Disclaimer

Los personajes de está historia no me pertenecen, (como quisiera que fuera así), son de CLAMP, excepto aquellos que no sean reconocidos.

Capítulo No. 2

Tu ibas con él….yo iba con ella…

Tomoyo caminaba sonriéndole al mundo, feliz de haber conseguido aquel trabajo que anhelaba tanto en la empresa de los Hiraguizawa. El día la acompañaba en su dicha mostrándose azul, con la cabeza dorada erguida y la brisa primaveral rozando sus mejillas. Frenó su andar frente a una cafetería, la cuál era muy concurrida a estas horas del día por jóvenes. Al entrar buscó con la mirada a la persona quien lo estaría esperando, y allí esta él, sentado con las piernas cruzadas, con la mano derecha sobre la mesa, moviendo impacientemente los dedos, como siempre suele hacer cuando espera. Vestía una camisa de rayas blanco y azul y un pantalón fino color crema, y zapatos negros, era un hombre guapo, lo adoraba.

Entonces el levantó el rostro para mirarla, la llamó agitando la misma mano que estuvo sobre la mesa, para que se acercara. Cuando estuvo cerca Take se puso de pie, le tomó la mano y besó sus labios levemente. Ambos tomaron asiento quedando de frente.

-Con solo verte me imagino como te fue-dijo él acariciando la mano de ella.

-De maravilla-decía esbozando más la sonrisa-empezaré el lunes, estoy tan contenta. Quiero empezar ya….

-Que mal que nos quitará un poco de tiempo…yo quiero tenerte cada segundo a mi lado-había dejado de acariciar la mano de la amatista para ahora posarla sobre la mejilla de está, y acomodar uno de sus mechones detrás de su oreja. Tomoyo apreciaba aquel contacto, pero solo eso, lo apreciaba. Llevaban una relación de cuatro años, con él mantenía una relación de cariño, afectuosa…su corazón le decía que lo quería y ella no lo negaba, porque era así, aunque no experimentaba aquel fuego que una vez imaginó que tendría por un hombre, con el tiempo se convenció que solo eran fantasías suyas, que cosas así no se consiguen, y quienes lo hacen son pocos.

-¿Sucede algo?-preguntó Take al verla tan distante, ella meneó la cabeza de forma negativa y detuvo la caricia de él para apretar su mano con fuerza.

-Te quiero…-le dijo en susurros.

-Yo igual… ¿quieres tomar algo?-ella afirmó-camarera, por favor-llamó a una de las jóvenes que vestían de blusa blanca y falda negra, con delantal blanco, la joven caminó hacía la pareja.

-¿En qué les puedo ayudar?

-Tráigame una cerveza pequeña y a ella un…

-Lo mismo-interrumpió antes de que le ordenara su típico refresco y con una pícara mirada hacía él continuó diciendo-hoy hay que celebrar.

-Dos cervezas pequeñas serán ¿o quieres una grande para ti?-dijo divertido.

-Dije celebrar no exagerar.

-Dos pequeñas entonces-dijo la mesera rodando los ojos alejándose para luego volver con el pedido.

Después de terminar de conversar y tomar sus bebidas, Take llevaba a Tomoyo hacia el auto de él sujetándola por la cintura, no solo como una muestra de cariño, sino porque ya la amatista estaba algo mareada, y además reía sin parar.

-Salir conmigo te sale barato…-dijo la amatista mientras entraba al auto y se sentaba en el asiento del copiloto.

-Solo en relación a la bebida, porque en lo otro….-Tomoyo lo golpeó en el hombro con suavidad cuando este hubo entrado al auto, el la miró y rió. Amaba a la mujer que estaba a su lado, se sintió el hombre más afortunado en el momento que escuchó el si que dio comienzo a su relación. Nunca pensó llegar a amar de esa forma, pero ella sin saberlo hacía crecer dentro de él un amor único, que lo apasionaba, su mayor deseo es pasar toda su vida junto a ella, y así quería que fuera.

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-Shaoran…-un hombre alto, castaño y de ojos dorados y fríos giró sobre sus talones para ver la persona quien lo llamaba, el sabía de quien se trataba y por tal razón sonrió para sus adentros.

