Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 23

Edward

— El hombre está negando todos los cargos, no es tonto —dijo el detective caminando junto a mí—. Aunque fue encontrada información de interés que puede perjudicar su alegada inocencia.

— ¿De qué se trata?

Él volteó a mirarme.

— Es confidencial, hasta que se logre iniciar un proceso en su contra. Lo que me extraña es ¿por qué no actuar antes? Dejaste pasar mucho tiempo, según contaste.

Exhalé. La llovizna caía ligeramente sobre nosotros y empezaba a humedecer mi gabardina.

— Fue después de lo que te conté —le recordé—. Que su esposa entrara en mi casa y dijera textualmente lo que planeaban sin ningún tipo de remordimiento, me alertó, haciéndome pensar que podían llevar a cabo su planes cualquier día. Y no puedo permitirlo, no cuando soy el responsable de mi familia.

Él asintió llevando una mano a mi hombro.

— No te preocupes, Edward. Pasarán algunos años para que Uley esté libre —aseveró—. ¿No es ella tu esposa?

Miré hacia la entrada del edificio y sonreí al ver a Bella con Bombón en sus brazos. Me acerqué a ellas para darles la buena noticia.

— ¿Qué está pasando, Edward? —preguntó interesada.

Le quité a la niña de sus brazos y la sostuve en los míos, mientras ella se acercaba a mi cuerpo y rodeaba mi torso con sus manos.

— Bueno, estaba cansado de este sucio juego —le dije—, lo denuncié por acoso y también por intento de secuestro. Es tiempo de que caiga quien tenga que caer.

Bella elevó su rostro y me dedicó una hermosa sonrisa.

— ¿Dime que lo han atrapado?

— Lo hicieron —murmuré antes de dejar un corto beso en sus labios.

La abracé fuertemente.

— ¿Por qué no me dijiste nada?

— No quería preocuparte, nena —besé su cabello y la guié hacia el auto—. Iremos a casa de Victoria, ahí pasaremos la noche.

.

El apartamento de Victoria era amplio y minimalista. Se debía a su forma de pensar, era muy «pro» de tendencias que simplificaran todo y redujeran lo innecesario para no tener nada de más.

Apenas llegamos y nos recibió con una amable sonrisa. James también estaba junto a ella y no dudó en saludarme con una gran palmada en la espalda. No me quejé del ardor que provocó su excesivo saludo.

— Le he puesto una demanda —articuló Victoria— ese tipo es insoportable, se la ha pasado molestandome.

Bella me miró y yo encogí los hombros porque no sabía de lo que hablaba la pelirroja. Ambas, también compartieron miradas y fue que Victoria la guió hasta el pasillo del fondo donde se ubicaba la habitación que ocuparía Lili, quien dormía en los brazos de su tía.

— ¿Bella y tú…? —James indagó y yo negué—. La miras como si…

— James —interrumpí—. ¿De qué habla Victoria?

— Al parecer Sam la estuvo acosando al grado que averiguó esta dirección. Victoria dice que lo vio varias veces fuera del edificio y la estuvo molestando —me explicó—. Con la pelirroja no es de andar con rodeos, conoces el carácter que tiene, ese tipo le colmó la paciencia y ella llamó a la policía.

— No fue buena idea involucrarla —articulé.

— Sabes bien que ella está encantada de haber ayudado.

Lo seguí a la cocina. Él abrió el refrigerador y sacó una botella de agua que bebió de un solo trago.

— Bree apareció y no ha dejado de perseguirme —mencioné como si nada, pero mirando en todo momento hacia el pasillo.

James escupió el agua que cayó como rocío sobre la encimera y empezó a toser. Su rostro se volvió color púrpura, me acerqué y con la mano le di unos fuertes golpes en su espalda.

— ¿Por qué me lo dices hasta ahora? —inquirió sin dejar de toser—, pude haberme ahogado. Cuéntame…

— No deja de buscarme, de hablarme y hacerme todo tipo de invitaciones —confesé.

— ¿Y has aceptado?

— Por supuesto que no. Le he hecho ver que no estoy interesado.

— ¿Y en verdad no lo estás? —preguntó.

Exhalé ruidosamente al ver a Bella y Victoria aparecer de nuevo en la estancia sin dejarme responder.

— Bombón está completamente dormida —nos contó la pelirroja, mirándonos extrañada.

Era obvio que intuía que algo importante hablábamos y, por supuesto que Bella no se quedaba atrás, ella me conocía. La abracé antes de que hiciera preguntas y besé sus labios.

— Aprovechando —me aclaré la garganta—. Vic, ¿podrías cuidar de Lili este fin de semana?

Bella levantó la vista mientras Victoria asentía.

— ¿Por qué? —preguntó Bella.

