Hola, sí sé que volví a desaparecer aunque lo estuve explicando por Instagram, cancelé mi contrato de internet para cambiar de operador porque tenía problemas con el otro y el nuevo operador me ha estado reprogramando la cita de instalación, ahora todavía no tengo internet pero pude arreglármelas por un rato para actualizar.

Así que no retraso la lectura, que por cierto está muy larga. Y en esta ocasión les dejo tres canciones, en tres idiomas distintos, porque así de random soy en la música J

HALF A MAN - DEAN LEWIS

SOLO IMPORTAS TÚ – FRANCO DE VITA

SORRY – THE ROSE


CAPÍTULO 18: Time to confessing

Theo:

Sé que es algo tarde, sin embargo creí que tal vez quisieras venir a celebrar Navidad a Malfoy Manor.

Narcissa dice que tú y Atheal son más que bienvenidos.

Esperamos tu respuesta y de todas formas te deseo una feliz navidad.

Psdta: Scorpius le ha preparado un presente a Atheal y apuesto a que Blaise también.

Hermione

Theodore sonrió antes de doblar la carta. Le tomaría la palabra a Hermione.

Porque Daphne se había ido a París para visitar a sus padres y por lo tanto, él y Atheal pasarían las Navidades solos y sinceramente no quería que la primera Navidad de su hija fuera así.

Terminó de preparar a Atheal y la tomó en brazos antes de salir de su habitación.

Les tocaba visitar a la sanadora Jhones en San Mungo y luego iría al Callejón Diagon y quizá también al mundo muggle para completar sus compras.

Apretó la correa del maletín mientras se metía en la chimenea, decía su destino en voz alta y resguardaba protectoramente a Atheal.

Al oír el siguiente crujido, salió encontrándose en los pasillos de San Mungo. Subió algunos pisos y cuando estuvo en el ala correcta, caminó hacia la sala de espera.

Había niños que corrían y en tanto se acercaba, uno de ellos chocó en su pierna y cayó hacia atrás.

Theo al instante se inclinó y extendió un brazo para ayudar al pequeño a levantarse, y fue cuando lo reconoció. Era uno de los gemelos de Luna.

— ¿Estás bien? —Le preguntó con voz suave cuando el niño ya estaba de nuevo de pie.

—Sí, seño… r —Theo sonrió por lo tierno que resultaba intentando ser educado. —Locan estaba atrapando.

—Y por eso corrías. —El pequeño asintió. —Ven, amigo, regresaremos con tu mamá. —Le tendió una mano.

—No descono… desconocidos. —Hizo un mohín y retrocedió.

— ¿Lysander?

Luna apareció en el pasillo con Lorcan tomando una de sus manos. Se acercó a ellos y sonrió al percatarse de que era Theo el que estaba acompañando a su otro hijo.

—Oh, Theodore gracias por encontrarlo. —Se ladeó y besó su mejilla.

—En realidad, él me encontró. —Respondió luchando por no sonrojarse.

—Les pedí a estos chicos que no corrieran, pero son tan traviesos. Ni Rolf ni yo tenemos todas esas energías. —Notó a la bebé que el mago sostenía en brazos. — ¿Trajiste a la pequeña Atheal a su consulta?

—Sí, tenemos cita para hoy. —Hizo un gesto indicando el camino.

Todos comenzaron a caminar a la sala de espera.

— ¿Y ustedes por qué está aquí? —Preguntó Theo cuando se hubo sentado.

—Lorcan tuvo una reacción alérgica con las empanadas de Cornualles que hizo mi padre. Y estaba recogiendo las pociones, cuando mis dos niños se pusieron a jugar.

— ¿Y ya está…

— ¿Niña? —Lysander interrumpió, inclinándose hacia Theo y mirando a Atheal.

—Sí, su nombre es Atheal.

La bebé abrió los ojos y parpadeó un par de veces, para luego sonreír.

—Azul. —Dijo Lysander también sonriendo. —Míos son… gises como mamá. ¿No ientes?

Theo quiso fruncir el ceño, en seguida solo bastó ver los ojos del niño para darse cuenta a qué se refería.

—Ah. Sí, sus ojos son azules, ¿son bonitos, verdad? —Lysander asintió con entusiasmo. —Y no tiene dientes porque todavía es pequeña. Cuando crezca y sea una niña grande como tú, tendrá dientes.

Subió a la silla que estaba a la izquierda de Nott.

—¿Jugar Athal, yo y Locan?

—Lorcan y yo, cariño. No olvides el orden. —Corrigió Luna, en tanto se subía a Lorcan en su regazo.

—Sí, mami. —Asintió y su atención regresó a Theo. —¿Jugar Atal, Locan y yo?

—Claro, Atheal puede jugar con ustedes. —Dejó una mano libre y acarició el cabello y la frente del pequeño.

Luna volvió a sonreír al observarlos.

Hacía mucho tiempo, como un pensamiento fugaz, se imaginó a Theodore como padre y supo que sería uno grandioso, y en ese momento estaba viendo ese pensamiento fugaz. La manera en la que sostenía a su hija, de un modo muy protector, como hablaba con Lysander, conectando rápidamente con su tímido hijo.

Y observándolo en silencio, hizo una plegaria por él. Theo era un buen hombre, un buen padre y, por algo que ella bien sabía, un buen amigo; merecía mucha dicha y felicidad, y deseaba que ambas llegaran a él, porque realmente lo merecía.

—Señor Nott, usted es el siguiente. —Llamó una sanadora, saliendo de uno de los consultorios.

—Gracias, sanadora Johnes. —Respondió el mago. —Bueno amigo, supongo que nos veremos pronto. —Acarició por segunda vez la frente de Lysander. —Hasta luego, Luna. Espero que te recuperes, Lorcan. —Le sonrió al otro niño que estaba acurrucado en el regazo de su madre y se puso de pie.

Sonrió nuevamente a los tres antes de cerrar la puerta del consultorio tras él.

Sí, Luna tenía el presentimiento de que Theo iba a ser feliz.


Hermione gritó de alegría cuando terminó de leer la carta que acompañaba el regalo de Harry.

Al abrir la caja, había encontrado un pequeño piano de cola y rió por la ocurrencia de Harry, sin embargo su carta decía que era un piano de verdad solo necesitaba pronunciar el hechizo correcto. Su amigo explicaba que no pudo entregar el regalo en su estado natural porque ella todavía no estaba en su casa, así que lo había encogido.

