Única nota de la autora acá arriba: en el sueño de Harry, no era Ron.

Pesadillas a la Luz de la Luna

Capítulo Tercero I

La Estrella y la Luna

("...Oprimiendo entre mis manos,
Como arenas, oro en granos.
¡Que pocos son! Y alli mismo,
De mis dedos al abismo
Se desliza mi tesoro...")

Edgar Allan Poe – Un sueño en un sueño

-¡Entra ahí, vago, deja de resistirte!

-¡Dale una buena patada!

-Pero el Lord dijo que no lo lastimáramos...

-El Lord dice muchas cosas, tu dale una buena patada y verás como se mueve...

Venía escuchando las voces de los guardias, diciendo palabrotas y despotricando contra el prisionero, desde hacía unos cinco o diez minutos, mientras intentaban llevarlo hasta la sala de interrogatorios, pero no les había prestado atención. Sabía que estaban cerca, muy cerca, podía sentirlo. Los esperó en medio del silencio y la oscuridad de la mazmorra, vaciando su mente para lo que vendría, así que únicamente abrió los ojos cuando escuchó un ruido sordo, como el de una bolsa de papas que es tirada al suelo.

-Sí, exactamente igual que una bolsa de excremento suenas al caer¿estás acostumbrado, Snape?– dijo con maldad el muchacho, mirando al individuo de cabello negro y graso, tirado en el piso y amarrado de pies y manos. - ¿No te trae recuerdos agradables este lugar? Se parece tanto a tu cueva de ratas...

-¿Me trajiste sólo para reírte un rato, Potter? – dijo el hombre con mueca desagradable cuando el par de guardias que lo habían traído hasta allí le quitaron la mordaza de la boca, como si esperara alguna reacción no del todo pacífica por parte de su interlocutor.

-No – el chico entrelazó sus dos manos delante de su cara, dándole un aspecto frío y calculador. - te traje para hacerte algunas preguntas... – tomó unos papeles y fingió leer imaginarias preguntas de un pergamino - ... por ejemplo...

-¿...Dónde están los mortífagos que no se pasaron para tu bando y no fueron asesinados por tu estúpida tropa? – se adelantó el hombre, soltándole todo de un tirón y con los ojos entornados en una expresión asqueada.

El chico inclinó la cabeza por un momento, con calma y se volvió nuevamente hacia el hombre de cabello graso.

-Por ejemplo – afirmó.

-No voy a contestarte esas estupideces, lo sabes – el hombre se sentó en una silla a la fuerza y las cadenas que reposaban en los apoyabrazos y las que colgaban cerca de las patas del objeto se enroscaron entre sus manos y pies con fuerza.

-No perdía nada por intentarlo – apuntó con una ligera nota de diversión en su voz. – Además tu solito sacaste el tema a relucir, por lo que supongo que sabrás mucho de eso...

El hombre palideció por un instante, pero al momento siguiente se recompuso, vistiendo en su rostro nuevamente su típica expresión de arrogancia y odio, que no quitaba aunque estuviera atado de pies y manos y en el suelo de una fría celda.

-Aunque lo supiera jamás te lo diría, niño estúpido – escupió Severus, y los guardias tuvieron la impresión de que lograría sacarse las amarras, pero nada de eso ocurrió en realidad.

-Esa frase está demasiado trillada, Snape, me aburres, contesta ya. – contestó el muchachito ya no tan divertido y un poco mosqueado, pero como su interlocutor parecía completamente reacio a dejar que entrara en su mente, agregó. - Puedo derribar tu barrera con facilidad¿lo sabías?

-No sin sufrir daños. Nunca fuiste bueno ni en Oclumancia ni en Legremancia, por mucho que te esforzaste. Eres demasiado inexperto, Potter. – concluyó este otro con aparente serenidad, hasta con cierto aire de fastidio muy bien fingido, como si estuviera explicando a un niño pequeño el por qué dos más dos son cuatro.

El muchacho suspiró, también con tedio, y comenzó a jugar con su varita mágica casi sin darse cuenta. El prisionero siguió con miedo la punta de la varita, para ver hacia donde apuntaba. A pesar de no querer admitirlo, sentía bastante miedo de lo que esa cosa pudiera llegar a hacerle.

