Bueno chicos aquí acaba este libro, el ultimo de la saga por ahora, entonces ¿quieren que les traiga el spin off de Koga y Ayame? Si es así pónganlo en los comentarios por favor, también ¿les acomoda que la actualización de capítulos sea los miércoles o prefieren los domingos como antes? Me avisas porfa.
Disfruten la lectura y espero pasaran un muy buen día de san Valentín.
Familia Yokai
Inuno nos llevó de vuelta a Chicago, pero no a la gran finca que compartía con Izayoi. Una vez que llegamos a las afueras de la zona metropolitana, descendimos en la parte posterior de una iglesia de dos pisos. Era bien pasada la medianoche, por lo que no había luces encendidas en el interior. Sin embargo, todo el ruido de los edificios de los alrededores hizo imposible discernir si estaba vacío. Puede ser que fuera tarde, pero partes de Chicago seguían muy despiertas, y nos encontrábamos justo fuera del distrito más concurrido de la ciudad. Inuyasha cambió el paquete que sostenía y seguimos a Inuno a la puerta lateral. Con la rapidez con la que Inuno nos había impulsado aquí, no había sido capaz de confirmar quién estaba en el abrigo porque el viento había arrebatado mis palabras.
- Es Sango, ¿no es así? - Ahora, la pregunta se disparó de mí como una bala de un arma. La puerta lateral se abrió e Inuno entró.
- Sí. - Inuyasha me miró, dudando. El alivio volvió mis rodillas gelatina. La alegría me mantuvo en posición vertical, y la ansiedad hizo a mi estómago tambalearse. Todavía podía ver dos piezas distintas debajo del abrigo que Inuyasha sostenía.
- ¿Eso es Sango? - dijo Tate con incredulidad.
- Tienes razón; Miroku te va a matar, y eso solo si ella regresa de esta. Si no lo hace, va a mantenerte con vida para que pueda torturarte durante siglos. – Koga dejó escapar un silbido.
- ¿Puede volver de esto? - Temor por mi mejor amiga hizo que mi voz temblara, no preocupación por la predicción de Koga. Claro, otros demonios dijeron que solo un hueso de sus hermanos podría matarlos, pero la decapitación mata a un cien por ciento del resto de la población.
- Considero que estamos a punto de averiguarlo - murmuró Inuyasha.
Luego desapareció en el interior por la misma puerta que lo había hecho Inuno. Los seguí, demasiado preocupada acerca de Sango para comentar acerca de la ironía de la elección de una iglesia para ver si alguien marcada con esencia demoníaca podría resucitarse a sí misma. La sección trasera tenía una pequeña cocina, tres oficinas y un baño. Inuno y Inuyasha pasaron por todos ellos, entrando en el santuario principal por una puerta lateral. La esencia de velas, incienso, y pulidor de madera perfumaba el aire. Vidrieras bordeaban el perímetro superior del santuario, transformando la luz ordinaria de la calle en rayos de malva, azul, ámbar y esmeralda. Los colores iluminaron las bancas vacías, el área de coro, y la cruz que colgaba al frente y al centro sobre el altar.
Moroha estaba por debajo de ella, flanqueada por Gorgon, Izayoi, y un hombre humano que me resultaba vagamente familiar. No les presté a ninguno de ellos una segunda mirada porque no podía apartar los ojos lejos de mi hija. Estaba viva. Entera. Sin heridas. Mientras miraba, se apoderó de mí el deseo de abrazarla mientras la giraba en delirantes círculos, feliz, y con la urgencia de dejarme caer a mis rodillas mientras sollozaba mi agradecimiento a Dios. Ambas acciones la alarmarían. Ya había hecho grandes progresos por estar allí de pie en lugar de correr o tratar de apuñalar a nadie, y verme descomponerme en un ataque de histeria difícilmente sería tranquilizador. En su lugar, le sonreí mientras me acercaba con pasos lentos y medidos.
- Hola, Moroha. Veo que has conocido a mis amigos. - Esos matices de colores bailaban sobre su cara mientras daba un paso hacia mí, con la cabeza inclinada hacia un lado.
- Me quedé con ellos como pediste - dijo con su voz aguda y musical.
