Tenía solo catorce años cuando él comenzó a verla con otros ojos. Hasta ese día nunca había sido tan consciente de su propia belleza, no hasta el momento en que los oscuros ojos violetas del demonio se posaron en ella y la miraron de arriba hasta abajo, como si con ello pudiera determinar su valor. Sabía que los seres como ella se dejaban llevar por los instintos, lo más salvaje en el fondo de sus almas y en sus deseos más oscuros.

Pero, ni con eso presente, tuvo ni la mínima idea de cómo cambiaría su vida cuando a sus dieciséis años su maestro de katana, Yorio, se presentó en su hogar con un orden muy clara: el líder la quería en su palacio. Ni su padre, ni su madre, ni ninguno de sus hermanos mayores preguntaron nada, solo aceptaron obedientemente y le dieron indicaciones frías, incluso confusas. No ayudó mucho que la demonia que la había dado a luz le manifestara su supuesta suerte, la dicha que tendría, en fin, una vida maravillosa.

Todo muy absurdo en ese momento, pensó Nomi, aun apoyada en la pared mirando de soslayo a la shihanyo que había capturado.

Para ese entonces nadie sabía que ella, fuera de su estampa de joven demonia y practicante de katana, se sentía genuinamente enamorada de su compañero de entrenamiento. ¿Y cómo podrían? no solo era secreto para la aldea que Yorio entrenaba a escondidas al sobrino mestizo del líder, sino que a ella misma le parecía vergonzoso admitir que no solo que eso era un hecho, sino también que con el tiempo que había transcurrido, había desarrollado un sentimiento real de apego y cariño al muchacho de olor humano.

Y es que la presencia frente a ella de Moroha y su convicción respecto a los sentimientos de Kenji la hacían sentir el mismo arrepentimiento que vivió todas las noches que pasó lejos del muchacho, junto a Koriu. Recordaba de manera difusa, a causa de su propia desdicha, como había prometido irse con él y como finalmente lo habían dejado de lado. No lo planto pero fue incluso peor, sobre todo por la expresión de extrema soledad de Kenji al momento de quedarse solo en el bosque, con sus pocas pertenencias y la certeza de que Nomi nunca sería su compañera de vida.

Nomi gruñó en su puesto. ¿Acaso la híbrida tenía razón? Ella estaba ayudando, otra vez, a que la vida de su querido Kenji empeorara, que todas las penurias que le tocaron no cesarán. La falsa idea que se había creado de que su lugar estaba en aquella aldea fría de demonios impersonales y desapegados fue diluyéndose ahí mismo, mientras permanecía paralizada de miedo por todo lo que había hecho.

Y Moroha…Moroha le había dicho la verdad muy simple: que estaba dañando a la única persona que la había querido de verdad. ¿No se estaba aferrando, tristemente, a una esperanza sin fundamentos? Ella misma se había convencido de que aún podía lograr sanar la herida que ella misma contribuyó a crear, derrocar a Koriu y, mágicamente, retomar su vida junto al hanyo…cuando ella sabía perfectamente que, en el fondo, ninguno de los dos lo deseaba.

Entonces lo entendió. Nomi lo entendió solo cuando hizo venir junto a ella su locura, sus anhelos absurdos. Kenji ya nunca más la querría. Ya nunca estaría con él, ya nunca podría reparar lo que había arruinado.

La demonia pensó que de ser humana lloraría. Pero no podía. solo era capaz de sentir esa penetrante pena dentro de sí misma, incapaz de hacerla realidad manifiesta.

-Nomi…-susurró nuevamente la niña. Después de volver a sentir unos intensos dolores en el cuerpo y el estómago, vió aproximarse a la demonia.

-Escucha- dijo la misma mientras se acercaba y, sin mucho cuidado, le soltaba las amarras de brazos y piernas, pero sin liberarla en totalidad- fuera de este aposento hay cuatro guardias con katanas. Si atacas rápidamente no será difícil, ellos no conocen tus habilidades. Luego, sigue el pasillo y con tu olfato guiate hasta donde sientas olor a comida. Junto a ello hay un pequeño sector con armería. Ahí recuperarás tus cosas. Ya después dependerá de ti.

Sin más, Nomi le dio una última mirada a la muchacha. Moroha sintió un alivio inmenso pero, a la vez, aún era incapaz de confiar a cabalidad en ella. La demonia pareció entenderlo.

-No es un engaño. Solo…- el murmullo que era la voz de Nomi hacía juego con el desastre que era su apariencia, pensó la shihanyo.

-Sé que va a perdonarte- le dijo Moroha, dándole la calma de mirarla a los ojos solo unos instante antes de desviar la mirada, confundida por todo lo que estaba sucediendo.

-Suerte- le dijo al final la hermosa demonia, para luego irse del lugar. Moroha sintió que detrás de ella Nomi no solo la dejaba a ella, sino que dejaba todo su pasado.


En todos los años que practicaba la katana nunca le había tocado participar en una batalla de esa especie. En segundos se había separado de su maestro; ahora estaba en medio de pares de guerreros que combatían con sus armas, inmersos todos en una especie de aura densa, de aromas nocivos y ruidos agudos. Kenji sabía que tenía habilidades, pero también era cierto que toda la calma que lo caracterizaba en la vida no sé reflejaba al momento de pelear; el odio que sentía en esos momentos por su tío, por todos los que lo seguían y por la vida misma, lo hacían sentir mareado de disgusto y, extrañamente, muy excitado por la emoción propia de la pelea. Incluso no tenía muy claro cuantos demonios de la especie de su madre había derribado, la sangre parecía que brotaba de sus propias manos por cómo iba asesinando a todos los seres que se le presentaban. Sangre, sangre en las manos, en la cara, en la ropa…y totalmente impregnadas en sus sentidos. A sus lados corrían espíritus y hombres, de vez en cuando uno de ellos se metía en la pelea de otros para ayudar y luego a los segundos era matado por otro del bando enemigo.

Llevaban algunos minutos peleando dentro de la aldea, podría decirse que incluso horas a juzgar del caos que se engendraba en torno, cuando se creó una pausa a causa de que su contrincante escapó de él. Este pequeño segundo de distracción se rompió cuando sintió un golpe cerca del hombro. Había logrado esquivar torpemente una especie de mazo blandido por un enorme demonio.

-¡Híbrido traidor!- le gritó entonces, mirándolo fijamente. Pero Kenji, insolitamente divertido, le sonrió pero no le dijo nada, se acercó velozmente con su katana y, cuando iba a recibir una estocada en la cabeza, aprovechó el impulso del mismo demonio para derribarlo de una patada en las piernas. Una vez en el suelo, lo remató cortándole la cabeza, probablemente la mejor forma de aniquilar a un demonio (claro, si no volvían a pegarle la misma).

A la distancia divisó a la diestra Setsuna en una especie de danza contra sus enemigos, la chica, que si bien ya no contaba con sus poderes demoníacos, mostraba una destreza increíble usando su naginata. También, alcanzó a ver a Mineko con su inmensa estatura luchando contra dos miembros del enemigo. Kenji sólo pudo agradecer en su mente que a pesar de que eran pocos, era gente sumamente hábil y que para pesar de su tío, tenían experiencias más recientes peleando que su ejército demoníaco.

