Capítulo 12

Al inicio de la mañana Koga y Ayame junto a sus hijos estaban listos para partir de nuevo a las cuevas. Los pequeños, que se agarraban de Inuyasha de cada extremidad, se negaban a irse. Hiroyuki por su parte no se apartaba de Moroha, quería de alguna forma dejar algo de él para alejar a Kenji, las sospechas que tenía sobre él no lo dejaban en paz.

-Hiroyuki, déjame hablar con Morohita- Koga alejó a su hijo.

-¿Pasó algo Koga?

-No- el lobo le sonrió alegremente- Tu padre reaccionó anoche de la misma forma. Solo iba a preguntarte algo- hizo una pausa para mirarla fijamente y, como quien cuenta un secreto, se acercó mucho a la niña, para no ser escuchado- ¿Eres feliz?.

-Sí, mucho.-

-Bien. Si es así, yo también- entonces, Koga la abrazó, aferrándola contra el. Sintió como el padre de la adolescente emitía un gutural sonido a su espalda, haciéndolo sonreír.

-Tranquilo bestia, no he venido a llevarme a ninguna de tus mujeres. Aunque ambas saben que siempre pueden ir a buscarme si se aburren de ti.

-Cállate lobo sarnoso y ándate antes de que se acabe mi paciencia-

-Mi niña, ve a las cuevas, siempre estaremos esperando por ti- Ayame besó la mejilla de Moroha aguantando las intensas ganas de llorar, seguían doliendo ese tipo de despedidas.

-Gracias a los dos- la muchacha les respondió agradecida con su sonrisa que la caracterizaba.

-Niños, agarren fuerte al perro- Koga gritó una orden clara y precisa y sus pequeños obedecieron, para que a los segundos su padre se acercara a la sacerdotisa.- Hasta luego, Kagome. Te recuerdo que siempre que necesites contarás conmigo.

El lobo tenía de ambas manos a la mujer que le sonreía nerviosa ante la cara de odio de su marido y la de sorpresa de su hija. Cuando Inuyasha se liberó del agarre de los niños, todos salieron corriendo al lado de sus padres para empezar la huida.

-¡Mejor corres Koga!- el lobo le guiñó el ojo a Moroha como respuesta y comenzó el recorrido con toda su familia junto a él. Hiro, antes de hacerse humo en la espeso viento de su remolino, le dirigió el último pensamiento a la niña-

-No te olvides que volveré por ti-

Su padre refunfuñó molesto en su puesto pensando como puedo tener en su casa a aquellos dos lobos aprovechados y confianzudos. Pero había sobrevivido sin arrancar ninguna extremidad y aquello era rescatable.

-Hey. Tengo que hablar con ustedes- Moroha miró con cara traviesa a sus padres, indicando que volvieran entrar a la cabaña.

Kenji se sorprendió de saber que sus maestros se irían por algunos días de la aldea. Él tenía la leve esperanza de volver a entrenar con normalidad pero parecía que nuevamente las circunstancias lo impedían. Además, aún tenía que conversar con Inuyasha. Aunque no en ese momento, era consciente que si daba a conocer su historia arruinaría el viaje de la pareja. Por lo que entendió, Moroha quería usar parte de su premio para darle un regalo a su padres, que consistía en nada más ni nada menos que unos días de "vacaciones" (concepto que usaban Kagome y Towa). Y no era que ella se lo dijera, su maestra tuvo la amabilidad de comentárselo en su lugar. Simplemente la adolescente aún no le dirigía la palabra más que para saludarlo, dando a entender que seguía molesta con él. Curioso, considerando que había perdonado al lobo entrometido y a su padre sin mayores problemas. Ni siquiera lo miraba. Era irritante. Lo otro interesante es que las mellizas y Hisui se habían unido a los hechos e invitaron por su parte al mismo lugar a sus padres por motivo de su aniversario.

-Iremos por una semana a las termas, nos costó decidir pero fue lo que nos pareció mejor a los cuatro. Es una pequeña posada, cualquier problema podrán dar pronto con nosotros por medio de Kirara- el hanyo asentía a la miko que le daba instrucciones constantemente, esa tarde se irían. Le gustaba la idea de que Kagome descansara, ya que siempre la veía de un lado a otro ayudando a cuanta gente lo necesitara.

-Dejalo Kagome, no tiene seis años.-

-Solo cuidó de él. Además, tu me dijiste que procurará que nada le faltara a Kenji cuando nos fueramos-

-Keh…

-No iremos tan pronto porque luego Sango y Miroku no podrán salir después, por una razón que no me dejaron muy clara, algo respecto a un compromiso ineludible. Te quedarás tú solo en la cabaña, te encargo las cosas cotidianas, pero el huerto lo deje a cargo de Moroha.

-Y ella se queda con Kaede.

-Sí, sigue molesta contigo. Debes hablar con ella, sé que te perdonara-

Podía ser cierto, pensó Kenji, pero lo que no sabía Kagome es que la chica parecía estar molesta con él respecto a muchas cosas y, lo peor, es que él no sabía cuales eran. Cuando Moroha estaba cerca de él, o lo miraba unos segundos, era como si pudiera sentir el calor del odio desprenderse de su piel. Y él no insistiría, no quería parecer un insistente como Hiro. Claro que pensaba disculparse, pero cuando ella adoptara otra actitud, una a lo menos cordial y permitiera sostener una conversación sin que lo golpeara o le gritara, la conocía lo suficiente para poder temer ese tipo de cosas.

A la tarde sus maestros ya tenían todo listo para partir, solo faltaba que llegara Moroha y se despidieran de ella. La adolescente llegó con las mellizas y Hisui, que acompañaban por su parte a sus padres. Kenji saludó a todo el mundo pero cuando tocó el turno de la niña, esta lo ignoró de forma tan evidente que Kagome la regañó. El hanyo quería fingir que le daba igual pero ya estaba comenzando a afectar un poco. A pesar de eso, algo más atormentaba su mente y era la urgencia por cumplir con Setsuna y hablar con su maestro.

