Mini notita: Hola! ojalá estén super bien :) . Espero que disfruten de esta historia, me encanta este anime y los personajes de este fanfic especialmente (Inukag y Moroha)...tengo muchas ideas para continuar y capítulos siguientes avanzados, con muchas ideas de flashback que complementen la historia y de desarrollar de manera diversa a todos los personajes, tanto los de siempre como los nuevos...así que si gusta en general, háganmelo saber porfavor...
Muchas gracias, de corazón espero les guste.
Cap 1: En estos meses y desde entonces. Inuyasha, Kagome y Moroha.
Aquella mañana la miko se despertó con un sonido en la parte delantera de la cabaña. Al principio se sobresaltó, pensando que era alguna especie de emergencia, pero cuando se levantó aun vestida con su ropa blanca de dormir, encontró a su hija con las manos sobre una serie de platos rotos. Le sonrió ampliamente y Kagome solo pudo responderle con la misma sonrisa. Moroha no sabía mucho de costumbres domésticas, a pesar de que en el transcurso de ese año desde que habían comenzado a retomar la vida familiar que habían perdido, la sacerdotisa se había esmerado en enseñarle lo más básico, desde cocinar en el fogón, hasta quehaceres del hogar, como lavar ropa o limpiar adecuadamente. Sabía que su niña había tenido que hacer la limpieza en la choza del hombre para el que trabajaba, pero con un par de oportunidades pudo notar que solo eran pobres intentos.
-Los lobos no limpian nada, simplemente dejan todo tirado, incluso los cadáveres de los animales que cazan a diario- Moroha le había relatado eso hace un par de semanas y, cada vez, Kagome y su marido se espantaban del tipo de sorpresas que se llevaban. De todas formas, no podía quejarse demasiado, Koga y Ayame habían criado a su bebé como una niña feliz, empática y buena. Fuerte también, pensó finalmente. Era buena para la lucha y tenía una habilidad con el arco que ella misma nunca alcanzó. Muchas veces cuando la veía entrenar con Inuyasha, un pequeño sentimiento de calidez la embargaba al pensar que, aunque no la habían criado, ella era la mezcla perfecta de ambos. La primera vez que la vio, creyó ver a su marido en versión femenina y bajita. Su ropa, su sonrisa burlona, la mirada penetrante y el listón que simulaban orejas eran inquisidores y la golpearon de frente. Pero, con el paso del tiempo, noto el parecido consigo misma. Primero, lo vio con sus actitudes, Moroha solía hablar siempre conservando una sonrisa para quien fuera y conservaba en su interior un deseo oculto porque los demás se sintieran bien con ella, por lo mismo, no tenía esa impetuosidad tan molesta de Inuyasha (que no tenía ni antes ni ahora pelos en la lengua) su hija, en cambio, sabía cuando callar cuando algo involucra los sentimientos de otra persona.
Luego, la gente a su alrededor como Sango o la gente de la aldea le hacían comentarios como "su hija es tan bella como usted" "su hija tiene su espíritu, su alegría"
Kagome, despertando de su pequeño trance, ayudó a su pequeña rápidamente y notó cómo ésta había intentado servir el desayuno en tres pocillos puestos en una pequeña cubierta un poco alta, donde la sacerdotisa intentaba simular una mesa baja para las comidas. Terminaron ambas de servir tres porciones y se sentaron en silencio una junto a la otra. Pudo notar por un momento que Moroha estaba nerviosa, lo vio en su constante movimiento de piernas, incesante.
-¿qué sucede? - Kagome la miró directamente.
-No nada, esperare que llegue Inuyasha.
A pesar de que llevaban casi un año viviendo juntos, la niña aun no sabía decirle papá a su esposo. La verdad, ella lo asociaba a las personalidades tan similares de ambos, era fácil que entre ellos se sintieran incómodos, a pesar de que con el tiempo habían logrado tener una conexión que, también concluía, tenía que ver con el tipo de vida que habían tenido que llevar.
En un momento, Inuyasha entró sin ninguna cuidado a la cabaña, casi rompiendo la semi puerta corrediza que Kagome con mucho esfuerzo había logrado incorporar a la casa. Su esposo llevaba consigo un canasto enorme lleno de frutas, seguramente de las que se repartían con Miroku después de sus expediciones, las que retomaron luego de que el monje terminara su entrenamiento.- ¡Puta puerta endemoniada!
-Bueno días… Moroha nos preparó el desayuno...- Kagome vio de reojo a su esposo, reprochándole con la mirada sus palabras.
El hanyo se detuvo en señal leve de sorpresa y solo miró a su hija, que se reía de las palabrotas de su padre, mientras se sentaba junto a ellas.
-Pues algo ha de querer, ¿o me equivoco?- le sonrió burlón, a lo que la niña se sonrojó levemente y lo miró culpable. La miko observó la escena con extrañeza, en cierto modo podía responder a los nervios de la niña-
-¿Necesitas algo hija? - la miko le preguntó.
-No es que necesite algo, es que les quería decir algo. -Moroha se balanceo en sí misma, estaba sentada con las piernas cruzadas y las manos apoyadas en las rodillas mirando al piso- me iré por unos días.
-¿tienes que irte?¿ a donde? -kagome la miraba pasmada. La verdad la forma en que se los había dicho le molesto en el fondo de su paciencia. No les estaba pidiendo permiso, les estaba avisando. Y su esposo no decía nada, solo comía como bestia a su lado.
-Mis primas irán a un recorrido de entrenamiento con la nueva maestra de Towa, es una especie de yokai y me invitaron, creen que seria bueno que yo vaya también. - Moroha dijo todo eso rápidamente. Aún no empezaba a comer.
-¿No será muy peligroso? No sabemos nada de esa mujer, no crees que puede ser una desconocida con malas intenciones… no me parece, tendremos que discutirlo. -Kagome miró de reojo a Inuyasha, quien no se inmutaba. Solo se dedicaba a comer todo lo que estaba frente a él.
-¿Conversarlo? Pero si no es nada peligroso, sabemos cuidarnos solas... en realidad es más que nada para avanzar en mi capacidades… además ya está todo listo, no hay mucho que discutir- la chica replicó todo eso con un convencimiento que molestó aún más a su madre. Su tono seguro y casi sarcástico le ardía a Kagome muchas veces, pero a diferencia de las discusiones con su marido, ella no tenía la fortaleza de responderles como le hubiera gustado.
-Bueno, yo no sé cómo se las arreglará Rin con su hijas, pero tu eres mi hija y digo que se discutirá el asunto. - ya había perdido la paciencia y, lamentablemente, Moroha también.
-Hey, ya he dicho que me voy, solo quería que lo supieran- la quinceañera se levantó del piso, agarró cualquier fruta del canasto y se marchó de la cabaña con la misma brusquedad con la que había entrado su padre. Su tono había sido notablemente más alto y disgustado.
Kagome sentía que tenía que seguirla y dejarle claro tantas cosas. Estaba furiosa y ni siquiera podía demostrarlo. No se atrevía.
-¿por qué no has dicho nada? - decidió que era mejor desquitarse con su marido, de todas formas en el fondo esa actitud prepotente era también la de él.