En un momento percibió que la hanyo, que previamente había visto a los lejos, estaba ahora a su lado, mirándolo con ceño fruncido y totalmente sucia por la batalla. Así, sin dejar de pelear con quien se les pusiera enfrente, Setsuna se dirigió a él.

-¡Esto es un maldito caos! Tenemos que resolver el asunto del bloqueo sino no podremos ganar, no sin perder muchísimas fuerzas- gritó la chica, mientras le daba la espalda a Kenji intentando protegerse mutuamente.

-Lo único que se me ocurre sería un alto poder espiritual…como el de mi maestra o- el hanyo alcanzó a esquivar un golpe directo que pudo dar a la muchacha si no fuera porque está se agachó, percibiendo el ataque- o…Moroha. Pero está encarcelada dentro.

-Lo sé, la loba nos explicó todo. ¡Tía Kagome está fuera de discusión!- el pequeño espacio que dió el vencer a los demonios que los embestían permitió que los hanyos volvieran a mirarse. Kenji dió con la preocupación de Setsuna escrita en sus ojos y casi podía oler su angustia, lo que lo hizo sentir culpable- Moroha, ella es la mejor opción. ¿Por qué aún no se ha liberado?

-Estoy de acuerdo, pero dudo que no esté custodiada- dijo él, guardando para sí mismo su temor de que pudiera estar en peligro inminente. Si conocía en parte a su tío, sabía que logrando meter en la aldea a su maestro y a él era la única razón de tenerla secuestrada ¿para que más la querría?.Por otro lado, su interlocutora parecía estar viendo la situación de otro modo.

-Tranquilo, confía en ella- susurró esta vez Setsuna, dándole lo que puedo ser su mayor intento de una sonrisa, considerando quien era ella- mi prima se ve desastrosa pero es muy hábil. Seguro que está bien.

"Confía" oyó el hanyo, lo que le permitió recordar con mucha nostalgia la ocasión en que Moroha le había pedido que confiara en ella. Volver a ese momento lo hizo sentir un instante de paz que, de alguna forma, le recobró la esperanza. Por otro lado, la certeza de que estaban ahí creyendo que Moroha estaba bien, lo hacía entender que también estaban ayudando en su empresa personal.

-Tienes razón- alcanzó a responder antes de esquivar otro golpe y ser ayudado por la muchacha- mierda…gracias, Setsuna. Gracias en verdad por todo.

-No hay de qué- dijo ella, comprendiendo a lo que se refería en realidad- Sobre la aldea…Towa quedó a cargo. La loba nos advirtió que podría ser que tu tío enviará un grupo hasta la aldea con objeto de debilitar a los que te acompañaron y darle caza a tía Kagome, por lo mismo, alcanzamos a sacar a algunos aldeanos.

-Bien pensando…Setsuna, necesito acercarme a la mansión para encontrarme con Koriu. Es la forma más fácil de terminar con esto- gritó Kenji. Ambos hanyos habían logrado resguardarse detrás de un muro destruido.

-Intentaré darte ventaja, ve. Solo hazlo en silencio. Luego iré con mi tío.- el hanyo asintió agradecido y salió como un gato en dirección al palacio. Había logrado acercarse lo suficiente, al menos eludiendo a otros seres en sus respectivos duelos, hasta dar a un sector próximo a los jardines. Aun así, le llamó la atención ver a algunos soldados que parecían estar ocultos. ¿Qué hacían ahí? sobre todo considerando que en el pleno de la batalla el bando enemigo iba perdiendo considerablemente. Intentando no perderse en ese pensamiento, continuó acercándose, hasta que estuvo lo bastante cerca para derribar algunos demonios y luego entrar a la mansión.

Iba a entrar, por fin iba a terminar con todo esto de una maldita vez.

Pero, lo siguiente que sucedió no se lo esperaba: de detrás de la inmensa edificación de su tío salió una gran cantidad de soldados, los que para su horror personal se dispersaron en dos francos, un grupo en hilera hacia la izquierda y otro hacia la derecha, formando rápidamente una suerte de gran círculo alrededor de todo el grupo que acompañaba a Kenji. Y eso no era todo, también vió como detrás de cada soldado unos seres se arrastraban por el suelo, con un sigilo y una rapidez que para los ojos humanos habría sido imperceptible. Cuando entendió lo que planeaban, se alejó del sitio en el que estaba. Por eso y porque los guardias que había visto ahora formaban parte de la alienación.

A los segundos, cuando ya estaba de nuevo en medio del campo de batalla y junto a Setsuna nuevamente, Mineko apareció a su lado con el rostro encolerizado.

-El desgraciado espero que estuviéramos dentro y distraídos para hacernos esta encerrona. Toda nuestra ventaja fue un engaño…

-¿Qué demonios es eso?- preguntó Setsuna con tono desconcertado y dirigiéndose a Kenji al notar los seres que se movían por el suelo y que poco a poco iban llenando el espacio a su alrededor.

-Son…son serpientes. Los demonios de este clan pueden llamar serpientes y controlarlas.

-¿Es broma? ¿Todo este tiempo fuiste parte del clan Hebi?- los ojos de sorpresa de Setsuna inquietaron a su acompañante, que solo asistió con la cabeza.

-Yo no tenía idea, me enteré cuando comencé a entrenar. ¡Soy hanyo igual que tu, Setsuna! no tengo esas habilidades…

-¡Cállense ambos! Tenemos que salir de este encierro, van…¡maldita sea!- gritó Mineko, junto antes de que unas de las serpientes del enemigo lo atacaran en el brazo, empujándolo al medio donde se agrupaba más y más gente.- ¡CORRAN, SALGAN DEL ENCIERRO!

Pero fue tarde, los soldados de Koriu habían logrado que sus serpientes se levantarán, aumentaran considerablemente de tamaño y, cuando las tomaron, se endurecieron, uniéndose todas en una especie de gran escudo impenetrable.

Los aliados que alcanzaron a salir del engaño intentaron atacar por fuera, pero la fuerza de esa gran edificación creada con las serpientes fue imposible de derribar.

"Maldito infeliz" pensó Kenji, mientras notaba como su maestro intentaba sacarse de encima unos grandes armatostes hechos de serpientes paralizadas sumamente resistentes que venían sobre ellos. Toda la delantera ganada en los minutos previos se perdió en un segundo y la cólera muy bien mezclada con el terror se hizo manifiesta en la cara de los que estaban de su parte.

En solo segundos los soldados de su tío se acercaban cada vez más al resto de seres, apretandolos de tal forma de que en un momento Kenji estaba pegado por todos sus francos con otros guerreros.

-No, no, no ¡Golpeen en contra! ¡denles con fuerza para que retrocedan!- gritó el hanyo, a lo que le obedecieron sus seguidores dando con energía en sentido contrario. Inuyasha, desde su puesto, gritaba y gruñía mientras unos demonios le hacían contrarespuesta, forzandolo a botar su espada colmillo de acero en medio de su propio extremo sudor y la sangre que salpicaba.


