Era otra mañana rutinaria para aquellos que se desempeñaban en el Castillo de Hyrule. No había nada nuevo o algo destacable, ni siquiera un tópico digno de esparcir por los miles de pasillos que se repartían por el lugar.

El Primer Ministro Rhoam iba de camino a su despacho. Se le veía bastante serio y su presencia imponía respeto, algo usual de ver todos los días. En su trayecto, se topaba con sus colegas y otros subordinados, a quienes saludaba con la educación y cordialidad que siempre le caracterizaban.

—Muy buenos días, Señor Bosphoramus. -dijo un hombre llamado Buhel, quién era un miembro del Consejo Real. —¿Qué tal se encuentra?

—Buen día, Consejero Buhel. Me encuentro bien y espero lo mismo de usted. Agradezco su consideración. -Rhoam respondió con una sonrisa amable.

—Es bueno oír eso. Usted siempre tan cumplido y responsable, no por nada muchos de nosotros lo tenemos como modelo a seguir. -Buhel habló e imitó su gesto.

—Gracias por sus valiosas palabras. Pero yo sólo hago lo que me toca. No niego que es una labor muy pesada y hasta cierto punto agotadora, pero yo me entrego a hacerlo con orgullo y satisfacción. Además, no soy el único que trabaja para la Realeza. Usted y cada uno de los que pisamos este castillo todos los días son también piezas indispensables para que todo marche correctamente.

—Eso es muy digno de admirar y de apreciar, señor Boshphoramus. -continuó su compañero halagado. —Bueno, yo me retiro a hacer mis actividades, no le quito más su tiempo. Qué le vaya bien, nos vemos después.

—Hasta luego, Consejero. Que tenga un buen día.

Luego de esa pequeña y banal interacción, Rhoam llegó a su oficina y se encerró, para no salir en todo el resto del día.


Sus ojos se abrieron con gran pesadez, batallando para no volver a cerrarlos. La cabeza le dolía como si le hubiesen golpeado con cientos de piedras.

Lo primero que vieron esas apagadas esmeraldas fue un techo desconocido hecho de madera. Giró su cabeza despacio hacía su panorama, para saber por lo menos, en qué clase de sitio se encontraba.

La habitación era muy amplia, yacían varias camas en los alrededores y cada una poseía sus respectivas mesas de noche, como si de un hostal se tratase.. Pero, ¿Era un sitio realmente seguro?

No tenía ni la más mínima idea de lo que había pasado después de que alguien la sedó de manera inesperada y forzosa. Y el solo recordar esos pocos segundos de miedo y desesperación, fueron suficientes para que en su cabeza se originará un torbellino de escenarios horribles e inhumanos. De repente, la humedad en sus ojos se presentó y un nudo en la garganta le sofocaba. Empezaba a padecer de la ansiedad de la incertidumbre.

—¿Qué... qué me pasó...? Dónde...?

El rechinido de unos pies contra la madera resonó desde la planta baja. Una mujer un poco más adulta que ella se le acercó con calma, traía consigo una bandeja con unas galletas y té. Se sorprendió de ver por fin despierta a la rubia que estaba cuidando.

—Señorita, ¿Está bien? -cuestionó la dama, mientras dejaba la bandeja en una mesita que estaba al lado. Quiso acercar su mano para verificar si estaba enferma, pero Zelda le gritó y paró su mano con dificultad.

—¡N-no me toques! -gritó Zelda. —¿Quién eres y por qué estoy aquí?

Aunque la ojiverde se mostraba defensiva, el agarre le temblaba y se notaba que se moría de nerviosismo. Había espantado a la mujer, pero ella aún así quería tranquilizarla.

—Oye, no te alarmes, estás en un lugar seguro... Estás en la posada de Hateno, llamada "Con viento fresco". Vine a traerte tu desayuno por si despertabas más adelante.

Zelda escuchó atenta a la señorita. Vió que no mentía y se le veía bastante confiable. Además, el que estuviera ahí sin ningúna limitación en su movilidad y que no haya puesto resistencia la dama le dió más seguridad.

