(...)
–¡Felices Juegos del Hambre y que la suerte esté siempre de su lado!–
Recuerdo la frase.
Recuerdo la hipocresía de felicitar a unos jóvenes de matarse unos a otros con el objetivo de que sólo uno sobreviva.
Recuerdo que ese era el objetivo.
Recuerdo que todo eso tuvo un fin.
Recuerdo el día de la cosecha.
Ese primer día.
Mi hermano salía de trabajar en la mina, y yo salía del bosque. Tenía diecisiete años en aquel entonces. Ambos nos tuvimos que bañar, asear, lavar el cabello, cortar las uñas, y ponernos nuestras mejores ropas para asistir. Básicamente, nos preparaban para nuestro funeral. Observo a mi hermano sujetar su largo cabello negro como el de mi madre. Él utiliza una camisa y pantalones blancos. Se ve bien.
En cambio yo… era un desastre. Soy un desastre. Mi cabello es corto, pero imposible de peinar. Mi madre se ofrece a peinarme. Es la primera vez que habla en semanas. Le digo que lo intente si quiere, pero que será en vano. Mi ropa no es mi ropa, es de Itachi. Si no tenemos para comer, mucho menos tenemos para comprar ropa. Por lo tanto todas son prendas que mí hermano me deja cuando ya no le quedan.
Inconscientemente pienso, que nunca tuve nada propio.
Recuerdo que mí hermano actuaba raro ese día. Tosía demasiado, tenía dolores de cabeza, no veía muy bien y siempre se cubría la boca con un pañuelo. Le pregunté y nunca me dijo porqué.
Ese día, me obsequió el primer símbolo del Sinsajo. Aquél que se me adjudicaría a futuro. Lo abracé antes de salir. Y le dije un adiós vulgar a mí madre, pero me di media vuelta y la abracé antes de irnos.
Recuerdo los miles y miles de jóvenes que éramos. Todos reunidos con el miedo grabado en el rostro. Siempre me preguntaré cuántas veces el nombre de aquellos niños y niñas habrán estado en esas urnas.
El mío estaba veintiséis veces y el de mi hermano, cuarenta y dos. Sin embargo, la suerte no estuvo del lado de ninguno.
(...)
Una vez estaba escondido en la rama de un árbol, esperando inmóvil a qué apareciese una presa, cuando me quedé dormido y caí al suelo de espaldas desde una altura de tres metros. Fue como si el impacto me dejase sin una chispa de aire en los pulmones, y allí me quedé, luchando por inspirar, expirar lo que fuera.
Así me sentí en ese momento. En el momento en que llamaron a mi hermano. Momento que fue elegido, y que cuando lo estaban llevando sólo escupió sangre y se desmayó en la plaza. Corrí hasta él aunque me golpearon, y querían llevárselo así de la forma en la que estaba. No podía permitirlo. Ahí me ofrecí como tributo.
La señora vestida de payaso estaba feliz de que hubiera un voluntario en el Distrito 12, y me invitó a subir al escenario. Le dije que iba a subir siempre y cuando mi hermano fuese atendido y tratado, y el beneficio de ser tributo comenzó al instante, porque entró una camilla especializada.
–¡Bueno, bueno! –exclamó la señora, llena de entusiasmo– ¡Este es el espíritu de los Juegos! –Estaba encantada de ver por fin un poco de acción en su distrito–. ¿Cómo te llamas?–
–Sasuke Uchiha – respondí después de tragar saliva.
–Y apuesto a que ese era tu hermano. No querías que te robase la gloria, ¿verdad? ¡Vamos a darle un gran aplauso a nuestro último tributo!– gritaba la mujer.
Siempre agradeceré el respetuoso silencio de respuesta del Distrito 12. Todos sabían que no es motivo de festejo, ni algo por lo que aplaudir. Era yo, un joven yendo hacia mi muerte.
Y no era el único.
–¡Pero todavía queda más emoción! ¡Ha llegado el momento de elegir a nuestra tributo femenina!–
Recuerdo que por segunda vez mi presión arterial bajó ese día.
–¡Sakura Haruno!–
«Oh, no –pensé–. Ella no.»
Por qué reconocí su nombre, aunque nunca había hablado directamente con ella. Sakura Haruno.
La suerte no estaba de mi parte ese día. O al menos es lo que pensaba.
Sakura tenía el cabello más largo en ese entonces, y siempre fue mucho más pequeña que yo. Cuando ella avanzó hacia el escenario, se le notaba la conmoción del momento, luchaba por guardarse sus emociones, pero en sus ojos verdes constaté la alarma que tan a menudo encuentro en mis presas. De todos modos, subió con paso firme al escenario y ocupó su lugar.
«¿Por qué ella?» pensaba. Sakura y yo nunca habíamos hablado antes. Nuestra primera interacción real había sido hace años y estaba seguro que la había olvidado. Yo por mi parte, nunca lo haré, porque sucedió en la peor época de mi infancia.
A mis doce años, cuando mi padre muere, y mi madre nos deja a la deriva en su estado catatónico, mi hermano empezó a pedir las teselas de cereales y aceites al gobierno, eso serviría para alimentarnos un tiempo, pero no teníamos dinero, e Itachi todavía no había cumplido los dieciséis para trabajar en la mina. Hacia una semana que el cereal se estaba acabando. Todavía no cazaba en ese tiempo, y lo único que hacía era ir a la escuela –era obligatorio– y ayudar en la casa. Si alguien se enteraba que mi hermano y yo estábamos por nuestra cuenta o que nuestra madre no trabajaba, podían denunciarnos al gobierno y separarnos en un orfanato.
Detestaba ir a la escuela. Sentía que podía usar ese tiempo para algún trabajo. De hecho me sentía totalmente capacitado para hacerlo, e implicaría un entrada de dinero en la casa. Mi hermano no podía mantenernos a todos, y mi madre sólo estaba postrada en la silla mecedora.
El día que ví por primera vez a Sakura, fue el día que volvía a la escuela y me desmayé en pleno camino, porque me estaba muriendo de hambre.
Me sentía tan débil, me estaba tambaleando, casi podía sentir a mi propio estómago comiéndose a sí mismo. Incluso me tente a ver los tachos de la basura, a ver si había algo que nadie, excepto yo y mi desesperada familia, pudiéramos comer. Lo peor fue cuando pase al frente de una panadería y el olor a pan horneado me golpeó tan fuerte que me mareé. Me encontré a mi mismo revisando la basura de ahí, pero no había nada. La señora de la panadería salió con una escoba y me empezó a gritar: que era una pobre rata, que me fuera o que llamaría a los agentes de la paz. Era un niño débil e indefenso, así que dejé las bolsas donde estaban y observé que detrás de esta señora, apareció esta niña de cabello rosado y enormes ojos verdes. Yo la observé a ella, más ella no a mí.
–¿Y? ¡Anda! ¡Tira eso a la basura! Niña estúpida, ¿quién va a querer comprar pan quemado?–
Había visto a Sakura en la escuela antes, sin embargo nunca había hablado con ella. Y nunca le había visto un moretón en su ojo como el de ahora. ¿Su madre le pegaba acaso?
Recuerdo que el timbre de la panadería sonó, y que la mujer entró gritándole que volviera cuando terminara. Al momento que se cerró la puerta, la niña miró hacia ambos lados, como si chequeara que no hubiera nadie observando e, inesperadamente, arrojó ambos panes hacia mi y se volvió cerrando de un portazo.
Me quedé atónito. Sakura me había salvado a mí y a mi familia de morir desnutridos. Gracias a ella, esa noche me fui a dormir con el estómago más lleno de lo que había estado en mucho tiempo.
Hasta el día de hoy, ella nunca me dijo si había quemado el pan a propósito.
No obstante, Sakura y yo nunca hablamos. En ese momento sentía que debía darles las gracias, pero nunca podía hacerlo. Aunque la encontré varias veces observándome en la escuela, ella bajaba la mirada y se iba con un niño rubio con el que siempre estaba.
Sakura no sólo me alimentó, sino que me dió esperanza.
Cuando el pan se acabó, recuerdo cómo el dolor de mi estómago vacío, me impulsó a cruzar las cercas electrificadas. Me llevé conmigo el arco y flecha de mi padre. Mis manos temblaron y mi cuerpo estaba tan sudado de los nervios cuando apunté la flecha hacia un venado.
Recuerdo la primera vez que tuve que matar para poder comer.
Mi hermano se enojó cuando lo supo.
