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Noche
X
— El Sueño de un Atormentado —
…
Luciana se hallaba nerviosa.
Hoy lo intentarían de nuevo, dormirían juntos, sin embargo, no se hallaba tan segura de ya no correr peligro.
En el interior de su gordo cuerpo, aun había mucho del estrés que conllevó su fugaz e inesperado cambio de casa, adjunto a su agria despedida con la señora Neola, también el desagradable hecho de que Colette haya entrado en pánico y corrido de vuelta a la taberna para pedir de regreso su antiguo empleo nocturno, lo que casi la convirtió en la puta de alguno de los hombres que la agarraron.
Para finalizar, con mejor pie, este desagradable día, Gateguard de Aries las había ayudado, tanto a ella como a Colette, a salir de la taberna por las buenas; sin embargo, no sólo él había hecho un descubrimiento inocente como extraño (la flor que Luciana sostenía aún) sino también le había dicho que iban a poder dormir juntos como se pactó desde un principio.
Mientras Gateguard se acomodaba el grillete de su muñeca izquierda, pues ya tenía la derecha asegurada, Luciana le pidió su permiso para ir a vaciar su vejiga.
Antes de salir del cuarto, ella dejó el lirio blanco a un lado del candelabro que sujetaba las velas.
—Es muy bonita —comentó tranquila; si Gateguard de Aries se la dio para que hiciese lo que quisiera con ella, entonces ningún peligro habría de tener.
Aunque… ¿a qué se habría referido cuando le mencionó que podría aparecer otra? Bueno, Luciana sólo rogaría porque no representasen algún mal; suficiente había tenido hoy… quizás, para todo el resto de su vida.
Como era habitual en él, no le respondió.
Mientras andaba casi a oscuras (de no ser porque el pasillo tenía velas encendidas) Luciana dejó de lado el asunto del lirio, esperando que, lo que se estuviese poniendo Gateguard como seguro, no fuese un engaño, un mal chiste, o un plan que evidentemente fallaría de no haber cadenas en algún lado para cuando ella volviese.
Por eso, se tomó su tiempo en la letrina.
De regreso a la alcoba, Luciana no vio nada pegado al techo ni a las paredes, sólo unos fuertes y gruesos grilletes rojos brillantes, tanto en los tobillos como en las muñecas del santo de aries.
«Quizás va a salir por lo que falta» al menos, eso esperó Luciana, quitándose lentamente el vestido de esta tarde, dejándose el otro más ligero y blanco que ya se le había hecho una costumbre llevar—. Mmm, ¿me garantizas que… son seguras? —preguntó ella por fin, señalando los grilletes que Gateguard de Aries se estaba asegurando de tener bien puestas.
—Sí —farfulló un poco esquivo.
Al incorporarse, luego de estar sentado sobre la cama para cubrirse los tobillos y muñecas con los grilletes, Gateguard se levantó y en el proceso extrajo del baúl una última cosa que pudo bien sostener con su mano izquierda.
Él estaba vistiendo un pantalón pescador color beige y una camisa con mangas ¾ bastante suelta, blanca y larga hasta por debajo de su entrepierna. Al parecer él había aprovechado su ausencia para cambiarse la ropa también.
Gateguard le extendió a Luciana un collar con la forma de una llave cuyo extremo "decorado" era un trébol de 3 hojas. Desde la cadenita hasta la propia llave, también brillaban, aunque con mucho menos intensidad que los grilletes.
—Pregunta: ¿có-cómo esto evitará que me estrangules cuando duermes? —dudosa, Luciana tomó el collar y se lo puso, sacándose el cabello del mismo una vez que estuvo rodeando su cuello.
—Cierra los ojos —le pidió acomodándose de nuevo los grilletes de las muñecas.
—¿Para qué?
—Sólo hazlo —poniendo los ojos en blanco, Gateguard insistió.
No muy segura de lo que pasaría, Luciana hizo caso.
Apenas sus ojos se vieron cubiertos por los párpados, Luciana sintió una ligera ventisca de aire; al abrir los ojos de golpe, se quedó pálida.
Gateguard tenía su puño a 10cm de su rostro y parecía hacer un esfuerzo por acortar esa distancia.
Ante esa imagen, Luciana casi escupió el corazón, pero estaba tan helada que apenas pudo recordar cómo hablar y cómo tragar saliva.
—No vuelvas a hacer eso —espetó luego de inhalar fuerte, terminando de desentumecer su mente—. Ya lo habíamos platicado, ¿recuerdas? Nada de sorpresas que puedan matarme de un susto.
—Por eso te pedí que cerrarás los ojos —respondió con sencillez.
Cruzándose de brazos, Luciana lo miró mal.