-No podías no desquitarte conmigo verdad…-Inuyasha la miró divertido, ya le era frecuente ver esos pequeños enredos entre las dos mujeres que vivían con él y había adoptado la costumbre de irse o de ignorarlas.
-No puede parecerte bien lo que dijo, simplemente nos dio aviso de que se irá, si vive con nosotros es porque somos una familia...lo normal es que las cosas se conversen y se …-
-Kagome.- Inuyasha dejó de comer (había comenzado a comerse lo que dejó su hija) para mirar a la miko directamente. Estaba mas serio.- No tiene sentido actuar así con Moroha.
Su mujer no supo qué decirle, simplemente lo miraba llena de rabia. El decidió seguir.
-Es muy simple, Moroha no sabe vivir bajo tus formas familiares, no esperes que responda como tú buscas a tus castigos o tus permisos, sencillamente porque se crió sola muchos años… donde vivía sin darle explicaciones a nadie. No puedes querer ahora que vaya por la vida pidiéndote permiso para todo, no le es natural.
-¡Pero no está bien! Tiene 15 años…
-No seas tonta Kagome, la mitad de sus conocidos de la aldea de esa edad están o casándose o trabajando y viviendo lejos de sus familias- la mujer, que iba a replicarle, se calló. Era verdad eso último.- Este no es el mundo del que venías, la vida es distinta para los adolescentes y la vida de nuestra hija también fue distinta.
-Es que ya debiese entender que vive con nosotros, que tenemos una estructura…
-Moroha es muy independiente, ¿preferirías que no nos dijera nada y que una noche fueras a verla y no estuviera en su cama? Piénsalo mejor mujer…- Inuyasha ya se estaba hartando, para él todo era un poco evidente con su hija y le cansaba tener que hablar estas cosas con su esposa. - ahora, por favor déjala sola, hazme caso, será mejor. - se paró recogió sus cosas y miró por última vez a la miko que no había probado nada del desayuno.
-Iré con Miroku, tenemos un trabajo pendiente -
—-
Moroha se sentía molesta, a pesar de que sus padres conocían su personalidad, ella intentaba de todas formas actuar lo más calmada y neutral posible con ellos. Ya llevaban muchos meses viviendo juntos pero, aun así, seguían existiendo pequeños desajustes familiares, como el de hoy. Se fue dando saltos alocados hasta llegar a su árbol favorito. Le gustaba ese lugar, ahí los humanos no podían subir y nadie solía molestarla cuando quería estar sola. Mordió la pera que llevaba en la mano, recordó que su madre le decía que debía lavarlas pero...ella no estaba aquí.
-Keh- replicó. Estaba dulce y jugosa. Se dio cuenta que Inuyasha sabía que esa era su fruta favorita y le llevaba siempre que podía. Sonrió. La verdad es que siempre podía haber problemas pero también era cierto que estaba acostumbrándose a que se preocuparan por ella. Quizá, en el fondo, quería que se preocuparan, se sentía importante. Y es que debía estar más atenta a su propia vida, ahora tenía tres comidas diarias seguras, una futon cálido, una pequeña pieza en una cabaña...muchas cosas que nunca había pensando en tener. Y lo más importante, dos personas que la querían y la cuidaban intensamente. Kagome, por un lado, intentaba ser una madre como probablemente había sido la de ella. Moroha podía recordar a esa humana adulta, de cabello corto y voz suave que tenía los ojos parecidos a los propios. La última vez que la vio, antes de volver del futuro, le pidió que si veía a su hija le diera sus saludos. Se dio cuenta de que nunca lo había hecho. "Bueno, cuando pase esta incomodidad se lo diré" pensó. En cambio, su padre, no tenía figuras paternas, Moroha sabía que su abuela había muerto cuando él era pequeño y que vivió solo desde ese entonces. Para ella, la forma de ser de su padre era puro instinto, y eso le agradaba. Además, a pesar de que chocaban y que se enfadaban mutuamente por cosas minúsculas (mayormente porque ella quería luchar más fuerte y él siempre intentaba tratarla con suavidad) la verdad es que sabía superar sus enfados con su actitud alegre. Bastaba que ella rompiera el hielo y todo volvía a la normalidad.
Rompió su pensamiento cuando sintió que la llamaban.
Eran Hisui y sus primas. Junto a una adolescente de la aldea, nuevo amigo de Towa. Quiso ignorarlos pero ante los gritos de su prima de pelo plateado no pudo seguir. Bajo de un salto.
-¿Cómo te ha ido con los tíos?
"Con los tíos" sonaba muy raro.
-De que partimos, partimos- Moroha le sonrió como siempre y se rió. Setsuna la miró con desconfianza.
-Seguro que tu mamá no está de acuerdo.
-¿Y mi tío te deja? Es muy sobre protector, pensé que le harías una maña y él terminaría viniendo con nosotras- Towa dijo eso riéndose. Moroha pensó por un segundo que era cierto, en todo ese tiempo él actuaba siempre muy cuidadoso con ella, no le gustaba que saliera tan lejos, no entrenaba muy duro con ella como lo hacía con otras personas y nunca la invitaba a sus incursiones con el monje a matar demonios.
-¿Seguiremos hablando de los viejos o iremos al río? Ya estoy aburrida, esta aldea es siempre tan igual… me hace falta degollar un par de cien pies o algo por el estilo.
Sin insistir, el grupo de adolescentes se dirigió al rió cercano al pueblo. El río era la parte más fresca del lugar, alrededor los árboles formaban una especie de paraíso tropical, en palabras de Towa y sus conceptos de la modernidad, que hacia ese del lugar favorito del pequeño grupito. Moroha no consideraba ese un grupo de amigos como tal, era más bien sus primas y gente extra. Pero un amigo, aún no tenía.
Su primer impulso al ver a Towa meterse al agua vestida de "traje de baño" (que trajo en su bolso, sin decirle) y a Setsuna meter los pies, fue el de desnudarse y entrar de sopetón al agua. Empezó quitándose la capa de las ratas de fuego y cuando comenzaba a sacarse el resto de su ropa, recibió una mirada aterrada de su prima mayor y recordó que eso no estaba bien.
-Moroha …¿quieres que venga tu papá a matar a Hisui y a Ginta?- Setsuna pudo darse cuenta también de las intenciones de su prima. La shinhanyo detuvo su desviste y no pudo evitar reírse ante el comentario de su prima. Se imaginó por un momento a ella desnuda en el río y a su padre llegando a taparla, para luego salir corriendo detrás de los chicos amenazandolos con colmillo de acero. Y es que no era nada tan imposible. Al final, decidió meter las piernas hasta donde le llegaba el agua sin mojarle la ropa, si se empapaba más de la cuenta empeoraría las cosas con Kagome.
-¿Recuerdan lo que pasó a inicios del verano del año pasado? - Towa ahora se encontraba en la orilla del Río, se había sentado sobre una toalla, también traída del futuro.
