Lucy, quien estaba a punto de entrar al baño para refrescarse, se detuvo en seco y enarcó una ceja.
一¿Qué?
一Dije que cómo se llama… 一repitió.
一No sé de qué me hablas.
一¡No soy imbécil! ¡Dime cómo se llama el idiota en el que estás pensando, joder! 一exigió.
Ella, sintiéndose terriblemente expuesta y humillada, se apresuró a salir rápido de esa situación. Cualquier persona, pero de verdad, ¡cualquier persona en el mundo, podía saber qué le ocurría y por qué estaba comportándose así! Todos, menos Sting Eucliffe.
一¡N-no tengo idea de lo que estás hablando! 一gritó y entonces se encerró de un portazo.
Había tratado de mantener una voz firme y segura al hacerlo, pero por supuesto, falló trágicamente de nuevo. Y, fue precisamente ese pequeño detalle, el que volvió a abrirle los ojos a Sting, haciéndolo tener una visión de la situación mucho más clara que antes, misma que le arrancó una larga y victoriosa sonrisa llena de seducción ante la cual, cualquier mujer que no fuera ciega caería en un instante de rodillas y a chuparsela hasta dejarlo seco.
Lucy Heartfilia estaba enamorada de un sujeto (obviamente mucho menos apuesto e inferior a él), el cual le había roto el corazón, y la tonta Heartfilia había tratado de vengarse de ese tipo follando con él, ¡el grandioso Sting Eucliffe! Era claro como el agua, tan claro como Lucy.
一Lucy, Lucy, Lucy… 一negó repetidas veces de manera sonriente一 la dulce y patética Lucy, sigues siendo la misma ingenua…
Aguantó la carcajada que hizo mella en su estómago para que ella no pudiera oirlo. Tal vez, si al momento de follarla ella hubiera pensado en ese hombre misterioso, se hubiera vuelto loco, ¡nadie podía hacerle eso al Rey del Sexo! En cambio, tal como pintaba el panorama en esos instantes, él era el peón utilizado para darle celos a ese hijo de puta. ¡Era perfecto! Eso significaba que también estaba por encima de ese sujeto, quien quiera que fuera.
Admitió que se había sorprendido un poco al ver que había sido utilizado por una persona tan simple como lo era Lucy Heartfilia, pero eso, en lugar de molestarlo, le pareció sumamente excitante y divertido. Por primera vez, desde hacía mucho tiempo, Lucy volvió a parecerle alguien muy, muy, interesante, como solía hacerlo en antaño.
一Esto va a ser tan divertido.
Sonrió.
.
.
.
Cuando Lucy terminó la ducha y volvió a la habitación con una toalla enredada alrededor de su cuerpo, la primera imagen con la que se topó, fue con la de Sting Eucliffe recostado sobre la cama, aún desnudo, mostrándose por completo con una de esas poses que hacían los modelos en las fotografías de revistas eróticas. No obstante, había que admitir que Sting era lo suficientemente atractivo como para darle a esa vista un toque de pintura renacentista. Ya sólo faltaba que hubiera una luminaria en el techo y que la luz divina del cielo bajara para iluminar su figura suavemente y hacer brillar su piel blanca.
Visto así, casi parecía algo angelical y erótico a la vez, provocandole a Lucy un ligero tirón en el bajo vientre, pero todo rastro de excitación se iba al recordarse a sí misma quién era esa persona y todo lo que era capaz. Así que se detuvo, admiró un instante, dio un bufido y comenzó a vestirse sin decir ni una sola palabra más.
一Estoy libre el miércoles de la próxima semana… 一mencionó Sting "casualmente", ante el repentino silencio de Lucy一 Puedo reservarte el lugar si quieres y ese bastardo aún no ha tenido suficiente…
一¿De qué demonios hablas? 一cuestionó ella confundida.
一Prometo llevarte a un lugar mucho más caro la próxima vez, Kitty Cat, eso lo volverá loco… 一¡y por supuesto que estaba dispuesto a invertir un poco más en un juego que le parecía tan entretenido! Cualquier cosa con tal de saberse superior a a otra persona.
Lucy negó sin siquiera voltearlo a ver.
一Lo que ocurrió aquí, no volverá a pasar, esta vez es en serio… 一afirmó一 Es más, también haré de cuenta que esta noche jamás ocurrió. En el segundo en que salga por esa puerta, todo habrá sido una espantosa pesadilla de la que finalmente me desperté…
一¡Lo que digas! 一se burló de ella一 Pero si de verdad quieres que sufra, una sola noche no es suficiente.
一No necesito otra noche 一declaró firme一. Además… ¡Te quitaste el condón sin avisar, hijo de puta! 一reclamó enfadada.
Al momento del acto, lo notó, pero en ese momento era más importante todo menos eso. Estaba cegada por el placer y admitía que sentir la cálida y espesa semilla de Sting desparramándose en ella, fue una deliciosa y elegante cereza roja en medio de toda esa faena orgásmica, pero una vez estando bajo el agua de la regadera, limpiando todo lo que salía de su entrada y escurría por sus piernas, de verdad se sintió como una vil ramera y supo de inmediato que no había valido la pena.
Que Sting se riera de su reclamo tan descaradamente como lo estaba haciendo, la irritaba a un más y le calentaba la sangre, pero no de una buena manera.
一¡Quién lo diría! 一hipó entre risas一 ¡La inocente y mojigata Lucy Heartfilia utilizando malas palabras! En preparatoria te ruborizabas cuando alguien decía "pene" y "vagina" en voz alta. Aún si quien las decía era el maestro de Salud…
一¡Era tan solo una niña! 一se defendió, desviando la cara con vergüenza. Era uno de los principales motivos por lo que Sting había decidido jugar con ella en un principio, ya más grande, lo veía tan claro como un manantial maldito.
一¡Da igual! Y respecto a lo otro… No interesa tampoco 一tronó la lengua一, todavía tienes el DIU, ¿no es así?
一Eso no te interesa… 一se colocó su abrigo y tomó su bolsa.
De hecho, ese pequeño dato que Sting había mencionado, era la única cosa que le había salido bien en toda la noche dentro de su pequeña y desastrosa aventura.
一Me largo. 一declaró.
一Como quieras… Pero la invitación del miércoles sigue en pie, es más, dejaré la agenda libre porque estoy seguro de que me llamarás otra vez.
Lucy abrió la puerta, no sin antes voltear para decirle:
一No salgo con penes chicos y de bolas lampiñas…
Y pese a que Sting creyó que tenía la situación bajo control, esa simple frase hirió su masculino ego tan fría y repentinamente, haciéndolo enfurecer.
一¡Maldita zorra!
Lo escuchó gritarle tras la puerta, deleitándose con el sonido, como si fuera una victoriosa sinfonía. Y en realidad, lo era… Por supuesto que sí.
