Nota: ¿Recuerdan el capítulo: 'Galletas'? ¿Y recuerdan que los chicos hablaron de los problemas en los que se metieron gracias a qué Kanon dejó unos brownies al alcance de los niños? Bueno, aquí está la historia de ese día.
Pero antes de iniciar:
Para todas esas personitas que siempre están pendientes de mis actualizaciones; que se toman el tiempo de leer hasta lo más disparatado de mis historias, que me apoyan a la distancia, que me dejan un comentario con sus bellos deseos, que me agregan a sus favoritos, y que están ahí siguiendo día a día mis proyectos, quiero decirle que: ¡Son lo máximo! Me encanta que siempre estén ahí, así sea desde el anonimato. En serio… muchas gracias a todos… y espero que el siguiente año sigamos compartiendo más historias juntos.
10. Un delicioso bocadillo.
La vida en el Santuario era un ir y venir de emociones, donde en los días más amargos querías lanzarte por un barranco y otros… bueno, en los otros por lo menos no estabas interno en el hospital con algún hueso roto.
Y éste, en particular, era un día sin huesos rotos, es más, era un día tranquilo, sin entrenamientos, sin regaños, sin actividades. Y Kanon no podía sentirse más feliz por eso. Tenía: tiempo libre. Y esa pequeña libertad era tan majestuosa que él aprovecharía hasta el último segundo. Por lo tanto, la visita al pueblo de Rude no pudo faltar, ni mucho menos una pequeña compra 'ilegal' por el camino.
El tercer templo del Santuario olía a dulce: fresco, delicioso, deleitable; razón por la cual, Saga llegó como levitando hasta la cocina de la casa de Géminis.
—¿Qué preparas, Kanon? —preguntó entusiasmado deleitándose con el olor tan agradable de la preparación.
—Brownies —contestó sin desatender su labor.
—¿Estás preparando Brownies? —interrogó mirando a su hermano en busca de algún rastro de sarcasmo.
—Sí. ¿Acaso estás sordo?
—¿Cómo es que aprendiste a hacer brownies?
—Encontré este libro —señaló un recetario—. Hay buenas recetas y me gusta hornear cosas.
—¿Por qué de un momento a otro decidiste hacer brownies? Siempre preparas galletas, a Mu le encantan.
—Ese garoso —resopló—. Un día de estos le dolerá el estómago por comerse todas mis galletas.
—Eso no contesta mi pregunta.
—Mira —aclaró mostrando disimuladamente una pequeña bolsa, con lo que parecía ser una hierba—. Lo compré en Rude.
—¿Esto es —señaló el mayor observando el contenido con cuidado, pendiente de que nadie en ese momento entrara a la cocina— lo que yo creo?
—Así es —contestó con una cínica sonrisa—. ¿Quieres un poco?
—Desde luego que sí.
—Entonces espera a los Brownies. Será el ingrediente secreto.
—Oh, entiendo —acotó tomando asiento—. Estaré aquí muy paciente.
—No intentes engañar a nadie Saga, tú no eres paciente.
Y como lo había predicho Kanon, Saga no fue para nada paciente, y lo que debía ser un día normal en la cocina horneando, se convirtió en todo un calvario, con un hermano mayor molestando por todo lado e intentando meter los dedos en la masa y delirando en un molesto canto.
—¡Tengo hambre! ¡Tengo hambre, tengo hambre! Segunda estrofa. ¡Tengo hambre, tengo hambre, tengo hambre, tengo hambre!
—Si tienes tanta hambre come una manzana —resopló Kanon enojado—. O te callas o te largas.
—¡Tengo hambre!
—¿Desde cuándo te volviste tan… más insoportable?
—Desde que el olor a dulce llegó a mi nariz. Además, la masa sabía delicioso.
Kanon rodó los ojos.
—Ya están —dijo el menor sacando la charola del horno en lo que Saga llegaba a su lado en un instante.
—Huele exquisito.
—Oh, ¿te imaginas el viaje que nos vamos a pegar? No tienes nada que hacer ahora, ¿cierto? Porque creo que no sabrás ni tu nombre cuando pruebes estas delicias.