—Perdón. Si no lo hacía, no dejarías de hablar y si te decía lo que haría, te negarías a intentarlo por creer que "no funcionaría" —Gateguard de Aries se incorporó—. La llave no es sólo sirve para abrir los grilletes —le mostró sus muñecas para que ella viese que tenían un agujerito pequeño en cada una—, sino para que te mantengas completamente segura de mí mientras estoy dormido. Además, mientras tenga los grilletes, no puedo usar la llave para abrirlos. Eso sólo podrás hacerlo tú, cuando amanezca.
Como queriendo hacer una demostración completamente distinta, Gateguard se tomó un segundo atrevimiento. Alzó su mano derecha, esa misma que había usado para intentar atacarla, y le tocó la mejilla.
Pasmada, Luciana no supo qué la desconectó más de la realidad. El "casi" intento de volarle la cabeza de un puñetazo; o aquella mano agrietada y endurecida por los constantes entrenamientos, acariciándola con un tacto que nadie nunca en la vida había tenido con ella.
—¿Te das cuenta? —le musitó tranquilo mirándola a los ojos; sin soltarla—. Si por algún motivo intento hacerte daño, aún dormido, no podré hacerlo. Los grilletes y la llave tienen una conexión más allá de lo que ves, miden mi fuerza y la tuya, así como mi velocidad y los pulsos de nuestros corazones. También nuestras respiraciones. Nada me impide mantenerme cerca de ti si mis intenciones, sobre todo las de mi subconsciente, son… pacíficas. Por otro lado, si hay algún tipo de signo agresivo o de la más mínima alteración en mi propio cuerpo que puedan representar un peligro para ti, los grilletes actuarán y me mantendrán en mi sitio. En ese estado yo no podré tocarte, pero tú a mí sí.
Una vez que él quitó la mano de su cara, Luciana volvió a tragar saliva por su seca garganta. Le costó demasiado procesar todo lo que había escuchado, pero le había quedado lo suficientemente claro para no pedirle que le repitiese lo que le acaba de decir.
La buena noticia es que esta noche Gateguard estaba usando una camisa bastante floja que le cubría su perfecto varonil pecho, y eso evitaba un poco que los ojos de Luciana se desviasen hacia sus pectorales. La mala, es que sería… tal vez… la primera ocasión en la que ella dormiría con un hombre como él. Y eso, le causaba algunos inquietantes nervios.
Un hombre con el que no había intimado antes. Un hombre que se había disculpado con ella más de una vez, sin anteponer su estatus como macho al mando sobre sus dudas. Un hombre que no quería hacerle daño… ni físico, ni mental.
¿Sería natural que se sintiese un poco nerviosa?
No sólo porque la última vez que lo intentaron, ella casi expulsó sus pulmones por la boca, sino por el terrible malentendido que pasó poco después.
Luciana inhaló profundo.
—De a-acuerdo —ella se apartó cabello de la cara como si ese fuese el responsable del aumento de su calor corporal; sobre todo el de su casa—. Entonces, ehm… ¿esta noche no es para probar su eficiencia?
—No. Por eso la tardanza —respondió como si eso le hubiese irritado.
Bueno, hoy sería la primera noche en semanas que Luciana no lo despertaría con agua fría o algún golpe.
Ante su seguridad, Luciana asintió, acomodándose el cabello en una trenza que no podría amarrar y eventualmente se desanudaría. Inhaló profundo, otra vez.
—Pero, ¿aún vas a querer que te grite? —preguntó curiosa.
—Si es posible, no lo hagas sobre mi oído —pidió él.
—De acuerdo, haré lo que pueda.
Sin ofenderse, Luciana recordó que él ya le había dicho que su voz le era… su despertador, adentro de sus pesadillas, pero que, de vuelta a la realidad, esta ocasionaba que le doliesen los oídos, sobre todo si la escuchaba en un volumen muy alto.
Es decir, Luciana ya sabía que su tono no era precisamente el más delicado ni mucho menos angelical, y que él le fuese sincero con respecto al por qué la necesitaba a ella para ayudarlo a despertar, no debía por qué hacerla sentir mal.
Además, ahora que lo recordaba… ¿acaso no ya le había dicho porque sólo ella podía ayudarlo a dormir también?
Afortunadamente, también su comunicación había estado avanzando un poco más, como para dejar esos puntos en claro.
—Entonces… todo es seguro —dijo Luciana otra vez.
—Sí.
—Muy bien —dijo no tan segura. «Dioses, por favor, me encomiendo a su cuidado» pensó Luciana acostándose en la cama a un lado de él—. Tratemos de descansar, a ver hasta dónde nos dura la tranquilidad —bostezó alegrándose de ya no estar pasando las noches sentada o caminando mientras esperaba a que algo pasase.
—Mhmm.
Debido a las otras noches compartiendo alcoba, y su última charla; ellos dos pudieron acostarse sin problemas el uno a un lado del otro, sin embargo, como si sintiesen que debían darse su espacio, se mantuvieron lo más alejados posible, dándose las espaldas.
Al menos ella lo hizo, Gateguard se mantuvo acostado bocarriba, cerrando sus ojos.
