•
Noche
IX
— Lirio Blanco —
…
Luego de cerrar la puerta de la casa de Neola tras sus espaldas, Luciana (sintiendo su dignidad intacta) supo que debía moverse rápido; no podía permitir que el sol le ganase, y la noche cubriese su cabeza antes que un refugio.
Lo primero que hizo fue mentalizarse en que, ya sea que consiguiese un sitio donde dormir o no, ni por un segundo, debía plantearse siquiera la ridícula idea de volver con la cola entre las patas con la anciana.
Para empezar, su orgullo era demasiado grande como para rogar una vez más por un espacio en un sitio donde prácticamente nunca fue bienvenida. Además, Luciana tenía una responsabilidad muy grande con Colette. Como su mitéra, era su deber convertirse en ese modelo materno a seguir que la pobre rubita nunca tuvo.
Como mitéra, era el deber de Luciana mostrarle a Colette que, en un mundo gobernado por los hombres, ellas como mujeres no debían sentirse ni inferiores ni indefensas por no tener maridos a los cuales alimentar o satisfacer en la cama.
Ellas eran autosuficientes, eran trabajadoras, ¡y por todos los dioses que no iban a entrar en pánico por esto!
Si las amazonas de Athena eran capaces de sacrificar esa feminidad por el bien del mundo y demostrar que podían llegar a ser tanto o más fuertes que muchos hombres a su alrededor, entonces ellas como civiles también podían sobrevivir sin un hombre manteniéndolas. Y tenían a la propia Athena como ídolo; una diosa mujer consagrada a la batalla, una diosa que incluso fue capaz de superar al dios Ares en combate. ¡Vamos! Bastaban y sobraban casos donde una mujer demostraba ser bastante eficaz sin un marido/benefactor.
No por ser mujeres debían comportarse como el colectivo quisiese.
Luciana estaba decidida. Mostrarse débil ante Colette, no era nada conveniente para ninguna de las dos.
Así que, con sus mejores intenciones de seguir adelante, Luciana hizo memoria de qué posada le quedaba más cerca.
Una vez tuvo ubicado el lugar en su mapa cerebral, ella no perdió el tiempo y fue hacia esa dirección, arrastrando los costales de pertenencias, con todas sus fuerzas, producidas por la indignación que todavía sentía con respecto a Neola y su despiadada despedida.
»Espero que sus estúpidos hijos le hayan dado estúpidos nietos —maldecía a Neola y a toda su descendencia.
Ojalá hubiese podido gritarle a esa bruja todas las cosas que se merecía, pero no lo había hecho, porque en su momento Luciana quiso ser la madura de la situación, por lo que ahora le tocaba sólo pensar en las mil palabras que pudo haberle dicho; insultos y reclamos; antes de largarse.
Su enfado, así como su determinación, le daba la energía y el carácter que necesitaba para no retractarse y tratar de volver a aquella cueva del diablo.
Tuvo que cruzar casi medio pueblo, hasta que por fin pudo llegar (completamente sudorosa y cansada) al sitio planeado.
Al llegar, Luciana se dio cuenta que la posada no era como la recordaba; había sufrido ciertas modificaciones bastante buenas… lo que quería decir que posiblemente el costo de estadía sería bastante más costoso de lo planeado.
La posada no era un palacio ni un segundo pueblo, pero era bastante grande. Ordenadas con forma de U y estructura cuadrada, el sitio tenía varios cuartos uno al lado del otro con una barda enfrente bastante tradicional, que dejaba como única entrada un gran espacio sin puerta.
—Esto va a costarme un órgano —predijo esperando, en el fondo, lo mejor.
Arrastrando los costales, Luciana preguntó (adentro del gran apartado del fondo, una casa más grande que las otras que tenía de lado a lado) por el dueño. Resulta que el hombre había muerto hace tiempo, pero a cargo estaba su joven viuda, quien se tomó su tiempo para atenderla.
Luciana tardó un poco hablando con la mujer.
Le habló sobre sus intenciones de dormir bajo un techo junto a Colette; además, en un intento de poder lograr que la renta que se le fuese a cobrar fuese más o menos conveniente, Luciana agregó más dramatismo a la historia que ella y la chica llevaban tras sus espaldas.
Unas pequeñas mentiras, a decir verdad.
Para empezar, le dijo a la dueña que su marido había muerto hace poco por una enfermedad relacionada a sus riñones… todo lo que le mencionó, parecimientos y "tratamientos que no podía pagar", fueron algo de lo que Luciana había escuchado mucho cuando oía a los hombres hablar entre ellos en la taberna.
Luego, a Colette la presentó como una prima lejana cuyo único hermano y, "protector" de ambas, había sido asesinado hace poco.
—¿El hermano de ella era uno de los que cremaron ayer? —se sorprendió la mujer de no más de 45 años.
Luciana asintió, fingiendo sentirse mal por eso.
—¡Fue una total tragedia! —exageró en su chillido, pero aparentemente, gracias a eso, la dueña no estaba desconfiando—. Resulta que ya no tenemos casa, porque los hombres a los que ese muchacho, que Zeus tenga en los Elíseos… —o mejor dicho, Hades en su fosa más profunda—, solía beber mucho, apostar lo que fuese. Le debía dinero a la gente equivocada. Por todos los dioses. Ellos nos echaron… aunque tuvimos suerte porque no nos tomaron para vendernos… o algo peor —inhaló profundo, actuando lo mejor que pudiese.
