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Noche
XXXI
— Cita con el Diablo —
…
Todavía no pasaba una hora desde que Gateguard partió a una nueva misión, y Luciana ya se hallaba un poco decaída.
—¿Estás bien?
Por un segundo, Luciana sintió que, quien le hablaba, era su Gateguard, sin embargo no era así.
—Creo que no —contestó al santo de la armadura con alas doradas, Aeras. Este alzó las cejas con desconcierto.
—Tengo que decírtelo, nunca había visto a nadie entristecerse de ese modo porque Gateguard no está. Casi siempre es lo opuesto —masculló él por lo bajo cruzando sus brazos—. Ni siquiera Hakurei o Sage lo extrañan tanto, y eso que ellos tres crecieron juntos.
—Mhmm —Luciana suspiró otra vez.
Lo cierto es que ella no se encontraba de ánimos para fingir que no estaba comenzando a extrañar a Gateguard. Hasta hace unos 20 minutos, aproximadamente, Luciana se dijo que no tenía caso que se preocuparse porque él no estuviese; por fortuna, el asunto de Colette estaba casi cubierto.
Hakurei, el santo de plata (según a palabras de Gateguard, esta mañana) había accedido a suplir el cargo del pelirrojo, como protector de Colette.
Claro, sólo como protector.
Con este imprevisto de la dichosa misión, Luciana no se sentía segura de seguir con el plan establecido (de homicidio) teniendo a más personas envueltas en este asunto, pero contradictoriamente, el saber que un santo plateado, estaba al tanto de la seguridad de Colette y ella no tendría que arreglárselas sola, mientras el pelirrojo no estaba, la tenía en paz por ese lado.
Según Gateguard, Luciana no tenía por qué preocuparse porque Hakurei no fuese un reemplazo adecuado; pues, su poder, según el pelirrojo, era tan grande como el de un santo dorado.
»¿Hablas en serio? —preguntó anonadada cuando Gateguard le dijo aquello—. Creí que los santos dorados y los plateados tenían una gran diferencia de poder.
»Y así es. Sin embargo, el caso de Hakurei es algo especial; él y Sage no poseen mucha diferencia en cuanto a habilidades. De hecho… es probable que Hakurei sea ligeramente más poderoso que su hermano.
Procesando esa información, Luciana se dijo bastante tarde (luego de que Gateguard se fuese, ni más ni menos) que tenía algunas dudas al respecto, una de ellas, era por qué si Hakurei era posiblemente más fuerte que su hermano, cuál sería el motivo por el cual él no estaba ocupando un lugar en el Santuario como santo dorado. ¿Acaso todos los cupos estaban cubiertos?
Más tarde se regañó a sí misma por sentirse como una entrometida; los asuntos de los gemelos lindos no eran de su incumbencia y… por todos los cielos, debía mantener su nariz apartada de ellos. Con solo saber que Hakurei de Altar era más fuerte de lo que cualquiera pensaría, y él estaba cuidando de Colette en lugar de Gateguard, debía de bastarle.
Por otro lado, si Gateguard le había contado todos sus planes a Hakurei de Altar sobre el asechador de la muchacha o no, Luciana no pudo preguntárselo a tiempo. Pero, por si acaso, ella no revelaría nada en especial al santo de plata. Estaría al tanto de lo sucedido con Colette, pero se mantendría al margen lo más posible.
Antes de irse a un lugar llamado Perithonea (quién sabe si ese sitio existirá en Gracia o al otro lado del mundo) Gateguard le expresó a Luciana que antes de su despertar, él había hablado con Hakurei apenas supo de su misión, y ella no debía preocuparse por el sujeto (y sus cómplices, si los había) hasta que él volviese.
»Es importante esto último, Lucy. No hagas nada imprudente hasta que yo vuelva, ¿me escuchas? —ella asintió con la cabeza—. Si ese bastardo es lo suficientemente estúpido para acercarse a Colette con Hakurei rondando por ahí, entonces lo encarcelarán en una celda más rápido de lo que tardaré yo al mandarlo al hades cuando regrese. Hasta entonces, no muestres ni por un segundo que planeamos matarlo; muéstrate preocupada, asustada, si eso quieres; pero no confiada en que pronto, él no será más que una mancha negra en el suelo. ¿Cuento contigo?
Luciana le sonrió apenada.
»No suelo dejar que la gente me vea asustada o triste de ninguna forma; menos frente a alguien que trata de joderme a mí o a los que quiero. —Ella lo miró a los ojos, inhalando fuerte para darse valor a sí misma—. Pero haré lo que pueda por aparentarlo; no te preocupes; me mantendré en un bajo perfil.
Confiando en ella, Gateguard le asintió con la cabeza, sujetando su mejilla.
»Debo irme ya. Trataré de ser rápido. Tú… sólo haz lo que dijiste, mantén un bajo perfil; y no expongas tu vida inútilmente.
»Vale. Pero, promete que tú tendrás cuidado también —le dijo ella poniendo una de sus manos sobre la de él.
Gateguard tal vez se sintió extraño oyendo eso, su expresión facial lo delató. Sus ojos se movieron a un extremo al otro, con nerviosismo y desconcierto.
»De… de acuerdo —asintió con la cabeza con la inocencia de un niño que partía a un lugar desconocido por quién sabe cuántos años.
Más tarde, viéndolo irse con su armadura en una caja dorada envuelta en una manta marón, un morral pequeño y una capa encima que le ayudaba a andar de incógnito junto a su modesta ropa de civil, por primera vez desde que se conocían, a las afueras de Aries, Luciana se sentó al borde del primer escalón, mirando el horizonte; sin importarle ni un poco que su presencia, ahora que Gateguard no estaba para autorizarla a quedarse ahí, fuese tal vez un delito.
Al menos eso hasta que Aeras de Sagitario se hizo presente y decidió hacerle algo de compañía.
—Sigo sin entenderlo, ¿qué ves en él? —sin pedirle permiso, el santo dorado se apoyó en uno de los pilares exteriores del templo, el más cercano a ella.
—¿Qué veo? —musitó ella frunciendo el ceño, no captando bien lo que el hombre le había dicho.
De hecho, se sentía desanimada, sin deseos de hacer nada; no se hallaba en sus cinco sentidos para pensar siquiera en su futuro como solterona consagrada a trabajar duro para no morirse de hambre o mendigar en la calle por unos centavos o migajas de pan.
Suspiró otra vez.
—Wow, ¿así que es así como se ve el amor prohibido?
—Perdone por lo que diré, pero creo que usted imagina cosas, señor —suspiró una vez más, sin dejar de ver al frente.
—Claro —dijo él rodando los ojos—, yo soy una paloma.
No queriendo discutir con nadie; menos con un hombre que si quería, podría echarla a patadas de aquí si le placía, Luciana soltó aire con resignación.
—Sí, sí; así se ve el amor prohibido. Desanimada, desmotivada, triste… solita —parpadeó pensando en lo que había dicho. «Ni se te ocurra creerte idioteces, Lucy» se abrazó a sus rodillas, encorvándose un poco más hacia enfrente.
—De todos nosotros, no pensé que sería Gateguard el primero en encontrar a alguien que le quisiera por lo que es, o por lo menos lo tolerara.
—Podría decir lo mismo, si tan solo supiese más de todos ustedes —trató de sonreír, pero no pudo.
