Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 12
Abrí las cortinas maravillándome con el nuevo amanecer.
Me estaba acostumbrando a la hermosa vista de Central Park cada mañana, sobre todo al ruido de la ciudad sin importar la hora y de lo transitado de las avenidas.
¿Y cómo no? Tres semanas desde que regresamos a la ciudad, ya era toda una neoyorquina.
No podía negar que era un estilo de vida completamente contrastante al mío. Pero algo interesante había en el cambio, podía ser mi novio. ¡Ja! Se escuchaba bonito decir que mi esposo, era mi novio.
La señora Cope se reía por mis disparates. A ella le resultaba demasiado graciosa mi forma de hablar.
— Bella, ¿me estás escuchando? —preguntó al no oír mi voz—. Puedes estar tranquila, no existe ningún reporte policial hecho por Esme o Carlisle. No hay nada que indique que ellos estaban mal o separados.
Fruncí los labios y volteé hacía la puerta cuando escuché el timbre.
— Gracias, señora Cope. Tengo que colgar porque están llamando a la puerta.
— Bien, cariño. Besos a todos.
Suspiré.
Edward no podía ser porque acababa de irse al consultorio.
Abrí la puerta. Una mujer alta y de hermosa tez trigueña me sonrió amablemente.
— Buenos días —saludó ofreciéndome una taza— soy la nueva vecina.
La miré cómo diciendo, ¿y…?
— Mi nombre es Leah —dijo antes de entrar a la estancia. Pareció examinar cada rincón o mueble y luego me miró con interés—. ¿Podrías regalarme un poco de crema? A causa de la mudanza no he podido ir al supermercado.
— Ah… no tengo crema —mentí, por supuesto que tenía pero no quería compartir.
Sus ojos negros se estrecharon.
— ¿No tomas café?
— No.
— ¿Y tu esposo?
Ladee la cabeza. El sexto sentido subdesarrollado que tenía se encendió a luz naranja.
— Son demasiadas preguntas —le dije.
Ella resopló y sus hombros se hundieron.
— Soy nueva en la ciudad. Realmente me siento muy sola, estoy intentando ser amable con todos los vecinos del edificio y obtener un poco de crema para mí café.
— ¿Cómo sabes de mi esposo?
— Todo el edificio sabe que son los recién casados y que tienen una niña.
Eso no podía ser cierto. En el edificio a nadie le importaba la vida de los demás, inclusive te podrías estar muriendo en pleno pasillo y nadie se acercaría auxiliarte.
Mordisquee mis labios poniéndole atención a su rostro. Era una mujer que probablemente tenía treinta años y la alianza en su dedo anular me decía que estaba casada. O podía ser viuda.
— ¿De dónde vienes? —pregunté.
— Del piso de abajo —se soltó a reír ante su broma mal ejecutada. No me reí, tan solo la seguí mirando fijo—. Soy de Forks —respondió seriamente— mi esposo vino por un negocio y decidí acompañarlo. ¿Me darás un poco de crema? —ella insistió.
— No tengo —seguí con la mentira—. ¿Qué más sabes de mí?
— Nada más.
Caminó hacia la puerta visiblemente nerviosa y salió sin siquiera despedirse. Cerré inmediatamente apoyando la espalda en la madera.
— ¿Qué rayos fue eso? —murmuré.
Sacudí la cabeza. Mi día había empezado y necesita grabar contenido para mis redes.
No era tan complicado cómo creí. La distancia no había significado una disminución de contenido, había vuelto a recuperar el ritmo de mis tiktoks, y Alice seguía apoyándome.
Fue triste. No podía negar que la despedida me dolió, sin embargo, la sensación de congoja desapareció cuando vi el rostro entusiasta de Lili, ella lo valía todo.
Sin mentir. Estás tres semanas junto a Edward habían sido un remolino de emociones, manos de tentáculos me querían vencer dejándome sin fuerza para quitarlas de mi cuerpo.
Cada día se volvía más complicado resistirme a sus besos y deseos. El quería sexo y yo aún no estaba lista para llegar a esa parte.