Dijo que podían ejecutarme por haber cruzado la cerca. Y la verdad es que tenía razón. Pero yo sólo le contesté que no podía pensar correctamente con el estómago vacío. Itachi –mi hermano–cambió de opinión cuando encontró carne en la mesa. La última vez que comimos carne buena, fue cuándo papá murió. Mi hermano haría lo suyo y yo haría lo mío para poder sobrevivir.
Y lo mío en ese momento, incluía matar gente. Esperaba no tener que ser yo, el que matara a Sakura.
(...)
Llegados al Capitolio todo fue distinto.
Desconfiaba muchísimo de Sakura. Simplemente no entendía sus acciones. Siempre fue muy amable conmigo cuando yo a veces ni le contestaba. A Kakashi -nuestro mentor- le caía muchísimo mejor ella que yo. Incluso a la señora payasa. Incluso a todos.
Entrando en la ciudad, Sakura se asomó por la ventana a observar el paisaje colorido y artificial, y desde mi lugar podía observar cómo la gente empezó a señalarnos al reconocernos. Ella empieza a saludar y a sonreír a la multitud, ganándosela.
–Ven.– me decía sonriéndome, para que saludara con ella. No lo hice.
Todavía no tenía claro cuáles eran las intenciones de Sakura Haruno.
(...)
Una de las cosas que sí tuve en claro, era que odiaba a los estilistas y ellos me odiaban a mi.
Mi cabello podría ser declarado enemigo número uno del Centro de Renovación del Capitolio. Uno de ellos planteó la posibilidad de teñirmelo platinado, a lo que mi mirada de muerte le dió mi respuesta. Kakashi me había pedido que fuera amable, pero vamos, todo tenía un límite. Me bañaron de nuevo, me exfoliaron la piel hasta dejármela roja, y me hicieron algo para que mi cabello tuviera más brillo, cortándolo solo un poco. Me observo en el espejo y parece que mi rostro tuviera más luz, sin la característica suciedad de mi Distrito. También me han afeitado al ras, nunca tuve mucho vello facial, pero dijeron que así ve vería más "amigable" en público.
Por lo que supe, Sakura la tuvo mucho peor. Cuando me enteré que le arrancaron todo el vello del cuerpo, agradecí muchísimo que no hubieran hecho eso conmigo. Pero el resultado también fue mucho más sorprendente que el mío. Su cabello ahora brillaba como el mío en onda bien hechas, estaba más corto y su rostro estaba maquillado. Cuando me di cuenta, la estaba observando demasiado.
En el desfile de Distritos, ambos estábamos vestidos con trajes color negro de un material que no sabría distinguir. De verdad pensé que cuando dijeron carbón –el elemento de nuestro Distrito– nos enviarían desnudos y en polvo de carbón.
En lugar de eso, dijeron que estaríamos en llamas.
Ni Sakura ni yo estábamos seguros de eso, y en el momento en que me tomó de la mano, me asusté, pero me sonrió y me dijo que al público le gustaría, así que lo hice.
Intenté no pensar en la sensación de su pequeña mano en la mía, en cómo era la primera vez que tomaba la mano de una chica que no sea mi madre.
Debia recordarme que es mi enemiga también.
La noche siguiente estábamos cenando y yo me llené demasiado pronto. Todavía no aprendía a comer despacio, pensando que la comida iba a desaparecer. Me excusé diciendo que necesitaba aire y fui al jardín del piso. Era un jardín artificial, nada que ver al bosque de mi distrito, pero de cierta manera me recordaba a él. Estaba ensimismado en mis pensamientos, recordando que no pude despedirme de mi hermano, y que le di un sutil abrazo a mi madre cuando escuché pasos detrás mío. Sakura.
–Oh, lo siento… pensé que...–
–No hay problema, quédate.–
Ella asintió y con los brazos cruzados empezó a recorrer las flores. Algunas se parecían al color de su cabello.
–Es lindo aquí.– me dijo.
–Es artificial y a la vez lo único natural que hay aquí.–
–Oye, tú eres natural.–
–No, es decir, sí,me refiero a que...– pero ella me interrumpió riéndose.
–Era una broma Sasuke, sé lo que quieres decir.–
–Oh...– Está vez me reí con ella.
Los sinsajos cantaban y el cielo artificial cambiaba a nocturno estrellado.
–¿Extrañas a tu familia?– me preguntó. No deseaba verme débil ante ella, así que le devolví con otra pregunta.
–¿Y tú?–
–A unos más que otros...–
No sabia que responder ante eso, y una corriente automática de aire frío nos atravesó, a lo que Sakura tembló y antes que pudiera controlar mis acciones, le puse mi camisa en sus hombros.
–Gracias...– yo sólo asentí en respuesta.
Esa noche nos quedamos mirando el cielo artificial en silencio.
A la mañana siguiente, toda esa paz se fue al diablo. Debíamos mostrar nuestras habilidades en el entrenamiento, y estábamos discutiendo.
–¿Van a entrenar juntos o separados? –preguntó Kakashi.
–¿Por que entrenaríamos por separado? –pregunté yo.
–En el caso que tengan una habilidad secreta que no quieren que los demás conozcan.–
–No tengo ninguna. –respondió Sakura, en respuesta a mi mirada. –Y ya se cual es la tuya, ¿no? He probado los venados que cazas.
Nunca se me hubiera ocurrido que algo de lo que yo cazase, terminaría en la boca de Sakura. Su padre sabía comprarme mercadería, pero no imaginaba que se la sirviera a su familia.
–Puedes entrenarnos juntos.– le respondí a Kakashi.
–Esta bien, pero denme una idea de lo que saben hacer.–
–Yo no sé hacer nada– respondió Sakura, –a no ser que la florería y la pastelería cuenten.–
–Lo siento, pero no cuenta. Sasuke, ya sé que eres bueno con el cuchillo.–
-–La verdad es que no, pero sé cazar. Con arco y flechas.–
–¿Y se te da bien?–
–No se me da mal –respondí.
–Es excelente –dijo Sakura. Mi padre le compra carne y siempre comenta que la flecha nunca agujerea el cuerpo, siempre le da en un ojo. Igual con los conejos que vende en la carnicería, y hasta es capaz de cazar ciervos.– Esta evaluación de mis habilidades me tomó completamente desprevenido. En primer lugar, el hecho de que se hubiera dado cuenta, y, en segundo, que me esté halagando así.
–¿Qué haces? -–le pregunté, suspicaz.
–¿Y qué haces tú? Si quieres que Kakashi te ayude, tiene que saber de lo que eres capaz. No te subestimes.
–Se le da bien la lucha libre –le digo a Kakashi, hablando por ella–. Quedó en segundo lugar en la competición de la escuela del año pasado, por detrás de su hermana.
–¿Y de qué sirve eso? ¿Cuántas veces has visto matar a alguien así? –preguntó Sakura, disgustada.
–Siempre está el combate cuerpo a cuerpo. Sólo necesitas hacerte con un cuchillo y, al menos, tendrás una oportunidad.–
–Eres un superviviente Sasuke. Toda mi familia tiene más fe en ti que en mi.– Ví el dolor en los ojos de Sakura y sabía que no me mentía.
De repente me sentí de doce años de nuevo, muerto de hambre en la parte trasera de la panadería.
–Pero sólo porque alguien me ayudó.–
Los ojos de Sakura se clavaron en el pan que tenía en la mano, y supe que recordó ese día también.
–La gente deseará ayudarte en el estadio.– me dijo.
–Al igual que a ti.–
–No entiendes el efecto que generas en los demás, Sasuke.–
En ese momento no entendí qué quiso decir y me dió bronca. ¡Cuando me moría de hambre no me ayudó nadie! ¡Nadie excepto ella! Y mi hermano, pero él no viene al caso. Tampoco entendí lo que supuestamente generaba en la gente. Y no lo entiendo hasta hoy en día.
Supuse que generaba pena. ¿El pobre chico del Distrito 12 que no tiene nada? Cuando comencé a cazar, comencé a comerciar mi mercadería, así pude sobrevivir y ayudar a mi familia. La gente me compraba por mis presas, no por lástima o pena.
Ese día me enojé mucho con ella.
(...)
Los días siguientes de entrenamiento, Kakashi nos exigió que nos lleváramos bien. Al menos para que los demás tributos vieran una alianza entre nosotros. O que finjamos ser amigos.
No fue tan malo.
