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Noche
XVII
— Ofrenda al Abismo —
…
—No ha parado de llover en toda la tarde —confirmó Gateguard irritado, cerrando con fuerza las cortinas de su alcoba, la cual todavía ocupaba Luciana.
Ella, lamentando en silencio no tener todavía la condición física necesaria para levantarse de la cama y largarse de ahí donde no pudiese seguir oyéndolo, puso los ojos en blanco ante tal irrelevancia, ya que Luciana escuchaba también, a la perfección, el agua y los truenos, por lo que, el que Gateguard volviese a decir lo obvio, la impacientaba.
En teoría, a ella no le molestaba oír a los hombres berreando por cualquier estupidez:
"Mi esposa me aburre…"
"Mis hijos me decepcionan…"
"Me siento tan solo…"
Porque todo se resumía a ellos, y los que ellos necesitaban, o más bien, lo que ellos querían y creían merecer. Luciana ya estaba perfectamente capacitada para tolerar a ese tipo de quejicas; sin embargo… ¿cómo tolerar a un hombre que se quejaba continuamente por la misma tontería relacionada a algo que no podía cambiar por mucho que se enojase?
Se aferró al cariño que ya le tenía para no gritarle que se callase de una buena vez.
¡Era sólo lluvia por todos los dioses!
—No para de llover —masculló, por milésima vez.
Luciana estuvo a punto de gritarle una grosería para que parase o por lo menos, para que se irritase por otra cosa. Esa era la (maldita) doceava o treceava vez que Gateguard de Aries se acercaba a la ventana, luego de estar sentado, impaciente, al borde de la cama por un rato, meciendo su pie de arriba abajo en una clara señal de desesperación.
Se supone que, por sus dolencias, era ella la que debía estar cansada, la que debía estar irritada por no poder volver a la posada; llevaba un buen rato sentada en la cama con la espalda apoyada en la pared… oyéndolo quejarse y quejarse sin parar. ¡Ya basta!
Estaba tan harta de verlo, de oírlo, de contagiarse de esa desesperación, que poco le faltaba a Luciana para decirle:
"No estoy sorda, la oigo, y por eso no tengo que oírte a ti diciendo lo evidente una y otra vez; ¡siéntate y cállate, maldición! Estás enloqueciéndome".
Pero, al final prefirió retener eso en su cabeza, inhalar profundo y guardarse las garras.
—Qué se le va a hacer —resopló ella, sin poder mantener la boca cerrada más tiempo—, a mí me gusta la lluvia; estaría bailando bajo ella ahora mismo… pero… debo mantenerme aquí —farfulló lo último, «contigo. Oyéndote chillar por algo tan simple y tan estúpido» agregó en su mente.
Lo de bailar bajo la lluvia fue mitad broma, mitad cierto. Si tan solo ella estuviese en la posada, en mejores condiciones físicas, ahora mismo habría aprovechado esta oportunidad para bañar su espíritu.
Claro, sólo en el caso de que la lluvia no estuviese demasiado fría y el viento no golpease tan fuerte. Ahora que su alma necesitaba tanto sentirse mejor, Luciana buscaría fuerzas espirituales de esa energía. Con gusto, se mojaría con ella hasta quedar completamente empapada, luego, volvería a casa y se secaría bien con un trapo limpio. Al final, se cambiaría la ropa para dormir plácidamente en su cama, hasta que el día siguiente pudiese darle un buen sol y ella pudiese bañarse de forma apropiada en el río.
Casa.
¿Cómo estaría Colette?
Pasando a otro tema, ¿sabría ella algo de lo que había pasado? Esa era una duda que Luciana todavía no encontraba respuesta. Apenas ayer había despertado de un larguísimo sueño, como consecuencia de su idiotez e impulsividad; y hoy, había abierto los ojos cuando las doncellas tocaron a su cuarto para ayudarla a cambiarse el camisón. Hoy le tocaba azul. Afortunadamente, Luciana ya podía moverse sola hasta la letrina sin problemas, pero fuera de ahí, nada era novedoso.
Aguarden, sí había algo novedoso:
Gateguard entrando a la alcoba para tomar algo de ropa y cambiarse en la otra habitación, sólo para volver irritado, momentos posteriores, sólo porque el agua no lo dejaba irse. ¿A dónde quería o necesitaba marcharse? Quién sabe, y siendo honesta, a Luciana no le importaba lo suficiente como para preguntárselo. Además, ¿la lluvia era capaz de retener a un santo dorado? Vaya descubrimiento, y todos pensaban que ellos eran imparables, seres humanos con el poder de un semidiós.
Ella todavía estaba adolorida, agotada y sólo quería que él se fuese a hacer su berrinche a otro lado.
—Ya relájate, ¿quieres? No es tan malo —quiso animarlo, aunque ella no estaba de mucho mejor humor.
Gracias a que "Señor Competitivo" estaba echando fuego por la boca, en su alcoba, desde que las doncellas los dejaron solos, Luciana sentía que el estómago le burbujeaba con molestia.
Cielos, qué tontería.
Como si ponerse a despotricar contra el clima, el poderosísimo santo dorado fuese a lograr que la lluvia mágicamente se detuviese. Para variar, con él en ese estado, ella no podía interrogarlo sobre los detalles de lo sucedido mientras permanecía en cama, y eso también le agregaba a ella peso a su propia irritación.
Si antes no lo estaba, ahora gracias a Gateguard, Luciana también estaba muy fastidiada.
—¡Sí! —espetó él en ese mismo tono que Luciana comenzaba a odiar—, es bastante malo —gruñó alejándose de la ventana para echarse bocabajo sobre la cama, a un costado de Luciana, quien se hallaba sentada en ella, con la cobija encima de su regazo.
Cuando el pesado cuerpo del hombre azotó contra el colchón, Luciana casi hizo un quejido, pero sí acentuó su mueca de incomodidad ya que Gateguard provocó que ella se moviese de forma un poco violenta sobre la cama, y, por ende, eso le causó más dolor en sus zonas lastimadas.
Le costó mucho (muchísimo, de hecho) no insultarlo por eso.
«No lo hagas» se dijo a sí misma, «este… señorito; él te salvó la vida, él te dio un refugio y no te recriminó por tu estupidez cuando pudo haberlo hecho por horas. Puedes hacer lo mismo por él, aunque esto sea sumamente ridículo. Tenle paciencia… por ahora» se dijo apretando los dientes, reuniendo todo autocontrol—. Explícame, ¿por qué es malo? —dijo adolorida al cabo de un tiempo.
Sus ojos los mantenía entrecerrados.
—No me gusta el encierro… tampoco la maldita lluvia —gruñó sobre el colchón.
¡Ay, por favor! ¡Qué mentira!
Torciendo un poco los labios, mirándolo de reojo, Luciana por alguna razón, comenzaba a sentir que ya estaba detectando con suma facilidad las verdades, las mentiras, y las "mentiras-verdades" que Gateguard le decía.
¿El encierro? Era una "mentira a medias". Por su tono de voz, ella deducía que él tenía algo importante que hacer afuera y santo dorado o no santo dorado, la naturaleza debía estar muy entusiasmada como para que Gateguard se viese imposibilitado de cumplir con su trabajo, lo que daba como resultado este berrinche. Porque… ¡vamos! A Luciana no le entraba en la cabeza que en todo ese riguroso entrenamiento que había superado, para ser lo que era hoy en día, nadie le haya enseñado al pelirrojo a soportar situaciones extremas del clima como lo podría ser estar (encerrado) en un sitio por mucho tiempo.
¿La (no maldita) lluvia? Lo mismo. Tal vez no odiase la lluvia. Como se dedujo antes. Era probable que todo este berrinche se debiese a su sola impaciencia por salir de su templo sin mojarse, y ya.
Luciana suspiró, permitiendo que parte de su enfado se fuese con eso.
—Pues… a mí no me gusta oír a la gente quejándose sin parar —replicó por fin—, pero ahí lo tienes; no te gusta la lluvia, yo ya estoy harta de oírte, ninguno es feliz.
