Percy permaneció en silencio, solo se escuchaban las olas golpear la playa. No sabía ni en qué momento Cronos había desaparecido, no podía dejar de pensar en lo que iba a hacer, a pesar de que no había pasado mucho tiempo en el campamento Mestizo no quería ni imaginarse lo que ocurriría cuando el ejército de los Romanos lleguen al campamento, sabía que eso sería una masacre y temía que sus hermanas o Clarisse les pasara algo durante la batalla. Pero por más que se sintiera culpable de lo que podría pasar en el campamento, no podía dejar a su mamá a la merced del Primordial. No tenía que pensar en lo que haría, su decisión la había tomado desde que se enteró de lo que le pasaba a su mamá, para su mala fortuna aún no sabía dónde estaba y no creía tener el tiempo para equivocarse.

Reyna y Hylla intentaron hablar con él, pero este solo las ignoró, no dejaba de pensar en cuál sería la mejor de sus opciones; tal vez podía ir al Campamento Mestizo y junto con sus hermanas empezar la búsqueda de su mamá, pero tal vez estas ya no estaban en el campamento o en el peor de los casos estas aún se encontraban en el campamento y dudaba que pudieran escapar cuando los romanos llegarán. La única opción que tenía era realizar la búsqueda el sólo.

— Percy detente, tienes que esperar — dijo Reyna mientras trataba de que dejará de caminar pero fue Hylla la que se interpuso en su camino logrando que este se detuviera.

— Me tengo que ir, no voy a dejar que algo le pase a mi madre, Cronos la puede estar torturando en estos momentos — explicó Percy con frustración, Hylla le colocó su mano en el hombro de su amigo como consuelo.

— Lo sé Percy y no te quiero detener, pero aún no sabes a donde tienes que ir, no puedes ir por todo el país buscándola. Tienes que tranquilizarte, primero hay que idear un plan — razonó Reyna, él se quedó en silencio por un momento después de todo ella tenía razón, recordaba que su madre le había dicho una vez a cerca de donde estaba Atlas pero en ese preciso momento se le había olvidado.

— Está en San Francisco, ahí está el Monte Tamalpais — dijo Ares hablando por primera vez, desde que Cronos había desaparecido, el Olímpico lucía cada vez peor.

— ¿Estás bien? — preguntó Percy acercándose a donde estaba recostado el Dios de la Guerra.

— Tranquilo niño, estoy bien — respondió Ares intentando esbozar una sonrisa. — No tengo mucho tiempo, el tener los campamentos tan cerca nos afecta a todos los Dioses.

Percy y las chicas guardaron silencio esperando a que Ares continuará hablando, — Mi padre se ha enterado de tu existencia, debes de cuidarte seguramente habrá enviado a alguien para capturarte, así que ya no tomes más de la poción que te dió Hermes, usa tus poderes para defenderte — añadió Ares con esfuerzo, antes de observar a su alrededor. — Creo que Afrodita me dijo que la chica a la que salvaste se encuentra en esta ciudad con su papá, ella te puede ayudar para que llegues a San Francisco.

Después de eso el Dios desapareció del lugar, — Nosotras vamos a ir contigo, vas a necesitar ayuda en todo esto, sabes que cuando lleguemos ahí te estará esperando Cronos — Percy asintió con la cabeza, ya sabía a donde se tenía que dirigir ahora solo tenía que idear una forma de cruzar todo el país, la única opción, aunque descartada era volar, no se podía arriesgar a morir incinerado, eso solo dejaba viajar en auto o en tren y en ambos casos no contaba con dinero y tampoco sabía en dónde empezar a buscar a Piper.

— Tranquilo Percy ya por lo menos sabemos dónde se encuentra tu mamá, ¿Tienes una idea de donde podemos encontrar a la chica? — dijo Reyna.

— No — respondió de pronto, recordando que en ningún momento le había preguntado a Piper acerca de su familia. — Solo recuerdo que se llama Piper Mclean.

En esta ocasión Reyna sonrió de pronto, — Ustedes vayan a recoger las cosas — fue lo único que dijo antes de correr en dirección contraria a donde estaban los chicos.

— ¿Ella está bien? — preguntó Percy mientras observaba a Hylla, que lucía igual de sorprendida que él.

— Es mejor darnos prisa, y después veremos qué pasa — respondió Hylla. Después de unos minutos los chicos regresaron encontrándose a una sonriente Reyna.

— ¿Es ella la chica? — pregunto mientras le pasaba un periodico a Percy. El chico se sorprendió al ver a Piper en una de las fotos, ella estaba acompañada de un hombre de piel morena que sonreía tranquilamente.

