Bueno, ¿qué puedo decir? En primer lugar miles de disculpas por desaparecer de esa manera. Para explicarlo, cuando hice la última actualización, no tenía idea de lo que estaba por suceder.
El miedo y la incertidumbre que sentí fueron terribles, sin embargo contenía las lágrimas y seguí siendo el eslabón fuerte. Más tarde, me tocó temerle a las llamadas porque cualquiera podía significar lo peor, y a pesar de los días y los rezos, esa llamada llegó y mi vida volvió a cambiar, perdí a una persona muy importante en mi vida y aún no sé cómo seguir sin ella.
Este capítulo ha sido difícil de escribir, pero de eso les contaré al final. Así que con ustedes, el capítulo final, disfrútenlo.
CANCIONES: Let it go - James Bay
Atlantis - Seafret
CAPÍTULO 20: I want you bad, but it's done
Hermione se dirigió a la habitación de Scorpius al notar la luz encendida allí.
Entreabrió la puerta suavemente, su hijo descansaba bajo las colchas y Draco estaba sentado a su lado, contemplándolo, y todavía sosteniendo un libro de cuentos sobre su regazo.
La miró de reojo cuando ella entró en la habitación, luego su atención regresó a Scorpius.
—Es hermoso. —Susurró acariciando la frente del pequeño. —Sé que te lo dije antes pero… —Clavó los ojos en ella. —…gracias por darme la mejor bendición del mundo.
—Es hermoso porque es nuestro. —Caminó lentamente hacia él. —Y estuviste ahí en cada momento, desde el inicio. También tengo que agradecerte por compartir a alguien tan valioso conmigo.
Apretó su hombro, dándole una pequeña sonrisa, luego pasó por su lado y se inclinó sobre Scorpius para dejar un beso en su frente.
— ¿Hace cuánto se quedó dormido? —Le preguntó a Draco.
—No hace mucho. Ya sabes, tuve que leerle el cuento varias veces. —Hizo énfasis señalando el libro.
La bruja se inclinó un poco sobre Draco para observar la portada del libro.
—Es el nuevo tomo del Príncipe Dragón, yo también se lo tuve que leer ayer unas cinco veces. Está obsesionado con ese libro. —Se volvió a erguir con una sonrisa.
—No me extraña sabiendo de quién es hijo. —Draco la miró sonriendo.
Hermione le correspondió con una corta sonrisa. Luego todos sus pensamientos se catapultaron sobre ella, y la llevaron a tomar una resolución.
Tenía que hablar con Draco.
— ¿Pasa algo? —Inquirió él, seguramente notando el cambio en su expresión.
— ¿Podemos hablar?
Durante algunos segundos, Draco solo la observó y al cabo de un rato, asintió un par de veces y se puso de pie.
Salieron de la habitación de Scorpius, tras darle su beso de buenas noches, y se reunieron en la sala de estar.
Cuán extraño era eso, en comparación a lo que solía ser tiempo atrás, a lo que solían ser juntos.
—Yo… —Hermione titubeó un poco y apretando los puños se dio valor a ella misma. —Hoy estuve en el Ministerio y anulé la demanda de divorcio que tenía en curso.
Draco, entonces, sí se quedó pasmado. La solicitud de Hermione para hablar con él, lo alertó en todos los sentidos, y él se había esforzado por mantener las esperanzas al mínimo, casi lo lograba. Y ella le decía que no había ningún divorcio en curso. Estaba más que confundido.
—Esto quiere decir que... —Intentó sonar lo más calmado posible.
—No Draco, no se trata de volver a estar juntos. —Le dijo con determinación. —Una demanda de divorcio implica largas sesiones de conciliación, de una u otra forma, todos los demás terminarán enterándose. Además, sería alargar el proceso innecesariamente. Y no pienso en nosotros, pienso en Scorpius y en cómo eso le afectará a largo plazo.
— ¿Afectarle?
— ¿Recuerdas todos los artículos que salieron sobre nuestra relación? —Cuestionó suavemente. —Hicieron tantas especulaciones, una más incoherente que la anterior. Cuando se enteren sobre el divorcio, estallará una bomba mucho más grande, no podremos proteger a Scorp de todo eso.
—Porque los divorcios no son comunes, porque el nuestro será recordado como un referente durante los siguientes años. —Concluyó Draco, comprendiendo lo que Hermione explicaba. — ¿Y qué es lo que sugieres?
—Firmar el divorcio, presentarlo e ir a la reunión de… la reunión… —No quería decir esas palabras, sonaban tan horribles. —La reunión en la que… en la que se deshacen los lazos que tenemos desde la ceremonia de matrimonio.
— ¿Los lazos?— Frunció el ceño, totalmente confundido.
—Sí Draco, los lazos. —Rodó los ojos. —En la boda no solo salen chispas de la varita del oficiante, son hechizos que unen nuestros núcleos mágicos, Las formas en las que se unen varían en cada pareja. Creí que lo sabrías, siendo que tú has crecido con toda esa magia alrededor y que además las familias sangre pura tienen tantas tradiciones.