— Porque nos espera nuestra luna de miel —le dije tocando su nariz.

Había hecho planes. Un fin de semana en Cannon Beach, Oregon. Dos días para nosotros completamente solos en una cabaña frente a la playa.

— Nuestra luna de miel —Bella repitió sorprendida, se puso de puntillas y me besó fugazmente.

— Bien, yo me encargo de Bombón —aseguró Victoria.

— Igual yo —ofreció James—. Puedo quedarme aquí y ayudar.

— Gracias —murmuró Bella.

— Hablemos de Sam —articulé.

Victoria se cruzó de brazos y James hizo una mueca. Tendríamos una noche muy larga dialogando sobre el mismo tema.

.

.

— ¿Te gusta?

Era una pequeña cabaña con lo más indispensable para nosotros. Había optado por algo sencillo y acogedor que nos proporcionara calidez a nuestra estadía.

Quise un destino diferente y no un calor abrazador como Miami o California, así que la mejor opción fue Oregon.

— Me encanta —expresó ilusionada.

Recorrió el pequeño espacio, observando cada mueble y por último se maravilló con la vista del balcón. La noche había caído; solo se escuchaba el ruido de las olas y como fondo la luna iluminando el mar.

Bella empezó a tomar fotografías con su celular.

La abracé por la espalda y dejé besos en su cuello, quitando de su mano el molesto aparato. Había grabado todo el vuelo y necesitaba que se olvidara de ello.

— Quiero que estos días solo me dediques tiempo a mí —murmuré en su oído al mismo tiempo que mordía el lóbulo.

Su cuerpo se estremeció cuando una de mis manos apretó su cintura.

— ¿Qué crees que pase con Leah?

— No hablemos de ellos —murmuré, arrastrando mi nariz por su hombro derecho y dejando suaves mordiscos en su piel—. Esta noche quiero que solo pienses en nosotros.

Ella suspiró.

Se volvió a mí, besándome sin reparos y con necesidad.

La fui guiando a la cama, despacio, mientras mis manos tocaban todo su cuerpo y lo empezaba a adorar con amor.

Su móvil, que estaba en mi bolsillo, empezó a sonar. Bella se estremeció y abrió los ojos muy amplios.

— Me permites mi celular —extendió su mano.

Suspiré y antes de entregarlo miré el nombre de Alice. Bella observó la pantalla y dubitativa mordió su labio inferior, no respondió. Tan solo dejó que sonara.

»¿En qué estábamos? —preguntó con una sonrisa pícara volviendo a besarme.

Fue ella quien tiró de mi camisa hasta caer sobre la cama sin despegar nuestros labios. Reímos por nuestra osadía y suavemente me acomodé entre sus piernas.

Nuestros besos se volvieron demandantes conforme pasaron los minutos, rodamos por la cama y ella quedó sobre mi dolorosa erección, gemí. Y más ansioso de lo que debería empecé a despojarla de su ropa: primero su blusa y sostén, después lo demás.

Una vez sus senos estuvieron libres, los degusté a mi antojo y los acaricié sin reservas.

No pasé desapercibida su mirada llena de emociones cuando mi boca saboreaba sus pezones rosas. Empezó a jadear y su reacción me hizo desvestirme, quería estar tan desnudo como ella.

Su celular sonó y yo maldije:

— Puta mierda.

— Es Victoria —musitó agitada antes de responder—. Hola, Vic, ¿qué pasa?

Se sentó sobre la cama y empezó a peinar su cabello con la mano. Se veía pensativa y eso me alarmó.

— ¿Bombón está bien? —interrogué nervioso. Podía sentir mi cuerpo temblar.

Bella me hizo una seña para que me callara.

— Sí —respondió—, ella no tiene ninguna reacción alérgica a las nueces. Ah… si, me alegro que estén horneando galletas de nuez, Vic.

Mi corazón volvió a palpitar con normalidad.

— Pásamela —pedí y Bella me dio el celular—. ¿Eso era todo? —pregunté molesto.

Sí, Edward. La intoxicación por nueces puede llevarte a las salas de emergencia y puede tener consecuencias graves explicó—. Lo vi en el canal de Discovery. Hay casos que…

Resoplé.

— Gracias, Victoria. Pero Bombón no es alérgica a nada, los exámenes médicos lo avalan. Ella es una niña completamente sana —le aclaré—. Buenas noches.

Bella tenía los labios apretados. Sujeté su mentón y la besé apasionadamente volviendo a caer sobre el colchón.

Nuestros gemidos no tardaron en hacerse notar y resonar en la habitación. Intentábamos dejarnos llevar, disfrutar de nuestras caricias cuando…

Dejé un puñetazo en el colchón.