Sakura me contó cosas de su vida. Cosas que ahora atesoro. Como que le gusta pintar. Se dedicaba a decorar los pasteles de su panadería. Le gustaría ser artista, un sueño lejano. También le gustaba la florería y la botánica, y me compartió un par de secretos de las plantas medicinales. Yo hice lo mismo. Le expliqué cómo hacer un fuego, como poner trampas para cazar, como pescar, entre otras cosas. Es lo único que pude decirle, ya que me cuesta hablar. De por sí soy una persona callada, la única persona con la que solía hablar antes de ella es mi hermano.
En la evaluación, Sakura sacó un ocho en una lucha cuerpo a cuerpo. Yo saqué un once, disparando una flecha a una manzana en la boca de un cerdo, que estaba en la sala de los evaluadores.
Sakura me felicitó con una media sonrisa y yo sé lo agradecí. Es bueno que ambos tengamos calificaciones altas y el ánimo es bueno en el ambiente.
Todo eso desapareció al día siguiente, cuando Kakashi me dijo que Sakura pidió ser entrenada por separado.
Traición. Es lo primero que sentí aunque resulte ridículo, porque, para que haya traición, debe haber primero confianza, y entre Sakura y yo la confianza nunca había formado parte del acuerdo. Éramos tributos. Sin embargo, la chica que se había arriesgado a recibir un golpe por darme pan, la que me ayudó con conocimiento boticario, la que insistió en que Kakashi conociera mis habilidades como cazador...
¿Acaso parte de mí no había podido evitar confiar en ella?
Era obvio pensar que se había cortado cualquier débil vínculo que hayamos sentido tontamente. No sabía que había propiciado la decisión de Sakura (aunque sospeché que tenía que ver con que la aventajase en el entrenamiento), pero me alegré falsamente en el momento. Quería creer que por fin había aceptado el hecho de que éramos enemigos.
Eso me tenía de muy mal humor.
Me caía mal que me pidieran ser amable, que no me encorvara al caminar, que intentase sonreír en público. Me habían puesto un traje color bordo fuego y me habían despeinado el cabello más de lo normal.
No lo entendí en el momento y todavía no lo entiendo. Cuando llegué se habían quejado de que estaba muy despeinado, y después me terminaron despeinando más. Kakashi me dijo que sea yo mismo y una de las estilistas me dijo: «un joven guapo como tú, debería sonreír un par de veces, y ya los tendrías a todos ganados. ¡Y guiña el ojo! ¡Las chicas se morirán por ti!»
También me hicieron un tatuaje artificial de llamas en el cuello. Dijeron que me haría ver más guapo y con una pinta de rebelde.
En la fila de los tributos, Sakura llegó atrás mío. Me había enterado que pidió pasar después que yo, y estaba seguro que iba a hacer algo en mi contra. Todo eso era más su campo que el mío. Me reprendí a mí mismo por verla otra vez demasiado tiempo, en ese vestido rojo brillante.
Mi entrevista resultó bien. Al parecer me llamaban el "Rompecorazones del Distrito 12" y la verdad no ví el porqué. Sonreí y guiñé a la cámara como me lo habían pedido. Escuché gritos femeninos de fondo que me llevaron a pensar que hubo un accidente y cuando pregunté genuinamente que había pasado, el Conductor y la audiencia se rieron y me acusaron de ser un "bromista sin remedio".
"Rompecorazones del Distrito 12" , "bromista sin remedio". Esta gente nunca supo que una vez tuve que comer una trucha cruda porque la leña estaba demasiado húmeda para hacer un fuego.
Cuando me retiré hacia la parte trasera, necesitaba ir al baño para que el agua fría refrescase mi cara. Estaba tan nervioso y tan sudado y ese traje apretado no ayudaba en nada. Cuando salí, escuché que Sakura todavía está en la entrevista y me acerque a observarla en una de las pantallas.
Cuando era un niño muy pequeño, mi madre compraba muchos cuentos infantiles donde había princesas en ellos. Me daba rabia pensar que Sakura, la traidora (como yo la consideraba); lucía como una de esas princesas.
Estaban haciendo chistes triviales y de repente me puse serio cuando le preguntaron si tenía un novio en casa.
Sakura vaciló y después sacudió la cabeza, aunque no muy convencida.
—¿Una chica hermosa como tú? Tiene que haber un chico especial. Vamos, ¿cómo se
llama?
—Bueno, hay un chico —respondió ella, suspirando—. Llevo enamorada de él desde que tengo uso de razón, pero estoy bastante segura de que él no sabía nada de mí hasta la cosecha.
La multitud expresó su simpatía: comprendiendo lo que es un amor no correspondido.
—¿Tiene a otra?
—No lo sé, aunque le gusta a muchas chicas.
—Entonces te diré lo que tienes que hacer: gana y vuelve a casa. ¡Sé una campeona! Así no podrá rechazarte, ¿eh? —la animó el conductor.
—Creo que no funcionaría. Ganar... no ayudará, en mi caso.
—¿Por qué no? —preguntó el conductor, perplejo.
—Porque... —empezó a balbucear Sakura, ruborizándose—. Porque... él está aquí
conmigo.
Durante un momento, las cámaras se quedaron clavadas en la mirada cabizbaja de Sakura, mientras todos asimilaban lo que acababa de decir.
—Vaya, eso sí que es mala suerte —dijo el presentador, y parecía sentirlo de verdad.
La multitud le dio la razón en sus murmullos y unos cuantos habían gritado de angustia.
—No es bueno, no —coincidió ella.
—En fin, nadie puede culparte por ello, es difícil no enamorarse de ese joven.¿Él no lo sabía?
—Hasta ahora, no —respondió Sakura, sacudiendo la cabeza.
—Bueno, te deseo la mejor de las suertes, Sakura Haruno, y creo que hablo por todo Panem cuando digo que te llevamos en el corazón.
El rugido de la multitud fue ensordecedor; Sakura nos había borrado a todos del mapa al declarar su amor por mí. Cuando el público por fin se había callado, mi compañera murmuró un «gracias» y regresó a su asiento.
Sin embargo, yo no le creía nada.
Esperé a que Sakura saliera del elevador. Su boca se abrió cuando me vió y la tomé del brazo con fuerza, arrastrándola conmigo, apenas si me seguía a trompicones debido a sus zapatos.
—¿A qué viene esto? —me preguntó, horrorizada.
Una vez en privado, le respondí.
—¡No tenías derecho! ¡No tenías derecho a decir esas cosas sobre mí!
Los ascensores se abrieron y apareció Kakashi.
—¿Qué está pasando? —
—Ha sido idea tuya, ¿verdad? ¿Lo de convertirme en un idiota delante de todo el país?
—Fue idea mía —intervino Sakura—. Kakashi sólo me ayudó a desarrollarla.
—Sí, Kakashi es una gran ayuda... ¡para ti!
—Eres un idiota, sin duda —me contestó Kakashi, asqueado—. ¿Crees que te ha perjudicado? Esta chica acaba de darte algo que nunca podrías lograr tú solo.
—¡Me ha hecho parecer débil!
—¡Te ha hecho parecer deseable! Y, reconozcámoslo Sasuke. Sí, eres apuesto, sí, hay jovencitas que aman ese rostro, pero necesitas toda la ayuda posible en ese tema. Eres tan romántico como un trozo de roca hasta que ella dijo que te quería. Ahora todos te quieren y sólo hablan de ti. ¡Los trágicos amantes del Distrito 12!
—¡Pero no somos amantes! —exclamé.
—¿A quién le importa? —insiste Kakashi, cogiéndome por los hombros y aplastándome contra la pared—. No es más que un espectáculo, todo depende de cómo te perciban. Después de tu entrevista lo único que podrían haber dicho de ti era que resultabas bastante agradable, aunque debo admitir que eso ya de por sí es un milagro. Ahora puedo decir que eres un loco enamorado. Oooh, las chicas de tu distrito caían abrumadas a tus pies.
¿Con cuál de las dos imágenes crees que conseguirás más patrocinadores?—
(...)
Esa noche en la cena, pude observar la marca de mi mano en el brazo de Sakura. ¿Tan fuerte la había sujetado? Una cosa sería luchar contra ella en la Arena, otra completamente es lastimarla sin razón. Mi padre siempre nos dijo a mi hermano y a mi que nunca debíamos levantarle la mano a una mujer. No pude evitar sentirme culpable, porque mañana estaríamos en el campo de batalla, ella me había hecho un favor y yo le había respondido con una herida. Y ni siquiera me había disculpado.
¿Es que siempre iba a estar en deuda con ella?
(...)
Kakashi cruzó los brazos y nos examinó.
–¿Un último consejo? –preguntó Sakura.