Para Draco ese momento era como una avalancha. Primero Hermione le decía que no regresaría con él y que estaba decidida a divorciarse, luego se enteraba de que eliminarían unos lazos que los habían unido desde su boda. Él nunca había estado interesado en las bodas, no hasta que tuvo que involucrarse en la organización de su propia boda, así que no sabía nada sobre lazos de matrimonio. Aunque…
—Cuando… ocurrió tu accidente, sentí algo en mi pecho. Sé que suena raro, pero fue como si algo me ordenara ir hacia ti. —Se apoyó en sus rodillas para estar un poco más cerca de Hermione. —Solo tuve que cerrar mis ojos y un segundo después estaba en el hospital, exactamente en el pasillo en el que te venían trayendo.
La bruja sonrió al terminar de oír su pequeño relato. Desde la primera vez que le sucedió a ella, se había estado preguntando cuándo le sucedería a Draco o si le ocurrió antes que a ella. El saber que Draco había tenido esa "revelación" un poco más tarde de lo esperado le dejó un amargo sabor a desilusión.
—Es parte de los lazos, supongo que a nosotros nos brinda un medio para ir a dónde sea que el otro esté. —Comenzó a explicar Hermione. —Yo lo noté hace unos años. Desperté y no estabas en la habitación, igual que tú, cerré los ojos e hice una aparición en el jardín, ahí estabas con Scorp. La siguiente vez, fue cuando estuvimos en Atenas. Se hacía tarde y no llegabas de tu reunión y…
—Llegaste al restaurante en el que estaba y me salvaste de la tediosa charla de esos aburridos políticos. —Rió, recordando aquella noche. —Sin embargo… ¿por qué tú lo sentiste primero?
—Leí sobre eso, habían curiosos libros al respecto en Malfoy Manor. Es… eh… es algo que se reafirma cuando terminas de consolidar y aceptar tus sentimientos. —Esperó que lo entendiera con facilidad.
—Pero yo te amo, te amo desde que comenzamos a salir. —Volvió a fruncir el ceño. — ¿Y por qué tú lo comenzaste a sentir después?
—No se trata de cuándo te enamoras. —Habló con tranquilidad. —Yo también te amé desde que comenzamos a salir. El hecho consiste en cuándo aceptas la magnitud de esos sentimientos, todo lo que abarca y todo lo que significa.
Él, poco a poco, fue relajando su expresión. Comprendía a qué se refería Hermione. Aceptar tus sentimientos no solo era decir "te amo" o confirmar que estás enamorado, trataba también de lo que eras capaz de hacer por la otra persona, procurar su felicidad así no fuera a tu lado, aprender a aceptar el contraste entre tu luz y tus sombras porque ¿cómo podrías amar a otra persona cuando no te amas a ti mismo?
El amor podía llegar tan rápido que apenas te dabas cuenta pero también podía tardar y ser jodidamente lento; sin embargo, todo lo que en realidad implicaba, tomaba más tiempo en ser asimilado. Y aún más cuando el compromiso del "para siempre" estaba de por medio.
—Lo siento. —Murmuró Draco. —Siento tanto haber tar…
—Eso no importa ya, Draco. —Lo interrumpió. —No has dicho nada sobre el divorcio.
— ¿Qué podría decir? —Fue sincero expresando su decepción, casi parecía devastado. —Te dije que aceptaría lo que tú dijeras, ¿recuerdas? Esta es tu decisión y sé que la has pensado mucho, así que no dudo de tu juicio. Es cierto que preferiría que hubieras decidido lo contrario, pero si esto es lo que quieres, yo… lo acepto. —Suspiró, reclinándose sobre el sofá y pasando sus dedos por su cabello. —Te he hecho demasiado daño como para continuar hiriéndote, estaba fuera de mí y dije cosas que no sentía, actúe mal e hice todo mal, sigo haciendo todo mal. A este punto… no reconozco quién soy. No sé si fueron las palabras de Lucius las que me impulsaron a cometer tal error, no sé si fue mi orgullo y egoísmo, no sé si fue la persona que realmente soy quién se acostó con Astoria. ¿Lo ves? Sigo buscando justificaciones y excusas estúpidas. —Jaló su cabello, apretando los puños. —Lo que me importa es que estés bien, que tú y Scorpius sean felices y estén bien. Así que si crees que esto es lo mejor, lo acepto.
A Hermione no le extrañó que él accediera tan rápido al divorcio. Ella estaba completamente agotada, todo lo que había sucedido había drenado sus energías de todas las formas posibles; así que era de esperarse que Draco también se sintiera agotado y no tuviera la fuerza ni el ánimo para continuar siendo obstinado.
—Yo tampoco sé quién soy. Supongo que tenemos que volver a descubrirlo si queremos seguir adelante.
—Prométeme, por favor, que vas a tratar de dejar de odiarme y que trabajaremos juntos en conseguir que… nosotros… —Draco apuntó a ambos. —… que lo que tenemos vuelva a sentirse bien, confortable, que quizá podamos llegar a ser amigos o lo más cercano a ese término.
Él sabía que con sus palabras, estaba dando comienzo a un dolor que quizá fuera eterno.