Froté mi frente.
Era la tercera vez en la semana que la señora Greene venía a una consulta quejándose de un dolor inexistente. No era tonto, sabía que eran pretextos porque las radiografías no mentían y su dentadura estaba perfecta y libre de caries.
— Señora… tendré que referir su caso a un especialista.
Ella de inmediato se sentó en el diván y abotonó discretamente esos dos botones que dejan ver el valle de sus senos.
— Pero, usted es especialista, ¿no?
La miré apenas unos segundos antes de fijar mi vista en Claire, mi asistente. Ella era consciente de cada mentira de la señora Greene.
— Claire —murmuré— te daré el expediente para que lo envíes por fax al Dr. Gerandy.
— Correcto —dijo Claire conteniendo su risa.
— No, espera… —la señora Greene salió detrás de ella.
Resoplé. ¿Qué pasaba con el gremio femenino?
Caminé al lavabo y lavé mis manos... Estaba deseoso por volver con mis chicas.
.
Llegar al apartamento ahora tenía otro sentido. Uno muy especial y no me refería al delicioso aroma a comida cada tarde.
— Hola, estoy en casa.
Apenas entré. Bella se lanzó a mis brazos y enredó sus piernas en mi cadera. La atrapé.
— Te extrañé —murmuró enterrando su rostro en mi cuello.
Sostuve sus nalgas con mis manos impidiendo que fuera a caer.
— Cada día me acostumbro más a tus recibimientos —dejé un corto beso en sus labios— me haces muy feliz.
Ella suspiró complacida.
Caminé al sofá donde me senté con Bella en mi regazo. Llevando una mano a su largo cabello marrón, retiré algunos mechones de su hermoso rostro. Estaba libre de maquillaje y supuse que había hecho su rutina de limpieza como cada noche.
»¿Dónde está Bombón? —Era extraño que no hubiera aparecido corriendo junto a Bella.
— Hoy durmió temprano —murmuró—, la he notado cabizbaja.
— Es extraño. Lili tiene demasiada energía.
Mordiendo su labio inferior, me miró
— El día ha sido extraño —dijo.
— ¿Por qué lo dices?
— Por la mañana llegó una vecina. De la nada vino a pedirme crema para el café y no sé… tengo el presentimiento de que mentía.
— ¿Mentía en qué sentido?
— Ya sabes. Era obvio que buscaba un pretexto para entrar.
— Tal vez es de esas señoras inoportunas que quieren saber la vida de todos.
— Mmm… no creo. Dijo se llamaba Leah, es joven y bonita —frunció el ceño— ¿no será una ex tuya?
Me quedé pensativo y seguí la broma.
— ¿Dices que es hermosa y de buen cuerpo? Pudiera ser.
Bella frunció el ceño. Su semblante había pasado de la alegría al enojo en segundos. Mi chica era absurdamente celosa y también exagerada.
Intentó bajarse de mi regazo, mas yo se lo impedí al abrazarla fuertemente.
»No seas tonta —sostuve su rostro y la miré—, no tengo ojos para nadie más.
Esbozó una sonrisa. Ella sabía que me traía como loco y podía hacer de mí lo que le diera su gana.
— La cena está lista —intentó volverse a poner de pie y yo tiré de su mano.
— Dame un beso —pedí.
Sus labios se posaron con suavidad en los míos, en un beso delicado y tierno. Como cada beso que compartíamos. No obstante, yo necesitaba más… y no era que me quejara de sus besos, para nada, simplemente quería pasar a la siguiente fase.
Gruñí cuando mi lengua entró en su boca. Envolví delicadamente su cintura y la apreté fuertemente. Bella gimió disfrutando mi beso mientras la iba recostando sobre el sofá.
Tumbado encima de su cuerpo seguí explorando y deleitándome con su piel.
— Edward…
— ¿Mmm? —gruñí mientras descendía por el valle de sus senos y mis manos se regocijaban con sus caderas.
— Creo… —suspiró— deberíamos… parar.