¿Al igual que pedí? Antes de que pudiera preguntarle a qué se refería, Tate me pasó empujándome con los hombros, deteniéndose cuando vio a Moroha. Por su expresión atónita, no había creído lo que le dije acerca de Sango hasta ese momento.
- Moroha - respiró con el mismo susurro reverente que la mayoría de las personas utilizan cuando están en la iglesia. Entonces cayó de rodillas, sus anchos hombros empezando a temblar por los sollozos. Sus ojos se abrieron, y ella miró hacia atrás. Sí, alarmada, como había imaginado. Le di un codazo a Tate.
- Recomponte, estas asustándola - dije mientras mantenía la sonrisa en mi rostro.
Inuyasha proporcionó una amplia distracción cuando puso el abrigo voluminoso sobre la banca más cercana. Mientras desprendía la tela empapada de sangre, no fui la única quien jadeó a lo que estaba debajo. Una réplica exacta de la cabeza de Moroha descansaba contra el pequeño y delgado cuerpo. Pequeños, pálidos brazos cruzados, casi haciendo que pareciera que la doble sin cabeza estaba abrazándola contra su pecho. Tan inquietante como la vista era, estaba más molesta de que no hubiera ni un atisbo de regeneración en los tejidos expuestos. Sango no se estaba recuperando de la horrible lesión. Inuyasha tenía la misma preocupación.
- Nathaniel ¿por qué no le ha crecido una nueva cabeza todavía? - dijo firmemente. Nathaniel. Ahora lo recordaba; el pelirrojo desgarbado era relativamente mucho más viejo que Sango. Una vez había sido marcado por esencia demoniaca, también, que es el por qué no había envejecido en los siglos desde entonces.
- ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que esto sucedió? - preguntó Nathaniel, sonando más inquisitivo que preocupado.
- Casi dos horas - dice Inuyasha.
Lógicamente, sabía que estaba en lo cierto, pero se sentía como solo minutos desde que habíamos dejado el depósito de libros. Emociones actuaron como su propio tipo de máquina del tiempo, ralentizando o avanzando rápido dependiendo de las circunstancias.
- ¿Porque eso se ve como yo? - preguntó Moroha en un tono muy calmado. Contuve mi gemido. Había estado tan ansiosa por Sango que no había pensado en proteger su mirada. Un día en el trabajo y ya era una mala madre, dejando que mi niña mirara un cuerpo decapitado.
- Um, creo que debemos ir a la otra habitación… - comencé.
- Ella es un cambia formas - interrumpió Inuyasha, respondiendo a la pregunta en lugar de preocuparse por lo que Moroha vio. Tal vez era porque todavía estaba borracho de sangre de demonio.
- Los cambia formas pueden transformarse en cualquier cosa que ven o se imaginan. Dado que las personas estaban detrás de ti, esta eligió su forma. Eso permitió a Gorgon llevarte lejos sin que supieran que te habías ido. - Cuando Moroha siguió mirándole con esa carita de cachorro curioso, Inuyasha explicó.
- ¿Por qué me ayuda? - preguntó.
- Porque es mi amiga, y sabía que no quería que murieras. - Le respondí, mi voz resonante de emoción. Por un breve momento, la máscara facial de Moroha se agrietó de una manera que nunca había visto antes. Su boca poco a poco curvándose en una tentativa sonrisa.
- Su engaño fue brillante - dijo en su lengua vernácula demasiado formal.
Terrible Momento de Madre Numero dos: no me atreví a decirle a Moroha que no había sabido sobre el cambio de Sango hasta los últimos segundos antes de que la espada de Thonos se balanceara. No habría admitido que había sido incapaz de cumplir con mi promesa de mantenerla a salvo solo unos minutos después de la hice, ya que Moroha me había sonreído. Mentí para conseguir otra de esas.
- Gracias - digo, luchando con otra urgencia de abrazarla.
- Pero ahora está muerta, deberías llevarla lejos antes de que comience a oler. – Su sonrisa se desvaneció, demasiado rápidamente mientras agitaba su mano frente a su nariz con disgusto.
Me estremecí, tanto en el razonamiento frío y el temor de que podría estar en lo cierto. ¡Querido Dios, por favor, deja a Sango volver de esto! Lo que había hecho iba más allá de la amistad, y más allá de la valentía. No podía soportar que pudiera haber desaparecido para siempre por su desinteresado acto. Incluso el pensamiento me hizo querer llorar sobre sus restos hasta que no quedara nada en mí.