— Si — respondió Percy, sin poder ocultar su emoción.

— Él se me hace conocido — murmuro Hylla observando al hombre que acompañaba a la chica, aunque cuando levanto la mirada pudo notar como la cara de su hermana se tornaba de color rojo.

— Es mejor darnos prisa, ellos se encuentran a unas calles de donde estamos — añadió de pronto Reyna arrebatándole el periodico a Percy antes de alejarse de ellos. Hylla y Percy siguieron de cerca a Reyna la cual no bajaba su velocidad.

— ¿Y ahora por dónde? ¿Cómo vamos a encontrarla? — preguntó Hylla al ver que su hermana por fin se había detenido.

— ¿Percy?

El chico tan pronto se dio vuelta se vio envuelto en fuerte abrazo, ante la sorpresa de Hylla y Reyna que habían sacado sus armas, — ¿Qué haces aquí? — preguntó la chica esbozando una sonrisa.

Percy se quedó un momento en silencio sonriendo, hasta que Reyna le dio un codazo en las costillas, — Necesito de tu ayuda — respondió Percy, mientras le hacía un gesto a las chicas para que lo siguieran al callejón, no quería que nadie escuchará de lo que iban a hablar.

— ¿Quiénes son ellas? — preguntó Piper.

— Ellas son Hylla y Reyna, amigas mías — respondió Percy señalando a las chicas que lo acompañaban, — Necesito de tu ayuda para ir a San Francisco, eres la única persona que me puede ayudar.

— ¿A San Francisco? — preguntó asombrada.

— Hola Percy

Los cuatro chicos se dieron la vuelta observando a la mujer que se encontraba al otro extremo del callejón, ella iba vestida con una túnica blanca, Piper pensó por un momento que se trataba de alguna actriz, pero había algo en aquella desconocida que le daba desconfianza. — ¿Quién eres? — preguntó Percy mientras se colocaba enfrente de las chicas. Pero la mujer se quedó en silencio mientras caminaba tranquilamente hasta detenerse frente a Percy.

— Esta vez no te voy a matar, quiero que veas lo que tu querida madre es capaz de hacer — le dijo la mujer mientras llevaba sus manos sobre la cabeza de esta, Percy se removió con nerviosismo hasta que de pronto se desmayó, Hylla y Reyna decidieron ir en ayuda de su amigo pero tan pronto como se acercaron a la mujer, esta desapareció dejando que Percy cayera al piso.

Salto de Línea

Su cabeza no le dejaba de doler, tuvo que permanecer algunos segundos con los ojos cerrados la luz del sol le lastimaba bastante, aún no entendía qué es lo que le había hecho aquella mujer.

— ¿Qué fue lo que pasó? — murmuró Percy, aún se mantenía con los ojos cerrados y estaba extrañado de no escuchar ninguna señal de alguna de sus compañeras, abrió los ojos lentamente sorprendiendose tan pronto se percató del sitio donde se encontraba, Hylla y Reyna no se encontraban cerca, incluso ya no estaba en aquel sucio callejón. ¿Qué era lo que había hecho aquella mujer? ¿Cómo es que habían llegado a ese lugar? Pensó frustrado su nerviosismo solo aumentaba a cada segundo, no había nada en aquel sitio que le indicará en donde estaba, temía que fuera la única persona en aquel lugar. Después de varios segundos debatiendo mentalmente que haría decidió caminar, en dirección al norte, con la esperanza de encontrar algo o alguien que le explicará en donde se encontraba, el joven sacó su arco, aquella arma le daba una sensación de tranquilidad.

Podía sentir como el sudor corría por su rostro, había perdido la noción de cuánto tiempo estuvo caminando y durante todo ese trayecto no encontró alguna señal de alguien cerca, el chico se detuvo bajo un árbol aprovechando la sombra que este generaba descansaba a un con su arco en mano, no entendía qué era lo que estaba pasando, ¿Acaso era otra de las alucinaciones provocadas por Femos y Deimos?

— Esto es interesante, ¿no es así? — escuchó la voz de una mujer, Percy de inmediato se puso de pie encontrándose a una mujer frente al árbol, ella vestía una túnica blanca, su piel era completamente pálida y su cabello era grisáceo. — Mi marido me ha contado cosas de ti, aunque no pareces nada excepcional como lo cree él.

Percy se quedó en silencio, intentando recordar el libro y las lecciones que había tenido con Atenea, — ¿Ananké? — murmuró Percy viendo fijamente a la mujer.

Ella sonrió tranquilamente mientras caminaba por el lugar, — Eres un niño listo — murmuró con sarcasmo.