-Hola Sakura ¿qué tal te va?-si pensaba que verlo por detrás era un acto sagrado y más con aquellos shorts de color blanco, que daban a relucir sus piernas fuertes debido al entrenamiento, sus anchos hombros y su trasero tan firme. Daba gracias a Dios por aquella creación al verlo de frente, su rostro, su pecho, sus ojos, todo en él le fascinaba. Su camiseta se pegaba a su pecho debido al sudor al practicar tenis como siempre solía hacer los viernes en la tarde, al salir un poco más temprano del trabajo.

-Muy bien gracias, y… ¿ya te vas?-se acercaba a él con movimientos felinos.

-Si, ya he terminado.

-Que mal, quería practicar un poco contigo, sabes que no soy muy buena en esto, quería que me dieras algunos…tips para mejorar-la mirada que le dedicaba carecía de santidad, y su sonrisa provocaba en él un deseo incontrolable de besarla. Hace apenas un mes que la conoció.

Decidió firmar un contrato publicitario con la compañía Kinomoto, una compañía publicitaria muy exitosa, a pesar de tener poco tiempo en el mercado, sabía hacer lo suyo, y como las empresas Li querían darle una nueva imagen, acudió a dicha compañía para comenzar con una campaña de publicidad.

Se conocieron aquel día, ella se encontraba sentada en el sillón detrás de su escritorio, así que desde el ángulo en el que él estaba solo pudo apreciar sus ojos verdes y penetrantes, sus labios carmín, su piel blanca y aquellas mejillas sonrosados que quiso tocar desde ese momento. Su fino cuello y aquel escote que era la bienvenida al paraíso. Cuando se puso de pie y caminó hacia a él para saludarlo pudo apreciarla por completo, su cuerpo esbelto oculto tras la blusa roja de escote V y falda negra hasta las rodillas ajustada en las caderas, dando a resaltar sus piernas. A pesar de que usara tacones su cabeza solo llegaba al pecho de él.

Después del éxito de la campaña no cortaron relaciones, pues el había alargado el contrato para que la compañía siguiera encargándose de la imagen de las empresas Li, y él encantado de entablar una peculiar amistad con ella.

-Te invito a cenar esta noche y así podemos hablar sobre aquellos tips-dijo él mientras recogía del suelo el bulto donde guardaba sus cosas, duró más de lo debido para enderezar su cuerpo, pues sus ojos recorrieron con lentitud las piernas expuestas de la esmeralda, ya que ella llevaba una falda corta de color amarillo.

-Te aseguro que lo que menos quiero hacer es hablar cuando este contigo esta noche-decía mientras con su índice derecho elevaba el rostro de Shaoran por el mentón, ya que este se había entretenido nuevamente con sus piernas al recoger su raqueta que causalmente había dejado caer.

-Como quieras, te recogeré en tu casa a las ocho entonces.

-Nos estaremos viendo-se acercó por completo a él y colocó su mano derecha en su pecho, haciendo que sus dedos caminaran hasta su cuello para atraer su rostro hasta el de ella, el sujetó sus caderas con sus fuertes manos, cerró los ojos al percibir los labios de ella rozar los suyos, pero solo fue eso, un roce, ella no los movió de su sitio, creando ansias irresistibles en él, cuando no aguantaba más entre abrió los labios un poco más para poseer los de ella, Sakura apartó su rostro y rió divertida.

-Será más tarde-dijo mientras besaba con delicadez la mejilla del hombre y se alejó con un andar seductor, que él apreció desde atrás. Era un juego de seducción para ambos, y le gustaba, pero lo que temía era no encontrar la forma de salir.

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Llegaron al apartamento de la amatista en poco tiempo, y el con gentileza la llevo hasta la puerta del apartamento. Tomoyo buscaba sus llaves entre su bolso con algo de estupidez, al encontrarlas aplaudió mudamente y antes de abrir la puerta escuchó la risa de su novio, quien la acompañó al interior. Era pequeño, pero acogedor, las paredes eran de color paja, en ellas había tres cuadros de paisajes, la sala era acompañada por un gran mueble crema, la televisión y el estante donde había fotos de Tomoyo pequeña junto a su madre y algunas con sus primos Touya y Sakura Kinomoto. La cocina, igual que otras y los mismos electrodomésticos esenciales para una cocina.

Tomoyo se recostó en el mueble y estiró los brazos cansada, Take se acomodó a su lado y la jaló suavemente por el brazo para abrazarla.

Tú ibas con él…

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-Estoy en casa-dijo la voz de Eriol al entrar en ella, la cual era enorme y majestuosa, digna de un Hiraguizawa. Caminó cansado hasta la sala donde se imaginaba que estaba su esposa.