Saga dio un rápido repaso en su cabeza, hasta que una imagen se atravesó en su mente.
—Los niños —le dijo a Kanon.
—¿Qué pasa con ellos? —preguntó dándole un nuevo golpe en la mano al otro quien intentó tomar un brownie.
—Los dejé en la arena practicando sus habilidades a distancia. Debo ir por ellos y asegurarme que no hayan muerto… Kanon —llamó con ojos vidriosos—. ¿Me acompañas por ellos? Los dejamos con Shura y ya.
—De acuerdo vamos —expuso terminando de pasar los pastelitos a una bandeja para luego dejarla sobre la mesa del comedor—. Nos dará tiempo a que se enfríen un poco.
—¿Oye sabes que sería genial? Helado.
—Oye, eres un demente, pero me encanta tu forma de pensar.
Los gemelos salieron caminando de la cocina completamente distraídos, marcharon hacia el campo de entrenamiento, donde seis pequeños santos deberían estar esperando, no obstante, al llegar a la arena, no había rastro de ninguno.
—¿Dónde los dejaste, Saga?
—Los dejé aquí, hermano. ¡Ángelo!
El aludido resopló indignado, solo pasaba por ahí, por lo que el llamado y el tono no le hizo gracia, y con paso firme caminó hasta los gemelos y allí los miró furioso.
—No me llames Ángelo.
—Pero es tu nombre ¿no? —inquirió Saga ante una mirada más demencial por parte del otro—. ¿En serio debemos llamarte Máscara de la Muerte? —el italiano torció la boca sin apartar la vista—. Está bien, Mascarita —expuso ante un fuerte bramido de Ángelo—. ¿Has visto a los niños?
—¿Cuáles niños?
—A los más pequeños del grupo —explicó Kanon, sin embargo, el de Cáncer seguía confundido—. Aldebarán, Mu, Milo… todos ellos.
—Ah, esos niños… no sé como se atreven a llamarlos niños, yo los llamaría: Plaga.
—Bueno, ¿has visto a la plaga? —Quiso saber el menor de los gemelos.
—No, pero si nada en este momento se está incendiando es porque deben estar dormidos… o muertos.
—Espero que no los hayas matado, Ángelo… digo, Mascarita —acotó Saga preocupado.
—No he tocado a esos enanos.
—Vamos a buscarlos —dijo el gemelo mayor mirando a los otros dos que no estaban de acuerdo con pasar su tarde así—. ¡Por favor!
—De acuerdo —contestó Kanon derrotado.
—Está bien —aceptó Cáncer.
Templo de Géminis
—Lo de los túneles acorta mucha distancia, eh de aclarar —comentó Shaka al resto de sus amiguitos—. ¿No han pensado que la cantidad de escalones afuera de los templos es una estrategia para agotar al enemigo?
—Eso es obvio, Shaka —contestó Camus en un tono soez—. No eres el único que lo había notado.
—Yo no lo había notado —aclaró Milo.
—Es porque tú eres un idiota —ironizó el francés, mientras el de Escorpio rodaba los ojos.
—No sé como puedo ser tu amigo.
Camus manoteó y apretando los puños observó a Milo en señal de desagrado:
—No te pedí ser mi amigo. A mi modo de ver, eres una molestia. Eres… como el herpes.
—¿Qué es el herpes? —preguntó Aioria. Camus lo observó por un rato analizando la pregunta.
—No lo sé —contestó—. Pero la otra vez los chicos del pueblo estaban diciendo que el herpes es difícil de quitar.
—¡No me ofendas con cosas que no conoces, Camus de Acuario!
—¡Y tú no me molestes con tu presencia, Milo de Escorpio!
—Suficiente, chicos —Pidió Mu—. Vinimos a buscar a Saga para que observe lo mucho que avanzamos hoy.
—Además —tomó la palabra Shaka—, están a unos pocos días de lograr su armadura, pero ¿ya se autonombran por títulos que vayan a saber si van a obtener?
—¡Cierra la boca o te congelaré, Serafín!