- No "eso". Ella, Moroha. Ella se llama Sango. - dije con voz ronca
Teníamos una batalla cuesta arriba para desprogramar todo de la formación sin conciencia de Madigan. Moroha tenía siete años, y su número de muertos podría ser docenas, pero de alguna forma dentro de esa cáscara militante prematuramente envejecida era una niñita. Solo tenía que pelar las capas para encontrarla.
- Y Sango no está muerta - añadí con una rápida oración de que estuviera en lo correcto.
- Regresará de esto. - Moroha expresó su duda con un lento y solemne parpadeo.
- Está regresando, niña. Me ocurrió la misma cosa una vez, y aquí estoy, todo en una pieza. Estará bien. Ya verás. - acordó Nathaniel, su tono confiado era un bálsamo para mis miedos.
- Mejor escuchar la esperanza de alguien, amigo, o una vez Miroku llegue, todos estaremos jo… - Koga lanzó una mirada sardónica a la cruz sobre nosotros.
- Completamente conscientes. Completamente conscientes de cuán terrible sería su perdida. - interrumpí.
- Mi lenguaje es la menor de sus preocupaciones, Parca Negra. Cierto, pero… - Koga bufó.
- Todo el mundo tiene que comenzar en alguna parte, Koga. – le dije, mirándolo con la promesa de castrarlo con plata si se atrevía a seguir con su lenguaje frente a mi hija.
- Silencio. Siento algo. - La voz de Inuno cortó a través de la iglesia, arrastrando los ojos de todos hacia él.
A su grave expresión, me tensé. ¿Nos había seguido hasta aquí uno de los miembros del concejo y Guardianes de la Ley? Entonces un ruido crepitante chasqueó mi mirada de regreso a la banca, y aspiré un horrorizado aliento. La cabeza decapitada de no Moroha se hundió, la piel y el tejido evaporándose con la misma rapidez que Trové lo hizo cuando lo apuñalé una segunda vez en el ojo. Esa corona de cabello castaño sucio cambió también, curvándose en la nada como siendo quemado por llamas invisible. En cuestión de segundos, solo un cráneo desnudo había quedado. Un grito escapó de mí cuando, con un pop, implosionó dentro de sí mismo, desapareciendo hasta que todo lo que quedaba era una pequeña pila de polvo.
- No - susurré.
¡Oh, Sango, ¡no! Algo onduló sobre los restos sin cabeza, de color grisáceo y tan rápido que me recordó a los Remnants durante un frenesí asesino. Luego cambió, convirtiéndose en un rosa más pálido en lugar de ceniza, explotando sobre la pequeña forma sin vida como ola tras ola de golpes de surf. En lugar de contraerse, el cuerpo de la no Moroha se hinchó, incrementándose hasta ropas que se habían hundido del exceso de material ahora estirado y apretado. No recuerdo moverme hacia ella, pero de alguna forma estaba de pie sobre la banca, mirando abajo con incredulidad como color caoba satinado parecía derramarse desde el enorme agujero en su cuello. Un globo pálido siguió, expandiéndose como un balón debajo de un grifo corriendo libremente. Otro borrón de movimiento y se convirtieron en características distinguibles en medio del lienzo de su nueva piel. Justo cuando el botón superior se desprendió de su camisa manchada de sangre de su cuerpo para llenar sus proporciones normales con curvas, pestañas oscuras se abrieron, revelando ojos color avellana parpadeando hacia mí.
- Kagome ¿Fun… funcionó? - dijo Sango con voz áspera. Me hundí a mis rodillas, un feliz sollozo estallando fuera de mí. Fue la única respuesta de la que fui capaz.
La gran nave se balanceaba arriba y abajo en las olas agitadas del Atlántico, sujeta en el lugar por el ancla que habíamos dejado caer hace una hora. PARCA solía estar estampado en negro a través del casco, pero ahora decía RESPIRAR en letras de color verde espuma de mar. Me gustaba más el nuevo nombre. Significaba el cambio de dirección en mi vida. La Parca Negra no estaba más, para todos los intentos y propósitos. Al menos por un buen, buen rato.