-Maestro ¿podemos hablar antes de que se vayan?

Los dos se alejaron lo suficiente de la gente como para no ser oídos. Inuyasha lo miraba impaciente con sus ojos dorados clavados en los suyos. Parecía que quería hablar primero.

-¿Qué te preocupa?

-¿Tanto se nota? - Kenji se rió bajito, un poco compungido.

-No soy una persona especialmente perceptiva pero tu mirada angustiada sería evidente para cualquiera.

-Es que yo. Yo no sé cómo decirlo- y ahí estaba, otra vez, el antiguo Kenji tímido que tanto se estaba esforzando por dejar de lado. No quería, algo dentro de él le pedía a gritos que no le dijera nada a su maestro, que no arruinara la buena relación que había logrado crear a punta de esfuerzo.- bueno yo…

-¿Es por Moroha?

-¿Qu..é?- Kenji se sonrojó tan rápidamente que pensó que su cara explotaría del ardor que sentía en las mejillas. ¿Podría ser que su maestro notara algo extraño? ¿Pero cómo?

-Supongo que es porque la enana sigue molesta contigo.- Inuyasha levántalo una ceja, dejando en evidencia que en realidad no pensaba nada de las "cosas raras" que creyó su discípulo.

-Sí...eso es- su mente y sus pensamientos le jugaron tan mala pasada que la confusión que tenía con la sola mención de la niña no le permitía más que aseverar lo que decía Inuyasha, aunque no fuera ese el tema que quería tocar.

-Mira Kenji, Moroha es igual de terca que su madre y aunque parezcan indiferentes por dentro, mueren por gritarte- la solemnidad con que decía todo eso y a la vez la complicidad hicieron sentir un poco más tranquilo al chico de ojos violetas.- la técnica es sencilla. Se les deja solas un rato, dale su espacio pero haciéndoles saber que te importa. Luego hablas.

-Yo lo he intentado pero creo que Moroha me odia-

-Si te odiara no haría tantos esfuerzos porque notes su molestia contigo. Es igual que Kagome.

-Gracias maestro- el chico se sentía tan agradecido con la amabilidad de su maestro que no podía, era incapaz de sacar un asunto tan incómodo como su vida secreta. No quería mentirles pero toda su vida se había sentido un poco desvalido, un poco fuera de lugar, hasta que sus maestros le crearon un espacio y lo convirtieron en alguien; en Kenji, su discípulo. Tenía que buscar la forma de crear un contexto, una mejor forma de contar todo y por fin liberarse de aquel peso, si es que no era mucho pedir para un hanyo huérfano y mentiroso como él.

-No hay de que, sé que quieres a Moroha como un hermano mayor-

-Eh…- no dijo nada. Sintió mucha rabia al notar como volvía a sonrojarse, intentó disimularlo indicando a su maestro que ya debían irse, pero fue inevitable que la palabra "hermano" le retumbara en el cerebro de manera acusatoria. ¿Pero de qué? Ni siquiera él entendía lo que le pasaba con Moroha, a veces la detestaba, la envidiaba, pero la mayoría del tiempo le agradaba, se sentía bien con ella, cómodo de una manera que no le ocurría con nadie más. Con ella era muy fácil hablar de cualquier cosa, simplemente todo parecía fluir.

-Yo en realidad quería comprarles una gran piel de un yokai oso color blanca, pensando en decorar la cabaña pero Gyo sugirió que un viaje sería mejor idea- Kagome al escuchar esa realidad salir de la boca de su hija miró con agradecimiento a Gyo que le sonrió en respuesta.

-Debemos partir pronto, sino no alcanzaremos a llegar a la cena- Miroku, que parecía impaciente por irse y Sango irían sobre Kirara, la otra pareja iría como siempre que viajaban largas cantidades.

-Esto me recuerda cuando viajabamos en el pasado. ¿Podría ir con ustedes?- Shippo había llegado a tiempo para despedirse de sus amigos.

-Ni lo sueñes Shippo, no volveremos a cargar contigo- Inuyasha lo miró divertido, aun les gustaba provocarse mutuamente

-Si, Inuyasha, búrlate. Pero sabes, tengo deseos de contarle historias interesantes a tu hija de aquel tiempo .

-¿A qué te refieres?

-A cierto perro baboso que solía comportarse como un tonto entre dos mujeres ¿te acuerdas de tu obsesión con Kikyo?

-Cállate zorro si no quieres que te mate-

-Tranquilos ustedes dos. Shippo está bromeando Inuyasha, déjalo en paz- Kagome intervino pero la verdad también la había trastocado un poco lo que dijo el kitsune.

Moroha había tomado una actitud extrañamente silenciosa, nunca había escuchado nada respecto a ese tiempo, solo situaciones puntuales y no pudo evitar sentirse muy curiosa con la mención de esa tal Kikyo, que por lo que ella sabía era la mujer de la que reencarnó su madre (por Myoga) y la hermana de Kaede, más que eso nada. Cuando ambas parejas se marcharon, las mellizas invitaron a todos a comer a su cabaña (comida que Hisui preparó, claro).

-Oye

-¿Sí? -Shippo sonreía, sabía que quería la adolescente.

-¿Qué pasó entre mi papá y esa mujer?

Kenji no participó de la comida a la que fue invitado pero aún así no pudo evitar la mirada penetrante de Setsuna sobre él. Sintió como lo seguía hasta la cabaña, así que la encaró.

-¿Dime?

-No lo hiciste.

-No pude, Setsuna.