Se cruzó de brazos, a pesar de que hacerlo le dolió un poco, tanto en sus músculos como en sus pechos. Gateguard gruñó como un perro a punto de sacar los dientes, pero no en su contra, sino… ¿en contra de la lluvia? ¿Qué iba a lograr con sus berrinches? Nada.
Parecía un mocoso.
¿Qué le pasaba el día de hoy? Él era un poco voluble, pero nunca se había comportado así.
Y como si Gateguard hubiese podido leerle la mente y descubrir lo que ella pensaba de su comportamiento, gruñó otra vez y más fuerte.
—Basta —masculló Luciana.
Gateguard volvió a gruñir, siendo una contestación rebelde a su exigencia.
—¿Podrías hacerme el grandísimo favor de irte a quejar a otro lado? —espetó, ya bastante molesta.
—Este es mi cuarto —dijo del mismo modo.
—Bien, me voy yo. No aguanto más.
Iba a irse, en serio eso quería; pero sus piernas no querían moverse un centímetro más luego de la larga caminata que hizo de ida y vuelta cuando fue a la letrina.
Se quedó quieta en su lugar.
—¿No que ya te ibas? —replicó Gateguard.
—Cállate —farfulló ella—, yo no puedo irme y lo sabes. Vete tú.
—No me voy, vete tú —dijo rápido.
—No. Vete tú.
—Tú.
—¡Tú!
—Tú.
Completamente fastidiada, haciendo puños con las manos, apretándolos con fuerza, a pesar de que eso le costó a ella varias punzadas incómodas a sus músculos, Luciana decidió que sería la madura aquí.
Era en momentos como este, en los que Luciana se sentía con la responsabilidad de mantenerse cuerda, aunque todos sus instintos le dijesen claramente lo contrario.
—Hay momentos en lo que no te soporto —gruñó ella entre dientes, bajando las manos a su regazo.
—Eres perfectamente correspondida.
Mirándolo de reojo, Luciana evitó caer en ese juego otra vez.
Permanecieron en silencio un poco de tiempo. Gateguard gruñendo, Luciana aguantando las ganas de tomar una almohada y matarlo a golpes con ella; ambos estaban en lo suyo cuando de pronto un trueno resonó por las paredes. Luego de eso, ambos se mantuvieron en silencio por un corto tiempo.
—Gateguard.
Él no habló, ni se movió. Sin embargo, Luciana supo que no estaba dormido, sólo se encontraba ignorándola.
«Niño malcriado» pensó ella con sus ojos entrecerrados—. Gateguard.
—¿Qué? —rezongó con la cara aún en la cama—, ¿ya me soportas otra vez?
Haciendo a un lado esa pregunta infantil, cuya respuesta era: "no, aún me molestas", ella quiso que ambos volviesen a la madurez.
—¿Has visto a Colette?
Lo siguió mirando, relajando poco a poco su expresión; él, por su lado, alzó un poco la cara hacia enfrente, apoyando su mentón sobre el colchón.
—Sí, la he visto —dijo con sencillez.
—¿Y?
—¿Y? ¿Qué?
—¿Cómo está? ¿Ella sabe lo que me pasó?
—Sabe que tuviste un accidente, pero no le dimos los detalles —dijo serio—, no es conveniente que lo sepa.
Y Luciana estuvo de acuerdo con eso.
—¿Qué tipo de accidente? —preguntó al cabo de un rato.
—Le dijimos que caíste por las escaleras y el doctor te recomendó reposo absoluto.
«Buena idea, eso explicará cualquier moretón que tenga todavía» pensó con aprobación—, ¿y quiso venir a verme? —su cuestión salió temerosa de sus labios, ya que esperó oír un "no".
—¿Crees que no? —se burló él como si le hubiese leído la mente otra vez. Luciana no dijo nada porque quería oírlo todo—. La chiquilla estuvo afuera de Aries los primeros dos días, aunque le dijimos que no podía verte todavía; no se movió hasta que Sage la convenció de que estarías bien. Para mantenerla al margen, Hakurei llamó a esas chicas de la taberna, la rubia y la pelirroja. Ambas se han estado quedando con ella desde entonces.
—¿Dos días? ¿Cuántos estuve inconsciente? —quiso saber, todavía sin conocer ese detalle.
—Poco más de una semana —respondió de forma escueta, fría, y molesta, pero ya no en contra de la lluvia o el tema del encierro.
¿Tanto tiempo había pasado? Luciana movió los ojos, indecisa, y menos irritada; sobre la espalda de Gateguard.
De hecho, algo recordaba de su plática con Sage, sólo que ya no ubicaba si él le había puesto al tanto del tiempo que duró en cama. Vaya gran memoria que se cargaba.
—Dices… que Nausica y Margot están cuidándola, ¿cierto? —preguntó, no considerando oportuno recordándole a Gateguard que había tenido que hacerse cargo del trasero de su empleada nada más porque a ella, quién sabe qué le dio, por beber la maldita cerveza rosada.
No le hacía sentirse bien el hecho de que habían ocurrido varias cosas, y todo gracias a su imprudencia; tampoco le gustaba preocupar a sus amigas, pero al menos Colette y las chicas no estaban desinformadas del todo.
Incorporándose lento, Gateguard se arrodilló arriba de la cama, para girar su cuello y verla a la cara.
—Cierto, casi lo olvido —dijo con cierta tranquilidad—. Hoy es el día.
—¿Qué día? —ella parpadeó confundida.
—Acuéstate.
—¿Para qué? —frunció el ceño, en signo de total desconfianza, «¿qué me vas a hacer?» pensó asustada… no en un completo mal sentido.
Era un "miedo"… casi excitante.
Él entrecerró sus ojos sobre ella.
—Para curar tus heridas restantes, ¿para qué más? —resopló desviando la mirada—. Vamos, serán unos segundos.
Ella suspiró en alivio, y un poco decepcionada también. Haciéndole caso, fue deslizándose hacia abajo, quedando acostada bocarriba y con la falda del camisón subido hasta su trasero desnudo por la falta de ropa interior. No se molestó en reacomodarse la ropa, después de todo, la cobija la tapaba bien. Sólo se centró en hacer lo que se le pidió.
—¿Has tenido dolores fuertes? —mientras preguntaba, se ayudaba con sus rodillas para dar media vuelta hacia ella y quedar justo a su lado; todavía sobre la cama—, ¿mareos?
—No… y no —respondió respetuosa.
—De no ser por tu estado de gravedad, hubiese intentado esto desde el principio, pero… no era conveniente —se detuvo en medio de su oración para cambiar algo, el qué era, Luciana no lo supo—. Cierra los ojos.
Tragándose el "¿por qué?", ella hizo caso.
—No los vayas a abrir —le dijo roncamente.
«Anotado, mi señor» pensó sin responder. De pronto, una luz amarilla se hizo presente; algo que ella pudo notar incluso a través de los párpados. Al mismo tiempo lo hizo una suave calidez que le relajó cada músculo.
Poco a poco, ella iba sintiéndose mucho mejor.
—Así que era por eso —susurró casi adormecida.
—Sí —respondió Gateguard—, te hubiese lastimado los ojos.
Recibiendo lo que, ella suponía, era ese famoso cosmos, que Gateguard poseía, Luciana sonrió cómoda mientras iba percibiendo que los dolores se iban hasta ser sólo un vago recuerdo que no quería volver a pasar.
—Es un don maravilloso ese que tienes —halagó en voz baja; cuando la luz se apagó y él puso una mano sobre su frente, demostrándole que ya podría moverse con normalidad y sin temor. Ella abrió los ojos, encontrándose con la mirada seria de Gateguard—, podrías usarla más a menudo… ya sabes, hacer una buena obra de vez en cuando ayudaría a tu alma —aconsejó con sus mejores intenciones.
Por ese semblante tan seco que tenía, Luciana pensó que él iba a mandarla al carajo.
—Lo pensaré —dijo al final.
Luciana se levantó y salió de la cama con total facilidad mientras sonreía.
—Es impresionante. Me siento estupendamente bien; gracias.
Incluso hizo movimientos que ni de chiste hubiese intentado hace tan solo unos minutos. Estiró sus brazos, sus piernas, su cuello. No había más dolor.
