Hola!

Gracias Miko por tu review... No hay nadie que se interese por la pareja L&E. Mientras sepa que hay alguien que lo lea iré subiendo...


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Legolas Greenleaf & Éowyn of Rohan

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Cinco

Faramir y Éowyn se encontraban a las Puertas de la Ciudad. Éowyn estaba a punto de decirle lo que sentía, o más concretamente, lo que no sentía, cuando los soldados advirtieron de la llegada de Aragorn y sus compañeros. Faramir olvidó la conversación y subió la muralla para ver la distancia a la que estaban. Éowyn aprovecho ese momento para marcharse a dar un paseo por toda la Ciudad.

Reflexionando fue caminando y subiendo las bases en las que estaba dividida Minas Tirith. En general, la arquitectura de la ciudad ni le agradaba ni le desagradaba. Pensaba que esa separación de bases era una manera inútil de cansarse, aunque seguramente en las Batallas había resultado ser un lugar muy seguro.

Cuando llegó a arriba, se asombró de lo maravilloso y bello que era el lugar, como una gran plaza, escalinatas... Era muy probable que en aquel lugar hubieran coronado a muchos reyes. Se acordó de Aragorn, supuso que hacía rato que había llegado a la Ciudad. Pronto comenzaría a oscurecer, y si no se habían dado cuenta de su desaparición, cuando la llamaran a cenar, ya se encontrarían con la noticia de que no estaba. Su hermano era uno de los que habían ido con Aragorn, sinceramente no sentía ganas de verle, era muy probable que ella ahora quedara bajo su tutela, y la sola idea la puso enferma. ¿Recibir órdenes de Éomer? Jamás. Oh, pero pobre Faramir, el jefe de las Casas de Curación le echaría las culpas. Bueno, ya se disculparía luego.

Varias horas después le pareció oír que la llamaban. Se acercó vacilante al borde de la superficie, para mirar hacia abajo. Advirtió que la Ciudad estaba más iluminada que de costumbre, y que aquellas luces, procedentes de antorchas se movían constantemente. Oyó como la llamaban varias veces más.

No bajaría. No quería. Y en tal caso de que subieran diría que no se había enterado de que la buscaban, y ni siquiera se había dado cuenta de lo tarde que se había hecho. Luego pensó que nadie iría a buscarla allí, más que nada porque se suponía que las dos últimas plantas de la fortaleza estaban prohibidas al paso, tuvo que saltar para poder entrar, y la última le había costado mucho llegar.

Se dirigió a la parte más saliente de la base, y se quedó de pie justo al borde. Notaba el aire en la cara, y como hacía mover su vestido hacia atrás. Miró hacia abajo, pensó que lo mejor hubiera sido morir en batalla, ahora no sabía que tipo de vida le tocaría vivir. Se alejó de aquel borde, antes de que cualquier idea disparatada se le pasara por la cabeza. Se fue hacia el otro extremo, a las escalinatas y se sentó allí. Comenzó a tener frío. Maldita sean los trajes de las Damas. ¿Aún estarían buscándola? A lo mejor no dormían de tanta preocupación. Cruzo los brazos para protegerse del frío, pero no servía de nada. Cerró los ojos intentando recordar cosas agradables cuando notó el peso de algo sobre sus hombros, esto la hizo levantar de golpe, y entonces aquello cayó al suelo. Se giró y vio a la única persona que no le importaba que estuviese ahí. Él recogió la capa, y se acercó a ella.

-Tenéis frío ¿no?

Y acto seguido le puso la capa encima, cubriendo su vestido blanco.

-¿Cuánto tiempo lleváis aquí?

-Bastante. Cuando pregunté por ti, para saber cómo estabais me dijeron que habíais salido con Faramir, pero al preguntarle a él me dijo que os había perdido cuando se distrajo al subir a la muralla. Después de beber y comer algo, en vista de que no regresabais fui a buscaros. Pregunté a las personas, pero nadie os había visto, así que pensé que seguramente no queríais que os encontrarán o que os habían raptado, pero antes de alarme con algo así, decidí venir aquí para encontrar alguna pista. Desde aquí puedo percibir varias cosas. Pero a medida que me fui acercando me di cuenta de que estabais aquí.

-Gracias por preocuparos por mí, maese...

-No -la interrumpió-. Estamos lejos de esas reglas que nos atan a hablarnos con tantos distanciamientos, y a tratarnos fríamente. Me gustaría que me llamarais Legolas, como todos mis amigos hacen.

-¿Me consideráis vuestra amiga?

-Por supuesto.

Éowyn volvió a sentarse en las escalinatas, y Legolas hizo lo mismo sentándose a su izquierda.

-Gracias por venir a buscarme cuando nadie ha prestado la más mínima atención. Y por no delatarme.

-Eso ha sido por un poco de egoísmo. Os he estado observando. Y cuando he oído las llamadas de los guardias, temía que os acabareis marchando. Perdonadme...

-Pues en tal caso estoy agradecida a vuestro egoísmo.

Éowyn se colocó estratégicamente la capa para no tener frío. De pronto advirtió que a lo mejor Legolas también lo tuviese.