Sus ojos se nublaron mientras contemplaba el diminuto piano. Su papá le había enseñado a tocarlo, tenían uno de media cola en casa, y era doloroso para ella recordar esos momentos, por ello no había vuelto a acercarse a un piano en más de ocho años. Aunque ya iba siendo tiempo de crear nuevos recuerdos y que los que la entristecía, volviesen a darle alegría y sacarle una sonrisa, además deseaba que Scorpius también aprendiera a tocar el piano algún día.

En compensación, supo que su regalo para Harry era perfecto.

Había recordado cuando su mejor amigo le contó sobre lo mucho que Slughorn apreciaba a su madre, Lily; entonces buscó y leyó algunos libros para dar con el hechizo de transfiguración, luego halló en una florería un bonito lirio y el regalo estaba listo. Con seguridad en ese momento, Harry ya había abierto su regalo y el pétalo se estaba transfigurando en un pez.

Saltó cuando alguien lamió su mejilla.

—Volans, cálmate chico, también tenemos un regalo para ti. —Le dijo al pequeño bobtail, acariciándolo. —Scorp, ¿por qué no le das a Volans su regalo?

El niño dejó la caja de dulces que tío Ron le había regalado para caminar alrededor del árbol de Navidad y buscar la caja de regalo con rayas azules.

—Aquí. —Regresó donde Hermione y se sentó frente a ella. —Volans tienes un regalo.

—Ábrelo, cielo.

Scorpius abrió la caja y sacó un collar gris con una placa plateada, en la cual resaltaba el nombre del cachorro. Hermione ayudó a Scorpius a colocarle el collar a Volans y luego ambos corrieron por el pasillo, perdiéndose de vista.

Una sonrisa se extendió en los labios de la bruja. En un inicio, no podía creer que Blaise fuese capaz de regalarle un perro a Scorpius, era demasiada responsabilidad y tampoco era el momento idóneo. Tras eso, solo bastó con ver lo feliz que era su hijo con Volans, que no tuvo corazón para quitarle aquello.

Y más tarde agradeció lo ordenado y atento que era Scorpius, porque resultó sencillo hacer que cumpliera con algunas reglas, además Volans fue fácil de entrenar. A fin de cuentas, tener una mascota en la familia, no resultó ser tan complejo como creyó en un inicio.

Y lo que derivó del pensamiento de "familia", llevó a Hermione a dirigir su mirada al regalo que Draco le había enviado.

Únicamente por cortesía, ella le había enviado un regalo, una corbata que vio mientras buscaba otros regalos, pero era eso, simple cortesía. Muy distinto a la gran caja rectangular que esperaba bajo el árbol.

Cerró los ojos e inhaló profundamente. ¿Qué podría perder abriéndolo?

Quitó el listón dorado y rasgó el papel. Tomó aire otra vez, y alzó la tapa de la caja.

Dentro había muchas cosas. Un libro, dos cofres de terciopelo, ambos del mismo tamaño, otra caja pequeña, un pergamino enrollado, una caja larga de color lila y una bolsa de terciopelo tamaño mediano.

Optó por ocuparse primero con el terciopelo. Uno de los cofres contenía su anillo de bodas, el que le había lanzado a Draco la noche que le exigió irse de casa. El otro cofre tenía dentro un relicario de oro y al abrirlo halló en un lado una fotografía de sus padres, el lado contiguo portaba una fotografía de Scorpius. Después, vació el contenido de la bolsa mediana en su regazo; era el tocado que llevaba en el cabello el día de su boda. Las margaritas y las camelias blancas, todavía se conservaban, quizá gracias a un hechizo, y por varios segundos, las emociones vividas aquel día la envolvieron.

Se sentía tan lejos de esa mujer que no podía dejar de sonreír, que alisaba continuamente su vestido, que cada vez que veía a Draco sabía que sus ojos destellaban como si él fuera su mundo entero.

Parpadeó para alejar las lágrimas, y fue necesario que tomara aliento, una vez más. Luego, prosiguió.

El libro era una nueva copia de "Hogwarts: una historia", la edición en la que ella había colaborado y el pergamino era la certificación que acreditaba, esa edición en específico, como uno de los libros más vendidos en toda la Europa Mágica. No solo Gran Bretaña, sino toda Europa. Tuvo que parpadear nuevamente.

Tomó los dos últimos regalos, la caja pequeña y la caja lila. En la primera encontró una caja musical, que al abrirla comenzó a sonar "Magic words" en instrumental, la canción que Draco y ella bailaron aquel distante cuatro de marzo. Y en la otra caja estaba su perfume favorito; lo había comprado durante las vacaciones que pasó en París cuando era una adolescente, solía utilizarla solo en algunas ocasiones, hasta que perdió el perfume en su Luna de miel.

Cada uno de esos regalos tenían significados especiales para ella, algunos ciertamente ocultos, otros fáciles de desentrañar.

Draco jugaba sucio, siempre lo hacía.


—Y te juro por la pu… —Blaise desvió la mirada hacia su ahijado que estaba sentado sobre la alfombra, rodeado de varios dragones de madera. —… por la puffy maffy… que sino cogía la Snitch en ese momento, lo sacaba de la escoba y yo ocupaba su puesto. —Terminó de hablar, dándose cuenta que Scorpius se había puesto de pie e iba hacia su mamá.

Hermione estaba a metros de ellos, hablando con Narcissa sobre los contenidos tentativos de la revista el mes siguiente.

—La entrevista con Viktor Krum ha sido nuestro número más vendido. —Narcissa chasqueó los dedos. —Tenemos que hacer un movimiento similar para captar nuevamente la atención.

—Fue porque Viktor no daba ninguna entrevista en varios años. —Se explicó su nuera con ligereza. —Pero creo que la exclusiva de la boda de Oliver nos dará más atención. Aunque las ventas no están del todo mal.

Narcissa entreabrió los labios para replicar, justo cuando Scorpius llegaba hasta ellas.

—Mami, tío Blaise dice puffy… ¿Fuimos al baño? —Frunció el ceño, preocupado.

Todos escucharon el comentario del pequeño y Hermione les hizo una seña para evitar que rían, no todavía.

—Tío Blaise puede ir al baño solo, cariño. —Acarició su mejilla. — ¿Cierto, tío Blaise?