Como lo había supuesto allí se encontraba Kaho dormida en el sillón, con la televisión prendida en uno de sus programas favoritos, se puso de rodillas frente a ella y acarició su larga melena pelirroja. Al sentir el tacto sus ojos fueron abriéndose para encontrarse con la mirada azulada de su esposo. Le sonrió y lo acercó para besarlo.

. yo iba con ella

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Se acomodó mejor entre los brazos de él, ella dándole la espalda, y dejo que sus dedos jugaran con su cabello, acariciándolo. Percibió como sus labios caminaban por su cuello para llegar hasta su oreja, se encogió de hombros varias veces por las cosquillas. Entonces él con su mano derecha acercó su rostro y escondió sus labios dentro de los suyos. El la besaba como siempre, con ternura y delicadeza, pero no supo cuando, pero el beso se intensificó, más por parte de él que de ella. Percibió como su mano libre subía desde su cadera para estar a la altura de su pecho izquierdo.

Jugando a ser felices por desesperados
por no aguardar los sueños…

Sintió como el lo masajeaba con intensidad, pero no le agradaba el contacto, no se sentía cómoda. Se apartó con cuidado y cuando lo miró, se encontró con una mirada perpleja y confusa que despedía deseo. Ella trató dar una excusa creíble por su reacción, pero ni siquiera ella entendía que sucedía. El al notar la confusión de ella se puso de pie y besó ambas mejillas de la amatista.

-Mejor me voy, nos veremos después-ella solo asintió.

-Adiós-dijo ella mientras Take cruzaba el umbral de la puerta y ella la cerraba.

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Mientras ella dormía sobre su pecho desnudo y agitado por lo que acababa de pasar hacía unos minutos, él le acariciaba la espalda y admiraba su rostro. Era hermosa, no había duda, y gozaba las noches de intimidad con ella, pero no era suficiente, faltaba algo, que el sabía que no encontraría y si así fuera, sería muy tarde.

por miedo a quedar solos

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Comenzó a estirar su adormilado cuerpo bajo las sabanas mientras sentía como el sol penetraba sigilosamente por la ventana. Sonrió al abrir los ojos, dispuesta a tener un placido día, ya que todo lo tenía preparado. La ropa de trabajo, la cual constaba de un pantalón fino de color gris, con una chaqueta del mismo color y una blusa blanca, la había elegido la noche anterior. Para el desayuno haría algo ligero y rápido, y así no tomarse tanto tiempo en la cocina, y por supuesto la alarma del reloj la despertaría a las seis y media, se incorporó un poco sobre la cama al comprobar que la alarma no la había despertada, se sintió satisfecha, porque quería decir que había despertado antes, tendría más tiempo para todo, y como muy bien dice el dicho "Quien madruga, Dios lo ayuda" y como era su primer día de trabajo necesitaba una ayuda especial para darle una buena impresión a todos de la empresa, por lo menos con los que trabajaría.

Entonces se percató de toda la luz que se había introducido por la ventana, demasiado para ser tan temprano, lentamente miró el reloj que posaba sobre el buró, esperando no ver lo que temía, se sobresaltó y se levantó de la cama desesperada, faltaba media hora para las ocho de la mañana. Debía darse muy rápido si quería llegar a tiempo, cosa que era casi imposible. Al mirarse en el espejo del baño, con los cabellos alborotados y mirada soñolienta volvió a sonreír, si seguía con esa mentalidad todo marcharía bien.

Tomó una ducha rápidamente, y aún en toalla comenzó a preparar café y colocó el pan en la tostadora para ganar tiempo mientras se vestía. Al salir con el conjunto puesto y el bolso negro en mano percibió en la cocina un extraño olor a quemado, apagó la tostadora y observó los panes, que al final fueron a parar a la basura, ya que estaban muy quemados, solo tomaría una taza de café, con leche y azúcar. Faltaban solo quince minutos.

Cuando el café con leche estuvo preparado se acomodó en una de las sillas del comedor, al absorber un poco del café lo dejó sobre la mesa, y empezó a soplar con las manos su lengua, la cual se había quemado, iba a tomar una servillita que estaba al lado de la taza en el momento que el celular sonó de improviso, se alteró y sin darse cuenta tumbó la taza con la mano derecha, haciendo que se levantara de inmediato de la silla, pero ya era en vano, parte del pantalón se había manchado. Respiró hondamente, y trató de sonreír, pero solo una mueca se plasmó en su rostro.