A ver si la muerte del desgraciado aquel le servía para algo más.
Luciana continuó con su drama
—Mi prima y yo estamos en dificultades, mi señora. Yo sé que no es su deber ayudar a todas las mujeres que pasan por un mal momento…
Maldita seas, Neola.
—Pero le aseguro que nosotras pagaremos nuestra estadía sin falta. Por favor, apiádese de nosotras.
—Oh, pobrecitas —la dueña se llevó una mano al corazón.
Afortunadamente la posada era lo suficientemente grande para albergar a ambas en cuartos separados, la mala noticia era que Luciana no planeaba pagar estadía doble, así que rogó hasta el cansancio para que la dueña les permitirse vivir en un solo espacio con dos camas.
No iba a salirle tan costoso como pagar dos cuartos, pero tampoco salió barato una alcoba con dos espacios para dormir.
No es que Luciana se sintiese incómoda de compartir la cama con Colette; después de todo, ambas habían estado durmiendo así en los últimos días. El problema era que Luciana extrañaba su propio espacio, además, si todo iba bien en los siguientes días, ella podría trasladar su propia cama a una alcoba con una sola cama, y reducir así considerablemente el costo de vivienda.
A ella no le importaría dormir en el suelo si es que podía trasladar su propia cama a la posada en unos días, sin embargo, muy para su pesar, no maquilló bien sus planes antes de recordar que tenía una cama propia en la casa de Neola, por lo que Luciana negoció por una habitación con dos camas antes de pedirla con una sola.
Brillante, Luciana.
Pasaría mucho tiempo antes de que Luciana dejase de llamarse "estúpida" por eso.
Bueno, sea como sea, el precio de la alcoba le pareció costoso de cualquier forma; sin embargo, una rebaja de caridad era una rebaja de caridad; un techo era un techo, y no podía pedir nada más por ahora.
Viéndole el lado positivo, la dueña le informó acerca de que podían elegir un cuarto vacío que les acomodase a ambas, cuando el tiempo de renta se les venciese. Accediendo, Luciana pensó que ya vería con Colette si, al final de este mes, se mudaban de esta posada o no… o solo cambiarían de alcoba.
Por lo pronto, Luciana tuvo que pagar de contado el tiempo que iba a alojarse en aquella diminuta morada. Todo para que "la oferta" se mantuviese en pie.
¡Carajo!
Masacrar de esta forma sus ahorros le parecía una injusticia, pero al menos ya podía andar tranquila al no estar preocupándose por dormir en la calle.
Cerrando el trato, Luciana pudo ponerse en marcha y arribar a su nuevo cuarto asignado, ahí, ella dejó los costales en medio de la alcoba, agradeciendo que esta tuviese dos camas decentes.
Según la dueña, justo atrás; saliendo de la posada, estaba la letrina de esta zona. Era pública y grande, además de que estaba dividida entre hombres y mujeres.
Luciana fue a verla, inspeccionando el sitio.
La letrina tenía varios espacios para mujeres y otras, separadas por una pared, para los hombres.
En ese mismo sitio, Luciana se percató de que podían extraer agua de un pozo para bañarse o para cocinar. Sin embargo, la dueña le aclaró (de hecho, le recordó varias veces) que los jueves nadie tenía permitido tocar ese pozo.
»Si desean agua, deberán ir al río.
No sonaba lo más cómodo del mundo, pero al menos Colette y ella iban a pasar la noche con más tranquilidad.
No le agradaba que las letrinas estuviesen tan lejos de los cuartos… pero tampoco es como si pudiese quejarse por eso considerando que no estaban tan mal. Además, cerca de ahí, colgaban varios tendederos para colgar la ropa a lavar.
«No está mal» pensó Luciana, negándose a ser criticona.
Después verificar el estado del cuarto, que no tuviese agujeros en ninguna parte, bichos o animales problemáticos como serpientes, alacranes, pulgas y una cantidad de etcéteras, Luciana aseguró la puerta de su nuevo hogar temporal (sintiéndose físicamente un poco más descansada) y partió en busca de Colette y las chicas para hablar de lo sucedido.
Para su desafortunada suerte, la noche ya casi cubría el pueblo entero, lo que quería decir que Luciana tendría poco tiempo antes de asistir a su cita nocturna con Gateguard de Aries.
Tenía que darse prisa en buscar a Colette y aclararle esta situación, además de que ambas tenían otro problema. Luciana todavía no conseguía un empleo diurno, sus ahorros no estaban para despilfarrarse, así como así, además de que todavía no sumábamos lo que se necesitaría en caso de un accidente o una enfermedad, por otro lado, lo que ambas consumiesen día a día también tenían que tenerlo en cuenta. Eso sin contar otros costos.
Qué estrés.
Pero no todo era malo. El dinero que Gateguard de Aries le había dado hace semanas, le había ayudado a tener dinero extra para los alimentos de los próximos días. Bastaría con no comprar carne y especias (deliciosas e) innecesarias. Sin embargo, ese dinero estaba a punto de acabarse también, así que, necesitaba más.
Gateguard de Aries… ¿accedería a darle un adelanto?
Es decir, en un caso común, Luciana no se atrevería a pedir semejante cosa, pero estaba en una situación donde no valía su orgullo con él.
Colette recibiría su primer pago en poco tiempo, también vendría el dinero de la renta de su antigua casa.
Les iba a apretar el cuello un poco esta situación, pero podrían tolerarlo juntas.