-Eres tan molesto... como uno de esos chicles que se te pegan a la suela del zapato – comentó con voz monótona. – ¿Que no podría ver tus pensamientos sin hacerme daño? – el muchachito sonrió. – se nota que no has visto como han crecido mis poderes últimamente. La verdad, no me extraña. Como todo el mundo piensa que soy el más poderoso de todos, nadie se fija en que esa distancia (entre sus poderes y los míos, claro) va creciendo a pasos agigantados. Es más – tras la máscara, los ojos escarlata se entrecerraron. – podría matarte en este mismo momento, sin mi varita, y tu jamás te darías cuenta hasta que te fueras para el otro lado.

El hombre de mugriento cabello le lanzó una mirada de desprecio profundo, a pesar de que estaba aterrado y volvió su vista un segundo hacia el pasillo que lo separaba del mundo exterior, deseando estar fuera ya de ese lugar.

-Ahora lo que quieres es irte.

El hombre volvió la cabeza, horrorizado. El muchacho sonreía.

-Te lo dije, tu mente no tiene secretos para mí, pero en parte tienes razón – suspiro. – No puedo penetrar demasiado hondo sin debilitarte primero, pero eso, a la larga, es fácil.

-¿Y por qué no lo haces ahora? – dijo con sorna el otro.

-Porque de la otra forma es más divertido – contestó el de la máscara, sonriendo.

-Maldito inepto... –gruñó el hombre, haciendo la mímica de querer abalanzarse contra el chico, pero volviéndose hacia atrás, contra el respaldo de la silla, en menos de un instante.- ¡Me las...! – Ningún otro sonido salió de su boca. Solamente articulaba con rabia, como si se hubiera quedado mudo debido a la ira.

-Así te quedas por ahora – dijo el chico con un deje burlón. – hoy no creo que podamos avanzar nada, cuando necesite más información, te lo saco. – se volvió a los guardias. – no lo alimenten hoy, parece que está comiendo mucho aire – dijo con una nota sádica nada disimulada en su voz, y largó una carcajada siniestra, que hizo que los gorilas se estremecieran, al igual que Snape.

Y se alejó, caminando despacio, por el mismo pasillo por el que su antiguo profesor de Pociones y sus dos custodios habían venido, sin hacer caso de las miradas horrorizadas de los convictos.

XxX

-Ya.

-Está mucho mejor así, a ver...

Hubo un ruido como de algo que se quebraba. Lo único que se escuchó luego fue el sonido de la interferencia. (1)

XxX

-¿Y eso? – Luna Lovegood miró con interés a su vecino, en la celda de en frente.

Severus Snape le sonrió enigmáticamente y le mostró algo en su mano, de color negro y que producía un ruido extraño. La chica frunció el ceño y murmuró algo que sonó a "mierda".

-Escuchas mágicas, sí... a Potter le gustan estos juguetitos medio muggles... siempre fue muy apegado a esos asquerosos ineptos...

-Vamos profesor, que ahora estés del lado de los buenos no significa que tengas que ser tan noble y desprejuiciado – le sonrió la chica, haciendo que Snape le echara una mirada sombría. – Está bien, está bien, dejaré de bromear – terminó la chica, chasqueando la lengua con fastidio.

-Bien... – el hombre pareció repentinamente haberse acordado de algo. – ah, Lovegood¿Cómo fue que...?

-¿...hice magia para terminar el encantamiento silenciador sin mi varita? No lo sé, supongo que es otra de mis rarezas... – comentó la chica con aire casual, como si no le importara demasiado. – Y bueno, profesor, cuénteme¿viene usted también aquí para cobrar cuentas pendientes o tiene alguna otra razón que pueda ser divulgada?.

Él se la quedó viendo, como dudando de que pudiera develarle su información ultra secreta.

-Hm... creo que vine por lo mismo que usted, Lovegood, así que no tiene importancia...

-Tomó medidas.

El hombre la miró nuevamente. La chica miraba el techo, como si no lo viera a él, sino a otra persona, parada dentro de su misma celda.

-¿Disculpe?

-Que usted tomó medidas. – explicó la chica lanzándole una mirada brumosa, pero su tono de voz era amable.

Hubo un prolongado silencio entre ambos.

-No entiendo de qué clase de medidas habla.

-No entiende... ¿será que no quiere entender?

-Si no quisiera, es problema mío, a usted no le incumbe.