Kenji sentía y era consciente de que estaba fuera de sí mismo desde el momento exacto en que Koriu mató a Ryu. ¿Se había entregado al caos tan fácilmente? ¿acaso no había tenido el brío suficiente para idear una manera de salir de ese embrollo? No pudo seguir cuestionando las penurias de su vida, porque lo apretado que estaba al resto le impedía seguir divagando.

-¿No se supone que se bloquearon los poderes demoníacos? - gritó Setsuna, mientras batallaba haciendo contrafuerza contra la "muralla" de serpientes.

-¡No tengo idea de que pasa…! apenas sabía de esta habilidad…-

-Las serpientes tienen vida propia, solo han sido llamadas y se les ordena algo, no soy "poderes" son "aliados" de nuestro clan- explicó Mineko -Mierda, mierda ¡ataquen, ataquen!-

En cosa de segundos habían quedado bajo el yugo de una suerte de caparazón creado con puros escudos enormes. Era imposible intentar escapar a saltos y menos a empujones, porque la fuerza que ejercían en su contra era inmensa. Estaban metidos dentro de una gran jaula que poco a poco les quitaba el aire.

Kenji sintió que realmente no sabía que hacer, veía a su alrededor como eran apresados más contra sí mismos, como estaba muy junto a Setsuna que procuraba hacer distancia con sus brazos para tener un espacio para respirar, en medio del sudor y la sangre que los rodeaba, de quien sabe quien, porque en medio de ese caos todos los cuerpos apilados de gente viva y muerta iban agotando todo el lugar. El hanyo pensó que lo único que podía hacer era ayudar a que, al menos Setsuna, pudiera seguir respirando, así que se unió a su esfuerzo.

Los gritos desgarradores de algunos de sus compañeros le dejaron claro que algunos ya estaban siendo aplastados, asesinados por la resistencia externa. ¿Eso era todo?

No, no podía ser así. Él era del mismo clan, tenía que pensar de alguna forma…

En un momento, los instintos de Kenji se alertaron al sentir los gritos del enemigo, voces que a la lejanía querían advertir sobre una súbita presencia en la aldea. Pero, ni con sus capacidades sobrenaturales pudo dar con quien se trataba, sólo fue capaz de percibir que Setsuna parecía hacer esfuerzos inmensos para sacar de sobre su cabeza los escudos que se lo impedían ¿acaso ella sabía de quién se trataba?.

Cuando quiso gritarle para saber de quién se trataba, un brillo intenso se notó por sobre el encierro en el que estaban bañando el cielo por encima de ellos, creando un deslumbrante horizonte perlado que fue más claro cuando del centro de la muralla de serpientes se abrió un espacio perfecto y redondo. El hanyo notó con mucho gozo que al final de aquella luz, la magnificencia de una flecha los rodeó a todos; aliados y enemigos. En un segundo, las serpientes liberaron su estado endurecido y comenzaron a liberar el capullo que habían creado, dejando que los soldados de adentro respiraran y se armaran. Kenji vió como su maestro había recogido su espada y un esplendor unido al característico "viento cortante" se sintió a la lejanía. Sus poderes habían vuelto, el bloqueo estaba deshecho.

Setsuna, por su lado, alejó a muchísimos enemigos y lo que quedaba del encierro creado anteriormente se deshizo con facilidad. Kenji volvió a pelear, esta vez animado por la ayuda que aún no sabía de donde prevenía, asunto que se resolvió rápidamente cuando un instante de paz dado por el escape de los enemigos le permitió ver a la distancia y en medio el caos unos ojos cafés enormes, cabello azulado y el típico arco rojo en juego.

-¿Moroha?

Y, como un engaño de su propia mente, sus ojos lo hicieron ver a la niña, cuando en realidad se trataba de la miko Kagome, la que estaba junto a un lobo de gran tamaño y coleta alta. Nada más ni nada menos que el padre de Hiroyuki, Koga. Vió que la sacerdotisa alcanzó a verlo a los ojos antes de ser llevada con rapidez por su marido (quien apareció como acto de magia) lejos del caos.

El bálsamo fue aún mayor cuando vió, justo detrás de donde estaba su maestra, una gran cantidad de lobos listos para la batalla todos liderados por Umiko y Sayumi, que al verlo a salvo le sonrió aliviada. Los demonios no hicieron pausas, su ataque fue directo y los soldados de Koriu, que habían intentado escapar, cayeron en sus garras con rapidez. Aun así, la batalla se veía equilibrada, considerando la dificultad de pelear evitando mirar al enemigo a los ojos. De vez en cuando los aliados eran paralizados como alguna vez le sucedió a Hisui, pero rápidamente alguien del mismo equipo lo liberaba. Y eso no era todo, aún era importante considerar las armas potenciadas con veneno, las que aunque no eran efectivas en los aliados de su mismo clan, si lo serían contra los lobos.

Kenji, evadiendo a quien se le cruzara, se tomó el tiempo de llegar junto a Sayumi y explicarle ese detalle, el que ella parecía tener presente a juzgar por cómo los miembros de su raza esquivaban con especial atención las armas del clan hebi.

Retomando su idea inicial, Kenji intentó rodar la mansión, está vez aprovechando la confusión en el equipo de su tío, el que parecía estar liderado por Yorio, demonio al que solo vió dar la cara cuando la situación se complicó para ellos. Cuando consideró que estaba lo bastante cerca como para intentar evadir a algunos guardias e inmiscuirse al palacio, avistó una familiar figura saliendo de una de las gran puertas laterales del edificio. Era Nomi. Un descomunal sentimiento de desagrado lo rodeó al recordar la traición de la demonia. Conjuntamente, un impulso agresivo la hizo caminar sigilosamente hasta el sitio, pero se detuvo al notar que, junto a ella, apareció Hiroyuki.

-¡Nomi!- gritó el demonio, acercándose a la muchacha y, para sorpresa de Kenji, abrazándola.

-Hiro…no sabía que estarías aquí.

-Recién llegamos, mi hermana fue en nuestra búsqueda. ¿Estás bien?- preguntó el joven lobo.

-Si, bien. Dejame sola, debo irme de aquí-

-¿Sucede algo?- el lobo no le hizo caso, al contrario, parecía sumamente angustiado por ella y no la apartaba de sus fuertes brazos- jura que no sucede nada contigo…

-Por favor, no me abraces- rogó ella- no…no sucede nada. Te juro que estará todo bien, solo debo marcharme.

Kenji comprendió entonces que Hiro no era un traidor, no a juzgar por la expresión que poseía y que transmitía pura preocupación. El lobo solo estaba siendo igual de ingenuo que él al confiar en la chica. Como si supiera que era observada, la demonia, con un sutil movimiento de su mano, llamó a una de las serpientes dispersadas a sus alrededores y la guió contra el lobo, que alcanzó a deshacerse de su mordedura pero no logró impedir que la demonia se marchara del lugar a mezclarse en medio de la batalla, que se veía inmersa en un montón de fuego a causa de los ataques de los recién llegados lobos, en un intento de alejar a la serpientes.