Mientras no se enfermasen o hiriesen de gravedad, Luciana calculaba que entre Colette y ella podrían lograr un equilibrio económico en poco tiempo. Era cuestión de que las dos pusieran de su parte, ahorrando lo suficiente, trabajando duro, y de ese modo sacar adelante esta… curiosa familia de sólo dos mujeres.
Luciana caminó por el pueblo bajo ese pensamiento.
¡Vamos! Lo más difícil ya estaba hecho. Aunque le haya costado casi toda la tarde de negociaciones y el estómago le estuviese rugiendo por comida, Colette y ella ya tenían un nuevo hogar.
"Comida… comida… comida" gruñía su estómago cada cinco minutos.
Ahora lo que Luciana lo pensaba, no había cenado nada ayer, no había desayunado esta mañana y no había comido antes de que el sol bajase… rayos… pasaría este día sin alimentarse de nada; ni siquiera agua.
Como siguiese así iba a matarse.
Haciendo caso omiso a su hambre, Luciana fue a casa de Nausica para buscar a Colette, pero ahí le dijeron que ella ya se había ido a trabajar. Eso quería decir que, tal vez, las tres deberían estar en la taberna.
Yendo hasta el establecimiento, que había pensado que jamás vería luego de su despido, Luciana entró sintiéndose extraña por no tener que correr hacia su anterior puesto de trabajo.
También, se sintió rara de no estar aquí para trabajar o siquiera saludar a nadie.
Apenas se halló adentro, Luciana frunció el ceño.
Las noches solían ser ajetreadas, pero no tanto hasta que el occiso pervertido trató de abusar de ella. Al parecer, desde entonces, las cosas no habían cambiado para mejor. Había mucho ajetreo y demasiados hombres borrachos jugando con las empleadas como si éstas fuesen muñecas.
—¿También volviste arrastrándote? —musitó Elma a sus espaldas, cerca de la puerta.
Debido a que Elma casi nunca estaba ahí, Luciana se sorprendió un poco por encontrársela tan pronto.
—En realidad no —respondió Luciana con desdén.
Como con Neola, ella no volvería a este sitio por mucho que la situación lo ameritase; prefería rogarle a Gateguard de Aries por ese dinero a tener que hacerlo con Neola, Cosmo y Elma.
—Busco a Colette. ¿La has visto?
—¿En serio no sabes dónde está? —sonrió cínica—, ¿por qué no miras allá? —señaló la mesa 3.
Frunciendo el ceño todavía más, Luciana dejó a Elma y se adentró en la ruidosa taberna; las camareras se mantenían ocupadas, no muy lejos se hallaba Nausica con sus clientes en la mesa 4, sin embargo, en la mesa 3 le esperó un espectáculo que nunca se habría imaginado.
—En nombre Zeus —musitó anonadada.
¿Qué hacía Gateguard de Aries en la mesa 3? ¿Y quiénes eran esos numerosos hombres que le acompañaban sentados y de pie a su alrededor? Y lo más importante de todo, ¿qué hacía Colette a sus espaldas abrazada de su cuello?
Parpadeando confundida y algo… incómoda, Luciana procuró tomarse las cosas con la mejor calma posible.
Aunque, siendo honesta, le desagradaba (mucho) lo que veía.
—Esa niña está fuera de control, ¡haz algo! —habló Margot a su lado, apareciendo de golpe.
Brincando en su sitio asustada, Luciana se sostuvo el pecho izquierdo como si fuese su corazón.
—Oye, se avisa cuando llegas —regañó.
—Así como el hecho de que no tienes una casa propia y ahora seguramente tampoco tienen donde vivir —replicó Margot, enojada por eso.
—Bueno, no es como si eso debiesen saberlo tú y Nausica.
—¿Y qué tal esa pequeña de allá? —indignada, por no decir, molesta, Margot señaló con un dedo a Colette.
—¿Qué le pasa? —quiso saber Luciana, haciendo una mueca al ver cómo la chica le decía algo al oído al impasible Gateguard.
—Oímos cuando la anciana te dijo que se fueran. Nausica y yo tratamos de animarla… o por lo menos calmarla, porque… ¿tienes un plan no?
—Por supuesto que sí —espetó Luciana ofendida de que ellas creyesen lo contrario—, he conseguido un sitio donde dormir por una temporada.
—¡Maravilloso! —exclamó exaltada pero no feliz—, ahora ve y díselo a esa niña loca.
—¿Qué pasó para que llegase a ese extremo? —Luciana frunció el ceño cuando Colette se pegó más a la espalda y la silla de Gateguard; lo único que les mantenía divididos—. ¿Acaso pidió que la recontrataran?
—¡Sí! ¿No es obvio?
Con un fuerte desacuerdo y un profundo fastidio, Luciana se llevó una mano a la cara.
—¿Qué le dijo Cosmo? —preguntó por el dueño de la taberna.
—Le dijo que si lograba hacer que esos clientes —señaló de nuevo la mesa 3—, se quedasen hasta el amanecer, consumiendo y consumiendo, iba a considerarlo. En su desesperación, Colette aceptó y ahí está. Elma nos prohibido ayudarla, pero hasta la anciana sabe que ese comportamiento no es normal en ella.
—Entonces debo ir a decirle que ya todo está bien y no necesita estar haciendo eso —Luciana iba a caminar hacia Colette, pero Margot la detuvo sosteniéndole el codo—, ¿me sueltas, por favor?