-Claro- Hisui le respondió, él también tenía los pies en el agua y estaba sentado junto a Setsuna, como siempre.- casi nos matan por culpa del salvajismo de Beniyasha.- el chico seguía refiriéndose a Moroha como beniyasha, porque así le había conocido. A ella no le molestaba, al contrario, le agradaba. Se sentía imponente.
-No fue tan así…- Towa habla y se reía mientras movía los pies alegre. Moroha salió del agua y se sentó junto a su prima.
-La verdad es que yo no tenía idea de que los humanos no se bañaban desnudos...incluso en la época moderna, cuando me bañe en esa cascada con agua caliente...ducha creo que le llaman, nadie me dijo que no se debía pasear desnuda frente a otros.
-Más que nada frente a los hombres, Moroha.- Setsuna la miraba con esos ojos de reproche como siempre. Aunque a la niña de ojos cafés le daba igual, sabía ya que su prima era seria pero en el fondo se respetaban.
-No se bien de qué hablan, ¿qué sucedió?- Ginta, el amigo aldeano de Towa habló por primera vez. Moroha lo miro de reojo sarcásticamente.
-El chico habla- se rió entre dientes y el adolescente se sonrojó.
-No lo molestes Moroha- Towa la regaño.- Lo que pasó fue una de las primeras veces que hubo una suerte de ... .reunión, cuando Moroha llevaba poco tiempo viviendo con sus padres y Setsuna y yo recién nos habíamos reencontrado con nuestra madre…
11 meses antes
Moroha llevaba cerca de un mes viviendo en una cabaña de dos piezas con su padres. Ambos se habían preocupado de ampliar una que estaba desocupada, creando a la adolescente una habitación a solas. No era muy grande, pero la chica apreció el gesto. No era normal que las cabañas tuvieran subdivisiones. Aquella noche, los mejores amigos de su papás, Sango y Miroku (los papás de Hisui y las gemelas) habían sido invitados por Kagome a conocer la nueva casa. Moroha acompañó toda ese día a su madre que preparaba un par de cosas propias de su época, cosas que la niña nunca en su vida había visto.
-¿Hay algo de la época moderna que te gustaría, hija? -Kagome le preguntó feliz, mientras compartían.
-¡Panqueques! Traje una bolsa pero se acabaron. También traje una cocinilla, pero la tiene Towa. - su madre se quedó pensativa unos segundos, analizando si tenía las cosas necesarias.
-Mañana te enseñaré a hacerlos sin la bolsa...y podemos pedirle a tu padre que consiga alguna preparación dulce en el mercadillo de la aldea vecina, para colocarle encima, como si fuera miel.
Esa noche, Moroha e Inuyasha estaban igual de maravillados viendo las dotes hogareñas de Kagome. La cabaña, aunque no era tan grande en los espacios comunes, lucía hermosa. Había puesto su "mesa" en el centro, junto al fuego que calentaba la cabaña. Sobre ella, había una serie de platillos típicos y algunos que su hija no conocía, pero que Inuyasha podía recordar levemente de sus primeros años de casados. Todo eso lograba llenar el hogar de un olor maravilloso. Además, había flores en dos partes, adornando la mesa y en la entrada de la casa. Eran camelias, la flor preferida de la miko, las que había encargado especialmente a su marido. En el piso, había pequeños almohadones que ella misma había hecho, para sentarse junto a la mesa bajita. El toque final de aquella velada eran las "lámparas" creadas por Kagome, que consistían en esferas de papel resistente que tenían dentro una suerte de velas (que en realidad eran pedazos de madera pequeños encendidos) que se alojaban en distintas direcciones y le daban una luminosidad cálida al lugar. Luego de terminar de apreciarlo a cabalidad, Inuyasha rompió el silencio de ese momento.
-Kagome está lejos, fue a dejarle algo a la anciana Kaede antes de que llegue más gente. - Moroha ante ese aviso, movió su nariz oliendo, buscando si el rastro de su madre estaba cerca. Era verdad, estaba lejos.- Si lo hacemos bien, podemos robar algunas de estas cosas-su padre miraba fijamente la mesa con comida.
-¿No lo notara?- Moroha tambien tenia deseos de robarse algunas cosas, pero le daba remordimiento desordenar los arreglos de su madre.
-No no, si robamos de las orillas no lo notara, estará muy nerviosa fijándose en lo demás, ya dejó esto listo, se preocupara de otras cosas.
Inuyasha tomó la iniciativa y robó una especie de pasteles que estaban cerca de él. Solo uno, ofreciéndole otro a su hija. Moroha le sonrió cómplice y se lo comió.
-Si no comemos ahora, no nos dejará después, no lo dice frente a nosotros pero cree que comemos como bestias. Con suerte nos dejará comer arroz y carne.
Moroha creyó que su comentario era algo muy gracioso. Le dio la sensación de que su padre era un perrito que su mamá vivía educando. Y ella igual. Se rió con la boca llena y su papá al notarla toda sucia también se comenzó a reír. Comenzaron a robar más comida, de manera sigilosa.
-Maldición, ya viene- Inuyasha lo notó antes de su hija, le hizo un gesto rápido de que se limpiara la ropa y ella le hizo caso.-
Cuando llegó Kagome, venía acompañada de los invitados de honor y de sus hijos. Además, venían Towa y Setsuna.
-Rin no pudo venir, tenía cosas pendientes pero prometió venir luego- Inuyasha miró a su mujer, ambos sabían que Rin no iba porque Sesshomaru aun no cedía con su esposa. Con respecto a sus sobrinas, el hanyo sabía que por la relación que tenían con Moroha a su hermano le era imposible impedir que se vieran.
La celebración concurrió con tranquilidad, Moroha pudo comprobar que efectivamente su madre sirvió las porciones de ella y de su padre y dejó al resto de la gente en libertad. Pero notarlo solo la hizo sentir muy entretenida. Al rato, los adultos se habían quedado junto al fuego, con Miroku incitando constantemente a Inuyasha a una competencia de Sake. Los hijos por otro lado jugaban con unos naipes que Towa había traído del futuro. Excepto Setsuna, que se limitaba a mirar la escena.
-Moroha deja de hacer trampa - Towa estaba hastiada de su prima, le gustaba guardarse cartas en la capa.
-Esto se volvió aburrido. Deberíamos salir de aquí, en cualquier momento tu papá- la niña bajita apuntó a Hisui- va a empezar a emborrachar al mío.
En un momento, la puerta corredera de Kagome (invento de ella también) se movió y entró Shippo. El pequeño zorro había crecido algunos centímetros desde que había conocido a Kagome y a Inuyasha. Moroha y las mellizas lo habían conocido cuando se establecieron en la aldea y él volvió de un largo proceso de aprendizaje como zorro mágico. Para sorpresa del kitsune, sus amigos estaban vivos y su hija, la pequeña bebé pelucona que apenas había conocido, era una adolescente, bajita pero aún más alta que él.
-Diablos, llegué justo cuando Miroku empieza a emborrachar a todo el mundo- el monje se rió y le dirigió una mirada distraída a Shippo.- me quedaré con la juventud.
-Yayaya, Inuyasha tu supuestamente puedes aguantar mucho más en tu forma de hanyo, veamos si aguantas más que este experimentado monje.