En medio de las llamas, los ojos de Kenji la siguieron hasta dar con ella que seguía corriendo por entre los guerreros, casi sin sentido. Cuando pudo alcanzarla, la muchacha se giró en sí misma dándole la cara.

Frente a frente, Nomi deseo poder retroceder el tiempo muchísimo tiempo atrás.

Kenji, por otro lado, deseó no haber vivido esos momentos nunca.

La demonia, consciente de que su antiguo amigo la odiaba, dió un paso hacia atrás, decidida a escapar.

-Ni siquiera lo intentes- susurró él, acercándose un paso.

-Deja que me vaya…prometo no volver a verte

-¿Te volviste loca?- antes de que pudiera huir, Kenji la sostuvo con mucha fuerza del brazo, lo que la hizo tropezar contra él. El hanyo se quedó helado de percibir el conocido aroma de Moroha en el cuerpo de la demonia, además del olor de su sangre y lágrimas.

-Si no vas a dejar que me marche, matame, Kenji- pidió ella mirándolo con una media sonrisa que le paralizó el corazón al chico. Sus ojos violáceos contra los de ella parecían un reflejo de su infortunio.

-Primero, dime… porque ¿para qué lo hiciste? - la molestia del chico comenzó a transformarse en la más natural sensación de pesadez, de tristeza. Miraba a Nomi y no podía creer en quien se había convertido ¿o ella siempre había sido así?

-No te daré ninguna explicación. Si debes hacerlo ¡mátame luego!- la demonia, girando la cabeza, le dió acceso directo a su largo y esbelto cuello al muchacho. Sería tan simple hacerlo…matarla ahí mismo. Apunto sin pensarlo la katana hacia ella. Algo muy dentro de él, probablemente su lado demoníaco y asesino se lo pedía, se lo exigía. Ella no solo lo había traicionado, se había metido justamente con su persona más importante ¿no era eso suficiente?

Pero Kenji no podía. Percibió como junto a su garganta se atoraba el agitado ritmo de sus latidos ansiosos, asustados y enfurecidos. De pronto, la idea de que Nomi no le decía nada porque ya era muy tarde para la shihanyo le dio de frente muy duramente.

-¡DIME PORQUE LO HICISTE!- gritó otra vez, más enojado, con más cólera y con más deseos de llorar. Era incapaz de preguntar directamente por la adolescente- Maldita sea Nomi, porque…

-¡Simplemente lo hice! ¡No me pidas que te lo explique!

-Eres…eres una maldita desgraciada- le dijo entonces, soltandola contra el suelo, sabiendo a ciencia cierta que la muchacha no escaparía de su escrutinio- Eres probablemente lo peor que me ha pasado en la vida.

Su voz era un susurro gélido, casi ultrasonoro.

-Esto no es solo una traición, es…es un intento tan burdo de hacerme daño.

-Eso no es cierto…-se atrevió a decir Nomi, por primera vez, volviendo a mirarlo a sus acusadores ojos violetas que no le desprendían la mirada cargada de odio.

-Sí, sí lo es. Sabías perfectamente lo que significa Moroha para mi, aun así…Pero tú eres la más perdida en esto.

-¡No sigas, basta!

-Es a mi a quien traicionaron, pero eres tú quien pierde…después de todo, sabes que soy la única persona que te ha dado una mano en todas la ocasiones, la única que realmente…te ha cuidado. Te ha querido.

-Kenji, Kenji ¡por favor basta!- rogó está vez, escondiendo su rostro encolerizado por su propio dolor- ¡Lo siento! ¡Perdóname!

-De verdad te quise.

-¡Perdóname!

El hanyo no dijo nada. Dejó en silencio que la joven se meciera a sí misma. El estado de descontrol de la demonia era incluso peor que si hubiera llorado. A pesar de verla así,desvalida y pérdida, Kenji no podía sentir compasión por ella. Creía que era una persona totalmente distinta a la que conoció alguna vez.

-Yo…lo arruine todo contigo. Pero con ella…

-¿Con ella? ¿Con Moroha?- la pregunta de Kenji había sonado más ansiosa de lo que él hubiera deseado y Nomi lo percibió muy bien.

-Moroha, ella estuvo apunto de ser llevada con los soldados, pero lo impedí. Le dije a Koriu que tu y ella habían "estado" juntos y que podría llevar un hijo tuyo. Ella está a salvo.

El muchacho se sintió sumamente aliviado de confirmar que la shihanyo estaba viva, tanto así que no contuvo un lento suspiro mientras cerraba los ojos por unos segundos. Cuando volvió a abrirlos, Nomi seguía atenta a sus movimientos y esperando lo que él decidiera hacer con ella. Sería tan fácil matarla, sacarla del escenario por todo lo que le había hecho, pero…era Nomi.

-Tu destino es tuyo y solo tuyo, Nomi. No volveré a verte y procuraré no volver a preocuparme por si sigues o no con vida. Por fin, estás sola. Y tu vida es tuya.

Con esas últimas palabras y una lágrima de lástima atorada, Kenji desvió lentamente su katana de la chica y le dio la espalda para irse. Nomi, congelada en el piso, dejó que se fuera, pensando que desearía con todo su corazón poder llorar. O al menos dedicarle una sola lágrima de amor a su único mejor amigo.


Despertó sintiendo sobre sí misma el peso duro de la golpiza que había sufrido.

Moroha era conocida por su resistencia, no solo por su sangre demoníaca, sino porque había sido entrenada para resistir grandes presiones y ataques. Aun así, pensaba en su sitio sobre el suelo que esa debía ser una de las ocasiones más difíciles que le había tocado vivir en la vida.

Antes de proceder a su escape, lo primero que hizo fue comprobar el buen estado de sus extremidades y, cuando confirmó que era capaz de moverse con cierta facilidad, hizo fuerza contra las amarras que previamente Nomi le había soltado. Una vez liberada, desató su otra muñeca desgarrando las cuerdas con sus garras.

¿Cuánto tiempo habría pasado? Daba igual, de todas formas era el suficiente para poder tener la fuerza necesaria para escapar de su prisión y ayudar en la batalla. Cuando se vió liberada, se incorporó lentamente para revisar sus heridas y determinó que la única más significativa era a la altura del vientre, que revisó por encima y decidió dar por "casi" curada, ignorando que aún sangraba un poco.

Se levantó del suelo y cerró los ojos contra la puerta, para percibir con su olfato y buen oído como la resguardaban de la misma unos cuatro soldados. Una vez comprobado aquello, se alejó de la entrada y dió una patada contra el piso, no tan fuerte, pero lo suficiente para llamar la atención. Al instante, entró uno de los demonios, que al ver que no se encontraba sobre el piso miro hacía todos lados, hasta que desde el cielo la figura liviana de Moroha le saltó a los hombros con mucha delicadeza y le cubrió la boca metiendo en la misma un trapo largo hecho de la manta que le había servido de cama previamente, haciendo que el soldado no pudiera gritar y cayera al piso con ella encima. Después, con las amarras que la habían sostenido a ella, amarró al tipo rápidamente por las manos, luego las piernas gruesas y le dió un último vistazo antes de recoger de su cintura la katana que llevaba y que no había alcanzado a sacar para protegerse de la shihanyo.