—Me alegro por ti —susurró él desinteresado, echándose de nuevo bocabajo.
Sonriendo divertida, a ella se le ocurrió una idea.
—¿Sabes? —fue a acostarse bocabajo, a un lado de él. Se le pasó por la cabeza echarse encima de su espalda, pero algo le dijo que eso a Gateguard le irritaría mucho.
—Mmmm —articuló aburrido.
—Eres mi héroe —le susurró al oído.
—Genial —bisbiseó con sarcasmo—, por fin tacharé una cosa de mi lista de pendientes.
A punto de decirle: "pues vete mucho al cuerno", Luciana puso los ojos en blanco, levantándose con el fin de ir al ropero y abrir la primera puerta del mismo, logrando tomar la capa que había usado Gateguard ayer.
—Bien —se la puso encima, descubriendo satisfactoriamente que le cubría a la perfección; esta incluso se arrastraba.
—¿Qué haces? —él la miró con el ceño fruncido, como cualquier persona ante un invitado agarrando su ropa sin permiso.
Sin embargo, Luciana ya estaba cansada de él. Y antes de terminar discutiendo, prefería largarse (ahora que ya podía hacerlo) a otro lado, donde no sintiese ganas de darle un fuerte pisotón.
—Me voy —y sin pedirle permiso ni opinión, abrió la puerta.
—¿A dónde?
Luciana no respondió.
—¡Está lloviendo!
Aunque él le gritó eso, ella cerró la puerta y comenzó a prepararse para mojarse.
¿Quién se creía ese idiota que ella era? ¿Su madre?
Había que ser claros, Luciana le agradecía por salvarla, por atenderla, por ser paciente mientras esperaba su recuperación, y por cuidarla mientras "Señora Estúpida" estaba pagando por su más brutal idiotez; sin embargo, eso no le daba a él el derecho de ponerla rabiosa nada más porque, "Niñito Malcriado" no podía sencillamente esperar a que parase de llover.
Ella también tenía su carácter, y no podía permitirse explotar ante el sarcasmo injustificado de Gateguard. Si él iba a estar así de fastidioso, entonces ella iré con Sage.
Él también era su héroe y seguro apreciaría que ella le agradezca tras pasar vientos despiadados hacia él.
«Eso suponiendo que esté en Cáncer».
Cáncer. ¡Cierto! ¡Cáncer era el cuarto templo! ¡Maldición! ¿Cómo le haría para que le dejasen pasar por los otros dos templos? ¿Tendría el permiso o sólo haría el ridículo? ¿Acaso bastaría con decirles a los guardianes de dichos recintos que el mismísimo Sage le había dado su autorización para verlo en su templo o no?
Pensando en eso, ella paró su caminata hasta donde el agua comenzaba a salpicar. Miró hacia arriba, en las escaleras y observó la segunda casa, Tauro, desde su posición.
¿Cómo sería el santo que custodiaba ese templo? No recordaba haberlo visto nunca, pero, daba igual; no todos los pueblerinos habían visto a todos los santos dorados. En mayor medida porque se decía que, algunos de esos hombres, preferían mantenerse trabajando en el Santuario que bajar al pueblo y mezclarse con los civiles.
Luciana suspiró; estaba dudando.
Se quedó ahí, sintiendo frío en las plantas de sus pies y pantorrillas. El viento se colaba con gran facilidad por debajo de la capa, haciéndola temblar.
Sin saber qué hacer, miró el agua caer con violencia y salpicar hasta sus pies; era una lluvia donde no podría bailar, pero sí disfrutar. Oyó el dulce canto del agua descendiendo del cielo para mezclarse con la tierra, y se preguntó si serían muchas las personas que no afiliaban ese acontecimiento climático con algo triste.
A su alrededor; varias personas, incluso Margot, Colette y Nausica, decían que el agua las hacía recordar cosas tristes, o su ruido, de plano, no las dejaba dormir. Neola solía quejarse muchísimo (incluso más que Gateguard) sobre todo cuando la anciana lavaba ropa y la lluvia la tomaba desprevenida.
A ella no le pasaba eso, incluso si su ropa recién lavada se volvía a mojar; le gustaba la lluvia, le fascinaba su aroma; también le parecía relajante el sonido que hacía cada gota cuando caía en la tierra, y ésta la recibía con buen agrado. Cerró sus ojos, oyendo, y oliendo.
Había mucho frío y viento también, pero eso era lo de menos mientras se mantuviese bajo un techo.
Maravilloso, sublime, pacífico.
Movió los dedos de sus pies, y aunque estaban resintiendo el frío del suelo liso, se encontraban en paz. Como si el contacto con la tierra; suelo; el que sea; le diese a ella ese equilibrio que necesitaba cuando algo la ponía de mal humor.
—Te vas a enfermar si te quedas ahí parada —refunfuñó Gateguard a sus espaldas.
Abriendo los ojos lento, Luciana hizo una expresión malhumorada. Sin embargo, no quería permanecer más tiempo así. No le agradaba molestarse, menos con él; eso le quitaba energía.
—¿Seguirás comportándote como un niño? —preguntó seria.
—¿Ahora qué hice? —chasqueó la lengua.
Ella se giró para verlo de mala manera; y el rostro que la vio de vuelta, no estaba mejor que el suyo.
—Gateguard, sólo es lluvia; si quieres salir, anda, hazlo —importándole poco, incluso que el camisón que usaba era casi transparente, Luciana se quitó la capa y se la extendió—. Ten, y deja las quejas.
No le importó sentir el frío atravesándole los huesos; ella solo quería que él parase. Bueno, bastante pronto extrañó la capa debido al viento, pero, montándose en su postura de no querer evidenciar que estaba arrepintiéndose de haberse quitado su único abrigo, ella se quedó de pie, firme, con la mano estirada hacia él y con un camisón demasiado delgado, el cual se movía en ondas por el viento que se colaba por la gran puerta.
—Así que sólo es lluvia —estrechando sus ojos sobre su persona, él definitivamente notó el frío que ella estaba pasando, o no habría dicho eso de aquella forma burlona.
—Eres tú, el quejica aquí —bajó la mano con la capa al piso. Por su mero orgullo no se la puso, a pesar de que estaba congelándose el trasero.
—Y tú, una tonta —esta vez, él fue quien se cruzó de brazos.
—¡Oh, vamos! —estrujando la capa con sus dedos, se encaminó hacia él, la alzó y se la pegó al pecho a Gateguard; él no la tomó y la prenda se calló; sin embargo, a ninguno le importó; Luciana se dispuso a irse—. Eres tan dramático. ¡Es agua y viento! Ay, pobrecito, no te vayas a enfermar.
Detectando rápido que Gateguard era mucho más volátil e impulsivo que ella en ciertas ocasiones, Luciana de pronto, en un segundo estaba caminando, y en el otro estaba volviendo a sentir el frío en su trasero, sólo que, además, también se vio a sí misma yendo encima del hombro izquierdo del santo.
Él, cargándola, la estaba llevando lento hacia la salida.
—¡¿Qué haces?! —gritó queriendo patearlo, pero él se adelantó a sus planes, apresando sus pantorrillas con uno de sus fuertes brazos.
—¡Dices que es solo agua, ¿no?!
—¡No! ¡No lo hagas! ¡Gateguard! —exclamó su nombre con mucha fuerza ya que, en ese momento, ambos entraron en la tormenta, ella, por supuesto, recibiendo el impacto de las gotas de lluvia en todo su cuerpo, gritó—. ¡Bájame, pedazo de salvaje! —embravecida, comenzó a golpear con sus puños y con todas sus fuerzas, la espalda del santo—, ¡no soy tu maldito refugio! ¡Bájame!
Moviéndose como pez fuera del agua (aunque irónicamente estaba en ella), Luciana estaba dejando escapar varias exhalaciones prolongadas por el frío húmedo que estaba traspasando la débil prenda hasta su piel.
—¡Sí lo eres! —exclamó él alzándola un poco hacia arriba una vez para reacomodarla encima de su hombro.