—¿Acaso estás loca también? —casi le exclamó—, todos esos son santos; especialmente, ese de allá —con los ojos señaló a Gateguard—. ¿Piensas que harás un bien sacándola de aquí luego de que ella misma pidiese, y accediese al trato de Cosmo?
Recordando el historial vengativo de su exjefe para aquellos, y aquellas, que le hacían perder el tiempo… y su dinero, Luciana se lo pensó otra vez.
—Será mejor que esperes y roguemos porque Cosmo al final le niegue el empleo.
—¿Y qué pasará si le da el empleo otra vez? —le preguntó Luciana irritada.
Soltando un resoplido, Margot puso los ojos en blanco, cruzándose de brazos.
—Por las buenas o por las malas deberá aprender a no ser tan impulsiva —dijo severa—. Nausica y yo se lo advertimos. Le dijimos que te esperara, que ya se te ocurriría algo, pero le entró el pánico, se imaginó todo lo que pudo, y no paró de sufrir hasta seguirnos a la taberna y exigir hablar con Cosmo.
—Gracias Margot —dijo con sarcasmo—, eres de gran ayuda.
—De nada —espetó malhumorada.
—¿Por qué ustedes no la detuvieron? —dejándose de chistes, Luciana se mostró más enfadada con Nausica y Margot que con Colette.
Es decir, Colette era una niña, pero por eso se supone que Luciana la había dejado a cargo de dos mujeres adultas. ¡Dos mujeres adultas!
—¿Crees que no lo intentamos? —se ofendió la pelirroja—, la muy tonta se puso a gritar afuera de la taberna. Elma la oyó y nos dijo que la dejáramos pasar. ¿Qué querías que hiciéramos en ese caso? Lo siento, pero no todas tenemos un plan de emergencia para cuando somos despedidas.
Luciana se paseó las manos por su cara. ¿Por qué? ¿Por qué? ¡Ahora que las cosas estaban acomodándose!
¡Ya vería esa niña cuando la volvie…!
—Ehm… Luciana —Margot la llamó con miedo mientras le jalaba la manga del vestido que llevaba.
—¿Qué? —rezongó sin descubrirse la cara.
—Tu cliente estrella viene para acá.
—¿Quién?
Soltando un respingo, Luciana bajó las manos para darse cuenta de que Margot había tenido razón y, al darse cuenta de su presencia, Gateguard de Aries estaba yendo hacia ella luego de haberse quitado a Colette, quien se tuvo que quedar con los otros clientes a pesar de que también la había notado y, por ende, palidecido.
—Déjanos —le ordenó a Margot.
Ella hizo una reverencia con su cabeza y se fue. Luego Gateguard miró a Luciana con seriedad.
—Llegaste tarde.
—¿Tarde? Sabes que ya no trabajo aquí —dijo resoplando agotada—, vine por mi tonta hija impulsiva, pero al parecer, ella sí está trabajando aquí —su tono, aunque Luciana no quiso, sonó a reproche; y no precisamente para Colette.
—No es lo que crees —masculló él haciendo una mueca extraña, como si no estuviese acostumbrado a dar explicaciones por sus actos y esas palabras le hayan salido por inercia.
—¿El qué? —se hizo la desentendida.
Luciana no quería ser la "loca celosa" del cuento cuando no tenía motivos para serlo. Si él quería estar en compañía de una chica, podía estarlo, nada lo detenía.
Aunque… técnicamente haya sido Colette la que se abrazó a él y no al revés.
Gateguard de Aries la miró sin quitar su estoica expresión.
—No te imagines cosas. La niña me ha terminado de decir lo que pasó esta mañana y no podía hacerlo de otro modo debido al ruido —explicó, de nuevo, sin agregar nada más. Bastante rápido su cara dijo con claridad que no estaba cómodo con esta situación con Luciana.
Sin embargo, no notando las ligeras expresiones de Gateguard al hablarle… o más bien, explicarse que no estaba intentando nada indebido con Colette, Luciana se cerró en un sólo pensamiento molesto al oír lo que esa chiquilla había hecho sin su permiso: Había metido a Gateguard de Aries en esto. Quería agarrarla a cachetadas.
¿Acaso esta mocosa pensaba que tenía como mitéra a una mujer estúpida e indefensa como para no actuar por su propia mano cuando era echada de un sitio? Es decir, ella misma iba a pedirle un favor al santo con relación a sus pertenencias y Neola… lo común, sin embargo, no iba a llamarlo para que él la salvase o le solucionase un problema donde no tenía nada que ver.
—¿A qué hora te lo terminó de decir? —enfadada, no con Gateguard sino con Colette, ella entrecerró sus ojos ante tal falta de respeto. Ante tal falta de confianza.
—Hace unos minutos —dijo él—. ¿Ves a ese grupo ruidoso? —con su cabeza apuntó sutilmente a los hombres que le acompañaban; Luciana asintió—, ya estaban cuando llegué; tratándola como con un juguete —la miró con reclamo—. Quise saber por qué carajos le habías permitido volver. Y aquí estás —la miró indignado, esperando una explicación.
—A ver, a ver, ¿crees que está ahí porque yo le dije que volviese?
—Sí.
Entrecerrando sus ojos, Luciana con la sola mirada le dijo a Gateguard que se había equivocado.
—Pues no lo hice.
—¿Entonces qué esperas? Sácala de aquí.