–Cuando suene la campana, vuelen. Ninguno de los dos es lo bastante bueno para meterse en el baño de sangre de la Cornucopia. Salgan corriendo, pongan toda la distancia posible de por medio y encuentren una fuente de agua. ¿Entendido?
–¿Y después? –pregunté.
–Sigan con vida. –respondió nuestro mentor.
¿Qué otra cosa podíamos hacer?
(...)
Esa noche me di una ducha y me quité todo el gel y brillo del cabello y de la cara. Todo menos el tatuaje. Me habían dicho que no es permanente, más no se me quitaria si yo no lo quisiese. Pensé que quizás intimidaría a alguien y así no me intentarían matar a la primera.
Todavía lo llevo hoy en día.
Me había acostado en camisa y unos pantalones cortos. Cinco segundos después me dí cuenta de que no me quedaría dormido, y lo necesitaba desesperadamente, porque cada momento de fatiga en el estadio es una invitación a la muerte.
No sirvió de nada; una hora, luego dos, luego tres, y mis párpados se negaban a cerrarse. No podía dejar de imaginarme en qué terreno nos soltarían. ¿Desierto? ¿Pantano? ¿Un páramo helado?
Sobre todo esperaba que hubiera árboles que me pudieran ofrecer escondite y alimento. Me sentía tan ansioso y tan inquieto que necesitaba salir de la cama, así que me levanté al vestíbulo.
Sakura estaba ahí. Sentada en la ventana mirando hacia las calles. Gracias al cielo que no me levanté en boxers. Avancé sin hacer ruido por las baldosas; y cuando estuve a un metro de ella, le dije:
–Deberías estar durmiendo.–
Ella se sobresaltó, pero no se volvió, y noté que sacudió un poco la cabeza.
–No quería perderme la fiesta. Al fin y al cabo, es por nosotros.–
Me acerqué a ella y me asomé al borde: las amplias calles estaban llenas de gente bailando. Me esforcé por distinguir los detalles de sus figuras diminutas.
–¿Están disfrazados?–
–¿Quién sabe? Teniendo en cuenta cómo se visten aquí... ¿Tú tampoco podías dormir?–
–No podía dejar de pensar –respondí.
–¿Piensas en tu familia?–
–No –reconocí, sintiéndome un poco culpable–. No dejo de preguntarme qué pasará mañana, aunque claro, no sirve de nada.– Con la luz que llega de abajo podía verle la cara y la marca que le había dejado en el brazo. –Siento mucho cómo te traté hoy.–
–Esta bien, Sasuke.–
–También siento haberte lastimado el brazo. ¿Puedes usarlo para mañana?–
–No importa, Sasuke. De todos modos, no tenía ninguna oportunidad en los juegos.–
–No debes pensar así.–
–¿Por qué no? Es la verdad. Mi única esperanza es no avergonzar a nadie y... –vaciló.
–¿Y qué?–
–No sé cómo expresarlo bien. Es que... quiero morir siendo yo misma. ¿Tiene sentido? –preguntó, y yo sacudí la cabeza. ¿Cómo va a morir siendo otra persona?–. No quiero que me cambien ahí fuera, que me conviertan en una especie de monstruo, porque yo no soy así.–
Me sentí horrible. Mientras yo cavilaba sobre la existencia de árboles, Sakura le daba vueltas a cómo mantener su identidad, su esencia.
–¿Quieres decir que no matarás a nadie? –le pregunté.
–No. Cuando llegue el momento estoy segura de que mataré como todos los demás. No puedo rendirme sin luchar. Pero desearía poder encontrar una forma de... de demostrarle al Capitolio que no le pertenezco, que soy algo más que una pieza de sus juegos.–
–Es que no eres más que eso, ninguno lo somos. Así funcionan los juegos.–
–Lo sé, pero, dentro de ese esquema, tú sigues siendo tú y yo sigo siendo yo –insistió–. ¿No lo ves?
–Un poco. Aunque..., sin ánimo de ofender, ¿a quién le importa, Sakura?–
–A mí. Quiero decir, ¿qué otra cosa me podría preocupar en estos momentos? –me preguntó, enfadada. Me miró a los ojos con sus penetrantes ojos verdes, exigiendo una respuesta.
–Preocúpate por lo que dijo Kakashi –respondí, dando un paso atrás–. Por seguir viva.
–Está bien – respondió ella, esbozando una sonrisa triste y burlona. –¿Sasuke?
–¿Mmm?
–Dale recuerdos a mi madre cuando vuelvas, ¿Sí? Quizás todavía me quiera algo como para recordarme.–
–Está bien. –Me vuelvo y bajo del tejado.
Me pasé el resto de la noche dando cabezadas, imaginándome los comentarios cortantes que le haré a Sakura por la mañana.
Sakura Haruno.
¿Quién eres?
Ya veremos lo noble que eres cuando tengas que decidir entre la vida y la muerte.
(...)
No ví a Sakura la mañana siguiente.
Sentí todo el estómago revuelto. Intenté no vomitar el desayuno y retenerlo en mi estómago porqué no sabía cuándo volvería a comer. Me dieron un traje de neopreno que permitía conservar el calor corporal, por lo que deduje que estaría expuesto a noches frías. Aunque era cuello alto, todavía se podía observar el tatuaje de mi piel.
Cuando estaba a punto de subir, observé que uno de los estilistas me había dejado a escondidas el símbolo del Sinsajo de mi hermano. Pensé que lo había perdido. Tener algo de él me tranquilizaba. Cuando subí a la plataforma, me rodeó un cilindro de cristal. Levanté la barbilla y me quedé todo lo quieto que me era posible. El cilindro empezó a elevarse y, durante unos quince segundos, me encontré a oscuras. Después noté que la placa metálica salía del cilindro y me llevó hasta la brillante luz del sol, que me deslumbraba; sólo era consciente de un viento fuerte que me traía un esperanzador aroma a pino.
En ese momento escuché la voz del legendario presentador por todas partes:
–Damas y caballeros, ¡que empiecen los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre!–
Sesenta segundos. Es el tiempo que teníamos que estar de pie en nuestros círculos metálicos antes de que el sonido de la alarma nos liberara. Si dabas un paso al frente antes de que acabe el minuto, las minas te vuelan las piernas. Sesenta segundos para observar el anillo de tributos, todos a la misma distancia de la Cornucopia, que es un gigantesco cuerno dorado con forma de cono, con el pico curvo y una abertura de al menos seis metros de alto, lleno a rebosar de las cosas que nos sustentarán aquí, en el estadio: comida, contenedores con agua, armas, medicinas, ropa, material para hacer fuego, entre otros.
No pude ver a Sakura.
No es como si la estuviera buscando, pero en toda esa masacre por recolectar algunas de esas cosas, me fue imposible vislumbrar algún cabello rosado, ni siquiera con mi vista periférica.
Tomé lo que pude y salí huyendo de ahí, es lo que Kakashi dijo. También dijo que buscara agua y eso sería lo más difícil. Encontré animales que podía cazar tranquilamente, pero ninguno me conducía a alguna fuente de agua. Estaba sediento, y no podía seguir caminando solo de noche, por lo que decidí que era más seguro dormír en los árboles.
(...)
Después de encontrarme con otros rivales, me desperté apoyado contra un árbol. Mi brazo estaba cubierto con hojas curativas. No entendí cómo llegaron hasta ahí, hasta que los recuerdos me empezaron a invadir.
Fui picado por rastrevispulas.
Recuerdo que me picaron luego de haber dejado caer un panel de esos bichos sobre otros tributos. Recuerdo haber estado alucinando y caminando en círculos.
Recuerdo a… ¿Sakura?
Observé de nuevo las hojas medicinales en mi brazo. Estaban puestas de la misma forma en la que ella me enseñó. También había en mi espalda, a zonas que no llegaba y menos en un estado de afiebramiento, por lo que no podía haberlo hecho. Además, no lo hubiera hecho tan prolijo.
¿Por qué Sakura me ayudó? ¿Cuándo estuvo aquí? ¿Por qué no me mató? ¿Por qué no se quedó?
¿Por qué me salvó otra vez?
(...)
–¿Y la chica amorosa? –preguntó el chico del Distrito 1.