Inuyasha tomó eso como un desafío y, un poco molesto, accedió. La verdad es que no le agradaba tomar sake, y menos con Moroha tan cerca, pero había podido notar que su hija había propuesto salir de la cabaña y, ante la insistencia molesta de su amigo, prefirió dejarse llevar.
-De acuerdo monje pervertido, pero a Kagome no le des nada, se cura rápido y se pone molesta, más molesta...y cantante- su esposa lo miró con odio. La verdad ella tampoco pretendía tomar, esa noche era la anfitriona y su poca costumbre le podría jugar en contra. Sango por su parte tomó un poco, pero lo suficiente para estar un poco mareada. Después se dedicó a conversar con su amiga.
-Hey, los jóvenes iremos al río a mojar los pies, prometo cuidarlos.- Shippo dijo eso y no recibió mucha respuesta. Los hombres estaban concentrados tomando jarrones de sake y las mujeres hablaban sin parar.
-Ya, vámonos.
Esa noche hacía un calor insoportable. El verano en esa aldea era la peor cosa que le había pasado a Moroha. En las montañas, los lobos vivían bajo cascadas, las que refrescaban las cuevas y el calor era una cosa inexistente. Cuando llegaron al río, Hisui y Shippo se pusieron a conversar animadamente. Ambos se habían casi criado juntos, eran muy amigos. Por otra parte, las mellizas decidieron quedarse a la orilla del Río. Camino al mismo lugar, Setsuna le había comentado a Towa y a Moroha que un grupo de adolescentes se encontraba alejados de la aldea, al parecer, escapados de sus casas. Eran chiquillos que solían ver por algunos lugares y algunos incluso eran amigos de Towa. Moroha los había visto un par de veces, siempre cerca del Río. No le agradaban. Se daba cuenta que se reían de ella cuando la veían. Probablemente por su forma de vestir...o de caminar, o de hablar. Cualquier cosa poco femenina. Ella los reconocía por el aroma, había sentido ese olor cerca de ella un par de veces cuando iba al río, pero nunca le dio importancia, principalmente porque le daba igual y segundo, porque no quería problemas. Había prometido comportarse, no a sus padres, sino a su prima Towa.
Shippo en un momento, pudo notar al grupo de chiquillos detrás de unos árboles, riendo. Curioso se acercó a ellos.
-¿Qué hacen aquí tan tarde?
Algunos de esos adolescentes conocían a Shippo y le tenían estima.
-Vinimos a ver a Beniyasha- uno de ellos se sincero, aunque otros le daban golpes para que se callara.
-¿A Moroha? ¿Por qué? - el demonio zorro no entendía nada.
-Es que es una salvaje- volvió a hablar el mismo aldeano.- nos dimos cuenta que viene al río a bañarse y no usa nada…- Shippo se puso pálido. No sabía cómo responder a eso. No tenía idea y la verdad ni siquiera lo esperaba.
-Nunca habíamos visto a una mujer desnuda, aunque es muy flacucha- confesó otro.
En dos segundos, el zorro mágico se giró y vio como Moroha ya se estaba desnudando, muy dentro del agua, ante la mirada de Towa que le gritaba en la orilla y recibía su ropa y sus cosas. Setsuna por su parte, noto al grupo de pervertidos y se acercó.
-Que se supone que están haciendo- la joven exterminadora estaba furiosa, los miraba con asco y los aldeanos, entre los alcoholizados que estaban, se reían y otros estaban paralizados del miedo. Shippo aun en trance decidió salir corriendo a avisarle a sus amigos lo que hacía su hija, sin analizarlo mucho. Pudo notar que la niña estaba totalmente dentro del agua y que Towa peleaba con ella, era imposible sacarla. Hisui, totalmente avergonzado (probablemente luego de verla) estaba apoyado a un árbol con la mirada baja.
En cosa de segundos llegó, para encontrar a un borracho Miroku que repetía coqueterías subidas de tono a su mujer, que lo miraba cansada. Kagome por otro lado, le acariciaba la espalda a Inuyasha, que parecía que el alcohol lo había dejado muy enfermo.
-Sanguito, eres la mas bella, el único cuerpo que deseo, ahora, tu me aceptaste, aunque yo era un pervertido, un libidinoso como dice mi amigo la bestia… un perdido, pero tu me salvaste...y mira, me diste tres hijos… mi sanguito.- Miroku hablaba sin parar, ahogado y emocionado a la vez, tirado en los brazos de Sango.
-¿Pasó algo Shippo, porque vienes tan agitado? - Kagome lo miró al entrar y detuvo su masaje. Inuyasha pareció reaccionar recién a la presencia del zorro y se sentó, asustado y muy mareado.
-No se como decir esto…-recién cuando estuvo frente a la pareja se dio cuenta que no era la mejor idea hacer lo que iba a hacer- ehh….
-Qué pasa enano, suéltalo- un Inuyasha más repuesto lo miraba enojado.
-No es que quizá no sea buena idea, mejor me voy…
-Hey, detente- El hanyo se paró y de un salto se puso frente al zorro. Lo miro desde arriba con furia, con los ojos dorados mirándolo con intensidad.-Dime qué pasa o te golpeo.
-Bueno es que, mejor ve con Kagome- Shippo se alejó del padre de Moroha, aun apreciaba su vida. - ya, es que he descubierto un grupo de chicos cerca de nosotros en el río y bueno han hablado y me dijeron que …- el kitsune sudaba frío. - van a espiar a Moroha, al parecer le gusta bañarse en el río...desnuda.
Al decir desnuda, el pequeño zorro pudo notar que Inuyasha se enfureció aún más, en medio segundo. Una vena parecía que le brotó de la frente y, junto a la chimenea, Kagome se llevó las manos a la boca, con una sorpresa tan genuina como el miedo que sentía él.
El hombre mitad bestia, que había dejado su espada junto al fuego cuando la borrachera lo había botado, se acercó a paso duro y tomó su arma, decidido a salir de la cabaña a degollar a esos aldeanos atrevidos. Su mujer vio en su mirada la furia y lo detuvo ...con un abajo. Inuyasha se fue al suelo, ante la mirada atónita de Shippo que no veía ese conjuro hace años.
-Que mierda haces Kagome, maldita mujer- el Hanyo no podía levantarse, entre la borrachera y el golpe.
-No te dejaré salir, yo iré por la niña.
-¿Te volviste loca? No me detendrás aquí, voy a matarlos.
-Si digo que te quedas te quedas, sino te diré de nuevo el conjuro, estás muy borracho y enojado.-
-¡Todo esto es culpa tuya Kagome!
Sango y Miroku habían salido de su desastre mutuo y miraban la discusión de sus amigos, impactados. Inuyasha ya se había levantado apenas, pero ahora se esforzaba en mirar con cólera a su señora y sostenerse con la otra mano de la puerta de la cabaña.
-¿Qué intentas decir? ¿Que yo le enseñe a hacer eso? -Kagome se había levantado también, furiosa y alzando la voz como su marido.