La sociedad yokai y oni creía que Inuyasha y yo habíamos desaparecido porque estaba sobrecogida por el dolor, y él estaba enojado realmente con su cogobernante. Solo un puñado de personas sabía que ningún escenario era correcto. La mayoría de esas personas se habían reunido en la rocosa costa de Nueva Escocia cerca de dos kilómetros de donde estaba anclado nuestro barco. No habíamos tenido la oportunidad de decir un adiós apropiado antes, especialmente con algunos de ellos estando al otro lado del mundo, mientras los acontecimientos estaban pasando en Detroit y Chicago. Esto resolvió lo que había pasado hace un par de semanas desde entonces. Ahora, Miroku ya no trataba de golpear a Inuno y a Inuyasha al verlos. Todavía los miraba mal, sin embargo, y su brazo parecía estar soldado permanentemente al costado de Sango. Ni siquiera la dejó ir cuando ella me abrazó después de que Inuyasha y yo salimos de nuestro bote.
- Por milésima vez, estoy bien - lo reprendió Sango, apretándole la mano.
- Aunque nunca quiero hacer eso de nuevo. No fue realmente doloroso, pero ¿sabes que todavía podía ver por unos segundos antes de desmayarme? Si hubiera tenido pegado un estómago, habría vomitado a ciencia cierta. - Entonces me dio una sonrisa torcida.
Siempre estaría agradecida, y sorprendida, por lo que ella había hecho. Que pudiera bromear al respecto ahora mostraba cuán profundo corría su valentía. En cuanto a Moroha, estábamos enseñándole un discurso normal en lugar de su jerga de estilo milicia, entre las muchas otras formas en que tratábamos de reacondicionar el entrenamiento de Madigan. Tomaría un tiempo, y estaba bien con eso. Se rió por primera vez ayer, cuando mi madre había golpeado las cabezas de Tate e Inuyasha con un mero recién capturado después de que los dos hombres habían estado riñendo sobre la mejor manera de prepararlo. Nosotros cinco en el mismo bote había hecho a mi madre murmurar "Vamos a necesitar un barco más grande" más de una vez, pero estaba tan feliz como nunca la había visto. Si yo que nunca había pensado en ser madre, ella realmente nunca pensó en ser abuela, y parecía hacer su misión compensar los errores de crianza que había cometido conmigo prodigando amor a Moroha.
- Es mi segunda oportunidad - había dicho, mirándome con remordimiento en sus ojos azules.
Entendí la silenciosa disculpa, y la acepté. A veces, todo el mundo merecía una segunda oportunidad. Es por eso por lo que un fantasma ahora se cernía sobre el Respira, permaneciendo en el barco con Moroha, Tate, y mamá mientras que Inuyasha y yo nos despedíamos. Don no tenía a nadie a quien necesitara decir adiós. Como un fantasma, podía pasar rápidamente de un lugar a otro con facilidad, sobre todo porque la esencia de Midoriko actuaba como una especie de GPS en mis venas.
Además, no se estaba quedando en el barco mientras viajábamos. Inuyasha no lo había perdonado y tal vez nunca lo haría, pero ante mi insistencia, a Don le estaba permitido visitar a Moroha por un par de horas, cada pocos días. Una vez que eligiéramos un lugar más permanente al que llamar casa, podría colgar su ectoplasma cerca si quería. La familia era la familia, y ¿qué si algunos miembros no se llevaban bien? Bueno, queríamos darle a Moroha una educación tan normal como fuera posible, en una casa con dos papás, una mamá, una abuela y un tío fantasma. No se volvería más normal que eso.
- Voy a extrañarte - le dije a Sango, liberándola de mi abrazo.
- También voy a extrañarte, pero vamos a vernos la una a la otra después de que te instales en alguna parte. - Sonrió, parpadeando para alejar el brillo en sus ojos color avellana.
- No demasiado pronto después de eso - murmuró Miroku en voz baja.
- Escuché eso. - Sango le dio un golpe simulado.
La mirada que le dirigió a ella era tan amorosa, que no me importó que Miroku de alguna forma nos odiara en este momento. Él era maravilloso para mi mejor amiga, que era lo importante. Además, no podía culparlo por estar enojado, a pesar de que Sango actuó por su propia voluntad. Cuando amas a alguien, la idea de casi perderlos te volvía loco. ¿Quién era yo para juzgarlo por eso?