Cada una de las cosas a las que fue aceptando mientras Hermione explicaba más sobre el divorcio, significó ir perdiendo todo poco a poco, y cuando estaban por tratar el punto más importante de todo ese lío, sabía que él mismo se había buscado ese tormento y que no habían dudas de que merecía tal tortura.
—Yo creo que lo mejor sería esperar a que Scorpius sea un poco más grande para decirle. —Era tan tonto continuar aferrándose a los últimos pedazos de lo que él había destruido, lo sabía y aun así lo intentaba.
—No vamos a seguir mintiéndole. —Masculló Hermione totalmente en contra. —Él tiene que saber que no estaremos juntos y que eso no significa que desaparecerás de su vida. Apenas tiene tres años, te necesita y sé que tú quieres estar a su lado.
—Quiero ser un verdadero padre para él.
—Y está en tus manos llegar a serlo. —Hizo un asentimiento con el mentón. —Lo siguiente es decírselo a Narcissa.
—No será necesario, madre ya te apoya. —Sonrió con un poco de amargura.
—Narcissa ha sido como una madre para mí en estos años, no quiero ser desagradecida con ella.
—De acuerdo.
Después de un largo tiempo, volvían a tener una charla sincera. Antes, solían ser transparentes el uno con el otro, aunque mantenían ciertos secretos, trataban de dejar ver sus matices entre sí. Resultaba fácil leer las expresiones del otro y saber si había algo que perturbaba sus pensamientos; no obstante, sentados en el sofá que los había cobijado tantas veces antes, ninguno pudo reconocer que era lo que el otro pensaba respecto a la sentencia que acaban de firmar. Y eso hizo que el silencio fuera más insoportable.
Si quería cumplir la promesa que le había hecho a Draco, tenía que dar el primer paso para eliminar la incomodidad.
—Te enviaré la solicitud de divorcio para que la firmes, en estos días. Y si tienes tiempo, quizá podamos llevar a Scorp a algún lugar para hablar con él. —Intentó conciliar.
Draco no hizo más que parpadear, manteniéndose en silencio por varios segundos. Entre sus tumultuosos pensamientos, logró hallar un pequeño resquicio de sensatez.
—Tenía intenciones de ocuparme del trabajo para no dejar muchos pendientes mientras estoy fuera con Scorpius, ya sabes, todavía tenemos que ir a la final del mundial. —Encogió los hombros, no queriendo darle mucha importancia.
Oh, cierto. La final de Quidditch.
—Lo había olvidado, perdón. —Mordió su labio inferior. —Yo estaré un poco más desocupada, pensé en no regresar de mi descanso en el trabajo. En realidad, ya lo hablé con Kingsley.
—Creí que amabas tu nuevo puesto.
—Sí, bueno, antes del caos de la banda de Pucey. —Suspiró. —Ese puesto representaba un medio para ascender a la dirección del Departamento de Seguridad Mágica. Sin embargo, ahora estoy tan exhausta de todo el revuelo político y criminal, que solo quiero tomar un respiro.
—Me parece bien que tomes un descanso. Y no tienes que preocuparte por el dinero, voy a apoyarte con los gastos. — La detuvo con un ademán cuando ella estuvo a punto de refutar. —Sé que puedes arreglártelas sola, no por nada eres la heroína del mundo mágico. Soy consciente de que tú sola has conseguido consolidar una pequeña fortuna que puede ampararte bastante bien. Solo quiero que sepas que cuentas conmigo y no solo económicamente.
Hermione le agradeció con una sonrisa, no podía ofrecerle más, ya que su confianza en él todavía estaba tambaleante.
—Se está haciendo tarde. —Ella se puso de pie. —Creo que por ahora, tenemos varios asuntos cubiertos, el resto se irá arreglando en la marcha.
Draco supo que esa era una invitación a irse, y su mente se nubló. Si alguien en ese momento habría intentado penetrar sus escudos mentales, lo habría conseguido demasiado fácil, ya por primera vez en muchos años bajó sus escudos, algo inaudito para un oclumante de su talla. Y a él no le importó.
En cada rincón de su cerebro resonaba lo mismo, ese era el fin, no más Draco y Hermione Malfoy, no más matrimonio, no más mañanas de despertar a su lado, ni caricias ni abrazos que gritaban te amo.
Permaneciendo en ese estado de estupor, se puso de pie y avanzó hacia Hermione. Al detenerse frente a ella, titubeó por un segundo y luego rodeó su cintura con un brazo, acercándola a él, sus ojos se enfrentaron y compartieron una mirada que ambos ya conocían y sin esperar otro segundo, la besó.
A comparación de su último beso, este no era voraz ni arrollador; era suave y anhelante, era una despedida en lugar de un hasta pronto. Draco dibujó la forma de sus labios con los suyos, su sabor era el mismo que tenía guardado en su memoria y se aseguró de perpetuarlo en la misma. En el fondo de su corazón había una gran hoguera, ardía tan fuerte como si supiera que pronto tenía que extinguirse y esas serían sus últimas llamas.
Bebió de sus labios como un alcohólico, no harto de embriagarse y feliz de continuar, estaba seguro que si fuera un dios esa sería su ambrosía.