-Como no notaste en todo este tiempo que Moroha se baña desnuda, que clase de mamá eres.- dijo eso y a los segundos se arrepintió un poco, pero seguía muy molesto.
-¿Cómo se supone que sabría eso? Además debió sacarlo de ti, tú salías desnudo del baño en mi casa en la época moderna, ¿no te acuerdas?
-¡Eso fue solo una vez! Porque tu hermano no me dijo que el agua era caliente, qué demonios sabía yo esas cosas.-
-No quiero interrumpir pero ustedes discuten y Moroha probablemente sigue desnuda en el río. Si quieren yo la saco- Inuyasha le dirigió una mirada de odio tan intensa a Shippo que lo hizo temblar por unos segundos- No, mala idea. Le diré a Towa y Setsuna. - Había olvidado por unos pocos minutos que su amigo era el ser más celoso que conocía en el mundo.
Luego de esa intervención, Kagome se acercó a su marido nuevamente, tanteando la situación. Inuyasha seguía mirándola lleno de enojo, con los ojos color miel clavándose en los ojos de la miko. Era esa veces que estaba fuera de sí, así que decidió tocarle la cara para ver si podía, con sus poderes espirituales, bajar su rabia y sus energías demoníacas.
-Se que quieres mujer, ni lo intentes. Súbete a mi espalda, vamos a buscarla.
-Estàs ebrio, podemos caernos-
-No, ya está bajando el alcohol. ¡Súbete!
Kagome no discutió más, se subió a su espalda y detrás de la apurada pareja corría Shippo.
Cuando llegaron, Setsuna tenía a los aldeanos mirando el suelo, como delincuentes recién atrapados. Por otra parte, Hisui seguía mirando al piso, sin moverse y Towa ya había dejado de gritarle a su prima, Moroha simplemente había pensando que su prima estaba molestando con sus llamados y había decidido ignorarla, bañandose feliz bajo la luna. Saltaba, tiraba agua, como un niño.
Cuando llegaron la pareja de padres se quedó pasmada ante toda la situación. Kagome, atino en un momento a dirigirse a su hija, gritándole desde donde estaba con un tono entre furioso y espantado. Inuyasha en dos segundos le había pasado su Haori rojo para que tapara a la niña. Kagome logró que su hija saliera, un poco confundida de que sus padres estuvieran ahí
-Que pasa, que hice, porque Inuyasha está con esa mirada…- Moroha estaba muy contrariada por todo. Su mamá la tapo en sus segundo con la prenda, parecía que estaba envolviendola con una manta enorme. Towa se acercó.
-Estàs loca, esos chicos te han estado espiando cuando te bañas desnuda.
-Espiando…¿por qué? Solo me bañaba.
-Moroha, nadie se baña desnudo.
La chica no supo qué decir. Se empezó a reír de la nada. Simplemente para ella era normal, los lobos se bañaban desnudos, porque era estupido meterse con ropa a las cascadas, era incomodo.
-Bueno, los lobos sí, yo solo pensé que los humanos eran iguales...además con este calor…
Kagome recién con ese comentario cayó en cuenta, era porque su hija se había criado con lobos.
Al mismo momento, un enajenado Inuyasha miraba de frente al grupo de adolescentes. Setsuna, junto a él, los miraba de manera muy similar. Lamentablemente, la sobrina del hombre mitad bestia no era muy sutil.
-Han dicho que espían a Moroha hace mucho tiempo...que nunca habían visto una mujer desnuda. Y la seguían, para ver cuando se bañaba.
Con cada palabra de la hija de Sesshomaru, el hanyo iba perdiendo la razón.
-Parense. Y corran. - susurró.
Shippo, que había llegado junto a su amigo, les hizo una seña a los aldeanos para que corrieran. Kagome intentó gritarle a Inuyasha que no hiciera nada, pero él no la escuchaba. Luego la mujer le habló al zorrito.
-Shippo, alejalos de él.
Inuyasha dentro de si estaba menos borracho pero muy molesto. No pensaba matar a esos humanos, pero si les cortaba un par de brazos…
Al sacar su espada, Kagome lo sentó.
"¡Abajo!" . Su marido se fue al piso con la espada, los chiquillos salieron corriendo como pudieron con Shippo detrás. Cuando el furioso padre se levantó, los persiguió alcanzandose sin mucha dificultad. Mientras los adolescentes corrían llorando y muertos de miedo, Moroha veía la escena entretenida, riéndose ampliamente. Shippo intentaba apenas alejar al hanyo, convirtiéndose en cosas para hacerlo caer o retroceder y Kagome tuvo que decir nuevamente el conjuro.
-¡Inuyasha basta, son solo humanos!- el hombre escuchó el grito de su esposa y se detuvo, pero, en esta ocasión, con un par de saltos se posó frente al grupo de muchachos.
-Escúchenme, solo lo diré una vez. No voy a hacerles nada, pero si descubro que han vuelto hacer esto, los buscaré, los voy a herir para que no puedan levantarse y los matare, lentamente. No me gusta matar humanos, pero si es necesario los voy a poner como decoración en la entrada de la aldea.
Los aldeanos asintieron a duras penas. El hanyo dejó que se levantaran y todos corrieron despavoridos a sus casas, no sin antes darles golpes a todos en la cabeza, como lo hacía siempre son Shippo. Cuando se sintió más calmado, se acercó a su hija y esposa. -
-No vuelvas a hacer eso Moroha-Su papá la miraba fijamente, sin restos de rabia pero muy seriamente. Moroha sintió que la atravesaba con la mirada, sus ojos del color del trigo eran increíblemente intensos y la forma en que la miraba, con cansancio, la hicieron sentir un poco culpable- No te estoy culpando (parecía que le leía la mente) solo intento protegerte de algunos humanos.
-No...tranquilo, yo no sabía que no se debía, la próxima vez yo misma los golpearé- Moroha le sonrió en búsqueda de distender el ambiente, su papá le respondió de la misma forma. Kagome seguía abrazando a la niña, sin decir nada.
-Bueno, se acabó la velada- Shippo interrumpió a la familia- voy a acompañar a la mellizas a la cabaña de la anciana Kaede...y creo que me quedaré allá. Ahh y Hisui se fue hace un rato.
-Buenas noches tíos, duerme bien Moroha, sécate antes de dormir!- Towa se despidió muy animada, haciéndoles gestos con la mano. Por su parte Setsuna se limitó a desear un "buenas noches".
Moroha con todas las risas y la impresión de ver a su padre tan enojado, se había cansado muchísimo. Kagome lo noto por como bostezaba. Inuyasha también lo notó.
-Si quieres te llevo en mi espalda, iremos caminando con Kagome. Así podrás dormirte.
Moroha pareció dudarlo un segundo. Ya se había puesto su ropa seca pero tenia el pelo aun muy mojado. Y estaba cansada.
-Bueno…
La niña se subió igual a como lo hacía siempre su madre, pero a diferencia de ella las primeras veces que se había subido a la espalda del hanyo, Moroha se sintió en total libertad de apoyar su mejilla en el hombro de su papá y como por obra de magia, se durmió.