- Hasta la vista, amigo - dijo Inuyasha, tendiéndole la mano. Miroku la miró. Entonces la agarró, utilizándola para tirar de Inuyasha en un abrazo rápido y firme.
- Hasta la vista, Bestia - dijo con voz segura.
Escondí mi sonrisa. Sabía que él perdonaría a Inuyasha finalmente después de un par de años media década como mucho. Su historia era demasiado larga y con múltiples capas para que no lo hiciera. Entonces Inuyasha se volvió hacia la voluptuosa yokai rubio fresa que estaba de pie a la izquierda de Miroku. Nosotros estábamos en una playa rocosa con rocío salino salpicándonos, y Shiory todavía se había vestido para la oficina. Incluso llevaba tacones. Su maquillaje se veía un poco peor por el desgaste, pero eso era de las lágrimas derramándose de sus ojos color champaña.
- Oh, Crispín, te echaré mucho de menos - dijo cuando la envolvió en un abrazo.
Una vez, la visión de Inuyasha abrazando a su examante me habría llenado de celos. Ahora, solo me sentía mal por Shiory. Lo había amado desde que los dos eran humanos, y mientras Inuyasha tenía un gran afecto por ella, nunca se había sentido de la misma manera. Tenía la esperanza de que un día, encontrara a alguien para amar quien la amara de regreso. A pesar de sus defectos, y un incidente muy memorable el día en que nos conocimos, Shiory había demostrado ser muy leal. Es por eso por lo que Inuyasha confió en ella con este, su mayor secreto.
- Vas a ser un padre maravilloso. - Oí su susurro cuando ella lo dejó ir.
- Ya lo es - le dije, sonriendo a Inuyasha.
- Tuvimos un comienzo difícil, pero resultaste ser una buena persona. - Luego abracé a Shiory.
- ¿Qué es un intento de matarnos la una a la otra entre amigas, verdad, querida? - Su resoplido de alguna manera era propio de una dama.
- Mis pensamientos exactos. - Me reí cuando la dejé ir.
- ¿Podemos pasar esto de largo? Tengo lugares en lo que estar y gente a la que follar. -declaró una voz aburrida.
- Koga, no voy a abrazarte - dije mientras me acercaba a él.
- Te conozco bien, así que te despediré con esto. - le di una bofetada lo suficientemente dura para voltear su cabeza hacia un lado.
- Finalmente, me das lo que quiero. Sabía que me amabas, Parca Negra. - Cuando se había enderezado, me lanzó una sonrisa maliciosa.
- Oh, desde el principio - le aseguré, rodando mis ojos. Inuyasha agarró a Koga, abrazándolo mientras los dos intercambiaban palmadas de hombres en la espalda.
- Te veo pronto, primo - declaró Inuyasha cuando terminaron.
- En realidad lo harás - respondió Koga, guiñándome un ojo.
Conseguí abrazos de oso de Juan, Dave, y Cooper el siguiente. Cambiar había erradicado la mayor parte del daño que Madigan había hecho, pero Cooper siempre se vería en el lado áspero de la delgadez en lugar de su voluminoso cuerpo normal.
- Los voy a extrañar mucho, chicos. Manténgase a salvo, ¿quieren? - les dije.
- Inuyasha está dejando a Inuno cuidando nuestras espaldas mientras estás fuera, así que, ¿cómo no podríamos? - Cooper dejó escapar un gruñido divertido.
- He estado encerrado aprendiendo a controlar mi hambre, así que dime una cosa, Kagome: ¿Él está muerto? - Entonces su expresión se volvió seria.
- Sí. Madigan está muerto – dije firmemente.
No había estado allí para verlo. Ni tampoco lo había estado Inuyasha. Inuno había ejecutado a nuestro antiguo némesis, quitando su cabeza con una explosión de ese poder increíble. Madigan nunca supo qué lo golpeó, había dicho Don. En un momento, había estado balbuceando acerca de los colores de crayones que le gustaban; al siguiente, ya no estaba más. El Madigan que había destruido tantas vidas no se merecía un final tan fácil, pero todo lo que habíamos tenido para dejar era su caparazón. Hacer que ese caparazón pagara por los crímenes del otro no me parecía justo. Concederle la misericordia de una muerte rápida y sin dolor lo hizo.