La chica sonrió.

-Claro, las chifladas no se meten en conspiraciones.

XxX

-En su pueblo natal Odo reposa... –después de la muerte no hay nada...- sobre un lecho de musgo, pues no había otra cosa... – y a nadie importas luego de morir...

-¿Ted? – una mujer miró por la puerta entreabierta y entró con paso vacilante dentro de la habitación, sosteniendo entre sus brazos un conjunto de túnicas e interrumpiendo sus sombríos pensamientos.

La habitación en la que se encontraba estaba lujosamente decorada, y parecía mucho más limpia en comparación con el resto de la casa, aunque tenía cierto olor a animal que se resistía a ser eliminado. Todos los artefactos allí, o los que habían quedado luego de la limpieza que la Orden había hecho hacía algunos años atrás, eran de fina plata o de la mejor madera que se pudiese conseguir.

-Hola señora Weasley –contestó un chico de cabello negro, que se encontraba sentado en la cama de la habitación, volviéndose hacia ella y sonriendo.

-¿Eras tu el que cantaba? –el chico al que llamaban Ted asintió con la cabeza.- Es una canción muy bonita, un amigo mío y de Ron la cantaba cuando estaba deprimido... – la señora Weasley sonrió nostálgicamente, casi con tristeza.

-¿Sí? Yo no sé donde la he oído... – comentó Ted, mirando a través de la ventana – sólo sé que me da... me da algo así como... – el muchacho se aclaró la garganta sonoramente. – no me gusta – terminó, como si hubiera estado todo ese tiempo buscando la palabra adecuada.

-¿Y por qué? – preguntó la muchacha, mientras le pasaba la ropa.

-No sé... sólo recuerdo que no me gusta, me trae... – el chico frunció el entrecejo. – es como si me trajera malos recuerdos, pero... no recuerdo nada... así que no se que malos recuerdos me trae – murmuró de forma poco convincente Ted.

-¿No recuerdas algo más? – sugirió Hermione, repentinamente interesada por lo que el chico pudiera decir.

El muchacho miró a la mujer de cabello castaño y raído, y puso cara de concentración, intentando rescatar algo más dentro de su mente. En su mente solamente se amontonaban extrañas imágenes, de rostros borrosos y manos amenazantes, máscaras... y algo más...

Hermione lo miró mientras meditaba, estaba completamente absorto y parecía no saber que ella aún estaba allí, observándolo. Lo cierto es que la timidez y el sonrojo que Ted había presentado la primera semana se había evaporado gradualmente, hasta desaparecer por completo, dejando a un muchacho muy inteligente y alegre a cargo de su cuerpo. El chico había cambiado mucho, hasta Ron lo había notado. Al principio ella creyó que se trataba de que estaba entrando en confianza, pero no pensaba que el muchacho podría adaptarse tan fácilmente luego de verlo el primer día.

-Gracias por la ropa – dijo Ted, arrancándola de su meditación.

-¿No recordaste nada más? – la mujer lo miró mientras él revisaba sus túnicas en silencio y las doblaba prolijamente sobre su cama.

El chico sólo frunció el entrecejo, intentando sacar algo en claro de todo lo que contenía su mente en aquel instante.

-Solamente un rayo de luz verde. –dijo él, como si nada.

La Weasley lo miró con una mezcla de asombro y cautela. Sabía lo que quería decir el rayo de luz verde. Pero ¿Cómo alguien podría recordar un Avada Kedavra sin estar ya entre margaritas y tres metros bajo tierra?. O podría haberlo presenciado... "Eso lo explicaría todo" pensó Hermione. "Seguramente los Caballeros de Walpurgis asesinaron a sus padres o a algún amigo y entonces quedó con un trauma tan grande que olvidó todo y comenzó a vagar sin rumbo por Londres. Entonces, Kreacher lo rescató y lo trajo a la casa.". Su teoría sonaba convincente, como todas, pero ya se había equivocado antes y aún había algo que le preocupaba de todo ese asunto...

-Eh... el rayo... – la mujer miró un fino jarrón de porcelana, como para disimular su curiosidad. No sabía como seguir, formular la pregunta y no parecer demasiado interesada. No entendía por qué no se lo preguntaba directamente, pero le parecía lo más adecuado por alguna extraña razón.- ¿Iba con dirección a ti o... ? – preguntó finalmente, rápido, sin respirar.