—No me llames Serafín —expuso el rubio elevando su cosmos—. ¡Intenta atacarme si puedes!
—No más muchachos. —Pidió Aldebarán parándose en el medio de Camus y Shaka—. Tenemos prohibido pelear entre nosotros, ¿lo recuerdan?
—Pero si Buda, necesita que sus últimos dientes de leche caigan con rapidez, estoy dispuesto a ayudarlo —expuso el francés golpeando su palma izquierda con el puño.
—Como si pudieras.
—¿Quieres ver?
—Chicos, ya no más. —Volvió a ordenar Aldebarán—. Camus, ve a congelar tu sentido del humor un poco más, y tú Shaka, ve a meditar y hablar solo o lo que sea que hagas.
—Hablo con Buda.
—Sí lo que tú digas.
—Muchachos —llamó Mu cruzándose de brazos—. Saga, mi maestro y Aioros, jamás se sentirán orgullosos de nosotros si seguimos peleando por… esperen —interrumpió al percibir un agradable olor—. ¿Siente en eso?
—¿Qué? ¿Alguien viene atacarnos? —preguntó Milo poniéndose en guardia.
—No, ese olor —explicó el lemuriano.
—Oye sí, huele muy bien —Hizo ver Aldebarán.
—Deben ser las galletas de Kanon —expresó Mu divertido corriendo hacia la cocina.
—Vamos antes de que nos deje sin nada. —Apuró Shaka.
La cocina del tercer templo olía a dulce, un néctar asombroso que llevó a los niños casi levitando hasta la mesa, donde una bandeja llena de deliciosos brownies esperaba.
—¿Qué es eso?
—Son brownies, Mu —contestó el brasileño tomando uno.
—Espera —dijo el lemuriano deteniendo al grandote—, Kanon se puede molestar, mejor esperémoslo.
—Muy tarde —acotó Milo ya con medio pastelito en la boca.
—¡Oye!
—Están deliciosos, Mu —expresó Aioria con la boca llena en lo que Aldebarán también degustaba del bocadillo.
Camus, Shaka y Mu por su parte observaron a sus compañeros comer alegremente, ante la situación, los tres se miraron por un momento y con una sonrisa cómplice se arrojaron sobre la bandeja.
…..
—No puedo creer que no los hayamos encontrado —suspiró Saga—. ¿Cómo pude perder a seis niños? Digo: son tan fastidiosos y peligrosos que nadie se los llevaría.
—Deben estar por ahí. —Intentó consolar Máscara de la Muerte.
—No estaban: ni en el primer, ni en el segundo templo. Me preocupan.
—¿Qué pueden estar haciendo, Saga? —expuso Kanon—. Seguro cayeron dormidos por ahí, o Camus los congeló a todos en el templo de Acuario, o Shaka los privó de sus sentidos y están todos escondidos mientras descubren como volver a la normalidad…
—O Milo los llenó de agujeros y se están desangrando —continuó Ángelo—, o Aldebarán les cayó encima y ahora oculta sus cadáveres, o Aioria los electrocutó y ahora oculta sus cadáveres…
Saga por un momento se sintió mareado.
—No te preocupes hermano —expuso Kanon colocando una mano encima del hombro de su gemelo—. Los niños están en el tercer templo; los cosmos de ellos se sienten allí aden…tro…
Los tres hombres enmudecieron ante la perturbación de la esencia de los más pequeños.
—¿Qué está pasando? —preguntó Aioros apareciendo de la nada y haciendo brincar a los otros tres—. ¿Por qué el cosmos de los niños se siente tan revuelto?
Sin embargo, ninguno de los cuatro se atrevió a dar el primer paso.
—Tenemos que entrar —dijo finalmente Saga adentrándose en el lugar, para luego caer torpemente y rodar hacia el fondo del templo.
—¡Saga! —bramaron los otros tres corriendo hacia adelante y terminando igual que su compañero.
—¡¿Qué está pasando aquí?! —preguntó el arquero tirado junto a sus camaradas sobre un piso de hielo delgado—. ¿Qué es esto?
—¡Tontos, lo rompieron! —gritó Camus lanzando un ataque que terminó impactándose sobre una columna.