—No somos tan interesantes como crees —él alzó los hombros.
Unas cuantas gotas de agua comenzaron a caer del cielo gris.
—Tú y él, ¿no son los mejores amigos? —preguntó con un poco más de ánimos. Y eso era porque estaban hablando de Gateguard.
—Oh sí, cada vez que nos vemos, muero por abrazarlo fuerte de su cuello y decirle: "adelfos, ¿por qué eres tan imbécil?"
Luciana se rio imaginando que, lo que en realidad quería hacer Aeras con Gateguard, era ahorcarlo mientras le decía esas palabras.
—Creo conocer ese sentimiento —dijo recordando que ella también había pensado así a los primeros días de conocerle.
—¿En serio? ¿No todo es miel? —sonó irónicamente impactado, también reía.
—No cuando en esa cocina sólo hay una silla y debemos pedir prestadas otras a Hakurei.
—Suena a que es un tacaño.
—Y de los incurables —agregó Luciana a modo de broma sabiendo muy bien que él no era así.
Su Gateguard no era un tacaño; tampoco era un derrochador.
De ser un tacaño, él jamás le hubiese comprado togas nuevas que, a simple vista, lucían costosas; menos cuando se las dio a ella en un momento que su cuerpo debía de dar mucho asco; lleno de heridas, sangre, sudor y mugre.
Y de ser un derrochador, seguro él tendría más lujos que una sola copa de plata que no estaba a simple vista en la cocina.
Encontrando agradable la compañía mutua, ambos rieron un poco.
—No vayas a decirle esto —dijo Aeras un poco apenado—, pero, en el fondo mucho sentimos pena por él.
Frunciendo el ceño, Luciana se dejó ayudar a levantarse debido a que la lluvia comenzó a caer a cántaros otra vez.
En las afueras de Aries, cubiertos del agua por el techo del primer templo, Aeras se explicó mejor.
—A mi modo de ver, por su carácter, Gateguard es igual a un gato viejo y malhumorado que es incapaz de recibir afecto sin pensar que, en cualquier momento, le atacaran.
—¿En qué te basas para afirmar eso? —preguntó seria.
—En nada en especial. Él y yo tenemos muchas diferencias de opiniones, y no hay nada de malo en eso. Sin embargo, incluso cuando se trata del Patriarca, Gateguard parece estar alerta, como si viese venir un puño hacia su cara cuando en realidad no hay nada.
—Él no es así —contradijo dispuesta a dar argumentos sólidos.
—Tal vez contigo no lo sea, eso es algo que podría admirarte —le dijo calmado—, pero créeme cuando te digo que raras veces él no aparta de un manotazo a quien trata de ayudarlo. Hasta ahora, pensé que solo el Patriarca tenía ese don; el de poder decirle que estaba equivocándose en algo sin tener que gritárselo en su cara.
—Tal vez me das demasiado crédito —musitó no creyéndose que ella fuese la única—. Sage y su hermano no…
Miró a Aeras; él alzó sus cejas hacia ella como si le dijese: "no termines de decir esa mentira". Porque incluso Luciana había visto discutir a Hakurei y Sage con Gateguard. En la taberna, por ejemplo. Nunca llegó a verlos gritarse, pero de que a veces discutían, lo hacían.
—Créeme, sé lo que te digo —Aeras miró al frente, la lluvia cayendo sobre cada centímetro de la tierra—. Pero no me malinterpretes; no creo que él se haya enamorado o algo así… todavía me pregunto si ese tipo es capaz de sentir ese tipo de afecto —musitó por lo bajo.
Queriendo discutir ese último punto, pero no encontrando las palabras para hacerlo, Luciana tragó saliva preguntándose si ella tendría la suerte de…
«Vuelve al mundo real, ¿quieres?» se regañó otra vez.
—Digo que, es muy probable, que de alguna forma que ninguno de ustedes dos está percibiéndolo, tú estás acompañándolo en su camino a un cambio positivo. —Él sonrió en su dirección—. Cada vez es más fácil tratar con él; incluso el Patriarca se ve asombrado por sus cambios.
—¿El Patriarca? —Luciana lo miró dudosa olvidando por completo un detalle de gran importancia que ella ya sabía—, ¿él sabe que yo estoy ayudando a Gateguard?
—¿Qué estás ayudándolo para que él pueda dormir tranquilo y evitar que su irritabilidad sea un serio problema? Sí —amplió más una bella sonrisa que ella no sabía que un santo tan serio y severo como Aeras de Sagitario sería capaz de darle a una mujer de bajo estatus como ella—. Su Ilustrísima lo sabe.
Parpadeando lento, despertando del encanto amistoso que la envolvió de pronto al sentir la animosidad del santo, volviendo al mundo real y dirigiendo su vista hacia enfrente, Luciana por fin recordó que eso ya se le había notificado antes.
Sí, más o menos ahora rememoraba que, la primera vez que vio a este caballero, él y Gateguard hablaban sobre lo que el santo de aries estaba pagándole a ella por semana… o algo así. La verdad, ya no recordaba muy bien ese día salvo que descubrió una clara hostilidad entre Gateguard y Aeras, cosa que la hizo sentir incómoda.
—Escucha, no entiendo todo lo que los envuelve a ambos —continuó Aeras—, la verdad, yo tengo mis propios asuntos así que no me inmiscuiré en los suyos… claro, a menos que estos afecten de alguna manera a Athena, su Ilustrísima, o al Santuario; así que por mí no te preocupes.
Luciana inhaló profundo, de alguna forma, sintiéndose más tranquila.
Estaba segura de que Aeras no estaba enterado de nada por lo que preocuparse. Ni sobre Colette y el futuro homicidio de la lacra social (santo o no) que la perseguía, o de sus sesiones de sexo con Gateguard en el templo que él debía proteger, cosa que seguramente era algo inmoral. Así que, mientras el santo de sagitario no se mostrase hostil con ella como lo hacía con Gateguard (sus asuntos eran sólo de ellos), Luciana no veía el por qué forjar un muro entre ella y el hombre que la acompañaba ahora mismo.
…
El dios menor del sueño, Haidee, se encontraba acostado sobre una cama más o menos adecuada en medio de una habitación casi vacía salvo por eso y una mesita de madera con una silla enfrente y una bandeja de comida sin tocar.
En sus muñecas y tobillos, estaban unos grilletes rojos con pergaminos de Athena, pegados a ellos.
No podía creer lo paranoicos que seguían siendo los humanos y dioses por igual.
Según Sage de Cáncer, dichas cosas ahora estaban diseñadas para que él no pudiese abandonar la cuarta casa del zodiaco. ¿Por qué? Porque resulta que su padre ya estaba libre y haciendo estupideces en Grecia y en el Santuario todavía no confiaban en que él, su hijo, no tratase de ayudarlo porque, wow, mucho cariño y lealtad debía de tenerle ahora mismo Haidee a su padre. ¡Maravilloso razonamiento! Nótese el sarcasmo.
La única razón por la que Haidee estaba en una momentánea fase de calma era porque ya estaba al tanto de algunas cosas; una de ellas y la más importante, era la ubicación de aquel bebé.
Ahora mismo, él estaba recordando…
Recordaba a su hermana, quién le visitó hace poco a su anterior celda y le dio valiosa información. Detalles que él no había considerado, o siquiera imaginado.