—¿Cómo te llamas?

—Soy Rya y soy la dueña de esta posada. Me he encargado de ti desde que llegaste. En serio, no te voy a hacer ningún daño...

Zelda soltó a la muchacha y respiró hondo. No aguantó más la posición y volvió a acostarse.

—¿Cómo llegué hasta aquí? -cuestionó, pues se le hacía raro que estuviera en Hateno y no en Akkala, el último sitio del cual tenía memoria alguna.

—Bueno, pues... -Rya tragó saliva y trató de sonar lo más convincente posible. —Un... Una persona te trajo cargando de los brazos, tú estabas inconsciente. Dijo que te había encontrado tirada en algún lugar lejos de aquí, por lo que te rescató y vino a dejarte en un sitio dónde no correrías algún peligro.

—Ya veo... yo... no recuerdo que me pasó, todo me es negro cuando intento rememorarlo. Sólo sé que antes de eso, yo estaba caminando por Akkala.

El semblante de Rya cambió de forma brusca cuando escuchó la palabra "Akkala".

—¿Akkala? ¿Qué hacías tú por Akkala? ¿Acaso no tienes la menor idea de lo peligroso que es estar por esos rumbos?

Zelda se sorprendió un poco por el cambio de tono de la fémina y de las palabras que declaraba, pues no le daban una buena espina de lo que había transcurrido mientras yacía en el sueño.

—Estar por esos lugares es como pisar el mismo infierno.

—No sé de qué me está hablando...

—No me digas que... ¿no sabes que por ahí está Termina, uno de los pueblos más peligrosos de todo Hyrule? -Rya se expresaba con un marcado temor en su voz. —Ese sitio está infestado de gente que no merece piedad, que ha cometido atrocidades y ya no se le puede ver con otros ojos. Es el nido de las escorias y que la muerte es lo único que les queda por tener.

Cada palabra que pronunciaba Rya con desprecio y aberración solo hacían que la rubia sintiese más culpa de las acciones que había hecho en contra de su padre.

¿Ese era acaso un castigo de las diosas por haber huido de su hogar y haber renunciado a la nobleza? ¿por haber decidido tener su propia vida?


En el lado noreste de Hyrule se asentaba una enorme edificación, la cuál estaba construida de tal forma en la que sirviese como un resguardo militar. Ahí solían asistir los caballeros del castillo a entrenar, ejecutar misiones y sobre todo vigilar aquellos terrenos donde el crimen nunca dormía.

En una de las habitaciones que se reservaban para los soldados, se encontraban dos susodichos, quienes compartían la pieza desde que empezaron a trabajar ahí. Su estancia solía ser corta y distribuida por intervalos, pues cada cierto tiempo se trasladaban a otras fortalezas, que estaban regadas en otros puntos del reino.

Uno de ellos estaba recogiendo sus pertenencias del cuarto, mientras las metía en su bolsa de viaje. El otro chico le imitaba para ayudarle.

—Otro acto heróico que se suma a la lista del mejor caballero del castillo, el gran Link Färutt* -decía un chico con una sonrisa ladina. Este era de cabello platinado lacio y largo, al que ataba con una coleta baja y al frente le sobresalen dos mechones largos en sus patillas hasta llegar unos 4 dedos por debajo de sus hombros. Era de piel pálida con un subtono amarillo, ojos alargados y negros, que se acompañaban con gafas del mismo color. Era alto y su cuerpo no carecía de trabajo y entrenamiento, por lo que se le veía bastante estilizado. De ropa portaba el usual uniforme de los caballeros, esa armadura de metal muy resistente, pero que era cómoda y ligera para permitir el libre movimiento. —Ya nada más te falta ponerte una capa roja, unas hombreras doradas y un traje verde con un gorro, y así ya te verías como todo un héroe. En especial, ese que hacían llamar "El Héroe de los Cielos". ¿O era ''El Héroe del Tiempo"?

