CAPÍTULO 07: LA ESFERA ESMERALDA ( III )

ACTO 03: EL GENIO DE LAS DOS URNAS.

Ya en Bevelle, los dos fueron recibidos por el Venerable Mika. El Venerable reunió a los miembros más influyentes del Clero. El único que faltó a la cita fue el Venerable Kelk, que se disculpó alegando asuntos importantes como Patriarca. Baralai se colocó al lado de Trema.

- Hemos enviado a nuestros mensajeros. Pronto obtendremos información - dijo el Venerable intentando calmar los ánimos del Guado.

El jefe de los monjes entró por la puerta principal, acompañado por el Padre Zuck. Los dos hicieron una reverencia y Kinoc se acercó al Venerable Mika. Zuck, por su parte, se colocó al lado de Baralai.

- Venerable Mika, hemos recibido noticias de que los traidores están en el desierto de Sanubia - dijo el Venerable Kinoc.

- ¿En el desierto de Sanubia? - repitió el muchacho en baja.

- Es el lugar de residencia de los Albheds. Seguro que pedirán su protección - respondió Kinoc, que le había oído.

Baralai asintió con la cabeza como muestra de agradecimiento.

- Entiendo - dijo Mika, trasladando el diálogo a su persona.

- No se preocupe, sabemos donde está ubicada su fortaleza. Les interceptaremos antes de que lleguen - Kinoc tiene mucha confianza en sí mismo. No había nada que pudiera escaparse a su control. Los asistentes miraron al Venerable Mika, esperando una respuesta. El anciano meditó unos instantes antes de contestar.

- Que capturen a la Invocadora y eliminen a sus Guardianes - sentenció Mika.

La respuesta del Venerable dejó a Baralai en estado de shock. Nunca hubiese imaginado una respuesta así de ése hombre. El resto de asistentes asentían con la cabeza.

- ¿Y qué quiere que hagamos con los Albheds? - volvió a preguntar Kinoc al Venerable.

- Que los Guados hagan lo que quieran - dijo Mika sin ningún atisbo de piedad. Tromell sonrió complacido por la respuesta del Venerable. Los Guados eran egocéntricos de nacimiento y sentimiento de superioridad hacia las otras razas era inmenso. Los Albheds eran considerados, de entre los humanos, una raza inferior e inútil.

- Entendido - dijo Kinoc haciendo una reverencia.

La reunión se zanjó con aquellas palabras y todos los asistentes se marcharon a sus respectivas obligaciones. El penúltimo en salir fue Baralai, que no terminaba de digerir lo que allí había escuchado. Su cara se resumía en un sentimiento de rabia y de lo que tenía más ganas era de gritar hasta quedarse afónico. Se le hacía muy difícil, siendo como era, estar en aquel lugar lleno de maldad contenida. El brazo derecho empezó a dolerle con pinchazos agudos.

- Creía que Kinoc y Seymour eran las únicas malas hierbas en Yevon pero me equivoqué, el Venerable Mika es un monstruo - pensaba mientras se tocaba el brazo herido. Empezó a caminar hacia el puente - Espero que Gippal y Denzel no hayan vuelto al desierto de Sanubia.

Al poco rato salió el Padre Zuck. Su rostro denotaba inquietud por el transcurso de los acontecimientos. Alzó la vista y vio al albino marcharse.

- Siento que hayas tenido que escuchar eso - dijo el Padre Zuck, haciéndole señales para que le acompañase.

- ¿Sabía lo que iba a suceder? - dijo el muchacho, que ya estaba a su lado y olvidando su dolor momentáneo.

- Claro. ¿Pero será porque hace demasiado tiempo que lo veo o porque sé muchas cosas de Yevon? En cualquier caso, y muy a mi pesar, hace demasiado tiempo que las cosas suceden de esta forma. Por eso te dije que a veces es mejor no descubrir los secretos del Clero... - susurró el sacerdote desviando la mirada.

- ¿Y no podemos hacer nada? - dijo Baralai desesperado.

- Sólo he podido avisar a los pocos Albheds que quedaban en la Llanura de los Rayos de no regresar al Hogar. Aquí no hay nadie en quien se pueda confiar. Lo siento - el sacerdote le enseñaba, mediante un código, lo que le explicaba para no levantar sospechas.

- Entiendo - el albino echó la vista a un lado - ¿Pero ha visto a un chico con un parche en el ojo y ropas violáceas o a otro con unas gafas oscuras y con ropas de color verde? - le preguntó Baralai algo preocupado.

- No los he visto - dijo el sacerdote negando con la cabeza - ¿Son amigos tuyos? - añadió en voz baja.

- Sí - Baralai bajó la cabeza y se llevó las manos a la cara. El sacerdote le puso una mano en el hombro izquierdo y le señaló la entrada al Templo.

- Ven a rezar conmigo. Ahora es lo único que podemos hacer... - añadió señalando la estatua del Invocador Braska cuando entraron.