»¿Hay alguna razón por la que te niegas a salir de aquí?
Él en ese momento frunció el ceño al escuchar esa voz.
»¡Penélope!
Exaltado, Haidee se había levantado de su horrible cama y corrió hacia los barrotes de su celda; al otro lado, su hermana, disfrazada de una amazona sin armadura con una máscara de plata, piel marrón y cabello negro, se cruzó de brazos, hablándole con una clara burla.
»Ya veo, son los sellos de Athena. Hola, hermanito. ¿Cómo te trata la "libertad"?
»¡Mírame! ¡Mírame! ¡Mira lo que has causado!
Ella se rio, quitándose la máscara, revelando un rostro casi igual al suyo salvo por las facciones más femeninas y los ojos plateados.
»Yo no he causado nada; todo esto es solo obra tuya.
»¿Por qué le diste la Cerveza Rosada a Lucía? —preguntó indignado; enfadado por no poder salir de su encierro y arrancarle la garganta a su propia gemela—. ¿Qué buscas aquí? ¡¿Dónde está mi hijo?!
»Una pregunta a la vez —ella hizo un gesto pensativo—. ¿Creíste que sólo tú tenías una historia con ella?
Él frunció aún más el ceño.
»¿Qué? Tú no la conocías… —al verle los ojos, Haidee se descolocó aún más—. ¿O sí?
»Sabes que los seres humanos más miserables me parecen muy divertidos. Además, de algún modo tuve que enterarme de lo que hacías en lugar de cumplir con tu trabajo.
»Ella me delató contigo —dedujo entre dientes. ¿Cómo Lucía pudo…?
»No —espetó firme—, ella nunca te delató, de hecho, olvidarte a ti y a Elora era lo que ella más quería; o eso pensaste.
»¡Se breve! —Haidee golpeó los barrotes con sus puños, pero el sello de Athena repelió su ataque, causándole daño.
»Tranquilo —se rio ella de su desesperación—, ya no tienes nada que perder. Tu sentencia se cumplió, papá está muy ocupado con su hermanito tratando de complacer oralmente al idiota que lo hace trabajar sin paga, y Athena seguro colaborará para deshacerse de nosotros dos a cambio de que nosotros no causemos daño a su ejército o a su pueblo.
»¿De qué estás hablando?
»Sé que los santos te prometieron ayudarte a recuperar a tu hijo; no eres el único que puede visitar a los humanos sin que ellos se percaten, ¿sabías? ¿Cómo crees que le di la "gran idea" a Sage de Cáncer para que "te invocase"?
»Penélope… basta, por favor… tú lo has dicho, ya he pagado mi condena.
»No conmigo.
»¿Qué? ¡Yo no te debo nada a ti!
»¡¿Eso crees?!
»¿De qué me estás hablando?
Penélope inhaló profundo, descruzando sus brazos, pasando sus manos por su cabello.
»Penélope… habla de una jodida vez.
»Al fin sé dónde está ese bebé. Al fin lo encontré, tardé años, pero por fin pude verle.
Antes de que Haidee dijese algo que ella no deseaba oír, Penélope le reveló algo que a él tampoco le gustó escuchar.
»¿Años? ¡¿Mi hijo ha estado años sin ningún tipo de protección?! ¡¿Cómo pudiste abandonarlo así?!
»¡¿Abandonarlo?! ¡¿Yo?! ¡¿Cómo te atreves a acusarme de esa forma?! ¡Ni siquiera pude buscarlo! ¡Como tú, tampoco sabía dónde estaba! —le gritó igual de dolida que él por eso.
»¡¿Buscarlo?! ¡¿Por qué habrías de buscarlo?! ¡Tú me dijiste que Elora murió en el parto así que le viste nacer! ¡Estabas con él! ¡¿En qué momento lo perdiste?!
»¡Tú lo dijiste! ¡Vi nacer a ese bebé, pero sólo fue eso! ¡Lo encontré hace poco porque Lucía me indicó el camino cuando bebió la Cerveza Rosada y me mostró parte de lo que sucedió!
»¡Imposible! ¡Por más que hayas alterado mi creación yo borré todo rastro de nosotros de la mente de Lucía! ¡Ella no pudo estar relacionada a Elora porque la borré de su cabeza! ¡De ninguna forma ellas dos pudieron haber estado juntas en ese momento!
»¡Muy bien, genio! —Penélope lo miró muy enojada—. Ahora dime, ¿le dijiste a Elora lo que hiciste con Lucía antes de irte?
Oh, oh.
Quedándose helado, inquieto, pensando en eso, Haidee tambaleó.
»Elora, al perderte, y al seguir en ese matrimonio horrible, buscó a la segunda persona más cercana que conocía. Su mejor amiga. Pero Lucía ya no la recordaba; tú te encargaste de bloquear (no borrar) mucho de su memoria, sin embargo, Elora la buscó. ¡Elora quiso retomar esa amistad ante tu abandono!
»Yo no quería abandonarla… ella lo sabía.
»Pero lo hiciste, y no sabía lo que habías acordado con Lucía —suspiró—. Elora corrió hacia Lucía, y aunque ella ya no la recordaba, no pudo negarle su compañía a una mujer que pasaba por un mal rato.
Llevándose una mano a la cara, Haidee negó con la cabeza ante el tremendo balde de agua fría que le había caído encima. ¿De verdad no le había dicho nada a Elora sobre que Lucía iba a olvidarlos? ¡¿Cómo pudo ser tan descuidado?!
»Volvieron a amistarse —dedujo.
»Sí. Y Elora parió, con Lucía acompañándola. Yo lo vi, estuve ahí.
Viéndose a los ojos, Penélope le contó más a su hermano de aquella madrugada.
»El esposo de Elora estaba de borracho como siempre en una cantina; el mocoso que para entonces ya tenía doce años, se fue con él, aprendiendo un pasatiempo mundano: las apuestas. Cuando las contracciones empezaron, Elora fue como pudo, a la casa de Lucía, ahí, ella la recibió y al no poder llamar a tiempo a una partera… el evento se complicó.
»Si tú estabas ahí… ¿por qué no hiciste nada? —con ojos llorosos, Haidee miró a su gemela—, eres una diosa como yo, ¿por qué la dejaste morir? ¡¿Y por qué abandonaste a tu propio sobrino después de eso, hermana?!
Indignada, Penélope respondió:
»¿Crees que la dejé morir? ¿Crees que no quería hacer nada? —soltó una risa embravecida—. Dime, ¿acaso te crees que tú fuiste el único castigado? —al ver la cara de desconcierto de su hermano, ella continuó—: todos los que estábamos cerca de ti en esa época fuimos culpados por tu pecado; sin habla, sin forma corpórea; ¡sólo fantasmas!
No podía ser posible. Ese castigo se llamaba neblina, y se otorgaba a los oniros que se atrevían a tener contacto directo con los humanos, ya sea presentarse en sus sueños o en el mundo real, ante ellos, y que estos sean conscientes de sus identidades como deidades.
Haidee no se explicó por qué sus hermanos habían sido arrastrados junto con él a algo así.