Hermione, por otra parte, no intentó alejarse y respondió con las mismas ansias desde el primer instante. Ese beso representaba la última cuerda que su corazón todavía no había sido capaz de soltar, tan reticente y terco. Sus manos se deslizaron de los hombros a la nuca de Draco, en cuanto sus lenguas comenzaron a bailar un acompasado vals.
Nunca se trató de luchar por ser el que dominaba, cuando se besaban siempre fue conseguir que el mundo fuera solo de ellos, de ambos.
Incluso ella, deseó tan profundamente que todo fuera una horrible pesadilla, que cuando abriese los ojos, estos se empañasen por la luz que entraba por la ventana de su habitación y que los labios de Draco fueran los que la despertaban nuevamente. Sin embargo, era consciente de que no era más que un simple deseo. Lo único que persistió cuando abrió los ojos, fue que los labios de Draco todavía presionaban los suyos.
Su beso culminó, dejándoles la respiración un poco agitada. Ninguno retrocedió ni dejaron de tocarse, en su lugar, mantuvieron sus frentes juntas. Draco mantenía sus ojos cerrados, sin querer enfrentarse a la cruda realidad que aguardaba por él, y solo los abrió cuando las lágrimas de Hermione se deslizaron por sus pulgares, que sostenían sus mejillas.
Los dos sabían que por mucho que lo desearan, era imposible borrar el pasado.
Sus preciosos ojos estaban atestados de lágrimas y él no pudo soportarlo.
—Lo siento. Lo siento tanto. —Murmuró con voz ronca mientras sus propias lágrimas comenzaban a caer.
Quizá llegaría el día en el que Hermione finalmente lo perdonara pero él nunca podría perdonarse por todo el dolor y tristeza que le había causado. Podía afirmar que nunca habría tregua para sí mismo.
—Por favor, cuídalo mucho. No le quites la vista de encima, habrán muchas personas y con todo eso de la magia accidental, Scorp…
—Está bien, no te preocupes. Él es mi prioridad. —Afirmó Draco, intentando tranquilizar a Hermione. —Ya mandamos a instalar una carpa para todos, tiene protecciones y yo pondré otras adicionales tan pronto como lleguemos.
La bruja se inclinó un poco hacia él.
—¿Y te asegurarás de que Blaise no intente algo loco? —Susurró.
—Sí. Y tendré a la mano el teléfono muggle para responder cuando te comuniques con nosotros. Tampoco le daré dulces a Scorpius antes de dormir ni comeremos mariscos. Sé todo eso, soy su padre. —Apretó su hombro suavemente. —Y Theo viene con nosotros, así que tengo a alguien de apoyo para cuidar de los dos niños. ¿Tú estarás bien?
—Sí, no hay problema. —Señaló su propio equipaje. —Narcissa me invitó a ir con ella a una de sus villas en Francia y estaremos de regreso junto con ustedes. Llevaré a Volans conmigo.
Ambos miraron al cachorro que daba vueltas alrededor de Scorpius, ladrando en algunas ocasiones y haciendo reír al pequeño.
—Bien, creo que ya debemos irnos. —Su voz fue un poco más seria. —Sabes que Blaise suele tomarse su tiempo, debemos apurarlo sino queremos perder el traslador.
—Lo entiendo pero… no quiero separarme de Scorpius. Sé que estará bien contigo, aún así, es la primera vez que estará lejos de mí por tantos días.
La primera reacción de Draco fue intentar recriminarle que era ella quién se había negado a ir con ellos, la segunda fue abrazarla y reconfortarla, la tercera fue sonreír con empatía, pues él tampoco estaría feliz de separarse de su hijo.
E hizo lo tercero, no sin antes recordarse a sí mismo que ya no tenía la libertad para calmarla con un beso.
—Ya sabes que tengo el teléfono muggle a la mano, y siempre puedes mandarme un patronus. Nos vemos pronto. —Giró hacia su hijo. —Scorpius es hora de irnos, despídete de mamá.
Hermione envolvió al pequeño en sus brazos y respiró profundamente en su cuello, absorbiendo su aroma de bebé todavía presente en él, besó su frente y sus mejillas, finalmente dejándolo ir.
Después de que ambos se marcharan, ella tomó su propio equipaje y se metió a la chimenea para ir a Malfoy Manor. Narcissa ya la esperaba en la sala de estar, juntas tomaron el traslador y en pocos segundos estaban en una preciosa casa de campo.
La intención de Narcissa al invitarla a viajar junto a ella, fue que Hermione tuviera el tiempo y la calma necesaria para reconciliarse consigo misma y volviera a tomar las riendas de su vida como la mujer inquebrantable que era.
Y en sus largos paseos por los viñedos, en las horas frente a la ventana viendo al sol ocultarse y en medio de la oscuridad, teniéndose solo a ella; su corazón se reconstruyó con amor propio, fortaleza y perdón, sus heridas cicatrizaron y su miedo huyó.
Entonces, comenzó a perdonar a Draco, pero no por él o por lo que pudiera sentir, sino por ella, para dejar atrás el rencor que podría llegar a destruirla, para seguir adelante con su vida y el futuro que le esperaba, y que tras esos días con el corazón en la mano, se veía muy brillante.