Cansándose más rápido de lo que le hubiese gustado, Luciana dejó de golpearlo. Estaba temblando de forma violenta mientras su respiración se volvía errática debido al frío que sentía; de hecho, en un intento de tolerar dicho castigo (porque otra cosa no podía ser) ella se aferró a la playera de Gateguard, como si quisiese tomar fuerzas de la prenda para no comenzar a rogar porque la dejase ir de vuelta a Aries.
Él, a diferencia de Luciana, estaba como si nada; de pie, sin mover un solo músculo. Como si el agua sumamente helada, el cual lo había empapado por completo (y, de hecho, seguía bañándolos a ambos) le fuese indiferente.
—No es el agua —le dijo fuerte, para que ella lo oyese.
Imposibilitada de hablar, Luciana se aferró con más fuerza a la playera.
—Es lo que creo que… hice… —agregó con temblor en su voz.
Luciana miraba al frente, con una cara descolocada.
—La lluvia jamás me ha gustado, pero mientras tú dormías he tenido tiempo para pensar en ello y tratar de llegar a mi propia solución —dijo, abrazándose con fuerza a las piernas femeninas, pero no tanta como para hacerle daño—, sin embargo… no puedo asegurarlo; no todavía.
Luciana se estremeció cuando Gateguard la bajó de su hombro, mas no se fueron de ahí, de regreso al techo.
Ella, completamente empapada, y aún estaba temblando bastante; lo miró dudosa.
Un trueno, en el cielo grisáceo oscuro, resonó antes de que tartamudease.
—¿N-n-no lo ha-haz he-hech-cho? —olvidando por completo su charla con Sage, donde él le afirmaba que, Gateguard no había probado el invento del dios del sueño, ella se aferró a los antebrazos de él con sus frías manos—, ¿non-no ha-haz be-beb-bebi-do de-del l-la ce-cerv-veza?
Él negó con la cabeza. El agua les caía con tanta fuerza que apenas podían oírse, y eso que hablaban en voz alta.
—Constantemente me sueño bañado en sangre, o sediento de ella, ¡y no sabía por qué! —él alzó la cabeza hacia arriba, como si quisiese que la lluvia no dejara de empaparlo—, y… mientras tú te debatías entre la vida y la muerte, pensé… pensé que si…
Bajó la cabeza nuevamente; no encontraba las palabras.
—Gat-Gate-guard —lo llamó temblando mucho. Cuando él bajó la cabeza y la miró, ella tomó sus mejillas con sus manos—. E-es-estoy did-dispu-esta a e-escu-char to-do si… si… vo-volve-mos ade-adentro.
Mirándola con una expresión arrepentida, no le dijo nada, simplemente la tomó en brazos como lo había estado haciendo desde que concretaron sus citas nocturnas. Luciana no se opuso a ello ya que tampoco estaba muy ansiosa por volver caminando adentro; lo que ella no esperaba, era que Gateguard la llevase a ese baño bonito de la última vez y en lugar de hacer el mismo procedimiento de aquella noche, él entrase con cuidado a la piscina, sin soltarla.
Se quedó parado en el sitio por un rato mientras calentaba tanto a Luciana como al agua, usando otra vez su dorado cosmos; ella cerró sus ojos.
Cuando finalmente Gateguard descendió, para dejarla sentarse donde había estado ella la última vez, tomando lugar a su lado, Luciana por fin pudo exhalar de alivio. Incluso apretó más el cierre de sus ojos y descendió casi hasta tocar el agua con el mentón. No le importó que su camisón se elevase hasta casi parecer una bufanda. Sólo quería dejar de sentir frío.
—Me dejé llevar… lo siento —masculló él.
Luciana abrió los ojos, lentamente. Oía el agua de la lluvia cayendo en el techo, y el agua de la piscina moviéndose al compás de sus escasos movimientos.
El vapor se alzaba con lentitud mientras Luciana se reacomodaba, sentándose de vuelta. Se aseguró de que su camisón dejase de flotar en el agua, poniendo la falta entre sus piernas, para luego mirar a Gateguard; él había desviado su rostro hacia un lado opuesto al que ella estaba.
—Pudiste haber usado la cerveza mientras yo… estaba inconsciente —musitó ella, aceptando su disculpa, pegando su cabeza al brazo frío de él—, ¿por qué no la has bebido?
Lo dejó pensar en su respuesta. Otro trueno resonó.
—Porque no sé lo que veré —respondió.
—¿Ver?
Ambos coincidieron al mirarse.
El alma de Luciana se congeló por completo, al darse cuenta que en los ojos de Gateguard había una profunda lástima. ¿Hacía quién? ¿Hacia él mismo? ¿O hacia…?
—¿Qué? —quiso saber ella, no impidiéndole acercar su rostro.
¿Acaso no iba a decirle más?
En lugar de eso, Gateguard descendió su cara hacia la de Luciana para rozar sus labios con los de ella.
A pesar de que Luciana no estaba en contra de ser besada, aquí y ahora; ella no estaba segura de por qué él estaba actuando así. Tampoco sabía por qué él la miraba de ese modo.
Sin poderlo evitar, ella cerró sus ojos y le dio un casto beso. Alejándose de nuevo, rozando sus labios con los de él.
—Perdón por no poderte ayudar con eso —susurró—, como ambos sabemos, yo no puedo decirte qué tan malo puede llegar a ser; no lo recuerdo; y por la forma en la que desperté… prefiero no hablar de más sobre el tema.
Sin que Luciana se diese cuenta, Gateguard llevó sus manos a su cara, para acercar su rostro al de él y unir sus labios otra vez; de forma más prolongada. Ella, cerrando sus ojos, aceptó el movimiento; pasó sus propias manos por los costados del hombre, sujetando su cadera, apretando un poco su agarre cuando él la sorprendió, queriendo usar la lengua para invadir su boca.
Luciana abrió la boca, encontrando la lengua de Gateguard con la suya. Su experiencia la ayudó a hacerse cargo del liderazgo de la situación, orillándolo a dejarle el mando sin resistencia; de hecho, por las emociones antes explotadas, ella se las ingenió para hacer que él también la ayudarse a sentarse sobre su regazo sin dejar de besarse.
Las manos de Gateguard dejaron su rostro, para luego sujetar sus piernas desnudas, puestas de lado a lado de las suyas. Ella aprovechando bien su postura dominante, hizo que él echase su cuello un poco hacia atrás, con la finalidad de que ella pudiese dejar su boca comenzar a descender con sus labios por sobre su piel.
Inhaló su fragancia natural sin encontrar nada desagradable en eso como le ocurría con los hombres que la habían llevado a sus lechos, y le ordenaban que lo hiciese. De hecho, ella quería hacer con Gateguard muchas cosas que no había querido realizar con casi todos sus otros amantes pasajeros.
Soltando un gemido bastante delator, él se dejó llevar ante ese nuevo movimiento sin poner resistencia o preguntándole lo obvio (¿qué hacía?, por ejemplo).
Mientras Luciana besaba y lamía su piel, él apretó sus párpados con fuerza, sus manos, recorrieron la piel expuesta de ella. Tocaba sus piernas con bastante gusto, hasta que le dio por ir más allá y sujetarle las nalgas.
Ambos exhalaron, Luciana incluso se percató de la erección que él tenía adentro de su pantalón, y la cual chocaba sin problemas contra su desnuda entrepierna femenina.
Volviendo sus rostros para besarse otra vez, ella empezó a menear sus caderas en círculos sobre él, despertando más su pasión.
—Gateguard —gimió en medio del beso, sorprendiéndose de que él se separase únicamente para quitarle el camisón por encima de la cabeza, lanzando la prenda afuera del agua.
Exhalando excitada, Luciana no se esperó eso.
Tampoco vio venir el momento en el que él la hizo descender un poco hacia atrás, ayudándola con sus propias manos para no echarla al agua, con la finalidad de inclinarse y atacar con su boca, el pecho izquierdo de Luciana.
Abrazándolo del cuello, deslizando sus manos por encima de su fuerte espalda, ella no detuvo sus gemidos mientras él hacía círculos con su lengua alrededor del pezón.
—Así… así… aah. —Desconectándose de la realidad, ella cerró sus ojos, entregándose de llano a las sensaciones que él le estaba provocando.