–Ya te he dicho que te olvides de ella. Sé dónde le di el corte. Es un milagro que todavía no se haya desangrado. De todos modos, ya no está en condiciones de robarnos.–
Estaba escondido detrás de unos árboles. Últimamente había muchos tributos cerca mío y sospechaba que los Vigilantes lo hacían a propósito para que suponga mayor diversión. Sólo podían referirse a Sakura como "la chica amorosa". Así que está herida y abandonada. No podía evitar sentirme nervioso. Sentía que debía devolverle aunque sea uno de los tantos favores que me había hecho. No la subestimaba. Pero cualquiera, incluso yo, podría haber muerto desangrado allí. Decidí seguir caminando, quizás me la encontraría.
(...)
La voz del presentador retumbó en el cielo, felicitándonos a los seis (¡¿Seis de veinticuatro?!) que quedabamos, pero no nos invitaba a un banquete, sino que dijo algo muy extraño: habían cambiado una regla de los juegos. ¡Habían cambiado una regla! Por sí solo, eso ya es alucinante, porque no teníamos ninguna regla propiamente dicha, salvo que no podíamos salir del círculo inicial hasta pasados sesenta segundos y la regla implícita de no comernos entre nosotros. Según la nueva regla, los dos tributos del mismo distrito se declararían vencedores si son los últimos supervivientes.
Asimilé la noticia: ese año podían ganar dos tributos, siempre que sean del mismo distrito.
Los dos podían vivir; los dos podíamos vivir.
¡Sakura!
(...)
Los amantes trágicos del Distrito 12... Sakura debe de haber estado jugando ese papel desde el principio. ¿Por qué si no habrían decidido los Vigilantes este cambio sin precedentes en las reglas? Para que dos tributos tuvieran la oportunidad de ganar, nuestro «romance» fue tan popular entre la audiencia que condenarlo al fracaso pondría en peligro el éxito de los juegos. Y no fue gracias a mí, porque lo único que había hecho fue sobrevivir. No sé qué hizo ella en el estadio, aunque tuve la impresión de que convenció al público de que todo había sido para mantenerme con vida. Me curó cuando estaba envenenado, en mi estado más débil. Y cuando lo pensé… siempre me caían cápsulas del cielo, cuando las necesitaba y eso que no las pedía.
¿Las había pedido ella por mi?
Al final, Sakura nunca había sido un peligro para mí, todo lo contrario, me ha estado protegiendo como ha podido.
La idea me hizo sonreír y eso que yo nunca sonrío.
(...)
Encontrar a Sakura fue tan rápido como difícil.
Rápido porque la encontré enseguida, siguiendo un rastro de sangre cerca del lago en el bosque. Lo más probable era que estuviera sedienta así que buscarla en un lugar con agua era mi primera opción.
Difícil, porque… bueno, no la veía.
–¿Sakura?–
–Estoy aquí.– me susurró.
–¿Dónde?– porque llegué a un prado de árbol de cerezos, la escuchaba, pero no la observaba.
–Aqui arriba.–
Levanté mi cabeza, y con mucho esfuerzo, la observé arriba de uno de los árboles. El color de las flores se camuflaba perfectamente con su cabello. Y el color de su ropa pareciera ser una extensión de rama más de ese árbol. La verdad es que si era el mejor escondite para ella.
–El mejor escondite para ti. –le dije sin freno alguno. Sólo se me salió.
–Ya lo creo… Así que, ¿viniste a rematarme Sasuke? Ya estoy media muerta.–
–Somos del mismo equipo ahora.–
–Eso escuché.– dijo con un quejido de dolor.
–Uno del distrito 4 te hirió, ¿verdad?–
–¿Cómo lo sabes?–
–Lo escuché. ¿Puedes bajar? Quiero ver eso. – Ella lo intentó, pero el envión la vuelve a tirar sobre la rama.
–No creo que pueda… todavía no entiendo cómo llegué hasta aquí.–
–Está bien, déjame ver si yo puedo subir. –Me acerqué hacia el árbol, lo zarandee para confirmar su estabilidad y su peso, pero no es muy fuerte.
–Sakura… no creo que pueda subir, el árbol no va a soportar mi peso, como mucho te soporta a tí… tendrás tirarte.–
–Genial. –masculló ella irónicamente.
–Yo te atraparé, lo prometo.–
–Lo sé, sé que lo harás… pero tirarme de árboles tan altos no es algo que hago todos los días.– dijo con un suspiro.
–Estarás bien.– le confirmé.
Ella suspiró de nuevo y se llevó una manga a la boca para morderla. Bien pensado. Seguro que gritaría con el impacto y no queríamos más invitados. Ella se asomó para observarme y confirmar mi posición. Yo la miré y le asentí con la cabeza. Tomó un respiro interno y con los ojos cerrados, rodó hacia un lado de la rama, dejándose caer.
Sucede todo en cuestión de segundos, hasta que Sakura estaba en mis brazos. Ella estaba gritando, mordiendo su ropa en mi pecho, y derramando lágrimas como condenada.
–Está bien, está bien, ya pasó, ya pasó...– le susurro para calmarla. Ella no respondía. –¿Está bien así?– pregunté, para saber si la sostenía bien. Después de aspirar un par de veces, ella suelta la manga mojada de su boca y asiente con la cabeza.
–¿Dónde te dieron?–
–En el costado, debajo de las costillas...– así que el impacto debió haberle dolido un centenar.
–Te sostendré de la espalda, y de las piernas. ¿Está bien?– ella asintió y apoyó su cabeza en mi pecho, pasando sus brazos por mi cuello. Tanta cercanía me ponía nervioso, pero intentaba no demostrarlo.
–¿A dónde iremos?– me preguntó, y su aliento me hacía cosquillas. Tranquilo, Sasuke.
–Por ahora nos ocultaremos hasta que sanes. Después veremos.–
–¿Sasuke?– me llamó, y yo intenté concentrarme en caminar. Por suerte Sakura es pequeña, su peso no supone ningún problema para mí.
–Dime.– incliné mi cabeza para escucharla mejor, y ahora eran sus labios los que me hacían cosquillas cuando me susurra: – Recuerda que estamos locamente enamorados, así que puedes besarme cuando quieras.–
–Gracias.– respondí, apartando la cabeza, totalmente sonrojado y manteniendo mi postura de caminar recto. –Lo tendré en cuenta.– agregué.
(...)
Llegamos a una cueva. Era lo suficientemente profunda y lejana como para ocultarnos por un tiempo. Despliego una de mis bolsas de dormir e hice que Sakura se sentara en ella.
–Está bien. Déjame ver.– le pedí y ella corrió su brazo para ver el costado de su cuerpo.
Era malo. Muy malo.
El corte era tan profundo que podía ver el hueso de su costilla. Además era obvio que había perdido sangre, y no podía saber que tan infectada estaba.
–Bastante feo, ¿eh? –dijo Sakura, que me observaba con atención.
–Regular– respondí, encogiéndome de hombros como si no fuese gran cosa–. Lo primero es limpiarla bien.
Le dejé la camiseta puesta porque no quería pasársela por sobre la herida; bueno, está bien, y también porque la idea de que estuviera desnuda me ponía… nervioso. La sola idea de tenerla desnuda delante mío me daba calor. Ese no era realmente el mejor momento para que mis hormonas aparezcan, de verdad que no.
(...)
Intenté echarle agua, pero con cada botella que le echaba encima, peor aspecto tenía la herida. ¿Cómo demonios iba a curarla?
–¿Por qué no lo dejamos un momento al aire y...? –dejé la frase sin acabar.
–¿Y después lo curas? –respondió Sakura. Es como si sintiese pena por mí, como si supiese lo perdido que estoy. Ella sabe que está mal, pero Sakura tampoco sabe tanto de medicina, sólo lo que me enseñó a mi.
–Eso. Mientras tanto, come esto. Debes de tener hambre.–
–La verdad es que no. Llevo días sin tener hambre. –
Le ofrecí ciruelas, pero ella sólo arrugó la nariz y volteó la cara. Entonces me doy cuenta de lo enferma que está.
–Sakura, tienes que comer algo –insistí.
–Sólo servirá para que lo devuelva. – Lo único que conseguí fue obligarla a comer unos trocitos de fruta seca.
–Gracias. Estoy mucho mejor, de verdad. ¿Ahora puedo dormir un poco Sasuke?–
–En un rato, ¿si? Déjame ponerte unas hojas para que no empeore.–
Se me ocurrió ponerle unas hojas medicinales, pero para eso ella debería quitarse la camisa. Nervioso, busqué otra prenda en mi mochila, con la que pudiera cubrirse.
–Ten. Quítate la camiseta y tápate con esto.–
–Oh, no me importa que me veas. –me sonrojo de nuevo, y niego con la cabeza. Quizás no le importaría que yo la viera, pero recuerdo que estamos siendo grabados.