—¿El mocoso intentó matarnos? —inquirió Máscara de la Muerte—. ¡Es un traidor! —expresó poniéndose rápidamente de pie para enfrentar a Camus.
—Espera. —Pidió Aioros levantándose con cuidado y mirando al francés a los ojos—. ¿Por qué hiciste eso?
—Porque rompieron mi pista… era para patinar —contestó con una gran sonrisa.
—¿Qué te hace pensar que puedes congelar la entrada de mi templo? —preguntó Saga enojado.
—¿Y por qué tu templo está bajo mi pista?
—Déjalo —ordenó Aioros a géminis—. ¿Dónde están los demás?
Y por respuesta un gran estallido se escuchó en las escalinatas que iban hacia el templo de cáncer.
—¿Qué fue eso? —preguntó Kanon, corriendo con los otros hasta la salida.
—¡Cielo santo, ¿qué están haciendo?! —interrogó angustiado Aioros levantando entre sus brazos a un malherido Aioria.
—No aguantas nada —soltó Milo triunfante.
—Dijimos —expuso el de leo colocándose rápidamente de pie—: que, a la cuenta de tres; atacaste antes.
—Sí atacaste antes —contestaron Mu, Shaka y Aldebarán al mismo tiempo.
—Con ustedes no se puede —expuso Milo cruzándose de brazos—, mejor me voy a ver si Camus fue capaz de hacer la pista.
—Un momento jovencito —interceptó Saga a Escorpio—. No puedes, ni debes atacar así a tus compañeros.
Ante el comentario los cinco pequeños se echaron a reír, dejando a un Saga muy confundido:
—¿Qué sucede con ustedes?
—Un momento jovencito —imitó Mu parándose con las manos en la cintura delante de todos—. No puedes, ni debes atacar así a un compañero.
Nuevamente, las risas se hicieron más fuertes.
—¡Mu, ¿por qué haces eso?! —preguntó Aioros contrariado.
—¡Saga! —llamó Kanon con un nudo en la garganta.
—Ahora no —contestó el otro.
—Esto es importante Saga.
—¿Sabes que, Mu? Te ganarás un castigo, por faltarle el respeto a Saga.
—Solo si me atrapas, Aioros —expresó el pequeño desapareciendo.
—No puedes ir muy lejos —Hizo ver Sagitario al ver al chico aparecer un par de escaleras arriba.
Mu giró sobre sus talones, observando a sus compañeritos en complicidad:
—¡Corran! —gritó, acto seguido los cinco pequeños tomaron caminos diferentes, siendo imposible atraparlos por los mayores.
—¿Qué está pasando acá? —Quiso saber Aioros—. Camus intenta matarnos y Mu se hace grosero con nosotros. ¿Qué está pasando?
—Saga —llamó entre dientes Kanon nuevamente.
—Ay, ¿qué quieres? —preguntó el mayor llevándose las manos a la cara cuando vio a su hermano con una bandeja vacía—. ¿Kanon, y los brownies? —Sin embargo, el otro no contestó—. No me digas que los niños se los comieron.
—Sí.
—Te dije que no me dijeras.
—¿Cuáles brownies? ¿De qué hablan? —interrogó Aioros.
—Entonces los niños tienen exceso de azúcar en su sistema —aclaró Máscara de la Muerte—. Pero ¿cuántos eran para que se pusieran así los seis? ¿No dejaron ni uno?
—No es el exceso de azúcar lo que los tiene así —explicó Saga ganándose una mirada suplicante por parte de su hermano—. Los brownies…
—Hermano, por favor.
Pero ante las palabras de Kanon un fuerte estallido a la distancia se dejó escuchar.
—¿Qué es Saga? —preguntó Aioros viendo una densa nube de polvo cerca a las mazmorras femeninas.
—Marihuana, los brownies tenían marihuana.
—Marihuana —recalcó el arquero—. ¿Los niños consumieron marihuana?
—Es culpa de Kanon, él los preparó.
—Saga, eres un maldito traidor.
Una sirena a lo lejano se escuchó con fuerza, era la alarma de que algo malo estaba pasando en el Santuario.