»Nosotros sabíamos de tu relación con Elora; no sólo yo. Y todos los que lo sabíamos, fuimos condenados a diez años de neblina, donde no solo nuestras formas y nuestra voz se perdieron, sino también nuestros poderes divinos. —Sonrió de forma agría—. Todo eso sólo por saber…
»No tenía idea; por eso, durante tus visitas, no podías hablarme. Pero, tú me dijiste de Elora, y tu forma no se veía…
»Lo hice, porque Morfeo me lo ordenó; antes de eso quería hablar contigo aunque sea por medio de nuestros cosmos, pero él bloqueaba mi poder con el suyo, por eso jamás pude decirte más de 3 palabras. Además, sabes que en el Olimpo neblina no afecta nuestras formas físicas, sólo nuestra voz. Somos sombras únicamente en el mundo humano para que no podamos interactuar con los mortales.
»¿Morfeo sabe de mi hijo? —se asustó.
»No lo sé. Cuando te hablé de Elora y su parto, él no pareció interesado en otra cosa además de tu miseria y la mía.
Morfeo, ese indeseable bastardo que gozaba de dañar a los hermanos que le molestaban, y Haidee le había disgustado mucho con su romance con Elora, porque ella era humana.
»Él… él fue quien impuso ese castigo sobre nosotros una vez que nuestro padre te aprisionó —informó con voz llorosa—; cuando me vio y me preguntó por qué lloraba… no pude mentirle, y le dije que esa amable humana había muerto dando a luz a esa niña.
»¿Una niña? —Haidee se desconcertó, mas no decepcionó—. ¿El bebé era una niña?
Penélope asintió.
»Una niña, aunque se parece más a ti que a su madre —susurró un poco preocupada por eso—. Afortunadamente, a Morfeo no le importó saber qué fue de ella. Levantó brevemente mi tormento para luego exigirme que te dijese sobre la muerte de Elora, aunque, en el fondo yo también consideré necesario decírtelo para que no albergaras esperanzas de volverla a ver… quise ser delicada, pero eso no se me da.
»Gracias, hermanita, por terminar de destruir mi alma.
»¿Tu alma? ¡¿Tu alma?! ¡¿Y qué hay de la mía?! ¡¿Y las almas de nuestros hermanos?! ¡¿Sólo te preocupas por ti?! ¡Yo me preocupaba por ti, me preocupaba por Elora y me preocupaba por Lucía!
»¡¿Y por qué por Lucía?! ¡¿Ella qué tiene que ver contigo?!
»¡También me preocupaba por esa niña! —gritó dolida, ignorando la pregunta de Haidee—. ¡Pero después de la muerte de Elora, nuestro padre me ordenó que no se me permitiese volver al mundo humano hasta terminar mi castigo!
»¡¿Por qué no me respondes, Penélope?! ¡¿Qué tiene que ver Lucía en esto?!
»¡A los otros los mandó a otras partes del mundo! ¡Ese pueblo y esa niña no tuvieron ningún contacto con ninguno de nosotros!
»¡Penélope!
Ambos gemelos se vieron a los ojos; los dos estaban muy cansados y tristes.
»Perdóname —musitó Haidee—. Lo siento. Desconocía sobre lo que ustedes tuvieron que pasar por culpa mía. Y… gracias… por intentar cuidar de Elora… y de mi hija.
»La Cerveza Rosada… yo sólo traté de terminarla por ti. Durante mi propio encierro, visité un par de veces tu alcoba porque… en la mía, me sentía muy triste, hermano… —se quitó las lágrimas con el dorso de su mano, inhalando fuerte—. Encontré tu creación de pura casualidad y quise ayudarte con ella. Supe que mi castigo terminaría cinco años antes que el tuyo, así que apenas fui libre, quise verla a ella, y saber cómo estaba mi sobrina. Es decir… Lucía estaba ahí durante su alumbramiento… era obvio que ella supiese dónde, cómo y con quién estaba.
Ahora Haidee era el confundido. ¿Entonces era Lucía la que sabía la ubicación de su hija y no su hermana? Bueno, el que Penélope desconociera su paradero ya tenía algo de sentido considerando la intervención de Morfeo.
»Pero, no sé qué pasó. Para empezar, Lucía ya no vivía en ese pueblo; tardé en encontrarla. No era capaz de contactarla por medio de sus sueños porque ella me rechazaba. Luego, cuando la hallé en Rodorio, traté de acercarme… como una humana cualquiera… pero Lucía… ¡ya ni siquiera se llamaba Lucía y me tomó por loca cuando le pregunté por mi sobrina! ¡Me dijo: "no sé de quién me habla, señora, yo no me llamó así y no conozco a su sobrina"! ¡Y no sentí la mentira en su voz! ¡Ella no sabía nada!
«¿Por qué se cambió el nombre a Luciana? ¿Y por qué no recuerda a mi hija?» pensó Haidee preocupado—. ¿Perdió la memoria o algo así después de que te fuiste?
»No lo supe. De hecho, creí que se burlaba de mí; luego de intentar acercarme a ella varias veces, sin éxito, me enojé y comencé a buscar por mi propia cuenta en ese pueblo horrible; resulta que el tipo murió hace años, poco después el mocoso se fue de ahí con la niña. Quería una explicación y nadie en ese sitio pudo dármela, todos tenían versiones diferentes de lo que pudo haber pasado la noche en la que el imbécil ese murió, que fue poco después del nacimiento de la niña. Mi poder ha estado algo débil y tampoco quería llamar demasiado la atención de Morfeo usándolo así que traté de investigar "al modo humano" —inhaló fuerte—. Intenté volver con Lucía, pero ya no tenía forma de acercármele y… cada vez… estaba más impaciente, así que… tomé otras medidas.
»Gateguard de Aries.
»Analicé a muchos hombres para efectuar mi plan, por desgracia, a Lucía le atraen los tipos como él, así que… tuve que juntarlos. A la fuerza si era necesario, luego, obligarlos a dejarme entrar a sus sueños.
»¿En serio era necesario todo ese show?
»Funcionó, ¿o no?
»No lo sé, ¿funcionó? ¿Sabes dónde está mi hija ahora?
Penélope sonrió.
»Sí, al fin lo sé. Y también sé por qué Lucía, ya no se llama Lucía.
»Ajá, qué interesante —dijo sin interés, siendo honesto, a él no le importaba el motivo por el cual Lucía ahora se llamaba Luciana, era casi lo mismo y sólo era un nombre—. ¿Dónde está mi hija?
»Antes de que trates de culparla a ella por algo, déjame decirte algunas cosas para que te ahorres el vergonzoso teatrito.
»¡¿Dónde está mi hija?!
»¡Está en la casa de Luciana! —sonrió con ironía—, sólo que ella no lo sabe.
»¿Qué locura me estás diciendo?
»Te estoy diciendo, que, al final, Lucía está cumpliendo con su papel de tía. Está cuidando de esa niña, y ella la adora.
»¿Cómo?
»¿Destino, casualidad? No lo sé; llámalo como quieras; sólo sé que… esa niña ha tenido años muy difíciles.
Justo lo que un padre que había sido apartado de su hija por más de una década no quería oír.
»¿Le han hecho daño?
»No tienes ni idea —bisbiseó Penélope, no queriendo dar detalles aunque vio en los ojos de su hermano el deseo de matar—. Y, aunque no lo creas, su bienestar actual se lo debes a Luciana… y claro, también a Gateguard de Aries.
»¿Ese imbécil?