–Te pareces a mi hermano, a él tampoco le importaba andar desnudo en la casa.–
Me volví y sentí el ruido de la prenda siendo lanzada. Cuando volteo, ella tenía la espalda desnuda y se estaba cubriendo el pecho con la ropa que yo le había dado. Parpadeé varias veces antes de ponerme a la obra, intentando apartar mi vista de su piel.
–¿Sabes? Para ser un cazador letal, eres bastante tímido.– dijo Sakura mientras yo me inclinaba y empezaba a colocar las hojas en su herida. No estaba seguro si el gemido que lanzó era de dolor o de alivio, pero luego sonrió, así que asumí que debía ser de alivio. Entonces proseguí.
–Ojalá Kakashi nos enviara medicina.– le dije.
–¿Qué te ha enviado hasta ahora?– me pregunto, arrugando la nariz cuando una hoja toca carne viva de su herida.
–Creo que tú lo sabes. –De repente, se tensó–. ¿Verdad?–
Su silencio es la confirmación que necesitaba. Ella me había estado ayudando todo este tiempo.
(...)
Cuando terminé, Sakura me pidió recostarse de costado, dejando la herida para arriba. Es un poco complicado, ya que tiene que sostenerse la prenda contra ella todo el tiempo o quedaría desnuda.
Yo me quedé sentado un minuto a su lado. Todo esto no requirió de tanto trabajo físico, más si del mental. No estaba acostumbrado a las heridas tan profundas ni a la desnudez femenina.
Resoplé con los ojos cerrados cuando ella me llamó.
–Sasuke–. Me volví y le aparté el pelo de los ojos–. Gracias por encontrarme.
–Tú lo habrías hecho de ser al contrario– respondí.
Tenía la frente ardiendo. De repente, sin más, me asustaba que se muriera.
–Sí. Mira, si no regreso... –empezó.
–No digas eso.–
–Lo sé, pero, por si acaso... -–intentó seguir.
–No, Sakura, ni siquiera quiero hablar del tema.–
–Pero... –
Cansado de todo esto, me levanté y me acosté detrás de Sakura. La besé en la mejilla, y apoyé mi frente en su nuca. No la abracé porque de ese lado tiene la herida, así que coloqué mi mano en su hombro y lo acaricié un poco.
–No te vas a morir. Te lo prohibo, ¿Está bien?–
–Está bien– susurró ella.
Unos segundos después, se oyó el tintineo de un paracaídas. Salí al fresco aire nocturno justo cuando el paracaídas caía del cielo. Deshice rápidamente el nudo con la esperanza de que sea una medicina de verdad para tratar la herida de Sakura. Sin embargo, me encontré con una olla de sopa caliente. Dentro lo acompañaba una nota. Era de Kakashi.
"¡A eso le llamas un beso?! - K."
Suspiré pesadamente. Está bien, entendí lo que quiso decir. Si quería conseguir medicina para sanar a Sakura, tenía que darle más de nuestro "romance''. Maldita sea, Kakashi.
Volví hacia la cueva. Sakura estaba medio dormida, pero decidí despertarla para que tomara la sopa caliente. Estaba seguro que le haría bien. Mi mamá solía darme sopa cuando estaba enfermo y siempre me revivía.
–Sakura. Sakura despierta.–
–¿Qué pasa?–
–Kakashi nos envió algo.–
–¿Medicina?–
–No, es sopa.–
Sakura se incorporó como podía, siempre apretando la prenda contra su pecho y recostándose contra la pared.
–¿Comerás tú también, verdad?–
–Es para ti. Para que te recuperes.–
–No voy a comérmela toda Sasuke. Por favor...–
La miré y asentí a duras penas. La verdad es que si tenía algo de hambre, pero me conozco y la sopa no me llena. Le dije que si para complacerla, es lo único que puede comer ahora y tampoco pensaba quitárselo. Sakura estiró los brazos para que le diera la olla, pero estaba caliente.
–Déjame ayudarte. –le dije sentado cerca de ella, revolviendo el caldo y extendiendo la cuchara.
–Sasuke… no es necesario...– me dijo sonrojada.
–Tú me alimentaste una vez.– le respondí, observándola a los ojos.
Ella se dejó y luego la ayudé a recostarse de nuevo. Se quedó dormida a los pocos segundos y una parte de mi se calmó porque debía ser la primera noche de sueño tranquila que tenía. Me senté detrás de ella con el arco y la flecha lista, y con la mirada clavada en la entrada de la cueva, listo para montar guardia.
(...)
A la mañana siguiente estaba cabeceando de sueño. Un poco después del amanecer decidí levantarme en busca de agua fresca que me despertara. Cuando estaba volviendo a la cueva, me encontré a Sakura despierta, refregándose los ojos de espalda.
–Hey. – la saludé avanzando, y me doy cuenta que no está tapada. Ralentice mi velocidad. Ella se dio vuelta al escucharme y volviéndose se cubre: –Hey, hola. Me asusté al no verte.–
–Fui a buscar agua fresca. – le respondí, tomando mi marcha de nuevo y sentándome a su lado. –¿Cómo te sientes?–
–Mejor que ayer. Gracias.– me sonríe tímidamente y coloca su mano en mi mejilla acariciándola. Me recuerdo a mi mismo que todo es un acto, pero se siente bien que lo haga. Coloco mi mano sobre la de ella y cerré los ojos unos momentos. Sólo unos segundos. Aunque sea una paz fingida y un vínculo ficticio, ella me hacía sentir paz. Me hace sentir paz.
–No has dormido –dice despertándome de mí… lo que sea.
–Estoy bien –respondí, a pesar de que me encontraba agotado.
–Duerme un rato. Yo vigilaré. Te despierto si pasa algo. Sasuke –siguió diciendo, al verme vacilar–, no puedes estar despierto para siempre.–
En eso tenía razón, en algún momento tendría que dormir, y mejor hacerlo ahora que Sakura estaba relativamente alerta y con la luz del sol a nuestro favor.
–Bueno… pero sólo unas cuantas horas; después me despiertas.–
Ahora hacía demasiado calor para el saco de dormir, así que lo coloque sobre el suelo de la cueva y me tumbé encima, con el arco cargado en una mano, por si tengo que disparar en cuestión de segundos. Sakura se sienta a mi lado, y me hizo señas que apoye mi cabeza en sus piernas. Lo hago sin parecer tan tímido y el sueño me baja de inmediato. Ella apoya con cuidado su espalda en la pared y acaricia los mechones de pelo que me caen sobre la frente con sus ojos clavados en el mundo exterior.
(...)
Demasiado, he dormido demasiado. Lo supe en cuanto abrí los ojos y vi que ya no era por la tarde. Seguía dormitado en el regazo de Sakura. Me incorporé, sintiéndome algo a la defensiva, aunque llevaba días sin encontrarme tan bien.
–Sakura, se suponía que ibas a despertarme en un par de horas.–
–¿Para qué? Aquí no ha pasado nada. Además, me gusta verte dormir; no frunces el ceño, lo que mejora mucho tu aspecto.–
Obviamente, eso me hizo fruncir el ceño, y ella sonrió. Entonces me di cuenta de lo secos que tenía los labios. Le toqué la mejilla y estaba tan caliente como una estufa de carbón. Me quedé a su lado mientras bebía primero un litro de agua y después otro.
Le pedí que se recueste así podía quitar las hojas y observar cómo está la herida.
…
Si antes era malo, ahora era peor. Mucho peor.
Estaba hinchada, roja y tirante y las líneas rojas que le empezaban a subir por la espalda, no eran buenas noticias: septicemia. Su cuerpo estaba respondiendo brutalmente a la herida. Si no recibía atención médica… moriría; las hojas no cambiarían nada en absoluto, necesitábamos medicinas fuertes para la infección, medicinas del Capitolio. No tenía ni idea de cuánto podría costar algo tan potente. ¿¡Dónde diablos estás, Kakashi!?
(...)
Ver a Sakura padecer dolor me partía el alma.
Lo peor de todo es que ella estaba siempre con una sonrisa y acariciándome la mejilla. Le coloqué trapos mojados en la frente para paliar la fiebre, pero se calentaban al instante. Ella me pedía que le cuente historias de mi vida o de mi hermano. Lo hice como para distraerla, aunque no sabía si me escuchaba por el calor de la fiebre.
El sonido de las trompetas me sorprendió; me puse en pie de un salto y me asomé corriendo a la entrada de la cueva, ¿Qué sucede ahora?