Elevó la mirada y la fijó en el moreno con reproche. Arqueó una ceja, pensando en que eso le pasaba por no controlar sus palabras y tratar de decir groserías delante de su ahijado.

—Cierto. Aunque me sentiría más seguro si Scorpius me acompaña. —Caminó hasta ellos. — ¿Me acompañas al baño, campeón?

El niño dudó por unos segundos, de pie al lado de su mamá.

—Acompáñalo Scorp, y te aseguras que tío Blaise se lave las manos. A veces se olvida. —Añadió Draco, llamando su atención.

—Sí, papi. —Dio unos cuantos pasos y tomó la mano de Zabini.

Cuando los dos salieron del salón, Narcissa fue la primera en comenzar a reír, Hermione y Draco, no pudieron resistirse y acompañaron sus carcajadas.

Así fue como Theo los encontró al llegar al salón, siendo guiado por uno de los elfos. Hermione le contó lo que había sucedido, y en cuanto Scorpius y Blaise regresaron, los cuatro adultos continuaban riendo.

Theodore descubrió que así debía ser el compartir las navidades con una familia y con las personas que apreciabas. Llena de risas, instantes felices, anécdotas que preservar y que te brindarán cobijo y calidez siempre que las recordaras. Unión y amor, dejando de lado reproches y disputas, a lo mejor por unas horas, tal vez para recordar cuán preciados eran esos vínculos.

Y prometió asegurarse que a Atheal nunca le faltara eso.


Hermione caminaba deprisa por el callejón Diagon. Se había citado con Ginny para acompañarla a su consulta en San Mungo, pues era tiempo de conocer el género del nuevo bebé Potter, y luego la ayudaría a preparar la sorpresa que le daría a Harry y a los Weasley.

La vio parada en la puerta de la heladería de Florean Fortescue, cubierta por un largo abrigo y su vieja bufanda de Gryffindor.

—Gin, perdón por hacerte esperar. —La saludó con un beso en la mejilla. —Tuve que bajarle la temperatura a Scorpius, ha estado algo mal luego su escapada con Volans a los jardines.

—No te preocupes, lo comprendo. James consiguió un resfriado en los días que pasamos en la Madriguera. Mucho tiempo bajo la nieve no es recomendable para los niños.

Ambas comenzaron a caminar calle abajo.

—Utilizaremos las chimeneas del Caldero Chorreante. —Explicó la pelirroja. —También tengo varias ideas.

— ¿Las apuntaste?

Ginny apretó los labios como si acabara de ser regañada.

—Mmm… nop. Pero… —Alargó la o. —… podemos hacer una lista mientras esperamos para la cita.

—Sí, Gin. Haremos una lista luego. —Negó con cabeza, divertida.

— ¡Ah! También quería agradecerte personalmente por el regalo que le hiciste a Harry. —Se detuvo y giró hacia su amiga para tomar sus manos y apretarlas entre las suyas. —Fue algo muy bonito. Y esos detalles le hacen sentir un poco más cerca de sus padres.

—Sabes que Harry es como mi herma…

— ¡HERMIONE CUIDADO! —Gritó Ginny cuando vio el rayo rojo dirigirse a su amiga.

Ella se movió a tiempo antes de que el hechizo impactara directamente en su espalda. Sin embargo, sí dio de lleno en su hombro. Abrió mucho los ojos al sentir un escozor extenderse por su brazo y al segundo siguiente fue seducida por la inconsciencia.

Ginny buscó con la mirada en el mar de gente.

— ¡DESMAIUS! —Apuntó hacia la mujer que estaba por doblar una esquina de la acera enfrente de ella. — ¡Atrápenla! ¡Que alguien la atrape!

Su atención recayó en la castaña que estaba tendida en el suelo, Ginny se inclinó, y acomodó su cabeza en su regazo.

— ¡Ayúdenos, por favor! ¡Ayuda! ¡Por favor! —Viró la cabeza en distintas direcciones, en tanto las demás personas las rodeaban. —¡AYUDA!

— ¡SEÑORA POTTER! ¡SEÑORA POTTER! —Un hombre se abrió paso entre las personas.

— ¡Oh, Merlín! ¡Carlson! ¡Astoria Greengrass! —Señaló hacia la otra acera. — ¡Astoria Greengrass le lanzó un hechizo a Hermione! ¡Está allí, yo hice un desmaius y le di! ¡Atrápala, que no huya!

—Pero…

— ¡No dejes que huya!


Percibió un tirón en el interior de su pecho. Algo se removía y lo atraía.

Le hizo fruncir el ceño.

El tirón se afirmó como una cuerda alrededor de su corazón, jalando de él hacia algún lugar.

Eso era muy inquietante. No obstante, la insistencia de esa sensación fue lo que le incitó a obedecer y cerró los ojos concentrándose en lo que sea que fuera aquello.

Ese fue el momento idóneo para recordar cuando estaba prendiendo Oclumancia. "Construye un muro, Draco, un muro sólido y firme. Visualízalo" Le había dicho Snape.

Así, Draco pensó en sus palabras y se centró en visualizar una cuerda rodeando su corazón, sintió que tomaba la cuerda y la seguía; en seguida su cuerpo sintió el familiar retorcijón de la aparición.

Al abrir los ojos, se encontró parado en medio de un pasillo, delante de un medimago que lo miraba enojado y le señalaba uno de los carteles que prohibía la aparición en los pasillos.

Cayó en cuenta de que estaba en San Mungo.

¿Qué suponía eso? ¿Por qué estaba allí?

Sin dilación, medimagos y sanadoras afloraron por el pasillo empujando una camilla.

Cuando todos pasaron por su lado, distinguió el cabello ondulado y castaño dispersado en la camilla.

No. No. No. No. No.

La mujer en esa camilla no era Hermione, era imposible.

Luego fue suficiente ver a la esposa de Potter para que esa horrible posibilidad, se convirtiera en una enorme certeza.

La pelirroja se detuvo abruptamente al verlo de pie en el antiséptico pasillo, y fue contra él.

—Es tu jodida culpa.

Draco tan solo pudo parpadear una vez, antes que la mano de Ginny se estampara en su mejilla en una fuerte bofetada.

—Si le pasa algo grave es tu culpa. —Sollozó. —Si… si… muere… es tu culpa. Tu culpa y la de esa maldita zorra.