Incluso el caparazón sabía demasiado para que Moroha estuviera segura. Una forma oscura apareció en el cielo oscuro por encima de nosotros, ahuyentando esa línea de pensamiento. Entonces esa forma se dejó caer con velocidad cercana a la del sonido, aterrizando de espaldas a nosotros a una docena de metros de distancia. Solo tenía que ver el largo cabello negro azotado en el viento para saber que era Inuno. Le concedo al antiguo faraón el saber cómo hacer una entrada. Cuando se dio la vuelta, esperaba que la mujer estrechada contra su pecho fuera Izayoi. Cuando vi el corto y espeso cabello negro, y un tono de piel decididamente más oscuro, me quedé atónita.
- ¿Por qué está ella aquí? - dije jadeando. Midoriko se desprendió de Inuno con majestuosa gracia, pero parecía tan sorprendida de verme como había estado de verla.
- Dijiste que tenías negocios críticos conmigo, Inuno. ¿En su lugar, me has traído aquí por venganza? - dijo ella, con la voz más fría que la temperatura de la brisa de la tarde.
- No. Estás aquí para serte recordada tu palabra, Majestic. - dijo Inuyasha, agarrando mi mano y tirando de mí hacia adelante.
¿Él iba a decirle que Moroha estaba todavía viva? Dios mío, ¿por qué? ¡Estábamos casi listos con nuestras despedidas y en nuestro camino a una salida limpia! Entonces me detuve. Inuyasha nunca pondría en peligro a Moroha, así que ¿qué me estaba perdiendo? Una sombra apareció en mi visión periférica, y después de un vistazo, la empujé a un lado. Solo un fantasma. Había estado atrayéndolos como la peste atraía a las moscas, lo cual era el por qué estábamos pasando unos pocos meses en un barco antes de establecernos bien en Nueva Zelanda o en Australia. Los fantasmas no frecuentaban el agua abierta, y para el momento en que tomáramos nuestra decisión de a dónde ir, y llevar a Moroha hasta el punto en donde pudiera interactuar con la gente sin lanzar grandes banderas rojas, el poder de Midoriko estaría fuera de mi sistema. Hasta entonces, tendría que enviar a este lejos con instrucciones de no repetir nada de lo que hubiera visto u oído. Lo mismo que había hecho con todos los demás últimamente, y…
- ¡Por supuesto! - dije en voz alta. Las cejas de Midoriko subieron como diciendo, ¿estás compartiendo con el resto de la clase o no?
- Inuyasha está en lo cierto, no estás aquí porque queremos venganza. No la necesitamos. Moroha está viva. - dije secamente. La boca de Midoriko en realidad cayó, entonces me miró de un modo extraño, como si se preguntara si mi mente se había roto por el dolor.
- No veo cómo eso es posible - dijo en un tono neutral.
- Un demonio cambia formas quien nos hizo un favor. Solo puedes matar a los demonios de una manera, y la decapitación no lo es. - le informé.
- Si la persona ejecutada no era la niña, ¿por qué me lo dirías? - La sospecha y la incredulidad compitieron en sus rasgos antes de que se volvieran perfectamente lisos.
- Eres la única persona que puede encontrarnos sin buscar matarte. Con esos esbirros vaporosos tuyos, nadie puede ocultarse de ti. - declaró Inuyasha.
- Así que, si algunos fantasmas cuentan cuentos de una extraña familia de yokais que encontraron, puedes ordenarles que se callen. Mi poder para mandar a los fantasmas se desvanecerá, pero el tuyo nunca lo hará. Es por eso por lo que estamos contándote acerca de Moroha. Vas a ayudarnos a mantenerla en secreto. - añadí.
- Y tú querrás hacer eso, porque si la noticia de su supervivencia se extiende, podrás ser considerada una cómplice en engañar al consejo yokai. - La boca de Inuyasha se curvó.
- ¿Cómo? - preguntó Midoriko sin rodeos.
- Con esto - dijo Koga en un tono alegre. Todos nos volvimos.
- Tengo algunas fotos encantadoras de ti hablando con Inuyasha, Kagome y Inuno, pero es el barco en el fondo el que realmente lo hace incriminatorio. - Levantó una cámara, sonriendo.
