Intentó mínimo apagar la pantalla para no ser descubierta en cuanto la puerta de la habitación se abrió, pero estaba tan asustada y tan nerviosa que ni bien se había reincorporado con el control en mano, éste volvió a escapársele. Para cuando volvió a estar erguida, esas personas ya estaban dentro, observándola fría y meticulosamente.
A la habitación había llegado nuevamente esa mujer, la que la había amenazado con un cuchillo hacía unos momentos; y por el semblante que puso al verla allí, parada, con el control remoto en las manos y la pantalla de la televisión justo en una pestaña de correo nuevo, supo que ella no estaba muy contenta con la situación. Fue algo tan sincrónico que incluso Lucy comenzó a sospechar que en verdad sí había cámaras allí y por eso se aparecieron tan de pronto.
La otra persona que entró a la suite, a la cual la asiática le pisaba los talones muy de cerca, era un hombre. Bastante delgado, no muy alto y de complexión felina… Después de verlo allí parado, unió los puntos bajo esa descripción y finalmente pudo ponerle rostro a su captor:
También era asiático, pero quizás él era una mezcla entre lo oriental y lo occidental. Blanco como papel de arroz y un rostro con rasgos algo más ligeros y desdibujados que los que le conocía al único japonés que había visto en persona en su vida (Natsu), pero no por ello menos atractivo. Era, ¿cómo decirlo?... Masculino a su estilo.
Era de la clase de hombres que no necesitaba presumir tener dosis grandes y extras de testosterona para verse viril. Manejaba muy bien ese aspecto con su sola presencia. Él, a diferencia de su gran amor platónico, usaba todos los botones de la camisa hasta arriba y el cabello medio corto. Su rostro tenía una hermosa forma "V" que lucía de manera totalmente orgánica y natural; unos delgados, pero definidos labios; nariz alta… Y más arriba, sus cejas fruncidas (por las acciones de Lucy) enmarcaban unos divinos ojos oscuros, severos. También los tenía alargados, pero él poseía el famosísimo párpado doble que daba el efecto visual de que eran más grandes. Tal vez por eso daba la sensación de que podrían tener amabilidad humana en ellos.
Lucy, al verlo, se quedó totalmente en blanco unos instantes, ¡hasta parecía uno de esos actores que aparecían en las series románticas asiáticas! (Ok, debería dejar de ver esas también si no quería seguir idealizando gente, porque era obvio que él no le ataría la agujeta si llegaba ésta a aflojarse) Hasta tenía esa aura de superioridad. Quienes han estado delante de algún famoso a quien admiren, identificarán la sensación con facilidad: Aunque prácticamente lo tengas a un brazo de distancia y le hayas dado la mano, esa aura hace que parezca a millas de distancia de ti, como si existiera una barrera entre ambos, algo que no se puede romper y es entonces que comienzas a verlos como si no fueran reales.
El punto es que la dejó tan impactada, que dejó caer el control remoto una tercera vez y está ocasión ni siquiera se preocupó por levantarlo porque ni siquiera se inmutó de ello. Incluso casi llegaba a olvidar la situación en la que estaba metida. Si no fuera porque, después de cinco segundos de total silencio en los que los dos intrusos vieron con detenimiento la escena y se crearon un perspectiva de lo que ocurría allí, mientras que a Lucy se le aceleraba el corazón con aquel hombre, la mujer del cuchillo rompió bruscamente y por completo el soliloquio mental que nuestra buena chica estaba teniendo consigo misma acerca del por qué los hombres de ese continente eran tan perfectos.
一¡Te dije que te quedarás en paz, maldita perra! 一gritó la asiática, haciendo espabilar a Lucy.
Primero, tomó su cuchillo de la bolsa trasera del pantalón, lo hizo girar con una sola mano… Tan sorprendentemente natural como se sostiene una pluma para escribir o una cuchara para comer (o en el caso de ellos, palillos). Y después, como si el televisor estuviera a sólo diez centímetros de distancia, lo lanzó con tal fuerza que logró centrar el aparato y hacer que el arma se sostuviera por sí misma allí. Clavada. Estrellando la pantalla, pero con tal precisión y finura que únicamente había destrozado el cristal, la imagen aún era visible, como cuando a la gente se le cae el teléfono en el baño y esté se revienta contra los azulejos.
一¡Te lo advertí! 一siguió gritando, y Lucy no supo en qué momento se había desplazado hasta la televisión, arrancando su cuchillo y apuntándole al cuello.
Lucy sintió por primera vez que las piernas se le hacían gelatina por una mujer y no por motivos sexuales, mucho menos románticos. Fue porque por primera vez, desde que estaba allí, su vida estaba peligrando en serio. Cuando vio el primer espasmo los músculos de la oriental dispuestos a emitir el siguiente movimiento, Lucy gritó y se replegó contra el sillón y, antes de que cualquier cosa pasara… El hombre habló.
一¡Homura, ya basta! 一la regañó, poseía en su voz un evidente tono dominante y determinado.
Sólo eso bastó para que la japonesa (cuyo nombre por si no habían notado es Homura y como narrador les digo que su apellido era Kogetsu para poder tener más maneras de referirnos a ella) detuviera en seco cualquier tipo de movimiento, como si estuvieran jugando a los encantados y acabaran de tocarla. En sus ojos hubo un desazón total, como cuando estás a punto de tener un delicioso orgasmo y te frenan abruptamente, provocándote un horrible dolor de cabeza después y una sensación de vacío e insatisfacción. Tal vez para ella matar gente era tan placentero que equivalía a tener sexo. Quizás después descubramos mejor cómo es que funcionaba la mente de una mujer que, hasta el momento, se presentaba como una salvaje.
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Y bueno, al final decidí que fuera Homura. Hubo un voto para cada una pero al final, las habilidades de Homura y su origen me funcionaban más para la historia. De todos modos, puede que más adelante Levy salga más adelante cumpliendo otra función, espero que esto no les decpcione y que siga gustándoles hasta el momento. Gracias a quienes votaron, aprecio que no me hayan dejado hablando sola jaja. Ahora, se viene un buen maratón de capítulos. Los amo a todos, agradezco muchísimo su apoyo.