-Siento haberos desprovisto de vuestra capa. Si...

-Los elfos no sentimos el frío. No os preocupéis. Si os cubrierais con el gorro, a lo mejor tendríais menos frío. ¿Cuando creeréis oportuno volver?

-Por mí, no lo haría nunca. Aunque estoy pensando en el señor Faramir, y lo preocupado que debe estar, y seguramente mi hermano Éomer lo estará martirizando.

-Pues cuando sepan que yo he estado con usted todo este tiempo. Me matarán.

-No lo creo, al final volveré sana y salva. Me tendré que disculpar con todos. ¿Os importa que nos quedemos hasta que amanezca?

-No, no me importa.

Éowyn comenzaba a tener sueño, la noche anterior apenas había dormido, pensando la manera más sutil de no herir los sentimientos de Faramir, y ahora estaba rendida. No quería quedarse dormida, quería disfrutar de la compañía de Legolas lo máximo que fuese. Pero pensó que sería muy vergonzoso comenzar a cerrar los ojos... así que, se colocó la capucha y se arrescostó en las escalinatas superiores. El suelo estaba frío, lo notó con sus manos, la postura era realmente incómoda.

-Podéis apoyaros en mí.

Éowyn se sentó, se bajó la capucha, y apoyó su cabeza en el pecho de él. Notó que el brazo derecho de Legolas le rodeaba la cintura. No quiso levantar la vista, porque sabía que si lo hacía, él la soltaría. Miraba hacia abajo, sus manos, y la mano de él. Quería cogerla entre las suyas. Si alguien llegaba a allí en aquel preciso momento, no sabría como salir de la situación, pero es posible que Legolas se diera cuenta de ello antes de que estuvieran demasiado cerca. Arriesgándose a que él se apartara, extendió sus manos, y estrechó la mano de él. Estaba tibia, en cambio las suyas estaban heladas. Legolas se apartó un poco de ella, dejó de rodearle la cintura, y ella soltó su mano. Éowyn miraba hacia abajo, sus mejillas comenzaban a ruborizarse

-Disculpadme... -dijo casi en un susurro- Últimamente no hago otra cosa que disculparme... sino es porque le toco las orejas es porque es la mano. Lo siento. Debería...

-No me ha molestado. Sino que me ha sorprendido -Legolas hizo una breve pausa de silencio-. Si cada vez que me tocáis, dejáis de mirarme a los ojos... ¿También os pasa con los demás?

- No. Pero no es porque seáis un elfo, quiero decir, aquella vez sí, pero ésta...

Notó el dedo índice de él en su barbilla que la obliga a levantar su cabeza.

-¿Te ha pasado con Faramir¿Con Aragorn?

-¿Qué sabes acerca de Faramir?

De pronto habían olvidado su trato distante, y se estaban tuteando. Él aparto su dedo índice de la barbilla de ella.

-Sé que te ama. Y que está esperando que le des una respuesta. Pero tú no le amas.

-Iba a decírselo, pero cuando alguien advirtió que llegaba Aragorn, el subió a las murallas y se olvidó completamente de mí. Así que me fui... Y no, nunca me ha pasado con nadie. La otra vez, me sentía avergonzada de mi osadía, aquella vez fue curiosidad. Y hoy, simplemente quería cogerte de la mano, igual que tú habías rodeado mi cintura. En verdad, me gustaría que fuese así siempre.

Legolas iba a contestarle. Pero Éowyn que ya se había armado de valor continuó hablando.

-¿Por qué siempre anhelo cosas imposibles? Primero Aragorn, que resulto estar comprometido con una de las Elfas más bellas de la Tierra Media, y eso quería decir que yo no era nada. Y ahora tú, que siendo un elfo jamás pondrías tus ojos sobre mí. Porque seguramente has conocido a mujeres más bellas. Porque seguramente... sólo son ellas las que se enamoraron de hombres mortales, Lúthien, Idril y ahora Arwen, que es descendiente de ambas. Pero las mujeres mortales, nos resignamos antes de confesar nuestros sentimientos porque vemos que es algo del todo imposible. No debería habértelo dicho.

Éowyn se levantó y volvió a la parte más saliente, pero un tanto lejos del borde. Legolas la había seguido y se había quedado a su lado izquierdo.

-Anhelas cosas que a los demás les parece imposible. Pero que en realidad es lo único que debes merecerte -le cogió la mano-. Yo no soy algo imposible, te estoy dando la mano, me tienes a tu lado. ¿Soy imposible por qué soy inmortal? Entonces... -la miró, y ella también lo hizo- dejaré de serlo.

Ella, sin soltar su mano, se colocó delante de él. Tenía los ojos brillantes ya que las lágrimas amenazaban con caer de ellos.

-Eso quiere decir...

-Eso quiere decir -repitió Legolas- que te amo.

Y sin esperar más la besó.


La cosa no se acaba aquí. Queda el problema de la inmortalidad... no se va morir uno y el otro va a seguir viviendo... Quedan 37 escenas... aunque son cortas... ya les ire subiendo si el fic lo va seguiendo alguien, review para saberlo. Y otra vez, gracias Miko.

Saludos, Nami