-Tranquila Tomoyo, inhala….exhala-empezó este ritual más porque al contestar el celular era equivocado. Pensó en algo que ponerse, que pudiera combinarle, y recordó aquella falda gris que llega hasta las rodillas, corrió a cambiarse, pues ya eran las ocho en punto.

Ya lista, fuera del edificio de su apartamento, se apresuró a llamar a un taxi, y en menos de tres minutos llegó esté. Le dio la dirección de la empresa al señor que iba en el volante, y trató de relajarse en el asiento. Llegaron en cuarenta minutos, gracias a los tapones que se suelen hacer en la gran ciudad de Tokio a esas horas.

Al estar frente al gran edificio de cristal se relajó un poco más y al instante de empezar a caminar, sintió algo húmedo en la parte trasera de su falda, al palmarse la sintió muy mojada, y al girar pudo ver debajo de la cera un charco de agua.

-¡Diablos!-dijo al instante que golpeaba el suelo con el pie, eliminando cualquier idea de sonreír.

Se adentró a la empresa y caminó altivamente tratando de ser inmune a los comentarios que hacían las personas al mirarla por detrás. Primero debía llegar a la que sería su oficina, ya llevaba mucho tiempo de retraso.

El ascensor la llevó hasta el piso siete donde trabajaría, aquel piso era muy concurrido, pequeñas oficinas a los lados, con personas contestando el teléfono, moviéndose de un sitio para otro.

-Disculpe, ¿es usted la señorita Daidouji?-una joven de larga cabellera negra recogido en una coleta y de ojos café, la cual vestía un conjunto de pantalón y chaqueta negra, y una blusa azul, detuvo su andar cuando se disponía abrir la oficina que sería suya, y que llevaba su nombre inscrito en la puerta.

-Si, soy yo-contestó secamente. La joven frunció el seño al escuchar su tono de voz.

-Disculpa, no he tenido un buen despertar-sonrió-¿y tu eres…?

-Soy Li Meilin, seré su secretaria, mucho gusto.

-Igual, lo mejor será entrar y acomodarme, para luego arreglar algunas cosas-ya giraba el picaporte cuando Meilin volvió hablar.

-Y como su secretaria debería decirle que el señor Hiraguizawa está ahí dentro-y como consuelo palmeó el hombre de la amatista.

Al entrar no pudo admirar muy bien su oficina, ya que la presencia de ese hombre la invadió, se encontraba sentado en el que sería su sillón, dándole la espalda. Con pasos no tan seguros se dirigió hacia él, los nervios caminaron desde sus piernas hasta sus manos cuando lo vio girar en la silla. Vestía un traje negro, con una camisa blanca sin corbata, el cabello hacía atrás, necesitaba un corte, y sus ojos como el mar profundo eran ocultos por unos lentes. Tomoyo volvió a percibir aquella extraña sensación que tuvo la primera vez que lo vio, y esta vez se encontraba parada, lo cual no era seguro para sus piernas.

-Llega tarde señorita Daidouji-dijo mirándola directamente a los ojos, cosa que inquietó un poco a la amatista.

-Disculpe mi tardanza, señor Hiraguizawa-decía al inclinarse un poco-tuve algunos problemas…

-Es su primer día, debió por lo menos de molestarse de llegar a tiempo-al decir esto se ponía de pie y se dirigía hacia ella.-que no vuelva a suceder, iba darle la bienvenida, pero como ve me ha quitado bastante tiempo, y soy un hombre muy ocupado…-pasó por su lado para llegar a la puerta y se detuvo, y volvió a mirarla-señorita Daidouji…

Ella giró para verlo.

-Vaya al baño, tiene el trasero mojado-la cara de la vergüenza cayó al suelo golpeándose con fuerza. Nunca en su vida se había sentido así, bajo un poco la mirada y no dijo nada, solo permaneció estática.

Con enojo dejo sobre la mesa el bolso, para salir de la oficina hacia el baño. Allí se contempló en el espejo, sus facciones eran duras y estiradas, debía relajarse, y tratar de mejorar el día con su trabajo, enseñándole a su jefe que solo fue una mala mañana. Tomó un rollo de papel en la mano para limpiarse, no era suficiente. Cerró la puerta del baño con seguro para que nadie entrara y se quitó la falda, la acercó al secador, y después de unos minutos estuvo lista.