Esa escena, de Inuyasha caminando lentamente con la niña dormida encima de el, conmovió el corazón sensible de Kagome.
-Todavía es una niña pequeña.- le susurró la miko a su marido. Este salió de sus pensamientos y la miró.
-Sí, muy inquieta eso si, me asusta a veces.
-me pregunto porqué es tan risueña, a pesar de todas las cosas malas que le han pasado lejos de nosotros ...- la voz de Kagome se fue apagando cuando decía eso. El hanyo pudo sentir su angustia, como afloró, probablemente pensando en todo el tiempo que habían perdido.
-No te angusties, aún podemos cuidarla...un tiempo al menos, antes de que se haga adulta. Los semidemonios envejecemos más lento… puede verse como adolescente pero su sangre de demonio es la de una niña pequeña.
-Si, tienes razón, tenemos que esforzarnos- Kagome se sentía decidida. Inuyasha solo sonrió de medio lado, para él parecía ser más terrorífico actuar como padre, siendo que nunca lo tuvo. Pero de alguna forma, con esa niña, parecía fácil.
-Oye Kagome…
-Dime- ya iban a mitad de camino a la cabaña, junto a la oscuridad de la noche y la tenue luz de la luna encima de ellos.
-Discúlpame.- se callo unos segundos.- Cuando discutimos, te dije cosas...estúpidas. No es tu culpa el asunto de los baños de Moroha.
-Yo sé que sí lo pensaste…- Kagome lo replicó, muy seca.
-Sí, pero es ridículo. Realmente creo que eres una maravillosa madre. Además, es culpa del lobo sarnoso de Koga y la loca de su mujer, como nunca se les ocurrió enseñarle algo tan simple.
Kagome sonrió. Esa disculpa era genuina, conocía a su esposo. Era un acto total de desprendimiento de su parte. Se agarró de su brazo izquierdo, apoyándose en el.
Cuando llegaron a la cabaña, luego del momento de ensueño que vivían como familia, el trío se encontró de frente con Sango y Miroku, aun en la cabaña...ambos ebrios.
-Maldito monje infiel ¿crees que no te he visto? Siempre coqueteas con las niñas jóvenes, eres un sinvergüenza, tienen la edad de nuestras hijas!
-Sanguito silencio, llegaron los dueños de casa, vámonos a la cabaña.
-Nooooo, te detesto, infeliz, libidinoso.
Inuyasha se molesto al instante al encontrarlos ahí. Fue rápidamente a la pieza de Moroha y la dejó en su futon. Detrás de él, Kagome entró a la pieza y la arropo.
-Mejor se van.- el semidemonio miró con seriedad a su amigo, que entre risas y los golpes al pecho de su mujer, salió de la cabaña con Sango en su brazos.
Kagome apareció junto a Inuyasha y se rió.
-¿De qué ríes mujer?
-Recordé cuando Sango se emborrachó en la trampa de los ermitaños de la bruma. Quiso besarte- la mujer lo miró con una sonrisa coqueta. - Eres irresistible.
-Feh!, Sango es una ebria molesta- el hanyo se sonrojo levemente con ese comentario- igual que tu, solo que ella se pone desvergonzada y tu das vergüenza, cantas pésimo.
—-
-Así es como ningún aldeano quiso ser más amigo de nosotras- Towa suspiró. La verdad, la hanyo extrañaba el poder hacer amistad con mujeres y hombres de manera simple, en la época feudal todo parecía un poco más formal.
Moroha al oír eso no pudo evitar sentirse un poco culpable, después de todo, su actitud salvaje y poca femenina había sido la causante de esa exclusión, que se extendió a sus primas.
-No debería interesarte la amistad de ese tipo de humanos. Nosotras somos híbridas, pero ellos son inhumanos. - Setsuna, en su eterna serenidad, siempre replicaba a su hermana. Moroha se sonrió de como sus primas siempre terminaban contradiciéndose. Pensó también que eso era cierto, desde que era pequeña y se vió sola luego de ser vendida por su maestra había notado la poca solidaridad de algunos humanos.
-¿No irás a comer a tu casa, Moroha?- Hisui se dirigió a la chica sacándola de sus pensamientos. Ese día las gemelas irían a su casa, igual que el joven aldeano que los acompañaba.
-No creo...pasearé por ahí, quizá me robe algunas frutas.- No quiso mirarlo, la verdad no quería tener que contarle a los demás que había tenido un "problema" con su madre esa mañana. Simplemente no le gustaba que la gente se metiera en sus asuntos.
-Si lo quieres puedes venir- el exterminador se compadeció un poco de ella y Moroha lo notaba pero le daba igual.
-Bueno, mientras sea comida gratis- sonrió pícaramente, como siempre hacia.
Un poco más allá, el monje de la aldea, Miroku, se encontraba meditando debajo de un árbol. Después de su entrenamiento de 1000 días había logrado superar sus poderes espirituales, aunque nunca de manera satisfactoria. Lo que él realmente esperaba era aquella habilidad que lo liberara de la falta que la hacía el agujero negro que tenia en su mano, aquel inmenso poder que habia perdido hace ya casi 20 años. Si bien el entrenamiento había acabado, seguía haciendo parte de sus rituales ahora en la aldea donde vivía junto a su mujer y sus hijos. Luego de que sus amigos, Kagome e Inuyasha, volvieran definitivamente de su larga ausencia, la alegría los había invadido y, decidieron como familia, volver a habitar la vieja cabaña en la aldea de la anciana Kaede. De todas formas, Sango viajaba continuamente a la villa de los exterminadores, donde preparaba ella misma las armas de los nuevos discípulos del clan e instruía a jóvenes, como alguna vez lo fue ella, a conocer el oficio de un herrero. Pudo percatarse en cierto momento que alguien se acercaba, ante lo que abrió los ojos. Era Inuyasha.
-Miroku- su amigo de pelo plateado ignoró su meditación y se sentó junto a él con su típica pose de piernas cruzadas y su tradicional cara circunspecta.
-Puedo notar la distorsión de tu aura, Inuyasha, ¿peleaste con Kagome y te dejó? ¿Moroha se enamoró de un lobo y los abandonó?- el monje sonrió divertido volviendo a cerrar los ojos.
-¡Que te volviste loco, claro que no monje! Como si fuera a permitir algo como eso de esas dos…- el hanyou era totalmente receptivo a las tontas bromas de su amigo, quien no paraba de disfrutar el hacerle imaginar situaciones absurdas, las que bien sabía que lo sacaban de sus casillas.
-Que sucedió
-Escapé de Kagome, le dije que teníamos un trabajo. Estaba muy molesta.
-Algo le harías…
-No, esta vez no fui yo, fue Moroha. Nos dijo hoy que iría con sus primas a un viaje de entrenamiento y Kagome explotó, no quiere que vaya.
-¿Y tú quieres?
Miroku, aun en su pose de meditación, dio en un punto en que su amigo tenía serios conflictos. Inuyasha se acomodo de su lugar incómodo, no sabía bien cómo responder a ello.
-Claro que no, no me agrada que se aleje. Pero sé que es independiente, es como querer encerrar un ave salvaje, en cualquier momento va a escapar.