Sin embargo, a pesar de estar muy cansada y sentirse cómoda de poder acostarse en una cama durante la noche y no durante la madrugada casi a la salida del sol, Luciana todavía no quiso dormir. No podía hacerlo hasta comprobar que todo estuviese en orden, y aunque Gateguard le haya dicho varias veces que los grilletes ya habían sido probados, ella necesitaba una confirmación de primera mano. ¿Y qué mejor que quedarse despierta y comprobarlo por sí misma?
Las 3 velas de la alcoba siempre estaban encendidas durante la noche, al principio, Luciana lo adjudicó a que si ella debía estar despierta para vigilarlo, no tenía caso apagar la luz. Sin embargo, ahora que lo recordaba, la primera noche que la pasó aquí, él tampoco había apagado las velas.
¿Siempre dormía con luz?
Lejos de pensar (como en su primera vez aquí) que él seguro se estaba dando sus lujos, Luciana sintió curiosidad por eso. Gateguard ya había demostrado bastante bien que él no era de los hombres que derrochaba sus ganancias a lo imbécil; por lo que, algún motivo habría de tener para mantener la luz en la alcoba. El "miedo a la oscuridad" en definitiva estaba excluido. Así que eso aumentaba las ansias de Luciana por saber la razón.
No pudo guardar silencio hasta el amanecer.
—¿Hoy tampoco apagarás las velas? —masculló parpadeando lento, estaba bastante cansada luego de aquel largo día.
—No —dijo en un tono neutro—, ¿te molesta?
—Ya me acostumbré —respondió sonriendo—, duerme.
Ella quiso mantenerse despierta, pero no pudo lograrlo. Se sintió tan cómoda… tan en paz… y el que la luz de la vela se notase… igual que otras noches, pero diferente al mismo tiempo… no le ayudó a quedarse con los ojos abiertos.
No soñó nada, Luciana sólo abrió los ojos casi instintivamente, justamente 10 segundos antes de que Gateguard de Aries comenzase a tener una respiración irregular.
Reconociendo ese modus operandi, ella se alzó para darse vuelta y mirarlo.
«¡Maldición, maldición, maldición! ¡Agua!» agitada, miró hacia el lado opuesto de la cama, recordándose que esta vez no había agua, ni tampoco tenía tiempo para correr, ya que, con la velocidad con la que Gateguard era capaz de moverse, indudablemente la alcanzaría en menos de un parpadeo.
Cielos… cielos… ¿qué debe hacer?
¡Vamos, vamos!
¿Debería comenzar a gritar como un gallo cantor siendo perseguido por un depredador? Dejando de lado los estúpidos chistes, Luciana se dijo que eso sería básicamente, lo que le pasaría a ella en pocos segundos, si no lograba despertar a este hombre.
Agarrándose fuerte de su valor, Luciana se quedó sentada a su lado, se aproximó lentamente a medida que él iba agitándose más y más.
—Gateguard… —lo llamó fuerte acercando su mano derecha hacia el rostro de él, sin atreverse a tocarlo.
Como si ella fuese un enemigo o algo así, según sus instintos como santo, Gateguard estiró su puño hacia el rostro de Luciana, pero justamente como había pasado hace un rato, los grilletes brillaron al igual que la llave en el cuello de ella y le detuvieron en seco.
Eso no quitó que ella casi se meara del susto; por suerte, no tenía nada que expulsar así que su cuerpo sólo exhaló aire frío de sus pulmones.
—Gateguard… despierta —masculló temerosa, viendo ese tembloroso puño tan cerca, pero aliviada de que, en efecto, aquellos artefactos funcionasen.
De pronto, él, como si quisiera zafarse y llegar hasta ella, deshizo el puño y extendió sus dedos. Los grilletes le impidieron su cometido.
Alterándose, comenzaba a decir algo con los labios cerrados… o al menos eso le pareció a Luciana, aunque, al parecer él todavía estaba dormido.
Luciana parpadeó asombrada.
¿Intentaba hablar? ¿Hablaba entre sueños?
Eso era nuevo. Se preguntó si él lo sabría.
Ella solía echarle agua fría cuando comenzaba a moverse, pero nunca lo había oído responder a su voz mientras dormía.
Decidiendo analizar la situación para luego compartirla con Gateguard, en caso de que él no supiese lo que su cuerpo hacía cuando su consciente se apagaba, Luciana se deslizó un poco lejos para prepararse en caso de que él hiciera algún movimiento extraño. Los grilletes en sus muñecas brillaron sin detenerse por un segundo.
Pasando por un momento de soñolienta, pero evidente frustración, Gateguard pegó sus manos sobre el colchón, exhalando cansado, haciendo una mueca de fastidio. Deslizó las manos encima de la cama, como si buscase algo. Al poco tiempo, comenzó a buscar con más ahínco, tomando una respiración irregular… otra vez.
Bien, suficiente de análisis.
