Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 15

Al registrarnos en el hotel Edward continuaba hablando por celular. Lo hizo desde que bajamos del avión, estaba dando instrucciones sobre sus pacientes.

Comprendí que tomar decisiones precipitadas afectaba en su apretada agenda de odontólogo, por ende no podíamos permanecer tanto tiempo lejos de su consultorio, nos permitimos solo elegir una semana.

— ¿Por qué dos habitaciones? —preguntó confundido cuando le di la tarjeta de su habitación. Observó la tarjeta por los dos lados, y me miró.

— Porque una es para Bombón y para mí —aclaré—, la otra es tuya.

— Bella, ¿pretendes que duerma solo?

Encogí débilmente mis hombros.

— Pensé que deseabas dormir en una cama después de meses de ocupar un sofá.

— Sí quiero dormir en una cama, Bella. En la tuya.

Apreté los labios en línea recta evitando sonreír. Edward no tenía idea de la emoción que sentía por tocar ese tema pendiente entre nosotros.

— Me gustaría hablar contigo. Hay un tema que debemos tratar —dije lo más bajo posible.

Me distraje cuando Lili encendió la televisión y se sentó en el piso poniendo atención a la pantalla. Momento después me centré en Edward de nuevo y vi claramente su ceño fruncido.

Enarqué las cejas y él resopló.

— ¿Por qué cada vez que intentamos hablar, algo sucede? —Cuestionó—. No hemos podido siquiera tener un noviazgo normal. Estoy siendo paciente. Mucho. Aunque no niego que me gustaría que fuéramos una pareja normal.

Estreché los ojos.

— ¿Acaso crees que no deseo tener un poco de paz? No he estado tranquila desde que me dieron la noticia del deceso de mi hermana —exhalé—. Por si no te has dado cuenta no somos una pareja normal, Edward. No lo fuimos desde que nos casamos por cuidar de nuestra sobrina.

— Entonces, busquemos serlo —llevó ambas manos a su pelo, viéndose desesperado—. Quiero tener una relación seria contigo, Bella.

— ¡Y la tenemos!

— No es verdad.

— Por Dios, Edward. No me dirás que estas enojado porque no dejo quedarte conmigo.

Edward dio media vuelta, marchándose. Me asomé desde la puerta y lo vi entrar en su habitación sin darme una sola mirada.

»¡Vaya! —Exclamé—. Sí está enojado.

El resto de la mañana no supe de él, supuse que seguía molesto conmigo, sin embargo teníamos el tiempo contado, también un compromiso y debíamos iniciarlo.

Puntualmente a las 5 pm toqué su puerta.

— ¡Tío Ewwi!

Edward recibió a Bombón en sus brazos como cada que lo nombraba de esa manera. Ella tenía un favoritismo especial por su tío y esa parte la respetaba, aunque a mí me doliera por no ser yo la favorita.

— Hola princesa. ¿Sabes a dónde iremos?

Lili frunció el entrecejo y luego sacudió su cabellera castaña llena de rulos.

»Será una sorpresa. Estoy seguro que te pondrás feliz de verla.

Lo miré caminar delante de mí y con la niña en sus brazos. Bien, él seguía enojado, era obvio porque no me dedicó ninguna mirada a mí.

.

Decidir que la señora Cope cuidara de Bombón mientras nosotros empezábamos nuestras propias averiguaciones, fue la mejor opción.

— No tardaremos —prometió Edward cuando Lili fue directo a la cocina.

Bombón y la señora Cope empezarían a hornear unas galletas con chispas de chocolate en cuanto nosotros nos fuéramos.

— Suerte, chicos —la señora Cope nos sonrió.

Subimos al auto en total silencio. Fue demasiado incómodo recorrer el trayecto hasta View 32. Una vez vi la edificación frente a mis ojos y me armé de valor.

— ¿Podemos hablar? —lancé la pregunta sin sonar desesperada.

— No quiero discutir.

— Tampoco lo quiero —le dije mientras lo veía concentrado en estacionarse—, quisiera que pudiéramos hablar sobre algo que no te he dicho y que es importante.

Edward volteó a verme al mismo tiempo que apagaba el motor del auto, apenas lo escuché rechinar los dientes cuando bajó y rodeó el auto para abrir la puerta y ayudarme a bajar.

Edward podía ser el hombre más malhumorado, pero siempre sería el más caballeroso.

— Cambiemos de tema, Bella —rumió.

Levanté la mirada y contemplé por un momento el modesto edificio donde Esme y Carlisle vivieron. Era un complejo de apartamentos bastante silencioso.

— Lo haré con la condición de que dejes de mirarme con esos ojotes, me molesta que lo hagas porque siento que me acusas de algo que no tengo la culpa.

Llevó una mano a mi cintura y me guió hacia el interior del lugar.

— ¿Qué entiendes por una relación? —preguntó mientras caminábamos y pasábamos las grandes puertas de vidrio de la entrada. Lo miré con las cejas muy juntas y él sonrió antes de sacudir su cabeza—. A veces me provocas ternura, Bella. Otras veces me haces enojar —llevó un brazo a mis hombros acercándome a él y besó mi sien—. Creo que me he enamorado de ti sin darme cuenta.

Mi corazón empezó a bombear con más fuerza dentro de mi pecho. Era emoción pura al escuchar su revelación, era la primera vez que me decía que me amaba.