Esperanzada de que a partir de ese momento las cosas mejorarían, preguntó a su secretaria si tenía algún pendiente, a lo cual la joven contestó que debía revisar algunos de los archivos de contabilidad, y con gusto fue por ellos, para luego volver con las manos llenas de carpetas y dejarlas sobre el escritorio de Tomoyo.

-Gracias Meilin.

-Es mi trabajo señorita Daidouji-dijo con una sonrisa.

-Dejemos eso de señorita, debemos de tener casi la misma edad, dime Tomoyo.

-Esta bien Tomoyo, la dejo para que comience con su trabajo tranquilamente-y la joven salió.

Según todos los papeles de contabilidad que estaban sobre la mesa, aquella empresa era muy productiva, además contaba de grandes acciones. Aquella mañana se dedicó en conocer cada cifra, los créditos y debitos, las transacciones realizadas en ese año, y todo aquello era mucho trabajo. Y se sintió realizada al poder hacerlo, su mayor meta era poder conseguir un trabajo como este, en una empresa de prestigio, gracias a su currículo pudo hacerlo.

Se levantó para poder darle un vistazo con más calma a la oficina que ocupaba, no era tan grande, solo constaba del escritorio color caoba, tres sillones, dos delante y otro detrás del escritorio, la ventana, que daba a la vista de unos cuantos edificios de la ciudad, y un pequeño estante donde pondría algunas de sus cosas, le faltaba el toque femenino y poco a poco ella se lo daría.

Un rato después dieron la hora del almuerzo, dejó ordenado su escritorio, guardando las carpetas en un cajón de esté, al salir ya Meilin terminaba de recoger algunas cosas. La ojos café le sugirió el almorzar juntas, lo cual aceptó con una sonrisa.

Fueron hasta un restaurante que solo quedaba a dos cuadras de la empresa, el cual estaba muy repleto por personas del trabajo. Era un lugar acogedor y sencillo. A esa hora los meseros se movían rápido tomando las órdenes. Al instante en que ambas se ubicaron en una mesa uno de los meseros se les acercó y les dio a cada una un menú.

-¿Cuánto tiempo llevas trabajando aquí?-preguntó la amatista a su compañera.

-No mucho, solo un año.-contestó al tiempo que leía el menú-estoy en mi último año de la universidad y lo mejor es ir adquiriendo experiencia.

-Si, es muy difícil encontrar trabajo la primera vez, siempre piden experiencia, y ¿cómo tenerla si no te la dan?-dijo Tomoyo

-Es lo mismo que pienso, me rechazaron muchas veces, lo bueno fue que mi primo habló con su amigo Eriol, digo el señor Hiraguizawa para ver si me podía ayudar.-dijo mientras llamaba con la mano a uno de los meseros-¿lista para ordenar?

-Sí, ¿y qué estas estudiando?

-Administración de empresa.

-¿Qué van ordenar?-preguntó un joven no más de diecisiete años, de rostro pecoso y cabellos pelirrojo, que vestía una camisa amarilla pálida y pantalón negro.

-Yo quiero arroz, carne de pollo guisada y una ensalada de vegetales-respondió Tomoyo mientras enumeraba su pedido con los dedos.

-¿Y para usted joven?-preguntó con amabilidad a Meilin.

-Arroz, pescado y papas horneadas.

-¿Qué les traigo para tomar?

-Agua para mi-contesto Meilin

-Lo mismo-dijo la amatista.

Amabas siguieron con su conversación mientras esperaban la comida. Después de unos minutos el mismo camarero volvió con una bandeja, dejando sobre la mesa el palto y bebida de cada una. La comida era deliciosa, con razón mucho de los empleados de la empresa asistían aquí para el almuerzo y ya habían ganado una cliente más.

Al terminar volvieron a la empresa media hora antes de lo debido, así que Tomoyo decidió dar un vistazo por el edificio para conocerlo mejor. Meilin no pudo acompañarla debido a que tenía algunos pendientes.

Entró al ascensor y pulso el primer número que le vino a la mente y esté la llevó hasta el piso nuevo, no había mucha diferencia, las oficinas a los lados, una decoración sencilla pero elegante, dobló por una esquina y se percató que ahí no había salida, antes de volver a caminar el sonido del celular la distrajo.