Los dos se arrodillaron y rezaron durante horas.

- Gippal, Denzel, ojalá que no hayáis vuelto al Hogar - decía Baralai entre lágrimas.

Nunca se supo cuántas bajas hubo en total en los dos bandos, pero la batalla fue feroz. El resultado de los participantes fue completamente distinto: el Hogar que tanto amaban los Albheds quedó reducido a escombros después de la contienda. Los que consiguieron sobrevivir no sabían dónde refugiarse porque eran odiados por todos. En cambio, los Guados regresaron a Saint Bevelle y fueron recibidos como héroes al capturar a la Invocadora. A la cabeza del pelotón estaba Tromell, que rápidamente se dirigió a la sala de reuniones para informar a los Venerables. Al verlo, tanto el Padre Zuck como Baralai fueron hacia allí. Los dos, que habían formado frente común por sus ideas, se escondieron sin que nadie les viera. Querían saber, al igual que Spira, lo que tramaban los dos Venerables.

- ¿Y sus Guardianes? - el Venerable Mika estaba sentado en un sillón ornamentado de oro y piedras preciosas.

- No los hemos encontrado - contestó Tromell. Sus ojos todavía irradiaban ira porque no pudo satisfacer su venganza.

- Entiendo. Hagamos los preparativos para la boda - dijo Mika.

El Guado hizo una reverencia y se marchó.

- ¿Crees que los Guardianes se entrometerán? - preguntó desafiante el Venerable Kinoc a su compañero cuando el Guado hubo marchado.

- Puede, pero no tenemos nada que temer - contestó Mika.

Los dos sonrieron. Al poco, una silueta misteriosa empezó a dibujarse en las sombras de la sala.

- Será una novia preciosa - dijo una voz aterciopelada y un tanto perversa.

Baralai palideció al ver de quién se trataba: era Seymour. Miró a su compañero, que no estaba sorprendido.

- ¿No había muerto? - dijo Baralai en voz baja.

- Sí, pero parece que su espíritu no quiere ser enviado. Está demasiado apegado a los vivos - el sacerdote se tapó la boca con el dedo índice y después señaló a los Venerables.

Los tres continuaron hablando.

- Te veo muy emocionado - dijo Mika al nuevo interlocutor.

- ¿Y quién no lo estaría? Es una muchacha muy extraordinaria y bella. Tiene la misma determinación que su padre - Seymour sonrió de forma perversa y seductora - Además - continuó - Si se presentan sus Guardianes, tendrán una bienvenida especial - el Guado hizo una reverencia a sus dos compañeros.

Los tres rieron y se marcharon, alentados por su futuro triunfo. Los dos intrusos se retiraron a continuación, preocupados por lo que habían oído y deseando que los conspiradores erraran en su estrategia.

La respuesta de los Guardianes no se hizo esperar: entraron en la ciudad con un barco volador después de matar a Evrae y disparando unas cuerdas anclándolas al suelo. Kinoc ordenó disparar a sus subordinados pero éstos no evitaron que los Guardianes descendieran a toda velocidad por las cuerdas. Ya en el suelo, fueron luchando uno por uno contra los enemigos que les enviaron para impedirles el paso. La Invocadora observaba con angustia los acontecimientos junto a su futuro marido. Baralai y su compañero se situaron en un lugar privilegiado, ya que no les dejaron intervenir en la boda. El muchacho se sentía inútil viendo que sólo podía limitarse a mirar lo que otros hacían. Tranquilo, pronto tendrás tu oportunidad, sentenció el Padre Zuck tranquilizando a su nervioso compañero. Baralai intentó consolarse con aquellas palabras. Cuando parecía que los Guardianes tenían todas las de ganar sucedió lo impredecible: tan pronto como el Guardián rubio se acercó para rescatar a la Invocadora el rifle de Kinoc le apuntó al cuello. Los otros Guardianes se detuvieron al verse rodeados por los guardias del Templo. Fue el momento que la Invocadora aprovechó para enviar a su prometido al Etéreo. Mika le amenazó con matar a los Guardianes si no cumplía con su cometido. La muchacha lanzó el bastón al suelo, ante la mirada atónita de los Guardianes. La boda continuó sin complicaciones hasta el momento del beso. Seymour se acercó a su esposa y la besó con fuerza. La muchacha no podía reprimir la repulsión que sentía ante aquel acto. La rabia que sintió Baralai por lo acontecido, y un dolor persistente en su brazo nunca podrá compararse a lo que sintió su amante al verla sufrir de ese modo. En ese momento, los hechos se sucedieron muy rápido: tan pronto como Seymour intentó ejecutar a los Guardianes, la Invocadora se interpuso amenazando con lanzarse al vacío. Baralai temblaba al imaginarse un destino trágico pero el Padre Zuck vio muy claro lo que tramaba. Los asistentes intentaron acercarse despacio para impedírselo pero la chica se lanzó al vacío. Y para sorpresa de los asistentes, la muchacha invocó a Valefor para que la recogiera con sus alas. Mientras, uno de los Guardianes lanzó algo que hizo cegar a los asistentes, los cuales se frotaban los ojos e intentaban ver hacia dónde se habían escapado los asaltantes.