Retrocedió y su cuerpo comenzó a sacudirse a causa de los sollozos que liberaba.

El mago la sostuvo en el segundo exacto en sus rodillas flaquearon y su cuerpo se dejó vencer.

El pánico cundió en Draco. Su esposa estaba en peligro de muerte, y en sus brazos estaba desmayada una mujer embarazada. Y él no sabía cómo se suponía que debía actuar.

Las siguientes horas pasaron paulatinas en tanto él intentaba despejar su nublada mente.

Tras dejar a Ginny con una sanadora, llegó Potter con el auror Carlson. Le dijeron qué fue lo que había pasado y un instinto nocivo corrió por sus venas.

Quiso, y aún quería, cobrar venganza por Hermione con Astoria. Y juró que haría lo que sea para hundirla en Azkaban, sin oportunidad a una apelación, pasaría su vida en una celda hasta que su infame corazón dejara de latir. Y Draco consideraba que ese era un castigo demasiado benévolo para una persona tan perversa como ella.

Más tarde llegaron Theodore, Blaise y algunos Weasley. Pero nadie daba informes sobre el estado de Hermione.

Tuvieron que pasar cinco horas para que un medimago finalmente se acercara a ellos.

— ¿Familiares de Hermione Malfoy?

Draco dio un paso al frente y asintió.

—La señora Hermione, ha sido víctima de la maldición Ossio Dispersimus. —El rubio apretó los puños. —Nos ha tomado tiempo descubrir con qué hechizo fue alcanzada. Por suerte, el hechizo no impactó ni en el pecho, ni en la columna, impactó en su hombro y eso hizo que el efecto decreciera. Hemos probado variados hechizos para detener la desaparición de los huesos; sin embargo únicamente logramos, lo que los muggles llamarían, inducirla al estado de coma. —Enmudeció por unos instantes. —Sus signos vitales están controlados, asimismo, se han reducido las funciones de su organismo al mínimo para así poder suspender el avance de la maldición. Como resultado de las pruebas que se realizaron, también conseguimos simular un hechizo de congelación que con acierto se pudo colocar en su sistema óseo. —Hasta dar ese último dato, mantuvo su tono profesional, luego bajó su ficha. —Y me temo informarles que ninguna de las medidas tomadas elimina en su totalidad el efecto. El avance se reduce significativamente, pero la maldición sigue haciendo su trabajo.

Theodore fue el primero en reaccionar.

— ¿Quiere decir que tarde o temprano los huesos de su cuerpo desaparecerán y lo único que hicieron fue retrasarlo? —Su firmeza hizo que el medimago se encogiera en su sitio.

—Solo… solo hasta que demos con lo que sea que lo contrarreste. —Repuso al instante. —Mis colegas comenzarán a experimentar en busca de una variante de la poción Crece - Huesos.

— ¿Podemos verla? —Se adelantó Harry, todavía con la preocupación en el rostro.

—No, aún no han terminado los exámenes. Pero por seguridad, pediré que uno de ustedes se quede con ella de manera permanente o pueden ser dos, para intercambiar turnos. No queremos exponer demasiado a la señora Malfoy.

Debates y un casi duelo, más tarde, la astucia venció.


Draco despegó la espalda de la silla en la que llevaba sentado diez días. Por más hechizos que había utilizado, llegaba un punto en que perdía la comodidad.

Admitía que esos nimios detalles no eran nada en comparación a lo que dolía ver a Hermione así. Tan quieta y silenciosa.

Y todas esas horas, le demostraron todo lo que estaba perdiendo. Oír su voz, ver sus brillantes y cautivadores ojos, sentir sus dedos entrelazados a los suyos. Eran continuos golpes que hacían mella a su sentido de pedantería.

Se había creído un todopoderoso cuando en realidad no era más que un miserable desdichado.

Sin ella nada tenía sentido y él se convertía en un infinito nada. La llevaba tan dentro, marcando una profunda huella en su alma, que en su ausencia todo era insustancial.

Vaya situación para seguir dándose cuenta de lo que acarrearon sus errores.

Como parte de su reivindicación, eran contadas las veces que dejaba su lado. Para ir al baño, ir a Malfoy Manor a cambiarse de ropa y ocuparse de Scorpius por un par de horas en la mañana y por la noche para regresar a Malfoy Manor por prendas abrigadoras, leerle un cuento a su hijo y marcharse otra vez cuando éste se quedara dormido.

Eran más la veces que giraba la cabeza para seguir la lenta respiración de Hermione, poner la mano sobre su pecho y contar los latidos de su corazón hasta cien, entrelazar su manos, peinar su cabello con los dedos, acariciar su mejilla.

Todo ese tiempo le ayudó a concluir que había terminado de presionar a Hermione para que le diera otra oportunidad.

Ella estaba mejor sin él, más feliz y más segura. Y en cuanto se recuperara, le diría toda la verdad, no ocultaría nada ni daría más justificaciones o excusas. Le contaría todo lo que lo había conducido a involucrarse con Astoria y a nublar su juicio.

Después de eso, a ella le pertenecería el veredicto final.


Sintió algo arder en su interior y correr por todos los rincones de su cuerpo. Sintió dolor, fue y vino en la oscuridad. Se sintió liviana y pesada. Se sintió tranquila y luego inquieta.

Sin embargo, estaba atrapada entre el fuego y la paz.

Buscaba a qué aferrarse mientras caía y caía en un constante bucle, del que no conseguía nada más que penumbra y vacío.

Se negaba a creer que eso significaba estar muerta. ¿Acaso no se suponía que en lugar de oscuridad vería la luz? ¿Qué encontraría a sus seres queridos que habían muerto?

El limbo era la única respuesta que su inquieta mente hallaba. El obstáculo era que no quería estar allí. Tenía un hijo que cuidar, asegurarse que ciertos villanos no volviesen a hacer daño, un divorcio que al fin se reanudaría, tenía muchos asuntos pendientes y no concebía la idea de seguir atrapada.

Fue cuando se desesperaba cada vez más que el fuego comenzó a atenuarse y la calma se hizo completa que resultó simple el dejar de luchar.

Se rindió y la aparente eterna caída, llegó a su fin.


—Lo consiguieron. —Dijo Theodore agitado y apoyándose en sus rodillas. —Tienen la poción, la enviarán pronto y el medimago podrá administrársela.