-Hola cariño-dijo al contestar.

-¿Cómo te ha ido en tu primer día?

-Mmmm…la verdad es que al principio…-y le contó toda la odisea por la cual paso aquella mañana-pero ya he tomado el ritmo de las cosas y va bien.

-Me alegro, te dejo que debo atender a una paciente, una coneja esta vez.-a Tomoyo le encantaba el trabajo de su novio y más porque el disfrutaba hacerlo.

-Besos-se despidió y volvió en su andar. En aquel momento se dio cuenta que se había entretenido más de lo debido y apresuró el paso, al ir tan rápido no se fijó en aquel cuerpo que doblaba en la esquina y tropezó con él, cayendo hacía atrás. Pero él fue más ágil y la alisó de un brazo para evitar su caída atrayéndola hacia su cuerpo. Terminó con ambas manos sobre el pecho de aquel extraño y levantó la mirada para encontrarse con unos ojos azules profundos como el océano.

Se apartó de él algo avergonzada y con el rostro gacho, debido a un leve sonrojo en las mejillas.

-Disculpe señor Hiraguizawa-dijo levantando la mirada.

-Cada vez que nos encontremos tiene que disculparse, ¿o acaso es un hábito suyo?-dijo frunciendo el seño, tal cosa alteró los nervios de Tomoyo.

-Solo me disculpo cuando hago algo no debido-contestó con altivez y eso divirtió a Eriol, al parecer le demostraba que no le temía.

-De acuerdo, necesitaré en media hora algunos archivos donde se presenta la contabilidad de tres meses anteriores, espero que los presente a tiempo en mi oficina.-dijo esté mientras caminaba hacia una puerta.

-Así lo haré.

Poco después al regresar a la oficina acomodó su fornido cuerpo sobre el mueble, relajándose, a penas había comenzado el día y tenía miles de cosas que hacer. Quería darle ante que todo la bienvenida a la señorita Daidouji, porque el día que la conoció le había parecido una mujer muy simpática y hermosa sobre todo, fue a la oficina de ella faltando veinte minutos para las nueve, prefirió darle un poco de tiempo para que se acomodará, pero al llegar la mujer no estaba, lo cual le molestó, pues odia la impuntualidad.

Al poco rato de haber entrado y tomado asiento ella hizo acto de presencia, al verla agitada y algo sobresaltada, en él se suavizaron las facciones de su rostro, aquel atuendo le daba un aire tan profesional y coqueto, resaltando cada curva femenina, la admiró desde ahí, aunque no pudo evitar aproximarse más y aspirar el aroma primaveral que expedía su cuerpo, prefirió alejarse lo antes posible y volver con sus obligaciones, quiso antes admirarla por detrás y no pudo evitar reír a carcajadas mentalmente cuando vio esa parte de la fémina mojado, y como su rostro se puso rojo después de su comentario.

Encontrársela en el pasillo de ese corredor fue tentador, haberla tenido por esos cortos segundos pegada a él, el haber tocado y comprobar la piel tan suave que tenía, no pensaba en pedirle a ella que llevara aquellos informes, muy bien pudo habérselos pedido a Meilin o su misma secretaria, pero fue inevitable al verla, demasiado tentador para su gusto. Fue sacado de sus cavilaciones al escuchar la puerta.

-Pase-dijo sin inmutarse de su sitio.

-Permiso, señor Hiraguizawa…-se levantó del mueble al verla parada justo en frente, se acercó a su sillón detrás del escritorio y tomó asiento.

-Siéntese-la invitó al ver que ella solo permanecía en el mismo lugar.

-Aquí les traigo los papeles que me pidió-dijo extendiéndoselos. El los revisó por unos minutos, comprobando que todo estuviese en orden.

-Perfecto, muchas gracias, ya puede retirarse-dijo mientras esbozaba una de aquellas sonrisas que podían hacer suspirar a cualquier mujer. Ella se sonrojó y bajo la mirada. Tal acción trajo como consecuencia que Eriol con su mano le levantara el rostro. Se estremeció al sentir el contacto de sus dedos rozando su piel.-No deberías, tienes unos hermosos ojos como para quitarme el privilegio de mirarlos.

Acto seguido lo miró algo confundida, no debería decir aquellas cosas, y menos en aquel tono que la embriagaba y le hacía perder la razón.