-¿Tu hija es como un ave salvaje?
-En el fondo si ... yo igual lo era. Bueno, hasta que...conocí a Kagome. Moroha creció libre, sin responsabilidades, solo con su deseo de supervivencia. Supongo que ahora, verse bajo una madre cariñosa es...extraño.
-Por supuesto, es algo nuevo. Pero yo veo a tu hija feliz, gracias a ustedes dos, porque han sido grandes padres.- Miroku salió de su trance para mirar a su amigo junto a él. En el fondo, para saber cómo realmente se sentía el semidemonio. Inuyasha le respondió sonriendo levemente, se sentía de cierta forma halagado.
-Moroha respondió huyendo y Kagome quedó en la cabaña agobiada.
-Mmmm… mi experiencia con 3 mujeres en casa es que es más fácil dejarlas que se entiendan solas.-
El problema es que Inuyasha no quería hacer eso, no, por alguna vez en la vida no huiría de algo que, sabía, también le correspondía, él debía resolverlo o ambas mujeres de su vida iban a decidir ignorar el asunto y quedarse con todo en la garganta.
-No se bien, sabes que no se me da mucho pensar cosas...tú solías pensar las cosas por mi Miroku, ¿y qué no eres un maldito sacerdote?
-Soy monje Inuyasha...
-Feh!
-Lo que yo veo es que comparaste a la pequeña con un ave...pues, las aves tienen una particularidad, estimado.
-¿Cuál?
-Sus nidos, las aves vuelven siempre al nido Inuyasha. Pienso que lo que necesitan como padres es dejarle claro a Moroha que siempre puede volver con ustedes, que, aunque decida recorrer su camino, siempre puede y debe volver con su familia… regresar al nido…
El hanyo se quedó en silencio unos segundos. Seguía sentado, con las manos dentro de su haori. Tenía sentido lo que le había dicho. No podía impedir que su hija fuera quien era, pero podía darle las seguridades que nunca había tenido.
-Que cursi eres monje- Inuyasha se paró rápidamente, mirando a Miroku de reojo entretenido. El seguidor de Buda solo le respondió con un soplido molesto, volviendo a su trance de meditación.
Por su parte Inuyasha se decidió en que hablaría con su mujer y la haría entender lo mismo, solo que sin la analogía de las aves...eso era muy ridículo para él.
—
Moroha se sentía rendirse por el cansancio del día. Se había bañado en el río, luego había comido en grandes cantidades en la casa de Hisui, para posteriormente salir con sus primas hasta el bosque para entrenar entre ellas toda la tarde. Le gustaba hacer eso último, las chicas conocían su ritmo y habilidades y la ponía a prueba. Era ya casi de noche y se encontraba sobre "su árbol"...sabía que debía volver a la cabaña a dormir o sus padres prontamente saldrían en su búsqueda. Aunque era obvio que su papá ya sabía donde se encontraba, su olfato le bastaba para saber dónde estaba siempre. Al final se rindió y a paso veloz fue en dirección a la cabaña, la que se ubicaba alejada de la aldea, en gran parte porque a Inuyasha no le agradaba tener mucho tiempo a la gente cerca.
Quiso entrar de manera sigilosa, pero cuando intentaba abrir con las garras la puerta corrediza de su madre, que tenía un extraño sistema de cierre que odiaba en silencio, logró romper el sistema de sostenimiento en dos.
-Jodete puerta maldita- gruño totalmente molesta. Al entrar noto a su mamá dentro sentada, esperándola y sorprendida de lo que había dicho.
-Disculpa, prometo que la arreglaré mañana... ya he visto a Inuyasha repararla cuando la arruina el...perdóname - la niña miró avergonzada a Kagome. Esta no le dijo nada, solo la invitó a sentarse. Ella obedeció.
-No importa, no es que no haya notado que para ti y tu padre es difícil abrirla a causa de las garras…la cambiaremos - la miko sonrió y tomó una de las manos de su hija, mirando sus delgados dedos, sin dejar de poner su atención en lo ásperas y encalladas que estaban, no eran las manos de una chica de 15 años común.
-Nooo, es importante para ti, déjala.
Kagome se enterneció de los torpes intentos de su niña de ser amable con ella a pesar de todo.
-Mira, te he preparado tu sopa favorita- la sacerdotisa le mostró como frente a ella había una olla caliente que despedía un aroma que Moroha había empezado a disfrutar desde que bajó del árbol. La chica comenzó a comer con ahínco, prácticamente sin respirar y sin resolver en cómo se manchaba completamente.
-Moroha yo...bueno, nosotros, con tu papá, conversamos hoy sobre lo qué pasó temprano.- la chica no paraba de comer, pero Kagome pudo notar como su postura era tensa.
-Creemos que ...con el tiempo que llevas con nosotros, ya sabes en qué consiste nuestra rutina, nuestras formas como familia. -Moroha se detuvo y decidió mirar a su madre, podía olfatear el nerviosismo de la mujer y pensó que así se tranquilizaría, pero no.
-No voy a mentirte, lo que me pasa es que me cuesta mucho pensar que te irás...de nuevo.- la mujer luchaba con todas sus fuerzas para no llorar, pensar en todo lo vivido hacían doler un punto tan sensible que era difícil no caer. - también, siento que me he acostumbrado y me gusta mucho que estés con nosotros.
Ahora fue la niña quien se sentía conmovida. Su mamá le estaba diciendo que su presencia era importante para ella y, esas simples palabras, eran algo que quizás nunca había escuchado en su vida.
-Ahora...sabemos que no tenemos una historia familiar común, no somos como ninguna cabaña de esta aldea. Es tonto fingir que si. Por lo mismo, es cierto que no podemos detenerte, hija - Moroha se sorprendió genuinamente. Fijó su mirada intensa en su madre, queriendo transmitirle que se sentía emocionada.
-¿En serio lo dices? Yo sé que fui un poco maleducada, no era mi intención, pero no creo que sea para tanto...solo son unas semanas.
-Si, pero debes comprender algo que aún no consideras. Nosotros no queremos tenerte lejos, porque te amamos y nuestro deseo es que estés bien, en este mundo tan complicado. - la niña sintió que su corazón se agito con eso, no solo la querían con ellos, la amaban...podía ser natural en unos padres pero no para ella, que siempre mendigando cariño paternal de la gente que la crió. Como no sabia que decir, prefirió esconder su mirada en el regazo de Kagome. Se combinó en ella con total sinceridad, haciéndose un bollo en el pecho de su madre, respirando su aroma dulce y relajante, mientras la mujer la apretaba contra sí.
-Solo quiero dejarte algo claro, Moroha. Este tiempo hemos querido que veas que aquí se encuentra tu hogar, hija. Puede ser que vaya al otro lado del mundo, puede que te molestes con nosotros, que hagas tu vida quien sabe donde, pero siempre, siempre, tendrás en nosotros a tu hogar. Y como tal, queremos que sepas que siempre podrás volver. Ya nunca más estás sola.