— ¿Crees que sea tarde? —Draco fijó su mirada en Hermione.

—Sigue viva, Draco y estoy seguro que esto va a funcionar.

Draco ni siquiera asintió. Aunque su pregunta tuviera varias otras interpretaciones, él ya no estaba seguro de nada. Habían sido los peores diecinueve días de toda su vida y eran tan agobiantes porque tenían una bomba de tiempo sobre sus cabezas. Cada minuto que pasaba se convertía en una amenaza de muerte.

Perdían un poco más a Hermione en cada segundo transcurrido, por ello todo se volvía angustioso y las ansias carcomían a todos.

Su madre enviaba cartas en intervalos de dos o tres horas, preguntando si encontraron una solución, si su nuera había despertado. Al mismo tiempo, Scorpius se estaba comportando como un niño muy engreído, preguntaba muchas veces por su mamá, incluso llegando a hacer berrinches, y Draco solo recordaba haber lidiado con esos berrinches un par de veces desde el momento en que su hijo había nacido, era poco común en Scorpius actuar así, aunque también influía el que nunca antes había pasado tanto tiempo alejado de su mamá. Por otro lado, siempre que salía al pasillo encontraba a Potter o algún Weasley; no estaba al tanto si es que coordinaron turnos pero siempre uno de ellos estaba en el pasillo.

En resumen, el estado de Hermione ponía de los nervios a todo su entorno.

—Señor Malfoy, señor Nott, buenas tardes. —El medimago interrumpió sus divagaciones. —Acaban de hacernos llegar la poción, si fueran tan amables de…

—No me voy a mover de aquí hasta que ella despierte. —Dijo Draco con firmeza, obligando al medimago a aceptar sus condiciones.

Theo, tan acostumbrado a su forma de ser, se mostró imperturbable.

—Yo esperaré fuera.

Dio media vuelta y salió de la habitación.

El medimago miró de reojo a Draco y resopló, tomando su varita y preparando instrumentos alrededor de Hermione.

—Sé que sabe cómo funciona la poción Crece–Huesos, señor Malfoy. —Comentó. —Este será un proceso largo y tedioso, es un beneficio que su esposa este inconsciente, sin embargo le recomiendo que vaya a casa, descanse y regrese por la mañana, ella todavía continuará dormida y proyectamos su recuperación parcial en cuarenta y ocho horas.

—Mi hijo es la única razón por la que me moveré de aquí. —Remarcó con un leve indicio a reto. —Así que no intente hacer que me marche, es inútil.

Se mantuvo en la esquina de la habitación, viendo a los especialistas ir y venir, haciendo su trabajo. La poción hacía efecto con mucha lentitud y conforme el día fue avanzando, Draco esperó hasta el momento en el que se le hizo imposible seguir con su permanencia, debía ir a acostar a Scorpius y no lo veía desde la mañana.

Su hijo necesitaba la presencia de alguno de sus padres, y en esa situación, él era el único disponible y si bien hacía todo lo viable para no dejarlo de lado por completo, se prometió que cuando todo terminara, le recompensaría por todas esas horas de ausencia.

— ¡Papi! —Bajó del sofá rápidamente con Volans corriendo tras él. —Buela Cissy, hizo gaietas… ¡como mami!

Esa fue otra profunda estocada.

Hermione solía decir que Scorpius lo prefería a él y entre risas se lo demostraba desde que su hijo era un bebé. "Deja de llorar contigo", "Se duerme con más facilidad cuando tú lo sostienes, no sabes cuánto lo agradezco", "¿Lo oíste? ¡Dijo papá!", "Intentó ponerse de pie cuando te vio llegar. Nuestro bebé, está creciendo", "Hizo pucheros cuando saliste de mi oficina, a los cinco minutos estaba llorando tan fuerte que Artylous vino y me regañó. Tuve que correr por todo el Ministerio hasta encontrar una chimenea disponible y traerlo de regreso. Lo siento, Malfoy, pero tu hijo hoy se queda contigo porque parece que no quiere pasar la tarde junto a mí.", "Si no fuera por todas las galletas que le preparo, te juro que se olvidaría que soy su mamá"

Y al estar al tanto de cuánto su hijo echaba de menos a Hermione, veía lo equivocada que ella estaba, porque Scorpius la adoraba. Y la sencilla verdad era que amaba a sus dos padres de la misma manera, no tenía preferencia sobre ninguno. Le encantaba oír a Hermione leer cuentos para él, del mismo modo que disfrutaba jugar Quidditch con Draco. También gustaba de ver películas muggles en los días fríos, sentado en medio de sus padres y siendo cobijado por su calor.

Hubo un tiempo en el que Draco se negó a la idea de tener hijos. No quería condenar a un ser inocente a cargar con el peso del apellido Malfoy. Luego a su vida llegó Hermione, cambiando cualquier perspectiva, y con una mirada y algunas palabras, le hizo saber que él podía darle nuevos significados y referentes a su apellido. Y más tarde, llegó Scorpius, confirmando que muy por encima de todo, Draco podía ayudar a dar origen a alguien tan maravilloso y puro.

Por ello, Scorpius, al igual que todo niño, merecía lo mejor del mundo. Mucho amor y atención, saber que podía recibir abrazos cuando quisiera y que podía oír un "te quiero" en cualquier momento, sentirse valioso e importante, tener donde refugiarse cuando se sintiera frágil y mantenerse allí hasta que se sienta seguro de enfrentar al mundo nuevamente, comprender que podía caer, levantarse, aprender y errar, y que habrían personas que en el instante en que él que no viera el camino, le tomarían de la mano y le ayudarían a continuar.

—Mamá regresará pronto. —Acarició suavemente su cabello, tan rubio como el de él y tan rizado como el de Hermione. —Y cantará y leerá para ti. ¿Si, Scorp?

—Sí, papi. Quero mamá. —Parpadeó hacia él.

—Ella también te extraña. —Se inclinó a dejar un beso en su frente. —Solo tenemos que esperar un poco más, ella volverá.

Y como siempre, Hermione hizo saber al mundo que ella podía romper moldes y cuán única era. Despertó veintidós horas después de que la poción haya comenzado a correr por su cuerpo.

Draco empujó a la sanadora que estaba más cerca y se quedó de pie a su lado, mientras ella miraba hacia el techo con ojos confusos, parpadeando y frunciendo el ceño cada vez más, tras lo cual, giró la cabeza de un lado a otro, repasando los rostros que estaban al pendiente de sus movimientos.