— ¿Qué es lo que quieres? ¿Por qué estoy aquí? — cuestionó Percy con frustración sin entender qué estaba pasando, mientras Ananké no dejaba de sonreír maliciosamente.

— No te preocupes Percy, mi marido cree que puedes ser útil para sus planes, sólo estoy aquí para demostrarte las cosas más terribles que ha hecho tu querida madre y ver si después de todo esto aún piensas en ir a salvarla, camina en dirección al oeste y descubrirás todo — dijo antes de desaparecer, dejando a Percy con curiosidad, nada de aquello le estaba agradando pero decidió ir en la dirección que le había indicado la Primordial, aunque tenía un mal presentimiento quería regresar lo más pronto posible y continuar con su misión de rescate. Le tomó alrededor de diez minutos, el llegar a una ciudad, aunque su nerviosismo aumentó al ver aquel sitio, estaba más que claro que se encontraba en la antigua Grecia, la mayoría de los habitantes pasaban a su lado, ninguno parecía prestarle atención, incluso pensó que nadie lo veía. Podía notar que la mayoría de las personas estaban reunidas, en un palacio en el centro de aquella ciudad, Percy caminó lentamente, nervioso de que alguno de los habitantes lo pudieran ver, en la entrada del lugar podía ver el nombre de Leto, la mayoría de las personas que se encontraban en aquel lugar adoraban a la madre de Apolo y Artemisa, a excepción de dos personas que se encontraban afuera del palacio, por el tipo de vestimenta sabía que no se trataba de alguna persona simple, el chico decidió acercarse, esperando que aquellos fueran de ayuda.

— Mujer debes de dejar esa estúpida obsesión que tienes o esto nos va a llevar a la perdición, los Olímpicos no van pasar más tus ofensas, tienes que dejar que se celebren los ritos de adoración de Leto — comentó el hombre tratando de impedir la entrada a una mujer al palacio, pero esta solo movió su mano con desdén.

— Anfión no seas tan dramático, además solo digo la verdad. Leto no merece ser adorada en esta ciudad, ella nada más tuvo dos hijos, yo en contrario tuve 14 hijos. Tendría que ser yo la que adorarán aquí, en vez de Leto, los habitantes de Tebas deberían de adorar a alguien que si han visto — dijo la mujer con desdén, el sonido de un trueno retumbó en el cielo, Percy pudo ver como los ojos de Anfión, delataban temor.

— Mira eso Níobe, has hecho enfadar a los Olímpicos es mejor que detengas esta estúpida obsesión, tu mejor que nadie sabe lo que pasa cuando los desafías — dijo Anfión intentando disimular su miedo, aunque a la mujer parecía que eso solo le divertía.

— No seas cobarde Anfión, Leto sólo fue la puta de Zeus, y no pudo tener más que dos hijos — explicó Níobe tranquilamente, Percy observó molesto a aquella mujer, Níobe sólo sonrió antes de entrar en el palacio, Percy siguió a la mujer temía que aquello podría terminar mal. Las personas que estaban adorando a Leto, guardaron silencio de inmediato, observando a la mujer con interés.

— Qué tontería es adorar a seres que no pueden ser vistos, en lugar de rendir pleitesía a quienes están frente a ustedes. ¿Por qué adorar a Leto y no a mi? Mi padre Tántalo, quien se sentó a la mesa de los Dioses. Mi esposo construyó esta ciudad, yo soy siete veces más dichosa que Leto, con mis catorce hijos mientras ella solo tuvo dos. Cancelen esta inútil ceremonia — terminó Níobe su discurso dejando a todo el palacio en silencio, podía notar que la mayoría de las personas reunidas en aquel palacio, no estaban muy seguros aunque todos empezaron a salir del sitio, pero su atención se centró en la niña de doce años, que se encontraba en la entrada del palacio, jugando con la flecha que tenía en las manos, pudo notar que ninguno de las personas parecía percatarse de la presencia de la Diosa de la Caza, aunque lo que más le preocupaba era la mirada furiosa que tenía su madre. La niña guardó su flecha para después entrar en el palacio y detenerse enfrente de la estatua de Leto.

— ¿A ustedes nunca les enseñaron que debían respetar a los Olímpicos? — preguntó Artemisa. Varias personas trataron de salir del palacio al descubrir quién era la niña misteriosa, pero estos no pudieron moverse del miedo.

— ¿Tú quién Hades te crees para hablarme así, estúpida niña? — dijo Níobe con furia, quien parecía que era la única que no se había dado cuenta de quién era esta, — Y además Leto es una simple Titan y no voy a dejar que nadie venere a una de su clase.