— No quiero.
La escuché exhalar pesadamente.
— Es que —jadeó— Bombón puede vernos.
Bufé.
Me quedé paralizado sosteniendo mi cuerpo con mis antebrazos. Levanté mi vista poco a poco hacia el rostro de Bella. Tenía sus ojos fuertemente cerrados y sus labios entreabiertos mientras su respiración era irregular.
— Ya no podemos seguir así —me quité de su cuerpo, ayudándola a sentarse—. Ambos lo queremos, nena.
Bella acomodó su vestido y me sonrió. Su cabello estaba despeinado haciéndola lucir sexy.
— Pienso que es muy precipitado —dijo—, debemos de tomarnos todo con calma y esperar.
Me recargue en el sofá después de resoplar.
— ¿Por qué? —pregunté— ¿por qué quieres esperar? Somos dos adultos, eres mi novia y es normal que tengamos sexo.
Bella sostuvo entre sus dientes su labio inferior. Fui consciente de lo que ese pequeño gesto provocó en mí, y era obvio que ella también lo notó porque inmediatamente se incorporó y yo también lo hice, acercándome y robándole otro beso apasionado.
— Edward —Bella habló, empujando ligeramente mi pecho— debo ir a dormir.
Seguimos besándonos mientras caminábamos hacia la puerta de la habitación, sin despegar nuestras bocas acerqué su menuda figura a la puerta y lo atrapé con mi cuerpo.
— ¿Cuánto más tengo que esperar? —mis manos inquietas amasaron sus senos.
Ella suspiró.
— Un poco.
— ¿Cuánto? —insistí sin dejar de atormentar sus senos.
— No sé… —logró escapar abriendo la puerta— hasta mañana, Edward.
Parpadee. Era en serio. ¿Bella me cerró la puerta en las narices?
Me asusté.
Lili se había despertado en medio de la madrugada. No dejaba de removerse entre quejidos.
Mis manos temblaban. Se volvían tan torpes cuando necesitaba agilidad.
Tratando de tranquilizarme tomé un largo respiro y pacientemente dejé un paño húmedo sobre la frente de Lili. Su fiebre había disminuido, ya no sudaba, sin embargo seguía estando muy calentita de su cuerpo.
Sus dientes rechinaron y ella se movió haciéndose bolita en la cama.
No sabía nada de niños. Realmente antes nunca me había preocupado por nadie que no fuese yo. Pero podía darme cuenta que no era normal su estado.
Mi niña no había probado bocado el día entero, añadiendo que había vomitado varias veces y su energía era poca. Había pasado dormitando sobre el sofá.
— Mami —murmuró sin abrir los ojos—, no te vayas.
Froté su frente con mis dedos y soplé su cabello empapado en sudor.
— Despierta mi amor —susurré.
Ella intentó abrir sus ojos y una mueca de dolor pintó su precioso rostro. Empezó a quejarse y el pánico se apoderó de mí al verla vomitar sobre las sábanas.
Quise levantar su cuerpo y ella empezó a llorar. Se quejaba.
Sabía qué algo le dolía.
— Edward —articulé viendo hacia la puerta. Eran casi las 3 am y sabía que era de sueño pesado—. Edward, ven pronto.
Quise gritar y no podía, tan solo sentí una sensación extraña extenderse en mi pecho.
»¡Edward, ayuda! —cargué a la niña en mis brazos y salí de la habitación—. Edward, despierta.
Él se removió sobre el sofá frotando las manos en su rostro. La estancia estaba en penumbra, nos reconoció de inmediato.
— Mierda —se incorporó de un salto— ¿qué tiene? —preguntó confundido tocando el rostro de Lili—. Bella, debemos llevarla a la sala de emergencias.
.
Había mordido las uñas de mis manos en cuatro horas de espera. En ese tiempo mis pensamientos se arremolinaron en mi cabeza haciéndome dudar de la crianza de mi sobrina, posiblemente no era una buena madre para ella.
— ¿Lili está bien? —pregunté al doctor mientras la auscultaba.