— ¿Dónde… qué… qué… pasó? —Preguntó con la voz ronca.

—Fue víctima de una maldición y se encuentra en San Mungo, señora Malfoy. —Le respondió una sanadora.

— ¿San… Mun… go? —Consiguió balbucear.

—Le pedimos que se mantenga quieta, realizaremos algunas revisiones y la dejaremos con su esposo para que la ponga al tanto.

La sanadora señaló hacia Draco, logrando que la confusa mirada de Hermione recayera en él.

Los especialistas murmuraban entre ellos, agitando la varita y sujetando pergaminos; hacían gestos, asentían y en sus rostros se plasmaba la compresión, la duda y la reflexión, se frotaban el mentón y se apretaban el puente de la nariz.

Eran continuos ademanes que hacían que a Draco se le erizara el vello de la piel. Tenía que distraerse para no sucumbir a toda la tensión que flotaba en esa estancia. Rompió el sobre de la última carta de su madre para escribir un par de notas rápidas, se acercó a una de las sanadoras novatas y le entregó ambas notas, junto a varios galeones, "Para Narcissa Malfoy y para Harry Potter", le indicó.

Finalmente, le ofrecieron un vaso de agua, concluyeron con un asentimiento y uno a uno, fueron despejando la habitación. Cuando la puerta se cerró, los ojos de Hermione se mantuvieron fijos en la figura de Draco.

—¿Quién…

—Astoria. —Se adelantó a la pregunta. —Estabas con Ginevra en el Callejón Diagon, Astoria te estaba siguiendo, aprovechó cuando te detuviste a mitad de la calle y… —Suspiró. —Fue un Ossio Dispermus, te dio el hombro porque giraste a tiempo. Ginevra evitó que Astoria huyera, tu compañero Carlson la detuvo y la llevó al Ministerio. Te trajeron aquí y han hecho todo lo posible para mantenerte viva en tanto conseguían una poción.

— ¿Qué significa… "En tanto"?

Draco se rascó la nuca. A ella no le gustaría saber cuánto tiempo estuvo fuera pero era imperativo que lo supiera.

—Han pasado veinte días. Los muggles dirían que estuviste en coma.

Ella se sorprendió con la respuesta. Y Draco intuía algunas de las cosas que debían estar pasando por su mente y acertó con la primera de ellas.

— ¿Veinte días? — Apretó el vaso. — ¿Scorpius está bien?

—No ha dejado de preguntar por ti, te ha extrañado demasiado. —Caminó hasta la cama y cogió el vaso para rellenarlo. —Ten.

—Gracias. —Bebió un poco. —Mi pobre bebé, quiero verlo, ¿puedes traer a Scorpius?

—Madre lo traerá consigo. También le avisé a Potter, él y los Weasley han estado constantemente por aquí.

—Oh, ¿y Ginny? —Dijo tras aclararse la garganta.

—Está bien, aunque tendrá que verte para no seguir sintiéndose culpable por lo que pasó. —Llevó ambas manos detrás de su espalda para impedir que sus brazos se atrevieran a abrazarla.

—No es su culpa… al contrario habría sido peor si ella no me hubiera alertado.

—Lo sé…

Quiso contarle sobre la reacción de la pelirroja cuando lo vio en el pasillo y lo habría hecho sino fuera porque llamaron a la puerta.

—Adelante.

—Me sentí como un caballo de ajedrez saltando por encima de todos esos Weasleys'. —Comentó Theo. —Hermione no sabes lo feliz que me hace que estés bien, te abrazaría ahora sino supiera que podría hacerte daño. —Compartieron una sonrisa. —Blaise está en camino, estaba en medio de una reunión importante. Narcissa y Scorpius ya están afuera, aunque para que él entre tiene que tener un permiso, ya me encargué de eso, solo necesitas ir a firmar, Draco. Creo que también necesitarás decirles a los demás que Hermione está bien y que todavía no puede recibir visitas. —Notó que el rubio iba a reprochar. —Lo indicó el medimago.

Draco titubeó por un eterno minuto y su reticencia se esfumó en cuanto la mirada suplicante de Hermione caló en él.

—Iré a firmar ese permiso. Theo…

—Sí, sí, yo me encargo.

La puerta se cerró tras él y la inquietud creció en Hermione, sus manos escocían por lo mucho que quería tener a Scorpius con ella.

—Si no hay visitas… ¿cómo lograste entrar?—Elevó una ceja.

—Ah, bueno… —Theo recuperó la única silla de la habitación y la llevó hasta su lado. —He sido el suplente de Draco cuando ha dejado de cuidarte.

— ¿Él ha… ha estado aquí todos estos días?

—Claro que sí. Solo Scorpius logró hacer que saliera de aquí. Draco pasa un par de horas con él durante la mañana y va a acostarlo por las noches. Blaise se ha encargado de todo en el trabajo y además ha pasado tiempo con Scorpius.

A Hermione no le costó demasiado imaginarse a Draco sentado a su lado, ocupando la misma silla que Theo en ese momento.

— ¡Y la poción! Si de Draco dependiera, habría despedido a todos los medimagos y sanadoras por su ineptitud. Luego fue él quien reunió a los mejores pocionistas de Europa para que pudieran trabajar en ello, gracias a lo que hizo te tenemos de regreso… espera, ¿estás tratando de reírte?

La castaña tenía una mano apoyada en sus costillas y otra cubriendo sus labios; quería reír, en serio quería hacerlo, sin embargo le dolía todo el cuerpo con tan solo intentarlo.

—Es que… es que… —Respiró hondo, reprimiendo las ganas de reír. —Merlín, es que… Draco es uno de los mejores pocionistas de Europa… me divierte que justo él, con lo egocéntrico que es, olvide eso.

— ¿Él lo es? —Su curiosidad e intriga, se desbordaron en esas tres palabras.

—Sí. Ha mejorado la poción de sueño sin sueños, la poción reabastecedora de sangre, el filtro vigorizante, trabajamos juntos para pulir la poción matalobos, siendo que él se lleva todo el crédito porque yo únicamente moví el caldero en los sentidos correctos. —Se calmó por completo. —En Gran Bretaña, es el pocionista más avances ha logrado en este siglo.