- ¿No querías hacer algo? Ven conmigo - le dijo el sacerdote dándole una palmada en la espalda y señalando las escaleras.

El albino le siguió hasta el piso de abajo sin entender nada de lo que estaba sucediendo.

- ¿A dónde vamos? - dijo Baralai mientras corría, siguiendo al sacerdote.

- A la entrada que da al Templo. Vamos a distraer a los guardias. Así la Invocadora y sus Guardianes podrán llegar a la cámara del orador - el Padre Zuck sonrió.

- ¿Y después? - preguntó intrigado.

- Si consiguen a Bahamuth, tienen muchas posibilidades de salir con vida - respondió el sacerdote señalando una de las puertas.

Los dos se pararon en seco y caminaron despacio. Había que ser cauteloso y no levantar sospechas en las lineas enemigas.

- ¿Lo tenías planeado? - preguntó el albino en voz baja.

- Estando quien está en ese grupo de atolondrados, es siempre útil tener un plan B - respondió Zuck sonriendo. El plan del sacerdote salió perfecto y aquel par de encantadores de serpientes consiguieron despistar a los guardias lo suficiente para que los intrusos llegasen a la cámara del orador. Seymour y Kinoc se dirigieron también a la cámara con algunos guardias tiempo más tarde. La captura fue fácil pues los intrusos no opusieron resistencia. Después fueron llevados a la sala principal.

No hacía falta tener muchas luces para adivinar el castigo por traición. Sin embargo, Baralai y Zuck escuchaban los alegatos con interés. El albino esperaba un milagro que nunca sucedió.

- Seréis condenados por vuestros actos al Canal de Purgación - sentenció el Venerable Mika.

Los dos recibieron la sentencia con desagrado, sobretodo Baralai.

- El Clero nunca se ensucia las manos. En eso no ha cambiado - dijo irónico el Padre Zuck.

- Es injusto. Seymour es un monstruo, como Mika y Kinoc. Y los tres saldrán impunes - Baralai estaba lleno de rabia. Volvió a dolerle el brazo pero disimulaba.

- De eso no estés tan seguro. Parece que las cosas empezarán a cambiar a partir de ahora - dijo el sacerdote señalando al Venerable Kelk.

El muchacho le examinó con detenimiento. El Ronso tenía la cara desencajada por el relato sobre Lord Jyscal y se marchó sin dirigir palabra con nadie. Los dos espías se marcharon, cada uno por su lado. A Baralai le encargaron formar parte del pelotón, encabezado por Seymour y Kinoc, el cual debía evitar la huida de los acusados. La Fatalidad volvió a intervenir, esta vez con más crueldad: sin mediar palabra, Seymour asesinó al Venerable Kinoc durante el trayecto al puente. En él no hubo ni una pizca de piedad porque matar a alguien le provocaba indiferencia, y puedo decir que no era el único de los asistentes que allí estaban que le sucedía lo mismo. Baralai sintió verdadero terror por aquella escena, aunque intentó disimular su miedo. Yo me encargaré de nuestros prófugos. Espérame dentro del Templo, le dijo el Venerable sonriendo. Cuando se hubo marchado, los sentimientos del muchacho se convirtieron en repulsión hacia aquel ser sin escrúpulos. Otra vez este dolor en el brazo... ¿Por qué será?, pensaba mientras se tocaba la herida. Volvió a sonreír cuando Zuck le dijo que la Invocadora y sus Guardianes habían conseguido escapar de Bevelle. El dolor había desaparecido.

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

La tercera carta que aparece en la predicción es "la Templanza" (Arcano XIV). Esta carta, colocada a la derecha de la cruz, significa consejo. En este caso, la Templanza aconseja a Baralai no retirarse ante los posibles obstáculos y que se muestre sereno en todo cuanto le rodea. El consejo se las trae porque, exceptuando al Padre Zuck, no tiene a nadie más en quien confiar.

¿Os habéis fijado en el dolor que tiene Baralai en el brazo, la sonrisa de ciertos personajes y la cantidad de susurros que se suceden en los diálogos? No es casualidad. Más adelante lo explicaré porque tiene un motivo (aunque son fáciles de intuir).

Y en cuanto a la persona que se refiere Zuck, está claro que es Auron. ¿Es que no sabe pasar desapercibido? Ja ja ja. Cómo me gusta esa escena en el videojuego (es alucinante). Lo que nunca entenderé por qué narices les detienen con unas rifles de nada después de haber luchado contra todo (estos de Square, quien los entienda que los compren).