La niña solo negó con la cabeza alegremente pero sin dejar de ver amenazadoramente a Níobe. — Creo que Hades tiene razón, hemos sido bastante relajados con los mortales, ellos ya no saben respetar a sus superiores hermana — dijo la voz de un hombre apareciendo de pronto en la entrada del palacio haciendo que el temor de todos se aumentará cuando lo vieron, al igual que su madre, Apolo lucía bastante molesto. — Creo que el castigo a Tántalo no fue suficiente para que entendieran los habitantes de Tebas, tal vez necesitan algún otro castigo para que logren respetar a sus superiores.

— ¿A... Apolo? — murmuró Anfión, Percy notaba el miedo en aquel hombre y en las pocas personas que se mantenían aún en el palacio.

— ¿Qué crees que deberíamos de hacer con ellos, Artemisa? — cuestionó Apolo ignorando a Anfión, mientras caminaba hacia donde se encontraba la niña, pero Percy se sorprendió al ver la mirada de Níobe, quien era la única que parecía no preocuparse por la presencia de los dos Dioses Olímpicos.

— Creo que ellos necesitan unas clases de modales a sus superiores, tal vez Tántalo no esté tan sólo en el inframundo como pensábamos — dijo Artemisa que a pesar de permanecer como una niña de 12 años se veía totalmente amenazadora.

— Nosotros nunca vamos a pedirle perdón a esa asquerosa puta — dijo Níobe con furia, incluso dio un par de pasos para encarar a los hermanos.

— Tienes coraje mujer, pero lamento decirte que eso no te servirá. Mis cazadoras están muy cerca y creo que a ellas les vendría bien un poco de práctica — dijo Artemisa viendo fijamente a la mujer la cual no pareció inmutarse en ningún momento. — Se que Hades estaría feliz de mandar a sus furias o tal vez Ares puede mandar a sus hijos para que atormenten a todo el pueblo hasta la locura.

— Por favor tengan piedad de nosotros, mi mujer nunca quiso insultar a Leto. Les pido que que tengan piedad, Tebas no va a interrumpir la ceremonia hacia Leto, esto no volverá a ocurrir — exclamó Anfión con nerviosismo esperando que eso calmara un poco la furia de los Olímpicos, Apolo se le quedó viendo fijamente antes de asentir con la cabeza.

— Tú tienes nuestro perdón Anfión una ofensa más de parte de su pueblo hacia el Olimpo por mínima que sea y todo el consejo Olímpico será quien va a castigarlos — dijo Apolo tranquilamente, el hombre asintió con la cabeza mientras le hacía un pequeña reverencia a ambos Olímpicos, — Pero lamento decirte que tu mujer no va a contar con la misma suerte.

— Ella debe de aprender que no puede creerse superior a mi madre, ningún mortal es superior a nosotros — dijo Artemisa viendo con rencor hacia Níobe, Percy nunca había visto a los hermanos tan furiosos como hoy, pero lo que no dejaba de sorprenderle, era la mujer estaba muy tranquila o fingía demasiado bien.

— No les voy a suplicar, lo que dije era cierto — dijo Níobe con severidad los dos hermanos se le quedaron viendo con furia antes de desaparecer del palacio. Percy aún no sabía qué hacía en ese lugar pero antes de que pudiera hacer algo él estaba de pronto enfrente de un gran jardín.

Podía observar como a unos cuantos metros, siete hombres competían entre sí para ver quien era el más veloz, podía ver que seguía en Tebas pero no sabía cuánto tiempo había pasado desde el incidente en el palacio de Leto, todo parecía tan tranquilo hasta que alguien se interpuso en el camino de los chicos haciendo que tuvieran que detenerse, Apolo esbozó una macabra sonrisa, mientras sacaba su arco, en un instante el Dios disparó seis flechas, asesinando a seis de los hombres, dejando solo a uno con vida, quien había tropezado en su intento de huida, Apolo guardó su arco, sin dejar de sonreír, él caminó tranquilamente hasta donde se encontraba el único hombre con vida.

— Por favor ten piedad, por favor —rogó el chico, intentando ponerse de pie, pero Percy supuso que aquel joven se había lastimado en la caída dado que no se podía mantener en pie, la sonrisa de Apolo se hizo más grande, ahí Percy se percató de la mirada furiosa que tenía el Dios.

— Alguien debe pagar por los insultos de tu madre — murmuró Apolo, su voz estaba llena de rencor, el Dios sacó una flecha, clavando está sobre la rodilla de aquel joven. Apolo repitió aquella acción un par de veces más, provocando que el joven gritará de dolor, fue lo suficientemente fuerte para lograr llamar la atención de algunas personas que se alejaron corriendo tan pronto se percataron de que Apolo era el responsable. Solo una mujer se acercó a aquel sitio, Percy, la reconoció, era Níobe, la cual corría intentando salvar al único hijo que le quedaba con vida.