»Déjame informarte que ella ve a ese imbécil como un protector, deberías moderar ese tonito cuando hables de él —le dijo con las claras intenciones de embravecer a su hermano.
»¡¿Qué?!
»Dos seres son los responsables de su dolor; Gateguard de Aries se encargó de uno, falta el otro.
»¡¿Quiénes osaron dañarla?! ¡¿Quiénes?!
»Uno, ya lo conocías.
Haciendo un gesto de exasperación, Haidee trajo a su memoria la imagen de un maldito mocoso del infierno que jamás le dio buena espina.
Debió haberlo matado cuando tuvo la oportunidad.
»Apuesto a que ya tienes su nombre.
»Cardenett —masculló apretando sus puños.
»Aunque me hubiese gustado verlo sufrir más, Gateguard de Aries se encargó de él.
No podía creerlo. ¿Gateguard en verdad había cobrado venganza por su hija sin tener ningún tipo de responsabilidad con ella? Sea como sea que haya sido… si el santo la había ayudado… como padre, Haidee estaba en deuda con él.
»¿Y el otro?
»Todavía no sé quién es.
Al ver los ojos iracundos de su hermano, Penélope estrechó su mirada sobre él.
»Ella nunca lo vio, él siempre se mantuvo en la oscuridad, así que por eso yo tampoco puedo saber de quién se trata.
Oscuridad. Haidee no podía ni siquiera imaginar lo que su hija… su propia sangre… la otra mitad de lo que le quedaba de corazón, había sufrido en la oscuridad; ¡sin él para cuidarla y arrancarles los brazos a los miserables que se atrevieron a tocarla!
»Sólo sé cómo suena su maldita voz. Las pesadillas de esa niña no son demasiado claras, y siendo honesta, no quiero tocar más esa parte de su mente ahora que ella por fin está en un ambiente diferente donde el miedo poco a poco se desvanece, y su alma poco a poco se recupera. Además, te voy a pedir que, cuando la conozcas, ni siquiera intentes averiguar lo que ha vivido.
Haidee bajó la mirada al suelo, su cabeza punzaba y su garganta amenazaba con empezar a sangrar por los gritos que se estaba tragando.
»Haidee, cuando Lucía bebió la Cerveza Rosada y por breve tiempo me dejó entrar a sus memorias, pude descubrir algunas cosas.
»¿Cuáles? —preguntó roncamente.
»Desde el momento en que Elora la buscó, después de tu aprensión, y trató de convencerla de su pasado juntas, ese que tú habías bloqueado, el efecto de lo que sea que hayas usado, se fragmentó; fue la insistencia de Elora la que ocasionó eso. En la actualidad, ella está consiente de muchas cosas, pero no todas son ciertas.
»¿Cómo es que Lucía no sabía de mi hija? ¡Si ella hubiese estado a su lado…!
»Román y Castor la descubrieron y le impidieron su escape con ella —lo interrumpió, claramente decidida a no permitir que toda la culpa recayese sobre sus hombros.
»¡¿Quién diablos es Román?!
Haidee ya sabía quién era Castor.
»Cierto, no lo conocías… Román era el primo del esposo de Elora, vivía en Tebas. Luego del nacimiento de la niña, Lucía quiso llevársela con ella a otro pueblo, pero Castor no se lo permitió; supo del fallecimiento de "su mujer" y quiso quedarse con la niña.
»¡Pero si ese imbécil no quería ni al mocoso que ya tenía! ¡¿Por qué se llevó a mi hija?!
»¿Para qué más? Para sacarle provecho una vez que creciera.
»Maldita sea.
»Más tarde llegó Román a visitar a su primo, quedándose todos juntos en esa casucha. Castor se llevó a la niña a esa casa porque claro, él pensaba que era hija suya y tenía derecho sobre ella. Pero los muy miserables ni siquiera le daban de comer a la pobre criatura. Cuando Lucía quiso quitársela por la fuerza, casi murió en el intento, así que no te atrevas a decir que ella no "quiso" hacerse cargo de un bebé que ni siquiera era suyo.
Maldita sea. ¡Maldita sea!
»Fue una noche lluviosa cuando Lucía invadió esa casa, quiso ser sigilosa para tomar a la bebé e irse, pero ese maldito mocoso la descubrió.
Afectada, como si estuviese viviendo lo que contaba, Penélope negó con la cabeza.
»No pienso entrar en detalles de lo que pasó, porque no me siento con el derecho de decírtelos —en los ojos en ella había mucha tristeza—, sólo ten en tu cabeza que Lucía lo intentó, pero al final era una mujer contra dos hombres, y terminó cayendo de un barranco donde se golpeó varias veces la cabeza, y el resto de su cuerpo también.
»¿Durante eso…? ¿Lucía olvidó a mi hija?
»A ella y a ti sí. Y pudo haber muerto debido a sus heridas, sobre todo las internas, pero resistió. Lamentablemente, al recuperar el sentido, sus memorias ya estaban hechas un verdadero desastre; olvidó a esa niña, y casi se olvidó de Elora.
»¿Casi?
»Hasta donde sé, si ahora le preguntas por Elora, Lucía (sin llegar a recordar bien su nombre) te dirá que fue una conocida suya de la juventud que murió durante su parto.
»¿Y a los tipos? ¿Los recuerda?
»Es ahí donde las cosas son confusas para ella; hay recuerdos que tiene de aquella noche, otros erróneas que nunca sucedieron, pero todo eso está mezclado con todo lo que recuerda Lucía de su propio exesposo.
»Supongo que esa es la parte que está hecha un desastre.
»Sí. Ella sabe muchas cosas de su pasado, pero no todas, y no todas las que ahora recuerda son reales pues su mente al no tener suficiente información, o al menos, no toda correcta, creó escenarios nuevos para cubrir esos huecos.
»No puede ser —suspiró, atormentándose más de lo que ya estaba.
Se quedaron en silencio por un corto tiempo; Haidee estaba tratando de digerir toda esa información.
»¿Cómo es que tú la conoces, Penélope?
Su hermana gemela bajó la mirada al suelo.
»Nosotros debíamos vigilar los sueños de toda esa gente, ¿no lo recuerdas? En algún momento entre a los suyos y, ella me agradó. Creí que podría ayudarla… ya sabes… sólo… trabajo; pero… —se negó a seguir hablando, aunque no era necesario, por su tono de voz y sus expresiones, Haidee supo lo que su hermana no se atrevía siquiera a mencionar—; ya no es la misma, ¿sabes? Ha cambiado. Y no creo que eso sea malo… pero ya no es la Lucía que yo recuerdo.
»¿La Lucía que te agradaba desapareció?
Sin levantar la mirada, Penélope asintió con la cabeza.
»¿En serio? —él frunció el ceño—. ¿Te costó mucho soltar esos sentimientos o sigues en estado de negación?
»Esa pregunta me dolió —dijo Penélope, poniéndose la máscara de plata—. Despreocúpate, mi sobrina es lo único que me importa ahora; ya no está sola, en cuanto la segunda cucaracha se atreva siquiera a acercarse, yo estaré ahí y la protegeré.
»¿Qué harás?
»La pregunta es: ¿qué va a hacer Luciana?
»¿A qué te refieres?
Empezando a caminar para dejarlo solo, Penélope le informó de un último gran detalle.