—No digas tonterías. Sólo hice lo que a cualquiera de nosotros le corresponde, Schagger**.-dijo el llamado Link, un muchacho de 23 años, de cabellera castaña que le rozaba los hombros, peinado en una coleta media, con mechones sueltos en su nuca y también a los lados de su rostro con un flequillo desordenado. Sus ojos eran grandes y redondos, mientras que sus pupilas eran tan azules como los cielos de Hyrule, pero también eran igual de profundos y misteriosos que los extensos océanos de esas tierras. Era de piel más tostada a comparación de la de su colega y medía 3 centímetros menos que el de pelo plateado. Su figura era también atlética y hasta su rostro era bien parecido, después de todo, era un joven en sus veintes que no tenía nada que envidiarle a otros hombres.

—Mahiro para ti, mi querido mejor amigo. -continuó el ojinegro, fingiendo estar ofendido. —Deberías dejar de ser tan modesto. ¿Por qué esa insistencia por negar que eres el mejor de nuestro rango?

—Soy igual que el resto, no le veo importancia a que me posicionen en "un lugar más alto". -dijo Link, que ni le dió la cara a su amistad y seguía en su labor.

—Eres tan terco... -suspiró Mahiro. -Y yo tan paciente contigo. -terminó de ayudarle y se fue a tomar asiento en una silla de madera que estaba cerca de una ventana, dónde se podía ver a lo lejos, unos cuantos pueblos a la distancia.

—Así que... hoy regresas a tu pueblo. -preguntó Schagger, echándole un vistazo a Hateno. Enseguida posó su mirada a otro lugar. —¿Vas a pasar por Kakariko?

—Probablemente. -el ojiazul cerró su bolsa y la cargó en su espalda. Luego fue a buscar otra bolsa de color azul y la cargó en su brazo izquierdo.

—Bueno, si lo haces, mandas mis saludos a todos los del pueblo... y a Impa. Diles que los extraño demasiado y que me falta poco para volverlos a ver. -pidió Mahiro en un tono ligeramente melancólico.

—Claro, como tú digas.

—Es una lástima que no compartamos temporadas de descanso. El de lentes estiró su cuerpo para relajarse. —Tú te vas en primavera y yo en otoño. Si me hubiese postulado para caballero en el tiempo que tú lo hiciste, probablemente habríamos quedado a la par y podríamos ir a Hateno juntos.

—Tal vez... pero no te preocupes, va a pasar el tiempo volando y cuando menos lo pienses, estarás de vuelta en Kakariko. -expresó Link, queriendo animar a su colega, pues se le veía apenado.

—Gracias amigo, de verdad. -se puso de pie de nuevo y le dió un amistoso abrazo a Link.

Él correspondió rápido. —Tu partida ha llegado. Extrañaré tus odiosos ronquidos. -confesó burlón Mahiro.

—Agh, no digas eso. -El castaño sonrió también ante su declaratoria. —Yo extrañaré tus raras pláticas mientras duermes. Espero que no le hagas nada malo a esa tal "Riihna" con la que tanto sueñas.

El de ojos negros se separó brusco y se volteó ruborizado, no se esperaba que Link le lanzara tal revelación en su cara.

—¡Cállate!

Link soltó una carcajada, que después contagió al muchacho. Aunque cada uno tenía sus detalles, ya se habían acostumbrado a dormir con el defecto del otro.

—Ya me voy, quiero llegar lo más temprano posible. -continuó sonriente el chico. —Hasta luego, hermano. Cuídate.

—Tu también. Y haces lo que te dije de ir a Kakariko, ¿eh?

—Si... nos vemos en 1 mes. -Link se fue de ahí y se dirigió a la salida de la Fortaleza.


Link se fue del cuarto y se dirigió a la entrada de la fortaleza. Mientras caminaba, muchos de sus semejantes lo saludaban con respeto y ánimo. Él estaba entre los mejores caballeros, poseía casi un don innato con la espada y en el ataque cuerpo a cuerpo, lo que lo volvía muy respetado y admirado entre sus colegas.

Una vez afuera de la estructura, fue por su corcel a la caballeriza. Saludó a Epona con caricias y le dió de sorpresa una zanahoria que sacó de su bolsa de viaje. En lo que Epona comía, Link preparaba la montura y el resto de cosas para poder partir. Una vez listos ambos, el muchacho espoleó por varias horas a la yegua, hasta llegar a Hateno a las 2 de la tarde.