El chico se extrañó por la pregunta, pero igualmente meditó unos momentos en silencio antes de responder. El rayo... verde... le daba a una persona... ¿o iba contra él?.

-No sé... pero creo que... iba en dirección contraria a mí...

La muchacha suspiró, aliviada. Por un momento había pensado que tenía al nuevo Harry sentado allí, frente a sus narices. Un niño que vendría a salvarlos a todos, y que estaba destinado a asesinar a su mejor amigo, como él alguna vez lo estuvo para matar a Voldemort. ¿Eso... significaría que para Harry ya no había esperanzas de recuperación? Ahora... ya no volvería, su amigo sería para siempre un Amo Oscuro, poderoso y terrible, mucho más que el anterior. "Hermione, estás pensando tantas estupideces que pareces Luna" le reprochó su conciencia, interrumpiendo sus extraños pensamientos de repente "Ese chico dijo que el dichoso rayo iba en dirección contraria, no empieces a darle más vueltas a las cosas.".

-¿Aún no volvió el señor Weasley? – preguntó de pronto el pequeño, probándose una de las túnicas y sacándola de sus pensamientos, tanto los racionales como los que no lo eran tanto. – Ya ha pasado aproximadamente una semana. –se miró una de las mangas, de la que no sobresalían sus dedos. -Hm... me queda muy grande.

-No, aún está fuera, espero que los Caballeros no lo atrapen – murmuró con aprensión la mujer. – Y si te queda muy grande es porque era de Ron cuando era pequeño, siempre fue demasiado alto, pero quizás con un hechizo encogedor... –tomó su varita e hizo una floritura muy elaborada con la mano. Acto siguiente, la túnica que Ted llevaba puesta se encogió hasta hacerse de su tamaño. – Listo. – sonrió.

-Hmm, genial – dijo el chico también sonriendo y observando . - ¿Fue a hacer algo muy importante el señor Weasley?.

-Eh... no lo sé, no me dijo donde fue. – comentó Hermione, repentinamente de mal humor y bufando. – Es siempre tan impulsivo... ¡Nunca me cuenta nada!

El chico soltó una risita distraída.

-Lo tiene en su sangre de Weasley, supongo – cuando ella giró su cuello para mirarlo, Ted lucía en su rostro una mirada confundida.

-¿Dis... disculpa? – la mujer frunció el ceño, con su cerebro trabajando a toda máquina. Ese comentario... era tan común de Malfoy, o de todas aquellas asquerosas familias adineradas que sólo pensaban en la pureza de la sangre, pero... ¿Ted?.

-No... no sé – el muchacho parecía asustado de sí mismo por alguna razón. Miraba alternativamente a Hermione y a sus pies, como disculpándose. – sólo...

-No... no te preocupes – la mujer sonrió como pudo, aunque su mirada no reflejaba felicidad alguna, sino que parecía estar analizándolo fría y calculadoramente– eh... bueno, la cena estará lista en poco tiempo, cámbiate rápido.

Y rápida como si el viento la hubiera impulsado, la mujer salió de la habitación, sin darle tiempo a Ted de reacción alguna.

-¿Dije algo malo? – dijo a la nada, cabizbajo, jugando con una pequeña caja. -Eso parece.

XxX

Aberforth lo observó con la sospecha presente en sus ojos desde que ingresó en su taberna. Gente como esa no se veía a diario en Cabeza de Puerco, a pesar de ser un lugar en el que lo extraño era cosa de todos los días, y precisamente eso era lo raro. Ese joven lucía completamente normal, y también se comportaba con completa normalidad, o eso parecía hasta hacía un rato. Había estado sentado en aquella mesa, solo, desde hacía aproximadamente media hora, como esperando a alguien en especial, o quizás sólo queriendo matar un poco el tiempo. Aquello ya era extraño, pues en esos tiempos en los que el salir a la calle podía significar la muerte, la gente no solía ir por ahí solamente para pasar el rato.

Le resultaba vagamente familiar su rostro, de hacía unos años o de una vida pasada, no lo sabía con certeza. Lo único que sabía a ciencia cierta es que en ese rostro familiar, había dos ojos que vagaban por su pub, examinándolo todo, examinando a todos, observando cada uno de los movimientos de los que estaban en ese mismo momento en el bar, tomando cerveza o hablando. Lucía un tanto sospechosa su actitud de silencioso espectador, le daba mala espina.