No se engañaba, perdonarlo totalmente sería un camino largo, y aún estaba en el inicio, sin embargo, el perdón era un regalo que se daba a sí misma, y tenía a Scorpius, que era una razón muy valiosa para tomar ese camino.
Ya no se sentía agotada y había decidido avanzar. Pronto estaría bien.
—Mami y papi te quieren, cariño. Te queremos mucho y siempre estaremos junto a ti, pase lo que pase.
Acarició la mejilla de Scorpius suavemente y miró de reojo a Draco, preparándose para decir lo siguiente.
—Pero… —Tomó aliento. —Pero papá ya no regresará a casa, él vendrá a visitarte tantas veces como sean posibles y leerá y jugará Quidditch contigo. ¿Si, cielo?
— ¿Ero… ero papi... no casa? —Le preguntó a Draco con timidez.
—No, Scorp. Regresaré al departamento en el vivíamos cuando eras un bebé, podrás ir allí, tendrás tu habitación como aquí y puedes elegir cosas para decorarla, también vendré a casa para estar contigo. —Su tono fue alentador, logrando ocultar con éxito todos sus pensamientos catastróficos.
Habían estado viviendo varios meses sin Draco en casa, por ende, él y Hermione pensaban que la noticia no iba a ser de mucho impacto para Scorpius y le sería más fácil adaptarse a los nuevos cambios. A pesar de su molestia inicial cuando Draco se marchó de casa, no hubo más incidentes, y quizá si ambos continuaban siendo parte de su vida de la misma manera que lo habían venido haciendo, todo estaría bajo control.
—Te queremos y seguiremos siendo tus padres. —Continuó afirmando Draco.
—Puedes preguntar lo que sea, cariño y no pasa nada malo si lloras o extrañas mucho a papá.
Hermione no pudo resistir más y abrazó a Scorpius. Era consciente de lo mucho que él quería a su padre e iba a ser difícil aceptar que ellos ya no estarían juntos de manera definitiva. Había leído mucho sobre cuál era la mejor forma de hablar con su hijo sobre el divorcio y aunque no existía una forma de que fuera menos impactante, se aseguró que con sus palabras y su explicación, su pequeño no pensara que esto era de alguna manera culpa suya.
No obstante, cuando se separó de él, fue imposible que sus ojos no se llenaran de lágrimas cuando vio que otras resbalaban por las mejillas de Scorpius.
—Yo quero a papá en casa. Papá po… por favo. —Dirigió su mirada llorosa a Draco. —Por favo… papá.
Ver sus ojos grises tan parecidos a los suyos, nublados por lágrimas que era incapaz de retener, lo dejó sin palabras y con otra razón para odiarse. Secó sus mejillas con los pulgares y se acercó un poco más a él.
—Eres lo más importante para mí, siempre seré tu papá, te querré mucho y estaré a tu lado tanto como pueda.
El pequeño asintió lentamente y acortó la distancia entre él y su padre, aferrándose a su cuello.
Draco se sentó en el sofá con su hijo en brazos y se quedó así por casi dos horas, cuando Scorpius se quedó dormido y su agarre se aflojó.
Lo llevó a su habitación y con ayuda de Hermione, lo recostaron dentro de la cuna.
—Será mejor que organicemos un buen horario para las visitas, no será fácil para él al inicio. —Murmuró acariciando los rizos de Scorpius que estaban esparcidos por su almohada.
—No será necesario. Puedes venir a verlo cuando quieras, sin importar la hora, siempre y cuando me avises antes. —Giró, comenzando a caminar hacia la puerta. —Asegúrate de decirme que estás en camino y tienes la libertad de venir cuando lo desees.
Draco giró con sorpresa. Del mismo modo como sabía que Hermione no podría poner a Scorpius en su contra, también en el fondo, sabía que ella no podía ser tan restrictiva respecto al nuevo rumbo que tomaba su relación con el hijo que tenían en común. Ella era más sensata y mejor que eso. Y aun siendo consciente de ello, se sorprendía.
Era irónico que después de tantos años y tantas cosas vividas, continuara esperando lo peor de las personas. Incluso de Hermione.
—Gracias. —Dijo con la sinceridad impregnando cada una de las sílabas.
Regresaron a la sala de estar, quedándose de pie en el medio, con cierta incomodidad fluyendo entre ellos.
—Así que regresarás al departamento. —Aunque lo intentó con su tono, no pudo evitar que sonara como una pregunta.
—Sí. Te dije que no me gustaba Malfoy Manor. —Encogió los hombros, con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón. —Mientras estuve fuera, los elfos de la mansión me ayudaron a preparar y limpiar todo.
—Imaginé que habías vendido el departamento cuando lo dejamos.
—Tenía la intención de hacerlo, solo que… —Hizo un ligero mohín. —Ese lugar significa mucho, el apego es inevitable.
—Igual que con esta casa.
Cada uno observó alrededor, encontrando recuerdos en cada centímetro y esquina. Recuerdos que a pesar de que todo terminaba al día siguiente, en sus mentes y sus corazones.
