"Muy bien, Dios… Ya entendí. Leer novelas y fanfics eróticos que tengan que ver con monjas pecadoras, matrimonios forzados y CEO ́s millonarios está mal y no se hace…" Se repetía mentalmente, tratando de hacer que su mensaje llegara bien arriba para que fuera escuchado: "Te prometo que si salgo viva de esto, al llegar a casa desinstalaré la aplicación… Pero, ¡por favor! Quiero vivir."
Al principio, cuando vio ese auto y quedó cegada unos instantes gracias a la potente luz blanca que le dio de lleno en la cara, trató de tranquilizarse y se echó a un lado de la acera (iba procrastinando a media calle para darle un toque más dramático, como de película o novela, ya saben cómo funcionan estas cosas cuando una quiere sentirse como una verdadera protagonista fantástica en determinadas situaciones) con la esperanza de que el conductor del auto únicamente fuese alguien honrado y bueno que acababa de terminar un turno nocturno y que sólo quisiese que ella dejara de bloquear el camino para avanzar y llegar a descansar lo más pronto posible.
Tenía una ligera esperanza… No obstante, aun cuando se hizo a un lado y dejó la calle libre, el auto no se movió ni un poco. Se quedó allí, exactamente en el mismo punto en que se había detenido a tocar el claxón y a derretirle las pupilas con los faros delanteros. El coche quedó totalmente quieto y, unos segundos después, ella pudo escuchar perfecta y claramente cómo levantaban el seguro de una de las puertas. Estaba segura de que esta vez, no era su imaginación haciéndole una mala pasada.
Así que, antes de que la persona a bordo abriera la puerta y bajara y le hiciera quién sabe qué cosas, dio media vuelta asumiendo que quedarse a ver al conductor era un acto suicida y comenzó a apresurar el paso. No había posibilidad de que fuera algún conocido suyo, no había reconocido el auto y debía admitir que un vehículo de ese calibre estaba fuera del alcance de todos los que estaban a su alrededor habitualmente (a excepción de Sting, por supuesto, pero ese era un caso aparte). Tampoco quería tener el gusto de conocer al propietario, nada bueno podría salir de eso, con seguridad lo afirmaba.
Sin embargo, los pelos comenzaron a ponersele de punta cuando se dio cuenta un par de pasos más adelante, que en cuanto ella había iniciado la marcha de nueva cuenta, el auto también lo había hecho. Muy despacio y a escasos metros de su persona, siempre iluminandole la espalda con las luces. Su mente, como de costumbre, ya se estaba llenando de imágenes y escenarios completamente arbitrarios y poco probables, pero completamente posibles. Al más puro estilo de un melodrama bien hecho, ¡claro…! Si hablábamos de una telenovela en la que la protagonista moría al doceavo episodio sin haber hecho nada importante en su vida y viviendo una vida simple y aburrida… Tan triste y deprimente como siempre ocurre en la vida real.
一Maldita sea… 一susurró en voz baja, apretando los puños, hundiendo las uñas en sus palmas hasta dejar marca, sintiendo el sudor frío arrancarle desagradables escalofríos en cada exhalación que hacía.
Con el corazón galopándole como un caballo desbocado y de crines negras, que relinchaba y se alzaba en dos patas tratando de huir con urgencia de una serpiente venenosa que quería morderlo y acabar con su existencia.
"No saques conclusiones apresuradas, Lucy…" trató de tranquilizarse mentalmente, hacía varias cuadras que se había detenido en su intento por negociar con Dios porque no le estaba dando resultados, y había comenzado con la labor de convencerse a sí misma de que, como era noche, hacía un frío espantoso y estaba muy alterada por todo lo que había pasado, sólo estaba suponiendo lo peor.
¡A lo mejor ese auto ni siquiera la estaba siguiendo! Tal vez, casual y únicamente, era un adolescente fiestero que se había pasado de copas y que casualmente en medio de su estado de embriaguez tuvo un momento lúcido y como estuvo a punto de atropellarla, había decidido disminuir la velocidad para evitar alguna desgracia. ¡Y quizás casualmente tenía que seguir la misma ruta que ella para volver a casa…! ¡Y quizás…! ¡Sólo tal vez…! Casualmente vivía en el mismo barrio que Lucy y por eso no paraba de seguirla, para asegurarse de no perderse.
¡Eso resultaría ser de lo más lógico en el mundo, obviamente! La vida estaba llena de coincidencias sorprendentes… Pero claro, ya había demasiados casualmente dentro de un mismo razonamiento como para ser posible. Habría que tener demasiada buena suerte con ello y había que recordar que hablábamos de Lucy Heartfilia.
Sólo con una pequeña pizca de esperanza, justo antes de volverse loca, decidió probar su pequeña teoría. Así que lo que hizo fue dar vuelta abruptamente en una esquina en donde no tenía que dar vuelta, al menos no para volver a casa: La cosa era, que si el auto seguía su rumbo fijo y pasaba de largo, había triunfado en su razonamiento y habría derrotado a la lógica, al tiempo y al espacio. Si el auto daba vuelta, entonces la estaba siguiendo y llegaría el momento de correr lo más rápido que sus piernas le permitieran y de desgañitarse la garganta gritando como loca hasta despertar al barrio entero para salvarse.
El auto no dio la vuelta abrupta, ¡oh, por todos los cielos!, ¡claro que no la había dado…! Pero en esos instantes, la vida de Lucy pendía de la cuerda floja a cien metros de altura y en medio de un gran circo con un gran público que esperaba al filo de su asiento ver si moría o si vivía. Como el torpe payaso que era, cayó al vacío en unos instantes.
El auto no dio vuelta, hizo algo mejor: Debido a la presión que estaba sintiendo, al miedo y al instinto de supervivencia (el cual le había fallado históricamente) no se fijó bien antes y terminó virando para meterse en un callejón… ¡Sí, en un callejón!
A su perseguidor sólo le bastó con poner el auto en la entrada para bloquear cualquier posibilidad de escapatoria. Prácticamente se había puesto en bandeja de plata y, más temprano que tarde, la puerta se abrió y alguien bajó del auto.