El anciano se levantó de la silla que siempre ocupaba, y dejó el vaso que estaba limpiando desde la mañana. Iba a pedirle a esa persona tan extraña que, si no pedía nada, se retirara en ese mismo momento de su taberna. Ya lo dijo antes, no le daba una buena sensación que el sujeto estuviera ahí sentado, como si nada, y para colmo, ocupando una mesa sin haber pagado por bebida de ningún tipo. Caminó hasta allí con el ceño fruncido y paso firme, y se plantó delante del muchacho, que se volteó y lo miró con expresión interrogante.

-¿Sucede algo malo? – preguntó con calma y voz pausada.

Estaba a punto de echarlo en base a patadas, gritos y algún que otro hechizo, cuando sintió que alguien se le acercaba por detrás. Era una mujer delgada, quizás su delgadez extrema era en parte, una ilusión óptica, lograda gracias a numerosos y brillantes collares y pulseras de cuentas, que se mecían junto con el viento. Los años, al parecer, vinieron más leves que con algunas otras personas, pero la mujer igualmente traía consigo largos cabellos plateados entremezclándose en su enmarañada mata de pelo negro, y unos grandes anteojos, que aumentaban el tamaño de sus globos oculares hasta hacerla parecer un extraño insecto, gracias a sus numerosos collares y pulseras.

-No ha cambiado nada, Sybil – dijo el chico, apartando su mirada de la amenazadora figura del anciano.

A la mujer le temblaron un poco las manos, haciendo que sus pulseras produjeran un extraño sonido tintineante, como de campanillas o cascabeles. Sonrió un poco de lado y se acomodó los grandes anteojos.

-Tu has cambiado mucho Ronald. – hubo un extraño silencio entre aquel estrafalario trío, que se prolongó por aproximadamente un minuto. Luego de esto, la mujer se volvió hacia un lado y observó al tabernero con cierta suspicacia. - ¿Sucede algo malo, señor? – preguntó con cierta desconfianza.

-Sólo iba a pedirle a su amigo que si no iba a ordenar nada, se retirara – gruñó el hombre, sabiéndose interrumpido y con una mueca realmente amenazadora.

-Bien, si es así... ¿me traería un whisky de fuego? Y... ah, usted ya tiene su bebida, bueno, entonces sólo eso¿podría ser? – preguntó el muchacho con una sonrisa, que haría al mismísimo Dumbledore salir de sus casillas, cerrándole la boca al hombre, que sólo atinó a ir hasta la barra y volver con una botella llena de una sustancia burbujeante y color rojo-dorado. – bueno... no necesitamos nada más, si desea retirarse... – sugirió, ensanchando su sonrisa sádica, luego de pagarle lo que debía.

Aberforth apretó los puños para no perder el juicio y asesinar al muchacho pelirrojo allí mismo, y se alejó lentamente de aquella mesa, decidido a observar a ambos clientes hasta que se fueran.

Fin del Capítulo Tercero I

(1) – Si no entendieron eso, bueno, el ruído es del escucha mágico que Snape acaba de romper.

Notas de la Autora: Bien, debido a la mala aceptación que ha tenido este capítulo en toda su extensión (porque antes abarcaba tanto el 3 como el 3 (II) , me decidí a cortarlo para su comodidad al leer. Quizás lean estos capítulos y vean que son un poco precipitados, pero es únicamente porque necesitaba hacer esas transiciones que escribo (en el 3 II entenderán a cuales me refiero.) y bueno... si penseaban que iba un poco lento, ahora estoy acelerando un poco el ritmo. Espero que me lo digan si es demasiado.

Creo que no tengo nada mas que decir, lo que si, me gustaria que la gente que pasa por aquí y lee, escriba reviews, porque así los autores se motivan (realemente me sentí muy mal al recibir solo 1 review que no tuve que pedir, estaba por tirar el fic para mi tacho de basura cibernetico) y muchas gracias a Lunix por tomar la iniciativa de leer el fic aunque ese capítulo hubiera sido especialmente largo, te dedicaré el capítulo 4, si alguna vez lo escribo n-n.

En fin, nos veremos en el siguiente capítulo, espero... Adiós.

Aome Faith Jinx