—¡No puedo! —por poco exclamó molesta—, la muy tonta hizo un trato con el dueño. Él le devolverá el empleo si actúa así y hace que sus clientes, sobre todo tú, se queden hasta el amanecer, bebiendo y gastando dinero.
—Eso suena estúpido, sólo sácala de aquí —repitió con más demanda.
Luciana hizo una mueca.
¿Y este qué se estaba creyendo? ¿El papá de Colette?
—El dueño es un sujeto peligroso, ¿no entiendes? —comprendiendo lo que debería hacer, pero sin los deseos de hacerse de un enemigo mortal, Luciana apretó los puños sobre la playera de Gateguard—. Tiene contactos igual de peligrosos, y si me meto en problemas con él… ¡oye! —el pelirrojo se soltó y comenzó a caminar hacia la chica y el grupo de santos que todavía la tenían agarrada—. ¡Espera, espera! ¿Qué haces?
Gateguard de Aries agarró a Colette del brazo y sin deciles nada a los hombres, la sacó a rastras tanto a ella como a Luciana, quien prácticamente iba sujetándose ella misma de su brazo en un inútil intento de detenerle los pies.
—¡Gateguard! ¡Escúchame! ¡Te digo que basta! —luego miró a Colette enfadada—, ¡tú estás en serios problemas por esto, jovencita! —y no decía problemas con Cosmo, sino problemas con ella.
Al llegar a la salida de la taberna, Gateguard miró a Elma.
—Dile a tu jefe que está mocosa no le sirve, y si sabe lo que le conviene, va a olvidar que estas dos personas existen.
Entonces las sacó a las dos de ahí.
Luciana al ver que ya todo estaba hecho, se mantuvo callada. Continuó caminando.
Se-sentía-muy-estresada.
Estando lo suficientemente lejos, Gateguard soltó a Colette, y Luciana se soltó sola de él.
—Diez minutos —le dijo Gateguard a Luciana—. Tengo mucho sueño.
Ambas vieron cómo él se apartaba lo suficiente para darles privacidad.
Entonces, y sólo entonces, Luciana despertó para voltearse hacia Colette y darle una sonora bofetada. Un golpe tan fuerte que resonó en el sitio donde estaban, además de que la chica giró su cara, incluso dio un paso atrás debido a la potencia del mismo.
Sin que Luciana se diese cuenta, Gateguard la miró con seriedad por encima de su hombro; mas no intervino.
—¿Qué diablos estabas haciendo ahí? —dijo Luciana con firmeza a Colette, quien todavía no parecía volver en sí misma luego de tal cachetada—, ¡¿qué estabas haciendo?! ¡¿Eh?!
Despertando poco a poco, sujetándose la mejilla palpitante por el dolor, Colette la miró triste.
—Pensé… yo pensé…
—¿Qué pensabas? —afectada por lo que pudo haberle pasado a Colette esta noche, o cualquier otra en la que ella estuviese exponiéndose en ese sitio sin su mitéra para protegerla, Luciana la tomó de las mejillas—, ¿en qué pensabas para volver ahí? ¿Acaso no creíste que tuviese un Plan B? Porque lo tengo, siempre lo tengo.
—Oí que le rogabas a la anciana que nos dejase quedar…
—Dijo que no, y ya no vivimos ahí.
—¡¿Entonces dónde viviremos ahora?! —dejándose la cara, Colette se alarmó otra vez.
—Eh, no sé, ¿quizás en otra casa con dos camas? —dijo sarcástica.
Colette abrió la boca como si no pudiese creerse que no estaban a punto de vivir como vagabundas.
—Eres demasiado impulsiva, niña —Luciana negó con la cabeza—, ¿acaso no tenías fe en mí? Te dije que iba a cuidar de ti, ¿crees que te mentía?
Reaccionando positivamente, Colette, con sus ojos brillosos, se abrazó a Luciana.
—Perdón —dijo la chica; parecía que estaba a punto de ponerse a llorar, mas lo estaba conteniendo lo mejor que podía—, perdón. Yo… yo sólo quería… ayudar.
—Me ayudarás no haciendo estas tonterías, Colette —Luciana la abrazó también, relajándose un poco—. Trabaja duro con Mateo y asciende hasta que seas una Elma en su restaurante —bromeó con lo del final; nadie en su sano juicio quería ser una Elma—, pero recuerda ser más amable.
Colette asintió, separándose un poco para ver a Luciana a la cara.
—Entonces… ¿todavía tenemos un sito donde vivir?
—Tenemos, y es mejor que el otro. Es sólo nuestro… bueno, más o menos, debemos pagar por vivir en ella cada mes, pero es algo que podemos permitirnos —aliviada de no tener que discutir más, Luciana subió sus manos hacia el rostro de la chica. Tuvo cuidado de no tocar más la zona roja en su blanquecina cara—. Colette, debemos trabajar duro para también adquirir una casa propia, de donde nadie pueda largarnos. Trabajar bien, y de día, ¿entendiste?
Y como si el destino le quisiera golpear otra vez, Colette frunció el ceño.
—Ehm… ahora que lo mencionas… ehm, yo sé que no debo desconfiar de ti, mitéra. Pero… ¿por qué el santo de aries está tan interesado en ti? ¿Y por qué dijo que tenías diez minutos porque tenía sueño?
Oh rayos.
Percibiendo un ligero tic en su mejilla derecha; soltándola y alejándose un par de pasos; Luciana desvió la mirada.