Cuando pasó al otro pecho, atacándolo con más fiereza, Luciana quiso tenerlo desnudo, enterrándose en ella con fuerza hasta el amanecer. Motivo por el cual, ella no dejaba de menearse sobre su regazo.
Aguantando momentáneamente sus gemidos, se mordió sus labios; si no lo hacía, comenzaría a rogarle por terminar esto en la cama.
Ambos volvieron a incorporarse para seguirse besando, ella arriba de él. Gateguard no abandonó su espalda, sin embargo, deslizó su otra mano hasta llegar a su trasero, darle un fuerte y excitante apretón, para posteriormente aventurarse hacia el abdomen de Luciana, descendiendo lento, logrando tocar muy suavemente con las yemas de sus dedos, la intimidad femenina.
Luciana se estremeció ante lo que sólo su simple roce le provocó. Lo sentía, su interior se contraía cada vez ante las sensaciones que él le daba.
Dioses, ¿por qué estaba tan sensible y ansiosa? Normalmente eso no le pasaba. Es decir, sí, luego de años y años acostumbrándose a atender a sus clientes, y a sí misma, era más que obvio que Luciana podía mojarse rápido y alcanzar el clímax tan deprisa como fuese posible sin tantas trabas. Sin embargo, su cuerpo y su mente pocas veces se desconectaban de este modo, disfrutando al mismo tiempo, y en este preciso instante, tanto su carne como su alma estaban de acuerdo en que había algo deferente en Gateguard que despertaba no sólo su pasión, sino algo más en ella.
Lo quería… lo necesitaba tanto…
—Ga-Gateguard —ella exhaló con los labios hinchados, separándose un poco de él; lo sostuvo de las mejillas y no le pudo negar un último beso húmedo. De hecho, era como si él estuviese bastante seguro de lo que hacía.
Sin problemas, Gateguard bajó de nuevo su boca, hacia el cuello de ella, devorándolo sin misericordia. Demostrándole que era bueno aprendiendo.
—¿D-de ve-verdad quieres hacerlo aquí? —bisbiseó, dejándose llevar, pasando sus dedos adentro de la cabellera rojiza, teniendo cuidado de no lastimarlo. Afortunadamente, el que él tuviese cabello lacio y corto, facilitaba mucho su cometido de peinarlo.
Conteniendo su fuego interior, Gateguard se separó para mirarla.
—No quiero obligarte —dijo lo último que ella se esperó.
Una chispa de indecisión se asomó en las iris azuladas de sus ojos. Luciana, sonrió, abrazándolo con ternura del cuello.
—Si no lo quisiese, estaría gritando… pidiéndote que parases —susurró, dándole un corto beso—. Pero no quiero parar —besó la comisura derecha de su boca, luego su mejilla—, ¿qué quieres tú? —le susurró al oído, besando el lóbulo de su oreja.
Él la abrazó, ocultando su rostro en el cuello y cabello de ella.
—No lo sé. ¿Y si no puedo…? —dudó en terminar esa pregunta, pero por el temblor en su cuerpo, Luciana se imaginó lo que quería decir.
En la taberna, ella ya incluso estaba harta de oír a los hombres diciendo lo duraderos que eran en la cama; algunos fanfarrones incluso proclamaban necesitar más de cinco mujeres para saciarse.
Patrañas.
A lo máximo, todos esos habladores no duraban ni cinco minutos antes de correrse y hacerse las bestias por haber durado mucho. Luciana ya hasta estaba acostumbrada a terminar sola una vez que el semental de turno se iba orgulloso, de su nula capacidad para satisfacer a una mujer.
—Gateguard —ella lo hizo volver al frente, sujetándole el rostro.
¿Cómo era posible que él pudiese verse a veces como un demonio cuando estaba enojado? ¿Y en otras ocasiones lucir como un adorable conejito asustado? Era intrigante descubrirlo. Era apasionante para ella este lado de él, y no planeaba dañarlo de ninguna forma… otra vez.
—Escúchame bien —le susurró acariciándolo—, ¿aprendiste a luchar en un solo día?
Frunciendo el ceño, él negó con suavidad con la cabeza.
—Entonces, ¿por qué te estresas? —unió de nuevo sus labios a los de él, los rozó, los besó. Al separarse, ella agregó—: sigue tus instintos como hasta ahora, y ya después veremos qué necesitamos practicar. —Sonrió coqueta—. Aunque, creo que este no es el mejor lugar para empezar a aprender.
Él ladeó un poco la cabeza.
—Es cómodo —dijo con una tierna sencillez.
—Después, quizás; pero comienzan a dolerme las rodillas —le dio un beso, jalando suavemente el labio inferior de él con los suyos—. Ahora, hay que terminar de bañarnos.
Antes de que pudiese alejarse un poco, Luciana se vio en la necesidad de recordar que él la tenía sujeta.
—¿Te molesto? —sonrió alzando una ceja.
—Un poco —respondió; por muy serio que quisiera permanecer, no pudo aguantar reír cuando Luciana lo hizo.
Él la dejó ir para volver a su lado.
—¿Luego podremos continuar? —preguntó Gateguard, desprendiéndose de su playera.
—Si sigue lloviendo, creo que no tendremos nada mejor que hacer, ¿o sí? —dijo cantarina.
Disfrutando de su primera ducha en condiciones luego de días siendo limpiada con paños húmedos, Luciana lavó su cabello lo mejor que pudo, dándole la espalda.
Por primera vez en su vida, no se sintió vulnerable de ninguna forma por estar enteramente desnuda frente a un hombre. Le dio un poco de miedo eso, ya que presentía que su corazón estaba abriendo sentimientos que, tal vez, era mejor que guardase sólo para ella, sin embargo, su razonamiento poco a poco iba evaporizándose ante él.
Con toda la naturalidad de mundo ambos terminaron de asearse; Gateguard incluso calentó el agua una segunda vez cuando esta comenzó a entibiarse. Lo que la sorprendió fue que Gateguard saliese de la piscina para buscar un par de zacates; le extendió uno, y el otro lo uso él.
Al terminar de tallar su cabeza y cabello, manteniendo sus ojos cerrados, Luciana disfrutaba de la calidez del agua, con su cuello apoyado en la orilla de la piscina. Ni siquiera se dio cuenta del tiempo que había permanecido ahí hasta que un trueno en el cielo, seguido de unos suaves toques a su frente, la hicieron abrir los párpados.
—¿Dormirás ahí toda la noche? —le preguntó Gateguard burlón, usando una toalla en su cintura. Le extendía otra para que ella se secase.
—Gracioso —dijo, no queriendo entretenerse viendo esos irresistibles músculos.
Mirándolo con ese mismo semblante, Luciana se incorporó con cuidado, para poder salir del agua, recibiendo la toalla, pasándosela por la cara, y luego por su cuello, envolviéndola por encima de sus pechos.
Caminando hacia el cuarto de Gateguard, el real, y no el que habían estado usando hasta hace unos días; Luciana frunció el ceño, pensativa.
—¿Me quedé dormida? —preguntó curiosa, quitándose algunos cabellos de la cara, peinando su melena húmeda con los dedos.
—No sé —se rio él—, dímelo tú.
—No lo estaba. Sólo… meditaba —dijo fingidamente digna.
—Claro, meditabas —el sarcasmo que usó era bastante juguetón; Luciana lo miró haciendo un suave puchero, más no le duró mucho ya que Gateguard lo borró cuando le robó un beso.
No era la primera vez que un hombre la besaba sin que ella se lo esperase, o lo buscase, sin embargo, esa fue la única vez en la que correspondió porque de verdad le había gustado, y no porque sintiese que le iría mal si no lo hacía.
El pensar que Gateguard pararía, aun si ella se lo susurraba al oído cuando los instintos dominaban, la hizo aceptarlo con todas sus energías.
Él no la dañaría.