— Espero que después de esto vean que no pueden ofender a los Olímpicos sin quedar sin castigo — exclamó tranquilamente el Dios antes de apuñalar al chico en el corazón, Níobe se acercó a cada uno de sus hijos, podía ver como las lágrimas corrían en el rostro de aquella mujer, Apolo por su parte se mantenía sonriente, como si el sufrimiento de aquella mujer fuera divertido.

— Espero que ahora sí quieras pedirle perdón a mi madre después de todas las ofensas que dijiste en contra de ella — dijo Artemisa, caminando tranquilamente a donde se encontraba Níobe, llorando sobre el pecho de uno de sus hijos asesinados.

— Nunca me voy a arrepentir de lo que dije — dijo Níobe con furia, la mujer se puso de pie dispuesta a encarar a los Dioses, aunque eso solo provocó que ambos sonrieran más.

— Tuviste la oportunidad de salvar a tus hijas, pero ahora veras como estas también mueren por tu arrogancia mujer — dijo Artemisa mientras usaba un pequeño silbato.

— Corran — grito Níobe con desesperación, al ver una manada de lobos acercarse a donde estaban ellos, — Ustedes maten a esos malditos lobos o juro que seré yo quien los asesine — rugió la mujer hacia los pocos guardias que se habían acercado pero estos se quedaron inmóviles sin saber que hacer, por que si atacaban a la manada de lobos sabían que iban a recibir un castigo de la Diosa de la Caza, mientras Percy observaba la escena sin creer como su mamá se había comportado así, una y una de las chicas fueron capturadas por los lobos asesinando a todas ellas y alguna que otra persona que había decidido ayudarlas.

— Son ustedes unos desgraciados malnacidos — rugió Níobe con furia pero pero fue detenido por su esposo antes de que pudiera acercarse a la Diosa, — Suéltame Anfión, personalmente me encargaré de que no haya ninguna escultura de ningún Olímpico en mi ciudad, estos no serán adorados en Tebas — grito está con desprecio, Artemisa solo sonreía felizmente sin decir nada, mientras un trueno retumbaba por el lugar.

— El pueblo de Tebas ha dicho su último insulto al Olimpo, es hora de que conozcan su castigo — dijo Artemisa con una sonrisa maliciosa antes de desaparecer del lugar, Anfión trato de calmar a las personas que habían logrado escuchar a la Diosa pero antes de que pudiera hablar un intenso temblor se sintió por todo Tebas seguido de una poderosa tormenta eléctrica.

— Por los Dioses — murmuró Anfión con nerviosismo al escuchar un rugido infernal antes de que las Furias comenzarán a atacar a todos ellos.

— Es increíble hasta qué punto los Olímpicos son tan prepotentes, ¿no lo crees? — preguntó Ananké sonriendo tranquilamente, Percy por su parte se mantuvo en silencio observando a los habitantes de Tebas, la mayoría intentaba huir pero nadie lo lograba. — ¿No te has puesto a pensar que cosas harían los Olímpicos para salvarse?

— Todo esto es mentira — dijo Percy, observando por primera vez a la Primordial.

— Mi querido niño, todo esto es verdad, y es solo el comienzo, pronto vas a descubrir todas las cosas que ha hecho tu querida madre — dijo ella sin dejar de sonreír, Percy desvió la mirada, aborrecía aquella sonrisa de la Primordial, para su tranquilidad, el pueblo de Tebas y la destrucción de sus habitantes se desvaneció.

— Estoy muy orgulloso de tu progreso.

Percy de inmediato se dio la vuelta encontrándose con Quirón, frente al centauro había un joven de alrededor de veinte años que sonreía tranquilamente, — Ya soy mejor que Artemisa, ¿no? — dijo el joven sin dejar de sonreír ganándose una palmada por parte del centauro.

— No debes de decir esas cosas — reprendió Quirón observando a su alrededor temiendo que en cualquier momento la Diosa Artemisa apareciera.

— Perdona, tienes razón — añadió el chico antes de tomar su arco, — Es mejor iniciar la caza, nos vemos después.

Percy observó cómo el joven se alejaba junto con varios perros, la escena nuevamente cambió.

El chico se mantuvo en su lugar, tratando de intentar asimilar lo que había pasado, pero su tranquilidad duró muy poco ya que fue derribado por un par de perros.