Antes de salir, escupió de su boca un mechón de pelo pegoteado por el sudor.

Extrañaba su cinta del cabello. Para pelear siempre era mejor llevarlo tomado.

Con ambas manos corrió la puerta corredera con prisa pero con decisión, tenía solo unos segundos para deshacerse de ellos sin que le hicieran daño de vuelta. Cuando los demonios la vieron, alcanzaron a sacar sus katanas y Moroha, con mucha expertis, se metió entre sus enormes cuerpos y fue golpeando a los tres soldados en las piernas, arrojándolos al piso. Uno de ellos se levantó rápidamente y la enfrentó directamente, pero ella, que conocía las posibilidades que le daba su baja estatura, fingió intentar darle un corte a la altura del estómago (casi a la misma de su cabeza) y, mientras el demonio se preocupada de aquello bajando su arma y sus brazos, la shihanyo dio un saltó diestro para darle con su delcazo pie en la cara, botando encima de otro soldado que lo secundaba. Finalmente, solo necesito derribar al tercero que aún parecía confundido y correr a la dirección que le había dado Nomi. Corrió lo más veloz que pudo y no alcanzó a notar que la esperaban otros soldados aburridos junto al sitio donde se guardaban las armas. Los miro, eran solo dos. Utilizando sus garras para desviar la katana, apartó al primero que dió de lleno contra una pared de papel que se hundió con el peso, haciendo que se cayera como si de un agujero que se tratase y con una herida atravesando todo el cuerpo.

El siguiente, más astutamente, la esperó en su sitio, con la pose que más de una vez Moroha le vió hacer a Kenji. Ella, que si bien no era experta en katana llevaba un tiempo practicando con su propia espada, lo miró expectante. El tipo, estirando su pierna hacia atrás, dejó su katana lista para la primera estocada. En un segundo, se le acercó rápidamente, sorprendiendo a la chica que alcanzó a esquivarlo solamente porque su instinto le ordenó que se moviera a la derecha. Ella, por su lado, intentó golpearlo con la espada robada y él le respondió, enfrentándose frente a frente. Estuvieron un tiempo así, hasta que él decidió cambiar la suerte de danza que llevaban y sorprenderla nuevamente. Moroha sintió que se había salvado de perder la cabeza solamente por un segundo, lo que la hizo enfadar. Odiaba sentir que tenía suerte.

-Vuelve a hacerlo y te mato- le dijo, enfurecida. Había decidido no matar a ningún demonio, consciente de que solo eran soldados y que si el plan funcionaba, ellos luego seguirían las órdenes de Kenji. El demonio le sonrió.

-Detesto la voz de los híbridos, suena muy aguda-

Entonces, otra vez, el demonio se le abalanzó encima con la katana en posición de ataque y apuntando directamente al estómago de la muchacha. Moroha alcanzó a sostener su espada con la propia, pero la fuerza que ejercía el demonio era considerablemente mayor. Pasaron segundos, minutos quizá, en que siguieron así pero la shihanyo sentía que perdía la batalla con la fuerza del demonio. En cualquier momento la derribaría.

Y así fue.

El demonio, sonriente, la dejó caer cuando la intensidad de su propio peso fue demasiada y Moroha, en el piso con las manos sosteniendose a cada lado, tuvo la katana en el cuello.

¿No se suponía que no podían matarla?

Pero todo indicaba que esa raza, aquellos demonios, se regían mucho más que por las órdenes. Los movía el odio. Cuando noto que se había cansado de dudarlo y la iba a matar, Moroha tiró rápidamente con su mano izquierda un o´funda que llevaba oculto en su mano izquierda, dándole de frente en la cara al demonio que no se había percatado del pequeño objeto.

Moroha se deslizó por el suelo, corrió al lugar donde estaban su arco y espada, se colocó su capa roja de piel de ratas de fuego y, una vez lista, salió directo hacia el jardín, saltando sobre el cuerpo del demonio que aún se quejaba sobre el piso por el inmenso dolor.


-¡Setsuna!- gritó Inuyasha. La hanyo se acercó rápidamente hacia su tío que se resguardaba de todo el caos junto a la ruinas de una casa- llévate a tu tía.

-Yo me quedo, no me iré hasta saber que mi hija está bien.

-¡No seas terca mujer! ¿No ves tu estado?

-¡No comiences a gritarme!- le respondió la miko a su marido, perdiendo la paciencia

-Yo estoy cuidandola bestia, ve a pelear- dijo esta vez la gruesa voz de un familiar lobo.

-No te metas…

-¡Basta ya los dos! Setsuna será mejor que…

Antes de que Kagome pudiera continuar, apareció Sayumi con Umiko en brazos a duras penas. Koga, que estaba de punto fijo junto a Kagome, cambió su expresión a una de puro terror al ver el estado de su hija mayor. La loba estaba ensangrentada de pies a cabeza y parecía apenas tener conocimiento de donde se encontraba. La miko, sin sobre analizarlo, ayudó a posarla sobre el suelo y comenzó a revisar su estado, ante la atónita mirada del padre de la muchacha y de su marido.

A los segundos, aparecieron junto a ellos Kenji y Sayumi. La loba más joven se arrodilló junto a su hermana y siguió la instrucción de Kagome de, con un pedazo de tela que la sacerdotisa había desprendido de su ropa, le secara el sudor a su hermana que respiraba muy despacio en su sitio. Por mientras, la mujer se levantó del piso lentamente, sosteniendo su inmensa barriga para acercarse a los hanyos jóvenes.

-Escuchen…deben ir por Towa y colmillo sagrado-dijo en un susurro, apartando a los chicos del grupo alrededor de la demonia- deprisa.

No fue necesario decir el porqué. Setsuna asintió y se ofreció para ir por ella, Kenji le indicó que también trajera otros objetos de sanación de ser posible. La adolescente se marchó a toda velocidad del lugar y Kenji se quedó mirando un lapso de tiempo la situación con Umiko. Se sentía inmensamente culpable de aquella situación, porque al fin de cuenta todo lo que estaba sucediendo conectaba o tenía directa relación con él.

Decidió que no podía seguir ahí extendiendo el conflicto, así que buscaría a Hiro, le contaría lo de su hermana y luego iría dentro de la mansión a sacar a Moroha y matar a Koriu.

Se movió sigiloso en medio de la batalla hasta que dió con el joven lobo que parecía perseguir a alguien por su parte. Era Nomi. Kenji dudó si continuar, pero se detuvo cuando el lobo lo hizo y se le acercó.

-¡Hiroyuki…espera!

-Kenji, algo le pasa a Nomi, huye de mí- le respondió este. Kenji alcanzó a notar que la demonia no había logrado escapar de la aldea a causa de las llamas y de los soldados aliados que se le cruzaban, aquellos que sabían que ella había ayudado a Koriu.