- Además, lo harás porque si no lo haces, puedo arrancar tu cabeza desde dos ciudades de distancia. - la sonrisa de Inuno era lo suficientemente amplia como para mostrar sus colmillos.
- Puedo enviar a Remnants detrás de ti desde la misma distancia, así que vamos a prescindir de las amenazas. - Midoriko dejó escapar una risa aguda ante eso.
- Sí, vamos. En lugar de ello, ¿por qué no intentamos algo que ninguno de nuestras especies ha sido capaz de hacer antes? Vamos a confiar el uno en el otro. - les dije a la vez.
- De vuelta en Nueva Orleans, juraste por tu sangre que, si había una ejecución pública, dejarías a Moroha y al resto de nosotros solos. Conseguiste tu ejecución. Ahora danos nuestra paz, y vamos a prometer hacer lo mismo contigo y tu gente. - Le tendí la mano, mirando a los ojos avellana de Midoriko.
- ¿Estás preparada para esconderla hasta que muera de muerte natural? Con su línea de sangre, eso podría ser un tiempo muy largo. - Ella miró a mi mano, luego al barco más allá.
- Entonces eso es el tiempo que vamos a estar lejos. Inuno se ha comprometido a manejar las cuestiones con su gente, y yo nunca fui una mariposa social de todos modos. - le contesté de manera uniforme.
- ¿Renunciarías a tanto por el hijo de otro hombre? - Su mirada se desvió después hacia Inuyasha.
- Moroha es mi bebé. Puede no ser mi hija biológica, pero eso simplemente significa que va a tener dos padres. - respondió Inuyasha al instante.
Midoriko miró al barco de nuevo. Yo también. Tate estaba en la cubierta, Moroha de pie junto a él. Ella tenía a Helsing en sus brazos, como de costumbre. Para mi gran alegría, a Moroha le encantaba tener una mascota, y mi gatito tomó el afecto adicional como su pago por la enorme deuda que le debía de estarlo dejando solo tanto tiempo. Era casi de noche, pero todavía podía ver los nuevos reflejos rubios en su cabello negro. A ella le encantaba el sol, aunque tuvimos que untarla con mucho bloqueador ya que se bronceaba muy fácilmente. Tal vez pasaba tanto tiempo en este ahora porque lo había visto pocas veces antes. Entonces Midoriko miró hacia mí.
- Vamos a confiar la una en la otra, entonces. Después de miles de años, es más allá del momento para que nuestras dos especies traten de llevarse en lugar de las amenazas y muerte. - Con un atisbo de una sonrisa sardónica, agarró mi mano.
- Más vale tarde que nunca - le dije, apretándole la mano.
Cuando nos soltamos, tomé la de Inuyasha, saboreando la sensación de su carne y el poder que se acurrucó a mi alrededor con su propia caricia. Podríamos lograr cualquier cosa juntos. No había creído eso antes, pero lo hacía ahora.
- Inuno. Ya que estamos todos de acuerdo, necesitas regresarme a mi ciudad. Tengo que asegurarme de que nadie más de mi gente me desobedezca como hicieron los de Detroit. - dijo Midoriko, volviéndose hacia el otro yokai.
- El trabajo de una reina nunca termina - le dije a la ligera.
- Tampoco el de una madre, Parca Negra, como pronto descubrirás. - Ahora su risa era conocedora.
Miré al barco otra vez, agitando la mano esta vez. Tate devolvió el saludo. Moroha lo miró, y a mí, y levantó la mano, dándole un meneo tentativo. No podría estar más orgullosa si ella hubiera compuesto un soneto y lo hubiera clavado a una claraboya, lanzando un cuchillo desde cincuenta pasos.
- No puedo esperar para averiguarlo, lo cual es por qué estoy empezando ahora. ¿Inuyasha? - Cuando volví a mirar a Midoriko, yo estaba sonriendo.
- He estado listo desde hace siglos, gatita. Es a ti a la que le toma más tiempo comprender las cosas, como siempre. - Él soltó un bufido. No pude detener mi sonrisa.
- Así que ya no esperemos más. Todo el mundo... los veremos de nuevo, a algunos prontos, a algunos más tarde, pero como dicen los yokais, hasta luego. - Entonces, en vez de subir de nuevo al bote y remar, lo agarré y volé.
Fin