—Ga-Gateguard… Gateguard —arriesgándose a no tener tanta suerte como hasta ahora, y viendo que su sola voz en un tono fuerte no era suficiente para hacerlo despertar, su primer pensamiento fue en buscar agua, pero no quería dejarlo solo—. ¡Gateguard! ¡Gateguard! —le gritó acercándose más, agarrando su cara por las mejillas—. ¡Gateguard! ¡¿Me oyes?! ¡Gateguard! ¡Despierta! ¡Despierta!
Luego de llamarlo y mecer su rostro un par de veces más, los grilletes dejaron de brillar con intensidad. Él dio una exhalación aliviada mientras tomaba las muñecas de Luciana con sus dos manos. Suspiró más tranquilo, pero aun afectado por la agitación.
Al menos ya había dejado de tensarse y moverse con agresión.
—¿Gateguard? —masculló Luciana, dándose cuenta de que él no abría los ojos.
¿Seguiría dormido?
Cielos, ahora la había atrapado… ¿sería capaz de romperle las muñecas con tan solo un duro apretón? ¡Por favor, no!
No muy segura de que él estuviese hablando con alguien en sus sueños y en la realidad apenas murmuraba guturalmente quién sabe qué cosas, Luciana decidió no gritarle. Ahora que estaba en esta postura, no le convenía dejarse llevar por el pánico.
Lo analizó de nuevo.
¿Estaría soñando con alguien de su pasado? ¿Un recuerdo? ¿Sería una pesadilla o un sueño más o menos común? Eso ya lo descubriría mañana cuando hablase de él sobre esto.
—Gateguard… ¿sigues… dormido? —preguntó incapaz de tocarlo dado a que él todavía le sujetaba sus muñecas.
Su agarre no venía con fuerza, pero tampoco era lo suficientemente débil como para que ella pudiese soltarse sin pelear. Y algo le dijo que intentar alejarse de él, si es que el santo seguía dormido, tampoco sería algo muy listo de su parte.
—Es-escucha…
—Estoy bien —susurró tranquilo, ladeando la cabeza.
Fue lo único claro que dijo, sin embargo, el que no abriese los ojos y tampoco le soltase las muñecas, le dijo a Luciana que tal vez él estaba medio despierto, pero todavía bastante cansado como para quedarse en este lado.
¿Debería esforzarse más en despertarlo?
Grita, grita hasta que te quedes afónica, le imploró su temor. Sin embargo, la razón le pidió que no se dejase llevar por sus instintos primarios y esperase, que esto no iba a empeorar.
Luciana no lo vio agitado, tampoco seguía actuando violento, así que esperó que esa fuese una señal de que no era necesario imitar a una gárgola sobre su oreja para sacarlo de su mundo interior.
—Me alegro… que estés bien —le susurró ella con suavidad, creyendo, más aliviada de que esto pudiese funcionar—. Intenta dormir otra vez, ¿sí?
Asintiendo muy ligeramente con la cabeza un par de veces, Gateguard le acarició las muñecas con un tacto casi imposible de creer.
—Acuéstate conmigo —inhaló profundo, usando un tono más serio, como si estuviese despierto; aunque Luciana dudaba eso ya que él no había mostrado más señales de ello—. Ven —murmuró soltándola para que ella se acomodase sobre él.
Tragando saliva, esperando que esto fuese todo, Luciana decidió no ir contra corriente; se acomodó de modo que su cabeza estuviese arriba del pecho de Gateguard y pudiese pasar su brazo derecho encima de él.
—¿Así? —preguntó ella, todavía en duda.
Inhalando profundo, él relajadamente bajó sus brazos de lado a lado, sin llegar a tener las intenciones de propasarse de algún modo con ella o sujetarla sobre él para mantenerla ahí.
—Sí. Gracias —susurró pacífico, pareciendo que volvería a dormirse.
—Por favor, duerme ya —le pidió ella haciendo un gesto de incomodidad, considerando muy raro hablar con un hombre dormido. Un hombre que, despierto, no tenía ese tono tan tranquilo de voz, y si lo tenía, no lo usaba con ella. Además, ¿le había agradecido? Eso también era nuevo.
Todo esto estaba resultando ser tan, pero tan extraño, que Luciana no dudaba que en realidad fuese ella la que estuviese soñando.
Su cerebro sencillamente no consideraba normal oírlo hablándole así.
—Ya no hay fuego —bisbiseó de pronto.
—¿Cómo dices? —susurró un poco nerviosa. ¿De qué fuego hablaba?
—En el pueblo… el fuego, se apagó —masculló tranquilo.
Analizando esto rápido, Luciana de pronto lo pensó y lo meditó.
Esto no se lo decía a ella, eso estaba claro. Hablaba de un pueblo en llamas, ¿era eso con lo que soñaba cada noche?
¿Por qué?
¿Sería algún fragmento de su pasado o algún miedo relacionado a su trabajo actual como santo? ¿Y con quién rayos estaba soñando que estaba confundiéndola con esa persona?