—No es lo que crees —masculló, recordando que eso mismo le había dicho Gateguard a ella hace unos minutos—. E-es solo que… él me necesita… para…
—Para… —Colette alzó una ceja ante el silencio de la mujer mayor, luego le murmuró—: No trates de engañarme, mitéra. Cuando me vio, se notó sorprendido. Fue rápido hacia mí y me pidió que le explicase qué hacía ahí, si se supone que vivía contigo y fui despedida como tú. ¿Cómo él sabe todo eso?
«¿Por qué rayos es tan astuta con este tema y no con evitarse problemas en la taberna de Cosmo?» pensó Luciana sintiéndose algo atrapada.
¿Cómo explicarle a esta chica que ella y Gateguard de Aries habían estado… formando lazos? Y que prácticamente él sólo la necesitaba para fungir como su gallo despertador.
—Mitéra… ¿te estás acostando con él? —le susurró Colette, realmente curiosa—, por favor, no me dejes en suspenso.
Conteniéndose para no soltarle otra cachetada en la misma mejilla de antes, Luciana la miró ofendida.
—¡Eso no se pregunta!
Asustada, Colette se tapó la boca con las manos.
—Ups, era un secreto, ¿verdad?
—¡No! —pensándolo mejor—, ¡bueno, sí! ¡Pero…! —alterada por todo lo que había pasado, más esto, Luciana alzó sus puños contra Colette, quien cómicamente dio un paso atrás—. Ni se te ocurra hablar de este tema con Nausica o Margot, lo malinterpretarán como tú. Porque yo no me estoy… ya sabes… con él.
—¿No? —descolocada, Colette echó una mirada atrás de Luciana, luego volvió a ella—, ¿por qué? Es caballeroso y bastante guapo. A mí me dejó abrazarle sólo para que le explicase mis razones para estar en la taberna, pero en ningún momento me tocó… eso es algo que no todos hagan con una chica. Creo que no hay muchos hombres como él… y no es por querer juzgar, mitéra… pero no creo que vuelvas a tener tanta suerte. Ese podría ser tu último viaje. Deberías aprovecharlo y…
De pronto, Luciana la tomó de los hombros y la sacudió mientras le decía:
—¡Tú no sabes de lo que hablas, mocosa imberbe!
Luego de soltarla, Luciana la miró severa.
—No vuelvas a hablar así, ¿me oíste?
—Sí, mitéra —farfulló desanimada y mareada.
—Y para que te des cuenta de que no tengo nada de lo que te imaginas con él… —ante los ojos de Colette, Luciana gritó—: ¡hey, Gateguard de Aries!
Él se giró un poco la cabeza para verlas.
—¡¿Tú y yo tenemos una relación comprometedora?!
La cara que hizo fue de desconcierto total, incluso a la distancia que estaban, se logró notar.
—Ahí tienes, no hay nada entre nosotros. Somos adultos y nuestros asuntos (nada sexuales ni sentimentales, por cierto) no son de tu incumbencia —dijo Luciana, cruzándose de brazos indignadísima, viendo a Colette con los ojos entrecerrados.
—Aw, por un segundo me había ilusionado —suspiró bajando la cabeza—, pensé que, si yo también tuviese posibilidades de casarme con un santo, no necesitaría de trabajar más.
Palabras mágicas para el dolor perpetuo.
—Yo estoy pensando seriamente en darte unos buenos azotes por decir eso… y otros más por pensarlo —la miró con los ojos entrecerrados—, ¿acaso no has aprendido nada? —la regañó—, ¿quieres depender de un hombre toda tu vida? Vamos, no estoy criando a una mujer así. Mírame a mí, nos echaron de casa, ¿y me puse a llorar? Claro que no, hice lo posible por conseguirnos un techo. —Con un brillo alentador en sus ojitos, Colette la vio unir su puño derecho con la palma izquierda como si su mitéra estuviese lista para patear traseros—. Recuérdalo, nacimos solos, vivimos con otras personas si queremos, y morimos solos, así funciona esto.
Dejándola pensar en eso, Luciana la tomó de la muñeca y se acercó a Gateguard de Aries.
—¿Vienes o me esperas allá? —le preguntó con toda la normalidad posible.
Además, esa sería sólo una, de las muchísimas cuestiones que tenía Luciana para él.
¿Qué hacía en la taberna?
¿Cómo sabía que Colette estaba ahí y que ella arribaría también? Es decir, él afirmó que estaba esperándola.
¿Iba a asegurarse de algún modo que Cosmos no fuese a hacer un "movimiento" en su contra?
¿Realmente Colette no le había atraído en lo más mínimo?
Esa última pregunta que Luciana había formulado su cabeza le preocupaba, no por sentirse celosa de algún modo, sino porque la mocosa todavía era una niña y no iba a permitir que ningún hombre le tocase siquiera un cabello hasta que cumpliese los 18 años mínimo.
—Iré con ustedes —respondió él sin el menor problema en acompañarlas.
En silencio, los tres caminaron por las oscuras calles de Rodorio hasta llegar a los terrenos de la posada. Se adentraron para ver el panorama.
—Siempre me pregunté como sería uno de estos cuartos por dentro —musitó Colette, ganándose la mirada de reojo de Luciana, quien no le dijo nada.
Un sentimiento agrio se alojó en la mujer mayor al oírla usando ese tono melancólico; un sentimiento de amarga comprensión. Es decir, Luciana estaba segura que Colette, mientras vivió en el infierno con esa bestia al que debía llamar "hermano", debió haberse preguntado por lo menos una vez al día: ¿qué se sentirá vivir en un sitio donde no tengo que dormir con un ojo abierto?, algo que Luciana también había hecho en un pasado lejano.