— Eres tan romántico —respondí con sarcasmo.

Había descubierto que para Edward los lugares eran lo de menos; él podía decirme que quería tener sexo conmigo o decir que se había enamorado de mí sin ser el tipo más cuidadoso. Él decía lo que sentía en el momentos que necesitaba decirlo, sin ser lo más relevante el lugar o la hora.

Rio.

— Lo digo en serio, Bella. Me siento como un idiota enamorado de ti. Y justo quiero que nuestra relación pase a otro nivel y tú decides rechazarme.

— No lo hago a propósito.

— Ya. Está bien, cambiemos de tema.

— ¿Te has vuelto a enfadar?

Edward me hizo detener y acunó mi rostro entre sus manos. Sus ojos habían vuelto a tener ese brillo hermoso que iluminaba su mirada y lo hacía lucir salvaje.

— No estoy enfadado, Bella. Tengo miedo por lo que vayamos a descubrir —admitió.

— Estamos juntos, ¿no?

— Lo estamos.

Reanudamos nuestro camino con nuestras manos unidas y utilizamos el ascensor hasta el cuarto piso, específicamente hasta el apartamento 7 letra D.

También me sentía nerviosa y tenía miedo, pero lo que menos deseaba era transmitir a Edward todas las emociones que me estaban sobrepasando.

Caminamos hasta el apartamento continúo. Edward presionó el timbre. Un hombre maduro, quizá de algunos cuarenta y tantos años nos abrió la puerta. Nos reconoció al instante y nos regaló una leve sonrisa.

— He, hola —nos saludó con un apretón de manos.

— Buenas tardes —Edward respondió— ¿nos recuerdas?

El hombre asintió.

— Necesitamos hacerle algunas preguntas —dije—, sobre sus vecinos.

El hombre restregó los dedos en su frente, se veía un poco adormilado. Nos hizo pasar a su casa, sentándonos en los sofás y nos ofreció un vaso con agua.

— Bueno, mi nombre es Eleazar —murmuró seguido de un bostezo— mi esposa seguramente sabrá informales más que yo, solo que tendrán que esperar a que vuelva del supermercado.

— Esperaremos —aceptó Edward.

Pasó quizás media hora y Eleazar nos estuvo entreteniendo con una conversación sobre su trabajo como guardia de seguridad en una tienda y el poco tiempo qué pasaba en familia. Nosotros lo escuchábamos atentamente cuando su esposa, Carmen entró en el apartamento.

— Hola, Bella —dijo ella al reconocerme. Amablemente nos saludó manteniendo su sonrisa—. ¿Qué hacen aquí?

Edward abrió la boca y Eleazar le quitó la palabra.

— Ellos quieren saber sobre Esme y Carlisle, mujer —le explicó Eleazar— quieren que les cuentes sobre lo que veías de ellos. Les dije que tú sabes más que yo porque yo trabajo de noche y duermo de día.

Carmen era una mujer joven, mucho más que Eleazar. Estaban esperando su primer hijo, tenía una barriga de seis meses según lo dicho. Ella acariciaba su vientre hinchado como si tuviera comezón su piel.

— Me alegro que hayan podido adoptar a la niña —mencionó ella— con ustedes debe estar mucho mejor que con cualquiera.

Le sonreí.

— Te gustaría compartir con nosotros si mirabas algo extraño en mi hermana y su esposo —comenté.

— Por supuesto, no hay problema —ella accedió llevando un poco de cabello oscuro detrás de sus orejas—. Pues lo único extraño es que Esme no salía de su apartamento, era muy solitaria y callada. Pocas veces las vi saliendo de su casa, de hecho me llamaba la atención que Lili siempre estaba viendo desde la ventana y era la manera como me daba cuenta de su crecimiento.

Hice una mueca. Era triste descubrir el poco interés que Esme tenía en su hija.

— Nosotros recogimos su correspondencia —dijo Eleazar poniendo unas cuantas cartas sobre mis manos—. Es de varios meses.

Leí rápidamente descubriendo que eran las facturas, quizá pidiendo el pago de los meses sin pagar. Mi decepción fue evidente, esto no era ningún avance.

— ¿Nunca llegaste a escuchar algo extraño entre ellos? No sé, tipo golpes —preguntó Edward.

Carmen frunció el entrecejo, mirándonos.

— Bueno, que yo sepa —murmuró Carmen— los vecinos no estaban juntos.

Edward y yo compartimos miradas.

— ¿Qué quieres decir? —inquirí.

— Antes de que pasara el accidente ellos no vivían juntos —aseguró Carmen—. Carlisle no vivía con ellas desde semanas antes.

— Pero las pertenencias de mi hermano fueron sacadas de ese apartamento —Edward señaló— incluso su licencia de conducir tenía la misma dirección.

Carmen encogió sus hombros.

— Yo solo estoy diciendo lo que veía —murmuró avergonzada—. Quizá su amiga tenga más información para ustedes.

— ¿Su amiga? —Edward y yo preguntamos al mismo tiempo—. ¿Qué amiga?

— Leah —reveló Carmen—. Era una chica que solía visitarla aunque no con frecuencia.

¿Leah?

Mi estómago se revolvió, ¿qué pieza ocupaba ella en este rompecabezas?


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