-No me interesa porque, cuando vuelvan debes hacerlo.- la chica, con su actitud severa, volteó y lo dejó solo, pensando nuevamente. La frialdad de la exterminadora no daba ninguna tregua a la sensación de desesperanza que sentía Kenji en su interior. Aún existía una forma de no tener que pasar por eso. Era, quizá, estupido pero en aquellas circunstancias, con todo lo bien que se sentía de ser aceptado por sus maestros, de vivir en la aldea, de tener amigos...no, si su única opción era arruinar todo eso, entonces lo arruinaría pero sin hacer pasar por ese mal sabor a la pareja que lo había acogido. Y es que habían tantas cosas detrás de su existencia, de su presencia en aquel lugar y aun así él se daba el gusto de jugar a vivir la vida de alguien normal, de una persona buena...que él no era. No se dio cuenta cómo sus manos tapaban su cara, sin quererlo intentaba ocultarse y escapar de sus propios pensamientos. Esa noche ocurriría, de todas formas Koriu le había dado hasta aquel día para darle una respuesta a sus peticiones, así que acabaría con ambas cosas: con la persecución en su contra y contra la amenaza latente de un ataque a la aldea por culpa suya. Sí iba a hacer lo que estaba pensando, habían cosas que tenía que cumplir antes. Luego de varias horas, donde se dedicó a ordenar la cabaña y a dejarle un mensaje a sus maestros sobre el futon, se dirigió a la aldea con intenciones claras. Se sintió aliviado de encontrar a Moroha sentada sobre una piedra junto al árbol sagrado.

-Hola.- comenzó a incorporarse para irse, pero él se lo impidió cruzándose a ella- Espera. Solo serán dos segundos.

-No me interesa.

-Moroha.- cuando se iba, alcanzó a sostener su muñeca para girarla frente a él. Los ojos violetas de Kenji la miraban con tanto detenimiento que la niña se quedó quieta, como hechizada- Discúlpame. No debes aceptarlo, solo necesitaba que me escucharas. Y gracias por todo.

El chico la soltó suavemente, sin dejar de sostenerle la mirada que había pasado de decidida a triste en un instante. Luego, sin decir nada más, la dejó sola. En unos minutos se iría, fuera lo que fuera, tendría que darle algún término a las cosas que solo a él no lo dejaban dormir tranquilamente.

—-

-¡Setsuna, Towa!

-¿Qué pasa ?- Setsuna salió al encuentro de su prima que gritaba fuera de la cabaña.

-¿Saben donde fue Kenji? Estaba muy extraño, hace dos horas más o menos se marchó…

La exterminadora lo sabía, recordaba que el plazo del hanyo terminaba esa noche y que tendría que dar la respuesta a algo que ella desconocía.

-¿Qué hizo?

-¡No sé! Siento que se despedía de mí, como si se fuera lejos-

-¿No será fantasía tuya?- Towa miraba a su prima sin hacerle mucho caso.

-¿Crees que soy estúpida? ¡Algo le pasaba!

-Moroha tiene razón, puede ser que esté en peligro- Setsuna sin dar mayores explicaciones entró a la cabaña y trajo consigo a Kirara que había vuelto de dejar a Miroku y Sango- vamos a buscarlo.

La peliplateada no entendía qué sucedía pero acompañó a su hermana y prima a buscar al muchacho. La exterminadora le pidió a la gata que buscara con su olor a Kenji, a lo que ella obedeció. Aunque las otras dos no supieran nada, Setsuna sentía una latente sensación de miedo, como si por instinto algo la anticipara. La gata no lograba encontrarlo y las chicas tampoco, se comenzaron a impacientar luego de varios minutos hasta que unos destellos llamaron la atención de las semidemonio.

Cuando se acercaron a la luz, Towa dió un grito ahogado, bajo de ellas estaba el hanyo, arrodillado sobre la hierba y frente a él, dos hombres lo golpeaban incesantemente. Setsuna hizo un gesto a las chicas para que se callaran, a lo que obedecieron y les habló con un susurro.

-Ese es tío de Kenji, el otro es parte de su tribu.

-¿Tribu? ¿Tío?¿qué diablos hablas?- Moroha estaba enfurecida por lo que veía y por lo que escuchaba.

-Luego te explicaré. No entiendo porque Kenji no se defiende.

Los quejidos por los golpes se convirtieron en un segundo en gritos agudos por los cortes pequeños pero intensos que comenzaron a darle los hombres al muchacho.

En la mente de Moroha recorrieron pensamientos sin sentido, no entendía porque el chico no se defendía de aquello.

-Kenji. Escucha. Última vez. Di algo que nos sirva, cualquier cosa.

-Basta, no tengo nada que decir… si dejan esa idea de venganza, prometo que me iré de la aldea y en un tiempo volveré a la tribu con un hijo, lo prometo-

El hanyo miró con los ojos hinchados por los moretones al hombre que decía ser su tío. El demonio frente a él lo miraba con odio, con un desagrado que Kenji recordaba de sus primeros días con él. La mirada de quien te detesta solo por haber nacido, esos ojos violetas tan similares a los suyos. Cuando lo buscaron y lo llevaron a la tribu donde pertenecía su madre era de noche, estaba oscuro para que nadie notara su sucia presencia. Y siempre fue así, todos los años que escapaba de la aldea de hanyos para entrenar con la katana entraba a escondidas, porque su tío temía que lo vieran, que se dieran cuenta que estaban entrenando a un asqueroso híbrido. Un híbrido necesario.

-No mezcles los asuntos. Tu deber con el clan no está en discusión.

-No tengo deberes con ustedes, pero si desisten de lo otro cumpliré-

-Cállate- lo volvieron a herir, esta vez atravesando con la espada el hombro derecho del muchacho. Su ropa estaba tan sucia y llena de sangre que las chicas en la altura no alcanzaban a distinguir bien cuál era su estado.

-Si no aceptan lo que les digo, me mataré. ¡Y ya no tendrán cómo seguir su maldita tribu! - el pobre chico hablaba apenas, pero con sus fuerzas alcanzó a hablar lo suficientemente fuerte para ser entendido.

Ambos tipos pararon su tortura. Setsuna se sorprendió de oír eso, quería decir que no había intención en esos hombres de matarlo, por alguna razón ellos lo necesitaban. Towa sollozaba y decía bajito que debían hacer algo, pero Moroha estaba quieta, furiosa, sin poder decir nada.