La niña shinhanyo sintió que eso último había terminado de romperle el corazón...solo pudo sollozar suavemente en el pecho de su madre, sin decirle nada...no podía hablarle, no había palabras para su paz interior y el calor interno que sentía, abrazándole el corazón. Podían ser palabras, pero ella reconocía que la amaban como nadie la había amado jamás. Y también sabía que esa era su casa, su nuevo punto de partida y , a la vez, su punto final.
-Gracias mamá, gracias por estar aquí.- la niña susurro muy bajito, lo suficiente para saber que su madre la oía. Kagome por su parte tambien sollozaba, con el pecho un poco agitado y derramando sus lagrimas en el pelo negro intenso de su hija.
Afuera de la cabaña, se encontraba Inuyasha apoyando en el piso de la mini entrada de Kagome, donde la miko tenía sus plantas para cocinar y donde había puesto una banca, su lugar favorito al momento en que el atardecer caía. Estaba sentado como siempre y no podía parar de mover su rodilla, nervioso. La verdad es que hace unos segundos había notado el aroma de las lágrimas de Moroha y de Kagome. Al inicio se preocupó, pero luego cuando notó que no había señales de nada más que no fuera un momento emotivo, se irritó.
"Maldita sea...la idea era que las cosas se arreglaran...no que terminaran llorando. Supongo que son cosas de mujeres"- se quejaba internamente, pensando que quizás la estrategia debió haber sido otra. Odiaba que las mujeres lloraran, desde siempre. Y más si era Kagome, le traía en parte malos recuerdos, momentos donde él tuvo culpa muchas veces de su llanto. Aunque también algunos bellos, como aquel instante que la vió salir del pozo para terminar en su brazos luego de tres años separados...o cuando nació su bebé y lloro por razón del dolor que la tenía mareada y también por la felicidad que la tenía extasiada. Pero que Moroha llorara era casi peor para él. Podía ser cualquier razón, un mini problema propio de los recién nacidos como aquellos horribles cólicos que recordaba siempre, o un golpe intenso que la hacía sollozar levemente con sus 15 años mientras entrenaba, pero siempre, sin excepción, él sentía un leve golpe en su corazón de angustia por su hija.
Pasaban y pasaban los minutos y ellas seguían llorando levemente.
-Bastaaaaa….- pensaba el pobre hanyo, que se había autoexcluido de aquella conversación con temor de decir algo fuera de lugar.
Pasó un rato y las cosas parecían haberse tranquilizado. De todas formas, prefería no entrar aún, no sabía si podría llevar la situación sin arruinarlo. El problema es que tenía muchísima hambre y el aroma de la sopa adentro lo había vuelto loco. Suspiro cansado y rendido a que comería muy tarde, hasta que sintió que la puerta, que estaba solo apoyada al marco y que se había destruido -nuevamente- se movió con rudeza. De ella salió Moroha con un pocillo enorme de esa "Sopa Beniyasha" como había decidido llamar con cariño su esposa a aquella preparación con la que siempre consentía a la niña.
-No hay caso con esta puerta, ahora yo la destruí- la chica se veía un poco molesta, sus garras se habían incrustado nuevamente al intentar salir en aquel raro cierre, así que molesta le lanzó al suelo. Luego se acercó a su papá y le entregó el pocillo.- pensé que tendrías mucha hambre, es tarde y tienes mucho apetito siempre como perrito faldero- Moroha le entregó el plato y se rió entre dientes burlona, sentándose junto a él.
-Feh! Que sinverguenza niñita, tu comes por tres adolescentes humanas.- Inuyasha se dispuso a comerse la sopa sin pensarlo. Con el sabor especial de esa comida, no podía evitar recordar las comida Ninja, aquella que Kagome solía llevar en la mochila amarilla que ahora cargaba su hija.
-Oye Moroha
-¿Qué?
-Cuando fuiste al futuro, ¿pudiste comer comida ninja? ¿Trajiste? Creo que nunca te lo pregunté antes-
-Eh….si, creo que te refieres a esas sopas que se hacen en poco tiempo. Sí, eran muy buenas, de lo mejor que probé de hecho,me traje varias pero la verdad me las comí muy pronto. - Moroha intentaba recordar si le quedaba alguna, ya que pudo notar en el movimiento decepcionado de las orejas de su papá que él deseaba probar una de ellas.
-Creo que esta sopa se parece muchísimo a la comida ninja…- la niña lo miró extrañado, la verdad es que ese olor le era familiar pero como las sopas instantáneas se habían acabado antes de irse a vivir con su padres, nunca lo asocio. Acercó su nariz al pocillo de su padre y lo comprobó, olían muy similares. Sonrió. Era todo un intento de Kagome de darle amor a ambos.
-Yo...quería darte las gracias por hablar con mamá- Inuyasha paró sus orejas sorprendido ante las palabras de la niña.- sé que lo hiciste, he notado cómo intervienes cuando ella se ve un poco superada por mis actitudes.
-Feh!- su papá se había sentido levemente incómodo, pero de buena manera.- Kagome es sumamente terca pero a su vez es muy comprensiva.
-Por eso, gracias papá. -Moroha dijo eso lentamente, ante la impresión del hombre junto a ella que se erizo y al mismo tiempo se sintió muy feliz. Nunca había pensando que esa palabra lo hiciera sentir tan bien. De alguna forma el ambiente era distendido y, ambos semidemonios, que tantas actitudes y pensamiento compartían, se sentían cálidos, con el corazón tranquilo disfrutando de la noche oscura y silenciosa.
La Paz se rompió sólo cuando las orejas del hanyo se movieron y de manera instintiva acercó la mano a su espada. Junto a él, la shinhanyo reacciono de manera similar.
-¿Lo percibiste?
-Sí- corroboró Moroha- es un aroma a yokai, muy cerca.
Ambos se pararon en guardia, listo por si necesitaban desenvainar sus respectivas espadas, cuando frente a ellos un chico que no parecía de más de 17 años se presentó. Su vestimenta era sencilla, un traje de samurai desgastado y sin armaduras y, en su cintura, una espada vieja. Pero lo más especial eran sus orejas alargadas, propias de los demonios, así como los ojos de intenso color violeta que miraban directo hacia padre e hija.
-¿Quién diablos eres? - Inuyasha le gruño mostrando su ira por el arrebato y la interrupción en su casa.
-¿Qué hacías tan cerca, espiabas algo? -Moroha intervino, menos molesta pero bastante curiosa luego de observar al visitante.
-Disculpen mi presencia a estas horas de la noche. Mi nombre es Kenji, tengo 20 años, soy un hanyo enviado por la señorita Shiori con objeto de conocer al dueño de casa, el señor Inuyasha. - el chico dijo eso rápidamente, evitando las miradas de ambos y con la cabeza gacha.-
-Soy yo- la voz del semi hombre de pelo plateado parecía un ladrido ronco que hizo estremecerse un poco al adolescente, que se había lanzado al piso torpemente en una pose de reverencia y Moroha veía divertida la escena luego de la primera impresión.
-La señorita Shiori me ha enviado con objeto de solicitarle que me acepte como su discípulo...señor Inuyasha ¡vengo con objeto de que me entrene!-