El celular llevaba minutos sonando lo que me ponía nervioso y hacía que Bella se distrajera de mis caricias.

Alargué la mano y busqué sobre las revueltas sábanas. Bella se había cubierto la cara con sus manos y se reía.

Bufé al ver el nombre de James.

Aunque debía admitir que sentí nervios por su llamada, de un salto me incorporé dejando libre de mi peso el cuerpo de Bella quien se quedó tumbada sobre la cama, observando con atención mi desnudez.

— James, ¿pasa algo? ¿Bombón está bien?

Oh, si… solo te hablo para que no estén preocupados ni nerviosos, Victoria y yo estamos cuidando muy bien de Lili.

Pasé una mano por las hebras de mi pelo.

— ¿Y…? —Me quedé esperando que dijera algo más—. ¿Eso es todo?

Mmm… sí. Bueno y también quiero saber si todo está bien con ustedes, ¿tú y Bella…?

— ¡Vete al infierno, James! —lancé el celular sobre la cama, estaba realmente frustrado y jodidamente enojado.

Bella se incorporó enredada en la sábana blanca y con sus suaves dedos recorrió lo áspero de mis mejillas.

Cerré los ojos un breve momento y me regocije con su toque.

— No te enojes con James. Él solo está tratando de mantenernos tranquilos respecto a Lili —besó fugazmente mis labios—. Recuerda que estamos viviendo nuestro primer fin de semana solos, lejos de ella.

Mis brazos rodearon su cintura y la acerqué a mi cuerpo, sonriendo.

— Al paso que vamos seguirás siendo la esposa virgen —comenté.

— Ya no lo seré, te lo prometo —dejó caer la sábana que la cubría y mi ritmo cardíaco se aceleró.

Había llegado la hora.

Estaba tan desesperado porque fuéramos uno solo, que fue fácil mordisquear su hombro y cuello haciéndola reír.

»Edward, más despacio —pidió entre risas, pero ya mis manos no podían dejar de acariciarla y mis labios no podían detenerse, la sostuve en mis brazos y ella fácilmente enredó sus piernas en mi cadera, me besó mordiendo mi labio inferior y gimió al sentir mi erección—. Te amo.

— Te amo, Bella.

Sus ojos cafés tenían un hermoso brillo, le sonreí, mientras la dejaba lentamente sobre la cama quedando encima de su cuerpo.

»¿Estás nerviosa?

Ella negó con la cabeza al mismo tiempo que removió un mechón de cabello que había quedado en su rostro.

— Estoy muy ansiosa, no quiero esperar más.

— Shh… —delinee sus labios rosas con mi índice— No quiero que veas esto como algo carnal, Bella. Quiero que tu primera vez sea recordada por siempre en tu memoria.

Su pecho subía y bajaba volviendo su respiración irregular. Sus mejillas adquirieron una tonalidad hermosa, sus nervios habían aparecido cuando sintió mis dedos dentro de su cuerpo.

»Relájate, amor —la distraje con besos en todo su rostro, mientras mis dedos disfrutaban de atormentarla.

Su cuerpo empezó a temblar y no me detuve, sus jadeos eran una hermosa melodía para mis oídos, ella estaba completamente entregada al placer que sentía. Entonces su húmedad bañó mis dedos cuando tuvo su primer orgasmo y todo su cuerpo se relajó.

Dio un hondo suspiro y abrió más sus piernas al sentir que me posicionaba sobre ella, listo para tomar lo que quisiera darme.

Abrí un condón y ella detuvo mi mano.

— No hace falta —suspiró—, estoy con la inyección.

Sonreí, dejando de lado el preservativo y me alineé sobre su entrada entrelazando nuestros dedos.

Sus párpados se cerraron mientras iba deslizándome en su interior, solté un jadeo por la manera en que me iba apretando su entrada virgen cerniéndose alrededor de mí, de pronto se tensó. Besé sus labios de forma tierna dejando que mis caderas hicieran lo suyo, las manos de Bella se pusieron en mi pecho y me empujó suavemente lejos de ella.

Le di un beso a la punta de su nariz.

— ¿Te duele?

Ella negó con sus ojos fuertemente cerrados.

— Es incómodo —musitó dejando sus labios entreabiertos y cubriendo su aliento con el mío.

— ¿Quieres que me detenga?

Abrió los ojos rápidamente.

— Si lo haces me divorcio de ti —rezongó tirando de mi nuca para que la besara.

Sonreí sobre sus labios y fue metiéndome en ella, así, sin más demoras y bajo gemidos, la hice mi mujer.

Mía.


Bueno, ustedes dirán si quieren otro capítulo. Les recuerdo que estamos a nada de terminar con la historia. Les agradezco su apoyo.

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