-¿Tanto te importa esa aldea y esos humanos? Los que ponen las condiciones somos nosotros. Es cierto que no te podemos matar, pero nada impide que hagamos de tu vida un infierno. Además, ni siquiera tienes la suficiente valentía para matarte, se necesita valor para aquello y tu no pasas de un debilucho, sucio y mal nacido híbrido- Koriu volvió a levantar su arma, para acercar el filo a la cara de su sobrino y pasarla con lentitud por su rostro. Pero Kenji no gritó, no hizo ningún sonido.

Se dejaba. Y no era por cobarde, él se dejaba herir porque quería que aceptaran su propuesta. Podría defenderse, lo sabía, pero nunca podría ganarles y eso implicaba que si los hería solo empeoraría su odio hacia él y la sed de venganza contra sus maestros. Y él no aceptaría eso, no quería que más gente muriera por su culpa, como su madre, que murió porque él nació como hanyo. Así que decidió dejarse torturar por las dos personas que dijeron querer darle un hogar cuando era niño, ambos demonios puros que con el tiempo solo lo lastimaron psicológicamente, que le mostraron lo insignificante que era. Pero ahora, lo mínimo que podía hacer por la aldea y la gente que lo había acogido de verdad, era convencer a esos monstruos de dejarlo irse, darles en el gusto y perpetuar de la forma que ellos querían aquella tribu que tanto lo despreciaba pero que a la vez lo necesitaba.

-Me das un poco de lastima, Kenji. Hasta los perros huérfanos se defienden si los atacan. Pero eres tan miserable que tú mismo no proteges tu vida.- Koriu lo miraba fijamente, sin temblar ni dudar sus palabras. Moroha no pudo más, dio un grito propio de ella y las tres muchachas se acercaron a salvar al hanyo. Cuando Koriu levantó la vista y vió a las adolescentes su agudo olfato advirtió de algo.

-Esta niña tiene el olor de…- antes de terminar, Moroha lanzó un ataque directo hacia él mientras Setsuna tomaba del estómago a Kenji y lo llevaba sobre Kirara. Towa, a su vez, se enfrentaba al otro tipo, al que con un movimiento de su espada logró expulsar muy lejos de ahí, todo gracias a la sorpresa con que los había tomado. El ataque de Moroha no tuvo la misma suerte, porque el demonio alcanzó a divisarla y se apartó del lugar.

-Tu ¡tú eres hija de ellos!- el yokai cambió su mirada, el reconocer a Moroha transformó su estado físico por el aumento de su poder demoniaco. Kenji, casi desmayado, pudo ver como su tío incrementó su fuerza, guiado por sus inminentes deseos de atacar a la muchacha. Pudo notar con horror cómo usaría su poder mental contra la adolescente, congelándola como ocurrió antes con el exterminador, para luego matarla con su espada, como solía hacer la gente de su clan. Antes de ello, se soltó de la exterminadora y se acercó como pudo a Moroha, sacando sus últimas energías para adelantarse a ella y fijar la mirada en su tío. Las tres primas notaron como Kenji soltaba una energía que antes Setsuna había visto sobre Hisui, esta vez eso sí en dirección del demonio. De los ojos violetas del hanyo unos rayos azulados y una energía demoníaca tan intensa como nunca vieron se desprendieron dándole de frente al yokai, que cayó sobre sí mismo como una tabla. Moroha quedó sorprendida, no tenía idea de esas capacidades secretas de Kenji. Antes de poder decirle nada, el chico se derrumbó frente a ella.

-¡Kenji no te desmayes!

-Hiérelo ahora...sino nos seguirá, Moroha- el susurro de su voz era como el aullido de un animal herido. La furia de la chica se intensificó.

-¡Onda dragónica carmesí!- el grito de la niña retumbó en el lugar, el poder de su espada salió de la misma y dió de frente con Koriu, con un destello de luz roja intensa que iluminó el cielo oscuro.

Setsuna decidió que no esperarían a ver los resultados, así que ordenó a la gata irse de ahí con el peso de todos sobre sus hombros. Ya a una distancia prudente, Moroha descendió de la misma y fue corriendo junto a la gata en dirección a la aldea. Towa, como podía, intentaba detener el sangrado de las heridas del chico, que cuando emprendieron el vuelo había perdido totalmente la conciencia.

Las tres muchachas dejaron a Kenji en el centro de la cabaña sobre un futón mientras lo desvestían como podían para curar mejor sus heridas. Moroha había gruñido que no podrían contarle a nadie, así que entre las tres se esforzaron en aplicar lo mejor posible sus pobres conocimientos de medicina sobre el chico. Lo bueno es que por su estado de hanyo se recuperaría pronto, pero en ese instante las mayor ocupación de las niñas era en mantenerlo con la fiebre baja y detener el sangrado de las heridas. Pasaron varias horas, en que las chicas, aun en silencio, solo se enfocaron en que el chico respirara. Cuando amaneció, Moroha entendido que sería sospechoso que pasaran más horas sin salir de ahí.

-Váyanse, yo seguiré cuidando de él-

-Yo quiero cuidarlo- Towa, que no se había alejado de su lado, acariciaba la frente de Kenji.

-No.

-¿Por qué no? Tu también necesitas descansar.

-No, porque es el discípulo de mi papá, yo debo cuidar de él, no ustedes, nos les corresponde.-

Cuando Towa iba a replicarle, Setsuna la detuvo con un movimiento de su mano.

-Es cierto, vámonos. Si nosotras no volvemos con nuestra madre todos sabrán lo qué pasó.

Cuando sus primas se fueron, Moroha se atrevió a sentarse junto a Kenji. Su respiración era pausada pero constante, lo que la tranquilizo. Aunque su mente no entendía bien lo que había sucedido, sentía que todo lo que había pasado era irreal. Cuando comenzó a analizar todo lo que había oído, su miedo se transformó en enojo con el hanyo, por ocultar cosas. Pero no importaba, cuando despertara tendría que decirle toda la verdad.

Kenji abrió los ojos y, como aquella vez cuando llegó a la aldea, lo primero que vió fue el moño rojo de Moroha. Pero esta vez muy cerca.