— ¿Crees que duela? —Susurró Hermione. —Cuando se deshagan los lazos. — Aclaró tras observar su desconcierto.
—No los sentimos cuando los hicieron, quizá suceda lo mismo mañana.
—Ojalá sea así.
Draco no podía negarlo, estaba realmente asustado. De pequeño solía temer a la oscuridad, y de adulto, su vida se inundaba de ella; era tan aterrador.
Él dejaba ver que ya había aceptado que era imposible salvar algo y que ya no quedaba nada de lo que solían ser. Bueno, y eso era solo por fuera, ya que sucedía lo contrario en el interior.
Hermione, en cambio, sí lucía nerviosa y la incertidumbre brotaba por sus poros. Creía firmemente en su decisión, pero eso no restaba lo funesto que parecía el divorcio. Y todos esos sentimientos se agravaron con la reacción de Scorpius. Se sentía tan mal por hacerle eso a su hijo, arrebatarle a su familia. No obstante, era mejor así, antes de que se llenara de rencor, manteniendo un matrimonio en el que los reproches podrían saltar en cualquier instante, sin importar el contexto ni el tiempo que pasara.
Apretó los puños, reconociendo que al día siguiente esas mismas manos sostendrían la pluma con la que firmaría el ineludible desenlace.
Salió de la chimenea con la respiración agitada. Dio vueltas por la sala y pateó los sillones mientras tiraba de su corbata y de su saco.
Se detuvo, con la respiración aún más agitada. Concentrándose en los latidos de su corazón.
Y el vacío seguía allí.
Sus ojos aterrizaron sobre el mueble a dos metros de la chimenea, decorado con botellas de Hidromiel, Cerveza de mantequilla, Whiskey de Fuego y otra mezcla de bebidas mágicas y muggles, como distintas clases de vinos.
Podía imaginar lo fácil que sería coger una botella y beber de ella hasta perderse en la inconsciencia y en una nube de embriaguez. Beber hasta que por sus venas, en lugar de sangre, corriera alcohol.
Pero no lo haría. No sería tan cobarde como para hacerlo.
Arregló las mangas de su camisa y se encaminó hacia el segundo piso. Terminaría de reacomodar su habitación y comenzaría a planificar la decoración de la que ocuparía Scorpius.
No seguiría hundiéndose, debía salir a flote y ser un verdadero hombre y el padre que Scorpius merecía.
Tampoco se dejaría vencer, por muy tentadora que fuese esa opción.
Estaba por llegar al segundo nivel, cuando oyó que alguien llegaba por medio de la chimenea.
—Sé que estás en casa Draco, trae tu culo a la sala que tenemos un partido de Quidditch con Theo. —Exclamó Blaise en voz muy alta. — ¿Es que acaso estás deprimido? Si es así puedo traerte helado de Fortescue, no me cuesta nada darme una vuelta por el Callejón Diagon. ¿Draco?
Bueno, podría hundirse en su miseria y su futuro destruido, pero también podía tomar su escoba y darle una paliza a Blaise en Quidditch.
Sí, lo último sonaba mejor.
—Estoy aquí, no necesito nada de helado, no soy una jodida niña. —Masculló entre dientes. —Quédate ahí, me quito el traje y busco mi escoba. Nos vamos en diez minutos.
Hermione, en medio de su somnolencia, oyó un quejido seguido de un sollozo. Giró en su cama, y el sollozo se convirtió en un fuerte llanto. Salió de su cama rápidamente, poniéndose las pantuflas con torpeza y menos de cinco segundos después, estaba entrando en la habitación de Scorpius.
Su pequeño ángel tenía las mejillas bañadas en lágrimas y sus desconsolados sollozos le rompían el corazón.
Lo tomó en brazos, tocando su frente para verificar que no tuviera temperatura alta, al no notar nada fuera de lo normal, lo llevó a su habitación con ella y tomó su varita para hacer un rápido hechizo de medimagia con el que podría identificar algún malestar, y tampoco encontró nada.
—Tranquilo cariño, shh… mamá está aquí… shh...—Lo meció dando vueltas por la habitación. —Cálmate, cálmate por favor.
Pasaron más de veinte minutos sin que consiguiera calmar a Scorpius. Él seguía llorando afligido y sin querer decir por qué ni responder sus preguntas. Eso desesperaba a Hermione, quien se vio cogiendo un abrigo y una cobija para el niño, y recurriendo a la primera persona que cruzó por su mente.
Lanzó los polvos flú en la chimenea y después salió gritando su nombre.
— ¡Draco! ¡Draco! ¡POR MERLÍN, MALFOY, DESPIERTA!
No pasó mucho hasta que oyera a Draco bajar por las escaleras, terminando de colocarse la parte superior de sus pijamas.
— ¿Qué pasa? ¿Está todo bien?
—Es Scorp, no deja de llorar desde hace media hora. Ya revisé si le duele algo pero no hay nada. Llora y no sé por qué. —Explicó desesperada.
Draco avanzó hacia ella y tomó a Scorpius suavemente, el pequeño gimoteó mientras rodeaba el cuello de su padre con sus brazos.