Con una habilidad que Luciana no pensó que Gateguard tendría, ella caminó de espaldas, mientras él la guiaba hacia la alcoba. Centrada en acariciar la lengua del hombre con la suya, Luciana no luchó contra su dominio. Debido a sus estaturas, el santo también debió flexionar sus rodillas para no obligarla a andar de puntas hacia atrás mientras se besaban. Respirando agitados entre sus labios, sin detenerse, él la tomó de la cabeza, y ella pasó sus manos por sus costados, acariciando cada centímetro de piel a su disposición.
En el camino, Luciana fue la primera en perder la toalla ya que Gateguard se la quitó para tomarla del trasero y subir, apoyado con sus rodillas, a la cama con ella y acostarla con cuidado de espaldas.
Gracias a unas velas encendidas en el buró que tenían a un lado, le fue muy sencillo a ella mirar lo que hacían.
Separándose para tomar aire, observándose a los ojos sin tener nada que decir, Luciana deslizó sus manos hacia la cintura de él para quitarle el único estorbo que les impedía sentirse completamente; Gateguard se estremeció, pero se mantuvo callado, mirándola con una arrasadora seriedad que le movió el alma.
Luego, Luciana acercó su rostro al suyo para besarlo, él se encargó, poco después, de hacerle el trabajo más sencillo y cómodo, agachándose con ayuda de sus brazos para que ella pudiese apoyar su cuello en la almohada; una vez haciendo eso, Luciana abrió más las piernas para acomodarse y permitirle a él rozarla con delicia, usando la punta de su miembro.
Ambos soltaron un gemido corto, sin embargo, en lugar de volver a besarse en las bocas, Gateguard de nuevo bajó su rostro hacia el cuello de Luciana, atacando con ardientes caricias, usando sus labios y lengua, el lado izquierdo.
Facilitándole esa maniobra, Luciana movió su rostro hacia la derecha, gimiendo cada vez que él chupaba su piel.
Indispuesta a quedarse quieta, ella decidió pasar criminalmente una de sus manos por encima de su perfecto y marcado abdomen; acariciando su vientre, deslizando las llamas de los dedos por el vello, y tomar con suavidad aquel miembro palpitante y todavía húmedo, con la mano derecha, masajeándolo de arriba abajo.
Apenas lo tocó, Luciana abrió los ojos para verlo separándose, manteniendo fuertemente cerrados sus párpados, inhalando y exhalando apenas siendo audible.
—¿Qu-qué estás…?
No perdiendo su suave ritmo, Luciana acomodó de nuevo su cabeza para mirarlo mejor.
—Sabes lo que hago —le susurró, sabiendo que ella estaría tan sonrojada (o quizás más) que él.
Gateguard se estremeció cuando Luciana pasó su pulgar por encima de la punta e hizo ligeros círculos.
—Es… muy… diferente —gruñía, apretando la sábana de la cama con sus manos. Su cuerpo estaba tenso, y estaba respirando de manera irregular.
De alguna forma, Luciana intuyó de manera correcta que la diferencia a la que Gateguard se refería, era a lo que sentía cuando él mismo se atendía, a lo que sentía ahora que ella lo masturbaba.
Siendo más atenta en sus movimientos, degustando de todo sentido de esto, Luciana musitó con la finalidad de provocarlo.
—¿Te incomoda? —preguntó sabiendo que no era así, de hecho, mientras más y más lo sobaba, él demostraba que no era nuevo en esta práctica.
—No… maldición —gruñó, sudando de la frente, y temblando un poco de pies a cabeza.
Luciana lo miró con atención. Si es que era cierto y Gateguard no era tan inocente como se imaginó, ella se dijo que tal vez había estado subestimándolo demasiado, sin embargo, no quería adelantarse. Tendrían tiempo de explorar otras cosas, juntos, más adelante.
Fue evidente que no fue la única en pensar eso ya que, de pronto, Gateguard sujetó su muñeca con su mano, más no la apartó; Luciana deslizó sus dedos lentamente sobre su piel. Él inhalaba y exhalaba por la boca, ella, captando un mensaje claro en sus ojos, lo guio hacia donde más quería tenerlo. Y como si Gateguard quisiera saber exactamente cada paso, además de cómo hacerlo, Luciana lo hizo rozar su entrada húmeda un par de veces, gimiendo sonoramente cuando él rozó, sin planear, su hinchado clítoris.
Al abrir los ojos, Luciana se encontró con la mirada afilada más sensual que jamás vería en su vida. Se tomaron su tiempo, pero una vez que ella le indicó donde entrar, él acercó no sólo sus caderas, sino también su frente para pegarla a la suya.
Luciana abrazó su espalda con las manos, apretando los dientes mientras lo sentía poco a poco, hundirse en sus pliegues; con cuidado, como si temiese dañarla, aun cuando ya sabía bastante bien que no había nada por qué preocuparse; por su lado, ella se esforzó por no cerrar los ojos, quería verlo, quería guardarse la imagen de su expresión concentrada mientras, por primera vez, se unía a ella.
Un espasmo la hizo encajar un poco sus uñas en la espalda de Gateguard, mientras él, debido a su inexperiencia, hacia lo posible por no perderse en alguna parte. Luciana no sabía exactamente qué significaba esto para el santo, pero… para ella… esto era como rozar el cielo con los dedos de las manos.
Por un segundo Luciana pensó en todas aquellas fantasías que ella misma se había planteado las primeras veces; incluso, la misma noche en la que él la vio desnuda por primera vez y todo salió mal para ambos. Pensó en esos sueños ridículos donde se imaginaba algo más candente que cualquier otra cosa, algo sólo carnal, algo sin sentimientos, casi animal. Acariciando esa espalda ancha con sus dedos, se consideró una idiota; porque había pensado, primero, en que esto jamás pasaría, y segundo, si ella llegaba a estar de este modo con Gateguard, no sentiría lo que ahora experimentaba; una caricia y un calor que iba más allá del puro placer ciego.
Maldición. Maldición… ella se sentía tan conectada con él, que le asustaba, al mismo tiempo le encantaba.
"Haz caso a tus instintos" le había dicho Luciana hace poco, cosa a la que seguramente él le hizo caso, ya que Gateguard no necesitó de nadie para decirle que podía moverse una vez que las sensaciones iniciales estuviesen controladas.
Salió un poco, y volvió a entrar; salió y entró.
Cuando ella soltó un chillido bastante delator, él abrió los ojos y se encontró con los de Luciana, haciendo una pregunta que la desarmó:
—¿Te… hago daño?
Sonriendo con ternura, a pesar de que su cuerpo estaba por completo a la candente sensación de tenerlo en su interior, palpitando, Luciana negó con la cabeza.
Deslizando sus manos por su espalda, pasándolas por encima de sus costados y pectorales, hacia el cuello de él y lo sujetó para hacerlo besarla. Apenas tuvo su respuesta, Gateguard volvió a sus movimientos de cadera. En medio del beso, ella por un segundo creyó que él trataría de ir más rápido y profundo para hacerla terminar lo más pronto posible, pero, era como si a propósito, el santo quisiese atrasar ese momento. Iba lento, iba con mucho cuidado.
Esto en lugar de decepcionarla, la fascinó.
Quizás Luciana no debería darle demasiada importancia, tal vez debería dejar pasar ese detalle, pero no pudo. "Ser delicado" y preocuparse por ella, y lo que ella sintiese, no era algo que sus amantes pasados habían hecho. Todos, sí, diferentes y a su modo, habían encendido cierta pasión en ella, pero todos habían buscado su propio alivio; nunca el de su compañera de alcoba. Nunca el de la mujer que abría sus piernas para ellos, y la mayoría, si bien buscaban hacerla chillar con movimientos bruscos, lo hacían para elevar sus propios egos, no por ella.
¿Estaría dándole demasiado crédito a este hombre que, a pesar de ser esta su primera experiencia, estaba tan atento con ella?
Dioses, incluso lo notaba retenerse a sí mismo para no hacer algún movimiento brusco ni muy fuerte.
Cada vez que él entraba y salía de ella, Luciana se tensaba sobre la cama, porque, más allá del placer físico, hubo algo que la hizo gemir con más fuerza sobre los labios masculinos. Algo además de la adrenalina. Algo más de la libido, y su corazón latiendo deprisa.
Ese algo le daba miedo, pero, insistía, le gustaba saborearlo.