-¿Moro..ha?- la niña, que estaba sentada cerca de él dio un brinco, se estaba quedando dormida en su pose.

-Kenji, despertaste, que bueno.- de inmediato acercó un pañuelo con agua helada y continuó mojando la frente del herido.-

-Me duele hasta respirar-

-No me extraña, pareciera que te atacó un gato gigante, una Kirara malvada o algo así.- Moroha sonrió levemente, no sabía si estaba bien hacer bromas pero se relajó al verlo reírse.

-Ay...me duele reírme-

-¡Qué delicado eres! Supongo que no podrás pararte a comer.- el chico lo intento, pero no pudo- bueno, te daré agua- entonces Moroha levantó la cabeza del chico para darle de beber a sorbos, dolorosos sorbos. Cuando había bebido e incluso comido un poco, Kenji se rindió nuevamente al sueño. Moroha se dedicó a observarlo. Después de un rato, pensó que había mirado tanto su rostro que podía decir de memoria cómo era, donde estaban sus heridas. Cuando comenzó a anochecer, agradeció haberse quedado dormida antes, porque de la nada el hanyo comenzó a sudar nuevamente, esta vez con una fiebre tan intensa que Moroha temía por él. Recordó que su madre le comentó que a esos pacientes en el futuro los desnudaban lo más posible y ponían paños con agua en frente, axilas y pies, con objeto de bajar la temperatura. Y eso hizo, olvidándose del pudor que todo eso le ocasionaba, lo dejó solo vestido de la cintura hacia abajo, para poner paños húmedos en dichas partes, los que cambiaba cada cierto tiempo. Al cabo del rato ya solo podía observar, ver cómo se retorcía en sí mismo balbuceando cosas incoherentes. Y algunas no tanto.

-Mo..ro..ha-

-Dime Kenji.

-Perdóname- aunque no abría los ojos, la fiebre hacía que el tono de su voz fuera excesivamente melancólico.

-Después hablaremos de eso. Descansa.

-Pensé que te mataría. Tú no sabías de ese poder.

-¿El poder para paralizar gente?

-Sí...no quiero que te pase nada, no te acerques a él. Tuve mucho miedo por ti.

-No creo que ese tipo siga con vida, debes estar tranquilo.- Moroha se sintió conmovida de cómo el pobre hanyo intentaba hablarle. Con el deseo de darle entender que ella estaba con él, se acercó un poco para acariciar su mejilla y su frente. De alguna manera hacer eso era también un intento por tranquilizar su agitado pecho, ella también había tenido mucho miedo por él.

Kenji sonrió. Moroha supuso que a pesar de la fiebre, el chico le hablaba seriamente y comprendía todo lo que sucedía.

-Yo...quiero que sepas todo. Ellos me buscaron de niño. Me dijeron que eran de mi familia. Perdoname.

-Kenji, estás muy afiebrado.

-No, déjame hablar.- la niña comprobó el calor y se sorprendió de notar que había disminuido mucho la fiebre. Al parecer, Kenji estaba decidido a conversarle. Y así, mientras Kenji le hablaba con los ojos cerrados y un sudor tenue, Moroha supo la verdad de la infancia del hanyo, todo lo que antes había dicho a Setsuna. Cuando terminó luego de lo que parecía cerca de una hora, abrió los ojos lentamente, al menos lo que los moretones en los ojos le permitían. La shinhanyo sintió una cálida tranquilidad al ver como los ojos violetas del chico volvían a mirarla con la intensidad de siempre.

-No quería ocultarles eso a ustedes.

-No seas ridículo. Mis papás te comprenderán, pierde el miedo.

-Eso espero…

-Solo hazme un favor, Kenji.

-Lo que tu me pidas.

-¡Deja de quedar todo herido! Es sorprendente como siempre terminas golpeado, eres un caso perdido- Kenji se rió tan fuerte de ese comentario como sus huesos rotos le permitieron, luego tosió en compensación, el dolor de las costillas lo hizo maldecir por dentro, pero la risa en respuesta de Moroha lo hizo olvidar un poco aquella incomodidad. La chica, que estaba a un costado del enfermo, sacó el paño de su frente y como notó que ya estaba bien de temperatura, tapó su cuerpo.

-Entonces, ¿tu tío te buscó de niño porque eres la única esperanza de tu clan?

-Algo así. Koriu me contó que hace años, antes de que yo naciera, el árbol sabio al que recurría mi abuelo le dijo que mi raza estaba maldita, que ya no nacerían ni vivirían hijos sanos que mantuvieran la especie, con excepción de un niño de sangre sucia.

-que maldito término.

-Sí, después mi madre se involucró con mi papá y cuando nací ella murió. Luego mi padre me abandonó, así que como no podían criarme por ser híbrido mi tío me dejó en el pueblo de hanyos, con la espada de mi madre.

-Wow, así que esta fabulosa espada era de ella. Genial.

-Sí- Kenji se sintió orgulloso de ese comentario- solo me dejó vivir porque temía que fuera cierta la profecía. Cuando fue a buscarme yo tenía once años y, por lo que supe luego, ni mi tío ni nadie de la tribu tuvo hijos. Nadie sabe por qué.

-Yo creo que es una enfermedad, porque las especies puras suelen mezclarse entre ellos, lo que produce hijos enfermos. - Moroha tenía esos conocimientos gracias a su antigua maestra.

-Eres muy inteligente-

-Lo sé.- Moroha le sacó la lengua divertida, Kenji que ya estaba más repuesto se levantó como pudo, sentándose sobre el futon.

-Entonces ellos quieren que busques a una demonia pura y tengas hijos para continuar con el clan.

-Exacto. Todo porque somos una de las pocas especies de yokai que tiene poder de control mental. Además de una antigua tradición en el manejo de la katana.

-Te creo, nunca había oído algo por el estilo. Realmente es una habilidad increíble.

-Em...supongo. Yo no sé usarla a cabalidad.