»Tengo la teoría de que Luciana y Gateguard ya han ubicado al segundo hijo del carajo, y, algo me dice, que ellos planean algo en su contra. Esperaré hasta que me lleven hasta él, y entonces será todo mío. Luego, tú podrás acercarte a tu hija, presentarte, y hacer de una buena vez lo que no hiciste hace quince años: huir lejos de Grecia y no mirar atrás.
»¡Espera!
En ese último grito casi se le fue toda la voz.
»¿Qué?
»Ella… ¿su madre tuvo el tiempo de elegirle un nombre?
»Sí, pero seguro sabrás que ese no es el nombre que tiene ahora mismo. Su "padre" la bautizó con uno diferente.
»Eso es irrelevante. ¿Cuál fue el nombre que eligió Elora para ella?
»Aileen. ¿Quieres saber el otro?
»No —dijo rotundamente.
»Te lo diré de todas formas: Colette.
Como acababa de decir su hermana; eso dolió. No quería saber eso, se negaba a decir ese nombre. Pero entendía que su gemela quisiera vengarse por su pregunta anterior con respecto a Lucía.
Luego de esa charla, Penélope se fue y hasta la fecha Haidee sólo sabía una cosa con respecto a ella… pero absolutamente nada de Aileen.
Le importaba un cuerno que su hija haya crecido bajo un nombre falso, si para Elora, ella se llamaba Aileen, para él también.
En estos días, Haidee detectó la divinidad de Penélope, despertando para volverse a ocultar por un corto tiempo, le sorprendió sentir a Lucía llamándolo indirectamente poco después, dándole acceso a sus sueños; no supo si debía decirle a ella algo con respecto a Penélope, así que sólo accedió a verla únicamente porque… quería saber qué tanto había cambiado. Le sorprendió. Fue como ver a una persona igual a Lucía; era su cara, era su voz; pero ahora ella poseía una personalidad muy distinta.
Haidee no quiso responder a ninguna de sus preguntas, le mintió al decirle que no sabía lo que su gemela estaba planeando porque algo le dijo que ella o Gateguard intervendrían… siendo que Athena tenía sus propias reglas, Haidee no quería que estas se involucrasen cuando Penélope y él tuviesen al segundo victimario de su propia hija.
Él fue claro con Lucía, que ella y Gateguard de Aries hiciesen lo que sea que tuviesen planeado, todo con el fin de descubrir la cara del segundo malnacido.
Sin embargo, Haidee no quería que Penélope se hiciera cargo sola de la cucaracha que faltaba. Cardenett se le había escapado, pero ese otro que faltaba tenía una cita especial con él, y por su hija, esta vez Haidee sería capaz hasta de matar a su propio padre si es que el muy infeliz se atrevía a ser un estorbo otra vez.
En cuanto a Lucía y Gateguard…
Durante estos días y pocas horas del día, Haidee lo había pensado mucho.
Estaba decidido. Él como padre de Aileen se haría cargo de ella y su bienestar una vez que Athena lo liberase; la tomaría bajo su protección y partirían juntos de Grecia a un sitio lejano donde pudiesen estar en paz con el mundo.
Si Lucía quería… bueno… ir con ellos, Haidee estaba dispuesto a hacer lo posible para que ella también tuviese una vida tranquila y no se alejase de Aileen si es que ambas ahora tenían un lazo especial de confianza. Ellas dos se habían ganado a pulso su tranquilidad, y técnicamente, Luciana era su tía. Separarlas no era lo más adecuado.
En cuanto al santo de aries, por haberse hecho cargo de Cardenett, Haidee estaba pensando en darle a él la Cerveza Rosada, claro, el producto terminado y sin alterar, para que nunca más tuviese problemas para dormir, y de cierto modo, protegerlo de los otros oniros, y además, él podría compartirla con quienes quisiera.
No sabía si todo lo que él pudiese ofrecerles a Luciana y Gateguard sería algo justo dados los percances entre ellos tres, pero al menos lo intentaría.
«Pero ya habrá tiempo para obsequios después; lo que ahora necesito es que ellos nos guíen a Penélope y a mí hasta ese gusano» pensó Haidee.
Acercándose a la bandeja de comida que le había traído Aeras de Sagitario esta mañana, el oneiroi tomó una pera y la mordió.
Su primer desayuno en quince años.
Y ahora que lo pensaba, su hermano mayor, Morfeo, también merecía pagar por el castigo injustificado a Penélope y los otros. Una cosa era él, otra muy diferente eran sus otros hermanos, su hija, y la memoria de su mujer. ¿Cómo se atrevía el infame estúpido a hacer que Penélope le informase de algo tan trágico con la mayor frialdad posible? ¿Lo había hecho para hacerlos sufrir? Porque le había funcionado, más sin embargo, el dolor a veces era un medio perfecto para hacer que te pateasen el trasero.
Si su padre y tíos ya estaban movilizándose para esta guerra, quizás el que Haidee decidiese darle a Gateguard la Cerveza Rosada sería un golpe que ellos no esperarían venir. Gritarían por siglos, seguramente. Y lo harían.
…
—No sé cómo empezar a agradecer tu protección, Hakurei.
Ya era de noche, y Luciana se hallaba hablando con el santo de plata, afuera de su modesto cuarto en la posada.
—No te preocupes, Gateguard me contó gran parte de los hechos, es inaudito que uno de los nuestros ande por ahí amenazando civiles, sobre todo, mujeres.
—Es imposible que no haya oscuridad en la luz; hay santos como ustedes, y santos como ese tipo.
—Lamentablemente así es —él miró triste, el piso—. Aun así, quiero que sepan que yo estaré atento a cualquier anomalía; traten de dormir tranquilas, mañana temprano vendré a verlas.
—De nuevo, gracias. Con usted cerca, seguro podré cerrar los ojos.
Hakurei de Altar asintió con la cabeza, para luego marcharse. Luciana bostezó, entrando a su cuarto, poniendo el seguro de la puerta, encontrándose con tres pares de ojos.
—Sigo preguntándome por qué ustedes dos insisten en no irse a sus casas —les dijo poniendo sus manos sobre su cintura.
—Mitéra…
—¿Mmm?
—¿Por qué el señor Hakurei vino a verte?
La única que no sabía nada de nada era Colette, pero Nausica y Margot ya estaban al tanto de la razón por la que la presencia del santo de plata estuviese tan cercana a ellas, cosa que las tenía tranquilas también. La única no tan confiada era la joven, que estaba inquieta por la actitud de todos a su alrededor, desde sus amigas hasta su propio jefe.
—Lo que pasa es que Gateguard de Aries tuvo que salir a una misión y quiso mantenerme al tanto de lo que debía hacer hasta que él volviese —mintió descaradamente, cambiándose el vestido a un camisón.
—¿Y eso es…? —preguntó la joven, todavía no muy convencida.
—¿Qué más? Mantener un bajo perfil y no olvidar que debo callar sobre todo lo que haya podido ver en el Santuario.
—¿Eso quiere decir que no habrá noche de chismes sobre los santos dorados? —Nausica comentó con el fin de alargar ese punto, aunque de verdad se decepcionó por eso.
—Sí. Eso quiere decir "cerrar mi boca", Nausica —bostezó acercándose a su cama, la cual era ocupada por la mujer pelirroja—. Estoy muy cayéndome del sueño y merezco un descanso. Margot, quítate.