Le carcomía la curiosidad. Sin embargo, Luciana no había sido contratada para preguntar.
—Me alegro mucho —le dijo lo más calmada posible, llevando la mano que le abrazaba al antebrazo de él, ofreciéndole una suave caricia. En el mismo tono de tranquilidad, aunque no la sintiese del todo bien como él, agregó—: Ahora ya puedes descansar.
—Mhmm.
Fue precisamente en ese instante en el que él por fin exhaló en paz y su cuerpo se destensó por completo.
Luciana no pudo volver a dormir. Se sentía incómoda y un poco culpable. No sabía qué lugar había usurpado para ayudar a este atormentado chico a dormir otra vez, pero, esperaba que al menos a partir de hoy, las cosas girasen en pro a una mejoría.
¿Debería hablar con él sobre esto y dejarle desahogarse sobre ella justamente como Luciana hizo apenas antier?
Si él estaba pasando por una fase de duelo, o por un temor latente que no le dejaba en paz… era mejor que lo expresase lo más saludable posible para que ambos pudiesen retomar sus vidas a cómo eran antes.
Mientras más pronto lo hiciesen… mejor para los dos.
…
Al cabo de unas inconscientes horas navegando por la nada del reino de Morfeo, Luciana se molestó cuando sintió unos dos dedos tocando su espalda, perturbando su paz.
¡¿Acaso no iban a dejarla dormir bien por lo menos una maldita vez?!
Hizo una mueca de desagrado; no quería despedir aun del mundo de los sueños.
—Hey… —oyó muy cerca.
—Mmm —indispuesta para abrir los ojos, ella se abrazó más al cuerpo que tenía debajo.
—Despierta —hubo más toques en su espalda.
—Mmm… no quiero —masculló estirando sus piernas hacia abajo, restregándolas sobre una pierna más ancha que intentaba zafarse con delicadeza de su agarre.
En ese movimiento ella también sintió algo más, algo firme y suave, que no parecía ser una pierna; ¡bah! Tampoco le importó.
—¿Podrías al menos soltarme? —los toques a su espalda se volvieron ligeras palmadas.
—Arg, me lleva el… infierno —irritada por tener que bajarse de su zona de confort, darse la vuelta y reacomodarse en un sitio frío sobre la cama para intentar dormir otra vez, una vez ahí, Luciana soltó un suspiro—. Por favor, déjame dormir… estoy muy cansada —dijo lo último con mucho agotamiento; hacer de vigilante nocturno era demasiado, además que todavía no recuperaba fuerzas de su agitado día anterior. ¡Merecía un maldito respiro, por todos los dioses!
Agradeciendo la consideración posterior, Luciana escuchó con agrado cómo él se levantaba de la cama sin decirle nada más y salía del cuarto; la puerta delató ese momento. Aunque, no pasó mucho rato en el que Luciana viajó por aquel mar de nubes llamado sueño, que volvió a bajar al mundo de los mortales con unas ligeras sacudidas a su hombro expuesto dado a que ella estaba acostada de lado.
—Despierta —la llamó el mismo mosquito molesto.
—No quiero —fastidiada, con un movimiento brusco, se quitó la mano que la mecía para acostarse del lado opuesto y darle la espalda.
Debido a que nada más pasó, Luciana se reacomodó bocabajo en la cama y pensó que al final podría sumergirse de nuevo en su búsqueda del sueño perfecto, sin embargo, luego de un corto tiempo (o al menos, eso pensó ella) algo más la despertó.
Nadie la tocó, y no fue necesario.
Un aroma dulce y fresco entró seductoramente por sus fosas nasales, y pateó violentamente a su estómago.
Ni corto ni perezoso, el estómago hizo el llamado "código rojo" a su lengua (haciéndola acumular mucha saliva en la boca); y el cerebro, como el capitán de un barco viendo el iceberg acercándose, no tardó en procesar lo que la nariz había detectado, haciendo sonar la campana mental que ocasionó que Luciana abriese los párpados de golpe; gracias a eso, la luz de la mañana que entraba por la ventana del cuarto le hizo cerrarlos adolorida.
—Mmmm, qué rico huele. ¿Ya es hora de desayunar? —musitó adormilada, luego de sentarse en la cama.
Se tomó su tiempo para desperezarse, alzó los brazos hacia el techo y movió el cuello para oír cómo algo se reacomodaba ahí.
Bostezando, Luciana tomó su vestido de la noche pasada, volviéndoselo a poner. Se puso sus zapatos, y como ya era su rutina, se ocupó de sus necesidades matutinas, lavándose las manos al terminar. Todo sin recordar que, hace unos momentos el dueño de este enorme templo había intentado despertarla de la forma más amable posible y ella lo mandó a volar… literalmente, ya que poco le había faltado para llamarlo "mosquito".
Es decir, sí, lo pensó; pero no lo dijo… no lo llamó así… ¿verdad?