Templo Principal.
Shion estaba sentado en el trono con los ojos rojos observando a cuatro santos de la más grande elite postrados delante de él. El lemuriano desdibujaba su rostro con una ligera vena que se veía pronunciada sobre su frente, mientras su cabello verdoso estaba gris debido a una cantidad de tierra que le había caído encima.
Los cuatro guardianes postrados no estaban en mejores condiciones: Saga tenía algo que parecía leche sobre su cabello y un labio roto, Kanon, llevaba las ropas destrozadas, una pierna lesionada y su pelo se veía más corto que antes; a su lado, un derrumbado y agotado Aioros contemplaba en silencio el vacío, mientras su ropaje resaltaba sobre el resto con brillantes colores. Máscara de la Muerte, por su lado, estaba muy molesto, ya que su cabello azul, ahora era gris: tinta muy difícil de retirar.
—¿Con que, brownies mágicos? —enfatizó Shion con voz muy pausada—. Brownies y Marihuana —continuó mientras los otros especialmente los gemelos suspiraban—. ¿Saben cuantas aprendices buscaron una audiencia conmigo el día de hoy? Muchas vinieron a mí llorando, porque seis niños las desprendieron de sus máscaras. Ahora la mayoría quieren asesinar a los futuros santos dorados y otras, las más insensatas, pidieron ser desposadas por los niños.
Shion se levantó del trono y caminó de lado a lado, para luego volver a posar sus ojos en los demás:
—¿Saben cuántas chozas hay que reparar? ¿Cuántos libros hay que reponer? ¿Saben la cantidad de información que se perdió con el incendio que provocó Aioria? ¿O con toda la comida que desapareció de las despensas cuando seis niños hambrientos decidieron pasearse por ahí? ¿Saben lo mucho que me costó encontrar a Mu? ¿Saben la cantidad de personas que se están recuperando de un fuerte resfriado ahora, gracias a que Camus los congeló? Oh y lo más divertido. ¿Saben cuantos están en este momento al borde de la locura, debido a la cantidad de ilusiones que manifestó Shaka?
Shion se llevó las manos a la barbilla para luego volver a sentarse:
—Mismas ilusiones que hicieron, que seis niños enloquecieran porque creyeron que nos estaban atacando, y que hicieron que Milo rompiera todo a su paso y Aldebarán atacara todo a su alrededor.
—Que mal viaje —comentó Ángelo en voz baja al recordar la escena de unos asustados niños peleando contra monstruos invisibles.
—¿Qué dijiste?
—Nada.
—De acuerdo —comentó Shion—. Controlar a los niños no fue tarea fácil, pero ahora todos duermen, gracias a la diosa.
—¡Gracias a nosotros! Que apropósito, nos llevamos la peor parte —sostuvo Cáncer.
—¿Quieres que te mate? —preguntó Shion—. Porque estoy muy cerca de hacerlo. ¡Quiero asesinarlos a todos! ¡¿Qué hubiera pasado si esto se hubiera salido de control?!
—Con todo respeto —interrumpió Aioros—, pero ¿no fue eso lo que pasó? Todo se salió de control.
—Cierra la boca, Arquero. —Pidió Saga.
—Oh, sí, Aioros, tienes razón —expuso tétricamente el mayor de todos—. Todo se salió de control. Y aún hay muchas cosas que reparar, ¿no lo creen? —los cuatro tragaron saliva—. Creo que no debo decirles cuál será su castigo.
—Señor, quisiera estar fuera de esto. —Resopló Máscara—. Esos insensatos no solo tiñeron mi cabello con quien sabe qué —continuó llevándose una mano a la cabeza—, sino que, además, me involucraron: no solo los niños, sino mis compañeros aquí presentes, en algo que no tiene nada que ver conmigo.
—¿No tiene nada que ver contigo? —inquirió el Patriarca—. ¿Nada?
—Nada señor, simplemente ayudaba a Saga y Kanon a buscar a los niños.
—¿Y me vas a decir que Aldebarán y Camus terminaron en el Yomotsu, por mera casualidad?