-Oye ¿y la venganza? ¿Qué tiene que ver con esta aldea?

-Ah...eso es... Es que mi tío quiere vengarse de mí haciéndole daño a esta aldea y a ustedes en particular, todo porque me encariñe y dejé para después mi principal propósito. - Moroha asintió, parecía convencida. Kenji sintió un poco de remordimiento, ya que eso último solo era una mentira. Si bien había contado todo lo más posible, ese punto en particular era asunto diferente y aun no quería decirlo, contarle a Moroha que en realidad la venganza de su tío tenía directa relación con Inuyasha y Kagome. Y con ella, en consecuencia. Si se lo decía, la chica era capaz de sacarlo a patadas de la cabaña. Luego, se dio cuenta de algo. Si su tío estaba muerto, ya no era necesario que sus maestros supieran que en realidad él había sido enviado por el clan para vengarse en su nombre. Ya no sería necesario arruinar la relación que tenía con toda la familia.

-Come. Mira, te seré sincera, no sé cocinar. Pero he visto a mi mamá hacer esto muchas veces, le pone cosas con olores fuertes, verduras de colores, algunas hojas...yo hice eso mismo, creo- Moroha estaba muy sonrojada, no quería darle un ordinario arroz blanco al muchacho, tenía deseos de darle algo mejor y cuando dormía, se había esmerado en replicar la receta de su madre.

-Huele bien al menos.

-Se sincero, no quiero que comas obligado- la niña quedó atenta a la opinión de su comensal, que se llevó un poco de la comida a la boca. Pero Kenji comió, sin decir nada.- ¿Y?

-Em…- Kenji comía y comía, sin hablar. Hasta que se sonrojó él también, lo que le llamó la atención a la chica.

-¿Qué pasa?- Moroha lo probó por su parte. Lo primero que pensó es que sabía a tierra, era asqueroso-

-Está bien- Kenji no pudo disimular más una leve sonrisa, pero seguía comiendo.

-Está horrendo, mentiroso. No me mientas por compasión.

-Bueno, sí. Está asqueroso- el hanyo no pudo más y dejó el plato en el piso para reírse a buena gana, no sabía cómo pero Moroha se las había arreglado para transformar esa preparación de verduras y especias en algo que sabía a tierra húmeda. Para su tranquilidad ella también se reía feliz.

Al día siguiente Kenji seguía acostado aunque ya podía sentarse y la fiebre no había gemelas habían ido a verlo y se marcharon cuando notaron el mal humor de Moroha. Towa estaba tan feliz de verlo bien que tomó entre sus brazos a Kenji para acunarlo como un bebé por unos minutos. El se dejó, pero tan abochornado que después no podía mirar a nadie a la cara. El resto del día transcurrió tranquilo, hasta la tarde que el dolor de espalda no dejaba en paz al hanyo. Moroha le hizo un ungüento como su madre le había mostrado, rogando haberlo hecho mejor que la comida.

-Gracias, creo que funciona-

-De nada. Aunque para de enfermarte, no sirvo de sacerdotisa- Moroha estaba estirada en el piso de la cabaña cerca de Kenji que seguía recostado en el futon. Ambos miraban el techo mientras conversaban. -Sé que no seré nunca cocinera. Ni sacerdotisa.

-¿Cocinera no? Qué lástima- Kenji recibió un palmetazo en el hombro que le recordó que no molestara a la adolescente.

-¿Tu pretendes ser espadachín o un mata demonios como mi padre?

-No lo sé. Nunca había pensando que quiero de mi vida.- era verdad, primera vez que alguien le preguntaba eso.

-Yo tampoco.

-¿En serio sacerdotisa no? Después de todo tienes poderes espirituales y se te da bien cuidar de la gente.

-No me llama tanto como pelear, aunque no sea muy femenino de mi parte-

-¿Hay algo que desees, entonces?

-Emm…-Moroha se quedó unos segundo pensándolo, si bien no sabía a qué quería dedicarse, sí tenía un deseo guardado en su corazón- no le he dicho a nadie, pero me gustaría conocer el mundo. Me explico, salir con lo necesario y recorrer otros países, mi mamá me ha contado que existen muchos otros lugares, con paisajes y gente distinta. Me encantaría ver todo eso.

-Suena muy interesante en verdad. ¿Lo quieres mucho?-

-Sí, hace tiempo me di cuenta que a pesar de que me he sentido muy feliz con mis padres, algo me llama a estar en más sitios. Necesito moverme. Aunque supongo que no pasará.

-No seas tonta. Si quieres conocer debes hacerlo. Tienes el espíritu. Tus papás van a entenderte, si eso temes- Kenji sabía que las dudas de la chica eran respecto a sus padres, el dejarlos solos.

-Supongo que tienes razón. No sé como pero siempre pareces tener más respuestas sobre mi que yo misma- Moroha se incorporó del suelo para mirarlo en altura. El hanyo se sorprendió de verla así, estaba muy cerca de él.-¿Y tú?

-Yo solo quiero tener tranquilidad. Y fuera de eso, creo que me gustaría enseñar katana a más gente, algo útil para alguien.- la niña le sonrió en respuesta. El muchacho se sintió demasiado encantado de esa sonrisa coronada con un colmillo que sobresalía de los labios gruesos y rosados de Moroha. Siempre había disfrutado en silencio de ver como parecía que ella misma se mordía con el colmillo al reírse. Era de alguna manera algo lindo de ver. Sin quererlo se le aceleró el corazón de la nada, mientras la niña seguía mirando en la altura.

-Te haré la cena.- Moroha se levantó del piso para dejarlo totalmente alterado, Kenji temía que su cuerpo ya no respondía de ninguna forma coherente a los gestos, a la voz y a los ojos grandes de la shinhanyo. Se ponía como un tonto y estaba empezando a temer que sabía porque pasaba eso. Pero no, no debía ser, así que calló su mente y cerró los ojos. Lamentablemente, el tarareo suave de Moroha mientras cocinaba no lo ayudaba a sacarla de su mente.