Ambos separaron sus rostros; cuando de pronto él se aferró a las sábanas con las manos mientras sus caderas se impulsaban cada más vez más fuerte en su interior ocasionando que las patas de la cama rechinasen y golpease la pared. Luciana, con cada embestida, perdía más y más el sentido de su realidad; aferrándose a los costados de Gateguard, enterrando a veces sus uñas en su piel. Ella dejó de luchar y se dejó caer a un abismo de sensaciones tan maravillosas que no supo cómo describir.
—Gateguard… —gemía completamente entregada, arrastrando sus pies hacia ella con el fin de ayudarse con ellas e impulsar sus propias caderas hacia las de él ocasionando que ambos suspirasen, gimiesen y gruñesen—. ¡Ah! Aah… Gate… aah; sigue… sigue, ¡por favor!
Él de pronto se incorporó, sin salir de ella. Se mantuvo arrodillado, agarrando sus caderas, para volver a retomar ese enloquecedor ritmo que la sorprendía. Luciana no pensó, no quería hacerse preguntas estúpidas, sólo quería seguir sintiéndolo de este modo; cada vez más suelto y confiado en sí mismo.
Agitada, con los ojos cerrados y pronunciando su nombre cada vez que un espasmo la asaltaba con fuerza, Luciana llevó su mano derecha a su pecho izquierdo mientras que su mano izquierda se deslizó hacia su hinchado clítoris. Sabiendo que eso ocasionaría que sus paredes vaginales oprimirían más el miembro de Gateguard, Luciana no dejó de atenderse, completamente envuelta en el placer que ambos estaban experimentando.
¿Habían peleado esta tarde? Seguro ni siquiera lo recordaron.
Gritando en completo éxtasis, Luciana llegó a un fuerte orgasmo que él debió haber sentido ya que, secundándola, Gateguard también dejó de luchar y se sepultó por última vez en su cuerpo mientras se liberaba soltando un fuerte suspiro hacia arriba, dejando (lentamente) de sujetar tan fuerte las caderas de su compañera.
En lugar de echarse encima de ella mientras recuperaba el aliento, Gateguard se inclinó hacia atrás, ayudándose con sus manos para no caer por completo. Luciana por su lado, abriendo un poco sus ojos, mirando a techo, destensó su cuerpo, sus piernas se deslizaron poco a poco hacia abajo y sus manos se posaron de lado a lado de su cuerpo.
Se tomaron su tiempo para recuperarse, ambos agitados, cada quien pensando en lo suyo.
Sintiendo un poco de frío, Luciana movió sus ojos hacia él.
Todavía inclinado hacia atrás, dejándola ver su tentativa figura de dios brillando bajo una leve capa de sudor, Gateguard masculló:
—¿Qué carajos fue eso del final? —gruñó.
Y esta vez, a ella no le molestó que lo hiciese. Él no sonaba molesto, pero sí demandante; incluso satisfecho.
Saboreando la deliciosa sensación que le atacó cuando el miembro de Gateguard salió de su cuerpo, junto a un poco de su semen y la propia humedad de Luciana, ella se rio.
—No lo sé —dijo en automático, riendo, un poco apenada.
De verdad no lo sabía. ¡Había actuado en automático!
Eso era lo que Luciana hacía cuando no sentía en lo absoluto nada estando con una pareja o este era demasiado brusco con ella y Luciana necesitaba distraerse con algo más, todo con el fin de no dañarle el ego al macho de turno, y, por ende, arriesgarse a perder dinero o ser lastimada. Haciendo "ese movimiento" se orillaba a sí misma a hacerse sentir lo mejor posible. Era así como ella se autocomplacía en esas ocasiones para llegar al orgasmo junto al tipo que sólo se preocupase por sí mismo.
En esta ocasión no tuvo ninguna necesidad de hacerlo, Gateguard lo estaba haciendo bastante bien, sin embargo, su cabeza su nubló y su cuerpo actuó sólo. Su cerebro se había eclipsado ante el placer y actuado con el fin de dejarse llevar hasta el final que ya había estado anhelando desde hace tiempo.
—¿Qué? ¿No te gustó? —le preguntó ella, agitada y coqueta viéndolo todavía arrodillado entre sus piernas.
Mirándola con una chispa peligrosa en sus ojos, bastante recuperado, Gateguard deslizó su atención hacia su centro.
—¿Dónde? —preguntó serio, sin ser agresivo.
Sin sentir ni una pizca de vergüenza, Luciana contrajo sus rodillas para abrir sus piernas, deslizando sus manos hacia su intimidad, y mostrarle dónde, con ayuda de sus dedos.
—¿Aquí? —tocó él sacándole a ella un suspiro fuerte.
—Sí… pero, no… espera, ahora estoy un poco sensible… —musitó temblando, quitando esa sonrisa burlona de su cara, intercambiándola por un gesto muy diferente.
—¿Ah sí? —masculló, sin las intenciones de alejar su mano izquierda, esta vez, usando dos dedos para sobar su hinchado clítoris.
—N-no e-estoy b-brome-ando… ¡ah! ¡Gate-guard! —gimió su nombre con fuerza cuando un sorpresivo espasmo la lubricó más.
—Dime que pare, y lo haré —dijo sobando todavía con más fuerza, arrastrando sus dedos, desde su clítoris hasta su entrada—. Dímelo. Dime que me detenga.
Dejando su pulgar para atormentarla, metió un poco sus dedos medio y anular, adentro de ella, haciendo un sonido muy peculiar que se mezclaba con los gimoteos de Luciana.
—¿Quieres que pare? —su voz, además de venir con fuerte tinte peligroso, también lo hizo con cierto sarcasmo.
—No —dijo cerrando sus ojos, sonriendo, inclinando su cuello hacia atrás, abriéndose un poco más para él—. No quiero… me gusta —gimió más.
—¿Lo hago bien? —preguntó haciendo una tormentosa coordinación para atender su clítoris con el pulgar mientras que, con sus otros dos dedos, la penetraba.
—Muy bien; muy bien —gemía apretando los dientes, presintiendo venir una segunda sacudida. Recibiéndola gustosa, Luciana se mordió los labios llevando sus manos hacia la sábana, rasgándola con sus uñas. Su torso se inclinó un poco hacia adelante, luego, al destensarse, se dejó caer por completo sobre la cama, bastante agotada.
Respirando cansada, Luciana, manteniendo los ojos cerrados, sintió a Gateguard moverse.
Sintiendo curiosidad, ya que él no se había acostado a su lado, Luciana abrió los ojos para encontrarse a Gateguard. Estaba sentado al borde de la cama, con el cuello inclinado hacia atrás, su cabeza apuntando hacia el techo, mientras se sostenía con la mano derecha; la izquierda, estaba sobre su miembro.
No había querido entretenerse analizando esa parte de su cuerpo para no ponerlo nervioso, pero no estaba nada mal. Sus dos manos lo sostendrían bastante bien, estando erecto; además, el que ella pudiese sentir sus venas palpitando bajo su toque, era algo bastante erótico.
—Puedo ayudarte con eso —propuso, lamiéndose los labios.
—Deberías descansar —musitó sin verla, centrándose en lo suyo.
Sonriendo orgullosa, se dijo que debería mostrarle que ella no era la novata aquí, y si bien él había estado bastante bien para ser su primera experiencia, tampoco debía pensar que le había ganado. Ella… le dio una importante ventaja.
—Te gustará, lo prometo —propuso una segunda vez, endulzando más su voz. Esta vez, él sí la miró.
Usando sus últimas fuerzas, Luciana se incorporó, saliendo de la cama.
Caminó hasta tenerlo enfrente mirándola directamente a los ojos. Y como si ella fuese una encantadora de serpientes, lo convenció sin palabras de separar sus piernas y dejarla entrar; más tarde, inclinándose hacia delante, quitó las manos de él de su miembro, sosteniéndolo ella misma. Gateguard suspiró, cerrando sus ojos por medio segundo. Ella rozó sus labios con los de él, empezando a hablar.