Arrastrando sus pies hasta el final del pasillo, siguiendo a su nariz hacia donde le indicaba la ubicación de los alimentos que había olfateado, Luciana se quedó tiesa en su sitio, afuera de un umbral sin puerta, que daba a una cocina bien amueblada y ordenada, con una mesa con una silla y 3 doncellas moviéndose de un lado al otro, cocinando aquello que ella había inhalando.
Su estómago rugió, pero afortunadamente, gracias al ruido común de las chicas, no se oyó.
—¿Al fin despertaste? —dijo Gateguard de Aries a sus espaldas.
Luciana estaba tan encantada con el aroma e indispuesta a estorbarles a las doncellas intentando tomar algo de lo que estuviesen cocinando, ella asintió a las palabras del santo.
—Ajá —sus ojos brillaron en añoranza, ante esos aromas deliciosos.
—Bien, entonces sígueme —le pidió serio, aparentemente, siendo inmune al encanto de un buen desayuno.
—¿Para qué? —masculló soñolienta y hambrienta, todavía en su sitio.
—Porque tienes algo que ayudar a quitarme —la tomó del codo sin causarle ningún daño, y la jaló lejos de la cocina—. Anda, vamos.
Todavía embrujada por la fuerte fragancia del café recién hecho, Luciana estuvo tentada a estirar su mano libre hacia las ollas con comida, como si se despidiese del amor de su vida, pero no lo hizo, y eso fue la mejor decisión de este día puesto que, afuera de la cocina, en medio del templo, ya les esperaban dos hombres vestidos con oro.
Sin embargo, antes de darse cuenta de que no estaban solos, Luciana no pudo apartar la mirada anhelante de la cocina y decir una estupidez última.
—Aparte del desayuno… —susurró demasiado bajo, inhalando un poco más—, ¿qué más quieres que te quite?
Uno de los dos hombres, Sage de Cáncer, soltó una risa. Cuando despertó de aquel embrujo, Luciana parpadeó y lo vio. Maldijo su actuación, en su mente, sintiendo sus mejillas enrojecer un poco.
—Qué malos modales, Gateguard —comentó Sage no viendo mal, el espectáculo—, al menos déjala comer algo.
—Después. Oye, tú —le chasqueó los dedos enfrente a Luciana para hacerla reaccionar.
—¿Sí? —susurró con una suave sonrisa apenada que ella no sabía qué tenía.
—Desayunarás en unos minutos, pero necesito que abras las cerraduras —le enseñó los grilletes.
Parpadeando, volviendo a la realidad, Luciana asintió con la cabeza.
—Claro, perdona —se sacó sin protestas el collar con la llave del cuello, y metiéndola con cuidado adentro de los agujeritos de los grilletes, tanto de las muñecas como de los tobillos, dándoles una pequeña media vuelta, Gateguard de Aries fue por fin libre.
Los grilletes de las muñecas las sostuvo Gateguard. Por otro lado, los grilletes de los tobillos, los agarraron Sage de Cáncer y el otro hombre que Luciana no conocía, pero de igual forma llevaba una armadura dorada y un rostro serio.
—¿Funcionaron? —preguntó Sage de Cáncer sosteniendo sin problemas el grillete rojo, el cual no estaba resplandeciendo como ayer.
¿Por qué sería eso?
Incorporándose, con la llave en la mano, Luciana no supo si debía decir algo más o esperar que alguno de los tres hombres le pidiese que se fuese. Rayos, no haber comido nada ayer y haber despertado con esta hambre voraz, le había hecho actuar como una idiota.
Evitaría pasar más vergüenzas, quedándose callada.
—Por lo que veo, sí —dijo el otro hombre que hasta ahora no había hablado.
—Ya te dije que funcionarían —masculló Gateguard de Aries tranquilamente.
—Eso significa que ya podrás controlar mejor tu humor por las mañanas —masculló Sage, sosteniendo el grillete en una sola mano.
—Cállate.
—Sólo responde, eso no es algo que yo quiera saber; pero sí reportar.
Pareciendo que se esforzaba por responder con normalidad, Gateguard suspiró.
—Espero que sí.
—Bien —dijo el otro hombre; mirando a Sage, agregó—: dile a tu hermano que no propague ninguna información sobre estas cosas. Básicamente son grilletes que podrían poner en aprietos a cualquiera de nosotros. —Luego miró a Gateguard—. Tú, mantenlas bien ocultas.
—¿Me crees un idiota? —masculló Gateguard sin obtener respuesta, solo la mirada afilada del hombre.
—Él está al tanto de eso, Aeras —respondió Sage de Cáncer, evitando que una posible discusión se suscite entre los otros dos santos—. Hakurei sabe muy bien lo que podría pasar de darse a conocer la existencia de estos grilletes.
—De acuerdo. Entonces creo que ya puedo irme —le extendió el grillete que sostenía a Sage, quien lo tomó—, al Patriarca Itiá le complacerá saber que el Santuario por fin podrá estar en orden otra vez —miró serio a Gateguard, cosa que él respondió del mismo modo en silencio.