Zelda seguía impactada por lo que había oído. Deseaba con todo su ser que nada de eso hubiese pasado.

Cuando la dueña de la posada le comentó sobre Termina, los escalofríos y pensamientos acechadores se la estaban casi comiendo viva. Pero ella sabía que no le hicieron nada, no padecía de síntomas ni tenía marcas en su cuerpo que fuesen prueba de ello. Sin embargo, eso no quitaba la sensación de miedo y shock al saber que estuvo al borde del peligro. Incluso creía que había corrido con una suerte con la que muy pocas contaban.

Nunca se le había pasado por la mente que podría sufrir algo más allá de un asalto, un simple robo porque a veces llevaba uno que otro objeto de valor como accesorio y que fuese blanco de atracción para cualquier ladrón. Desconocía muchos riesgos e incluso llegó a tener la creencia imprudente de que "si no le había pasado ahora, no le pasará jamás".

Tal vez el haber huido de casa no era tan emocionante como pensaba.

Salió al pueblo para refrescar su mente. Rya intentó detenerla, pero ella dijo que quería estar sola.


Caminó sin rumbo fijo, solamente se limitó a conocer un poco del lugar donde se hospedaba. Apreciaba las casas que eran casi todas iguales, con la excepción de la forma de su estructura (es decir, el numero de pisos, la ubicación de ciertas partes, etc). Miraba a los niños riendo y corriendo a un lado suyo y a unas señoras platicando de quién sabe que, también oía a los comerciantes invitar a los transeúntes a ver sus negocios. Se topó con un local donde vendían ropa y luego se percató de su misma apariencia. Sus prendas se veían algo desgastadas y ya tenían uno que otro lado descosido, emanaba un fuerte aroma a tierra y ni se diga de lo impresentable que se veía. La vergüenza le ganó y buscó entre sus bolsillos algo de dinero, pero se percató de que iba vacía.

— ¡Mis cosas!

Zelda regresó a la posada para verificar si aún mantenía (por lo menos una parte) de sus pertenencias. Aunque después de todos esos escenarios, cuestionaba bastante que aún le quedara algo.

Entró y subió veloz las escaleras, buscando en cada rincón del sitio algún resquicio de sus cosas. Al final, no encontró nada. Fue a preguntarle a Rya sobre ello, pero esta respondió que había llegado sin nada a la mano.

—¿Y si la persona que me salvó las tiene? Puede que se le haya olvidado dejarlas.

—Ah, pues... -Rya rememoró si el salvador de Zelda cargaba con algo que fuese posiblemente las cosas de la rubia. —Tal vez eso haya pasado.

—¿Cómo era?

—Eh, bueno, es un chico de cabellos color canela y ojos azules... es joven, de altura y edad similar a la tuya, vestía una armadura y...

—Voy a buscarlo. -la ojiverde se apuró sin oír a la chica, estaba desesperada por recuperar sus cosas. A lo poco que había visto de Hateno, no era muy grande, ni siquiera era la mitad de lo que media la Ciudadela. Buscaría a esa persona sin importar el tiempo que tardase.


Salió con prisa del lugar y miró con detenimiento el exterior, buscando a quien sea para preguntar por el chico de armadura. De repente, visualizó a una niña de entre 12-14 años, quien caminaba leyendo un libro (y cargando otra buena pila en su bolsa y corrió a ella para sacarle la información.

—Disculpa... -dijo con la voz más amable y neutral posible. —¿De casualidad no has visto a un chico con cabello color canela, largo y de ojos azules? Es más o menos de mi estatura y llevaba puesta una armadura.

La pequeña despegó sus enormes ojos del libro y volteó curiosa al oír tal descripción. Solo una persona se le podía venir a esa descripción, pero dudaba que ocurriese esa coincidencia. Todavía no eran fechas para que esa persona estuviera por ahí.