—Aprendes bastante bien de todo lo que te enseño; admito que te subestimé al principio. No lo volveré a hacer —dijo haciéndose una con su lado más perverso, centrándose en acariciarlo de arriba abajo, aprovechando su propia lubricación—, veamos si puedes con esto —le susurró decida en su próximo movimiento.
Justo como ella quería, él abrió sus ojos para seguirla mientras Luciana descendía hasta arrodillarse y sin clemencia alguna, meterse el palpitante miembro de Gateguard a la boca.
Él soltó un suspiro alto.
—Lu-Lucy… —decía entre dientes, llevando sus manos hacia el colchón de la cama, oprimiéndolo con sus manos.
Ella, centrándose en su labor, se ayudó con su mano derecha para acariciar sus testículos mientras que su boca y lengua, hacían el resto. Lo saboreaba con ahínco, incluso tuvo el descaro de lamerlo con la pura lengua, a los lados; eso sí, tuvo cuidado con sus dientes; no lo cubrió por completo cuando lo volvió a meter a su boca ya que no quería arriesgarse a toser debido a que, él podría fácilmente tocar la úvula.
Gateguard se tensó, pero Luciana supo desde qué momento él estaba luchando para no correrse.
«Y aquí es donde yo te gano» teniendo su asegurada victoria, ella deslizó su traviesa mano izquierda desde la rodilla de Gateguard, y fue subiendo en dirección a su vientre hasta su perfecto abdomen marcado, donde pasó delicadamente sus uñas por encima, logrando que se estremeciera y, con suma satisfacción, terminase en su boca.
—Maldita sea —suspiró él como si admitir su derrota le pesase, pero al mismo tiempo le trajese un necesitado alivio.
Tragándose hasta la última gota, bastante acostumbrada a hacerlo sin problemas, Luciana se fue separando de él.
Al verse a los ojos una última vez, ella supo que… esto, para su alma y corazón, no había sido una simple noche de sexo.
Hasta esta noche, Luciana jamás se había entregado así a un hombre, claro, al menos no por voluntad propia.
Poniéndose de pie, con las intenciones de acostarse, Luciana no le dijo nada. Sólo puso su mano derecha sobre su pectoral izquierdo, le dio una suave palmada y se subió a la cama, acostándose de lado; fue sólo en ese momento que prestó atención a lo húmeda que seguía su intimidad.
Luciana quiso negarse a la idea de que estuviese sintiendo por Gateguard, algo que no debería. Sin embargo, sus miedos se disiparon sin que ella lo quisiera, cuando lo sintió acostarse a su lado, para cubrirlos a ambos con una cobija; él incluso la abrazó protectoramente por la espalda.
La mano derecha de Gateguard no oprimió sus pechos con lujuria cuando esta se posó sobre ellos; y su suave miembro sobre sus nalgas, tampoco la hizo desconfiar. Sus músculos, chocando sobre su frágil y redondo cuerpo no la intimidaron de ninguna forma; la hicieron sentirse… cuidada.
Habían terminado por esta noche; debían descansar.
—Continuará…—
Primero, unas aclaraciones:
1.- Como con el beso, el lemon me fue muy difícil de hacer; insisto, no soy la gran experta, usualmente no se me complican tanto estas escenas... pero, en esta ocasión, sí me pareció todo un reto. ¿Qué les pareció? La verdad, yo quiero decir que, de haber tenido más control, hubiese mandado a estos dos dormir a habitaciones separadas, pero, mi poder valió un cacahuate porque no los pude parar XD
La verdad, es que, incluso para mí, fue algo bastante sorpresivo. Es decir, ¿vieron que fue Gateguard quien dio ese primer paso? :o yo me quedé así como "NANIIII?" pero no pude detenerlo, y como verán, Luciana tampoco me lo hizo fácil; bueno, ya, que hagan lo que quieran jajajaja.
¡Se los dije! Mi musa se volvió loca y me hizo hacer esto XDDD
2.- A partir de este capítulo, Gateguard y Luciana van a entrar en terrenos muy sentimentales para ambos. ¡Ojo! No los voy a volver una pareja sólida luego de esto ni mucho menos los voy a llenar de dulce y flores, van a tener sus baches, como con lo de la discusión que tuvieron al principio XDDD pero, de que van a estar avanzando como la pareja principal de este fic, lo van a hacer. Ya me dirán ustedes qué les parece.
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¡Respondiendo algunas dudas!
La "cerveza rosada".
¿Por qué Luciana resultó tan herida?
Lo que puedo decir y se explicará más adelante:
La cerveza es un experimento de Haidee que trae a colación las memorias ocultas que impiden el funcionamiento del "buen sueño", algo que el oneiroi no explicó muy bien, ya más adelante sabrán sus razones.
Hay gente que, por "x razón", bloquea ciertas cosas de su memoria, algo bastante común, sin embargo, cuando se duerme, estas pueden resurgir en cualquier momento, en forma en pesadillas o sueños... lo que básicamente es la situación de Gateguard.
En el caso de Luciana hay una complicación peor. Además de su terrible pasado, ella de por sí no tenía todas memorias al respecto; no por su propia mente, sino por Haidee, quien las bloqueó. De nuevo, las razones de todo, se explicarán más adelante.
Al mezclar la cerveza con su sangre y no hacer caso a las advertencias; Luciana, al beberla, recobró dichas memorias y estas volviesen de forma muy brutal y sádica, devolviéndola a ese infierno, tanto física como mentalmente; y he ahí la razón de su cuerpo maltratado.
Los golpes que ella "olvidó", los recobró en un solo instante; en su cuerpo y en su alma; gracias a la "cerveza casi-negra".
¿Cómo se salvó y cómo volvió a olvidarlo todo? Les prometo que lo sabrán más adelante.
Volviendo con Gateguard...
Les aclaro que él va sanando solo; no es un tipo que se rinda tan fácil, tampoco es un chico débil; y, sin darse cuenta, él va haciendo su propia terapia. Ya se ha alejado lo suficiente de su "inestabilidad" para centrarse en lo que debe hacer. Como expliqué arriba, él ha bloqueado algo por sí mismo sin darse cuenta, y como Haidee dijo, el remordimiento de eso, gracias a un detonante todavía oculto, lo ha estado volviendo loco hasta que llegó con Luciana.
Durante el "Eclipse Lunar", vamos a enterarnos más de lo que atormenta a Gateguard y qué ha estado haciendo para mejorar sin Luciana. Porque, él ya lo dijo, mientras ella estaba durmiendo, tuvo su tiempo para reflexionar y comenzar a acercarse a su propia solución.
¿Beberá la cerveza también o decidirá proseguir por su cuenta? Son libres de especular. 7u7
.
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Okey, retomando los comentarios finales de este capítulo en especial. A partir de aquí, empieza el lemon. 7w7
No sé qué tan buena sea planteándolo, pero haré mi mejor esfuerzo.
Luego, vamos a tener un pequeño lapsus de calma, hasta la nueva oleada de drama xD, yo aviso.
Ya tengo nuevas cosas preparadas y... oficialmente, este podría ser mi fic más largo. Sé que insisto mucho con eso, pero no soy de hacer historias tan extensas; lo que más me sorprende es no haber caído en hiatus desde el primer capítulo hasta este.
No estoy tan segura, pero creo que, hasta este punto, el fic podría estar completo al 57%. El restante, es lo que ya tengo en mente y en algunos borradores.
Tengo muchas cosas planeadas, pero me falta irlas acomodando. A ver qué tan bien o mal resulta. ¡Muchas gracias por estarme acompañando!
¡Estoy muy feliz!
¡Los reviews me hacen feliz!
Y saber que este fic, el cual yo pensé que estaría más ignorando que yo en mis cenas familiares, tiene más de 100 comentarios, me pone muy alegre. :D
De verdad, se los agradezco.
Por el momento, esto es todo de mi parte y ya nos estaremos leyendo.
¡Recuerden, el próximo capítulo, será una Luna Roja!
Gracias por leer y comentar a:
Mumi Evans Elric, Nyan-mx, Natalita07, Ana Nari, agusagus, camilo navas, Guest, Kennardaillard, y dd-elaShine.
Hasta el próximo episodio.
Reviews?
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