—Tengo una buena explicación para eso, señor. —Insistió el italiano.
—Te escucho.
—Bueno, en vista que atrapar a los seis niños era imposible, decidimos…
—Decidiste —enfatizó Saga.
—¡Decidimos! —ironizó Ángelo—. Llevarlos a un lugar donde no pudieran escapar a medida que los íbamos atrapando.
—Señor —tomó la palabra Aioros—, es que cuando atrapábamos a uno, otro se nos escapaba y siempre encontraban la forma de huir. Por eso Cáncer, decidió…
—¡Decidimos! —recalcó el italiano.
—Decidimos, llevarlos al Yomotsu para evitar su escape.
—Claro —dijo Shion colocando una mano sobre la otra—. ¿Por qué era más fácil, llevarlos a la entrada del inframundo que contenerlos de otra manera?
—Era eso o mandarlos a otra dimensión —expuso Kanon, quien había estado muy callado—. Y con lo loco que estaba todo, cabía la posibilidad de que no supiéramos a donde los enviamos.
—Claro —volvió a hablar el lemuriano—. Cuatro hombres y no fueron capaces de controlar a seis niños intoxicados.
—Señor, con todo respeto —dijo Aioros—. Ni usted los pudo frenar.
—Claro —pronunció Shion—. ¿Ahora la culpa es mía?
—No estaba diciendo eso.
—No, no, Aioros. Entiendo, la culpa es mía: por salir un momento del Santuario y no llegar a controlar a los niños de una forma rápida y automática. Claro, el castigo será para mí.
—Señor, lo que quiere decir Aioros…
—No, no, Saga. Sé a lo que se refería Aioros.
—No se preocupe señor —señaló Ángelo—. Nosotros haremos como mande, aquí no hay más responsables que nosotros. ¿Cierto, chicos?
—Cierto —contestaron los demás en unísono.
—Perfecto. Ahora largo de aquí. —Ordenó el lemuriano en lo que todos marchaban rápidamente—. Oh, esperen un momento. —Los cuatro chicos pararon en el umbral—. A partir de hoy haré una inspección aleatoria por todos los templos: puede ser hoy, puede ser mañana, puede ser dentro de un año, pero ahí estaré cuando menos lo piensen, y requisaré cada rincón de sus casas y de ustedes también —enfatizó inclinándose un poco hacia adelante—. Y Kanon. —El aludido tragó saliva—. Sigue cocinando cochinadas y te convertirás en el chef personal de Hades y si vuelves a drogar a uno de tus compañeros, te mataré.
—Sí señor.
Saint Seiya es una obra de Masami Kurumada.
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Hola, quería dejarles un capítulo de alguno de mis fanfic antes de las fiestas, para que rían un poquito, hoy le tocó a esta historia que tenía tan olvidada, y es que, aunque las ideas están, no he sabido como desarrollarlas. No quise entrar en mucho detalle con este capítulo porque fijo termino escribiendo un nuevo longfic, ya saben como me pongo.
Recuerden que estás historias son de ficción, por lo tanto, ningún niño salió afectado: ni física, ni psicológicamente, ellos solo estaban actuando para el fanfic jejeje
Monse: Sí por fin se supo que pasó aquí jejeje… que valiente eres al ir a abrazar a Aiacos aún a costa de tu vida jejeje… Minos manda, pero Violet, Violet no tiene temor de dios, definitivamente jajaja… Isaac tal vez no esté de recadero, pero tal vez si aparezca por ahí.
Guest: Claro, a la bulla de cerveza gratis, cualquiera se anima… jejeje Cetus se ríe de ellos, bueno, se ríe de ellos porque como dije antes: no tiene temor de dios, jajaja
El otro Guest: Hola, muchas gracias, me fue fácil manejar algunos modismos mexicanos, gracias a que varios de mis conocidos en el fadom, son de allá y algunas de sus palabras son muy similares a las de Colombia. ; ) y la Corona no solo es costosa en México, aquí también jejeje… pero ya todos saben como Hades ganó la apuesta.
Muchas gracias a los que siguen por acá. Nos estamos leyendo.
Felices fiestas.