-Mejor…vuelvo a mis asuntos-dijo en tono muy bajo para su desgracia. Se levantó y se dirigió hacía la puerta, Eriol la acompañó para hacer presencia su galantería al abrir la puerta. Solo lo hizo un poco cuando la volvió a cerrar.

Ambos se encontraron con las miradas, sabían que era algo incorrecto, pero algo los hacía pensar con los pies, ninguno de los dos se movía ni decía nada, ella le daba la espalda a la puerta, y el apoyaba su brazo derecho en la puerta, pasándolo por encima del hombro de Tomoyo. Algo entre los dos se encendía, y no dejaba de quemar cada parte de su ser, él no la dejaba de mirar, y ¿cómo hacerlo? Si sus mejillas sonrosadas, aquel mechón rebelde sobre su frente, y sus labios entre abierto eran una tentación. No sabía, pero sin darse cuenta con lentitud descendía sus labios en los de ella. Tomoyo deseaba salir de ahí corriendo si era posible, y claro que lo era, pero en su interior algo le impedía moverse, había olvidado como mandar en su cerebro para mover sus piernas y alejarse de allí. Sin embargo solo lo miraba, esos ojos azules que le devoraban los labios. Por Dios es mi jefe pensaba tratando de obligar a su mano a girar el picaporte.

No tuvo que ser necesario porque el teléfono sonó sacando a ambos de aquellas sensaciones. Él resopló y fue hasta su escritorio a contestar. Ella aprovechó aquella interrupción y salió sin decir nada, perturbada aún. Si el teléfono no hubiera sonado de segura estaría enredada en un beso con su jefe, y aquello la alteró, es su jefe, y es una mujer comprometida.

Ocultó su rostro entre sus manos cuando ya estuvo en su oficina, y golpeó levemente con ella ambas mejillas, como tratando de volver a la realidad. Fue solo roce un, roce que quizás la lleve a despedirse de su trabajo, porque nada le asegura que el señor Hiraguizawa la quiera en la empresa. No quería renunciar, no podía, necesitaba el dinero.

-Tomoyo-la llamó Meilin con la puerta entre abierta.

-¿Si?-preguntó aturdida.

-Es hora de irse, son las cinco. Hasta mañana-dijo despidiéndose.

-Adiós Meilin.

Tomoyo terminó de recoger sus cosas y se dirigía al ascensor. Pulsó el botón para detenerlo, y cuando esté se abrió delante de ella prefirió bajar por las escaleras. Eriol empezó a seguirla hasta que dio con ella en uno de los escalones y la detuvo tomándola del brazo.

-Tranquila, solo quiero disculparme, y no quiero que piense que soy de aquellos jefes que viven de conquistas con sus empleadoras-decía soltando su brazo.

-Entonces ¿no me va despedir?-preguntó con dudas.

-No tengo razón para eso, señorita Daidouji, nada sucedió, aquello fue un impulso, solo eso-Tomoyo respiró aliviada, pensaba lo mismo que él, son personas maduras y pueden enfrentarlo de la manera más normal.-Venga, y no huya de mi.

Terminaron de bajar las escaleras para llegar al lobby donde Eriol se despidió gentilmente y mientras caminaba agitó su mano derecha diciendo adiós sin voltear. La amatista se sentía mejor, ya todo estaba arreglado, y empezarían desde cero. Lo observó detenidamente alejarse, caminando con pasos seguros y firmes, y sin darse cuenta mordió el labio inferior, al percatarse de está acción salió del edificio y se dirigió hacía la parada de autobús, y así llegar a casa a descansar de un día tan agitado de trabajo.

Continuará…

Nota de la autora: Hola, aquí yo de nuevo, un poco tarde, losé y les pido disculpa por ello. He tenido mi mente en muchas cosas, pero aquí les traigo el capítulo 2, y espero que lo hayan disfrutado.

Como pueden leer son muchas las tentaciones que tienen Tomoyo y Eriol, (risa malvada) y yo me encargaré de que sean más.

Sakura no está nada fácil, que bien, me encanta su actitud, y Shaoran, un conquistador como siempre, veremos quien de los dos pierde en ese juego de seducción en que ambos están.

Muchas gracias a todas que dedicaron parte de su tiempo en leer este fic y espero como siempre sus reviews.

Lokurashiphop

DanytaHH

Ayin

Savannah H.

Andreaeb182

Camile Tomoyo D. Flowright

Basileia Daudojiu

Inory


Sonylee