Él me miró y sonrió gentil. Era un hombre joven, lo cual me hizo creer que no tenía experiencia y por esa razón tardaba en responder.
— Los análisis indican que tiene gastroenteritis viral. También está un poco deshidratada —explicó él—. Es común en niños de su edad este tipo de virus, ¿Lili tiene alergias a algún medicamento?
Miré a Edward en busca de ayuda. No recordaba si tenía alergias.
— No tiene alergias —respondió Edward muy seguro de sí.
— Entonces, enviaré la receta a la farmacia de su elección —murmuró el médico—. Si llega a tener otro malestar deben traerla inmediatamente, por ahora la dejaremos dormir un poco más antes de enviarla a casa. No será necesario hacer reposo.
El hombre salió de la habitación sin dejar de hacer anotaciones en su laptop.
Edward me abrazó y me sentí reconfortada.
Observé a Lili aun dormida en la camilla. Era tan pequeña, viéndose tan inocente y frágil. Quizá esa era la parte que más miedo me daba. Su vulnerabilidad.
— Tengo miedo no ser suficiente para ella —me escuché decir.
— Bella, no has hecho nada mal —Edward me hizo voltear a verlo y llevó sus dedos a mi mentón. Estaba tratando de hacerme sentir menos miserable—. Ambos estamos aprendiendo a ser padres y quizá en muchas cosas erremos y nunca seamos los mejores. Sin embargo, la haremos sentir la niña más amada y segura.
— No quiero que nada le pase, no puedo verla así —lo abracé, enterrando mi rostro en su pecho—. No me gusta saber que algo le duele.
Los dedos de Edward frotaron mi espalda.
— Tal vez es el precio de ser padres —aseguró—, ya nunca vuelves a estar tranquilo porque los hijos lo son todo.
— ¿Te arrepientes de tenerla con nosotros?
— No. Nunca podría.
— Yo tampoco. Siento que mi vida sin ella no tendría sentido.
— ¿Alguna vez pensaste en hijos? —preguntó haciéndome mirarlo.
— No —susurré—. Es decir, hace años pensé en cómo me vería siendo mamá, solo que después de horas esa idea se desvaneció quedándose guardada hasta que pasó lo de… —guardé silencio—. ¿Y tú pensaste en ser padre?
Él sonrió.
— Sí. Bueno, ahora soy padre, así que estoy bien —se encogió de hombros—. Creo que estamos bien, ¿no?
Asentí y él me envolvió en sus brazos apoyando su mentón en mi cabeza.
Estábamos de acuerdo en que Lili era prioridad para los dos. Tal vez con aciertos, otras veces con errores, pero siendo ella lo más importante para los dos.
¡Hola! ¿Opiniones que quieran compartir conmigo? En el siguiente capítulo sabrán de Sam.
Agradecida con cada favorito, follows y reviews para la historia.
Para imágenes alusivas respecto a cada capítulo pueden unirse a mi grupo de Facebook: link en el perfil.
Aquí los nombres de quienes amablemente comentaron el capítulo anterior: Jimena, terewee, patito feo, Jade HSos, solecitopucheta, ALBANIDIA, miop, Ale Stewart, Peerla Salvatore Swan, Dulce Carolina, Cassandra Cantu, PaolaValencia, dery 05, rociolujan, jupy, Pepita GY, Torrespera172, NarMaVeg, Lily, Claryflynn98, Veronica, Adriu, mrs puff, cocoa blizzard, Wenday14, Claryflynn98, NaNYs SANZ, sandy56, Rut Barreiro, Adriana Ruiz, Jane Bells, Gigi, Adriana Molina, Elizabeth Marie Cullen, Mapi13, Rosemarie28, Cinthyvillalobo, Iza, francicullen, Patty, Lizdayanna, ElizabhelSwan23, Kasslpz, saraipineda44, Lili Cullen-Swan, Antonella Masen, Dryzzila, Tata XOXO, Noriitha, Gabby352, Daniela Masen y comentarios Guest.
¡Gracias totales por leer!🍭