Para el siguiente día, Kenji era capaz de caminar con mucha normalidad. De todas formas la shinhanyo le ordenó guardar reposo, quedando nuevamente a sus cuidados. Ambos habian generado un especie de rutina donde el chico descansaba, ella lo cuidaba y todo el tiempo conversaban de todos los temas del universo. Llegada la noche, la cena de Moroha habia logrado una mejora considerable lo que la habia puesto muy feliz, todo hasta que recordó algo.

-¡Maldita sea!-

-¿Pasó algo?- Kenji, en su futón, se alteró con el grito de la chica

-No he dado agua a las hierbas de mi madre en todos estos días. Debe estar todo seco.

-Que distraída eres-

-Cállate quejón.

-Gritona mal humorada- Kenji le sonreía, hacer enojar a Moroha era divertisidimo.

-Keh…- la niña salió deprisa al frío del exterior. Aquella noche en particular el viento corría fuerte, solo dando pequeñas pausas donde el frío calaba los huesos. Kenji suspiró pensando como la tonta de Moroha había salido sin su capa. Después de unos minutos en lo que pensó que ella tomaría conciencia y volvería a la cabaña decidió que mejor él salía para entregarle su abrigo. Se sorprendió al salir el encontrarse a la misma sentada entre algunas hierbas muertas y otras a medio morir, su actitud era de desgano y parecía que intentaba tocar con la frente la tierra. Con sutileza, la tapó con su capa y, sin saber porqué, se sentó junto a ella.

-Gracias. Mamá se va a enojar.

-Yo diré que fue mi culpa, tranquila- Kenji la miró, la cara de la niña estaba muy blanca y sus mejillas levemente rosadas, de un tono carmesí similar a sus labios. Se veía muy adorable. Notó como se abrazaba a sí misma, de seguro su sangre humana no la resguardaba correctamente del viento gélido.

-Deberías entrar, se nota que estás congelada.

-Tu deberías, estas convaleciente, ridículo. Yo estaba aquí aclarando ideas.

El muchacho solo le sonrió dándole la razón, irritando a su compañía que lo miró lo más enojada que el frío la dejaba. Pasaron unos segundos, minutos quizás y Moroha comenzaba a enojarse de que su difícil paciente no se parara.

-¿Qué pasa?

-No puedo levantarme. Creo que cuando me senté me pase a llevar una costilla o algo. ¡Pero no es nada! No duele. - el muchacho se adelantó levantando los brazos con los ojos cerrados cuando la chica lo miró llena de odio, le había costado mucho curarlo para que estuviera haciendo pedazos su trabajo. - Entremos juntos, vas a morir congelada.

-Sabes que no. Cuando vi las hierbas me dieron ganas de sentarme a sentir el viento en la cara. Y pensar.

-¿En qué?

-Cuando mis papás se fueron, Shippo me habló de una mujer...una sacerdotisa relacionada con mi madre y me enteré de algo.

-¿Qué era pareja de tu padre? - Kenji le sostuvo la mirada a la niña que abrió sus ojos inmensos.

-¿Tu sabias?

-Sí, oí algunos rumores y Shippo con las mellizas me contaron la historia. Es muy triste.

-Keh...quizás sí. Pero me sentí extraña.

-¿Por qué?

-Porque no puedo creer que mi papá estaba enamorado de ella y como pasó todo. Por un minuto pensé, que quizás, si mi madre no hubiera venido, si ella no hubiera muerto, yo no existiría. Fue extraño.

-Em...sí, muy raro. Pero lo que importa es lo que pasa ahora, Moroha. El resultado final fue que tus padres te tuvieron, era el destino. Y no sabes como me costó imaginar a mi maestro junto a otra mujer.

-Sí- la niña se rió- para cualquier que lo conozca, no va con su personalidad estar de romántico.- un estornudo extremadamente sonoro salió de la chica que dió un brinco. Tenía la nariz muy roja.

-Tu semblante está raro ¿te sientes enferma?- y Kenji, sin pensarlo mucho, hizo lo que sabía para ver la fiebre, aprovechando la cercanía con Moroha acercó su frente a la de ella, chocandolas, para comparar las temperaturas. Se sonrojó en respuesta cuando se dio cuenta de lo que había hecho y como la muchacha lo miraba tan de cerca sin mover un pelo.

-¿Qu..é haces?

-Quiero ver si tienes fiebre.- pero después no le importó la incomodidad, viéndose así algo lo paralizó y fue incapaz de moverse de su posición. Moroha estaba sentada, semi doblada y con ambas manos en el pasto. El, por otro lado, estaba sentado y un poco girado, tenía su frente pegada a la de ella y las manos sujetas fuertemente a sus hombros. Pero cerró sus ojos, si la seguía sintiendo mirándolo escaparía y de alguna forma estaba muy cómodo de esa forma.

-No sabía que se hacía así…

-Em…¿tu nariz está húmeda?- el tono con que le habló era tan suave que se tornó relajante en los oídos de la niña.

-Sí, lo heredé- Moroha estaba tan entumecida que solo era capaz de responderle en pequeñas frases. Era consciente de aquello, pero no podía salir de esa postura. Solo se admiró del hecho de que ya no sentía el frío, el calor de su cara, de su pecho y de su estómago la habían hecho olvidar el exterior. Luego, algo parecía que había explotado en ella cuando Kenji acercó más su rostro y pego su nariz a la de ella. Y la empezó a mover, de un lado a otro chocando con la de ella. Estaban tan peligrosamente cerca que el aliento del hanyo le daba en todo el rostro y lo calentaba, de manera muy agradable. Pudo, para su agrado, disfrutar de un aroma en particular viniendo de Kenji, su agudo sentido del olfato le ordenaba que olfateara en vista de aquella cercanía, que sutilmente lo oliera y gozará en silencio como el aroma a bosque de Kenji, unido a la tierra húmeda, las hierbas a su alrededor y el propio olor del viento confabularan creando algo muy delicioso para sus sentidos. Era muy extraño, aunque estaba nerviosa e incómoda en esa postura, todos sus sentidos se había arrebatado simultáneamente, haciéndola percibir todas las cosas a la vez; el tacto tibio de sus narices, el placentero aroma recreado, el lindo tono mate de la piel del hanyo bajo la luna y los ruidos de las hojas de los árboles en compás.