–Atención, tributos; atención tributos: Queremos comunicarles que se llevará a cabo un festín en la Cornucopia. Está no será una ocasión regular. Todos necesitamos algo desesperadamente, y planeamos ser… almas generosas. –Sí que necesitaba algo desesperadamente, algo para curar a Sakura–.
Regresé directo a la cueva a recoger el arco y las flechas, disponiéndome a salir y Sakura se me acercó, caminando lentamente sosteniéndose de las paredes. Se había puesto la prenda por arriba. Una camiseta negra que le llega a las rodillas.
–Tu medicina. –le dije. –Voy a ir por ella.–
–No.– me dijo.
–Sakura...– empecé.
–Quedan más tributos afuera. No quiero que arriesgues tu vida por mi. No quiero que me dejes sola… ¡Ay!– se quejó de dolor recayendo su peso contra la pared. Solté el arco y las flechas, y corrí hacia ella, sosteniéndola contra mi por su lado sano.
–Tú lo harías por mi Sakura… tú ya lo has hecho por mí...–
Ella levantó la cabeza y me miró con esos ojos verdes enormes, brillosos, llorosos y colorados por la fiebre.
–¿Por qué haces todo esto?– me preguntó.
Pude haberle dicho que es porque le debía tantas que no sabía ni por dónde empezar. Quizás esa pregunta debería hacérsela yo a ella, pero no lo hice. Sólo la observé mientras la apretaba contra mi. Mi corazón latía con fuerza y no pensé, sólo actúe. Cómo siempre lo hice.
La besé.
En los labios.
La primera vez que besaba a una chica.
Y todo era falso.
Bueno, lo que mi cuerpo sentía no era falso. La estaba besando porque me nació hacerlo. Y ella aunque se sorprendió al principio, me tomó del rostro y me devolvió el beso. Era falso porque sabíamos que nos estaban grabando, y porque, bueno, es lo que todos querían, ¿verdad?
Cuando nos separamos, ella permaneció con los ojos cerrados y luego levantó la cabeza y me miró.
Dios, parece que me viera el alma con esos ojos.
–Ahora no voy a dejarte ir.–
–Sakura...– empecé de nuevo, pero ella me toma del rostro como puede.
–No, Sasuke. No. Quédate conmigo. Por favor.–
Simplemente no podía dejar de mirarla a los ojos y este era mi problema: yo no sabía si estaba fingiendo. Por mi parte, todo lo decía, pensaba y hacía era real. Al menos esos últimos momentos. Por parte de Sakura… simplemente no lo sabía. Ya había desconfiado mucho de ella y todo había sido en vano. El tema es que si estaba actuando, era muy buena actriz y nos beneficiaría a ambos, todos creerían nuestro "amor". No resultaría nadie dañado… ¿verdad?
–Por favor. – me repitió a falta de una respuesta.
–Esta bien.–
Me arrastré por la pared con ella, para caer sentados en el piso. Sakura se apoyó cómodamente en mi pecho de una forma que la herida no roce con nada, excepto con la camiseta suelta que lleva puesta ahora.
Nos quedamos así en silencio, viendo de entrada caer la noche.
(...)
Un par de horas después, Sakura estaba acurrucada contra mí, temblando de frío, ardiendo horriblemente en temperatura, y yo estaba seguro que no iba a durar mucho así.
No pensaba quedarme de brazos cruzados, así que la levanté con suavidad y la acosté en la bolsa de dormír. La refresqué todo lo que pude y la miré una última vez antes de irme.
(...)
Conseguir la medicina no fue fácil. Me llevó toda la noche y era de día cuando ya estaba volviendo. No éramos los únicos necesitados de cosas esenciales, y para colmo un cuchillo me rozó la mejilla.
Entré corriendo a la cueva y Sakura parecía estar hablando sola en la fiebre. Me agaché a su lado y le limpié la transpiración del cuello, de la cara y de la frente.
–¿Sasuke?–
–Soy yo, Sakura. Conseguí la medicina.–
–Te fuiste...– me dice y parece que está por llorar. Le eché la culpa a la fiebre.
–Lo sé, lo sé, lo lamento, pero conseguí la medicina. Intenta ponerte de costado. – ella estaba balbuceando cosas en su estado, estaba alucinando; pero de alguna forma me hizo caso.
Abrí la bolsa que contenía la medicina. Era un inyectable. Había visto estos antes y, si no estoy mal, deben inyectarse en un punto cercano a la herida, para curar todo de raíz.
–Aquí voy, Sakura.– le advertí, levantándole la camiseta y quitando sus hojas. Localicé un buen punto y lo hice. Todo el líquido azul fue directo a su cuerpo y ella se durmió al instante.
(...)
–Sasuke, Sasuke.–
Oh no, me había dormido.
Abrí mis ojos y vi el rostro de Sakura encima del mío. Me levanté de golpe y ella alejó su cabeza para evitar que chocáramos.
–Tienes un corte en la mejilla, ¿estás bien?–
Mis ojos no podían creer lo que veían. El rostro de Sakura tenía tanta vida como los días que estuvimos en el Capitolio. Sus ojos no estaban rojos, no estaba sudando frío y ya no temblaba.
–¿Sasuke?–
–Sakura… olvídate de mí, ¿Cómo estás tú?– me acerqué para observarla.
–Estoy bien. – me sonrió, y finalmente no es una sonrisa triste.
–¿Has visto tu herida?–
Ella se levantó la camiseta y estaba… curada. Totalmente curada. Apenas tenía una cicatriz muy fina.
–Ay por Dios.– no pude evitar decirlo, totalmente asombrado. No pude evitar pasar mis dedos por la nueva piel curada, ya que mis ojos no lo creían. No me di cuenta que quizás estaba tocando demasiado hasta que observé el rostro de Sakura sonrojada.
–Lo lamento.– dije retirando mi mano.
–Está bien.– me sonrío.
La mañana siguiente, Sakura y yo nos comimos toda la comida que habíamos guardado. Primero, porque no tenía sentido seguir guardándola y que perdiera su estado y segundo, porque alguien despertó muy hambrienta.
Me reí mientras la observaba engullir cereales y carne seca como nunca en la vida. Evidentemente me escuchó, porque me miró.
–Ay lo siento mucho, era tu parte, ¿verdad?– Sí lo era, pero ella lo necesitaba más que yo. Esta es la primera vez que come en días.
–No es eso. –mentí.– Es que me alegra verte comer de nuevo.– le sonreí de lado y ella me lo devolvió.
–¿No está mal que nos comamos todo?–
Negué con la cabeza.
–Mañana saldré a cazar. Buscaremos comida fresca.–
–Bueno, yo no tengo idea como cazar, pero puedo recolectar si te parece.–
(...)
Estaba en el bosque intentando cazar un conejo, pero un cañonazo me distrajo tanto a mi como al animal. La idea era separarnos con Sakura —muy a mi pesar— e ir intercambiando señales, pero al volver sobre mis pasos me di cuenta de que llevamos un rato sin hacerlo. Cuando silbé y no recibí respuesta, eché a correr.
–¡Sakura! –grite, con terror–. ¡Sakura!
Me volví al oír un movimiento de arbustos y estuve a punto de ensartarla con una flecha. Por suerte, aparté el arco en el último segundo y la flecha se clavó en el tronco de un roble, a su izquierda. Ella retrocedió de un salto y lanzó por los aires un puñado de bayas.
–¿Qué estás haciendo? –exclamé, porque mi miedo salió convertido en rabia–. ¡Se supone que tienes que estar por aquí, no corriendo por el bosque!–
–Encontré unas bayas arroyo abajo –respondió; estaba claro que no entendía mi enfado.
–¡Esas son venenosas!– le dije, tirando las pocas que quedaban en su mano. Entonces me
di cuenta de que estaba temblando. La tomé de los hombros y la atraje contra mí, abrazándola muy fuerte.
–¡Creía que alguien te había matado! –le dije, casi a gritos.
–No, estoy bien. –Me rodea la cintura con sus brazos–. ¿Sasuke?
No respondí. Apenas si podía enterrar mis dedos en su cabello y apretarla contra mi. No estaba actuando. De verdad tuve miedo de perderla.
–Lo lamento Sasuke. De verdad.– y me abrazó fuerte.
No la solté hasta que me calmé.
(...)
Horas después, encontramos otra tributo que murió por las bayas que encontró Sakura.
(...)
Sakura y yo nos enfrentamos al último tributo. No sólo casi la mato a ella por matarlo a él, sino que su herida se reabrió.