Ambos Malfoy dieron vueltas por la estancia, Hermione se dejó caer en uno de los sofás en tanto los observaba. Draco murmuraba palabras solo para Scorpius y dejaba besos en su sien repetidamente. Así fue dejando de llorar, hasta quedar aletargado en los brazos de su padre.
Draco no dejó de caminar hasta asegurarse que Scorpius estuviera profundamente dormido.
—Lo llevaré a la habitación que tengo para él. —Le susurró a Hermione, quien se levantó un poco adormilada y fue hacia Draco para dejar un beso en la frente de su hijo. —Puedes ir a la cocina a beber té o café o lo que desees.
Ella asintió, aunque se quedó esperando hasta que él terminara de subir las escaleras.
Después fue a la cocina y se detuvo en la puerta cuando observó la barra de desayuno, el recuerdo de Draco pidiéndole que se casara con él, azotó su mente.
—Y yo… ¡Jodido Salazar! Hermione… cásate conmigo.
Era como verse a sí misma y a Draco, de pie a cada lado de la barra. Ver a Draco deslizando una pequeña caja de terciopelo hacia ella, con las mejillas un poco sonrojadas.
—Además yo… te… yo te amo y no me veo dando ese paso con alguien más, por lo que no es necesario que desperdicies tu precioso cerebro pensando en que solo lo hago por el bebé.
Sonrió con cierta nostalgia.
—Si decides que el apellido y los derechos que el bebé reciba no importan, hazlo porque te amo y me encantaría poder llamarte mi esposa.
Cuando era más joven, soñó con una romántica propuesta de matrimonio, en cambio sucedió de manera tan distinta y sin embargo, le pareció lo más romántico. No necesitaba sorpresas y flores, ni música, ni un elegante restaurante cuando el hombre que amaba le pedía compartir su vida juntos.
—Si. Draco, sí quiero casarme contigo.
Oh, dulce Merlín.
Aun cuando seguía adelante, buscando reconstruir su futuro: regresaba al pasado. Lo positivo era que por más que los recuerdos permanecían frescos en su memoria, ya no resultaban dolorosos, solo traían nostalgia y letargos de la felicidad que sintió en ese entonces.
En su vida de ensueño, con su pequeña y preciosa familia.
— ¿Todo bien? —Oyó preguntar a Draco detrás de ella.
Sacudió la cabeza, mutando su sonrisa a otra un poco menos nostálgica.
—Sí, solo estaba tratando de recordar dónde guardábamos el té.
Aquella noche, la situación con Scorpius pareció calmarse. Hicieron lo posible para que pasara más tiempo con Draco y así sintiera menos su ausencia. Retomaron sus cenas y almuerzos junto a Narcissa y Blaise, incluyendo como novedad a Theo.
Y era tal cual una marea baja.
Hasta que una mañana, Scorpius despertó con mucha fiebre y náuseas. Hermione utilizó su teléfono muggle para avisar a Draco y se fue a San Mungo.
Tras dejar a su pequeño al cuidado de los medimagos, se quedó en la sala de espera, a dónde Draco llegó minutos después.
— ¿Qué pasó con Scorpius? —Le preguntó agitado.
—No tengo ni la más mínima idea. No entiendo qué estamos haciendo mal.
—¿Qué? —Su rostro se desencajó.
—Draco, Scorpius es un niño saludable, cuidamos su alimentación y estamos pendientes a su desarrollo, si no tiene problemas con su lenguaje o el habla, si tiene problemas de atención, si se relaciona con su entorno de acuerdo a lo que es propio de su edad. —Enumeró con un toque de desesperación. — ¿En serio crees que esto es algo físico? No, Draco, esto es emocional.
—Es un niño, está expuesto a resfriados y gérmenes. —Trató de darle su propia explicación. Una negación de lo que en el fondo sabía que era verdad. —No tiene que relacionarse a lo que dices, no hemos hecho tantos cambios como para que pueda afectarle a este grado.
—Seguimos redundando en lo mismo. —Pasó las manos por su cabello desordenado. —Es un niño. Es sensible y tiene consciencia de lo que sucede a su alrededor.
— ¿Entonces qué hacemos?
—Ayudarlo a afrontar esto, ayudarnos a nosotros mismos para ser su soporte.
Y para sorpresa de nadie, Hermione tenía razón.
Los medimagos no identificaron ninguna infección o un resfriado, ni cualquier otra sintomatología. Incluso revisaron su cerebro, debido al accidente que el pequeño sufrió meses atrás, para descartar alguna afección desencadenante de aquella caída. Y dieron con que sus niveles de serotonina estaban muy bajos, del mismo modo que los de una persona con depresión.
La sanadora Johnnes se reunió con ellos luego de la valoración de sus colegas, y les recomendó visitar a una psicóloga en el mundo muggle quien había nacido como squib.
Lo hicieron. Sacaron la cita y luego de su segunda consulta, les informó que Scorpius tenía depresión infantil. Era lo que le reveló las entrevistas con ellos y con el niño, siendo además que cumplía con la mayoría de los criterios diagnósticos.
Tristeza frecuente o episodios de llanto.
Falta de energía.
Quejas sobre malestares físicos.