-Si regulas la temperatura en la nariz podrás perder el frío- él se justificaba, pero todo lo que hacía era puro instinto y…¿deseo?. El también se advertía asaltado por sus sensaciones internas, ya el frío, el lugar, la hora y todo daba igual, se sentía asquerosamente bien de estar así. De alguna forma mover su nariz contra la de ella, de manera lenta pero impetuosa, era su manera de declarar y manifestar sus deseos de tenerla lo suficientemente cerca para que todos sus sentidos explotaran a la vez, para que todas aquellas pequeñas sensaciones que se unía en hilo lo hicieran experimentar todo aquello que, en silencio, quería sentir de la muchacha. Que más daba, en ese momento no podía mentirse a sí mismo, tenía muchas ganas de apretarla contra él, de ajustarla a su pecho y hacerle saber cómo la quería, como lo hacía padecer sin ella darse cuenta de tantas cosas exquisitas. Era gratificante percibir como el corazón de Moroha se agitaba contra su pecho con rapidez, su nerviosismo era evidente y podía percibir sin abrir los ojos como su rostro irradiaba calor envolviéndolo en su calidez. Si pudiera describir aún más el cómo se sentía en ese momento, Kenji habría dicho que nunca estuvo más despierto en su vida, todo aquello que lo hacía un hanyo, un semidemonio, le otorgaba la oportunidad de gozar a cabalidad como se había creado un escenario ideal para ambos, cómo reaccionaron sus cuerpos y cómo se sentía impulsado a conocer más de esos nuevos gozos. Después de varios segundos, donde la niña también había cerrado los ojos, Kenji dio un suspiro angustiado y, sin parar de acariciarla con la nariz, comenzó su batalla interna.

"No sé que hago, pero me siento tan bien, tan feliz" Kenji se sintió en una ocasión de una en un millón, su mente le decía que nunca más estaría así con la shinhanyo, que nunca más la tendría tan a su merced, tan entregada a sus cuidados. La incertidumbre y el miedo de verse alejado de cómo se estaba sintiendo, unido a su incremento y fuerte deseo de sentirla más con él, lo hicieron darse cuenta de algo.

Era ahí, ahora. Entonces, como si con su tacto quisiera decirle todo lo que no sabía hablar, dejó que su nariz guiará su camino tortuoso hasta unir su boca con la de ella. Dejó que sus labios enfrentaran los de chica, con desconocimiento pero viviendo algo que le parecía tan natural de alguna manera que se dejó llevar con tranquilidad cuando sintió que la muchacha le correspondía, junto a su boca, entregándole la suya misma, dejando que ambos se conocieran. Y, con la forma que los caracterizaba a ambos, el beso se transformó de un roce suave y tímido a un vaivén delicioso en que Kenji separó sus manos de sus hombros y tomó suavemente el rostro de Moroha para guiar aún más el beso, el recorrido dulce que estaban dando juntos, él disfrutando de cómo ella abría su boca para acariciar sus labios y como sutilmente lo rozaba con su colmillo, y ella de cómo él se dejaba estar en su caricia tan íntima, invitándole a que hiciera lo que quisiera. Sin saber como, ambos se vieron a sí mismos tan unidos como era posible, ella casi abrazándolo con ansiedad y él agarrando su cabello moreno que caía bajo el moño rojo. Se besaban como si vieran dentro del otro las razones del universo, sin darse pausas y pasando de la torpeza del primer beso al atrevimiento de saberse correspondidos.

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Nota: hola de nuevo. Cortito, porque de nuevo quedó enorme el cap...¿les gustó? ya...en serio quiero saber, le puse harto amor al final del capítulo, necesito saber si se notó jajaja espero saber igual que creen que suceda ahora entre ellos ¿qué creen? El prox cap saldrá un poco de las "vacaciones" de InuKag y MirSan.

Gracias a todos por leer!.

Que estén todo super bien :)

Doratina

Rws:

-Genesis: gracias por escribir! si, Kagome quiere bebés, aunque sabemos que para ellos es un poco complicado, así que a ver como les va. ¿Te gustó la conversacion de Koga e Inu? Un abrazo!

-Manu: que bueno que te gusto :). Temo lo mismo que tu, lamentablemente, ojalá la temproada 2 se enfoque también en Moroha, pero ya no espero nada. Al menos Moroha ya sabe un poco de la historia con Kikyo, veamos que hace con esa info ;) quise incrporar eso solamente con un fin especifico, espero que cuando se de sea de tu agrado. Sobre Sessho, opino igual que tu con lo de Kagura, se me hace un personaje que ayudó a desarrollar a Sessho como personaje. Lo del collar no sé pero respecto al sesshome jaja no sé, a mi no me agrada, Kagome necesita otro tipo de hombres a mi parecer, necesita alguien que la he tenido mucho tiempo para escribir, de hecho este cap me costó desarrollarlo por temas de estudio, pero tengo una libret y voy anotando las ideas de los otros fanfics muajaja. A mi Hojo me daba penita, ojalá fuera feliz al final. y sobre si escribir de Ranma ..uhhh no lo había pensando, Ranma me encanta pero ninguna de las novias me gusta, probablemente le inventaría otra jajaja y Akane con Ryoga (with not?) un abrazoooo, gracias por escribir !

-daide luct: hola! gracias por tu comentario. Que bueno que te gustó, a mi me agrado que destacaran esa conversación en los rws, tenia ganas de escribir algo así entre ellos, como señal de respeto mutuo. ¿qué te pareció este cap :O? Un abrazo! (sobre lo de Moroha, me gustó la idea, quizá lo desarrolle)

-hghg: hola! gracias por escribir :) y que bueno que te gustó. ¿Qué te pareció este? Un abrazo!