Lo mato.
Ya está.
Somos los últimos dos que quedan. Ganamos.
Y si somos los ganadores, ¿¡Qué esperan para sacarnos?! Sakura está prácticamente muriéndose.
—Atención tributos, atención tributos. Saludos, finalistas de los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre. La última modificación de las normas se ha revocado. Después de examinar con más detenimiento el reglamento, se ha llegado a la conclusión de que sólo puede permitirse un ganador. Buena suerte y que la suerte esté siempre de su lado.—
Me quedé mirando a Sakura con cara de incredulidad hasta que asimilé la verdad: nunca habían tenido intención de dejarnos vivir a los dos. Los Vigilantes lo habían planeado todo para garantizar el final más dramático de la historia, y nosotros, como idiotas, nos lo habíamos tragado.
–Si te paras a pensarlo, no es tan sorprendente.– dijo Sakura en voz baja.
La observé ponerse en pie a duras penas. Se movía hacia mí, como a cámara lenta, sacándose el cuchillo del cinturón...
Antes de ser consciente de lo que hacía, tenía el arco cargado y apuntándole al corazón. Arqueó las cejas y ví que su mano ya estaba camino de tirar el cuchillo al lago. Solté las armas y di un paso atrás, con la cara ardiendo de vergüenza.
–No.– me detuvo–, hazlo.
–No puedo. No lo voy a hacer.–
–Hazlo, antes de que envíen otra vez, otra cosa.–
–Pues dispárame –respondo, furioso, dándole las armas con un empujón–. ¡Dispárame, vete a casa y vive con ello!
Mientras lo decía, sabía que la muerte aquí, ahora mismo, sería más fácil que seguir viviendo.
–Sabes que no puedo –dice ella sonriendo, tirando las armas–. Está bien, de todos modos yo seré la primera en morir.
Se levantó la camiseta y se arrancó el pedazo de tela que habíamos puesto para detener el sangrado.
–¡No, Sakura, no!–
Me acerqué e intenté pegarle la venda en la herida, desesperado.
–Sasuke, es lo que quiero.–
–No vas a dejarme solo –insistí, porque, si moría, en realidad nunca volvería a casa, me pasaría el resto de mi vida en este campo de batalla, intentando encontrar la salida.
–Escucha. –me dijo, tomando del rostro–. Los dos sabemos que necesitan a su vencedor. Sólo puede ser uno de nosotros. Por favor, acéptalo, hazlo por mí.–
Y siguió hablando sobre lo mucho que me quería, sobre cómo sería su vida sin mí, pero yo ya no la escuchaba, porque sus anteriores palabras han quedado atrapadas dentro de mi cabeza y están ahí, dando vueltas.
«Los dos sabemos que necesitan a su vencedor.»
Sakura siempre ha sido mucho más inteligente que yo.
Sí, lo necesitaban. Sin vencedor, a los Vigilantes les estallaría todo en la cara: fallarían al Capitolio, puede que incluso los ejecutasen de alguna forma lenta y dolorosa, en directo para todas las pantallas del país. Si morimos Sakura y yo, o si pensaran que vamos a…
Llevé mi mano al bolsillo de mi camisa.
Sakura lo vió y me tomó la muñeca.
–No, no te dejaré.–
–Confía en mí –susurro. Ella me miró a los ojos durante un buen rato, pero me soltó. Abrí la mano y le eche un puñado de bayas en la suya; dejando unas para mí–. ¿A las tres?
–A las tres. –respondió Sakura, parándose en puntillas con la poca fuerza que tenía para darme un beso muy dulce. Se lo devolví. Podía ser mi último beso.
Cuando nos separamos, cuento mirándola a los ojos:
–Uno. –Quizá me equivocaba–. Dos. –Quizá no les importaba que muriéramos los dos–. ¡Tres!
Era demasiado tarde para cambiar de idea. Me llevé la mano a los labios y le eché un último vistazo al mundo. Justo cuando las bayas entraron en la boca, las trompetas empezaron a sonar.
–¡Paren! ¡Paren! Damas y caballeros, me llena de orgullo presentarles a los vencedores de los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre: ¡Sasuke Uchiha y Sakura Haruno!–
Escupí las bayas y Sakura hizo lo mismo. Luego la abracé como desquiciado, hasta que ella colapsó sobre mí.
(...)
(...)
Aunque me alegró que hubiéramos ganado, después llegó ese momento que tanto odio.
El enfrentamiento.
Con Kakashi. Con Los Vigilantes. Con el Capitolio.
Kakashi dijo que lo de las bayas fue tomado como un acto de rebelión. Por lo que mantienen un ojo en mi, por ende en mi familia. Me dijo que debo decir que estaba tan loco de amor que no se me ocurrió otra cosa. No es del todo falso. Estaba tan desesperado que no se me ocurrió otra cosa.
–Y dime mi querido Sasuke, ¿Qué te llevó a cometer semejante acto de locura?– me preguntó el presentador en la entrevista. Yo observé a Sakura y estaba… hermosa con un vestido del mismo color de su cabello, con brillos en los ojos y una sonrisa que siempre me compra.
–La amo. Yo sólo… no me puedo imaginar la vida sin ella. No puedo. –
Ella me miró y me besó. Al público le encantó. Si les gustaba el amor no correspondido, el correspondido es mucho mejor.
(...)
El viaje en tren a casa fue todavía más confuso.
–Gran trabajo, chicos. Sigan así en el distrito hasta que se vayan las cámaras. Todo debería ir bien.–
Lo vi volver al tren, evitando mirar a Sakura a los ojos.
–¿De qué habla? –me preguntó ella.
–Del Capitolio. No les gustó nuestro truco de las bayas –le respondí.
–¿Qué? ¿Qué quieres decir?–
–Parecía demasiado rebelde, así que Kakashi ha estado ayudándome estos días para que no lo empeorase.
–¿Ayudándote? Pero a mí no.–
–Él sabía que eras lo bastante lista para hacerlo bien.–
–No sabía que hubiese que hacer bien algo. Entonces, ¿me estás diciendo que lo de estos últimos días y, supongo..., lo del estadio..., no era más que una estrategia que habían diseñado?
–No. Es decir, ni siquiera podía hablar con él en el estadio, ¿no? –balbucié.
–Pero sabías lo que quería que hicieses, ¿verdad? –me preguntó. –¿Sasuke?– Me soltó la mano –. Fue todo por los juegos. Todo fue una actuación. Nunca sentiste nada por mi.–
–¡Claro que no! –respondí.
–Entonces, ¿Cómo es? No, olvídalo, supongo que la verdadera pregunta es qué quedará cuando lleguemos a casa. – y se fue, dejándome con la palabra en la boca.
El dolor que desprendía su voz era palpable.
Sabía que se me habían curado los oídos porque, incluso con el ruido del motor, oí todos y cada uno de los pasos que dió hacia el tren.
Cuando subí a bordo, ella ya se había acostado, y tampoco la vi a la mañana siguiente. De hecho, no apareció hasta que entramos al Distrito 12. Me saludó con un gesto de cabeza, inexpresiva.
Quería decirle que no estaba siendo justa; que éramos desconocidos; que hice lo necesario para seguir vivo, para que los dos siguiéramos vivos en el estadio; que sí sentia algo por ella, era la primera chica con la tuve tanta cercanía y no podia evitar hacerlo; que no era bueno amarme porque, de todos modos, ella acabaría odiándome tarde o temprano; que, aunque sienta algo por ella, da igual, porque nunca podria permitirme la clase de amor que da lugar a una familia, a hijos.
¿Y cómo podría permitírselo ella? ¿Cómo puede después de lo que acabamos de pasar?
También quería decirle lo mucho que ya la extraño, pero no sería justo por mi parte.
Así que nos quedamos de pie, en silencio, observando cómo entramos en nuestra mugrienta estacioncita. A través de la ventanilla vi que el andén estaba hasta arriba de cámaras. Todos estaban deseando presenciar nuestra vuelta a casa.
Por el rabillo del ojo vi que Sakura me ofreció la mano y la miré.
–¿Una última vez? ¿Para la audiencia? –me dijo, no en tono enfadado, sino hueco, lo que es mucho peor.
La chica del cabello rosado empezaba a alejarse de mí.
La tuve de la mano con fuerza, preparándome para las cámaras y temiendo el momento en que no me quede más remedio que dejarla marchar.
Y me molesta saber que hay un joven rubio que está esperando por eso.
FINAL PARTE UNO