— ¡Esperen chicos! ¡Deténgase! — Percy levantó la vista se trataba del mismo joven que había visto con Quirón, este corría intentando alcanzar a los perros pero estos siguieron corriendo sin hacerle caso al joven. Percy corrió rápidamente para alcanzar al joven antes de que este pudiera alejarse más. — Chicos para la próxima espero que no corran tan rápido — dijo este mientras trataba de recuperar el aliento, Percy observó a su alrededor, cerca a ellos a unos 500 metros se encontraba un pequeño río y ahí estaba un ciervo tomando agua, el joven levantó su arco mientras caminaba lentamente para acercarse al ciervo que estaba frente a él.

El chico disparó dos flechas matando al ciervo de inmediato, este se acercó para recoger el cuerpo del animal pero cuando se acercó al río se pudo percatar que había una niña bañándose en aquel lugar, — ¡Oh por los Dioses! ¡Lo siento tanto no sabía que había alguien aquí! — dijo el chico de inmediato mientras se daba la vuelta para no poder ver a la chica desnuda, Percy alcanzo a ver que varias nayades habían corrido para proteger a la chica.

— ¿Cómo te atreves a espiarme semidiós? — rugió con furia Artemisa después de haber logrado vestirse para poder encarar al chico, el cual se estremeció al reconocer a la Diosa.

— Lo siento, Juro por el Río Estigia que no sabía que usted estaba aquí — dijo el chico mientras se arrodillaba frente a la Diosa de la Caza, a pesar de un rayo retumbó aclarando que lo que había dicho el chico era cierto la furia de la Diosa en ningún momento disminuyó.

— No voy a creer en tus mentiras maldito muchacho — dijo Artemisa con furia mientras levantaba su mano en dirección donde estaba los perros haciendo que este empezarán a gruñir con furia antes de abalanzarse sobre el joven haciendo que este cayera al piso lo que hizo más fácil a los perros para morderlo.

— P...po...por..favor...pi...pie..da...piedad — dijo el joven con todo su esfuerzo pero la Diosa no pareció dudar en ningún momento de lo que había pasado, Percy intentó salvar con frustración al joven después de todo sabía que nunca quiso hacerlo, pero sus golpes solo atravesaban a los perros sin que pudieran detener el ataque, Artemisa por su parte observaba con una sonrisa, divertida de aquella situación.

— ¿Aún sigues pensando en que tu mamá es inocente? — preguntó Ananké con una sonrisa al ver la escena, esta vez Percy solo se quedó en el piso de rodillas mientras veía como el joven era asesinado por sus propios perros pero lo peor era la sonrisa burlona de su madre. — Deberías ver cuánta gente inocente asesinó tu querida madre.

Percy estaba callado, sabía que su padre tuvo errores en el pasado pero siempre pensó que su madre era diferente, — Sabes el odio que ella y todas sus cazadoras tienen hacia los hombres, ¿acaso de verdad creíste todo ese cuento de la madre protectora? — Percy solo cerró los ojos, mientras se llevaba las manos a los oídos, su madre no era así, ella de verdad lo amaba, pensó el chico. Después de varios minutos el joven abrió los ojos esperando encontrarse con la Primordial, pero esta ya no estaba, tampoco Acteón, esta vez se encontraba en el bosque. Aunque su atención se centró en las tiendas de campaña que se encontraban a unos metros de donde estaba, no tardó mucho tiempo en reconocer aquel lugar, después de todo pasó ahí toda su infancia. Percy de inmediato se echó a correr olvidando todo el cansancio que tenía sus piernas, al llegar a la frontera del campamento donde un par de cazadoras se mantenían custodiando el sitio, se percató que había algo extraño, ellas no lo voltearon a ver, incluso actuaban como si no lo vieran. Ya una vez en el campamento, se dio cuenta que este lucía diferente a como lo recordaba y al igual que con las cazadoras de la entrada, nadie en el campamento parecía verlo. El chico decidió entrar en la tienda de su madre, tal vez con suerte, ella si podría verlo y tal vez explicarle que estaba pasando, al igual que el resto del campamento la tienda era diferente, aunque su atención se centró en la niña de doce años.

— ¿Mamá? — dijo Percy, intentando llamar la atención de la Diosa de la Caza, por un momento la Diosa levantó la mirada tranquilizando los nervios del joven, aunque eso solo duró unos instantes.

— ¿Qué ha pasado Aura? — preguntó Artemisa, Percy se dio la vuelta, viendo a la cazadora que había entrado, aquella chica no la reconocía, aunque lo más sorprendente, era la tiara que llevaba aquella cazadora en la cabeza, sabía que eso solo lo llevaba la Teniente de la Caza. No podía dejar de preguntarse quién era aquella cazadora, alguna vez había hablado con su madre, ella le había comentado que solo Zoe era la única teniente que había tenido, ¿pero entonces quién era esa chica? La cazadora, se inclinó ante la Diosa, antes de hablar.