Aunque los tres estuviesen hablando como si ella no estuviese, Luciana lo prefería a tener que enfrentarse a las miradas y cuestiones de cualquiera de estos hombres. Necesitaba fuerzas para eso, y sólo de un buen desayuno podría obtenerlas. Ahora que tenía hambre, era mejor esperar a que la dejasen ir sin tener, ella que abrir la boca con el riesgo de poder decir algo estúpido.
Además, era más que claro que Gateguard y Aeras no estaban en los mejores términos de amistad, lo que ponía muy nerviosa a Luciana. No es que se esperaba que los dos santos se batieran en duelo por cualquier cosa, sin embargo, su pasado en la taberna la había hecho un tanto paranoica cuando observaba a los hombres mirándose de ese modo.
Hombres comunes peleando en una taberna le provocaba tensión ya que era muy común salir lastimada de eso; mesas o sillas volcadas, comida/cerveza volando en todas direcciones, un golpe, empujón o patada errónea. ¿Cómo rayos sería estar en una situación así con dos santos dorados con aparentes personalidades fuertes?
Es decir, ninguno estaba ebrio, tampoco estaban gritándose… pero bastaba con verles las caras como para darse cuenta que si alguno de ellos no se iba y no dejaban de estarse provocando cada vez que decían algo, habría problemas.
—¿Algún problema, Aeras? —preguntó Sage, interviniendo en el duelo de miradas.
—Ninguno —musitó sin dejar de ver al pelirrojo—. Gateguard… ¿cuánto le estás pagando a esta mujer por vigilarte?
—Ochenta por semana —dijo rápido, sin parpadear.
Viéndose en una situación… tensa, Luciana apartó la mirada hacia otro lado. Jugó con la llave con sus dedos y esperó lo mejor.
Ahora que lo pensaba, y se distraía con el tema de sus fondos de dinero una vez más, la primera bolsa que él le dio a Luciana como parte de la renegociación, tenía 100 monedas de oro, algo que a Luciana le vino muy bien hasta que esa perra bruja le había corrido de su casa.
Lo que quería decir que, en estas 3 semanas, Luciana había juntado 260 monedas, más el extra de sus ahorros pasados.
Antes de irse de la casa de Neola, rápidamente, Luciana contó 532 monedas en total, de las cuales se restaban 100 por el mes de renta que había tenido que pagar en la posada. Ahora tenía 432 y de eso se le irían restando en comida, algunos objetos de canasta básica, y el ahorro del siguiente mes en la posada.
Sus números de ahorros estaban en rojos… no eran lo suficientemente alarmantes para prepararse y pedir limosna en las calles, pero no quería acercarse tanto a ese deplorable destino para empezar a preocuparse.
¿Debería decirle ya a Gateguard que si por favor podría darle un adelanto de esta semana?
—Se oye razonable, también se lo informaré al Patriarca —dijo Aeras, marchándose de ahí.
Ahora que Luciana o oía y le prestaba atención de manera silenciosa, sobre todo en el área de la espalda, este santo tenía dos impresionantes alas.
¿Por qué tenía que poseer una cabeza de teflón? Vamos, era ridículo que no reconociera al sujeto.
Aeras…
Aeras…
No, sencillamente no recordaba a ese hombre; tal vez porque él era uno de los pocos santos en la orden ateniense que no frecuentaba los antiguos barrios de Luciana, a diferencia de varios tipos de bronce, plata y muchísimos aspirantes.
¿De qué signo sería santo? Es decir, era uno de los 12, pero, ¿cuál sería?
Se sentía estúpida por no poder deducirlo.
—Te acompañaré a guardar esto —habló Sage de Cáncer.
—Como quieras —respondió Gateguard—. Será mejor que vayas a desayunar —le dijo a Luciana.
—¿Mmm? —quiso asegurarse de que eso se lo decía a ella; así que lo miró dándose cuenta de que sí estaba hablándole.
—A estas horas ya deberían tener todo listo, una vez que termines, puedes irte. Nos veremos hasta esta noche.
Ella asintió.
—Claro, ten… la llave —estiró la mano donde llevaba el collar y se lo entregó a Gateguard. Luego pasó sus ojos hacia el santo de cabello blanco—, con permiso.
Sin decir más, se retiró hacia la cocina. Dioses, menos mal que estaba libre… un momento, ¿acaso él no comería? ¿O ya lo había hecho?
Caminando con tranquilidad, Luciana miró disimuladamente hacia atrás.
Quería preguntarle a Gateguard de Aries si ya había desayunado, y si no lo había hecho, que viniese con ella para comer juntos. Sin embargo, él estaba hablando con Sage de Cáncer, y no consideró apropiado inmiscuirse. Si es que estaban tratando algo de suma importancia, interrumpirlos podría ser una grosería bastante grande, de la cual sólo se salvaría (con suerte) por su pequeñísima relación con Gateguard.