Disminución del rendimiento escolar.
Hostilidad extrema.
Sensación de culpa o responsabilidad por las cosas malas que le sucedían.
Sensibilidad extrema al rechazo o poca resistencia ante los fallos o errores.
Cambios en los hábitos de sueño.
Tras ello la sensación de culpa se trasladó a ellos.
Por ende, se involucraron mucho en las sesiones e indicaciones de la psicóloga. Cada uno tomó la mano de Scorpius y lo acompañaron en el tratamiento, con la esperanza de que volviera a ser el niño risueño y feliz que solía ser.
Tiempo después, Draco y Hermione también tomaron ayuda psicológica por separado. En un inicio, la motivación era ser un soporte más fuerte para Scorpius, y más tarde comprendieron que la salud mental es tan importante como la física.
Ambos sabían que por más que pasarán años y las pesadillas ya no los acecharan, todavía había algo que despertaba el miedo que sintieron durante la guerra; que pudieron haber olvidado esos tiempos oscuros pero no estaban superados.
Así que mientras sus corazones sanaban, fueron capaces de liberar las verdades que ninguno fue capaz de decírselas al otro.
Y reconocieron que no solo era cerrar la puerta y tirar la llave a sus espaldas, pues no era necesario cerrar la puerta con alguna llave, sino cerrar la puerta y saber que tú eras la única persona que decidía abrirla o la mantenerla cerrada, y no había ningún problema con cualquiera de las dos opciones.
Fue de esa forma como poco a poco, sus fantasmas y sombras personales, fueron alejándose.
Era un familiar día de picnic, en un gran campo abierto en Escocia y en pleno verano.
Hermione estaba sentada bajo un árbol, sosteniendo un libro con Scorpius recostado en su regazo.
Blaise charlaba y compartía besos con su novia, ambos sentados sobre una manta.
Theo estaba al lado de Narcissa, conversando animadamente, al tiempo que veía de reojo a Atheal y a Daphne, quienes paseaban alrededor de las flores, recogiendo algunas y adornando sus cabellos con otras.
Harry jugaba con James, mientras Ginny ayudaba a Albus a caminar sosteniendo sus manos y besando sus mejillas.
Draco estaba de pie sobre una pequeña colina, observándolos a todos y deteniéndose un poco más en la figura adormilada de Hermione.
Se distrajo cuando sintió una palmada en su hombro, giró encontrándose a Theo detrás de él.
—Es un pasaje hermoso, ¿cierto? —Comentó, quedándose a su lado. —Me parece increíble que haya sido Blaise quién encontró este lugar.
—Sí, claro. —Le respondió en tono aburrido.
— ¿Pasa algo?
El rubio no quiso contestar esa interrogante y decidió cambiar de tema.
— ¿Cómo está todo entre Daphne y tú? —Vio cambiar la expresión en el rostro de su amigo.
—Realmente bien, a decir verdad. ¿Recuerdas cuando viajamos al último campeonato de Quidditch? —El otro mago asintió. —Bueno, para el viaje me dijo que ella se ocuparía de Atheal, me sorprendió, y no quise arruinar su entusiasmo, así que acepté pero le pedí a los elfos que cuidaran de mi hija. Otra sorpresa fue que cuando regresamos, no hubo ningún problema, los elfos estaban complacidos con el actuar de Daphne.
— ¿Y desde entonces, Daphne se convirtió en su madre? —Elevó una ceja. Aún inseguro sobre su vieja compañera.
—Para tu incredulidad, sí, es una madre genial. —Sonrió de lado. — ¿Y sabes qué? —Se inclinó un poco hacia su amigo. —Hemos hablado sobre tener un bebé, uno propio. Aunque amamos a Atheal como si fuera nuestra, eso no se discute.
—Felicidades. —Dijo sinceramente.
Porque en serio se sentía feliz por su amigo, ya que después de perder a la que quizá fue el amor de su vida, Theo recogió su corazón y tras ver a la mujer de su vida ser feliz, aceptó que las cosas sucedían por algo y que las segundas oportunidades se podían dar, ofrecer y tomar. Así lo hizo, y consiguió formar la familia que tanto solía anhelar.
Reflexionando sobre Theo y Daphne, Draco recordó algo que su madre le dijo hacía muchos años, cuando era reticente a regresar a Hogwarts para repetir su último año.
Apretó el hombro de su amigo, y con la mirada fija en Hermione, que se veía tan bella dormida, rememoró aquella frase.
—Siempre hay un mañana para volver a comenzar.
FIN
Espero haber cumplido sus expectativas y que la espera haya sido recompensada.
Al escribir este capítulo, con la playlist del fic de fondo, he sido un total desastre. Esta historia significa mucho para mí, así que despegarme de ella ha sido complicado. He llorado por Hermione, por Draco y por Scorpius. Y para aclarar, yo no lloro fácilmente, el rizador de pestañas y la cebolla son lo único por lo que puedo llorar. Editarlo ha sido aún peor, pero me siento contenta con el resultado.
Gracias por esperar y por leer este capítulo, no olviden dejar sus reviews y...
NOS VEMOS EN EL EPÍLOGO!