Ella quería asegurarse que nunca más tuviesen que sentirse de esa manera tan inhumana.
—¿Aquí vivirás de hoy en adelante? —preguntó serio Gateguard de Aries cuando Colette entró al pequeño cuarto que se les asignó y comenzó a explorar, luego de encender una vela que la dueña le dio a Luciana antes de dejarla acomodarse.
—¡Es cierto, hay dos camas! —exclamó la chica mientras Luciana le cerraba la puerta, dejándola disfrutar de su nuevo espacio.
Ella necesitaba hablar con Gateguard sin Colette interrumpiendo.
—Sé que es pequeño —suspiró un poco apenada con esta situación—, pero es todo lo que pude conseguir. Digamos que no tuve mucho tiempo para pensar y menos para buscar otras opciones, ni siquiera sé si había otro sitio donde me cobrasen menos por algo mejor, aun así, yo pienso que no está tan mal…
—No estaba ofendiéndote ni a ti ni a tu nueva casa —le aclaró él.
—Perdón —bajando su tono de voz, ella se llevó una mano a la cara—, estoy muy estresada.
—Lo veo.
Luciana consideró un alivio que él no la estuviese martillando con preguntas tipo: ¿ya has pensado en un nuevo empleo? ¿Dejaras que sea la niña quien te mantenga hasta que tú consigas algo? ¿No sientes que pierdes el tiempo?
—¡Mitéra! ¡Esto es genial! —gritó Colette desde adentro—, ¡voy a dormir en la cama de la derecha!
Rayos… esa cama Luciana la había querido, pero dado a que prácticamente ahora dependían del sueldo de Colette y de lo que se adquiriese de la renta de su antigua casa, no consideró justo tomarla si la chica la quería.
—¡Hazlo!
Decidiendo irse de una buena vez con Gateguard de Aries, Luciana abrió la puerta para ver a su protegida acostada todavía vestida.
—Escucha bien, ya debo irme; tus cosas están en uno de los dos costales, cámbiate y no salgas de ahí. Si necesitas ir a orinar, las letrinas están atrás de la posada, usa una vela, ten mucho cuidado y no olvides mirar a todos los lados. Si ves algo raro, grita y corre hacia otra casa, ¿de acuerdo? —suspiró esperando lo mejor para la chica—. Yo vendré más tarde.
Sin preocuparse, Colette se alzó un poco viéndola de forma pícara.
—Diviértete, mitéra —le dijo casi en voz baja.
Recordándose que estaba tratando con una mocosa y no con una adulta, Luciana puso los ojos en blanco y cerró la puerta.
—Bien, vámonos ya —masculló esperando que Gateguard de Aries no hubiese oído eso último.
Ya se encargaría de enseñarle modales a esa chiquilla.
Al no recibir respuesta, ella buscó al santo con sus ojos, lo vio no muy lejos, observando atentamente un punto a su derecha, justamente en la división del cuarto de Luciana y otro que, al parecer, no estaba ocupado.
—¿Pasa algo? —preguntó ella en voz alta para que él la oyese.
En lugar de responderle, aunque sea con una palabra, Gateguard de Aries la ignoró y caminó hasta su punto de interés, se agachó tomando un objeto del suelo. Al incorporarse, Luciana ya había llegado hasta donde estaba él.
—¿Qué es eso? —quiso saber ella, notando que Gateguard de Aries había recogido una flor—, qué bonita… ¿la arrancaste? —se sintió un poco mal por eso, con lo linda que se veía.
—No —dijo serio deslizando sus ojos por encima del tallo perfectamente cortado—, ¿has visto más flores como esta por esta posada?
—No que yo recuerde… al menos no creciendo por aquí —respondió con sencillez, restándole importancia—, ¿sabes? Sólo las he llegado a ver en la florería del pueblo. Ni siquiera sé qué tipo de flor es, pero es bonita —sonrió viéndola.
—Es un lirio —musitó viendo los pétalos con atención. La ladeó y al parecer algo se le estaba ocurriendo—, es un lirio completamente blanco.
Tratando de no quedarse atrás con las suposiciones, Luciana alzó una ceja.
—Crees que alguien la puso aquí, ¿verdad?
—Espero que no —susurró entregándosela.
Luciana la agarró y la observó con atención tratando de hallarle algo "raro", luego frunció un poco el ceño.
—¿Y… yo para qué la quiero? —preguntó con sencillez.
—Por si aparece otra —respondió cargándola como la noche pasada: un brazo bajo sus rodillas y el otro sobre su espalda.
«¿Otra?» en un parpadeo de Luciana, ya estuvieron en Aries.
Debido a que habían pasado muchas noches, yendo y viniendo de este modo, Luciana conocía a la perfección el proceso. Supo que debía cerrar los ojos y calmar su estómago para evitarse mareos. Apenas volvió a abrir los párpados, Gateguard de Aries la bajó.
—Y… ¿ya tienes lista la cubeta con agua? —preguntó Luciana distraídamente, relajando sus entrañas, acariciando los pétalos lisos y suaves del lirio.
—Hoy no habrá cubeta con agua.
—¿Mmm? —ella lo volteó a ver.
—Ya he conseguido lo que querías —dijo sin una expresión clara en su rostro—. Hoy dormiremos juntos.