— Señora ha llegado una recluta, ella ha venido hasta aquí para unirse a nosotras — dijo la joven.

— Está bien Aura, traela, quiero hablar con ella, después veré si se puede unir a nosotras — ordenó Artemisa, la chica en cuestión salió de la tienda de la Caza.

— Señora ella es Zoe Nightshade — informó Aura cuando entró con la chica nueva. Percy se sorprendió por lo diferente que se veía Zoe sin el traje de las cazadoras, nunca antes la había visto sin ese vestuario, él se quedó en silencio mientras escuchaba la historia de Zoe antes de que esta hiciera el juramento al igual que el resto de las Cazadoras. Podía notar la mirada llena de furia y odio que tenía su madre, aunque Aura se veía más molesta, podía ver cómo sujetaba su arco con fuerza, después de hacer su juramento Zoe abandonó la tienda.

— Estoy tan harta de lo que hace Hércules, solo quisiera que nos pudiéramos vengar por todo lo que ha hecho, debe de haber una forma de la que nos podamos vengar de este maldito — dijo Aura podía notar el enojo en su voz, su mamá también estaba furiosa.

— Me siento igual que tu Aura, pero mi padre no permitiría que le hiciéramos daño por más que quiera — respondió la Diosa con frustración. — Tengo que ir al Olimpo, te quedas a cargo Aura.

Percy se mantuvo un momento observando a la Teniente, notaba como su furia aumentaba más, — Estúpida — murmuró Aura, antes de abandonar la habitación, Percy no lo dudo y siguió a la cazadora.

— ¿Entonces ya podemos atacar a ese estúpido de Hércules? — preguntó Phoebe cuando se percató de la presencia de la teniente de la caza.

— No, la Señora Artemisa no quiere hacer ningún movimiento en contra de este, creo que se está repitiendo lo mismo que con Orión — dijo Aura con frustración, — Creo que la señora Artemisa a roto su voto desde hace mucho tiempo, mira su actitud ante Orión y ahora hacia Hércules. Creo que ella ya no es virgen, solo es un fraude.

Percy apretó los puños con furia al ver lo que la teniente de la Caza decía de su mamá, ¿cómo podía una cazadora hablar así? Notaba también que Phoebe estaba molesta, incluso pensó que en cualquier momento atacaría a la Teniente, pero antes de que algo más pasará la escena se desvaneció para que apareciera en la Sala del Trono, en ella pudo observar los doce tronos, aunque Artemisa era la única que se encontraba en aquel lugar observando el mensaje Iris donde se encontraba Aura hablando con Phoebe. La Diosa se encontraba bastante furiosa, podía ver como sus ojos brillaban color plata.

— Nemesis — murmuró Artemisa, Percy se sorprendió nunca había escuchado a su madre hablar con tanto odio.

— ¿Artemisa dime en qué puedo ayudarte? — cuestionó Nemesis tranquilamente mientras aparecía en la sala del trono, la Diosa de la Caza se quedó en silencio antes de mostrarle lo que Aura le había dicho, Nemesis permaneció callada parecía incluso aburrida de todo aquello.

— Quiero que la hagas sufrir, todo el mundo debe entender que no pueden hablar así de mí, incluidas mis cazadoras — dijo Artemisa con furia, la Diosa Menor asintió con la cabeza tranquilamente.

— Me encargaré de todo ello Artemisa, te prometo que esa cazadora se habrá arrepentido de todo lo que dijo — explicó Nemesis antes de desaparecer junto con Percy del Olimpo.

— ¿Nemesis? — preguntó un voz a su espalda, pero Percy de inmediato reconoció a Dionisio, — ¿A qué debo el honor de tu visita?

— Siempre has querido acostarse con la Teniente de Artemisa, ¿no es así? — preguntó la Diosa Menor tranquilamente, Dionisio sonrió maliciosamente antes de asentir con la cabeza. — Este es tu día de suerte, te daré tu oportunidad Dionisio, te la traeré personalmente para que hagas lo que quieras con ella.

Percy no pudo evitar soltar un bufido, ante la mirada pervertida que tenía Dionisio, — ¿Y de qué me sirve todo esto si Artemisa cuando se entere vendrá a vengarse de mí? Lo siento Nemesis, pero no quiero ser quien pague la furia de Artemisa — dijo Dionisio esperando a ver la reacción de la Diosa Menor, la cual no se inmutó en ningún momento.

