros en pleno del escuadrón de Levi, mordieron con saña el costado del pulgar. Eren saltó queriendo contenerlos, pero vanamente. Al ser de piel muy pálida, la marca de Petra se convirtió en una secuencia de rayas rojizas que hizo fruncir el ceño a su capitán.

—Esto no es fácil —dijo Erd, contemplando su propia mordida—. Sorprende que logres morder tan duro, Eren.

—Tomamos la decisión equivocada —reconoció Gunther—. Es un pequeño costo a pagar.

—Mantenerte bajo control es nuestra misión, y no hay nada malo con ello —intervino Auruo, quien no iba a cortarse de decir su parte— ¡Así que no te vayas a emocionar!

—Lo siento, Eren… Nos encontrábamos nerviosos —y a eso, Petra unía su temor personal de saberse gestando—. Debes hallarte decepcionado de nuestra estupidez —lo miró intensa, como si quisiera hacerle notar la responsabilidad que pesaba sobre él—. Sin embargo, aun así…, vamos a confiar en ti. Y queremos que tú confíes en nosotros.

Lo dicho por la hermosa compañera de Levi me impactó profundamente ¿Qué tan rápido estaba madurando Petra? Increíble paso de una muchacha ruborosa e inocente a la joven analítica y despierta, que se había ganado con derecho el corazón y el espíritu de su capitán… Entonces recordé mi propio tránsito de chiquilla enamorada a mujer del comandante, presuroso también, en el que igual habían influido las exigencias de un mundo atroz y la imperiosa necesidad de amar a un hombre que lo merecía y del cual me sentía merecedora.

Levi no había dicho ni media palabra, limitándose a contemplar a Eren.

—Así que… Ten fe en tus compañeros —concluyó ella, grave.

—Oe, recordé que mañana es el recibimiento de los mocosos. Vayan a descansar. Petra, no asistirás, es una orden —Levi permitió que la tropa marchara, siguiendo con la mirada a su pareja—. Está inconforme, aunque jamás lo diga. Tsk, pesqué una tremenda cabecidura.

—Si quiere participar en la misión, debe recuperarse. Desaconsejo que siga dando cabalgatas hasta el momento de la salida.

—Ya me ocuparé —dijo secamente y chasqueó la lengua—. Hanji, que tu subordinado lleve el caballo herido al establo y lo cambie por el de Petra. Ya que no irá, úsalo tú.

—De acuerdo. Moblit, haz lo que dice Levi —acepté aquel noble ofrecimiento—. ¿Qué opinas de los chicos nuevos, pelo de tazón?

—No me dan buena pinta —masculló, añadiendo con perversa malicia—. Y hay dos que parecen unos bastardos de Erwin.

—Oh, ¿te refieres a la rubia pequeña de ojos azules y al que pudiera ser el gemelo de Nifa? —los había observado entre las filas de la ceremonia, y cierto que se le daban un buen aire— ¿Piensas que el comandante fue capaz de tal cosa?

—Respira, Cuatro Ojos —Levi me dedicó una mueca sarcástica—. El bigotón y yo averiguamos, Erwin es inocente.

—¿De verdad crees que hubiera sido un problema? —sonreí plácida y me saqué las gafas para limpiarle los cristales empañados— Lo único que le reprocharía es no decírmelo, existiendo la confianza que hay entre los dos… Enano, lo comprenderás dentro de unos años. Recién comienzas tu idilio.

—Tsk, soy un tipo responsable, Cuatro Ojos —me soltó indignado—. Petra nunca tendrá que atormentarse por un mocoso bastardo.

—"Pero lo está, mi querido Levi, por el que tú has engendrado en su vientre" —pensé con dolor, tornando a colocarme las gafas. Y despidiéndome apresurada, marché rápidamente de su presencia. No quería que advirtiese una lágrima furtiva.