Volviendo al presente y retomando, después de esos maravillosos orgasmos entregados por Natsu Drganeel de su cabeza, Lucy no había experimentado más de esos deliciosos instantes hasta ese día, en que perdió la poca dignidad que le quedaba, pidiendo a Sting que la follara como hacía mucho alguien no lo hacía. Y él, por caridad, por lástima, por sentirse superior o por lo que fuera, lo había hecho gustoso, llevándola al éxtasis varias veces en una misma noche.
No iba a negarlo, mientras ocurría y sentía su firme miembro, del que Sting siempre se enorgullecía, entrando y saliendo con fuerza y con un ritmo delicioso, se sintió en las nubes, lo disfrutó al máximo… Pero una vez que el hechizo había pasado y se descubrió a sí misma desnuda, con las piernas escurriendo y mirando el techo de un hotel barato… Vino el asco, la repulsión, el arrepentimiento y las culpas. Se había entregado nuevamente al perro sarnoso más asqueroso que había conocido, como si ya hubiera olvidado todo el sufrimiento que le hizo pasar. Y si Sting era eso, entonces ella misma, ¿en qué se convertía?
Se sintió sucia, manchada y estaba segura de que un baño no se lo quitaría ni la haría sentir mejor esta vez y menos, si consideraba que después del mismo iba a terminar oliendo a jabón pequeño. Las cosas no parecían mejorar ni un poco.
Reflexionó, ¿y por qué había hecho todo eso de cualquier manera? Estaba segura de que no era por falta de sexo pese a que su vida sexual estaba casi muerta, había resistido bastante bien la frustración hasta ese momento. ¡Ah sí! Ya lo recordaba, absolutamente todo era culpa de Mirajane Strauss, pero por sobre todas las cosas, lo era aún más de Natsu Dragneel.
¿Por qué? Porque le había visto el trasero y las piernas a Mira justo después de dejarle calcular más o menos de qué tamaño era lo que tenía entre las piernas. Haciéndola sentir decepcionada, porque él no había hecho exactamente lo que el Natsu que ella idealizaba en su cabeza sí: En su cabeza, era un hombre bueno, honorable y hogareño, como siempre los pintaban en la series románticas o en las películas asiáticas, o al menos en las que había visto.
En cambio, después de ese día, había demostrado que era como cualquier otro cerdo de los que frecuentaban el café. A fin de cuentas, un hombre, dentro del cliché más puro y viejo que conocía, ese del que tanto se quejaban las madres y las abuelas cada que tenían oportunidad.
¡Y luego estaba su amiga que después de eso no cerró la boca en toda la tarde! ¡Sólo se dedicó a molestarla con ese tema en particular! ¡Prácticamente la había orillado a buscar la manera más vil de desquitarse por todo lo que sentía! ¿Si Natsu Dragneel se enterara a futuro de que aquella noche había follado con otro hombre, le importaría? ¿Qué pensaría? Le gustaría ver su reacción en caso de que en algún universo alterno eso llegase a interesarle, al menos lo suficiente como para verse un poco afectado sin tener que esperar al día de los inocentes para que eso ocurriera.
¡Por que claro que también tenía en claro que a ese "perfecto" hombre que alimentó sus sueños románticos e infantiles, le daba exactamente igual en cama de quién dormía Lucy, la sosa, Heartfilia! Ahora que lo pensaba con claridad, se había dado cuenta de que todo lo que planeó era completamente ridículo. Y eso, inmediatamente la llevaba a la conclusión que ya conocía de antemano pero que le pesaba aceptar con facilidad: Era una verdadera y completa tonta.
No era culpa de Natsu Dragneel, él no tenía nada que ver con ella, sólo estaba allí, visitando el café… Existiendo y apenas notando su presencia. Tampoco había sido culpa de Mirajane, ¡hasta la había invitado a ir a bailar junto a las hermanas Auguria y se preocupaba constantemente por su persona! Todo era culpa de Lucy Heartfilia.
Ella misma había sido su propio enemigo desde el momento en que decidió asumir a Natsu como su amor platónico y a romantizar el asunto, moldeando su mundo de fantasía a gusto propio. Eso sólo le mostraba que pese a que ya era una adulta, con una carrera y un trabajo, mentalmente seguía siendo una adolescente de quince que recién descubría cómo era que funcionaba el mundo real. Le faltaba madurar.
Se dio media vuelta para darle la espalda a Sting después de lanzar un triste y vacío suspiro lleno de resignación. Se cubrió el cuerpo y la poca vergüenza que le quedaba con la sábana amarillenta de la cama de hotel. El hombre con el que estaba, tomó esa repentina acción como un golpe directo hacia su gran, enorme y patético ego.
一¿Qué? 一cuestionó con un tono ligeramente brusco一 ¿No te gustó?
Lucy se quedó en silencio, daba igual qué respuesta le diera, en ambas opciones estaría mintiendo de alguna forma. Sting interpretó ese silencio de la peor manera posible, por supuesto… Lo que lo llevó a acercarse a ella, repegando su húmedo miembro hacía su trasero, poniéndose de espaldas a ella y sujetándola por los hombros con sus manos frías.
一No pensabas lo mismo hace rato cuando estabas gimiendo y gritando como una perra mientras mancillaba tu pequeña entrada con mi gran pene… 一le reclamó, susurrándole en el oído, y después le mordió el lóbulo de la oreja.
Estaba tratando de excitarla descaradamente para poder repetir, hacerla tocar el cielo con los dedos al penetrarla, y que entonces ella quedara expuesta y sin la posibilidad de decir que no lo había disfrutado. ¡El era el Rey del sexo después de todo!
一Ahora no, Sting… 一pero lo único que consiguió fue que Lucy se apartara de él, sentándose en la orilla de la cama, buscando sus cosas con la mirada para terminar con todo eso después de un baño con agua helada, como método personal de castigo.
一¡Oye…! 一le reclamó, incorporándose de un sólo movimiento一 ¡No puedes hacerme esto a mí…!
Se detuvo en seco, sólo un poco, porque lo que en realidad quería decir era: "No puedes hacerme esto a mí que estoy haciendo un acto de caridad para ti". Lucy, tratando de reunir los pedazos de su dignidad esparcidos por la alfombra junto a su ropa, le respondió con altanería:
一No te sorprendas, Sting… Cuando te dije eras el último en mi lista, lo estaba diciendo muy en serio.
一¿El último en tu lista? ¡Qué demo…! 一volvió a dejar la frase al aire, pero esta vez, porque fue iluminado por el espiritu del sexo, que le susurró al oído la respuesta para lo que le estaba ocurriendo a Lucy一 ¿Cómo se llama? 一preguntó entonces.