-Dejala ir…Hiro tu hermana…

Pero no pudo seguir, porque el grito hondo del lobo le llenó los oídos y sintió la piel erizada al ver a la distancia como, junto frente a los ojos de ambos, uno de los soldados más enormes de Koriu tomaba a la demonia por detrás y la atacaba con su katana, cortando el estómago y dejándola tambaleándose sobre sus pies con una gran herida sangrante.

Kenji pidió para sus adentros, rogó con toda su alma que Nomi se defendiera. Que le respondiera. Que peleara como solo ella sabía hacerlo. Que se salvara.

Pero no lo hizo.

Enseguida el demonio se giró a mirarla, dándo con mucha precisión un corte con su espada en el cuello, desgarrando en un tajo limpio y haciéndola escupir sangre de la boca.

Una especie de puro y sinuoso silencio se abrió como un universo entre ambos jóvenes. Vieron, impactados, como en cámara lenta el cuerpo de la chica se arrodillaba en sí mismo, para luego caer al piso secamente. Hiro, más rápido que Kenji, salió a su encuentro y la acunó separándola de la suciedad del piso.

Kenji caminó a paso lento, esquivando ataques casi sin comprenderlo, con los pies tan pesados como si de plomo se tratara. Cuando llegó al lugar junto a los demonios, quisó seguir al soldado que la había atacado, pero el demonio alcanzó a escapar entre las llamas inmensas que los rodeaba.

Hiro sostenía la cabeza de Nomi con delicadeza, mientras sostenía su cuerpo con una rodilla y la chica desprendía en una corriente incansable lo que parecía toda la sangre de su cuerpo desde su alguna vez deslumbrante cuello.

-Esto no es nada…despierta, tenemos que curarte- murmuró el lobo, muy cerca de la chica, con un tono pastoso que sacudió la cabeza de Kenji.

El hanyo en cambio no podía hablar. Se colocó junto a la pareja y miró a Nomi a los ojos, pasando del horror al dolor en un santiamén.

La primorosa piel de la muchacha de ese tono mate tan característico se fue apagando, su brillo se fue convirtiendo en la triste imagen y tono de la nieve. Incluso así, Kenji creyó que se veía preciosa, con esos enormes y almendrados ojos violetas que ahora lo miraban opacos.

-Te llevaremos con la señora Kagome…- musitó Hiro, mientras con mucha torpeza intentaba taparle la herida a la muchacha, manchando su propio cuerpo de sangre, la que con la suciedad del ambiente y el humo que los rodeaba se convertía en una masa gruesa y oscura.

-No…no- ronroneó ella, con mucho esfuerzo, sonriéndole al lobo y sacando su mano de su su cuello, pero sin soltarla.

Hiro, desesperado, miró de soslayo a Kenji, que estaba quieto junto a ellos, mirando a su amiga con una expresión perdida, pero entregada.

-¡HAZ ALGO KENJI, MUÉVETE, TRAE A LA MIKO!- le gritó el lobo, pero Kenji se arrodillo junto a la demonia, para luego mirarlo sin decir nada pero a la vez diciendo mucho con su mirada.

-Hiro…escuchame- Nomi le apretó la mano tibia al lobo, contrastando con la propia frialdad de la propia- está bien…

-¡No!

Nomi, que cada vez parecía ir perdiendo la ubicación en el tiempo y espacio para perderse en miradas confusas, se dirigió a Kenji. No le habló, pero no tuvo que hacerlo. No, porque Kenji le sonrió con los ojos llenos de lágrimas.

Lágrimas. Pensó Nomi, mientras su cuerpo la abandonaba. Él le daba lágrimas a ella, cuando era lo que siempre quiso darle a él. Darle sentimientos, verdad, emociones. Amor.

-Nomi no…no puedes, juraste que estaría todo bien contigo -pidió Hiro, haciendo que la demonia volviera a dar con él.

-Nunca fui buena cumpliendo promesas- murmuró, sonriendo con mucha ternura y con los últimos rastros de su voz saliendo como aire frío de su boca- Ni viendo lo que era realmente conveniente para mi vida. Ahora mismo creo que siempre fue muy obvio, Hiro. Disculpame…

Al terminar de hablar, la mirada de Nomi se revistió de una tela azulada, demudada, que fue acompañada de la ligereza de su cuerpo, que suavemente se desplomó totalmente en los brazos robustos de Hiroyuki. Nomi había muerto.

Ambos, muy conscientes de ello pero aún dominados por la pesadumbre, se quedaron circunspectos junto a ella. El lobo arropando a la mujer como si quisiera cuidarla del calor que los rodeaba y, Kenji, acariciando su cabello, para luego cerrar sus ojos con cariño y con todo el respeto que el amor que había sentido por ella le exigía que debía darle en ese, su último momento.


Moroha salió entre las llamas que rodeaban el palacio cubierta por su fiel manta de las ratas de fuego. Cuando se descubrió la cara, vió la realidad en primera instancia: una batalla que no cesaba. Aun así, se alegraba de haber escapado por sí misma, aunque claro…con la ayuda de Nomi. Un familiar aroma la hizo girarse en sí misma y, a la distancia, dió con los ojos dorados brillantes de emoción de su padre. Moroha corrió como una niña pequeña a su encuentro, se enfrentó a un par de soldados en el camino y, cuando llego justo a su papá que daba la lucha por su propio lado, él la miró un segundo para luego abrazarla, estrechandola tanto contra sí mismo que la niña sentía que perdía la respiración.

-Papá, me ahogo…- se quejó ella, haciendo que la soltara. Se sonrió de verlo con el ceño fruncido por obligarlo a soltarla.

-Enana…qué alivio ¿estás bien? hueles a sangre-

-No es nada, estuve peor-

-Ven, tu madre está aquí, tienes que convencerla de irse-

Moroha no alcanzó a procesarlo, su papá la arrastró de la mano y la llevó a un sitio donde su madre, agachada junto a otra persona y acompañada de Koga, parecía muy ocupada.

-¡Kagome!

La miko se volvió a mirarla y, llena de lágrimas, se levantó torpemente a tomarla la cara y revisarle el cuerpo con una mirada rápida.

-Hija mía, qué feliz soy de verte. Tienes una herida, deja que la cure…

-¿Quién es?- preguntó Moroha, ignorando a su madre y acercándose al cuerpo en el piso. Koga, que parecía fuera de sí mismo acariciando a la persona en cuestión pareció no notarla- Umiko…

La loba tenía severos cortes de katana por todo el cuerpo y uno muy serio a la altura del corazón. Respiraba muy lento y su cuerpo, hinchado, parecía estar perdiendo la pelea. Moroha no pudo verla, se acercó a su madre para llevarla un poco más lejos de ahí seguidas de su padre. Solo con la mirada se comunicaron.

-Setsuna… ella fue por Towa.

-Entiendo…- murmuró Moroha, mirando nuevamente a su alrededor, buscando solo a una persona- ¿Y Kenji?

-Fue a buscar a Hiroyuki, no ha vuelto.

-¿Y tú? ¿Qué se supone que haces aquí?- gruñó la adolescente, dándose cuenta recién de lo inoportuna de la presencia de la sacerdotisa.