Zelda se asombró por los brillantes ojos cerúleos de la niña. Aunque ya era demasiada casualidad, por un instante pensó que podría ser pariente de ese sujeto por ese rasgo que compartían.

—¿Cabello canela? ¿Armadura...? Hm... ¿De casualidad se llama Link?


El aroma a hierro ardiendo y a trabajo duro estaba emanando del exterior de una casa que se encontraba en una zona algo aislada de Hateno. Se podían oír fuertes golpes chocando contra el duro y filoso metal fundiéndose al fuego, que iba tomando la forma de una poderosa y asombrosa espada que solo los verdaderos guerreros eran dignos de portar.

El creador de aquella obra maestra estaba asombrado por su pieza, la cuál se convertiría de inmediato en la favorita de su próximo dueño. Todavía le faltaban unos detalles, pero estaba a nada de ser finalizada. Se le notaba una gran sonrisa, una de orgullo y sobre todo de cariño, pues aunque era una cosa con fines de pelea y de defensa, también tenía un significado muy profundo y especial.

—En cuanto vea que esta espada se parece a esa que ví en los libros, va a quedar fascinado. Si que me sirvió ir por horas con Aryll a la biblioteca.

Alguien tocó la puerta. El hombre de gran complexión, barba blanca, tez morena y que portaba su uniforme desgastado de herrero que se conformaba de un mandil, camisa marrón oscura, pantalón corto negro, sandalias de cuero y un pañuelo rojo con figuras peculiares fue a atender al responsable de los toques.

Cuando abrió la puerta, su sonrisa de orgullo se convirtió en una de sorpresa.

—¡Link, hijo, que sorpresa tenerte aquí!

—¡Abuelo Ezlo!

Link y Ezlo se abrazaron como si no se hubiesen visto en años. Aunque realmente fueron apenas unos seis meses que se habían visitado. Después de eso, Ezlo dejó entrar al joven al que era su verdadero hogar.

—Muchacho, ¿Por qué no me avisaste que ibas a venir? Siempre envías cartas con anticipación.

—Es que he tenido mucho trabajo... en estos últimos días. -dijo Link, sin querer entrar en detalles. —¿Cómo está todo por aquí?

—Siempre tan ocupado en tu labor de caballero, me enorgulleces demasiado. -contestaba el anciano. —Pues aquí está todo normal, ya sabes. Yo sigo aquí haciendo herrería y tu hermana sigue con sus cosas de brujería.

—Ay abuelo, no digas eso. El que le encante estudiar cosas de medicina y convertirse en doctora no es para que le llames así. -prosiguió Link burlón, mientras dejaba sus cosas en un sillón.

—Lo sé, solo bromeo y lo sabes. Ver a Aryll tan feliz queriendo ayudar a otros es algo que me llena el corazón de vida.

—A mí también... por cierto, ¿Dónde está?

—Ah, haciendo lo de siempre, estudiando. Está en la biblioteca, pero no creo que tarde en regresar, ya lleva algo de tiempo que se salió. Será mejor que vayas por ella, sabes que es capaz de quedarse ahí todo el día.

—Si les hubiera dicho que iba a venir, no se hubiese salido en absoluto, pues también se emociona mucho cuando me ve, jeje. -Link se estiró y miró la cocina de lejos. Ezlo se dió cuenta de eso y se rascó la nuca.

—Ay, Link, debes estar muy... pero MUY hambriento. -recalcó el mayor, sabiendo lo glotón que era su nieto. —Pero es que tu también llegaste de la nada y... yo estaba ocupado haciendo un encargo muy importante.

—¿Ah sí? -El castaño le miró curioso. —¿Para quién?

—Mmm... es alguien que trabaja para el castillo, ya ves que a ellos se les tiene que dar algo de mucha calidad. -Ezlo se puso algo nervioso, pero logró disimularse.

—Bueno, yo entiendo, después de todo, tú eres de los mejores herreros que hay en todo el reino. Tienes mucha clientela y así ha sido desde que tengo memoria.

—Si... pero bueno, ¿qué tal si...?