—Ay, que delicadita, tranquila, no te voy a manosear mientras duermes —se burló, y a la vez, ofendió—. Ya acuéstate, vieja. A menos, claro, que quieras explicarnos por qué has estado usando ropa de hombre en estos días.
Resoplando con fastidio, Luciana se acostó a un lado de Margot.
—¿Esa ropa era de Gateguard de Aries? —le preguntó Nausica a Colette, esta se rio.
—Todas estamos seguras de eso, pero mitéra no quiere confirmarlo.
—Ya duérmanse —murmulló Luciana, tapándose la cara con la manta.
El cuarto quedó en silencio por un corto tiempo.
—¿Y cómo es él en la cama? —le susurró Margot con las claras intenciones de molestarla.
—Ya —gruñó, irritada.
—¿Esa súper fuerza les ayuda a rendir o no? —Nausica le echó más leña al fuego con esa pregunta.
—¿Acaso no se les ocurre nada más que preguntar?
Incluso Colette soltó aire debido al impacto que causó la muy sutil revelación.
—No jodas —Margot se sentó con aires de sorpresa—. ¿Entonces ya te acostaste con él? ¿Tú?
¡Maldita sea!
—Déjenme dormir, carajo.
Margot y Nausica se rieron.
—No, no, ¡ni creas!
A la fuerza, Margot le quitó la manta mientras Nausica ya se encontraba encendiendo la vela otra vez.
—Anda, dínoslo.
—¿Qué les diga qué? —refunfuñó Luciana, hastiada del mismo tema.
¿Por qué no podían preguntarle por cuántos cuartos tenía la casa de aries? Ella podría pasar horas hablando de lo maravilloso que era esa pequeña alberca que tenía Gateguard sólo para él.
—Luciana, si te has acostado con él, eso quiere decir que ahora mismo podrías estar embarazada, ¿entiendes? —ante lo dicho por Margot, ya más seria, Luciana estrechó su mirada sobre ella—. ¿Has tomado los tés, al menos? ¿O van a hacer algo oficial y dejarás de ser una solterona?
—¿Cuántas veces debo decirles que yo no puedo tener hijos y tampoco planeo casarme con nadie? —dijo enojada—, si pudiese engendrarlos, me preocuparía por algo, pero no puedo, así que ya déjenme en paz.
—Mmm, qué pena —musitó Colette, en verdad sorprendida, y también con una sincera empatía—. Yo no sabía eso, mitéra. Es triste que no puedas tener hijos.
—Es lamentable —interrumpió Margot con cierto deje despectivo.
—Ay, sí, pobre de mí —Luciana fue sarcástica; cada vez enojándose más, y es que hablar del tema con las chicas no le estaba asentando nada bien—. ¿Ya podemos dormir? Nausica, apaga esa vela que no las regalan.
—Luciana, en serio —habló Nausica—, ¿no te preocupa?
—¿El qué? —rezongó.
—El no poder tener hijos —dijo Margot—, entendemos que ya es tarde para ti el encontrar esposo; ¿pero piensas quedarte sin bebés? Estarás sola. ¿Quién te cuidará cuando seas anciana?
—No pienso vivir tanto —bisbiseó con desdén.
—Pues… yo aún estoy aquí —intervino Colette, queriendo aligerar el asunto.
—Sí —rezongó Margot—, pero algún día te casarás y harás tu vida; ¿crees que tu esposo quiera que metas a una mujer que ni siquiera es tu madre, a su casa?
Bien, ya basta.
Luciana se sentó para mirar cara a cara a Margot.
—Dejemos las cosas claras. Primero, si ella me quiere cerca, a mí me importará un cuerno lo que un tipo que ni siquiera conocemos, piense. Segundo, no permitiré que mi niña se case con un perfecto idiota.
—No es tu hija, Luciana —espetó Margot—. Bien por ti que ayudaste a Colette y ahora le das un techo, pero no vas a tomar el lugar de su madre sólo por eso.
—Ni siquiera sé cómo era el rostro de mi madre —dijo la chica con desánimo—, ustedes son la cosa más parecida a una que he conocido. ¿Por qué pelean? Nosotras ahora somos una familia, ¿o no?
—No, Colette —respondió Nausica—, somos amigas, pero nada más. Algún día yo me casaré, Margot igual… para Luciana ya no hay esperanzas, pero no esperes que ella viva contigo para siempre; o nosotras.
—¿Por qué? ¿Casarse es un impedimento para que las amigas estén juntas?
Sin decir nada, Luciana veía a quien hablara. Pasó de Colette a Margot.
—Sí, porque luego del casamiento vienen los hijos. Cuando tengamos hijos, apenas recordaremos que las otras existieron.
—Suena horrible.
—Así es la vida, Colette —dijo Nausica patéticamente resignada—, y así será tu vida, así que será mejor que te hagas a la idea de que una vez que te cases, Luciana deberá ser la última de tus prioridades. Primero están el esposo y los hijos.
—Son unas estúpidas, brutas —espetó Luciana cansada de tanta idiotez.
—La verdad duele, no es nuestra culpa que tú hayas desperdiciado tu tiempo —Margot se cruzó de brazos—. No nos malinterpretes. Estamos felices de que estés comiéndote a un santo dorado, pero sin hijos, apenas eres su amante, su pasatiempo. Y no creo que siguiendo cualquier consejo que tú puedas venderle, Colette tenga tu suerte.
—Yo no tengo suerte —difirió, irritada.
—¿Eso crees? —Nausica masculló.
—Para empezar, gracias a tu poco atractivo, los hombres apenas y te notaban a diferencia de nosotras —reclamó Margot; Nausica hizo un sonido de estar de acuerdo.
Luciana frunció el ceño, ¿acaso estaba diciéndole que ella no la había pasado tan mal con los clientes a diferencia de ellas sólo por su físico y su edad? Wow, la ignorancia y la poca empatía sí que no tenían vergüenza.
—Gateguard de Aries sólo te quiso como su camarera porque eras la única que sabía que no tenía oportunidades con él, y, ¡wow! Resulta que te daba dinero extra por quién sabe qué razones. Te despiden y, ¡oh sorpresa!, él tiene un trabajo perfecto para ti, más ni menos que en el Santuario; luego te echan de la taberna, ¡y oh, más sorpresas!, no tienes problemas en conseguir techo nuevo —la miró enojada—. Si eso no es suerte, no sé qué otra cosa pueda serlo.
Poniendo los ojos en blanco, Luciana inhaló profundo para no decir las primeras palabrotas que se le ocurrieron.
—Yo no juzgo tu vida, Margot, así que nada, óyeme bien, nada, te da el derecho a ti de juzgar la mía como afortunada. Lo de Gateguard de Aries es algo muy distinto que no me molestaré en intentar explicarte, pero lo demás, sí es obra mía. ¿Crees que es la primera vez que me quedo sin un techo? Qué mal que sepa cómo actuar en esas situaciones, qué vergüenza no esperar a que alguien me salve dándome caridad.
—Esa anciana te daba caridad —dijo Nausica como si vivir en aquel agujero del diablo le hubiese salido gratis a Luciana.