-Vine a luchar, como todos. No me iría sin ti.

-Mamá por favor, vete…cuando llegue Setsuna te irás con ella.

-Eso mismo he estado diciéndole a esta terca mujer- gruño Inuyasha por su parte, apoyándose en su hija.

-¡La aldea también fue asediada! Tu prima y los exterminadores junto a Sango y Miroku se están haciendo cargo. ¿Por qué creías que no estaban aquí?

-Malditasea…esto se est…

Moroha se quedó callada al sentir una presencia muy cerca de los tres. Cuando se giró, su padre ya estaba en estado de alerta junto a ella y con colmillo de acero en las manos, mirando de frente al enemigo.

Otra vez, en medio de llamas, del humo apestoso y los soldados sucios, apareció Yorio, el ex maestro de Kenji. Estaba calmado mirando a Moroha y sus padres. Su katana, goteando sangre, estaba guiada hacia el piso.

-No debiste escapar, híbrida.-

-¡No le hables a mi hija, infeliz!- gritó Inuyasha, poniéndose un paso por delante de su hija y esposa.

-Inuyasha, recuerdo bien que la última vez que peleamos mataste a mi líder y dejaste invalido a su heredero- la voz del demonio se hizo un hilo sigiloso, irritante.

-Y esa vez te escapaste de suerte, ahora no será así-

-Probemos entonces-

-¡VIENTO CORTANTE!

El fuerte impacto del ataque del hanyo nubló todo alrededor, mezclado con el fuego y con un intenso contragolpe que el semidemonio no supo de donde vino, pero que logró empujarlo contra sí mismo, casi botándolo contra el piso.

La humareda fue tan intensa que Inuyasha, incapaz de aguantar la tos que le produjo el impacto, se cubrió el rostro con su ropa. Nunca le había sucedido algo similar, comenzó a gritar los nombres de Moroha y Kagome en medio del caos pero nadie respondió. Cuando se despejó, Inuyasha sonrió al ver que no quedaba rastros de nada, hasta que notó un poco alejado del lugar a una anciana mujer de ojos violetas.

La mujer, que vestía muy ceremonialmente, había atraído a varias serpientes que sirvieron de escudo al ataque. Inuyasha comprendió que debía ser la misma que había bloqueado los poderes espirituales en un principio. Yorio estaba detrás de ella, calmado.

-Mierda…

Sin prestarles más atención, giró en búsqueda de las mujeres, pero solo encontró a Moroha, que estaba en el suelo producto del impacto de la contraprestación del viento cortante con la protección de Atae. La niña tosía y cuando vio a su padre luego de que se dispersara la niebla, se dió cuenta de que no estaba la miko junto a él. Solo estaban su arco y flechas en el piso.

-¡Mamá, mamá!

-¡Kagome!- grito Inuyasha igualmente, mirando desesperado.

Para horror de ambos, junto a los dos demonios apareció un tercero de gran tamaño y rostro tosco que arrastraba a Kagome del cabello mientras esta intentaba liberarse. La llevó junto a la anciana, quien la tomó del rostro. La miko yacía arrodillada frente a ella, el peso de su propio cuerpo la había forzado a tirarse al piso intentando no dañar su vientre.

-¡Sueltala maldita! - gritó Inuyasha, ya tan fuera de sí que apretaba con fuerza su espada, frustrado de no poder atacar. Si se acercaba, era posible que le quebraran el cuello muy fácilmente a la mujer.

-Si nos regresas a tu hija te devolvemos a la miko- dijo la anciana, mirando directamente a Inuyasha, quien estaba tan enfurecido que Moroha creía que era incapaz de oír nada. Solo quería matar a la anciana.

Moroha no dijo nada, comprendía por la mirada oscura de los demonios que solo le importaba que ella estuviera cautiva nuevamente, obviamente por lo que había dicho Nomi y que anteriormente le había salvado la vida. Tendría que entregarse…pero aun así, sabía que no garantizaba que dejaran vivir a su madre. Era un círculo vicioso.

-Esperen…sé lo que quieren, pero deben probar que la dejaran con vida- dijo Moroha, intentando mediar.

-Ya sabes. Tu por ella- volvió a advertir la demonia. Yorio, que seguía resguardado detrás, dió un paso adelante, expectante.

-Bien…déjenme acercar, pero primero suelte a mi madre- pidió la adolescente, levantando las manos y aproximándose a los demonios.

-¡Qué haces enana!- grito Inuyasha, que no podía creer lo que veía. Pero la niña, decidida, siguió acercándose. Cuando ya estaba a pocos pasos, Kagome intervino.

-¡No, no te acerques Moroha! Nunca dejaré que me cambien por mi hija- Kagome, intentando juntar sus fuerzas, golpeó a la demonio en el estómago, haciéndola doblarse en sí misma de la impresión.

-Humana sucia- siseó la demonia, antes de apretar más fuerte el rostro de la miko y mirarla directamente a los ojos. Moroha vió claramente como una electricidad punzante atravesaba la mirada de su madre.

-¡No…! -alcanzó a decir Moroha, antes de notar como su madre se comenzaba a asfixiar en brazos de la demonia - ¡NO, MALDITA!

Perdiendo la paciencia, Moroha sacó su espada y dió un certero golpe a Yorio, quien no se lo esperaba y alcanzó a duras penas a esquivar el ataque distanciándose del sitio. Atae, atenta de aquello, entregó la miko al demonio enorme y corrieron del sitio, siendo seguidos de Inuyasha. Moroha, que evitaba que Yorio se le acercara a su madre y padre, estuvo en posición de ataque esperando y mirando a la distancia que sucedía con la miko.

Pero, Atae, ordenó al inmenso demonio que la protegiera y soltará a la miko en el suelo de un golpe. La demonia a su vez, se puso frente a la sacerdotisa para resguardala de Inuyasha, quien estaba dispuesto a matar a golpes al demonio de ser necesario, porque si lanzaba otro viento cortante terminaría muy parecido al anterior a causa de la anciana. El problema era que por cada segundo que pasaba, Kagome se asfixiaba, dando quejidos en el suelo, hechizada con los poderes de la tribu hebi.

-Ayu…ayu- pedía con mucha dificultad la mujer, tomándose el cuello y lagrimeando.

Kagome sentía que moriría, podía sentir con mucha certeza que la respiración era inexistente y que la vida se le iba por la boca y los ojos, que absortos miraban a la distancia a su hija y marido, que nada podía hacer por ella. Iba a irse…

-¡KAGOME!- gritó Inuyasha desesperado.

-¡MAMÁ!- gritó angustiada Moroha, intentando correr hacia ella mientras la veía perder la conciencia.

Segundos después, ambos semidemonios perdieron la voz.

Atae, que estaba protegida por el demonio fornido, botaba un intenso brote de sangre de la boca. Su anciano y arrugado cuerpo se convirtió en dos pedazos, cayendo en sí mismo, dejando todo bañado en sangre, incluso a la miko.