Con su duda poniéndola intranquila, Luciana se adentró en la cocina donde, efectivamente, los alimentos estaban puestos a la perfección sobre la mesa.
—Wow, ustedes sí que son profesionales —les dijo a las doncellas que se encontraban ordenando la cocina—. Todo se ve delicioso. Gracias.
Ellas no le respondieron, ¿será acaso algún protocolo del Santuario?
No queriendo meterlas en problemas insistiendo en que le dijesen algo, Luciana (sintiéndose un poco incómoda al ser ignorada) sólo se sentó y miró aquel grupo de manjares.
Eligió como entrada principal, la taza de barro con café, luego partiría de ahí con lo demás, y no se iría hasta que su hambre fuese saciada.
Al terminar de comer, las doncellas le dijeron que ellas limpiarían todo y que esperaban que todo haya sido de su gusto.
Saliendo del templo, Luciana esperó que Gateguard de Aries también desayunase algo antes de comenzar sus labores diarias. Ella, por su lado, también tenía mucho que hacer.
—Continuará…—
¡Nuevo capítulo subido! ¡Espero que les haya gustado!
Esta vez seré un poco breve con algunas aclaraciones:
1.- Hay una escena eliminada... o más bien, modificada, de este episodio.
Les explico: quienes escriben fic, seguro ya han pasado por esto; los que no, pues la cosa va más o menos así. Verán, cuando se escribe, a veces hay momentos en los que una como autora se aloca y pone una escena que luego ya no le parece una buena idea, y la modifica un tanto o la quita. En este caso, es algo así, en el capítulo hay una escena que es completamente diferente a la que se muestra aquí. No la borré porque me gustó, y si bien no es "canónica" debido a cierta alteración en el ADN del fic, pues quiero mostrárselas, a ver qué opinan.
2.- Dicha escena la voy a mostrar en mi página de Facebook dedicada a mis fics de Saint Seiya. Aparezco como Adilay de Capricornio, no hay pierde, y si desean, pueden seguirme. Se los agradecería un montón.
Continuando con el fic.
Hay algo cierto en esto, y es que sin darse cuenta, Gateguard y Luciana están traspasando límites. Desde incluso antes de que Luciana le revelara parte de su pasado a él; ambos ya estaban cruzando fronteras en los muros del otro. Esperemos que les vaya bien; como dije, no planeo ponerles "rivales de amor" a ninguno porque me parecen de muy mal gusto... asuntito mío jejeje, no quiero ofender a nadie que sí le guste ese tipo de giros en la trama; así como tampoco voy a ponerme dramática de la nada y lanzar malos recuerdos de allá para acá.
Vayamos con la mayor calma posible, ¿okey? =)
Ahora, como un detalle informativo que quisiera darles, la idea de que Gateguard, murmurase en sueños en este capítulo, viene de una experiencia personal.
Tengo a un familiar que a veces masculla o dice cosas en su totalidad; la mayoría incoherentes; cuando duerme. Usualmente eso le pasa cuando llega cansado del trabajo. Así que tomé eso para aplicarlo a Gateguard, sólo que sin quitarle del todo que se mueve al comenzar a lidiar con sus malos sueños.
¿Cómo ven lo ocurrido?
La verdad, quería tomar el despertar de Luciana por parte de Gateguard, pero no quise hacerlo ya que él tiene su espacio en los episodios de "luna roja"... y como aferrada a mi propio orden, no pude contradecirme jejeje. A ver si podemos verlo en acción pronto 7u7
Otro comentario: Me alegra que se tomasen a bien las elecciones de Luciana, tanto al moverse ella misma para conseguirse un techo, sin ser la damisela en peligro. Y también por castigar a Colette, por no confiar en que su mitéra iba a tener un plan B, e irse como una cabra loca a intentar recuperar su empleo (tenía que ser una sagitario jajajajaja, lo admito, leo mucho los horóscopos, es divertido para mí XD y sí, si se lo preguntan, no es una broma, Colette es de signo sagitario) sólo para ser expulsada de ahí por Gateguard, y reprendida por Luciana jajajaja.
La verdad, yo sentí que Luciana y Gateguard por un momento se convirtieron en los padres de Colette, pero como el santo no tiene "el permiso" de regañarla por Luciana, he aquí su espera. A lo que me lleva a decirles que el que Gateguard aparezca siempre en ciertos momentos, también va a ser algo que se revelará a su tiempo. No desesperen. ;)
En cuanto al lirio blanco... muy pronto veremos su "por qué". Todos tranquilitos, ¿oky? :D
Bueno, eso es todo por hoy. ¡Gracias por seguirme en esta aventura!
Gracias por leer y comentar a:
camilo navas,Natalita07, Mumi Evans Elric, Nyan-mx, Ana Nari, y Guest.
Nos estaremos leyendo.
Hasta el próximo capítulo. :D
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