Theo sopesó la explicación de la bruja. Y al terminar, llegó a una conclusión. Draco habría podido hacer la poción, no obstante prefirió pegar el trasero a una silla y quedarse junto a Hermione, quizá porque él no gustaba de hacer el trabajo manual, quizá porque no sentía que fuera a lograr una hazaña tan importante como la que le salvaría la vida a Hermione, quizá porque en el fondo Draco todavía era el niño inseguro que hacía de todo en busca de aprobación y temía no conseguirla.

—No entiendo la razón por la que él no se incluyó con los otros pocionistas, aunque tal vez, eso habría tomado todo su tiempo. —Trató de resolver. —Logró que el Wizengamot no procediera con el juicio de Astoria.

— ¿Qué? ¿Por qué hizo eso?

—Quiso que esperarán hasta que tú pudieras declarar, porque si el juicio se celebraba, el caso se hubiese cerrado y Astoria no obtendría la condena que le toca.

La intriga se puso del lado de Hermione.

— ¿Y dónde está ella ahora?

—En Azkaban. —Respondió con soltura. —Draco y Harry hicieron que sea como sea, se quedé allí, no importa si no se celebra el juicio. Lo merece.


—Ha crecido demasiado. ¿Recuerdas cuando era un bebé al que podíamos sostener con un brazo? —Apretó contra sí a Scorpius.

Se había lanzado de los brazos de Draco a penas vio a Hermione. Subió al regazo de su mamá y se dejó besar y abrazar, en tanto se hacía al disgustado porque su mamá se había ido por un largo tiempo sin él. Le preguntó si había sido porque él fue un niño engreído y le prometió que se comportaría bien y que no la haría enojar, si es que no se iba nuevamente.

Tras ser consolado y recibir promesas de evitar futuras ausencias, no paró de hablar sobre sus lecciones con la señora Florentia, respecto a todo el Quidditch que había aprendido con tío Blaise, y los trucos que Volans podía hacer, sobre las galletas de abuela Cissy y los cuentos que había leído con papá. Hasta que comenzó a quedarse dormido.

—Era tan pequeño cuando nació. —Corroboró Draco, dejando ver el atisbo de una sonrisa.

—Ahora comprendo la razón por la que mis padres se emocionaban en cada cumpleaños. —Él la miró interesado. —Los hijos crecen rápido. El tiempo vuela en ellos, que si te distraes, dejan de gatear y comienza a correr y si parpadeas, se han convertido en adolescentes que pasan más tiempo en su habitación que contigo.

—Pasan más tiempo en Hogwarts que en casa. —Corrigió con aire pensativo. —Yo pensé eso hace un tiempo, lo independiente que iba siendo Scorpius y que sacrificaría muchas horas de sueño para que volviese a ser el pequeño bebé llorón.

—Oh, Godric. —Rió. —No tienes derecho a quejarte porque Scorpius tuvo muy marcadas sus horas de sueño al ser bebé, solo que no en los primeros meses. Ya sabes lo que pasaron Ginny y Harry con James que despertaba cada tres horas, luego cada cuatro y más tarde cada dos, ninguno de los dos pegaba el ojo porque James era impredecible.

—Brindamos con Earl Grey el día que descubrimos que Scorpius adoptó un horario. —También rió.

Y ambos se quedaron en silencio, contemplando el sereno rostro de su hijo. Podían darle la razón a Narcissa cuando decía que su nieto era un querubín.

Por más que deseara encontrar la ocasión idónea para hablar con Hermione, Draco supo que si continuaba esperando, no hallaría la idoneidad. Tenerla recuperada, frente a él y sosteniendo a Scorpius, le hizo darse cuenta que ese era el momento. Tenía que enfrentarse a algo que aún aprendía, pedir perdón, así sea una acción vana. Decir "lo siento" y admitir que era un tonto, que se había cegado y olvidado todo lo que en realidad importaba.

—Sé que no querías volver a hablar de esto. —Inició. —Pero necesito que me escuches, Hermione, y tan pronto como diga la última palabra, todo queda en ti.

Ella respiró profundamente y cerró los ojos, casi como un consuelo, se aferró un poco más a su hijo.

—Hace tiempo, pensé que era mejor poner todo sobre la mesa, en lugar de esconderme como lo he venido haciendo. Me oculté de la verdad por miedo a lo que fuera a significar. —Suspiró y su elevó el mentón, con la mirada puesta en Draco. —Sin embargo, ahora estoy lista.

A Draco le desconcertó su rápido consentimiento y del mismo modo, él tuvo que coger un poco de valía. Se tomó un par de minutos, apretando y soltando los puños sobre sus muslos y desordenando su cabello una y otra vez. Dejó escapar el aliento y correspondió a esos ojos marrones.

—Cuando comencé contigo, me centré en crear una nueva vida, un nuevo yo. Y fue un pésimo inicio porque no debí ocultar y sepultar todos mis demonios, sino enfrentarlos o pedir ayuda para superarlos. Quizá debí hablar contigo y contarte todo como tú me contabas sobre tus padres. —Se frotó ambas manos. —Antepuse todo lo que nos sucedía y lo que fui sintiendo, y estaba bien, juro que era feliz, no tienes que dudar de eso. Había instantes en los que me aterré y dudaba si lo estaba haciendo bien con Scorpius y contigo, entonces él balbuceaba algo o tú sonreías y el miedo se esfumaba. —Sonrió para sí mismo. —Sé que muchos pensaban que quería ser como mi padre, la verdad era que le temía y buscaba maneras de evitar oír lo avergonzado que se sentía de que fuera su hijo. No sé si lo que digo está bien pero… fue un alivio que recibiera el Beso. Madre y yo creímos que estaba muerto y que todo mejoraría, y sucedió así. Madre era más feliz y yo pude comenzar a hacerme cargo de mi propia vida, sin represiones ni limitaciones o temores.

Hermione se perdió en sus palabras, absorbiendo cada una. Se le hacía inevitable no recordar a Draco durante su época en Hogwarts, las cosas que tuvo que hacer en la guerra y lo que enfrentó después. Y ella se había preguntado muchas veces por lo que Draco tuvo que pasar, esperando que él algún día hablara con ella, y no podía juzgarlo porque tampoco ella le había contado sobre los meses que pasó con Harry y Ron en pleno apogeo de la guerra.

Él tragó, y entreabrió los labios para seguir.