— Sólo puedo decir que Aura ha perdido todo el apoyo de Artemisa, incluso fue la propia Artemisa, la que me encargo de darle una lección a esta pero si tu no quieres, puedo encontrar a otro voluntario para hacerlo — dijo Nemesis tranquilamente, estaba a punto de irse pero Dionisio la detuvo.

— Está bien, estoy más que encantado de ayudar a mi querida hermanita — dijo Dionisio con una sonrisa maliciosa, Nemesis solo asintió con la cabeza antes de ir al campamento de la caza. Percy esperaba que su mamá impidiera todo esto, es cierto que la cazadora se había equivocado al decir aquellas cosas, pero hacerle eso era completamente despiadado.

— ¿Nemesis qué ha pasado? — preguntó Artemisa cuando se percató de la presencia de la Diosa Menor.

— He pensado en tu petición, y creo que encontré la venganza perfecta, si tu quieres llevaré a Aura con Dionisio el cual se encargará de violarla, la chica no lo va a soportar, solo me falta que tú estás de acuerdo con todo esto — pidió Nemesis tranquilamente como si estuvieran hablando de algo más trivial, Percy se quedó viendo fijamente a su mamá esperando a que esta se enojará, que arrojará una lluvia de flechas contra la Diosa pero nunca fue así, ella se mantenía muy relajada.

— ¿Cuándo lo vas a hacer? — preguntó Artemisa sin dudar en ningún momento.

— Será hoy, Dionisio ya sabe lo que va a pasar — explicó Nemesis, Artemisa se quedó en silencio antes de mover su mano, segundos después Aura la teniente de la Caza se presentó ante ellas.

— ¿Me llamo Señora? — dijo sin entender por qué la Diosa de la Venganza estaba ahí.

— Quiero que acompañes a Nemesis, ella necesita de tu ayuda — dijo Artemisa con seriedad pero veía con furia a la chica, la cual solo respondió asintiendo con la cabeza temerosa sin entender por que la furia de la Diosa.

— Te avisaré cuando esté todo terminado — dijo Nemesis antes de desaparecer junto con Aura.

— ¿Por qué lo hiciste mamá? ¿Cómo dejaste que Dionisio le hiciera eso? — gritó con furia Percy pero la Diosa nunca se fijó en él, aquel sitio nuevamente se desvaneció, el joven cerró los ojos temiendo que vería la venganza contra la cazadora. Aunque solo escuchó los lloriqueos de la cazadora, Percy abrió los ojos y con temor se acercó al sitio de donde provenía aquel ruido y vio a la cazadora, su traje estaba rasgado, su rostro estaba lleno de lágrimas y tenía un par de golpes, sentía como un nudo se le formaba en el estómago, la cazadora había ofendido a su mamá, ¿pero era acaso suficiente para aquel castigo?

— ¿Por qué? — gritó la cazadora, observando fijamente a Nemesis.

La Diosa Menor dio un par de pasos para encarar a la cazadora, — Quiero que la hagas sufrir, todo el mundo debe entender que no pueden hablar así de mí, incluidas mis cazadoras — dijo Nemesis, con la voz de Artemisa. La Diosa Menor esbozó una sonrisa macabra mientras veía como la cazadora lloraba. — Por cierto has sido expulsada de la Caza.

Percy observó como la tiara que llevaba la chica en la cabeza desaparecía, en esta ocasión la ex cazadora había dejado de llorar, podía notar como sus ojos se oscurecían por el odio.

— ¿Qué es lo que piensas Percy? — dijo Ananké con una enorme sonrisa. — Es verdaderamente asombroso como la Diosa que se jacta de proteger a las mujeres, quien dice que protege a sus cazadoras, fue capaz de pedirle a Nemesis que hiciera eso a su propia cazadora, y no se trataba de una simple cazadora, ella era la Teniente, su amiga, tan solo piensa. ¿Qué te podría hacer a ti?

Percy se mantuvo en silencio, las primeras lágrimas corrían por su rostro, a su mente vinieron los recuerdos de los habitantes de Tebas y aquellas chicas que fueron asesinadas por órdenes de su mamá, — Tú solo eres un peón, has sido criado para que lo salves — dijo Ananké, Percy se llevó las manos a los oídos, ya no quería seguir escuchando a la Primordial. Había sido testigo de un par de castigos que sus hermanas y su mamá habían hecho contra algunos hombres, ellas siempre le decían que aquellos se lo merecían, ¿pero cuántos inocentes habrán asesinado? pensó, recordando al joven que su madre había asesinado, aquel desafortunado no había hecho nada, solo tuvo la mala fortuna de estar en el lugar equivocado.

— Desiste de esa idea estúpida de salvar a tu madre, deja que ella sufra su castigo por todas las cosas que ha hecho.