—Esa anciana me daba mucho menos que eso, yo le pagaba por vivir en su casa, que no se te olvide —le respondió cansada de sus interrupciones, esto era entre ella y Margot, a quien volvió a mirar—. ¿Te produce algo malo que Gateguard de Aries se acueste conmigo y no con alguna mujer joven y bonita como tú?
—Me da igual ese hombre.
—Al principio no —se rio Luciana—, ¿y sabes qué? Ese hombre bien podrá ser sólo un amante y seguramente él jamás se case y tampoco quiera tener hijos antes de morir, pero yo tampoco los quiero; si me acuesto con él o no, ¡es asunto mío! Y cuido de Colette porque me agrada.
—Apenas has convivido un poco con ella —espetó Margot—, tantos años trabajando juntas y resulta que es ahora cuando te das cuenta de que te agrada. Y no creo que debas enorgullecerte mucho por ser la diversión de un santo dorado.
—¡¿Y?! ¡¿Y?! —gritó Luciana, levantándose de la cama—. ¡¿Cuál es tu problema, Margot?! ¡Si muero sola y vieja! ¡Si jamás ningún hombre desea casarse conmigo, ¿a ti en qué te afecta?!
—¡No me afecta!
—Es solo que no queremos que le metas ideas erróneas a Colette —espetó Nausica—, nos preocupa que decida ser una solterona como tú.
—¡Oh, ser solterona y no tener que ser la esclava de un hombre que te usa como vaca para darle comida y bebés, qué suplicio!
—¡El matrimonio no es un suplicio! —replicó Margot—, ¡es parte de la vida de una mujer!
—¡También lo es tener diarrea pero al menos eso último te lo puedes quitar con remedios y seguir viviendo tranquila! ¡Que sea parte de la vida no significa "bueno" o "meta a alcanzar"! ¡El casamiento y los hijos no te hacen más ni menos mujer, ¿si sabías eso o no?!
—¡Chicas, ya basta! —gritó fuerte la más joven—. ¡Cállese todas!
Margot y Luciana estaban respirando agitadas, Nausica estaba temblando, evidentemente molesta, y Colette las veía con decepción.
—¿Qué les pasa? Se atacan como si fueran enemigas.
—Ese es el mundo de las mujeres, acostúmbrate —le dijo Margot.
—Ese es el mundo que tú has aceptado, no tiene que ser el de ella también si no quiere —gruñó Luciana—, si tú deseas quedarte en él, bien por ti, pero no trates de meter a Colette en tus mierdas de mujeres contra mujeres porque no te lo pienso permitir.
—¿Y qué harás? —chasqueó la lengua—. ¿Alejarás a todo el mundo de ella?
—Si es necesario, sí.
Ante la seriedad de Luciana, Margot sonrió, burlándose.
—Algún día verás la realidad, Colette —le dijo la pelirroja a la chica—; nuestro destino como mujeres está escrito desde el primer siglo. Si no somos esposas ni madres, no somos nada.
—Seguimos siendo mujeres —replicó Luciana, insistiendo en ese punto—. Qué tú pienses que eso es ser poca cosa, es insultante.
—Es la realidad, las mujeres estamos para servir a nuestros hombres.
—Pues sé tú una sirvienta si eso te complace —espetó Luciana—, pero a Colette la dejas en paz. Si ella quiere casarse, bien, si no lo quiere, también está bien. Yo cuidaré de ella.
—¿Y quién cuidará de ti? —masculló Margot.
—Yo me cuido bien sola. Me he cuidado sola por más de veinte años, y me seguiré cuidando a mí misma, ¡sin ayuda de nadie! Hasta que la tierra reclame mi arrugado trasero —con actitud arrogante, extendió sus manos de lado a lado—, como ya te podrás dar cuenta, soy una mujer, con o sin hijos, con o sin esposo, ¡soy una mujer! ¡Qué está orgullosa de serlo y por eso no necesita demostrarle nada a nadie! —inhaló profundo—. Ahora, ¿quieres dormir en el cuarto de esta pobre solterona o te largas de mi casa?
Al poco rato, luego de un muy frío silencio, la vela se apagó.
Y aunque Luciana no pudo dormir tranquila como le prometió a Hakurei de Altar que lo haría, al menos se mantuvo vigilante mientras afuera, los grillos cantaban.
—Continuará…—
¡Volvemos con el ritmo normal del fic! Actualmente tengo escrito dos capítulos posteriores a este, y creo poder decir que ya entramos al arco más intenso del fic, por no decir, el casi final.
No quiero extenderme más con esta historia, así que perdonen si notan que de pronto las cosas se van acelerando, ir por las ramas también puede ocasionar que pierda la inspiración y no sepa qué más escribir. Por eso lo digo jejeje. Además de que ansío poder publicar otros proyectos que tengo por ahí.
Yo espero poder concluir todo antes de mayo de este año, pero bueno, a ver qué pasa.
Hablando del capítulo...
¿Qué piensan de los gemelos oniros?
Debo decir que, desde el inicio, no quise convertir a Penélope en una "villana", creo que tanto ella como Haidee cometieron muchos errores, pero en sí cada quien pensaba en lo que podría hacer para "no empeorar" más, lo que ya de por sí era un "delito", pues como acaban de leer, el simple hecho de que los seres humanos y los oniros tengan algún tipo de contacto "indebido" es pase directo a un castigo bastante inmerecido.
Como algunos apostaron y ya se imaginaban, en efecto, Colette es la hija que Haidee tanto estaba buscando.
No fue al azar ni repentino, esto lo planeé desde que [capítulo 15] Penélope (fingiendo ser su hermano) se presentó ante Luciana y describí su aspecto físico; alguno sí se dieron cuenta de que los rasgos los compartía nuestra niñita. Pues como Penélope afirmó en este capítulo, Colette se parece más a su padre que a su madre.
¿Creen que Penélope y Haidee hagan algo contra Seinos antes que Luciana y Gateguard? ¿Creen que este tipo miserable dé luces de existencia con Hakurei vigilando? ¿Cómo creen que reaccione Colette ante la revelación de que es una semidiosa y todo el pasado con respecto a sus verdaderos padres? ¿Luciana aceptará la propuesta de Haidee que es la de irse con él antes de que la guerra santa explote o preferirá quedarse en Grecia?
Creo que ya sabemos lo que podría pasar en el Santuario...
Gateguard sabe que quizás no sobreviva a las batallas futuras, y el canon dice que no lo logró. :(
¿Será que en este fic las cosas sean distintas?
La verdad, yo todavía no tengo esas respuestas. Sigo escribiendo.
¡Muchas gracias por seguir leyendo y comentando! Lo valoro muchísimo.
¡Saludos y hasta la próxima! :D
P.D: por si a alguien le quedó alguna duda. Penélope SÍ tenía un crush por Lucía, pero no lo tiene hacia Luciana, o al menos eso dice; tampoco quiere ser totalmente franca con su hermano. Ella está consciente de que aquella que llamó su atención en el pasado ha cambiado y ha decido no hacer nada al respecto. Su único interés ahora es el bienestar de su sobrina, sin embargo, su afecto y respeto real hacia Luciana (en este punto de la historia) todavía no se ha descubierto en su totalidad, pero como dije, no se planea que Penélope vaya a ser una "rival" para Gateguard. Así que por ese lado pueden estar tranquilos.
Gracias por leer y comentar a:
Nyan-mx, Natalita07, Kennardaillard, phelipebr.
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