—Hace varios meses, en Junio, recibí una carta del Ministerio. Los que decían ser los buenos nos engañaron a todos y retuvieron a varios mortífagos en una edificación, todavía rodeada por dementores, por años hasta que se les dio la gana de darles el tiro de gracia.

Eso Hermione ya lo sabía, y agradecía tácitamente que Draco se lo explicara.

—Pad… Lucius… pidió reunirse conmigo una vez más antes de recibir el Beso. —Saltó de su silla, respirando agitado. — ¡Mi maldito padre estaba vivo! ¡Había estado vivo todos esos años! —Cerró los ojos para intentar calmarse.

Hermione no dijo nada mientras lo veía respirar agitado. Tres minutos más tarde, dejó caer los brazos.

—Yo era otro hombre y pensé que esa era la manera de darle un final a esa parte de mi vida. Hablé con él y… —Su rostro dibujo algo parecido al disgusto. —… no fue nada agradable. Quise escupir sobre todas sus palabras, al mismo tiempo que luché por caer en su gracia, otra vez. Él quería que fuera el hijo que había criado, el chico por el que había sacrificado tanto. Alguien egoísta cuya prioridad es él mismo y nadie más, el eterno seductor que aseguraba que todos podían estar a sus pies porque tenía el derecho, había nacido con ese derecho. —Casi rió por la ironía de esa afirmación. —Cuando era más joven, hice cosas para ser el hijo que él quería, para ver el brillo de la aceptación en sus ojos, porque era mejor a ver la vergüenza. Y lo siento, en serio lo siento. Lo siento por buscar probarle lo erradas que eran sus palabras y olvidar que lo que él pensaba ya no importaba, que nunca tendría la razón, que estaba totalmente equivocado.

— ¿Eso pasó? ¿Tú… hiciste todo porque querías probarle algo a un hombre que no merece ser llamado padre o siquiera humano?

—Sí. Es estúpido, lo entiendo. Pero sus palabras calaron en toda esa inseguridad que todavía cargaba a mis espaldas. —Pasó las manos por su cabello, desordenándolo otra vez. — ¿Lucius creía que había caído tan bajo que ninguna "chica adecuada" quería darme la hora? Pues quise demostrarle lo contrario. ¿Creía que tú me tenías bajo tus pies? Le iba a hacer saber lo ridículo que era al decir eso. ¿Pensaba acaso que fracasaría en mi nueva vida y que era cuestión de tiempo antes que lo arruinara? Era falso, porque tú me amabas no importase qué. Estaba tan seguro de ello. —Fingió un tono sarcástico. —Me hizo dudar de que mi lugar era junto a ti, me hizo creer que no te merecía porque era un mediocre que no valía nada y es cierto. Tú mereces a alguien mejor, sin embargo, me escogiste a mí. Y lo arruine, nos arruiné, Hermione.

Su nombre se deslizó por sus labios como un ruego, una plegaría.

—La primera vez que me acosté con Astoria, significó una victoria sobre los restos de Lucius. Y me sentí tan poderoso, ya que llegué a casa y tú seguías allí, mirándome como nunca nadie lo había hecho, con el corazón abierto y entregado a mí. Le demostré lo que quise y más tarde, rescaté que él me enseñó cómo no ser un padre. —Su rostro dio paso a la amargura. —Me enfoqué en reparar con Scorpius la relación que mi padre había destruido conmigo. Quería ser un buen padre, no fallar como él y lo estaba logrando por medio del sacrificio de nuestro matrimonio. —La miró por un segundo. —Astoria me buscaba y recordé lo grandioso que me sentía caminando en Hogwarts como si fuera un rey. Compré trajes, cambié contigo, me cegué y dejé de oír a mi corazón, olvidé tantas cosas y solo fui un cretino que jugaba a ser un soberano. Y no lo supe en su momento, lo entendí muy tarde.

—Si hay algo que nadie, incluso yo, jamás puede reprocharte es tu papel como padre. —Habló con sinceridad. —Lo hiciste bien desde el inicio, sino mira a Scorpius. Él está orgulloso de tenerte como su padre.

—Gracias por eso. —Su consuelo fue un bálsamo para él. —Estaba tan absorto en mi mundo de egoísmo y de probar, todavía no sé a quién, que era mejor padre que Lucius y olvidé también que no tenía nada que probar, ni a mí, ni a él. Debí estar seguro de lo que hacía o en todo caso, consultarlo contigo. Estábamos en esto juntos, éramos una familia formada por el amor. Esa era la gran certeza. —Afirmó serio. —Me acosté con Astoria en tres ocasiones, asumo mi error y te pido disculpas. Me perdí en un torbellino, convirtiéndome en un desastre y lo que menos quería era hacerte daño, y fue exactamente lo que hice. Perdón por eso, perdón por todo. Lo siento mucho por mancillar lo nuestro, manchar nuestros sentimientos, hacerlos de lado y pasar por sobre ellos al mismo tiempo. Siento todo lo que causé, siento haberte hecho sentir traicionada y humillada, por avergonzarte, por no haber hecho nada cuando ella te insultó e insultó a nuestro hijo, por marcharme sin mirar atrás, olvidando lo mucho que te amo.

Las lágrimas brillaron en los ojos de Hermione.

—Me arrepiento de todo lo que causé, fueron mis errores y lamento el haberme dejado dominar por ellos. —Inhaló, frunciendo el ceño y desnudando su mirada. —Comprendo si decides continuar tu vida sin mí. Si lo ordenas, iré y firmaré el divorcio. —En lo siguiente que dijo, no disimuló la dosis de esperanza que se infiltró en la proposición. —Y si me das una oportunidad, te prometo que haré que valga la pena.

Terminó de poner todo sobre la mesa, solo que aquel no era ningún juego de azar.


Les juro que esta ha sido la primera vez que he llorado escribiendo un fic. ¡Se me desbordaron las emociones!

Quiero aclarar que lo que Draco dijo, no es una justificación para lo que hizo, desde mi postura no hay nada que pueda justificar eso.

También quiero pedirles disculpas por haber tardado, esta vez escapó de mis manos.

Otro dato… ¡Esta es mi primera actualización como mi yo de 19 años! ¡Estoy creciendo como Scorpius!

Y finalmente, aquí Draco contó lo que pasó pero en el siguiente capítulo, leeremos como lo vivió. Así que nos leemos pronto y dejen sus revies, por favor.

Gracias