—¿Si traigo algo de comer? -Ezlo sonrió apenado y Link negó con la cabeza risueño. Estaba consciente de que tanto él, como Aryll, amaban las creaciones culinarias del muchacho. —Eso iba a hacer justo después de llegar aquí. Tenía planeado cocinar mañana, pero como veo que aún no hay nada, empezaré desde hoy.

—Muy bien chico. De una vez ve por Aryll, estoy seguro que se sorprenderá tanto o más que yo en cuanto te vea caminando por ahí de la nada.

—Lo sé muy bien. -se rió y luego se fue a su habitación a quitarse su pesada armadura.


Se miró por unos instantes al espejo. En su piel no solo se remarcaban sus músculos que eran resultado de tantas batallas y entrenamientos, si no que también abundaban las cicatrices y marcas, ambos productos de lo anterior mencionado.

Todavía se preguntaba cómo podía seguir vivo... tanto física como mentalmente en un trabajo así de peligroso, doloroso y mortal.

Suspiró y se puso rápido su ropa casual, una túnica roja con una camisa negra tejida de manga larga y cuello de tortuga por debajo. En su cintura había un fajo ancho y verde que se ajustaba con otros cintos que le quedaban grandes porque le colgaban partes de los cintos que sobraban. Sus pantalones eran de color crema y de calzado tenía unas botas largas café oscuro, que le llegaban hasta la rodilla.

—Mucho mejor. -dijo en un muy suave susurro y salió de la casa para ir por los víveres y de paso, por su hermanita.


Cuando iba por el camino principal, escuchó una voz demasiado conocida para él. Giró y observó en una pequeña colina una, o mejor dicho, dos siluetas que conocía. Solo que una le era más familiar que la otra.

¿Aryll?... -no lo pensó dos veces y corrió hacia ambas personas para ver lo que sucedía.


—¿Link?

—Si, es mi hermano. -le comentó la pequeña con una sonrisa tierna a Zelda.

—Ah.. Este, la verdad no lo sé, yo...

—¡Aryll!

La muchacha se vió interrumpida al oír un llamado, que parecía dirigirse a la niña que tenía en frente suyo.

Los orbes de Zelda se abrieron como platos al admirar al joven que corría hacia ellas. Se trataba del mismo chico con aquella descripción que le dió Rya, solo que no portaba la dichosa armadura.

Había visto montones de jóvenes apuestos que eran de su estrato, pero ninguno era tan bien parecido como el que estaba aproximándose. En sus ojos pudo ver reflejos de intensidad, mientras que su cara no era la de alguien en estado de goce y alegría, si no que era un semblante serio y duro, uno que podía perforar la seguridad de quién lo viese directamente.

Y así se sentía Zelda. Con una punzada de temor, pero también de asombro. Por más intimidante que se viera, no podía despegar la vista de él.

—¿Fuiste... tú?

Continuará...


*Färutt: Este apellido es la combinación de Farore (Que como saben, es la diosa cuyo segmento de la trifuerza le pertenece a Link, el valor de Farore) y ''Mut'' en alemán que significa ''valentía''.

**Schagger: proviene de Schatten (sombra) y Krieger (guerrero) ambos en alemán también.

Después de CASI dos meses, subo la siguiente parte. Pido una enorme disculpa, es que el semestre me tenía muy ocupada y también había cuestiones personales que debía atender. Pero ya estoy de vacaciones, al menos en la escuela. Intentaré subir al menos dos capítulos en este periodo vacacional de invierno.

Como pueden ver, he introducido a Mahiro Schagger, el mejor amigo de Link desde su niñez. Es hijo de un sheikah y una hyliana, por lo que tiene rasgos de ambas razas.

Sus primeros años de vida fueron en Kakariko y a los 3 años se mudó a Hateno, donde conoció a uno de nuestros protagonistas.

Es la primera vez que meto un personaje original (OC) a una historia mía. No me dió tiempo para terminar su diseño, pero en cuanto pueda lo subiré a mis redes sociales (Twitter, Instagram, Tumblr)

Espero les haya gustado esta parte, pueden decirme en los comentarios qué les pareció.

¡Saludos!