Abriendo un poco más los ojos, evidentemente sorprendida, Luciana apretó un poco el tallo del lirio.
¿En serio ya había conseguido e instalado las cadenas?
¿En qué momento? ¿Luego de que ella se fue?
¿Por qué no le dijo nada esta mañana?
—Ehm, bien. Me parece perfecto.
—Sígueme —le dijo caminando hacia la alcoba con Luciana atrás de él.
Vaya cambio de tema.
Sin embargo, antes de dormir, Luciana necesitaba saber qué estaba haciendo él en la taberna y por qué le había dicho a Colette tanta información, con el fin de que la chica confiase en él y le explicase lo que había ocurrido.
Al entrar a la alcoba y permitir que Gateguard encendiese las velas, Luciana notó de primeras que no había nada instalado en ninguna pared, y la cama seguía igual.
Preocupada, la mujer desvió sus cuestiones respecto a la información que pudiese tener el santo sobre ella, y se centró más en lo que estaba pasando ahora.
—Oye, Gateguard —Luciana miró con duda y un poco de nerviosismo cómo es que no había nada diferente en la alcoba, salvo por aquel baúl de metal oscuro (bien asegurado, amarrado con gruesas cadenas que iban cruzadas, sujetas por un enorme candado) a los pies de la cama—. Cuando dijiste que habías conseguido lo que yo quería… hablabas de…
Él dejó las velas hacer lo suyo con la iluminación y fue precisamente hacia ese baúl, sacando una llave grande del bolsillo de su pantalón color gris oxford.
—Por obvias razones… —metió la llave en el candado, le dio vueltas hasta que se abrió, y las cadenas cayeron al piso de golpe haciendo un preocupante ruido—, intentar amarrarme con cadenas comunes no iba a funcionar. Tuve que buscar otros modos.
—Ajá…
Frunciendo el ceño, Luciana fue acercándose mientras veía a Gateguard alzar la tapa chillante del baúl.
¿Qué rayos había ahí adentro?
—Dijiste que no querías correr ningún peligro mientras durmiésemos, así que, para evitar que sufras algún tipo de daño, conseguí algo más efectivo.
Asombrándose por ver cómo Gateguard de Aries sacaba del baúl grilletes metálicos rojos, muy anchos, seguramente pesados… y resplandecientes… Luciana alzó sus cejas mientras que él se iba poniendo dichas cosas en las muñecas.
De pronto, ella (sintiéndose extraña) se imaginó que esto se veía como si él estuviese aceptando ser un esclavo.
Eran grilletes, se veían muy pesados, pero no había cadenas con las cuales sujetarlas.
Y algo le dijo a Luciana que no usaría las del baúl.
Sintiéndose algo dudosa, Luciana apretó el tallo del lirio blanco, un poco preocupada. Luego, parpadeó varias veces al decirse que no estaba volviéndose loca ni ciega, y esas cosas en verdad estaban brillando.
En serio… ¿esto funcionaría?
—Continuará…—
Felices fechas de terror, me encanta todo lo es que se refiere a "día de muertos" y "halloween". Las calaveras de plástico, las etiquetitas con figuritas de fantasmas, las velas y las telarañas falsas WIIII y lo mejor, ir por ahí asustando niños con un disfraz 7u7 jajajaja soy mala.
Por cierto, espero que este capítulo les haya gustado. ;D
Sé que algunos esperaban que Gateguard interviniese o algo pasase para que Luciana y él estuviesen un poco más juntos, como irse a vivir todos en Aries. Sin embargo, hay que ser realistas; Gateguard no tiene ninguna obligación de irla a auxiliar cada vez que se mete en dificultades. Les soy honesta, no me gusta ese tipo de "salidas fáciles" en un fic, menos en los míos; así que quise poner a prueba a Luciana y su experiencia.
Es claro que ahora mismo ella las está viendo duras porque no tener dinero para estar pagando "renta" (perdonen jejeje no sé cómo se le llamaba al hospedaje en una posada del siglo XVI en Grecia) y menos de forma continúa, sin embargo, como Luciana misma lo está planeando, van a ajustarse aun con las dificultades.
Una cosa más, el área donde se hospeda Luciana será descrito con más detalles en capítulos posteriores. Aunque siento que ya todo quedó claro... ¿o no? XD perdonen, pero mi debilidad es describir lugares jejeje. A ver cuándo mejoro en eso XD.
Por otro lado, quiero decir que ya me verán en la programación normal. El Fictober se ha terminado, ya estoy concluyendo algunos proyectos y espero poder seguir actualizando cada semana.
Ojalá logremos terminar el fic antes de que se acabe este horrible año XDDD.
¡Gracias por seguirme en esta aventura!
Gracias por leer y comentar a:
Mumi Evans Elric, camilo navas, Nyan-mx, Guest, y Ana Nari.
Nos estaremos leyendo.
Hasta el próximo capítulo. :D
Reviews?
Si quieres saber más de este y/u otros fics, eres cordialmente invitado(a) a seguirme en mi página oficial de Facebook: "Adilay Ackatery" (link en mi perfil). Información sobre las próximas actualizaciones, memes, vídeos usando mi voz y mi poca carisma y muchas otras cosas más. ;)
Para más mini-escritos y leer mis fics en facebook de Saint Seiya, por favor pasen a mi página: Adilay de Capricornio (antes: Êlýsia Pedía - Fanfics de Adilay Fanficker) ¡y denle like! XD