Ni Moroha ni Inuyasha podían creerlo, pero detrás de la mujer Kenji estaba con la katana en las un segundo, Inuyasha comenzó a pelear con el inmenso demonio que asustado por ver morir a Atae, arrancó del lugar. Kenji por su parte, se acercó a la miko, sostuvo su cabeza entre sus manos con fuerza y cerró los ojos, concentrando.

"Las cosas se deshacen como se hacen" repitió en su mente y se enfocó en visualizarse devolviéndole el aire a su maestra. En su mente la veía riendo, cocinando, curando gente. Viviendo. Así la mujer, como si despertara de una siesta, abrió los ojos para ver a Kenji quien le sonrió con ternura, aliviado de verla con vida. Había llegado a tiempo.

-Mi niño…

-Maestra, está bien. Están a salvo- susurró el chico para ella, luego la recostó en el suelo y, parándose, dió un golpe final a la cabeza de Atae, destruyendo todas sus opciones de revivir.

-KENJI- gritó Inuyasha sonriendo del gusto, justo antes de lanzar otro ataque al enorme demonio y asesinarlo sin mayor problema. Lo siguiente fue acercarse a Kagome, a quien abrazó y beso en la frente. La mujer lagrimeaba, pero le sonreía a su vez.- Gracias, Kenji.

-No es nada…- Kenji los miró sonriendo con humildad, como solía hacerlo, solo que el deplorable estado en el que estaba lo hacía ver curiosamente aterrador.

El muchacho, a la distancia, vió a Moroha que seguía expectante de los movimientos de Yorio que seguía sin dar ningún paso.

-Yorio …tengo que detenerlo- dijo Kenji a su maestro.

-Vete, yo lo haré. Nosotros lo haremos, mejor dicho- le respondió el hanyo mayor, mientras ayudaba a la miko a pararse- tu debes terminar con esto de una maldita vez.

Antes de poder protestar, a su lado apareció Hiroyuki, quien seguía con un aspecto abstraído por lo sucedido previamente.

-Kenji, yo te secundaré. Vamos al palacio. ¡Corre!- le indicó el lobo. Kenji asintió, comprendiendo que debía obedecer. Antes de partir, miró a la distancia.

Moroha, que parecía haberlo percibido, giró su rostro hacía su sitio.

Por un segundo, antes de que Kenji se marchara, la adolescente sintió que él la miraba, le decía miles de cosas y a la vez no le decía nada.

Era algo muy de ellos, al final de cuentas, hablarse con los ojos, entenderse con la mirada. Saber que solo bastaba un instante.

Kenji no tuvo tiempo de averiguar si ella había sentido lo mismo que él al verlo bien por tan poco tiempo. La felicidad que lo llenó de verla viva le permitió darse fuerzas de irse con Hiro camino al palacio. Cuando llegaban a un sitio rodeado de soldados, los pocos que quedaban aún en buen estado, Hiro le indico que lo ayudaría con ellos. Ya era hora, entraría a palacio nuevamente. Se enfrentaría a Koriu.

Antes de la pelea previa, Kenji levantó su mano, olió el pañuelo del cabello de Moroha y supo que estaba justo y donde debía.


Nota:

Estimados lectores.

Después de mucho tiempo, aquí estoy de nuevo. Siento la demora, pero comencé mi práctica y he estado intentado dar lo mejor de mi. Pero creo que va bien y eso me tiene feliz, así que he estado dándome tiempo para escribir.

Me costó mucho este cap, me inspiré en otras historias (como bien saben que hago) e intenté que se entendieran las peleas…ojalá fuera así, es mi primera vez jaja. Fuera de eso, en estos momentos que acabé de escribir estoy cansadísima, así que perdonen cualquier error (sé que mi historia tiene ene de tipeo y cosas, pero es que tengo un grado de dislexia y no tengo beta, así que pasa…mil perdones). Mi idea es arreglarlo entero una vez finalizado.

Como ya saben, este es el penúltimo cap. El 33 será sí o sí el final (aunque sea de 40 páginas jajaja) y, solo si quieren, un epílogo.

Un abrazo a todos, los quiero, no me odien por la demora jaja.

p.d: un abrazo a Lorenza, que siempre responde mis twits, te adoro, muchas gracias!

Doratina.

Rws:

-Lorena Camila: hola estimada! que pena haberme demorado tanto, no sabes lo feliz que me hace que me digas que lo leíste más de una vez, ¡es un gran honor! espero no decepcionarte con el final. Un abrazo enorme c:

-Daide luct: querida mía, disculpa la demora. Tus teorías me vuelan la cabeza jaja me dan ganas de hacer mundo paralelos como marvel, aun así, me gusta la idea de sorprenderte (porque casi siempre descubres mis tramas e historias jajaja) ojalá te guste el cap, un abrazo, nos leemos!

-hghg: hola, disculpa la demora! Que bueno que te gustó el capítulo. La verdad no lo conozco ¿de qué trata? saludos!

-Cecilia gabriela: disculpa la demora y… ayy! que lindo lo que me escribes! aunque no lo creas, son ese tipo de cosas las que animan a seguir escribiendo. Espero que te guste el final. Un abrazo c:

-Vampiresa: mi querida, que bueno leerte. Disculpa la demora! Gracias por los ánimos. Hice clases un tiempo a inicios de la universidad y lo extraño mucho, es una maravillosa profesión. Un abrazo desde Chile. A todo esto, ¡me encanta México! Estuve un tiempo ahí,en Ciudad de México y Acapulco. Nos leemos!

-Arianne Luna: hola! gracias por escribir, aquí va otro cap. Un abrazo c:

-CarmillaD: woww hola! que bueno leerte de nuevo. Me da curiosidad ¿qué grupo fue? jajaja sé que suben mis actualizaciones en uno pero nada más. Gracias por tus comentarios tan detallistas, me sirven mucho! Ojalá sigas leyendo que ya está terminando…un abrazo!

-Manu: hola! disculpa la demora, pero aquí estoy. ¿Cómo van tus historias? Creo que ya las leí todas (las de Ranma), pero corrígeme sino. Tranqui que a todos les daré final en el fic. Supe que doblaron fairy tail varios de los actores de Inuyasha en de verdad no quiero más temporadas de yashahime, siento que las cosas deben parar antes de extenderse innecesariamente, en este caso siento que la secuela ya dio lo que debía (mi humilde opinión). Creo que sí es cierto que a Ukyo no le dieron el lugar que pudo tener, es un buen y lindo personaje, pudo ser una gran rival para Akane (en serio, no solo prometida extra del grupo) y también personalmente me hubiera gustado verla en su ámbito más personal, no en relación a Ranma (verla entrenar, ser una gran cocinera, cosas así). Yo creo que Rumiko no termino Ranma porque no quería darle un cierre "serio", después de todo la serie y manga en si son comedia romántica absurda, no podía tener un final concreto por lo mismo que dices, era mejor dejarlo abierto a interpretación y eso, al menos a mi, no me hbomax así que capaz le doy una miradita a la serie hehe. Te cuento! No sé si vi esa peli de Ranma, no me acuerdo de lo que me comentas, pero buscaré. Un abrazo Manu, nos leemos!